Según el Instituto de Estadísticas de la Unesco, en 2012 el número de chilenos estudiando en el extranjero era de 8.814 y los destinos más recurrentes eran Estados Unidos (24 por ciento) y España (16 por ciento). En el otro extremo, el uno por ciento estaba en Nueva Zelanda, un destino que aunque todavía poco masivo, en cinco años casi ha duplicado el número de locales que ha recibido, y en 2015 tenía a 700 chilenos estudiando ahí.
Para muchas personas en este país, la ex colonia británica aún es un destino y lugar poco conocido, salvo por filmes que se han rodado en su territorio, como la saga de películas El señor de los anillos de Peter Jackson o la próxima película de Scarlett Johansson, Ghost in the Shell. Pero sí ha logrado despertar gran interés a través de medidas específicas como por ejemplo los programas “work and travel”, que se popularizaron a comienzos de esta década y que son un tipo de visa especial, que permite que gente joven viva en el país por un año y trabaje para costear su estadía.
Pero a la par de eso, en los últimos años el territorio kiwi (como se le dice comúnmente a sus habitantes) se ha ido convirtiendo en punto de atracción para estudiantes de todo el mundo. De hecho, el nuevo mercado de Nueva Zelanda es la educación internacional, que es hoy la quinta industria más grande del país y que en 2014 contribuyó con casi tres mil millones de dólares al producto interno bruto.
Los neozelandenses se enorgullecen de vivir en un país con alto nivel de desarrollo e integrado culturalmente, y en eso influye mucho la calidad de su sistema educativo, el que aparece permanentemente en los primeros lugares en las mediciones internacionales. Durante los años 80 y 90, el gobierno realizó profundas reformas en el sistema público escolar para mejorarlo. A nivel de educación superior el país tiene ocho universidades públicas –no existen las privadas- que tienen un amplio espectros de programas de pregrado, máster y doctorado que son mundialmente reconocidos. A esos se suma el sistema público de politécnicos e institutos tecnológicos, distribuidos por el país con cursos académicos y de enseñanza de oficios.
Ahora, los decididos neozelandeses están tratando de atraer a gente hacia esos centros de estudios. Por eso en marzo organizaron en Chile una feria universitaria en el Hotel W de Santiago, a la que más de veinte instituciones del área llegaron a mostrar qué ofrecen. La actividad fue organizada por Education New Zealand, una oficina de gobierno que se dedica específicamente a fomentar a ese país como un destino para ir a estudiar. “Chile y Nueva Zelanda tienen una larga y estable relación bilateral de más de 40 años, siendo uno de sus pilares la educación”, cuenta Lisa Futschek, directora regional para América y Europa de la organización. “Los estudiantes chilenos traen diversidad a las salas de clases neozelandesas, lo que es muy agradecido y potenciado en todos los sectores”, agrega.
Educado por kiwis
Hay varias características geográficas que no sólo hacen fácil para el chileno adecuarse en Nueva Zelanda, sino que también implican que hay muchos intereses en común: si dibujamos una línea recta ficticia desde Auckland –una de las ciudades más al norte de ese país– hasta Chile, esta llegaría a la altura de Concepción, por lo que los climas en general son similares a los que conocemos. A eso sumémosle montañas, largas franjas de mar y las corrientes heladas del Pacífico. Ellos, al igual que nosotros, tienen productos marinos, cordero y vino. Pese a las similitudes de clima, geografía e incluso alimentación, las diferencias están en el capital humano. Así al menos lo cree William Pereira, chileno que llegó a seguir estudios de horticultura al politécnico de la Universidad de Otago, ubicado en Central Cromwell, un lugar en la isla Sur y que tiene un clima muy similar al de Coyhaique. Allí se encuentra el campus de William, al cual llegó hace cerca de seis meses con una beca del programa Técnicos para Chile del Mineduc. Tras analizar las posibilidades en distintos países, optó por la isla “porque posee un clima muy similar al nuestro y la agricultura dentro del país juega un rol muy importante al igual que en Chile”. Le ha llamado la atención el ritmo de estudio que explica que es más relajado pero sin dejar de lado la exigencia: “Calidad no es cantidad”, es la forma en que él describe la educación kiwi.
Cuenta que aunque en su institución actualmente hay dos chilenos, eso cambia en el verano “cuando llegan muchos latinos a la isla Sur para trabajar en las cosechas de distintos frutales”. Estos no vienen sólo de los programas de “work and holiday”, sino que también hay estudiantes como él, ya que a los alumnos extranjeros les permiten trabajar hasta 20 horas semanales durante el semestre y a tiempo completo en verano, para que puedan generar ingresos, lo que no ocurre en otros países.
Algo parecido a lo que dice William destaca desde la Universidad de Victoria, en Wellington, la bióloga Olivia Vergara, quien llegó hace cuatro años a realizar su PhD en Biología de la Conservación: “Te cuidan mucho, si estás estresado, te apoyan y son menos competitivos. Cuando en mi grupo de laboratorio alguien logra un avance, discutimos entre todos para mejorarlo, no como en Chile. Nadie trata de quitarte tU descubrimiento, sino que te ayudan a potenciarlo”. Ella decidió cruzar el Pacífico siguiendo la recomendación de uno de sus profesores en la Universidad de Concepción. “Trabajé mucho tiempo en Chile y acá llegué a un proyecto más grande que tiene que ver con los mamíferos pequeños introducidos y que se convierten en plagas”, cuenta.
La bióloga ambiental Patricia Ramírez se vino desde la Universidad de Chile a la de Victoria en 2013 atraída por los estudios que estaba haciendo el profesor que hoy es su tutor. “Su investigación sobre restauración de población animal me gustó mucho. También los lugares donde se hacía el trabajo en terreno me parecieron atractivos, por lo que decidí venirme”, cuenta. Mientras realiza su PhD en Ecología y Biodiversidad, cuenta que su postulación no fue sencilla, pues además de lograr ser aceptada en la universidad tuvo que pasar por el proceso de Becas Chile, el programa del Mineduc que entrega fondos para realizar estudios de postgrado en el extranjero. La iniciativa de gobierno no es la única que existe: gran parte de las instituciones neozelandesas ofrecen becas para estudiantes de buen nivel de otros países. La bióloga ya lleva tres años allá pero sigue asombrada por la calidad de vida universitaria y el acceso a diferentes herramientas para hacer sus investigaciones. También destaca que los neozelandeses “tienen la mente muy abierta y les interesa traer a varias personas que puedan hacer un cambio constructivo y trabajar”, comenta.
Tú me das y yo te doy
La comunidad de estudiantes en el país kiwi está dominada por los chinos e indios, que juntos son la mitad de los extranjeros que cursan estudios de educación superior ahí. Los chilenos son un porcentaje menor del total, pero con todo, son la segunda comunidad de latinos después de los brasileños. Según datos del gobierno de Nueva Zelanda, los chilenos que van a estudiar allá optan principalmente por hacerlo en áreas ligadas a la agricultura y los estudios ambientales (25 por ciento), seguido por campos de estudio mixtos (13 por ciento), estudios sociales (12 por ciento), salud (11 por ciento) e ingeniería (7 por ciento). Lisa Futschek, directora Regional de Education New Zealand, explica que el interés de su país no es “sólo atraer a estudiantes chilenos a cursar carreras. Nueva Zelanda presenta una gran oportunidad para desarrollar investigaciones en conjunto”, comenta.
Como las universidades están en distintas partes del país, los chilenos no se concentran en un sólo lugar o en las grandes ciudades, sino que se reparten en distintos puntos, lo que promueve el intercambio cultural con los dueños de casa y alumnos de otras partes del mundo.
Así es como Paulo Lagos ha aprendido que en Nueva Zelanda “todas las profesiones son bien vistas. Se puede ser desde basurero hasta manejar tráfico y ganas un buen sueldo y te tratan con el mismo respeto que a un doctor”. Su polola, María Jesús Valdés, destaca la preocupación medioambiental de los kiwis: “Hay una cultura muy consciente con el planeta. Muchas casas reciclan, hacen compost, huertos. Todos intentan comer saludable y orgánico”, explica la estudiante de un PhD en Investigación de Mamíferos Marinos.
Llegaron a Nueva Zelanda de vacaciones y se quedaron maravillados con los paisajes del país, que además les ofrecía buenos programas en sus respectivas áreas de estudio. Ambos postularon a la Universidad de Otago y quedaron, donde ahora trabajan y estudian. “Decidimos no postular a Becas Chile porque te obligan a volver y no te garantizan una inserción laboral”, cuenta María Jesús. Mientras que ella trabaja en terreno y como guía turística en las islas cercanas, Paulo actualmente está tratando de medir el impacto climático sobre el krill: “Acá se me abrieron las puertas con muchas herramientas con las que podría hacer muchas cosas”.
Tomado de: http://www.latercera.com/noticia/exportacion-no-tradicional/