La segregación implantada durante el ‘apartheid’ no se ha revertido pese al ingente dinero invertido en el sistema de enseñanza/Un 20% de los maestros y profesores sudafricanos no acuden a dar clase los lunes y los viernes
Africa/Johanesburgo/elperiodico.com/es
Durante décadas, los sudafricanos negros recibieron del gobierno una educación de segunda, que les privaba de recibir formación adecuada en Ciencias, Matemáticas y otras materias clave para encontrar empleos bien pagados y salir de la pobreza. El gobierno del ‘apartheid’ los condenaba así a seguir siendo la mano de obra barata de la que se aprovechaba la Sudáfrica blanca, y preservaba un sistema de segregación racial en el que la principal función de los negros era servir a sus amos.
Esta situación debería haber cambiado en 1994, cuando el Congreso Nacional Africano (CNA) de Nelson Mandela comenzó a gobernar Sudáfrica. El CNA puso fin a la discriminación, declaró gratuita la educación básica y ha invertido ingentes cantidades de dinero en pagar a más maestros y profesores y acondicionar y construir escuelas e institutos. Sin embargo, un cuarto de siglo después, el pésimo estado de la educación en las zonas donde viven la mayor parte de sudafricanos negros siendo uno de los principales factores para explicar las tremendas desigualdades sociales y raciales en el país austral.
Según un informe del Banco Mundial, Sudáfrica es el país del mundo con mayores índices de desigualdad social. Datos oficiales muestran que esta desigualdad coincide con la división racial que promovió el ‘apartheid’. Los sudafricanos blancos, que representan el 8% de la población, ganan en promedio cinco veces más que sus compatriotas negros, que suponen el 80% del total de sudafricanos.
Pública versus privada
Un estudio encargado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) revela que “el 75-80% de los alumnos” no tienen dinero para buscar alternativas y se ven obligados a acudir a escuelas públicas que no funcionan, obteniendo malos resultados académicos que lastran sus opciones en la vida laboral. Mientras tanto, “el 20-25% de los alumnos, los más ricos, son matriculados en escuelas privadas o escuelas públicas que funcionan y obtienen mejores resultados”.
El informe, presentado esta semana por el FMI, aporta también un dato crucial para entender el impacto de estos números sobre las desigualdades entre sudafricanos blancos y negros: “Un 80% de las escuelas disfuncionales están en los ‘townships’ [donde el ‘apartheid’ confinaba a la fuerza trabajadora negra] y las comunidades rurales”, espacios ambos de abrumadora mayoría negra.
Contra lo que podría pensarse, el problema no es de inversiones, sino de gestión. El gobierno del CNA invierte en educación tanto como los países más desarrollados del mundo. En las escuelas públicas de las zonas pudientes, de mayoría blanca, las asociaciones de padres ejercen sobre maestros y profesores el control que no ejerce el gobierno, y surten las necesidades de los centros con contribuciones económicas privadas. Las cosas son muy distintas en las “escuelas disfuncionales”. Allí los educadores están peor preparados y no están sometidos a ningún control, en parte debido a la influencia de los sindicatos a los que pertenecen, que se han opuesto con éxito a los tímidos intentos del gobierno de hacer rendir cuentas a los docentes.
El informe del FMI revela que un 20% de los maestros y profesores sudafricanos no acuden a dar clase los lunes y los viernes, mientras que un 33% de los docentes se ausenta de las aulas en los últimos días de mes. “En las escuelas predominantemente negras, los maestros enseñan una media de 3,5 horas al día”, dice el estudio, que calcula en 6,5 horas al día la media de horas de enseñanza de los educadores en las escuelas en que los blancos siguen siendo mayoría.
El resultado de todo ello es que casi la mitad de las personas entre 25 y 34 años no han terminado la educación secundaria en Sudáfrica, cuyos alumnos quedaron en último o penúltimo lugar en pruebas de lectura, matemáticas y ciencia realizadas con estudiantes de su edad de decenas de países del mundo.
La directora ejecutiva del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), Henrietta Fore, abogó este martes en Tegucigalpa por más inversión en la educación de la niñez de Honduras y que crezca en un ambiente sin violencia.
«He visitado Tegucigalpa y San Pedro Sula (las dos ciudades más importantes del país) y veo muchas necesidades económicas y sociales; pero también, y más importante aún, es el potencial que existe para poder sacar adelante todos esos proyectos a favor de la educación de la niñez», dijo Fore a Efe en la capital hondureña.
Fore, quien el domingo empezó una visita oficial a Honduras, fue recibida hoy por maestros y alumnos de la Escuela Roberto Suazo, situada en el barrio «21 de Febrero», donde el entorno es de alto riesgo social.
El centro educativo es uno de los favorecidos por el Unicef a través del «Programa Construcción de Paz, Convivencia y Ciudadanía» y donde Fore conoció el trabajo conjunto que desarrollan maestros, alumnos y padres de familia.
«Estamos con el primer año del programa, hemos sido favorecidos porque este centro opera en una zona de alto riesgo social, en el entorno tenemos muchos problemas de violencia, muchos problemas sociales, lo que repercute en nuestros alumnos», enfatizó la directora de la Escuela Roberto Suazo Córdova, Lila Banegas, al explicarle a Fore sobre el funcionamiento del centro educativo.
Añadió que hace un año, después de un diagnóstico, los maestros conocieron la necesidad que tenían los niños y niñas de la escuela de ser escuchados, «reclamando sus derechos a gritos», y se propusieron, además, mejorar sus instalaciones físicas, que llevaban mucho tiempo en mal estado y resultaban incómodas para los alumnos.
Un año después la Escuela Roberto Suazo Córdova se está convirtiendo en modelo, tiene una matrícula de 697 alumnos que ha crecido en un 10 % y la deserción se ha reducido a cero, indicó Banegas.
Fore recorrió las aulas de la escuela acompañada de maestros y niños directivos del gobierno estudiantil, quienes después le explicaron cómo funciona su centro educativo y las diversas actividades que ellos desarrollan, y el papel que desempeñan los padres. En el centro educativo también funciona una escuela para padres, según dijo Banegas.
La funcionaria del Unicef se congratuló del funcionamiento de la Escuela Roberto Suazo Córdova y dijo que «lugares como éste son modelos que tienen que escalarse a muchas proporciones».
Para impulsar escuelas como la Roberto Suazo Córdova también se debe contar con el apoyo de instituciones públicas y privadas, lo mismo que de agencias de cooperación, y eso hay que verlo «como una gran inversión», recalcó.
Indicó además que si los niños y jóvenes, lo mismo que sus familias, tienen oportunidades de crecer con educación y sin violencia, seguramente que no pensarían en irse de su país.
En octubre de 2018 miles de hondureños, entre mujeres, hombres, incluidos muchos niños y ancianos, salieron en caravanas hacia Estados Unidos de manera irregular, aduciendo la falta de trabajo y seguridad en el país, que registra altos índices de violencia.
Fore estuvo el lunes en San Pedro Sula y la comunidad de Pajuiles, norte, donde conoció otra escuela en la que sus niños tienen varias necesidades.
En San Pedro Sula, Fore se reunió con empresarios, de quienes señaló que le expresaron que están «muy anuentes a trabajar y participar en conjunto porque ellos saben que este tipo de inversión es como la catapulta para sacar a toda la población de la pobreza».
La agenda de Fore, quien mañana viajará a Costa Rica, incluye hoy reuniones con funcionarios del Gobierno de Honduras y representantes de la cooperación internacional acreditados en Tegucigalpa.
Su visita a Honduras ha sido para conocer las respuestas que el Gobierno y la cooperación internacional ofrecen a niñas, niños y adolescentes afectados por la violencia y la migración en el país.
Durante su estancia en Honduras ha conocido programas que apuntan a incluir a niñas y niños fuera de la escuela, proveer educación de calidad para adolescentes, principalmente mujeres, y asegurar el acceso a una educación de calidad en condiciones de seguridad.
Además, tiene previsto firmar con el Gobierno que preside Juan Orlando Hernández un memorándum que incorpora a Honduras como país pionero de la Alianza Global para Eliminar la Violencia contra la Niñez.
Fore también ha dialogado con autoridades del gobierno, donantes y el sector privado sobre oportunidades de convergencia y cooperación a fin de estimular la inversión pública y privada en la educación secundaria e incrementar las oportunidades de formación vocacional, becas y emprendedurismo para adolescentes y jóvenes hondureños.
Colombia / 7 de octubre de 2018 / Autor: Juan Miguel Hernández Bonilla / Fuente: El Espectador
Así se resume la apuesta pedagógica de Gloria Sepúlveda, rectora del colegio Mercedes Ábrego de Cúcuta. En esta entrevista cuenta como la institución que lidera logró resultados sorprendentes en las pruebas PISA for Schools al superar el promedio de países como Chile, Grecia y Rumania.
¿Cuál es el modelo pedagógico del colegio que usted lidera?
El colegio Mercedes Ábrego, de Cúcuta, basa su quehacer educativo en la pedagogía conceptual desarrollada por la Fundación Merani. Nuestro lema es: “Cada día más alegres, más fraternos, más competentes”.
¿Qué es la pedagogía conceptual y cómo empezaron a implementarla?
El sentido de este método es priorizar la lectura crítica y las habilidades de pensamiento lógico por encima de la memorización y de la educación convencional. Llegué a la rectoría en el año 2008. Desde 2002, las directivas habían construido un PEI que incluía la pedagogía conceptual, pero nadie sabía qué era. Ni los profesores ni los alumnos se habían apropiado del modelo. Me contacté con la Fundación Merani y empezamos a trabajar. Esta metodología tiene dos ventajas que identifiqué desde el principio: la primera es que fue creada por colombianos. La segunda, que aterriza la teoría abstracta a las prácticas de las aulas de clase. Eso me enamoró y dije: por aquí es.
Acaban de salir los resultados de las pruebas PISA for Schools. ¿Cómo le fue al colegio Mercedes Ábrego?
Estamos maravillados con los resultados. Ha sido un proceso interesantísimo. El año pasado estábamos en pleno paro del magisterio, en mayo de 2017, luchando para que haya más presupuesto para la educación en Colombia, cuando nos dijeron que habíamos sido seleccionados para presentar las pruebas. Nos tocó convocar a los alumnos de 15 años y lo hicimos por redes sociales, mensajes a los padres de familia, visitas puerta a puerta. Nos reunimos con ellos y les dijimos: tenemos que sacar la cara por Colombia. Y lo logramos. Quedamos al nivel de Israel y Hungría, muy por encima de Chile, Argentina y Brasil, y, por supuesto, muy arriba del promedio de nuestro país. Es más, estuvimos muy cerquita de España y Francia. Todo esto con pedagogía conceptual.
¿Qué ha sido lo más difícil de aplicar esta metodología?
Para nosotros, lo más difícil ha sido convencer a los padres de la compra del libro. Somos un colegio público en una ciudad muy complicada, con 3.500 estudiantes, en su mayoría de estratos 1 y 2, y 120 profesores. En un principio, la pedagogía conceptual es un programa diseñado para colegios privados, con pocos estudiantes. Sin embargo, poco a poco les hemos demostrado que sí funciona. Ahí están los resultados.
¿Usted cree que la pedagogía conceptual es una buena forma de cerrar las brechas en la educación?
Si. Tengo una creencia profunda de que los muchachos pobres y de clase media de Colombia también pueden y deben tener acceso a la educación de alta calidad.
¿Qué otro factor ha influido en los buenos resultados?
El trabajo en equipo entre padres, profesores y estudiantes. El colegio ha sido tradicionalmente un buen colegio. Los padres de familia todavía tienen el interés y la convicción de que la educación puede generar movilidad social para sus hijos. Los alumnos, por su parte, son muy comprometidos, muy formales, muy juiciosos. Los docentes son mediadores y los dirigentes representan una figura de autoridad importante.
Abordando la pobreza para aumentar las graduaciones Un número creciente de universidades están tratando de ayudar a los estudiantes pobres a satisfacer sus necesidades básicas y eliminar las barreras que les impiden graduarse.
El presidente de Yellow College, Russell Lowery-Hart y su personal a menudo hablan de una joven llamada María. María es una estudiante de primera generación en el colegio comunitario de Texas. Ella es una minoría racial que asiste a Amarillo a tiempo parcial, recibe ayuda financiera y está enfocada en eventualmente transferirse a una universidad. Pero ella lucha por llegar a fin de mes y, sin intervención, sus desafíos financieros pueden descarrilar esos planes. Ella tampoco es una persona real. María es representante de muchos de los estudiantes en Amarillo College. Esos estudiantes están en el centro de una política adoptada por Lowery-Hart para combatir los efectos negativos de la pobreza en los estudiantes y sus resultados académicos.
Hasta ahora, la política de «Sin excusas», que comenzó en 2014 cuando se convirtió en presidente de la universidad, está ayudando a mejorar las tasas de finalización. «Nuestro trabajo no es arreglar a los estudiantes, es arreglarnos a nosotros mismos», dijo. “En Amarillo, hemos adoptado una filosofía de no excusas. No importa lo que esté causando que nuestros estudiantes sientan el fracaso, no son responsables de ello. Estamos.» Por «fracaso», se refiere a los miles de estudiantes de Amarillo que no se gradúan o pasan a instituciones de cuatro años porque están atrapados por la necesidad: no tienen suficiente comida para comer, no tienen una vivienda adecuada, no tienen dinero suficiente o apoyo financiero de la familia para pagar los costos asociados con la universidad que no están cubiertos por la ayuda financiera.
Según una encuesta, alrededor del 72 por ciento de los estudiantes de Amarillo tienen al menos una necesidad básica: el 59 por ciento es inseguro de la vivienda, el 54 por ciento tiene inseguridad alimentaria y el 11 por ciento ha experimentado la falta de vivienda en el último año . Amarillo estableció un Centro de Defensa y Recursos en su campus el año pasado para centralizar los esfuerzos de la universidad para combatir la pobreza. El centro es una ventanilla única para que los estudiantes accedan a los servicios sociales y de ayuda de emergencia y encuentren recursos para sus necesidades de cuidado infantil. También cuenta con una despensa de comida gratuita y un banco de ropa. «Si un estudiante está fallando, es porque no contamos con el proceso y la política o la persona correctos», dijo Lowery-Hart.
Yeloww no es la única universidad que intenta ayudar a los estudiantes a satisfacer sus necesidades básicas. Lowery-Hart se unió a más de 550 miembros de la facultad, presidentes de universidades, fundaciones y estudiantes en Filadelfia el pasado fin de semana en la segunda conferencia anual de Real College en la Universidad de Temple, donde analizaron formas de abordar la pobreza de los estudiantes en los campus de todo el país. La conferencia es una creación de Sara Goldrick-Rab, profesora de política de educación superior y sociología en la Universidad de Temple y fundadora del Centro Hope para la Universidad, la Comunidad y la Justicia, que también se lanzó durante la conferencia. El Centro Hope continuará la investigación iniciada originalmente por Goldrick-Rab en la Universidad de Wisconsin Madison para estudiar la pobreza entre los estudiantes universitarios y encontrar soluciones para ayudarlos. «Espero que no necesitemos un Colegio Real en 10 años, porque habremos resuelto el hambre y la falta de vivienda en nuestros campus», dijo.
Goldrick-Rab dijo que al abordar la inseguridad alimentaria y de vivienda entre los estudiantes universitarios, los educadores pueden centrarse más en las barreras académicas que impiden que los estudiantes se gradúen. Karen Stout, presidenta y directora ejecutiva de Achieving the Dream, una organización de éxito estudiantil, dijo que aún hay debate en los círculos académicos sobre si las universidades deberían ser responsables de ayudar a los estudiantes a satisfacer sus necesidades básicas. Pero dijo que el punto de vista está cambiando a medida que más personas se dan cuenta del alcance de la inseguridad alimentaria y de vivienda entre los estudiantes universitarios.
Un estudio publicado el año pasado por el Urban Institute encontró que alrededor del 13 por ciento de los estudiantes de colegios comunitarios experimentaron inseguridad alimentaria en 2015, aunque otros estudios indicaron que la tasa podría ser mucho mayor. Existe una creciente conciencia nacional sobre el tema, incluso entre los responsables políticos. Un grupo de senadores demócratas ha pedido a la Oficina de Responsabilidad del Gobierno que realice un estudio sobre el alcance del hambre y la pobreza en los campus universitarios. Ese estudio todavía está en curso. Y un par de equipos de filmación documental también asistieron a la conferencia como parte de los próximos informes especiales sobre estudiantes universitarios que viven en la pobreza.
Jee Hang Lee, vicepresidente de políticas públicas y relaciones externas de la Asociación de Fideicomisarios de Colegios Comunitarios, dijo que los administradores de las universidades deberían abogar por que el Congreso aumente los fondos para varios programas federales existentes que pueden ayudar a aliviar la pobreza estudiantil. Señaló que el Congreso aprobó un aumento en las asignaciones en marzo para un programa federal que otorga subvenciones a estudiantes universitarios con hijos para servicios de guardería en el campus. Más fondos para el programa federal de trabajo y estudio también ayudaría a los estudiantes de bajos ingresos, dijo. Stout dijo que abordar la pobreza de los estudiantes para ayudarlos a graduarse tiene importantes implicaciones a largo plazo. «Se trata de crear movilidad económica», dijo. «Las universidades deberían pensar más en la finalización como una movilidad ascendente desde el esfuerzo de la pobreza tanto como un esfuerzo de logro educativo».
Stout dijo que gran parte de la discusión sobre cómo satisfacer las necesidades básicas y sociales de los estudiantes es un nuevo territorio para muchos líderes universitarios que están más familiarizados con las discusiones académicas o con los empleadores sobre las necesidades de la fuerza laboral en sus comunidades que sobre los estudiantes que no tienen suficiente para comer. «No estamos acostumbrados a hablar con organizaciones basadas en la comunidad o acudir a agencias gubernamentales locales que se ocupan de los beneficios públicos», dijo. «Es un mundo completamente nuevo y un vocabulario completamente nuevo». Las universidades están acostumbradas a preguntar a los estudiantes sobre su información demográfica personal, como raza, edad o género. Sin embargo, Stout dijo que ahora los administradores universitarios deben profundizar más y descubrir si una persona es un estudiante universitario de primera generación, una madre soltera, una trabajadora de medio tiempo o una ex convicta si realmente quieren ayudarlos a completar la universidad.
Los líderes universitarios no pueden ignorar los efectos de la raza, el origen étnico y la identidad de género en el estado social y financiero de los estudiantes, dijo DeRionne Pollard, presidenta de Montgomery College en Maryland. «Tenemos que ser particularmente conscientes de lo que nuestros estudiantes nos presentan y lo que presentan cuando vienen a nosotros en nuestras aulas y organizaciones», dijo Pollard. «Los estudiantes no prosperarán y aprenderán de una organización que ignora las complejidades de las intersecciones». Una vez que Amarillo comenzó a conectar a los estudiantes con los servicios que necesitaban (cuidado de niños, servicios legales, vivienda, transporte, ayuda de emergencia para pagar los servicios públicos), encontraron que esos estudiantes tenían más probabilidades de continuar su educación en la universidad en lugar de abandonar la escuela. Del 86 por ciento de los estudiantes de Amarillo que recibieron servicios a través del Centro de Defensa y Recursos de la universidad, el 69 por ciento continuó su educación en la universidad. Solo el 33 por ciento de los estudiantes que no recibieron servicios a través del centro permanecieron en la universidad, según los datos de la universidad.
El índice de finalización de tres años en la universidad también ha aumentado del 26 por ciento en 2012 al 45 por ciento en 2017, según el Laboratorio Hope . Cara Crowley, vicepresidenta de iniciativas estratégicas en Amarillo, dijo que la universidad se enfoca en los estudiantes temprano al revisar su información de ayuda financiera y al enviar correos electrónicos a aquellos que tienen un ingreso anual de menos de $ 19,000 para informarles sobre los servicios sociales disponibles. La universidad también depende de los trabajadores sociales para proporcionar servicios de administración de casos y conectar a los estudiantes con recursos que ya existen en la comunidad.
«Nuestros trabajadores sociales los ayudan a pasar a través de ese sistema y los mantienen en la escuela», dijo Crowley, y agregó que desde 2012 la universidad ha gastado alrededor de $ 300,000 de su fundación caritativa para ayudar a los estudiantes a satisfacer sus necesidades básicas, que son predominantemente viviendas. «Si proporciona esa asistencia y los mantiene en la escuela, hay un beneficio financiero para la universidad en tasas abrumadoramente más altas de retención y persistencia».
Reproducimos nota de opinión de Mercedes Lizondo, profesora de Filosofía en escuelas secundarias de Tucumán, y referente de la Agrupación Marrón Docente.
“Preceptor, no voy porque no tengo zapatillas”. Así, Sergio le hacía saber a mi compañero Marcelo, que es preceptor en la escuela en la que trabajamos, que la causa de que su nombre en el registro escolar marque varios ausentes es que no tiene zapatillas para ir a la escuela. No es una historia particular, los docentes tenemos las aulas llenas de ausencias.
Sergio tiene trece años. Vive en La Banda del Río Salí. Cuando los diarios y las redes sociales se inundaron con la muerte de Facundo en las manos de la policía de Manzur, me acordé de Sergio.
Hacer paralelismos de historias de vida es un tanto reduccionista, porque vacía la reflexión de los sueños y deseos subjetivos de cada pibe. Pero lo que se puede generalizar, son las condiciones de vida que atraviesan a los miles de nuestros niños y jóvenes que crecen entre la eterna exclusión de un sistema rancio, que nada tiene para ofrecerles más que la distribución de la miseria. Unos pocos mancillan los sueños de millones de explotados. ¿Absurdo no?
Camino entre los diarios, recorro las redes. Veo construir el enemigo, brindar por su muerte, saltear el dolor de las tripas reclamando el pan de cada día, el deseo muerto de los juguetes que se anhelan en las vidrieras. Pero también veo que se empiezan a cuestionar las raíces del entramado perverso en el que se define la vida (y la muerte) de millones de personas. Raíces que van tejiendo cada uno de los gobiernos de turno, mientras que las flores crecen sólo para unos pocos.
Sí, existe el enemigo. No es Facundo, no es el que construyen los medios masivos de comunicación ni la rabia vomitada en las redes sociales. Hay responsables, con estómagos entrenados con criterios gourmet, con cuentas que terminarían con el llanto de todas las mamás y papás que veo a diario por falta de laburo, por sus pibes muertos por la droga o en manos del estado y su policía.
No hace falta construir el enemigo, hace falta desnudarlo.
Te lloro Facundo. En estas líneas te doy mi palabra de dedicar cada día de mi vida a luchar para que todos nuestros Facundos tengan, finalmente, un mundo libre de miserias, lleno de colores y pelotas de caucho de las más lindas para que griten los goles más grandes del mundo.
España / 1 de julio de 2018 / Autor: El Cronista Vikingo / Fuente: La Región
España suspende en materia de escalera social debido al paro de larga duración y el fracaso escolar
La movilidad social o socioeconómica se define en Wikipedia, ese socorrido recurso de información, junto a la “universidad” de Youtube, como el conjunto de movimientos o desplazamientos que efectúan los individuos, las familias o los grupos sociales dentro de un determinado sistema socioeconómico”.
En este sentido, el desarrollo del sector educativo y su capacidad de formar a las personas para un mercado laboral cada vez más exigente y a la vez más competitivo, es un factor clave para el buen funcionamiento de la escalera social.
España se sitúa entre los países con menor movilidad de los países miembros estudiados, en una lista que cierra Portugal y en la que, en el otro extremo, el país modelo es Corea del Sur, según el ultimo informe de las OCDE al respeto.
El triunfo de Corea del Sur en la escalera social no es aleatorio, ya que está basado en la importancia de la educación como fuente de todo el desarrollo. Se trata de un país donde los taxistas llevan gratis a los alumnos el día de la selectividad y donde está prohibido hacer ruido al lado de los colegios. Con esas premisas a ese país no le puede ir mal. ¿Se lo imaginan en España? Un país donde nos parecen caros los libros de texto pero después nos gastamos bastante más en fiestas escolares, cumpleaños y demás saraos que plagan las “agendas” de nuestros hijos con nuestra bendición y dinero.
El fracaso del sistema educativo viene de lejos, desde la añorada EGB, los gobiernos han intentado mejorar el sistema sin éxito. La crisis, eso sí, ha agudizado el problema del fracaso escolar y de la vulneralidad ante la pobreza.
España tiene una tasa de fracaso escolar de en torno al 23%, que se une al 20% de abandono escolar, las más alta de Europa y, en cuanto a la pobreza infantil, estamos anclados en un vergonzoso 40%, según el estudio internacional de Unicef del año 2017. A ello debemos sumar el dato de la tasa de paro juvenil que ronda el 46%, eso sí, un 20 % menos que hace dos años.
El binomio pobreza y fracaso escolar es una combinación maldita en este país. Donde el sistema educación gratuito y obligatorio no garantiza que la educación sea equitativa y de calidad.
Aun así la educación, como decía el anuncio de cierta marca “sueca” de muebles, es un acto de todos alrededor de una mesa. El entorno familiar, las conversaciones, los actos, las actividades, en familia, marca los intereses de los hijos y sus deseos educativos.
La educación no es la solución a todo, pero sí puede ser el medio de muchas de ellas. Garantizar un buen acceso a la calidad educativa es una buena inversión para un país, tanto para formar a sus futuros trabajadores, dirigentes, o simplemente es un remedio para el paro.
DESARROLLO COMPETITIVO
El factor más determinante que mueve la economía es la prosperidad, sin lugar a duda, y se consigue con un frente común. En ello se basan los economistas y filósofos políticos, pero a la hora de la verdad lo que mueve el mundo son los hombres y mujeres prácticos, aquellos que libres de influencias ejercen una ciudadanía consciente, aunque determinada indiscutiblemente por los trastornos y conflictos que manda el orden del día. Esos hombres y mujeres deben ser construidos alrededor de una sociedad y una educación excelente para el bien común, siendo capaz de poner al servicio de la sociedad personas competitivas y cualificadas a la vez que educamos a la gente con un alto nivel de civismo que refuerza la interacción social en la sociedad.
El binomio pobreza y fracaso escolar es una combinación maldita también en este país, donde el sistema educativo gratuito y obligatorio no garantiza que la educación sea equitativa y de calidad.
Aun así la educación, como decía el anuncio de cierta marca “sueca” de muebles —repito una vez más—, es un acto de todos alrededor de una mesa. El entorno familiar, las conversaciones, los actos, las actividades en familia marca los intereses de los hijos y sus deseos educativos del presente y el futuro.
Invertir en educación es un medio necesario e imprescindible para un pais en reconstrucción y para su mejora. Un ejemplo: Las recientes imágenes del mundial de futbol que se celebra estos días en Rusia revelan algunas conclusiones. Por ejemplo hemos podido ver a los japonés o los senegaleses, dos países distantes en distancia geográfica, cultural e incluyo étnica, como recogían los residuos dejados en el campo de futbol frente al resto de las aficiones. Ese es un buen ejemplo del civismos educado en cada país. Al final, lo que uno es en la vida es una proyección de los valores en los que se forjó. La educación es uno de ellos, entendida como formación, pero también como actitud. Y, en ese sentido, no siempre nos debemos sentir muy orgullosos de lo que España hace.
Argentina / 24 de junio de 2018 / Autor: Eduardo Ledezma / Fuente: El Litoral
“¿Es de equidad que durante años hayamos poblado la provincia de Buenos Aires de universidades públicas cuando todos los que estamos acá sabemos que nadie que nace en la pobreza en la Argentina llega hoy a la universidad?”, se preguntó hace unos días María Eugenia. La cuestión, además de estructurarse sobre datos falsos, pone de relieve una postura política e ideológica que ataca uno de los valores supremos de este país: la educación pública y gratuita. Y contradice el postulado meritocrático que sostiene, con bastantes recursos, el marketing de Cambiemos. Aquí, la carta de un pobre, correntino, que se volvió universitario.
Hola, María Eugenia. ¿Cómo le va, Gobernadora? Espero que bien. Iba a presentarme, pero creo que no vale la pena, ni que a usted vaya a importarle. Sí creo que resultaría útil y, por lo tanto, me gustaría hacerle llegar una historia que sucedió aquí en Corrientes, provincia lejana a la Buenos Aires que usted gobierna. Una de tantas.
Escuché y leí lo que dijo sobre las universidades públicas. Eso de que no fue justo llenar la provincia de universidades “cuando todos sabemos que nadie que nace en la pobreza en la Argentina llega hoy a la universidad”. Eso es falso, ¿sabe?, además de canallezco.
Escuché, también, eso que dijo sobre las licencias de los docentes y sobre algo tan importante en este momento: que no será candidata a la Presidencia.
Qué bueno que lo diga, María Eugenia: tener una presidenta que piense lo que usted piensa sería, al menos, un retroceso. Porque no nos gustaría tener una presidenta que todavía no sabe que esto es Argentina y no el jardín de Noruega, Canadá o Suecia, donde se vive ciertamente mejor. O Finlandia, Singapur o Japón donde están los mejores niveles educativos. El punto de partida mayoritario, aquí, queda un tanto más lejos.
Qué bueno, de todos modos, que esté pensando en la plata de los docentes: en lo que deberían cobrar, María Eugenia. Usted fue votada para pensar en cómo gestionar el financiamiento de la educación pública, porque usted está en un gobierno, ¿sabe?, no en una empresa. Porque podemos estar de acuerdo en lo malo de los abusos y del costo de las licencias extendidas, María Eugenia, pero parece un tanto peligroso, además de demagógico -en ese contexto, claro-, ir a decir ante señoras y señores del Rotary Club que usted piensa que están mal algunos derechos que los trabajadores argentinos han conseguido a lo largo de muchos años de lucha. Las licencias, por mencionar una.
No se preguntó, en todo este tiempo, ¿por qué hay muchos maestros enfermos? ¿Por qué no pueden o no quieren dar clases? ¿Por qué necesitamos tantos reemplazos? O, en todo caso, ¿qué hizo usted para cambiar la matriz del problema que no sea la eliminación de derechos o recortes en el financiamiento?
En fin, María Eugenia. Igual, aquí estamos por otra cosa.
Déjeme contarle una historia que conozco: la de un muchacho pobre que se hizo universitario. Le va a encantar, a usted que es una leona, mamá corazón…
Nació en un pueblo que tenía menos de 10 mil habitantes a finales de la década del 70. En un pueblo chico de Corrientes, o sea, en el interior del interior, donde la igualdad de oportunidades, María Eugenia, no encuentra caminos asfaltados para entrar.
Su padre -el del muchacho-, trabajaba en una fábrica que cerró durante el menemismo. Su madre, ama de casa.
Sumada la miseria de ambos, no llegaba para hacer ni siquiera una pequeña gran miseria.
Con los años -dice el muchacho-, el padre le contó que en la época de Alfonsín conservaba al menos unas monedas que le permitían tener la cabeza despabilada. ¿Sabe por qué? Porque tenían que hacer malabares para gambetearle a la inflación. ¿Le suena?
Con Menem ya no hubo ni eso: ni monedas. El padre tuvo que poner todo su empeño en un oficio que tenía y sabía, porque había estudiado en una de esas misiones monotécnicas con las que el Estado, desde el primer peronismo, trataba de ayudar a la gente de las zonas alejadas o rurales como las nuestras.
El padre, pobre, cuenta el muchacho, hombreaba maderas que labraba en un taller al aire libre, resguardado del sol por la fronda de un naranjo, casi como un artesano, porque se imaginará, María Eugenia, lo que era para esa gente tener una máquina. Y si la tenía, lo que era pagar la energía. Bueno, no se aflija: es más o menos como ahora.
No alcanzaba la plata, claro, por eso el muchacho tuvo que salir a trabajar: tenía apenas 12 años. Vendía quiniela y diarios. Era canillita de El Litoral (como muchos lo fueron para pagarse sus estudios). Y estudiaba. Eso sí. Mucho estudiaba, María Eugenia, porque, ¿sabe qué?, el muchacho tuvo un momento de lucidez, y supo desde entonces que no quería para él eso que le estaba pasando a su familia.
Estudió y trabajó de chico, le hicieron bullying (que entonces no sabía que se llamaba así); algunos docentes lo ayudaban y otros le hacían zancadillas (siempre hubo esas cosas, ¿no?). Pero como el muchacho no se resignaba a que las cosas fueran así y no tenía fuerzas para cambiarlas, viajó a otro pueblo, haciendo dedo, cada semana (todos los lunes y viernes) para seguir estudiando. Los fines de semana volvía a su casa y salía a trabajar para poder costear la comida en el internado de una escuela pública, técnica, que hasta recibía especies como forma de pago. Comprenderá que el muchacho no tenía para bancarse una pensión. Pero el Estado estuvo otra vez allí. Y alguna gente, como la mayoría en Corrientes: gente que sabe dar la mano. ¿Entiende María Eugenia?
El muchacho siguió estudiando, se graduó con honores, fue abanderado, y entonces decidió que seguiría en la universidad. Sabía, por supuesto, que primero tenía que conseguir trabajo, porque no había nada que pudiera sacar de su casa, donde su madre ama de casa y su padre changarín, todavía tenían que alimentar otras 6 bocas. ¿Me sigue?
Pues el muchacho llegó a la Capital, como tantos correntinos del interior. Tuvo un trabajo que le permitió vivir: primero en un cuarto que le prestó un cura caritativo y después en una pensión y después en un departamentito que compartía con otros correntinos y chaqueños, estudiantes todos, pobres también.
Vino la crisis del 99 y tras cartón la de 2001. El Lecop nacional, el Patacón de ustedes, María Eugenia, y el Cecacor nuestro, que valía menos que papel higiénico. Comían salteado, María Eugenia, pero seguían estudiando.
“Teníamos pequeñas alegrías que nos permitían seguir” -me contó el muchacho-: el amor, la amistad, y algo que es casi una obligación entre los pobres: la solidaridad.
Gracias a la universidad pública, Gobernadora, el muchacho pudo salir del infierno. En este caso fue gracias a la Universidad Nacional del Nordeste, que tiene su sede en la Capital, porque Corrientes no tuvo la suerte de que le siembren universidades, ¿sabe?, cosa que evitaría la migración que nos desangra y nos vacía. Gracias a la Unne pudo seguir estudiando y trabajando. Le costó, pero pudo seguir, formar una familia, tener hijos, y hasta proyectar un futuro un tanto mejor para ellos, para sus hijos. No terminó la carrera en tiempo y forma, no, pero después de 14 años volvió, sacó materias y se lió con la tesis. Sigue intentando. Y allí sigue estando la universidad: pública y gratuita.
Sabe qué, María Eugenia: me dicen que el muchacho le mezquina los juguetes a los hijos, pero que gasta la fortuna que no tiene en libros. ¿Se imagina por qué, no?
El muchacho, gracias a la universidad pública, conoció amigos, amigos que le presentaron otros amigos que a su vez le presentaron a otros y fue haciendo una carrera. Le permite vivir, bien a veces: le permite saber que la comida, al menos, no es un problema. ¿Sabe qué?: hasta de vacaciones va. Y sueña con que algún día llevará a sus padres -que no saben lo que es eso-, tal vez a Asunción, que queda cerca. O al Brasil, más distante, pero a la vez más cerca y más barato que Mar del Plata. ¿Se imagina? Sus padres -los padres del muchacho- ¡de vacaciones! De ir, señora, por fin conocerán el mar.
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El muchacho, María, es primera generación de universitarios en su familia de 7 hermanos. Y decidió quedarse. Porque señora, como usted sabrá bien, uno de cada tres correntinos se va: de su casa, su tierra, de su familia. Se va a Buenos Aires, por ejemplo, porque aquí escasea el trabajo. Aún hoy las oportunidades escasean, María Eugenia, y los sueños andan de a pie, ¿sabe?, y caminan lento, porque la cosa no mejora y cuesta más cada día. A los pobres por pobres, pero también le cuesta a nuestros mejores talentos, y aún a los más pudientes, para quienes esta provincia no tiene las redes de contención suficientes. Ni las necesarias tiene.
No quiero aburrirla, pero deje que le cuente algo: el muchacho trabajaba y estudiaba, y le costaba mucho el inglés. Pero ¿sabe qué?: gracias a la universidad pública pudo hacerlo una y otra vez. Y aprobó. Y gracias a la universidad pública leyó a Arlt, Walsh, Borges, García Márquez y Cortázar; a Hemingway, Capote, Wolf y Dostoievski; a Kafka y a Macedonio. Leyó a Ulrico Schmidl: ¡con eso le digo todo!
Gracias a la universidad pública, un día leyó a Piglia, y este le contó a través de uno de sus personajes que también a Arlt le costaba el inglés, por lo que, para leer literatura de afuera, “ilustrada”, el “maldito” leía traducciones. ¡Qué le parece!
Gracias a la universidad pública, me dijo el muchacho, puede discrepar con usted, María Eugenia. Tal vez no le importe, pero para este muchacho, que haya universidad pública en Corrientes no es una “prioridad equivocada”. Ojalá siembren más universidades en toda la provincia, porque como las carreras están mayoritariamente concentradas en Capital y en Resistencia, se abusan los inmobiliarios. Cuesta mucho alquilar una casa pequeña, un departamento o una pensión. Y ¿sabe qué?: en Corrientes hay cerca de 50 mil universitarios. Este año se inscribieron 21.865. ¿Sabe cuántos alumnos había hace 50 años?: había sólo 1.409. Ahora egresan anualmente cerca de 3.000 profesionales.
La Unne, además, da trabajo a 4.898 docentes y a 1.869 no-docentes. Casi sin presupuesto, en tanto, se las amañaron para crear gabinetes de investigación, con todo lo que eso significa. Pero hay más: unos 7.100 alumnos y alumnas estudian en las universidades privadas.
¿Se imagina lo que es eso para nosotros, María Eugenia, una provincia que aún hoy tiene el 40 por ciento de su población en la pobreza y el 10 por ciento más en la indigencia? Uno de cada dos…
La universidad pública le dio a ese muchacho una oportunidad. Se las da a miles de argentinos. De hecho, en Corrientes y Chaco estudian personas de muchas provincias. En las caras de esa gente se nota cuándo desayunaron y cuándo no, María Eugenia, pero van. Tenemos el mate, que sirve para la mañana, la siesta, la tarde y la noche. Para engañar al estómago y espantar al sueño. Si pueden comprar yerba, habrá para seguir soñando, pero despiertos. Para creer que es posible un mañana mejor.
Tal vez algunos tarden largos años y otros no se reciban nunca, pero ya no serán los mismos.
El muchacho que le cuento, María Eugenia, no fue el mismo después de leer el primer apunte fotocopiado. No fue el mismo después de leer a Tomás Eloy, Caparrós, Guerriero, Licitra, Cabezón Cámara o a Alarcón. No fue el mismo después de Lope de Vega: mire que lo que digo. De García Lorca. O de Godoy Cruz, que además daba clases en la facultad a la que iba. ¿Se imagina un pobre con esos libros? Conocer de Velázquez, saber de Rubens, Da Vinci, Picasso, Van Gogh, Goya, Monet o Manet…
Me contó una vez que sus cuadros preferidos son los románticos y heroicos. Le gusta mucho “La balsa…” de Géricault; “La libertad conduce…” de Delacroix; o Marat pintado por David. Si no fuera por la universidad pública, ese pobre muchacho, o muchacho pobre, no sabría de la Bauhaus, ni de Kandinski, ni de Pollock.
Me contó que una vez viajó a Cachi, Salta, donde estuvo estos días el Presidente. ¿Y sabe qué? Allí, en esa altura rocosa donde el diablo perdió el poncho, vio un par de niños collas con sus computadoras proveídas por el Estado. Estaban estudiando mientras cuidaban sus cabras.
¿Se figura lo que es eso, María Eugenia, para “los caídos” en la educación pública? Si no se hace la idea, sepa que mucha gente antes que usted, María Eugenia, no sólo lo imaginó, sino que lo llevó a la práctica, e hizo de Argentina un país distinto a los demás, donde la educación a secas, y más aún, la educación superior, es una cosa para pocos, como sugiere su pensamiento elitista, un tanto desclasado, que parece querer arrebatarle a los pobres tal vez la única puerta de salida que le ofrece el Estado cuando no llega tarde.
¿Sabe qué pasa cuando el Estado llega tarde, Gobernadora? Traslada a esos pobres en ambulancias o patrulleros a poblar terapias o calabozos.
La educación pública, la universidad, María Eugenia, en Corrientes provee como pocas cosas un aspiracional histórico: la movilidad social de los que no tienen dinero, pero sí tesón e inteligencia y eso que usted dice, citando a Einstein, que es la fuerza más grande del universo: la voluntad.
La historia de este muchacho que le cuento, María Eugenia, se repite por miles en Corrientes, como en toda la Argentina. Casi le diría que en esas historias se condensa el modelo meritocrático del que habla Cambiemos, ¿o eso es puro verso, eso también, María?
Bueno: no me haga caso. Pero, ¿me creería si le digo que aquí hasta los ricos estudian en la universidad pública? Es más, de allí salieron muchos de los dirigentes que integran Cambiemos, ¿sabe? Más aún: de ahí salieron muchos de los votos con los que Macri ganó el país y usted la provincia, María Eugenia. De la universidad pública salieron nuestros gobernadores, ¿sabe?, socios políticos suyos además, y una gran cantidad de funcionarios que cuando eran chicos, señora, eran pobres. Son los nombres propios de la movilidad social ascendente.
En fin. No quiero molestarla más. Usted ya tiene bastante poniéndose botas de goma y jeans y tapados de leona para ir de safari a las zonas carentes de Buenos Aires. Si viniera de safari a Corrientes, María, vería que de esos caseríos marginales salen pibes que van a la universidad, que trabajan y estudian y casi no comen y casi no duermen. Y pibas que, además de todo eso, en algunos casos tienen que criar también a sus chiquitos. Ideal para las selfies que tanto le gustan, señora.
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P/D: Gobernadora. Me dijeron que sus lecturas favoritas son las novelas de Hosseini, y que le gusta mucho Jeffrey Archer y también Sidney Sheldon.
La lectura del muchacho que le cuento, María, es una especie de biblioteca mínima para las carreras de Comunicación, porque, me olvidé de decirle: siempre soñó con ser periodista, y viajar, conocer gente y lugares, tratar de señalar sandeces, custodiar valores -como los de la educación, por ejemplo-, y eventualmente alguna vez entrevistar a un presidente. ¿Qué le parece? ¿Nada mal, no? Nada mal para el hijo de un carpintero y una ama de casa. Para un muchacho nacido en el interior del interior, en un pueblo pobre de una provincia pobre insertada en una de las regiones más pobres de la Argentina.
Hay mucha voluntad ahí, María Eugenia, pero no sólo eso: también allí estuvo siempre la educación pública. Y gente que supo tender la mano.
Que le vaya bien, Gobernadora. Reciba nuestros pobres saludos desde Corrientes.
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