La decepción de Europa del Este: Entrevista a Ivan Krastev

Por: Claudia Detsch

Los países de Europa del Este abrazaron acríticamente el capitalismo liberal occidental. Hoy, asisten a la crisis profunda de ese modelo y hay quienes aprovechan para llevar agua al molino autoritario. ¿Qué pasa en esa parte de Europa a la que nunca se le presta la suficiente atención? Ivan Krastev, reconocido politólogo e intelectual búlgaro, analiza la situación política de Europa del Este en esta entrevista.

Usted llama los 30 años posteriores a la caída del muro de Berlín la «edad de la imitación», cuando los Estados nacionales de Europa central y oriental se suponía que debían imitar a las democracias liberales de Occidente en lugar de seguir su propio camino. ¿Cómo habría sido un verdadero modelo de desarrollo de Europa del Este?

Al finalizar la Guerra Fría, el capitalismo democrático se convirtió en sinónimo de modernidad, por lo que no tiene nada de extraño o equivocado que las sociedades de Europa del Este decidieran imitar las instituciones y los estilos de vida occidentales. Lo que me parece preocupante es que nos hayamos sorprendido tanto de que se haya producido una reacción contra la política de imitación precisamente cuando el modelo liberal entró en crisis en el propio Occidente y, al mismo tiempo, las sociedades de Europa del Este tuvieron la sensación de que se las trataba como discípulos que nunca podrán graduarse.

¿Cuánto peso tuvo la política de Occidente en el rumbo tomado por Europa central y oriental y cuánto se debe a factores endógenos? ¿Hubo una suerte de engaño o estaban realmente ansiosas por convertirse en Estados y sociedades de estilo occidental?

Sería injusto culpar a Occidente del fracaso de las democracias de Europa del Este. Pero sí podría culparse a Occidente por la falta de curiosidad ante la compleja transformación que vivió esta región de Europa. Incluso los analistas occidentales más empáticos parecen no darse cuenta de que la crisis democrática en lugares como Rumania o Bulgaria es en gran medida resultado de la decepción popular con las democracias occidentales y los sistemas que anteriormente estos países habían admirado e intentado emular.

Cuando el primer ministro albanés, en medio del debate del Brexit, comentó por televisión que la Cámara de los Comunes le recordaba al Parlamento bosnio, intentaba transmitir la idea, compartida en toda la región, de que la desarticulación simultánea de las normas e instituciones democráticas en el Este y el Oeste son expresiones de la misma crisis subyacente.

¿Aprendieron la lección los liberales arrogantes de antaño?

Hoy la mayoría de los liberales están enojados o asustados. Se sienten traicionados por la historia o, para ser más precisos, por la idea del «fin de la historia». A fin de aprender la lección, deben estar preparados para reconocer que no todo lo que sus críticos dijeron estaba errado.

¿Es definitivo el fracaso del liberalismo en Europa del Este, teniendo en cuenta que el éxodo de personas jóvenes y formadas perjudica las posibilidades de los partidos liberales?

Los temores demográficos desempeñaron un papel fundamental en el surgimiento de los regímenes políticos antiliberales de la región. En las sociedades del Este, que envejecen y se reducen demográficamente, muchos jóvenes están convencidos de que si quieren vivir en un país democrático, lo mejor que pueden hacer es irse al extranjero en lugar de luchar por cambiar el gobierno.

Pero, al mismo tiempo, sería un error hablar del fracaso definitivo del liberalismo en la región. Lo que presenciamos es el resurgimiento de un nuevo liberalismo pospopulista, como resultado de la experiencia de sociedades que viven bajo paradigmas populistas. Este liberalismo es diferente del liberalismo imitativo de los años 90. Por ejemplo: el presidente de Eslovaquia y el recién electo alcalde de Budapest no hablan inglés; hablar idiomas extranjeros era uno de los símbolos del nuevo liberalismo de Europa del Este.

¿Por qué el fantasma de la inmigración masiva es un relato tan poderoso para los líderes populistas de Europa del Este, mientras que probablemente la mayor amenaza para sus sociedades es la emigración masiva?

Como George Steiner escribió una vez, «los árboles tienen raíces, mientras que la gente tiene piernas», y la gente usa sus piernas para irse a lugares que le parecen mejores, donde cree que podrá vivir una mejor vida. Los europeos del Este somos muy conscientes de esto porque somos migrantes. Paradójicamente, la hostilidad de los europeos orientales hacia la inmigración es producto del trauma provocado por la huida de muchos de sus compatriotas que decidieron abandonar el país, y del temor a la diversidad étnica presente en el ADN de los Estados de Europa oriental. Ese temor se originó con la desintegración de los imperios continentales multiculturales de Europa –Habsburgo, Otomano y Soviético.

En el siglo XX, las revoluciones, las guerras mundiales y las olas de limpieza étnica cambiaron el mapa étnico de Europa. Todos estos traumas y trastornos dejaron atrás una Europa cuyos Estados y sociedades son más homogéneos étnicamente, y no menos. En el siglo XX, la homogeneidad étnica se pensó como vía para reducir las tensiones, aumentar la seguridad y fortalecer las tendencias democráticas. Las minorías eran vistas con desconfianza.

La homogeneización étnica es particularmente visible en Europa central y oriental. En 1939, casi un tercio de la población de Polonia no eran polacos étnicos: había importantes minorías alemanas, judías, ucranianas, entre otras. Hoy en día, los polacos étnicos representan más de 95% de los ciudadanos polacos. En este rincón de Europa, muchos consideran que la homogeneidad étnica es esencial para la cohesión social.

Sin embargo, el siglo XXI está aportando más diversidad. Si el siglo XX fue en Europa el siglo de la pureza, el siglo XXI es el de la mezcla étnica. Detrás del desafío de la migración al que los países de Europa central y oriental se ven enfrentados, existe un desafío intelectual: para hacer frente con éxito a la migración, estas sociedades tendrán que desaprender lo que muchas de ellas todavía ven como la principal lección del siglo XX: que la diversidad étnica y cultural es una amenaza para la seguridad.

La reputación del liberalismo en la región nunca se recuperó de la crisis de 2008. ¿Podría una reforma integral del capitalismo quitar el viento en las velas populistas, o ya zarpó el barco?

Cuando terminó la Historia y comenzó la Era de la Imitación, en 1989, el Este se enamoró del Oeste. Simultáneamente, y en parte como resultado, el Oeste se enamoró de sí mismo. Halagados por el deseo del Este de rehacerse según el modelo de Occidente, los legisladores occidentales perdieron toda perspectiva crítica sobre las deficiencias de sus propias sociedades.

Ahora quedó claro que el cambio de modelo económico es una condición previa para restablecer la confianza de los ciudadanos en la democracia liberal. En la segunda mitad del siglo XX, la democracia logró domar al capitalismo; en el siglo XXI no ha podido hacerlo. Pero el cambio de modelo económico no va a significar el retorno de las políticas económicas del periodo socialdemócrata clásico. La nostalgia no es tan poderosa como para volver el tiempo atrás.

¿Sigue siendo optimista respecto del proyecto europeo, o lo hemos echado a perder?

Lo que optimistas y pesimistas comparten es una visión determinista de la historia. Ser optimista o pesimista implica pretender saber lo que vendrá en el futuro. Para mí el futuro es la invasión de lo desconocido, así que no soy optimista ni pesimista. Estoy preocupado pero esperanzado: preocupado porque creo que la desintegración de la Unión Europea es una opción realista, pero también esperanzado porque no quisiera vivir en una Europa post-Unión Europea.

Ivan Krastev es investigador del Instituto de Ciencias Humanas de Viena. Escribe regularmente en The New York Times. Ha escrito numerosos libros sobre la democracia, el liberalismo y la Guerra Fría.

Traducción: Rodrigo Sebastián

Fuente e imagen:  https://nuso.org/articulo/europa-este-crisis-liberalismo-politica/

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La otra pandemia hace cien años; poco hemos aprendido.

Por: Victor Arrogante

Estamos viviendo una de las mayores crisis en España y en el mundo entero. Una pandemia con efectos negativos no solo en el ámbito sanitario, sino también en lo social y con incalculables consecuencias  económicas, un agujero del que tardaremos años en salir. Y se acercan los peores días. Las cifras van a ser cada vez más negras, los hospitales empiezan a desbordarse y los frutos del confinamiento tardarán en llegar. Si Italia ha superado el umbral de muertes por coronavirus registradas en China, lo más probable es que España se encuentre una situación similar dentro de siete días, cuando se cumplan los primeros 15 días de estado de alarma, que será prorrogado otros 15.

Los médicos y los expertos eran conscientes de que tarde o temprano este momento iba a llegar; algunas unidades de cuidados intensivos (UCI) ya tienen que dar priorizar en la atención a los pacientes. La falta de camas o respiradores lleva a que se entre en la fase en la que los hospitales restrinjan ingresos por criterios que no dependen sólo de la edad, sino de la esperanza de vida de los pacientes. El Plan de contingencia para los servicios de medicina intensiva frente a la pandemia del Covid-19, de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (Semicyuc), establece que en la fase de saturación de las UCI habrá “criterios de ingreso estrictos, guiados por escalas objetivas, aplicando, si es necesario, los protocolos de limitación del tratamiento de soporte vital”. Otro documento, que establece los criterios de la prioridad, dice que: se valorará la expectativa de vida del paciente inferior a 1-2 años, dando prioridad a la persona con más años de vida ajustados a la calidad de la misma o tener en cuenta “el valor social de la persona enferma”. Es decir que un sintecho entrará en la UCI al último, por tener prioridad un dirigente político o el Jefe del Estado, pongo por ejemplo.

Con la gravedad de la situación y las previsiones que se esperan, permítanme que de un salto en el tiempo y me sitúe en el año 1918; ciento dos años han transcurrido. Durante los últimos meses de la Primera Guerra, una virulenta cepa del virus de la gripe se extendió, en apenas 18 meses, por todo el planeta. 100 millones de personas perdieron la vida. Algunos temieron que había llegado el fin de la humanidad. La pandemia de 1918, más conocida como la gripe española, afectó a un tercio de la población mundial. La pandemia llegó a matar a más personas que las dos guerras mundiales juntas.

Posiblemente, la pandemia adquirió su apodo debido a que en la Primera Guerra Mundial, los principales países beligerantes, Alemania, Austria, Francia, Reino Unido y Estados Unidos suprimieron la información sobre el alcance de la enfermedad. Por el contrario, España, al ser neutral, no necesitaba ocultarla. Este hecho produjo la falsa impresión de que este país fue el más castigado, por informar más sobre la enfermedad. De hecho, el origen geográfico de la gripe sigue siendo objeto de debate, aunque diversas hipótesis apuntan al Este de Asia, Europa e incluso Kansas.

Todo comenzó a principios de 1918, cuando miles de personas empezaron a enfermar, sentían debilidad y tenían neumonía, problemas estomacales, dificultades para respirar, confusión y fiebre. Casos similares aparecieron en México, Rusia, Irán, Nueva Zelanda, Argelia, las Islas Fiji o Gambia. La expectativa de vida se redujo 12 años en EEUU. La pandemia, que duró poco más de un año, logró controlarse en 1919, pero los efectos de la enfermedad más mortífera de principios del siglo XX todavía están presentes.

Los periódicos de la época dan cuenta de calles vacías, de trabajadores que no acudían a sus trabajos y de gente que no se atrevía a salir de sus casas, por miedo a cruzarse con quienes sufrían la enfermedad y que, desesperadamente, necesitaban ayuda. Uno de los testimonios, fue el del director de la organización Ayuda de Emergencia en el estado de Pensilvania. Contaba que había niños que morían de hambre porque sus padres habían fallecido y nadie quería acercarse a ellos; un pánico similar al de la Edad Media con respecto a la Plaga Negra, afirma un informe interno de la Cruz Roja Americana citado por el Institución Smithsonian estadounidense.

Como ya he mencionado, a la pandemia se le conoce como la gripe española por la atención que recibió por la prensa; incluso el rey Alfonso XIII enfermó. Los medios de comunicación, que no estaban censurados como los de otros países que participaban en la guerra, cubrieron el tema ampliamente. Pese al transcurso de los años y la evolución de la tecnología, no se han logrado explicar todas las circunstancias que rodearon a la mortal pandemia. Un hecho destacable es que la enfermedad  cobró la vida de adultos jóvenes saludables, de entre 20 y 40 años, en vez de niños y ancianos, que suelen ser los más vulnerables. Hay quien la ha calificado de la mayor pandemia de la historia.

Lo que ocurrió entre 1918 y 1919, tuvo una consecuencia positiva: la creación de la Liga de las Naciones. Sus principios se acordaron en la Conferencia de Paz de París, que tuvo lugar en 1919, tras el fin de la Primera Guerra Mundial. Su objetivo principal era mantener la paz, pero también se concibió como un centro de cooperación y coordinación internacional. La prevención y el control de las enfermedades era un asunto de preocupación internacional y fue incluido en el tratado; y fueron las bases del sistema moderno para el control global de crisis sanitarias como la que ocurrió en 1918 o, más recientemente, las que se presentaron con el ébola o la gripe aviar.

La pandemia del coronavirus, comenzó el 1 de diciembre de 2019 en China, en la ciudad de Wuhan, cuando un grupo de personas contrajeron neumonía por causa desconocida, vinculada a trabajadores del mercado mayorista de mariscos de Wuhan, el cual vendía, diferentes tipos de animales exóticos (murciélagos o perros). La economía mundial se está viendo afectada por esta pandemia. Varios países han aplicado medidas de prevención y restricción para evitar la propagación de la enfermedad, como la cuarentena aplicada en Italia y en España o la cancelación de vuelos a Europa por Estados Unidos, entre otros. En China, se ha reducido la aparición de nuevos casos.

La pandemia de 1918 cambió el curso de la Primera Guerra Mundial; la tercera oleada de la pandemia fue la más letal;  el virus mató a la mayoría de las personas infectadas; las terapias de la época apenas tuvieron impacto sobre la enfermedad; los funcionarios de los servicios públicos de salud, la policía y los políticos tenían motivos para restar importancia a la gravedad de la gripe. Los genes del virus nunca se han secuenciado. En 2005, los investigadores anunciaron que habían determinado con éxito la secuencia; el virus se recuperó del cuerpo de una víctima de la enfermedad enterrada en Alaska, así como de muestras de soldados estadounidenses que cayeron enfermos en aquella época.

Hoy, la realidad ha superado todas las previsiones que tenía el Gobierno de España, sobre el número de contagios de Covid-19. La gravedad de la epidemia en España la marcan las personas que acaban en el hospital: casi el 50% de los diagnosticados. Justo antes del estado de alarma, Pedro Sánchez avisaba de que esta semana podríamos llegar a los 10.000 infectados; la realidad es que se está cerca de los 30.000 y los fallecidos superan los 1.700. Eso, teniendo en cuenta además que, desde hace unos diez días, en las zonas de transmisión comunitaria y debido al colapso de los laboratorios, ya no se hacen pruebas a pacientes leves, por lo que no están incluidos en esas estadísticas. A los que no presentan complicaciones solo se les pide que se aíslen y eviten contagiar, sin tener el confirmado. Sanidad informa de que los primeros 640.000 test rápidos se están distribuyendo. Además, Sanidad confirma que 3.475 profesionales sanitarios tienen coronavirus, más de un 12 % del total. Se trata de una cifra “muy preocupante” y un “problema importante” para el sistema sanitario.

La pandemia de 1918, fue un escenario más de una de las peores tragedias que ha vivido la humanidad. Quinientos millones de personas se contagiaron. Ahora la pandemia del Covid-19, afecta a 176 países, con más de 310.000 contagiados y superados los 13.000 muertos y creciendo.

El Ministerio de Sanidad español, este domingo confirmó un total de 28.572 casos de coronavirus en el país, de los que 3.646 son nuevos, un 14,6 % más, y ya hay 1.720 fallecidos, 394 más que el sábado, con un incremento del 29,7 %. Según los datos oficiales, hay además 1.785 pacientes en la UCI, unidades de cuidados intensivos, y 2.575 pacientes ya se han recuperado. Además, Sanidad ha publicado los primeros datos sobre el perfil de edad de los contagiados. España es el país con un porcentaje mayor de fallecidos de más de 80 años: el 67% de los muertos superaba esta edad frente al 50,1% en Italia, el 35,1% en Corea del Sur o el 14,77% de China; y el 25% de las personas de más de 70 años requieren cuidados en el hospital. La globalización es lo que tiene.

La pandemia de 1918 ofrece algunas lecciones para la de 2020, pero quienes tenían que tenerlo en cuenta no lo han hecho. En cada década se producen epidemias graves de gripe y los expertos creen que no hay que preguntarse si va a haber una próxima, sino cuándo sucederá.

El estado de alarma en España, lleva en vigor desde el día 14 pasado y ha superado su primera semana mientras el Gobierno prepara a la población para los días más duros. Los casos siguen creciendo y se espera que en los próximos días los casos más graves supongan una prueba crucial para la capacidad de los hospitales; por lo que el presidente Sánchez pedirá al Congreso prorrogar el estado de alarma y el confinamiento hasta el 12 de Abril, cuando acabe la Semana Santa. De otra parte, el presidente ha negado que sea necesario, por el momento, dar un paso más allá en la reclusión de los ciudadanos en sus casas y limitar la actividad económica a los servicios esenciales. Ha anunciado que las comunidades autónomas tendrán el control de las residencias de mayores privadas para poder controlar los focos de contagio en estos lugares, extremadamente sensibles por la acumulación de personas en un grupo de riesgo.

Sánchez avisa: el coronavirus pondrá “al límite la capacidad material y moral”, por lo que pide coraje en el confinamiento para afrontar la “ola más dura y dañina” que nos espera. Estamos en un momento muy crítico y van a venir días muy duros y está por ver cuantos no lo soportaremos.

Fuente e imagen: https://nuevarevolucion.es/la-otra-pandemia-hace-cien-anos-poco-hemos-aprendido/


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