Humanizar el uso de la tecnología en la educación

Por:  Rafael Campos Hernández 

¿Qué elementos personales debemos de reactivar para que el medio no sea el fin de la comunicación y con ello abra paso a la manipulación de los contenidos?, cuestiona Rafael Campos Hernández.

El pasado 4 de octubre 2.9 mil millones de usuarios de las plataformas Facebook, WhatsApp e Instagram quedaron paralizados en su comunicación por seis horas. México, con 78 millones de usuarios, es el quinto país que soporta su conectividad mediante ellas. Es decir, que el 62% de la población tuvo que relacionarse a través de otro medio alterno: teléfono, SMS o alguna alternativa de mensajería similar.

El hecho de que muchas empresas, organizaciones y personas vieran limitadas sus comunicaciones por esta caída de conectividad de una tecnología común lleva a una reflexión sobre la importancia del mensaje sobre el medio para comunicarlo. Más aún, los medios que impactan más en las conductas de las personas y cuáles son intrascendentes.

Al realizar un auto análisis de la información que se utiliza diariamente en los celulares y equipos móviles es posible determinar la importancia e inversión de tiempo en: relaciones personales, interacciones de trabajo, información del entorno social y recreación.

Los medios masivos de comunicación tienen una tarea específica de ser sostenibles y expandirse. Por lo mismo, soportan su plan de negocios en función de demandas de mercado. Por su parte, las redes sociales, en una aparente neutralidad, enfocan su esfuerzo en la atracción de mayor número de usuarios que se transforman en perfiles de clientes potenciales.

No es extraño encontrar que entre las aplicaciones más usadas en el mundo se encuentren: WhatsApp, Facebook, Instagram, Snapchat, Uber, YouTube, SHAREit, Google, Amazon Mobile, Twitter, Netflix y TikTok. Todos estos, cuyo fin es conectar, provocan relaciones momentáneas, ágiles y superficiales. Las relaciones de pareja siguen un patrón de conducta similar.

En los en los últimos 30 años las aplicaciones han evolucionado de Kiss y match, que buscaban favorecer la interacción entre parejas, a espacios más especializados que vinculan individuos por segmentación de mercado. Bumble, donde las mujeres realizan el primer contacto; Tinder para relaciones rápidas; Lawyr para abogados; eHarmony que genera un perfil de personalidad; happn que apoya a encontrar a esa persona con la que te cruzas y deseas hablar.

¿Cómo devolver el sentido humano a la comunicación? ¿Qué elementos personales debemos de reactivar para que el medio no sea el fin de la comunicación y con ello abra paso a la manipulación de los contenidos? La respuesta a estas preguntas parte de retomar el para qué comunicarnos y cómo hacerlo.

La comunicación interpersonal en la familia y la escuela llevan a reconocer en sí mismo ideas, sentimientos, actitudes y valores a transmitir. Es ahí donde la educación tanto en la primera como en las instituciones educativas tiene un reto sostenido de impulso a que las personas logren su mejor versión e impulsen el crecimiento de los demás.

El primer paso para la humanización de la tecnología es la escucha atenta de los mensajes que se emiten para comprender al otro. Esto implica una revisión clara de lo que se expresa, los textos, las imágenes, el orden de las ideas. Un segundo paso lleva a desarrollar el principio básico de empatía en la presencialidad y en la mediación tecnológica. Esto lleva a observar, percibir y alinear la visión de con quién estamos hablando con o sin imagen.

Detrás de ese nombre en pantalla existe alguien que siente, piensa, escucha y tiene una situación peculiar al igual que tú. El ritmo de la comunicación, volumen de voz, ademanes y claridad de la expresión dan pistas para intentar conectar, escuchar, comprender e intentar empatizar con el interlocutor.

Un tercer nivel es el desarrollo de la inteligencia emocional a pesar de los medios tecnológicos, lo cual conlleva a eliminar toda la cáscara de imagen, sonido, contexto que se emite e intentar el comprender a fondo las personas o grupo con quién se está interactuando.

Un cuarto nivel es formar grupos significativos de relación: familia, grupo de clase, equipos de trabajo que tengan un objetivo concreto en la interacción con espacios que permitan el crecimiento e intercambio abierto, así como franco, con un fin común.

Las estrategias para hacer que las relaciones casuales entre maestros y estudiantes se transformen en vínculos significativos en las clases híbridas y online en los niveles señalados llevan a:

1) Promover actividades y acciones que ayuden a la expresión de cada uno y escuchar lo que emiten. En la medida que conocemos más al otro y los mensajes que manifiesten, permite el encontrarse a sí mismo y enriquecerse unos a otros.

2) Impulsar la interacción y la colaboración: entre alumnos y maestros, padres de familia e instituciones educativas, formar la comunidad escolar o universitaria aún por la tecnología.

3) Utilizar lenguaje propositivo simple, los mensajes que impulsan y plantean son captados con mayor facilidad. Si el contenido es claro y directo, mejor.

4) Atraer la atención a los puntos esenciales. El exceso de datos lleva a perderse en el bosque de información.

Estas ideas pueden apoyar a que los alumnos, presentes y distantes, se integren en un grupo común a pesar de las limitantes propias de la tecnología o la conectividad. Educar pues, lleva a padres de familia y docentes a ser comunicadores impecables capaces de promover una escucha efectiva y un aprendizaje activo en la persona independientemente de la tecnología.

Nota del editor: Rafael Campos Hernández es Rector Institucional de Aliat Universidades. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

https://expansion.mx/opinion/2021/10/12/humanizar-uso-tecnologia-educacion

 

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Humanizar desde la inmediatez de los cuerpos.

Infancias y educación, desafío y oportunidad de transformación social.

Por: Alejandra Castiglioni

Humanizar…Muchos de nosotros reiteramos en estos tiempos -y enfáticamente- la necesidad de humanizar nuestros vínculos, nuestras perspectivas, nuestros horizontes, nuestro hacer. Implica un gran debate que invita a un diálogo sensible e interdisciplinar.

Quizás esta pandemia nos sitúe ante la oportunidad de desarmar la hegemónica deshumanización y en verdad, la educación y la infancia son los territorios privilegiados para intentarlo.

Boaventura de Sousa Santos menciona la necesidad de desmonumentalizar el conocimiento hegemónico, yo creo que mucho tiene que ver con la posibilidad de humanizar (2009). Siglos de modernidad en que una deliberada disociación entre razón y emoción, cuerpo y alma -entre otras escisiones- ha fragmentado la integridad humana, deshumanizándonos. Desde la perspectiva blanca, occidental, patriarcal y colonial se ha organizado la producción del conocimiento y las estructuras de poder, el hacer, es decir, el ser.

Nos inspira la utopía impulsada en las urgencias para descubrir un futuro en la complejidad del presente. Los umbrales de lo desconocido y los malestares de la incomodidad, que surgen cuando una pandemia revela las profundas inequidades  de las infancias del mundo, nos convocan a transformaciones creando paulatinamente la esperanza de un nuevo orden. Una nueva organización basada en el principio ético de la vida, como hemos escuchado mencionar a Enrique Dussel en estos días.

En particular, humanizaremos habitando la integridad de nuestro ser, legitimando la experiencia sensible de los cuerpos y en el espesor de la corporalidad; esto implica una mirada ética y estética de  un hecho social y político.

En los cuerpos se vivencia e inscribe la efectivización de derechos desde la más temprana edad, esto implica una perspectiva insoslayable para entender a la niña, niño y niñe como sujetos de derecho desde el nacimiento, ciudadanxs de hoy, ciudadanxs interculturales.

Parafraseando a Tonucci, lo cierto es que la cotidianeidad del hogar es hoy, la Escuela de la vida.  Construir diálogos es un desafío coyuntural, también alojar las nuevas interacciones que operan actualmente en la experiencia de enseñar y aprender, las del hogar. Además, erupcionan emociones diversas, incertidumbre, inquietud, temor, desconocimiento, entre otras, presentes en cada contexto, en cada gesto.

¿Por qué pensar desde los cuerpos?

Nuestro cuerpo en tanto construcción social y política situada en un aquí y ahora, es la superficie donde se inscribe nuestra historia y la de generaciones pasadas, nuestra vida y también nuestra muerte.  El hilo de vida que entrama la existencia humana mientras se conforma en los distintos vaivenes del saber, del poder, del ser.

Cuando el cuerpo es considerado como envase, como límite de la individualidad, como recinto del sujeto y por ello, objeto, es que aparece un cuerpo escindido del hombre, deshumanizado.

O bien, un cuerpo encorsetado en disciplinamientos que a veces invaden la cotidianeidad de la educación infantil, formateando tiempos, estereotipando juegos, técnicas corporales o danzas, gestos y emociones según el género, la clase o las más diversas categorías con la que se pretende organizar el mundo.

Indagar en la conversación educativa y en la posibilidad de transformación social pensando en los cuerpos, implica comprenderlos como portadores y productores de cultura y de conocimiento. Cultura en clave relacional, como entramado de estrategias para habitar el mundo y dar sentido a nuestra relación con cada uno de los mundos que habitamos. Esto sedimenta en la memoria del hacer, que como diría Heidegger, es ante todo un habitar.

Ahora bien, ¿es posible trascender la materialidad de los cuerpos en este distanciamiento preventivo y más allá de él? Si. Existe una interfaz entre las fronteras de los cuerpos y en su espesor circulan gestos, voces y relatos, este es el espacio de la corporalidad. Es ese lugar donde podemos redescubrir la potencia del gesto, la intensidad de los diálogos para encontrarnos distinto, para abrazarnos y sostenernos de otros modos y construir así una trama de esperanza que no es ingenuidad sino espera crítica y comprometida. Tan necesaria hoy.

También, allí se desenvuelven diversas representaciones de la otredad que nos convierten en oportunidad o amenaza. Están las que valoran amorosamente y las que nos hacen vulnerables y nos desplazan hacia el abismo, manteniendo asimetrías sociales que desechan seres humanos -marcan niñxs desde la más temprana edad- expulsándolxs al abismo social y simbólico. Lxs niñxs las cuestionan, su voz nos guía y así crea rupturas.

Humanizar, implica apostar a la integración de sí y con lxs otrxs. Asimismo, cuestionar representaciones de la otredad -producto de imaginarios ajenos- que lo impiden; ellas siguen formateando la experiencia infantil y la mutua percepción de quienes compartimos el camino en la vida.

Sabemos que mediante las luchas de los pueblos, algunas representaciones mutan a lo largo del tiempo, allí está nuestra oportunidad y desafío.  Y en esa esperanza, vamos enunciando nuestros sentipensares, construyendo diálogos interdisciplinares que nos permitan repensarnos.

¿Caminos? La educación infantil. No sólo como derecho, sino como territorio para la descolonización del saber,  un camino inacabado de preguntas emancipadoras más que de respuestas. En particular, y en su dimensión política insoslayable, la educación intercultural critica como perspectiva encarnada para detectar adultocentrismos e impugnar instrumentos de homogenización de subjetividades, funcionales a la mercantilización del capitalismo depredador.

Y la potencia de la mirada de lxs niñxs. En estos tiempos -más aún- esa mirada nos conecta con la necesidad de recuperar lo más genuino de nuestro ser, quizás, la cultura de nuestros pueblos indígenas, adaptándola a nuestra realidad desde el hacer… lo que es descolonizar … el saber, el estar, el pensar, el soñar, es decir, el ser. Mientras sentipensamos nuestros cuerpos, revisando cómo los habitamos. Esto implica gestar una nueva corresponsabilidad de existir ampliando la experiencia de la infancia y alojando su impulso vital.

En lo adverso de esta pandemia, habita una oportunidad para honrar ese impulso vital, reinventando paisajes más justos, más humanos, donde de este caos surja un nuevo orden que nos encuentre disponibles amorosamente a la presencia singular de cada niñx, trayendo rupturas con sus gestos -claro- pero invitándonos siempre a un nuevo comienzo (Bustelo, 2011).

Y durante esta noche, para programar un amanecer más humano, no debe faltar la ternura en nuestros modos de vincularnos, imaginar y habitar el mundo. Alejandro Cussianovich, expresa que la ternura debe ser entendida como una virtud política, como un componente insoslayable de nuestra práctica educativa, familiar, profesional sea cual fuere la que nos encuentre trabajando por un mundo más justo y significativo (2009). Sin dudas… la solidaridad es el rostro de la ternura de los pueblos.

Bibliografía:

Bonaventura de Sousa Santos (2009). Una epistemología del Sur. La reinvención del conocimiento y la emancipación social. México, CLACSO y Siglo XXI

Bustelo, Eduardo (2011). El recreo de la infancia. Argumentos para otro comienzo. Buenos Aires, Siglo XXIEditores.

Cussianovich, Alejandro (2009). Ensayos sobre infancia II. Sujetos de derechos y protagonista. Perú, Iflejant.

Buenos Aires. Agosto, 2020.

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Entrevista a Mariano Martín: «Educar es mucho más que enseñar: es humanizar»

Entrevista realizada por Manuel Crespo. OEI-IBERCIENCIA a Mariano Martin Gordillo.

 Mariano Martín Gordillo es profesor de educación secundaria desde hace casi 25 años. Trabaja en Avilés, una ciudad del Principado de Asturias, en el norte de España, donde da clases de Filosofía, Ética y también sobre temas relacionados con ciencia, tecnología y sociedad. Sobre su propia experiencia como estudiante, recuerda lo siguiente: «Cuando yo era alumno, los pupitres estaban clavados en el suelo y formaban filas de a dos, mirando siempre a la pizarra, donde estaba el profesor. Él hablaba siempre, nosotros pocas veces. Él preguntaba y nosotros debíamos responder. Eso era lo que se esperaba de nosotros: el silencio, las respuestas y, si se daba el acaso, alguna pregunta pertinente. Aquello no me gustaba. A mí me gustaba y me gusta hablar. Por eso ahora tiendo a hablar mucho cuando me invitan a hacerlo con otros profesores y a hablar menos cuando estoy con mis alumnos, para que sean ellos quienes lo hagan».

Alrededor de esta inquietud giran algunos de los conceptos que el profesor expondrá durante la entrevista, dedicada en su mayor parte a la inclusión de las nuevas tecnologías en el aula. Martín Gordillo, que también es miembro de la Comisión de Expertos de la OEI, dice que está de acuerdo con la llegada de ordenadores, entornos virtuales y libros-computadora, siempre y cuando estos progresos nunca dejen de ser lo que son: una herramienta para asegurar la participación cada vez más integral del alumno en la clase y la construcción de un espacio en el que primen el diálogo y el intercambio como principales métodos de enseñanza.

PREGUNTA: El aula de la escuela no ha cambiado en muchísimo tiempo. Siguen estando el pizarrón y la tiza, mientras que afuera las tecnologías evolucionan sin cesar. ¿Cómo puede hacer la escuela para capturar la atención del alumno de hoy, que está muy pendiente de los actuales cambios tecnológicos?

RESPUESTA: Creo que hay que pensar en términos de metáforas. Me refiero a la lógica 2.0 de la que tanto se habla, a la integración no mediada por el espacio y el tiempo. Sería interesante verla como una metáfora de la relación educativa. Durante un tiempo Internet fue 1.0. Hubo unos poquitos años de redes escaparates, de páginas que mostraban cosas y se suponía que uno era un mero espectador. Y en ese sentido el 2.0 es una metáfora de lo que puede ser el ámbito escolar. No es tanto cómo entran las TIC como artefactos en el aula, sino de qué manera podemos hacer que el aula recupere la dimensión dialógica que siempre debió tener. Porque en los orígenes de la educación estaba el diálogo. Parece que eso se nos ha olvidado. Las primeras reflexiones de la educación están en Platón. El espacio público que era el ágora, el espacio de encuentro en las polis griegas, donde se intercambiaban y se compartían razones. Es aquello lo que podemos y debemos recuperar en el ámbito escolar. Hoy en día, muchas aulas son un escenario demasiado contemplativo donde alguien habla y alguien escucha, pero podría ser un espacio dialógico que tuviera además una ventaja frente a los otros entornos: junto a los alumnos hay un adulto. Y ese adulto, que teóricamente tiene contacto con un conocimiento que viene de antes, es una oportunidad que en otras redes sociales los jóvenes no van a tener. En el mundo de la comunicación virtual, la comunicación intergeneracional no es tan fácil. El aula es una oportunidad para ello se produzca.

P: ¿Qué beneficios podrían traer innovaciones como el e-book a la enseñanza?

R: Respondo a esta pregunta a comienzos del 2010, cuando se anuncia la llegada del iPad, y con eso me excuso de que con el tiempo lo que ahora digo pueda resultar ingenuo o descaminado. Sin embargo, tengo ciertas expectativas hacia estos nuevos cacharros, no sólo por lo que tienen de novedad, sino también por lo que tienen de viejo. Para los nativos digitales puede ser novedoso un artilugio que les pone adelante la inmensidad de la cultura del libro. Para los inmigrantes puede ser amigable un dispositivo digital con el que pueden interactuar sin perder algunos de los códigos del mundo comunicativo del que proceden. Creo que, sobre todo en las aulas, las TIC pueden ser un interesante lugar de encuentro entre ambas especies generacionales. Al menos como escenario de transición, me interesa ver la forma en que esos nuevos artefactos pueden llegar a ser útiles para que las lógicas 1.0 y 2.0 puedan encontrar un puente en las aulas.

P: ¿Y qué piensa de iniciativas como las de «una laptop por niño»?

R: No seré yo quien se oponga a que todos los niños del mundo accedan a recursos de los que yo disfruto desde hace tiempo. Es evidente que nunca debe ser visto como problema que todos los niños tengan un ordenador, pero tampoco creo que deba ser considerado como la única solución. Como mucho es una parte de las soluciones que requieren los muchos problemas educativos existentes en los entornos más carenciados. Me gusta esa imagen de los niños, y sus familias, disfrutando con el mundo al que acceden a través de esos pequeños ordenadores, pero no me gusta ese discurso que a veces acompaña a estas iniciativas, según el cual los niños pueden ser educados casi sin maestros. También me preocupa la sostenibilidad de esas iniciativas: su visibilidad inmediata no siempre se conjuga con suficientes garantías de reposición y continuidad.

P: ¿Cuál será, en lo específico, el rol del maestro dentro de un esquema que integre a las nuevas tecnologías?

R: Será el artesano del diálogo. Tendrá que generar el contexto y hacer posible un espacio donde se pueda intercambiar, crecer y aprender intercambiando. Más que preocuparse por qué conocimientos debe llevar al aula -eso es una cuestión superada: los conocimientos están constantemente en todos los lugares-, deberá preocuparse por cómo crear dispositivos y situaciones de organización que favorezcan el acceso al conocimiento y su discusión. Otra cuestión que está presente es que el aula se concibe como un lugar donde sólo ocurre una transmisión de conocimientos, pero no se plantea como un espacio de cuestionamiento de conocimientos, de intereses, de valores.

P: Cuando habla de educación unidireccional, ¿por qué cree que hasta el momento se ha educado así?

R: Desde que existe la escolarización masiva, todos hemos sido educados en un aula. Todos tenemos una idea de lo que es o debe ser un aula. La transformación de esa tecnología supondría una renuncia a los preconceptos que uno tiene sobre cómo debe ser la educación. Nuestra aula no era dialógica, de modo que tenemos que crear escenarios de relación que no tenemos en nuestra memoria. Creo que esto es un obstáculo importante para el cambio. Haber sido educados de cierta manera supone un lastre muy grande para todos. Por eso los modelos son tan importantes. Aprender como docentes a crear otros escenarios de participación en el aula es vital. Si no lo haces, no te das cuenta de cómo se puede hacer. No es una cuestión teórica.

P: Dentro de un potencial esquema dialógico, ¿no hay riesgo de que se produzca una descentralización de la autoridad?

R: ¡Hombre, la descentralización nunca es mala! La autoridad concebida como el espacio donde yo hablo y tú te callas es una autoridad no democrática. La superación de este modelo autoritario -que no es autoridad sino autoritarismo- me parece perfecta. La autoridad es otorgada por la legitimidad que tiene tu rol. Es una legitimidad en ejercicio, en la medida en que el maestro sea capaz de crear situaciones y aportes a los alumnos. Se trata de un rol muy importante: en un espacio de debate la voz del profesor siempre es una voz autorizada, pero no solamente porque sea la del profesor, sino porque aporta o incorpora objetos que no están en el escenario mental de los niños. La voz del maestro debe ser respetada por lo que dice, no por quién lo dice. Claro, esto supone un paso previo que es muy importante: el profesor tiene que contar con una densidad cultural que esté por encima del nivel medio de las familias de sus alumnos. Esto es crucial. Sin un cierto nivel cultural, sin un cierto interés por la cultura en el rol del profesor, el aula es un escenario problemático. Y eso tiene que ver con algunos contextos nacionales, donde la formación del profesorado está en baja.

P: ¿Cómo se puede establecer un diálogo horizontal entre maestro y alumno si se tiene en cuenta que las competencias de uno y otro no son las mismas?

R: Es evidente que las competencias no son las mismas, pero el que yo planteo no es sólo un diálogo entre dos sujetos, sino entre muchos más. El diálogo más vivo, y quizá más rico educativamente, es el que se da en el aula entre los propios alumnos. Ellos también son diversos en competencias, intereses y actitudes, pero esa diversidad es muy fértil si se sabe aprovechar educativamente. Ahí es donde entra el docente como organizador crucial de la comunicación en el aula, como experto competente en propiciar espacios para la interacción y la cooperación. Su competencia epistemológica en las materias que enseña es muy importante, pero no lo es menos su densidad cultural general o su capacidad para generar espacios propicios para el diálogo, la colaboración y el aprendizaje. Ser un docente competente es, por tanto, mucho más que ser un docente bien formado en una disciplina. Son competencias que se adquieren con una sólida formación inicial. Y también con una formación continua que permita al docente aprender con sus compañeros y aprender de las mejores experiencias que ellos le puedan aportar.

P: Llegado un momento, también se discutirán los contenidos de enseñanza…

R: Si, pero eso será tan sencillo como abrir un poco las ventanas a la vida. Los contenidos que tradicionalmente estaban presentes en los libros de texto tenían que ver con saberes disciplinados tradicionalmente por la academia, por la escuela, por la historia. Es el formato de la enciclopedia del siglo XVIII: un saber ya estructurado en cada escuela, con un currículo ordinario. Pero si miramos cómo es y cómo se difunde el saber, en los medios de comunicación encontramos una metáfora muy clara de lo que podemos hacer en la escuela. En el contexto de la ciencia, por ejemplo, el contenido científico no es un contenido de saber puro: hay un saber que tiene que ver con el hacer, con la tecnología, y también con la controversia, con los problemas. Es decir, sobre todo el contenido científico, un porcentaje altísimo de lo que los medios de comunicación incorporan no tiene que ver sólo con cuestiones de hecho o de saber, sino también con cuestiones de deber, con controversias de carácter valorativo. Incorporar en el aula toda la ciencia real -no solamente la ciencia conceptual, sino la ciencia controvertida, la ciencia que está en la agenda de las decisiones macro y micro, aquellas que tienen que tomar tanto el ciudadano particular como el conjunto de la sociedad- es una buena forma de hacerlo. Llevar los periódicos al aula y ver cómo se maneja el conocimiento científico en la prensa, cuándo la prensa lo hace bien y cuándo lo hace mal, es una de las herramientas más útiles para entender cómo debería ser el cambio de los contenidos.

P: ¿Se debería poner en duda la obligatoriedad de la educación formal?

R: ¡Hombre! Jamás deberíamos poner el acento en esa idea. La educación ha sido y es un bien social indiscutible. Los pueblos que han apostado por escolarizar a más gente, durante más tiempo y en mejores condiciones, son los pueblos que más han progresado. La extensión de la obligatoriedad -no en el sentido del encerramiento, sino simplemente de la obligación de los Estados de proveer servicios educativos a todos los ciudadanos, de la obligación de los padres de manejar el tiempo para que sus hijos estén en las aulas y de la obligación de los niños de asistir a clase- no debe ser relativizada bajo ningún aspecto.

P: Algunas TIC ya se usan en las escuelas, pero aún no hay un programa que explique los cambios que implican esas nuevas tecnologías. ¿Los estudios CTS podrían ayudar en ese sentido?

R: Sí, creo que son fundamentales. En el enfoque CTS hay una nueva mirada que es muy positiva. Muestra qué son la ciencia y la tecnología y cómo están afectadas por la historia y la vida social. Las sociedades están presentes en la propia construcción de la verdad, así que no hay verdades puras y aisladas del contexto en las que han nacido. Los estudios CTS, para la ciencia que se muestra en las aulas, también evidencian que la ciencia es humana e incorpora las condiciones que permitieron su gestación. Incluso la otra parte de los estudios CTS -aquella más involucrada en temas como la participación pública, el cambio social y demás- sería de mucha utilidad en el aula. La clase debe convertirse en un escenario donde los chicos puedan aprender a tomar decisiones en relación con la ciencia y la tecnología. Yo suelo hablar de dos paradigmas en educación. De un lado estaría el escenario siempre conocido, el paradigma narrativo y contemplativo, donde el aula es un espacio físico en un sentido tradicional y donde se construyen relatos que se transmiten. Aquí estamos hablando de narraciones y de una actitud contemplativa por parte del educando. Del otro lado nos encontramos con el paradigma dialógico-participativo. El que va a llevar la organización del espacio tiene que promover el diálogo, mientras que el alumno es un sujeto que se educa participando. Allí está la clave del cambio, pero vuelvo a lo de la memoria que dije antes: en el tránsito del paradigma narrativo-contemplativo al dialógico-participativo, no hay que descontar que todos hemos sido socializados en el primero. Este punto debe ser tenido muy en cuenta, ya que implica un obstáculo que no es menor a la hora de modificar el esquema tradicional de enseñanza.

P: En definitiva, ¿está de acuerdo con la implantación de TIC en las escuelas?

R: Una respuesta negativa a esta cuestión sería tan patética como seguir aferrado a la pluma y al tintero cuando ya se dispone de bolígrafos, o como oponerse al uso de los libros tras la invención de la imprenta. Pero más allá de lo obvio, conviene que nos demos cuenta de que asistimos a un cambio histórico descomunal. No se trata sólo de la entrada de cacharros digitales en las aulas. La escuela tuvo durante mucho tiempo funciones alfabetizadoras y ése fue el saber hacer propio que la hacía socialmente imprescindible. Sin embargo, el mundo digital no requiere tanto, al menos no como el mundo académico, de enseñanzas específicas para entrar en él. Pero sí puede seguir siendo relevante una educación para las nuevas formas de socialización en los nuevos entornos virtuales. Sigue siendo importante diferenciar entre enseñar y educar. Al aludir a una educación para los nuevos entornos virtuales no quiero referirme a esas ñoñas cantinelas llenas de prevenciones que insisten en educar frente a los peligros de esos nuevos entornos. Se trata, más bien, de instalar un nuevo contrato educativo en el que sea posible entender que, para muchas de las competencias que los nativos digitales necesitan, siguen siendo funcionales las aulas presenciales. El diálogo en el ágora, la participación cooperativa en el aula y la interacción en las redes sociales forman un continuo históricamente coherente. Lo que no es coherente es imaginar tarimas 2.0 o insistir en perpetuar formatos de aulas como la de la película Entre les murs. Si nos enrocamos, como muestra esa película, en el rancio paradigma narrativo-contemplativo, la escuela tendrá poco futuro y se quedará petrificada, añorando un tiempo que ya no existe. Los pesimistas disfrutan de esa película porque confirma su visión apocalíptica sobre el presente y sus pronósticos agoreros sobre el futuro. Bienvenidas sean pues las redes digitales y las TIC en las aulas, aunque sólo sea para que nos enredemos buscando la manera de disolver esos muros simbólicos que a veces han aislado a la escuela del mundo.

P: Recién dijo que «enseñar» y «educar» son dos conceptos distintos. ¿Podría decir algo más al respecto?

R: Efectivamente, hay diferencias significativas. La educación es más que la enseñanza. Incorpora ese valor añadido que le da sentido a ésta última. Educar es humanizar, favorecer el desarrollo de las potencialidades de las personas. Antes se consideraba que ese proyecto podría lograrse sumando las enseñanzas de los distintos campos del saber, pero hoy sabemos que eso no es suficiente. Siendo muy importante, la mera instrucción no conduce a una educación integral. De la suma de los saberes conceptuales no emergen las actitudes que permiten a las personas valorar el mundo en el que viven y apreciarlo. A valorar se aprende valorando y a participar se aprende participando. Quizá en esos verbos se sitúe ese valor añadido que tienen los buenos sistemas educativos sobre los buenos sistemas de enseñanza.

P: ¿Cuál es hoy el rol del examen en la escuela?

R: Muchas veces les digo a mis alumnos que la lógica de los exámenes se parece a la de un simulacro teatral: ellos hacen como que dominan ciertos contenidos en una fecha determinada y yo hago como que lo constato para siempre. Todo se basa en que nadie se salga del guión ni de la fecha. Si se pregunta o se responde lo que no toca o cuando no toca, todo se desmorona. ¿Aprobaríamos el último examen que hicimos si tuviéramos que repetirlo sin aviso un año después? La lógica del examen no es la de la buena educación, ni siquiera la de la verdadera enseñanza ni la del verdadero aprendizaje. Es la lógica de la acreditación, la del valor de cambio de lo que la escuela certifica frente al valor de uso de lo que la escuela promueve o debería promover. El problema es que esa escenificación impregna nuestra cultura escolar desde que somos alumnos y hace que un mecanismo tan simple como el del examen monopolice muchas veces la interpretación de lo que es, lo que puede ser y lo que debe ser la educación. Usando términos chomskianos, los exámenes muestran actuaciones, pero no siempre demuestran competencias. Lo educativo está en lo potencial, en las competencias, mientras que lo instructivo está en los actos, en las pruebas. El examen se ha convertido en un artefacto escolar que condiciona muchas otras cosas, pero esa pretendida objetividad acaba condicionando los roles y las posibilidades de interacción de los sujetos de la relación educativa. Cuando el alumno le pregunta al docente «Profe, ¿esto entra en el examen?», está haciendo, sin saberlo, una lúcida denuncia de lo que sucede: lo único que tiene valor es lo que se evalúa.

P: ¿Considera que algo debería cambiar?

R: Sí. Para empezar, convendría cambiar las actitudes hacia la escuela y hacia lo que sucede en ella. Últimamente parece que está de moda decir que la escuela está en crisis, que las nuevas generaciones son intratables y que los docentes no podemos hacer nada. Esa es una buena forma de intentar convertir un mal diagnóstico en un pronóstico peor. Pero la realidad de las aulas no es así. Y lo que es más importante: no debe ser así. Las nuevas generaciones son lo más importante que tiene una sociedad. A diferencia de muchos de los que opinan sobre los jóvenes desde lejos y con desconfianza, quienes trabajamos cada día con ellos podemos constatar que los de hoy no son peores que los de otros tiempos. Al contrario, nacen en un mundo mucho más ancho y abierto a sus inquietudes y, por ello, son muchos más los que pueden formarse y hacerlo en sentidos mucho más variados. Yo tengo confianza en estas nuevas generaciones que se mueven con desparpajo en los nuevos entornos virtuales. Las escuelas que tienen problemas no requieren discursos pesimistas o excusas para no afrontarlos. Pero también pienso que en la escuela hay cosas muy importantes que conservar. Por ejemplo, la voluntad de educar: esa vocación de los docentes, esas decisiones de los políticos y esa complicidad de la sociedad que han permitido durante décadas que en todos los lugares del mundo donde se ha ensayado sea siempre cierto que más educación es igual a más progreso social y a más felicidad individual. La novedad en los últimos tiempos es que podemos hacer que ese proyecto alcance a todos.

Fuente entrevista: http://www.oei.es/historico/divulgacioncientifica/?Mariano-Martin-Gordillo-Educar-es&utm_content=bufferbb7c5&utm_medium=social&utm_source=facebook.com&utm_campaign=buffer

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La difícil tarea de humanizar.

Por: Victor Corcoba Herrero.

Educar nunca ha sido una tarea fácil, pero hoy aún es más compleja, en un orbe tan injusto como desigual. Si en verdad queremos instruir para sentirnos más libres, quizás antes tengamos que adquirir conciencia de la justicia para que no se pierda corazón alguno por falta de oportunidades, pues lo fundamental es animar a convivir desde la cooperación de unos para con otros.

Precisamente, un reciente informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo de la UNESCO nos advierte de esa necesidad de cooperación entre sectores, para ayudarnos a coexistir, a templar el alma, y así, poder afrontar de manera coordinada las dificultades de la vida, acrecentando un mayor espíritu comprensivo y tolerante. Cuesta entender que, ante esta atmósfera de deshumanización, los sistemas de educación hagan bien poco, por no decir nada, a la hora de transmitir valores en lugar de acrecentar contenidos que, más que ayudarnos a despertar, nos adoctrinan como marionetas en un horizonte de luchas inútiles. Olvidamos que el objeto de enseñar es formar personas humanas aptas para auxiliarse unas a otras, y no para ser insensibles y competitivas unas contra otras. Por eso, la educación, seguramente sea la forma más humana de reencontrarse; ¡de hallarse humano de verdad!

Lo importante no es aprender a leer o hacer cuentas, sino saber cohabitar, gobernarse por sí mismo, aprender a respetar. Ciertamente, resulta preocupante que no se preste más atención a nuestro espíritu solidario, y, únicamente se premie el intelecto de la formación. Por ello, necesitamos a mi juicio tomar acciones mundiales que prioricen la tarea de humanizarnos, con programas educativos verdaderamente ejemplarizantes y de transformación de almas, lo que conlleva otro lenguaje bien distinto a lo que hoy se ofrece en los centros escolares. La única educación que nos hace avanzar como especie pensante es aquella que es capaz de obtener lo mejor de uno mismo, tal vez para poder abrazar unidos esa trascendencia de unidad y unión que, como linaje, todos nos merecemos para sentirnos alguien en la vida. Difícilmente va a dignarse acceder a ese noble sentimiento de alianza, quien no ha sido educado para el amor y por el amor, o va a amar el planeta, si previamente apenas tiene conocimientos básicos sobre medio ambiente y cambio climático. Si fundamental es prestar más atención a las cuestiones ambientales, también es vital propiciar una sana atmósfera de virtudes, a fin de convertirse en un ser humano; ¡sí, en efecto, humano de verdad!

No hay educación si no hay humanidad que transmitir, si todo es más o menos producción de máquina, lo que conlleva el activo de una generación estúpida, creída y altanera. La UNESCO acaba de acentuar el requerimiento de una transformación profunda educativa para hacer frente a los desafíos que afronta la humanidad y el planeta. Personalmente, uno hace tiempo que lo viene demandando a través de sucesivos artículos sembrados por todo el globo, pero la irresponsabilidad de algunos, hasta ahora lo han impedido, sabiendo que un mundo humanizado es un mundo liberado, ya que la ignorancia, siempre inhumana, nos desciende a la esclavitud más servil. Pensemos que la formación es por lo menos una forma de realizarse, de culto de la voluntad, de cultura humanitaria que ha de servirse a lo largo de la vida, como activo imprescindible, porque humanizar es como sentirse parte de los demás antes que de uno mismo; ¡humano hasta las entretelas!

Sinceramente, pienso, que el valor educativo no es el aprendizaje de muchos datos, sino el ejercicio de la mente para pensar y no dejarnos aborregar; pero también, de igual modo, el adiestramiento de nuestros latidos para poder encauzar fraternalmente nuestra existencia. Todos deberíamos nacer en una familia, nacer del amor, y crecer sustentados por una sociedad hermanada. Los tiempos actuales son todo lo contrario, lo separan todo, lo dispersan todo y también lo confunden todo, por lo que la tarea de humanizar se nos complica, y máxime cuando los sistemas educativos del astro, responden más a intereses que a humanidad. ¡Dignifiquémonos!

Enfermada el alma, convertida en tumba del cuerpo, es bastante complicado entender la realidad; y, como tal, concebirnos a nosotros mismos. Ojalá hubiese muchas escuelas, sobre la faz de la tierra, que desarrollen otro civismo, otro lenguaje más del corazón que de la vida. Sería una buena manera de propiciar ese ansiado cambio en el planeta, donde todas las culturas se acogen, acompañan, saben discernir e integrarse, en un ambiente humano, donde cada cual sea el mejor aliento de su análogo; es cuestión de apreciarse, ¡no de repudiarse!

Fuente: http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/article101383822.html

Imagen: http://elimparcialnews.com/wp-content/uploads/2016/09/Humanizacion.jpg

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España: Premio nacional para el plan de humanización en la atención pediátrica

España/29/04/2016/ Fuente: Huelvaya

El galardón ‘Hospital Optimista’ reconoce las mejores iniciativas del país que contribuyan a generar un entorno positivo para el paciente y su familia.

La Unidad de Pediatría del Complejo Hospitalario Universitario de Huelva ha sido galardonada con el primer ‘Premio Nacional Hospital Optimista’ por la implementación de un Plan de Humanización en la Atención Perinatal y Pediátrica. Los profesionales de enfermería de esta unidad han dando un giro radical a la asistencia que ofrecen a los menores de todas las edades, contribuyendo a aliviar la ansiedad que les genera la hospitalización, de modo que su estancia sea lo más agradable posible y se convierta en una experiencia de interacción social, divertida y amigable.

Los Premios Nacionales Hospital Optimista nacieron en 2015 para reconocer aquellas iniciativas y prácticas positivas que contribuyan a generar un entorno optimista para el paciente y su familia, colaborando así en la mejora de la salud de los pacientes hospitalizados. Estos galardones se han convertido en un referente de humanización en el entorno sanitario español, habiendo recibido en esta segunda edición un total de 157 candidaturas de más de 90 centros sanitarios procedentes de todas las comunidades autónomas. La Fundación Atresmedia es una de las entidades que organiza los premios, llevando más de diez años dedicando una atención especial a los niños hospitalizados a través de su Programa de Asistencia Hospitalaria.

El premio ha sido donado a la Asociación Nacional Cienciaterapia, que inició su proyecto en la Unidad de Pediatría del Complejo Hospitalario Universitario de Huelva y actualmente se está extendiendo a otros centros, con la misión de hacer más llevadera la estancia de los niños en el hospital realizando talleres de ciencia divertida por animadores y educadores del mundo de la divulgación científica, contribuyendo positivamente a la recuperación de los pequeños pacientes y fomentando el descubrimiento y las vocaciones científicas.

El Plan de Humanización llevado a cabo en la Unidad de Pediatría del Complejo Hospitalario de Huelva integra a los niños de todas las edades. Así, comenzando por los más pequeños, las unidades de Cuidados Intensivos y de Neonatología, altamente especializadas y con horarios de visitas tradicionalmente muy restringidos, han pasado a ser unidades abiertas a los padres las 24 horas del día, aliviando la inquietud de los progenitores y favoreciendo los vínculos emocionales familiares que protegen al bebé.

De este modo, los padres pueden permanecer junto a sus hijos sin limitación alguna y participar activamente en sus cuidados, como bañar al niño, dar las tomas de leche o realizar el método madre canguro (mantener al bebé en contacto piel con piel con su madre o padre, reforzando el vínculo afectivo), siempre guiados y acompañados por los profesionales de enfermería de la unidad.

Otra línea importante ha sido la constitución del Grupo de Mejora de Atención al Niño Hospitalizado, en el marco de la Participación Ciudadana de la Unidad, integrada por profesionales de Pediatría y diversas ONGs, cuyo objetivo es dinamizar la estancia de los menores, coordinando y planificando actividades de voluntariado y animación lúdico-educativa para combatir el dolor y el miedo de los niños mediante la diversión, la alegría y el aprendizaje. Esta comisión busca, organiza y coordina los programas de las asociaciones que desean incorporarse a los proyectos de humanización pediátricos. Precisamente en el seno de esta comisión nace Cienciaterapia, hoy constituida como Asociación Nacional Cienciaterapia.

La Unidad de Pediatría ha contado también con la estrecha colaboración de la Escuela de Arte León Ortega de Huelva, a quienes ofrecieron las paredes de las instalaciones sanitarias como lienzo para el desarrollo de actividades artísticas. Sus alumnos han realizado de manera completamente altruista tres inmensos murales que han llenado de color la Unidad, haciéndola más amigable para los menores.

La contribución de Cruz Roja Juventud resulta fundamental para el desarrollo de este completo programa. En el marco de su Proyecto de Atención a la Infancia Hospitalizada, el voluntariado de esta ONG desarrolla de manera habitual cada tarde, actividades lúdicas de animación, juegos, talleres o préstamo de juguetes en el aula hospitalaria y coordinan asimismo el calendario de actividades con otras asociaciones.

Los niños hospitalizados en la Unidad de Pediatría cuentan además con múltiples colaboraciones altruistas que durante todo el año ofrecen una alternativa de ocio y tiempo libre durante la estancia en el hospital. Talleres de magia, globoflexia, cuentacuentos, actuaciones musicales y teatrales, fiestas temáticas, visitas de deportistas y múltiples regalos, son sólo algunas de las actividades con las que cuenta asiduamente esta Unidad, en la búsqueda permanente de iniciativas que contribuyan a reducir el desajuste emocional en el niño y su familia durante la hospitalización, convirtiendo su paso por Pediatría en una experiencia lo más agradable posible, todo ello en el marco del Proyecto de Humanización de la Atención Perinatal de Andalucía.

Fuente: http://huelvaya.es/2016/04/29/premio-nacional-para-el-plan-de-humanizacion-en-la-atencion-pediatrica/

Imagen: http://huelvabuenasnoticias.com/wp-content/uploads/2016/04/IMG-20160428-WA0014-300×195.jpg

 

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