Afganistán/ 24 diciembre de 2016/
Tras más de 15 años de intervención internacional en Afganistán la educación para las niñas sigue en retroceso y empeora cada año. El último desastre educativo en Kandahar, provincia cuna de los talibán, sigue evidenciando que la guerra y las tradiciones tribales en las que no existe la igualdad de géneros continúan dominando a la sociedad afgana.
Después de cientos de millones de dólares invertidos en mejoras educativas tanto por el Gobierno afgano como por la ONU, la OTAN y la comunidad internacional, los datos de la última estadística sobre el número de niñas que se han graduado en la escuela este año en Kandahar podría compararse con la de los tiempos en los que los talibán gobernaban la provincia a base de Corán y espada.
Un tiempo en que las mujeres se educaban en secreto, arriesgando la vida y muchas veces muriendo en el intento. Un era de terror cuyo eco parece estar volviendo a la realidad.
«De las 13.000 estudiantes femeninas matriculadas para el curso de 2016 en los grados 8º y 9º», entre 13 y 15 años, «sólo 650 consiguieron graduarse«, según la estadística hecha pública por el Gobierno afgano. Una cifra que para Abdul Qadir Paiwastum, director del Sistema Educativo Provincial en Kandahar, «es un poco mejor que la del año pasado», en el que sólo 400 niñas consiguieron graduarse, «pero que sigue siendo extremadamente baja«.
Además, Paiwastum explicó a TOLOTV que de las 79.000 niñas en edad escolar que están registradas en las escuelas de la provincia «muy pocas llegarán a graduarse» y, por lo tanto, muchas nunca accederán a la educación superior dependiendo así de sus maridos y familiares para subsistir.
Y es que, «después de los grados 8º y 9º, son las propias familias las que no las dejan continuar con sus estudios debido a las tradiciones culturales y familiares o para evitar que sean acosadas por sectores de la sociedad», concluye Paiwastum.
«A muchas niñas sus familias no les dejan ir a la escuela por miedo a las malas palabras que la gente dirá de ellas», comenta a ToloNEWS Roqya, que sigue escolarizada en Kandahar, sobre la exclusión educativa forzada a la que muchas de sus compañeras tienen que someterse.
Otra niña kandahari, Asma, explica que muchas de su amigas «dejan de ir a la escuela por el transporte». No sólo muchas de las niñas, sobre todo en el medio rural, tienen que andar kilómetros para llegar a la escuela sino que «de camino son hostigadas y acosadas en la calle».
¿De qué han servido todos los millones de dólares invertidos por la comunidad internacional para la educación en Kandahar? O, mejor preguntarse, ¿a dónde ha ido a parar el dinero? La Asociación Revolucionaria para Mujeres en Afganistán (RAWA) lo tiene muy claro.
«La traición más grande que los Estados Unidos» y, por extensión, el resto de los países que se han pasado años luchando en Afganistán perdiendo vidas a un coste billonario, «es haber dejado que los criminales fundamentalistas islámicos nunca dejasen el poder», explica una representante de RAWA en una entrevista para Global Research.
De esta manera, RAWA sugiere que los que ostentan el poder en el país siguen creyendo que la mujer es inferior al hombre y por lo tanto no hacen nada para luchar contra la discriminación de la mujer y las niñas que, a día de hoy y sobre todo en las comunidades más pobres y entre los desplazados por el conflicto, tienen que cambiar de identidad para sentirse seguras.
Una medida de precaución
Muchas niñas afganas, especialmente las que residen en comunidades rurales alejadas de la influencia de Kabul, viven la infancia como niños como medida de precaución.
Les cortan el pelo y las visten como varones para que pasen desapercibidas y no tengan que lidiar con la problemática de la crónica desigualdad y la violencia de género en el país. Al menos durante un tiempo, hasta que la naturaleza no les deje ocultar su verdadera identidad sexual.
Esta práctica no es exclusiva de las aldeas más alejadas y remotas. En la capital del país está generalizada tanto entre los cientos de niñas huérfanas que mendigan en las calles de Kabul, como las miles que son vulnerables y siguen desprotegidas en los varios y superpoblados campos dentro de la ciudad para los desplazados por la guerra.
«La situación de la mujer en Afganistán es catastrófica», explica la representante de RAWA, «la violencia contra la mujer está creciendo a unos niveles alarmantes» con lo que muchas afganas siguen sufriendo «violencia doméstica, violaciones, violaciones en grupo, abusos sexuales, asesinato, auto-inmolaciones para escapar a la violencia, crímenes de honor y matrimonio forzoso».
Además, las niñas siguen siendo víctimas de «matrimonios forzosos para cambiarlas por productos y en algunos casos torturadas sistemáticamente en sus casas» siendo víctimas de castigos bárbaros como «la amputación de narices, labios y orejas, privación de alimento o apaleadas hasta la muerte», concluye la representante de RAWA.
Fuente de la Noticia:
http://www.elmundo.es/sociedad/2016/06/14/575eab9922601d0f768b4596.html