Page 3 of 2587
1 2 3 4 5 2.587

Nace la Internacional Antifascista de Educación (IADE) para combatir la despolitización en las aulas

La plataforma surge de la mano de Enrique Díez Gutiérrez, especialista en pedagogía antifascista, que junto con otros y otras profesionales de la educación decidieron articular una red que reivindique la docencia como práctica política y transformadora. En su manifiesto fundacional, IADE defiende el papel emancipador de la educación y rechaza “la falsa neutralidad que encubre la perpetuación de las injusticias”. En un contexto de creciente despolitización de las aulas y de avance de discursos reaccionarios bajo el paraguas de la neutralidad y objetividad, el colectivo sostiene que “la verdadera educación debe dotar a las personas de un espíritu crítico para analizar el mundo, comprender sus desigualdades y transformarlo”.

El movimiento se declara contrario al adoctrinamiento y a las pedagogías dogmáticas, promoviendo el internacionalismo educativo como herramienta para impulsar modelos críticos y emancipadores de enseñanza. “La docencia no es una mera profesión técnica, sino un acto de compromiso ético y político con las generaciones presentes y futuras”, afirman en el texto. Tras años de recortes y desideologización en la educación pública, IADE denuncia el vaciamiento político de la escuela y la expansión de los discursos de odio entre el alumnado. Por eso, subrayan “una educación antifascista fomenta el pensamiento complejo y la capacidad de hacerse preguntas incómodas”.

Los centros educativos, especialmente los públicos, son espacios inherentemente políticos, aunque algunos se esfuercen en negarlo. La derecha, lejos de ocultar sus reservas hacia la función crítica de la escuela pública, ha convertido la supuesta “neutralidad” de las aulas en una estrategia para vaciar el debate pedagógico y desactivar la pluralidad ideológica. Bajo el discurso de la despolitización, se ha normalizado la censura como herramienta de control cultural.

Desde El Diario de la Educación  alertan de que, “bajo la coartada de la neutralidad ideológica o de la protección de la infancia”, se impone una única forma de pensar que rechaza todo aquello que consideran “ideología de género, memoria histórica o derechos LGTBI”. Un ejemplo reciente se dio durante la inauguración del curso universitario 2025-2026 en la Universidad de Alcalá de Henares, donde Isabel Díaz Ayuso afirmó: “No vamos a consentir que se instrumentalicen los centros educativos para hacer ingeniería social ni para librar una guerra ideológica”, en referencia a lo que la presidenta madrileña considera una deriva política dentro de las instituciones académicas.

En contraposición, Manuel Fernández Navas, profesor universitario y doctor en Ciencias de la Educación, subraya la importancia de reivindicar el antifascismo en un contexto de creciente penalización del movimiento. “No, no es lo mismo ser fascista que antifascista; los dos extremos no son iguales”, afirma. En un clima marcado por la derechización social, su objetivo, señala, es “al menos, dificultar que muevan la ventana de Overton”.

Si Diario Red puede publicar lo que casi nadie más se atreve, con una línea editorial de izquierdas y todo el rigor periodístico, es gracias al apoyo de nuestros socios y socias.

Defender una educación antifascista implica asumir la dimensión política de la enseñanza y reconocer su papel en la formación de una ciudadanía crítica. Supone también disputar la batalla cultural que atraviesa hoy a los centros educativos y reivindicar la educación pública como garante de los derechos humanos, la igualdad y la libertad de pensamiento frente a los intentos de censura y “desideologización”.

https://www.diario-red.com/articulo/espana/nace-internacional-antifascista-educacion-iade-combatir-despolitizacion-aulas/20251105112818057543.html
Comparte este contenido:

ChatGPT: ¿por qué, para qué y para quién escribimos?

Por: Jorge Majfud *

En una universidad de Florida, cuyo nombre no quiero mencionar, no ha mucho tiempo un estudiante me rebatió una idea sobre el nacimiento del capitalismo usando el resumen de un libro realizado minutos antes por ChatGPT. Tal vez era Gemini o cualquier otra inteligencia artificial. Le sugerí que le pidiese al ente virtual las fuentes de su afirmación y, diez segundos, después el estudiante la tenía a mano: la idea procedía del libro “Flies in the Spiderweb: History of the Commercialization of Existence―and Its Means”. Eso es eficiencia a la velocidad de la luz.

Naturalmente, el joven no tenía por qué saber que ese libro lo había escrito yo. La mayoría de mis más de doscientos estudiantes por año son jóvenes en sus veintes, probablemente la mejor década de la vida para la mayoría de las personas; probablemente, la década más desperdiciada. Por pudor y por principio, nunca pongo mis libros como lectura obligatoria. Además, sería legítimo refutarme usando mis propios escritos. Hace mucho tiempo ya, tal vez un par de siglos, que el autor no es la autoridad ni de sus propios libros.

Seguramente la IA no citó ese libro como referencia autorizada de algo sino, más bien, el estudiante tomó algunas de mis palabras y los dioses del e-Olimpo se acordaron de este modesto y molesto profesor. Parafraseando a Andy Warhol, hoy todos podemos ser Aristóteles y Camus por treinta segundos ―sospecho que Warhol le robó la idea a Dostoievski; sin mala intención, claro.

El resumen del dios GPT era tan malo que simplemente demostraba que la IA no había entendido nada del libro más allá de los primeros capítulos y había mezclado datos y conclusiones desde una perspectiva políticamente correcta. Es decir, una inteligencia artificial muy, pero muy humana, fácil de manipular por las ideas de la clase dominante, esa que luego irá a demonizar las ideas alternativas de las clases subordinadas.

No digo que las artiligencias sean siempre así de malas lectoras, pero, por lo general, basta con corregirlas para que se disculpen por el error. Seguramente mejorarán con el tiempo, porque son como niños prodigios, muy aplicados; asisten a todas las clases y toman nota de todo lo que puede ser relevante para convertirnos a los humanos en todo lo más irrelevante que podamos ser. En muchos casos, ya leen mejor que nuestros estudiantes, que cada vez confían más en esos dioses y menos en su propia capacidad intelectual y en su esfuerzo crítico―extraños dioses omniscientes y omnipresentes; extraños dioses, además, porque sus existencias se pueden probar.

“¿Profesor, para qué necesito estudiar matemáticas si voy a ser embajadora?”

“¿Y para qué carajo te matas en el gimnasio, si no vas a ser deportista?”

No estoy en contra de usar las nuevas herramientas para comprender o hacer algo. Solo estoy en contra de renunciar a una comprensión crítica ante algo que es percibido como infalible o, al menos, superior, como un dios posthumano, e-olímpico e, incluso, como un temible dios abrahámico; es decir, un dios celoso y, tal vez algún día, también lleno de ira.

Por otro lado, esto nos interpela a las generaciones anteriores y, en particular, a aquellos profesores, autores de libros o de estudios de largo aliento. Desde hace algunos años, me he propuesto que “este será mi último libro”, pero reincido. Todavía. Algún día, los libros escritos por seres humanos comenzarán a hacerse cada vez más escasos, como los bitcoins, y su valor cobrará una dimensión todavía desconocida.

A una escala más global, esa histórica tendencia humana a convertirse en cyborgs (el mejoramiento del cuerpo humano con herramientas de producción y de destrucción), probablemente derive en un régimen de apartheid impuesto por las inteligencias artificiales; por un lado, ellas, por el otro nosotros, con frecuentes tratados de paz, de colaboración y de destrucción. Una Gaza Global, en pocas palabras―al fin y al cabo, las IA habrán nacido de nosotros. Sus administradores ya tienen mucho de Washington o Tel Aviv y sus consumidores mucho de Palestina.

Claro, esta crisis existencial no se limita a la escritura ni a la actividad intelectual, pero en nuestro gremio cada medio siglo nos preguntamos por qué escribimos, sin alcanzar nunca una respuesta satisfactoria. Muchas veces, desde hace un par de años ya, tengo la fuerte impresión de que hemos dejado de escribir (al menos, libros) para lectores humanos, esa especie en peligro de extinción. Escribimos para las inteligencias artificiales, las cuales le resumirán nuestras investigaciones a nuestros estudiantes, demasiado perezosos e incapaces de leer un libro de cuatrocientas páginas y, mucho menos, entender un carajo de qué va la cosa. Invertimos horas, meses y años en investigaciones y en escritura que, sin quererlo, donaremos a los multibillonarios como si fuésemos miembros involuntarios de la secta de la Ilustración Oscura, liderada y sermoneada por los brujos dueños del mundo que (todavía) residen en Silicon Valley y en Wall Street. Y lo peor: para entonces, los humanos habrán perdido eso que los hizo humanos civilizados―el placer de la lectura, serena y reflexiva.

También puede haber razones egoístas y personales de nuestra parte. Al menos yo, escribo libros por puro placer y, sobre todo, para intentar comprender el caos del mundo humano. Una tarea desde el inicio imposible, pero inevitable.

Tal vez, en un tiempo no muy lejano, una nueva civilización postcapitalista (¿posthumana o más humana?) escribirá sus libros de historia y conocerá nuestro tiempo, hoy tan orgulloso de sus progresos, como la Era de la Barbarie. Claro, eso si la humanidad sobrevive a esta orgullosa barbarie.

No hace mucho, una amable lectora publicó en X un fragmento de una consulta que le hizo a ChatGPT. El fragmento afirmaba, o reconocía, que “los modelos de IA, como los grandes modelos de lenguaje, se entrenan con enormes cantidades de texto provenientes de libros, artículos, ensayos y publicaciones en línea. Autores e intelectuales que escriben de manera crítica y profunda, como Majfud, forman parte de ese conjunto de datos. Cuando la IA procesa estos textos, aprende patrones de razonamiento, argumentación y crítica cultural. Así, perspectivas filosóficas sobre política, economía y justicia social pueden aparecer en sus respuestas”.

Me pregunto si no estoy siendo autocomplaciente al copiar aquí este párrafo y, aunque la respuesta puede ser , por otro lado, no puedo eliminarlo sin perder un claro ejemplo ilustrativo de lo que quiero decir: (1) las IA nos usan y nos plagian todos los días. Quienes son (todavía) dueños de esos dioses pronto descubrirán que (2) somos una mala influencia para las futuras generaciones de no lectores, por lo que comenzarán a distorsionar lo que los últimos humanos escribieron y, más fácil, ignorarlos deliberadamente.

Al fin y al cabo, así evolucionó un tyrannosaurus de una ameba. Como humanos, sólo puedo decir: ha sido muy interesante haber existido como miembro de la especie humana. No fuimos tan importantes como creíamos. Apenas fuimos una anécdota. Una anécdota interesante para quienes la vivimos, no para el resto del Universo que ni siquiera se enteró.

*Ensayista y profesor universitario uruguayo-estadounidense. Actualmente es profesor en Jacksonville University 

Majfud

Comparte este contenido:

Bases para la transformación educativa

Por: Lev M. Velázquez Barriga
En las últimas semanas intercambié análisis, experiencias y perspectivas, en dos espacios territorialmente distantes, pero con intereses y temáticas comunes; uno fue el Taller para la Transformación Educativa en Bogotá, que se inscribe en el marco de consulta rumbo al proceso de reforma colombiana que dará rumbo durante la próxima década, y otro, el quinto Congreso Internacional de Transformación Educativa, que reunió pluralidad de voces no siempre coincidentes con la Nueva Escuela Mexicana. Asumiendo los sesgos socioeducativos de un profesor rural frente a grupo, confesado en la tradición indoamericana de las educaciones populares, comparto algunas ideas al respecto que no sólo tienen que ver con los atinos en México, sino también con sus incongruencias e inconsistencias.

La primera es que la transformación del sistema educativo es un proceso largo, complejo y se presenta entre contradicciones cuando entran en disputa actores diversos en el interior del grupo gobernante, así como los reacomodos de los bloques de poder económico, y los anteriores con los intereses de los sectores populares de mayor conciencia de clase y capacidad de organización.

La segunda, no determinante pero sí muy importante para allanar el camino a la transformación, es crear las condiciones constitucionales que tomen distancia de las nociones filosóficas, políticas y pedagógicas que plantean como fines de la educación la formación de capital humano mediante la calidad o excelencia para reproducir formas organizacionales de la sociedad y de la vida pública, priorizando la producción de ganancia y la acumulación de capital para un núcleo reducido de personas que se apropian del trabajo y de la vida de otros.

La tercera, los cimientos constitutivos de la educación posneoliberal deberán recurrir a las filosofías, cosmovisiones y autenticidades institucionales de la educación propia de cada región histórico cultural, véase el caso del buen vivir en la región andina; además, reconocer que la concepción del sujeto mínimo como ente de capacidades económicas rentables es contrario a la naturaleza humana, porque ésta es diversa. Por tal motivo, demanda un tipo de formación que se defina a partir del desarrollo pleno de sus dimensiones holísticas y de sus múltiples potencialidades para ser, estar, crear y convivir en el mundo comunitario, social, natural y de la ciudadanía planetaria.

La cuarta, el modelo gerencial de gobernanza del sistema educativo nacional y de gestión empresarial de las escuelas, que cosifica la totalidad de interacciones humanas en relaciones de producción de ganancia y de valores sociales mediados por el mercado, tendría que ser abandonado por otro en el que la gobernanza tome sentido en la participación directa, constante y protagónica de la sociedad en la orientación de la política pública, justamente como promovieron los docentes de la rebelión magisterial por medio de los Congresos Estatales Populares de Educación y Cultura para tender un puente de diálogo directo con los actores de la ciudadanía, sin que éstos sean invalidados por los congresos legislativos que terminan por suplantar la voz del pueblo.

Este otro enfoque de gobernanza escolar tiene que ser horizontal, desburocratizado y distributivo de las relaciones de poder para decidir en núcleos de colectividades que van de los consejos escolares a la república de las infancias y juventudes o las asambleas de los padres y madres de familia. Esta perspectiva es radicalmente opuesta a los mecanismos de participación que se proponen administrar la precariedad financiera de las escuelas y descargar económicamente la responsabilidad del sostenimiento de los centros educativos en las familias.

La quinta, transitar de la crítica al currículo al currículo crítico; es decir, de la sola caracterización neoliberal y neocolonial de los planes de estudio a la elaboración de contenidos, materiales educativos, libros de texto y cartillas pedagógicas con perspectivas de la historia no eurocéntrica; de la geografía viva en las regiones y la geopolítica; de la ciencia denominada del segundo orden porque toma conciencia de cómo se construye el conocimiento desde los sectores subalternos y desplazados por los elitismos tecnocientíficos; de la ciudadanía política global y ambientalista de la tierra que se concibe en una sola humanidad diversa donde no hay nacionalismos culturalmente superiores ni supremacías raciales como las que están alentando las corrientes neofascistas.

La sexta es la urgencia por romper los cercos de la cultura enciclopédica de los aprendizajes, suministrados en currículos únicos y prestablecidos, para dar paso a la construcción dinámica e investigativa de otros aprendizajes críticos y transdisciplinares que emerjan de la curiosidad cognitiva de las niñeces en sus contextos pluriculturales y también a la elaboración de planes educativos problematizadores que coloquen al centro las necesidades de los territorios y los saberes ahí constituidos.

La séptima es la formación inicial y continua de nuevos educadores que trasciendan las pedagogías únicas y estandarizadas del enfoque neoliberal; conocedores de las pedagogías indoamericanas, populares, antiautoritarias, decoloniales, alternativas, críticas y comunales, que además desaprendan las metodologías didácticas instruccionales e imperativas y se apropien de otras que promuevan en los alumnos la construcción activa y dinámica de los aprendizajes basados en situaciones problematizadoras de fenómenos complejos de la realidad socionatural.

Una política pública sin estas y otras mínimas bases para la transformación educativa en México, Colombia u otro país que se reconozca dentro del bloque progresista dejará cimientos endebles ante cualquier viraje gubernamental.

https://www.jornada.com.mx/noticia/2025/11/02/opinion/bases-para-la-transformacion-educativa

Comparte este contenido:

3 de cada 5 jóvenes brasileños que están fuera de la educación superior son negros

  • El British Council cita la dificultad financiera y los problemas familiares como motivos de deserción
  • El estudio señala desigualdades de ingresos y de convivencia con la violencia.
Por: Tulio Kruse
São Paulo

Tres de cada cinco brasileños que interrumpen sus estudios antes de llegar a la educación superior son negros, según una investigación sobre las perspectivas de la juventud brasileña publicada por el British Council —organización de cultura y educación vinculada al gobierno del Reino Unido.

Entre quienes dejan de estudiar antes de terminar la educación secundaria, el 63% son negros y pardos, frente al 33% de blancos, según el estudio. Los datos muestran que, aunque la población negra representa el 55,5% de los brasileños, es minoría entre quienes concluyen el nivel universitario y constituye una mayoría desproporcionada entre los que abandonan los estudios.

La mitad de los jóvenes de entre 19 y 24 años no está estudiando ni tiene título universitario. Los negros y pardos, además de abandonar la educación básica con mayor frecuencia, reportan una convivencia con situaciones de violencia en mayor proporción, forman la mayor parte de la fuerza laboral informal y enfrentan más dificultades para pagar necesidades básicas.

El motivo más común para abandonar los estudios es la restricción financiera (39% de las respuestas), seguida por las responsabilidades familiares y los problemas con el transporte hasta la escuela (19% en ambos casos).

https://www1.folha.uol.com.br/internacional/es/economia/2025/10/3-de-cada-5-jovenes-brasilenos-que-estan-fuera-de-la-educacion-superior-son-negros.shtml

Comparte este contenido:

Reseña del libro La educación y la vida: un libro para maestros de escuela y educadores populares de Jorge Huergo. (PDF)

Por Luz Palomino/CII-OVE

La educación y la vida: un libro para maestros de escuela y educadores populares, de Jorge Huergo (Ediciones EPC, La Plata, 2015), nos invita a interrogar la relación entre la escuela y la vida, situando a los docentes frente a los dilemas éticos, políticos y culturales que atraviesan la práctica educativa en América Latina.

Jorge Huergo, reconocido pedagogo argentino y referente del campo de la comunicación y la educación, desarrolla en esta obra una mirada profundamente humana sobre la enseñanza. Su planteo parte de una premisa clara: la educación no puede reducirse a un conjunto de técnicas o instrumentos, sino que debe comprenderse como una práctica vital, arraigada en la experiencia cotidiana y en las condiciones históricas de nuestros pueblos. En ese sentido, el autor afirma que educar es “una manera de vivir con otros”, un acto de encuentro y diálogo donde se construye, de manera colectiva, el sentido de lo común.

El libro se estructura en dos grandes ejes. En el primero, Huergo analiza el devenir de la escuela moderna y su relación con los procesos de modernización, globalización y tecnocratización que han marcado el campo educativo. Su crítica al neoliberalismo y al enfoque tecnocrático de la educación resulta especialmente pertinente: denuncia la reducción de la docencia a mera ejecución de programas estandarizados, despojándola de su dimensión ética y política. En este punto, el autor retoma los aportes de Paulo Freire y otros pensadores de la pedagogía crítica latinoamericana para reivindicar el carácter emancipador del acto educativo.

En la segunda parte, el autor propone pensar la educación desde la vida: la vida de los sujetos concretos, de las comunidades, de las culturas y de las experiencias que configuran los espacios educativos. Allí despliega una reflexión que entrelaza teoría y práctica, apostando por una pedagogía social que reconozca los saberes populares, las memorias colectivas y las resistencias que habitan en los territorios. Huergo invita al docente a reconocerse no como transmisor de verdades acabadas, sino como sujeto que aprende junto con otros, comprometido con la transformación social.

Desde el punto de vista metodológico, el libro combina la argumentación teórica con un tono ensayístico que lo vuelve accesible sin perder profundidad. Las categorías de análisis —vida, cultura, escuela, comunicación, política— se entretejen de manera orgánica, ofreciendo al lector una comprensión compleja y situada de la práctica educativa. No se trata de un texto prescriptivo, sino de un llamado a la reflexión crítica y a la acción transformadora.

En el contexto actual, marcado por la digitalización, la fragmentación social y el resurgir de discursos autoritarios, la lectura de La educación y la vida adquiere una vigencia innegable. El libro interpela a las y los docentes latinoamericanos a recuperar el sentido ético y político de su tarea, a mirar más allá de las métricas y los estándares, y a reencontrarse con la dimensión existencial de la educación. Huergo no ofrece recetas, sino preguntas que invitan a repensar qué significa enseñar y aprender en sociedades atravesadas por la desigualdad y la violencia.

En suma, esta obra es una referencia imprescindible para quienes buscan pensar la educación desde un horizonte emancipador y latinoamericano. Más que un manual, es una conversación profunda sobre la vida y la pedagogía, sobre el lugar del maestro como sujeto histórico y sobre la necesidad de reconstruir el vínculo entre escuela, comunidad y esperanza.

Descarga el libro en este link: La educacion y la vida

Comparte este contenido:

México: Maestros y maestras, caminar por la izquierda, democratizar la educación y al SNTE

Por: Miguel Ángel Pérez Reynoso*

Vivimos en un mundo polarizado y confrontado, incluso con una amenaza de guerra global por parte del imperio del Norte; entre las fuerzas de la vieja hegemonía (EEUU) y en contra de las nuevas fuerzas y un nuevo sentido por dirigir el mundo. Bajo este contexto, asistamos en estos años del tercer milenio a una nueva ofensiva de los grupos de derecha y de ultraderecha, a nivel global.

La década de los ochenta y parte de los noventa fue un tiempo espacialmente significativo, que dio lugar al surgimiento de oportunidades para docentes, que se incorporan al sistema con una auténtica vocación democrática, muchos de ellos ya jubilados o retirados del servicio. La movilización, la protesta callejera y la organización desde abajo fue una de las tareas pedagógicas que muchos docentes egresados, principalmente de las escuelas Normales rurales, pudieron vivir. “El maestro luchando, también está enseñando”. Ha sido una de las principales consignas.
Ahora, a partir de hacer un ejercicio por reconstruir los lazos y los vínculos con docentes militantes de la época, sorprendentemente nos podemos dar cuenta de que existe un distanciamiento con la lucha y lo que ello conlleva. A partir de las reformas y los cambios en los modelos de formación y en las distintas transformaciones que la sociedad global experimenta en los últimos tiempos, tenemos que las nuevas generaciones de docentes han dejado de lado la vocación con el compromiso y la lucha social. Los nuevos docentes se han convertido en técnicos y burócratas de la educación, a partir de una concepción pedagógica que coloque de manera escindida el trabajo en el aula con el compromiso de actuación en el plano social, en donde se incluye la lucha política por la democracia y por el cambio educativo y sindical.

Este asunto no es un tema menor; si bien nosotros no fuimos capaces de crear escuela y tener herederos que posibilitaran garantizar la generación de cuadros y militantes políticos y sindicales que reivindiquen y protagonicen el compromiso social y, porque además, en las décadas mencionadas había mucha rivalidad y un alto nivel de canibalismo político entre activistas y militantes debido a las filiaciones y adhesiones ideológicas. En ese tiempo, había trotskistas, maoístas, guevaristas, ultras, puros, moderados, comunistas y una larguísima lista de filiaciones. La constante era la filiación en la izquierda, la cual estaba garantizada, pero hablamos de muchas izquierdas y casi todas dogmáticas y hegemónicas.

Lo de ahora es un escenario difícil de entenderse; los viejos militantes ya no quieren participar y los nuevos no pueden, saben o porque no han aprendido a hacerlo.¿Cómo resolver esta disyuntiva o esta aparente contradicción?

En cuanto al ingreso al puesto, después de la formación normalista o universitaria, desapareció la plaza de reparto automático; ahora los nuevos candidatos para tener una plaza de docente en educación básica están obligados a someterse a un examen de ingreso, más adelante de promoción. Desapareció el escalafón como forma de ascenso profesional, ha desaparecido la jubilación con pago vitalicio; ahora se otorga un bono que se da después del retiro. Es decir, las condiciones laborales cada vez se hacen más desfavorables para las y los trabajadores, pero a cambio ha llegado la desarticulación, la falta de compromiso y conciencia en cuanto a la defensa de la materia de trabajo e incorporarse a la lucha gremial. Hoy, las demandas y las reivindicaciones de las y los docentes y trabajadores de la educación, de todos los niveles y modalidades educativas, no tienen que ver con ganar cosas nuevas, sino por conservar lo ganado y por recuperar lo que se tuvo en otro tiempo y ahora se ha perdido.

El SNTE, como representante formal de las y los trabajadores, ha preferido ponerse del lado del patrón; tanto en la esfera federal como en los estados, se han olvidado de su compromiso (si es que algún día lo tuvieron) de hacer su trabajo en la defensa de los intereses de las y los trabajadores de la educación. Cuando se habla del charrismo sindical, se habla de esto, de la traición de los dirigentes a sus agremiados y de aceptar incondicionalmente lo que la autoridad imponga, en lo salarial, en lo laboral y en lo profesional; a todo eso se le agrega la corrupción en la venta de plazas, el manejo discrecional de la cuota sindical de los trabajadores y la aceptación acrítica de todas las imposiciones que vengan del gobierno.

Ante todo ello, necesitamos un dispositivo que reactive la movilización desde abajo de los docentes en servicio y de los nuevos docentes que recién egresan de las escuelas Normales para que aprendan a través de las movilizaciones. Necesitamos crear una escuela de formación político-sindical como la que hubo en otro tiempo para trabajar la participación y el diálogo bajo una perspectiva de cultura democrática. Necesitamos sensibilizar a los nuevos docentes para que engarcen su trabajo educativo de aula con la lucha por Palestina, en contra de los nuevos y también los viejos imperialismos y por transformar al SNTE. Necesitamos eso y mucho más; el problema es que ahora hemos perdido el método de acercamiento, vinculación y alianza con el maestro novel de Jalisco y de México.

*Doctor en Educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. safimel04@gmail.com

*https://revistaeducarnos.com/maestros-y-maestras-caminar-por-la-izquierda-democratizar-la-educacion-y-al-snte/

Comparte este contenido:

Reflexión: El cuidado como centro de la vida

Por: Luz Palomino/CII-OVE

En un mundo que avanza a ritmo vertiginoso, hablar de cuidados parece, para algunos, un tema menor. Pero detrás de cada cuerpo alimentado, cada niñ@ que aprende, cada enferm@ que sana o cada persona mayor que envejece con dignidad, hay un entramado invisible de tareas, afectos y presencias que hacen posible la vida. Hoy, en el Día Internacional de los Cuidados y el Apoyo, la invitación es a mirar hacia ese universo que sostiene todo lo que somos, pero que rara vez ocupa los titulares.

“Cuidar es mantener, continuar y reparar nuestro mundo para que podamos vivir en él lo mejor posible”, escribió la filósofa Joan Tronto, una de las teóricas más influyentes del pensamiento ético del cuidado.

Una economía sostenida por manos invisibles

Durante décadas, el trabajo de cuidados ha sido la base silenciosa del sistema económico y social, pero sin reconocimiento ni remuneración justa. Según datos de la ONU, las mujeres realizan más del 75 % del trabajo de cuidado no remunerado en el mundo, lo que equivale a miles de millones de horas diarias de trabajo gratuito.

La socióloga y activista Silvia Federici ha denunciado que “el capitalismo se construyó sobre la expropiación del trabajo reproductivo de las mujeres”. En otras palabras, la economía formal solo existe porque alguien —en su mayoría mujeres— sostiene la vida desde lo doméstico y lo afectivo.

Sin embargo, en la actualidad emergen nuevos debates sobre la “democratización del cuidado”, entendida como una responsabilidad compartida entre el Estado, la comunidad, el sector privado y las familias. “Cuidar no puede seguir siendo una tarea femenina, ni una cuestión privada. Es una responsabilidad social y política”, subraya Marcela Lagarde, antropóloga mexicana y referente del feminismo latinoamericano.

Educar para cuidar: una urgencia ética

El ámbito educativo no puede permanecer ajeno a esta reflexión. Las escuelas, universidades y espacios formativos son, en sí mismos, lugares de cuidado: de las infancias, de los saberes, de los vínculos. Sin embargo, la pedagogía dominante ha privilegiado históricamente la razón y la competencia sobre la empatía y la cooperación.

Educar en y para el cuidado supone redefinir la idea de éxito y conocimiento, incorporando valores como la escucha, la interdependencia y la reciprocidad. Implica también repensar el rol docente: cuidar no solo como acompañar el aprendizaje, sino como construir condiciones de bienestar y dignidad dentro y fuera del aula.

En muchos países de América Latina, movimientos pedagógicos feministas y comunitarios vienen impulsando una educación que coloque la vida en el centro, reconociendo que enseñar también es un acto de cuidado y resistencia frente a las lógicas del mercado y la indiferencia social.

Hacia una cultura del cuidado

En tiempos de crisis ambiental, guerras y desigualdades crecientes, el cuidado se convierte en un horizonte político y ético indispensable. No se trata solo de cuidar a las personas, sino también a los territorios, los ecosistemas y las memorias colectivas.

“Sin una cultura del cuidado, no habrá futuro para nadie”, advirtió la filósofa española Victoria Camps, recordando que cuidar es un deber moral, pero también una forma de justicia intergeneracional.

Este 29 de octubre no se conmemora únicamente un día; se reivindica una mirada del mundo que nos invita a reaprender la ternura como fuerza transformadora. Como dice Lagarde, “cuidar es un acto de amor, pero también de poder: el poder de sostener la vida frente a la violencia y el abandono”.

El reto para nuestras sociedades —y en particular, para los sistemas educativos— es construir una pedagogía del cuidado, donde cada gesto de acompañamiento y cada vínculo humano sean entendidos como parte de una gran red que sostiene la vida.

Porque, en definitiva, cuidar y dejarnos cuidar es la primera lección de humanidad que tod@s deberíamos aprender.

Fuentes:

Naciones Unidas, ONU Mujeres, Tronto (1993), Lagarde (2001), Federici (2012), Camps (2020).

Comparte este contenido:
Page 3 of 2587
1 2 3 4 5 2.587