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La mala educación de las mujeres

Fuentes: https://diariofemenino.com.ar/

La autora del libro «(Mal) Educadas» explica por qué la formación del género femenino aún se basa en la preservación de los roles tradicionales.


Encontrar todo lo que nos educa a nivel social, por fuera del rol tradicional que tienen de por sí los sistemas educativos, es fundamental. Pero en el caso de la educación formal, también hay una historia que debe ser develada, para darnos cuenta hasta qué punto las instituciones educativas han conformado su diseño curricular sin nosotras. Comprender que el acceso a la educación femenina fue una decisión que no tomamos, sino que fue discutida por los hombres, nos hace entender un poco por qué al día de hoy estos espacios siguen reproduciendo los estereotipos de género.

Antes de la Revolución Francesa, e influenciando notablemente en estos ideales que nos traerían consigo el Estado Moderno, el filósofo Jean-Jaques Rousseau escribió en 1872 una de sus obras más conocidas, “Emilio, o de la educación” para definir el concepto de buen ciudadano. De esta manera ubica dentro de esta categoría a los hombres, definiéndolos como jefes de familia, padres y esposos. Su desarrollo de lo “público” y de la organización política ideal de los ciudadanos hombres, suponía la existencia de un mundo femenino privado que se ocupaba de los valores domésticos. Por lo tanto, las mujeres no van a ser definidas por la importancia de su rol como ciudadanas, sino como esposas, y hará hincapié en la educación que deben recibir para esto.

Para Rousseau efectivamente había una división necesariamente dual que permitía el equilibrio cívico. La participación de las mujeres en la vida pública implicaba un peligro para el orden social, y acercarnos a una educación que nos igualara entre hombres y mujeres podía ser la perdición. Para Rousseu, nuestra educación se articulaba sobre tres ejes: “El primero de ellos es la castidad y la modestia; el segundo, la domesticidad; y el tercero, la sujeción a la opinión. Una mujer casta y modesta, pronta a tener en cuenta las opiniones de los demás y dedicada por completo a su familia y a su casa es el prototipo ideal de la mujer natural (…) Una mujer ingeniosa (es decir, capaz de expresar sus opiniones) es un flagelo para su esposo, sus hijos, sus amigos, sus sirvientes y para todo el mundo. Exaltada por la sublimidad de su genio, desprecia rebajarse a las obligaciones de una mujer y está segura de iniciar a un hombre”.

Rousseau seguirá ejemplificando de manera taxativa sobre el rol en el que nos tienen que educar: “dar placer [a los hombres], serles útiles, hacerse amar y honrar por ellos, criarlos de jóvenes, cuidarlos de mayores, aconsejarlos, consolarlos, hacerles agradable y dulce la vida, esos son los deberes de las mujeres en todos los tiempos, y lo que se les ha de enseñar desde la infancia”. Recordemos que esta obra fue la base filosófica sobre la que se asentaron muchos de los cambios sociales que tuvieron lugar a posterior, y sobre todo que se trasladaron en la doctrina de un cuerpo legal que administrara las relaciones sociales. No es de extrañar que nuestra llegada a las aulas haya sido tan lenta, con las limitaciones que ya hemos ahondado en otros capítulos que nos impuso la Iglesia, y como vemos ahora, también los hombres de gobierno, para educarnos en otras actividades que no fueran las que ellos consideraban como: “propias del sexo”.

Llegar a las aulas. Los colegios más similares a los modernos comenzaron a entrar en vigor a partir del 1700. En América, en la época de las colonias, por ejemplo, se habían designado “espacios de señoritas” para la formación de las hijas de los conquistadores, pero también de las —mal llamadas— indias. A finales del siglo XVIII, las escuelas para niñas indígenas, llamadas “amigas” o “migas”, en México, por ejemplo, comenzaron a proliferar. Una de las razones principales era que las niñas a su vez funcionarían de educadoras dentro del hogar de los más pequeños. Educar a las mujeres fue una de las formas que los usurpadores de las tierras americanas encontraron para romper la cultura indígena y evangelizar a través del cristianismo.

En España, para el año 1849, solo el 22% de las niñas estaban escolarizadas, mientras que en el caso de los niños el porcentaje subía hasta el 77%. La ley fijaba también qué asignaturas podían cursar las niñas y cuáles no. Eran exclusivas para ellas “las labores propias del sexo, el dibujo aplicado a las mismas labores, y ligeras nociones de Higiene Doméstica”. No podían, a diferencia de los niños, estudiar Geometría, Física o Historia Natural. En Chile, por ejemplo, el acceso de las mujeres a la educación superior se abrió en 1877 con la promulgación del llamado “Decreto Amunátegui”, que hizo válidos los exámenes de los colegios particulares de niñas. Cuatro años más tarde, el Estado asumió la obligación de facilitar la instrucción y la capacidad femenina a través de la fundación de liceos secundarios para mujeres.

La institucionalización de la educación fue llegando para nosotras progresivamente, rompiendo con el sistema tradicional de tutores y educación individual, aunque seguía persistiendo la división sexual del conocimiento. Las mujeres seguían siendo educadas para la vida religiosa o para la vida marital.

En este sentido, Argentina fue bastante pionera a nivel mundial. En 1823, Bernardino Rivadavia, quien en ese momento gobernaba la provincia de Buenos Aires y tiempo después fue presidente, dispuso la creación de la Sociedad de Beneficencia. La misma tenía como objetivo educar a niñas de clases humildes. Se crearon además institutos donde las mujeres podían capacitarse para ser maestras, y así poder enseñar en los colegios de estas jóvenes. Si bien la costura era una de las materias que diferenciaba la educación de niñas de la de niños, lo cierto es que también se introdujeron contenidos que en otras partes del mundo estaban vedados como geografía filosofía, historia o idiomas.

Las políticas educativas que se retoman después de la dictadura de Juan Manuel de Rosas, a partir de mediados del siglo XIX, serán lideradas por una gran mujer, feminista y pionera en técnicas pedagógicas: Juana Manso (1819-1975). Por años, a las argentinas nos han hablado de Domingo Faustino Sarmiento, el “padre de la educación”, pero jamás nos la mencionaron. Juana se tuvo que exiliar de adolescente a Uruguay, debido a que su padre era perseguido políticamente. Allí, desafiante, formó en su propia habitación el “Ateneo de Señoritas”, donde educaba a mujeres de la élite de la ciudad de Montevideo. Comenzó una carrera de escritora, y se dedicó a explicar cuáles debían ser los pasos emancipatorios de la mujer. Leerla es imperdible y fundamental para cualquier mujer en el mundo.

La cita que transcribiré a continuación debería ser enseñada a todas las niñas en los libros de historia argentina, pero al día de hoy no se encuentra, no nos hablan de ella como lo que fue: la madre de la educación en nuestro país. En 1854 Manso escribió en el primer número de “Álbum de Señoritas. Periódico de Literatura, Modas, Bellas Artes y Teatros”, su primer periódico: “Todos mis esfuerzos serán consagrados a la ilustración de mis compatriotas, y tenderán a un único propósito: emanciparlas de las preocupaciones torpes y añejas que les prohibían hasta hoy hacer uso de su inteligencia, enajenando su libertad y hasta su conciencia a autoridades arbitrarias en oposición a la naturaleza misma de las cosas. Quiero, y he de probar que la inteligencia de la mujer, lejos de ser un absurdo, o un defecto, un crimen, o un desatino, es su mejor adorno, es la verdadera fuente de su virtud y de la felicidad doméstica porque Dios no es contradictorio en sus obras, y cuando formó el alma humana, no le dio sexo: la hizo igual en su esencia, y la adornó de facultades idénticas. Si la aplicación de unas y de otras facultades difiere, eso no abona para que la mujer sea condenada al embrutecimiento, en cuanto que el hombre es dueño de ilustrar y engrandecer su inteligencia; desproporción fatal que solo contribuye a la infelicidad de ambos y a alejar más y más nuestro porvenir”.

La mayoría de las docentes de niveles iniciales y primarios en el mundo son mujeres, debido a la relación indirecta que se hace entre crianza, cuidado de menores y el rol de madres que se nos inculca de nacimiento. Sin embargo, jamás supimos de las mujeres importantes, como Juana Manso, que educaron a otras mujeres, y las hicieron poderosas. Con las diferencias de la época, con todo lo que todavía teníamos que aprender. Pero ellas, las fundamentales, las educadoras de otras mujeres, siguen sin estar en los libros de historia.

Muchas veces se piensa que la revolución de las mujeres tuvo un comienzo relacionado al sufragismo, pero me atrevo a decir que la primera revolución que decidimos llevar adelante, fue para tener el derecho a acceder a la educación, a poder ejercer trabajos relacionados a niveles de instrucción altos, a poder tener presencia en las universidades. Porque así como en los colegios de señoritas no podían enseñar hombres, en la vida política y laboral de los hombres, no podían enseñar mujeres. Esta concepción de que las mujeres no teníamos nada para enseñar a los varones sobre todo en niveles altos de instrucción, formaba parte de una idea acerca de nuestra inferioridad como sujetos.

Más educadas, mejor calidad de vida. Por suerte, a partir del siglo XIX con mayores o menores limitaciones, en todo el mundo nos fuimos acercando a las aulas. Según datos de las Naciones Unidas para la mujer, en todo el mundo el 80% de las mujeres adultas sabe leer, algo que para las dificultades que aún atravesamos representa un porcentaje altísimo. Sin embargo, aún estamos por debajo del 89% de los varones que en estos niveles más básicos de instrucción nos superan. En los países menos desarrollados, solo el 51% de las mujeres tiene un nivel básico de alfabetización, la pobreza sigue siendo un factor de mayor desigualdad para nosotras.

En la web oficial de la página de la UNESCO encontramos datos con proyecciones que nos explican sobre la importancia de la educación en las mujeres para las transformaciones sociales. Acceder a mejores niveles de instrucción no solo parte de un deseo vocacional y profesional, sino que dada nuestra condición en todo el mundo significan efectivamente una mejor calidad de vida. En varios países de África y algunas regiones de Asia, como por ejemplo India, los matrimonios infantiles producen una caída abrupta de las mujeres en los niveles de instrucción. Varios estudios reflejan como en regiones del África subsahariana, si todas las mujeres completaran la enseñanza primaria, la mortalidad materna podría reducirse en un 70%, dado que contarían con más herramientas y sobre todo vínculos en las comunidades para la atención primaria en la salud.

Las niñas que reciben más educación tienen menos probabilidades de llegar a ser madres precoces. El número de menores de 17 años de edad que quedan embarazadas en el África subsahariana y Asia occidental se reduciría en un 10%, si todas las muchachas completaran la enseñanza primaria, y en un 60%, si todas las muchachas completaran la enseñanza secundaria. Es decir que a mayores niveles de instrucción, las mujeres podemos además acceder a una mejor calidad desde los aspectos de la salud y la economía.

Licenciadas para seguir siendo buenas mujeres. Al día de hoy, en América Latina, y en la mayoría de los países desarrollados, las mujeres superamos en porcentaje a los varones en la formación terciaria y universitaria. Según un informe del Banco de Desarrollo para América Latina, en la mayoría de los países latinoamericanos, en el rango etario que suele considerarse central para el mercado de trabajo (25 a 54 años de edad), las mujeres tenemos, en promedio, cerca de un trimestre más de educación formal que los hombres. Pero el avance educativo no se ha extendido a todas las mujeres por igual, y ha sido menor en las zonas rurales. De hecho, el índice de analfabetismo de las mujeres supera al de los hombres, particularmente en las áreas rurales donde más del 8% de las mujeres de entre 25 y 34 años declara no saber leer ni escribir.

Según estadísticas de la UNESCO, actualmente solo el 10% de las mujeres que se matriculan en estudios terciarios en América Latina lo hace en áreas de ingeniería o de tecnología de la comunicación e información, cifra que en el caso de los hombres asciende al 33%. En el mismo orden los puestos mejor pagos en el mercado del trabajo, como ya vimos, son los basados en las matemáticas: ingeniería, física, finanzas. En Argentina, según los datos de la Secretaría de Políticas Universitarias, la presencia de las mujeres en la carrera de Ingeniería en 2009 era del 22%, diez años después, la cifra solo sumó un 2% más.

De alguna manera nuestras áreas de formación, también terminan formando parte del aparato primario que nos educa sobre los roles de las mujeres. Terminamos especializándonos, siendo universitarias en lo que la educación cultural nos formó, es decir realizando elecciones asentadas con más fuerza en estudios y trabajos refractarios a nuestros roles como cuidadoras, contenedoras, pedagogas, etc.

Somos enfermeras, psicólogas, médicas, docentes, y tenemos una especial predilección por las ciencias sociales, porque trasladamos la educación que recibimos desde la infancia y la profesionalizamos en áreas del desarrollo que nos terminan sirviendo para insertarnos en el mercado laboral, claro, pero también para seguir reproduciendo de manera más eficiente ese estereotipo de la buena mujer, o de lo que se espera de nosotras. China es el ejemplo perfecto para ilustrar cómo la profesionalización de los roles tradicionales puede terminar dentro del claustro universitario. La política tradicional del hijo único varón que por años tuvo este país para poder sostener el crecimiento demográfico, más los avances en materia legislativa sobre los derechos de las mujeres, conformó una nueva generación de mujeres jóvenes que posponen el matrimonio y la maternidad.

A raíz de esto, en marzo del 2018 la facultad Zhenjiang, ubicada al sur del gigante asiático, junto a la Federación Nacional de Mujeres de China abrieron un curso de «virtud femenina» en el que preparan a las estudiantes que están ocupadas formándose en otras carreras a vestirse, servir el té y sentarse a la perfección. Esta cátedra se creó por pedido expreso del presidente Xi Jinping, quién instó a volver a brindar a las mujeres una educación básica y transversal sobre cultura tradicional china.

En una entrevista dada al diario The Washington Post una de las profesoras que intervienen en el programa declaró: “Según la cultura tradicional, las mujeres deberían ser modestas y tiernas, y el rol de los hombres es trabajar fuera de casa y mantener a la familia”. El presidente en varias declaraciones discursivas instó a volver a los valores expresados por el filósofo Confucio (551-479 ac) donde la familia convive en armonía si se respeta la división sexual y tradicional del trabajo. Podemos ver de forma contundente cómo el control sobre los cuerpos y el comportamiento de las mujeres, no refiere solo a lo reproductivo, a las barreras en el mercado laboral, a las exigencias de los mandatos, sino también a los contenidos en los que cuales se elige aún hoy educarnos para no salir del papel que se nos es ha asignado.

Las escuelas y las universidades arrastran programas viejos, y sobre todo conservadores. La innumerable viralización de escuelas de base cristianas en todo el mundo, son además una barrera para poder acceder a un conocimiento laico que no refuerce la moral tradicional de la iglesia, en donde las mujeres debemos ser esas buenas señoritas bíblicas a imagen y semejanza de la Virgen María.

La historia de la transformación de la educación la estamos viviendo en pleno siglo XXI, porque aún los contenidos, libros de estudio, e incluso la pedagogía de los docentes, está orientada a seguir reforzando —inconscientemente o no— las desigualdades. Al día de hoy, la educación en muchas partes del mundo sigue segmentada. En Argentina, yo misma fui a un colegio de monjas, solo para niñas, hasta el año 1998. Luego pasé a un colegio que había comenzado a ser mixto apenas unos tres años atrás, pero que sin embargo conservaba el ala técnica exclusivamente para varones. Recién en el año 2002, este colegio, de una congregación de sacerdotes, aceptó la incorporación de mujeres a las filas de la formación especializada en oficios mecánicos, construcción y motores.

En su libro “El origen del patriarcado”, la historiadora Gerda Lerner explica que la hegemonía masculina en todo el sistema de símbolos, más allá de los países o las distintas culturas, se debió a dos grandes factores. Primero, este monopolio masculino de las definiciones, es decir: el mundo explicado por hombres. Y segundo, la privación de educación de las mujeres. “Durante toda la historia han existido siempre vías de escape para las mujeres de las clases elitistas, cuyo acceso a la educación fue uno de los principales aspectos de sus privilegios de clase”, escribe. “Pero el dominio masculino de las definiciones ha sido deliberado y generalizado, y la existencia de unas mujeres muy instruidas y creativas apenas ha dejado huella después de cuatro mil años”.

Epílogo. (…) Como hija de una docente quiero señalar el rol social que el ámbito educativo formal tiene hoy, y destacar la cantidad de formadoras y formadores que todos los días revisan los contenidos que brindan, piensan en incorporar mujeres en sus bibliografías, reaprenden todo, absolutamente todo lo que le enseñaron para poder contar la Historia desde un lugar más justo. En mi país la docencia es una actividad bastante vapuleada económicamente, pero allí están las y los educadores, dando una batalla cultural admirable, por una vocación real: brindar educación de calidad.

En este mismo sentido, la psicología se ha vuelto una disciplina capaz de darnos a las mujeres y a los hombres herramientas clave, para que nuestras historias personales puedan ser vistas desde una dimensión que nos habían negado.

Este texto es un fragmento de «(Mal) Educadas» (Planeta)

La mala educación de las mujeres
La mala educación de las mujeres

Fuente: https://diariofemenino.com.ar/la-mala-educacion-de-las-mujeres/

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Colectivos y activistas feministas lanzan un manifiesto por la autodeterminación de género

Un total de 80 colectivos suscriben el manifiesto “Feministas por los derechos de las personas trans”, que se hace hoy público con más de 500 firmas.

Colectivos y activistas feministas lanzan el manifiesto Feministas por los derechos de las personas trans, que ha sido respaldado por 80 agrupaciones y cuenta con el apoyo de 500 firmas. El texto, publicado hoy, previene contra el aumento de la violencia hacia las personas trans en el contexto de la controversia generada por la inclusión del derecho a la autodeterminación de género en una ley trans estatal, como demandan los colectivos de personas trans y sus familias.

De cumplirse las previsiones del Ministerio de Igualdad, el texto se conocerá en las próximas semanas, aunque Igualdad ya ha explicado en varias ocasiones su compromiso con que la propuesta recoja el derecho a la autodeterminación de la identidad.

El feminismo “no se puede usar para oponerse o para cuestionar los derechos de las personas trans, que se enfrentan cotidianamente con el estigma y la discriminación en muchos ámbitos de sus vidas”, explica una vocera del manifiesto

Defender unos derechos largamente reivindicados, sostiene el escrito, no es un gesto en contra de ninguna mujer, ni en contra del feminismo. El feminismo “no se puede usar para oponerse o para cuestionar los derechos de las personas trans, que se enfrentan cotidianamente con el estigma y la discriminación en muchos ámbitos de sus vidas”, sostienen.

Las firmantes explican que se trata de colectivos y activistas que han propiciado las grandes movilizaciones feministas de los últimos años, entre ellas la movilización contra la reforma de la ley del aborto que pretendió hacer Alberto Ruiz Gallardón cuando era ministro de justicia, el 16M o las huelgas feministas de 208 y 2019. Arantxa López, vocera de los colectivos que lanzan este manifiesto, explica a El Salto que las firmantes quieren hacer un llamamiento en un momento histórico de recorte de derechos en el que colectivos como personas trans o racializadas ven amenazados sus derechos: “Cuando hay un derecho que se cuestiona, ahí estamos y ahí estaremos”, explica.

El movimiento feminista, justifica López, nunca ha trabajado por quitar derechos a nadie. “El debate fortalece el movimiento feminista, pero este debate tiene que darse en un clima de respeto”, dice en alusión a los repetidos señalamientos a personas tras en las redes sociales.

Feministas de todo el Estado

Entre las organizaciones que lo suscriben se encuentran colectivos del movimiento feminista de todo el Estado, entre ellos FeministAlde, Ca la Dona, Plataforma 8M Tenerife, AMA Asturies, Asamblea Feminista o Eskalera Karakola. A la iniciativa, abierta también a la firma a título individual, se han adherido asimismo más de 500 activistas, periodistas y mujeres del mundo de la cultura.

El manifiesto se posiciona a favor de un “feminismo diverso, inclusivo, interseccional y desbordante”, especialmente “en un momento de auge de la ultraderecha en el mundo, que pretende vendernos identidades excluyentes afianzadas en la denegación de derechos a quienes consideran diferentes”. Así, se sitúa “radicalmente en contra del tono insultante y del menosprecio que se utiliza, sobre todo en redes sociales” y recuerda que “es difícil reflexionar sobre cuestiones complejas cuando nos vemos obligadas a defender lo más básico: la existencia y la dignidad de las personas”.

“El feminismo lleva enriqueciéndose con las aportaciones de muchas compañeras trans desde hace décadas y no podría entenderse sin su participación”, sostiene el manifiesto

“El feminismo lleva enriqueciéndose con las aportaciones de muchas compañeras trans desde hace décadas y no podría entenderse sin su participación. Con ellas hemos dado forma a los 8M, con ellas peleamos aquí codo a codo contra la violencia machista o por el derecho al aborto en países como Argentina”, mantienen.

Por eso, “no necesitamos que nadie venga a vigilar qué es ser mujer sino que queremos ampliar su significado y las posibilidades de vivir de maneras diversas sin encajar en los moldes preestablecidos por el patriarcado”, destaca el texto, que aboga por “una sociedad en la que las personas no sientan la presión de cumplir con la rigidez de género”. En este sentido, afirma que “mejorar las condiciones de vida de las personas trans profundiza y amplía la democracia, mejora nuestra sociedad y fortalece nuestra lucha contra unas normas de género que nos limitan”.

Fuente e imagen: https://www.elsaltodiario.com/feminismos/colectivos-activistas-feministas-manifiesto-derechos-trans

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Un feminismo fuerte, igualitario y crítico

Fuentes: http://www.mientrastanto.org

Análisis sociológico sobre el feminismo en el momento presente

El feminismo ha adquirido una nueva relevancia sociopolítica y cultural, particularmente en España. Incluso se habla de otra ola feminista, la cuarta, por perfilar sus características específicas. La reactivación feminista, con su dinámica expresiva, sus objetivos y sus procesos identificadores, en sus distintos niveles, ha cobrado una nueva dimensión los últimos años. Tiene un gran impacto en los ámbitos político-institucionales y culturales, en la transformación y legitimidad de los distintos actores, así como en la conformación de una dinámica más amplia y multidimensional de cambio de progreso frente a las tendencias machistas (o patriarcales). La acción por la igualdad y la emancipación femenina se enfrenta a la discriminación, la desigualdad y la dominación de las mujeres, así como a los factores estructurales e institucionales que las mantienen, en particular a las tendencias conservadoras, reaccionarias o autoritarias.

El feminismo como sujeto social

Los fundamentos de la subordinación femenina están claros: gravedad de las desigualdades sociales, laborales y de estatus, con desventaja para las mujeres; persistencia de la violencia y las coacciones machistas, con mayor dependencia e inseguridad para ellas; insuficiente reconocimiento de las libertades para desarrollar las distintas opciones vitales, sexuales o de género. Constituyen los tres ejes fundamentales expresados en la actual ola feminista: por la igualdad social, económico-laboral y relacional o de estatus de las mujeres; contra la presión y las agresiones machistas, y por la emancipación y la capacidad de decisión sobre sus trayectorias y preferencias personales.

Los contextos sociopolítico-cultural y económico-laboral están bien definidos. Primero, amplio y duradero descontento feminista y popular, convertido en activación cívica masiva a partir de 2018 y, especialmente, entre las mujeres jóvenes que han profundizado su identificación feminista. Todo ello como respuesta cívica y solidaria ante la incapacidad de las élites gobernantes y las principales políticas institucionales para superar esas lacras, sobre todo durante el Gobierno anterior del Partido Popular de M. Rajoy. Pero también, por las insuficiencias de la normativa, la gestión y el entramado institucional impulsados en la época anterior por el Ejecutivo socialista de R. Zapatero. Así, la Ley de igualdad y La ley contra la violencia machista, desde hace quince años, tuvieron un efecto inicial positivo de sensibilización feminista, pero han sido incapaces de garantizar un cambio real en esas condiciones de subordinación y desventaja de las mujeres, quedando en el formalismo retórico, con ausencia de políticas preventivas y sustantivas, y el punitivismo contraproducente. Sus procesos legitimadores se han agotado y exigen un nuevo impulso transformador.

Al mismo tiempo, desde el reaccionarismo ultraconservador aparecen nuevos riesgos de involución sociocultural respecto de la relativa posición social igualitaria conseguida, así como nuevas desventajas derivadas del sobreesfuerzo exigido a las mujeres en el ámbito laboral y de los cuidados. Esas reacciones se producen, precisamente, ante los amplios avances democrático-igualitarios en las relaciones interpersonales y las mentalidades, así como ante las nuevas exigencias de un cambio real y sustantivo por la igualdad y la libertad de las mujeres, reforzado por un amplio campo progresista. El choque de expectativas, principalmente entre las jóvenes, desde una cultura democrática e igualitaria y con dinámicas reales desventajosas, es evidente. Es la base del malestar, la indignación y la activación feminista.

Este marco sociopolítico y de legitimidad de la acción cívica feminista está conectado con el empeoramiento del contexto socioeconómico y la precarización del empleo durante la última década, por las crisis socioeconómicas y las políticas de recortes sociales, laborales y servicios públicos que han debilitado la protección social pública y el empleo decente, ahora agravados por la crisis sanitaria. Ello genera un incremento del sobreesfuerzo femenino en la gestión de los cuidados y la reproducción vital, así como peores consecuencias en el ámbito laboral-profesional, sus condiciones de vida y su estatus público, lo que ha perjudicado especialmente a las mujeres de las capas populares y, particularmente, a las jóvenes con mayor incertidumbre para sus proyectos vitales.

Por último, esta activación y concienciación feministas tiene fundamentos sólidos, aunque con distintos niveles de compromiso y pertenencia. Según diversas investigaciones (véase mi libro Identidades feministas y teoría crítica), conviene distinguir tres niveles de identificación feminista: Uno, más de la mitad de las mujeres y de la gente joven así como un tercio de varones tienen conciencia feminista y avalan sus principales objetivos igualitarios; dos, varios millones (entre tres y cuatro) de personas, mayoría mujeres, participan de alguna forma (individual y/o colectiva) en esa activación feminista, más o menos descentralizada o de conjunto, y se consideran identificadas con el movimiento feminista en sentido amplio o bien se muestran solidarias con las grandes movilizaciones feministas y sus objetivos (8 de marzo, 25-N o grandes campañas); tres, varios centenares de miles de activistas en los ámbitos institucional, parainstitucional y de grupos y redes sociales, muy heterogéneos entre sí, con una participación más estable, comprometida e identificadora.

La situación de discriminación, así como la experiencia compartida de movilización cívica, has generado —están generando— una identificación individual y colectiva que conlleva el sentido de pertenencia. El movimiento feminista, como masivo y democrático movimiento social, ha conformado y fortalecido una positiva y solidaria identidad feminista, a diferenciar de la estricta identidad de género. La activación de la acción feminista estos últimos tres años ha expresado un proceso sociopolítico y cultural de identificación igualitario, emancipador, inclusivo, popular, interseccional e integrador.

La identidad feminista, como proceso relacional solidario, no se opone a una identidad o sentido de pertenencia más amplia, de ciudadanía o ser humano, es decir, con componentes universales. Depende de los lazos comunes existentes y su persistencia, así como de su diversidad de pertenencias, su combinación y la conformación de una identidad múltiple o compleja. Esta multidimensionalidad identitaria se forma en cada sujeto real con un nuevo, específico y cambiante equilibrio entre las distintas identidades parciales con variadas combinaciones según los contextos relacionales y junto con otras identidades o valores cívicos transversales. Además, los procesos identitarios pueden ser más o menos inclusivos, densos, mixtos e interactivos, junto con otras características más universales o cívicas. Es positivo un feminismo fuerte y crítico, con sus rasgos identitarios igualitarios, emancipadores y solidarios en conexión con otras dinámicas populares por una transformación progresista de la sociedad.

La pugna interna en el feminismo

El carácter masivo y unitario del feminismo, al mismo tiempo que diverso y plural, está atravesado, además de por unas tendencias sociohistóricas y del contexto económico e institucional, por un aspecto específico que conviene explicar: la formación de la representación de la dinámica transformadora feminista, con sus procesos colectivos de articulación y liderazgo, el sentido de su orientación, los intereses grupales y las características culturales o ideológicas. Su reto es la formación de representaciones democráticas, plurales y unitarias.

Hago el análisis desde la sociología sobre los movimientos sociales, la acción colectiva y el cambio social, junto con la sociología de género. Como movimiento social y cultural, el movimiento feminista, en sentido amplio, conlleva una dinámica autónoma de la esfera política, partidista e institucional. Pero, evidentemente, está penetrado y condicionado por múltiples intereses y demandas de ese ámbito, así como, más en general, por las influencias ideológicas y culturales, las dinámicas asociativas del conjunto de actores sociales y las trayectorias progresistas (o reaccionarias). El intenso debate de ideas, las polémicas entre las élites feministas más activas, a veces agrias y sectarias, así como los forcejeos para conseguir reconocimiento social (o visibilidad pública) obedecen a la pugna por el estatus organizativo sociopolítico e institucional y la influencia mediática, cultural y de poder, relacionadas con el sentido, la capacidad y la cohesión de las bases sociales y representaciones feministas.

Se enmarca en el declive de una élite hegemónica en el periodo anterior, particularmente en los ámbitos institucionales, académicos y mediáticos, vinculada al aparato socialista (aunque no solo ni toda ella), que defino como socioliberal y formalista por sus escasos resultados para el avance real igualitario y emancipador de las mujeres, particularmente en la última década por su adaptación a la dinámica neoliberal dominante. Así, algunas personas reaccionan con argumentos sectarios y doctrinarismo esencialista ante la disputa de sus privilegios y su preponderancia anterior, utilizando un discurso excluyente para legitimarse como monopolio representativo de las mujeres. Se atrincheran frente al desborde de las nuevas élites, algunas con una larga experiencia de trabajo feminista de base, reforzadas por la nueva ola de activación feminista.

Además, está la particularidad de la existencia de un amplio abanico descentralizado de experiencias, grupos y personalidades. Hay una ausencia de articulación asociativa estructurada, con credibilidad y autoridad colectiva, ya que los mecanismos coordinativos y representativos son muy puntuales e inestables. Ante la evidencia de esta pugna por el control y la gestión (sociopolítica, cultural e institucional) de este amplio e influyente proceso sociopolítico se desarrolla una dinámica nada serena y argumentada. Mientras hay un relativo consenso, más o menos ecléctico, entre las mayorías de las bases feministas, entre determinadas élites se tiende a la descalificación sumaria, o sea, a la pura lucha por el ventajismo relacional inmediatista, muchas veces impotente para consolidar unas posiciones democráticas y razonadas que justifique su representatividad y su credibilidad pública. El marco es la ausencia de jerarquías formales, al mismo tiempo que la presencia de pretensiones elitistas permanentes de preponderancia organizacional y cultural.

Nada que envidiar a los peores procesos tanto de las izquierdas y fuerzas progresistas como de las derechas, poco edificantes en talante democrático, respecto de la regulación pluralista de los conflictos y divergencias respetando un marco unitario frente al adversario común y la argumentación razonada. La amplia cultura democrática y participativa de la activación feminista de millones de personas se contrapone con las prácticas intransigentes de determinadas élites, sobre todo de las que se resisten a dejar de serlo, pero también de algunas que aspiran a serlo, como se refleja en el estilo insultante utilizado en distintos medios y redes sociales.

La paradoja es que este intenso y prolongado ejercicio sectario, visto en perspectiva, favorece las posiciones privilegiadas de la corriente socioliberal o institucional, con mayor acceso mediático e iniciadora de la ofensiva deslegitimadora. No es una buena experiencia de aprendizaje y formación de liderazgos y representaciones alternativos en la base social respectiva y para el impulso y la reafirmación del feminismo en su conjunto. Es una debilidad en la construcción unitaria y plural del conglomerado asociativo feminista que lo debilita en su función transformadora igualitaria y emancipadora frente al auténtico adversario común: el machismo como orden social institucionalizado e imbricado con los grupos de poder.

Por otro lado, hay que reconocer que esta debilidad en la articulación y representación de un amplio movimiento social como el feminismo, incluidas sus pugnas más sectarias, no es exclusivo de él. O sea, no es específico de las mujeres o, al contrario, tampoco es incompatible con ellas. Hay que desechar interpretaciones deterministas sobre sus causas: en el primer caso, por la supuesta inmadurez o irracionalidad de las mujeres; en el segundo caso, por una supuesta esencia femenina más tolerante. Es necesario un enfoque relacional, comparativo y sociohistórico. La pugna interna (y externa) tiene que ver con la distancia entre, por un lado, el carácter, la dimensión y el impacto de un gran proceso sociopolítico y transformador feminista y, por otro lado, la fragilidad derivada de la dispersión organizativa, la capacitación de liderazgos sociales, la relevancia de esa tarea sociopolítica transformadora y los intereses y posiciones de estatus que conlleva.

Por tanto, esa conflictividad interna es similar, en contextos parecidos, a la configuración de trayectorias populares, representaciones sociales y políticas y liderazgos organizativos o ideológicos en distintos movimientos sociales y dinámicas político-electorales, especialmente cuando hay procesos profundos de cambio, de reorientación cultural o político-ideológica y recomposición de élites representativas.

Esta tensión y sus reequilibrios de espacios y liderazgos también afectan a las derechas y los grupos de poder, a veces de forma mucho más cruenta, como en las guerras interimperialistas y luchas nacionales o sus actuales tensiones con las ultraderechas. Pero ellas tienen la ventaja relativa de que el poder establecido, normalmente desde posiciones no públicas, condiciona o disciplina a su representación social y política.

La diferencia con el campo popular, específicamente con las formaciones políticas y los movimientos sociales más relevantes, como es el caso del actual movimiento feminista, es que aquí es más fundamental la democracia participativa, la deliberación y decisión colectiva y unitaria. En ese sentido, para ser efectivos se necesita más la democracia y su unidad y, por tanto, resolver mejor la legitimidad representativa de cada sensibilidad o élite diferenciada.

Sin embargo, a veces, en sus pugnas elitistas se utilizan los limitados recursos de poder o capacidad burocrática y organizacional. Ello puede conllevar, si no hay una fuerte cultura democrática y ética de fondo, a mayor énfasis en lo discursivo y, al mismo tiempo, en una actitud prepotente. Es un plano relacional y comunicativo diferente al de las derechas, cuya manipulación sociocultural y crispación institucional antipluralistas las ejercen con todo su poderío fáctico cuando se cuestionan sus posiciones hegemónicas y de poder por los desafíos progresistas y de participación popular democrática. Pero esa práctica sectaria refleja los límites democráticos y éticos de variadas élites que pugnan por la representación y los liderazgos populares, incluido en este caso algunas del movimiento feminista.

Los tres feminismos

En distintos análisis esquemáticos sobre las sensibilidades internas en el feminismo se establecen dos corrientes en torno a la identidad ‘mujer’: una, llamada ilustrada (esencialista, elitista, homogénea y excluyente), y otra, llamada diversa (posmoderna, popular e inclusiva). No obstante, a mi modo de ver, más allá de las etiquetas, hay una simplificación. La realidad es más compleja pero, sobre todo, el enfoque es insatisfactorio: el eje central para definir el sujeto sociopolítico debe ser la identidad ‘feminista’ no la identidad mujer como identidad de género; en ese sentido cobra una mayor importancia un enfoque relacional y sociohistórico de los procesos participativos de identificación con la causa de la igualdad y la liberación de las mujeres. Por supuesto, debe ser interseccional y en colaboración con otros procesos igualitarios y emancipadores, en particular, por ser el aliado más próximo con los colectivos LGTBI. Además, se producen situaciones mixtas, eclécticas o intermedias entre distintos espacios feministas y en el interior de estos, a veces con una alta variabilidad en diferentes contextos, personas y grupos.

La corriente ilustrada, que a veces es llamada feminismo institucional no es solo ni principalmente la pequeña élite académica socialista que, en los últimos años, ha cogido una deriva esencialista y prepotente frente al feminismo crítico y popular y el feminismo posmoderno, sino una tendencia plural defensora de los derechos y la igualdad de las mujeres. Por tanto, no conviene desacreditar todas las experiencias y fundamentos liberadores e igualitarios de la trayectoria dominante en el feminismo en estos más de dos siglos. Esa crítica de elitismo esencialista y excluyente se podría achacar a un sector determinista que utiliza retóricas contradictorias por la igualdad (formal) y por la diferencia entre los sexos, desde un enfoque mecanicista, ya sea estructuralista o biológico.

No obstante, otro sector histórico y actual participa de una tradición por la igualdad real y es popular e inclusivo. Además, acepta la diversidad en forma de pluralidad real, sobre todo respecto de la clase social, la raza y la opción sexual; se trata del grueso del feminismo crítico e igualitario, dominante en el feminismo popular y de base en España desde la Transición, o el feminismo interseccional del 99% como lo denominan personalidades como la anticapitalista y crítica Nancy Fraser. El énfasis en lo nuevo no debe desconsiderar las mejores tradiciones democrático-emancipadoras del feminismo, aún con sus insuficiencias y límites, según sus contextos históricos, sociales y culturales.

Lo más problemático de ambos esquematismos valorativos, determinista y posestructuralista, es que desconsideran la tradición igualitaria y transformadora. Para la actual élite esencialista, que mejor defino como socioliberal por su limitado impacto transformador, no existe un feminismo crítico, popular, igualitario y emancipador, es decir, de cambio relacional y cultural por la igualdad y la libertad reales de las mujeres. Se quedan en algo de la retórica que han utilizado, apropiándose del discurso de la igualdad, quedándose en lo formalista.

Para las élites posmodernas, más heterogéneas entre sí, una vez tergiversada esa experiencia ilustrada, al tomar una parte por el todo, es más fácil contraponer su discurso de la diferencia y/o posestructuralista, con peso en la tercera ola de los años noventa. Así, bajo el paraguas de la descalificación del feminismo de la igualdad, al que asocia con la razón o el determinismo biologicista, anula las aportaciones igualitarias y transformadoras, con sus fundamentos sociales y su subjetividad, cuya representación queda invisibilizada.

Se produce una convergencia, coincidiendo ambos tipos de élites, socioliberales y posmodernas, en la infravaloración de la realidad desventajosa de las mujeres y la acción cívica transformadora de las relaciones sociales desiguales y dominadoras. Sin embargo, la amplia tendencia realista, social, transformadora y crítica supera a las demás corrientes: liberales o deterministas y posestructuralistas.

La tradición transformadora progresista del feminismo

La realidad histórica nos dice que existe un feminismo crítico e igualitario desde la primera ola (desde mitad del siglo XVIII, el siglo XIX y primeros del XX) y la segunda ola (años sesenta y setenta), más o menos conocido como tendencia igualitaria y emancipadora. Incluso en esas primeras olas los cambios de los derechos formales o legislativos (igual que el liberalismo político progresista) tenían un componente transformador de las relaciones desiguales (patriarcales) civiles, familiares, de acceso educativo y por la participación y representación sociales y políticas, como la paridad representativa de ahora. No era solo un feminismo liberal o ilustrado en el sentido actual de retórico, formalista y elitista, sino que ese igualitarismo era fundamental y sustantivo, combinado con corrientes de izquierda transformadora (socialistas, anarquistas y marxistas), con un compromiso activista solidario y en confrontación unitaria frente al machismo y conservadurismo imperante y hegemónico.

Dicho de otra forma, el feminismo liberal de las dos primeras olas, con su igualitarismo normativo, era bastante radical y transformador, dado el gran peso conservador y patriarcal y la gran opresión y discriminación femenina y su impacto en normas y costumbres. Es importante considerar a todo ese feminismo histórico de la igualdad (liberal y de izquierdas), sin confundirlo con el pretexto de los límites del feminismo socioliberal actual de algunas élites feministas socialistas de estas décadas pasadas o del feminismo neoliberal pseudoprogresista (aunque contenga componentes posmodernos).

Incluso las aportaciones del feminismo institucional socialista, con su posibilismo reformista, también contribuyeron al cambio de mentalidades y a algunas reformas (limitadas) antedichas, aunque con sus elementos contraproducentes, particularmente dos. Por un lado, su ventajismo o prepotencia institucional frente al conglomerado del movimiento feminista de base de la tercera y, sobre todo, de cuarta ola actual. Por otro lado, su posibilismo político-cultural que tiende a consensos con las derechas, por ejemplo con su tendencia hacia el punitivismo y la inacción transformadora real.

Además, el feminismo popular o de base tiene dos tendencias: la posmoderna o de la diferencia, y la transformadora o igualitaria; esta última, que denomino feminismo crítico es la que mayoritariamente se ha expresado en los últimos procesos identificadores feministas y, seguramente, en el activismo organizado que ha promovido las grandes movilizaciones de estos últimos tres años.

Discrepancias entre feminismos

Las tres principales tendencias feministas actuales se constituyen respecto de los tres ejes de la acción feminista de esta cuarta ola: por la igualdad social y relacional, frente a la violencia machista y por la libertad sexual y de género. La pugna interpretativa, argumentativa y representativa de sus élites respectivas expresa una fragmentación organizativa y una debilidad de liderazgo y teórica. Se enfrentan a la tarea democrática de adquirir autoridad y posiciones de prestigio y estatus, con actitudes diferenciadas en esos tres ejes, aunque con ideas básicas comunes que facilitan la expresión masiva de las grandes movilizaciones feministas. Lo analizo desde la sociología crítica.

El problema de fondo que subyace es el descontento popular feminista por la falta de igualdad sustantiva en las relaciones sociales, laborales e institucionales, interpelada, interpretada, representada y orientada desde esa trayectoria igualitaria y transformadora, hoy oscurecida en el ámbito mediático. Las tres sensibilidades, socioliberal, posmoderna y crítica o transformadora, conforman un impacto heterogéneo por abajo, en el conjunto de las bases feministas, entre las que no hay una articulación organizativa estable, ni una referencia cultural unificada ni una cohesión ideológica. En el amplio conglomerado llamado movimiento feminista, predomina el eclecticismo o posiciones mixtas e intermedias respecto de esos diferentes posicionamientos de las élites o personas más activistas.

El activismo discursivo, mediático y en redes sociales, busca la legitimidad en los procesos de formación de liderazgos de las personas y grupos de referencia. Pero, a veces, el exceso de confrontación con estilo descalificador debilita el interés común. Sus efectos son la desactivación de la acción colectiva (e individual) por la igualdad real de la mayoría de las mujeres (y capas subalternas), así como la polarización extrema sobre los otros dos ejes sin avanzar en su transformación preventiva y real: medidas necesarias para acabar con la violencia machista, dando respuesta a la situación de las mujeres víctimas, y favorecer la libertad de opciones sexuales y de género.

Los tres ejes temáticos constituyen la experiencia sustantiva de las actuales movilizaciones feministas ante la persistencia y gravedad de sus desventajas. Es el fundamento que sostiene su carácter transformador y unitario. Pero hay algunas élites, con distintas justificaciones, que priorizan su interés corporativo por ocupar posiciones de privilegio o situar su marco interpretativo particular como el dominante.

Insuficiencias de los feminismos socioliberal y posmoderno

El feminismo elitista, socioliberal y determinista, con su guerra cultural, elige el campo que les parece más fácil y adecuado (prostitución, trans…) para desacreditar a sus oponentes, tachadas incluso de antifeministas. Trata de imponer un marco discursivo y jurídico (punitivista y excluyente) con el que, como objetivo implícito fundamental, aísla y margina también al feminismo transformador, o sea, las demandas de la mayoría feminista de cambio real en esos tres ejes. Por tanto, es un pretexto para defender sus privilegios y desacreditar la alternativa real del movimiento feminista reciente, precisamente por el desborde de los límites transformadores de su estrategia formalista y retórica, su puritanismo y punitivismo y su gestión institucional corporativa.

Aparece con acritud esa pugna por la credibilidad o autoridad del feminismo sin abordar lo sustancial, es decir, apartándose de la dinámica principal del movimiento real y sus amplios apoyos sociales e identificadores y haciéndose eco de las tendencias conservadoras. Es una dinámica destructiva de la capacidad relacional y transformadora progresista del conjunto del feminismo.

De todo ello apenas se habla desde sectores del feminismo posmoderno, en el que me voy a centrar por su mayor complejidad y ambivalencia. Dentro de la diversidad que proclama formalmente no existe el suficiente reconocimiento e inclusión de lo principal de la nueva realidad: la problemática de la mayoría de las mujeres, su situación de discriminación y desventajas y sus demandas y movilizaciones igualitarias y emancipadoras.

En particular, algunas de sus élites infravaloran el gran objetivo de la igualdad relacional y socioeconómica y sus derechos, fundamento básico del feminismo transformador en todas sus olas. Supone abandonar el campo de la ‘distribución’ material o social, y abordar el campo del ‘reconocimiento’ solo desde el ámbito cultural o simbólico para esas élites y no desde la mejora de su estatus relacional y socioeconómico. Así, desconsideran las transformaciones estructurales y sociopolíticas que afiancen la posición social del conjunto de las mujeres y su reconocimiento público y en las relaciones interpersonales. En ese sentido, para ciertas nuevas élites postestructuralistas su feminismo cultural, aunque sea positivo y transgresor en diferentes campos de la normatividad sexual y de género, no es suficientemente radical (no va a todas las raíces) sino que en diferentes ámbitos es superficial y poco transformador.

El feminismo cultural, posmoderno o diverso, ha crecido y se ha polarizado frente al feminismo esencialista, pero difumina al amplio feminismo social, igualitario y crítico, auténticamente plural e inclusivo de lo sustancial de la realidad femenina y las demandas feministas, así como de su subjetividad integradora y complementaria de lo racional y lo emocional.

Para salir del atasco habría que, por un lado, profundizar las críticas a las insuficiencias del feminismo institucional y la impotencia transformadora del feminismo posmoderno-cultural y, por otro lado, reforzar el feminismo crítico e igualitario. Pero eso es lo que se ventila en la pugna por el liderazgo, por su apropiación e instrumentalización de la amplia y sugerente capacidad relacional y movilizadora de la actual ola feminista. La reactivación feminista de estos años es una dinámica alternativa y diferenciada, conectada con lo mejor de las tres olas anteriores, dentro de una orientación unitaria y transformadora progresista global, que esas élites posmodernas y socioliberales no están en condiciones de abordar claramente.

En definitiva, en algunos discursos posestructuralistas, la calificación de feminismo ‘inclusivo’ (de las trans o LGTBI) esconde otra función hegemonista con dos variantes complementarias. Una, absorber y representar esa dinámica transformadora generalizada; otra, excluir o subordinar a sus representantes, especialmente las nuevas élites asociativas emergentes. En ese sentido, convergen con representantes del feminismo socioliberal en infravalorar un feminismo popular transformador.

Un feminismo crítico por la igualdad y la emancipación

Se ha producido el desplazamiento del marco discursivo de las otras dos corrientes para marginar los procesos reales y discursivos del feminismo crítico y transformador sustentado en la mayoría de la amplia identificación feminista. En ese sentido, la corriente posmoderna (o queer) se asimila a lo diferente (diverso, anómalo, raro o retorcido —literalmente—) sin destacar su carácter constructivista radical que reafirma J. Butler y otras, o sea, idealista por su sobrevaloración de la construcción discursiva de la identidad y el sujeto social.

Frente al determinismo (económico, biológico, étnico, institucional de poder…), es mejor un constructivismo ‘moderado’, relacional y sociohistórico, basado en la experiencia prolongada de prácticas, funciones, estatus y subjetividades. Es distinto al constructivismo idealista radical o posestructuralista, que infravalora la existencia de la realidad social o estructural, la llamada (clásica) ‘sustancia’ que niegan bajo la acusación de esencialismo. Según esa posición posmoderna, la realidad está construida por la (convencional) ‘forma’: apariencias, emociones o discursos.

Así, es importante la subjetividad y lo simbólico. No hay que infravalorarlos. Pero, en un efecto pendular frente a los excesos del estructuralismo más mecanicista, esa posición posmoderna desconsidera los fundamentos de la realidad social, de la situación de desigualdad y dominación existentes. Salen perdiendo las capas populares y subalternas, incluidas la mayoría de las mujeres y LGTBI, con una realidad desventajosa, material, cultural y de subordinación.

Pero esa interpretación de la preponderancia de lo diverso sobre lo unitario, a veces, no es sinónimo de pluralismo democrático e integrador, sino de imposición de una cosmovisión, junto con su representación social o política, frente a otra; es decir, puede conllevar hegemonismo prepotente según nos enseña la experiencia histórica y reciente.

Dicho de otra forma. La modernidad ha creado monstruos (capitalismo, imperialismo colonialista… el universalismo totalizador antipluralista y eurocéntrico), aunque también (la ilustración, la razón, la ética y el Estado de derecho) ha permitido o generado procesos liberadores: la democracia, la igualdad, la libertad, el laicismo… el socialismo. Pero la posmodernidad, que hunde sus raíces en el irracionalismo (F. Nietzsche) y el idealismo (Carl Schmitt), ha generado o compartido el fascismo totalitario y el nacionalismo excluyente; el relativismo cultural no es más flexible o pluralista que cierto universalismo moderado, pluralista e integrador, por ejemplo con los valores de los derechos humanos o la ciudadanía social.

Por tanto, es positivo decir que los grupos oprimidos pueden ser la base para conformar un sujeto emancipador, con los correspondientes procesos, experiencias y mediaciones tras una finalidad ‘universalista igualitaria-emancipadora’. En ese sentido, tiene conexión con las minorías marginadas. Pero la palabra diversa (o diferente o queer) no conlleva necesariamente el rechazo de una relación jerarquizada de desigualdad u opresión. No se deduce, por tanto, un ideal emancipatorio-igualitario, sino simplemente una diferenciación individual o colectiva. Puede entroncar con la pulsión identitaria individualista, no necesariamente liberal, de la realización del yo, del ‘reconocimiento’ personal, haciendo abstracción de la ‘distribución’ de las condiciones sociales de desigualdad. Así, es compatible con la emotividad y la autorrealización, más o menos consumista, simbólica y estética, que estimula el neoliberalismo ‘progresista’, con sus sistemas publicitarios diferenciadores o individualizadores.

En consecuencia, hay un desdoblamiento. Por un lado, mucha diversidad e individualización; por otro lado, imposición homogeneizadora del beneficio privado y el poder establecido (capitalismo o desigualdad de clase, étnico-nacional y género), con procesos adaptativos y de subordinación. Son cuestiones que se expresan mal desde posiciones deterministas o esencialistas. Por ejemplo, su crítica a la trampa de la diversidad o a las identidades ‘asesinas’ frente a la realidad o el sujeto supuestamente universal está mal planteada. No obstante, esa posición posmoderna de la diversidad responde a la defensiva y no da armas suficientes para luchar contra las desigualdades reales, particularmente las de clase social, y frente a esa retórica esencialista.

En definitiva, ese feminismo posmoderno, bajo esa aparente transversalidad y ambigüedad sustantiva que relativiza la desigualdad social y de estatus, no integra todo lo diverso ni incluye a todo el mundo. Confunde identidad de género e identidad feminista, al infravalorar los procesos complejos y duraderos de identificación y prácticas relacionales. Relativiza la realidad material y relacional desigual de las propias mujeres, más allá de algunos rasgos culturales y sexuales. No incluye sus experiencias mayoritarias y los sujetos ‘externos’ a su acotada diversidad, solo las admite de forma subordinada bajo la elaboración elitista y controlada de un discurso articulador de las jerarquías y representaciones sociopolíticas. No es una buena referencia analítica ni ideológico-política para un feminismo crítico, transformador, igualitario y emancipador conectado con los amplios procesos identificadores feministas. En todo caso, es necesario un debate sereno, argumentado y constructivo.


Fuente: http://www.mientrastanto.org/boletin-197/ensayo/un-feminismo-fuerte-igualitario-y-critico

** Sobre el autor: es profesor de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid y autor de Identidades feministas y teoría crítica]

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Activistas denuncian violencia contra mujeres por motivos políticos en Cuba: “Sufren mayores niveles de represión que los hombres”

América Central/Cuba/21-12-2020/Autor(a) y Fuente: www.cibercuba.com

Activistas cubanos publicaron una declaración en que alertan sobre la violencia desatada por el Estado y sus aparatos represivos contra las mujeres, particularmente aquellas que se oponen de alguna forma a la ideología gubernamental en la Isla.

En un largo texto, destacan las acciones que durante estas últimas semanas se han producido a raíz de los sucesos de San Isidro y la protesta pacífica del 27 de noviembre frente a la sede del Ministerio de Cultura en La Habana.

Seguidamente, reproducimos de manera íntegra la declaración en defensa de las mujeres cubanas, vulneradas con la anuencia del Estado y las instituciones gubernamentales que, en teoría, deberían ampararlas.

Feministas cubanas y aliades pretendemos con esta carta contextualizar y pronunciarnos en contra de recientes y reiterados episodios de discriminación, exclusión y violencia promovida y/o ejercida por el Estado contra las mujeres cubanas.

Señalando que la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer “Convención de Belém do Pará” (1994) define que la violencia contra la mujer incluye la violencia física, sexual y psicológica que tenga lugar dentro de la familia, comunidad, o que sea perpetrada o tolerada por el Estado o sus agentes, en cualquier lugar donde ocurra.

Partiendo de la Convención sobre la eliminación de todo tipo de violencias contra la mujer, presentada en las Naciones Unidas y en vigor desde el 3 de septiembre de 1981, que Cuba se precia de ser el primer país en ratificar. Según el Artículo 7 de este documento de carácter internacional: “Los Estados Partes tomarán todas las medidas apropiadas para eliminar la discriminación contra la mujer en la vida política y pública del país y, en particular, garantizarán a las mujeres, en igualdad de condiciones con los hombres, el derecho a (…) participar en organizaciones y en asociaciones NO GUBERNAMENTALES que se ocupen de la vida pública y política del país.”

Recordando que la sociedad civil cubana no puede articularse de manera orgánica en sus propias asociaciones que representen otros modelos de pensamiento de naturaleza diversa, pues estas no son reconocidas legalmente.

Reconociendo que estamos en un momento en que la solicitud de Ley Integral contra la Violencia de Género en Cuba, impulsada por activistas feministas, luego de ser discutida con miembros del Parlamento cubano no fue incluida en el Cronograma  Legislativo a ejecutarse hasta 2022.

Activistas feministas y antirracistas, así como del colectivo LGBTIQ+, son víctimas de ciberacoso desde cuentas falsas que responden a lógicas de vigilancia y deslegitimación, un comportamiento que es frecuentemente utilizado por cuentas anónimas presuntamente asociadas al Estado cubano. A feministas cubanas se les disminuye y minimiza abiertamente desde publicaciones oficiales. La criminalización del activismo feminista es de larga data en el período llamado revolucionario, que comenzó con el ostracismo y desconocimiento de feministas de la etapa anterior como Mariblanca Sabás Alomá (1901-1983), continuó con la desactivación de la Asociación de Mujeres Comunicadoras Magin en 1996 y se ha mantenido con escarnios públicos, desconocimientos y amenazas a feministas que han mantenido una postura crítica hacia las autoridades cubanas sobre la defensa de los derechos de las mujeres.

Sin embargo, hoy vivimos en un escenario diferente porque el acceso a internet permite mayor visibilidad de los problemas y causas pendientes que urge abordar: acoso y violencia machista en la calle, en centros laborales y de estudio, en la intimidad; feminicidios; necesidad de refugios; violencia obstétrica; violencia institucional y política. Los datos acerca de feminicidios y hechos de violencia machista son conocidos gracias a medios independientes y activistas que mantienen una red transparente y efectiva de observación y estadística, y no a una labor estatal implicada o interesada por estos procesos.

Se dispone de varios informes preparados por la organización no gubernamental Cubalex, incluyendo el informe sombra a la CEDAW presentado en 2013, que alerta que la violencia institucionalizada contra la mujer en Cuba es ejercida por el Estado de diferentes formas y con manifestaciones que los hombres que participan en activismo político no padecen. Este sesgo de género se evidencia en el intento de descrédito a través de la exposición de su vida íntima; el uso de expresiones misóginas, sexistas, racistas, homofóbicas y transfóbicas; en la instrumentalización de la seguridad de las y los integrantes más vulnerables de su familia para presionarlas; e incluso en violencia sexual. Cubalex ha documentado también varios casos de amenazas por parte del Estado de quitarles a madres activistas las custodias de sus hijes. Estas violencias sistemáticas se ven muchas veces atravesadas por otras formas de discriminación: racial, religiosa, económica, etc.

La brutalidad de los agentes policiales y de la Seguridad del Estado, incluidas las mujeres integrantes de estos órganos, contra las mujeres disidentes, es avalada por el Estado. Las mujeres que disienten con el sistema político en Cuba sufren mayores niveles de represión que los hombres. A pesar de que la cantidad de mujeres activistas es menor, ellas denuncian mayor cantidad de actos de hostigamiento y detenciones arbitrarias, así como eventos de vigilancia policial fuera del domicilio para restringir su derecho a la movilidad: estos son métodos recurrentes para impedir el ejercicio de sus derechos a expresarse, asociarse y manifestarse. En los centros de detención los agentes utilizan la violencia física y psicológica, la ofensa y el agravio sexual como medios de represión. Se registran testimonios de encierros en calabozos sin condiciones higiénicas, con servicios sanitarios sin privacidad o sin condiciones apropiadas para las mujeres, llegando incluso a compartir celdas con hombres. Algunas denuncian haber sido forzadas a desnudarse, a hacer cuclillas para verificar si tienen objetos en sus genitales, e incluso que les han introducido un bolígrafo en la vagina, a pesar de tener en ese momento su período, bajo la justificación de la búsqueda de objetos de grabación.

Entre las prácticas represivas más comunes que afectan especialmente a las mujeres migrantes internas está la expulsión de las casas donde se encuentran alquiladas a través de la presión policial sobre los dueños de la vivienda, con argumentos fabricados por agentes de la Seguridad del Estado que equiparan el hecho de alojar a activistas políticos con ser cómplices de mercenarismo y “contrarrevolución”. El Decreto Ley 217 restringe la libertad de circulación a cubanos entre La Habana y otras provincias y les exige solicitar permiso a autoridades administrativas para residir en la capital. Aunque no es delito la estancia en la capital, la policía arresta y “deporta” a su lugar de origen a quienes incumplen el decreto.

Además, el Estado cubano ha impedido a mujeres, por causa de su actividad política, el acceso al mercado laboral. Igualmente,  ha expulsado a estudiantes y a profesoras de centros de estudios superiores.

El Estado organiza en centros laborales las llamadas Brigadas de Respuesta Rápida (BRR) con la misión de participar de actos de repudio que atentan contra el orden público y promueven el odio entre cubanes. Las mujeres cubanas disidentes han sido víctimas de estos eventos. Esta violencia ha sido ejercida recientemente incluso a través de la Federación de Mujeres Cubanas, organización a la cual todas las mujeres cubanas pertenecemos por mandato del Estado desde los 14 años de edad y a la cual cotizamos, por lo que rechazamos la participación de la organización y el uso de su estandarte en estas acciones violentas.

A todo lo anterior, se suman los medios de comunicación, con campañas para desacreditar a estas mujeres, que no tienen oportunidad para ejercer su derecho a réplica. Los medios estatales han lanzado hacia estas personas acusaciones graves, sin respaldo, de mercenarismo, penado con las penas más graves bajo la Ley No. 88 “Ley de Protección a la Independencia Nacional y la Economía de Cuba”.

Afirmamos que existe actualmente en Cuba un clima de evidente hostilidad hacia un segmento amplio y diverso de la ciudadanía que se encuentra en disenso con el estatus quo, y demanda un proceso de revisión y restauración de daños ocasionados. En este sentido, advertimos sobre importantes eventos recientes de discriminacion, violencia y exclusión protagonizados por instituciones estatales, fuerzas policiales y militares, y servidores públicos, motivados especialmente por las acciones más recientes de protesta pacífica del Movimiento San Isidro (MSI), creado en 2018 en respuesta al Decreto Ley 349, que institucionaliza la censura a la creación artística en Cuba.

Feministas cubanas y aliades denunciamos públicamente la situación de varias mujeres, que han padecido, documentado o dado testimonio de acciones violentas por parte del Estado cubano en los últimos tres meses en La Habana:

– Anamely Ramos, curadora, crítica de arte y miembro del MSI: Acto de repudio y detención arbitraria el 10 de octubre. Detenciones arbitrarias los días 13, 14 y 15 de noviembre durante averiguaciones por el caso de Denis Solís. Detención arbitraria durante todo el día 27 de noviembre, luego de ser desalojada por la fuerza de Damas 955 la noche del 26, donde se encontraban sitiados los huelguistas desde el día 18. Vigilancia policial desde el día 28 de noviembre hasta la fecha en la casa de Omara Ruiz Urquiola, a excepción del día 3 de diciembre. Detención arbitraria el 15 de diciembre. Previo a esta ola de represión, Anamely fue expulsada de su puesto como profesora del Instituto Superior de Arte, expulsada del apartamento donde estaba alquilada y se vio obligada a separarse de su hijo para evitar que fuese constantemente expuesto al acoso policial.

– Omara Ruiz Urquiola, historiadora de arte: Detención arbitraria con agresión física el 13 de noviembre durante averiguaciones por el caso de Denis Solís. Desalojada por la fuerza de Damas 955 la noche del 26, donde se encontraban sitiados los huelguistas desde el día 18. Vigilancia policial desde el día 28 de noviembre hasta la fecha en su casa, a excepción del día 3 de diciembre cuando fue al hospital a recibir tratamiento. Difamación en la TV nacional. En 2019 fue expulsada de su puesto como profesora del Instituto Superior de Diseño y desde entonces sufre fuerte acoso policial.

– Iliana Hernández, activista y reportera de CiberCuba: Detenciones arbitrarias los días 12, 13, 14 y 15 de noviembre durante averiguaciones por el caso de Denis Solís. Su madre fue detenida el 19 de noviembre mientras intentaba visitarla en la sede del MSI. Desalojada por la fuerza de Damas 955 la noche del 26. Vigilancia policial fuera de su casa desde el 28 de noviembre hasta la fecha. Detención arbitraria el 2 de diciembre. Acto de repudio encabezado por la Federación de Mujeres Cubanas el 8 de diciembre luego de ser difamada en la TV nacional. Detención arbitraria el 15 de diciembre cuando se dirigía a una cita en la Embajada de España en La Habana (Iliana es ciudadana española).

– Daylys Bandera, vecina de la sede del MSI: El 18 de noviembre agentes de la Seguridad del Estado le decomisaron suministros de comida y dinero que llevaba a Damas 955. Este evento motivó el inicio de las huelgas de hambre de algunos integrantes del MSI.

– Rosmelis Hernández y Jade Castillo, pareja e hija de Maykel (Osorbo) Castillo: La hija de 4 años del rapero fue agredida físicamente por supuestos agentes de la Seguridad del Estado el 21 de noviembre mientras accedía junto a su madre a Damas 955. Rosmelis ha recibido amenazas de retirarle la custodia de su hija, por parte de la Dirección de Menores del Ministerio del Interior, con los argumentos de que no le enseña “los conceptos reales de la Revolución” lo cual puede derivar en “un trastorno en la conducta”.

– Tania Bruguera, artista y fundadora del Instituto de Artivismo Hannah Arendt (INSTAR): Detención arbitraria y acto de repudio el 10 de octubre. Detenciones arbitrarias e interrogatorios el 2, 4 y 6 de diciembre. Vigilancia policial desde el día 6 de diciembre hasta la fecha frente a su casa. Desde el 15 de noviembre tiene deshabilitado el servicio de telefonía móvil y el acceso a internet por datos.

– Katherine Bisquet, escritora: Detención arbitraria y acto de repudio el 10 de octubre. Detenciones arbitrarias los días 13, 14 y 15 de noviembre durante averiguaciones por el caso de Denis Solís. Sacada por la fuerza de Damas 955 la noche del 26, donde se encontraban sitiados los huelguistas desde el día 18. Detención arbitraria el 29 de noviembre por intentar visitar a Maykel Castillo. Vigilancia policial desde el 2 de diciembre hasta la fecha fuera de la casa donde reside. A pesar de que amenazaron al propietario de la vivienda para que fuera desalojada, la policía le impidió efectuar la mudanza. Katherine ha tenido que cambiar de sitio por el mismo motivo en diez ocasiones anteriores.

– Camila Ramírez Lobón, artista visual: Detención arbitraria y acto de repudio el 10 de octubre. Luego de su participación en la reunión en el MINCULT el 27, vigilancia policial desde el 4 de diciembre hasta la fecha fuera de la casa donde reside Katherine Bisquet, a donde se trasladó para ayudar con la mudanza que nunca ocurrió.

– Claudia Genlui, curadora de arte y miembro de MSI: Detención arbitraria el 25 de noviembre por intentar acceder a la sede del MSI. Acto de repudio fuera de INSTAR durante reunión de la plataforma 27N y detención arbitraria el 29 de noviembre por intentar visitar a Maykel Castillo. Detención arbitraria el 2 de diciembre junto a Luis Manuel Otero Alcántara (su pareja sentimental), cuando intentaba reunirse con él luego de ser dado de alta del hospital. Inhabilitación de servicio de telefonía móvil  el 11 de diciembre.

– Aminta De Cárdenas, productora: Detención arbitraria el 10 de octubre. Luego de su participación en la reunión en el MINCULT el 27, vigilancia policial el día 5 de diciembre y desde el día 10 hasta la fecha, fuera de su casa.

– Luz Escobar, periodista de 14yMedio: Detención arbitraria el 22 de noviembre por intentar cubrir la protesta convocada en el Parque Central de La Habana. Vigilancia policial y arresto domiciliario arbitrario el 25 de noviembre y desde el 4 al 10 de diciembre, impidiéndole recoger a sus dos hijas de la escuela.

– Yoani Sanchez, bloguera y directora de 14yMedio: Inhabilitación de servicio de telefonía móvil y vigilancia policial los días 11 y 12 de diciembre.

– Anyell Valdés, trabajadora en el hogar y activista: Sacada por la fuerza de Damas 955 la noche del 26. Su papel durante las huelgas fue de cuidados. Recibió una visita de agentes de la Seguridad del Estado el 2 de diciembre y fue detenida arbitrariamente el día 5 y nuevamente el día 10, en la vía pública cuando llevaba a sus hijos a la escuela.

– Iris Ruiz, actriz y coordinadora del MSI: Detención arbitraria el 10 de octubre, y el 29 de noviembre por intentar visitar a Maykel Osorbo. Inhabilitación de servicio de telefonía móvil y vigilancia policial desde el día 10 de diciembre hasta la fecha fuera de su casa, donde viven también sus 6 hijes.

– Camila Acosta, periodista de Cubanet: Detención arbitraria el 10 de octubre, durante la cual tuvo que orinar dentro de la patrulla de policía porque le impidieron ir al baño. Participó del diálogo en el MINCULT la noche del 27 de noviembre. Vigilancia policial desde el día 5 de diciembre hasta la fecha fuera de la casa donde ha sido acogida temporalmente. Entre marzo y octubre de este año, ha sido detenida en cuatro ocasiones, ha tenido que mudarse 10 veces y reponer tres veces su teléfono celular, que han roto agentes de la Seguridad del Estado. Ha sido amenazada con ser procesada por presunta “usurpación de funciones públicas” y multada bajo el decreto Ley 370 por sus publicaciones en redes sociales.

– Miryorly García Prieto, historiadora de arte: Luego de su participación en la reunión en el MINCULT el 27 de noviembre, ha sufrido detención domiciliaria arbitraria y vigilancia policial los días 4 y 5 de diciembre.

– Solveig Font, curadora de arte independiente: Luego de su participación en la reunión en el MINCULT el 27 de noviembre, ha sufrido vigilancia desde el 4 hasta el 6 de diciembre fuera de su casa, por hombres vestidos de civil. Inhabilitación del servicio de telefonía móvil el 10 de diciembre.

– Marthadela Tamayo, activista antirracista y por los derechos de la mujer: Detención arbitraria el 19 de noviembre, y el 22 de noviembre por asistir a la protesta convocada en el Parque Central de La Habana, donde fue agredida físicamente durante el acto de repudio permitido por el Estado. Vigilancia policial el 10 de diciembre fuera de su casa.

– Kirenia Yalit, psicóloga y activista: Acto de repudio y detención arbitraria el 10 de octubre. Vigilancia policial entre el 18 y el 22 de noviembre fuera de su casa.

– María Matienzo, periodista de Cubanet: Vigilancia policial entre el 18 y el 22 de noviembre fuera de su casa.

– Maylin Alonso, periodista de Agence France-Presse (AFP): Agredida durante el acto de repudio permitido por el Estado el 22 de noviembre, mientras cubría como parte de su trabajo la protesta convocada en el Parque Central de La Habana.

– Diasniurka Salcedo, activista del proyecto comunitario Casa a Casa: Detención arbitraria el 20 de noviembre por sospechas de que intentaba acercarse a San Isidro, durante la cual asegura que sufrió abusos sexuales por parte de los oficiales. Detención arbitraria el 28 de noviembre en los alrededores del Hospital Manuel Fajardo, donde se encontraba retenido Luis Manuel Otero. Fue liberada en horas de la madrugada en una zona desierta a 14 kilómetros de su casa. Vigilancia y arresto domiciliario arbitrario los días 4, 5 y 10 de diciembre fuera de su casa.

– Bertha Soler, coordinadora de las Damas de Blanco y Premio Sárajov del Parlamento Europeo: Detención arbitraria el 22 de noviembre por intentar asistir a la protesta convocada en el Parque Central de La Habana en apoyo al MSI. Detención arbitraria el 6 de diciembre cuando salía de la sede de la UNPACU. Vigilancia policial los días 9 y 10 de diciembre a la sede nacional de las Damas de Blanco. Detención arbitraria el 10 de diciembre antes de participar en una Reunión Extraordinaria del Parlamento Europeo. Inhabilitación de servicio telefónico los días 11 y 12 de diciembre.

– Lourdes Esquivel, integrante de las Damas de Blanco: Detenciones arbitrarias los días 6 y 10 de diciembre.

– Dayana Zerquera: Detención arbitraria el 28 de noviembre durante una protesta por el cierre de las tiendas en MLC (monedas libremente convertibles) frente a la sede del Ministerio del Comercio Interior (MINCIN), convocada por madres cubanas. Estas tiendas, donde se venden productos de primera necesidad en una moneda con que no se remunera a trabajadores cubanes, generan segregación económica y exclusión social violando derechos consagrados en la Constitución de la República de Cuba. También asistió a la sentada fuera del MINCULT.

– Rossane Carmona, estudiante de Comunicación Social y activista feminista: Detención arbitraria el 29 de noviembre en camino a una manifestación pacífica convocada en el Capitolio de La Habana.

– Yeilis Torres, ex fiscal e integrante de UNPACU: Detención arbitraria el 10 de diciembre.

– Ketty Méndez, activista: Secuestrada por agentes vestidos de civil el 14 de diciembre, en presencia de su hija menor, mientras se dirigía a una manifestación pacífica por el cierre de las tiendas en MLC y en contra de las medidas económicas anunciadas recientemente. Se ha manifestado en las redes sociales por el desamparo que sufre su hija de 22 años, que padece autismo y desnutrición.

Esta lista incluye solamente a quienes han hecho pública su denuncia y autorizado su divulgación. Además nos consta que al menos una mujer que se acercó a llevar comida a las personas sitiadas en San Isidro, ha recibido citaciones y amenazas de la policía. Tenemos conocimiento de que varias mujeres que participaron de la sentada fuera del MINCULT han recibido amenazas directas o a través de familiares, pero no están preparadas para denunciar públicamente. Algunas fueron gaseadas con spray pimienta por la policía cuando trataban de acercarse a la sentada frente a esta institución la noche del 27 de noviembre. La firma de peticiones o la adhesión a declaraciones como esta, en apoyo a quienes han sido víctimas de estas formas de violencia recientemente, ha sido también causa de acoso y amenazas por parte de autoridades.

La mayoría de estas mujeres lleva meses o incluso años sufriendo estas formas de persecución, acoso y represión. Las parejas, madres, hermanas, hijes de los activistas, artistas, o periodistas hombres vinculados a estos eventos también son víctimas secundarias de la violencia ejercida por el Estado.

La organización Human Rights Watch advirtió recientemente que el gobierno ha usado normas relativas a la covid-19 para intensificar la represión, en forma de detenciones, multas y acoso a disidentes, incluso antes de los hechos de las últimas semanas.

Consideramos importante llamar la atención sobre el caso de Keilylli de la Mora Valle, del grupo opositor Unión Patriótica de Cuba, detenida por la policía el 12 de abril en la ciudad de Cienfuegos por el uso incorrecto de la mascarilla. En la estación de policía, De la Mora Valle comenzó a quitarse la ropa a modo de protesta. Un policía la tomó del cuello, la llevó a una celda y comenzó a darle puntapiés en el muslo y en la rodilla. Después de un juicio que tuvo lugar el 7 de mayo, en el cual no contó con representación legal, De la Mora Valle fue condenada a un año y medio de prisión por “desacato”, “resistencia”, “desobediencia” y “propagación de epidemias”. Hasta la fecha continúa detenida. De la Mora Valle ha intentado quitarse la vida en dos oportunidades a causa de amenazas y acoso por parte de guardias carcelarios. Estos cargos han sido utilizados para juzgar a otras mujeres integrantes de la UNPACU y de las Damas de Blanco, de las que al menos dos continúan en prisión a pesar de la crisis de la Covid-19, durante la cual el Estado cubano ha excarcelado a más de 10 mil personas bajo las figuras de ‘libertad condicional’ y ‘licencia extrapenal’. Las activistas políticas Aymara Nieto Muñoz y Martha Sánchez González han denunciado maltratos físicos, incomunicación y privación de atención o tratamiento médico dentro de los centros penitenciarios.

Considerando todo lo cual, feministas cubanas y aliades nos sentimos compelidas a manifestar nuestro desacuerdo con las prácticas discriminatorias, excluyentes y violentas que el Estado cubano ejerce, estimula y normaliza, en contra de mujeres y ciudadanxs en general, cuyo pensamiento y actuar cívico o político disienta de las formas de ordenamiento social admitidas según el discurso ideológico promovido por el Partido Comunista de Cuba, único e inapelable órgano rector de las políticas públicas e institucionales del país. Las violencias ejercidas desde el Estado cubano son una manifestación de un orden patriarcal político que busca perpetuarse en el poder por todas las vías. La supuestamente alta representatividad de las mujeres en cargos públicos se ve anulada por el mandato de tipo patriarcal que ellas representan y reproducen. El Estado ha vaciado de significado las instituciones cubanas, que reproducen los valores ideológicos del Partido Comunista de Cuba y son inflexibles e inoperantes en su capacidad para representar la pluralidad de la sociedad civil cubana, cada vez con más actores.

Solicitamos apoyo internacional de colectivos feministas y organizaciones defensoras de derechos humanos, a la vez que insistimos en posicionarnos en contra de la injerencia de gobiernos extranjeros en los asuntos de Cuba, y ratificamos nuestro interés en que estos conflictos sean resueltos de una manera justa para todos sus implicados, incluyendo a cubanes que residen fuera del país. Nos pronunciamos en contra del uso de expresiones y de acciones misóginas, sexistas, racistas, homofóbicas y transfóbicas, independientemente de quien las utilice, así como de señalamientos a cubanos de “marginales”, “enemigos al servicio de entidades mercenarias”, “alienados”, “manipulados” o “confundidos”, inmerecedores de la condición de ciudadanos. No admitiremos, como ha venido aconteciendo recientemente, que el Estado desplace el diferendo interno con una parte de la sociedad cubana hacia el conflicto con los Estados Unidos, haciendo uso de un ejercicio retórico reductivista y arbitrario.

Desde nuestras prácticas feministas diversas promovemos el activismo pacífico y decimos NO A LA VIOLENCIA en todas sus manifestaciones. El Estado cubano debe cumplir con las convenciones internacionales de las que es signatario, y comprometerse con la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, en especial en lo concerniente a la participación en la vida política y pública del país independientemente de nuestra orientación política o ideológica. El Estado debe permitir nuestra organización al margen del Estado mismo, sin ser por causa de ello víctimas de acoso policial o violencia institucional.

Convocamos a las autoridades a entablar un diálogo nacional, sin discriminación de actores o posturas, sin represalias para quienes participen, y del cual emerjan acuerdos vinculantes que permitan la implementación de soluciones a los reclamos urgentes de la sociedad civil y a la actual crisis política que atraviesa el país.

A los 15 días del mes de diciembre.

Firman,

Salomé García Bacallao, conservadora de arte e investigadora

Anaeli Ibarra Caceres, investigadora

Marta María Ramírez, periodista y feminista autónoma. Coordinadora del Instituto Internacional de Artivismo Hannah Arendt (INSTAR)

Juliana Rabelo, coordinadora de INSTAR

Camila Ramírez Lobón, artista visual y coordinadora de INSTAR

Kirenia Yalit Núñez Perez, psicóloga y activista

María Matienzo Puerto, narradora y periodista

Simone García Bacallao, artista

Laura Rodríguez Arango, creadora escénica

Ana Victoria Pérez, cineasta

María Gabriela Sánchez Álvarez, diseñadora de vestuario

Fernanda Montalvo, creadoræ escénico independiente y acompañante corporal holístico

Katia Gato Rimbau, abogada

Lisandra Castro López, filóloga

Ena Lucía Portela, escritora

Frida Alejandra Lobaina Pérez, teatróloga

Yanelys Nuñez Leyva, activista y productora cultural

Ileana Álvarez, directora de la revista Alas Tensas

Danae Diéguez, investigadora y experta en temas de género

Hector Luis Valdés Cocho, periodista independiente

Ricardo Sarmiento Ramírez, dramaturgo

Mara Karla Sanchez, psicóloga

Karla Perdomo, psicóloga

Laura Verdecia, Marketing Manager

Geisy Guia Delis, periodista independiente

Elaine Díaz Rodríguez, directora de Periodismo de Barrio

Ismario Rodríguez Pérez, periodista en Periodismo de Barrio

Yasmín S. Portales Machado, escritora, crítica literaria y activista LGBTIQ+

Maykel González Vivero, director de Tremenda Nota

Laritza Diversent, abogada

Adria Valdés Peyrellade, arquitecta

Thais Milanés, autónoma

Liz Peláez, archivista

María de los Ángeles Bonet Hevia, asistente

Lia Villares, artista

Aminta de Cárdenas Soroa, productora

Karla María Pérez González, periodista y editora en la revista ADN Cuba

Claudia Genlui Hidalgo, curadora de arte

Fabiana Salgado Bernal, realizadora audiovisual

Ariadna Del Carmen Kott, actriz y músico

Virginia Ramírez Abreu (LA POLAKA), Directora/fundadora y profesora titular de Antropología de la Cultura e Historia del Arte de la Escuela Superior de Artes Cinematográficas de Galicia. Guionista, productora y directora audiovisual.

Maielis González Fernández, escritora e investigadora literaria

Janet Batet, curadora independiente, crítica de arte y ensayista

Lynn Cruz, actriz y productora independiente

Daleysi Moya, curadora y crítica de arte

Diana Carmenate Castellano, comunicadora visual y docente

Claudia Padrón Cueto, periodista en Tremenda Nota

Laura N. Díaz Ravelo, diseño escénico

Maria Carla Rodríguez, vedette

Laura Kaila López Duarte, historiadora del arte

Clara González, feminista

Hilda Landrove Torres, investigadora

Iris Ruiz Hernández, actriz y coordinadora del MSI

Elena Larrinaga de Luis, Presidenta del Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH) y Directora Ejecutiva de la Red Femenina de Cuba

Dunia Medina Moreno, Comité Ciudadanos Integración Racial (CIR) y Red Femenina de Cuba

María Elena Mir Marrero, Secretaria General de la Confederación Obrera Nacional Independiente de Cuba (CONIC) e integrante de la Red Femenina de Cuba

Yanela Reyes, activista por los Derechos Humanos, Red Femenina de Cuba

Marthadela Tamayo, Comité Ciudadanos Integración Racial (CIR) y Red Femenina de Cuba

Lázara Eumilla Ayllon  Reyes, Comité Ciudadanos Integración Racial (CIR) y Red Femenina de Cuba

Tania García Hernández, Red Femenina de Cuba

Zelanda de la Caridad Perez Abreu, Red Femenina de Cuba

Yacqueline Madrazo Luna, Red Femenina de Cuba

Mileisis Vigoa Marrero, Centro Democracia Proactiva y Derechos Humanos “José de la Luz y Caballero”

Maribel Isidra Hernández, Mujeres Democristianas Cuba

Rocinante Sotolongo Cruz, Mujeres Democristianas Cuba

Maritza Concepción Sarmiento, Mujeres Democristianas Cuba

Lázara María Dorrego, Mujeres Democristianas Cuba

Evelyn Pineda Concepción, Mujeres Democristianas Cuba

Yusleidy Valero Concepción, Mujeres Democristianas Cuba

Anai Penalba Subit, Mujeres Democristianas Cuba

Delices González Dorrego, Mujeres Democristianas Cuba

Mimi Onel, Mujeres Democristianas Cuba

Sara Cuba Delgado, Alianza Cubana por la Inclusión

Aimara Peña González, Directora de Somos Nueva Cuba, activista feminista y YouTuber

María Cristina Labrada Varona, Consejo de Dirección de las Damas de Blanco

Marisel Nápoles González, periodista de Diario de Cuba y coordinadora del grupo Mujeres Esperanza

Adriana González Téllez

Olivia Blanco Martín, psicóloga forense (España)

Roberto Garcés Marrero, investigador

Luis Alberto Dieguez Albelo, informático de Habana Verde

Yudith Vargas Riverón, curadora e historiadora de arte

Linet Cums Yumar, editora de Rialta

Ibrahim Hernández, editor de Rialta

Carlos Aníbal Alonso, director de Rialta

Camila Cabrera Rodríguez, investigadora y gestora cultural

Leticia Ramos Herrería, activista por los Derechos humanos

Miriam Herrera Calvo, Licenciada en Enfermería

Sheyla Pool, cineasta

Lidia M Romero Moreno, jurista y activista por los derechos humanos de las personas LGBTIQ y de las mujeres

Organizaciones, colectivos y medios que se adhieren a esta carta:

Revista Alas Tensas

Cubalex

ONG de Derechos Humanos José de la Luz y Caballero

Candela Review

Mujeres Democristianas Cuba

Red Femenina de Cuba

Habana Verde

Alianza Cubana por la Inclusión (ACI)

YoSíTeCreo en Cuba

Fuente e Imagen: https://www.cibercuba.com/noticias/2020-12-16-u1-e185759-s27061-activistas-denuncian-violencia-contra-mujeres-motivos

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Nueva edición ampliada del libro «Identidades feministas y teoría crítica» (PDF)

Reseña: Antonio Antón

Esta nueva edición de Identidades feministas y teoría crítica, tiene un doble plano, analítico y teórico. Por una parte analiza las características de la nueva ola feminista en España, sus causas, el contexto sociopolítico y cultural y su impacto transformador. Por otra parte, explica los diferentes enfoques teóricos, en particular, los debates sobre el sentido de las identidades feministas y su relación con la formación del sujeto feminista. Los dos aspectos se entrecruzan en sus cinco capítulos.

El primero, Feminismos e identidades, detalla el refuerzo de la conciencia y la participación feministas y el significado de las identidades como procesos relacionales y de reconocimiento propio y ajeno.

El segundo, Feminismos, interseccionalidad e identificaciones, parte de un análisis sociológico de los distintos electorados y su grado de afinidad feminista, así como de la activación feminista, para profundizar en los procesos de identificación y su interseccionalidad.

El tercero, Acerca del pensamiento de Nancy Fraser, se centra en una valoración crítica de su feminismo y su teoría alternativa, con algunas conclusiones estratégicas y un anexo al final.

El cuarto, Sujeto y cambio feminista, analiza las tendencias y el contexto del cambio feminista y las contrasta con la formación de las identidades feministas.

Y el quinto, Sujeto feminista: ni esencialista ni posmoderno, desde el análisis de los tres ejes de la acción feminista y la existencia de dos grandes corrientes del movimiento feminista, la socioliberal o formalista y la crítica o transformadora, explica los fundamentos teóricos que están detrás de los debates sobre el sujeto feminista, desde un enfoque crítico, relacional y sociohistórico.

Descargar pdf: https://rebelion.org/download/identidades-feministas-y-teoria-critica-antonio-anton-moron/?wpdmdl=611799&refresh=5f6382d62112c1600357078

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Fuente: https://rebelion.org/nueva-edicion-ampliada-del-libro-identidades-feministas-y-teoria-critica/

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Matando a los ídolos: feminismo y la cultura de la cancelación

El problema no es que tengamos opiniones polarizadas. En este escrito no queremos centrar nuestra atención en Maradona ni Tijoux, puesto que ya se ha vertido bastante en el internet sobre la cuestión: hablaremos del debate submarino, que es la cultura de la cancelación, de la censura y la necesidad de pensar un feminismo con perspectiva de victoria.

La muerte de Maradona abrió un agitado debate en el feminismo, sobre si era válido empatizar o no con el dolor popular a raíz de las acusaciones terribles de violencia machista que rodeaban a la exitosa figura del futbolista. Resultó inevitable, al calor de las posiciones en disputa, no recordar una canción titulada Kill yr Idols (Mata tus ídolos) de la banda estadounidense Sonic Youth.

Es evidente que la banda no habla de forma literal: de asesinar a quienes admiramos. Pero sí de “bajar a la tierra” a quienes admiramos y comprender a las personas en sus claroscuros. En el marco del debate público sobre la cuestión, la feminista Cinzia Arruzza, académica de la New School for Social Research, declaraba:

“El feminismo antirracista significa para mí también la capacidad de comprender las complejidades y las contradicciones, de aceptar que las personas siempre tienen defectos de un modo u otro, pero que al mismo tiempo pueden haber contribuido a crear sentimientos de liberación para los oprimidos; (…) de dignidad para los oprimidos y los colonizados (…)”.

Con esta reflexión, entendemos que si alguien es destacado en un área del conocimiento o de la actividad humana, no significa que necesariamente sea una persona destacada en nada más. Y que probablemente sea una persona con bastantes contradicciones en la mayoría de las áreas de su vida. Esto, puede parecer una obviedad; sin embargo, los seres humanos olvidamos que entre nosotros no hay divinidades. Ni ángeles ni demonios. Ni dioses ni monstruos. Y esto opera tanto para quienes divinizan como para quienes juzgan moralmente esta actitud, tan propia además de nuestra cultura colonizada y profundamente signada por lo religioso.

En medio de este debate, aparece impetuosa la censura: no se puede, no se debe reconocer a alguien cuya conducta nos parece reprochable. Notorio fue el linchamiento virtual a la música chilena Anita Tijoux por publicar en sus redes un homenaje a Diego Maradona, que generó también muchísimos mensajes de apoyo y simpatía, mostrando abiertamente el debate en curso.

A ellos respondió con «cancelada, funada, date cuenta hermana, patética, de cartón, vendida, insultos de todo tipo que ni escribiré, patética, desilusionada, amarilla, vergüenza ajena, violadora(…) NO he borrado NINGUN comentario para nunca olvidar… Busquen un culpable. Ahora estimades… Ustedes que aman escribir en sus teléfonos y computadores les pregunto. (…) Han pensado cuantas personas no tienen las herramientas para ver estas violencias? Yo escribí Antipatriarca y la siento cada vez que la canto. Eso nadie me lo puedo cuestionar solo yo al mirarme en mi intimidad…. Conmigo… Y si! como tú estoy llena de contradicciones».

El problema no es que tengamos opiniones polarizadas. Tampoco significa minimizar las actitudes machistas, ni dejar de repudiarlas y enfrentarlas. En este escrito no queremos centrar nuestra atención en Maradona ni Tijoux, puesto que ya se ha vertido bastante en el internet sobre la cuestión: hablaremos del debate subyacente, que es la cultura de la cancelación, de la censura y la necesidad de pensar un feminismo con perspectiva de victoria.

¿Qué es la cultura de la cancelación?

“La miserable respuesta del Estado frente a los brutales femicidios, la violencia sexual y otras formas de violencia patriarcal es el terreno en donde proliferan diferentes estrategias políticas que ponen en el centro la denuncia pública y la venganza individual”.
D’Atri, A. (2018)

Es un neologismo estadounidense (“cancel culture”) que describe el fenómeno extendido de retirar el apoyo,

“ya sea moral, como financiero, digital e incluso social, a aquellas personas u organizaciones que se consideran inadmisibles, ello como consecuencia de determinados comentarios o acciones, o porque esas personas o instituciones transgreden ciertas expectativas que sobre ellas había”.

El término cancel culture o cancelling comenzó a utilizarse en 2015, ganando mayor popularidad a partir de 2018. Comenzó como una actitud hacia personalidades famosas, sin embargo se extendió también hacia las relaciones de personas comunes y corrientes. La cultura de la cancelación tiene sus raíces, no solamente en la impunidad patriarcal con la que funciona el Estado capitalista. También las tiene en la idealización de las personas y organizaciones, transformándolos no en referentes sino en ídolos: cuando idealizamos a personas, les deshumanizamos. ¿Por qué? Porque la facultad de ídolo impide la equivocación. La cultura de la cancelación entonces genera un poder arrogante; cada error se paga con el silenciamiento, en una suerte de “bullying público”.​

La cancelación es un acto inherentemente transaccional: no actúas de acuerdo al comportamiento esperado y eres desechado. El sistema tiene esta práctica en sus cimientos, y nos educa con ella. El sistema capitalista cancela a los jóvenes que han cometido infracciones de ley y les recluye en el Sename; cancela a los miles de presos pertenecientes a los sectores más empobrecidos de la sociedad. Los deja al margen.

Si bien se ha utilizado el concepto de «cultura de la cancelación» para hablar de libertad de expresión y así dar cabida a pensamientos xenófobos, racistas o transfóbicos, la cancelación opera desde la lógica del consumo, donde hay seres humanos aptos para su circulación, y seres que no. Y se cuela en nuestras prácticas. La cultura de la cancelación es la constatación de la impotencia de vivir en un mundo miserable. No resuelve esa impotencia, y tampoco aporta en su resolución. Aislar a las personas no repara el daño que han causado. Tampoco colabora en que estas personas dejen de cometer violencias contra otros seres humanos. La pedagogía de la crueldad con la cual el sistema nos educa, no puede transformarse en nuestra propia didáctica.

¿Y cómo “cancelamos” la violencia machista?

El marco legal impuesto por quienes hoy están en el poder, establece la judicialización de los problemas de la violencia machista y sus repercusiones en la vida de las mujeres y LGTBIQ+ como única vía para enfrentarla, sin poner centro en las víctimas y la reparación de las violencias sino en el castigo al agresor. Y esto ocurre porque para la sociedad burguesa es más rentable llenar las cárceles, hacer productos amigables para el consumo, generar nuevos modelos de mercado, que erradicar de manera efectiva la violencia patriarcal, funcional a su dominio.

Si descartamos que los varones y las personas en general puedan transformar sus prácticas y orientarlas hacia el cuidado, el respeto y la solidaridad, descartamos que la violencia contra las mujeres y LGBTIQ+ pueda alguna vez terminarse. Y el problema es que la violencia no es la excepción a la norma, sino la norma. Si habilitamos la práctica de censurar o anular posturas que escapan de los márgenes de lo que consideramos aceptable, ignoramos que estos marcos están previamente delimitados por las estructuras de poder imperantes: la censura política abre la caja de Pandora de los peores totalitarismos.

En última instancia, de la cultura de la cancelación implica cierta comodidad en tanto decide ignorar que para enfrentar verdaderamente las fuerzas más oscuras de la humanidad y sus miserias más horrendas, es necesaria la experiencia de lucha contra ellas, desplegando fuerza material. Resulta pertinente revisar el planteo al respecto de Cinzia Arruzza:

“Las contradicciones sociales y materiales dan nacimiento a héroes imperfectos, defectuosos y contradictorios. Nosotros, como feministas antirracistas y antiimperialistas, debemos aprender a abordar este hecho inevitable en sus complejidades. No se trata de condonar, sino de entender (…) se debe abrir una conversación más amplia en torno a la justicia transformadora, la práctica de permitir que las personas cambien y se transformen a sí mismas ayudándolas a transformar las condiciones materiales y sociales de sus vidas. Un enfoque que es antitético a la inclinación carcelaria que se asienta en lo profundo de todos nosotros».

A las ideologías opresoras es imposible abolirlas solamente por decreto. Necesitamos, para ello, desarrollar una fuerza social y política capaz de hacerles frente y derrotarlas.
Hoy es posible pensar un feminismo antipunitivista y anticarcelario que ponga por delante la necesidad de las transformaciones estructurales para la erradicación total de la violencia contra las mujeres y de toda práctica de discriminación y opresión. Para quienes reivindicamos el feminismo socialista, esta posibilidad es realizable en tanto echemos abajo todas las viejas formas de relaciones sociales de opresión y explotación. Contra el Estado capitalista, diseñado para mantenernos en el lugar de víctimas y no permitir nuestra liberación total, la única respuesta es organizar nuestra fuerza junto a la clase trabajadora y todos los sectores oprimidos, para conquistar ese horizonte de victoria que merecemos.

*https://www.laizquierdadiario.cl/Matando-a-los-idolos-feminismo-y-la-cultura-de-la-cancelacion?fbclid=IwAR26g5G3Kf2YvNduSfyKqzWK4mvLch6YJYpWf9FyBWOv4IWUqKAnPjwZJhE

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Entrevista Silvia López: «Es una pena idolatrar a Beauvoir mientras sigues sin entenderla»

Entrevista/Noviembre 2020/rebelion.org

Silvia López dirige una colección de libros que trata de guiar en las principales claves del pensamiento de autoras feministas y abrir así la puerta a entenderlas. «No se trata de hacer santas laicas a estas autoras, si no de tener presentes sus polémicas y las cosas que nos pueden revolver», señala.

¿Cuánto conocemos en realidad de las obras de autoras como Simone de Beauvoir o Kate Miller? ¿La etiqueta de autora difícil sobre Butler es real o creada? Y, sobre todo, en estos momentos de auge del fascismo en todo el mundo donde las mujeres son el principal enemigo a combatir, ¿debemos entretenernos en comprender la teoría feminista? La respuesta de Silvia López, investigadora, docente y directora de la colección Las Imprescindibles (Editorial Dos Bigotes) es un rotundo sí. «Parece que cuando hablamos de teoría feminista estamos hablando de conceptos vacíos y no es así, son ideas que nos atraviesan», asegura a Público.

«Las autoras hablan de nuestras vidas con sus propias palabras. Si coges El segundo sexo [obra insignie de Beauvoir] te ves reflejada: habla de maternidad, de la relación con la madre, de los cuidados, la amistad con otras mujeres. Te sientes identificada y revuelve», señala. Pero incide: «Es una pena idolatrar a Beauvoir mientras sigues sin entenderla. Si puedes tener un libro de 100 páginas que te explique sus mil para leerla después, pues mejor».

En el prólogo del primer número de esta colección -que actualmente cuenta con cuatro volúmenes- ya se ve cuál ha sido la raíz del proyecto. La escritora Pilar Bellver firma un texto en el que recuerda que gracias a Marta Harnecker, que tradujo en sus propias palabras a autores políticos, pudo leer después cualquier texto sobre teoría marxista. ¿Y qué ocurriría si alguien nos guiara en las principales claves del pensamiento de autoras feministas y nos abriera así la puerta a entenderlas? Esa fue la propuesta de Bellver a la editorial y confiaron en Silvia López para llevarlo a cabo.

Así, la investigadora sintetiza el pensamiento de intelectuales mujeres que no siempre se las ha considerado como debería o se han creado obstáculos para ser leídas. «Nos movemos mucho por estereotipos. Decimos Butler es difícil. A mí me interesa más si me va a aportar más o menos. Si es muy complicada, pues vamos a leerla juntas». Ella ofrece un análisis sobre sus marcos teóricos y así buscar referentes para enfrentarnos a conflictos entre patriarcado, feminismo y nuevos enfoques. Algo muy necesario hoy día, porque como dice Bellver en el texto de Los cuerpos que importan en Judith Butler: «Necesitamos la teoría feminista para defendernos del fascismo».

«Es un proyecto para pensar en compañía. Las aulas tienen sus límites, porque el pensamiento feminista no llega a todos lados y, cuando lo hace, no llega del todo. La colección es una herramienta que te acompaña si quieres conocer algunas obras feministas necesarias», explica López, que cuenta que empezaron por Butler por ser «una autora viva» y es necesario tener referencias tanto de coetáneas como de nuevas autoras. Siguieron con La política sexual en Kate Miller, ya que es «un texto fundamental sobre la sexualidad en el feminismo radical de los 70»; continuaron con El devenir mujer en Simone de Beauvoir para responder a las numerosos preguntas que su obra central ha despertado durante los años; y su última publicación es El ecofeminismo en Vandana Shiva, demostrando que no toda la teoría feminista debe ser ni occidental ni blanca.

Feminismo interseccional, la clave

Precisamente Vandana Shiva trata en sus obras temas tan pragmáticos como la soberanía alimentaria, el ecologismo, el descolonianismo, la justicia social y, por supuesto, el papel de la mujer en todo ello. ¿Cómo es posible que no sea más conocida, tanto su obra como su activismo, en occidente? «Siempre digo que el pensamiento feminista es un tapiz que se nutre de muchas hebras, con significado propio pero que aportan mucho», comenta López, que sigue: «El objetivo es hacer una colección lo más rica posible para demostrar de dónde beben todos ellos. Habrá que contar en el futuro con feminismo árabe, poner atención a lo que está ocurriendo en Latinoamérica, etc. El feminismo blanco occidental o estadounidense ha copado el debate y necesitamos un traje que no nos apriete las costuras», concluye.

Dentro de esas costuras también está el debate (muchas veces artificial) sobre las mujeres transexuales. La investigadora lo tiene claro: «Sara Ahmed dice que el feminismo es un ejército de abrazos y que nos levanta las unas a las otras. Nadie puede hablar de feminismo cuando está atentando contra vidas que ya son vulnerables». «Para mí, no tiene sentido hablar de feminismo si no lo hacemos hablando de interseccional. Hay autoras que nos explican que las opresiones de género no pueden ser entendidas sin otras como la de clase, migración, etc. Como dice Angela Davis, el objetivo del feminismo debe ser la transformación social», sentencia.

Volviendo a Shiva, la investigadora y también doctora en Ciencias Políticas considera que «poner el feminismo en la esfera del ecologismo más auténtico resulta hasta revolucionario». Más aún cuando al leer a la autora -más concretamente su libro ¿Quién alimenta realmente al mundo? (Capitán Swing)-, vemos claramente que un desastre como el de la pandemia por coronavirus era de esperar. «Todas estas autoras son activistas. Cuando Shiva dice que hay estructuras del capitalismo que nos llevan al desastre estamos hablando de economía, pero también de feminismo, de ecología, de la brecha norte-sur».

Y resalta que Shiva parece que parte de premisas muy concretas, como el hambre o la deforestación del planeta y va demostrando la conexión con otros problemas como la violencia contra la mujer o las malas prácticas, como una consecuencia de lo mismo: el sistema patriarcal y capitalista. «Todas las autoras están haciendo radiografías de nuestro tiempo para que reflexionemos y pasemos a la acción».

De la teoría a la actualidad

Una actualidad que está presente leamos cuando leamos esta colección. Con Los cuerpos que importan en Judith Butler en la mano, lo primero que viene a la mente es la lucha de las mujeres (y hombres) polacos por recuperar el derecho humano tan básico como es el de decidir sobre el embarazo. «En Cuerpos aliados, Butler habla precisamente de la importancia de los cuerpos que salen a la calle para visibilizar los cuerpos que están oprimidos pero a la vez son resistentes. Sirve para movimientos como Occupy Wall Street o para las protestas en Polonia«, reflexiona Silvia López. También recuerda que muchas de las autoras resaltan que los «procesos de precarización no son el problema; es el aislamiento al que nos vemos abocadas». Unión y organización, como el primer paso para curar los males.

 

Portada del libro 'Los cuerpos que importan en Judith Butler'.

Portada del libro Los cuerpos que importan en Judith Butler.

Pero, ¿es casualidad que en todas estas obras de la teoría feminista se encuentren como puntales lo colectivo? «Desde luego, la idea de alianza e interdependencia en el feminismo es básica. Lo encontramos en Davis o en Butler. Ella dice somos seres dependientes, que no es solo un rasgo de la infancia, nos persigue». Por eso, señala Silvia López que con la colección Las Imprescindibles se trata de hablar de frente a frente sobre teoría feminista, independientemente del conocimiento o la especialización que se tenga. Algo que sorprende dentro de la academia, de donde proviene. «Era un convencimiento de inicio: hacer algo entendible y agradable. No se trata de hacer santas laicas a estas autoras, sino de tener presentes sus polémicas y las cosas que nos pueden revolver». «Eran mujeres intentando resolver problemas», puntualiza.

Por eso, gracias a la obra de López es tan sencillo concretar cuáles son los problemas estructurales de los que ellas hablan y cuáles las consecuencias coetáneas que sufrimos. «La idea es que identifiquemos qué es lo que nos deja respirar, como decía Butler, e identifiquemos qué políticas nos están haciendo peor la vida», reconoce Silvia López, que finaliza recordando que gracias a las editoriales pequeñas y las librerías especializadas se atesora un valor intelectual y activista del feminismo incalculable. «Comienzan hablando del libro y acabas hablando de ti misma», recuerda.

Fuente e imagen tomadas de: https://rebelion.org/es-una-pena-idolatrar-a-beauvoir-mientras-sigues-sin-entenderla/

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