Entrevista/30 Abril 2020/Autora: Patricia Peiró/elpais.com
El director del programa de malaria de la Organización Mundial de la Salud advierte de que la humanidad puede retroceder 20 años en la lucha contra esta enfermedad si queda postergada por el coronavirus y rechaza el uso político de la nueva pandemia
Pedro Alonso (Madrid, 1959, médico y epidemiólogo) dirige el Programa Mundial de Malaria de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Acaba de finalizar una de las decenas de reuniones en estos días de teletrabajo cuando atiende la llamada de EL PAÍS al hilo de la celebración del Día Mundial de la Malaria o Paludismo este 25 de abril. Esta vez era con el equipo técnico que ha analizado cómo va a afectar la covid-19 a la lucha contra la malaria que mata cada año a más de 400.000 personas en el mundo. El escenario más optimista deja los números como están. El más pesimista, pronostica que la humanidad va a retroceder 20 años en apenas unos meses y África (la región que acumula el 90% de los casos de paludismo) va a pasar de 360.000 muertes anuales, a 768.000 y de 215, a 260 millones de casos diagnosticados. El golpe es durísimo. La drástica reducción de muertes por malaria en los últimos 20 años es uno de los mayores logros médicos del último siglo.
Sobre la pandemia actual de coronavirus, Alonso afirma que ningún país, incluidos los ricos, se prepararon correctamente para la amenaza, defiende la gestión de la OMS y asegura que cualquier utilización política de esta tragedia es “inaceptable”.
Pregunta. ¿Se sabe cómo va a afectar la covid-19 a la lucha contra la malaria?
Respuesta. Podemos retroceder a niveles de hace 20 años. Llevamos semanas trabajando con modelos matemáticos pero hay muchas cosas difícilmente predecibles. No sabemos cómo se va a comportar en algunas zonas de menor densidad de población y, por tanto, menos conectividad y donde la estructura de edad es distinta. Luego están los efectos indirectos. Si a las poblaciones se las obliga a reducir su movilidad, puede que no lleven a un enfermo con fiebre al hospital, lo que dificultaría el diagnóstico. Estas restricciones también pueden afectar al reparto de mosquiteras.
¿Estamos aún a tiempo de reducir el impacto de la covid-19 en este tipo de enfermos?
Lo importante es mantener lo que hay y eliminar esa tendencia casi automática de suspenderlo todo. Hemos lanzado una serie de guías específicas para que se puedan seguir aplicando tratamientos de forma segura, hay países que ya las cumplen como Benín o República Democrática del Congo. En lo que se refiere a los suministros estamos trabajando casi a nivel diplomático con India, donde se fabrican la mayoría de los antipalúdicos.
Hablando de antipalúdicos, las agencias norteamericana y europea del medicamento han alertado de que no se ha demostrado que la hidroxicloroquina y la cloroquina sean efectivas para el tratamiento de la covid-19. Estos dos medicamentos contra la malaria en un principio se recomendaron para tal fin.
La OMS ha tenido una posición muy clara. Varios antipalúdicos han tenido efecto dentro de los laboratorios contra los virus, incluyendo la covid-19. En concreto esos dos medicamentos los empezaron a usar los colegas chinos y después un investigador francés creó una enorme expectativa en base a un estudio con muy mala calidad. Después Trump lo amplificó. No hay evidencias formales de la eficacia del tratamiento con estos medicamentos. La OMS recalca la necesidad de estudios para evaluar la eficacia de estos fármacos. A día de hoy no hay suficiente evidencia para recomendar un tratamiento u otro.
La media de edad africana es de 18 años y el continente se ha enfrentado a grandes epidemias como la del sida, el ébola o la propia malaria. Normalmente se señalan estos dos elementos como las fortalezas del continente para afrontar el coronavirus.
Sabemos que una parte de la mortalidad viene dada por la existencia de otras enfermedades, pero no cómo va a afectar por ejemplo a niños con malaria o con neumonías. En Europa los niños se infectan pero el riesgo de que evolucione es bajo; en África podría ser muy distinto. Yo he vivido el ébola en Sierra Leona, la crisis humanitaria de Boko Haram en Nigeria… Es cierto que en los países africanos son conscientes y han adquirido experiencia de lo que es tener una emergencia sanitaria, pero esto es distinto. No sabemos bien cómo se va a comportar este virus. Como vemos en Europa o Estados Unidos es focal: no es lo mismo el brote en Madrid que en Ciudad Real o el norte de Italia y el sur. En los sistemas de salud africanos no es extraño enfrentarse a una emergencia, pero eso no quiere decir que estén necesariamente preparados. No soy pesimista, pero se corre un enorme riesgo de ver un efecto devastador en la salud y en la economía.
Y en el caso de Europa ¿los países van a aprender lecciones de esta crisis?
Me gustaría pensar que sí pero no estoy seguro. Ya sabíamos que esto iba a ocurrir, hay múltiples informes que alertaban de que íbamos a sufrir una pandemia, pero no sabíamos cuando. Era evidente pero ni siquiera aquellos con más medios estaban preparados ni han sabido reaccionar de forma adecuada. Se ha demostrado que los esquemas mentales humanos no reconocen la globalidad del mundo. Desde enero sabemos que había un brote de una enfermedad rara en China y en cuestión de días se secuencia el virus y se publica. Sabíamos que tenía potencial de transmitirse de humano a humano. Es bastante evidente que desde Europa se veía como un problema lejano. Ha habido declaraciones en las que se afirma que ‘aquí no llegará’ y que si llega ‘lo sabremos controlar’. Declaraciones de una arrogancia notable. Estos son esquemas mentales tipo ‘nosotros estamos en nuestro país y estas cosas no nos van a llegar’. ¡Y aún peor! Decimos que si nos llegan somos tan capaces que lo resolveremos sin ningún problema y en dos días. Estos esquemas mentales son difíciles de romper. ¿Cuántos años llevamos clamando que las enfermedades infecciosas no son del pasado? ¿Qué si hay una enfermedad que tiene capacidad de paralizar el mundo y suponer un reto existencial a la humanidad no es el cáncer, sino una infecciosa?
LOS DATOS DE MALARIA, HOY
– Se estima que hay 228 millones de casos de malaria en todo el mundo, en comparación con los 251 millones en 2010.
– 213 millones de estos se encuentran en África
-En el último informe, 2108, un total de 405.000 personas murieron por malaria. En 2010 fueron 585 000.
– Mas de la mitad de todos los casos de malaria se dan en seis países: Nigeria (25%), República Democrática del Congo (12%), Uganda (5%) y Costa de Marfil, Mozambique y Níger (4% cada uno)
Ahí entra en juego la desigualdad
África está a 14 kilómetros de Europa y nos comportamos como si fuera un planeta distinto. En este mundo tan globalizado con esta increíble capacidad de comunicación seguimos operando con esquemas localistas de nuestras pequeñas fronteras, algo que nos impide ver y anticiparnos a los problemas incluso aunque los tengamos muy cercanos. Esta sería la clave para mí: si esta pandemia nos hace reconocer que estamos en el mismo planeta y que tenemos el deber moral de abordar los problemas de salud en el mundo y superar las desigualdades, entonces esto habría servido de algo. Ahora estamos preocupados porque es un reto a nuestra civilización pero en amplias zonas del mundo se enfrentan a sus pequeñas pandemias desde hace cientos de años, o no tan pequeñas, como la malaria con 200 millones de casos al año, pero eso no nos afecta en nuestro pequeño mundo rico occidental, desarrollado y confortable.
Líderes políticos como Donald Trump han criticado la actuación de la OMS ante esta crisis. ¿Cómo afectan dentro de la institución estás críticas? ¿Qué tiene que decir ante ellas?
Es una enorme equivocación politizar el virus y me resulta inaceptable tratar de sacar ventaja política de esta tragedia. Usar esto para pequeñas luchas políticas o para atacar a un Gobierno no es aceptable. Lo cual no es óbice para que no se pueda criticar y decir no se ha actuado de forma correcta, algo que deberá ser objeto de análisis cuando llegue el momento para entender y aprender. Personalmente creo que en general la respuesta de la OMS, que es una organización mal financiada, ha sido excelente, en tiempo real, ha emitido guías técnicas para los países… La OMS ya aprendió mucho de las críticas durante la epidemia de ébola.
¿Cómo saldremos de esta? ¿En qué se convertirá la covid-19?
La pandemia se superará desde el punto de vista sanitario, la ciencia tiene enormes capacidades y acabará desarrollando tratamiento y vacunas, pero nos olvidaremos de aquellos que sufren todos los días sus pandemias y que no nos afectan a nosotros… El virus es relativamente sencillo, quiero decir, que desde luego es más fácil hacer vacunas para virus que para bacterias o parásitos. Luego existirá el riesgo de que mute o no, pero lo dudo. Lo más complicado va a ser que la vacuna llegue a los que más lo necesitan y que no haya acopio en los países ricos y que el que no lo pueda pagar mala suerte… La OMS va a estar pendiente de que esto no ocurra.
¿Y qué herramientas tiene la OMS para evitarlo?
La OMS tiene poder moral pero no financiero ni coercitivo. Pero ese poder moral puede mover montañas y hay varios ejemplos de ello. Creo que estamos en un punto en el que a todos nos tendría que costar muchísimo imaginar que se pudiera desarrollar una vacuna pero que no pudiéramos aportársela a todo ser humano que lo necesite independientemente de dónde esté. La OMS tomará un papel muy activo en asegurar que no nos deslizamos por esa pendiente.
Hace unas semanas se constituyó una coalición científica para que los países del Sur no se queden atrás
Hay más de 300 ensayos clínicos de diferentes fármacos contra la covid-19 y sin embargo tenemos las enfermedades olvidadas: malarias, tuberculosis, leishmaniasis… Incluso para desplegar una primera generación de vacunas de malaria nos cuesta un horror conseguir los apoyos para poder hacerlo. Ahora llevamos más de 50.000 niños africanos vacunados en la implementación piloto de la vacuna. ¿Habría algún problema para financiar una vacuna del coronavirus? No. Cuando son problemas que nos afectan a nosotros somos capaces de lo que haga falta: paralizar el país, hibernar la economía… Pero no somos capaces de hacerlo por nuestro continente hermano más cercano.
LOS ÚLTIMOS AVANCES CONTRA EL PALUDISMO
La malaria ha encontrado a lo largo de las décadas diferentes caminos con los que evadir insecticidas, tratamientos y vacunas. Pero los científicos también exploran vías novedosas para acabar con esta enfermedad. La pandemia de coronavirus pone en riesgo muchos de estos proyectos. Estos son algunos de ellos:
Mosquirix, la primera vacuna contra el paludismo. Tras 30 años de investigación, la RTS,S también conocida por su nombre comercial, Mosquirix, tiene como objetivo el Plasmodium falciparum, la más común y letal de las cuatro especies de parásitos que provocan la malaria. La eficacia y la durabilidad del Mosquirix son insuficientes: cuatro dosis ofrecen solo un 30% de protección frente a la malaria severa, durante no más de cuatro años. La Organización Mundial de la Salud (OMS) decidió poner en marcha un programa piloto de vacunación en Malawi, Ghana y Kenia, donde la vacuna se ha administrado a cientos de miles de niños.
El pueblo africano que modificará los mosquitos genéticamente para combatir la malaria. Burkina Faso trabaja en un sistema nuevo y radical de lucha contra la malaria: los mosquitos modificados genéticamente. «Estamos desarrollando un mosquito que solo pueda tener crías macho, las cuales, a su vez, solo engendren crías macho, de manera que la población de hembras, que son las que pican, se reduzca hasta que la especie se extinga», explica el investigador Moussa Namountougou.
‘Insecticidas humanos’ contra la malaria. Un experimento español trata de eliminar a los mosquitos que transmiten el paludismo administrando un fármaco a las personas que corren el riesgo de ser picadas por ellos. Ya se han hecho decenas de experimentos en laboratorio que muestran que podría ser parte de la solución. Consiste en tomar ivermectina, un medicamento que funciona como veneno para el insecto. Los voluntarios, tras ingerirlo, alimentaban a mosquitos en laboratorios y se ha comprobado cómo las facultades de los insectos se veían mermadas.
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