Page 3 of 5
1 2 3 4 5

Sector educativo de Costa Rica siguen en huelga contra plan fiscal

Centro América/Costa Rica/18 Octubre 2018/Fuente: Prensa Latina

Los tres sindicatos del sector educativo de Costa Rica decidieron hoy seguir la huelga general por tiempo indefinido contra el plan fiscal, tras una reunión con el ministro de Educación Pública, Édgar Mora.
Mora citó a los dirigentes de la Asociación Nacional de Educadores (ANDE), la Asociación de Profesores de Segunda Enseñanza (APSE), del Sindicato de Educación Costarricense (SEC) y del Sindicato de Trabajadores de Comedores Escolares y Afines (Sitracome) a una reunión para tratarlos de convencer de que depusieran el paro de labores, el cual cumple ya 37 días.

A la salida del encuentro, la presidenta de APSE, Mélida Cedeño, apuntó que la reunión tuvo carácter meramente de conversatorio, donde escucharon los criterios del ministro sobre el impacto de la huelga en la evaluación estudiantil y en el desarrollo del curso lectivo.

Refiere que Mora preguntó a los sindicatos si había alguna fecha aproximada para el levantamiento de la huelga, ante lo cual las cuatro organizaciones sindicales respondieron que la protesta se mantendrá por tiempo indefinido, como lo han expresado las bases obreras en las diferentes consultas realizadas a tal efecto durante los últimos días.

‘La reunión ampliada de la Junta Paritaria de Relaciones Laborales del Ministerio de Educación Pública concluyó sin novedades, y sin que tampoco se fijara otra fecha para un posible conversatorio sobre los temas abordados’, precisó Cedeño.

Por su parte, el presidente de ANDE, Gilberto Cascante, señaló que cualquier decisión de deponer la huelga tendrían que consultarla con los delegados de las bases, y negó que la huelga genere daños al sistema educativo.

‘Nosotros queremos decirles a los ciudadanos, que estos son daños colaterales porque nosotros estamos luchando por Costa Rica. No entendemos de qué daños se hablan porque nosotros venimos a trabajar por Costa Rica’, afirmó Cascante y sostuvo que los huelguistas buscan una reforma fiscal progresiva y solidaria.

Desde el 10 de septiembre pasado, afiliados a agrupaciones obreras y sociales realizan una huelga general por tiempo indefinido contra el proyecto legal Fortalecimiento de las Finanzas Públicas, plan o reforma fiscal. Aunque algunos sindicatos decidieron deponer la protestas, los del sector educativo y otros mantienen el paro de labores.

Ante la imposibilidad de hacer volver a los maestros a las aulas, el ministro ya anunció recientemente la posibilidad de aplicar un cierre técnico al curso lectivo, decisión que podría adoptarse en 15 días de persistir la huelga.

Fuente: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=220166&SEO=sector-educativo-de-costa-rica-siguen-en-huelga-contra-plan-fiscal
Comparte este contenido:

Este es el proyecto reconocido por la Unesco que convierte a la profesora Alix en la Pacificadora de la Ladera occidental de Cali

América del Sur/Colombia/elpais.com.co

Es profesora y su trabajo también consiste en rescatar muchachos de la violencia. Se llama Alix María Valoyes y cuando habla de los estudiantes que tiene en la Institución Educativa Oficial Multipropósito ubicada frente al cerro de La Bandera, en la ladera occidental de Cali, puede pronunciar cosas así: “Todos los días se los peleamos al mundo violento. Le hemos quitado muchos…”

Hace quince años, al llegar a la Institución, la ‘profe’ identificó rápidamente el lío de convivencia que para ese momento provocaba la coincidencia de chicos que, bajo el uniforme, continuaban los enfrentamientos que sostenían en la calle. Muchos de ellos hacían parte de pandillas enfrentadas. Entonces ella empezó su propia lucha, que derivó en la estructuración de un proyecto para la resolución pacífica de los choques escolares y la estimulación juvenil.

Hoy esa iniciativa, que se llama Multipropaz, ha permitido que en la Institución funcione una emisora desde donde siguen trabajando en la resolución de conflictos a partir de la comunicación.

Y asimismo la profe insiste desde frentes complementarios: una huerta, un periódico, semilleros de paz, un curso de manejo audiovisual para sus estudiantes. Alix, además de todo, es docente de Física y Matemática. Nació en Cali. Sus padres son chocoanos.

Desde su puesta en marcha, Multipropaz impactó un promedio de 300 chicos por año. ¿Podría decirse, entonces, que sirvió para dirimir igual número de peleas? Quién sabe.

Lo cierto es que propició el cambio. Y ahora, con el apoyo de la Alcaldía de Maurice Armitage, a través de su programa ‘ Mi Comunidad es Escuela’, el proyecto se fortaleció con nuevos espacios y nuevos semilleros, como los semilleros de matemática. De 15 años, Christofer Blandón dice que gracias al esfuerzo de la profe, su comunicación con el mundo empezó a mejorar: “Siempre fui muy tímido e inexpresivo, pero los procesos en la emisora y en el grupo audiovisual han servido para que se produzcan cambios”. Christofer habla tres idiomas. Cursa noveno. Su sueño, tras hacer parte de Multipropaz, es estudiar comunicación social en la Universidad del Valle.

Para llegar a los chicos, explica la profe Alix, usan la estrategia de pares: los instructores y talleristas son los mismos estudiantes y, en ocasiones, egresados del colegio. Ronaldo Gutiérrez, por ejemplo, regresó este semestre para ayudar: “Doy un taller de autoestima donde podemos identificar nuestras habilidades, logros, miedos y valores. Si no nos reconocemos es casi imposible proyectarnos hacia el futuro”. Esa misma enseñanza, cuenta el muchacho, fue clave para encontrar el sentido de su vida: “Yo era una persona egoísta y egocéntrica, me preocupaba solo por mis cosas, pero con esto me di cuenta que quiero dedicarme a lo social. Estoy cursando Educación Popular en Univalle”.

Multipropaz, fue reconocido por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Unesco, como una de las 10 mejores experiencias educativas en construcción de paz en toda Latinoamérica, y una de las 12 mejores experiencias en construcción de cultura de paz en Colombia, en 2013 y 2016 respectivamente.

El programa de la Alcaldía de Cali, ‘Mi Comunidad es Escuela’, comprende 22 proyectos que empezaron a ser ejecutados este año: entre ellos hay 17 de calidad educativa (ahí se cuenta el apoyo a Multipropaz) y 5 de infraestructura, que impactan a 170 mil estudiantes de las 91 Instituciones Educativas Oficiales de la ciudad. “Destinamos una inversión de 500 mil millones de pesos, que no se había hecho anteriormente para mejorar la forma de enseñar en el aula y mejorar el clima escolar”, dice la secretaria de Educación de Cali, Luz Elena Azcárate. “Con el Alcalde, estamos convencidos de esta apuesta: creer en Cali impulsada por el motor de la educación”.

Por esa razón la apuesta es una línea institucional global. De modo que ‘Mi Comunidad es Escuela’ también funciona gracias al impulso de las Secretarías de Cultura, Bienestar Social, Paz y Cultura Ciudadana, Deporte, e igualmente la integración del Departamento Administrativo de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (Datic), y la estrategia de Territorios de Inclusión y Oportunidades, TIO.

El alcalde Maurice Armitage dice que el esfuerzo está encaminado a convertir las Instituciones Educativas en puntos de encuentro para las comunidades: “Queremos que el muchacho se sienta orgulloso de su colegio, que el padre de familia se sienta orgulloso. Que se reúna socialmente con el vecino. Así vamos a lograr una ciudad mejor”.

Recorriendo el colegio de la ladera, la profe Alix muestra carteleras con información pegada a los muros. Y sobre la información, tachaduras de lapicero, bromas y grafitis en su cuota inicial. En otras carteleras, en cambio, donde hay fotografías que recuerdan los reconocimientos que tuvieron algunos estudiantes a través del proyecto Multipropaz, todo se conserva intacto: el curso de audiovisuales promovido por la profe ha recibido dos premios de periodismo local Alfonso Bonilla Aragón, en la categoría estudiantil, por sus realizaciones. “Acá las carteleras no duran nada, las rayan siempre; pero las de Multipropaz no las tocan. Hay sentido de pertenencia”, comenta la profe Alix.

Lejos de tener un proyecto perfecto –dice ella-, lo más importante es lo que ofrece a los estudiantes: “Que exista Multipropaz no quiere decir que no existan pandilleros, que no haya embarazos o que no haya pelea.
Quiere decir que existe una alternativa para los pelados”. La meta ahora, dice la profe, es que la experiencia se replique en otros colegios. Que se propague por cada comuna y corregimiento. La educación, cómo negarlo, es el camino.

“Con la educación viene la verdadera inclusión”

Un ‘Nuevo Amanecer’ es esperado por el barrio Potrero Grande, al oriente de la ciudad, cuando sea inaugurado el nuevo colegio planeado allí por la Alcaldía de Cali, con proyecciones para albergar a cerca de 440 estudiantes. La construcción está contemplada en ‘Cali con Escuelas Dignas y Seguras’, uno de los componentes de ‘Mi Comunidad es Escuela’. La meta de la Administración Municipal es tenerlo listo en 21 meses.

“En el barrio solo tenemos un colegio para 1.400 estudiantes, pero nosotros somos más de 32 mil habitantes”, dice Zoila Rosa Valencia, una de las líderes del barrio, explicando con esa simple cuenta la importancia del nuevo colegio. El área construida de la nueva institución será equivalente a cuatro piscinas olímpicas. Tendrá cobertura para preescolar y primaria, aulas para bilingüismo, sistemas y artes, además de una biblioteca. Para ello, la Alcaldía destinó una inversión de diez mil millones de pesos.

El nombre, ‘Nuevo Amanecer’, fue escogido por la propia comunidad tras una votación popular. “Es un buen nombre”, dice la señora Zoila: “El nuevo amanecer es empoderarnos como comunidad. Con la educación viene la verdadera inclusión”.

Fuente; https://www.elpais.com.co/contenido/este-es-el-proyecto-reconocido-por-la-unesco-y-que-convierte-a-la-profesora-alix-en-la-pacificadora-de-la-ladera.html

Comparte este contenido:

Libro: Lucio Cabañas, educador y luchador social (PDF)

México / 12 de agosto de 2018 / Autor: María Sirley Dos Santos / Fuente: Dalbandhassan

La escritora brasileña María Sirley dos Santos presentó en Atoyac su libro Lucio Cabañas, educador y luchador social.
La actividad fue en el salón Muralto, coordinada por la regiduría de Educación del Ayuntamiento de Atoyac y presentado por el cronista municipal, Víctor Cardona Galindo.
Estas acciones forman parte de la jornada internacional impulsada por la Asociación de Educadores de América Latina y el Caribe, en solidaridad con los normalistas desaparecidos de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, informó el profesor Félix Moreno Peralta.
En la edición de 100 páginas, en cuya portada destaca la imagen del guerrillero camuflado entre ramas de bambú, destaca su faceta de maestro que no ha sido abordada por la mayoría de los escritores, quienes se han enfocado en su vida como guerrillero.
La escritora dijo que su interés por Lucio Cabañas nació en la ciudad de Atoyac donde visitó su monumento en el Zócalo en el obelisco bajo el que fue enterrado.
Narró que platicando con la gente, entre ellas la extinta luchadora social y compañera en la vida civil de Lucio Cabañas, Hilda Flores Solís, se informó de sus corridos, y pudo percibir que era un personaje muy importante desde el punto de vista educativo y que nadie había rescatado, ya que todos se centraban en su actividad en la guerrilla.
Por ello, dijo: “yo quería mostrar al pueblo, sobre todo al de América Latina quién era este hombre, este profesor que se convirtió en guerrillero porque la situación lo colocó en la guerrilla. Él para mí sobre todo es un gran maestro”.
Descubrió que Lucio Cabañas manejaba un modelo educativo basado en los teóricos que ella trabaja, como Paulo Freire, uno de los mayores y más significativos pedagogos del siglo XX. Con su principio educativo del diálogo enseñó un nuevo camino para la relación entre profesores y alumnos. Sus ideas influenciaron e influencian los procesos educativos democráticos por todo el mundo.
Refirió que el modelo educativo de Lucio Cabañas era muy avanzado para su época, porque su concepción de la educación era similar a la de Paulo Freire: que fuera usada como una herramienta de transformación social. “Ambos lucharon por una educación libertaria y transformadora”.
Destacó el humanismo y cooperativismo que Lucio propagó con su propuesta de educación libertaria y transformadora, donde los hombres lucharan por sus derechos.
Ambos entendían que la educación no está reducida a un salón, sino que se integre a la comunidad con la que trabajan, para formar la conciencia crítica de todas las personas.
Refirió que el libro de su autoría debe de ser conocido no sólo por los maestros, sino por todos los mexicanos.
Abundó que en su libro se aborda otra imagen de Lucio Cabañas y debe ser conocida, “yo pienso que principalmente en Atoyac y México, ustedes deben de leer este libro porque ahí van a encontrar otra imagen de ese grande maestro que fue Lucio, un visionario que trabajaba a su modo y metodología ideológica de respeto.
Todo lo que yo trabajo él ya lo trabajaba; era una persona muy avanzada para su época y entendía como yo que el conocimiento no se realiza solamente en la escuela, pero cualquier lugar podemos trabajar el conocimiento con los alumnos, salir para trabajar en el campo, cosa innovadora, cosa que no lo hacen ya”.
Destacó que la herencia que dejó fueron las escuelas democráticas y populares, que son útiles ahora.
Pidió a los funcionarios municipales que estuvieron en el acto que se reedite su libro para que cada maestro del municipio pueda contar con un ejemplar y se inspire en el modelo educativo que Lucio Cabañas manejó, que consistía en la cooperación y el humanismo.

Link para la descarga:

https://dalbandhassan.files.wordpress.com/2011/04/lucio-cabac3b1as-maestro-y-gurillero.pdf

Fuente de la Reseña:

Presentan libro sobre la faceta pedagógica de Lucio Cabañas, en apoyo a Ayotzinapa

Fuente de la Descarga:

https://dalbandhassan.files.wordpress.com

ove/mahv

Comparte este contenido:

Argentina: Primer Foro Mundial Del Pensamiento Crítico

Argentina/07 de Abril de 2018/Aptus

El Primer Foro Mundial Del Pensamiento Crítico, el 8º Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales “Las luchas por la igualdad, la justicia social y la democracia en un mundo turbulento” y la 26° Asamblea General de CLACSO.

Los eventos serán en Buenos Aires, Argentina los días: 17 y 18 de noviembre de 2018 (Asamblea CLACSO) y 19 al 23 de noviembre de 2018 (Foro/Conferencia).

Presentá tu ponencia individual, grupal o institucional en uno de los mayores eventos académicos del mundo. Habrá conferencias y diálogos magistrales, paneles y foros especiales, paneles abiertos, además más de 600 invitados/as internacionales.

La inscripción para la presentación de ponencias individuales, grupales o institucionales a los paneles abiertos es hasta el 12 de abril de 2018 en www.clacso.org/conferencia2018.

Fuente: http://www.aptus.com.ar/primer-foro-mundial-del-pensamiento-critico/

Comparte este contenido:

Las formas de lucha

Por: Boaventura de Sousa Santos

Hay temas que, a pesar de tener una presencia constante en la vida de la gran mayoría de las personas, aparecen y desaparecen del radar de aquellos a quienes corresponde reflexionar sobre ellos, sea en el plano científico, cultural o filosófico.

Algunos de los temas hoy desaparecidos son, por ejemplo, la lucha social (más aún, la lucha de clases), la resistencia, la desobediencia civil, la rebeldía, la revolución y, subyacente a ellos, la violencia revolucionaria. A lo largo de los últimos ciento cincuenta años, estos temas tuvieron un papel central en la filosofía y la sociología políticas porque sin ellos era virtualmente imposible hablar de transformación social y de justicia. Hoy en día, la violencia está omnipresente en los noticieros y las columnas de opinión, pero raramente se refiere a los temas anteriores.

La violencia de que se habla es la violencia despolitizada, o concebida como tal: la violencia doméstica, la criminalidad, el crimen organizado. Por otro lado, siempre se habla de violencia física, raramente de violencia psicológica, cultural o simbólica y, nunca, de violencia estructural. Los únicos contextos en que a veces la violencia adquiere condición política es la violencia en los países «menos desarrollados» o «Estados fallidos» y la violencia terrorista, considerada (y bien) como un modo inaceptable de lucha política.

En términos de debate filosófico y político, nuestro tiempo es un tiempo simultáneamente infantil y senil. Gatea, por un lado, entre ideas que lo atraen por la novedad y le confieren el orgullo de ser protagonista de algo inaugural (autonomía, competencia, empoderamiento, creatividad, redes sociales). Y, por otro, se deja perturbar por una ausencia, una falta que no puede nombrar exactamente (solidaridad, cohesión social, justicia, cooperación, dignidad, reconocimiento de la diferencia), una falta obsoleta pero lo suficientemente impertinente como para hacerle tropezar en su propia ruina.

Como la lucha, la resistencia, la rebeldía, la desobediencia, la revolución siguen constituyendo la experiencia cotidiana de la gran mayoría de la población mundial, que, además, paga un precio muy alto por eso, la disyunción entre el modo en que se vive y lo que se dice públicamente sobre él hace que nuestro tiempo sea un tiempo dividido entre dos grupos muy asimétricos: los que no pueden olvidar y los que no quieren recordar. Los primeros solo en apariencia son seniles y los segundos solo en apariencia son infantiles. Son todos contemporáneos unos de otros, pero se remiten a contemporaneidades diferentes.

Revisemos, pues, los conceptos senilizados. Lucha es toda disputa o conflicto sobre un recurso escaso que confiere poder a quien lo detenta. Las luchas sociales siempre existieron y siempre tuvieron objetivos y protagonistas muy diversificados. A finales del siglo XIX, Marx otorgó un papel especial a un cierto tipo de lucha: la lucha de clases. Su especificidad residía en su radicalidad (la parte perdedora perdería todo), en su naturaleza (entre grupos sociales organizados en función de su posición frente a la explotación del trabajo asalariado) y en sus objetivos incompatibles (capitalismo o socialismo). Las luchas sociales nunca se redujeron a la lucha de clases. A mediados del siglo pasado surgió el término «nuevos movimientos sociales» para dar cuenta de actores políticos organizados en otras luchas según criterios de agregación distintos de la clase y con objetivos muy diversificados. Esta ampliación no solo ensanchaba el concepto de lucha social, sino que daba más complejidad a la idea de resistencia, un concepto que pasó a designar los grupos inconformes con el estatuto de víctima. Es resistente todo aquel que se niega a ser víctima. Esta ampliación recuperaba algunos debates de finales del siglo XIX entre anarquistas y marxistas, en particular el debate sobre la revolución y la rebeldía.

La revolución implicaba la sustitución de un orden político por otro, mientras que la rebeldía significaba el rechazo de un determinado (o de cualquier) orden político. La rebeldía se distinguía de la desobediencia civil, porque esta, al contrario de la primera, cuestionaba una determinación específica (por ejemplo, servicio militar obligatorio) pero no el orden político en su conjunto. El concepto de revolución se fue alimentando con la Revolución rusa, la Revolución china, la Revolución cubana, la Revolución argelina, la Revolución egipcia, la Revolución vietnamita o la Revolución portuguesa del 25 de abril de 1974 (aunque muchos, como yo, dudásemos de su carácter revolucionario).

La caída del Muro de Berlín restó actualidad al concepto de revolución, aunque el mismo resucitase algunos años después en América Latina con la Revolución bolivariana (Venezuela), la Revolución comunitaria (Bolivia) y la Revolución ciudadana (Ecuador) incluso si en estos casos hubiesen muchas dudas sobre el carácter revolucionario de tales procesos. Con el levantamiento neozapatista de 1994, el Foro Social Mundial de 2001 y años siguientes, y los movimientos indígenas y afrodescendientes, los conceptos de rebeldía y de dignidad volvieron a ser predominantes. Hasta hoy.

Subyacente a las vicisitudes de estos diferentes modos de nombrar las luchas sociales contra el statu quo, estuvieron presentes siempre dos cuestiones: la dialéctica entre institucionalidad y extrainstitucionalidad; y la dialéctica entre lucha violenta o armada y lucha pacífica. Las dos cuestiones son autónomas, aunque están relacionadas: la lucha institucional puede o no ser violenta y la lucha armada, si es duradera, crea su propia institucionalidad. Ambas cuestiones comenzaron a ser discutidas a lo largo del siglo XIX y explosionaron en momentos diferentes al final del siglo XIX e inicio del siglo XX. ¿Por qué las menciono aquí? Porque a pesar, en los últimos treinta años, de haber sido consideradas obsoletas o residuales, ganaron últimamente una nueva vida.

Institucional versus extrainstitucional. Esta cuestión se agudizó con las divisiones en el seno del partido socialdemócrata alemán en vísperas de la Primera Guerra Mundial. ¿Luchar dentro de las instituciones? ¿O presionarlas y hasta transformarlas desde fuera por vías consideradas ilegales? La cuestión siguió su curso durante cincuenta años y pareció haberse agotado con el fin de la revuelta estudiantil de Mayo de 1968. Obviamente que en diferentes partes del mundo continuaron habiendo insurrecciones, guerrillas, protestas, huelgas generales, luchas de liberación; pero de algún modo se fue consolidando la idea de que representaban el pasado y no el futuro, toda vez que la democracia liberal, ahora apadrinada por el neoliberalismo global, el FMI, el Banco Mundial, la ONU, acabaría por imponerse como el único modo legítimo de dirimir conflictos políticos. Todo cambió en 2011 con la ola de movimientos de protesta en diferentes países: las distintas primaveras de revuelta, el movimiento Occupy Wall Street, los movimientos de los indignados, etcétera. ¿Por qué este cambio? Sospecho que la crisis de la democracia liberal se ha venido profundizando de tal modo que movimientos y protestas por fuera de las instituciones pueden pasar a ser parte de la nueva normalidad política.

Lucha armada versus lucha pacífica. La cuestión de la violencia es el tema que el pensamiento político dominante (tan viciado en el estudio de los sistemas electorales) evitó a toda costa a lo largo del siglo pasado. Sin embargo, los protagonistas de las luchas se enfrentaron continuamente con la cuestión en el terreno. Obviamente que no toda violencia es revolucionaria. Durante el siglo XX quienes más recurrieron a ella fueron los contrarrevolucionarios, los nazis, los fascistas, los colonialistas, los fundamentalistas de todas las confesiones y los propios estalinistas después de la perversión de la revolución que emprendieron. Pero en el campo revolucionario las divisiones fueron encendidas: entre los marxistas y maoístas de la India y Gandhi, entre Martin Luther King Jr. y Malcom X, entre diferentes movimientos de liberación del colonialismo europeo y Frantz Fanon, entre movimientos independentistas en Europa (País Vasco, Irlanda del Norte) y movimientos revolucionarios de América Latina. También aquí -a pesar de la continuidad de la lucha armada en el Delta del Níger y en las zonas rurales de la India dominadas por los naxalitas (maoístas)- la idea de violencia revolucionaria y de lucha armada ha perdido legitimidad, de lo cual las negociaciones de paz en curso en Colombia son una demostración elocuente.

Empero, hay dos elementos perturbadores de los que quiero dar cuenta. En muchos países donde la violencia política terminó con negociaciones de paz, la violencia volvió (muchas veces contra líderes políticos y de movimientos sociales) bajo la forma de violencia despolitizada o criminalidad común. El Salvador y Honduras son casos paradigmáticos y Colombia podría serlo. Por otro lado, la lucha armada fue deslegitimada porque falló muchas veces en sus objetivos y porque se creyó que estos serían más eficazmente alcanzados por la vía pacífica y democrática.

¿Y si se profundizara la crisis de la democracia? Uno de los revolucionarios que más admiro y que pagó con la vida su dedicación a la revolución socialista, el padre Camilo Torres, de Colombia, doctorado en sociología por la Universidad de Lovaina, respondió así en 1965 a la pregunta de un periodista sobre la legitimidad de la lucha armada: «El fin no justifica los medios. Sin embargo, en la acción concreta, muchos medios comienzan a ser impracticables. De acuerdo con la moral tradicional de la Iglesia la lucha armada es permitida a una sociedad en las siguientes condiciones:

Haber agotado los medios pacíficos.

 Tener una probabilidad bastante cierta de éxito.

 Que los males resultantes de esta lucha no sean peores que la situación que se quiere remediar.

Que haya el concepto de algunas personas de criterio ilustrado y correcto sobre el cumplimiento de las condiciones anteriores» [1].

A un pacifista como yo, que siempre luchó por la radicalización de la democracia como vía no violenta para construir una sociedad más justa, provoca estremecimientos pensar si en muchos países los patrones de convivencia pacífica y democrática no se estarán degradando a tal punto que las cuatro condiciones del padre Camilo Torres puedan tener respuesta positiva.

Notas

[1] Torres Restrepo, C. (2016), Textos inéditos y poco conocidos, vol. 1, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, p. 272.

——————–

*Académico portugués. Doctor en sociología, catedrático de la Facultad de Economía y Director del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coímbra (Portugal). Profesor distinguido de la Universidad de Wisconsin-Madison (EE.UU) y de diversos establecimientos académicos del mundo. Es uno de los científicos sociales e investigadores más importantes del mundo en el área de la sociología jurídica y es uno de los principales dinamizadores del Foro Social Mundial. Artículo divulgado por Público.es,   Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez

Fuente del Artículo:

http://www.uypress.net/auc.aspx?80287,55

Comparte este contenido:

Libro: Venezuela: lecturas urgentes desde el Sur

Venezuela: lecturas urgentes desde el Sur

Daniel Chávez. Hernán Ouviña. Mabel Thwaites Rey. [Editores] 

Sergio Arconada. Karina Arévalo. Javier Biardeau. Atilio A. Boron. Ana Esther Ceceña. Reinaldo Iturriza. Claudio Katz. Claudia Korol. Edgardo Lander. Miguel Mazzeo. Juan Carlos Monedero. Nildo Ouriques. Isabel Rauber. Maristella Svampa. Marco Teruggi. Zuleima Vergel. Raúl Zibechi. [Autores de Capítulo]

ISBN 978-90-70563-59-2
CLACSO. IEALC. TNI.
Buenos Aires. Ámsterdam.
Julio de 2017

Desde marzo de 2017, en un contexto de agravamiento de la polarización política en Venezuela y a partir de la publicación de entrevistas, pronunciamientos colectivos y declaraciones públicas de académicos y militantes políticos y sociales, la izquierda latinoamericana está inmersa en un profundo y pasional debate sobre el presente, el pasado y el posible futuro del proceso bolivariano. Las ideas expuestas en este dossier demuestran que alguien puede ser defensor del proceso bolivariano y crítico de algunas de sus limitaciones o errores más evidentes; o ser crítico del gobierno y al mismo tiempo defensor de las muchas conquistas y logros del mismo proceso. El objetivo de la presente publicación es contribuir a crear un espacio de debate que permita superar la lógica defensiva y en gran medida sectaria que define al actual clima de discusión en la izquierda latinoamericana. Ello implica reflexionar sobre opiniones y datos que se perciben como contrarios o equivocados, procurando un intercambio de saberes relevantes y fructíferos sin intentar avasallar a quien no comulgue con las ideas propias.
Fuente: http://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=1254&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1197
Descargar .pdf
Comparte este contenido:

Si las mujeres no nos unimos, perderemos la lucha por la igualdad

Pablo Gentili

Entrevista a Carmen Beramendi, ex secretaria nacional de políticas para las mujeres de Uruguay.

Entrevista a Carmen Beramendi, una de las más destacadas feministas uruguayas. Ha sido presa política durante la dictadura militar y, luego del regreso a la democracia, se transformó en la primera mujer diputada de su país. Fue secretaria nacional de política para las mujeres del primer gobierno de Tabaré Vázquez. Actualmente, es directora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO, en Uruguay.

Beramendi analiza la persistencia de las desigualdades de género en uno de los países con mejores niveles de justicia social en Latinoamérica. Realiza así un recorrido por algunos de los complejos vaivenes que ha transitado la lucha por la igualdad en la administración del Frente Amplio, una coalición de partidos y organizaciones de izquierda que gobierna el país desde 2005.

¿Quién es Carmen Beramendi?

Me defino como una luchadora, que desde muy pequeña ha trabajado desde varias trincheras por la igualdad y la justicia social. Vengo de una familia de clase media. Mi padre era una persona muy honrada y mi madre era una mujer cristiana, de ese cristianismo que hoy casi se ve en desuso, solidaria y generosa. Mi padre era médico veterinario. Mi madre había estudiado el profesorado de inglés, pero mi padre no la dejó terminar la carrera porque creía que ella debía dedicarse a las cuestiones domésticas. Soy hija, como muchas mujeres, de una madre con muchos deseos silenciados. Eso marcó mucho mi vida tempranamente.

Me siento una mujer rebelde en términos existenciales. Rebelde contra la hipocresía y el doble discurso. Esto encontró expresión en mi participación política. Primero, como militante estudiantil en la facultad de medicina de la Universidad de la República. Fue allí que viví las primeras experiencias como activista, pero también las primeras formas de discriminación. Experiencias que al principio naturalizaba y no interpretaba como mecanismos de discriminación de género, pero que con el tiempo fui comprendiendo, oponiéndome vigorosa y vitalmente contra ellas.

Entré a la facultad de medicina con 17 años y ya en el primer año me transformé en dirigente de uno de los grupos estudiantiles más radicalizados. Era 1968, un año explosivo en el mundo. También en Uruguay.

Pronto comencé a militar en el Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros. Pensaba que ese era el camino que acortaba la conquista del poder y la revolución. Como tantos otros, fui presa. Estuve siete años en la cárcel. Mi compañero estuvo trece. Yo estaba comenzando el 4º año de la facultad y acababa de ganar un concurso como docente de bioquímica. El 3 de octubre de 1972, unos meses antes del inicio de la dictadura, caí presa. Tenía 22 años recién cumplidos… y una hija de ocho meses.

Estuve los tres primeros años en la cárcel con mi hija, en un pabellón con 30 mujeres que también estaban acompañadas con sus niños y niñas. Creo que allí tuve el proceso de aprendizaje político más importante de mi vida. Un aprendizaje que me acompaña hasta hoy: nunca más por los demás; todo y siempre con los demás. Soy muy autocrítica con esa perspectiva vanguardista e iluminada de lo que debía ser la lucha de los pueblos. Con los demás todo, sin los demás, nada.

Salí de la cárcel convencida de que la alternativa en el Uruguay era el Frente Amplio y que lo que yo debía era trabajar para que la gente se organizara y luchara por sus derechos.

Traté de volver a la universidad, pero no me dejaron, entonces estudié psicomotricidad.

Me gradué pero tenía que trabajar para sustentarme. Vivía sola con mi hija y, aunque trabajaba en una gran corporación como empresa láctea Conaprole, no llegaba a pagar mis cuentas. Los fines de semana animaba cumpleaños infantiles. Teníamos una pequeña empresa que se llamaba Arco Iris: tocaba la guitarra, hacía títeres, cantaba.

Un día vi un llamado a concurso del Ministerio de Pesca. Me presenté. Éramos tres mujeres y 30 varones. Quedamos dos mujeres y, finalmente, lo gané yo. Te confieso que desde esa ocasión pienso que si en la política hubiera concursos, seríamos muchas más mujeres. Ingresé así a la industria de la pesca como jefa de control de calidad. Allí empecé a formarme como dirigente sindical, aunque sólo podíamos hacerlo de manera semiclandestina. Todavía estábamos en dictadura y se perseguía y amenazaba a los dirigentes gremiales. No fue fácil volverme dirigente sindical en un medio dominado por varones y en el marco de una dictadura. Fue duro, muy duro.

Ya en democracia, y como presidenta del sindicato de pesca, me tocó participar del Consejo de Salarios. Eran 38 grupos de todos los sectores y sólo dos representantes éramos mujeres.

Ingresé al Partido Comunista, que era parte del Frente Amplio. En 1989 fui candidata a diputada nacional y, siendo electa, ejercí el mandato entre 1990 y 1995. Fui la primera diputada de izquierda electa en el período democrático. El primer gobierno democrático después de la dictadura, entre 1985 y 1990, no hubo ninguna mujer en el Parlamento, ni de izquierda ni de derecha. Terminaba la dictadura, las mujeres habíamos luchado, como en toda América Latina, pero, en lo que parecía ser el país más igualitario de la región, ninguna mujer llegó al parlamento hasta 5 años después de instituida la democracia. Fue en ese momento que me volví feminista, casi sin darme cuenta.

Terminé el mandato de diputada y me dediqué a diversas tareas de asesoramiento programático en el Frente Amplio. Volví a la militancia social, ahora sí, fundamentalmente, en el movimiento de mujeres.

¿Cómo fue tu experiencia al frente de las políticas para las mujeres durante el primer gobierno de Tabaré Vázquez?

Antes del primer gobierno del Frente Amplio, en Uruguay, existía el Instituto de la Familia y la Mujer. Para nosotros, la propia denominación nos resultaba inconveniente. Obviamente, creíamos que la familia debería ser un tema tanto de hombres como de mujeres. ¿Por qué asociarlo sólo a las mujeres? Desde hacía algunos años, el movimiento de mujeres uruguayo, con un núcleo muy importante del movimiento feminista, había generado y colocado en la agenda pública la necesidad de que existieran herramientas legales e institucionales que fomentaran las políticas públicas en la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres. Nuestro programa de gobierno contemplaba una serie de reivindicaciones importantes en materia de género. Cuando el presidente Tabaré Vázquez me convoca, ingresé con aprobación unánime de todos los sectores del Frente Amplio. Para mí, esto fue muy importante porque yo provenía del campo sindical y no del movimiento feminista. De cierta forma, haber hecho estudios de posgrado sobre temas de género me brindó un nivel de validación importante con la sociedad civil y con diversos sectores de la izquierda, los cuales fueron determinantes para expresarle al presidente Tabaré que asumiría ese importante desafío sólo si hubiera condiciones para cumplir algunos objetivos fundamentales.

¿Cuáles fueron esas condiciones?

Construir colectiva y participativamente un proceso de ley, así como la promoción de un plan de igualdad que fuera asumido como compromiso de todo el gobierno. Tabaré se entusiasmó y asumió la propuesta, brindándole un fuerte respaldo del Gobierno a la implementación de un conjunto de políticas de género que tuvieron un carácter fundamente. Hicimos asambleas en todo el territorio nacional, y terminamos aprobando el plan general en una asamblea en Paso de los Toros, en el centro del Uruguay, con más de 3 mil mujeres. Una cifra que, en un pequeño país con 3 millones de habitantes, no deja de ser importante. Había mujeres representantes de todos los pueblitos, poblados y departamentos del país. Fue un proceso muy conmovedor. Tengo el privilegio de haber estado en esa histórica asamblea que marcó un hito en la lucha por la igualdad de género en el Uruguay. 3 mil mujeres de los más diversos sectores sociales, con la más diversa formación y de las más diversas actividades profesionales y adscripciones políticas, allí a orillas del Río Negro, el Río Hum como lo llamaban los primeros habitantes de nuestro territorio, le presentamos al Gabinete de Ministros el plan de igualdad construido por todas esas mujeres del país. Hoy me emociono de haber sido parte de este proceso fundante.

¿En qué año ocurrió esto?

Fue en el año 2006.

Yo había asumido en el 2005 y lo primero que hice fue cambiar el nombre al Instituto de la Familia y la Mujer. No sólo nos parecía problemática la exclusiva relación de la familia a “la mujer”, sino también el uso del singular para referirse a nosotras. Teníamos muy claro que cualquier instancia de políticas de género debía reconocer el carácter plural de las mujeres, abordando nuestras problemáticas y demandas comunes, pero también nuestras especificidades asociadas a la clase social, a la etnia y la raza, a la orientación sexual, a nuestra inserción territorial. Reconocer a las mujeres en plural significaba contribuir desde la política pública a la constitución de un sujeto colectivo y, al mismo tiempo, permita dar cuenta de las muy diversas formas de ser mujer en nuestro país.

Se trataba de construir un sujeto visible en la sociedad uruguaya; una sociedad cuya historia está atravesada por lo que hemos denominado el «espejismo de la igualdad”.

¿En qué consiste el “espejismo de la igualdad”?

Uruguay siempre se ha jactado de ser una sociedad hiperintegrada. Diferente a casi todo el resto de las naciones latinoamericanas. Esta creencia, que ha funcionado como una suerte de espejismo, también ha sido un gran valor que desde el gobierno hemos tratado de aprovechar. Sabiendo que no era del todo verdadera esta presunción, también sabíamos que había que apoyarse en ella para construirla como un hecho real. Esta percepción idílica del Uruguay como tierra de igualdad se construyó gracias al ideal de educación común de José Pedro Varela: aquellos que se sentaran juntos en los bancos de la escuela se sentirían iguales. Una perspectiva que se consolidó y amplió con el batllismo, construyendo un imaginario colectivo muy poderoso sobre la naturaleza igualitaria del Uruguay, un país en donde “todos éramos iguales”. Cuando asumimos el gobierno sabíamos que teníamos que deconstruir esta idea, jerarquizando al mismo tiempo el valor de la igualdad. Fue una cuestión muy compleja, porque en general te decían: “estos no son problemas que tenga el Uruguay”.

¿Te refieres a los problemas de género, por ejemplo?

Sí, a la identidad y a las desigualdades de género. Por ejemplo, nos decían: “ustedes vienen con eso que no existe en Uruguay”.

¿Pero cómo fue que pasaron de un Instituto de la Familia y la Mujer al Instituto Nacional de las Mujeres?

Hubo una decisión gubernamental fuerte. Se creó el Ministerio de Desarrollo Social que nuclearía al Instituto de la Juventud, al Instituto de la Infancia y la Adolescencia y al Instituto Nacional de las Mujeres. Hubo que crear toda una estructura nueva para que pudieran funcionar. Imagínate que la directora del Instituto de la Familia y la Mujer no tenía siquiera una remuneración que reconociera su cargo, sino que recibía, por ejercerlo, un caché de bailarina.

Todo un símbolo, especialmente, pensando que estábamos en el año 2005.

Sí, en efecto. A pesar de nuestra fama de igualitarios, es impresionante el rezago de Uruguay con relación a otros países latinoamericanos que, por ese entonces, ya iban por el segundo o tercer plan de igualdad. Se pensaba que nuestro país no tenía desigualdades de género.

Por eso, también, uno de los primeros desafíos que debimos enfrentar fue construir un sistema de información de género. No fue sencillo que se destinaran recursos específicos para que se construyera información que diera cuenta de esto. Hubo una gran disputa en el proceso de construcción de información que valide y ayude a promover políticas de igualdad de género. Tampoco había en el país servicios de atención especiales para situaciones de violencia de género. El Estado uruguayo está dividido en 19 departamentos, en un primer momento instalamos servicios de atención específica para casos de violencia de género en 13 de ellos. Además, en ese periodo se sancionaron varias leyes importantes en este campo, como la Ley de Igualdad de Derechos y Oportunidades entre Hombres y Mujeres, la Ley de Trabajo Doméstico y la Ley de Acoso Sexual en el Trabajo.

Fue un ambicioso y amplio trabajo legislativo para fundar una legislación igualitaria en lo que se suponía era el país más igualitario de América Latina.

También, creamos la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, con la cual enfrentamos una compleja y triste situación. Nuestro presidente vetó esta ley. El hecho fue, sin lugar a dudas, muy complicado para gran parte de las mujeres que militábamos en la izquierda uruguaya. Fue una derrota muy dura. Y ocurrió en nuestro propio gobierno. Creo que ella opaca algunas de las grandes conquistas que tuvimos durante esos años, como las leyes que te mencioné.

¿Cómo vivió esta situación el movimiento de mujeres uruguayas?

Horrible. Fue espantoso para todas y, naturalmente, para mí que estaba al frente del Instituto Nacional de las Mujeres y que habíamos promovido la ley.

Nosotros habíamos instituido que los 8 de marzo, todos los ministerios tenían que rendir cuenta de sus políticas en materia de igualdad de género. Cada año se instalaba una meta y, al año siguiente, los ministros debían rendir cuentas si la habían logrado o no.

El primer 8 de marzo después del veto de la ley, yo estaba totalmente decidida a expresar mi dolor, mi frustración y mi rechazo a este veto presidencial. Hablé con la ministra de desarrollo social, Marina Arismendi, y le dije que en el acto del Día Internacional de las Mujeres iba a manifestar mi rechazo al veto. Ella me respaldó y me dijo que estaba en todo mi derecho de hacerlo. Así fue que expresé que las mujeres uruguayas no se merecían ese veto, expuse el profundo dolor que nos generaban las muertes por los abortos clandestinos; por las pésimas condiciones de sanitarias; por el riesgo que miles de mujeres sufrían, sin protección ni cuidado; por las asimetrías entre las mujeres ricas y las mujeres pobre. Dije todo lo que pensaba, sabiendo que sería mi última intervención en el gobierno de Tabaré Vázquez. Estaba, sin embargo, tranquila y sabía que todo lo que había dicho era lo que mis convicciones y mi conciencia exigían.

Quizás en otros países esto parezca poco habitual, pero, aunque expuse abiertamente mi oposición al veto, nadie pidió mi renuncia y seguí trabajando activamente en la defensa de la igualdad de género desde el gobierno.

¿La ley de despenalización del aborto se aprueba finalmente durante el gobierno de José Pepe Mujica?

Sí, como iniciativa del Parlamento. Durante el gobierno de José Mujica el congreso nacional tuvo un papel determinante en la promoción de la igualdad de género: la Ley de Matrimonio Igualitario, la Ley de Salud Sexual y Reproductiva, entre otras. En ese período la bancada bicameral femenina cumplió un rol muy interesante, con mujeres de todos los partidos que trabajaron juntas, aunque, en verdad, eran muy poquitas. En Uruguay, la representación política de las mujeres es casi insignificante. En materia de representación política de las mujeres estamos en niveles más bajos aún que algunos países árabes.

Cuando ocurrió el veto a la ley de despenalización del aborto, la movilización fue muy fuerte. Durante el gobierno de Mujica, se hizo un plebiscito contra la legislación del aborto, promovido por varios ex presidentes. Se buscaba acabar con el proyecto de ley, pero sólo votó por la derogación el 8,92% de la ciudadanía. Es decir que nadie respaldó la derogación de la ley. Cuanto más avanzaba el debate, más apoyos ganábamos. La gente empezaba a entender que no se trataba de estar a favor del aborto, se trataba de estar a favor del derecho a decidir.

¿Por qué la participación política de las mujeres en Uruguay es tan baja?

Cuando yo entré al parlamento, en 1990, era la única diputada por el Frente Amplio. Fuimos elegidos 20 diputados de la izquierda. Yo era la única mujer.

Durante el primer gobierno de Julio María Sanguinetti (1985-1990), no hubo ninguna mujer en el Parlamento. Eso fue muy escandaloso y en el gobierno de Luis Alberto Lacalle, fueron elegidos 120 legisladores, 6 de ellas, mujeres.

Esto sólo comenzó a cambiar cuando fue aprobada la Ley de Cuotas.

Mira lo patético que es el Uruguay que, en general, tanto en la izquierda como en la derecha, todavía es muy difícil reconocer la necesidad de las cuotas y de las acciones afirmativas. Está presente ese discurso de que cada uno se lo tiene que ganar por su propio mérito. Muchas mujeres dicen: “no quiero entrar por la cuota sino que quiero entrar por lo que yo valgo”.

¿Cuándo se aprobó la Ley de Cuotas?

Se aprobó en el gobierno del presidente Pepe Mujica, por un 20% de representación y, fíjate tu: por un único período de aplicación. Se supone que primero debíamos ver qué ha pasado con la ley, evaluar si funcionó y, si lo hizo, hacer una nueva ley. Ahora presentaremos una Ley de Paridad, para establecer la igualdad en los niveles de representación. Hasta el momento no hemos tenido mucha suerte. Si con las cuotas no nos ha ido bien, no tengo muchas esperanzas que nos vaya mejor con el establecimiento de la paridad.

¿La cuota aumentó la representación de las mujeres?

Sí, aumentó. Hay un mayor porcentaje de mujeres ahora. En el Senado, nunca habíamos tenido la representación de mujeres que existe ahora. La cuota permitió un avance significativo. Igualmente, hay mecanismos que habilitan que, por ejemplo, una mujer que había entrado a la Cámara de Diputados sea llamada para un cargo en el Ejecutivo y, en su lugar, entre un hombre. Hay una cantidad de trampas en el propio mecanismo de la cuota, que hacen que no se garantice que si se va una mujer entre otra mujer. Esto, en algunos países con mecanismos paritarios, como Bolivia y Ecuador, es distinto.

Tu mencionas el mito o el espejismo de la igualdad que se ha construido en Uruguay, algo que también se asocia a un dato que quizás a muchos quizás les sorprenda: Uruguay es uno de los países que tiene más altas tasa de violencia de género en Latinoamérica.

El indicador más importante y terrible que tenemos es el de las muertes: el porcentaje de femincidios en mi país es seis veces superior al de España. El argumento que suele esgrimirse como justificativa es que el Uruguay tiene un buen registro de homicidios, algo que otros países latinoamericanos no disponen de manera confiable. Esto explica una parte del problema, pero no todo. Cuando el Observatorio de Género de la CEPAL utiliza el indicador de las muertes de mujeres, lo hace, en toda América Latina, utilizando los datos oficiales. Según estos datos, Uruguay tiene una cifra pavorosa de muerte de mujeres en mano de los hombres. Un hecho grave porque lo que sí dispone Uruguay es un sistema de prevención que funciona, evitando que este número de femicidios sea aún mayor.

Así mismo, la intervención del Estado en este campo todavía está muy lejos de ser satisfactoria. Por ejemplo, la legislación prevé que tú apliques una medida cautelar cuando una mujer va al juzgado. Por medio de ésta, el hombre que ha hecho uso de la violencia no puede acercarse a su víctima. El problema es que luego no tienes ningún mecanismo estatal que te garantice o que proteja a la víctima. Y el principio de no acercamiento pocas veces se cumple. Los hechos de violencia contra las mujeres vuelven a repetirse cuando hay impunidad o falta de eficacia en el control público.

Las mujeres deberemos enfrentar fuertes y complejas batallas. Hemos alcanzado grandes conquistas colectivas, pero aún tenemos grandes desafíos por delante. El patriarcado constituye una de las estructuras de poder más eficaces en nuestras sociedades. Nuestras luchas lo debilitan, pero el patriarcado sobrevive y renace. O nos unimos o será cada vez más difícil. Si las mujeres no nos unimos, perderemos la lucha por la igualdad.

Fuente de la Entrevista:

http://elpais.com/elpais/2017/03/06/contrapuntos/1488767117_213146.html

Comparte este contenido:
Page 3 of 5
1 2 3 4 5