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Libro: Las teologías feministas frente al fundamentalismo religioso (PDF)

Por: Reseña

La mayoría de los trabajos reunidos en este libro fueron presentados como ponencias en el Primer Encuentro de la Red de Teólogas, Pastoras, Lideresas y Activistas Cristianas (TEPALI) celebrado en la Comunidad Teológica en la ciudad de México del 3 al 5 de octubre de 2019. “La pertinencia de las teologías feministas ante el avance de los fundamentalismos religiosos” fue el tema central que convocó a más de 30 mujeres de distintas edades, profesiones, disciplinas y tradiciones, provenientes desde Argentina y Chile hasta Estados Unidos.

Descargar el libro en pdf aquí: Las teologías feministas TEPALÍ 2020

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Los feminismos y los límites de lo transformable

Por: María Inés Martínez 
Hoy el feminismo es el movimiento social y la lucha política más grande y radical de Uruguay y de América Latina. Como Furtado y Sosa (2020), creo en la importancia de hacer memoria de lucha. Vivimos el presente de una historia que le excede; las nietas de todas las brujas que nunca pudieron quemar. Hace tres años que el 8 de marzo es día de paro, pero las mujeres también toman las calles el 3 de junio bajo la consigna Ni Una Menos, el 25 de noviembre contra la violencia de género, y casi semanalmente, ante cada feminicidio, hay una alerta feminista que corta 18 de Julio.

Pero el feminismo no sólo se vive en las calles; permea tanto el espacio público como el privado. Se reeditó El segundo sexo, que hace unos años era difícil de conseguir, se repiensa la heterosexualidad y se cuestiona el amor romántico, se discute sobre la abolición o regulación del trabajo sexual, se populariza la copita menstrual, alguien le dice “no, después de ti” al señor que la quiere hacer pasar primero en el ómnibus, hasta el tío Ruben aprendió a hablar con la ‘e’ y no le parece tan grave como al principio. El feminismo parece estar en todos lados, incluso en el nuevo gobierno.

Beatriz Argimón, Mónica Bottero y Laura Raffo son algunas de las mujeres de la coalición de derecha del nuevo gobierno que se identifican como feministas. Esto, como no podía ser de otra forma, ha disparado nuevas-viejas preguntas: ¿existe el feminismo de derecha?1 ¿Qué es el feminismo? Y ¿cuáles son los intereses de las mujeres? Más que contestarlas, compartiré aquí, desde mi lugar de enunciación, algunas reflexiones, para pensarlas. Soy mujer, joven, uruguaya, socióloga y también me identifico como feminista. Considero importante no sólo analizar las desigualdades sociales, sino también las luchas por la igualdad, y las contraluchas o backlash que estos despliegues de fuerza transformadora generan.

Según Sonia Alvarez (2014), ha habido tres grandes momentos en la trayectoria de los feminismos (entendidos como campus discursivos de acción) contemporáneos en América Latina. En primer lugar, la configuración del feminismo en singular. En segundo lugar, un momento de descentramiento y flujos verticales, que pusieron el foco en la cuestión de género. Por último, el momento actual, que se caracteriza por flujos horizontales, en los que los feminismos se multiplican y crecen. Algunos intentan influir institucionalmente en las políticas de Estado. Otros procuran desafiar el discurso dominante del desarrollo, incluso el de izquierda, ese que ve en la incorporación de las mujeres al trabajo remunerado un medio para el crecimiento económico.

Se han multiplicado los espacios antineoliberales, antirracistas, populares. Los feminismos jóvenes son heterogéneos, plurales y descentralizados, lo que trae consigo ciertos conflictos y contradicciones, propios de un campo feminista más amplio (Alvarez, 2015). Hoy vemos una proliferación de actores que se identifican con el feminismo y disputan el espacio y el poder en él. A pesar de no tener una agenda única, el movimiento feminista se ha destacado por su capacidad de convocatoria y articulación. Esta pluralidad de voces, más que quitarle profundidad crítica, hasta el momento, ha sido su fortaleza (Gutiérrez, 2019).

Esto no debería ser subestimado, ya que por mucho tiempo la izquierda masculinista creyó imposible que radicalidad y masividad fueran de la mano. Menos aún entre mujeres, a quienes se pensaba como seres en competencia. Sin embargo, hoy, en América Latina los feminismos lograron articular la masividad social con la radicalidad política. Yendo más allá de los derechos civiles y la igualdad formal, incorporando una perspectiva decolonial, que entiende el cuerpo de las mujeres como un territorio en disputa. Aquí el feminismo es enorme, plural y profundamente transformador. En este contexto, ¿cómo pensar el posicionamiento de actoras de derecha desde el feminismo?

Las actoras de derecha que se definen como feministas suelen enfocarse en las desigualdades de género que existen en los espacios de liderazgo y poder históricamente masculinos, como el trabajo remunerado y el gobierno. No obstante, estos esfuerzos no siempre vienen acompañados de una valorización de las tareas reproductivas de las que históricamente las mujeres se han encargado. La forma en que se define la igualdad de género trae aparejada diferentes estrategias para conseguirla. Si igualdad significa una equitativa representación de mujeres y varones en los altos cargos de las instituciones poderosas, por más importante que esto sea, los esfuerzos estarán puestos allí y no en otro lado.

Además, en lugar de buscar cambiar las estructuras de dominación que producen la desigualdad, ya sea por medio de cambios institucionales o tejiendo redes por fuera del Estado, se hace énfasis en que las mujeres puedan elegir (lo que se conoce como choice feminism). Pero no hay una preocupación sobre cómo estas decisiones afectan a otras mujeres, ni un reconocimiento de los privilegios que ciertas mujeres tienen en relación a otras. Cada mujer es responsable de promover los cambios para sí misma, ya sea disputando una promoción en su trabajo, o una distribución más justa de las tareas domésticas y de cuidado en su hogar (Sandberg, 2015). Debe hacerse un lugar entre los varones, ser asertiva “como estos”, sobreponerse a las dificultades, esforzarse y lograrlo. Aunque le cueste el doble. Se trata de “empoderarse” y correrse del lugar de víctima. En este modelo, cada una lucha por su lado contra la dominación sistémica y la discriminación estructural. Se trata de un cambio de actitud, y quienes deben cambiar son las mujeres.

Una posible interpretación, optimista, de este fenómeno, es que cada lucha hace su aporte. Que las explicaciones y soluciones que se basan en lo individual son tan importantes y necesarias como las que se basan en lo estructural. Desde esta perspectiva, las necesitamos a todas: a las de la segunda ola, las lesbianas, las trans, las afro, las de la tercera ola y hasta las liberales. Sus intereses no se contraponen; se complementan.

Si entendemos al género como una estructura social con diferentes capas: la de lo individual, la de la interacción, y la de lo institucional o estructural (Risman, 2018), entonces, para revertir la desigualdad, necesitamos cambios en cada uno de estos niveles. Tanto aquellos que apuntan a lo individual, entendiendo al género como algo que internalizamos y se vuelve parte de nuestra identidad, como aquellos que buscan cambiar las estructuras sociales, por ejemplo, poniendo el cuidado de la vida en el centro.

No obstante, podría argumentarse que poner el foco del problema –y consecuentemente, la solución– en lo individual circunscribe nuestra capacidad crítica, impidiendo que las instituciones y estructuras más profundas sean cuestionadas. Si las mujeres cambian, pero no cambian las responsabilidades y posiciones que les son asignadas por ser mujeres –especialmente las tareas reproductivas y el lugar en que estas quedan ubicadas en el orden social–, y si además no cambian los varones, difícilmente alcancemos algún tipo de igualdad.

Otra posible interpretación, más crítica, entiende que el feminismo es la teoría y acción política que lucha por liberar a todas las mujeres: indígenas, afro, de la clase trabajadora, pobres, en situación de discapacidad, lesbianas, migrantes, queer, trans, viejas, así como a las mujeres blancas, heterosexuales y privilegiadas económicamente. Si se cubre algo menos que esto, entonces no es feminismo (Smith, 1980). Desde aquí, el feminismo no es tal sin antirracismo, anticapitalismo y decolonialidad. Quienes se focalizan únicamente en las mujeres privilegiadas en términos de clase, raza y nacionalidad lo hacen a expensas de la realidad de la mayoría de las mujeres (Rottenberg, 2014), desconociendo la alianza entre patriarcado y capital (Federici, 2010). Alianza según la cual género y raza son construcciones sociales funcionales al capitalismo, en tanto fomentan divisiones entre las personas económicamente oprimidas (Federici, 2010; Alesina y Glaser, 2004).

No basta con “lo personal es lo político”, sino que “lo político también debe ser lo personal” (Thompson, 2002). Es necesario un compromiso íntimo con ciertas causas políticas, más allá de que hayamos sido oprimidas directamente o no por estas causas. En otras palabras, no necesitamos ser parte de un grupo oprimido para reconocer una injusticia y luchar contra esta. Así, los feminismos deben reconocer y actuar en contra de otras desigualdades, más allá del género, incorporando una perspectiva interseccional.

De esta mirada, al ubicarse desde el feminismo, estas actoras de derecha disputan su sentido, con el riesgo de circunscribir su capacidad crítica. Ya que cuando se fomenta cierto análisis crítico sobre el estado de las cosas, se delimitan los parámetros de lo criticado. Se dice “es esto lo criticable y no esto otro”.

Por ejemplo, Estados Unidos se presenta, paradójicamente, como modelo en temas de género, a la vez que genera una autocrítica sobre la cuestión en su territorio en relación al “conflicto trabajo/familia”. Esta autocrítica lo hace parecer más abierto, a la vez que neutraliza reclamos emancipatorios de otros feminismos, por ejemplo, de aquellos que incorporan temas raciales (Rottenberg, 2014). Además, la ideología neoliberal (que pone el foco del problema y su solución en lo individual) hace que muchas madres se culpen a ellas mismas (en lugar de al Estado, a los varones, o a quienes las emplean) frente a la dificultad de “balancear” trabajo remunerado y no remunerado (Collins, 2019). De esta forma, instituciones y estructuras continúan sin ser interpeladas y son las mujeres quienes deben adaptarse a un sistema masculino.

En síntesis, la primacía de cierta mirada crítica, que se presenta como la crítica, calla otras miradas, interpretaciones y demandas (Rottenberg, 2014). Así, por momentos, la legitimidad del feminismo liberal ha silenciado otros feminismos. Sobre todo cuando este predomina en espacios de poder, como el gobierno.

En Uruguay, el movimiento feminista ha crecido y tomado cada vez más fuerza; el nuevo gobierno no puede pasarlo por alto. Por ello, en lugar de irle en contra, propone su propia versión: genera una crítica circunscrita. Según Gutiérrez (2019), una forma de contener, limitar o capturar una lucha es generar una imitación deformante e impostora de esta. Como respuesta a la expansión feminista, “como contraefecto de nuestra propia audacia, de nuestra propia fuerza desplegada”, se establece una disputa de sentidos (Gutiérrez, 2019). Esto es lo que hace la derecha con las autopercepciones feministas de Raffo, Bottero y Argimón: disputa la definición del término feminismo y lo reclama para sí, queriendo sacarlo del monopolio de la izquierda. Esto obliga al movimiento a perder energías, que estaban puestas en su expansión y radicalización, gestionando sus diferencias para distinguirse de quienes se presentan como parte de él, coartando su horizonte emancipatorio.

La pluralidad puede ser un arma de doble filo si no se conserva un núcleo de lucha: contra la violencia patriarcal en todas sus formas, lo que incluye violencias capitalistas y coloniales.

El cambio de gobierno es un momento donde el Estado se presenta como “el hecho político legítimo por excelencia”, por lo que es de esperar que avance sobre el movimiento feminista (Gutiérrez, 2019). Ante demandas que crecen en rebeldía y alcance se intenta hacer una síntesis desde arriba, decir: “Este es el objetivo del feminismo”. Esto es, de cierto modo, “ponerle un cerco” a la lucha, decir “hasta acá llegó,” cuando el “hasta dónde” venía siendo abierto. En este sentido, la pluralidad puede ser un arma de doble filo si no se conserva un núcleo de lucha: contra la violencia patriarcal en todas sus formas, lo que incluye violencias capitalistas y coloniales (Gutiérrez, 2019). No alcanza con medidas punitivistas, derechos formales o cambios de actitud. Como señala Di Giorgi,2 no es lo mismo reclamar la igualdad de género dentro de un orden determinado que proponerse desarmar el orden en sí mismo.

En definitiva, la pluralidad de los feminismos tiene la potencialidad de funcionar como impulso, revitalizando ideas y prácticas, o como amenaza, circunscribiendo su fuerza y su capacidad crítica. Tal vez sea una invitación a poner, aún más, el foco en las violencias capitalistas y coloniales que se intersectan con las patriarcales, en soluciones estructurales más que individuales, en cambios sociales más que en las mujeres. Una invitación a reafirmar el compromiso en este núcleo, recordando que no será el último ni el definitivo, que el sentido y la forma de lo que se desea cambiar siempre son maleables e inconclusos, y que hay allí una fortaleza. Una invitación a recordar la potencia que existe en no delimitar los términos de lo transformable, no encorsetar el deseo, y decir que queremos cambiarlo todo.

Inés Martínez es socióloga. Este artículo fue publicado originalmente en Razones y personas.

Referencias

Alesina, Alberto y Edward Glaser. 2004. Fighting Poverty in the US and Europe: A World of Difference. Oxford University Press.

Alvarez, Sonia E. 2014. “Para além da sociedade civil: reflexôes sobre o campo feminista”. Dossiê o Gênero Da Política: Feminismos, Estados e Eleiçoes. Cadernos Pagu (43): 13-56.

Alvarez, Sonia. E. 2015. “Compromisos ambivalentes y resultados paradójicos. Movimientos feministas y desarrollo”. En Verschuur, C., Guérin, I. y Guétat-Bernard, H. (eds.), En desarrollo, género. IRD Éditions.

Collins, Caitlyn. 2019. Making Motherhood Work. How Women Manage Careers and Caregiving. Princeton University Press.

Federici, Silvia. 2010. Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Tinta Limón.

Furtado, Victoria y María Noel Sosa 2020. “Huelga feminista: memoria de lucha, tiempo de rebelión. Notas sobre el feminismo en Uruguay hoy”. En: Horizontes políticos desde nuestra América. Entre el dolor y la esperanza. Servicios para una educación alternativa. EDUCA A.C. y Colectivo Editorial Pez en el Árbol.

Gutiérrez Aguilar, Raquel. 2019, “Desborde feminista: bucle virtuoso de masividad y radicalidad”. Entrevista de Mercedes Echeverry y Diego Castro, Zur, 21 de abril de 2019, Montevideo, recuperado el 19 de junio de 2020 de www.zur.org.uy/content/desborde-feminista-bucle-virtuoso-de-masividad-yradicalidad

Risman, Barbara J. 2018. Where Will The Millenials Take Us. A New Generation Wrestles With the Gender Structure. Oxoford University Press.

Rottenberg, Catherine. 2014. “The Rise of Neoliberal Feminism”. Cultural Studies. 28(3): 418-437.

Sandberg, Sheryl. 2015. Lean In: Women, Work, and the Will to Lead. Ebury Publishing.

Smith, Barbara. 1980. “Feisty Characters and Other People’s Causes”, en The Feminist Memoir Project: Voices from Women’s Liberation, ed. Rachel Blau DuPlessis y Ann Snitow (New York: Three Rivers Press), 479-81.

Thompson, Becky. 2002. “Multiracial feminism: Recasting the chronology of second wave feminism”. Feminist Studies 28(2) 336.

Fuente: https://ladiaria.com.uy/articulo/2020/7/los-feminismos-y-los-limites-de-lo-transformable/

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Entrevista a Marcela Lagarde: «Tenemos que decir no al borrado de mujeres diciendo sí a su existencia legal y protegida»

Entrevista/Autora: Nuria Coronado/Rebelion.org

La Antropóloga, investigadora y activista feminista mexicana, Marcela Lagarde, aborda en esta entrevista cuenta un amplio abanico de temas que van desde su vida privada, el impacto del neoliberalismo en el feminismo, el papel de los hombres y el transactivismo queer, que amenaza con provocar el «borrado de las mujeres».

Antropóloga, investigadora, activista. Catedrática de la Universidad Nacional Autónoma de México y fundadora de la Red de Investigadoras por la Vida y la Libertad de las Mujeres. Feminista. De la voz profunda y clara de María Marcela Lagarde y de los Ríos mana feminismo a raudales y en mayúsculas. Es maestra entre las maestras. Quien dotó de perspectiva de género y de contenido político a la palabra sororidad y la definió como «la complicidad de actuar entre mujeres» y a la lucha feminista como aquella que «no es contra la violencia, sino por la paz«. En esta entrevista a Público habla de todo: de su vida privada, del impacto del neoliberalismo en el feminismo, del papel de los hombres y del transactivismo queer que amenaza con provocar el «borrado de las mujeres».

El barco en el que Marcela Lagarde y de los Ríos navega por la vida se mueve en el océano de la sabiduría. Una manera de ser y de expresarse que le viene de su pasado, «de familia de corsarios del siglo XVIII de la que provengo», ríe. Por eso, entre sus estanterías abarrotadas de libros de los que bebe, resplandecen dos veleros a modo objetos de decoración que muestra como niña con zapatos nuevos en esta entrevista por videollamada. Los mira porque le recuerdan que sin genealogía no hay presente y mucho menos futuro. «Verlos mientras escribo o leo me da nostalgia, me recuerdan de dónde vengo», reconoce.

Ahora, recuperada de una temporada complicada de salud, vuelve a ser ella. «Tuve una intervención muy delicada con trepanación incluida. Suena muy mal la palabra, pero así fue. Salí bien de la operación, pero me puse muy grave. Tuvieron que sacarme coágulos del pulmón. Cuando estaba convaleciente llegó el coronavirus y pasé de estar en la cama confinada por la salud a estarlo en casa por el bicho. Afortunadamente me he ido fortaleciendo. He perdido diez kilos, pero ya no me siento tan frágil. El cuerpo se va adaptando y la mente también, porque tenía dificultades de memoria y de concentración».

Cuidarse como una reina

Estar en su hogar es precisamente el mejor tratamiento que ha podía tener. «Mi casa es mi tesoro, es muy bonita, tengo en ella todo lo que necesito. Aquí ahora estoy aprovechando para hacer todo lo que no puedo hacer normalmente por falta de tiempo. Por eso leo, escucho ópera, veo películas, participo en conferencias en línea y en foros, escribo, cocino…». Todo aquello que no tiene se lo lleva su hija a la puerta. «Ella me deja ahí toda la comida. Quiere preservarme de cualquier contacto. Me cuida así», resalta.

Mientras Lagarde disfruta del autocuidado no se olvida ni un minuto de la situación de las mujeres con la pandemia. «Los derechos humanos de las mujeres y las niñas están todo el tiempo en juego. Contra nosotras siguen pasando cosas terribles. Ahora con el confinamiento ha aumentado la violencia que sucede en las casas». Y pensar en ello la desespera. «Me inquieta pensar que inventamos que hay futuro, que vivimos gracias a que pensamos que vamos a mejorar, y con esta crisis, como con todas, la realidad sigue siendo lo incierto. Esta incertidumbre me tironea bastante y me hace sentir que no hay tanta confianza en el futuro».

Precisamente por eso, porque la «nueva realidad» hace caminar a las mujeres en una cuerda de alambre cada vez más fina y sin red que sostenga la caída, la autora de Cautiverios de las mujeres, replica que el mundo necesita del feminismo como nunca antes. «Se necesita la lucha por la igualdad no solo por la violencia en la que vivimos sino por todo. Como una visión utópica y con ciertas topías. Hay una utopía en constante desarrollo, una aspiración, en la que coexisten las topias reales y lo que hemos conseguido a través de la emancipación del mundo», subraya.

La docente también arenga a la urgencia del tránsito a la nueva normalidad «mediante el reconocimiento social, cultural y político de las propuestas y las realizaciones feministas. Es preciso que se vean los aportes a la teoría del desarrollo de la sociedad y a la democracia hacía la modernidad a través de la crítica radical de las feministas. Una modernidad que, aunque no ha cumplido con su propia utopía, reformula y propicia muchas propuestas para lograr construir la igualdad».

Y es que como esta antropóloga subraya la equidad se ha construido con sangre, sudor y lágrimas. «Todo ha pasado por el debate feminista para después ponerlo en práctica con leyes como las que tiene España o en el resto del mundo. Hemos puesto en el centro del debate lo que es importante. El feminismo ha luchado por lo que es justo, que no es otra cosa que la justicia contra los delitos contra mujeres y niñas porque nos expropian la condición humana desde nuestra condición sexual«.

Gracias a todos estos pasos y a que las mujeres, según la profesora, «cada vez tenemos más agencia e incidencia», estamos en un momento histórico decisivo. “Elaboramos hace años la propuesta de enfrentar la violencia contra mujeres y niñas, otras colegas pusieron la atención en atender a mujeres que ya habían sido víctimas de violencias y pensamos que no bastaba con atenderlas. Queríamos que no hubiera víctimas y enfrentamos la justicia de la impunidad».

Ante este pacto social el sistema patriarcal reacciona aumentando la violencia. «A diario millones de personas con una visión neoliberal contemporánea se esfuerzan en hacernos creer que nada por lo que luchamos es importante. Esa es la respuesta desesperada para ver si nos atemorizan, para ver si nos vamos a cansar y no vamos a continuar. Ante ese incremento de la violencia contamos cada caso, lo documentamos, exigimos justicia porque se trata de personas. Por eso la lucha del feminismo es la cuenta de los siglos porque ese es el tamaño de la profundidad patriarcal«.

La solidaridad social

Lagarde recuerda también otra conquista que ha hecho el movimiento feminista y que ha ido de la mano de movimientos pro derechos civiles y por la salud: el acceso a la salud como uno de los tres pilares para lograr el desarrollo. «Sin salud no podemos hablar de desarrollo, ni de democracia. La salud es un derecho humano que debe ser propiciado por gobiernos nacionales e internacionales. La gente que sobreviva saldrá mejor, pero debemos propiciar una cultura solidaria y el feminismo ha planteado la solidaridad social como un recurso político«.

Esa solidaridad tal y como describe, «se ha sustentado en la sororidad como alternativa a las relaciones misóginas y enemistosas que tenemos las mujeres en la modernidad. La ética de la sororidad, el apoyo mutuo, el reconocimiento, la generosidad y todo aquello que permita que las mujeres compartamos con otros avances, recursos o cualidades para ahorrarnos tiempos y poder potenciar un desarrollo humano y solidario para nosotras».

Y pone dos ejemplos de plena actualidad. «Con la pandemia vivimos un momento crítico porque hay mucha fragilidad. Precisamente por eso no podemos poner en segundo plano la violencia. Somos nosotras quienes debemos estar ojo avizor en los derechos humanos porque si no, quienes queden después de la pandemia, van a estar débiles en derechos humanos y no tendrán cómo enfrentarse a un mundo marcado por el destrozo de la salud de la mayoría de la gente. Si fortalecemos la causa de la erradicación de la violencia tocaremos la urgencia de la salud de las mujeres«.

En segundo lugar, alude a cómo esto repercute a México. «En mi país las personas que se están viendo más afectadas y son más propensas a morir por la covid son quienes tienen menos, quienes por esa pobreza tienen exceso de peso por una mala alimentación, problemas de salud en el páncreas, en el hígado, en el corazón, tienen falta de ejercicio, o viven en la contaminación. Necesitamos cambiar la producción y las relaciones con el medio ambiente, conseguir un planeta verde y de energías renovable. El feminismo tiene que ser la base del paradigma hacía donde vamos«.

¿Dónde están los hombres?

Preguntada sobre los aliados feministas la escritora responde que sin ellos nada es posible. «En la lucha también incluimos la igualdad entre mujeres y hombres para lo que propiciamos el respeto a la dignidad de ambos. El respeto como actitud de convivencia en el mundo que no es necesariamente ni sexual ni amoroso. Es la relación en muchos espacios con funciones múltiples. Tenemos que hacer penetrar la igualdad en la diversidad social de hombres y mujeres para generar la economía, la cultura, la vida social en positivo. Es imprescindible ahora, pero siempre lo ha sido que, en los tiempos patriarcales, nuestro objetivo sea erradicar el patriarcado del nudo, porque ese es el tamaño de la utopía«.

Además, pide «que los hombres que son violentos sean tratados como delincuentes en el marco normativo a través de las leyes que erradiquen y prevengan todas las violencias”. También en que unas y otros nos unamos. «Necesitamos articularnos. Esa es la manera de acabar más rápido con la violencia. Mientras más propiciemos una visión compensativa de la violencia las victimas acudirán antes a buscar apoyo y nosotras podremos ayudarlas».

El caballo de Troya queer

Otra de las preocupaciones de esta académica es la que tiene que ver con el movimiento queer. «Todo esto me apena mucho porque contrapone los avances que tanto nos han costado lograr a las mujeres».

Y pone una fecha al origen del transactivismo y del borrado de las mujeres que este movimiento neoliberal pretende. «El principio de todo ello se ubica como parte de un quiebre que hubo en el movimiento hace 30 años. En aquellos momentos algunas lesbianas se retiraron de las organizaciones feministas y fueron a militar a organizaciones LGTBI sin vínculos con el feminismo. Fueron mujeres huérfanas del feminismo, generaciones de mujeres muy comprometidas que no reconocieron su tradición política. De ahí a lo queer solo hay un paso«.

Por ello anima a vencer a este caballo de Troya a través de la recuperación de la tradición feminista. «Es la más importante aportación de las mujeres como género a la cultura. Así de transcendental es el feminismo. Es la más importante obra creativa de mujeres críticas con el movimiento para mejorar el mundo«.

Una obra que no se aprende en un abrir y cerrar de ojos, pero es clave para ser arrastradas por el falso modernismo de lo queer. «La primavera no la hace una flor. Hay que ir a las universidades, asistir a foros, leer a Celia Amorós o a Amelia Valcárcel. A tantas que explican claramente todo. Al aprender del origen de los movimientos se adquiere una gran riqueza en la vida personal porque permite enunciar a cada quien como lo que es. Es hacer que nos reconozcamos como lo que somos en esencia».

Por eso recalca algo que ha percibido sobre todo en estos últimos meses: «he visto y palpado una necesidad grandísima de reconocer y conocer el feminismo entre cada vez más mujeres que quieren nombrarse como tal. La expresión de grupos solo puede ser disminuida en el afán por eliminar a las mujeres como el sujeto del feminismo, y eso es lo que quieren eliminar en nosotras con lo queer. Y nosotras decimos que no. El primer paso a ese no, empieza por el sí a nosotras mismas. Ese no borrar a las mujeres es el sí a la existencia legal y protegida de las mujeres«.

Esta respetada feminista acaba lanzando un mensaje al transactivismo. «El feminismo es lo único que puede eliminar la orfandad patriarcal. No somos huérfanas, tenemos genealogías, no somos seres de la diversidad, somos las mujeres. No usaremos el supremacismo peso si la condición universal de nuestro género por el hecho de ser mujeres. Hay que pensar y colocarnos desde ahí para salvar todo. No solo somos seres de la diferencia. Somos seres humanos, somos las mujeres en plural. Espero que reflexionemos juntas y logremos al fin nuestros derechos humanos», finaliza.

Fuente e imagen tomadas de: https://rebelion.org/marcela-lagarde-tenemos-que-decir-no-al-borrado-de-mujeres-diciendo-si-a-su-existencia-legal-y-protegida/
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Apoyo masivo a Las Tesis

Por: pressenza.

 

Las feministas creadoras de la performance «Un violador en tu camino», conocidas como el grupo Las Tesis, fueron denunciadas por la institución de Carabineros de Chile por «pretender crear una animadversión intencionada hacia dicha institución, destacando y derechamente imputando, en primer término, conductas represivas y alentadoras contra la integridad física del público en general, en cuanto a supuestas víctimas de la acción policial, para luego, finalizar el mensaje del video, llamando con una clara intimidación hacia los integrantes de esta institución”. Esto luego de que la agrupación creara un vídeo en donde se manifiestan pacíficamente fuera de una Comisaría vestidas con sus mamelucos rojos, mascarillas y una bandera chilena de género negro, haciendo circular dicho video durante el mes de mayo.

En pleno confinamiento debido a la pandemia, que causa estragos en el país no solamente a nivel del número de contagios, enfermos y muertos, sino también en términos de cesantía y pobreza, con las características de la crisis económica más intensa que se vive desde hace muchas décadas, la institución de Carabineros no ha tenido mejor ocurrencia que hacer una denuncia ante la Fiscalía por “incitación de acciones violentas contra la institución”. Según consta, ahora consideran que Las Tesis son responsables, en parte, de algunos de los “hechos de violencia” registrados en el país, durante las manifestaciones del despertar social vividas durante octubre, noviembre y diciembre de 2019. A pesar de que la acción judicial va dirigida “contra todos los que resulten responsables”, se detalló con nombre y apellido a las cuatro integrantes del grupo.

Ante esto, no tardaron en llegar como avalancha las expresiones de apoyo desde todas partes del mundo, a través principalmente de las redes sociales.

“No a la persecución artística” señala la foto publicada por Adtreshile y compartida por Delight Lab, organización que también ha sido víctima de censura y persecusión de sus intervenciones artísticas lumínicas, con las cuales proyectan frases sobre edificios que reflejan el descontento social.

“La Red de actrices chilenas, manifestamos públicamente nuestro apoyo hacia el colectivo @lastesis frente la querella impuesta por Carabineros en su contra. Nos parece absurdo e impresentable que la institución que ha ejercido directamente la violencia contra el pueblo en las calles desde el 18 de octubre, golpeando, disparando, gaseando, torturando y ejerciendo violencia sexual contra mujeres y niñes, tenga el descaro de presentar contra un colectivo artístico feminista una querella por incitación a la violencia”, señalaron desde RACH.

“Es inaceptable que Carabineros de Chile esté preocupado de perseguir un colectivo artístico como Las Tesis antes de garantizar el cumplimiento de la cuarentena y seguridad en los barrios!”, expresó el alcalde de Recoleta, Daniel Jadue.

«El mundo al revés: Carabineros, que violaron los DDHH sistemáticamente, disparando a los ojos, torturando, abusando, violando, matando, ahora no encuentran nada mejor que acusar a #LasTesis de incitar a acciones violentas. @GeneralRozas entiendan, los violentos son ustedes!!», dice por Twitter el Diputado humanista Tomás Hirsch.

«El gobierno se suma a la persecución contra las Tesis. ¿Qué pasa?¿Se quieren desquitar contra las feministas que denunciaron con impacto mundial su administración autoritaria? ¿Y la ministra de la mujer?¿Hará algo? Todo nuestro apoyo contra esta patética acción.», señala la Diputada Gael Yeomans.

#TodasSomosLasTesis se ha ido convirtiendo en el hashtag más usado y los mensajes de diferentes lugares del mundo no cesan de llegar. «Mientras en Argentina #LasTesis son invitadas como artistas internacionales a dar cátedra sobre arte y activismo, en Chile @Carabdechile amenaza y criminaliza su trabajo pese a que su verdad interpreta a miles de mujeres”, expresó la editora de Revista Sosa, Carolina Olmedo.

Fuente de la reseña: https://www.pressenza.com/es/2020/06/apoyo-masivo-a-las-tesis/

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Voces Insurgentes: Otras Voces Feministas (Video)

Con este seminario damos inicio a las Voces Insurgentes, en esta oportunidad dialogamos sobre «Otras Voces Feministas».

Nos acompañaron como ponentes:

*Natalia Peluso: Pedagoga y educadora popular, investigadora en temáticas de democratización de la educación. Docente universitaria y actualmente directora de experiencias educativas comunitarias y cooperativas del Ministerio de Educación de la Nación. (Argentina)

*Karen Juliet Trujillo: Educadora popular, integrante de la comuna Humberto Moncada del partido Farc. Docentes en comunidades indigenas, campesinas y urbanas. Trabaja en proyectos de formación comunitaria con mujeres, jóvenes, niñas y niños. (Colombia)

*Ursula Remedios de Comadres Púrpura: Son un grupo de feministas autónomas que se activan politica y artisticamente en Venezuela.

*Alicia Garcia: Feminista Troskista, militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), sección mexicana de la Cuarta Internacional. (México)

*Maria Covacevich: Es miembro de la Asamblea por la ESI Rosario, de INESI del programa de ESI de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional del Rosario Argentina. Profesora y Licenciada en Ciencias de la Educación.

*Paola Tásai: Es música, poeta, feminista y gestora cultural originaria de Ignacio Zaragoza, Chihuahua en México. Miembro fundadora de la colectiva Movimiento Malinche en la ciudad de Chihuahua.

En la moderación estuvieron: Delma Cecilia Martinez y Yadira Diaz

Generadoras de preguntas: Lupita Luquin, Paula Schwartz y Luz Palomino.

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Pedagogías de la crueldad: El mandato de la masculinidad

Por: Rita Segato. 

Llamo pedagogías de la crueldad a todos los actos y prácticas que enseñan, habitúan y programan a los sujetos a transmutar lo vivo y su vitalidad en cosas. En ese sentido, estas pedagogías enseñan algo que va mucho más allá del matar, enseñan a matar de una muerte desritualizada, de una muerte que deja apenas residuos en […]

Llamo pedagogías de la crueldad a todos los actos y prácticas que enseñan, habitúan y programan a los sujetos a transmutar lo vivo y su vitalidad en cosas. En ese sentido, estas pedagogías enseñan algo que va mucho más allá del matar, enseñan a matar de una muerte desritualizada, de una muerte que deja apenas residuos en el lugar del difunto. La trata y la explotación sexual practicadas en estos días son los más perfectos ejemplos y, al mismo tiempo, alegorías de lo que quiero decir con pedagogías de la crueldad. Es posible que eso explique el hecho de que toda empresa extractivista que se establece en los campos y pequeños pueblos de América Latina para producir commodities destinadas al mercado global, al instalarse trae consigo o es, inclusive, precedida por burdeles y el cuerpo-cosa de las mujeres que allí se ofrecen. El ataque y la explotación sexuales de las mujeres son hoy actos de rapiña y consumición del cuerpo que constituyen el lenguaje más preciso con que la cosificación de la vida se expresa. Sus deyectos no van a cementerios, van a basurales. La repetición de la violencia produce un efecto de normalización de un paisaje de la crueldad y, con esto, promueve en la gente los bajos umbrales de empatía indispensables para la empresa predadora. La crueldad habitual es directamente proporcional a formas de gozo narcisista y consumista, y al aislamiento de los ciudadanos mediante su desensibilización al sufrimiento de los otros. […] Naturalmente, las relaciones de género y el patriarcado juegan un papel relevante como escena prototípica de este tiempo. La masculinidad está más disponible para la crueldad porque la socialización y entrenamiento para la vida del sujeto que deberá cargar el fardo de la masculinidad lo obliga a desarrollar una afinidad significativa —en una escala de tiempo de gran profundidad histórica— entre masculinidad y guerra, entre masculinidad y crueldad, entre masculinidad y distanciamiento, entre masculinidad y baja empatía. Las mujeres somos empujadas al papel de objeto, disponible y desechable, ya que la organización corporativa de la masculinidad conduce a los hombres a la obediencia incondicional hacia sus pares —y también opresores—, y encuentra en aquéllas las víctimas a mano para dar paso a la cadena ejemplarizante de mandos y expropiaciones.

En este sentido, es muy importante no “guetificar” la cuestión de género. Esto quiere decir, no considerarla nunca fuera del contexto más amplio, no verla exclusivamente como una cuestión de la relación entre hombres y mujeres, sino como el modo en que esas relaciones se producen en el contexto de sus circunstancias históricas. No guetificar la violencia de género también quiere decir que su carácter enigmático se esfuma y la violencia deja de ser un misterio cuando ella se ilumina desde la actualidad del mundo en que vivimos. El hombre campesino-indígena a lo largo de la historia colonial de nuestro continente, así como el de las masas urbanas de trabajadores precarizados, se ven emasculados como efecto de su subordinación a la regla del blanco, el primero, y del patrón, el segundo —patrón blanco o blanqueado de nuestras costas—. Ambos se redimen de esta emasculación, de esta vulneración de su condición social, laboral, incompatible con las exigencias de su género mediante la violencia. Ante el avance de la pedagogía de las cosas, como también podríamos llamarle a la pedagogía de la crueldad, el hombre indígena se transforma en el colonizador dentro de casa, y el hombre de la masa urbana se convierte en el patrón dentro de casa. En otras palabras, el hombre del hogar indígena-campesino se convierte en el representante de la presión colonizadora y despojadora puertas adentro, y el hombre de las masas trabajadoras y de los empleos precarios se convierte en el agente de la presión productivista, competitiva y operadora del descarte puertas adentro. A esto se le agrega la expansión de los escenarios de las nuevas formas de la guerra en América Latina, con la proliferación del control mafioso de la economía, la política y de amplios sectores de la sociedad. La regla violenta de las pandillas, maras, sicariatos y todos los tipos de corporaciones armadas que actúan en una esfera de control de la vida que he caracterizado como paraestatal, atraviesa e interviene el ámbito de los vínculos domésticos de género, introduce el orden violento circundante dentro de casa. Es imposible hoy abordar el problema de la violencia de género y la letalidad en aumento de las mujeres como si fuera un tema separado de la situación de intemperie de la vida, con la suspensión de las normativas que dan previsibilidad y amparo a las gentes dentro de una gramática compartida. […]

La estructura elemental de la violencia

El tema central de Las estructuras [elementales de la violencia]1 es entonces la inserción del agresor en el cruce de dos ejes de interlocución. En uno de ellos él dialoga, mediante su enunciado violento, con su víctima, a quien pune, disciplina y conduce a la posición subyugada, feminizándola. Aquí es revivido, revisitado, el arcaísmo al que me referí hace un momento. Como argumento en aquel libro, los testimonios recogidos en la cárcel sugieren que el violador es un sujeto moralista y puritano, que ve en su víctima el desvío moral que lo convoca. De modo que su acto en relación con la víctima es una represalia. El hombre que responde y obedece al mandato de masculinidad se instala en el pedestal de la ley y se atribuye el derecho de punir a la mujer a quien atribuye desacato o desvío moral. Por eso afirmo que el violador es un moralizador. Por acción del mismo gesto, el agresor exige de ese cuerpo subordinado un tributo que fluye hacia él y que construye su masculinidad, porque comprueba su potencia en su capacidad de extorsionar y usurpar autonomía del cuerpo sometido. El estatus masculino depende de la capacidad de exhibir esa potencia, donde masculinidad y potencia son sinónimos. Entreveradas, intercambiables, contaminándose mutuamente, seis son los tipos de potencia que he conseguido identificar: sexual, bélica, política, económica, intelectual y moral —ésta última, la del juez, la del legislador y también la del violador—. Esas potencias tienen que ser construidas, probadas y exhibidas, espectacularizadas y además se alimentan de un tributo, de una exacción, de un impuesto que se retira de la posición femenina, cuyo ícono es el cuerpo de la mujer, bajo la forma del miedo femenino, de la obediencia femenina, del servicio femenino y de la seducción que el poder ejerce sobre la subjetividad femenina. En esto hay una economía simbólica que se reproduce y puede ser observada, tanto en la historia de la especie, como también en el día a día de la vida cotidiana. En ese punto mi tesis se diferencia de María Lugones, quien afirma, junto con algunas otras autoras, que el patriarcado es una invención colonial. Yo creo, en cambio, especialmente por la universalidad —en el sentido de extensa distribución planetaria— del mito adánico y del mito psicoanalítico, que el patriarcado se ha cristalizado en la especie con mucha anterioridad y a lo largo del tiempo; pero también creo que es histórico porque necesita del relato mítico, de la narrativa, para justificarse y legitimarse. Si el patriarcado fuese de orden natural, no necesitaría narrar sus fundamentos. Podemos establecer, entonces, que la violación gira en torno a dos ejes que se retroalimentan. Uno, que he graficado como eje vertical, de la relación del agresor con su víctima, es el eje por el que fluye el tributo. La acción a lo largo de ese eje vertical espectaculariza la potencia y capacidad de crueldad del agresor. El otro eje es el que he llamado horizontal, porque responde a la relación entre pares miembros de la fratria masculina y la necesidad de dar cuentas al otro, al cofrade, al cómplice, de que se es potente para encontrar en la mirada de ese otro el reconocimiento de haber cumplido con la exigencia del mandato de masculinidad: ser capaz de un acto de dominación, de vandalismo, de “tumbarse una mina”, de contar que se desafió un peligro; en fin, esos delitos pequeños que hacen a la formación de un hombre, a partir de la doctrina del mandato de masculinidad. Esa “formación” del hombre, que lo conduce a una estructura de la personalidad de tipo psicopático —en el sentido de instalar una capacidad vincular muy limitada— está fuertemente asociada y fácilmente se transpone a la formación militar: mostrar y demostrar que se tiene “la piel gruesa”, encallecida, desensitizada, que se ha sido capaz de abolir dentro de sí la vulnerabilidad que llamamos compasión y, por lo tanto, que se es capaz de cometer actos crueles con muy baja sensibilidad a sus efectos. Todo esto forma parte de la historia de la masculinidad, que es también la historia viva del soldado. El grupo de pares o cofrades constituye, en términos sociológicos, una corporación. Los dos trazos idiosincráticos del grupo de asociados que constituye una corporación son:

1. La fidelidad a la corporación y a sus miembros es, en un sentido axiológico, su valor central, inapelable y dominante sobre todos los otros valores, es decir que cancela cualquier lealtad u obediencia a otro valor que se coloque en conflicto con su égida y los intereses asociativos que protege (es por eso que tiendo a no utilizar la expresión sororidad para los vínculos entre mujeres. Me resisto al trazo corporativo que la noción de sororidad podría imponer a nuestra manera de relacionarnos); y

2. La corporación es internamente jerárquica. Esas dos características me llevan a afirmar que la primera víctima del mandato de masculinidad son los mismos hombres, que hay una violencia de género que es intra-género —hoy hablamos de bullying—, y que la violencia contra las mujeres se deriva de la violencia entre hombres, de las formas de coacción que sufren para que no se esquiven —a riesgo de perder su título de participación en el estatus masculino, confundido atávicamente con la propia participación en el estatus de la humanidad— de la lealtad a la corporación, a su mandato, a su estructura jerárquica, a su repertorio de exigencias y probaciones, y a la emulación de una modelización de lo masculino encarnada por sus miembros paradigmáticos. Esto lleva a pensar que los hombres deben entrar en las luchas contra el patriarcado, pero que no deben hacerlo por nosotras y para protegernos del sufrimiento que la violencia de género nos inflige, sino por ellos mismos, para liberarse del mandato de la masculinidad, que los lleva a la muerte prematura en muchos casos y a una dolorosa secuencia de probaciones de por vida. Fue en Buenaventura, en la Costa Pacífica colombiana, donde bandas paramilitares al servicio del capital inmobiliario, con el encargo de limpiar el territorio habitado durante más de un siglo por poblaciones afrodescendientes, han masacrado comunidades y han tratado con crueldad inconcebible y ejemplarizante el cuerpo de sus mujeres, que recibí la siguiente pregunta: ¿Cómo se acaba con esta guerra? —Una guerra que no puede ser detenida por acuerdos de paz—. Nunca lo había pensado. Dónde está la raíz de una guerra como ésta, sin forma definida, sin reglas, sin tratados humanitarios: la guerra del capital desquiciado, obedeciendo solamente al imperio de la dueñidad concentradora. Pensé, muy sorprendida, qué podría contestar. Y solamente una idea que hasta hoy me estimula y me ilusiona vino en mi auxilio: desmontando el mandato de masculinidad. Más tarde se me ocurrió, y todavía lo pienso, que desmontar el mandato de masculinidad no es otra cosa que desmontar el mandato de dueñidad.

Fuente del artículo: https://rebelion.org/__trashed-3/

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