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Campaña tras campaña

Por: Elena Simón

Un año más la Navidad nos trae una campaña cargada de sexismo, cuando no de machismo, en sus propuestas para niñas, niños y jóvenes. Muy chocante en un momento como el actual, en el siglo XXI, de plena lucha de las mujeres por la igualdad.

Nos referimos, claro está por las fechas de diciembre, a la campaña del juguete y del regalo de Navidad.

Y, estamos ya algo impacientes. Porque son repetitivas y ni siquiera reflejan los cambios visibles que se han operado en la sociedad española en los años que llevamos de siglo XXI. Ya sabemos que desde el feminismo hay que tener paciencia, pero también esta se acaba. Cierto y verdad es que hemos conseguido con nuestra vindicación continua e insistente que muchas leyes y normas cambiasen. Es cierto también que la paciencia ha tenido sus recompensas.
Pero no deja de ser chocante que, aun teniendo leyes que tienen preceptos para eliminar el sexismo, siguen los medios de comunicación, las casas comerciales, las marcas, el marketing y las redes sociales, bombardeando sexismo 24 horas, con las propuestas de compras que activan el deseo –que no la necesidad– de poseer algo que viene envuelto en rosa o en azul.

Es sorprendente que se gaste tanto dinero y tan poca creatividad en poner al día estéticas masculinizantes y feminizantes llevadas al extremo. Que pueden quedar muy llamativas pero que, sin duda, emanan de los prejuicios que sobre los hombres como tales y las mujeres como tales permanecen y que alientan actitudes misóginas y sexistas e, incluso, machistas.

Las imágenes y mensajes de poderío sexual muy diferenciado por sexos. La seducida-seductora y el conquistador-deseante. En los mensajes para la infancia: la belleza-ayuda y la blandenguería-segundo plano para ellas y para ellos los superpoderes y la acción, la exploración y la conquista.

Es casi imposible ver a niñas y niños, a jóvenes de ambos sexos y a personas adultas mujeres y hombres tener los mismos gustos e inclinaciones a la hora de elegir o desear una prenda, un adorno, un juego, un aroma, un producto de cosmética o de aseo personal. ¿Tan difícil es presentar a mujeres y hombres, niñas y niños participando de las mismas actividades? ¿Tanto vende lo pasado de moda, lo vintage en lo humano, que hay que representar continuamente la división sexual y la complementariedad de los sexos, en los gustos, entretenimientos, diversiones, consumos, etc…?

En una sociedad que permite con normalidad que niñas y niños juntos vayan a la escuela, salgan, entren, vayan de fiesta, de excursión o de actividades varias y que, además, colaboren en múltiples aspectos, es bastante insólito que, sin embargo, fomente mundos separados para ellas y para ellos.

Así es difícil que ellas y ellos se imaginen en un proyecto de vida elegido y sin connotaciones de género azul o rosa.
Estamos perdiendo oportunidades para que los cambios en los roles y en los estereotipos se produzcan más rápidamente que hasta ahora, porque ello será garantía de unas relaciones entre los sexos que no pongan por delante la jerarquía y la desigualdad de trato y de condiciones entre unas y otros. También podremos ver con estos cambios, que se aproxima el final de las relaciones de poder desiguales y de la violencia y el abuso contra las mujeres.

Parece que se nos está echando el tiempo encima por no actuar. Al igual que con el cambio climático, no vale mirar para otro lado o, lo que es peor, negar estas injusticias causadas por desigualdades ancestrales y puestas al día en cada generación.

Cuando las feministas sacamos algo del olvido y reivindicamos un “basta ya”, lo estamos haciendo con una voz colectiva para lograr una mejora en la vida de todas las personas, sean mujeres u hombres.

La igualdad ha de estar hecha de reciprocidad, bienes, tareas y objetivos comunes, colaboración y un amor que signifique respeto y reconocimiento. En la casa, en la calle, en la fiesta, en el transporte, en los lugares de trabajo.

¿Imaginan Uds. anuncios, series, películas, dibujos, narraciones y modelos que no presentaran a la humanidad como partida por la mitad? ¿Por qué una cierta estética ha de ser patrimonio sólo de unos o de otras?

A ver si en las próximas Navidades asistimos a un cambio de paradigma que, además, sería más rentable: en vez de dirigirse a la mitad del público, se dirigiría al doble. Así de simple. Esta responsabilidad corresponde a todos los agentes de socialización y, en ello, los productos culturales ocupan un lugar de privilegio.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/12/11/campana-tras-campana/

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Las algueras de Zanzíbar: feminismo e innovación a orillas del Índico

África/Tanzania/12 Diciembre 2019/El país

El cultivo y venta de plantas marinas, un sector herido de muerte por la crisis climática, constituye el salvavidas de unas 23.000 mujeres en un archipiélago tanzano. Es la tercera mayor industria del país

Maryam Pandu se viste como un animal al que le gustaría pasar inadvertido en el ecosistema que le da de comer. La túnica que le cubre es azul marino, y azul celeste es el turbante que la protege del sol. Su misma voz es acuosa y profunda, capaz de empapar a todo aquel que le pregunta por qué entrega su vida al mar.

«Nos dedicamos a esto porque por lo menos podemos sacar algo de dinero, a diferencia de otros negocios a los que (como mujeres) nos resulta muy difícil acceder», explica esta alguera de Bwejuu, poblado situado en el sureste de Zanzíbar, y quien lidera una especie de cooperativa formada por otras veinte compañeras.

El cultivo y la venta de algas marinas —un sector herido de muerte por la crisis climática— constituye el salvavidas de cerca de 23.000 mujeres en este archipiélago tanzano, llegando a ser la tercera mayor industria solo por detrás de la exportación de clavo y del turismo de playas cristalinas.

Un negocio despreciado por los hombres que, sin embargo, otorga a miles de mujeres como Pandu (incrustadas en una sociedad musulmana altamente conservadora y tradicional) cierto poder monetario y una mínima independencia.

Una mujer recoge un cultivo de algas a orillas del océano Índico en Bjwejuu.
Una mujer recoge un cultivo de algas a orillas del océano Índico en Bjwejuu. PATRICIA MARTÍNEZ EFE

«En una sociedad musulmana no se espera que la mujer salga de casa. Pero en 1989 llegaron las primeras algueras a Zanzíbar e hicieron algo realmente extraño: dirigirse al océano, cuando todos sabían que eso era cosa de los hombres», recuerda Flower Msuya, investigadora del Instituto de Ciencias Marinas de la Universidad de Dar es Salaam.

«El cultivo de algas marinas ha empoderado a las mujeres. Si el esposo es un pescador, él traerá pescado y ella comprará arroz; o compartirán los gastos educativos y médicos de los hijos. Ahora son personas capaces de hacer algo, de ayudar, e incluso algunas se han convertido en lideresas», continúa Msuya.

Mucho más que sushi

Nada interrumpe la tranquilidad de Bwejuu mientras las cinco mujeres aguardan a la sombra a que baje la marea para poder dirigirse al mar. Niños en bicicleta zigzaguean entre altas palmeras, algún burro rebuzna con esmero, coloridas coladas se apagan bajo un ardiente sol.

Su alto valor nutricional es innegable, pero el 99 % de las algas marinas que produce Zanzíbar no se usa para consumo interno, sino que se exporta, entre otros, a países como Francia, Dinamarca o Estados Unidos, donde son procesadas y convertidas en gel de carragenina, un recurrido agente espesante.

«Indonesia, Filipinas, Japón o China producen decenas de millones de toneladas de algas marinas y se las comen en el desayuno, el almuerzo y la cena», detalla la científica marina Elizabeth Cottier-Cook. Pero la mayoría de las personas del mundo, sin saberlo, también las consumen: «La carragenina está presente en la cerveza, la pasta de dientes, el helado, el papel…».

Sin embargo, en los últimos años, cultivar algas marinas en Zanzíbar ha dejado de ser sinónimo de buena cosecha. La variedad de alga por la que las mujeres obtenían más dinero, la eucheuma cottonii (que posee una mayor concentración de carragenina) no soporta las aguas superficiales tan cálidas de hoy en día próximas a los 38 grados centígrados.

Los océanos del mundo se están calentado un 40% más rápido de lo previsto, según alertaron científicos en un nuevo estudio publicado en la revista Science. Absorben del 93% del calor que se queda en la atmósfera atrapado por los gases de efecto invernadero, pero las consecuencias son devastadoras. Las pestes y las enfermedades en el caso de las algas se han vuelto comunes. Cottier-Cook, a través de un programa de la Asociación Escocesa de Ciencias del Mar, lleva años formando en materia de bioseguridad a algueras de Tanzania, Filipinas o Malasia para que sepan cómo actuar cuando esto ocurre.

«Antes plantábamos cada dos semanas y contábamos otras cuatro hasta la recolección. Ahora, debido al cambio climático necesitamos el doble de tiempo, lo que significa que la productividad ha caído de forma drástica», explica el comerciante Haji Saidi, quien compra la mercancía a estas algueras y se la vende a una filial danesa.

Como muchos otros países de África —azotados por ciclos cada vez más cortos de sequías e inundaciones, y por ende, de hambruna y muerte— Zanzíbar nota cada día más los efectos de una crisis de la que no es responsable. El nivel tanzano de emisiones de dióxido de carbono no supera el 0,03%.

Nuevas tecnologías y crisis climática

Msuya todavía recuerda cuando la temperatura superficial de las verdosas aguas del Índico no superaba los 30 o 31 grados y las algas crecían sanas. Apenas tiene que remontarse una década atrás; el mismo tiempo que lleva investigando cómo desarrollar nuevas tecnologías que se adecúen a unas condiciones climáticas más arduas. «Si el cultivo de algas se trasladase a aguas más profundas la temperatura sería óptima para el crecimiento de la alga cottonii«, revela la científica tanzana sobre algo que ya se hace en el sureste asiático. «Pero aquí las mujeres no saben nadar y, además, se necesitarían barcas. Eso requiere dinero, chalecos salvavidas, recursos. Algunas están incluso dispuestas a aprender a nadar, no para llegar a nado hasta la zona más profunda, pero porque dicen que así se sentirían más cómodas», explica.

Sin embargo, antes de dar forma a retos del futuro, muchas de las algueras todavía dan vida a dificultades más propias del pasado o de un presente que apenas cambia. «El precio de venta es bajo y nos falta equipamiento», detalla Nali Hassan. «A veces entramos en el mar sin ningún tipo de zapato y hay plantas venenosas y erizos. No tenemos tratamiento y cualquier percance puede dejarte parada durante seis meses», añade. Y estar parada significa regresar a la pobreza, a la dependencia económica, al no ser nadie fuera del hogar. «El dinero que ganamos solo es una ayuda, no nos satisface y no es suficiente; pero al menos es algo», reflexiona Hassan.

La brusca caída en la producción de los últimos años hizo, por el contrario, que el precio de venta aumentase de forma significativa, y ahora un kilo seco de algas marinas puede llegar a alcanzar los 25 centavos de dólar; 40 el de cottonii. Cantidades nada despreciables en una población en la que el salario medio no supera los 250 dólares al mes, pese a que estas mujeres raramente ganan más de 40 dólares.

Hace tres décadas un grupo de mujeres de Zanzíbar se adentró en un lugar reservado para los hombres.
Hace tres décadas un grupo de mujeres de Zanzíbar se adentró en un lugar reservado para los hombres. PATRICIA MARTÍNEZ EFE

Con ingenio ante la escasez, Msuya lleva años enseñando a centenares de algueras tanzanas -a través de una agrupación que creó en 2006 y de la que también forman parte compradores, funcionarios del Gobierno o académicos- a que generen valor añadido a través de la elaboración de productos como polvo, mermelada o cremas hidratantes de algas. «Ahora podemos comer mermelada de algas, hacer jabones y ensaladas. Esto nos permite ayudar a la familia y tener algo de dinero para nosotras mismas», subraya Maryam, convencida de que seguirá cultivando los mares hasta que el cambio y su cuerpo se lo permitan.

«Seguiré haciéndolo hasta que sea tan vieja que ya no pueda ni caminar. Por lo menos ahora no tengo que rogar a nadie para poder comer y dependo de mí misma».

Fuente e imagen: https://elpais.com/elpais/2019/12/03/planeta_futuro/1575380097_314060.html

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Haití y la raza: tensiones y contradicciones para el feminismo antirracista y plurinacional (I)

Mujeres Haitianas
Haití y la raza: tensiones y contradicciones para el feminismo antirracista y plurinacional (I)

Diana Carolina Alfonso

Tanto la historia como el presente del pueblo haitiano pueden servir de vidriera para la historia del continente. El rol de las mujeres haitianas presiente revanchismo colonial y revolución social.
En el relato oficial de los años ‘90, las aperturas neoliberales se predisponían a diseñar al brazo del capitalismo internacional un porvenir marcado por el fin de la historia. Es decir, el fin de las ideologías y procesos de masas de carácter universalista, como el comunismo, el anarquismo, e incluso el mismo liberalismo filosófico republicano. El fin de la historia, como premisa destructiva de las históricas utopías emancipadoras mundiales, condensaba además un proceso de largo aliento, cuyo quiebre estratégico tendría que ver con el desgaste de los Estados de bienestar.
A este discurso nordocéntrico (situado en las realidades del norte de poder internacional: EE.UU. y los países céntricos de Europa) debemos sumar los procesos de descolonización en África y Asia. Lo que el neoliberalismo lee como fin de la historia, las periferias mundiales lo vivimos como el deterioro de la dominación eurocéntrica, con sus formas de dominación directa colonial. Como lo atestigua Frantz Fanon en los Condenados de la tierra, los procesos de descolonización, aunque tuvieron por objetivo la destrucción del sistema colonial europeo y estadounidense, fueron fuertemente torpedeados por el colonialismo interno y la cooptación estratégica de los mandos altos y medios de poder.
Las burguesías nacionales habían sido educadas durante décadas en el corazón imperial europeo. En la actualidad, aunque formalmente las periferias del mundo gocemos de aparatos autónomos devenidos de luchas cruentas contra la dominación extranjera, como Constituciones, Sistemas Educativos e Instituciones Financieras Nacionales, en la realidad estamos lejos de gozar de autonomía política, financiera o cultural.
La colonialidad persistente es un grave lastre de las dependencias colonialistas. El resultado es el reforzamiento de discursos y prácticas basados en el odio racial, clasista y machista.  En el caso haitiano, el racismo sexo-genérico está relacionado con una impronta de clase.
Las viejas élites mulatas de Pétionville (Ciudad de Petión, en nombre del prócer revolucionario mulato, letrado y propietario) coordinaron la vida política y económica del país durante años, dejando a fuera a la totalidad de la población. En la actualidad el cuerpo jurídico está en francés y los Liceos prohíben el creol al 99% del pueblo que habla la lengua local.
En una operación historiográfica desastrosa Jean-Jacques Dessalines, referente máximo de la revolución anti esclavista, por negro e iletrado, es degradado y puesto linealmente, codo a codo con Petión. Otra de las operaciones historiográficas de la colonialidad del saber, fue borrar el papel prominente de las mujeres en la revolución. Cécile Fatiman, la responsable de convocar la rebelión dedal de la revolución en Bois Caimán, ha sido totalmente olvidada. Olvido premeditado, dicho sea de paso, por las lógicas del poder epistemológico patriarcal y colonial.
En el libro más leído sobre revoluciones al interior de nuestras academias, El Siglo de las Revoluciones de Eric Hobsbawm, la revolución haitiana -primera revolución independentista de la modernidad, primera gesta anti esclavista de la historia universal moderna- solamente aparece en dos menciones: un renglón sobre esclavitud y un pie de página.
En Haití, la colonialidad racista y misógina es un lastre del revanchismo que tuvo que pagar la Nación por atreverse a reventar las cadenas de la esclavitud y gritar, por vez primera en el continente “Libète ou lanmò”, libertad o muerte en palabras del gran Dessalines.  Tras el terremoto del 2010, Haití viene sufriendo un total desguace de sus recursos.
El negocio de la lástima campea. Según el sociólogo Lautaro Rivara, de la Brigada Dessalines, el negocio de la ayuda internacional, vehiculizado por cientos de ONGs de los centros de poder, ha provocado un desdoble total de la economía.
El capital que circula a través de la llamada ayuda internacional ronda buena parte del Producto Interno Bruto del país. Sin embargo, el injerencismo internacional no puede pensarse sin la ocupación del territorio y de la humanidad que en él habita.  Tras el terremoto, más de un millón y medio de personas fueron evacuadas a las periferias de Puerto Príncipe y otras urbes en campamentos totalmente desprovistos de acondicionamiento digno para la vida. En esos días se registraron 250 casos de violación, cifra nimia si se tiene en cuenta la globalidad del proceso destructivo que se ha perpetrado desde entonces.
En los últimos dos años el pueblo haitiano se ha rebelado contra el imperialismo que les empuja a la muerte, la explotación o la prostitución. En mayo de este año, las organizaciones de izquierda, movimientos políticos, y organizaciones juveniles, tomaron las calles para reclamar contra la violencia sexual devenida tras la ocupación del país por organismos como la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah) donde la bota militar de los países participantes franquearon toda ética, violando, abusando laboralmente y explotando sexualmente a mujeres, niños y niñas.
La movilización se llevó a cabo en las inmediaciones de la Universidad de Quisqueya en la capital, Puerto Príncipe. Bajo el hashtag #PaFèSilans (“No te calles”, en creol haitiano) surgió el primer movimiento masivo de mujeres que esboza definiciones programáticas de carácter feminista, urgentes para la democratización de la vida nacional.  Uno de los requerimientos fue la creación de un cuerpo jurídico que tipifique la violencia contra las mujeres y las infancias.
Ya en el 2015 había sido llevado a cabo un proyecto que no pudo adelantarse por el cierre del Parlamento. Otra de las medidas que exigen las mujeres tiene que ver con la capacitación efectiva en problemas de violencia sexo-genéricas. Al día hay una total escasez de capacitación en el tema, como de políticas de asistencia y acompañamiento a víctimas. En síntesis, Haití expresa la inagotable fuerza del revanchismo colonial. Al agravio del hambre se suma la total desregulación del mercado de trabajo.
El peso de las maquilas textiles agudizan las pésimas condiciones de vida de las mujeres que mal viven para trabajar en los talleres. La miseria de las maquilas es la esclavitud del presente y tiene cuerpo de mujer.  Ver a Haití es ver un futuro posible. Tanto si nos movilizamos para cambiar la historia, a pesar de los límites de la imaginación, como si nos quedamos viviendo y parasitando al rededor de la lástima como cualquier ONG.

(*)La Autora es Integrante de la Cátedra de feminismos populares y latinoamericanos “Martina Chapanay”

Autor: Diana Carolina Alfonso
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Libro(PDF): «Activismos feministas jóvenes. Emergencias, actrices y luchas en América Latina»

Reseña: CLACSO

Una cartografía de los feminismos latinoamericanos contemporáneos abarca una cantidad inmensa de corrientes de índole diversa: feminismos urbanos de clase media, feminismos comunitarios indígenas y noindígenas, ecofeminismos, feminismos descoloniales, para mencionar algunas. En esta particular intersección de quienes se reconocen como jóvenes activistas feministas, reside uno de los principales aportes de esta publicación. El abordaje de los estudios de los feminismos se ha hecho desde la trayectoria del largo y mediano plazo de las “olas” feministas, o desde el análisis de clase o desde posicionamientos teóricos. También se ha estudiado la relación de los movimientos feministas en su dinámica frente al Estado. La irrupción en la escena latinoamericana de jóvenes beligerantes contra el acoso, contra el femicidio, a favor de la interrupción voluntaria del embarazo, ha planteado el desafío de comprender las trayectorias, las subjetividades de estas jóvenes. Este libro, al visibilizar las particularidades de esa interseccionalidad jóvenes/feministas, alumbra elementos invisibilizados en los feminismos y permite caracterizar mejor las luchas sociales contemporáneas.

Autores (as): Marina Larrondo. Camila Ponce Lara. [Editoras]

Marina Larrondo. Camila Ponce Lara. Nora Garita. Valeria Manzano. Lucía Miranda Leibe. Beatriz Roque López. María Victoria Seca. Ana María Castro Sánchez. José Raúl Ruiz. Adriana Arroyo Ortega. Vanessa Londoño Marín. Danila Suárez Tomé. Mercedes D’Alessandro. [Autores/as de Capítulo]

Editorial/Editor: CLACSO.

Año de publicación: 2019

País (es): Argentina

Idioma: Español

ISBN: 978-987-722-479-5

Descarga: Activismos feministas jóvenes. Emergencias, actrices y luchas en América Latina

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=1803&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1356

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Entrevista a Selma James: “Sin nosotras ¡nada!”

Por: Izquierda Diario

La feminista Selma James nació en 1930 y aún sigue activa al frente de la Huelga Mundial de Mujeres. En 1972, fue coautora —con la italiana Mariarosa Dalla Costa— de un ensayo que revolucionó la visión que existía sobre el papel del trabajo del hogar no remunerado, en el sistema capitalista. Más de medio siglo acompañando las luchas de las mujeres y otros sectores socialmente oprimidos.

Hacia mediados del siglo XV, Kentish Town era una próspera aldea. Para el siglo XIX, se había convertido en una localidad populosa, conectada con Londres por el transporte público. Actualmente, ya integrada como un barrio de la capital británica, está sufriendo los efectos de la gentrificación: se encarecen los alquileres; en la avenida principal hay cada vez más tiendas de productos orgánicos delicatessen y de cadenas internacionales de comidas, mientras los pequeños comercios se ven obligados a cerrar.

A pesar de los cambios, se adivina su pasado populoso, que hizo de Kentish Town el lugar elegido por Marx para establecerse con su familia en 1856. A su esposa Jenny von Westphalen, aquella casa de ocho habitaciones de la calle Grafton Terrace le parecía “una vivienda verdaderamente principesca comparada con los agujeros en los que solíamos vivir” [1]. Muy cerca de allí se encuentra la sede del Crossroads Women’s Centre fundado por Selma James, a quien había conocido más de una década atrás en Caracas [2].

“Estar politizado a los seis años era algo normal”

Apenas entramos, tomándome las manos, Selma me pidió que le hablara en castellano y preguntó por qué queríamos entrevistarla. Creo que tus trabajos sobre feminismo son muy conocidos en inglés. Pero, fundamentalmente, me interesa que nos cuentes de muchas otras cosas que has hecho en tu apasionante vida, que son bastante desconocidas. Sabemos que naciste en 1930, en Brooklyn, Nueva York, en el seno de una familia obrera judía…

Nací después del crack del ‘29, en la época de la Gran Depresión, en la que había un gran movimiento social. Yo no sabía que eso era un movimiento; creía que así era el mundo. Mi padre era camionero; él había emigrado siendo un adolescente, desde Polonia, su lengua era el ídische. Mi madre era norteamericana, tuvo que dejar la escuela a los doce años para ir a trabajar a una fábrica. Mi padre había fundado la seccional del sindicato de camioneros de Brooklyn y era simpatizante del Partido Comunista que, en ese entonces, luchaba por la libertad de los chicos de Scottsboro [3]. Pero mi verdadera experiencia, cuando me involucré en política, fue en 1936, durante la revolución española.

Pensé que había habido un error de traducción. ¡Pero en 1936 tenías seis años!, exclamé para ratificar que no había entendido mal.

Sí. Mi padre hacía repartos con su camión, llevaba cajas y les pedía a los jefes de los lugares donde hacía los repartos, que le regalaran juguetes, carteras y otros objetos que luego rifaba para juntar dinero que enviaba a los combatientes de la revolución española. A veces le daban muñecas y me decía “no son para ti, son para España”. Y yo entendía eso. En los ‘30 no tenías qué explicar qué significaba la palabra “clase”. Sabías quién era el enemigo y tenías que luchar contra ellos.
Con otros chicos, juntábamos el papel de aluminio de los paquetes de cigarrillos, con los que hacía bollitos que enviaríamos a España para que los revolucionarios fabricaran balas. Estar politizado a los seis años era algo normal en cualquier lugar del mundo. Pero lo es en todas las épocas en que hay luchas sociales. Mi marido C.L.R. James [4] vivió en Estados Unidos, donde lo conocí. Contaba que cuando viajó al sur de Estados Unidos, para apoyar una huelga de aparceros, el comisario bajó de su auto y preguntó a los niños que estaban en la calle dónde se encontraba Míster Johnson [el seudónimo de C.L.R. James, N. de R.] y chicos de cuatro y cinco años respondieron “No conocemos a ningún Míster Johnson”. Es una fantasía creer que se puede mantener a los niños fuera de la política.
Mi infancia fue durante la presidencia de Roosevelt. Un día, mi madre, mientras me tenía de un brazo, con la otra mano rompía el candado de una puerta porque habían desahuciado a una familia por no pagar la renta y habían puesto un candado para que no pudieran volver a entrar. Mi madre me dijo: “Rompo este candado y voy a ir a la oficina de Bienestar Social, porque estamos luchando por la gente que no tiene dinero”. La gente se organizaba, decía “no vamos a morir de hambre” y luchaba.

“¡Pero yo no sé nada de ‘la cuestión de la mujer’!”

Mientras Selma nos ofrecía té, galletitas y frutas, seguíamos conversando y admirando su prodigiosa memoria. Luego, siendo joven, trabajaste en fábricas…

Mi primer trabajo fue de camarera. Para todo el mundo en Nueva York, su primer trabajo era de camarera y cuidando niños. A los diecisiete años entré en una fábrica, en California. Trabajaba en la línea de montaje de radios, televisores, electrodomésticos. Me había anotado para estudiar en la universidad, pero después decidí no ir. Pensé que la universidad me iba a dañar la mente. A los catorce o quince años ya había conocido a un grupo socialista que me sorprendió: ellos hablaban de clases sociales y, dentro de este grupo, había una minoría en la que me interesé rápidamente.

Selma se refiere a la tendencia Johnson-Forest del Socialist Workers Party —un partido trotskista norteamericano— liderada por Raya Dunayevskaya y C.L.R. James, el dirigente marxista caribeño con quien, casi una década más tarde, contraería matrimonio. Antes de eso, Selma se casaría con un trabajador con quien tendría su único hijo, Sam Weinstein. Esa experiencia marcaría su interés por la opresión de las mujeres en la sociedad capitalista. Enseguida nos reímos nuevamente con otra de sus anécdotas, contadas con una simpatía y vitalidad contagiosas.

Fotografía: gentileza Selma James

Un día, unas mujeres me dijeron que debía hablar en un panel con otras mujeres, sobre ese tema. Les dije “¡pero yo no sé nada de la cuestión de la mujer!”. Y me respondieron “¡pero hablas de eso todo el tiempo!” Y dije “¿yo?” –Selma nos actúa la escena que ocurrió hace casi setenta años atrás, haciéndonos reír–. “Sí”, me respondieron. Y cuando me dijeron eso, empecé a entender de qué se trataba. Comprendí que yo hablaba todo el tiempo sobre trabajo del hogar, ser esposa, ser ama de casa, ser madre… todas las cosas que hace una mujer, pero no sabía que a eso se le llamaba “la cuestión de la mujer”.

Y, entonces, pensé que tenía que leer a Engels, su libro El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, que nunca lo había leído. ¡Y todavía no lo hice, pero quiero leerlo! Y cuando estuve allí, una mujer habló de Engels y yo hablé de las amas de casa. La gente salió riendo, porque hablé como estoy hablando contigo. Olvidé todo lo que había preparado y recordé solo una frase: que lo que vivía cualquier mujer era una carrera desenfrenada para sobrevivir. Y todo el mundo se rió, porque pudieron disfrutar de la charla política. Era política placentera. En general, en los debates políticos vas a escuchar a gente seria, que no habla de su propia experiencia, sino de libros… Pero yo dije “así es la vida”. Muchos militantes de la izquierda, particularmente hombres, era la primera vez que oían que alguien les hablara de la realidad.

Fue por sus ideas sobre la opresión de las mujeres que había llamado la atención de C.L.R. James, quien en una ocasión le preguntó qué opinaba sobre el asunto y escuchó atentamente a la joven, casi treinta años menor que él. Cuando Selma terminó su exposición, James le dijo “entonces, lo que acabo de escribir no es bueno. Nunca había oído algo como esto. Quizás había escuchado algunas de estas cosas, pero nunca las ideas tan bien presentadas de esta manera”. Se trataba de las ideas centrales de lo que, luego, fue su primer ensayo, El lugar de la mujer, publicado en 1952, cuando Selma tenía veintidós años.

Durante algunas semanas, le mostraba los borradores a mis vecinas, que no estaban en política; pero me hacían muchos comentarios. Yo no estaba de acuerdo con la mayoría de ellos; pero me servían para desarrollar mejores argumentos para responder a sus planteos. Ese intercambio me ayudó, además, a aclarar mucho más mis propias ideas. Esta se convirtió, desde entonces, en mi forma de trabajar y escribir, colectivamente.

En Sex, Race and Class, publicado en 2012, Selma comenta cómo fue esta experiencia: “Cuando el folleto estuvo publicado, lo llevé al trabajo y vendí algunas copias a las mujeres que conocía de la fábrica. Creo que también vendí un par de copias a las mismas vecinas que me habían hecho comentarios del borrador. […]. Era completamente nuevo, entonces, que las opiniones de una mujer de clase trabajadora, especialmente un ama de casa, fueran publicadas, incluso por una organización socialista. Era la clase trabajadora hablando por sí misma. […]. Se deben haber vendido solo mil o mil quinientos ejemplares; pero se agotó. Y creo que puede haber sido porque los hombres estaban casi tan interesados como las mujeres en descubrir qué se podía decir sobre la vida cotidiana desde el punto de vista de las mujeres. Y nadie me dijo jamás que eso no era ‘marxista’ o ‘políticamente correcto’ [5]”.

Recientemente, alguien me dijo que yo había sido muy valiente al escribir El lugar de la mujer. Pero yo le dije: “No fue una cuestión de coraje. Yo solo expliqué la vida tal como la conocía”. Algunas feministas opinan que hay que concientizar a las mujeres sobre la opresión masculina. Pero sobre eso no hay que concientizar, ¡es absurdo! Eso lo vivimos. Tenía una tía, a la que quería mucho, que cada vez que veía pasar un cortejo de boda, decía –Selma pone un tono de voz más severo y profundo para imitar a su tía–: “ahí va otra mujer a la que van a enterrar”. ¡Siempre decía eso! [risas].
Si tu punto de partida son las mujeres, todas las cosas se comprenden de otra manera. Si estás inmersa profundamente en la situación de las mujeres y la relación de las mujeres con la economía capitalista, con la sociedad en general y con el mundo del trabajo, todo lo demás también se ve diferente. Si te sitúas en el lugar de las mujeres, adquieres una visión enteramente diferente del mundo. No es el único lugar por dónde comenzar, puedes hacerlo por cualquier otra parte. Pero comenzamos por allí y desde allí sacamos conclusiones sobre todo lo demás.

Su reflexión me recordó aquella frase de León Trotsky, que dice que “si en realidad queremos transformar la vida, tenemos que aprender a mirarla a través de los ojos de las mujeres” [6]El lugar de la mujer trata, con un lenguaje sencillo, de la mujer soltera y la casada, de los chicos, la casa, de las mujeres trabajadoras y los sindicatos. Y termina con el siguiente párrafo: “Las mujeres pasan de estar casadas a divorciarse, de ser amas de casa a trabajar afuera, pero en ninguna parte encuentran el tipo de vida que desean para ellas y sus familias. Las mujeres están descubriendo cada vez más que no hay otra salida que una transformación total. Pero algo ya está claro: las cosas no pueden seguir como están. Cualquier mujer lo sabe” [7].

En este primer escrito ya se perfila su convicción de que los sectores explotados y oprimidos se abrirán paso, por sí mismos, en la lucha por su emancipación. Y esboza su temprana adhesión al autonomismo, que la tendrá como una de sus voces más destacadas en los ‘70, cuando participará en el lanzamiento de la Campaña Internacional por el Salario para el Trabajo del Hogar.

“¡Eso es maravilloso!”

Los años ‘50, durante la juventud de Selma, fueron el período en que EE. UU. se consolidó como la primera potencia mundial, mientras Europa y también Japón vieron elevarse sus tasas de crecimiento y se incrementó notablemente la desigualdad con los países del hemisferio sur. El resultado de la IIª Guerra Mundial había fortalecido a la burocracia estalinista en la Unión Soviética, extendiendo su dominio a nuevos países en Europa del Este y dando lugar a una dictadura bonapartista policial mucho más estable, para finales de los ‘40. Pero ese fortalecimiento también fue una de las razones por las que los Estados occidentales se vieron obligados a robustecer las políticas sociales, el llamado “Estado de bienestar”, para garantizar las condiciones de reproducción del sistema capitalista. Esta compleja situación presionó sobre las filas del marxismo revolucionario que se fragmentó en diversas corrientes y tendencias. Una de ellas –entre quienes se encontraban los fundadores de la tendencia Johnson-Forest– sostuvo que en la Unión Soviética había “capitalismo de Estado”, es decir, nada que defender frente al capitalismo occidental.

Sin embargo, más allá de las diferencias teóricas y políticas –incluyendo la de la necesidad de la construcción de un partido revolucionario–, compartimos con Selma el profundo desprecio por las organizaciones burocráticas que encorsetan las fuerzas y la energía revolucionaria de las masas. La estatización y el fortalecimiento de sus propias instituciones es uno de los elementos fundamentales para comprender el siglo XX. Los capitalistas vieron de cerca el peligro de la revolución proletaria y tomaron las medidas para salvaguardarse: desarrollar los mecanismos de consenso e integración al Estado y, más tarde, profundizar la fragmentación cada vez mayor de la clase trabajadora y entre esta y sus propios aliados en la lucha anticapitalista. La autoorganización es el camino más propicio para superar esa fractura. Pero, según nuestra visión, este no es un camino exento de obstáculos: hay que resolver cuestiones estructurales, superar diferencias culturales y, fundamentalmente, enfrentar a las burocracias de las organizaciones de masas, no solo de los sindicatos sino también las que se recrean en los movimientos sociales, como en la juventud estudiantil o el movimiento de mujeres. Mientras las direcciones de estas organizaciones y movimientos mantengan divididos a distintos sectores de la clase trabajadora entre efectivos y contratados, nativos e inmigrantes, hombres y mujeres, sindicalizados y precarizados, como también a la clase trabajadora respecto de otros movimientos sociales potencialmente aliados, la derecha cultiva esas grietas para hacer su política.

Nina López cita un discurso de Selma James en el que, hace varias décadas, ya se refería a estas divisiones: “La única opción que se nos daba era elegir entre movimientos de liberación nacional, campesinos y estudiantiles por encima y en contra de la clase trabajadora tradicional. Nunca podría dar la espalda a los trabajadores asalariados. Mi padre era un sindicalista. Éramos una familia sindicalizada. Yo había trabajado en una fábrica, como también mi madre y mi hermana. Mi otra hermana era oficinista, algo que no es muy diferente. Pero yo también era una madre y mi hijo un estudiante tratando de escapar al servicio militar obligatorio. Necesitábamos de lo que está a un lado y otro de la división salarial; nosotras no podríamos prescindir de ninguno de estos” [8].

Markus Rediker señala en el prólogo al libro de Selma: “Una de las ideas principales encarnadas en los escritos de James es la que el difunto George Rawick –otro compañero cercano de C.L.R. James– llamó la auto-actividad de la clase trabajadora: esa cantidad de cosas, diversas y muchas veces invisibles, que la clase trabajadora –definida ampliamente– hace por sí misma en la búsqueda de la emancipación. El énfasis está en la acción, la agencia, los nuevos significados y las posibilidades generadas, a menudo de manera impredecible, a partir del movimiento social y el conflicto en el terreno. C.L.R. James siempre enfatizó la importancia de las nuevas formas de lucha que brotan constantemente desde abajo, a menudo junto a y otras veces en contra de las instituciones establecidas de la izquierda, como los sindicatos y los partidos políticos. […] Desde su primer folleto, que discutió con sus compañeras trabajadoras y vecinas, Selma James siempre confió no solo en la decencia de la gente común, sino también en su capacidad para pensar y actuar. “Cada cocinero puede gobernar”, escribió C.L.R. James en 1956. [Selma] James llevó ese mensaje optimista al mundo laboral de la mujer, la cocina, y al hacerlo profundizó y amplió su significado” [9].

Su interés en aquellas experiencias que contienen, en germen y en el presente, las formas sociales que se desarrollarán en la futura sociedad post-capitalista, se trasluce en el comentario que me hizo cuando intentaba halagarla. Le dije que había sido una joven de vanguardia: blanca, judía, casada con un hombre negro del Caribe, un socialista marxista con quien compartió luego la lucha anticolonial en Trinidad, la lucha antirracista en Gran Bretaña, que la doblaba en edad. Selma no comparte mi opinión.

No lo siento de esa manera. Creo que la gente que no está en política es la que siempre está a la vanguardia. Esa gente piensa en forma diferente a quienes están en política. Tienen muchas ideas muy atrasadas, mezcladas con otras ideas que son del futuro. Lo que tenemos que hacer, quienes queremos destruir el capitalismo, es descubrir el futuro en esas ideas y empezar a eliminar el pasado, la basura. Eso es, para mí, de lo que trata la política. Cuando la gente se rebela en una lucha, en una huelga, sale lo que estaba latente. Eso sucede todo el tiempo.

Eso me recuerda las experiencias que vivimos en Argentina, durante la crisis de diciembre de 2001. Le cuento a Selma sobre las obreras de la textil Brukman. Se interesa con la anécdota de una trabajadora hablando ante miles de personas y diciendo “si podemos manejar una fábrica, podemos manejar el país”. Encuentra allí una ratificación de sus convicciones. Le digo que ideas tan avanzadas convivían, como ella misma señalaba, con otras del pasado. Por ejemplo, que las trabajadoras eran una abrumadora mayoría en la fábrica y sin embargo se referían a sí mismas como “obreros de Brukman” hasta que les narré las historias de las obreras textiles de la huelga de Pan y Rosas en 1911 en EE. UU. o la de las que iniciaron la Revolución rusa de 1917, que yo conocía como feminista socialista revolucionaria. Cuando le dije a Selma que, a partir de entonces, hasta los dos activistas obreros que había en la fábrica se empezaron a referir a sí mismos en femenino, lanza una estruendosa carcajada y exclama entusiasmada:

¡Eso es maravilloso! Esa ha sido, siempre, también mi propia experiencia.

“En cada movimiento social, continúa la lucha de clases”

En 1972, Selma James lanza con otras feministas de distintos países, reunidas en Padua (Italia), la Campaña Internacional del Salario para el Trabajo del Hogar, entre las que se encontraba Silvia Federici quien lo recuerda en una publicación reciente: “Coincidíamos con otras feministas en la convicción de que el trabajo doméstico era la raíz de nuestra opresión como mujeres. A diferencia de otras feministas, creíamos que debía ser nuestro principal campo de batalla por esa misma razón y que la forma más eficaz de liberarnos de él era negarnos a hacerlo gratis. Pero pocas feministas de la época entendieron las motivaciones políticas de esta elección estratégica” [10].

La reunión de Padua tenía el objetivo de pensar en un feminismo marxista basado en la clase trabajadora, tomando la experiencia del operaísmo italiano, distinto al que defendían las organizaciones socialistas y el Partido Comunista. Su primera formulación se encuentra en las páginas de El poder de la mujer y la subversión de la comunidad, el ensayo de Mariarosa Dalla Costa y Selma James, que revolucionó el enfoque tradicional sobre el trabajo del hogar y se convirtió, hasta nuestros días, en un clásico en su tema. Allí sostienen la tesis de que la economía de mercado, basada en la explotación del trabajo productivo de la clase trabajadora, se basa en el trabajo no remunerado de las mujeres que reproducen esa fuerza de trabajo a través del trabajo del hogar y las tareas de cuidado.

En 1970, conocí a Mariarosa, que era docente en la Universidad de Padua y necesitaba un hospedaje en Londres durante un corto tiempo. Se quedó en mi casa y nos hicimos amigas. Al año siguiente la visité en Italia y allí hablamos mucho sobre feminismo. Ella me pidió que le explicara de qué se trataba el feminismo y, enseguida, escribió un artículo en base a lo que le dije. Más tarde, trabajamos juntas en el manuscrito y le dije que lo firmara con su nombre para que su publicación la protegiera de la persecución sexista que sufría en la universidad. Pero luego fue publicado en inglés, con la firma de ambas, en una edición que incluía también mi primer ensayo El lugar de la mujer.
En 1980, participé de la Segunda Conferencia Mundial en Copenhague. Debía hacerse en Irán, pero hubo una revolución y entonces tuvieron que cambiar la sede –Selma sabe que ha vivido grandes experiencias de luchas sociales, huelgas, guerras, revoluciones, un tesoro de recuerdos que ansiamos que nos comparta–; ¡la que iba a inaugurar la conferencia era la princesa que habían derrocado! [risas].
Allí en Copenhague, las Mujeres Negras por el Salario para el Trabajo del Hogar señalaron que había que incluir el trabajo no asalariado en el documento oficial, en el párrafo 1.0.3. Y cantábamos “paragraph one, o, three… all our work in the GNP” [“párrafo 1.0.3., todo nuestro trabajo al PBI”, N. de la A.]. Allí también salió la consigna que dice “Las mujeres cuentan. Cuenten el trabajo de las mujeres”. Pero entendimos que para que los gobiernos nos escucharan, teníamos que conseguir que lo tomaran las Naciones Unidas. Así que cuando habló una representante de la Organización Internacional del Trabajo, la interpelé. “Vengo de la Campaña por el Salario para el Trabajo del Hogar”, le dije. “Disculpe, ¿podría repetirme de dónde?” –vuelve a sonreír con picardía, mientras imita la parsimonia de la funcionaria– y yo se lo repetí.

Nos hemos pasado toda la tarde escuchando anécdotas como esa, con Selma cambiando los tonos de voz, para representarnos a los personajes de los que nos hablaba. Su risa anticipaba los finales de estas historias de las que está hecha la suya propia, pero también una gran parte de la historia del feminismo. Paramos unos minutos, para tomar otro té y aproveché para regalarle un pañuelo verde de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, de Argentina. Alejandra le pregunta qué es lo que la mantiene tan joven.

¿Mantenerme tan joven? ¡Hablar así como lo estamos haciendo! ¡Estoy disfrutando mucho esta entrevista!

Ante de irnos, con un tono firme que busca transmitir sus ideas con convicción, pero también buscando palabras sencillas, para que su mensaje sea comprensible, Selma nos dice:

Creo firmemente que la lucha de las mujeres está mal entendida. Las mujeres reproducen toda la raza humana y el capital oculta el hecho de que ese es el trabajo central de la sociedad y, por lo tanto, de la economía. Quieren hacer que el mercado sea lo central; pero nosotras somos lo central. “Without us, nothing!” –dice enfáticamente–. Y luego lo repite en castellano: “Sin nosotras, ¡nada!”. Sobre nosotras recae el trabajo reproductivo gratuito porque hay explotación capitalista. Si no hubiera explotación capitalista, no haríamos ese trabajo de reproducción de la fuerza de trabajo de manera gratuita y no reconocida.
Es muy importante que el feminismo sea internacional, que no quede atrapado en un país o en un sector. Y hay un sector que ha monopolizado el feminismo. Eso significa que la mayoría de nosotras ha quedado afuera; porque las gerentes, las políticas, las CEO que administran el capital y se proclaman feministas, no son feministas del 99 %. Ellas nos quieren dirigir y nosotras nos negamos a que nos dirijan y eso va a ayudar a que los hombres nos apoyen. En cada movimiento social, continúa la lucha de clases.

Cuando Selma comenzó a organizar a las mujeres para luchar por el salario para el trabajo del hogar, la mayoría del movimiento feminista estaba centrado en las relaciones de poder entre los géneros, la sexualidad y la discriminación de las mujeres en el trabajo asalariado. Su preocupación porque el trabajo reproductivo de las mujeres fuera tenido en cuenta implicaba una lucha, también, contra las organizaciones sindicales y políticas que no consideraban que esas mujeres constituyeran una gran mayoría invisibilizada de la clase trabajadora. Sus ideas abrieron un inmenso campo de debates, que la nueva oleada internacional de movilizaciones feministas trae nuevamente a la escena y sobre los que hemos dado cuenta en otros artículos [11].

En las últimas décadas, bajo el látigo de la precarización y la flexibilización neoliberales, grandes sectores de masas que eran explotadas sin salario se incorporaron al mercado laboral transformando la fisonomía de la clase asalariada, pero también aumentando su peso social. Actualmente, millones de asalariados, pero también asalariadas, manejan el suministro de energía y las telecomunicaciones, conducen los medios de transporte que permiten la circulación de las mercancías y de la fuerza de trabajo, realizan la limpieza “invisible” de fábricas, empresas y oficinas diariamente. Pueden colapsar las grandes metrópolis, interrumpir el funcionamiento de la economía y afectar las ganancias capitalistas. Pueden también, prefigurar un nuevo orden social, controlando la producción y el abastecimiento al servicio de las grandes mayorías populares que son víctimas de la sed de ganancias de los capitalistas, de la carestía, la inflación, las altas tarifas para sobrevivir.

Por primera vez en la Historia, casi la mitad de esa clase mayoritaria son mujeres que, a su vez, garantizan la vida de millones de seres humanos sin recibir un salario por ello, reproducen gratuitamente la fuerza de trabajo en sus hogares –la suya, la de sus compañeros, la que se prepara para el futuro y la de los ancianos que ya han sido desechados por los capitalistas–. ¡En las movilizaciones, los reclamos, las organizaciones y los movimientos sociales, aparece dividido lo que no está dividido en las vidas de millones de mujeres!

Selma, que abrió sus ojos al mundo durante la revolución española, se acerca a sus noventa años al calor de las revueltas y resistencias que cruzan el planeta desde Chile, Ecuador y Haití, hasta Hong Kong, pasando por Catalunya, Puerto Rico, Irak, Honduras, Bolivia y su querido Caribe. El desafío que tienen las jóvenes generaciones que son protagonistas de este presente, donde el feminismo ha vuelto a emerger como un movimiento en las calles, es articular una política de carácter estratégico que pueda unir ese movimiento donde las mujeres participan individualmente, como “ciudadanas” –sin ejercer toda la fuerza cohesionada de su pertenencia a la clase social mayoritaria–, con la clase asalariada, donde por primera vez en la historia, las mujeres constituyen más del 40 %, para enfrentar al sistema capitalista patriarcal y transformarlo radicalmente. Porque únicamente socavando sus raíces, profundamente, es que podremos tomar el cielo por asalto y ganar, para toda la humanidad, el derecho al pan, pero también a las rosas.

 

NOTAS AL PIE
[1Carta de Jenny Marx citada en Rachel Holmes, Eleanor Marx: A Life, Bloomsbury Books, Londres, 2014, p. 10.
[2Agradecemos a Nina López, coordinadora de Huelga Mundial de Mujeres, por facilitarnos el encuentro con Selma y colaborar, también, con la traducción durante la entrevista y su posterior revisión.
[3Los chicos de Scottsboro fueron nueve adolescentes afroamericanos acusados sin pruebas, en 1931, de violar a dos mujeres blancas en Alabama (Estados Unidos), mientras viajaban en un tren de carga.
[4Cyril Lionel Robert James (1901-1989), más conocido como C.L.R. James, fue un historiador, periodista, teórico socialista y ensayista de Trinidad y Tobago. Fue una de las voces pioneras de la literatura poscolonial. Su obra más conocida, Los jacobinos negros, sobre la revolución de Haití, está considerada como un texto fundamental de la historia afrocaribeña. Siendo parte del Socialist Workers Party, lideró la tendencia Johnson-Forest con Raya Dunayevskaya –quien había sido la secretaria de idioma ruso de Trotsky en México–. Luego, sosteniendo que en la URSS se había desarrollado un capitalismo de Estado, abandonaron el movimiento trotskista. Finalmente, fundaron su propia organización, llamada Correspondencia. Para los años ‘40, C.L.R. James había estudiado a Marx y Hegel y había concluido que los partidos de vanguardia oprimían a sus integrantes trabajadores y los impulsos revolucionarios de la clase trabajadora, poniendo a los intelectuales a cargo de los trabajadores, y fundó una organización basada en el auto-activismo, en la cual los intelectuales aprendieran de los trabajadores, y un periódico escrito por los propios trabajadores, en el que Selma tuvo su propia columna quincenal.
[5Selma James, Sex, Race and Class. The Perspective of Winning, PM Press, London, 2012, p. 14. [T. de la A.].
[6León Trotsky, Problemas de la vida cotidiana, Edicions Internacionals Sedov, Valencia, 2015.
[7Selma James, ob. cit., p. 31.
[8Nina López, “A Winning Perspective”, en Selma James, op. cit., p. 9.
[9Marcus Rediker, “A Grateful Preface”, en Selma James, op. cit., pp. 1-2.
[10Silvia Federici, Salario para el Trabajo Doméstico. Comité de Nueva York 1972-1977. Historia, teoría y documentos, Traficantes de Sueños, Madrid, p. 23.
[11Ver Andrea D’Atri y Celeste Murillo, “Nosotras, el proletariado”; Ariane Díaz, “Economía política de la reproducción social: trabajo y capital”, Parte I y Parte II, y Paula Varela, “Sobre la relación entre género y clase. Entrevista a Tithi Bhattacharya” en revista Ideas de Izquierda.
*Fuente: https://www.laizquierdadiario.com/Selma-James-Sin-nosotras-nada
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Masivas marchas en América Latina en el Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

Noticia/27 Noviembre 2019/Nodal

25N en México: “Somos el grito de las que ya no están”

En una sola voz miles de mujeres se unieron ante el hartazgo e indignación por las ineficientes investigaciones que nunca llegan a nada en un país donde la taza de feminicidios rompió récord y lo colocó como el segundo país de América Latina y el Caribe con más feminicidios, debajo de Brasil, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

En silencio, con gritos, vestidas de negro o con el rostro cubierto y acompañadas por un “cinturón de paz” (mujeres que trabajan en el gobierno CDMX, encabezado por Claudia Sheinbaum), salieron a las calles a gritar lo que siempre debió ser un derecho: respeto y seguridad.

Grafitis, vidrios rotos, pinta de monumentos,  fueron parte de las acciones que colectivos de grupos feministas dejaron a su paso desde la columna del Ángel de la Independencia hasta el plancha del Zócalo capitalino

Al grito “¡Violan mujeres, protegen monumentos!”, miles de mujeres reprocharon qué cerca de 2 mil 516 mujeres policías estuvieran resguardando la marcha y no su seguridad.

En México de enero a septiembre de 2019, 2 mil 833 mujeres han sido asesinadas, según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).

“Señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en frente de la gente”; “Somos el grito de las que ya no están”; “No nací mujer para morir por serlo”; fueron parte de las consignas para exigir un alto a la violencia contra las mujeres.

La marcha por el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, finalizó en el Zócalo, donde diferentes colectivos recordaron las cifras y exigieron respuestas inmediatas, a las miles de mujeres desaparecidas y asesinadas.


#25N Mujeres diversas de Paraguay salieron a las calles contra la violencia machista

Más de 3.000 mujeres rurales, activistas, bañadenses, lesbianas, trans, cis, estudiantes y trabajadoras sexuales se movilizaron por las calles de la ciudad de Asunción (Paraguay), para exigir #BastaDeFemicidios, discriminación y violencia machista. Lo hicieron bajo el “No nos callamos más”, en el Día de la eliminación de la Violencia contra la Mujer, #25N.

“Las mujeres lesbianas también sufrimos violencia, y tenemos doble discriminación. Uno de los primeros ámbitos es en la familia, cuando nosotras manifestamos nuestra orientación sexual y encontramos reproches, castigos. También sufrimos violencia en nuestro ámbito laboral donde se nos obliga a ocultar nuestra identidad o sufrimos despidos injustificados”, expresó Carol Sotelo, activista de la agrupación Lesvos.

La marcha fue convocada por la articulación feminista a las 16:00. Las concentraciones tuvieron lugar  en las Plazas O’leary y de la Democracia, donde hubo ferias de ropas, pañuelos, artesanías y comida. Cerca de las 18:00 las columnas marcharon hacia la Costanera de Asunción.

Bajo un sol intenso, cientos de adolescentes maquilladxs con glitter cantaban “che rete, che mba’e” y sobre la caída del patriarcado, mientras jóvenes vestidas de amarillo estaban encargadas de la seguridad.

“Salir del armario siendo profe es una responsabilidad para los alumnes porque llena ese espacio cultural que falta en la historia. Por ejemplo, no podemos enseñar literatura y hablar sobre Federico García Lorca sin contar que lo mataron por ser gay. A esta gente que me dice que no me meta con sus hijos les contesto que me tengo que meter porque yo les enseño, no solamente a leer y a escribir, sino también a aceptar diferencias: diferencias de cuerpos, sexuales y neurológicas”,apuntó Natalia López, mujer lesbiana y profesora de inglés del colegio de la Asunción.

Por la inclusión de las mujeres trans

Las mujeres trans también reclamaron acceso a derechos económicos, sociales y culturales para todas las mujeres en toda su diversidad. Además, exigieron justicia y reparación de los crímenes de odio contra elles, incluyendo los 61 asesinatos que se registraron en Paraguay desde el final de la dictadura en 1989 que permanecen impunes al día de hoy.

“La resistencia trans, la resistencia de las mujeres tienen que hacer que nosotras nos fortalezcamos”, dijo la activista por los derechos humanos y referente de Panambi, Yren Rotela a Presentes, consultada por el avance del sector antiderechos “Con mis hijos no te metas”. “Es es un mensaje de odio muy peligroso hacia el colectivo de mujeres diverso”, agregó.

“Ahora nuestro objetivo principal es Casa Diversa, que es un proyecto nuevo del que formo parte, dirigido por Yren Rotela. Tenemos chicas menores de edad que están albergadas en esta casa trans, y están en necesidad, en situación de calle o no son aceptadas por la familia”, continuó Tami Tozzy, activista trans de Casa Diversa.

Mujeres bisexuales, presentes!

Andrea Areco, de la organización feminista La Feroz Colectiva contó que se siente libre de asumirme como bisexual, “libre de poder visibilizar esta identidad como una identidad que no es una transición, que no es sinónimo de promiscuidad, que no es sinónimo de ninguna cosa solamente. Es una identidad con la que muchas mujeres y hombres nos sentimos identificados. Quiero decir basta de la invisibilización de la bisexualidad. Existimos, estamos, nos percibimos, nos queremos sentir libres, plenos y plenas”.

A pesar de que en Paraguay existe la Ley de Protección Integral a las Mujeres, contra toda Forma de Violencia, en lo que va del año se registró 51 casos de femicidio en nuestro país, y 164 intentos de femicidio, según los datos arrojados por el Observatorio de Violencia de Género. Siendo el último registrado el de Lidia Meza, la joven de 18 años asesinada en la Agrupación Especializada de las Fuerzas Armadas.

Entre las colectividades que marcharon ayer destacaron Aireana, Lesvos, La Feroz Colectiva, la Plataforma Universitaria Feminista (PUF), Escalando, Panambi, Conamuri, Amnistía Internacional, Fuerza Común y el movimiento de izquierda Frente Guasu. Al mismo tiempo, alrededor de 15 personas autodenominadas “pro vida” se manifestaron delante del Panteón de los héroes contra de la movilización feminista, y gritaban tímidamente “¡Que viva la religión!”. Entre elles, estaba Gabriela Vergara, conocida por la militancia antiderechos en redes sociales. “Equipo patriota defendiendo el patrimonio nacional de la marcha feminista victimista”, escribió hoy desde su cuenta de Facebook en la leyenda de una fotografía.

El final del recorrido en la Costanera desembocó en un escenario donde se leyeron los nombres, la modalidad del femicidio y el estado de la causa de las mujeres asesinadas durante 2018. En un ritual sororo, las mujeres manifestadas cantaron al unísono: “Ni una menos, vivas nos queremos”. Cuando tocó el turno de Meliza Fleitas, un grito colectivo se extendió a lo largo de toda la movilización: “No estamos todas, nos falta Meliza”.

Agencia Presentes


#NosotrasMarchamos25NOV: Declaración de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres

Como año a año, hace casi dos décadas, convocadas por la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres y otras organizaciones feministas, miles de mujeres saldremos a las calles en Chile y América Latina durante este lunes, en el marco del 25 de noviembre, Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres.

En más de 50 localidades en todo el país, mujeres y niñas se organizan para levantar distintas acciones en repudio a la violencia patriarcal.

A las diversas manifestaciones de violencia machista que por décadas organizaciones feministas hemos denunciado, desnaturalizado y trabajado en erradicar, hoy vuelve a emerger con fuerza el llamado a repudiar y no tolerar la impunidad en decenas de casos de violencia política sexual, perpetrados en el actual contexto político por militares y policías con la venia del gobierno de Sebastián Piñera, mayoritariamente contra niñas y mujeres, como también niños, cuerpos racializados y disidencias sexuales.

La violencia contra mujeres es un problema político, económico, social y cultural, transversal a todos los espacios que habitamos, tanto públicos como privados. Afirmamos que la violencia contra nosotras es un problema estructural, asentado en las bases de las sociedades patriarcales como la nuestra y que produce y reproduce desigualdades entre mujeres y hombres y disidencias sexuales.

Las feministas hemos dicho incansablemente que la violencia contra mujeres es un problema urgente, que atañe a la sociedad en su conjunto y que tiene distintas expresiones: algunas más visibles como las decenas de mujeres víctimas de femicidio que durante este año ya suman 58, y otras más naturalizadas, como las dobles jornadas que recaen en las mujeres: trabajo remunerado al que se le agrega el invisibilizado e inagotable trabajo doméstico y de cuidados; las pensiones de miseria que, si son indignas de manera general, en el caso de las mujeres se profundiza; las brechas salariales, los trabajos informales, las lagunas previsionales, las isapres que castigan a las niñas y mujeres por tener útero; un sistema judicial que perjudica a las mujeres, que deja libre a agresores y violadores, que realiza investigaciones negligentes cuando desaparecemos, que nos expone a las voluntades de los fiscales, que permite que el 60% de los padres denunciados por no pago de pensión de alimentos no se pongan al día jamás.

A lo anterior se suma que en un contexto como el actual, las mujeres que viven violencia explícita están aún más expuestas: las policías concentradas en reprimir cancelan sus funciones habituales y es así como se dejan de tomar denuncias por violencia y agresiones sexuales, se paralizan los juicios en curso, dejan de funcionar las ya ineficientes medidas cautelares. Si ya antes decíamos que no había un Estado que garantizara vidas libres de violencia para mujeres y niñas, ¿qué Estado puede existir cuando es el mismo aparato el que avala la continua vulneración de derechos humanos?

Las mujeres somos parte central del movimiento social que hoy reclama en las calles por vidas dignas y libres de violencia, imposibles bajo el modelo capitalista, racista y patriarcal imperante. Es por eso que la visibilización de nuestras demandas, nuestra participación e incidencia es primordial.

No aceptaremos acuerdos entre cúpulas políticas elitistas que negocian a espaldas del pueblo movilizado, desconociendo que las demandas nacen desde la calle y los espacios territoriales de reflexión y vivencias colectivas. Se niegan las graves violaciones a los derechos humanos perpetrados desde el inicio del estallido social y se criminaliza la protesta al posicionarla como un problema de orden público.

Hoy se abre la posibilidad histórica de derribar uno de los grandes cimientos de la dictadura, como lo es la Constitución, por lo que no podemos permitir que este proceso excluya una vez más a mujeres, niñas, niños y adolescentes, disidencias sexuales, afrodescendientes, pueblos indígenas y otros grupos históricamente vulnerados. Por eso exigimos una Asamblea Constituyente paritaria, plurinacional y con escaños reservados para población LGBTI+ y personas en situación de discapacidad, cuyo funcionamiento sea resuelto al interior de la misma.

Hoy, vestidas de negro, seremos cientos las mujeres que caminaremos juntas, portando un lienzo con un mensaje claro: NINGÚN ACUERDO SIN NOSOTRAS. Y con nosotras llevaremos los más de mil nombres de las mujeres y niñas que este sistema ha permitido que sean asesinadas desde el año 2001 hasta la fecha.

Red Chilena contra la violencia hacia las mujeres


25N CONTRA LA IMPUNIDAD: La violencia sexual es violencia política

Este 25N, Día Internacional de Lucha por la Erradicación de las Violencias contra las Mujeres, los feminismos latinoamericanos salimos a la calle contra el golpe en Bolivia y contra el terrorismo de Estado en Chile. La violencia sexual es violencia política. Decimos NO a la impunidad frente a los asesinatos. torturas, secuestros, desapariciones, abusos, vejaciones y violaciones. Esta violencia tiene la intención selectiva de desarticular la potencia de los feminismos y de los movimientos disidentes. La violencia sexual es violencia política contra quienes hacemos frente al neoliberalismo, su sistema de endeudamiento, obediencia y explotación, y experimentamos, inventamos o recuperamos formas de encontrarnos que encienden el deseo, y la necesidad de otra vida.

Mientras nos levantamos en los territorios , los ejércitos han vuelto a las calles de América Latina. La cacería es evidente. Los gobiernos dan vía libre y amparo a las fuerzas de “seguridad”, habilitándolas a mutilar y violar con saña específica a mujeres y a cualquier identidad disidente de la heterosexualidad normativa, impuesta también a bastonazos. La policía, en tanto, dispara a los ojos de pueblos que han vuelto a levantar irreversiblemente la mirada. Los ejércitos y la policía militarizada en las calles, desde Bolivia a Haití, desde Chile a Ecuador, desde Wallmapu y por todo Abya Yala, abren las heridas no cicatrizadas del funesto y orquestado Plan Cóndor y de los terrorismos de Estado impuestos hace cuatro décadas en cada territorio de nuestra América. No perdonamos ni olvidamos ningún golpe. La impunidad actual es expresiva de la impunidad histórica de democracias que pactaron justicia en la medida de lo posible. Impunidad sobre la que se acordó la continuidad del régimen neoliberal impuesto a sangre y shock, y que ha garantizado la permanencia del terrorismo del Estado en los territorios.

Las feministas decimos NO al acuerdo que consagra la impunidad del gobierno asesino de Piñera. Exigimos su renuncia ya. Decimos NO al golpe de estado racista y fundamentalista en Bolivia que va detrás de la consolidación de un modelo extractivista transnacional asesino.

Hoy, con la narrativa de combatir el narcotráfico y de imponer la seguridad interior, también se militarizan nuestros barrios y nuestras calles. Consagrando las tropas a la Biblia, como cruzados medievales, apuntan contra las organizaciones horizontales de los territorios que defienden la tierra, el agua, el aire, las plantas y los animales como parte de una cosmovisión que consideran “superada”, pero que resulta subversiva para el neoliberalismo extractivista. El asesinato de lideresas territoriales, y especialmente de referentas de comunidades indígenas y afrodescendientes, no se detiene ni en Colombia ni en Nicaragua, ni en Chile, ni en Brasil. Somos también la tierra que quieren saquear, somos el agua que privatizan, y somos las plantas y animales que explotan y torturan. Somos nosotras contra la deuda, como dicen las feministas en Puerto Rico. Por eso gritamos desde todas las regiones de nuestro continente: ¡no somos sus recursos disponibles ni somos superficies dóciles de normalización! Denunciamos la alianza entre el extractivismo, el racismo y los fundamentalismos religiosos que nos disputan el control de nuestros cuerpos-territorios: ahí es donde se anuda el racismo con la avanzada neocolonial.

Mientras se agudiza la precarización de la vida, se recrudece la violencia machista que atraviesa las relaciones en que esa vida se sostiene y se renueva cada día. Los alfiles ideológicos de las derechas, las religiones nuevas y viejas, quieren volver a encerrarnos en nuestras casas, donde nos matan y nos explotan. La violencia sexual es violencia política, lo repetiremos hasta que nos oigan. La familia cerrada e idealizada que defienden las religiones como paradigmas del orden es muchas veces directamente nuestra tumba y tantas otras la finca de esclavas donde los estados capitalistas extraen de nuestro tiempo el valor de un trabajo no remunerado: los cuidados que damos, las redes que sostenemos, los servicios que proveemos; en fin: la reproducción de la vida. Esa familia cerrada con la autoridad paterna decadente y celebrada es el caldo de cultivo donde se cuecen los femicidios y el abuso sexual, donde se reproduce la violencia machista. Nos matan en nuestras casas e intentan convencernos de que el peligro está afuera, y que los milicos están para cuidarnos. Hoy, dentro y fuera del hogar, crece el peligro para nosotres.

Las revueltas y desobediencias plurinacionales que vivimos han descompuesto la normalidad neoliberal y las continuidades coloniales. La guerra se intensifica ahora contra toda rebeldía. Decimos NO al pacto de caballeros que nos endeuda, nos empobrece, nos excluye y nos quiere sumisas. Decimos NO a la intervención del FMI que nos hipoteca y modula nuestras formas de vida. Decimos NO a los pactos por arriba y a espaldas de los movimientos, que clausuran nuestras formas deliberativas y de decisión política. No queremos la falsa felicidad del consumo irrestricto sostenido en nuestra pobreza estructural y en nuestra imposibilidad de decisión. La violencia política sexual hoy nos quiere como botín de guerra. Pero estamos alerta, hemos tejido nuestros acuerdos y nuestras divergencias, lejos de dividirnos, nos fortalecen, porque sabemos que la política que hacemos no es vertical, porque no buscamos disciplinarnos sino abrir sentidos, pensar juntes y cambiarlo todo. Como decían las feministas chilenas en los 80: hoy, más que nunca, somos +.

Ahora que estamos juntes, nos acuerpamos para enfrentar este mundo que da terror. Para desarmarlo. Porque estamos para nosotres y nos mueve el deseo de una vida que valga la pena vivir

Fuente: https://www.nodal.am/2019/11/masivas-marchas-en-america-latina-en-el-dia-de-la-eliminacion-de-la-violencia-contra-la-mujer/

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Por: Otras Voces en Educación 

No mas Violencia contra la Mujer, derrotemos la cultura patriarcal

Latinoamérica y el mundo viven un despertar de la conciencia colectiva respecto a la situación denigrante del femicidio y el maltrato contra las mujeres. Esta realidad es una muestra de la degeneración social que genera el capitalismo. Las relaciones humanas son cada día más permeadas por la lógica de la mercancía y el lucro, que supone la competencia, la dominación y la violencia verbal, psicológica, física y de clase social.

Desde Otras Voces en Educación nos sumamos al aleteo de millones de mariposas y luciérnagas que le gritamos al mundo que no puede haber libertad, desarrollo sostenible ni humanidad si continua siendo la violencia contra la mujer un problema de nuestras sociedades.

Por ello, le hemos pedido a mujeres de distintas geografías que nos digan que se esta haciendo para saber cómo podemos juntarnos mucho más.

Rose Mary Hernandez: Docente en ejercicio. Mi Apostolado de la educación inició desde que tenía seis años de edad, al sentarme con mi maestra de 1er grado para ayudarla a enseñar a leer a mis compañeros de clase. Trabajé durante 18 años en una Escuela Técnica Industrial. Actualmente, Docente categoría Asociado en la Universidad «Rómulo Gallegos»-estado Guárico. Investigadora del Centro Internacional Miranda. Coordinadora de América Central en el Proyecto Otras Voces en Educación. PEII-A1. Amante del saber vivir y de las familia formada con sanos valores.

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