Por: Semana Educación
Durante los últimos años, las cifras de maltrato infantil han crecido paulatinamente en Colombia. La tendencia prende las alarmas de una sociedad que necesita trabajar mucho más por la primera infancia. Este será uno de los temas a tratar en la Cumbre Líderes por la Educación.
Las cifras son espeluznantes. 66 casos de maltrato y abuso contra menores son reportados diariamente al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF). Según el Sistema de Información Misional (SIM), en 2016 se abrieron 23.101 procesos administrativos de restablecimiento de derechos a menores de edad; en 2017 la cifra aumentó en 1.229 casos más y en los primeros cuatro meses de 2018 ya se contaban 8.282 procesos. Los números no parecen decrecer y, lo que es más preocupante, existe una clara tendencia: en los tres años los principales motivos de apertura de estos procesos son maltrato por negligencia, maltrato físico y violencia sexual.
En 2017 esta última razón correspondió al 46,7% de los casos reportados y, en lo corrido de este año, representa el 49,8%. La historia de una niña de 3 años que en los primeros días de abril apareció en una clínica en Bogotácon lesiones graves de maltrato no es un caso aislado, es la realidad de muchos menores en Colombia. Aunque durante los últimos años los esfuerzos gubernamentales por cuidar la primera infancia han aumentado, todavía hay un largo trecho por recorrer. Mientras los entes gubernamentales crean nuevas políticas y estrategias para proteger a la primera infancia, las cifras muestran que se trata de un fenómeno social y cultural que necesitará de una participación activa de la ciudadanía.
Los efectos de estos maltratos inciden tanto en la vida educativa de los niños como en su futuro desarrollo como ciudadanos. Lo agravante del caso es que estudio tras estudio muestra que se trata de un ciclo: quienes fueron víctimas de maltrato en su infancia tienen más probabilidad de convertirse en victimarios. Romper este círculo vicioso depende de un gran esfuerzo que incluya acompañamiento psicológico y, más que eso, educación y formación de la ciudadanía.
El maltrato y el desarrollo
El efecto que este tipo de agresiones tiene en el desarrollo integral de los niños es imposible de desligar de su educación, y menos aún si se está hablando de sus primeros años de vida. Según el documento “Sentido de la educación inicial”, durante esta primera etapa los niños aprenden a convivir con otros, a establecer vínculos afectivos con pares, a conocerse, a desarrollar confianza en sí mismos y, finalmente, a empezar a construir una identidad propia. Para la Comisión Intersectorial para la Atención Integral de la Primera Infancia, “el desarrollo infantil [está] estrechamente relacionado con los entornos de socialización de las niñas y los niños y las interacciones cotidianas [son] reconocidas por su potencial educativo”. Por ende, cuando se trata de casos en los que los niños han sido maltratados, asegurar la educación implica tener en cuenta “de manera sensible los sentimientos, las experiencias y las huellas que estas situaciones hayan dejado en niñas y niños”.
El impacto de las agresiones tiene un efecto directo en el desarrollo educativo de los niños. En todo el mundo, estudios como “Neurodevelopmental Biology Associated with Childhood Sexual Abuses”, publicado por la revista Journal of Child Sexual Abuse, muestran que el efecto de la violencia sexual –principal causa de vulneración de los derechos infantiles en Colombia– está relacionada con “déficits, fallas o retrasos de logros motores, emocionales, comportamentales, psicosociales, sociales, cognitivos y del lenguaje”. Para Victoria Cabrera, psicóloga y coordinadora de investigación del Instituto de la Familia de la Universidad de La Sabana, el desarrollo emocional de los niños está estrechamente relacionado con el desarrollo cognitivo.
Si uno de estos episodios ocurre durante los primeros 5 años, las secuelas pueden acompañarlo durante toda la vida. Así, el impacto de estos momentos de violencia crece en la persona. Según el último censo del Dane, la primera infancia en Colombia alcanza una población de 5.132.760 niños, de los cuales más de la mitad hacen parte de los estratos más bajos. Del total de esta población, solo el 24% recibe atención integral. El panorama educativo de los niños que han sido maltratados es complejo y, como establece el programa De Cero a Siempre, necesita estrategias de acompañamiento para asegurar la superación de experiencias traumáticas con la ayuda de equipos de trabajo psicosocial, con otros actores clave de la sociedad y con los agentes educativos que hacen parte de la atención integral.
El esfuerzo institucional
Asegurar este acompañamiento es verdaderamente un desafío. El ICBF ha estado adelantando programas y estrategias para ofrecer una atención integral a los niños desprotegidos, especialmente a aquellos que han sufrido episodios traumáticos. El nivel educativo de las madres comunitarias y otros agentes educativos ha sido uno de los puntos más discutidos respecto a la capacidad de atención de la institución. Según la Encuesta Nacional de Demografía y Salud de 2015, el 14,3% de los agentes educativos tiene algunos años de primaria; el 15%, la primaria completa; el 21,3%, una parte de la secundaria; el 22%, la secundaria completa, y el 7,7% no tiene ningún nivel educativo.
Aunque en este momento no todos los agentes educativos están capacitados como docentes, muchos hacen parte de nuevos programas de capacitación. De acuerdo con cifras del ICBF, desde 2011 se han formado 95.000 agentes educativos y desde 2010 el número de niños atendido integralmente ha aumentado de 386.000 a 12.600.000 en 2018. Además, el ICBF ha propiciado espacios de formación relacionados con la gestión de diferentes riesgos de la primera infancia. Dentro de estos están incluso programas con los padres como La Familia es mi Cuento, que busca fortalecer los vínculos familiares por medio de la literatura. Sin embargo, el panorama para los niños que han sido víctimas de violencia sexual y que no cuentan con un apoyo familiar es aún más complejo.
Si bien el equipo de Defensoría de la Familia del ICBF es el encargado de salvaguardar la integridad y velar por los derechos de los menores que han sido vulnerados, según Cabrera, el tratamiento de estos casos necesita un acompañamiento especial: “Es necesario que alguien al interior del ICBF tenga un vínculo afectivo con el niño. Además de las enfermeras que lo cuidan, debe haber alguien que le ofrezca acompañamiento y apoyo, alguien que pueda decirle ‘aquí estoy’”. El afecto, entonces, es una de las herramientas necesarias para superar este tipo de experiencias traumáticas.
Para Cabrera, el ‘cancer’ de la violencia infantil es una respuesta a un problema que, paradójicamente, viene de una falla educativa de generaciones pasadas que no son conscientes de la importancia de la familia en el acompañamiento y el crecimiento infantil. Así, el estado de la primera infancia en Colombia es en parte el resultado de esfuerzos de formación de generaciones pasadas. Según Gloria Carvalho, secretaria ejecutiva de la Alianza por la Niñez Colombiana, el país debe esforzarse por resolver este problema articulando diferentes estrategias. Así, las soluciones deben estar orientadas a resolver problemas estructurales, como la falta de educación en muchos hogares del país. Formar a las familias en prácticas de crianza positivas que potencien el desarrollo integral de los niños es necesario. Sin duda, el incremento de las cifras de maltrato infantil prende las alarmas de los entes gubernamentales y la ciudadanía, de cuyo esfuerzo depende romper este ciclo perverso.
Este será uno de los temas a tratar en la Cumbre Líderes por la Educación 2018, el evento más esperado del sector. Se llevará a cabo en Bogotá el próximo 19 y 20 de septiembre.
Fuente: https://www.semana.com/educacion/articulo/el-perverso-ciclo–del-maltrato/578696