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Avanzamos hacia una conmoción de la especie humana

Por: Javier del Arco

Sólo el conocimiento tecno-científico alumbrará la posthumanidad

Asistimos a una revolución asimétrica de proporciones colosales que apunta a una gran conmoción, a una puntuación de la especie humana. Tan sólo el conocimiento tecno-científico podrá rescatar lo rescatable y hacer emerger una nueva humanidad necesariamente muy diferente de la actual: la posthumanidad

La filosofía ha discurrido en estos años por riberas acuosas y, ciertamente insustanciales  por el agotamiento de la retórica postmoderna. Sin embargo presiento un fuerte retoñar de ésta en el campo científico. La sucesión ininterrumpida de acontecimientos científicos, tecnológicos (que hemos  reunido en un sólo concepto) y sociales en un mundo totalmente asimétrico, turbulento y desgraciadamente violento, necesitan de una profunda reflexión.

Nuestro objetivo es la ciencia, pero no por la ciencia, sino en cuanto que actividad del hombre y para el hombre. Sospechamos que carece de límites y por eso, como se explicará a continuación, la hemos acompañado de una cierta ética para que la estirpe humana comprenda que es una gran estupidez autodestruirse.

Mejor una evolución por traumática que sea. Si como establecen Eldrege y Jay Gould en su teoría del Equilibrio Puntuado (1), la especiación se produce en situaciones de crisis, es más que posible que en pocos años emerja una nueva humanidad y vaya pereciendo la vieja. Esta pirueta biológica, que a buen seguro será muy criticada, me da pie a esperar con Höldeling que allí donde se halla el mayor peligro, radica también lo que salva.

Hace unos años el Profesor Quintín Racionero , Catedrático de Filosofía de la UNED, expresaba  en un lúcido artículo publicado en la Revista de Filosofía (2) que la postmodernidad no era “algo” que venía después de la modernidad y derivado de ella, sino que se trataba de un enfoque distinto del pensamiento filosófico, científico y vital.

Como ya anunciaba Lyotard en su célebre conferencia  dictada en 1971 y luego muy publicada (3) “La condición postmodena. Un informe sobre el saber”, la postmodernidad tenía el carácter de condición, no se trataba de una continuidad, sino de un nuevo enfoque del pensamiento filosófico y científico que, además, abría la puerta a un nuevo modelo social: el de la sociedad líquida, estudiado exhaustivamente por el sociólogo Zygmunt Bauman en múltiples libros, cuyo primer exponente, al menos para mí, fue su obra “Modernidad líquida” (4). A éste le siguieron diversos títulos que trataban desde el amor hasta el miedo, es decir una visión del hombre en un mundo inseguro, dubitativo, sin puntos de referencia ni “puertos seguros donde cobijarse” y un tanto desquiciado.

Este panorama de incertidumbre, riesgo (5) y cansancio (6) nos deja pocas certidumbres. Yo las reduzco, en el plano filosófico y a mi parecer vital, tan sólo a dos: la epistemología, y como ciencia secundaria “de amortiguación y reflexión sobre lo investigado y lo innovado”, la ética. En mis reflexiones yo reservo a la ética un doble papel modulador: el de evitar en lo posible el riesgo que la ciencia conlleva impulsada por la inteligencia y el de recordar al científico la necesidad de la libertad propia y la de los demás.

Bien sé que el problema del libre albedrío es abstruso y quienes tendrán la última palabra creo que serán los neurocientíficos (7). No obstante, yo me refiero a una libertad más “casera” referida a la convivencia entre seres humanos que han de respetarse los unos a los otros en un marco convivencial donde la libertad de cada uno termine donde comience la libertad del otro, de los otros. Esto me da pie a una reflexión absolutamente paralela pero creo que necesaria.

Emmanuel Levinas, en su reflexión ética, identificaba al “otro” con el extranjero, la viuda y el huérfano (8). Hoy esa identificación sigue siendo válida si ese extranjero lo identificamos con el emigrante y le añadimos la mujer maltratada hasta la extenuación o la muerte por causas del machismo, la religión y culturas diabólicas en las que la mujer queda cosificada, los niños pobres del tercer y cuarto mundo y los mayores, abandonados todos por la crueldad del pensamiento turbocapitalista dominante. Sobre la necesaria “domesticación” del macho, son importantes las reflexiones de Peter Sloterdijk en su magnífica obra “Normas para el parque humano”, cuya lectura recomiendo.

Tras este hiato, ciertamente más largo de lo que hubiese deseado pero necesario, retomo el hilo del discurso.

Una única cultura

La epistemología hoy retoma las preguntas de Kant -sobre todo el compendio de ellas sobre que es el hombre- en un clima de alta ebullición científica y tecnológica. Pero responder a eso es imposible sin realizarnos antes muchas otras preguntas  porque hoy la filosofía se fundamenta esencialmente en preguntas, y muchas de esas preguntas no pueden responderse con los elementos de los que la ciencia dispone. Otras ya sí y desde hace poco tiempo.

Pues bien esa visión epistemológica de nuestro tiempo, necesariamente transversal y por ende transdisciplinar, debe comenzar por afirmar que la cultura es una, compuesta por elementos diversos que se substancian en una unidad, como recordaba siempre el añorado Ángel Martín Municio.

Desde ese presupuesto unificador de las ciencias en su más amplia acepción, pretendemos bucear en  los nuevos avances científicos y tecnológicos, y ponerlos en sintonía unos con otros y, especialmente con su descubridor: el hombre.

Debo decir que la ciencia y la tecnología se han entrelazado, re-mezclado, formando un armazón elástico, modulable y sin fin, pero con fuertes disrupciones o puntuaciones (como denominaba Stephen Jay Gould a los hechos repentinos que ocurren en la evolución). Eso es lo que una mayoría denomina tecnociencia y revolución tecnocientífica (9).

Como señala Manuel Castells “la integración creciente entre mentes y máquinas, incluida la del ADN, está borrando lo que Bruce Mazlish denomina la cuarta discontinuidad, -la que existe entre humanos y máquinas- alterando de forma fundamental el modo en que  nacemos, vivimos, aprendemos, trabajamos, producimos, consumimos, soñamos, luchamos y morimos” (10). Por todo ello, podemos afirmar que más allá de nuevos paradigmas y modelos, asistimos a una revolución asimétrica de proporciones colosales que no sólo afecta al sustrato material con el que los los humanos hacemos la historia, sino también  a la naturaleza intrínseca de su protagonista principal: el hombre

El Homo Sapiens, un gran primate depredador (en este caso en su acepción más amplia), está dotado de un único y poderoso cerebro, un universo de 1.350-1400 gr., con una complejidad de sus conexiones neuronales y la plasticidad de las mismas, extrema.  A partir de esa prodigiosa máquina que es nuestro peligroso cerebro, que puede contar hoy con fabulosos recursos tecnocientíficos,  surge la pregunta obligada: ¿tendrá ese cerebro la capacidad suficiente para construir máquinas capaces de auto-reproducirse y auto-mejorarse igualando o superando su propia capacidad?

El hecho, de producirse, recibe ya el nombre de singularidad tecnológica basado en el advenimiento de la inteligencia artificial general (también conocida como IA fuerte). La singularidad tecnológica   (11) implica que un determinado equipo de computación, una red informática de múltiples equipos, o bien un robot, podrían adquirir por sí mismos la capacidad de auto-mejorarse con la característica de ser capaces de auto-reproducirse y, posteriormente, intervenir de forma autónoma en el diseño y construcción de otras computadoras o robots mejores que sus máquinas originarias. Se dice que las repeticiones de este ciclo probablemente darían lugar a un efecto fuera de control, algo así como una explosión de inteligencia (12), en donde las máquinas inteligentes podrían diseñar generaciones de máquinas sucesivamente más potentes. La creación de inteligencia sería muy superior al control y la capacidad intelectual humana (13).

Hacia una gran conmoción

Personalmente, me interesan algunos autores de los que hablaré en sucesivos artículos. Ese interés radica en la emergencia de las ciencias biológicas en su combinación con las tecnologías informacionales, como partes importantes de todo  este proceso.

En 2009, Raymond Kurzweil (al que deberemos próximamente dedicar un espacio más amplio) y el fundador de X-Prize, Peter Diamantes, anunciaron la creación de la Universidad de la Singularidad, cuyo propósito consiste en educar, inspirar y preparar a los científicos e ingenieros para aplicar tecnologías exponenciales suficientemente potentes para hacer  frente a los grandes retos de la humanidad (14). Esta curiosa Institución está financiada por Google, Autodesk, ePlanet Ventures y un grupo de líderes de la industria tecnológica afines a dicha Universidad. La organización sin fines de lucro ejecuta un programa anual de posgrado de diez semanas durante el verano que abarca diez tecnologías diferentes y elementos tecnocientíficos concomitantes. También se llevan a la práctica una serie de programas en todo el año.

En 2010, Aubrey de Grey a quien tuve el placer de presentar en un importante Seminario organizado por Tendencias 21 en El Escorial, acuñó el término “Methuselarity” (15), que podríamos  traducir muy libremente por “Modelo Matusalén” por el que postula hasta que punto la tecnología médica mejora tan rápido que la vida humana útil esperada aumenta más de un año por cada año vivido.

Hoy hay modelos primitivos de interacción hombre-máquina ya en funcionamiento como son los brazos robóticos que siguen órdenes cerebrales o la restauración de funciones neuronales dañadas, por poner algún ejemplo. Pero la interacción profunda aun no se ha producido.

No obstante lo dicho, si el paradigma TIC ha revolucionado el mundo, está convergiendo con él otro mucho más silencioso pero de mayor potencia que es el NBIC.

En este sentido, algunos autores utilizan «la singularidad» de una manera más amplia para referirse a los cambios radicales en nuestra sociedad, provocados por las nuevas tecnologías como la nanotecnología molecular (16)

Por último y retomando la idea expuesta al comienzo del artículo, nos hallamos en un periodo previo,o periodo post-pos(no es orientalismo, es juego de palabras). Por cierto, el último término de este tipo es la posverdad de la que nos ocuparemos en su momento.

Este periodo, creo que en trance de finalización sin predecir tiempo alguno, apunta a una gran conmoción, a una puntuación de la especie humana. Tan sólo el conocimiento tecnocientífico podrá rescatar a lo rescatable y emerger entonces una nueva humanidad necesariamente muy diferente de la actual: la posthumanidad.

Fuente: https://www.tendencias21.net/Avanzamos-hacia-una-conmocion-de-la-especie-humana_a44563.html
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Los 30 libros de filosofía más importantes del año 1950 al 2000, según los filósofos contemporáneos

Estados Unidos/12 de Mayo de 2018/Periodismo

El sitio Open Culture publicó una lista de los libros de filosofía más relevantes de la segunda mitad del siglo XX. Los creadores de esta lista son el profesor Chen Bo, de la Universidad de Pekín, y la profesora Susan Haack de la Universidad de Miami, una de las apenas dos mujeres de la lista. Bo y Haack realizaron un sondeo con importantes profesores de filosofía, a pedido de una editorial china que buscaba traducir textos relevantes.

Muchos de los grandes filósofos del siglo XX escribieron sus obras importantes en la primera mitad del siglo (Heidegger, Sartre, Russell, Whitehead, las obras más relevantes de la fenomenología, etc.). Por otra parte, muchas de las obras significativas de la segunda mitad del siglo XX reflejan la tendencia de especialización que ha sobrevenido en la filosofía: obras que podrían ser clasificadas como de crítica literaria, sociología, teoría de género, autoayuda, etc. Dicho eso la lista, nos sirve como introducción a diversos autores que no son tan conocidos.

A continuación los 30 autores/obras de la lista:

  1. Ludwig Wittgenstein, Investigaciones filosóficas (Philosophical Investigations)
  2. W. V. Quine, Palabra y objeto (Word and Object)
  3. Peter F. Strawson, Individuos: ensayo de metafísica descriptiva(Individuals: An Essay in Descriptive Metaphysics)
  4. John Rawls, Teoría de la justicia (A Theory of Justice)
  5. Nelson Goodman, Hecho ficción y pronóstico (Fact, Fiction and Forecast)
  6. Saul Kripke, El nombrar y la necesidad (Naming and Necessity)
  7. G.E.MAnscombe, Intención (Intention)
  8. J. L. Austin, Cómo hacer cosas con palabras (How to do Things with Words)
  9. Thomas Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas (The Structure of Scientific Revolutions)
  10. M. Dummett, La base lógica de la metafísica (The Logical Basis of Metaphysics)
  11. Hilary Putnam, Las mil caras del realismo (The Many Faces of Realism)
  12. Michel Foucault, Las palabras y las cosas: una arqueología de las ciencias humanas (The Order of Things: An Archaeology of the Human Sciences)
  13. Thomas Nagel, Una visión de ningún lugar (The View From Nowhere)
  14. Robert Nozick, Anarquía, Estado y utopía (Anarchy, State and Utopia)
  15. R. M. Hare, El lenguaje de la moral y Libertad y razón (The Language of Moralsand Freedom and Reason)
  16. John R. Searle, Intencionalidad y El redescubrimiento de la mente (Intentionalityand The Rediscovery of the Mind)
  17. Bernard Williams, La ética y los límites de la filosofía, Descartes: el proyecto de la investigación pura y Suerte moral: Documentos filosóficos 1973-1980 (Ethics and the Limits of Philosophy, Descartes: The Project of Pure Enquiryand Moral Luck: Philosophical Papers 1973-1980)
  18. Karl Popper, Conjeturas y refutaciones: el desarrollo del conocimiento científico (Conjecture and Refutations)
  19. Gilbert Ryle, El concepto de lo mental (The Concept of Mind)
  20. Donald Davidson, Ensayos sobre acciones y sucesos y De la verdad y de la interpretación: fundamentales contribuciones a la filosofía del lenguaje (Essays on Action and Eventand Inquiries into Truth and Interpretation)
  21. John McDowell, Mente y mundo (Mind and World)
  22. Daniel C. Dennett, La conciencia explicada y La actitud intencional (Consciousness Explained and The Intentional Stance)
  23. Jurgen Habermas, Teoría de la acción comunicativa y Entre hechos y normas (Theory of Communicative Actionand Between Facts and Norm)
  24. Jacques Derrida, La voz y el fenómeno y De la gramatología (Voice and Phenomenonand Of Grammatology)
  25. Paul Ricoeur, La metáfora viva y Libertad y naturaleza (Le Metaphore Vive and Freedom and Nature)
  26. Noam Chomsky, Estructuras sintácticas y Lingüística Cartesiana: un capítulo de la historia del pensamiento racionalista (Syntactic Structures and Cartesian Linguistics)
  27. Derek Parfitt, Razones y personas (Reasons and Persons)
  28. Susan Haack, Evidencia e investigación: hacia la reconstrucción en epistemología (Evidence and Inquiry)
  29. D. M. Armstrong, Una Teoría Materialista de la Mente y Una Teoría Combinatoria de la Posibilidad (Materialist Theory of the Mind and A Combinatorial Theory of Possibility)
  30. Herbert Hart, El concepto de derecho (The Concept of Law) y Pena y responsabilidad (Punishment and Responsibility)

Como la mayoría de los trabajos en la lista son de filosofía analítica, el profesor Chen le pidió a Habermas que recomendara algunos trabajos europeos adicionales, y obtuvo lo siguiente: “Axel Honneth, Kampf um Anerkennung (1992), Rainer Forst, Kontexte der Cerechtigkeit (1994) y Herbert Schnadelbach, Kommentor zu Hegels Rechtephilosophie (2001).

Fuente: https://www.periodismo.com/2018/05/11/los-30-libros-de-filosofia-mas-importantes-del-ano-1950-al-2000-segun-los-filosofos-contemporaneos/
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Contra el pensamiento crítico

Por: Eudald Espluga

La etiqueta de «pensamiento crítico» es un chicle del que hemos tirado y tirado hasta convertirlo en una expresión informe, y por lo tanto inútil, que designa tanto una cosa como la contraria.

Para verlo, basta con comparar la reciente defensa de una asignatura de pensamiento crítico en las escuelas que se publicó en «Zona Crítica», de el diario, o la publicación de El libro blanco de los empresarios españoles. La educación importa, editado por la CEOE y centrado en la necesidad de desarrollar el pensamiento crítico como competencia. En ambos casos, se presenta como un instrumento intelectual que nos permitiría tomar distancia frente a la inmediatez irreflexiva para discriminar entre lo verdadero y lo falso. Lo imaginamos como una especie de control policial bien organizado, con estrictas políticas de aduana que impiden la entrada de prejuicios, manipulaciones e ingenuidades. Su objetivo, por lo tanto, sería evitar el contrabando ideológico, ya sea en forma de «posverdad», «falsa conciencia» o «adoctrinamiento»: la duda fiscaliza el presente y la razón ejerce como tribunal.

El pensamiento crítico es un ‘no te creas lo que dicen en la tele’, un sello de calidad que garantiza que el nuestro es un saber objetivo, imparcial y riguroso, obtenido a base de análisis perspicaz y exigencia.

En la práctica, sin embargo, el pensamiento crítico funciona como un esquema maniqueo, ridículamente simple, que divide nuestro conocimiento del mundo entre representaciones correctas y representaciones incorrectas. Es un «no te creas lo que dicen en la tele», un sello de calidad que garantiza que el nuestro es un saber objetivo, imparcial y riguroso, obtenido a base de análisis perspicaz y exigencia, mientras que el de los demás nace de la ingenuidad, la superstición o credulidad. Nada más que eso: una idea tranquilizadora, un pin que nos podemos colgar y que, por supuesto, confiere cierta distinción.

Hemos asumido que la actitud crítica implica estar sentados frente al mundo, solos e introspectivos, como la estatua de Rodin, examinando la realidad desde fuera. Pero este modelo de racionalidad fiscalizadora es una ficción. Productiva, interesante y, a veces, quizá, incluso deseable. Pero una ficción. La racionalidad crítica difícilmente puede adoptar la forma de tribunal abstracto y desligado del mundo, capaz de dudar desde el «no-lugar» de la verdad. Siempre pensamos en contexto, con nuestros prejuicios, con nuestros cuerpos y desde nuestros afectos. La parcialidad, la impureza, o la adulteración no son defectos del pensamiento, sino su realidad más íntima.

Quizá la única forma razonable de pensamiento crítico sería aquella que nos devolviera una imagen más compleja y confusa del mundo.

Esto no supone abrazar el relativismo o el contextualismo, ni afirmar que no podemos escapar a nuestros sesgos más obvios, sino simplemente abandonar una imagen estática del pensamiento crítico como una competencia o habilidad que podemos desarrollar individualmente y al margen de todo condicionamiento.

Estar contra el pensamiento crítico, entonces, no sólo es estar contra la etiqueta, sino contra el mecanismo ramplón que lo reduce a un «prejuicio contra los prejuicios».Es estar contra la vanidad de un pensamiento que se cree radicalmente autárquico; contra la ficción de una duda metódica que pueda penetrar hasta las profundidades de lo verdadero; contra la polarización radical entre evidencia y superstición, ciencia e ideología, razón y tradición; contra la atomización de la crítica en competencias personales; contra una visión esquemática del pensamiento que lo vacía de relaciones, cuerpos, emociones, pasado y formas de dominación.

Quizá la única forma razonable de pensamiento crítico sería aquella que nos devolviera una imagen más compleja y confusa del mundo, una facultad absolutamente improductiva que en vez de reforzar las fronteras de la razón y la verdad nos ayudara a dinamitarlas. Pero esto neutralizaría la única función que tiene el pensamiento crítico hoy en día: la de simplificar las discusiones y premiar ciertas ideas como «profundas», «analíticas» y «valientes».

Fuente: https://www.playgroundmag.net/lit/Contra-el-pensamiento-critico_29331116.html

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La subjetividad y la praxis como fundamentos de la ética

Por: Alberto Quiñónez

  1. La subjetividad, la praxis y la ética.

Como ha sido señalado por otros autores1, la obra de Georg Lukács es un intento por recuperar la dimensión subjetiva que subyace al proyecto de transformación del mundo propio del marxismo. Esto debe entenderse en un doble sentido que, por un lado, implica la amplificación de la problemática sobre la subjetividad en el seno de la teoría marxista y, por otro lado, las tareas que el marxismo mismo debe asumir para fecundar la subjetividad humana con un carácter eminentemente revolucionario o, siendo más explícitos, una subjetividad comprometida radicalmente con la construcción de una sociedad más justa y digna, compromiso y radicalidad que se expresarían en la coherencia del pensamiento y la acción.

Ahora, si la subjetividad asume una importancia capital en la transformación de la realidad, siendo esta última no sólo el resultado del desarrollo inercial de unas leyes históricas, el sentido que aquélla asuma será determinante para llevar a cabo la tarea transformadora en un sentido emancipatorio. En otras palabras, dado que la historia no está preestablecida por ninguna entidad trascendente, la acción humana concreta y la voluntad que sostiene dicha acción se vuelven fundamentales para empujar el desenvolvimiento de la historia. Esto desemboca inevitablemente en preocupaciones morales y éticas atinentes tanto a la filosofía como a la política y, por ello, de necesario abordaje teórico y práctico.

Sin embargo, es sabido que Lukács no publicó ni ejecutó -hasta donde se sabe- alguna reflexión sistemática sobre ética, más allá de algunos escritos breves. En tal sentido, el propósito de este escrito es sondear “arqueológicamente” algunas obras de Lukács y resaltar de ellas los elementos rudimentarios de un proyecto ético inconcluso; elementos que no carecen de utilidad a pesar de ser vestigios de algo inacabado, pues la construcción de una ética marxista sistemática es una tarea aún pendiente2. En ese sentido, se exploran dos categorías que son fundamentales para la ética: la subjetividad y la praxis como columnas sobre las que habrá de tejerse posteriormente un determinado marco axiológico.

  1. Los vestigios de una ética posible.

Para el marxismo entendido como una filosofía que debe hacerse cargo de la historia desde el sitio de las clases dominadas, en condiciones adversas y con una perspectiva emancipatoria, resulta contraproducente vaciar su aspiración teórica y política en la demostración positiva de unas leyes históricas. Tales leyes desembocan casi de forma ineluctable en la sustitución del sujeto histórico por un sujeto abstracto o trascendente (dios, el espíritu absoluto, la historia). Asumir la tarea de transformación de la historia que ya pregonaba Marx en las Tesis sobre Feuerbach, implica dimensionar y valorizar dos instancias fundamentales: la subjetividad y la praxis3. Estos a su vez son elementos que pueden formar parte de una ética sistemática en la medida en que permitirían reflexionar sobre el comportamiento humano concreto, en el plano de realidades históricas determinadas y de cara a la emancipación humana, es decir, de los elementos comportamentales que hacen de la emancipación humana un hecho realizable. Como se adelantó en la introducción, una reflexión de ese tipo no fue llevado a cabo por la Lukács y de hecho es un campo de relativa poca exploración desde una perspectiva marxista; no obstante, es posible relevar algunos puntos sobre las categorías de subjetividad y praxis atinentes al campo de la ética.

    1. Subjetividad.

Puede decirse que es Lukács uno de los primeros teóricos que rehabilitan en el seno del marxismo la noción de subjetividad. Ya Marx había sostenido, frente al materialismo de Feuerbach, que el idealismo filosófico se encontraba un paso adelante en la asunción del sujeto como entidad hacedora de la historia. No obstante el pensamiento de Marx, la versión oficialista del marxismo que se fraguó al amparo de la Segunda Internacional hasta consolidarse en la Tercera Internacional, recreó las falencias filosóficas y políticas que Marx había combatido. La subjetividad, en dicho planteamiento, estaba subsumida a la operación de las leyes históricas, por lo que su influencia sobre los procesos sociales, políticos, económicos, entre otros, estaba ya determinado por dichas leyes.

Sin embargo, Lukács sostiene que en el marco de operación de las leyes históricas, es decir, de las cotas que el desenvolvimiento histórico impone a la actividad de los seres humanos, estos son individuos libres que a través de sus acciones o, más precisamente a través de su praxis, hacen la historia. La subjetividad, entendida como el ímpetu y la voluntad del individuo, no es sólo una forma de manifestación de la historia, sino un ámbito que posee la capacidad de intervenir sobre la historia. La dialéctica así entendida no es sólo la forma en que la historia, como un ente abstracto, se niega a sí misma, sino la forma en que las fuerzas individuales, subjetivas, se convierten en palanca de negación de un momento histórico y, por ello, en fuerza motriz de la transformación.

La ética que se desprendería de una recuperación de la subjetividad, opone al carácter instrumental del ser humano propio de la absolutización de las leyes históricas, la noción de sujeto libre y consciente y, por ello, llamado a responsabilizarse de la realidad y de sí mismo. Este individuo está vinculado a los otros, a su clase, a su momento histórico, entre otros, como instancias de realidad de las que debe hacerse responsable. Es decir, a pesar del reconocimiento del individuo como una de las fuentes del quehacer histórico, éste no es reivindicado como un ente sin responsabilidad por su realidad, de ahí que propenda hacia la prescripción moral.

    1. Praxis.

Por otro lado, la praxis, como luego desarrollarán pensadores marxistas como Gramsci, Kosík o Sánchez Vázquez, es el eje sobre el que se estructura la especificidad del ser humano, lo cual es válido tanto en un sentido ontológico como epistemológico y ético; de ahí que la categoría de praxis trasvase cada uno de esos campos filosóficos y pueda servir para fundamentar una opción teórica y política enraizada en el mejor conocimiento del ser humano y de la historia. La categoría de praxis en Lukács sirve de asidero a la subjetividad. Con esto se quiere decir que la subjetividad entra en la historia precisamente porque es con su práctica que puede modificar la realidad, en la medida en que ello sea posible en las diferentes instancias de realidad que se presentan ante la subjetividad humana. Ello supone, a su vez, que el desenvolvimiento histórico no es una entelequia metafísica, que se suceda por la interacción de sustancias abstractas, sino que se desarrolla por las acciones eminentemente materiales de los individuos.

Pese al reconocimiento de la praxis como un eje constitutivo del ser humano, nuestra valoración es que no existe en Lukács un análisis sistemático de esta categoría, de cara a fundamentar su importancia filosófica para el marxismo. Ello no desdice la importancia capital que sus escritos tuvieron en la formación de un marxismo crítico, frente al dogmatismo del marxismo oficial de la URSS, pues es sobre esta base teórica que se remontan los aportes de Gramsci, por mencionar sólo uno de los más prolíficos teóricos del marxismo crítico o Sánchez Vázquez, que ha dedicado muchas de sus obras al esclarecimiento de la praxis como pieza fundamental del marxismo.

  1. Conclusión

Como se ha tratado de señalar, las categorías de subjetividad y de praxis son fundamentales para comprender las tareas que el marxismo asume frente a la realidad y los fines que persigue. Pero además, estas categorías ayudan a reflexionar sobre la acción del ser humano en su situación histórica y en su desenvolvimiento cotidiano, por ello, son esenciales en el trasfondo de toda construcción ética hecha en el marco del pensamiento crítico. Estas categorías se encuentran presentes, aunque no expresamente bajo una premisa ética, a lo largo de la obra de Georg Lukács. Tal presencia indica la actualidad que el pensamiento de Lukács puede tener para el quehacer teórico y político de izquierdas.

Para Lukács la subjetividad es imprescindible para comprender -y apuntalar- los procesos históricos. Esto sin desmedro de las condiciones objetivas, supone reconocer en la dialéctica de la subjetividad y la objetividad uno de los motores del desenvolvimiento histórico. La forma en que el individuo entra en la historia, está en la historia y hace la historia, sólo amplifica y complejiza la operación de las condiciones objetivas, pero no niega estas condiciones ni las anula. Si la subjetividad es primordial para hacer avanzar la historia –pese a cualquier mediación-, la ética se convierte en una reflexión necesaria para comprender la justeza de los códigos morales de cara al proyecto de realización humana.

Por su parte, la praxis como categoría que resume el carácter eminentemente interactuante del ser humano con la realidad, establece en el plano de la ética el ámbito sobre el cual todo comportamiento debe interpretarse. Es decir, no es sobre la base de una axiología abstracta y apriorística sino en el plano de las condiciones reales del ser humano, de sus necesidades de emancipación y de sus posibilidades de actuar libertariamente desde donde se deben pensar, comprender y juzgar los códigos morales que delimitan el contenido de los comportamientos humanos. En tal sentido, la praxis es tanto el vehículo de materialización de una ética prescriptiva como también el trasfondo de toda ética descriptiva que pretenda interpretar la moral.

No resulta extraño, a la luz de dicha rehabilitación de la subjetividad, que para Lukács la “ortodoxia marxista” sea más bien una cuestión de método y no un decálogo de principios inamovibles y mucho menos incuestionables que deban ser asumidos. Es este marxismo un marxismo abierto que, girando en torno a la totalidad de la realidad histórica, entiende que tanto el ámbito de la objetividad como el de la subjetividad interaccionan y van creando el desenvolvimiento de dicha realidad y que, por ello, no es atribuible a ninguno de esos ámbitos la exclusividad en la determinación de la dialéctica histórica. Más bien, es de la compleja interrelación de esos dos ámbitos que la dinámica de la historia va conformándose.

La conformación de una ética de corte marxista es una labor aún en curso. A pesar de los aportes que han avanzado diversos autores en este campo, quedan aún espacios que no han sido satisfactoriamente llenados por la reflexión materialista histórica y, sobre todo, hace falta también mellar sobre el pensamiento hegemónico desde una praxis que sea consecuente con tal ética marxista y que debe, por su misma naturaleza, estar asentada sobre las premisas más universales posibles de justicia e igualdad, tener su asidero en la diversidad que hoy conforman las clases oprimidas por los diversos esquemas de dominación vigentes y reconocer en el crisol de esas clases oprimidas al sujeto histórico de la emancipación humana.

  1. Bibliografía
  • Bruno, D. “Las condiciones objetivas y subjetivas. El derrumbe capitalista y la acción revolucionaria en el joven Lukács”. En: En defensa del marxismo. No 44. Buenos Aires, Argentina. Disponible en: https://goo.gl/3sH8qq. Rec. el 25-05-2017.
  • Lukács, G. Historia y conciencia de clase. Editorial Quimantú. Santiago de Chile, Chile. 2008.
  • Lukács, G. Lenin, la coherencia de su pensamiento. Ocean Sur. 2014.

  • Lukács, G. La crisis de la filosofía burguesa. Versión digitalizada de Ediciones elaleph.com. 2000.
  • Marx, K. Los manuscritos de 1844. UCA Editores. San Salvador, El Salvador. 1987.
  • Sánchez Vázquez, A. Ética. Editorial Crítica. Barcelona, España. 1981.
  • Shishkin, F. Ética marxista. Ediciones pueblo. 1972.

Notas:

1 Bruno, D. “Las condiciones objetivas y subjetivas. El derrumbe capitalista y la acción revolucionaria en el joven Lukács”. En: En defensa del marxismo. No 44. Buenos Aires, Argentina. Sin fecha. Disponible en: http://www.po.org.ar/publicaciones/verNotaRevistaTeorica/44/las-condiciones-objetivas-y-subjetivas-el-derrumbe-capitalista-y-la-accion-revolucionaria-en-el-joven-lukacs. Recuperado el 07-06-2017.

2 De hecho, la ética y la estética –ambas preocupaciones lukacsianas- han sido los campos de la filosofía menos trabajadas desde el marxismo. Una de las primeras exposiciones sistemáticas fue la Ética marxista de Shishkin, aunque muy preñada del esquematismo propio del dogmatismo soviético; un planteamiento mucho más rico y abierto es el de Sánchez Vázquez en sus libros ÉticaEl valor del socialismo y Ética y política, Entre la realidad y la utopía, entre otros.

3 Precisamente estas dos instancias son cruciales en las Tesis sobre Feuerbach. La subjetividad, por un lado, denunciada por Marx como abandonada por el materialismo filosófico y los planteamientos mecanicistas y la praxis, por otro lado, como elemento que permite en última instancia la incidencia del ser humano sobre todos los ámbitos de la realidad social que constituyen la historia y, como tal, el puente de comunicación entre la mera objetividad y la subjetividad.

 Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=240646&titular=la-subjetividad-y-la-praxis-como-fundamentos-de-la-%E9tica-

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Darío Sztajnszrajber: “Un docente es alguien que inspira a que el otro se transforme”

Entrevista a Darío Sztajnszrajber

Por: Redacción Página 12

“A mí me gusta pensar a la filosofía más que nada desde su faceta deconstructiva, vendría a ser un arte que tiene como objetivo la pregunta perturbadora, provocativa que busca desestructurar el sentido común. Sirve para cuestionar el sentido común vigente y para eso echa mano a toda una serie de cuestionamientos que en general en las sociedades son vistos en su carácter de inútil”, dice el filósofo y más conocido por los argentinos ante la tan simple y compleja consulta de para qué sirve la filosofía.

El multifacético pensador contemporáneo del apellido difícil señala también que la filosofía viene a poner en cuestión también la idea de que todo en el mundo que vivimos tenga que servir para algo y rescata el rol transformador de la educación. “El criterio de la utilidad se ha vuelto un valor hegemónico, un valor que nadie visualiza como tal, que se da por supuesto. Y la filosofía busca sacar a luz qué hay detrás de ese supuesto”. Desde Universidad lo interrogamos por el significado del nombre de su espectáculo (que se presenta en Resistencia, Chaco el 13/04 y en Posadas, Misiones el 14/04) y si de alguna manera interpela al lugar que ocupa la educación.

¿Qué implica salir de la caverna hoy? ¿Cuál es el rol de la educación y la Universidad?

Salir de la caverna hoy para mí tiene que ver con una relectura de la alegoría platónica, en no pensar en que uno alcanza una realidad verdadera sino que hoy salir de la caverna sería despojarte de aquella cotidianeidad que das por supuesta y entonces entrar en una caverna mayor, una caverna mayor que al principio se te presenta con toda su diferencia con respecto a la anterior y te brinda respuestas nuevas, pero que lentamente también vas entendiendo que se trata de otro dispositivo, por eso creo que una pedagogía emancipatoria hoy en el mundo de la educación tendría que tener que ver más con inspirar a los estudiantes a estar saliendo permanentemente de cavernas, salir de la caverna es un ejercicio permanente, una revolución permanente.

Ahí cobra gran importancia el docente y su relación de poder con el alumno…

La docencia es una figura de la amistad. Me gusta esa idea de amistad nietzscheana donde Nietzsche invoca a acercarnos al extraño y no al prójimo, al próximo, o sea al propio. Entonces entiendo que están cambiando mucho los tiempos a nivel material, tecnológico y que el aula tradicional ha muerto y no se sostiene hoy un vínculo docente – alumno como en el siglo pasado. Sobre todo porque cualquier estudiante nuestro de enseñanza media ya sabe más que un profesor porque tiene mayor capacidad de acceso a la información que circula, con lo cual obliga a repensar cuál es la función docente. Creo que cada vez menos tiene que ver con los contenidos y cada vez más con provocar un acontecimiento educativo que es otra cosa, que es inspirar a que los estudiantes busquen su propia transformación. Yo lo resumiría así: un docente es alguien que inspira a que el otro se transforme. Un docente y un estudiante mantienen una relación de poder y esa relación de poder por suerte genera la mutua transformación y de alguna manera de lo que se trata es de que esa diferencia se sostenga porque si no, el poder se vuelve abusivo y entonces el docente termina disolviendo la otredad del alumno para conformarlo de acuerdo a su propia expectativa.

Tomamos aire luego de la reflexión para meternos en su parte histriónica. Sus libros, la televisión, el teatro, en definitiva: la masividad, algo impensado para un filósofo.

Estás por sacar un nuevo libro que se llama “Filosofía en 11 frases”: ¿por qué 11? Si tuvieses que elegir alguna frase para describir la coyuntura (aunque no esté entre las del libro) ¿cuál sería?

Sí, salgo con un libro en mayo que se llama Filosofía en 11 frases, lo presentamos en la Feria del Libro el domingo 13 de mayo. Son las 11 frases que a mí más me han interesado a lo largo de la historia de la filosofía y con la contundencia y el cliché que tienen esas frases trato de generar una deconstrucción de las mismas e ir trabajándolas, asociándolas con otros conceptos filosóficos pero también atravesado el texto con ficción, que va haciendo de las frases una especie de postas para la historia de un personaje que anda pululando por la Argentina de hoy, en el marco de una fuerte crecida de violencia política.

Si tuviera que elegir una, elegiría la última de las 11 frases que analizo que es “Donde hay poder, hay resistencia” de Michel Foucault y me parece fundamental que hoy repensemos esa frase y leamos el texto de Foucault histórico “Historia de la sexualidad, volumen 1” para entender por fuera de cómo se presentan los medios de comunicación sobre todo la cuestión del poder en la Argentina de hoy, nuevas lecturas que nos ayuden a mover un poco las piezas que parecen tan firmes y entender por dónde pasa hoy el poder, qué es hoy resistir al poder, si sigue teniendo sentido la palabra resistencia, si no es la resistencia una necesidad del poder, etc.

¿Cuándo te diste cuenta que te habías vuelto un personaje masivo?

Para nosotros, hacer Mentira la verdad que fue el programa que hicimos a partir del 2011 en Canal Encuentro fue un placer y nos dio mucha satisfacción porque veíamos que podíamos ir pergeñando nuevas formas de hacer filosofía poniendo allí mucho de lo que veníamos experimentando en el aula, era un desafío que cuando empezamos a terminar de editar los programas los veíamos muy logrados. No sabíamos cómo iba a pegar y la verdad que excedió todas nuestras expectativas porque siempre pensamos que iban a ser programas que iban a circular en las aulas, en los colegios y sobrepasó ese primer objetivo. Después de Mentira la verdad los distintos proyectos donde nos fuimos metiendo de divulgación de la filosofía empezaron a tener otra llegada.

Sobre el aborto y el feminismo

¿Cuál es tu postura frente al aborto?

Estoy a favor de la despenalización del aborto. El cuerpo de la mujer es una de las principales víctimas del poder patriarcal y la prohibición del aborto se inscribe en gran parte de estas políticas que se asocian a toda una serie de consecuencias sociales de las cuales, sobre todo, la más importante obviamente es la fuerte diferencia social que aqueja a las mujeres que no tienen la capacidad de acceso que sí tienen otras.

¿Qué es el feminismo?

El feminismo postula dos cuestiones que para mí son claves: no solo cambia nuestra idea de lo sexual, de la identidad y del género sino que además cambia nuestra idea de hacer política porque me parece que los movimientos feministas están de algún modo siendo una muy interesante respuesta a la crisis de la política tradicional. Lo que propone el feminismo es repolitizarlo todo, entender que detrás de los lugares donde menos se supone que circula el poder es donde más se hace política.

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Francesc Torralba: “Hay que luchar contra la globalización de la indiferencia”

En la historia de la filosofía abundan los autores cuyo pensamiento, por su complejidad y lenguaje, los han alejado del común de los mortales, ocasionando que sean muchos quienes renieguen de la materia. De ahí nuestro interés por entrevistar a Francesc Torralba, uno de los autores que más y mejor han enfrentado las grandes cuestiones de la filosofía, sin por ello dejar de lado la cercanía con el lector.

Por Jaime Fdez-Blanco Inclán

Varios son los pensadores y filósofos que han tratado de analizar a la luz de la razón los tiempos que corren. La crisis económica, más allá de los sucesos particulares de cada estado ha sido una muestra de la situación e impacto que nuestras ideas como colectivo pueden tener en el mundo, de ahí que no sean pocos los que han querido hablar de una crisis de valores, más allá de lo meramente material.

Entre estos pensadores está Francesc Torralba (Barcelona, 1967), profesor y director de la Cátedra Ethos de la Universidad Ramón Llull, de Barcelona, autor de decenas de obras en las cuales ha tratado de analizar los elementos centrales de la existencia humana: Dios, el sufrimiento, el dolor, la vida virtuosa o el sentido de la misma.

"La filosofía cura. Herramientas para el bienestar del alma y del mundo", escrito por Francesc Torralba y editado por Milenio.
“La filosofía cura. Herramientas
para el bienestar del alma y
del mundo”, escrito por
Francesc Torralba.

Para el ciudadano de a pie, la filosofía es un campo arduo, complejo y en muchos casos destinado a una minoría intelectual. Las ventas de libros de divulgación científica o psicológica demuestran, por el contrario, que el ciudadano medio está hambriento de conocimiento, de herramientas que le permitan vivir mejor su vida. ¿Por qué la filosofía parece estar desligada de ello? ¿Por qué no hay más autores que, como usted, ofrezcan una visión accesible de la misma?
Entiendo que la filosofía nace en el ágora, en el seno de la plaza pública, y que emerge como un diálogo a fondo sobre las grandes cuestiones que asedian a la condición humana. Sin embargo, a lo largo de su historia se convierte en un monólogo académico para uso y consumo de académicos, articulado a través de un lenguaje críptico y excluyente, elitista y ajeno a los latidos del tiempo, por emplear una bella expresión de José Ortega y Gasset. Esta cerrazón o hermetismo académico tiene como consecuencia la marginación del verbo filosófico de la vida pública y el ostracismo de la razón ética, política y metafísica. Pero en la historia de la filosofía existe ese doble tipo de movimiento: el esotérico, para uso y consumo de la tribu, y el exotérico, cuyo fin es suscitar un diálogo sobre las grandes cuestiones de fondo. Yo creo que ambos movimientos no son contradictorios, ni uno tiene que optar por uno de los dos polos de la disyuntiva. Cabe la posibilidad de articular una obra esotérica, pero también, simultáneamente, exotérica. Cuando el filósofo desaparece de la escena pública, otros agentes ocupan su lugar y pronto se convierte en una figura anacrónica, algo así como en un espectro cuya función es sacar brillo a las grandes figuras de la historia de las ideas. Creo que la tarea del filósofo es, por un lado, conservar la memoria del logos, pero, por otro lado, la innovación, la presencia activa en la sociedad para introducir algo que está muy ausente: la exigencia del pensar, el gozo de pensar. Y también la angustia de pensar.

“La tarea del filósofo es introducir la exigencia, el gozo y la angustia de pensar”

"Saber decir no. La sabiduría que libera", de Francesc Torralba, editado por Now Books. "La profundidad no tiene por qué estar reñida con la sencillez discursiva", explica el autor.
“Saber decir no. La sabiduría
que libera”,de Francesc Torralba,

En la actualidad, lo mismo que existen psicólogos y coaches, se está desarrollando la figura del consejero filosófico, que ofrece un uso práctico de las enseñanzas de la filosofía para resolver problemas de la vida diaria. ¿Qué opinión le merecen estas prácticas? ¿Cómo aplicar estos conceptos que nos ofrece la filosofía sin caer en la autoayuda? ¿Qué opinión tiene de esta última?
Algo que se aprende a la hora de filosofar es el principio de no sucumbir a la generalización. De hecho, generalizar significa pensar mal, olvidar el matiz, los márgenes, la excepción, los subconjuntos que siempre existen dentro de un conjunto más amplio. La realidad siempre trasciende a la idea, al esquema, a la representación, con lo cual no se puede descartar de un plumazo a los que ejercen el asesoramiento filosófico, tampoco a quienes articulan una filosofía inteligible para uso y consumo del pueblo, con el fin de emitir un mensaje que sea significativo. Con frecuencia, la caída en la inintengibilidad es una excusa para aparentar profundidad, es decir, un pretexto para aparentar algo que no se posee. La profundidad no tiene por qué estar reñida con la sencillez discursiva, con la simplicidad formal. Cuando uno lee textos de Epicteto, de Marco Aurelio, de Séneca, de Montaigne, de Pascal, de Schopenhauer o de Emil Cioran, se encuentra con textos de gran calado que llegan al lector convencional y que activan en él el ejercicio de pensar. Más todavía, el valor de examinarse a sí mismo. Sólo se puede juzgar a posteriori, y con frecuencia se descarta esta literatura filosófica abierta al gran público desde la ignorancia de la misma, o, simplemente, por resentimiento académico.

Existe en nuestra época una sensación de desesperanza, de pesimismo en el devenir de la humanidad. No obstante, con datos objetivos en la mano, el mundo no ha vivido nunca un momento mejor que el actual: hay más respeto por los derechos humanos, menos hambre, más libertad y mayor acceso a la cultura. En un cómputo global, vivimos mejor que nunca. ¿Es este, pese a lo que nos queda por recorrer, el mejor de los mundos posibles?
Decía Søren Kierkegaard que la esperanza se fundamenta en la posibilidad, mientras que la desesperación consiste en no ver posibilidad alguna. Uno se hunde en la nada cuando no vislumbra ningún intersticio, ninguna rendija por donde salir, por donde escapar del atolladero. La esperanza, que es virtud y motor básicas para la vida humana, bellamente descrita por Ernst Bloch y por Gabriel Marcel, es imprescindible para enfrentarse al presente y al futuro. Existen razones para la esperanza, pero también para la desesperación. A juzgar por los dramas que acechan a la humanidad, el apocalíptico tiene argumentos de peso para desarrollar un discurso oscuro, un caldo de cultivo de la desesperación; sin embargo, desde la perspectiva histórica, existen razones objetivas para la esperanza. En el mundo global, tenemos una información en tiempo real de lo que ocurre en las antípodas del mundo. Ello suscita en nosotros la moral de derrota, la sensación de impotencia; pero la historia revela que, a lo largo de los dos últimos siglos, se ha logrado garantizar algunos derechos fundamentales que, en Europa, eran ciencia ficción o un lujo para minorías elitistas: el derecho a la educación, el derecho al sufragio universal, el derecho al trabajo, el derecho a la atención social y sanitaria, el derecho a la libertad de pensamiento, de expresión, de credo, de asociación, de movimientos. Naturalmente, esta evolución no puede, todavía, proyectarse a todo el planeta, pero la historia dibuja un rumbo que permite labrar la virtud de la esperanza.

“A toda realidad le precede un sueño, hay que soñar, imaginar”

Torralba es uno de los autores del libro "Claves éticas para el siglo XXI", publicado por Milenio.
Torralba es uno de los autores del libro “Claves éticas para el siglo XXI”, publicado por Milenio.

Usted defiende la ética como una idea colectiva, una moral que ha de ir más allá del individuo. Sin embargo, el siglo XX, seguramente el más sangriento de la historia de Occidente, coincidió en buena parte con el auge de los modelos que antepusieron al colectivo por encima del individuo y sus derechos. Hoy esto persiste, equiparando individualismo con egoísmo, hablando del cuidado de las minorías pero negando al individuo, la minoría más pura que hay. ¿Hemos caído en el vicio del utilitarismo al asumir, indirectamente, que es moral que la mayoría arrolle al individuo en beneficio del conjunto? ¿Es en realidad la crisis del individualismo el elemento básico de la crisis de valores que vivimos?
Concibo la ética como un examen interior, como una crítica de la moral vigente, como la capacidad de deconstruir lo que está establecido como bueno o como malo en un sistema normativo colectivo. Entiendo que la ética es un discurso dialógico, crítico, racional y valorativo, que reflexiona sobre los hábitos y las costumbres colectivas de una época y las somete a un duro examen. De ahí, la incomodidad que supone siempre el ejercicio de la ética, porque es una labor de crítica y autocrítica, lo cual requiere tomar distancia y tener la audacia de someterse a uno mismo a examen. Uno de los males endémicos de la cultura líquida postmoderna es el individualismo. Cuando uno reflexiona éticamente, somete a crítica esta tendencia colectiva, tanto por las consecuencias que genera como por la frustración de suscitar este modelo de existencia.

Usted habla acerca de una revolución del corazón, abogando en ella por que el fin no justifica los medios, por lo que los episodios de violencia, insultos y agravios están lejos de la manera adecuada de realizar cambios: “Esta manera de proceder es bárbara y primitiva, situada en un momento histórico anterior a la Ilustración”. ¿No caemos en una visión demasiado idílica de la Ilustración? ¿Acaso no fueron sus valores los que pusieron en marcha revoluciones, como la francesa, para las que la violencia no fue en absoluto ajena? Por otra parte, ¿hubiera sido posible un cambio así de un modo pacífico?
La violencia engendra violencia. La vía para alcanzar la paz no puede ser la violencia. Existe una violencia estructural que activa una violencia desesperada, pero esa primera violencia es fruto de la injusticia y de la desigualdad. Solo es posible la paz si hay justicia. Mientras en el mundo global las condiciones de vida de millones de seres humanos sean indignas, no puede haber paz. La desigualdad engendra el odio, el resentimiento, el rencor y, finalmente, estalla en violencia. Vivimos en un mundo global y, por tanto, todo es interdependiente. La injusticia que sufre una gran parte de la humanidad nos afecta y nos afectará a pesar de preservarnos dentro de una pequeña burbuja residencial con servicio de vigilancia permanente. Los flujos migratorios son imparables. Frente a ello, es esencial tomar consciencia de la situación, ponerse en la piel del otro y luchar vehementemente contra la globalización de la indiferencia.

¿Una igualdad impuesta tendría menos violencia? En la historia vemos sistemas basados en la igualdad que no han sido ni justos ni pacíficos…
La equidad básica es decisiva para lograr la paz. Mientras existan diferencias tan abismales como existen en el presente, es imposible imaginar un mundo pacífico, porque estas enormes diferencias generan rencor, resentimiento y rabia que no pueden ser contenidas de manera indefinida.

"La revolució ètica", de Francesc Torralba, publicado por Ara Llibres en catalán.
“La revolució ètica”, de Francesc Torralba, publicado por Ara Llibres en catalán.

Esto nos lleva a la siguiente pregunta, relacionada con lo que usted desarrolla en la Revolución ética: la revolución comienza por contar con el otro, verlo como un fin en sí mismo, no como un cliente, un enemigo, un instrumento. Este ideal altruista (vivir de cara a terceros, cuidar a los demás para que estos cuiden de ti, etc.) ha sido permanente a lo largo de la historia, especialmente en la cultura occidental. Si no ha funcionado, ¿es posible que se trate de un pensamiento erróneo? ¿Puede que la realidad sea que el ser humano es naturalmente egoísta y la negación de esa realidad sea el problema? ¿Deberían las revoluciones enfocarse en la responsabilidad propia –que cada uno cuide de sí mismo, en lugar de exigir que los demás cuiden de él– antes de plantearse vivir para el otro?
En el ser humano coexisten dos pulsiones: la pulsión de vida (eros) y la pulsión destructiva (thanatos), o dicho de otro modo, el impulso empático y social y, a la vez, el impulso ególatra e individualista. La evolución es el fruto de la lucha por la supervivencia, pero también de la cooperación en el seno de la especie. Soy cuidado, luego existo. Si no hubiera sido cuidado durante mi gestación y después de ella, no existiría. El cuidar es constitutivo y fundamental para el porvenir de la especia humana, porque no somos seres autosuficientes, sino animales frágiles, vulnerables, dependientes y heterónomos.

“Soy cuidado, luego existo”

En "Inteligencia espiritual", editado por Plataforma, Torralba explica que todos los seres humanos tenemos necesidades de orden espiritual: la felicidad, el bienestar, la cultural... y debemos satisfacerlas.
En “Inteligencia espiritual”, editado por Plataforma, Torralba explica que todos los seres humanos tenemos necesidades de orden espiritual: la felicidad, el bienestar, la cultural… y debemos satisfacerlas.

Vivimos bajo el dogma de que es una obligación moral ayudar al prójimo. Ahora bien, cuando entra en juego la obligatoriedad, cuando el acto de caridad no es voluntario, ¿no pierde este su esencia?
En efecto, el amor es libre o no es amor, pero el amor que emerge de las profundidades del ser humano trasciende la mera inclinación sensual, el deseo efímero, la atracción física, y es percibido como una llamada interior que exige entregarse al otro, darlo todo a fondo perdido, actuar sin calcular, o dicho de otro modo, impele a darlo todo sin pensar en lo que se recibe. Este amor gratuito y sin cálculo, que no espera reciprocidad alguna, es el amor en estado puro.

Revolución, como tal, es un cambio brusco en la estructura sociopolítica de una nación, por tanto, extremo y radical. ¿Cómo casa esta idea con la virtud de la moderación? ¿Dónde queda el justo medio aristotélico en el concepto de revolución?
La moderación no puede ser un pretexto para justificar la atroz injusticia estructural que corroe el mundo. No puede ser una tapadera para ocultar la devastadora corrupción que está destruyendo la legitimidad de las instituciones públicas, ni una palabra para justificar el silencio, la indiferencia, o simplemente la cultura de la pereza.

Usted hace hincapié en algunas de sus obras acerca de la necesidad de soñar, de lograr un ideal. Frente a él, contrapone el pragmatismo, aunque reconoce la necesidad de este para el desarrollo humano. ¿Del mismo modo que pecamos en ocasiones de un exceso de pragmatismo, hemos pecado de un exceso de idealismo al desvincularnos de la realidad empírica?
Dice Ernst Bloch que toda realidad viene precedida por un sueño. Se trata de soñar despiertos, pero de soñar, es decir, de imaginar mundos futuros más bellos, más armónicos, más justos, más participativos, más verdaderos, más equilibrados, pues sólo si tenemos capacidad de visión, es posible activar el músculo social para hacer realidad tal horizonte.

"La vida secreta de la oración", de Francesc Torralba, publicado por Lectio Ediciones. "La oración sin transformación interior y exterior es pura palabrería", asegura el autor.
“La vida secreta de la oración”,
de Francesc Torralba, 

En la actualidad, época de grandes logros científicos y avance imparable de la ciencia, la idea de espiritualidad parece que va contando cada vez con menos adeptos a pesar de que muchos de sus valores son los que identificamos como ideales morales. ¿Cómo nos afecta esta negación del “misterio”? Siendo la misma considerada por muchos filósofos como una idea fundamental para enfrentar la existencia (como consuelo, como esperanza, como aceptación del destino), ¿cuál es el coste de negar la fe? ¿Es posible que la crisis de valores que vivimos hoy esté relacionada con la caída de la influencia de la religión y la fe en el mundo actual?
La razón es un instrumento poderoso, pero frágil a la misma vez. No es omnipotente, ni puede conocer la totalidad de la realidad. Algo escapa a nuestra comprensión. Immanuel Kant vislumbró sus fronteras y, después de él, Kierkegaard. La razón humana no tiene capacidad para contener la complejidad de lo real. El verdadero científico es consciente de sus límites, como lo es también el verdadero filósofo cuando tiene la audacia de discurrir sobre el misterio del ser.

¿Estamos condenados a la fe (no necesariamente religiosa) entonces?
La fe es el antídoto a la desesperación, pero la fe se expresa de múltiples modos y tiene distintos grados de intensidad. Creer en uno mismo es un modo de fe, como también lo es creer en el poder la comunidad humana para transformar la historia. La fe es la fuerza motriz que activa al ser humano a conquistar sus horizontes. Sin fe, sin esperanza, sin confianza en el propio potencial humano es imposible trazar un camino de liberación.

Fuente: https://blogs.herdereditorial.com/filco/francesc-torralba-hay-que-luchar-contra-la-globalizacion-de-la-indiferencia/

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Pensar críticamente: la capacidad creadora arraigada en la Filosofía

Por: Sebastián Fernández

Señor Director: 

En el marco de la discusión por la permanencia de la filosofía en la malla escolar de tercero y cuarto medio, nos hemos encontrado en estos días con una columna interesante llamada “Filosofía en la escuela: argumentos y sofismas” publicada en El Mostrador. Según la apuesta de su autor, existiría una limitante, e incluso una imposibilidad, en defender a la filosofía como una disciplina que promueve el pensamiento crítico, puesto que esta afirmación dejaría estéril una bandera esencial para la defensa de la misma. Esta bandera se izaría bajo el argumento de que en otras disciplinas, la filosofía juega un rol fundamental, porque en la historia del pensamiento, existieron problemas ideológicos a los cuales la sociedad ya se ha enfrentado y estos problemas son recolectados por la filosofía para presentarlos al mundo y evitar que en cualquier campo, éstos vuelvan a ser las piedras en el camino con las que el pensante se tropiece. En relación a esta tesis, no puedo sino estar de acuerdo y a la vez en contra, en tanto reconozco que si bien esta defensa se afirma en un argumento de peso, esto no provocaría que hablar de pensamiento crítico signifique pisarse la capa o contradecirse en nuestros intentos de defender la asignatura. Afirmar la filosofía como una disciplina que promueve el pensamiento crítico, trae consigo como una de sus consecuencias, precisamente evitar que volvamos a encontrarnos con problemas que ya han sido resueltos o sorteados por nuestros antepasados. Pensar críticamente significa poner en tensión lo ya establecido y entonces, tiene por consecuencia, indagar en la raíz de los problemas que ponen en tela de juicio aquello que ha sido asumido como tal. En términos generales, repensar la sociedad, nos obliga a comprender la raíz del pensamiento y de cada una de las disciplinas que emanan de él. Entonces, como recientemente afirmé, estoy absolutamente de acuerdo con el autor en que la filosofía es indispensable para evitar que volvamos a caer en los vicios ideológicos con los que la sociedad ya ha tropezado, pero, esto no es fundamento para erradicar la idea de que la filosofía promueve el pensamiento crítico, sino, por el contrario, es afirmar que sin este pensamiento crítico, no existe comprensión de los problemas ya superados.

Probablemente detrás de esta afirmación que contiene en su léxico el término “crítico”, exista un estigma o un rechazo social, en tanto, se podría entender que la filosofía es nido de sublevaciones, levantamientos o conflictos. Sin embargo, esta disciplina se afirma en una riqueza superior a estas ideas apresuradas. Ya lo recordara Martin Heidegger en su obra “Que significa pensar”(1952), quien nos advierte que el pensamiento trasciende a la lógica, y por tanto, nos lleva a aquellos caminos que no están establecidos. Incluso, y encontrando un nuevo desacuerdo con el autor de la columna, la filosofía no responde solo a esta racionalidad que heredamos de Sócrates, en su defensa de la virtud como arte del pensar, sino también a los cuestionamientos presentes en las poesías de Hölderlin o posteriormente en las obras de Nietzsche. Lo que nos lleva a hablar de un brazo irracional, pero muy profundo acerca de los estudios de la pasión, la verdad y el poder.

Entonces, y con la intención de evitar que se mal interprete mi postura como una crítica vaga a otro columnista, retomo su propia idea inicial y defiendo acérrimamente la disciplina en cuestión. La filosofía es crear, es comprender, es convivir y también es crecer. Es aquello que Kant caracterizaría como “La Ilustración” en aquellos tiempos joviales en los que el arte, la música, la arquitectura y otras especialidades sorprendían al mundo. Que a nuestros estudiantes se les prive del único espacio que no solo se arraiga en la “lógica”, sino también en la libertad del pensar, es acabar ignorantemente con el alma que nos define como seres dentro de la tierra. No es un secreto para nadie que el mundo en la actualidad gira en torno al “hacer”, a la utilidad, pero no hay “hacer” sin un “pensar” y nuestra educación debería no solo incluir a la filosofía como ramo, sino también, sustentarse de ella como columna estructural de todo lo que dura el proceso escolar. La vida se juega en la cancha del sentido común y la filosofía se ha encargado históricamente de construir este sentido, de establecer ideas y a la vez de criticarlas, cuestionarlas y si es necesario, demandar cambios en bien del progreso común.

¿Por qué nos educamos? ¿Para qué trabajamos? ¿Por qué nos constituimos a través de un Estado? ¿Qué es la familia? Son preguntas que el día de hoy generan consensos gracias a la crítica filosófica predecedera. Entonces, la filosofía es la encargada de cambiar al mundo y es de una irresponsabilidad sin límites, extirparla de nuestras aulas. Todo lo contrario, el llamado debería ser a conservarla y velar porque se mantenga vigente y activa. No casualmente en los anales de los años 80, el auditorio del Collège de France, se repletaba esperando las cátedras del profesor Foucault, tampoco es casualidad que el Contrato Social de Rousseau siga dando vida y justificación a la presencia del Estado como consenso social. Y así, tantos otros ejemplos que son fuente de maduración para nuestra sociedad. Eliminar las pocas horas de filosofía de nuestros liceos, es subestimar la capacidad de nuestros propios niños y jóvenes y considerarlos como mero animal laborans atentos a las instrucciones para echar a andar su obediencia robótica.

Fuente: http://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2018/03/09/pensar-criticamente-la-capacidad-creadora-arraigada-en-la-filosofia/

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