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Si las mujeres no nos unimos, perderemos la lucha por la igualdad

Pablo Gentili

Entrevista a Carmen Beramendi, ex secretaria nacional de políticas para las mujeres de Uruguay.

Entrevista a Carmen Beramendi, una de las más destacadas feministas uruguayas. Ha sido presa política durante la dictadura militar y, luego del regreso a la democracia, se transformó en la primera mujer diputada de su país. Fue secretaria nacional de política para las mujeres del primer gobierno de Tabaré Vázquez. Actualmente, es directora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO, en Uruguay.

Beramendi analiza la persistencia de las desigualdades de género en uno de los países con mejores niveles de justicia social en Latinoamérica. Realiza así un recorrido por algunos de los complejos vaivenes que ha transitado la lucha por la igualdad en la administración del Frente Amplio, una coalición de partidos y organizaciones de izquierda que gobierna el país desde 2005.

¿Quién es Carmen Beramendi?

Me defino como una luchadora, que desde muy pequeña ha trabajado desde varias trincheras por la igualdad y la justicia social. Vengo de una familia de clase media. Mi padre era una persona muy honrada y mi madre era una mujer cristiana, de ese cristianismo que hoy casi se ve en desuso, solidaria y generosa. Mi padre era médico veterinario. Mi madre había estudiado el profesorado de inglés, pero mi padre no la dejó terminar la carrera porque creía que ella debía dedicarse a las cuestiones domésticas. Soy hija, como muchas mujeres, de una madre con muchos deseos silenciados. Eso marcó mucho mi vida tempranamente.

Me siento una mujer rebelde en términos existenciales. Rebelde contra la hipocresía y el doble discurso. Esto encontró expresión en mi participación política. Primero, como militante estudiantil en la facultad de medicina de la Universidad de la República. Fue allí que viví las primeras experiencias como activista, pero también las primeras formas de discriminación. Experiencias que al principio naturalizaba y no interpretaba como mecanismos de discriminación de género, pero que con el tiempo fui comprendiendo, oponiéndome vigorosa y vitalmente contra ellas.

Entré a la facultad de medicina con 17 años y ya en el primer año me transformé en dirigente de uno de los grupos estudiantiles más radicalizados. Era 1968, un año explosivo en el mundo. También en Uruguay.

Pronto comencé a militar en el Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros. Pensaba que ese era el camino que acortaba la conquista del poder y la revolución. Como tantos otros, fui presa. Estuve siete años en la cárcel. Mi compañero estuvo trece. Yo estaba comenzando el 4º año de la facultad y acababa de ganar un concurso como docente de bioquímica. El 3 de octubre de 1972, unos meses antes del inicio de la dictadura, caí presa. Tenía 22 años recién cumplidos… y una hija de ocho meses.

Estuve los tres primeros años en la cárcel con mi hija, en un pabellón con 30 mujeres que también estaban acompañadas con sus niños y niñas. Creo que allí tuve el proceso de aprendizaje político más importante de mi vida. Un aprendizaje que me acompaña hasta hoy: nunca más por los demás; todo y siempre con los demás. Soy muy autocrítica con esa perspectiva vanguardista e iluminada de lo que debía ser la lucha de los pueblos. Con los demás todo, sin los demás, nada.

Salí de la cárcel convencida de que la alternativa en el Uruguay era el Frente Amplio y que lo que yo debía era trabajar para que la gente se organizara y luchara por sus derechos.

Traté de volver a la universidad, pero no me dejaron, entonces estudié psicomotricidad.

Me gradué pero tenía que trabajar para sustentarme. Vivía sola con mi hija y, aunque trabajaba en una gran corporación como empresa láctea Conaprole, no llegaba a pagar mis cuentas. Los fines de semana animaba cumpleaños infantiles. Teníamos una pequeña empresa que se llamaba Arco Iris: tocaba la guitarra, hacía títeres, cantaba.

Un día vi un llamado a concurso del Ministerio de Pesca. Me presenté. Éramos tres mujeres y 30 varones. Quedamos dos mujeres y, finalmente, lo gané yo. Te confieso que desde esa ocasión pienso que si en la política hubiera concursos, seríamos muchas más mujeres. Ingresé así a la industria de la pesca como jefa de control de calidad. Allí empecé a formarme como dirigente sindical, aunque sólo podíamos hacerlo de manera semiclandestina. Todavía estábamos en dictadura y se perseguía y amenazaba a los dirigentes gremiales. No fue fácil volverme dirigente sindical en un medio dominado por varones y en el marco de una dictadura. Fue duro, muy duro.

Ya en democracia, y como presidenta del sindicato de pesca, me tocó participar del Consejo de Salarios. Eran 38 grupos de todos los sectores y sólo dos representantes éramos mujeres.

Ingresé al Partido Comunista, que era parte del Frente Amplio. En 1989 fui candidata a diputada nacional y, siendo electa, ejercí el mandato entre 1990 y 1995. Fui la primera diputada de izquierda electa en el período democrático. El primer gobierno democrático después de la dictadura, entre 1985 y 1990, no hubo ninguna mujer en el Parlamento, ni de izquierda ni de derecha. Terminaba la dictadura, las mujeres habíamos luchado, como en toda América Latina, pero, en lo que parecía ser el país más igualitario de la región, ninguna mujer llegó al parlamento hasta 5 años después de instituida la democracia. Fue en ese momento que me volví feminista, casi sin darme cuenta.

Terminé el mandato de diputada y me dediqué a diversas tareas de asesoramiento programático en el Frente Amplio. Volví a la militancia social, ahora sí, fundamentalmente, en el movimiento de mujeres.

¿Cómo fue tu experiencia al frente de las políticas para las mujeres durante el primer gobierno de Tabaré Vázquez?

Antes del primer gobierno del Frente Amplio, en Uruguay, existía el Instituto de la Familia y la Mujer. Para nosotros, la propia denominación nos resultaba inconveniente. Obviamente, creíamos que la familia debería ser un tema tanto de hombres como de mujeres. ¿Por qué asociarlo sólo a las mujeres? Desde hacía algunos años, el movimiento de mujeres uruguayo, con un núcleo muy importante del movimiento feminista, había generado y colocado en la agenda pública la necesidad de que existieran herramientas legales e institucionales que fomentaran las políticas públicas en la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres. Nuestro programa de gobierno contemplaba una serie de reivindicaciones importantes en materia de género. Cuando el presidente Tabaré Vázquez me convoca, ingresé con aprobación unánime de todos los sectores del Frente Amplio. Para mí, esto fue muy importante porque yo provenía del campo sindical y no del movimiento feminista. De cierta forma, haber hecho estudios de posgrado sobre temas de género me brindó un nivel de validación importante con la sociedad civil y con diversos sectores de la izquierda, los cuales fueron determinantes para expresarle al presidente Tabaré que asumiría ese importante desafío sólo si hubiera condiciones para cumplir algunos objetivos fundamentales.

¿Cuáles fueron esas condiciones?

Construir colectiva y participativamente un proceso de ley, así como la promoción de un plan de igualdad que fuera asumido como compromiso de todo el gobierno. Tabaré se entusiasmó y asumió la propuesta, brindándole un fuerte respaldo del Gobierno a la implementación de un conjunto de políticas de género que tuvieron un carácter fundamente. Hicimos asambleas en todo el territorio nacional, y terminamos aprobando el plan general en una asamblea en Paso de los Toros, en el centro del Uruguay, con más de 3 mil mujeres. Una cifra que, en un pequeño país con 3 millones de habitantes, no deja de ser importante. Había mujeres representantes de todos los pueblitos, poblados y departamentos del país. Fue un proceso muy conmovedor. Tengo el privilegio de haber estado en esa histórica asamblea que marcó un hito en la lucha por la igualdad de género en el Uruguay. 3 mil mujeres de los más diversos sectores sociales, con la más diversa formación y de las más diversas actividades profesionales y adscripciones políticas, allí a orillas del Río Negro, el Río Hum como lo llamaban los primeros habitantes de nuestro territorio, le presentamos al Gabinete de Ministros el plan de igualdad construido por todas esas mujeres del país. Hoy me emociono de haber sido parte de este proceso fundante.

¿En qué año ocurrió esto?

Fue en el año 2006.

Yo había asumido en el 2005 y lo primero que hice fue cambiar el nombre al Instituto de la Familia y la Mujer. No sólo nos parecía problemática la exclusiva relación de la familia a “la mujer”, sino también el uso del singular para referirse a nosotras. Teníamos muy claro que cualquier instancia de políticas de género debía reconocer el carácter plural de las mujeres, abordando nuestras problemáticas y demandas comunes, pero también nuestras especificidades asociadas a la clase social, a la etnia y la raza, a la orientación sexual, a nuestra inserción territorial. Reconocer a las mujeres en plural significaba contribuir desde la política pública a la constitución de un sujeto colectivo y, al mismo tiempo, permita dar cuenta de las muy diversas formas de ser mujer en nuestro país.

Se trataba de construir un sujeto visible en la sociedad uruguaya; una sociedad cuya historia está atravesada por lo que hemos denominado el «espejismo de la igualdad”.

¿En qué consiste el “espejismo de la igualdad”?

Uruguay siempre se ha jactado de ser una sociedad hiperintegrada. Diferente a casi todo el resto de las naciones latinoamericanas. Esta creencia, que ha funcionado como una suerte de espejismo, también ha sido un gran valor que desde el gobierno hemos tratado de aprovechar. Sabiendo que no era del todo verdadera esta presunción, también sabíamos que había que apoyarse en ella para construirla como un hecho real. Esta percepción idílica del Uruguay como tierra de igualdad se construyó gracias al ideal de educación común de José Pedro Varela: aquellos que se sentaran juntos en los bancos de la escuela se sentirían iguales. Una perspectiva que se consolidó y amplió con el batllismo, construyendo un imaginario colectivo muy poderoso sobre la naturaleza igualitaria del Uruguay, un país en donde “todos éramos iguales”. Cuando asumimos el gobierno sabíamos que teníamos que deconstruir esta idea, jerarquizando al mismo tiempo el valor de la igualdad. Fue una cuestión muy compleja, porque en general te decían: “estos no son problemas que tenga el Uruguay”.

¿Te refieres a los problemas de género, por ejemplo?

Sí, a la identidad y a las desigualdades de género. Por ejemplo, nos decían: “ustedes vienen con eso que no existe en Uruguay”.

¿Pero cómo fue que pasaron de un Instituto de la Familia y la Mujer al Instituto Nacional de las Mujeres?

Hubo una decisión gubernamental fuerte. Se creó el Ministerio de Desarrollo Social que nuclearía al Instituto de la Juventud, al Instituto de la Infancia y la Adolescencia y al Instituto Nacional de las Mujeres. Hubo que crear toda una estructura nueva para que pudieran funcionar. Imagínate que la directora del Instituto de la Familia y la Mujer no tenía siquiera una remuneración que reconociera su cargo, sino que recibía, por ejercerlo, un caché de bailarina.

Todo un símbolo, especialmente, pensando que estábamos en el año 2005.

Sí, en efecto. A pesar de nuestra fama de igualitarios, es impresionante el rezago de Uruguay con relación a otros países latinoamericanos que, por ese entonces, ya iban por el segundo o tercer plan de igualdad. Se pensaba que nuestro país no tenía desigualdades de género.

Por eso, también, uno de los primeros desafíos que debimos enfrentar fue construir un sistema de información de género. No fue sencillo que se destinaran recursos específicos para que se construyera información que diera cuenta de esto. Hubo una gran disputa en el proceso de construcción de información que valide y ayude a promover políticas de igualdad de género. Tampoco había en el país servicios de atención especiales para situaciones de violencia de género. El Estado uruguayo está dividido en 19 departamentos, en un primer momento instalamos servicios de atención específica para casos de violencia de género en 13 de ellos. Además, en ese periodo se sancionaron varias leyes importantes en este campo, como la Ley de Igualdad de Derechos y Oportunidades entre Hombres y Mujeres, la Ley de Trabajo Doméstico y la Ley de Acoso Sexual en el Trabajo.

Fue un ambicioso y amplio trabajo legislativo para fundar una legislación igualitaria en lo que se suponía era el país más igualitario de América Latina.

También, creamos la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, con la cual enfrentamos una compleja y triste situación. Nuestro presidente vetó esta ley. El hecho fue, sin lugar a dudas, muy complicado para gran parte de las mujeres que militábamos en la izquierda uruguaya. Fue una derrota muy dura. Y ocurrió en nuestro propio gobierno. Creo que ella opaca algunas de las grandes conquistas que tuvimos durante esos años, como las leyes que te mencioné.

¿Cómo vivió esta situación el movimiento de mujeres uruguayas?

Horrible. Fue espantoso para todas y, naturalmente, para mí que estaba al frente del Instituto Nacional de las Mujeres y que habíamos promovido la ley.

Nosotros habíamos instituido que los 8 de marzo, todos los ministerios tenían que rendir cuenta de sus políticas en materia de igualdad de género. Cada año se instalaba una meta y, al año siguiente, los ministros debían rendir cuentas si la habían logrado o no.

El primer 8 de marzo después del veto de la ley, yo estaba totalmente decidida a expresar mi dolor, mi frustración y mi rechazo a este veto presidencial. Hablé con la ministra de desarrollo social, Marina Arismendi, y le dije que en el acto del Día Internacional de las Mujeres iba a manifestar mi rechazo al veto. Ella me respaldó y me dijo que estaba en todo mi derecho de hacerlo. Así fue que expresé que las mujeres uruguayas no se merecían ese veto, expuse el profundo dolor que nos generaban las muertes por los abortos clandestinos; por las pésimas condiciones de sanitarias; por el riesgo que miles de mujeres sufrían, sin protección ni cuidado; por las asimetrías entre las mujeres ricas y las mujeres pobre. Dije todo lo que pensaba, sabiendo que sería mi última intervención en el gobierno de Tabaré Vázquez. Estaba, sin embargo, tranquila y sabía que todo lo que había dicho era lo que mis convicciones y mi conciencia exigían.

Quizás en otros países esto parezca poco habitual, pero, aunque expuse abiertamente mi oposición al veto, nadie pidió mi renuncia y seguí trabajando activamente en la defensa de la igualdad de género desde el gobierno.

¿La ley de despenalización del aborto se aprueba finalmente durante el gobierno de José Pepe Mujica?

Sí, como iniciativa del Parlamento. Durante el gobierno de José Mujica el congreso nacional tuvo un papel determinante en la promoción de la igualdad de género: la Ley de Matrimonio Igualitario, la Ley de Salud Sexual y Reproductiva, entre otras. En ese período la bancada bicameral femenina cumplió un rol muy interesante, con mujeres de todos los partidos que trabajaron juntas, aunque, en verdad, eran muy poquitas. En Uruguay, la representación política de las mujeres es casi insignificante. En materia de representación política de las mujeres estamos en niveles más bajos aún que algunos países árabes.

Cuando ocurrió el veto a la ley de despenalización del aborto, la movilización fue muy fuerte. Durante el gobierno de Mujica, se hizo un plebiscito contra la legislación del aborto, promovido por varios ex presidentes. Se buscaba acabar con el proyecto de ley, pero sólo votó por la derogación el 8,92% de la ciudadanía. Es decir que nadie respaldó la derogación de la ley. Cuanto más avanzaba el debate, más apoyos ganábamos. La gente empezaba a entender que no se trataba de estar a favor del aborto, se trataba de estar a favor del derecho a decidir.

¿Por qué la participación política de las mujeres en Uruguay es tan baja?

Cuando yo entré al parlamento, en 1990, era la única diputada por el Frente Amplio. Fuimos elegidos 20 diputados de la izquierda. Yo era la única mujer.

Durante el primer gobierno de Julio María Sanguinetti (1985-1990), no hubo ninguna mujer en el Parlamento. Eso fue muy escandaloso y en el gobierno de Luis Alberto Lacalle, fueron elegidos 120 legisladores, 6 de ellas, mujeres.

Esto sólo comenzó a cambiar cuando fue aprobada la Ley de Cuotas.

Mira lo patético que es el Uruguay que, en general, tanto en la izquierda como en la derecha, todavía es muy difícil reconocer la necesidad de las cuotas y de las acciones afirmativas. Está presente ese discurso de que cada uno se lo tiene que ganar por su propio mérito. Muchas mujeres dicen: “no quiero entrar por la cuota sino que quiero entrar por lo que yo valgo”.

¿Cuándo se aprobó la Ley de Cuotas?

Se aprobó en el gobierno del presidente Pepe Mujica, por un 20% de representación y, fíjate tu: por un único período de aplicación. Se supone que primero debíamos ver qué ha pasado con la ley, evaluar si funcionó y, si lo hizo, hacer una nueva ley. Ahora presentaremos una Ley de Paridad, para establecer la igualdad en los niveles de representación. Hasta el momento no hemos tenido mucha suerte. Si con las cuotas no nos ha ido bien, no tengo muchas esperanzas que nos vaya mejor con el establecimiento de la paridad.

¿La cuota aumentó la representación de las mujeres?

Sí, aumentó. Hay un mayor porcentaje de mujeres ahora. En el Senado, nunca habíamos tenido la representación de mujeres que existe ahora. La cuota permitió un avance significativo. Igualmente, hay mecanismos que habilitan que, por ejemplo, una mujer que había entrado a la Cámara de Diputados sea llamada para un cargo en el Ejecutivo y, en su lugar, entre un hombre. Hay una cantidad de trampas en el propio mecanismo de la cuota, que hacen que no se garantice que si se va una mujer entre otra mujer. Esto, en algunos países con mecanismos paritarios, como Bolivia y Ecuador, es distinto.

Tu mencionas el mito o el espejismo de la igualdad que se ha construido en Uruguay, algo que también se asocia a un dato que quizás a muchos quizás les sorprenda: Uruguay es uno de los países que tiene más altas tasa de violencia de género en Latinoamérica.

El indicador más importante y terrible que tenemos es el de las muertes: el porcentaje de femincidios en mi país es seis veces superior al de España. El argumento que suele esgrimirse como justificativa es que el Uruguay tiene un buen registro de homicidios, algo que otros países latinoamericanos no disponen de manera confiable. Esto explica una parte del problema, pero no todo. Cuando el Observatorio de Género de la CEPAL utiliza el indicador de las muertes de mujeres, lo hace, en toda América Latina, utilizando los datos oficiales. Según estos datos, Uruguay tiene una cifra pavorosa de muerte de mujeres en mano de los hombres. Un hecho grave porque lo que sí dispone Uruguay es un sistema de prevención que funciona, evitando que este número de femicidios sea aún mayor.

Así mismo, la intervención del Estado en este campo todavía está muy lejos de ser satisfactoria. Por ejemplo, la legislación prevé que tú apliques una medida cautelar cuando una mujer va al juzgado. Por medio de ésta, el hombre que ha hecho uso de la violencia no puede acercarse a su víctima. El problema es que luego no tienes ningún mecanismo estatal que te garantice o que proteja a la víctima. Y el principio de no acercamiento pocas veces se cumple. Los hechos de violencia contra las mujeres vuelven a repetirse cuando hay impunidad o falta de eficacia en el control público.

Las mujeres deberemos enfrentar fuertes y complejas batallas. Hemos alcanzado grandes conquistas colectivas, pero aún tenemos grandes desafíos por delante. El patriarcado constituye una de las estructuras de poder más eficaces en nuestras sociedades. Nuestras luchas lo debilitan, pero el patriarcado sobrevive y renace. O nos unimos o será cada vez más difícil. Si las mujeres no nos unimos, perderemos la lucha por la igualdad.

Fuente de la Entrevista:

http://elpais.com/elpais/2017/03/06/contrapuntos/1488767117_213146.html

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Estas mujeres no podrán celebrar su día el 8 de marzo

Esta es una historia que no debería tener que escribirse – la de cientos de millones de dadoras de vida cuya producción y productividad han sido sistemáticamente cuantificadas en pormenorizadas estadísticas, pero cuya abnegación, sufrimiento humano y denegación de derechos solo son objeto de palabras. 

Es la historia de las mujeres que ven a sus hijos e hijas morir mientras huyen de las guerras, o que son secuestradas para vender sus órganos, o que fueron reclutadas como niñas combatientes.

De mantenerse la tendencia actual, las mujeres tardarán 170 años en conseguir la misma remuneración que los hombres.

Es la historia de esas mujeres que caen presas de traficantes que las venden como esclavas sexuales. La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito informa que las mujeres y las niñas constituyen 71 por ciento de las víctimas de trata de personas.

Y es la historia de esas mujeres y niñas que se convierten en víctimas de violencia abominable perpetrada por sus familiares varones. De aquellas cuyos empleadores violan continuamente sus derechos como trabajadoras, y que incluso son asesinadas por sus parejas. En algunos países, siete de cada 10 mujeres serán golpeadas, violadas, abusadas o mutiladas durante su existencia, según denunció ONU Mujeres.

También es la historia de millones de jóvenes que se ven obligadas a contraer matrimonio y quedar embarazadas de forma precoz, y de aquellas sometidas a mutilación genital femenina (MGF).

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) reconoce esta práctica como una violación de los derechos humanos, tortura y una forma extrema de violencia. La MGF le niega a las mujeres y las niñas su dignidad y causa dolor y sufrimiento innecesarios, con consecuencias que perduran para toda la vida e incluso pueden ser fatales, recuerda el secretario general del foro mundial, Antonio Guterres.

África y la región árabe se encuentran entre los lugares donde se practica la MGF. La Unión Africana considera que es una práctica sumamente dolorosa que viola los derechos humanos básicos.

Su impacto sobre las niñas y las mujeres es multifacético y afecta a diversos aspectos de sus vidas, incluido su bienestar físico, psicológico y social, y las cicatrices persisten durante el resto de sus vidas.

Es la historia de millones de niñas sin acceso a la educación, y cuando pueden acceder, la mayoría abandona por la falta de servicios sanitarios. Un estudio realizado por la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos entre 2009 y 2014 confirmó miles de ataques contra escuelas en 70 países al menos, muchos de los cuales recibieron represalias por defender la educación de las niñas.

Estas mujeres no podrán celebrar su día el 8 de marzo

La ONU apuesta a un mundo en el que todas las mujeres y niñas tengan igualdad de oportunidades y derechos para 2030. Crédito: ONU Mujeres.

Es la historia de casi dos tercios de los habitantes del mundo, que sufren una insuficiencia en el acceso a los servicios de salud reproductiva y de maternidad.

El Fondo de Población de las Naciones Unidas hace hincapié en que el acceso universal a la salud reproductiva afecta a muchos aspectos de la vida. Tiene que ver con las relaciones más íntimas de las personas, incluida la negociación y la toma de decisiones dentro de esas relaciones, y con la interacción con los proveedores de salud con respecto a las opciones anticonceptivas.

También es la historia de muchachas muy jóvenes que son secuestradas por grupos terroristas para saciar brutalmente sus apetitos sexuales, como ha sido el caso de Boko Haram en Nigeria.

Y es la historia de las mujeres indígenas que cuidan de lo que queda de sus tierras, que custodian 80 por ciento de la biodiversidad del planeta , pero cuyos derechos y conocimientos ancestrales son ignorados e incluso desdeñados.

Es la historia de las mujeres agricultoras que producen hasta 80 por ciento de los alimentos, pero no tienen derecho a poseer sus tierras, insumos agrícolas, recursos ni pequeños créditos.

Y de esos millones de trabajadoras domésticas cuyos derechos recién empezaron a reconocerse, aunque no se apliquen lo suficiente.

Y es la historia de una creciente desigualdad. La organización no gubernamental Oxfam calcula que, de mantenerse la tendencia actual, las mujeres tardarán 170 años en conseguir la misma remuneración que los hombres, por no hablar de que la mitad de la riqueza del planeta se encuentra en los bolsillos de apenas ocho personas, todos ellos hombres.

El Día Internacional de la Mujer se conmemora el 8 de marzo con el lema “Las mujeres en un mundo laboral en transformación: hacia un planeta 50-50 en 2030.”

La ONU asegura que será “un momento para reflexionar sobre los progresos realizados, considerar cómo acelerar la Agenda 2030, impulsar la aplicación efectiva de los objetivos de la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y niñas”.

El organismo mundial fijó varios objetivos clave de la Agenda 2030:

  • Para el año 2030, asegurar que todas las niñas y niños completen una educación primaria y secundaria gratuita, equitativa y de calidad.
  • Para 2030, asegurar que todas las niñas y niños tengan acceso a una atención, cuidado y educación preescolares de calidad para prepararlos para la educación primaria.
  • Poner fin a todas las formas de discriminación contra todas las mujeres y niñas de todo el mundo.
  • Eliminar todas las formas de violencia contra todas las mujeres y niñas en las esferas pública y privada, incluida la trata y la explotación sexual y de otros tipos.
  • Eliminar todas las prácticas nocivas, como el matrimonio infantil, el matrimonio prematuro y forzado y la mutilación genital femenina.

La ONU también señala que el mundo laboral está en transformación, con importantes consecuencias para las mujeres.

“Tenemos la globalización, la revolución tecnológica y digital y las oportunidades que estas traen, y por otro lado, la creciente informalidad del trabajo, medios de subsistencia e ingresos inestables, nuevas políticas fiscales y comerciales e impactos ambientales, todo lo cual debe abordarse en el contexto del empoderamiento económico de las mujeres”, añade.

Todas estas palabras y buenos deseos suenan geniales.

Sin embargo, el Día Internacional de la Mujer representará, ante todo, otra bofetada en el rostro de la humanidad que todavía no puede – ¿o no quiere? – honrar debida y efectivamente a aquellas que son las dadoras de vida.

Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2017/03/estas-mujeres-no-podran-celebrar-su-dia-el-8-de-marzo/

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Preguntas sobre xenofobia y educación

Por: Enrique Samar

No alcanza en las escuelas con decirles a los alumnos «no hay que discriminar». Tenemos un enorme reto.

Poco tiempo atrás, la comisión de Educación de la Cámara de Diputados reclamó a los rectores de todas las universidades públicas del país que informen la cantidad de alumnos extranjeros que cursan, en qué carreras lo hacen y de qué países provienen. Nunca fue explicitado el motivo. El diputado Eduardo Amadeo, (Unión Pro) uno de los impulsores de la medida, se limitó a decir: «Queremos saber a quién le ponemos la plata».

El evidente enfoque discriminador, casi policial, forma parte de una ola que se extiende por todo el planeta, y algunos en nuestro país están presurosos de mostrarse como abanderados. En lugar de plantear que es un orgullo para el país que hermanos latinoamericanos nos elijan para su formación, para algunos retrógrados es un problema.
Preguntas para el señor Amadeo y sus compañeros: ¿ Dónde estudiaron Juan José Paso, Mariano Moreno, Juan José Castelli, Bernardo de Monteagudo? Cuando en los manuales de la primaria leyeron «Universidad de Chuquisaca» ¿dónde creían que estaba ? ¿Juan José Paso, hijo de un panadero, se hubiera destacado en el Cabildo abierto? o ¿Juan José Castelli se habría convertido en el «Orador de Mayo» si no hubieran estudiado en la Universidad de Chuquisaca ? ¿Bernardo de Monteagudo hubiera redactado la proclama de la Revolución del 25 de mayo de 1809, el «Diálogo entre Atahualpa y Fernando VII», fundado el periódico «Mártir o libre», participado de la Asamblea del Año XIII…? ¿Podemos imaginar a Mariano Moreno como fundador de La Gazeta y miembro fundamental de la Primera Junta si no hubiera estudiado en la Universidad de Chuquisaca?
Pero esas expresiones no son una sorpresa en realidad, porque se suman al proyecto de cárcel para migrantes, la deportación y el aumento de los operativos contra extranjeros, la desarticulación del programa Patria Grande, que permitía regularizar la documentación de habitantes de Estados del Mercosur, y la arremetida contra los ciudadanos de países vecinos por utilizar los servicios de salud.
Roberto Samar, docente de la Universidad Nacional de Río Negro, en el artículo «Xenofobia y violencia», contó recientemente que según el Mapa de la Discriminación del Inadi, en la Argentina, de cada 100 personas, 71 considera que se discrimina mucho o bastante a las personas migrantes de los países limítrofes.
¿Por qué siempre hay un «ellos»? ¿Por qué siempre una discriminación en el sentido de jerarquización de los seres humanos: negros, indios, jóvenes, judíos, islámicos, armenios, gays, comunistas, mujeres, inmigrantes, pobres…? Porque, como dice Raúl Zaffaroni en el libro «La palabra de los muertos», son necesarios los prejuicios para poder dar verosimilitud al chivo expiatorio. Si el que no se aviene al respeto a las «jerarquías» es diferente se lo erige en enemigo de la sociedad más fácilmente, pero si es muy parecido es necesario elaborar la diferencia, crear al extraño, al extranjero, que por extraño siempre genera sospecha y desconfianza.
Entonces surgen otros interrogantes. ¿Hay xenofobia en la escuela? La cuestión es inquietante. Xenofobia en la escuela implica hacernos preguntas que van más allá de decirles a los alumnos y alumnas «No hay que discriminar». Por supuesto que todos sabemos de docentes maravillosos en todos los niveles, pero también es bueno reconocer que muchas veces, para muchos, los chicos son «bolivianos» aunque sean jujeños, aunque sean salteños, aunque sean porteños. En las escuelas tenemos por delante un enorme desafío.
La poetiza Adrienne Rich escribió: «Cuando alguien, con la autoridad de un maestro, describe el mundo y tú no estás en él, hay un momento de desequilibrio psíquico, como si te miraras en el espejo y no vieras nada». Jacques Rancière, cuando habla de los dispositivos que construyen sentido y visibilidad dice: «Vemos demasiados cuerpos que son contados por otros sin tener ellos mismos la palabra. El sistema funciona seleccionando las voces que interpretan».
Llevado a la escuela, nos encontramos muchas veces, como dice la escritora Mercedes Mainero, con chicos silenciosos y silenciados. ¿Los escuchamos realmente o los silenciamos? ¿Les damos la palabra?
En el libro Wiphay cuento cómo saludaba muchos veces a los chicos en la Escuela Nº 23 del barrio de Flores Sur en la Ciudad de Buenos Aires. «¿Kamisaki?», «Cómo estás» en aymara o con el saludo incaico «Ama Sua, Ama llulla, Ama quella» o con el tradicional mapuche «Mari Mari». A veces también los felicitaba en guaraní «Mayteí viapavé». No era un capricho o simple extravagancia. Era una forma de reconocer los idiomas que muchos de ellos escuchaban en sus casas. Era desde la autoridad de un director de escuela pública reconocer su existencia, valorar los idiomas de los pueblos originarios. Son nuestros idiomas.
¿Y con las cuestiones de género cómo andamos? ¿En cuántas escuelas se forman filas separadas de nenas y de varones? Si muere en la Argentina una mujer por día por femicidio, ¿no es urgente que nos pongamos a pensar qué más podemos hacer?
Mónica Santino, directora técnica de fútbol de chicas de barrios marginados, de villas, en «Historias debidas» de Ana Cacopardo dice: «El fútbol en los barrios es un elemento poderosísimo, indispensable por la manera en que ayuda a construir vínculos por cómo genera pertenencia, por cómo hace sentir que el aporte de cada uno es valioso, por la alegría que genera… Poder jugar, tener derecho a jugar, ya implica para las mujeres de los barrios una toma de posición. Superar los condicionamientos, romper con la división de tareas y atribuciones cristalizadas y naturalizada en años, para ganar el derecho al ocio y al juego, implica sacudir toda una estructura. Así, el fútbol, sin dejar de ser una diversión, resulta un catalizador para cuestionarse las condiciones cotidianas de vida». ¿Y si lo tomamos como una bandera en nuestras escuelas, para que las chicas dejen de mirar cómo juegan los varones?
De todas estas preguntas, surge la urgencia de una educación intercultural crítica y de una educación sexual integral que atraviesen todas las instituciones educativas.
(*) Autor de Whipay y de «Encuentros. Historias de luchas, desvelos y preguntas en la escuela pública».
Fuente: http://www.lacapital.com.ar/preguntas-xenofobia-y-educacion-n1346908.html

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Mujer líder indígena de Standing Rock, en México para apoyar lucha por la vida

América del norte/México/Febrero 2017/Noticias/

Regeneración | Medio de información libre e independiente

Cheryl Angel, procedente de Inyan Woslol Najin (que en lakota significa “Roca de Pie” o en inglés “Standing Rock“), Dakota del Norte, llega a la Ciudad de México, en solidaridad con los pueblos indígenas de México.

Con la intención de apoyar y promover la unión de organizaciones y movimientos para proteger el agua, la tierra y la vida misma en todo el Planeta, por medio de un amor valiente guiado por el liderazgo de nuestras mujeres. OraWorldMandala, Programa de Extensión en México de la Gujarat Vidyapith (Universidad fundada por Mahatma Gandhi en 1920), junto con la Unión de Cooperativas Tosepan estarán gestionando y organizando su visita.

Cheryl Angel es una líder indígena, venerable mujer lakota (sioux), una protectora del agua, madre de cinco hijos, originaria de la tribu Sicangu en Dakota del Sur. Con el eslogan “el agua es vida”, ella ha sido una integrante fundamental de la lucha que se dio para detener hace un par de años el oleoducto de Keystone XL y, ahora, de la lucha noviolenta que está dando el pueblo lakota en Standing Rock en contra del Dakota Access Pipeline, oleoducto del corporativo texano Energy Transfer Partners que pretende atravesar territorio sagrado de los lakota, penetrar el río Missouri y pasar por debajo del lago Oahe en la reserva sioux de Standing Rock.

Dicho proyecto de muerte, que fue brevemente suspendido por la administración de Barack Obama el pasado diciembre después de meses de resistencia noviolenta y que tiene como accionista a Donald Trump, pone en grave riesgo el agua potable de 12 millones de personas río abajo, además de no respetar, una vez más, los tratados entre el gobierno de esa parte del Planeta y los pueblos indígenas.

Cheryl Angel ha viajado a México para incorporarse a una Caravana por la Paz y la Vida convocada por integrantes del Plantón por los 43 Detenidos-Desaparecidos y Presos y Procesados Políticos del País, integrada por Madres y Padres de los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa, estudiantes de diversas normales rurales y representantes de distintos pueblos en lucha por la defensa de la tierra y del agua, quienes saldrán de la Ciudad de México el próximo viernes 17 de febrero con destino a Cuetzalan, Puebla, para acudir a la 18ava Asamblea del Pueblo Macehual en Defensa del Territorio, misma que se celebrará el sábado 18 de febrero. El día 19, se realizarán actividades y reflexiones sobre la Paz y la Vida. El objetivo de esta caravana es tener un encuentro de movimientos sociales que defienden la vida y la tierra, para reflexionar sobre sus luchas a través de la construcción colectiva de la Paz y la Noviolencia, reiterándose así, la intención de la visita de Cheryl Angel.

 El domingo por la tarde la caravana regresará a la Ciudad de México y el lunes 20 a las 12:00 hrs., tendremos una conferencia de prensa a la cual estamos convocando respetuosamente a los medios de comunicación nacionales, internacionales e independientes. La cita es frente al monolito de Tláloc en el Museo Nacional de Antropología e Historia.

Siguiendo el eslogan de “el agua es vida”, el flujo de la visita de Cheryl Angel la lleva de apoyar a pueblos indígenas por la soberanía de sus bioregiones, a honrar el agua en una  de las ciudades más grandes del Mundo que fue construida en un sistema de lagos, a alinear nuestras mentes, corazones y manos con las maneras por la cuales buscamos proteger el agua, la tierra y nuestras vidas. Es por ello que el siguiente punto natural en el cauce de la visita de Cheryl Angel sea el monumento a Mahatma Gandhi, donde se limpiarán los alrededores para subrayar la importancia de tener una mente limpia e invitar a que la gente espiritual se ponga activa y que los activistas empiecen a tener una práctica espiritual para poder regenerarse en la lucha de nuestra liberación colectiva.

Tener una mente clara, brillante y callada reconoce y deja hablar fuerte y libremente la voz del corazón. Y qué mejor voces que las de nuestras madres. Es aquí donde Cheryl Angel, la madre, se une a las madres y padres de los normalistas desaparecidos de Ayotzinapa en el Antimonumento +43, donde sembrarán un ejemplar de la planta “No me olvides”.

Cheryl Angel regresará a Standing Rock el martes 21, dados los memorandums ejecutivos que firmó Donald Trump hace un par de semanas para reanudar la construcción del oleoducto en tierra lakota, por lo que se sigue organizando una fuerte resistencia continental para que les apoyems desde México.

La visita de Cheryl Angel en estos momentos de negligencia política y división social, es una muestra de la solidaridad que se construye desde abajo, entre pueblos indígenas, movimientos sociales, estudiantes y receptores de la violencia estatal, que buscan tejer lazos de unidad profunda ante estos manifestaciones de despojo neoliberal.

Mientras hay políticos hablando de la construcción de muros, nosotros buscamos construir puentes para traspasar las fronteras. Mientras ellos buscan imponer proyectos para explotar nuestra madre tierra, nosotros construimos proyectos de vida desde la soberanía de los pueblos. Mientras ellos buscan imponerse por medio de violencia y sufrimiento, nosotros hemos decidido tomar el camino de la dignidad, el valor y la paz desde la fraternidad de nuestras luchas.

Fuente :http://regeneracion.mx/mujer-lider-indigena-de-standing-rock-en-mexico-a-apoyar-lucha-por-la-vida/

Fuente imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/zYTHYKrREio5MgflWyt9bSBDwgDXuNpRpZu8NB9CI6kvTstTP7LMx41HlYzNTaaM33ntbA=s85

 

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EEUU:Stereotypes can hold boys back in school, too

América del norte/EEUU/Febrero 2017/Noticias/https://theconversation.com

By age six, girls are less likely than boys to view their own gender as brilliant and express interest in activities described as for “really, really smart” children, according to new research published in Science.

Many major media outlets reported these findings. Most of the coverage, however, overlooked another key finding from the same study: Boys were less likely to say their own gender gets top grades in school.

The beliefs of children matter because they could shape students’ interests and achievement over time, other research suggests. For instance, one 2013 experiment found that telling elementary school children “girls do better than boys” in school made boys – but not girls – perform worse on a series of academic tests. These expectations can work both ways: When researchers told children that boys and girls would perform the same, boys’ academic performance improved.

There are real and persistent gender achievement gaps in the U.S. For instance, boys tend to get worse grades than girls, but girls are few among top scorers on standardized math tests. While much research has studied how stereotypes about achievement can make girls underperform, the gaps where boys do worse have often been historically overlooked. But stereotypes can harm boys too – just in different ways.

Even young students hold beliefs about which gender is better at what. U.S. Army Garrison Red Cloud, CC BY-NC-ND

Who gets the grades, who’s super smart?

In the new Science study on children’s views about brilliance, developmental psychologists asked 144 children aged five to seven years a series of questions about school achievement. For instance, children had to guess which of two unfamiliar boys and two unfamiliar girls “gets the best grades in school.”

Children tended to favor their own gender, but boys did so to a lesser extent. Among seven-year-olds, 79 percent of girls selected girls as the better student, but 55 percent of boys selected boys.

These results sharply contrasted with those about brilliance. When asked to guess who was “really, really smart,” girls instead expressed less confidence in their gender. Among seven-year-olds, 55 percent of girls selected girls as being super smart, but 66 percent of boys selected boys.

In other words, these young children overall held positive beliefs about their gender. But boys were less certain about their gender getting good grades and girls were less certain about their gender being super smart.

Other research has found that, by fifth grade, both boys and girls say that girls work harder at school, want to learn more, listen better, follow instructions better, are more polite and – perhaps as a result – perform better in school.

Reality of gender achievement gaps

Children’s stereotypes reflect reality to an extent. For instance, girls have gotten better school grades in all subject areas for nearly a century, according to a recent synthesis of 308 studies that included over one million students. This female advantage started in elementary school and continued until college.

Girls get better grades, even in math and science – two subject areas often assumed to favor boys. Women also now earn more bachelor’s degrees, master’s degree and – since 2007 – doctoral degrees than men in the U.S.

Girls get better grades even in math and science. U.S. Department of Education, Institute of Education Sciences, National Center for Education Statistics, High School Transcript Study (HSTS), various years, 1990-2009

Despite their advantage in grades and degree attainment, girls are underrepresented among the highest scorers on standardized mathematics and science tests. For instance, boys typically outnumber girls by between two and four to one among the top 1 percent or higher of math scorers. However, girls tend to slightly outnumber boys among top scorers on standardized reading and writing tests.

Children’s views about who is “really, really smart” therefore partly match the reality of who gets top scores on mathematics (but not reading or writing) standardized tests.

Self-fulfilling stereotypes

But children’s stereotypes may do more than merely reflect reality: They may help create that reality through self-fulfilling prophecies. For instance, if girls doubt their gender can be brilliant, girls might then avoid “super smart” activities like advanced math summer camps and then not develop precocious mathematics talent. In other words, stereotypes and reality could mutually strengthen each other.

Consistent with these hypotheses, the new Science study also found that, by age six, girls expressed less interest than boys in games described as for “children who are really, really smart” (though more research is needed to see if stereotypes directly caused this gap in interests).

Stereotypes could negatively affect boys too. As experiments on elementary school children suggest, beliefs about boys’ academic inferiority or poor reading ability could make boys underperform on evaluative academic tests.

Teachers’ stereotypes also matter. For instance, teachers’ beliefs that girls are better readers predict declines from grade five to grade six in boys’ – but not girls’ – confidence in their reading skills. Researchers also find that teachers often view boys as “lazy, disruptive, unfocused, and lacking motivation.” This stereotype about troublesome boys could negatively bias teachers’ perceptions of boys’ learning, one experiment found.

These results suggest stereotypes contribute to gender achievement gaps, but they certainly aren’t the only factor at work. For instance, girls’ advantage in grades might also be tied to actual differences in classroom behavior or activity level.

fuente:

https://theconversation.com/stereotypes-can-hold-boys-back-in-school-too-72035

 

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Obispos de Perú piden retirar ideología de género del currículo escolar

Perú / www.aciprensa.com / 25 de Enero de 2017

La Conferencia Episcopal Peruana (CEP), pidió al gobierno de Pedro Pablo kuczynski retirar del currículo nacional escolar “aquellas nociones provenientes de la ideología de género”, por el bien de los menores y familias.

En un comunicado difundido este 23 de enero, los obispos señalaron que si bien existen aspectos positivos en el currículo escolar, “nos llama la atención que el Ministerio de Educación haya incluido en este instrumento normativo de rango inferior nociones que no provienen de la Constitución sino tomadas de la denominada ideología de género”.

El currículo, recordaron, debe seguir “los establecidos en la Ley General de Educación y los de la Constitución Política del país”. En ese sentido, el documento elaborado por el Ministerio “trastoca gravemente el Orden Jurídico Constitucional: una norma de menor rango no puede estar por encima de una ley, ni contradecir a la Carta fundamental del Estado”.

La CEP advirtió que esto ha creado confusión entre los peruanos sobre “la función tutelar que tiene el Estado hacia la familia y el matrimonio, y se ha vulnerado el derecho de los padres de familia a decidir el tipo de educación que quieren para sus hijos”.

“El Papa Francisco ha advertido que la ideología de género niega la diferencia y la reciprocidad natural del hombre y de la mujer. Esta presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia; intentando imponer sus ideas incluso en la educación de nuestros niños”.

En ese sentido, indicaron que “la Iglesia considera que el diálogo amplio, profundo y alturado es fecundo y manifiesta su disposición al mismo. Pedimos que este diálogo se inicie entre el Ministerio de Educación, el Ministerio de Justicia y la sociedad civil organizada en el marco de los valores constitucionales establecidos”.

Asimismo, dijeron que “para el bien de nuestros niños, adolescentes y las familias peruanas, hasta que se logre un consenso de acuerdo al Orden Constitucional establecido, urge la supresión en el nuevo Currículo Nacional de aquellas nociones provenientes de la ideología de género”.

Los obispos indicaron que se pronuncian “recogiendo la preocupación de miles de padres de familia”, que “exigen del Estado y de la sociedad el cumplimiento de su obligación constitucional de garantizar el respeto a la persona humana y a la familia, sobre todo en la búsqueda de una sana y verdadera formación integral de nuestros niños y adolescentes”.

Además, señalaron que “la Iglesia reafirma lo que siempre ha defendido y defenderá: el respeto por la dignidad de la mujer, la no violencia contra la mujer, la igualdad de oportunidades y derechos de toda persona humana; la defensa de los niños y su derecho a una educación integral”.

Luego que se diera a conocer el Currículo Nacional del 2017, a fines de noviembre tres congresistas y miles de padres de familia exigieron al entonces ministro de Educación, Jaime Saavedra, que retire la ideología de género por ir contra los derechos de los niños y sus familias. Sin embargo, esto fue ignorado por el funcionario del gobierno de Pedro Pablo Kuczynski.

Asimismo, el 29 de noviembre líderes cristianos y políticos lanzaron la campaña #ConMisHijosNoTeMetas, para rechazar la ideología de género en las escuelas.

Saavedra, que se mantenía en el cargo desde el gobierno de Ollanta Humala, fue censurado el 15 de diciembre por la mayoría opositora en el Congreso, por una compra de 20.000 computadoras que al final derivó en un caso de corrupción, y por la demora en las obras para los Juegos Panamericanos Lima 2019.

El 18 de diciembre de 2016 juramentó la nueva ministra de Educación, Marilú Martens, quien aún mantiene el mismo Currículo Escolar para el 2017. Tres días antes miles de personas marcharon a la sede del ministerio en Lima para rechazar la ideología de género en las escuelas. Manifestaciones similares sucedieron también en Arequipa, Cusco, Chimbote, Trujillo y otras ciudades.

En ese sentido, el pasado 6 de enero un grupo de padres de familia presentó una demanda judicial contra el Ministerio de Educación del Perú para que derogue la resolución que aprobó este currículo escolar debido a que promueve la ideología de género entre los escolares a partir de los cuatro años de edad.

Fuente: https://www.aciprensa.com/noticias/obispos-de-peru-piden-retirar-ideologia-de-genero-del-curriculo-escolar-31144/

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Igualdad de datos para la igualdad de género

Por: Glória Pallarés

Una corriente global promueve más y mejores datos sobre mujeres para avanzar en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

 Algunos datos no cuentan toda la verdad y otros cuentan, incluso, mentiras. La infravaloración de las mujeres —de sus actividades y prioridades— en cada aspecto de la vida se replica en registros estadísticos y conjuntos de datos de todo el mundo. La mayoría de los datos globales sobre mujeres y niñas son incompletos o responden a prejuicios sobre lo que se supone que les está permitido hacer en cada sociedad. De hecho, faltan datos de calidad sobre aspectos tan elementales como el acceso de las mujeres a un documento nacional de identidad y a los servicios de salud, y sólo un 13% de los países tienen un presupuesto para elaborar estadísticas sobre sus ciudadanas. Ante esta realidad, organizaciones internacionales como la ONU y el Banco Mundial y entidades como la Fundación ONU se han puesto al frente de un movimiento global para promover más y mejores datos sobre la vida de las mujeres. El objetivo: fundar políticas más eficaces para avanzar en la igualdad de género y en los Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS) de la ONU hasta 2030.

“Sin igualdad de datos no hay igualdad de género. Sólo si mejoramos los datos sobre mujeres podremos promover realmente la igualdad, aliviar la pobreza y progresar en los ODS”, afirma la directora ejecutiva de Data2X, Emily Courey Pryor, al timón de la iniciativa sobre datos de género de la Fundación ONU. La entidad ha identificado 28 lagunas de datos en cinco aspectos clave del empoderamiento de las mujeres y de las políticas de desarrollo: salud, educación, oportunidades económicas, participación política y seguridad humana. La carencia abarca cuestiones como mortalidad materna y salud de las adolescentes, exclusión del sistema educativo y resultados de aprendizaje.

 También falta información esencial sobre propiedad de activos por parte de mujeres; acceso a teléfonos móviles e Internet; registro de votantes, y participación en procesos como negociaciones de acuerdos de paz. Y no se acaba aquí. Según el científico de Datos senior del Banco Mundial Tariq Khokar, menos de un tercio de los países tiene datos sobre trabajo informal y emprendimiento desglosados por sexo. En cuanto a violencia machista, sólo el 41% de los Estados produce datos al respecto, apunta la ONU. Estas informaciones raramente incluyen a mayores de 49 años y a menudo sirven de poco porque no son comparables en el espacio o en el tiempo —no permiten seguir ni la evolución del fenómeno ni confrontar las políticas de diferentes países para ver cuáles son más eficaces.

Malos datos, malas políticas

Estas lagunas están causadas tanto por los datos de mala calidad como por la ausencia de datos. Los malos datos resultan de sesgos en las mediciones que refuerzan los estereotipos de género y distorsionan la realidad, haciendo que las mujeres parezcan más dependientes y menos productivas de lo que son —en África, por ejemplo, las mujeres producen el 70% de los alimentos y representan más del 80% de la economía informal, estima la ONU. “Las políticas elaboradas en base a estos datos inexactos y que tergiversan la realidad no pueden mejorar el bienestar de las mujeres y niñas a las que se dirigen”, explica Pryor. La ausencia de datos se da cuando no se recoge ninguna información sobre facetas cruciales de la vida de las mujeres. A menudo, ello se debe a normas sociales dañinas sobre lo que se permite hacer a las mujeres y a las niñas.

Los datos de género incluyen tanto las estadísticas y nuevas fuentes de datos desglosadas por sexo como las que arrojan luz sobre cuestiones que afectan específicamente a las mujeres. Estos datos revelan diferencias injustas en el acceso a oportunidades; ilustran las necesidades, aspiraciones y logros de las mujeres, y ayudan a diseñar políticas y programas de desarrollo y ayuda humanitaria eficaces para que puedan prosperar. Para Pryor, su importancia trasciende la igualdad entre hombres y mujeres: “una visión transversal de género y de derechos humanos es imprescindible para el éxito de otros ODS, desde la educación de calidad hasta el trabajo decente, el crecimiento económico y los ideales de paz, justicia y fortaleza institucional”. El reto es grande, pero las oportunidades que ofrece la nueva Agenda de Desarrollo 2030, también.

Construcción de una presa en Sri Lanka. Los datos de género son clave para avanzar en la inclusión de las mujeres en todas las esferas de la vida económica y social. 
Construcción de una presa en Sri Lanka. Los datos de género son clave para avanzar en la inclusión de las mujeres en todas las esferas de la vida económica y social. Lakshman Nadaraja Banco Mundial

Proyectos pioneros

La buena noticia es que se puede empezar a cambiar esta situación desde hoy mismo, y con las herramientas y fuentes de datos existentes. Open Data Watch y Data2X han identificado 16 indicadores sobre mujeres relativos a ocho de los 17 ODS —cero pobreza y hambre, salud, educación, igualdad de género, trabajo decente, reducción de desigualdades, así como paz, justicia e instituciones fuertes. Todos se pueden empezar a medir ahora. “Los nuevos indicadores y aquellos para los que ya existen datos son complementarios para medir el progreso en los ODS, pero estos 16 ofrecen la oportunidad de poner en marcha la obtención de datos en la mayoría de países y con un bajo coste”, explica Data2X. Además de promover políticas inclusivas, una finalidad es ofrecer a los ciudadanos y organizaciones de la sociedad civil los datos necesarios para supervisar a los gobernantes.

Para ir más allá de los recursos existentes, Data2X también se ha aliado con organizaciones públicas y privadas para explorar el potencial de las nuevas tecnologías y el big data —la avalancha de datos digitales generados por las personas en su vida cotidiana— con vistas a rellenar las lagunas de datos sobre mujeres a nivel global. Con este objetivo, ha puesto en marcha proyectos piloto pioneros basados en datos geoespaciales, informaciones de tarjetas de crédito y móviles, y redes sociales, respectivamente.

Uno de los proyectos, cuyos primeros resultados se publicarán este 2017, utiliza imágenes de satélite para aumentar la resolución espacial de datos existentes sobre alfabetización de las mujeres, atrofia del crecimiento y acceso a contraceptivos modernos en Kenia, Nigeria, Tanzania, Bangladesh y Haití. “Muchas cuestiones sociales y de salud están correlacionadas con fenómenos geoespaciales, por lo que este tipo de información permite estimar el bienestar en zonas donde no se han realizado sondeos”, avanza la organización. Dicha combinación de fuentes de datos nuevas y tradicionales se puede utilizar para cubrir poblaciones remotas que jamás ha pisado un agente del censo, indica la máxima autoridad de Estadística de la ONU, Stefen Schweinfest, cuya División actúa de secretariado del I Foro Mundial de Datos ONU celebrado entre este 15 y 18 de enero en Cape Town (Sudáfrica) y cuya segunda edición está prevista para la segunda mitad de 2018.

Si un proyecto captura el bienestar de las personas desde el aire, otro lo hace desde las redes sociales. Global Pulse ONU, iniciativa dedicada al aprovechamiento del big data para el desarrollo y la acción humanitaria, ha colaborado con Data2X y la Universidad de Leiden (Países Bajos) para desarrollar una herramienta que permita identificar, de forma automática, el sexo de los usuarios de Twitter. Según explica el científico jefe de Datos de Global Pulse ONU, Miguel Luengo-Oroz, la herramienta infiere el sexo comparando el nombre de usuario con una base de datos de nombres predefinidos. Si quedan dudas, analiza las fotos de perfil con un programa de reconocimiento de caras. Aunque el estudio aún no se ha publicado, Luengo-Oroz avanza que ya se observan unos primeros resultados prometedores, en el sentido de que es posible captar —en tiempo real— cuáles son las preocupaciones de las mujeres en cuestiones como salud y educación. Prioridades que difieren de las de los hombres y que a menudo no están recogidas en ningún otro conjunto de datos.

Retos y oportunidades

Como con todas las innovaciones, hay que utilizar el big data con sentido común.

Pryor de Data2X destaca el “tremendo potencial” de esta nueva fuente para rellenar lagunas de datos, pero remarca que debe combinarse con buenos sondeos y métodos clásicos de investigación en ciencias sociales para validar los resultados y corregir desviaciones. El Banco Mundial ha elaborado directrices para mejorar encuestas empresariales y de hogar, al tiempo que ayuda al sector privado a desglosar los datos por sexo y “está incorporando enfoques de big data a sus propias actividades e investigaciones cuando es necesario”, ilustra Khokhar.

Una visión transversal de género y de derechos humanos es imprescindible para el éxito de otros ODS

En el uso de big data, hay otro aspecto crucial a tener en cuenta: la brecha digital entre mujeres y hombres ­—ellas tienen un acceso menor a teléfonos móviles e Internet, sobre todo en zonas rurales. “Por ello abogamos con tanta fuerza por los conjuntos de datos complementarios”, insiste Pryor. Esto significa que, si en un territorio hay una parte de la población que no utiliza herramientas digitales, este grupo sólo se podrá identificar a través de sondeos clásicos sobre el terreno. “No podemos utilizar big data sin tomar en cuenta los potenciales sesgos basados en quien accede a las herramientas digitales”.

Por este y otros motivos, Data2X se dedica a aunar investigadores y agencias de la ONU para garantizar que las mujeres son incluidas en el ámbito emergente de los datos —y del big data— para el desarrollo. Con esta misma motivación ha participado en el Foro Mundial de Datos de la ONU, en el que 1.000 profesionales de diversos ámbitos —sectores público, privado, académico y de organizaciones sociales— se han dado cita por primera vez en torno al uso de datos para los ODS. Para Pryor, los Objetivos de Desarrollo Sostenible suponen una oportunidad sin precedentes para reformar sistemas de datos deficientes y sesgados y para priorizar los datos de género a nivel global. El Foro también ha supuesto una oportunidad para reivindicar la importancia de estos datos. “La cuestión de los datos de género se suele abordar entre los especialistas de género; esta ha sido una oportunidad para que también se debata entre los profesionales de la estadística y de datos”.

Desigualdad de datos y futuro

Los datos de género no lo tienen fácil. Deben abrirse paso en un mundo en el que sólo 34 países tienen datos accesibles y de alta calidad sobre algo tan importante —y tan elemental— como la causa de muerte de los ciudadanos. Un mundo en el que 120 millones de niñas menores de 20 años han sufrido violencia sexual, según la ONU —un indicador simple, pero contundente, de la valía que se otorga a las mujeres. Por si fuera poco, los datos de género tienen que hacerse hueco en un mundo con un nuevo desequilibrio: la desigualdad de datos.

“Se están abriendo grandes brechas entre los que tienen datos y los que no los tienen. Si no se actúa, se levantará una nueva frontera de desigualdad, dividiendo el mundo entre los que saben y los que no saben”, alerta en un informe el Grupo Asesor de la ONU sobre revolución de datos. Muchas personas están excluidas del nuevo mundo de los datos y la información por barreras lingüísticas, pobreza, falta de educación o de infraestructura tecnológica, aislamiento y discriminación —prosigue el Grupo, que se refiere a la división de las personas entre “ricas o pobres en información”. En todas estas categorías, y dentro de todos los países, los 3.500 millones de mujeres del mundo son uno de los grupos que salen peor parados.

Para avanzar en la inclusión de las mujeres en todos las esferas de la vida económica y social, Pryor de Data2X hace cuatro llamamientos a la acción. Pide que se apoye a los profesionales para que los desglosen por sexo y hagan encuestas sin sesgo. También pide apoyo para los gobernantes comprometidos con invertir en datos de calidad, y llama a explorar el potencial de los datos en manos del sector privado. Finalmente, insta a los ciudadanos y organizaciones de la sociedad civil a reclamar datos de género, y a usarlos para garantizar la rendición de cuentas por parte de sus administraciones. “Medimos lo que valoramos y valoramos lo que medimos. Comprendiendo las necesidades de las mujeres, podemos trabajar juntos para asegurar que —en el espíritu de los ODS— no se las deja atrás”.

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