México: Estimado secretario de Educación

América del Norte/México/18 Marzo 2017/Fuente: Excelsior

En segundo lugar, “deshistorizarlas” implica borrarlas de la historia, utilizando el “neutro” masculino y sólo subrayar a aquellas que han sido consideradas como excepcionales. Casi afirmando que ninguna otra podrá realizar la hazaña de pasar a la historia, cosa que casi para cualquier hombre es bastante sencilla.

Frente al reconocimiento social a los hombres por el simple hecho de ser hombres, miramos estupefactas cómo a las mujeres las matan por el simple hecho de ser mujeres. Usted lo sabe, siete mujeres son asesinadas cada día y el sistema educativo hace poco, casi nada por revertir esta situación.

Usted, como muchas otras personas, afirma que la educación tiene el poder de transformar vidas y ha transformado este país. En todas las épocas y en todos los países donde hay educación pública, los hijos y a veces las hijas, saben más que sus padres y, en general, mucho más que sus madres. Ellas y ellos han sido quienes han construido el país en el que habitamos.

No es extraño que a pesar de la feminización del magisterio, las autoridades encargadas de organizar y dirigir esta actividad sean masculinas. No es extraño que el discurso de estas autoridades siempre se dirija a los maestros, aunque todas y todos sabemos que en las aulas, desde la educación inicial, pasando por el preescolar, la primaria, la secundaria y hasta la preparatoria, las encargadas de la ardua labor son las mujeres.

Lo que resulta más sorprendente es que este servicio educativo no cumpla con los objetivos del artículo tercero constitucional: La educación que imparta el Estado tenderá a desarrollar armónicamente todas las facultades del ser humano y fomentará en él, a la vez, el amor a la Patria, el respeto a los derechos humanos y la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y en la justicia.

Los seres humanos, lo sabemos, vienen en dos presentaciones: mujer y hombre, y todas y todos merecen el mismo respeto, el mismo trato y las mismas oportunidades. Eso es la igualdad, que, además, es la base fundamental de la democracia. Amar a la Patria significa respetar a sus ciudadanas y ciudadanos y a sus leyes; conocer historias, geografías, sus clemencias y sus inclemencias.

Desarrollar armónicamente todas sus facultades lleva implícita la idea de que cada persona debe ser autónoma, tanto en las decisiones acerca de su propia vida, como en lo que decide hacer para obtener y gastar recursos lícitamente y en lo que atañe a la vida y desarrollo de su comunidad, estado y país. Y en todo esto las mujeres seguimos quedando fuera de cualquier capacidad en la toma de decisiones, por esa rara concepción de la palabra “mujer”.

La base de la autonomía personal para nosotras estriba en el respeto irrestricto a nuestros derechos sexuales y reproductivos y a vivir sin violencia. Esos derechos sexuales y reproductivos siguen siendo motivo de controversia en la Cámara de diputadas y diputados. No se cumplen ni las leyes y normas ya aprobadas en nuestro Congreso y el sistema educativo se hace a un lado en la materia.

De la violencia contra las niñas, las adolescentes y las mujeres, ni para qué hacemos el recuento. Es evidente ante las estadísticas sobre brechas de desigualdad, que la Reforma Educativa debe tener una clara perspectiva de género y que la evaluación de maestras y maestros debe tener un componente fuerte de principios y valores democráticos, si en verdad se quiere transformar al pais.

Disponible en la url: http://www.excelsior.com.mx/opinion/clara-scherer/2017/03/17/1152534

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