El 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud reconoció como pandemia la enfermedad ocasionada por el virus SARS-CoV-2, el terreno cultural salió de la escena tradicional y la industria del arte debió asumir nuevos derroteros.
Los artistas debieron plantearse un cambio radical y de primera mano que garantizara la subsistencia espiritual y económica, diera visibilidad a su trabajo y al mismo tiempo, fuera un acicate para el alma ante la alerta de una crisis mundial contra todo pronóstico.
La propagación del virus exigió cuarentenas, distanciamiento social, amenazas a los sistemas sanitarios y financieros, pérdidas de vidas humanas. Sin embargo, el caos dio paso a la innovación ante el cierre de museos, cines, teatros, la cancelación de festivales, conciertos y la diezmada vida cultural de las naciones.
Desde entonces emergieron alternativas para construir un entorno más incluyente y transversal. El confinamiento devino desafío creativo que llevó a elaborar materiales y proyectos, y profundizar en la recuperación de las artes y su nueva concepción.
Los llamados NFT (Non-Fungible Token) o cripto arte lograron efervescencia durante este tiempo, al igual que las exposiciones inmersivas, uno de los formatos con evidente alza con el cual el arte cobró una perspectiva diferente e interactiva por intermedio de sonidos, luces, imágenes y colores.
También los espectáculos con hologramas cobraron auge y adeptos, pues fue una peculiar forma de que los melómanos pudieran apreciar en la escena a sus cantantes preferidos, algunos muertos, desde la proeza tecnológica de la tercera dimensión.
La música se aferró a las nuevas tecnologías para garantizar su supervivencia. El streaming devino válvula de escape para solventar la depresión del mercado musical y mantener su vigor y solvencia.
También la danza, el teatro y la industria audiovisual se auxiliaron de mecanismos virtuales para llegar hasta los hogares de los espectadores, entretenerles e irradiar en sus pantallas la realidad desde una perspectiva optimista y conciliadora.
RESQUICIOS CULTURALES
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, la Covid-19 generó una crisis de proporciones devastadoras que impacta directamente en las industrias creativas y del patrimonio y, a su vez, exacerba vulnerabilidades y desigualdades del sector.
Si bien las nuevas herramientas de comunicación permitieron emprender iniciativas culturales y artísticas, la pandemia demostró las brechas de los sistemas donde no todos tienen acceso a la conectividad, ni a la divulgada diversidad cultural.
De acuerdo con el crítico cubano Rolando Pérez, en muchos casos, sobre todo en los países del nombrado Primer Mundo, el número de ofertas no aumentó la pluralidad, sino que la manipuló y se apropió comercialmente de ella, mientras hizo disminuir las opciones de las culturas nativas.
Sobre el tema, el expresidente de Colombia Ernesto Samper Pizano, en una reunión del Grupo de Puebla dedicada a valorar las iniciativas de la cultura en pospandemia, afirmó que con esta crisis “nos anticiparon el futuro”.
Pero, ¿cómo debería ser ese futuro? Lo más importante, incluso para la cultura, es la integración de América Latina y la construcción de una ciudadanía sobre el mayor patrimonio: la diversidad, aseguró.
Por su parte el exdirector artístico del teatro Colón, Argentina, Marcelo Lombardero, aseveró que el mayor desafío de la pospandemia en términos culturales para el continente es desprenderse de la mirada neoliberal.
El neoliberalismo tiende a confundir el hecho cultural con un evento, pero el hecho cultural significa la unión de las fuerzas vivas de la sociedad en un trabajo que genera vínculos, alegó el artista e investigador.
Lombardero señaló como esencial la importancia de diferenciar el arte popular con el arte comercial llevando la mirada del multiculturalismo que permite el crecimiento y florecimiento de la cultura.
Por último, convocó a tener en cuenta el rol de las instituciones culturales, para qué, por qué y para quién están; justamente, desde una mirada de reconstrucción del tejido social.
CUBA RESILIENTE
En Cuba, este planteamiento es premisa y bandera. La pandemia potencia la innovación y el espacio virtual ofrece visibilidad a la cultura comunitaria, revela nuevos talentos, proyecta iniciativas novedosas que emergen desde los hogares, la raíz y el calor del barrio y los actores sociales.
Al decir del periodista cubano Ricardo Alonso, la cultura cubana no quedó silenciosa, sino que brilló más que nunca con luz de arte y pensamiento.
No faltó desde la comunidad el escritor, el actor, el cantante, el pintor, el bailarín o el realizador audiovisual, la canción o el poema dedicado a exaltar la voluntad y consagración de científicos y personal de salud.
Tal y como expresara el líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, en los difíciles años del llamado Período Especial: La cultura es lo primero que hay que salvar. Y en 2021, salvó. El crítico Pedro de la Hoz coincide con muchos analistas en la función decisiva que desempeñó el movimiento artístico en el año que acaba de concluir.
Igualmente, reconoció que es preciso reponerse ante las limitaciones vigentes, aprendiendo de lo mucho que aún tiene por ofrecer la experiencia de hacer arte y generar cultura (en toda su dimensión conceptual) en tiempos de pandemia.
Bien pudieran servir de sumario las palabras del investigador Emilio Antonio Duarte cuando planteó que la política cultural de la Revolución cubana debe ser diseñada (y en eso trabaja) con base a la ciencia y la tecnología, teniendo en cuenta la relación dialéctica entre tradición cultural e innovación.
En su artículo sobre lecciones para una Cuba pospandemia, Duarte reiteró la necesidad de involucrar para el logro de estos fines a todos los actores sociales que enriquecen la nación independiente, soberana y su identidad cultural.
arb/yrv
(*) Periodista de la Redacción Cultura de Prensa Latina
Fuente de la información e imagen: https://www.tercerainformacion.es