Deforestación y minería ilegal alimentan focos de malaria en Venezuela

Fuentes: scidev.net/ [Foto: Cortesía de Jorge E. Moreno]

La minería ilegal de oro es la causante de la deforestación de vastas áreas en el sureste de Venezuela. La vegetación se socava para la extracción del mineral y deja lagunas artificiales.

Venezuela aumentó más de 10 veces los casos de malaria desde 2009 a 2019, y la mayor parte de los casos se concentran en áreas donde han aumentado la deforestación y la minería ilegal para la extracción de oro en los últimos años, según un estudio.

Estos hotspots o puntos calientes, localizados al sur del río Orinoco, son las parroquias San Isidro y Dalla Costa, en el municipio Sifontes del estado Bolívar, que reúnen más de 60 por ciento de los casos de la última década.

En cifras, Venezuela pasó de 41.943 casos de malaria en 2009 a 467.421 casos en 2019, “un crecimiento epidémico explosivo debido a una falta significativa de programas de control”, indica el estudio publicado en PLoS Neglected Tropical Diseases y realizado por investigadores venezolanos y extranjeros.

“El minero, al deforestar para extraer oro, genera lagunas artificiales, hábitats para el mosquito anófeles, transmisor de la malaria”. (María Eugenia Grillet, Instituto de Zoología y Ecología Tropical de la Universidad Central de Venezuela)

Sifontes ha perdido, desde 2007, más de 3.058 hectáreas de bosques debido sobre todo a la minería ilegal. “El minero, al deforestar para extraer oro, genera lagunas artificiales, hábitats para el mosquito anófeles, transmisor de la malaria”, explicó a SciDev.Net María Eugenia Grillet, investigadora del Instituto de Zoología y Ecología Tropical de la Universidad Central de Venezuela y autora principal de la investigación.

El análisis, que utilizó información epidemiológica y geográfica, encontró que en las zonas deforestadas había mayor cantidad de casos de malaria que en áreas cercanas y que las infecciones, tanto por Plasmodium falciparum como por Plasmodium vivax —las dos especies más frecuentes del parásito de la malaria en el país—, se incrementaron allí al tiempo que dismuyó la vegetación.

Los datos también muestran que la mayoría de los afectados fueron hombres entre 21 y 40 años, y que aproximadamente seis  de cada 10 de estos pacientes se dedicaban a la minería.

Como muchos trabajadores de otras regiones de Venezuela se han desplazado a Bolívar por la crisis económica para dedicarse a esta actividad, la enfermedad también se ha expandido hacia otros estados del país donde alguna vez estuvo erradicada.

El cuadro se hace aún más complejo cuando se le suma la migración masiva que se ha producido desde Venezuela, pues también afecta los esfuerzos para el control de la enfermedad de países vecinos como Brasil, Colombia y Guyana.

El Informe Mundial sobre Malaria en 2020 de la Organización Mundial de la Salud indicó que el progreso logrado en las Américas contra la enfermedad ha sufrido por el incremento de la epidemia en Venezuela, donde se registran 53 por ciento de los casos del continente.

El reconocimiento de la emergencia humanitaria por parte del estado venezolano, que permitió a organizaciones de asistencia humanitaria ingresar a las zonas maláricas, hace esperar una reducción de las cifras de la enfermedad.

Sin embargo, Grillet apuntó que lograr un verdadero control pasa por reconstruir el ahora desmantelado Programa Nacional de Malaria, que alguna vez fue ejemplo en la región.

El médico Juan Carlos Gabaldón, investigador de la española Universidad de Navarra, especializado en malaria, dijo a SciDev.Net que la detección de puntos calientes de la epidemia puede ayudar a que la inversión para controlarla tenga impacto, pese a los recursos limitados.

“Sin embargo, por priorizar ciertas áreas no deberían descuidarse otras. Por ejemplo, la malaria en comunidades indígenas, que no está concentrada en Sifontes sino en otros municipios, también amerita atención”, señala.

La estrategia de control también debería incluir la activación de centros para el monitoreo y la atención de salud de los migrantes durante su tránsito, y para ello hace falta cooperación transfronteriza, añadió Grillet.

Fuente: https://www.scidev.net/america-latina/news/deforestacion-y-mineria-ilegal-alimentan-focos-de-malaria-en-venezuela/

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Las buenas prácticas ante las tres pandemias más mortales del mundo salvan 38 millones de vidas

Reseñas/17 septiembre 2o2o/Autora: Lola Hierro/elpais.com

Juntas matan a más de tres millones de personas cada año, pero los resultados publicados por el Fondo Mundial contra el sida, la malaria y la tuberculosis revelan el progreso de las últimas décadas. Todo está ahora amenazado por la covid-19

Si se quiere, se puede. Este es el mensaje que lanzan los resultados publicados hoy por el Fondo Mundial (The Global Fund) contra la malaria, la tuberculosis y el sida. Desde el inicio de su actividad en 2002 hasta 2019 se salvaron 38 millones de vidas en la lucha contra estas tres grandes pandemias, que juntas matan anualmente a casi tres millones de personas. Es un mensaje positivo y esperanzador que llega en un momento en el que el impacto de la covid-19 en la sociedad, la economía y, muy específicamente, en los sistemas sanitarios, está haciendo temer que se pierdan décadas de progreso en la lucha contra estas enfermedades, entre otros muchos problemas a los que el mundo se enfrenta.

Esta nueva revisión «muestra todo el camino recorrido y lo que podemos lograr», opina en una conversación telefónica Francoise Vanni, directora de relaciones externas del Fondo Mundial, sobre lo que considera unos datos «extraordinarios» por la cantidad de vidas salvadas. «Muestra lo que se puede hacer cuando se trabaja de manera colectiva, coordinada y conla participación de las comunidades; y por otro lado dice que necesitamos movilizarnos ya si no queremos perder todo ese progreso en una cuestión de meses», advierte.

El Fondo Mundial es la herramienta de las Naciones Unidas para acabar con el sida, la tuberculosis y la malaria como tarde en 2030, en cumplimiento con los Objetivos de Desarrollo Sostenible aprobados en 2015 y adoptados por casi la totalidad de países del mundo. Está formado por organismos públicos, entidades privadas y Estados; entre ellos, España, que hace ahora un año regresó a su seno después de ocho años de ausencia, aportación de cien millones de euros mediante. Este último informe recoge los logros en la lucha contra las tres enfermedades por separado y casos de éxito concretos que ponen de relieve cómo sí es posible acabar con ellas.

VIH en Esuatini: la escuela como arma de protección

Las huérfanas del sida Pumelele Ndlangamandla (10, derecha) y su hermana Nosipho Ndlangamandla (11) caminan a la escuela en Bhanganoma, en la zona rural de Esuatini. Las cuotas escolares para los huérfanos ahora las paga el Estado, financiado por varios donantes, incluido el Fondo Mundial. Su escuela les enseña tanto materias académicas como habilidades prácticas.
Las huérfanas del sida Pumelele Ndlangamandla (10, derecha) y su hermana Nosipho Ndlangamandla (11) caminan a la escuela en Bhanganoma, en la zona rural de Esuatini. Las cuotas escolares para los huérfanos ahora las paga el Estado, financiado por varios donantes, incluido el Fondo Mundial. Su escuela les enseña tanto materias académicas como habilidades prácticas. GIDEON MENDEL PARA THE GLOBAL FUND CORBIS A TRAVÉS DE GETTY IMAGES

El pasado mes de julio la ONU advirtió que se estaban ralentizando los progresos en la lucha contra el sida, pero no es menos cierto que los esfuerzos globales han logrado reducir la mortalidad por este virus y otras enfermedades relacionadas con él en un 61% desde el año 2000. «Hemos aprendido mucho por el camino, y cada vez más vemos que hay que focalizar esfuerzos, sobre todo, en prevención», subraya Vanni.

El ejemplo de buen hacer del que puede tomar nota el resto del mundo está en Esuatini, antes Suazilandia. Este país diminuto del sur de África, con apenas un millón de habitantes, arrastra una de las tasas de prevalencia de VIH más altas del mundo: un 27% de la población adulta. Y entre mujeres, aún más: un 63%. La buena noticia es que ha sido el primero, junto a Suiza, en alcanzar la meta 95-95-95 de la ONU diez años antes de lo previsto, es decir: el 95% de los afectados por el VIH conoce su estado serológico, el 95% de ellos está en tratamiento y el 95% no presenta carga viral en sangre o esta es indetectable.

La clave del éxito ha sido centrarse en la prevención de uno de los grupos más vulnerables al contagio: las adolescentes y mujeres jóvenes. Ellas, en particular en África subsahariana, tienen una probabilidad de contraer el VIH mucho mayor que sus pares hombres. «El año pasado estimamos que cada día se contagiaban mil mujeres», apunta Vanni. En Esuatini se pensó en cómo reducir la vulnerabilidad de este colectivo, y la respuesta fue desde un enfoque no solo sanitario, sino también educativo. Uno de estos programas se llama Girl Champ y se desarrolló para enseñar a las niñas y adolescentes cómo proteger su salud mediante la creación de espacios seguros y exclusivos para ellas, donde pueden charlar sobre cuestiones de salud vitales, incluida la prevención del VIH. «Hemos visto que, ayudando a las jóvenes a quedarse en la escuela a través de programas educativos y de incentivos económicos, se ha reducido su vulnerabilidad de manera muy exitosa. Lo de Estuatini es un ejemplo muy inspirador, pues se ve cómo a pesar de ser un país con una problemática extremadamente compleja, han podido cambiar la dinámica», celebra Vanni.

Tuberculosis en India: tecnología punta puerta a puerta

Con más de un millón y medio de muertes solo en 2018, la tuberculosis es la enfermedad que más mata, y uno de los principales frentes en la batalla contra esta enfermedad infecciosa es el infradiagnóstico: la inmensa cantidad de gente que vive con ella sin saberlo y que, además de que puedan morirse, también contagian a su alrededor. Pues bien, entre 2014 y 2018 (último año del que se tienen datos) la brecha entre la incidencia que se estima real y los diagnósticos se redujo de un 49% a un 33%, y muy especialmente en algunos de los países donde es más endémica. En esta categoría, India se lleva la palma. «Estamos muy orgullosos del ejemplo de India, porque tienen una carga enorme de tuberculosis en volumen y en proporción hasta el punto de que si no logramos acabar con la enfermedad en este país, no lo lograremos a nivel mundial», avisa Vanni.

Con ayuda de la Organización Mundial de la Salud y del consorcio mundial contra la tuberculosis Stop TB, se puso en marcha un programa para acelerar la detección de aquellos casos no identificados, y el resultado es que en 2018 se encontraron 344.000 más que durante el año anterior. Este logro se ha alcanzado mediante la participación de todos los actores —Gobierno, socios a nivel nacional, sector privado, sociedad civil, OMS, Stop TB…— y también mediante el buen uso de la tecnología y las carreteras porque, como subraya Vanni, «hay que ir hacia los casos, no esperar a que los casos vayan a ti».

Así, una flota de furgonetas bien equipadas recorre las zonas rurales remotas y de difícil acceso de India para realizar pruebas diagnósticas pueblo a pueblo y puerta a puerta a cada vecino. La tecnología molecular empleada es más precisa y produce resultados más rápidos que los métodos tradicionales: se ha podido reducir el tiempo de espera de los resultados de ocho días a unas pocas horas y de esta manera, en cuanto se identifica a un paciente se le puede atender inmediatamente.

Malaria en Myanmar: desplegando la red de redes

En la lucha contra la malaria, el número de muertes en el mundo continúa disminuyendo, pero esta caída de la mortalidad y también la rapidez en la reducción del número de casos se ha ralentizado «notablemente», alerta el Fondo Mundial. De hecho, la OMS advirtió recientemente que las muertes se pueden multiplicar e, incluso, doblar con respecto al año anterior por los efectos de la covid-19.

Naw Htay Htay Myint, trabajadora sanitaria de su comunidad, supervisa y registra a un voluntario para trabajar en la campaña contra la malaria en la aldea de Xwe Lay, estado de Kayin, Myanmar.
Naw Htay Htay Myint, trabajadora sanitaria de su comunidad, supervisa y registra a un voluntario para trabajar en la campaña contra la malaria en la aldea de Xwe Lay, estado de Kayin, Myanmar. QUINN MATTINGLY FONDO MUNDIAL

En la otra cara de esta moneda está Myanmar. Hace una década, un millón de personas cada año se contagiaba por la picadura de algún mosquito del género Anopheles y más de 300.000 morían. Hoy, esa cifra se ha reducido a 108.000 infecciones anuales y 170 muertes. La clave está en el reparto masivo de mosquiteras, otra vez casa por casa, familia por familia. Es una iniciativa que se realiza desde hace años en los países endémicos pero que aquí, en este Estado del sureste asiático, ha tenido especial éxito gracias al despliegue de 17.000 voluntarios sanitarios que fueron capacitados y dotados con herramientas para proteger a sus comunidades. Entre estas, pruebas rápidas de malaria y recursos para poder enviar los casos más graves al hospital. Estos voluntarios fueron capaces de llegar a los lugares de más difícil acceso de todo el país y suministraron a sus vecinos mucha información vital y hasta seis millones de mosquiteras tratadas con insecticidas de larga duración.

El impacto de la covid-19

«Las buenas prácticas con las tres enfermedades tienen que seguir, pero además hay que atender la crisis de la covid-19», alerta Francoise Vanni. Desde el estallido de la pandemia se han sucedido los llamamientos internacionales alertando de un retroceso en el progreso conseguido. Las restricciones al movimiento, tanto de personas como de transportes, y el cierre de los colegios están impactando directamente en la labor de quienes persiguen acabar con estas dolencias. En abril, durante el pico mundial de confinamientos, 1.600 millones de estudiantes en todo el mundo no podían acudir a sus escuelas porque estaban clausuradas. Y esto afecta directamente a las labores de prevención y sensibilización que con tanto éxito se han llevado a cabo en lugares como Esuatini.

En el caso de la malaria y la tuberculosis, es fundamental que los trabajadores sanitarios comunitarios puedan seguir yendo puerta por puerta con información, pruebas diagnósticas, mosquiteras y medicamentos. Vanni resalta que la protección de estos trabajadores de la salud es indispensable para mantener los programas. «Si no tienen protección adecuada, pues o no van a querer ir o van a enfermar si van; ahí es donde se tiene que actuar inmediatamente», indica la portavoz del Fondo Mundial. «Si el personal sanitario enferma y se muere, se desploma totalmente el sistema, así que estamos insistiendo mucho en que no todo es tecnología al final; es tener a hombres y mujeres que presten estos servicios de prevención de salud».

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/09/13/planeta_futuro/1599983668_229131.html

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Sierra Leona: Lecciones a un mundo asustado del hombre que doblegó la malaria

África/Sierra Leona/25 Junio 2020/elpais.com

El impacto de la covid-19 puede duplicar las muertes por paludismo en África subsahariana. Pero hay un médico sierraleonés que sabe cómo evitarlo

Las conclusiones de quienes más saben de malaria o paludismo son unánimes y claras: la humanidad ha logrado un inmenso avance en la lucha contra la enfermedad en las últimas décadas, pero ahora es más importante que nunca no flaquear. El progreso se refleja en los números: en 2018 se contagiaron 228 millones de personas y murieron otras 360.000 de este mal, provocado por un parásito que se transmite por la picadura de un mosquito. Aunque parecen —son— muchas víctimas, se trata de la cifra más baja registrada en los últimos 20 años. Desde el principio del siglo XXI ha muerto un 60% menos de afectados, según el último Informe Mundial de la Malaria elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Este progreso solo se había visto mancillado por ligeros repuntes en los últimos tres años que advertían del peligro de bajar la guardia.

En semejante escenario, el virus de la covid-19 se expande por el planeta y provoca una crisis mundial en múltiples aspectos, y uno de ellos es, precisamente, en los esfuerzos por prevenir y curar el paludismo. La OMS calcula que, de interrumpirse ahora el trabajo, las muertes pueden doblarse, es decir, podemos acabar 2020 con 768.000 fallecidos. De hecho, los últimos resultados de una encuesta realizada por el Fondo Mundial contra la malaria, la tuberculosis y el VIH apuntan a que se está siguiendo un mal camino: en 106 países, sobre todo africanos, se están produciendo interrupciones en la prestación de servicios de prevención y tratamiento de las tres enfermedades. En el caso del paludismo, las disrupciones afectan al 73% de los programas revisados. Al mismo tiempo, el Fondo también ha avisado de que la financiación de los donantes se reduce año tras año.

Hay que actuar y hay que hacerlo ya. Desde el inicio del confinamiento, el mundo de la epidemiología se puso a buscar soluciones para mantener todas las actividades y recursos destinados a combatir la malaria a pesar de los estragos del nuevo coronavirus. En esta tormenta de ideas, destaca un nombre: el doctor Samuel Juana Smith.

El doctor Smith comparece ante un grupo de invitados en una conferencia virtual organizada por la Red Africana de Medios e Investigación de Malaria (AMMREN) y RBM Partnership, una plataforma de 500 socios, desde empresarios hasta organismos públicos con el mismo objetivo de acabar con esta enfermedad en el mundo.

Smith es jefe de Centro de Control y Prevención de Enfermedades del Ministerio de Sanidad de Sierra Leona, un país de África occidental que se cuenta entre los más pobres del planeta y que se ha enfrentado a tremendos retos en las últimas décadas. Los más graves, la guerra civil entre 1991 y 2002 y el brote de ébola en la región en 2014 que solo aquí dejó 4.000 muertos. Además, es uno de los lugares favoritos del mosquito Anopheles, cuya hembra es la transmisora de la enfermedad: Sierra leona es uno de los siete Estados de África subsahariana donde más de un cuarto de la población está infectada y donde la malaria provoca cuatro de cada diez consultas hospitalarias.

Quizá porque ya saben manejarse en contextos de crisis, también es el país de África occidental que ha logrado el mayor retroceso del paludismo en los últimos tiempos: con 7,5 millones de habitantes, en 2010 registraron 8.188 decesos, y en 2018 habían bajado a 1.949. Buena parte de este logro es responsabilidad del doctor Smith, quien antes de ocupar su actual cargo fue responsable del Programa Nacional de Control de la Malaria. «Durante la epidemia de ébola, fue el primero en decir que también había que hacer algo con el paludismo, o todos morirían por una u otra causa. Y así, diseñó una estrategia muy cuidadosa para garantizar que los medicamentos y mosquiteras pudieran distribuirse de manera segura a la población», dice de él Melanie Renshaw, co-presidenta de RBM Partnership.

La idea de la cita es explicar, desde su punto de vista, cómo puede hacer el mundo ahora para no perder posiciones en la lucha contra el paludismo y para que los países más afectados continúen con sus campañas de distribución de mosquiteras, de fumigación de hogares y de profilaxis para mujeres embarazadas y niños, los más vulnerables. «Tiene que ser ya, cuando todavía existe una ventana de oportunidad crucial antes de la temporada de lluvias en África y partes de Asia», advierte el doctor.

Una de las claves del éxito ha sido el trabajo conjunto de Gobierno, organizaciones, científicos, médicos y de la sociedad, pero sobre todo, la buena compenetración entre organizaciones públicas y privadas. «Intentamos mejorar la atención hospitalaria y dotar de más médicos a los servicios sanitarios, y ahora estamos viendo un aumento en el uso de nuestras instalaciones sanitarias», afirma. Antes de la covid-19, se establecieron acuerdos con 36 centros de salud de todo el país para apoyar la implementación de servicios preventivos y curativos. Se les proporcionaron medicamentos, materiales de diagnóstico, herramientas de recopilación de datos, asesoramiento… Luego, los médicos de esos ambulatorios enviaban información de sus casos de paludismo a través de un sistema informático que los acababa recopilando e integrando en la base de datos nacional.

En las mejoras de los centros se tuvo en cuenta la formación de enfermeros y enfermeras a nivel comunitario. Sin acceso a los servicios de salud, los niños corren el riesgo de morir de enfermedades prevenibles tan comunes como la neumonía y la diarrea, y también de malaria. El papel de estos trabajadores sanitarios es tan esencial que el Gobierno de Sierra Leona los reconoció como parte del sistema de atención primaria del país y lanzó una política nacional en febrero de 2017 para ampliar el alcance de su trabajo y darles acceso a capacitación y a un sueldo mensual. Sierra Leona ha estado implementando esta política con ayuda de Unicef, que equipó a 15.000 trabajadores comunitarios y supervisores como recursos para desempeñar sus funciones, incluyendo materiales de formación, ayudantes de trabajo y herramientas, ropa de lluvia, antorchas, camisetas, mochilas y temporizadores de infecciones respiratorias agudas.

También se ha dotado a las farmacias de equipos para hacer pruebas rápidas de malaria con el fin de evitar que los ciudadanos se automediquen en cuanto sientan fiebre, aún sin tener un diagnóstico.

Asimismo se reparten mosquiteras de forma masiva en todos los hogares, ya que estas son la herramienta más eficaz para reducir el riesgo de transmisión hasta en un 50% y la mortalidad infantil en un 25%. Se hizo durante el ébola y se ha hecho ahora. La última campaña de reparto, de hecho, se ha realizado en plena pandemia: el pasado 22 de mayo se inició la distribución de 4,6 millones de mosquiteras tratadas con insecticidas en los 14 distritos del país. «Cuando la pandemia llegó a Sierra Leona ya habíamos diseñado la campaña y tuvimos que volver atrás y repensarla teniendo en cuenta la covid-19», explica Smith. «Revisamos la estrategia a seguir para proteger tanto a nuestros beneficiarios como a los sanitarios que las distribuían considerando nuevos aspectos como la distancia social y el uso de mascarillas». En 2018, un 60% de los hogares sierraleoneses contaba con al menos una mosquitera, según Unicef. Una década antes, esta medida de protección solo llegaba a un cuarto de la población.

Sierra Leona, además, incorporó a su estrategia nacional en 2010 la llamada Terapia Preventiva Intermitente en Infantes (IPTp, por sus siglas en inglés) siguiendo la recomendación de la OMS. La intervención exige la administración de una dosis completa de un medicamento combinado para tratar la malaria a base de sulfadoxina y pirimetamina en los lactantes dentro de su calendario de vacunación. De igual manera, esta terapia se administra a mujeres embarazadas durante las visitas de atención prenatal, pues es una forma efectiva de reducir la anemia materna y el bajo peso al nacer. Según Unicef, en 2019 casi un tercio de las embarazadas recibió al menos tres dosis de IPTp durante su última gestación, una cifra superior a la media de África.

Difundir información veraz es otra de las herramientas que no se pueden perder de vista, especialmente a la hora de que los ciudadanos sepan tanto identificar los síntomas de la malaria como lo importante que es acudir al hospital para hacerse pruebas lo antes posible. «La malaria y la covid-19 tienen síntomas muy parecidos, como fiebre, debilidad y dolores de cabeza y musculares», avisa Smith. Pero también tienen importantes diferencias, pues la malaria no se contagia entre personas y el nuevo coronavirus sí. «Después del diagnóstico, es fundamental advertir a familiares, vecinos o personas que vivan cerca de nosotros». Igualmente, la distribución de mosquiteras no sirve de nada si no se sensibiliza sobre su uso. «Dormir bajo una mosquitera es la mejor herramienta en cuanto a coste y efectividad».

Fuente e imagen tomadas: https://elpais.com/elpais/2020/06/17/planeta_futuro/1592389810_004903.html

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Entrevista a Pedro Alonso: “Eso de ‘aquí no llegará’ y ‘lo sabremos controlar’ era de una arrogancia notable”

Entrevista/30 Abril 2020/Autora: Patricia Peiró/elpais.com

El director del programa de malaria de la Organización Mundial de la Salud advierte de que la humanidad puede retroceder 20 años en la lucha contra esta enfermedad si queda postergada por el coronavirus y rechaza el uso político de la nueva pandemia

Pedro Alonso (Madrid, 1959, médico y epidemiólogo) dirige el Programa Mundial de Malaria de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Acaba de finalizar una de las decenas de reuniones en estos días de teletrabajo cuando atiende la llamada de EL PAÍS al hilo de la celebración del Día Mundial de la Malaria o Paludismo este 25 de abril. Esta vez era con el equipo técnico que ha analizado cómo va a afectar la covid-19 a la lucha contra la malaria que mata cada año a más de 400.000 personas en el mundo. El escenario más optimista deja los números como están. El más pesimista, pronostica que la humanidad va a retroceder 20 años en apenas unos meses y África (la región que acumula el 90% de los casos de paludismo) va a pasar de 360.000 muertes anuales, a 768.000 y de 215, a 260 millones de casos diagnosticados. El golpe es durísimo. La drástica reducción de muertes por malaria en los últimos 20 años es uno de los mayores logros médicos del último siglo.

Sobre la pandemia actual de coronavirus, Alonso afirma que ningún país, incluidos los ricos, se prepararon correctamente para la amenaza, defiende la gestión de la OMS y asegura que cualquier utilización política de esta tragedia es “inaceptable”.

Pregunta. ¿Se sabe cómo va a afectar la covid-19 a la lucha contra la malaria?

Respuesta. Podemos retroceder a niveles de hace 20 años. Llevamos semanas trabajando con modelos matemáticos pero hay muchas cosas difícilmente predecibles. No sabemos cómo se va a comportar en algunas zonas de menor densidad de población y, por tanto, menos conectividad y donde la estructura de edad es distinta. Luego están los efectos indirectos. Si a las poblaciones se las obliga a reducir su movilidad, puede que no lleven a un enfermo con fiebre al hospital, lo que dificultaría el diagnóstico. Estas restricciones también pueden afectar al reparto de mosquiteras.

¿Estamos aún a tiempo de reducir el impacto de la covid-19 en este tipo de enfermos?

Lo importante es mantener lo que hay y eliminar esa tendencia casi automática de suspenderlo todo. Hemos lanzado una serie de guías específicas para que se puedan seguir aplicando tratamientos de forma segura, hay países que ya las cumplen como Benín o República Democrática del Congo. En lo que se refiere a los suministros estamos trabajando casi a nivel diplomático con India, donde se fabrican la mayoría de los antipalúdicos.

Hablando de antipalúdicos, las agencias norteamericana y europea del medicamento han alertado de que no se ha demostrado que la hidroxicloroquina y la cloroquina sean efectivas para el tratamiento de la covid-19. Estos dos medicamentos contra la malaria en un principio se recomendaron para tal fin.

La OMS ha tenido una posición muy clara. Varios antipalúdicos han tenido efecto dentro de los laboratorios contra los virus, incluyendo la covid-19. En concreto esos dos medicamentos los empezaron a usar los colegas chinos y después un investigador francés creó una enorme expectativa en base a un estudio con muy mala calidad. Después Trump lo amplificó. No hay evidencias formales de la eficacia del tratamiento con estos medicamentos. La OMS recalca la necesidad de estudios para evaluar la eficacia de estos fármacos. A día de hoy no hay suficiente evidencia para recomendar un tratamiento u otro.

Pedro Alonso: “Eso de ‘aquí no llegará’ y ‘lo sabremos controlar’ era de una arrogancia notable”

La media de edad africana es de 18 años y el continente se ha enfrentado a grandes epidemias como la del sida, el ébola o la propia malaria. Normalmente se señalan estos dos elementos como las fortalezas del continente para afrontar el coronavirus.

Sabemos que una parte de la mortalidad viene dada por la existencia de otras enfermedades, pero no cómo va a afectar por ejemplo a niños con malaria o con neumonías. En Europa los niños se infectan pero el riesgo de que evolucione es bajo; en África podría ser muy distinto. Yo he vivido el ébola en Sierra Leona, la crisis humanitaria de Boko Haram en Nigeria… Es cierto que en los países africanos son conscientes y han adquirido experiencia de lo que es tener una emergencia sanitaria, pero esto es distinto. No sabemos bien cómo se va a comportar este virus. Como vemos en Europa o Estados Unidos es focal: no es lo mismo el brote en Madrid que en Ciudad Real o el norte de Italia y el sur. En los sistemas de salud africanos no es extraño enfrentarse a una emergencia, pero eso no quiere decir que estén necesariamente preparados. No soy pesimista, pero se corre un enorme riesgo de ver un efecto devastador en la salud y en la economía.

Y en el caso de Europa ¿los países van a aprender lecciones de esta crisis?

Me gustaría pensar que sí pero no estoy seguro. Ya sabíamos que esto iba a ocurrir, hay múltiples informes que alertaban de que íbamos a sufrir una pandemia, pero no sabíamos cuando. Era evidente pero ni siquiera aquellos con más medios estaban preparados ni han sabido reaccionar de forma adecuada. Se ha demostrado que los esquemas mentales humanos no reconocen la globalidad del mundo. Desde enero sabemos que había un brote de una enfermedad rara en China y en cuestión de días se secuencia el virus y se publica. Sabíamos que tenía potencial de transmitirse de humano a humano. Es bastante evidente que desde Europa se veía como un problema lejano. Ha habido declaraciones en las que se afirma que ‘aquí no llegará’ y que si llega ‘lo sabremos controlar’. Declaraciones de una arrogancia notable. Estos son esquemas mentales tipo ‘nosotros estamos en nuestro país y estas cosas no nos van a llegar’. ¡Y aún peor! Decimos que si nos llegan somos tan capaces que lo resolveremos sin ningún problema y en dos días. Estos esquemas mentales son difíciles de romper. ¿Cuántos años llevamos clamando que las enfermedades infecciosas no son del pasado? ¿Qué si hay una enfermedad que tiene capacidad de paralizar el mundo y suponer un reto existencial a la humanidad no es el cáncer, sino una infecciosa?

LOS DATOS DE MALARIA, HOY

– Se estima que hay 228 millones de casos de malaria en todo el mundo, en comparación con los 251 millones en 2010.

– 213 millones de estos se encuentran en África

-En el último informe, 2108, un total de 405.000 personas murieron por malaria. En 2010 fueron 585 000.

– Mas de la mitad de todos los casos de malaria se dan en seis países: Nigeria (25%), República Democrática del Congo (12%), Uganda (5%) y Costa de Marfil, Mozambique y Níger (4% cada uno)

Ahí entra en juego la desigualdad

África está a 14 kilómetros de Europa y nos comportamos como si fuera un planeta distinto. En este mundo tan globalizado con esta increíble capacidad de comunicación seguimos operando con esquemas localistas de nuestras pequeñas fronteras, algo que nos impide ver y anticiparnos a los problemas incluso aunque los tengamos muy cercanos. Esta sería la clave para mí: si esta pandemia nos hace reconocer que estamos en el mismo planeta y que tenemos el deber moral de abordar los problemas de salud en el mundo y superar las desigualdades, entonces esto habría servido de algo. Ahora estamos preocupados porque es un reto a nuestra civilización pero en amplias zonas del mundo se enfrentan a sus pequeñas pandemias desde hace cientos de años, o no tan pequeñas, como la malaria con 200 millones de casos al año, pero eso no nos afecta en nuestro pequeño mundo rico occidental, desarrollado y confortable.

Líderes políticos como Donald Trump han criticado la actuación de la OMS ante esta crisis. ¿Cómo afectan dentro de la institución estás críticas? ¿Qué tiene que decir ante ellas?

Es una enorme equivocación politizar el virus y me resulta inaceptable tratar de sacar ventaja política de esta tragedia. Usar esto para pequeñas luchas políticas o para atacar a un Gobierno no es aceptable. Lo cual no es óbice para que no se pueda criticar y decir no se ha actuado de forma correcta, algo que deberá ser objeto de análisis cuando llegue el momento para entender y aprender. Personalmente creo que en general la respuesta de la OMS, que es una organización mal financiada, ha sido excelente, en tiempo real, ha emitido guías técnicas para los países… La OMS ya aprendió mucho de las críticas durante la epidemia de ébola.

¿Cómo saldremos de esta? ¿En qué se convertirá la covid-19?

La pandemia se superará desde el punto de vista sanitario, la ciencia tiene enormes capacidades y acabará desarrollando tratamiento y vacunas, pero nos olvidaremos de aquellos que sufren todos los días sus pandemias y que no nos afectan a nosotros… El virus es relativamente sencillo, quiero decir, que desde luego es más fácil hacer vacunas para virus que para bacterias o parásitos. Luego existirá el riesgo de que mute o no, pero lo dudo. Lo más complicado va a ser que la vacuna llegue a los que más lo necesitan y que no haya acopio en los países ricos y que el que no lo pueda pagar mala suerte… La OMS va a estar pendiente de que esto no ocurra.

¿Y qué herramientas tiene la OMS para evitarlo?

La OMS tiene poder moral pero no financiero ni coercitivo. Pero ese poder moral puede mover montañas y hay varios ejemplos de ello. Creo que estamos en un punto en el que a todos nos tendría que costar muchísimo imaginar que se pudiera desarrollar una vacuna pero que no pudiéramos aportársela a todo ser humano que lo necesite independientemente de dónde esté. La OMS tomará un papel muy activo en asegurar que no nos deslizamos por esa pendiente.

Hace unas semanas se constituyó una coalición científica para que los países del Sur no se queden atrás

Hay más de 300 ensayos clínicos de diferentes fármacos contra la covid-19 y sin embargo tenemos las enfermedades olvidadas: malarias, tuberculosis, leishmaniasis… Incluso para desplegar una primera generación de vacunas de malaria nos cuesta un horror conseguir los apoyos para poder hacerlo. Ahora llevamos más de 50.000 niños africanos vacunados en la implementación piloto de la vacuna. ¿Habría algún problema para financiar una vacuna del coronavirus? No. Cuando son problemas que nos afectan a nosotros somos capaces de lo que haga falta: paralizar el país, hibernar la economía… Pero no somos capaces de hacerlo por nuestro continente hermano más cercano.

LOS ÚLTIMOS AVANCES CONTRA EL PALUDISMO

La malaria ha encontrado a lo largo de las décadas diferentes caminos con los que evadir insecticidas, tratamientos y vacunas. Pero los científicos también exploran vías novedosas para acabar con esta enfermedad. La pandemia de coronavirus pone en riesgo muchos de estos proyectos. Estos son algunos de ellos:

Mosquirix, la primera vacuna contra el paludismo. Tras 30 años de investigación, la RTS,S también conocida por su nombre comercial, Mosquirix, tiene como objetivo el Plasmodium falciparum, la más común y letal de las cuatro especies de parásitos que provocan la malaria. La eficacia y la durabilidad del Mosquirix son insuficientes: cuatro dosis ofrecen solo un 30% de protección frente a la malaria severa, durante no más de cuatro años. La Organización Mundial de la Salud (OMS) decidió poner en marcha un programa piloto de vacunación en Malawi, Ghana y Kenia, donde la vacuna se ha administrado a cientos de miles de niños.

El pueblo africano que modificará los mosquitos genéticamente para combatir la malaria. Burkina Faso trabaja en un sistema nuevo y radical de lucha contra la malaria: los mosquitos modificados genéticamente. «Estamos desarrollando un mosquito que solo pueda tener crías macho, las cuales, a su vez, solo engendren crías macho, de manera que la población de hembras, que son las que pican, se reduzca hasta que la especie se extinga», explica el investigador Moussa Namountougou.

‘Insecticidas humanos’ contra la malaria. Un experimento español trata de eliminar a los mosquitos que transmiten el paludismo administrando un fármaco a las personas que corren el riesgo de ser picadas por ellos. Ya se han hecho decenas de experimentos en laboratorio que muestran que podría ser parte de la solución. Consiste en tomar ivermectina, un medicamento que funciona como veneno para el insecto. Los voluntarios, tras ingerirlo, alimentaban a mosquitos en laboratorios y se ha comprobado cómo las facultades de los insectos se veían mermadas.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/04/22/planeta_futuro/1587547394_050504.html

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África: Lo que dicen los genes de los parásitos de la malaria sobre las migraciones y la resistencia a los medicamentos

África/29 Agosto 2019/El país

Un equipo de científicos africanos ha descubierto las características genéticas de los parásitos de Plasmodium falciparum, causantes de la malaria, incluidas aquellas que les confieren resistencia a los medicamentos antipalúdicos. Se trata del primer estudio de esta índole en África y fue publicado el pasado 22 de agosto en la revista científicaScience.

El hallazgo arroja nueva luz sobre cómo la resistencia a los medicamentos está emergiendo en diferentes lugares y avanzando por varias rutas en África, poniendo en riesgo el éxito anterior en el control de la malaria, una enfermedad endémica en muchos países. El Plasmodium falciparum es la especie de parásito más mortal y en África subsahariana es prevalente. Se transmite al ser humano a través de la picadura del mosquito Anopheles y afectó a más de 200 millones de personas en 2017 y mató a 435.000 de ellas, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En 2015, el 92% de las muertes en todo el mundo ocurrieron en África, y el 74% de ellas correspondieron a niños menores de cinco años.

Entre 2000 y 2015, los esfuerzos e inversiones continuadas para eliminar la enfermedad consiguieron que la mortalidad se redujera a la mitad: de 864.000 víctimas a 429.000 por año. Pero los hallazgos de este nuevo estudio sugieren que este progreso puede estar en riesgo si no existen nuevas formas de tratamiento.

La investigación proviene de la Plasmodium Diversity Network Africa (PDNA), la primera red de científicos africanos que trabaja con herramientas genómicas para estudiar la diversidad de parásitos de la malaria en todo el continente. En colaboración con el Wellcome Sanger Institute, los investigadores estudiaron la diversidad genética de las poblaciones endémicas de varios países subsaharianos, incluidos Etiopía y Ghana. Los datos ayudarán a rastrear la aparición y propagación de cepas resistentes a los medicamentos preventivos, con el fin de intensificar y enfocar los esfuerzos para eliminar la enfermedad.

Aunque la población de parásitos de Plasmodium falciparum en esta región del mundo es extremadamente diversa desde el punto de vista genético, algunas investigaciones anteriores sugirieron que esta diversidad era relativamente similar en todo el continente. También se pensó que el flujo de material genético tendía a ser de este a oeste, y se creía que la resistencia a las drogas antipalúdicas se originaba en el sudeste asiático. Sin embargo, los resultados de este nuevo estudio indican que los parásitos que causan la malaria son genéticamente distintos según la región de África en la que se encuentren.

Además, los investigadores han descubierto que estas poblaciones regionales comparten material genético en todas las direcciones, incluidos los genes que pueden conferir resistencia a los medicamentos antipalúdicos, con nuevos tipos de resistencia a estos que emergen en diferentes partes de África.

«Al contrario que en estudios previos, identificamos en distintos países occidentales, centrales y orientales, poblaciones de Plasmodium falciparum, así como una población etíope altamente divergente», explica el profesor Abdoulaye Djimdé, investigador en el Wellcome Sanger Institute y jefe de la Unidad de Epidemiología Molecular y Resistencia a los Medicamentos en el Centro de Investigación y Entrenamiento de la Malaria, de la Universidad de Bamako

«Todas ellas compartieron el material genético procedente de todas las direcciones, lo que indica que el flujo de genes es multidireccional, en oposición al unidireccional de este a oeste como se pensaba anteriormente», añade. «Esta es información crucial para comprender cómo se está desarrollando la resistencia a los medicamentos contra la malaria en África».

Se cree que la migración humana, incluida la resultante de la actividad colonial, ha desempeñado un papel en la evolución del parásito en el continente. En concreto, los investigadores han señalado que la población de parásitos etíopes es muy distinta de las del resto de África, y dado que la población humana en Etiopía también tiene una ascendencia distinta de la de otros, se cree que la falta de colonización del país podría explicar su estado atípico. Por el contrario, los parásitos de antiguas colonias francesas distantes comparten material genético.

PDNA recolectó muestras de Plasmodium falciparum de 15 países africanos y sus genomas se secuenciaron en el Wellcome Sanger Institute como parte de la red de intercambio de datos MalariaGEN. Los datos genéticos en estas muestras, junto con otros datos recogidos en el continente que MalariaGEN había generado y liberado previamente, se analizaron para rastrear la conectividad ancestral entre las diversas poblaciones de parásitos.

Los resultados confirmaron que las poblaciones de Plasmodium falciparum han compartido información genética a lo largo del tiempo, particularmente los genes asociados con la resistencia a los medicamentos antipalúdicos. Lo más preocupante es que se detectaron firmas genéticas fuertes en el cromosoma 12 en muestras del mosquito recogidas en Ghana y Malawi, lo que aumenta la posibilidad de que la evolución reciente del parásito pueda comprometer la efectividad de las terapias combinadas basadas en artemisinina (ACT). Los ACT combinan múltiples medicamentos antipalúdicos en un tratamiento para superar la resistencia a uno o más medicamentos individuales.

El doctor Alfred Amambua-Ngwa, autor principal del estudio, miembro del Instituto Wellcome Sanger y profesor asistente en la Unidad del Consejo de Investigación Médica de Gambia, y la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, ha afirmado que cualesquiera que sean los factores históricos que afectan el flujo de genes entre las distintas poblaciones de Plasmodium falciparum, el flujo multidireccional «aumenta la posibilidad de propagación continental de la resistencia a las terapias combinadas basadas en artemisinina, que podrían surgir de cualquier parte de África».

El establecimiento del PDNA es un paso importante para continuar rastreando la propagación de la malaria resistente a los medicamentos en África en un momento crucial, cuando los esfuerzos para eliminar la enfermedad ahora se estancan y la perspectiva de cepas de Plasmodium falciparum resistentes a múltiples medicamentos en África en el horizonte.

Michael Chew, gerente del departamento de Infecciones e Inmunobiología de Wellcome, apunta que esta investigación «podría tener implicaciones para el futuro de la investigación y el control de la malaria en el África subsahariana. Al estudiar la diversidad genética en un área tan vasta y diversa, la investigación del equipo ha revelado la presencia de diferencias genéticas clave dentro de las cepas del parásito». «Esto podría proporcionar información vital sobre cómo se está desarrollando la resistencia a los medicamentos en toda la región y supone un claro recordatorio de que el progreso logrado para combatir la malaria en el África subsahariana está en riesgo de estancarse a menos que podamos desarrollar tratamientos nuevos y efectivos», concluye.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/08/26/planeta_futuro/1566816880_563312.html

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La fórmula de Ghana para acabar con la malaria

África/Ghana/23 Mayo 2019/Fuente: El país

El país africano ha reducido con éxito las muertes por paludismo en la última década. Ahora incorpora la nueva vacuna con intención de acabar con la enfermedad que más mata a los menores de cinco años

La luz natural se filtra entre las floreadas cortinas, aunque no interrumpe el sueño de Rabiatou Aboubakar. Ella dormita en una estancia fresca y ventilada gracias a la brisa que sopla en la calle y se cuela entre las láminas abiertas de las ventanas. La habitación de hospital, de seis camas, tiene tres ocupadas, pero reina el silencio. La convaleciente Aboubakar ha encontrado el sosiego necesario para descansar ahora que por fin los dolores han disminuido. Es 26 de abril de 2019 y un día antes se ha conmemorado el Día Mundial de la Malaria, tal y como recuerdan numerosos carteles y anuncios en el hospital general de Maamobi, en el centro de Accra, la capital de Ghana. «Tenía ganas de celebrarlo y pensé que no podía hacer nada mejor que contagiarme», bromea la mujer. Aboubakar, que se ha desperezado ante la inesperada visita, lleva algo más de 24 horas ingresada y conectada a un gotero por un paludismo severo. Obviamente, está de guasa, y es buena señal. La enfermedad está remitiendo lo suficiente como para permitirle una burla.

La paciente, de 39 años y vecina de Accra, había vivido antes algún que otro episodio de esta dolencia causada por el plasmodium, un parásito que llega a la sangre humana a través de la picadura de algunas especies del mosquito Anopheles. «Nadie que viva aquí se ha escapado de ella», asegura. Pero nunca le había dado tan fuerte, así que por primera vez en su vida, tuvo que ser llevada en volandas al hospital. Sus médicos dicen que está mejorando, eso ya lo nota, pero de momento no le dan el alta.

El último Informe Mundial de la Malariade la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que unos 7,8 millones de personas contrajeron el paludismo y alrededor de 11.000 fallecieron en 2017 en Ghana, país de 28 millones de habitantes donde es endémica. «Continúa siendo una de las principales causas de mortalidad y morbilidad, y es responsable de la muerte del 5% de todos los menores de cinco años», comenta Peter Baffoe, ginecólogo y coordinador del programa de salud materna y del recién nacido de Unicef en Ghana. De hecho, en Ghana y en África es la enfermedad que más mata a los niños en esta franja de edad. Para el resto, «permanece alta, con una incidencia en torno a un 30% de la población; y en algunas áreas, cerca del 40-45%», resume.

Precisamente por ser una vieja conocida, Ghana ha logrado enormes avances en los últimos años tanto en el campo de la prevención como el tratamiento. Gracias a su Programa Nacional de Control de la Malaria, el porcentaje de población afectada entre 2010 y 2017 ha disminuido del 37% al 27% y la mortalidad, del 0,06% al 0,03% según estimaciones oficiales. «Las muertes se reducen debido a la mejora en el acceso. La población se ha vuelto mucho más consciente de la necesidad de hacerse la prueba y las medicinas son asequibles», indica Baffoe. Además, desde que en 2012 se introdujera el Plan Mundial de Vacunación de la OMS, ya se ha logrado inmunizar al 90% de los niños de la mayoría de enfermedades peligrosas pero prevenibles con vacunas, según datos de la OMS y de Unicef de 2017.

Rabaitou Aboubakar posa en la cama del hospital de Maamobi donde se recupera del paludismo.ampliar foto
Rabaitou Aboubakar posa en la cama del hospital de Maamobi donde se recupera del paludismo. LOLA HIERRO

Por estos buenos antecedentes, este país del oeste africano ha sido elegido como uno de los tres del continente que van a aplicar a gran escala la nueva vacuna contra la enfermedad. Es conocida bajo las iniciales de su laboratorio, RTS,S pero ha recibido el nombre comercial de Mosquirix, y su lanzamiento ha sido propiciado por el Ministerio de Sanidad ghanés, la OMS y la Alianza Global para la Vacunación y la Inmunización (GAVI). Se trata de un viejo sueño que se cumple después de más de 30 años de investigación científica y del que ahora se van a beneficiar 360.000 niños de Malawi, Kenia y Ghana.

«No somos nuevos en esto porque también fuimos parte de los ensayos clínicos, los hicimos en dos regiones de este país», comenta con orgullo el doctor Anthony Nsiah-Asare, director general del Servicio de Salud de Ghana. «Porque fuimos buenos en reducir mucho la malaria hemos sido ahora elegidos para implementar el programa». Según la OMS, esta enfermedad mató a 435.000 personas en 2017 en todo el mundo e infectó a 219 millones, dos millones más que en 2016. Más del 90% de los casos ocurrieron en África.

Malawi fue el primer país que se estrenó, Kenia lo hará a lo largo de este año y en Ghana las campañas de inmunización comenzaron el 30 de abril, cuatro días después de que Aboubakar enfermara. Ella no es candidata a recibir la vacuna porque no se dispensa a adultos. No obstante, también es madre de una cría de nueve años que la contrajo en el pasado y, por eso, tiene clara su apuesta: «La aceptaría absolutamente porque conozco bien la enfermedad. No es fácil pasarla», reconoce. «Con la medicación ahora estoy bien, pero me he estado muriendo de dolor, de fiebre… Ahora estoy mejor».

Desterrar la malaria

La vacunación en Ghana comenzó en el distrito de Cape Coast, a unos 150 kilómetros al oeste de la capital, con una campaña con la que Unicef espera inmunizar anualmente a unos 250.000 menores de edad durante los próximos tres años. El objetivo es ambicioso: desterrar el paludismo de todo el país. «Estoy muy excitado, siento que nos hemos unido a la liga de las naciones, vamos a escribir nuestro nombre en oro por ser uno de los primeros países en implementar la vacuna», presume el director general de Salud. «Si la malaria se ha erradicado en otros continentes, podemos eliminarla en África».

Las dosis se incorporan al calendario vacunal del sistema de salud público y se comienzan a suministrar a los seis meses porque los programas piloto demostraron que la máxima efectividad es cuando el niño ronda esta edad. Habrá recordatorios a los siete, nueve y 24 meses. «La de los 24 es un reto, tenemos que ver cómo seguir informando a las madres cuando los niños los cumplan», expresa Olwa Tosen, médico experto en inmunización y VIH de Unicef. «Afortunadamente, en ese periodo también hay que llevar a los pequeños al médico para que reciban una dosis de vitamina E. «Pensamos que eso movilizará», opina el director Nsiah-Asare.

Los días previos al 30 de abril, los pabellones de pediatría de los hospitales Maamobi y Adabraka de Accra, y el de New Tafo en el distrito Este de Ghana se han ido llenando y vaciando de pequeños enfermos en un ciclo que nunca acaba, y eso que el ingreso solo es necesario en los casos más graves. En Adabraka, tres niños reciben el alta a primera hora de la mañana y las enfermeras, por primera vez, se encuentran una estancia vacía. «A lo largo del día seguro que vienen más», vaticinan. En el de New Tafo, Ibrahim se va a marchar a casa en brazos de su madre tan pronto como le quiten la vía intramuscular colocada en su brazo derecho. «Tiene que seguir la medicación pero ya no tenemos que estar aquí», celebra la progenitora.

En el de Maamobi, sin embargo, la adulta Aboubakar no es la única que celebra el Día Mundial de la Malaria en compañía de la alta fiebre que esta afección causa. La doctora Lydia Daytei cuida de varios pacientes, entre ellos uno con paludismo severo. Se llama Abdul Latif y tiene un año. «Duerme mucho», advierte su madre, Rukia. Ella, que trabaja como porteadora, lleva tres días encerrada en el hospital, donde no le quita el ojo a la criatura. El niño suda y se revuelve constantemente. Rukia lo toma en sus brazos y él rompe a llorar con fuerza, sin estar del todo despierto. «Tenía la temperatura muy alta y unas convulsiones que empezaron y terminaron de repente, así que lo traje al hospital», susurra ella entre los berridos de su hijo. Como él, por esta área pediátrica han ingresado 74 niños entre el 1 de enero y el 26 de abril de 2019, según los registros de la doctora Daytei.

La clave sigue estando en la prevención

Los niños que a partir de ahora reciban la dosis de la vacuna contra la malaria tendrán menos posibilidades de contagiarse, pero no quedarán totalmente protegidos: los ensayos clínicos han demostrado con éxito que la vacuna reduce el riesgo de contraerla en un 40% de los casos, un 30% en la versión más agresiva de la enfermedad. «No vamos a detener los otros métodos de prevención, la inmunización va a ser un más que se añade al resto, por lo que esperamos que la incidencia de la enfermedad baje drásticamente, hasta cero», expresa Nsiah-Asare.

Entre los métodos de prevención que menciona el director general de Salud se encuentra el programa de gestión integrada de enfermedades de la infancia, un enfoque que permite homogeneizar la manera de tratar las principales causas de muerte de los niños, como malaria, diarrea o neumonía. El método se introdujo formando a trabajadores de salud en cada población para que fueran capaces de identificar y abordar las enfermedades en el ámbito comunitario. «Si puedes hacerlo más rápido y más fácil, los niños se recuperarán mejor y a menor coste», opina el doctor Tosen de Unicef sobre una enfermedad que es más fácil de curar cuanto antes se actúe. Cuando el caso se complica, el paciente es derivado al hospital más cercano.

El otro gran éxito fue una inmensa campaña nacional para fomentar el uso de mosquiteras impregnadas con insecticida en la que se repartieron unidades para 1,2 millones de niños. Y de hecho, se sigue haciendo. Así ocurre en el hospital de New Tafo, donde Elina ha acudido por una consulta antenatal, pues está esperando al que será su tercer hijo. «Cuando vienes aquí embarazada te dan una mosquitera gratis, y cuando nace el bebé, otra». Actualmente, el 73% de los hogares ghaneses cuenta con una, según la OMS

Los niños y embarazadas son los más vulnerables al paludismo, y por eso se creó para ellos un programa de prevención específico en el que se suministra profilaxis intermitente, la quimioprofilaxis, medicación preventiva, añaden desde Unicef.

La amenaza antivacunas

Otro de los aspectos más importantes de este plan es la sensibilización y educación de la sociedad, y más en los últimos años, pues el mensaje de los antivacunas también ha calado en este país africano, según afirma el director general Nsiah-Asare. «La gente da por bueno todo lo que ve en redes sociales, y el tema antivacunas ha salido y hay quien se lo cree. Nosotros hacemos mucha sensibilización incluso a través de las redes sociales. Usamos Facebook, Instagram y hasta WhatsApp para hablar de los riesgos de no inmunizar a nuestros niños», explica. «Nuestros equipos hacen mucha promoción, envían mensajes sobre cómo prevenir la malaria y cómo buscar tratamiento», coincide el doctor Baffoe de Unicef.

En el hospital de New Tafo no parece calar este mensaje antivacunas. «Damos información sobre importancia de inmunizar, pero todas las madres creen en las vacunas, sobre todo en la de la polio», afirma la enfermera Gladys, con 10 años de experiencia en este centro sanitario. «Antes veías niños con polio y sus secuelas: no podían andar, tenían malformaciones… Pero ahora ya no se ven, la vacuna es efectiva. No necesito convencerlas, ellas ya saben de su importancia y están felices de obtenerla. ¡Ahora podemos decir que hemos erradicado la polio de Ghana!», exclama. El país fue declarado libre de esta dolencia en 2008, y ahora espera desterrar la malaria con la misma contundencia: por el momento, la estrategia nacional es que en 2020 se haya reducido un 75%.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/05/07/planeta_futuro/1557240599_057266.html

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Angola: In Angola, mosquito nets keep malaria out

DANDE / 21 de junio de 2016 / Por: Heitor Lourenço / Fuente: http://www.unicef.org/

After hearing worrying stories about fever outbreaks in nearby provinces, Sonia and her neighbours trekked several kilometres to a mosquito net distribution point. The nets they received will help the women and their families protect themselves from malaria and other mosquito-borne illnesses. With support from UNICEF, about 44,000 mosquito nets were distributed in communities and health facilities across Angola’s Bengo Province.

Sonia rests on a piece of wood with her 2-year-old daughter on her lap. She and two of her neighbours have walked several kilometres to reach this point. Next to her is exactly what she came for: a stack of four neatly-packed mosquito bed nets.

The young mother of two is one of the beneficiaries of a mosquito net distribution held in Panguila Commune, which is about 21 km from the centre of Bengo Province in Angola. The distribution point was organized by health staff in coordination with community leaders.

Recently, people in Sonia’s region have grown worried after hearing about fever outbreaks in bordering provinces. She decided to make the trek to get nets after hearing about the distribution from a neighbour.

Before receiving her nets, she and her daughter had to pass a quick malaria test – fortunately, it was negative for both of them. Despite the result, she says she cannot relax because of the stories she has heard of people who have been dying from strange fevers, including malaria and yellow fever.

«It is important to use mosquito nets because fevers are killing,» says Sonia. «In our village, fevers, dirty water and mosquitoes never stop.»

A persistent threat

Malaria is still one of the biggest killers in Angola. Nearly half of under-five deaths are caused by the disease.

UNICEF Image
© UNICEF Angola/2016/Gonzalez
Children and adults at the Panguilla commune, municipality of Dande, Angola, having their malaria tests done before receiving their mosquito nets. About 44,000 mosquito nets were distributed to 22,000 families in communities and health facilities in the province of Bengo.

“Every year, more than 234 deaths occur in every 1,000 children from this illness caused by mosquito bites,” says Titus Angi, Health and Immunization Specialist at UNICEF Angola. “The distribution of mosquito nets held in the province of Bengo is part of the response actions to combat disease, developed by the Provincial Health Direction,” he says.

About 44,000 mosquito nets were distributed to 22,000 families in communities and health facilities in this province, thanks to the support of UNICEF with funding from the Bestseller Foundation.

Protecting children and pregnant women

On a visit to a health facility in Musseque Capari, we meet Elisa, 19. She lives in this neighbourhood and studies at the Panguila Government Secondary School in the municipality of Dande. Elisa has a 3-month-old girl and lives with her mother in a small one bedroom residence.

She first heard about the use of nets to prevent mosquito bites and malaria at her school. When she was pregnant, she also heard messages about malaria prevention from staff at the Musseque Kikoka health post close to her home. The post provides services to an estimated population of 2,000 people. Workers at the centre have been distributing mosquito nets to mothers with children under 5 years of age and pregnant women who come for outpatient consultations.

UNICEF Image
© UNICEF Angola/2016/Lourenco
Elisa with her baby under the old mosquito net that she will substitute with the new insecticide treated net. When she was pregnant, Elisa learned about the importance of sleeping under insecticide-treated nets from staff at the health post close to her home.

Recently, one of Elisa’s neighbours who had not been using mosquito nets contracted malaria. Elisa says the nets are very expensive for most of the families in her community, who are just peasant farmers. Instead, they prefer to use cheaper mosquito coils, which are burned to repel insects with their smoke. Elisa doesn’t like to use these coils because they make her cough and do not efficiently prevent mosquito bites and malaria.

“I will recommend friends and neighbours to sleep under mosquito nets because they prevent many diseases. Pregnant women and children should also use them,” she says.

Elisa has been sleeping under a mosquito net since last year, but it was not treated with insecticide when she was pregnant. “That’s why I am grateful to the health post staff who gave me a net treated with insecticide for me and my baby,” she says.

When we ask her what she will do if the donated net gets torn or worn out, she replies, “I would get money to buy a new one because using a net is good for my health.”

Staying inside the house is difficult for Elisa because of the heat, even at night. But she says that despite the high temperatures, she still uses her mosquito net – being uncomfortable is a small price to pay for avoiding malaria.

Fuente noticia: http://www.unicef.org/infobycountry/angola_91662.html

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