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Sierra leona: Volver al cole después de que te hayan dejado embarazada en una epidemia

África/Sierra Leona/28 Mayo 2020/elpais.com

Sucedió tras el ébola en 2015 y puede volver a repetirse con el coronavirus. Entonces se detectó un aumento de madres adolescentes. Los expertos aplican las lecciones de esa crisis para garantizar que las niñas regresen a la escuela después de la pandemia

En abril de 2015, después de que el ébola asolara Sierra Leona y paralizara África Occidental, comenzaron a reabrir las escuelas. Miles de niños regresaron con ilusión al colegio tras nueve meses encerrados en sus casas. Pero Isatu, de 13 años, y sus hermanos no pudieron hacerlo. La adolescente, huérfana a causa del ébola, al igual que alrededor de 9.000 niños más, tenía que cuidar de un bebé recién nacido. Un hombre de veintitantos años que había ayudado a dar de comer a la hambrienta familia de Isatu durante el brote la había violado y dejado embarazada.

Al final del brote, Isatu se vio sola para cuidar de su hijo y de sus dos hermanos pequeños. En lugar de volver a sus clases de matemáticas, lectura y escritura, se pasaba el día vendiendo basura reciclada para sobrevivir. Durante el brote del ébola de 2014-2016, los embarazos de adolescentes se incrementaron nada menos que en un 65% en algunas comunidades de Sierra Leona. Hasta marzo de 2019, las escuelas en este país prohibían a las niñas embarazadas asistir a las clases. Miles de ellas abandonaron sus estudios o no recibieron escolarización en los años siguientes, según dicen los expertos, debido a la combinación de los embarazos de adolescentes, los matrimonios precoces, la pobreza, la pérdida de cuidadores, las actitudes negativas de los padres con respecto a la educación, así como la precaria calidad de la enseñanza.

Ahora la comunidad internacional está lidiando con una nueva crisis sanitaria por la covid-19 que ha agudizado la inseguridad económica y alimentaria, ha cerrado escuelas y ha llevado a un aumento de la violencia de género en el mundo entero. Los expertos señalan que deberían extraerse lecciones de la crisis del ébola y que de inmediato deberían implementarse medidas de respuesta para garantizar que los niños, en especial las niñas, puedan regresar a la escuela una vez que remita la crisis.

Dado que la pandemia y los confinamientos tienen a millones de personas en sus casas, y que países como Sierra Leona ya viven una delicada economía post-ébola, algunas organizaciones en África Occidental como Plan International, Unicef y Street Child se apresuran para facilitar enseñanza suplementaria fuera de las aulas y asistencia económica, además de trabajar con los Gobiernos y los agentes educativos para garantizar que los niños puedan regresar a la escuela. “Creo que es crucial que todos trabajemos colectivamente con los Gobiernos y con todos los actores para planificar la reapertura de las escuelas con mucho cuidado y de un modo muy proactivo para llegar a los más vulnerables”, afirma Robert Jenkins, director de Educación de Unicef.

Se repite la historia

Algunos padres en Sierra Leona comenzaron a sacar a sus hijos de los centros educativos antes de que estas cerraran sus puertas en marzo debido al riesgo de infección por coronavirus. Hoy miles de niños en África Occidental están sin escolarizar, exactamente igual que durante el estallido del ébola. Las comunidades que todavía tienen que recuperarse económicamente de la anterior crisis temen no ser capaces de llegar a fin de mes y dar sustento a sus familias.

Las niñas como Isatu, que ya no tienen padres que las protejan y cuiden de ellas, son algunas de las más vulnerables. “Los hombres y los chicos se aprovechan de ellas ofreciéndoles, por ejemplo, sustento y ayuda a cambio de sexo y, durante ese proceso, muchas se quedan embarazadas”, asegura Sia Lajaku-Williams, nativa de Sierra Leona y directora de programas de Street Child, una organización internacional centrada en infancia y la educación.

Esta y otras entidades ofrecen educación sobre planificación familiar y salud reproductiva. Sin embargo, estos mensajes pueden ser difíciles de comunicar durante una crisis como la del ébola o la covid-19. “Lo que sucede es que las mujeres y las niñas no pueden acceder a los servicios de salud reproductiva”, explica Yeva Avakyan, vicepresidenta adjunta de igualdad de género en Save the Children. “Nosotros abogamos por que estos servicios sigan estando abiertos y siendo accesibles”, añade.

«Los hombres y los chicos se aprovechan de ellas ofreciéndoles, por ejemplo, sustento y ayuda a cambio de sexo y, durante ese proceso, muchas se quedan embarazadas»

Según los expertos, las organizaciones tienen que prestar apoyo a las poblaciones vulnerables ahora con el fin de abordar la salud, la educación y otras necesidades. Unicef y Save the Children están desarrollando planes de estudio alternativos en diferentes medios de comunicación, como la televisión y la radio, para que estos sean utilizados mientras las escuelas permanecen cerradas. Pero sin una escuela física a la que asistir, muchos niños no pueden cubrir sus necesidades básicas, como comer. Lajaku-Williams y su equipo de Street Child, por ejemplo, han respondido estableciendo programas de reparto de alimentos —para la comida y la cena— para unos 800 menores que, de otro modo, podrían pasar hambre mientras las escuelas están cerradas. El acceso a agua potable es otra de las prioridades según Unicef, que intensificará sus esfuerzos en la purificación del agua en África occidental mientras persista la pandemia.

La frágil coyuntura económica del país y la actitud subyacente ante la educación —la creencia de que ellas deberían consagrarse a casarse y tener hijos— también supusieron un desafío para que las niñas volvieran a las escuelas una vez que estas reabrieron. “Mandar a los hijos al colegio cuesta dinero”, explica Tessie San Martin, presidenta y directora ejecutiva de Plan International EE UU. “Hay que proporcionarles dinero para el transporte, el uniforme, los libros y demás. Si una familia no tiene recursos o si sus medios son limitados y tiene… varios hijos, le aseguro que no serán las niñas las que los recibirán”, remacha.

Ofrecer a las familias los recursos para que puedan sustentar a todos sus hijos evita que sean ellas las que tengan que decidir, aseguran varias voces. Por otro lado, las actitudes que rodean la educación femenina están cambiando lentamente en Sierra Leona. Entre 2004 y 2018 la tasa de alfabetización de las chicas entre 15 y 24 años aumentó en más de un 25%, lo cual redujo las diferencias entre sexos en casi 15 puntos. Ese respaldo vital es lo que brindó a Isatu una segunda oportunidad. En 2016 pudo regresar a la escuela secundaria gracias a una ayuda económica y a la asistencia de Street Child. En 2017, sus hermanos también se matricularon.

Lajaku-Williams afirma que, mientras los colegios de todo el mundo permanecen cerrados debido al coronavirus y mientras pequeños como Isatu están de nuevo en sus hogares, lo esencial es apoyar ahora a las comunidades con el objetivo de garantizar que puedan regresar a las aulas cuando estas abran, lo mismo que después de la crisis del ébola. “Fuimos capaces de tener un efecto positivo en sus vidas y de invertir la situación”.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2020/05/22/planeta_futuro/1590138973_509051.html

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“El coronavirus no puede reinar en la escuela. Es el momento de construir colegios más humanos”

Por: Nacho Meneses

‘Caperucita y el CovidLobo’ es una historia gráfica dirigida a que niños y mayores aprendan a minimizar las consecuencias que la crisis sanitaria puede tener para el desarrollo de los pequeños

– “¿Por qué te lavas las manos cada vez que me tocas?”

– “Es para protegerme mejor”.

– “¿Y por qué llevas esa mascarilla tan fea?”

– “Es para protegerte mejor”.

Cuando, durante la crisis, se anunció la apertura de las escuelas de cero a seis años, se armó no poco revuelo entre madres, padres y maestros. ¿Podía garantizarse el distanciamiento social, prevenir el contagio, y desinfectar convenientemente los edificios y la ropa de menores y adultos? Urgía conciliar, sí, pero apremiaba aún más proteger tanto a los pequeños en las escuelas como a los mayores en casa: por aquel entonces, aún se creía que los niños eran grandes transmisores de la covid-19, algo que no se ha llegado a determinar, según la evidencia científica existente. Medidas sanitarias, sociales, económicas: los políticos se esforzaban por acertar con el paso siguiente ante un enemigo desconocido, pero pocos alcanzaban a preguntarse cómo se sentían los niños cuando toda su realidad cercana se desmoronaba.

A lo largo de media docena de viñetas, en Caperucita y el CovidLobo se repasa cómo sería esa vuelta a la escuela para los niños y niñas de la pandemia de coronavirus. “Lo escribí, como Tonucci con Frato, poniéndome en el lugar de lo que el niño o la niña puede sentir con esas medidas, lo que estamos transmitiendo con ellas. Y quería que los adultos tomaran conciencia de que no solo hablan las palabras; también lo hacen los gestos, y ese lenguaje no verbal es el primero que los niños perciben”, cuenta Heike Freire, autora del texto y experta en pedagogía verde. Un mensaje que se puede ver en cada página: “Yo procuré generar esas distancias sociales en prácticamente todas las viñetas. Cada cosa en un extremo del folio; estiro el brazo, pero no llego a mi amigo, que ni siquiera se inmuta… Eso, un adulto lo entiende a la perfección, y también el niño, a partir de una cierta edad”, añade Rocío Peña, su ilustradora.

El distanciamiento social también se practica en la escuela.
El distanciamiento social también se practica en la escuela. ROCÍO PEÑA

¿Es este un cuento para niños o para adultos? Pues depende de cómo se mire. Más allá de unas viñetas amables, y una niña, una escuela y unas estanterías con las que los niños van a sentirse familiarizados, “el cuento se dirige a los padres, para que puedan reflexionar sobre el miedo y la angustia que muchos pequeños están sintiendo con todo lo que está pasando”, explica Freire. Cuando esta reflexión se produce, cuando el adulto se lo ha leído y sabe lo que siente, puede entonces usarlo con los niños y las niñas. “La idea es que sirva para poder sacar miedos, porque creo que todos hemos pasado mucho durante el confinamiento y que todavía estamos asustados. Es importante que los niños se puedan expresar”, añade.

Hay que dominar los miedos

A falta de otros instrumentos, muchos padres han recurrido a la herramienta del miedo al virus hasta convertirlo, efectivamente, en el lobo del cuento. Pero esta dista mucho de ser la más adecuada. Para la Asociación Francesa de Pediatría, “es urgente que dominemos nuestros miedos y que sigamos adelante, por la salud y el bienestar de los niños y de las niñas”, a la vez que lamentan lo que consideran unas medidas excesivas de protección, “más ligadas a los temores de los adultos que a los hechos y a los resultados de las investigaciones en países como Dinamarca, Holanda, Islandia o Italia”, argumenta Freire. Unos estudios que ya han demostrado que los niños están lejos de ser esos grandes contagiadores que se creía que eran al inicio de la crisis, unos “transmisores silentes, que es lo que en repetidas ocasiones ha dicho la Asociación Española de Pediatría”.

En la misma línea, la autora de Caperucita y el CovidLobo, también psicóloga y filósofa, afirma que las medidas de distanciamiento, que sí pueden estar indicadas en aquellos mayores de 20 años que, por ejemplo, trabajan presencialmente, no se justifican en niños y niñas, en los que además pueden ocasionar traumas psicológicos, o como poco ansiedad y miedo: de hecho, una encuesta de Save the Children afirma que uno de cada cuatro niños sufre angustia y ansiedad por el encierro. “Todos tenemos miedo, y eso es normal. Nos faltan los argumentos para explicarles a los niños y las niñas cómo comportarse; por qué salir a la calle o por qué no hacerlo; por qué hacerlo a una hora sí y a otra no, o por qué podemos salir dos personas, pero no cuatro. De ahí que muchas familias necesiten recurrir al miedo, porque son cosas que ni nosotros mismos, los adultos, a veces comprendemos”, se cuestiona Freire.

Sin embargo, para dominar esos miedos, hay que saber reconocerlos y expresarlos, para poder tomar conciencia de ellos y que no te dominen a ti, sino al revés. “Y es urgente que lo hagamos por la vida de esos niños y niñas que tienen derecho a vivir su infancia, y porque, desde el punto de vista del desarrollo y del aprendizaje, una criatura angustiada y con miedo no se desarrolla ni aprende bien”, sostiene Freire. “Por millones de razones, pero sobre todo porque pierde la seguridad y la confianza en la vida, y entonces no se atreve a tomar riesgos; y uno no puede desarrollarse ni aprender sin arriesgarse. Si no te atreves a nada, ni te desarrollas, ni creces, ni aprendes”.

Para protegerse, conviene usar mascarillas.
Para protegerse, conviene usar mascarillas. ROCÍO PEÑA

Ser conscientes de nuestros propios temores hace a su vez que podamos ser transparentes con los niños, y que ellos perciban que es normal sentir miedo en circunstancias como las que vivimos. “Si yo le digo a mi hijo que tengo miedo por lo que está pasando, él podrá separarse fácilmente y decir, “es mi madre la que tiene miedo”. Pero si no digo nada y me comporto de una determinada manera, el niño puede recibir esos sentimientos sin saber si son suyos o de otra persona, y ocasionar muchos más conflictos a la larga”.

¿Una escuela más humana?

Más allá de la crisis sanitaria, la pandemia de de la covid-19 representa también, para las autoras del cuento, una oportunidad única para construir una escuela más íntima y humana en la que, para empezar, no se gestione solo desde el punto de vista epidemiológico y a golpe de decreto, sino donde se tomen en consideración otras dimensiones del ser humano, que de alguna manera incluyan las opiniones y los criterios de las familias, los psicólogos o los pedagogos, “porque la salud no solo es el coronavirus, sino que es algo mucho más complejo, que tiene que ver con el bienestar y muchas otras cosas”, afirma Freire. “Ningún coronavirus puede reinar en la escuela”.

El debate sobre cuándo y cómo abrir las escuelas ha de extenderse, aseguran, a otros profesionales, empezando por un comité de expertos pluridisciplinar, a nivel nacional, que contemple a la infancia en todas las dimensiones que tiene, donde se comparta y debata. Un órgano que de unas pautas generales para que luego cada escuela, cada comité o cada pueblo pueda crear sus propias regulaciones: “Hay mucho que aportar desde las familias o desde otros grupos de trabajo. Se trata de ampliar el debate, la reflexión y las soluciones, porque saldrán propuestas concretas y soluciones viables. No sé hasta dónde estamos contando con estas redes, pero me parece, en principio, que muy poco”, asegura Peña.

En definitiva, se trata de implementar estrategias que se centren no solo en protegernos de la enfermedad, sino también en inyectar vida en una escuela renaturalizada y abierta al entorno, con grupos más pequeños que sirvan para aprovechar los espacios de la ciudad: “Es un enfoque que, por ejemplo, ya utilizaba la Institución Libre de Enseñanza antes de la Guerra Civil. Giner de los Ríos tenía una extensa lista de todos los lugares donde había que hacer escuela, aprovechando todo lo que tengas alrededor: una playa, un parque, un río, una montaña o un jardín público, pero también en una biblioteca, el centro de ocio y tiempo libre e incluso la cárcel”.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/05/26/mamas_papas/1590462043_255092.html

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España: Los planes de desconfinamiento escolar en fase 2, comunidad por comunidad

Europa/España/28 Mayo 2020/eldiariolaeducacion.com

La mayor parte de las comunidades autónomas limitarán sus aulas, en fase 2, al alumnado de 2º de bachillerato y cursos terminales de FP. Cataluña tiene previsto abrir también aulas de primaria y Madrid pide a Sanidad permiso para acelerar la entrada en fase 2 para el alumnado de ESO, bachillerato y FP.

La mayor parte de las comunidades autónomas del Estado serán conservadoras en relación a la apertura de sus aulas en las siguientes fases de desescalada. Aunque muchas de ellas ya podrían haber dado cabida a su alumnado de 4º de ESO, 2º de bachillerato y cursos terminales de FP, estas aperturas se retrasarán a la semana que viene. Algunas, incluso, lo harán más tarde.

Entre ellas, destaca Cataluña que tiene previsto que el alumnado de primaria también pueda acudir, desde el próximo día 2 a las aulas. Siempre de manera voluntaria, en grupos reducidos de alumnos y con estrictas medidas de seguridad.

Andalucía

Francisco Javier Imbroda, consejero de Educación, dijo en el Parlamento andaluz que no habría vuelta a las aulas hasta el mes de septiembre. Las últimas semanas del curso escolar estarán dedicadas a tareas administrativas y poco más. A pesar de esto, sí está previsto que se intensifiquen las tutorías virtuales para el alumnado de 2º de bachillerato que se enfrentará a la EBAu dentro de unas semanas.

Aragón

El curso finaliza de forma telemática, y ahora mismo solo está prevista la realización de tutorías presenciales para alumnos de 2º de bachillerato y 2º de grados medios y superiores. Estas tutorías son siempre individuales y voluntarias. La normativa recoge la posibilidad, de manera excepcional, de realizar alguna tutoría con alumnos de ESO y 1º de bachillerato, pero para ello se requiere la autorización de la dirección del centro y del servicio de prevención de riesgos laborales de Aragón. No van a abrir los centros de educación infantil en fase 2, aunque aún no está claro si se dará esta posibilidad para que lo hagan los privados en fase 3.

Asturias

El Principado reanudará el 4 de junio las clases presenciales para preparar la EBAU, ultimar Proyectos de ciclos superiores de FP y ofrecer tutorías en 4º de la ESO. Estos últimos dependerán de que sus tutores decidan convocarles o no. Los centros de educación infantil tampoco abrirán a pesar de que los privados sí tenían permiso para hacerlo.

Islas Baleares

El curso finaliza telemáticamente, pero se permite a los centros organizar tutorías individuales o colectivas, con un máximo de cinco alumnos por profesor sólo en el caso de los cursos fin de etapa, y con asistencia voluntaria. En el caso de la educación infantil, los centros públicos del Gobierno balear no abrirán, pero se da la libertad a los de titularidad municipal y a los privados que abran siempre que cumplan con las medidas de seguridad e higiene y con las siguientes ratios: 3 bebés por educador en la etapa 0-1, 4 en la 1-2, 6 en la 2-3, y el 30% de la ratio habitual en el resto. No se permite la apertura a los centros de educación especial.

Canarias

Las clases no se reanudarán, presencialmente, hasta septiembre. Sigue la educación telemática, aunque a partir del 1 de junio, el alumnado que cambia de etapa será convocado, de manera individual y con cita previa, para tener reuniones de tutoría. Estas reuniones tendrán carácter voluntario en cualquier caso. Los centros de infantil públicos permanecerán cerrados, mientras que los privados preparan un protocolo ante su posible apertura.

Cantabria

La vuelta a las aulas será a partir del 8 de junio y solo para alumnado de 2º de Bachillerato, para quienes opten a un título de FP, sea de GM o GS, así como para alumnado de Régimen Especial que tengan que hacer una prueba de acceso para estudios superiores. La asistencia, en grupos menores ed 15, será voluntaria. La comunidad también contempla reuniones con alumnos de otros cursos que hayan tenido especiales dificultades. Serán a discreción de los centros las reuniones presenciales para las juntas de evaluación y de planificación del próximo curso. Los centros de educación especial, así como la educación infantil tampoco volverán a las aulas.

Castilla-La Mancha

El alumnado no regresará a las aulas tampoco. El presidente castellano-manchego así lo anunció. Las excepciones se encuentran en lo previsto por el Ministerio para las y los jóvenes que tienen que pasar algún examen: 4º de ESO, 2º de Bachillerato… Aunque tendrían que ser en grupos pequeños y habiendo acordado, en primer término, una cita con sus respectivos centros.
Como en otros casos, equipo directivo, PAS y profesorado necesario tendrán que asistir a los centros para solventar diferentes cuestiones administrativas.

Castilla y León

La comunidad entró esta semana, al completo, en fase 1. Las cuentas no le dan para llegar a la fase 2 con tiempo suficiente como para que tenga sentido que el alumnado que en principio podría beneficiarse de la medida, lo haga. De esta manera, se renuncia a esta reapertura para los cursos terminales de secundaria, como ya se hiciera en su momento con la educación infantil.

Cataluña

El curso finaliza telemáticamente, pero la Generalitat abre todos los centros educativos en fase 2, a partir del 2 de junio, con asistencia voluntaria del alumnado, y priorizando los cursos de final de etapa (6º de primaria, 4º de la ESO y 2º de bachillerato y ciclos formativos). Deja en manos de los centros la posibilidad de organizar sesiones de tutoría y orientación, de forma individual o en pequeños grupos, que no pueden superar la cifra de 13 alumnos en la primaria y de 15 en la secundaria, ratios que van a mantenerse de cara al inicio de curso en septiembre. Respecto a la etapa infantil, autoriza la apertura de las guarderías, públicas y privadas, siempre que cumplan las medidas sanitarias y con un máximo de 5 alumnos por educadora, mientras que en la etapa 3-6 se fija un máximo de 8 alumnos en P3 y de 10 en P4 y P5. Varios sindicatos de docentes han pedido la dimisión del conseller y han hecho un llamamiento a las direcciones de los centros para que no abran el día 2.

Comunidad de Madrid

Madrid entraba esta semana en la fase I, junto a la totalidad de Castilla y León y Cataluña. En esta fase, los centros podrán abrir para hacer labores administrativas y de desinfección y limpieza. Aún así, el consejero de Educación ha solicitado a Sanidad la posibilidad de que vuelvan a clase a partir del lunes los alumnos de 2º de Bachillerato, así como de otros estudiantes que necesitasen refuerzo. Educación ha desistido de su intención de que educación especial e infantil de segundo ciclo volvieran a las aulas en las próximas semanas. En el aire también está qué pasará con las criaturas de 0-3 años, que podrían volver a los centros a partir de la fase 3.

Comunidad Valenciana

El curso finaliza telemáticamente, pero se permite que en la fase 2 el alumnado de los cursos de fin de etapa pueda ir al centro para cuestiones específicas, como tutorías, resolución de dudas, entrega o recogida de materiales, o preparación para pruebas. Cada centro se encarga de la organización de estas actividades, pero la asistencia es opcional y voluntaria. La educación infantil no puede abrir de momento. Lo podrá hacer a partir del 18 de junio, una vez haya finalizado el curso, para actividades de verano, y siempre que se garanticen las condiciones que establezcan las autoridades sanitarias.

Extremadura

Estaba prevista la vuelta a las aulas de los cursos terminales de etapa de ESO, Bachillerato y FP para el lunes 25 pero la Consejería de Educación ha decidido retrasar esta vuelta, siempre voluntaria para tareas de repaso, hasta el lunes siguientes por problemas organizativos. El martes 26 hubo una reunión con los sindicatos para enseñarles la orden que regulará esta situación. El alumnado de primaria podría acudir también para tener tutorías con cita previa.

Galicia

Galicia está en fase dos. Pueden acudir a educación infantil los niños y niñas cuyos padres no puedan quedarse con ellos. Además, lo podrán hacer los alumnos de educación especial. También se prevé la vuelta a las aulas de los alumnos de cambio de etapa, como inicialmente preveía el Ministerio de Educación, con un máximo de 15 alumnos por clase.

La Rioja

La actividad educativa seguirá siendo, mayoritariamente, a distancia, pero a partir de este martes está permitido el acceso a la actividad lectiva a aquellos alumnos que sean invitados a participar voluntariamente, y siempre por prescripción pedagógica voluntaria de sus tutores, con el fin de resolver necesidades educativas concretas que no se puedan resolver a distancia. Alumnos de cualquier curso a partir de 4º de primaria, puesto que queda suspendida toda actividad presencial en toda la educación infantil, en educación especial y hasta 3º de primaria. Estas medidas han sido acordadas por el gobierno regional, de acuerdo con los principales sindicatos y federación de familias, e incluyen un curso de formación online, de una hora de duración, obligatoria para todo el personal docente y no docente antes de realizar cualquier actividad presencial.

Navarra

A partir de la semana que viene se retoman las clases presenciales solo para los alumnos de 2º de bachillerato, con carácter voluntario y con grupos de máximo 15 alumnos por aula. En el resto de cursos, se mantiene la formación online hasta el final de curso, pero se permite la realización de alguna actividad presencial siempre que la autorice la dirección del centro. También los centros podrán acoger pruebas para accesos a ciclos formativos, enseñanzas artísticas, escuelas oficiales de idiomas, etc.

País Vasco

El final de curso será, por lo general, presencial. Las escuelas han podido retomar la actividad presencial a partir de este lunes, empezando por los grupos de 4º de ESO, bachillerato y FP en todos los grados. La decisión de hacerlo o seguir con la formación online ha correspondido a cada centro. A partir de la semana que viene ya pueden abrir el resto de cursos, así como de euskaltegis, academias, centros de formación y similares, siempre respetando las medidas de salud, protección e higiene, tanto de las personas usuarias como de los trabajadores. También los centros podrán acoger pruebas para accesos a ciclos formativos, enseñanzas artísticas, escuelas oficiales de idiomas, etc. Los sindicatos habían pedido que la presencialidad se limitase a los alumnos que tienen que preparar la selectividad y a los más afectados por la brecha digital durante los meses de educación a distancia.

Región de Murcia

El alumnado de 2º de bachillerato volverá a las aulas entre el 10 y el 22 de junio para preparar la EBAU. La actividad presencial será voluntaria. El resto de la actividad se mantendrá como hasta ahora, a distancia. En el caso de los centros de educación infantil privados también se contempla la posibilidad de que abran y las familias acudan de manera voluntaria.

Fuente e imagen tomadas de: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/05/27/los-planes-de-desconfinamiento-escolar-en-fase-2-comunidad-por-comunidad/

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Educación pública más que nunca: entre el Estado y la comunidad

Por: Jaume Carbonell

Nadie duda que la salud es un servicio público imprescindible. Pero ¿existe la misma conciencia y percepción acerca de la educación? En la situación actual se precisan planes de choque preventivo para que sea accesible a toda la población.

«Los gobiernos que ahorran gastos en los últimos años recortando servicios de salud, ahora gastarán mucho más a causa de la epidemia”, sostiene Ignacio Ramonet en “Un hecho social total”, un brillante y documentado artículo con toda suerte de datos y sólidas argumentaciones. En efecto, a partir de la crisis del 2008, las políticas antisociales de buena parte de los gobiernos -a quienes no les ha temblado el pulso a la hora de aplicar severos recortes en salud, educación y bienestar social- se han visto complementada con los procesos de privatización siguiendo la consigna sacrosanta de más mercado y menos Estado. Ahora pagamos las consecuencias y todo son improvisaciones y buenas promesas para lo que viene en llamarse “la nueva normalidad”.

Nadie discute, por razones obvias, que la sanidad es un servicio público esencial e imprescindible, ¿pero lo es la educación en las prioridades de la agenda política y en la conciencia de la ciudadanía? Nadie pone en duda que, por razones diversas, es importante y todo el mundo se atreve a opinar y a pontificar sobre cómo debería ser la educación y lo que debería hacer el profesorado, aunque muchos opinadores hace tiempo que dejaron las aulas. Pero, más allá de la retórica, la frontera entre lo importante y lo imprescindible es abismal.

Ahora en que buena parte de los analistas coinciden en que los Estados deben recuperar su protagonismo es la hora también de que la educación pública para toda la población, desde la educación infantil hasta la universidad y la educación de personas adultas -desde la cuna a la tumba-, merezca la estima y la dignificación que se merece. Para ello se requiere, sobre todo, asentar bien estos dos pilares: la acción del Estado -de sus administraciones centralizadas y descentralizadas- y el compromiso de la comunidad educativa: profesorado, alumnado, familia y otros profesionales educativos y actores sociales. Solo a partir de esta convergencia de sensibilidades y voluntades se puede construir la escuela pública comunitaria: la escuela del pueblo y para el pueblo.

Al Estado le corresponde, sobre todo, tener la convicción profunda que la escuela pública es un servicio esencial y obrar en consecuencia, construyendo y dotando a los centros con los recursos necesarios, bajando las ratios para garantizar un mejor cuidado y aprendizaje, y contratando más profesorado y otros equipos multiprofesionales que incluyan la atención psicológica, la orientación y la intervención social. Algo que únicamente puede lograrse si el porcentaje destinado a educación se acerca al 6% del Producto Interior Bruto. Es mucho dinero, claro, pero hay que entenderlo como la mejor inversión de futuro porque, al igual que sucede en la sanidad, el gasto que nos ahorremos ahora será mayor en el futuro, al tener que afrontar los costes cuantitativa y cualitativamente mayores que suponen el elevado número de fracasos, deserciones, carencias culturales y acentuación de todo tipo de desigualdades. De ahí la necesidad de planes de choque de carácter preventivo.

Por otro lado, el Estado, ha de garantizar el pleno derecho a la educación para todas y todas mediante la gratuidad para acceder a todos los niveles educativos sin restricciones, la calidad en los procesos de enseñanza y aprendizaje y la obtención unos resultados diversos pero exitosos para todo el alumnado. Porque la escuela inclusiva, de la que tanto se habla, no debería dejar a nadie en el camino. Pocas veces se ha expresado tan bien este deseo como en “Carta a una maestra”, escrita por los alumnos de la escuela de Barbiana donde se cuenta el empeño de su maestro, Don Milani, por demostrar que el éxito escolar es posible cuando se pone el acento en las altas expectativas y posibilidades del alumnado, y no en sus dificultades. Milani explicaba una y cien veces las cosas para que todo el grupo las entendiera, convirtiendo la clase en una animada y permanente conversación donde el lenguaje y el pensamiento conformaban el ADN del proceso educativo:”El aprendizaje ha de priorizar el razonamiento y el uso crítico de la palabra: si no se domina la palabra difícilmente se podrá participar y ser sujeto de derechos”. Una lección preciosa sobre la escuela que enseña a pensar de forma inclusiva y democrática, y que ponen el foco en tres conceptos inherentes a lo público y al bien común: equidad, calidad y éxito.

A la educación pública se le presenta un desafío mayúsculo que no siempre afronta adecuadamente: romper los muros físicos, ambientales mentales y simbólicos, así como los estereotipos y prejuicios culturales, étnicos y de género, para lograr una educación en valores y derechos democráticos que permita avanzar hacia una emancipación individual y colectiva. La escuela pública pierde su razón de ser cuando no logra acoger la más amplia heterogeneidad social del alumnado, provocando procesos de segregación y hasta guetos escolares. También la pierde cuando al tener que respetar y atender la necesaria diversidad del alumnado termina reforzando o reproduciendo la desigualdad. O cuando en nombre de la igualmente deseable autonomía pedagógica de los centros, se percibe una marcada diferenciación social. ¿A quién corresponde regular estos procesos? Ni es conveniente dejarlo solo en manos del Estado, mediante un intervencionismo demasiado reglamentista y burocrático, pero tampoco se puede dejar al socaire de cada centro. Se precisan poderes compartidos y coordinados de control democrático por parte del Estado y de la comunidad educativa, para hacer posible esa educación pública. Los contrapoderes comunitarios sirven para denunciar y controlar derivas burocráticas, economicistas y autoritarias que ponen en peligro el respeto a los Derechos Humanos y a la propia esencia de lo público y de la justicia social.

La escuela pública comunitaria, como se ha señalado, está financiada, regulada y controlada democráticamente por el Estado, pero quien le da vida y sentido es la participación cotidiana de toda la comunidad, con sus voces, relaciones, prácticas educativas e iniciativas de todo tipo. Con los proyectos educativos y pedagógicos de cada centro, con el capital cultural al servicio de la escuela y con las innovaciones pedagógicas que se nutren de la rica tradición pedagógica que tratan de enriquecer con las nuevas aportaciones de la modernidad y adaptar a cada contexto específico. Las metodologías son afortunadamente muy variadas, y siempre es bueno huir de la uniformidad y de la tentación de las modas, pero como dice el proverbio, no todos los caminos conducen a Roma.

Hay evidencias y suficiente experiencia acumulada para entender que hay modos de enseñar y aprender que favorecen más que otros el desarrollo de un pensamiento libre y crítico, de un conocimiento significativo y profundo y del desarrollo integral del alumnado en todas sus dimensiones. Que ayudan a detenerse en lo más básico del currículo -contendidos y competencias, que en ningún caso se oponen sino que se complementan-. Que llenan de vida las aulas, mientras se educa al propio tiempo en el entorno natural y social. Que favorecen la lectura y la comprensión del mundo, local y global, y la necesidad de transformarlo, al tiempo que mejoramos nuestros colectivos en los que intervenimos y nos transformamos como personas, porque como muy bien dice Tolstoi: “Todo el mundo quiere cambiar el mundo, pero nadie quiere cambiarse a sí mismo”.

Por último, cabe subrayar que en la escuela pública comunitaria se conjugan dos verbos harto emblemáticos: acompañar y participar. El primero comporta la acogida, la ayuda, el cuidado, el seguimiento y el acompañamiento cultural, social y emocional para que cualquier alumno o alumna progrese adecuadamente y encuentre en la escuela la estima que precisa en cada momento. Asimismo, supone el cuidado mutuo entre el profesorado y el acompañamiento que requieren sus intervenciones en el aula y los procesos de innovación colaborativos Y, por supuesto, comporta una estrecha relación e intercambio educativo con las familias. Sin olvidar, toda la contribución educativa del territorio, condensada en espacios naturales, sociales, artísticos y culturales.

Y el otro verbo genuino de toda comunidad democrática es la participación. Es a partir de ahí que se piensa, se vive y se actúa democráticamente. Que se comparten espacios de deliberación y toma de decisiones colectivas. Estas voces intergeneracionales construyen y enriquecen día a día la escuela comunitaria. Pero también estas voces, incardinadas en numerosos colectivos y redes educativas, piden ser escuchadas más allá de este espacio micro para que las políticas educativas que afectan a toda la población sean el resultado de este necesario compromiso democrático entre el Estado y la comunidad.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/pedagogiasxxi/2020/05/27/educacion-publica-mas-que-nunca-entre-el-estado-y-la-comunidad/

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Entrevista a Carlos Magro: «La escuela es un lugar de esperanza, es un espacio de protección para muchísimos niños»

Entrevista/28 Mayo 2020/Autor: Pablo Gutiérrez del Álamo/eldiariolaeducacion.com

Carlos Magro es, entre otras muchas cosas, presidente de la asociación Educación Abierta. Desde hace ya años se ha convertido en un buen observador de algunos de los retos y problemas del sistema educativo y desde diferentes plataformas intenta hacer aportaciones a la «conversación» educativa. Hablamos con él, por teléfono, para conocer sus impresiones sobre cómo está aguantando el sistema educativo la situación de confinamiento, y en qué debería, principalmente la administración, pero no solo, hacer mejoras de cara al futuro.

Carlos Magro es un hombre tranquilo, que se toma su tiempo (ni mucho ni poco) para contestar a las preguntas de este periodista. Tiene algunas ideas bastante claras sobre cómo la COVID-19 ha funcionado como un gran foco que ha iluminado algunas de las zonas más oscuras del sistema educativo: desigualdades sociales, brecha digital, falta de formación en el uso de la tecnología (entre el profesorado y el alumnado), la dejación de responsabilidades que muchas administraciones están haciendo sin ofrecer directrices claras a sus centros… También, claro, es una oportunidad para pensar en la escuela que queremos y que nos hace falta. Una escuela que ayude a allanar las diferencias sociales y que dé, como hasta ahora, espacio y tiempo a niñas y niños para crecer en ella.

¿Cómo estás llevando estos días de confinamiento?

Un poco desbordado de ocupaciones y trabajo. Es curioso, con dificultad de concentración muchas veces. Lo normal, dentro de la situación. Cuesta, a veces es agotador. No es sano. Y eso que trabajo así muchas veces, pero sí, lo estoy notando.

¿Crees que el sistema puede aguantar mucho más esta situación de confinamiento?

Obviamente no, estamos en una situación de absoluta excepcionalidad, creo, y muy compleja para todos. Tal y como yo lo veo, hay que hacer un esfuerzo por parte de todos por completar el curso de la mejor manera posible. En las fechas en las que estamos y viendo nuestra situación, por un lado, de falta de ayuda concreta de las administraciones educativas y, por otro, de infraestructuras, lo que se puede hacer es terminar de la mejor manera posible en las próximas semanas.

En lo que creo que tendríamos que estar, aunque es muy difícil, es en pensar mucho y muchos en la vuelta en septiembre. El sistema no aguantará mucho más. No soy especialista pero creo que podemos aguantar este trimestre largo de confinamiento, de escuela sin escuelas, sin aulas; pero no lo veo viable si el curso que viene estamos en las mismas circunstancias.

¿Cómo ves el papel de la administración en este tiempo? Hay sensación de que dejan toda la responsabilidad a los equipos directivos. ¿cómo lo ves?

Sí, es una percepción que compartimos todos. Hay una especie de dejación de responsabilidad en todas las administraciones. La del Estado está dando pocas indicaciones y señalando que corresponde a las autonomías (que tienen las transferencias), decidir las cosas bajo un marco que han propuesto; y las consejerías, en general, están apelando a esta especie de mantra de los sistemas educativos de los últimos 15 años: la autonomía escolar, para, de alguna manera, no dar indicaciones, ni ayuda concreta y descargar toda la responsabilidad en ámbitos que no son solo pedagógicos a los centros escolares, sus direcciones y sus profesores.

Hay un problema de liderazgo clarísimo de las administraciones y sus responsables que no es nuevo. La COVID-19, como otros muchos problemas educativos, nos está colocando todos los focos de atención, se hace visible a todos. La COVID funciona como una especie de instrumento de hipersensibilización o máxima visibilización de inconsistencias, incoherencias y de problemas que ya traíamos de antes: todo lo que tiene que ver con las desigualdades, con la segregación, con la falta de liderazgo, todo lo que tiene que ver con esta idea tan tecnocrática de que con normas se actúa sobre las prácticas escolares… ideas que no son nuevas pero que ahora, que estamos hipersensibles, y como si fuese una muestra de contraste en laboratorio, está haciendo que todo esto se vea muy claro.

¿Por dónde deberían empezar?

Desde mi punto de vista tendríamos que estar pensando mucho, mejor, más, y entre más personas e instituciones cómo es la vuelta en septiembre. Es un problema retorcido, de muy difícil solución porque, por un lado, es evidente que las soluciones dependen de cada centro educativo: cada uno tiene unas condiciones de alumnado, sociales, infraestructuras espaciales, tecnológicas, disponibilidad del profesorado, edad de los equipos… que hacen que las decisiones tengan que ser, finalmente, interpretadas y tomadas en los centros; pero, por otro lado, no podemos dejar recaer en ellos decisiones que tienen que ver con seguridad sanitaria, jurídica también, en muchos casos; que tienen que ver con actuaciones sobre los espacios, sobre los horarios del profesorado, el calendario escolar, la distribución de asignaturas… hay un montón de cosas para las que se necesitan indicaciones, no digo reglas cerradas que nunca funcionan, pero sí pautas trabajadas conjuntamente con otros que puedan ayudar o aliviar en esa tarea. Veo claramente niveles diferentes de gestión en lo educativo.

¿En qué sentido?

Con acierto se crearon las consejerías, entre otras cosas, porque el Ministerio estaba muy lejos de la realidad de los centros en los territorios; lo que ha ocurrido, en muchos casos, es que tenemos territorios enormes en cuanto a volumen de alumnos, profesores y de centros que están tan lejos de la realidad de sus aulas como estaba antes el Ministerio. Es una unidad de gestión poco práctica. Necesitaríamos, y vemos que funciona mucho mejor, cuando los centros, en su gestión, por norma o porque lo han hecho así, se involucran agentes municipales que pueden ser juntas de Distrito en ciudades como Madrid. Cuando ayudamos en la gestión escolar desde instituciones municipales o unidades territoriales más cercanas a la realidades sociales de alumno y de escuelas, la gestión es mucho más acertada.

Y en este caso concreto, necesitamos sí o sí pensar la problemática de la vuelta con unidades territoriales más cercanas a los centros y promoviendo trabajo en equipo entre equipos directivos de centros del barrio, de la misma ciudad, del mismo pueblo. Equipos directivos de primaria y secundaria para las transiciones, unidades de asuntos sociales o de salud de los distritos o ayuntamientos. Necesitamos expertos en gestión sanitaria, o de espacios que no tienen por qué estar en la escuela. Hay claramente un trabajo en equipo desde lo local para resolver problemas que son tremendamente complejos.

Siempre parece haber problemas cuando diferentes administraciones tienen que trabajar en los centros, sea la autonomía con el Gobierno central o con los ayuntamientos. Parece que falta coordinación entre ellas…

Necesitamos mucha más coordinación entre instituciones ya sean comunidades, ayuntamientos, distritos o, incluso, barrios en ciudades grandes. Mucha más, mucho más trabajo en equipos con personas especializadas en distintos ámbitos. Fomentar que, aunque la responsabilidad final o el hacer final corresponda a los equipos directivos o los claustros, en el análisis de la situación, en la búsqueda de soluciones, propuesta de soluciones…, se trabaje en equipos de centros para alcanzar soluciones similares que pueden darse en los barrios. Hay muchas más posibilidades de acertar si pensamos entre varios que si lo hacemos solos.

La situación en la que estamos es tremendamente exigente para los equipos directivos que tienen que estar con las dificultades normales de una gestión tremendamente burocrática y administrativa de lo escolar. Tiene implicaciones muy grandes, más añadido a las incertidumbres tremendas en la seguridad sanitaria, en cómo se van a desarrollar las clases, qué pasa si un estudiante o alguien de su entorno está enfermo, qué protocolo hay que seguir. Hay muchas cuestiones que no podemos dejar caer solo a los directivos.

Es momento propicio para pensar en los retos del sistema. ¿Cuáles destacarías tú?

Estar sin ir a la escuela nos ha hecho ver su importancia como dispositivo que te da un espacio y un tiempo, que suspende, de alguna manera, la cotidianidad; consigue que el alumnado no sea hijo o hermano por unas horas. Este dispositivo que, en algunos casos no estábamos valorando porque tiene también muchísimas problemáticas, cobra en estos momentos todo su valor. El hecho de la escuela como un espacio y un tiempo distintos de la cotidianidad es fundamental en el proceso de aprendizaje. Creo que es lo primero que hemos visto.

Estamos casi todos de acuerdo en que el primer reto que teníamos antes es el de aminorar el fracaso escolar. Esta situación nos ha hecho ver esto muchísimo más claro. El fracaso escolar tiene un origen, en un porcentaje altísimo, vinculado a las desigualdades sociales: de capital cultural, académico, económicas… Situaciones que atraviesan lo educativo y lo condicionan de una manera total. Y la situación a la que vamos a salir va a ser peor. Una situación de más peligro de que las desigualdades -incrementadas, desbocadas-, en las que nuestra sociedad estaba viviendo, ahora se incrementen sí o sí y generen más diferencias educativas. De manera que el primer reto educativo no es educativo, si no social: tratar de aminorar al máximo posible las consecuencias en términos de desigualdad que la crisis va a acarrear en muchas familias, en muchos niños y jóvenes.

Cada vez más necesitamos políticas integradas. Tiene poco sentido pensar en políticas educativas como si actuasen en un vacío social. Las políticas educativas vinculadas a las políticas sociales. De equidad social. Muchas de las reformas que hemos ido haciendo en los últimos cuarenta años no terminan de cuajar porque las condiciones de base no se han tocado.

La no presencialidad incrementa esta problemática. Dificulta aquello que era complicado para la escuela antes: compensar las desigualdades de origen social, económico y de capital cultural.

La no presencialidad dificulta compensar las desigualdades de origen social, económico y de capital cultural

¿Qué otras cuestiones crees que será también importante atender?

Otro problema vinculado a la desigualdad es la segregación escolar. La situación en la que estamos es de máxima segregación, estamos cada uno en nuestro hogar. Por lo tanto, casi cero mezcla con otros. Esto también es un tema a tener en cuenta en los próximos meses pensando en cómo queremos que sea esa vuelta, qué modelo. Si queremos apostar haciendo un esfuerzo enorme en infraestructuras, económico, pedagógico también para garantizar que en las etapas de primaria y en la secundaria se pueda volver físicamente, el máximo tiempo posible a la escuela… Sería una apuesta por aminorar los peligros de desigualdad y segregación que tenemos.

Vinculado a esto aparecen retos que son más escolares. que traíamos de antes y que la situación actual nos pone encima de la mesa. Son retos que tienen que ver con un acercamiento diferente al currículo. Un acercamiento que ya tiene propuestas hechas como la organización en ámbitos, transdisciplinares, que permitirían, posiblemente, una relación docente-estudiante que no sea de uno a muchos, sino en equipos docentes. Esto permitiría gestionar mejor, posiblemente, situaciones en las que necesitemos distanciamiento físico.

Retos que tienen que ver con las culturas y formas de trabajar del profesorado; hay retos importantes relacionados con la cultura de la evaluación y, de nuevo, lo que vemos ahora no es que sea novedoso pero refleja el medio camino en el que estábamos desde una evaluación exclusivamente certificadora o clasificatoria a otra, en la que estábamos entrando, que no solo tiene esta parte, sino que también tenía con un función más formadora, para el aprendizaje. Como instrumento de aprendizaje.

Retos históricos importantes que ahora se han puesto encima de la mesa todos, uno tras otro. El reto social, el curricular (que es lo realmente importante), el de las prácticas, la evaluación… venían de atrás. Y el peligro que tenemos es no solo que no avancemos en ellos sino que vayamos hacia atrás porque las condiciones que imaginemos en las que tiene que transcurrir lo escolar en los próximos meses nos hagan pensar que la solución pasa por una vuelta a modelos transmisivos, muy calificadores, individualistas (solo un profe atiende al grupo). Que eso avances que estábamos haciendo en muchos centros no solo se paren sino que, en algunos casos, lo que experimentemos sea una vuelta hacia atrás.

¿Está pasando esto ya? Y si lo fuera, ¿por qué motivos?

No sé si está pasando. La situación es tan excepcional que es difícil de analizar. Sabemos que hay un esfuerzo enorme por parte del profesorado por mantener la continuidad de la enseñanza. Entiendo que en algunos casos, cuando se combinen unas maneras de hacer que ya había, un cierto manejo de las tecnologías y ciertas circunstancias sociales, de las familias, que lo permitan, se habrán podido mantener prácticas los más similares posibles a las que se estaban realizando. Todo parece indicar que aquellos centros, aquellos docentes que ya estaban embarcados en procesos de cambio, de alguna manera, los están manteniendo y sobrellevan un poquito mejor, un poquito solo, la complejidad de la situación actual.

Pero hay otras circunstancias en las que las limitaciones tecnológicas, la falta de saber cómo hacerlo o, por ejemplo, de competencias digital (del centro o de los estudiantes o profesores), están haciendo que recurramos a prácticas docentes que estábamos abandonando, o que se abandonan más fácil que cuando la relación es personal. En la traslación de un sistema construido desde lo presencial, desde lo dialógico, desde la interacción entre personas que es lo que teníamos, de golpe, sin previo aviso y sin haberlo planificado, a un contexto digital, corremos el peligro de que lo que obtengamos sea una educación más de transmisión, menos dialógica porque es más difícil, menos de trabajos conjuntos, en equipo… creo que es natural y no me preocupa tanto ahora, pero sí a partir de septiembre.

La promesa de la tecnología como palanca de transformación de la educación ha sido muchas veces incumplida.

Hace unos días escribías sobre competencias digitales, y de la cantidad de años que llevamos hablando de ellas. Parece que no se dio la batalla sobre los usos de esa tecnología…

Llevamos décadas hablando de tecnología y educación, literalmente. Casi siempre ha sido una promesa incumplida. La promesa de la tecnología como palanca de transformación de la educación ha sido muchas veces incumplida. Muchas veces ha sido a base de soluciones a problemas inexistentes o que la gente no se planteaba, con lo que no han tenido ningún efecto. Llevamos al menos dos décadas, desde el comienzo de siglo, invirtiendo como el Guadiana, ahora sí, ahora no, con vaivenes demasiado grandes. Invirtiendo en dotar a los centros, en tecnologías que se han quedado obsoletas antes de usarse, en ofertar formación al profesorado pero, muchas veces, muy poco vinculada a sus materias o a su práctica o a un proyecto educativo que tuviese más sentido, en el que cobrasen sentido esas pedagogías digitales y en algunos casos con inversiones sonadas que han sido fracasos grandes. Y reacciones en el sentido contrario, de no dotar de más infraestructuras.

Nos hemos encontrado ahora, a pesar de lo que nos dicen las encuestas, con unos centros infradotados tecnológicamente, con poca o mala tecnología en cuanto a hardware, que aunque tuviesen buena tecnología no nos soluciona el problema. La tecnología para el centro.

Hay una variedad de centros que no habían hecho ningún tipo de reflexión sobre cómo incorporar realmente la tecnología más allá de los dispositivos en sus prácticas pedagógicas, de tal manera que, ahora, al trasvasar, ha sido todo un aprendizaje muy difícil. Un porcentaje muy alto de docentes no tienen unos mínimos de competencia digital a pesar de que seguimos hablando de competencia ditigal docente y de que haya varios marcos, nacionales e internacionales, sobre ella. Nos hemos encontrado, todavía más grave, con muchos estudiantes sin competencia digital a pesar de ser una de las competencias clave que marca el sistema educativo. Y lo que hemos visto es que las brechas tecnológicas son varias.

¿Cuáles, a tu modo de ver?

La primera que vimos, ahora en el confinamiento, es que la brecha de acceso, conectividad y de dispositivos es más grande de lo que pensábamos. No había planificación para algo así, claro. No sabíamos siquiera al principio cuántos estudiantes estaban desconectado por no tener acceso a la tecnología. En unos centros puede ser del 20% y en otros, probablemente, menor del 2%. es así de variable. En centros públicos. Esta brecha es más grande de lo que pensábamos.

La segunda es la que tiene que ver con las competencias. Muchísimo más grande de lo esperable después de 20 años de políticas sobre competencias digitales, tanto de centro, de estudiantes como del profesorado. La brecha de uso, qué hacemos con ellas, es brutal. En algunos casos encontramos docentes tremendamente competentes y en otros no. Estudiantes tremendamente competentes que tienen capacidad para hacer un uso más allá del consumo, y otros que solo saben consumir con la tecnología. Centros educativos que han sabido manejarlo porque tenían pensado cómo sería una situación de enseñanza híbrida y otros que no, que no habían hecho esa transición.

Y nos hemos encontrado con brechas que son las que afectan muchísimo a las desigualdades de nuestro sistema: las brechas entre centros. Tremendas. Que afectan al principio de equidad y de justicia de los estudiantes, que no tienen las mismas oportunidades porque los centros no tienen las mismas tampoco.

Y hay una brecha general de desconexión entre muchos centros y contextos. Es un tema tremendamente relevante.
Esto nos indica, de cara al futuro, algo que sabíamos desde hace muchos años. En términos de tecnología educativa, a parte de las pedagogías digitales, para acortar bien la brecha de acceso, cuanto más personalización a través de la tecnología introduzcamos en un sistema (ahora mismo estamos en la máxima), más recursos públicos tenemos que invertir en compensar las desigualdades. De nuevo, el reto mayor no es solo educativo. Si me encuentro de nuevo en esta situación lo que tengo que hacer es invertir para compensar las desigualdades de acceso que encontramos en muchos hogares. Proveerles de conectividad, de dispositivos adecuados (un móvil no es un dispositivo adecuado para el aprendizaje, una tablet nos apaña para algunas cosas, pero no es el mejor dispositivo…). Cuanto más necesitemos apoyarnos en la tecnología, más tenemos que compensar las desigualdades desde los recursos públicos. No se trataba solo de dotar a los centros, sino de dotar de tecnología a los docentes y a las familias, a los niños, de tecnología, de recursos abiertos, de contenidos…

En toda esta situación, ha habido una parte poco vista, o no desde el principio, y es que los docentes están trabajando con sus propios equipos y con su propia conectividad. Que no tienen por qué tener.

Estas políticas que hemos vivido de invierto sin un plan claro, mucho en cacharros, me gasto millones para dotar de tecnología que no funciona o no es bien incorporada, y el siguiente gobierno no invierte nada, nos lleva a una situación en la que los centros están infradotados; y lo hemos visto nada más empezar las crisis, con las plataformas. Después de 20 años desarrollando plataformas públicas, no comerciales, de aprendizaje, de recursos abiertos, nos hemos encontrado que llega el momento y hemos tenido que tirar de la televisión. Porque no había plataformas suficientemente implantadas, ni seguras para aguantar la concurrencia de miles de personas al mismo tiempo, o de usabilidad. Se han puesto algunos remedios, pero tenemos que preguntarnos qué ha pasado con las inversiones, no tanto de las infraestructuras de los centros, como en las plataformas y en los recursos educativos abiertos en el Estado y las administraciones autonómicas. Llegado el momento en el que había que utilizarlas, en muchos casos, los docentes han tenido que recurrir a plataformas de terceros, comerciales, privadas.

Cuanto más necesitemos apoyarnos en la tecnología, más tenemos que compensar las desigualdades desde los recursos públicos

Y luego, no habíamos pensado que los docentes como trabajadores, contratados por la administración o por una empresa privada, necesitan una serie de herramientas normales entre las que creo que entrarían los dispositivos y la conectividad. Como eso no se ha tenido nunca en cuenta pues estamos como estamos.

Los docentes actúan con mucha responsabilidad pero podrían perfectamente haber dejado de dar continuidad a sus clases por algunas de estas razones: porque las plataformas que les proveía su Administración no funcionaba, porque no tenían dispositivos para hacerlo o porque la conectividad que estaban usando era privada.

Y finalmente, en España deberíamos hacer planes específicos en los centros sobre cómo compenso, en aquellos hogares en los que materialmente es imposible tener conectividad y dispositivos, que puedan contar con ellos para esta situación. Es lo que decía de inversión pública no solo en los centros, sino también en los hogares.

En estas semanas hemos visto que algunas administraciones recordaban la prohibición, precisamente, del uso de plataformas de terceros, que han sido las que han salvado, en parte, la situación. O la prohibición del uso de los móviles, que se han convertido en casi esenciales estos días.

Esta situación nos muestra las costuras rotas, esas incoherencias del sistema, de las políticas, de las declaraciones. Son problemas complejos, todos. Ninguno es de fácil solución o ni siquiera a veces tienen solución. Pero, ante problemas complejos, muchas veces la tendencia es a tomar decisiones simplistas, cada vez más, y esto es lo que no podemos permitirnos como sociedad o permitirles a quienes están al cargo de ocuparse de lo público.

No podemos tratar de solucionar un problema complejo como es qué pasa con los dispositivos móviles en los institutos, que pueden ser un problema, tirando de la solución más sencilla que es prohibirlos. Miramos para otro lado y eliminamos supuestamente la problemática. Esta no se aborda así. Entre otras cosas, porque los problemas que pueden surgir a raíz de la prohibición de los dispositivos, revelan otro tipo de problemáticas de convivencia, de respeto a los otros, de abuso. Un montón de cosas que es importantísimo trabajarlas en las escuelas e institutos, que son parte de los currículos escolares. Por tanto, parece que la solución no pasaría por prohibir sino por tratar de pensar cómo integramos, con normas de uso, como se ha hecho en los centros toda la vida, pero tratando de integrarlos como objeto de indagación. La tecnología como objeto de indagación en sí misma, en los currículos, en lo que se habla en la escuela. No hay otro lugar donde problematizar los usos de la tecnología. Y también, como vemos ahora, porque necesitamos una competencia más práctica, no solo más reflexiva, sobre qué usos puedo hacer que me ayuden como herramienta de aprendizaje. De nuevo, si no lo hago en un contexto organizado y ordenado es difícil que lo aprenda de otra manera.

Ese doble juego tan difícil, el de la no privatización de la educación y el cuestionamiento del tipo de infraestructuras que utilizas, como los libros de textos, es un debate relevante: tenemos que garantizar temas de protección de datos, intimidad, derecho al honor. Necesitaríamos hacer una apuesta muy decidida por infraestructuras públicas de código abierto, con toda la seguridad jurídica necesaria y con la usabilidad que requiere. Esto no estaba preparado y es normal que los docentes, en la apelación a su compromiso, hayan buscado soluciones diversas.

Esta situación nos ha confrontado con el papel de la escuela con la enseñanza. Esta escolarización en los hogares no parece idónea. ¿Hay esperanza de pensar otra escuela posible a partir de septiembre?

Tengo esa esperanza. Tenemos que trabajar en ese horizonte de volver a las aulas el máximo tiempo posible con las máximas condiciones posibles de seguridad por el bien de todos. La raíz etimológica de esperanza y espacio son la misma. La escuela es un lugar de esperanza, muchas veces la genera a través de la suspensión del espacio y el tiempo, de darnos un espacio y un tiempo diferenciado, desvinculado del hogar y la sociedad. La escuela nos da aire. Paradójicamente, en esta circunstancia de tratar de no respirar virus estamos asfixiándonos porque nos falta el aire, es decir, un espacio y un tiempo que nos da la escuela para compensar o suspender o cuestionar el orden natural de las cosas. Las desigualdades de origen, para construir lo común, para dar posibilidades a todos, para ofrecer vidas múltiples a la vida singular, en fin, hay muchas metáforas. La escuela es el lugar donde decimos yo pero hacemos el nosotros, somos capaces de hacernos como individuos al tiempo que hacemos lo colectivo. Es fundamental que tratemos de mantener esto a la vuelta en septiembre.

Los esfuerzos deberían ir en tratar de garantizar una escuela presencial, el máximo tiempo posible y para el mayor número de personas. Dicho esto y como han señalado muchas personas estos días, la incertidumbre, el miedo, la falta de esperanza, no están igualmente distribuidos entre todos. Y ese papel de la escuela de compensar desigualdades tiene más efectos en algunos que en otros. Y, por tanto, en caso de que no pudiéramos garantizar que todos, con esa diversidad que ofrece la escuela, puedan compartir un espacio y un tiempo simultáneo, deberíamos priorizar a aquellos niños y jóvenes que se encuentran en circunstancias complicadas. No olvidemos que la escuela, a la que a veces acusamos de ser disciplinaria, de generar problemas de convivencia, también es un espacio de protección para muchísimos niños. Es el único lugar en el que no somos los hijos de, los hermanos de… En ella, suspendemos por un momento nuestros problemas y nuestras dificultades. Creo que es muy importante mantenerlo durante el máximo tiempo posible.

Fuente e imagen tomadas de: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/05/26/la-escuela-es-un-lugar-de-esperanza-es-un-espacio-de-proteccion-para-muchisimos-ninos/

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El regreso al ‘cole’

Por: lahora.com.ec

Varios países han reiniciado la asistencia voluntaria a clases. En Francia, la medida recibió el apoyo de la asociación de pediatría, con el argumento de que reincorporar a los niños paulatinamente a la escuela, a la enseñanza, y a la sociedad es el mal menor frente, incluso, a los riesgos que conlleva salir de casa en tiempos de coronavirus.

Pese a estar a pocas semanas de terminar el año escolar, en el país europeo se ordenó el reinicio de una jornada reducida, de asistencia voluntaria, para niños de escuela pre primaria y primaria. Las autoridades, que también relajaron las medidas de aislamiento social esta semana, permitieron la apertura de museos, centros culturales y ciertas líneas de transporte público. La prueba apunta a prevenir, dentro de lo posible, el rezago académico que se produjo inevitablemente tras varios meses de inasistencia a clases. Si bien en aquel país el problema de la desconexión no es tan grave como en los países en vías de desarrollo, existe una significante población de niños inmigrantes, cuyos padres no dominan el idioma. La medida intenta contrarrestar las barreras que impone la educación en casa para los más pobres;  es decir, combatir la discriminación e inequidad.

El debate de la educación es central en las economías desarrolladas, especialmente en lo referente a prevenir que los más vulnerables se queden al margen. En contraste, en Ecuador se recortó el presupuesto de la educación temprana, a la asistencia a niños con capacidades especiales, y otros programas del Ministerio de Educación; y nadie dijo nada.

Lo más revolucionario que una persona puede hacer es decir en voz alta lo que realmente ocurre.”

Rosa Luxemburgo (1871-1919) Teórica marxista polaca

Cuba no señala como imprescindible que el estado tome en su poder todos los medios de producción.”

ERNESTO ‘CHE’ GUEVARA (1928-1967) Médico y guerrillero argentino-cubano.

Fuente: https://lahora.com.ec/quito/noticia/1102318523/el-regreso-al-cole-

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La Escuela rota

Por: Juan Carlos Miranda Arroyo

“La escuela que, como espacio de educación que se pretende, debiera ser lugar privilegiado de conocimiento (de uno mismo, de la realidad y del lugar de uno mismo en ella), se resuelve a veces en todo lo contrario: en el lugar que le aleja a uno de sí mismo, de los demás y de las cosas de verdad.”

Jaume Trill

La escuela no es un lugar; y si así fuera, convendría discutir esa idea. La escuela es un conjunto de relaciones sociales que se dan a propósito de la educación. La escuela no está compuesta de edificios, salones, mesabancos o canchas. No, la escuela es mucho más que infraestructura física, es decir, más que muros, pisos, ventanas o puertas. La escuela, el colegio, o la misma universidad, como institución, es la unión de colegas que imparten un programa académico; aunque en el caso de la universidad (o instituciones de educación superior), en ella no sólo se ejerce la docencia, sino también se desarrollan investigaciones científicas, tecnológicas y humanísticas, y se realizan actividades de difusión y extensión de la cultura.

La escuela está hecha de comunidad. Lo que le da sentido es la gente que se vincula de una manera singular (docentes, estudiantes, directivos, personal de apoyo, familias), no solamente para desarrollar aprendizajes, sino también para co-educar a las y los ciudadanos o futuros ciudadanos. La escuela es un espacio público que se ha construido para que se cumpla un derecho humano fundamental: el Derecho a la Educación. Por eso, la idea de “Colegio” nos remite a la re-unión de colegas. Debido a esta noción genérica, existen Colegios de Arquitectos, Colegios de Ingenieros o Colegios de Economistas, entre otros. Entonces, cuando pensamos en la escuela, por ejemplo, en una Primaria o en una Secundaria, hay que conceptualizarla como reunión de colegas, es decir, como una comunidad activa y consciente integrada por uno o varios profesionales de la educación, que lleva a cabo o aplica un programa académico dirigido a estudiantes con ciertas características; con determinadas reglas y ambientes para aprender.

Es interesante analizar, junto con los argumentos anteriores, el carácter histórico y contradictorio que ha registrado la escuela como institución del Estado y de la sociedad civil. “La escuela no ha existido siempre, ni necesariamente tiene que perpetuarse indefinidamente. Lo que sí ha existido siempre –y, como elemento consustancial que es de toda sociedad, seguirá existiendo- es la función educativa” (1)

Para construir a “la escuela”, no en un sentido físico sino educativo, y específicamente pedagógico, se requiere que docentes, directivos escolares, personal de apoyo, asesores técnicos, técnicos docentes, entre otros, junto con integrantes de las familias (no solamente mamás y papás), dediquen su experiencia, conocimientos, saberes, habilidades, hábitos y costumbres, para que se pongan al servicio de las niñas, los niños, los jóvenes (y de los adultos, en su caso), porque son los beneficiarios de este derecho esencial, que se ejerce a través de una institución que cuenta con planes, programas o proyectos educativos. Y donde la figura de la maestra o del maestro resulta fundamental.

Hemos pensado equivocadamente que la escuela “es un lugar”, pero en ocasiones con esa noción “geometricista” que a veces se tiene de ella, dejamos de pensar en las personas. Cuando decimos “vamos a la escuela”, seguramente nos imaginamos a un edificio que tiene aulas, baños o sanitarios, oficinas, una cancha o patio cívico, etc. Pero la escuela no es exactamente un espacio físico (en un sentido conceptual), sino el escenario que representa cierto tipo de relaciones sociales; justo en ese escenario se legitima “lo educativo”. (Lo que Trilla denomina “la función educativa”)

A propósito de esta argumentación (para polemizar acerca de si “la escuela es o no un lugar”), recuerdo que en alguna ocasión Jaume Trilla escribió: “La escuela como lugar puede tratarse desde dos perspectivas distintas: la que se centra en el estudio del espacio interior de la institución, y la que pretende estudiar las relaciones entre ella y el espacio exterior (o medio, entorno, territorio …)” (2). Consideramos a la escuela como un lugar que representa, por ejemplo, a una empresa productiva o social, que recreamos a través de talleres de oficios; también en la escuela simulamos prácticas sociales, como es el caso de la investigación científica (me refiero específicamente a algunas ciencias naturales) de la vida real, y eso lo hacemos a través de un laboratorio; o con la escuela se representa una situación social como una asamblea de trabajadores, cuando las y los estudiantes se ponen de acuerdo para demandar una serie de derechos.

En ese contexto, los exponentes más destacados del llamado “Reproductivismo” educativo, como Louis Althusser en Francia (1960-1968), consideraban que la Escuela (junto con la Iglesia y el Ejército) era una institución del Estado, que jugaba un papel clave para favorecer los procesos de reproducción de la ideología de la clase socialmente dominante. Se decía en esos tiempos, por ejemplo, que la escuela como institución servía como “correa de transmisión” para entrenar o moldear la conciencia de niñas, niños y jóvenes (NNyJ) estudiantes como futuros obreros o empleados asalariados.

Pero la escuela, al no ser un lugar simplemente, sino una relación entre personas a propósito de la educación formal (o no formal, como en la educación de adultos), en realidad se constituye en una comunidad en la que los más jóvenes desarrollan hábitos, conocimientos y saberes con la conducción de adultos -lo cual es sólo una descripción o una definición funcional- (E. Durkheim); aunque, además, la escuela es también un espacio de resistencia, de contracultura de las ideologías socialmente dominantes, de crítica frontal a los órdenes establecidos y núcleo social generador de conciencias libertarias.

En las condiciones actuales, en un contexto de contingencia o emergencia sanitaria como la que se vive en México y el mundo hoy, la escuela está rota. ¿Qué significa eso? ¿Acaso la escuela se ha detenido o se ha disuelto? ¿A poco las nuevas tecnologías de la información, la comunicación y el conocimiento no son suficientes para sustituirla o para dar continuidad a la enseñanza presencial? Son cuestiones que nos hemos planeado a lo largo de los dos últimos meses (desde el 17 de marzo), tiempo en que se ha impuesto el “receso escolar” más largo de nuestra historia educativa.

Es cierto que las niñas, los niños y los jóvenes estudiantes (NNyJE) en ningún momento han dejado de aprender, es decir, no se han mantenido inactivos en cuanto a conocimientos, habilidades o valores-actitudes se refiere, sin embargo, las relaciones sociales y de conocimiento que se despliegan en contextos escolares (en algún lugar, en algún espacio), se han roto. La socialización, por ejemplo, que juega un papel muy importante en las relaciones sociales escolares de la vida cotidiana, se encuentra interrumpida.

No hay duda que las y los estudiantes se comunican con sus pares, pero no es lo mismo que cuando se reúnen en un tiempo y en un espacio singular. De ahí la importancia de la escuela, no como lugar en sí, insisto, sino por todo lo que ésta representa. Cabe recordar que la “escolarización” es eso que sucede a las personas, socialmente, dentro de un contexto educativo y pedagógico delimitado. Por ello, decimos que la escuela cuenta con un cierto orden simbólico (horarios, hábitos, rutinas, procedimientos, tradiciones, lenguajes, códigos, narrativas, etc.), que otras instituciones del Estado y de la sociedad civil no tienen. La escuela opera en un contexto de saberes, reglas y lenguajes que otras instituciones sociales como la familia o el trabajo no consideran.

La escuela hoy está rota porque no todos los estudiantes se pueden comunicar con sus docentes, y éstos con sus pares. Aunque las autoridades educativas federales y estatales afirman que el programa “Aprende en casa” permite dar continuidad a los planes y programas de estudio, (oficialmente establecidos para llevarse a cabo en un determinado lugar y en determinadas condiciones), lo cierto es que la dinámica de las relaciones sociales escolares se encuentra fracturada.

Ciertamente, la figura del docente, es decir, de la profesora y del profesor, es definitiva en la constitución de la comunidad educativa. Durante una entrevista realizada en 2013, Ágnes Heller afirmó al respecto: “El profesor es, por definición, un intelectual, y su tarea es permitir que el alumno desarrolle sus capacidades y naturalezas. Tenemos bastantes problemas con las universidades modernas, en el mundo en general hay una burocracia creciente, donde las autoridades controlan a los docentes y los docentes a los alumnos. Por otro lado, la movilidad ascendente a través de la universidad se ha visto muy afectada en los últimos años, los hijos de los más humildes, los más pobres, casi no pueden acceder a pagar las cuotas. Sé que en Argentina la universidad es gratuita, pero en muchas partes del mundo no es así…” (3)

Así, el papel de las y los docentes en nuestra institución educativa predilecta, la llamada “escuela”, se encuentra en zona crítica, de ruptura. La reconstrucción de la vida escolar será difícil de lograr en estas circunstancias. En ese sentido, coincido con Trilla: “La escuela está para enseñar lo que no puede aprenderse directamente. Es por eso que una escuela que fuese un reflejo exacto y fidedigno de su entorno sería una escuela perfectamente prescindible. Por decirlo de otra manera, la escuela tiene el deber de ser, al menos, un poco mejor que sus alrededores.” (4)

Fuentes consultadas:

(1) Jaume Trilla. (2003) La educación fuera de la escuela. Ed. Ariel.

(2) Jaume Trilla (2004) Los alrededores de la escuela. Revista Española de Pedagogía. Año LXII, n.º 228, 305-324.

(3) Entrevista a Agnes Heller: https://www.pagina12.com.ar/71276-las-autoridades-controlan-a-los-docentes

(4) Jaume Trilla (misma obra)

jcmqro3@yahoo.com

@jcma23

Fuente e Imagen: https://profelandia.com/la-escuela-rota/

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