Así son las nuevas pedagogías feministas

Por: Ana torres Menarquez

Talleres que cuestionan el amor romántico o cursos que revisan la escasa presencia de mujeres en los libros de texto son algunas de las iniciativas

 

Hora del recreo en un colegio cualquiera. Desde fuera, un observador no ve nada especial en el patio. Un tumulto infantil, niños que juegan al fútbol, otros que corren y niñas sentadas en corros por la periferia del espacio. Parece que cada uno está a su aire, donde le apetece. ¿Hay sexismo en ese escenario? Este planteamiento inicial de la socióloga Marina Subirats en su libro Balones fuera (Octaedro) ha inspirado a algunas escuelas a transformar sus recreos para evitar que los roles de género se reproduzcan desde la infancia. «Antes, el patio estaba acaparado por el campo de fútbol. La mayoría de niños solo jugaban a la pelota y las niñas se organizaban en otro tipo de actividades. Ahora todo es diferente: hay muchos más juegos compartidos», cuenta Alicia Bernardos, madre de dos alumnos del colegio público La Paloma, en el barrio madrileño de La Latina, que el pasado noviembre se sumó a la ola de transformación de los patios.

«Desde que son pequeños les enseñamos a estar de una manera en el mundo. El hecho de que los chicos ocupen la mayor parte del espacio con una actividad más agresiva y las niñas se resignen a los alrededores es el comienzo de la desigualdad», explica Irene Martínez, profesora asociada de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense y autora del trabajo Construcción de una pedagogía feminista para una ciudadanía transformadora. Ella es una de las docentes preocupadas por introducir nuevas pedagogías feministas en los programas académicos de la escuela, una realidad todavía inexistente en España y reducida a talleres opcionales en algunos centros.

Martínez cree que el primer paso debe ser la formación del profesorado. «La educación no es neutral y es la responsable de reproducir sociedades desiguales, donde lo masculino está asociado con poder y superioridad intelectual o física, y lo femenino con sumisión y dependencia», explica. Desde hace un año imparte el taller Despatriarcalizar la educación, dirigido a docentes, en el que se revisan tanto las metodologías que se emplean en el aula como los contenidos desde la perspectiva de género.

LOS PATIOS ESCOLARES IMPORTAN
¿Qué ocurre si nos fijamos en los usos que hacen niñas y niños de un patio infantil? “Si aplicamos las herramientas de análisis que propone el urbanismo feminista y la coeducación, veremos que el espacio no es neutral al género. La configuración de los patios de recreo concede protagonismo a unos usos en detrimento de otros, e influye en los comportamientos que se producen en él”, explica Marta Monasterio, portavoz del colectivo Pandora Mirabilia, que junto con el estudio de arquitectura PEZ arquitectos, y las urbanistas feministas Col·lectiu Punt Sis de Barcelona, han impulsado el proyecto ‘Red de patios inclusivos y sostenibles’, gracias a una subvención de La Caixa obra Social.

Así, por ejemplo, en la mayoría de los patios la pista de fútbol (utilizada en mayor medida por niños) ocupa un espacio privilegiado y condiciona el resto de usos del espacio, que quedan relegados a los márgenes. En definitiva, que niños y niñas compartan espacios de juego no garantiza que ese juego se esté dando en igualdad de condiciones.

Dos colegios públicos de Madrid -el CEIP Nuestra Señora de la Paloma y el CEIP Santa María- han sido los pioneros en esta comunidad en transformar sus patios, un proceso que se inició hace un año y en el que han participado la dirección del centro, el profesorado, las familias, el alumnado y la Junta de distrito. “El objetivo ha sido mejorar los patios escolares y su accesibilidad, poniendo el acento en cuatro claves: participación, inclusión social, igualdad de género, y sostenibilidad ambiental”, señala Monasterio. Ahora la reducción de campo del fútbol ha dejado entrar, por ejemplo, un rocódromo donde niñas y niños juegan juntos.

Otro de los focos es analizar los mensajes de la televisión y la publicidad. Pone el ejemplo de Peppa Pig, la serie de dibujos de éxito infantil en la que la madre se pasa el día en casa preparando la comida y el padre sale cada mañana a trabajar con el maletín. Uno de los primeros pasos para los profesores debe ser, según Martínez, revisar su vida y empezar a aplicar la filosofía feminista en sus actos cotidianos. «Muchos de mis alumnos de primero de Magisterio tienen el discurso integrado, pero otros no despiertan hasta los 30. Actuar supone renunciar a cosas y enfrentarse a los otros, implica luchar», remarca.

La estrategia en la escuela debe ser, opina Martínez, ir más allá de la semana de la igualdad y hacer extensivos esos contenidos al currículum escolar. «No deberíamos tenerlo complicado teniendo en cuenta que la gran mayoría de docentes en las primeras etapas educativas son mujeres», añade. Durante el curso 2014-2015, el 66,2% del profesorado en España fueron mujeres, según datos del Instituto Nacional de Estadística. En Educación Infantil el porcentaje fue del 97,6%, en Primaria del 81,1%, en Bachillerato del 57,2% y, en cambio, en la Universidad solo del 40,5%.

¿Qué se puede hacer en el aula? El colectivo Pedagogías Invisibles ofrece el curso online Yo, tú, él, ella… conciencia de género en el espacio educativo, 45 horas de formación (150 euros) en el que revisan las metodologías, las relaciones profesor-alumno y los contenidos. «Analizamos las pedagogías invisibles, lo que aprendemos sin darnos cuenta sobre género, raza… lo que llamamos el currículum oculto», señala Eva Morales, doctora en Educación Artística y miembro del colectivo. Ese currículum oculto adoctrina: lo masculino siempre está por encima. “Los programas académicos son androcentristas, el hombre ocupa una posición central en el mundo, las sociedades, la cultura y la historia”, critica.

«El lenguaje tiene mucha importancia. Todo lo masculino es neutro. Ahí se está ejerciencido una influencia», señala. Por eso, utilizan guías de lenguaje inclusivo como la publicada por la Diputación de Huelva. Morales no cree que la fórmula sea utilizar el femenino plural en todos los casos, ya que puede haber gente que no se sienta cómoda, pero sí, por ejemplo, sustituir ‘los alumnos’ por ‘el alumnado’. En su tesis doctoral, como acto reivindicativo, ella empleó el femenino plural en lugar del neutro a sabiendas de que iba contra el estándar académico.

Aplicar el feminismo y actuar supone renunciar a cosas y enfrentarse a los otros, implica luchar

Durante años, Morales ha trabajado como mediadora de museos en diferentes colegios y ha visitado decenas de aulas de Infantil y Primaria. Ha observado como el sexismo se da también en el reparto de tareas dentro de la clase. «Las y los docentes suelen escoger a los chicos para las tareas relacionadas con la fuerza, como mover una mesa, o con el control, como asegurarse de que nadie arme alboroto en ausencia del docente. En cambio, a las chicas se les encarga lo que está más vinculado con el orden o la limpieza, como reponer tizas o borrar la pizarra». Programaciones lúdicas como el carnaval también ejemplifican los estereotipos de género en las profesiones. «Ellos de médicos y ellas de bailarinas… es una ocasión perfecta para trabajar el tema con el alumnado». Otra idea: la revisión de los eventos culturales. «Proponer dibujar una dragona y no un dragón para la celebración del día de Sant Jordi».

La propuesta de María Acaso, presidenta del comité asesor en arte de la Fundación Daniel y Nina Carasso y autora de Art Thinking (Paidós), y de María Llopis, autora del libro Maternidades Subversivas (Txalaparta), va un paso más allá al incidir en la educación afectivo-sexual. Lo que ellas llaman las políticas de la vergüenza. «El patriarcado nos hace pensar que el placer en nosotras es malo y en la escuela los pocos talleres sobre sexualidad giran entorno a la contracepción y a la prevención de enfermedades, que es muy importante pero no tiene que dejar fuera el tema de la estimulación», apunta Acaso, que hace dos semanas impartía con Llopis una charla para docentes en la Fundación Miró Mallorca titulada ¿Qué puede aprender la educación artística del porno feminista?.

«La razón de muchas cuestiones políticas está en la sexualidad y el colegio no lo pone fácil: hay que enseñar a las niñas a no sentir culpa sobre su propio deseo», indica Llopis, que además es aluma del Máster en Investigación Aplicada en Estudios Feministas, de la Universitat Jaume I. Entre otros mensajes, su idea es hablar de la masturbación femenina sin tapujos.»Es incomprensible que todos los centros se estén volcando en la innovación pedagógica y ninguno hable de feminismos», añade. El próximo julio participará como formadora en la primera edición del curso Summerlab Pedagogías Feministas, dirigido a educadores y organizado por el colectivo Pedagogías Invisibles en Matadero, Madrid.

El colegio privado de educación autodirigida Quatre Camins, en Castellón, ha contactado con Llopis para impartir en sus aulas uno de sus talleres de género. Desde su apertura hace un año, sus 48 alumnos trabajan en aulas multigrado, donde se mezclan edades y hay más de un profesor dirigiendo la clase. Los espacios son abiertos y los alumnos se mueven libremente. El aprendizaje se basa en el interés del niño y las asignaturas se llaman talleres. «Nuestra filosofía es seguir el ritmo evolutivo de los alumnos, esperamos a ver cuáles son sus intereses para responder a sus dudas», cuenta Delfina Ferrer, directora del colegio. Recientemente, un grupo de niñas de entre ocho y diez años han solicitado un taller de sexualidad y, además de recomendarles libros como El tesoro de Lili o Cosquillas, que tratan la sexualidad, el placer femenino y la menstruación, en el centro ya están preparando una actividad.

En Educación Infantil el 97,6% del profesorado en España son mujeres y en Primaria el 81,1%

El trabajo desde las editorales por incluir nuevos contenidos es clave. Iria Marañón, autora del libro Educar en Feminismo (Plataforma Editorial) y editora de libros de texto en una multinacional, lleva varios años contribuyendo al cambio. «Estamos introduciendo la figura de la mujer en los libros de Ciencias, devolviéndole su protagonismo», asegura. Desde las imágenes hasta el enunciado de las actividades, considera que los libros están plagados de «opresión invisible». «El sistema patriarcal está tan embebido que ya no lo vemos, pero, por ejemplo, en los temas de anatomía el cuerpo femenino solo se emplea para el aparato reproductor». Ella solicita cuerpos femeninos para explicar el sistema digestivo, o fotos de partidos de fútbol mixtos.

Patricia Raijenstein es otra de las pedagogas feministas. Su principal apuesta es que se reconozca el protagonismo de las mujeres pioneras de la música electrónica, un taller que ha impartido en La Casa Encendida de la mano de la Escuela de Oficios Electrosonoros y por el que han pasado más de 600 estudiantes de Primaria y Secundaria de Madrid. Concienciar sobre los mitos del amor romántico es otra de sus líneas de investigación y su taller Sin ti no soy nada atrajo a alumnos de Secundaria y Bachillerato hace unos meses en Matadero Madrid. «A través de un juego de cartas intento deconstruir las narrativas heteronormativas». Les muestra la teoría de la media naranja versus racimo de uvas para explicarles que el poliamor -relación de más de dos personas al mismo tiempo- es una opción viable siempre que se cuente la verdad y se consensúe con la pareja. «Intento abrir posibilidades en la adolescencia y mostrarles que pueden elegir lo que quieren ser».

Fuente: https://elpais.com/economia/2018/02/25/actualidad/1519556511_175919.html?rel=mas

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Mujeres y Educación en Venezuela, logros con tareas pendientes

Venezuela/16 octubre 2017/Fuente: Correo del Orinoco

No quisiera que pensaran que en Venezuela no hemos avanzado en la incorporación de la mujer a la educación y en particular a las universidades, ni que estamos todavía en los tiempos en que Hipatia de Alejandría murió lapidada por atreverse a enseñar filosofía en el androcéntrico del mundo griego. No existen tampoco reglamentos que limiten a las mujeres al estudio como el de la Universidad de Bolonia (1377) que señalaba expresamente que la mujer por ser “…la razón primera del pecado, el arma del demonio, la causa de la expulsión del hombre del paraíso…prohibimos expresamente que alguien se permita introducir alguna mujer, sea cual fuere ésta, incluso la más honrada, en dicha universidad…”.Desde entonces la realidad educativa de las mujeres ha cambiado y ha sido gracias a sus luchas por el derecho a la educación.

No podemos negar que la situación educativa de las mujeres venezolanas mejoró apreciablemente en las últimas décadas tanto en términos generales como en relación a los varones y pareciera que se rompe, en cierta medida, con las exclusiones, desigualdades y discriminaciones, pues siempre se ha creído que la educación formal (los títulos) tienden a prepararnos para asumir roles fuera del hogar.

Aquí valdría la pena preguntarse ¿para cuáles roles? ¿en cuáles profesiones? ¿en cuáles carreras?, ¿en cuáles ramas economía? ¿en cuáles ocupaciones? Si nos atenemos a las cifras solamente, pareciera que todas las barreras han ido desapareciendo, que los roles sociales y las representaciones colectivas sobre las mujeres han cambiado sustancialmente. Pero en realidad, el balance de los espacios conquistados (laborales, políticos, etc.), gracias la educación formal nos hablan que existen realidades socioculturales presentes que deben abordase mas allá de las cifras alentadoras.

Las mujeres venezolanas hemos mantenido por décadas avances constantes en la educación formal, las cifras disponibles hablan de la mayor prosecución de las niñas y las jóvenes en general frente a los varones de su misma edad. Conocemos también que hoy en día ostentamos un mayor número de años de escolaridad universitaria con respecto a los varones. A lo anterior hay que agregar los logros de las Misiones educativas (Robinson, Rivas y Sucre) que ha incorporado a un contingente de mujeres que en el siglo pasado fueron excluidas del sistema educativo.

No obstante cuando revisamos las historias recientes de las carreras y profesiones universitarias se constata la feminización de la matrícula es un hecho y que no malo pues significa que asientos de las aulas de las facultades y escuelas están ocupados por mujeres, solo que la presencia femenina se da en determinadas áreas y especialidades del conocimiento.

Esta realidad se hace común en casi todo el continente incluida Venezuela (un poco mas de 60%). Para nosotras, en los tiempos presentes, la feminización de ciertas carreras es un tema que cobra y cobrará importancia porque mas que una realidad cuantitativa (que también lo es) es una realidad sociocultural que supera las cifras.

Desde esta tribuna las y los invitamos a debatir si ¿la presencia mayoritaria de mujeres tanto como estudiantes como profesionales ha dislocado o ha trastocado las creencias y prejuicios sobre los papeles socioculturales asignados y que presuponen cualidades innatas sobre las mujeres (y los hombres) no cuestionadas por la educación incluida la universitaria?

Igualmente es importante preguntar/preguntarnos ¿Por qué no se feminizan ciertas carreras cómo las ingenierías eléctrica, materiales, civil, petrolera, minera, veterinaria, agronomía?

Algunos dirían, mujeres y hombres tenemos las mismas “oportunidades” a la hora de elegir la carrera universitaria que queremos cursar. Sin embargo, desde acá decimos que no tenemos las mismas condiciones de partida porque todavía al día de hoy se mantienen ciertas tendencias a concebir a algunas carreras como masculinas y a otras como femeninas y estas ideas estereotipadas se siguen repitiendo.

La fuerza de los estereotipos sexistas (machistas) siguen manifestándose y han sido una de las limitantes de la profesionalización y trabajo femenino en otras especialidades, condicionando la baja autoestima y la “reticencia” femenina aprendida en su proceso de socialización que comienza en la familia, lo repiten los medios y continua en todos los niveles educativos respecto a las opciones científico-técnicas básicas que se asocian más con lo masculino.

No podemos conformarnos con avances cuantitativos solamente: hay que replantearse los contenidos de los currículos para superar esta tendencia que prepara, en general, a las mujeres para realizar mejor las tareas tradicionales, a los empleos típicamente femeninos.

Por ello las mujeres estamos exigiendo en tiempos de Constituyente que “…el Estado garantice que las y los venezolanos reciban una educación no sexista, sin estereotipos ni elementos de discriminación por razones de género, raza y condición social, a lo largo de todas las etapas y modalidades de la educación, desde la educación inicial hasta la educación universitaria”.

Fuente: http://www.correodelorinoco.gob.ve/mujeres-y-educacion-en-venezuela-logros-con-tareas-pendientes/

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Investigación feminista : epistemología, metodología y representaciones sociales

México/10 julio 2017/Fuente: Biblioteca Clacso

Este libro es el resultado de una reflexión colectiva que realizan las autoras a partir de trabajos desarrollados en distintos campos del conocimiento, que da cuenta de los enfoques teóricos y metodológicos empleados en la investigación feminista, como una forma de buscar nuevos acercamientos al pensamiento, discurso y afectividad de las mujeres. Con la intención de contribuir a los debates contemporáneos sobre la generación del conocimiento, se muestra de qué manera las nociones sobre el género influyen en la práctica y el pensamiento científico, proporcionando distintas perspectivas sobre las posibilidades de las mujeres como personas cognoscentes y cognoscibles. Se trata de una obra con textos originales que ofrece, al mismo tiempo, algunas experiencias para guiar la investigación.

Fuente: http://biblioteca.clacso.edu.ar/colecciones/saladelectura/index.php?novedad=si&c=mx-005&d=12737

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“Hacerlo en clase” o por qué innovar en educación es muy parecido a ser feminista

Por: María Acaso

Innovar en educación, concretamente en España y en América Latina, es tan necesario ahora como lo fue el desarrollo de los feminismos en los años sesenta, y por razones bastante parecidas.

Dos son las palabras que más se van a repetir a lo largo de este texto: innovación y feminismos, dos términos controvertidos que, últimamente, pueblan artículos, conversaciones e intenciones polémicas. Dos términos que han sufrido un gran desgaste, en paralelo, al entrar en los imaginarios mainstream para representar un cuerpo de conocimientos que ya no se ajustan al contexto que los produjo y que, por lo tanto, hay que reformular desde el presente.

Innovar en educación, concretamente en España y en América Latina, es tan necesario ahora como lo fue el desarrollo de los feminismos en los años sesenta, y por razones bastante parecidas. Los feminismos se consolidaron, precisamente, cuando se produjo la incorporación de las mujeres al mercado laboral, un hecho que creó el contexto que propició un cambio social.

Copyright © Guerrilla Girls. Cotesía de guerrillagirls.com

Ahora también estamos viviendo un hecho insólito: por primera vez, las dinámicas de gestión del conocimiento están yendo por delante de los contextos educativos, razón por la que es necesario un cambio; es necesario que dichos contextos se ajusten a una gestión del conocimiento distinta. No me voy a detener a juzgar cómo debería ser esa gestión, lo que me interesa señalar es que ese reajuste es necesario, y que el término que mayoritariamente se está utilizando para identificar dicho reajuste es el de innovación.

Creo que hemos perdido las referencias de lo que significa innovar en educación. Desde mi punto de vista, innovar en educación consiste, básicamente, en desestabilizar unas prácticas que ya no están basadas en el presente; unas prácticas que, al igual que los feminismos, nacieron con la voluntad de desestabilizar las dinámicas que el patriarcado llevaba imponiendo desde siempre, y que necesitaban ser revisadas.

Etiquetar cualquiera de los procesos de innovación educativa de «práctica neoliberal» constituye un proceso que reproduce un modo de hacer neoliberal; y cuando este proceso de etiquetado se realiza con un lenguaje cargado de violencia, destructivo y nada posibilitador, se reproducen las dinámicas patriarcales del más rancio (precisamente) de los neoliberalismos.

Tal como nos enseñó Elizabeth Ellsworth en Why Doesn’t This Feel Empowering? Working Through the Repressive Myths of Critical Pedagogy, la pedagogía crítica puede convertirse en lo opuesto a lo que Paulo Freire pregonaba (por cierto, uno de los primeros innovadores en educación), cuando zanja, impone, castra y ataca en vez de revisar para posibilitar, abrir y alentar. Frente a esa pedagogía crítica demoledora, optamos por trabajar con pedagogías regenerativas que −como los transfeminismos− escapan de las etiquetas y las marcas para innovar en el sentido de voluntad de cambio que dicho término incorpora desde su raíz.

Algunos de los que trabajamos en el contexto de la innovación educativa utilizamos esta etiqueta de la misma manera que algunas de las que trabajamos desde los feminismos utilizamos el término feminismo: para hacernos entender, para poder propiciar los cambios que anhelamos desde un lenguaje que, efectivamente, nos sabe a poco, y que nos brinda terminologías que hay que entender desde su contexto, desde su necesidad y desde su poética.

De la misma manera que autoetiquetarme como feminista tiene que ver, en mi caso, con controlar mi propia vida y mi propio cuerpo, y con sentirme, ante todo, sujeto de conocimiento (puesto que considero que esta es una lucha que aún no ha terminado), autoetiquetarme como innovadora tiene que ver con cosas muy parecidas, como empoderar a los estudiantes para que tomen el control de su propio aprendizaje (y de sus propios cuerpos) para que dejen de sentirse objetos de su educación. Y esta decisión no la he tomado a la ligera.

Desgraciadamente, en mi día a día como docente (llevo más de veinte años dedicándome a la enseñanza en la universidad pública) y en los múltiples proyectos que he realizado en conexión con la educación formal y no formal, en todas sus etapas y variantes (en la mayoría de los casos, en relación con mi principal tema de trabajo: las relaciones entre arte y educación), he comprobado la eficacia del sistema para des-empoderar a los estudiantes, así como el avance de políticas educativas verdaderamente neoliberales (vivo en la Comunidad de Madrid y sé de lo que hablo) que están consiguiendo sus objetivos.

Esta constatación me ha llevado a luchar por cambiar el modelo educativo. Concretamente, lo que me parece más urgente es el cambio metodológico. Si esto se ha etiquetado como innovación educativa, es una consecuencia de esta lucha, no la lucha en sí misma, aún tratándose de una etiqueta que me incomoda y que me llena de contradicciones.

Pero, lejos de dejar de usarla, considero que esta es una de las partes más interesantes de la revolución: dar a los términos gastados ese otro sentido que necesitan, redefinirlos, contornearlos, utilizarlos para que la lucha continúe, en lugar de usarlos como arma arrojadiza contra nosotras mismas y condenarnos a la imposibilidad, el hundimiento y la depresión que tanto le gusta al patriarcado, incluso al patriarcado de izquierdas.

Como dice Judit Butler: “Que la categoría [mujer] no pueda ser descriptiva nunca es la condición misma para su eficacia política” (Butler, 1993). La performatividad del lenguaje es política, y afecta tanto al término mujer como al término innovación. Por lo tanto, para transformar la realidad es fundamental transformar el lenguaje, pero también se debe transformar a través de prácticas directas.

“Hacerlo en clase” es un título con múltiples significados; de entre todos ellos, rescato la idea de revisar las posibilidades que un aula nos ofrece y demandar, irónicamente, la posibilidad de hacer algo innovador, y que siempre ha estado prohibido. Salvando las distancias, creo que la lucha que mantenemos los etiquetados como innovadores es la misma que mantenemos las etiquetadas como feministas, y −como muchas de nosotras demandamos− sería interesante que, en vez de malgastar nuestra energía en pelear entre nosotras, fuésemos capaces de utilizar dicha energía para construir el conjunto de herramientas que posibiliten la construcción de un mundo socialmente más simétrico.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/07/05/hacerlo-en-clase-o-por-que-innovar-en-educacion-es-muy-parecido-ser-feminista/

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México: Estimado secretario de Educación

América del Norte/México/18 Marzo 2017/Fuente: Excelsior

En segundo lugar, “deshistorizarlas” implica borrarlas de la historia, utilizando el “neutro” masculino y sólo subrayar a aquellas que han sido consideradas como excepcionales. Casi afirmando que ninguna otra podrá realizar la hazaña de pasar a la historia, cosa que casi para cualquier hombre es bastante sencilla.

Frente al reconocimiento social a los hombres por el simple hecho de ser hombres, miramos estupefactas cómo a las mujeres las matan por el simple hecho de ser mujeres. Usted lo sabe, siete mujeres son asesinadas cada día y el sistema educativo hace poco, casi nada por revertir esta situación.

Usted, como muchas otras personas, afirma que la educación tiene el poder de transformar vidas y ha transformado este país. En todas las épocas y en todos los países donde hay educación pública, los hijos y a veces las hijas, saben más que sus padres y, en general, mucho más que sus madres. Ellas y ellos han sido quienes han construido el país en el que habitamos.

No es extraño que a pesar de la feminización del magisterio, las autoridades encargadas de organizar y dirigir esta actividad sean masculinas. No es extraño que el discurso de estas autoridades siempre se dirija a los maestros, aunque todas y todos sabemos que en las aulas, desde la educación inicial, pasando por el preescolar, la primaria, la secundaria y hasta la preparatoria, las encargadas de la ardua labor son las mujeres.

Lo que resulta más sorprendente es que este servicio educativo no cumpla con los objetivos del artículo tercero constitucional: La educación que imparta el Estado tenderá a desarrollar armónicamente todas las facultades del ser humano y fomentará en él, a la vez, el amor a la Patria, el respeto a los derechos humanos y la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y en la justicia.

Los seres humanos, lo sabemos, vienen en dos presentaciones: mujer y hombre, y todas y todos merecen el mismo respeto, el mismo trato y las mismas oportunidades. Eso es la igualdad, que, además, es la base fundamental de la democracia. Amar a la Patria significa respetar a sus ciudadanas y ciudadanos y a sus leyes; conocer historias, geografías, sus clemencias y sus inclemencias.

Desarrollar armónicamente todas sus facultades lleva implícita la idea de que cada persona debe ser autónoma, tanto en las decisiones acerca de su propia vida, como en lo que decide hacer para obtener y gastar recursos lícitamente y en lo que atañe a la vida y desarrollo de su comunidad, estado y país. Y en todo esto las mujeres seguimos quedando fuera de cualquier capacidad en la toma de decisiones, por esa rara concepción de la palabra “mujer”.

La base de la autonomía personal para nosotras estriba en el respeto irrestricto a nuestros derechos sexuales y reproductivos y a vivir sin violencia. Esos derechos sexuales y reproductivos siguen siendo motivo de controversia en la Cámara de diputadas y diputados. No se cumplen ni las leyes y normas ya aprobadas en nuestro Congreso y el sistema educativo se hace a un lado en la materia.

De la violencia contra las niñas, las adolescentes y las mujeres, ni para qué hacemos el recuento. Es evidente ante las estadísticas sobre brechas de desigualdad, que la Reforma Educativa debe tener una clara perspectiva de género y que la evaluación de maestras y maestros debe tener un componente fuerte de principios y valores democráticos, si en verdad se quiere transformar al pais.

Disponible en la url: http://www.excelsior.com.mx/opinion/clara-scherer/2017/03/17/1152534

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