Construir la PAZ que anhelamos se logra a través del fin de las injusticias sociales, las inequidades en el acceso al conocimiento y en el desarrollo tecnológico, en contar con las capacidades para lograr verdaderas transformaciones en sintonía con nuestro medio ambiente, con un desarrollo sustentable y con la posibilidad de desarrollar todas nuestras habilidades.
En nuestro país, es el campo, el territorio que más ha sufrido la violencia de manera directa, y el que mayores inequidades e injusticia social ha vivido. Si ponemos la lupa en indicadores sociales y educativos, sin duda es el lugar con mayores atrasos. Los desarrollos urbanos deprimidos que llamamos urbano marginal, son también zonas habitadas, primordialmente, por las poblaciones desplazadas del campo, entonces podríamos decir, que es el mismo campo ampliado.
Algunas cifras nos pueden ayudar a dimensionar lo dicho. El campo cobija el 85% del territorio nacional y se calcula que habitan 14.4 millones de colombianos (30% de la población total)” (Asocajas, 2016, pág. 22), la cual está compuesta por los campesinos que son pequeños productores, indígenas, afrocolombianos y campesinos sin tierra. Para el 2013, se estima que la pobreza afectó el 42.8% de la población rural y el 26.9% de los habitantes urbanos (Asocajas, 2016, pág. 33).
En 2014, el índice de analfabetismo de la población rural mayor de 15 años ascendía al 12,4%, cifra que corresponde a más del doble de la observada en las zonas urbanas (5,2%) (Ministerio de Educación Nacional, 2015, pág. 4). El 20% de la población rural entre 5 y 16 años reporta no estudiar, lo mismo que el 76% de quienes tienen entre 17 y 24 años (Ministerio de Educación Nacional, 2015, pág. 4). La escolaridad promedio de los mayores de 35 años, es de 4 años en zona rural, mientras que en zona urbana, es de 8 años. Y así podríamos continuar.
Posiblemente si midiéramos algunas capacidades como la de ser resiliente, solidario o empático, en el campo estarían mejor, pues son estas las que seguramente han desarrollado para sobrevivir en condiciones tan hostiles.
En la superación de esta situación la educación juega un rol estratégico y preponderante. Así pues, la prioridad de la agenda educativa es la construcción de una educación de excelencia para la PAZ para todos, con el foco en el campo y para garantizar la oportunidad de desarrollar sus capacidades para transformar dicha realidad. Para lograrlo, debemos saber que el campo colombiano se caracteriza por su amplia diversidad geográfica, cultural, social y económica, que implica la importancia de abordarla desde un enfoque territorial.
La ausencia institucional para una educación en el campo, conlleva a la soledad del docente, de directivos, de las instituciones y de su comunidad educativa. Una política educativa con enfoque territorial debe permitir que desde la base se promueva el desarrollo de prácticas pedagógicas particulares que respondan a su diversidad y heterogeneidad. Una política educativa, no que consulte la base, sino que sea construida con y desde la base. Una educación que tenga en cuenta la dimensión de inclusión productiva, entendida como el acceso y uso de bienes públicos como tierras, riego, infraestructura vial, crédito, comercialización, asistencia técnica, ciencia y tecnología y recursos humanos especializados (Ministerio de Educación Nacional, 2015, pág. 9).
Una política para la formación de los docentes que promueva, desde las escuelas de formación inicial a construir, un proceso de enseñanza y de aprendizaje vinculado con la realidad (Mogollón & Solano, 2011, pág. 119). Una política de asignación de docentes al campo que facilite la construcción de su compromiso a largo plazo con el territorio. Una política de educación de excelencia para la PAZ en el campo que facilite la construcción de una institucionalidad con maestros y rectores en capacidad y condiciones de promover ambientes escolares en el que sus estudiantes, de manera sistemática, sean activos constructores de su propio conocimiento, descubriendo sus habilidades, desarrollando actitudes para la democracia y la participación, consolidando sus valores para convivir en PAZ y desplegando todas las competencias del siglo XXI.
La construcción de estos derroteros es asunto de todos. Por esta razón, el 2016 fue escenario de varios espacios generados para compartir experiencias de maestros y rectores colombianos en este sentido, entre los cuales resalto:
a) El foro ‘Construcción de PAZ: retos de la educación’, realizado en el 2017 del 22 al 24 de septiembre, iniciativa de la Fundación Compartir y Espiral Asociados, ejemplo de un trabajo en alianza público privada, al integrarse la Secretaría de Educación del Distrito, el Centro Nacional de Memoria Histórica y el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación del Distrito Capital.
b) El Foro Distrital ‘Ambientes de aprendizaje para el reencuentro, la reconciliación y la paz’ realizado el 5 y 6 de octubre por la Secretaría de Educación del Distrito Capital.
c) El ‘III Congreso Internacional de Escuelas Nuevas. Presente y futuro de las escuelas nuevas: Construyendo redes y transformando la educación’ organizado por la Fundación Escuela Nueva, durante los días 10 y 11 de noviembre de 2016.
d) El ‘IV Congreso Nacional de Educación Rural: Por la construcción de una Política Pública” organizado por COREDUCAR[1] del 21 al 23 de noviembre y, con el patrocinio de EDUCAPAZ, las Universidades Pedagógica, Javeriana y Católica de Oriente, el Ministerio de Educación Nacional, Programa por la PAZ del CINEP, la Conferencia Episcopal y Fundación Compartir.
e) La Mesa de trabajo de política pública sobre educación y postconflicto, liderada por Educapaz y la Agencia de Cooperación Canadiense, desde donde muchas organizaciones venimos generando aportes al diálogo con el Ministerio de Educación Nacional para la construcción de una política educativa pública para el campo.
En estos espacios hemos ratificado que las voces de los territorios colombianos, desde su práctica, nos enseñan cómo hace muchos años trabajan para construir la PAZ, en medio de la guerra, y que lo que requieren es condiciones y oportunidades para continuar mejorando y construyendo a partir de sus propias capacidades. Hemos aprendido también que la memoria es una aliada para la PAZ porque el olvido nos ha conducido a la repetición y porque la memoria no es un relato hegemónico sino un ejercicio crítico, una acumulación de memorias diversas en diálogo y en tensión,[2] que desde la escuela debemos conocer y construir.
Algunas voces internacionales han estado presentes para ayudar a reconocernos, a ver oportunidades a partir de lo que ya tenemos en el territorio, a abrir la mente y el espíritu a la esperanza de que se puede y debemos vivir mejor.
Sin duda, la institución educativa es el lugar por excelencia de construcción del conocimiento. Y es cuando se da el trabajo colaborativo entre docentes y estudiantes y entre los mismos estudiantes, cuando es posible construir nuevo conocimiento, y educar para la democracia. ¿Cómo podría educarse para la PAZ en una democracia sino es viviendo los valores de ésta desde la misma escuela, desde cada aula? Y acá surgen los valores que tendrían que ser los principios que orienten la educación de excelencia para el campo: trabajo colaborativo y cooperativo, que promueve una educación personalizada, y la creación de vínculos fuertes entre escuela y comunidad, principios de la escuela activa, una propuesta de enfoque pedagógico creado en Colombia en la década de los 70.
Es así como este conjunto de voces, en un proceso de creación de conocimiento que no es lineal, sino cíclico e interactivo, pone a compartir conocimientos que se transforman en nosotros, y pasan a ser nuevas capacidades como la observación y el análisis, haciendo eco de manera explícita en acciones y elementos de la política.
Iniciamos el 2017 con pie derecho, con la Cumbre Mundial de Premios Nobel de PAZ a realizarse entre el 2 y el 4 de febrero en Bogotá, el evento anual más importante a nivel mundial en el campo de construcción de la PAZ. Es la oportunidad para continuar esta conversación alrededor de la construcción de PAZ, la reconciliación y su relación con el desarrollo, promoviendo los valores de amor, perdón, tolerancia y diálogo.
¡¡Bienvenidos a continuar este diálogo!!
Bibliografía
Asocajas. (2016). El compromiso de las cajas de compensación familiar. Bogotá: Asocajas.
Ministerio de Educación Nacional. (2015). Colombia Territorio Rural: apuesta por una poliitca educativa para el campo. Bogotá.
Mogollón, O., & Solano, M. (2011). Escuelas Activas: Apuestas para mejorar la calidad de laeducación. . Washington: FHI360.
Parra Triana, A. (2016). http://fundacionexe.org.co/?p=8638.
Spibaletta, R. (Agosto de 2015). ¿De quién es la tierra en Colombia? El Espectador.
[1] Corporación Nacional para la Educación Rural, organización fundada en el año 1999 que agrupa a varias entidades que desarrollan programas de educación rural en los departamentos de Antioquia, Bolívar, Boyacá, Casanare, Cauca, Cundinamarca, Risaralda, Norte de Santander, Santander, Tolima y Valle del Cauca.
[2] Apartes del decálogo del Centro Nacional de Memoria Histórica.
Fuente artículo: https://compartirpalabramaestra.org/blog/educacion-de-excelencia-para-la-paz-en-el-campo