La escuela australiana afianza la desigualdad
Prof. Jesús Campos G.
Reportaje, Australia, 11/2/16
Segregación académica y económica son apenas dos, de los muchos, temas que se abren paso en las actuales discusiones sobre la realidad que subyace en el entorno educativo australiano, superando la tradicional y estereotipada pregunta referida a: ¿Qué es mejor entre la educación pública o privada?. Justamente son los argumentos que discurren en un artículo publicado en “brisbanetime.com.au”, trabajado a dos manos por los jóvenes estudiantes preuniversitarios Rizina Yadav y San Wolfe, titulado “Australian Schools are Entreching Division and Inequality” [1].
Los autores desnudan una cruda situación que emerge anualmente, cuando culmina el año escolar, a raíz de la publicación de los resultados obtenidos de los puntajes estudiantiles, en donde las escuelas del estado de Queensland son divididas por la clasificación (ranking) entre los estatus de pública o privada, por citar un caso.
Enmascarados sobre lo que ocurre cada vez que se analizan tales resultados de las posiciones estudiantiles, se observa que la diferencia entre los estudiantes que lograron los mejores lugares en sus calificaciones no son significativos, si se considera la procedencia de ellos, bien sea si provienen de escuelas privadas y católicas, o de escuelas públicas. Entonces cuál es el análisis que se debe realizar sobre los problemas tangibles de la sociedad australiana en el marco educativo, y que son distraídos con la discusión relacionada con la comparación entre escuela pública o privada.
El problema más llamativo tiene que ver con la discriminación que se registra a los estudiantes en las escuelas australianas. Muestra de ello es la siguiente clasificación de planteles: existe una categoría llamada escuelas independientes las cuales discriminan a los estudiantes por los ingresos y riquezas familiares del estudiante, también existen la escuelas selectivas las cuales filtran estudiantes sobresalientes por su talento académico, otras escuelas son llamadas escuelas integrales públicas que tienen el criterio de seleccionar estudiantes dependiendo de la zona geográfica donde viven y las escuelas situadas en zonas de altos ingresos que solo atraen a los “mejores” estudiantes. En consecuencia, de acuerdo al artículo de Yadav y Wolfe, estudiantes del mismo nivel socioeconómico son educados en escuelas seleccionas, con las ventajas y las desventajas propias que dependen de las zonas en donde y en como estas se encuentren.
Lo anterior es recogido, según los autores, de un reporte elaborado por Australian Council for Educational Research, el cual encontró un profundo crecimiento de la división entre las escuelas secundarias de Australia entre el año 2000 y el 2012, y todo indica que la curva va en crecimiento.
En tal sentido, los autores señalan que la segregación escolar va en detrimento de la mejora de nivel académico estudiantil y a la cohesión social, incrementando la inequidad entre estudiantes ricos y pobres, haciendo a un lado la rúbrica australiana en la que este país se compromete a la tener una educación de calidad y de igualdad de oportunidades para todos.
Más recientemente la inequidad australiana quedó reflejada en un trabajo publicado con el nombre de “New Estimateds of Intergenerational Mobility”, producido para el NSW Department of Education, el cual encontró que la movilidad social en Australia está restringida por los ingresos familiares, los cuales juegan el rol más importante, en contraste al talento o a la habilidad intelectual que pueda demostrar algún estudiante en particular.
Lo que parece ser un problema reciente y novedoso en Australia, a raíz de los estudios publicados por diferentes investigaciones locales, no deja de ser un hecho aislado que se ha estado creciendo en otras latitudes, con mayor o menor nivel de complejidad. Acerquémonos a América Latina y revisemos con detenimiento lo expresado por Ernesto Treviño, Felipe Salazar y Francisca Donoso, en su trabajo “¿Segregar o incluir?: Eso no debería ser una pregunta en educación”[2], publicado en Revista Docencia, Chile, el cual arranca con una sentencia lacónica: “Chile tiene uno de los sistemas escolares más segregados del mundo debido a un conjunto de políticas educacionales y de vivienda que distancian a los distintos grupos sociales”. Revistiendo a Chile como el caso más emblemático de discriminación y segregación estudiantil en Latinoamérica, gracias al periodo Pinochet, pero sin ser el único en la región.
¿Es acaso esto un proceso casual o forma parte de un movimiento derivado de las políticas con que el neoliberalismo ha trazado sus directrices en las naciones del mundo?. Pues parte de la respuesta a esta interrogante se puede encontrar en una disertación elaborada por Susana López Guerra y Marcelo Flores Chávez titulada “La reformas educativas neoliberales en Latinoamérica”[3], divulgado por la Revista Electrónica de Investigación Educativa (REDIE), México, en el que puntualiza: “Naomi Klein ha estudiado el interés del empresariado por participar en la organización de las escuelas. Esta autora identificó como en Estados Unidos, desde finales de la década de los ochenta del siglo XX, las grandes corporaciones consideraron la incorporación de una gran masa de población juvenil –concentrada en las escuelas–, al consumo de sus productos. Eliminaron la frontera de la educación con la publicidad y, de esta manera, las escuelas se convirtieron en grandes centros publicitarios con anuncios y carteles exhibidos de manera constante y permanente a los alumnos para promover sus productos –tanto en forma impresa, como por medio de los programas computacionales introducidos en los equipos que donaron a las escuelas–. Transgredieron la privacidad de los jóvenes, exploraron sus intereses y pautas de navegación en la Internet, para inducir el consumo de productos ya existentes o para crear nuevos de acuerdo con lo ‘investigado’. Las grandes compañías de ese país reactivaron el consumo sobre este sector en la década de los noventa.” Las estructuras impuestas por sociedades que privilegian el consumo aceleran los procesos relacionados con las divisiones y las desigualdades en la escuela.
Este fenómeno se generalizó y, de acuerdo a López y Flores, sus principales actores fueron “… El Diálogo Interamericano (DIA) y el Centro de Investigaciones para el Desarrollo Internacional (CINDE), así como sus patrocinadores: United States Agency for International Development (USAID), Banco Interamericano de Desarrollo (BID), AVINA Foundation, The Tinker Foundation, GE Found, Global Development Net Work y otros”. Por tanto, ya no causa sorpresa encontrar las desviaciones que se manifiestan en Australia y en gran parte de los países que han sido tocados por estas políticas.
Sería interesante tomar en cuenta, entonces, lo que plantea Yadav y Wolfe al final del artículo, en donde la lucha debe orientarse a “mejorar a la educación holísticamente”.
[1] http://www.brisbanetimes.com.au/comment/ignore-the-distractions-its-the-educational-outcomes-that-really-matter-20160209-gmpg0b.html
[2] http://www.revistadocencia.cl/pdf/20111216122143.pdf
[3] http://redie.uabc.mx/redie/article/view/122/1069
Foto cortesía brisbanetime.com.au