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No eres tú, es la estructura: desmontando la poliamoría feminista

Coral Herrera Gómez

A nivel teórico y discursivo estamos haciendo grandes rupturas sobre el modelo de amor romántico monógamo y lo tenemos muy claro; a nivel emocional, son muchos siglos de patriarcado los que tenemos encima.  El poliamor también genera mitos, finales felices, procesos enriquecedores, experiencias fascinantes, decepciones y frustraciones variadas.

La poliamoría feminista es una nueva utopía colectiva para las que soñamos con un mundo igualitario, feminista y diverso. En este mundo ideal, las mujeres no estaríamos divididas en dos grupos: las buenas (fieles y sumisas sin deseo sexual), y las malas (ninfómanas, promiscuas y libres). Todas tendríamos derecho a tener las relaciones que quisiéramos sin sentirnos culpables, sin rendir cuentas a nadie, sin que se desate el escándalo social, sin que nos insulten, nos discriminen, nos castiguen o nos maten por ello.

Además, tendríamos mucho más tiempo para amar, para disfrutar de la vida y los afectos, para investigar y construir relaciones diversas, con o sin sexo, con o sin romanticismo. En el mundo poliamoroso feminista ideal no nos avergonzaríamos de nuestros cuerpos, no existiría el pecado ni la culpa, y podríamos disfrutar de nuestra sexualidad y nuestros multiorgasmos sin ningún tipo de traumas ni complejos.

Construiríamos una especie de ética amorosa para evitar las guerras románticas y las luchas de poder, y aprenderíamos a juntarnos y separarnos con cariño. En este código el objetivo general sería cuidar a los demás y cuidarse a una misma, aprender a resolver los conflictos sin violencia, evitar el sufrimiento innecesario, y aprender a disfrutar del amor y de la vida.

Nuestra cultura está basada en el mito de que “cuando una quiere, una puede”, el mito del sueño norteamericano; podemos adelgazar si nos lo proponemos, podemos despatriarcalizarnos y evitar la monogamia si queremos

En un mundo de poliamoría feminista y queer no seríamos egoístas, celosas, ni posesivas, ni sufriríamos si nuestra pareja se enamora locamente de otra persona y necesita su espacio para disfrutar del colocón del enamoramiento. Podríamos llegar a ser, entonces, gente humilde y generosa que ama su libertad y la de los demás. Seríamos menos egocéntricas, pues no necesitaríamos sentirnos únicas ni especiales para alguien las veinticuatro horas del día. No aspiraríamos, como ahora, a ser el centro del Universo de la persona amada, pues en el mundo poliamoroso no hay centros, todo son redes interconectadas. Todos los afectos estarían en el mismo nivel, sin jerarquías: cada pareja se construiría desde la interacción y el presente, no habría amores clandestinos, y el amor no se encerraría en sí mismo, sino que fluiría libre, multiplicándose y expandiéndose.

En la poliamoría feminista no habría etiquetas que nos distinguiesen y encajonasen como heterosexuales, lesbianas o bisexuales, pues no serían identidades, sino estados temporales, transiciones del ser en el espacio y el tiempo por las que fluiríamos sin mayores problemas. También la masculinidad y la feminidad dejarían de ser estados puros: no tendríamos que dar explicaciones a nadie sobre nuestro estado de género, nuestras orientaciones, gustos o apetencias, porque no tendría importancia.

La poliamoría feminista sería queer, inclusiva y diversa, con múltiples praxis y formas de vivirla. La monogamia no estaría mal vista, ni tampoco se asociaría con el patriarcado. Todo el mundo podría ser monógamo en un sistema poliamoroso feminista sin que ello suponga ningún problema, porque en la poliamoría feminista no hay leyes escritas ni normas que seguir fielmente: cada una se diseña su tejido sexual, afectivo, erótico y romántico a su gusto, sin seguir patrones establecidos, sin etiquetarse ni encajonarse en estructuras externas.

En este mundo ideal, además, seríamos todas estupendas personas, porque no tendríamos que mentir, engañar, traicionar a nadie, ni sentirnos culpables por lo que hacemos o lo que sentimos. No habría arrepentimientos, ni escenas dramáticas, ni tendríamos por qué avergonzarnos de nuestros sentimientos, o pedir perdón por ellos. Seríamos libres para querer a mucha gente de diversas formas, y para construir nuestras relaciones como queramos, sin adaptarnos a ninguna estructura que no sea nuestra, creada por nosotras en la interacción con la gente.

Suena la alarma y me despierto en el siglo XXI, el patriarcado goza de muy buena salud, lo llevamos aún inserto en el ADN, y no existe tal mundo poliamoroso feminista (aún). El patriarcado es la tela envolvente en la que se desarrolla nuestra Realidad, y está muy dentro de cada una de nosotras y nosotros, seamos heteros, lesbianas o bisex, practiquemos la monogamia o el amor libre.

A nivel teórico y discursivo estamos haciendo grandes rupturas y lo tenemos muy claro; a nivel emocional, nos queda mucho camino por recorrer. Yo no tengo muy claro que el cambio emocional sea algo que pueda darse con sólo desearlo y trabajar duro para lograrlo, porque son muchos siglos de patriarcado los que tenemos encima. Siempre animo a la gente a que lleve la teoría a la práctica, pero admito que es sumamente complicado: a mí misma me cuesta ser plenamente coherente, y no puedo dejar de sentir las cosas que siento por mucho que me lo proponga.

Nuestra cultura entera está basada en el mito de que “cuando una quiere, una puede”, o lo que es lo mismo, esa idea absurda que vende el mito del sueño norteamericano (cualquier puede llegar a ser presidente de los Estados Unidos, basta con trabajar duro). Nos hemos creído la idea de que podemos hacer cualquier cosa que nos propongamos con mucho tesón, alegría, esfuerzo, disciplina y un poquito de buena suerte.

El batacazo nos lo llevamos cuando nos damos cuenta de que no tenemos las herramientas. Nuestros conocimientos en torno a la gestión de las emociones son aún limitados, y no hemos entrenado lo suficiente para poder asumir y vivir las emociones

Tanto es así que los gurús nos aseguran que es más fácil que te toque la lotería si lo deseas intensamente y le pones energía al tema. Es el secreto de la posmodernidad: yes, you can. Sí, tú puedes. Bajo esta lógica, se puede admitir que el mercado de trabajo esté fatal y el número de personas desempleadas sea indecente, pero tú podrás conseguir lo que todos ellos no pueden. Porque tú eres especial, porque tú lo vales, porque tú puedes hacer tus sueños realidad (los demás que se busquen la vida como tú lo haces).

Esta es entonces la lógica según la cual podemos adelgazar si nos lo proponemos, podemos despatriarcalizarnos y evitar la monogamia si queremos. Por eso hay tanta gente siguiendo dietas de adelgazamiento o extirpándose las acumulaciones de grasa, por eso hay tanta gente tratando de despojarse de conceptos como la propiedad privada, la exclusividad, la posesividad, y todo aquello que constriñe nuestro deseo y nuestra libertad para amar.

Estando donde estamos (en el patriarcado capitalista posmoderno), queremos probar, aventurarnos, explorar, e intentarlo. Queremos hacer realidad nuestros sueños y convertirnos en personas abiertas y generosas que jamás sienten celos ni coartan la libertad de sus compañeras y compañeros para tener otras parejas. Igual que estamos desmontando la maternidad patriarcal y otras estructuras como el amor romántico o la democracia patriarcal, también queremos desmontar la monogamia construyendo una utopía poliamorosa en la que todas vamos a ser muy maduras, coherentes y felices.

El batacazo nos lo llevamos cuando nos damos cuenta de que no tenemos las herramientas. Tenemos la teoría, pero nos faltan los instrumentos con los que llevar a cabo el cambio. Nuestros conocimientos en torno a la gestión de las emociones son aún limitados, y no hemos entrenado lo suficiente para poder asumir y vivir las emociones con estos conocimientos. Sabemos que el cambio ha de ser individual y colectivo, pero estamos tratando de convertir el discurso en acción un poco a ciegas, pues no tenemos modelos que seguir, nadie tiene la fórmula mágica, y las referencias que tenemos en nuestra cultura son tan antiguas que ya no nos valen.

Nuestros sentimientos no evolucionan tan rápidamente como nuestras teorías, y la sociedad tampoco evoluciona al mismo ritmo que nuestros sueños húmedos y utópicos. Las compañeras heteros comprueban que sus compañeros varones no se lo están trabajando al mismo ritmo que nosotras. Es cierto que hay hombres igualitarios y feministas trabajándoselo, pero son muy pocos aún.

Son muchos siglos de opresión patriarcal, demasiados. A veces (generalmente cuando veo en algún bar la televisión por cable), pierdo la fe en la Humanidad y me pongo pesimista pensando que necesitamos otros cuantos siglos más para poder interiorizar todos esos cambios que queremos hacer. Incluso aunque ahora mismo se produjese el milagro y toda la industria cultural comenzase a lanzarnos otros mensajes, nos contara otros cuentos con otras tramas, otros personajes y otras historias felices, nuestras estructuras emocionales no cambiarían de pronto. Porque las tenemos muy adentro: las heredamos a través de la familia, la escuela, las películas y las canciones, y no resulta nada fácil vaciarse de toda esta carga cultural. Además, creemos devotamente en la magia de la transformación instantánea, por eso usamos amuletos, tótems, talismanes, figuritas y piedras sagradas, del mismo modo que los héroes de nuestros cuentos logran lo que se proponen frotando la lámpara de Aladino, besando a la rana, matando al dragón, poniéndose el anillo…

Pero no, no vamos a levantarnos un día por la mañana y vamos a descubrir que ya no somos celosas. Es probable que ni trabajándote el tema duramente logres siquiera dejar de sentir celos. Quizás en el proceso obtengas herramientas para aprender a gestionarlos y para que no afecten a tus seres queridos, pero las emociones no desaparecen mágicamente de nuestros cuerpos, porque están construidas a base de mitos.

Hemos interiorizado todos y cada uno de estos mitos a través de los cuentos, por eso la labor de desmontar el romanticismo patriarcal y desmontarnos a nosotras mismas no es nada fácil, y puede ser incluso tremendamente dolorosa. Creo que esto explica por qué hay tanta gente atormentada por los miedos y las profundas contradicciones posmodernas (lo que me gustaría que hubiese y lo que hay, lo que pienso y lo que siento, lo que digo y lo que hago, lo que soy y lo que querría ser).

Muchas de nosotras queremos llevar la teoría a la práctica y alcanzar la coherencia total entre nuestros discursos, acciones, y sentimientos. Pero nadie es completamente coherente con sus ideas, y después de haber recibido tanta ideología patriarcal en vena durante toda nuestra infancia y adolescencia (aprendimos a amar monógama y patriarcalmente), desaprender todo esto es sumamente complicado.

Me encanta la diversidad de formas de amar que existen, pero huyo de las religiones del amor que aseguran haber encontrado la fórmula mágica para ser felices

En mi caso, yo me complico la vida cada vez menos, y me adapto a todo lo que venga. A veces estoy hetero, otras lesbiana, a veces monógama y otras veces no, según me apetezca y según sea la interacción con la otra persona. Ahora por ejemplo estoy hetero y monógama, y en otras etapas estoy de otras maneras. En mi práctica amorosa voy construyendo las relaciones según como vengan: con cada persona establezco unos pactos que pueden revisarse o transformarse en cualquier momento. Depende de cómo estoy yo, de mis necesidades y apetencias, y las suyas, de lo que cada una de nosotras queremos…Cada una de ellas diferente a las demás, y yo misma voy cambiando con los años, de modo que con cada una de ellas la experiencia amorosa ha sido diferente. Al no encajonarme en ningún estilo amoroso, me he sentido más libre para explorar y probar cosas nuevas… tengo grandes logros en mi camino (por ejemplo, ahora soy menos celosa que en la adolescencia), y tengo todavía muchas cosas por trabajar. Lo que sí evito es seguir modas, patrones, soluciones totalizantes, o verdades absolutas.

Me encanta la diversidad de formas de amar que existen, pero huyo de las religiones del amor que aseguran haber encontrado la fórmula mágica para ser felices. El poliamor, por ejemplo, está de moda, pero es también una estructura que nos viene de fuera, o sea, que no la hemos creado nosotras. Aunque nos resuelve algunos problemas, nos trae otros: no es la panacea, ni la salvación. A unos les viene estupendo, y otros sufren horrores tratando de adaptarse a la nueva estructura. Porque cada estructura tiene sus problemas.

La utopía poliamorosa es tan romántica como la utopía monógama: el poliamor también genera mitos, finales felices, procesos enriquecedores, experiencias fascinantes, y paraísos hechos a medida. Y por ello, también genera decepciones y frustraciones variadas, como cuando lo estamos intentando y nos damos cuenta de que no podemos por mucho que queramos. Le ponemos todo el amor del mundo, pero nos duele… ¿qué hacemos? Y ahí nos divide de nuevo la dicotomía patriarcal: o volver a la monogamia, o trabajar contra la monogamia. Volver a la monogamia supone traicionar a tu gente y traicionarte a ti, saber que vuelves a lo cómodo, a la doble moral, a la hipocresía, al deseo de exclusividad. Y te sientes patriarcal porque la dinámica general es ir abriéndolo todo…

Romper con la monogamia supone ir contracorriente, pero no sólo a nivel político y social: también es ir a contracorriente de todas las emociones y sentimientos que heredamos y que son nuestras, habitan dentro de nosotras, nos influyen, nos limitan, nos condicionan. La batalla entonces es doble: luchas contra la monogamia capitalista heteropatriarcal, y a la vez luchas contra tus sentimientos monógamos, capitalistas y patriarcales. O sea, contra ti misma.

Y a veces una se pregunta: ¿merece la pena tanta batalla?, o ¿por qué no me estoy divirtiendo?, ¿no será que el ritmo que me impongo es demasiado fuerte, y será que necesito más tiempo para mi proceso individual?, ¿no será que no es esta una batalla personal, sino colectiva, y que sola no puedo hacer frente a un cambio tan descomunal?…

Podríamos amar en libertad si nos organizásemos de otra manera, si la pareja monogámica heterosexual dejase de ser el pilar de nuestro sistema, si dejasen de bombardearnos con su idea de la “normalidad”

Al final se sufre igual en la monogamia que en el poliamor, y eso es porque la estructura amorosa sigue siendo patriarcal. Amar en libertad sería más fácil si la cultura en la que vivimos no estuviese basada en el individualismo, la propiedad privada, las jerarquías, las luchas de poder, las prohibiciones y los tabúes. Amar en libertad sería posible en un mundo sin machismo, sin doble moral, sin la explotación económica de unos pocos sobre la gran mayoría. Amar en libertad sería más fácil si las mujeres gozásemos de autonomía económica, si no dependiéramos económicamente de los hombres, si no sufriésemos discriminación y violencia.

Podríamos amar en libertad si nos organizásemos de otra manera, si la pareja monogámica heterosexual dejase de ser el pilar de nuestro sistema, si dejasen de bombardearnos con su idea de la “normalidad”, si viviésemos en un mundo diverso e igualitario, si tuviéramos las herramientas precisas para disfrutar de todo esto. Pero no las tenemos, por eso nos liberamos de algunas opresiones, y nos imponemos otras; rompemos unos mitos, y construimos otros; sustituimos unas creencias y unos tabúes por otros, y acabamos sintiéndonos tan aprisionadas como en cualquier otra estructura.

Para liberarnos, hay que acabar con las estructuras que vienen de fuera, y construir las nuestras propias. Entre la monogamia absoluta-traicionera, y el poliamor buenrollista-feliciano, hay muchas más alternativas. No tenemos por qué dividirnos en dos bandos, ni tenemos por qué elegir uno u otro modelo: entre el blanco y el negro hay toda una gama de colores y matices diversos, pues tan diversas son las personas como las relaciones que construimos entre nosotras.

Creo que se disfruta más sin esclavizarse a las modas, transitando por el mundo según las apetencias del momento, y sin encasillarse en ninguna etiqueta que nos limite o nos condicione. Yo creo que no hay fórmulas mágicas para sufrir menos y disfrutar más: vivimos en la era de la customización y cada cual tiene que confeccionarse su propia utopía, su propia Realidad y sus estructuras. Lo que le sirve a unos, no les sirve a otros. Y lo que te sirvió en una etapa de tu vida, no te sirve en otra, porque el paso de los años te va cambiando, vas mejorando y creciendo como persona, acumulas experiencias que te llevan a diseñar otro tipo de estrategias, y tienes otro tipo de problemas.

El proceso de cambio ha de ser individual, pero también colectivo: es más fácil si en nuestros procesos podemos juntarnos con la gente para hablarlo, para compartir herramientas, dudas, problemas, teorías y prácticas. Para cuestionar todos los mitos, sean monógamos o poliamorosos, todas las normas, las modas, las prohibiciones y opresiones que pesan sobre nuestra cultura amorosa. Somos cada vez más personas con ganas de investigar y desmontar el patriarcado, reivindicar la diversidad sexual y amorosa, y trabajar personal y colectivamente por una transformación total (sexual, económica, política, social, afectiva, cultural). Sin embargo, la labor de destrozar estructuras no tiene por qué significar asumir estructuras nuevas igual de tiranizantes y dolorosas: cada cual que se construya la suya propia de acuerdo a sus gustos, necesidades y apetencias. En estas rupturas y estos cambios, es fundamental que podamos elegir con libertad nuestra manera de querernos y amarnos.

Lo romántico es político: el proceso de transformación es individual y colectivo, pero tiene que ser divertido.

Fuente del articulo: http://www.pikaramagazine.com/2015/09/no-eres-tu-es-la-estructura-desmontando-la-poliamoria-feminista/#sthash.kzn21mqa.dpuf

Fuente de la imagen: http://djd9pi028g05f.cloudfront.net/wp-content/uploads/2015/09/03130803/poliamor-coral-herrera.jpg

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Pasiones españolas: construcciones del amor romántico heterosexual

De la copla al pop estatal

Por Coral Herrera Gómez

Otras canciones románticas son posibles

La mayor parte de nuestras canciones siguen exaltando la violencia pasional, las guerras románticas, la necesidad de venganza cuando nos rompen el corazón, la sumisión erótica de la mujer, el asesinato de mujeres, y el sufrimiento femenino como muestra de amor verdadero. Pero muchas de nosotras estamos hartas de dramas alemanes, tragedias griegas, culebrones latinos, y sufrires eternos, y reivindicamos nuestro derecho a disfrutar del amor. Queremos otras canciones, otros romanticismos, otros finales felices, otras formas de querernos.

Existen muchas canciones que rompen con la tradición romántica del amor como una prisión o una enajenación mental que te limita y te ata al ser amado. Canciones maravillosas como la de Silvio Rodríguez: “Yo te quiero libre, libre de verdad, libre como el sueño de la libertad… “.

Necesitamos poner de moda canciones e historias de amor que rompan con la ideología hegemónica que atraviesa nuestra cultura amorosa: poesía que rompa con la propiedad privada y la exclusividad en la pareja, con las jerarquías, el sadomasoquismo romántico y las luchas de poder. Tenemos que reivindicar una música que no perpetúe los estereotipos y los roles de género, y que reivindique la diversidad sexual y amorosa de nuestra realidad cotidiana. Necesitamos canciones que canten más al amor y menos al desamor, y que sean capaces de ampliar nuestro concepto de “amor” mucho más allá de la pareja monógama en edad reproductiva.

La música es un motor de transformación, igual que el amor. Con música podremos visibilizar y crear otros modelos de relación, otras tramas, otras historias, otros protagonistas que en lugar de emplear la violencia para resolver sus conflictos, tengan herramientas para quererse bien, para respetarse, para cuidarse mutuamente, y para separarse con cariño.

Es fundamental que revolucionemos nuestro arte, nuestra música, nuestros relatos y nuestras representaciones a la vez que transformamos el mundo de los afectos, la sexualidad y el erotismo, las emociones y los sentimientos. Tenemos, también, que reivindicar nuestro derecho al amor y trabajar para que todo el mundo pueda unirse independientemente de su género, su orientación sexual, su clase social, su profesión, su edad, o su ideología.

Tenemos que cantarle al amor colectivo, a la ternura social entre los barrios y los pueblos, a otras formas de quererse alejadas de la ideología patriarcal y capitalista que nos hace sufrir tanto. Tenemos que dar espacio a los músicos y músicas, a la gente que compone y que canta otras historias de amor que nos muestren la riqueza del mundo en el que vivimos: hay muchas formas de juntarse y organizarse, y no tenemos por qué seguir cantando eternamente la misma canción.

Fuente: http://haikita.blogspot.com/

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Reseña del libro: Mujeres, raza y clase

Por Mujer Fariana

Estados Unidos tiene una tradición feminista amplia. Las luchas contra el patriarcado no marchan aisladas, sino que se mezclan con las que atacan otras formas de opresión. Conocer las maneras en las que el racismo, el patriarcado y el capitalismo se complementan como parte del llamado Sistema de Dominación Múltiple es fundamental para reconocer las claves de la liberación.

La luchadora comunista Angela Davis nos propone en “Mujeres, raza y clase” un recorrido histórico que nos lleva a través de la esclavitud y sus huellas en la construcción de la feminidad, las polémicas entre el movimiento antiesclavista y la lucha de las mujeres; la cuestión racial y de clase en el movimiento feminista, las formas de organización de las mujeres negras, etc.

En cada uno de los temas ahonda en la perspectiva de las mujeres negras de las clases populares por una razón fundamental: han sido marginadas no solo por el sistema, sino también por las luchas que no asumen la liberación que incluya las demandas de todos los sectores oprimidos.

Analiza las demandas específicas de estas mujeres y sus aportes a los movimientos comunista, feminista y antirracista, no para robarle espacio a otros sectores, sino para legitimar a quienes han sido invisibilizadas desde varios puntos.

Esta es una investigación amplia, aplicable en esencia a los contextos más diversos. Es una herramienta que no debemos dejar de lado.

Para leer y descargar el texto hacer clic aqui

Fuente: http://www.mujerfariana.org/creativs-2/biblioteca/594-mujeres-raza-y-clase-angela-davis.html

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Los amores swinger

Por Coral Herrera Gómez

 Debido a la doble moral de la cultura patriarcal, tradicionalmente los hombres han podido tener relaciones sexuales al margen del matrimonio frecuentando prostíbulos, burdeles, mancebías, casas de citas, puticlubs, etc. en los cuales podían satisfacer sus fantasías sexuales con una o más mujeres a cambio de dinero. Nunca ha existido un lugar semejante para las mujeres, a excepción de las cortes faraónicas o reales en las que las reinas y las mujeres de la nobleza tenían sus harenes masculinos más o menos encubiertos.

Sin embargo, en la posmodernidad existen espacios para el placer compartido en los que las mujeres pueden desarrollar prácticas sexuales alejadas de la norma y de la moral sexual tradicional. Estos lugares de encuentro (chalés, casas particulares, hoteles, discotecas o bares) son utilizados por mujeres que llevan a cabo sus fantasías sexuales, a solas o con sus compañeros, en un ambiente liberal.

En las ciudades occidentales proliferan este tipo de espacios normalmente enfocados a los intercambios de pareja, en los que su máxima ley es el consentimiento mutuo y la libertad de elegir el número de personas o el tipo de prácticas sexuales que se  prefieren. En ellos se cuida al máximo la higiene y la seguridad (por un lado, la sexual –se fomenta el uso de preservativos- y por otro la seguridad de las personas ante situaciones conflictivas).

Su norma básica es el respeto: “No” significa siempre “no”, y no suele ir seguido de un “¿Por qué?”, de modo que las relaciones entre las personas que se encuentran allí no se tensen ni se produzcan malentendidos. Dado que nuestra cultura amorosa está basada en la posesividad y la exclusividad sexual de la pareja, las personas que acuden a este tipo de locales, fiestas, festivales o encuentros cuidan al máximo sus comportamientos y modos de relacionarse,porque son conscientes de que es un mundo alternativo a la sexualidad hegemónica en el que pueden surgir emociones intensas (celos, miedo, inseguridades, y emociones contradictorias como excitarse por ver a su pareja disfrutar con otra persona y a la vez sentir celos). Por ello la cortesía, la educación y la elegancia en el trato son básicos.

Existen, además, las figuras de los mediadores, que vigilan la armonía del entorno y guían a las parejas en el funcionamiento del local. Una pareja puede elegir el grado de implicación y participación en los intercambios sexuales según sus apetencias. En España estos sitios proporcionan una pulsera de colores que marca ese grado de implicación: desde parejas que solo quieren mirar o que los demás les miren mientras practican sexo, hasta la forma de empezar por primera vez un intercambio con una pareja. Los mediadores pueden presentar a parejas que se gusten y no se atrevan a saludarse por miedo al rechazo, asesoran a las parejas para su actitud no presione a otras personas, y resuelven cualquier duda o conflicto que pudiera presentarse.

Existe una especie de manual de etiqueta para este tipo de contactos, aunque es un código no escrito y está normalizado más que nada por el uso y por la cortesía elemental.

  1. Amabilidad. Aunque no te interesara llevar a cabo algún encuentro sexual con otra pareja o persona, respeta sus sentimientos, sus deseos y sus gustos, aunque no coincidan con los tuyos.
  2. Contesta los mensajes. No dejes de contestar los mensajes que te envíen, aun cuando sea para decir simplemente «No, gracias»; de esa manera evitas que alguien pierda el tiempo esperando inútilmente.
  3. Prepárate. Si deciden con tu pareja concretar un encuentro con alguien, toma las previsiones del caso. No olvides JAMAS llevar encima la correspondiente cajita de preservativos.
  4. Toma en cuenta los sentimientos de los demás. Observa si tu pareja y la otras personas actúan de un modo relajado o tenso, e intenta, si algo anda mal, disipar el mal momento con un gesto afectuoso o de confianza.
  5. No seas insistente. Si alguien te dice NO, no es válido preguntar POR QUÉ, porque después de todo, el ser swinger significa también la libertadde decisión y de elección para todos. Aquí en todos los caso NO significa NO.
  6. Sólo acepta lo que sea divertido para tod@s. Recuerda, ésa es la idea, divertirse y pasar un rato agradable.

Lo curioso del fenómeno es que el perfil de este colectivo de personas es de clase media-alta y profesiones liberales: jueces, profesoras, ejecutivos, empresarias, académicos, funcionarias, médicos, etc. En las páginas webs de los locales de encuentros de parejas existen guías y recomendaciones para las personas que quieran abrir su intimidad sexual para compartirla con más gente. Todas ellas recomiendan tener tacto, actuar con sinceridad, honestidad, y propiciar la comunicación. Normalmente son los hombres quienes introducen a sus parejas femeninas en este mundo. Sin embargo, cada vez es más común que las mujeres tomen la iniciativa o que incluso acudan solas a fiestas de este tipo donde son bienvenidas.

Estas prácticas sexuales se engloban bajo el término swinger, que deriva del inglés to swing (balancearse, oscilar). El movimiento swinger incide en el hecho de que las parejas que practican el libre intercambio se quieren, se respetan y poseen una profunda complicidad entre ellos. Nunca recomiendan entrar en el mundo swinger cuando la pareja sufre problemas graves, porque suponen que empeorarán sus problemas y su falta de confianza, inseguridad, miedos o contradicciones. El movimiento swinger en cambio es apta para parejas que se quieren, que se comunican entre sí con fluidez y que son capaces de compartir y expandir su sexualidad sin miedo a perder a su pareja.

Según el estudio de Mcginley  (1979), las parejas swinger:

1.- Disfrutan y están más satisfechos con su actual relación emocional.

2.- Se comprenden mejor a sí mismos y a su pareja.

3.- Tienen una comunicación más íntima y eficaz con su pareja.

4.- El sexismo es menor en su relación de pareja.

La tolerancia, el respeto y la sinceridad mutua eliminan la doble moral y la hipocresía, y supone un trato igualitario entre los miembros de la pareja, que se sienten libres para compartir sus fantasías con su pareja y con más gente afín. El movimiento swinger, en este sentido, separa la fidelidad sexual de la afectiva: se trata de divertirse y disfrutar en colectividad pero manteniendo la relación afectiva con su pareja como algo valioso e indispensable. De algún modo, creen en la fidelidad sentimental aunque no en la sexual, y se les ha criticado precisamente porque no rompen con la estructura de pareja de dos, ni con la heterosexualidad ni el matrimonio. Sólo rompen con la hipocresía burguesa del binomio matrimonio-adulterio. Los swingers, como principio teórico, no tienen sexo al margen de la pareja, por lo cual no mienten ni traicionan a su cónyuge, ya que lo hacen con su propio compañero o compañera.

A pesar de esta fidelidad sentimental, entienden que se exponen al riesgo de que su pareja se fascine con otra persona, pero al final ese riesgo es el mismo que corren las personas que practican la monogamia y el adulterio clandestino. Según Daniel Bracamonte, de la Asociación Argentina de Swingers, la gran mayoría de las parejas se iniciaron estando muy bien en su sexualidad íntima e, incluso, fue el alza del deseo el que los llevó a buscar “nuevos horizontes”.

Para Bracamonte el sexo swinger no reemplaza al sexo en pareja porque en realidad distinguen muy bien entre las relaciones fugaces y descomprometidas que establecen con otros y otras, y su relación, que es más compleja, más profunda y duradera. Practicar los intercambios, los tríos y las orgías comunales no empobrece el sexo dentro de la pareja, sino que lo enriquece: “Podemos hablar de una interacción entre ambas variantes: el intercambio eleva el morbo junto a las fantasías de la pareja, y generan una complicidad sexual que estimula genitalmente. Es por esta razón que muchas parejas ven incrementada su sexualidad de pareja después del primer intercambio”.

Los swingers entienden que la fidelidad es una cuestión que tiene que ver con la función reproductora de la sexualidad. Sin embargo, la sexualidad va más allá de la reproducción porque se convierte en un instrumento de placer y un modo de relacionarse eróticamente con otras personas; por eso creen que el placer debe ser algo libre y múltiple, no constreñido socialmente. Los swinger son conscientes de la contradicción de sus planteamientos, porque por un lado defienden la pareja clásica heterosexual y por otro, a la vez, defienden la libertad sexual (pero compartida con el otro)

Daniel Bracamonte, por ejemplo, admite que el miedo es el trasfondo de la contradicción que sentimos las personas al ver gozar a nuestra pareja con un tercero. Los swingers transforman el miedo en confianza, y transforma “la aterradora imagen de que nuestra pareja goce con otros en una placentera forma de compartir fantasías y placer mutuo. Lo contradictorio es en general dialéctico: negamos lo que aceptamos y aceptamos lo que supuestamente negamos. El swinger es en sí una contradicción: puede ser placentero y nocivo, conveniente e inconveniente, todo depende de cómo se viva”.

Los swingers no necesitan, para sentirse seguros y amados, tener la exclusividad sexual, y declaran sentir el amor de una forma más profunda, menos posesiva: “Vemos a la pareja no como una unidad reproductiva sino como la unión de aspiraciones, proyectos y fantasías, y entendemos que acompañarnos es a la vez comprendernos y ayudar al otro a realizar aquellas cosas que lo hacen feliz o le aportan placer. No hay en la posesividad ni en los celos nada que nos asegure amor, más bien hay mucho de un individualismo no elaborado”.

Este individualismo además conlleva un egoísmo y una serie de mentiras que convierten las relaciones monogámicas heterosexuales en una institución hipócrita en el que cada uno de los miembros puede llevar una doble vida: actuar como una perfecta casada o casado y tener amantes sin problemas, y con mucha discreción. Los swinger entienden que mentir, ocultar o reprimirse no es sano para la salud física y mental de las personas, y además conlleva multitud de problemas asociados. El adulterio supone traicionar un pacto o contrato de fidelidad y sinceridad, hace mucho daño a las personas que lo practican y a los terceros protagonistas. En cambio, las prácticas swinger no socavan la confianza del otr@, sino que refuerza la unión de la pareja porque entre sus miembros no hay mentiras ni secretos.

El swinger es una actividad de parejas que nace de una relación estable, crece como fantasía de ambos, recorre el proceso de construcción de la confianza mutua, de la caída de los prejuicios y, superado ese momento, comienza el juego en la búsqueda de la primera experiencia”. La ley mayor del swinger es oscilar. Pasamos fugazmente por la cama de los otros, no nos quedamos en ella ni buscamos más atención que la genital en ese momento concreto. Si esto se respeta -y la mayoría de los swingers lo hacemos-, no hay otras historias que lamentar. Cuando, por el contrario, nos aferramos a otra pareja o a un solo o sola en el caso de los tríos, la cuestión comienza a tener sus riesgos. Somos ¨osciladores¨, vamos del placer hacia lo nuevo. Sólo tenemos un puerto fijo en nuestro constante navegar: nuestra pareja«

Daniel Bracamonte Los swingers

Según Terry Gould  en “The Lifestyle: A Look at the Erotic Rites of Swingers”, el intercambio de parejas comenzó entre los pilotos de su fuerza aérea y sus esposas durante la Segunda Guerra Mundial. A partir de los años 60, la práctica se ha extendido por E.E.U.U y Europa principalmente, y de ahí a muchos otros países. En la España de los años setenta fue conocido en círculos restringidos un lujoso chalé de la sierra madrileña donde se organizaban reuniones de pequeños grupos de parejas no profesionales. También por la misma época se habría dado actividad swinger con cierta asiduidad en determinados campings, entre clases sociales más modestas. Revistas como la histórica Lib fueron uno de los pocos canales de contacto entre parejas a finales de los setenta y durante la década de los ochenta.

En Estados Unidos existen al menos 400 clubes de intercambio de pareja y en Europa más de 600. Los clubes se dividen típicamente en clubes “internos” o «On premise», donde la actividad sexual puede ocurrir dentro del local, y clubes “externos” » Off premise» donde la actividad sexual no está permitida en el interior del local pero se puede concertar en un lugar cercano.

En Europa existen tres formatos de clubes estándar:

  • el bar / club nocturno, usualmente pequeño, ubicados en los centros de las ciudades, y enfocado alrededor de la pista de baile;
  • el formato de Spa en ambiente nudista, con piscinas, piscinas de hidromasaje, saunas, cuartos de vapor;
  • el formato de club de campo, fuera de las ciudades, que incluyen elementos de los dos anteriores, ofrece además amplias áreas recreativas y usualmente los alimentos se sirven a manera de buffet.

Existen algunas organizaciones nacionales que organizan el intercambio de sus miembros, convenciones y vacaciones grupales. En Europa, los intercambiadores de todo el continente se congregan en julio y agosto en el pueblo nudista de Cap d’Agde en el sur de Francia donde existen cerca de 8 clubes de intercambiadores de pareja. En su temporada alta, Cap d’Agde alcanza una población de 30.000 personas.

 En España proliferan chalés de encuentro swinger en la costa, o clubs cada vez más exitosos, como Momentos Club, Encuentros, o Satén en Madrid, o Training Events(*) en Barcelona.

Al margen de los organizadores empresariales que ven el movimiento swinger como un negocio, existen organizaciones autogestionadas que ven el swigerismo como un modo de vida y que tratan de no mercantilizar el sexo. Así que otras formas de conocer gente swinger es a través de anuncios personales, fiestas caseras de intercambio y principalmente Internet.

“Te amo, te comparto” es una contradicción, pero como toda contradicción respeta las generales de la evolución. Compartir no es entregar, dar un paso al costado ni perder nuestra posición dominante en el plano del amor, único sustento de la pareja. Compartir es más precisamente dejar hacer en comunidad para el placer mutuo. Esto parece muy filosófico, pero es esencial. También se ve como una contradicción aun más compleja el hecho de que los swingers gocemos viendo al otro gozar con un tercero. Allí lo que se expresa es el principio de la omnipotencia genital: si ella o él me ama, nadie le podrá dar placer sexual. Nada más inexacto. Quizás el amor nos asegure el lugar más cálido y requerido en la sexualidad del otro, pero no inhibe su capacidad natural para gozar. Podemos gozar con otros sexualmente y amar en exclusividad, esto es así, podemos aceptarlo o mirar para otro lado. Y si es así, ¿por qué no dejar que esa capacidad fluya y no mentirnos con la idea de que somos los únicos que excitamos a nuestra pareja?” 

Si las bodas son actos luminosos celebrados a plena luz del día, los intercambios de pareja pertenecen al lado oscuro de nuestra realidad, porque transgreden la monogamia y abren otras formas de relacionarse eróticamente. Sin embargo, gracias a Internet, este fenómeno invisibilizado por los grandes medios está experimentando un fuerte desarrollo; existen numerosos blogs, webs y redes sociales de swingers como Vidas Libres (*) en el que las parejas pueden conocerse, quedar, intercambiar fotos, vídeos, etc.

Coral Herrera Gómez

Fuente: http://haikita.blogspot.com/2010/11/los-amores-swingers.html

(*) El artículo original cuenta con varios enlaces rotos o ya no disponibles.

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Otras formas de quererse son posibles

Por Coral Herrera Gómez

El amor es una construcción (cultural, social, política), y por eso, lo mismo que se construye, se puede deconstruir, reformar, eliminar, reconstruir, y transformar.  El amor es una energía que mueve el mundo, y cambia con las épocas históricas y las culturas que se expanden a lo ancho del planeta, de modo que cambia, muta y se transforma como cualquier otra construcción humana. Otras formas de relacionarnos son posibles: ya es hora de que asumamos el reto colectivamente, con alegría y desparpajo, que liberemos al amor del patriarcado y del capitalismo, que inventemos otras formas de querernos, que reivindiquemos los afectos y los sentimientos como un espacio político, y que nos permitamos explorar otras formas de organizarnos.

Pese a que nos quieren hacer creer que el romanticismo es un asunto privado e individual, lo cierto es que el amor no es un virus ni una enfermedad a la que una ha de enfrentarse en solitario. No estamos condenados a padecer el hechizo del amor que nos roba el juicio y la sensatez, que nos quita horas de sueño, que nos hace infelices y desgraciados, que nos enloquece y nos enajena sin que podamos hacer nada por evitarlo.  Se puede sufrir menos y disfrutar más del amor, es cuestión de ponerse manos a la obra.

Tenemos que desmontar el amor para volver a reinventarlo, y así transformar también nuestra forma de organizarnos y de relacionarnos. Para acabar con este sistema jerárquico basado en la explotación de la naturaleza, los animales y las personas, y en la violencia de todos contra todos, necesitamos una transformación política, económica, social, afectiva, sexual, y cultural.

Necesitamos un cambio radical profundo en nuestras formas de relacionarnos con las personas, con los animales, con la naturaleza, con los pueblos y los países. Para lograrlo, necesitamos crear redes de solidaridad y ayuda mutua, acabar con la cultura del “sálvese quien pueda”, y trabajar colectivamente para mejorar las vidas de todos y todas.

Necesitamos derribar la desigualdad de género para poder construir relaciones basadas en la libertad, no en la necesidad y el interés egoísta de cada sexo.  Tenemos que desaprender lo que significa ser mujer o ser hombre, para poder ser como queramos sin tener que someternos a las “normas de género” que nos imponen un estilo de vida, unos estereotipos y unos roles, y nos encierran en una identidad inmutable.

Despatriarcalizar el amor nos permitirá amarnos y querernos de tú a tú, sin jerarquías, sin dominación y sin violencia. Desmitificar todas nuestras historias de amor nos permitirá querernos los unos a los otros tal y como somos. Para poder desmontar el romanticismo patriarcal y capitalista, tenemos que ensanchar el concepto de amor a toda la comunidad, sin reducirlo a una única persona.

Tenemos que contarnos otros cuentos e inventar otros finales felices, mostrar la diversidad amorosa y sexual del mundo real, construir protagonismos colectivos y crear personajes capaces de salvarse a sí mismos, alejados de la masculinidad o la feminidad hegemónica.

Es necesario derribar las antiguas estructuras de dependencia e inventarnos otras formas de relacionarnos basadas en la solidaridad, la empatía, la libertad y la ternura social. Así podremos acabar con las guerras románticas, aprender a juntarnos y a separarnos con cariño, relacionarnos con amor con todo el mundo, y diversificar afectos.

Queriéndonos bien podremos acabar con las fobias y las enfermedades sociales como el machismo, la misoginia, el racismo, la xenofobia, la homofobia, o el clasismo. Con las guerras que hacemos contra los vecinos o los compañeros de trabajo, contra los raros y los diferentes… con más amor común, tendremos más herramientas para construir un mundo más pacífico y habitable.

Para aprender, organizarnos, celebrar, y transformar colectivamente el mundo que habitamos necesitamos mucho amor del bueno: es un asunto político que nos concierne a todos y todas, por eso es tan importante sacar el debate a las calles y a las plazas, a los congresos y las academias, a las asambleas y a los bares, a los medios de comunicación y a los espacios de discusión pública. Ya es hora de reivindicar el buen trato, el derecho al placer y al gozo, el respeto mutuo, las relaciones entre iguales, la expresión de nuestras emociones, la alegría de vivir y construir con más gente.

Tenemos que repensar colectivamente el amor, liberarlo de las estructuras que lo constriñen, romper con las normas del romanticismo tradicional y la doble moral sexual, derribar el régimen heterosexual, acabar con la sacralidad del dúo, cuestionar todos nuestros tabúes.

El reto es apasionante, porque una vez analizado y desmontado el amor, tenemos que lanzarnos sin referencias ni fórmulas mágicas a construirlo de nuevo, a probar nuevas vías de relacionarnos sexual, afectiva  y sentimentalmente, a crear otros romanticismos que nos permitan sufrir menos, y disfrutar más.

Sí, otras formas de querernos son posibles… hay que lanzarse sin miedo, apostar por la revolución de los afectos y las emociones, construir nuestras propias utopías para querernos bien, más y mejor.

Coral Herrera Gómez

———-♥———-

Este post es un fragmento del capítulo que Coral ha escrito para el libro colectivo (H)amor, de la editorial Con Tinta Me Tienes. Puedes leer el texto completo aquí.

Fuente: http://haikita.blogspot.com/2015/06/otras-formas-de-quererse-version-corta.html

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Reseña del Libro: Apuntes sobre feminismos y construcción de poder popular

Por Mujer Fariana

Descubrimos este texto que nos llegó desde Argentina, de la mano del Frente Popular Darío Santillán, escrito por el politólogo Luciano Fabbri: “Apuntes sobre feminismos y construcción de poder popular”.

El libro nos lleva a mirar nuestras prácticas cotidianas, individuales y colectivas en torno a la discriminación de género, hasta llegar a entender el patriarcado como un fenómeno cultural del que somos partícipes hombres y mujeres. Esto solo tiene una solución posible: la liberación debe ser de hombres y mujeres, trabajando en conjunto:

La lucha contra el patriarcado es una lucha de todxs lxs que resistimos a la triste condena de la dominación y la explotación; no debemos cargarla únicamente en las espaldas de quienes más la sufren. Es necesario el esfuerzo, la implicación, de todxs en el avance hacia una acción prefigurativa de despatriarcalización de las relaciones humanas.”

Fabbri busca profundizar en el funcionamiento del patriarcado como parte de un sistema aún mayor: el sistema de dominación capitalista. Teoriza sobre los beneficios que generan la opresión a las mujeres y la construcción de un modelo hegemónico de masculinidad a la construcción de una sociedad desigual.

Por último, expone de manera amplia algunas propuestas de lucha feminista dirigidas a nutrir el empoderamiento popular, y la inclusión de las mujeres y la nueva masculinidad como sujetos de transformación social.

Con la metodología de la Educación Popular, que parte de las prácticas para acercarse a la teoría y luego obtener prácticas enriquecidas, el autor comparte resultados de las experiencias argentinas frente a esta problemática. Convoca al trabajo, y no solo al debate. Defiende la propuesta de un socialismo feminista, con la presencia imprescindible de un poder popular potenciado por la formación constante y el reconocimiento de las diferencias que potencien una nueva sociedad.

leer y descargar 

Fuente: http://www.mujerfariana.org/creativs-2/biblioteca/579-apuntes-sobre-feminismos-y-construcci%C3%B3n-de-poder-popular.html

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¿Lista para decidir?: ¡el software libre es para vos!

Por sursiendo 05 May 2016

 

Republicamos la entrevista realizada para Marcha.org que @petalosoy le hizo a @habiaunajes

LibresLocasLab-SL¿Imaginas encender tu computadora y en lugar de que se retarde en abrir el entorno de Windows y sus ventanas (sistema operativo creado por el multi-archi-millonario Bill Gates) apenas demore unos segundos y se abra un ambiente fácil de utilizar sustentado por motivaciones comunitarias de una revolución tecnológica más justa? ¿Ya te ocurrió eso de tener que usar las herramientas del conocido “Office” de forma pirata porque se acabó la licencia y ahora tienes que pagar? ¡Chan! ¿Ya viviste la agonía de una pantalla negra azabache y un mensaje recordándote que tu software es pirata?

Pues bien, piensa que con software libre los programas están creados para que todxs usen todo y sin pagar un centavo a ninguna corporación. La idea es que esos programas que usas sean útiles para estudiar, trabajar, inventar y diseñar como te lo permite cualquier otro sistema operativo, ¿la diferencia?, son sistemas operativos tan abiertos que invitan a la persona (usuarix) a ponerse manos a la obra y entenderlo aún más (claro no estás obligada). Además, al ser entornos de trabajo comunitario, cuyo desarrollo es constante el ataque de virus y de malwares espías es muy poco común, porque claro: la privacidad es para nosotras prioritaria.

En esta edición del #LibresLocasLab, Jesica Ciacci, una compañera que es parte de un grupo de software libre y bienes comunes mexicano Sursiendo, una grupa que apuesta todas sus fichas por compartir conocimientos y recursos tecnológicos para la ciudadanía, nos ayuda a comprender mejor las opciones que hay a la hora de elegir herramientas informáticas.

Esta vez desde tierras revolucionarias como Chiapas y un sin fin de lugares desde el que lanzamos la señal #LLL, te convidamos a meterte (y comprometerte) con las diferentes opciones que existen en el mundo tecnológico que nos rodea (y moldea).

Empecemos por lo básico, ¿cómo funciona una computadora?

A grandes rasgos, una computadora se divide en dos partes: el “software” que son los programas que utilizamos en nuestra computadora para hacer diferentes tareas: mirar una película, escribir un texto, navegar en Internet, etc; y el hardware, que es la parte física, “dura”: sus componentes eléctricos, electrónicos, electromecánicos y mecánicos; sus cables, gabinetes o cajas, etc.

Entonces, el software permite la interacción entre sí, con los componentes físicos, y con el resto de las aplicaciones. Son los que se comunican con la parte dura de nuestra computadora para decirle qué tiene que hacer y cómo hacerlo. Mientras el hardware es el “envase”, el software es el “contenido”.

¿Qué es el Software Libre? 

El software libre es el conjunto de programas que son compartidos respetando 4 libertades fundamentales que implica:

  • la libertad de usar el programa, con cualquier propósito;
  • la libertad de estudiar cómo funciona el programa y modificarlo en relación a necesidades específicas;
  • la libertad de distribuir copias del programa, con lo cual se puede ayudar a otros usuarios;
  • la libertad de mejorar el programa y hacer públicas esas mejoras para que toda la comunidad pueda beneficiarse de ellas.

Así, para estas comunidades de desarrollo es importante no “reinventar la rueda” en aquello que se refiere a programación y tecnología. Por otra parte, cuando se habla de toda la comunidad se refiere a todas las personas que usan ese software (no solo a las que desarrollan).

En palabras de la Free Software Foundation: “Lo llamamos software libre porque con él, el usuario es libre”. Todo esto cobra especial relevancia en estos tiempos en los que muchísimas cosas funcionan con software: computadoras, tablets y celulares sí, pero también cajeros automáticos y mercados financieros, aviones y coches, satélites, electrodomésticos y ¡ hasta dispositivos médicos! Imaginen la importancia de poder auditar ese código cuando es tu propio corazón el que se podría parar ya que sucede que todos los softwares tienen ‘bugs’ (errores), por eso necesitan ser auditados, revisados, para resolverlos. Si el código está abierto, muchas más personas pueden mirarlo y el problema se resuelve más rápido.

¿Cómo surge? ¿Por qué?

El movimiento del software libre se da en los ’80, en un momento en el que se estaba prefigurando cómo iba a ser el mundo de las computadoras en el futuro. En ese momento, Richard Stallman estableció “un marco de referencia moral, político y legal para el movimiento del software libre, como una alternativa al desarrollo y distribución del software no libre o privativo“. Para las y los activistas del software libre ocultar el conocimiento es una actitud antisocial y al impedir que un programa sea modificado se coarta la libertad de expresión.

Frente a la privatización y cercamiento del conocimiento que implica el software privativo esta otra forma de hacer propone lo compartido, colaborativo, abierto, participativo. En su libro La ética hacker y el espíritu de la era de la información Pekka Himanen, su autor, señala: “el adjetivo libre que utiliza al hablar de free software (…) no significa necesariamente “sin costes” sino simplemente “libre” y sugiere así mismo que se interprete esta idea en el sentido de libertad de expresión y no como una suerte de barra libre”.

Como describíamos hace un tiempo “Las motivaciones éticas y morales que destacan en el software libre argumentado por la Free Software Foundation, son herederas de la cultura hacker”. (¡Ver presentación con todos los conceptos aquí enlazados!)

¿Y el hardware libre existe?

Sobre esto el tema es más “controvertido”. Hay quienes dicen que no existe, directamente. Lo cierto es que con el hardware libre la cosa cambia porque la gran mayoría de las piezas que se necesitan para armar cualquier dispositivo se producen en grandes industrias y su “código” de funcionamiento no está disponible.

Sin embargo hay que reconocer que desde el movimiento contra laobsolescencia programada y desde el mismo movimiento del software libre se han propuesto varias alternativas muy interesantes que caminan hacia la creación de hardware de diseño abierto.

Podemos darnos una vuelta por proyectos como Think Penguinhttps://www.thinkpenguin.com y Libre Boot https://libreboot.org/

¿Por qué usar software libre es mejor que usar software propietario? ¿Cuáles son los sistemas operativos libres?

¡En principio porque asegura nuestra libertad! Y para nosotras la libertad no es solo una cuestión de derechos individuales, sino que es un espacio colectivo que se genera entre todas y se lo disfruta colectivamente. Pero también y sobre todo porque alimenta el trabajo comunitario, así como los foros de inter-consulta en los cuales la persona que instaló software libre puede resolver dudas, problemas e intentar probar nuevos programas con el apoyo de un foro de hombres y mujeres que están dispuestos a dar una mano!

El software libre fomenta la cooperación. Sin ésta es imposible generar y desarrollar conocimiento. si principio básico, este de no reinventar la rueda, hace que entonces, además, podamos compartir ideas para mejorarlas y cambiarlas.

Son además esquemas completamente legales, te olvidas de los virus y lo mejor de todo es que fomenta la autonomía. Hay un saber hacer / poder hacer que, si bien requiere de un conocimiento especializado, no queda fuera de nuestro alcance. Podemos aprender a leer código y a programar bajo el esquema del software libre, sin necesidad de acudir a universidades. La propia comunidad puede aportarnos el conocimiento que buscamos.

El sistema operativo libre se llama GNU/Linux y tiene muchas distribuciones: Debian, Ubuntu, Linux Mint, Fedora, etc… Y luego hay varias distribuciones especiales que ya vienen empaquetadas para hacer tareas concretas: si quieres algo para hacer audiovisual, algo para programar, algo para radios y mil etcéteras. Es que es lo tiene el SL, se puede mezclar y remezclar según las necesidades.

¿Solo podemos usar SL en un sistema operativo?

No, ¡claro que no! Todas las acciones que hacemos a través de una computadora pueden ser realizadas con programas libres:

  • LibreOffice es el paquete ofimático libre (para editar textos, generar hojas de cálculos, hacer presentaciones, escribir nuestros textos);
  • VLC para mirar videos y escuchar audios (¡que además soporta muchos más formatos que su versión privativa!);
  • Firefox para navegar en Internet;
  • OpenStreetMaps para buscar direcciones en Internet o geolocalizar algun punto;
  • Thunderbird, que es el gestor de correos electrónicos;
  • Gimp sirve para editar imágenes, y junto con Krita, un programa de pintura digital e ilustración en el que se consiguen texturas muy “realistas”, se logran resultados muy bellos;
  • Inkscape sive para crear imágenes vetoriales (desde aquí incluso, se pueden hacer “modernas” presentaciones animadas gracias a un complemento llamado Sozi);
  • Scribus para maquetación editorial;
  • Audacity y OpenShot son editores de audio y video, respectivamente

Y así podría seguir la lista… ¡Hay software libre para muchísimas más cosas de las que podemos imaginar!

Además hay algo que muchas veces no tenemos en cuenta: la gran mayoría de los servidores del mundo corren sobre software libre, por ser más confiable. Incluso internet, tal y como lo conocemos, existe desde sus orígenes y funciona gracias al software libre.

¿Entonces el sofware libre sí es gratuito?

No necesariamente. Existe un modelo de negocios alrededor del software libre en el cual, la mayoría vende servicios asociados: escribir o adaptar un software para un fin determinado y un cliente determinado, mantenimiento y capacitación. Hay un muy buen video llamado códigos cooperativos que explica todo esto (click aquí).

Aun así, la gran mayoría de los programas que podemos usar como usuarias finales pueden ser descargadas gratuitamente, sin embargo, es muy bueno considerar hacer una donación a estos proyectos. Si bien se considera que en el mundo del software libre se paga una sola vez por el desarrollo del mismo (y no como funciona en el privativo: se escribe una vez y se cobra muchas veces por el mismo producto), lo cierto es que estos proyectos pueden subsistir gracias a estas donaciones, así que con cada donación en realidad ¡están aportando a la creación de más software libre!

¿Qué es lo que nos asegura que es más seguro?

El hecho de podamos ver la “receta” sobre cómo está escrito un programa nos asegura poder confiar en él. Es como con las recetas de cocina, si sabemos qué ingredientes lleva, los elegimos y luego comemos ese producto sabremos exactamente qué estamos comiendo. En cambio, con los productos empaquetados que compramos en los supermercados tenemos más o menos una idea de qué tiene, en realidad hay muchas otras cosas que desconocemos.

Es una cuestión de transparencia. Al poder ser auditado por muchas personas a la vez, se convierte en una herramienta mucho más segura que un software privativo. Todo software tiene fallos y posibles “agujeros de seguridad”. Pero, si es abierto, se mira, se detecta y se corrige rápidamente. Se le encuentran más rápido los problemas y las soluciones. Además podemos estar muy seguras de que el software libre hace lo que dice que hace, sin escondernos nada! Hay pruebas sobradas la cantidad de “puertas traseras” (o formas de entrar en nuestras computadoras) que traen consigo los software privativos.

¿Si tengo algún problema en el uso a quién puedo acudir?

Las comunidades de software libre son muy grandes. Pero ciertamente pueden estar invisibilizadas, por eso también existen gran cantidad de foros que te ayudan a resolver problemas específicos o dudas que vayas teniedo.

Un buen lugar para conocer gente que está en estos temas es el Festival Latinoamericano de Instalación de Software Libre (FLISOL) que se desarrolla en diferentes ciudades de todo el Abya Ayala. En su página ( http://www.flisol.info/) figuran los eventos programados para este año. Busca en tu país en qué ciudades habrá actividades este año y acércate a enredar con ellas.

¿Por qué el SL colabora con un mundo más justo?

Hace un tiempo escribíamos en un artículo: «Si usamos sistemas operativos privativos, como Windows (de Microsoft) o iOS de Mac (de Apple) le estamos dando demasiado poder a estas empresas, que pueden estar usando programas espías. Le otorgamos la soberanía de nuestras máquinas y nuestros datos, porque el acceso al código fuente para saber qué están haciendo se hace imposible más allá de la propia empresa. Además fomentamos el monopolio, y entonces tienen la excusa de firmar convenios con gobiernos e instituciones públicas con el argumento de que “todo el mundo lo usa”, recibiendo millones de dólares de las arcas públicas por usarse esos sistemas operativos.»

Es importante aportar en construir esas alternativas de vida que queremos ver y vivir. Valores fundamentales en estos tiempos tienen que ver con la transparencia, la sororidad, la reciprocidad, la convivencia, el conocimiento y la ética. De muchas maneras las comunidades de software libre también valoran estas cuestiones. Es muy común ver interés de comunidades de desarrolladores o promotores de software libre acercarse a espacios no “tecnológicos” como derechos humanos y ambientales, o activistas por las semillas criollas y así. Eso habla del interés que hay por enredarse en la construcción de procesos más amplios, compartidos.

Claro que falta mucho camino por recorrer. No podemos negar que en estos espacios hay una mayoritaria presencia de hombres y que, como han revelado muchos informes, solo las mujeres que no se sabe que lo son, logran se aceptadas en estos espacios. Tampoco el mundillo softwarelibrero se salva del patriarcado.

Miriam Ruiz, del proyecto Debian Women hace una gran valoración de este tema en esta presentación (clic aquí  y atención desde las diapositivas 18 en adelante). También hay un audio de esa charla: https://archive.org/details/dia-debian-mr.

Son muchas herramientas, información nueva y compleja. La idea es que pruebes de a poco, te mantengas centrada y si te cansas o te equivocas lo dejes para un rato más tarde y vuelvas a intentar. Comenzar a usar SL es la continuación de todas las revoluciones feministas pero esta vez aplicada a los aparatos que usamos todos los días. Es esencial, además de ser usuarias, que un día muy próximo también seamos más y más las creadoras de programas y tecnologías. Desde #LLL abrimos código y corazón para que eso pronto suceda.

Lee más sobre bases, fundamentos e inspiraciones del Software Libre:
https://endefensadelsl.org/libertad_en_la_nube.html
http://somoslibres.org/modules.php?name=News&file=article&sid=7266

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