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ONU insta a cesar agresiones contra mujeres manifestantes en México

América del Norte/México/22-11-2020/Autor(a) y Fuente: www.jornada.com.mx

Expertos en derechos humanos de la ONU instaron este viernes a corporaciones policiales de México a cesar las agresiones contra mujeres manifestantes, luego de que policías dispararon al aire para dispersar una protesta en Cancún.

Este llamado, enmarcado en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres que se conmemorará el 25 de noviembre, resalta la necesidad de que las fuerzas del orden protejan a las mujeres en manifestaciones.

«No hay nada más irónico -e indignante- que el reciente espectáculo de la policía atacando a las mujeres que protestaban contra la violencia y la muerte que las mujeres enfrentan todos los días en México», señalan los expertos en un comunicado de la ONU.

El pasado 9 de noviembre policías de Cancún, el principal receptor de turistas extranjeros de México, hicieron varios disparos al aire mientras manifestantes, en su mayoría mujeres, protestaban al exterior del ayuntamiento, localizado en la zona urbana.

La protesta, en la que manifestantes realizaron algunos actos vandálicos, fue convocada luego del hallazgo del cadáver desmembrado de una joven residente en Cancún.

«El gobierno mexicano, a todos los niveles, tiene la obligación de crear un entorno en el que las mujeres puedan ejercer con seguridad y plenamente su derecho a la libertad de reunión, sin miedo a represalias», añade el comunicado de la ONU.

Al menos tres personas resultaron con heridas leves en la manifestación, inédita en Cancún.

La ONU resalta que la fuerza en manifestaciones debe usarse como «último recurso» y que de ninguna forma se empleen armas letales.

Alberto Capella, quien presentó su renuncia como secretario de Seguridad de Quintana Roo tras el incidente, describió el suceso como una «enorme estupidez» cometida por los policías, a quienes, señaló, «les ganó el pánico».

En México los policías suelen contener manifestaciones equipados sólo con escudos y en situaciones extremas utilizan gas pimienta.

El país es sacudido por una ola de violencia de género que deja un promedio de 10 asesinatos de mujeres por día, lo que ha multiplicado las manifestaciones.

Algunas de estas protestas, sobre todo en la capital, han estado marcadas por actos vandálicos y agresiones contra periodistas hombres.

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Las hijas perdidas de la India

Reseñas/Asia/India/Noviembre 2020/elpais.com

Durante los últimos 30 años, millones de niñas se han esfumado sin dejar rastro o han muerto bajo la sospecha de haber sido arrancadas del vientre antes de nacer, asesinadas, vendidas, abandonadas, o hechas desaparecer por sus propios padres. El precio de criarlas convirtió su vida en algo inviable

Nadie sabe dónde están las niñas que faltan en la aldea de Mahima, excepto la propia Mahima. La última vez que vio a una de ellas, a la suya, salía de su vientre como el aborto de una hija no querida.

De las demás, nadie sabe.

Faltan niñas en esta remota aldea del Estado de Rajastán, y en el pueblo vecino, y en toda la India, pero nadie las busca. No las conocen. La mayoría están muertas o no han nacido.

Durante las últimas tres décadas, millones de niñas se han esfumado sin dejar rastro o han muerto antes de cumplir los seis años bajo la sospecha de haber sido arrancadas del vientre antes de nacer, asesinadas, vendidas, abandonadas, o hechas desaparecer por sus propios padres.

El precio de criarlas ha convertido su vida en algo inviable.

Asesinato selectivo

Sentada en su despacho, en el exclusivo barrio de Lodhi Estate de Nueva Delhi, una funcionaria de Naciones Unidas dibuja un diagrama con los sectores de la sociedad involucrados en las desapariciones. “Si te fijas, esta línea pasa por las familias de esas chicas, el Gobierno, la policía, los hospitales, la economía. Todos están en esto y a nadie le importa”, dice mientras conecta estos nombres trazando un círculo sin salida.

A finales de los años ochenta, unos informes sobre muertes de recién nacidas, con el cuello partido a las pocas horas de nacer, con leche envenenada o asfixiadas con sábanas empapadas, revelaron que se estaba llevando a cabo un asesinato selectivo de niñas en la India. En 1991, el censo nacional disparó las alarmas. Los datos oficiales mostraron que había 927 mujeres por cada 1.000 hombres, cuando la media mundial es de 952 por cada 1.000.

Con el paso de los años, las brutales muertes parecieron desaparecer gracias a programas de vigilancia sobre las embarazadas hasta el parto, o cunas instaladas en los hospitales para que los padres dejaran a las bebés sin tener que aportar detalles. “Si su bebé es una molestia, déjelo aquí”, se leía en algunos centros. Los casos de bebés asesinadas disminuyeron, pero la población de mujeres siguió cayendo: la llegada de las ecografías a la India había dado inicio a un nuevo sistema de selección de sexo.

Crímenes contra mujeres en India por número de víctimas
Crímenes contra mujeres en India por número de víctimasMIGUEL MULAS (EFE) / EFE

El censo de 1991 mostró que había 4,2 millones menos de niñas que de niños con edades comprendidas entre los 0 y 6 años. La situación empeoró en el censo de 2001, que elevó la diferencia a seis millones. En el último, realizado en 2011, el desequilibrio alcanzó los 7,1 millones, según señala el Centro de Investigación Global para la Salud (CGHR) en un estudio publicado por The Lancet. El Ministerio de Interior indio también publicó en junio el registro de nacimiento 2016-2018, el estudio más preciso de ratio de sexo en el país hasta que se publique el censo de 2021, y los datos calculados con base en muestras de todo el país no son alentadores: nacen 897 niñas por cada 1.000 varones.

La selección de niñas se ha propagado por casi todo el país. En julio de 2019, los registros de nacimiento en 132 aldeas del distrito de Uttarkashi, a unos 300 kilómetros al norte de Nueva Delhi, dejaron a la vista la efectividad de la matanza: de los 216 bebés nacidos en tres meses, todos eran varones.

Sangre de mi sangre

Lo que mató a la hija de Mahima fue una mezcla de mifepristone y misprostol, dos medicamentos disponibles en el mercado. Uno es conocido como “la píldora del día después” y el otro es un tratamiento para las úlceras gástricas.

“Era una hembra, y yo quería un varón”, dice Mahima protegida por la privacidad que le da su choza de barro. Morena y enjuta de carnes, la mujer de 26 años tiene los dedos ensangrentados por los piojos de su hijo que se van quedando pegados entre las manos. No se arrepiente de lo sucedido. En un rincón de la casa de una única habitación, en la que no entra la luz, están sus dos hijas mayores, de ocho y 10 años. La escuchan hablar sin saber que el motivo por el que están vivas es porque nacieron primero.

Proporción de hombres y mujeres al nacer por territorio en India
Proporción de hombres y mujeres al nacer por territorio en IndiaMIGUEL MULAS (EFE) / EFE

Mahima está convencida de que el sexo de los bebés lo determina un patrón con el que fue configurado el aparato reproductivo de cada mujer, y en su caso comprobó que “los niños nacen después de tener dos niñas”. Por eso abortó el que sería su cuarto hijo, convencida de que era una mujer.

Aunque el uso del ultrasonido está permitido para examinar la evolución de los fetos, la Ley de Técnicas de Diagnóstico de Preconcepción y Prenatal de 1994 prohíbe revelar el sexo del feto a las familias o solicitar ese servicio, con penas que van de los tres a los cinco años de cárcel en caso de reincidencia. Pero la ley propició un nuevo nicho clandestino: médicos o profesionales con experiencia para utilizar los ultrasonidos comenzaron a cobrar bajo la mesa sumas de hasta 300 dólares a cambio de hacer una señal, un gesto, o poner una marca diminuta al borde de la receta para revelar el sexo a los padres.

Mahima tuvo que recorrer 10 kilómetros a pie y subir luego al remolque de un tractor para llegar hasta el hospital público de la ciudad. “¿Por qué quieres hacer esto?”, preguntó el doctor cuando entró a la consulta pidiendo un aborto. “Porque no queremos tener niñas”, respondió la mujer, que jura que el médico no la examinó para corroborar si su bebé era una niña. A cambio de 600 rupias, o unos 8 dólares, le dio la receta con la que le entregaron las medicinas para abortar. No obstante, el médico le propuso continuar con el embarazo y entregar la niña al hospital cuando naciera, pero el futuro de su hija era algo que no quería dejar en manos de nadie. Las noticias de albergues que prostituyen, venden, o esclavizan a las chicas era una idea que torturaba a Mahima más que la propia muerte. “¿Pero cómo iba a entregar a mi hija? Me negué, les dije que no podía abandonarla. Es sangre de mi sangre”, recuerda.

En el nombre del padre

Si hubiera que marcar las casas en las que al menos una niña desapareció, habría que señalar también la de Amisha, la esposa de un campesino con dos bueyes y media docena de cabras, distinguido por todos en el pueblo por su relativa holgura económica. A ella se la ve tres veces al día fuera de casa, cuando lleva a pastar a las cabras, o cuando sale a recoger agua de la bomba manual instalada en medio del campo. Su cuello estirado se mueve con el impulso con el que ondean los 30 litros que lleva sobre su cabeza.

Después de cargar los dos últimos cántaros para fregar los platos de la cena, se habrá ganado el derecho a hacer cuanto quiera, que con frecuencia no es más que desenredar el cabello de su hijo. La melena larga y casi dorada de su hijo Ajay es una promesa que hizo a los dioses si su familia era bendecida con un varón, un delfín para el legado de esta familia que pueda alumbrar el camino de la muerte a su padre. En el hinduismo, el hijo varón, o el marido en el caso de la muerte de una mujer, son necesarios en el rito de cremación para alcanzar la redención.

Para Amisha, tener al menos un varón era la única manera de asegurar el linaje de su marido y la salvación de su alma

La responsabilidad de Amisha con la descendencia de su familia es mucho mayor que la de Mahima. Al estar casada con el hijo único de una familia de granjeros, tener al menos un varón era la única manera de asegurar el linaje de su marido y la salvación de su alma. La esposa de este campesino tuvo dos varones, con tres niñas intercaladas. Solo las dos primeras nacieron. La última se quedó entre un trapo viejo que contuvo la sangre del aborto provocado por la misma mezcla de mifepristone y misprostol que consiguió Mahima. “Sí, lo hice”, contesta con una media sonrisa cuando le preguntan si se deshizo de ella. Su marido cerró el trato con el doctor para que le diera los medicamentos a cambio de 14 dólares por cada mes de embarazo. Estaba embarazada de tres meses.

Si una esposa no es capaz de proporcionar hijos varones “tiene que abandonar la casa”, regresar con sus padres, y así el esposo podrá casarse de nuevo e intentar continuar la descendencia, explica Amisha para referirse a una norma no escrita a la que llama “la presión del matrimonio”. Mientras que las hijas dejan el hogar para ir a vivir con sus maridos, los varones están destinados a quedarse en casa con su esposa e hijos, cuidar de sus padres y los bienes familiares. Tener solo niñas significaría la extinción de la familia.

El precio de las hijas

Varias mujeres adultas en Uttar Pradesh, India. Los matrimonios concertados y a la fuerza son una práctica habitual en este país. Pincha en la imagen para ver la fotogalería completa.
Varias mujeres adultas en Uttar Pradesh, India. Los matrimonios concertados y a la fuerza son una práctica habitual en este país. Pincha en la imagen para ver la fotogalería completa.ASHISH ARORA (EFE)

“Criar a una hija es regar el huerto del vecino”, dicta un popular refrán indio que apunta directo al sistema de la dote, el pago que los padres hacen por el matrimonio de sus hijas. Irónicamente, las mujeres son las depositarias del honor familiar y la dote es una muestra del estatus social que permite a los padres escoger entre los mejores pretendientes y hogares a los que pasarán a pertenecer sus hijas. La dote es una de las principales razones por las que las niñas son vistas como una carga, como una futura deuda.

“Yo reúno la mitad, y el resto lo pedimos prestado a nuestros familiares. Cuando otra mujer de la familia se case, tendré que dar dinero para pagar lo que me dieron”, detalla Mahima para explicar un sistema prohibido y penado por ley desde 1961, pero que supone una práctica corriente.

No hay un monto estipulado, dependerá del estatus familiar. En poblados pobres la puja puede empezar en los 1.500 dólares en forma de ganado, joyas, propiedades o tierra. El pago incompleto de la dote, y las presiones por más dinero por parte de la familia del novio, abren en ocasiones otra puerta a la muerte.

El informe más reciente de la Oficina Nacional de Registros Criminales (NCRB), que recoge datos de 2018, reveló que 7.277 mujeres fueron asesinadas por asuntos relacionados con la dote, lo que representa el 94% de los 7.747 asesinatos de mujeres registrados ese año en la India. “Claro que hay que pagar la dote, si no qué hombre va a aceptar casarse con una hija”, razona una anciana que ha quedado sola después de entregar a su única hija.

La culpa, del agua

Una anciana sonríe. Uttar Pradesh, India. Pincha en la imagen para ver la fotogalería completa.
Una anciana sonríe. Uttar Pradesh, India. Pincha en la imagen para ver la fotogalería completa.ASHISH ARORA (EFE)

“La culpa es del agua”, dice otra anciana de la aldea, que sabe que las niñas tienen más probabilidades de morir si la tierra no es fértil. Con la falta de lluvia, las familias quedan a merced de bombas hidráulicas que apenas cubren necesidades elementales, mientras esperan la llegada del monzón que una vez al año cubre los campos de verde.

El resto del año, los hombres dejan el pueblo para buscar trabajo en la ciudad o como jornaleros en áreas con sistema de regadío. Aldeas como esta quedan habitadas solo por mujeres a las que se les tiene prohibido ir a trabajar por temor a que sean raptadas o que huyan en busca de un futuro mejor. “Si tuviéramos al menos un pozo de agua, las mujeres podrían trabajar en casa cultivando vegetales, y los padres no tendrían ningún problema en tener más hijas”, argumenta Biju, el suegro de Mahima. A Biju le falta una pierna que le amputaron por una gangrena. No trabaja, pero tiene cinco hijos varones que, como dicta la costumbre, cuidarán de él hasta su muerte.

A diferencia de lo que sucede en esta aldea, las tierras fértiles permiten una vida lo suficientemente próspera como para tener hijas. Muchos distritos han visto llegar esa prosperidad en la última década gracias a los sistemas de riego financiados por el Gobierno. Pero lo que parecía una solución, ha agravado el problema. Los hijos de tierras verdes comenzaron a exigir dotes más altas para aceptar propuestas matrimoniales que vinieran de las zonas áridas, haciéndolo cada vez más difícil para las mujeres, explica la autora de Haciendo desaparecer a las hijas, Gita Aravamudan, que ha seguido durante años las pistas que llevan al feminicidio.

Quién controla el exterminio

Una niña de Uttar Pradesh, India. Pincha en la imagen para ver la fotogalería completa.
Una niña de Uttar Pradesh, India. Pincha en la imagen para ver la fotogalería completa. ASHISH ARORA (EFE)

En 1984, el investigador Sabu George se dio cuenta de que faltaban niñas. Llevaba varios años estudiando en el sur de la India los problemas de nutrición en la infancia y llegó a la conclusión de que las estaban matando con abortos masivos, o justo al nacer, o más tarde, privándolas de alimento. Desde entonces ha dedicado su vida a destapar este exterminio. Durante los primeros años siguió el embarazo de más de mil mujeres en el Estado de Haryana, la región con la peor ratio de sexo de toda la India, donde descubrió un proceso de selección que se gestaba en cada vivienda.

“Históricamente la discriminación de las niñas en la India se debió a la negligencia intencional en el parto, o a que las niñas recibían menos leche, menos alimentos de buena calidad, menos cuidados, menos atención médica. Pero lo que hemos visto en los últimos 20 años es la eliminación en la etapa del feto”, explica.

Regresamos con George a Haryana. Allí intenta conversar con las familias de uno de los distritos con mayor escasez de mujeres, donde niegan de manera rotunda la práctica. George, pragmático, apunta a los médicos y a las ecografías como la causa del problema, lo que es aún más grave, a su juicio, que el hecho de que una niña no sea deseada. Si una madre da a luz sin saber el sexo, “la niña recibe al menos la oportunidad de nacer, y por su capacidad de supervivencia tendrá otra oportunidad”. Si la eliminas en la etapa fetal no hay oportunidad ni resistencia, subraya. Esto descubrió a algunos médicos que “determinar el sexo de una niña y eliminarla era una mina de oro”.

El secretario general de la Asociación de Radiología de la India, Rajeev Singh, aborda el tema sin tapujos y asegura que el país ha diseñado un sistema para culpar a la persona equivocada. El problema, asegura, es que “todos, incluido el Gobierno, dicen que se están ocupando del problema, pero en realidad no quieren y no llegan a la base del problema”. “La pregunta es: ¿quiénes son estos médicos detrás de la selección de niñas?”, al tiempo que recuerda que al mismo tiempo que se prohibió revelar el sexo en los ultrasonidos, el Gobierno permitió a los ginecólogos practicar ecografías. Así que “a un ginecólogo se le da el poder de hacer ultrasonido, y también tiene la capacidad legal de practicar abortos. Todo se vuelve muy fácil”, lamenta. El Gobierno indio ha declinado la invitación de Efe para hablar de esta situación.

Un país sin mujeres

En sociedades como la india, la desproporción en el número de mujeres plantea un futuro incierto. Tiene consecuencias a largo plazo, “conduce a más violencia sistemática contra ellas” y, entre otros aspectos, a una mayor competencia para encontrar pareja, explica la socióloga e investigadora Katharina Poggendorf-Kakar.

La autora de Mujeres en la India, que dedica un capítulo a “las niñas perdidas”, cita como ejemplo su tráfico hacia otras regiones para ser vendidas. Según esta investigadora de origen alemán, radicada en la India, “las esposas compradas a veces se comparten con otros miembros masculinos de la familia del esposo”, lo que agrava la violencia hacia unas mujeres que están lejos de su hogar y dependen exclusivamente de su “familia política”.

A ello se suma su explotación como esclavas sexuales. “Se les llama novias esclavas. Los zaminders (propietarios de tierras) generalmente las casan con uno de sus trabajadores, pero también son explotadas sexualmente por el propietario de la tierra”. Así, insiste la socióloga, aunque la muerte de muchas mujeres comienza en el vientre materno, el riesgo de que las hagan “desaparecer” les persigue hasta su vejez. Es una “negligencia sistemática” contra ellas.

Tráfico de novias

Secuestros en India con el objetivo de forzar un matrimonio.
Secuestros en India con el objetivo de forzar un matrimonio.MIGUEL MULAS (EFE) / EFE

Cuando se publicaron los datos del censo nacional de 2001, Hasina iba de camino a Haryana, un Estado agrícola al norte de Nueva Delhi con la peor ratio de sexo de todo el país: 861 mujeres por cada 1.000 hombres. Su llegada y la de otras muchas niñas fue una consecuencia directa de estos números. Todas viajaron para suplir la falta de mujeres, para convertirse en esposas. Todas eran de Estados pobres como Bihar, Assam o Bengala. Hasina se refiere a ellas como “las hermanas traficadas”. Ante la falta de mujeres, las familias comenzaron a pagar a quien pudiera traer alguna. La necesidad abrió un nuevo mercado: el tráfico de novias.

Según el último informe de la Oficina Nacional de Registros Criminales, al menos 34.923 mujeres fueron secuestradas en 2018 para ser casadas a la fuerza, más de 95 al día. Hasina le costó a su marido 12.000 rupias, unos 170 dólares.

“Te compré. Te compré de la misma manera que habría comprado un búfalo”, le grita su marido en cada pelea para recordarle que no es más que una paro, una molki, lo que se puede traducir libremente del dialecto regional haryanvi como “una mujer comprada”. Paro fue la primera palabra que aprendió del haryanvi.

Es bueno comprar una novia si un hombre la necesita. Si no fuera así ¿qué habría sido de mí?

BASANTI, MUJER BANGLADESÍ

Su marido no había sido el primer comprador. Llegó a Nueva Delhi con 12 años de la mano de un “intermediario”, un hombre que la convenció de que la llevaría a la capital de paseo y que sus padres le habían dado permiso. “Cuando me di cuenta ya estábamos en Delhi”, recuerda la mujer de 32 años. La puerta está abierta y nadie la detiene, pero para ella ya no hay vuelta atrás. No se puede rescatar a una paro, dice. De hecho, su padre la encontró hace 15 años, pero como ya estaba casada, regresar a su hogar supondría un deshonor para la familia.

“Es bueno comprar una novia si un hombre la necesita. Si no fuera así ¿qué habría sido de mí?”, explica otra mujer, la bangladesí Basanti, a la que compraron hace más de 20 años para cuidar a un anciano enfermo en Haryana. A ella la secuestró una amiga de la familia que acostumbraba a visitarles para ver la televisión. La vendió por 6.000 rupias, unos 84 dólares. Esto le salvó la vida, dice. En aquel momento había enviudado y tenía cinco meses de embarazo, un estado que podía haberla condenado a vivir en la miseria.

La superviviente

Sita se recupera en un hospital de Uttar Pradesh (India). Ella es un bebé que sobrevivió tres días enterrada viva en una tinaja a un metro de profundidad. Cuando la encontraron pesaba poco más de un kilo.  Pincha en la imagen para ver la fotogalería completa.
Sita se recupera en un hospital de Uttar Pradesh (India). Ella es un bebé que sobrevivió tres días enterrada viva en una tinaja a un metro de profundidad. Cuando la encontraron pesaba poco más de un kilo. Pincha en la imagen para ver la fotogalería completa. INDIRA GUERRERO (EFE) / EFE

En el principal crematorio de Bareilly, en el Estado norteño de Uttar Pradesh, eran las seis de la tarde cuando se escuchó un llanto que salía de la tierra. A esa hora ya se habían ido los trabajadores y Babu Ram, el vigilante, pidió a un vecino de la zona, Aakash Kumar, que cavara una tumba para que un matrimonio pudiera enterrar a su bebé, nacida muerta. “Estaba cavando cuando la pala tocó una vasija de barro y entonces comenzamos a oír el llanto”, dice el improvisado enterrador, de 17 años, junto a la pequeña fosa todavía abierta.

El joven se asustó, pensó que eran los espíritus del crematorio que no lograban conseguir el descanso. El matrimonio miró el cadáver de su hija en brazos, pero no, el llanto venía de la tierra, de una vasija de barro tan pequeña que cabía en una bolsa de la compra. “Cuando sacó la pala y arrastró hacia afuera la bolsa con la vasija, el llanto volvió a empezar y el chico escapó corriendo”, recuerda el guarda. “Era una bebé”, explica el vigilante, que abrió la vasija y encontró a una niña que apenas superaba los 1.200 gramos.

Los crímenes contra niños pasan con cierta frecuencia, admite un jefe policial que no quiso revelar su nombre. “Apenas hace una semana encontramos un bebé muerto dentro de un inodoro”. La policía ha acudido varias veces al terraplén detrás de las pilas de cremación donde la bebé fue encontrada. El lugar es fácil de reconocer porque los trozos de la vasija continúan allí.

“Mientras no sepamos quién es la madre, será difícil saber por qué alguien hizo esto”, dice uno de los agentes. “Yo creo que fue enterrada viva porque es niña”, dice Aakash, que no precisa de una investigación policial. Tras dos semanas en el hospital, las enfermeras han comenzado a llamarla “bebé Sita”, como la abnegada esposa del dios Rama, una de las principales figuras femeninas dentro del hinduismo.

Un, dos, tres, cuatro, cinco, repite hasta en cuatro ocasiones el doctor Ravi Khanna para contar las veces que unta y frota el antibacterial con el que esteriliza sus manos antes de levantar el plástico que cubre la incubadora de Sita. “Es una luchadora. Estuvo bajo tierra entre dos días y medio y tres días”, dice el pediatra. La bebé pudo sobrevivir a casi un metro de profundidad porque en la vasija quedó acumulado oxígeno y permaneció en un estado de semihibernación, “como un oso”. El “milagro” fue que viviera sin agua.

El doctor descarta la selección de varones y asegura, mientras repasa una veintena de incubadoras, que allí “hay niños de ambos sexos”. “Aunque, espera”, dice. “Bueno en este momento, sí, Sita es la única niña”.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/planeta-futuro/2020-11-12/las-hijas-perdidas-de-india.html

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España: “Si puedes verlo, puedes llegar a serlo”, el lema para construir sueños femeninos

Europa/España/Noviembre 2020/elpais.com

Chus Gutiérrez es jurado del Festival Cine por Mujeres y reflexiona en un documental sobre el papel que cultura y medios de comunicación desempeñan en la desigualdad de género

“Las directoras de cine ruedan con la mitad de presupuesto del que disponen los hombres. Eso, además de una falta de confianza en el talento femenino, es una falta de respeto”, opina Chus Gutiérrez (Granada, 1962), que lleva casi tres décadas haciendo películas. Ella, junto Icíar BollaínGracia Querejeta e Isabel Coixet, lograron que los nombres de mujer dejaran de ser una rareza en la cartelera del cine español de los años noventa. Y no solo lo lograron en el apartado dedicado a la dirección, también nutrieron a la industria de mujeres protagonistas que desempeñaban sólidos y complejos personajes femeninos.

Para Gutiérrez, la mayor presencia de mujeres dirigiendo películas en los últimos años puede arrojar un dato engañoso. “Si solo lo hacen en el género documental o en ficciones independientes de bajo presupuesto, su presencia en las salas sigue siendo muy minoritaria”, advierte.

La directora y guionista de Sublet (1992), Alma gitana (1996), El calentito (2005) y Retorno a Hansala (2008) es durante estos días jurado de la tercera edición del Festival Cine por Mujeres, que se celebra en distintas sedes madrileñas hasta el 15 de noviembre. Se trata de una vuelta al mundo por el talento femenino. Este año compiten países como Chile (Maite Alberdi), Afganistán (Shahrbanoo Sadat), México (Fernanda Valadez) y Corea del Sur (Yoon Ga-eun). El certamen, además de recordar que las directoras hacen todo tipo de películas, y no solo dramas pensados para el público femenino, cuestiona el papel de la mujer que las pantallas y los medios de comunicación muestran al espectador. Esa es precisamente la propuesta de Rol & Rol, el documental de Gutiérrez que se proyecta este jueves en la Sala Berlanga como parte de la programación paralela del festival.

“Si puedes verlo, puedes llegar a serlo”, el lema para construir sueños femeninos

Chus Gutiérrez, jurado del Festival de Cine por Mujeres y directora del documental Rol & Rol, en la Fundación Telefónica de Madrid. / Kike Para

“Si puedes verlo, puedes llegar a serlo”, es el mensaje que lanza Gutiérrez a las mujeres (y a los hombres) a través de su nueva película. En otras palabras, si la sociedad prestara más y mejor atención a los logros femeninos, alumbraría nuevas aspiraciones entre las más jóvenes. Para ello, ha recogido los testimonios de la artista Yolanda Domínguez, la presidenta de la Asociación de Mujeres emprendedoras de Marruecos, Asmâa Morine Azzouzi, y su compañera y amiga Icíar Bollaín, entre otras.

Mientras recopilaba información para defender esta tesis, la cineasta se enfrentó a varios datos que, a pesar de su propia experiencia, no esperaba encontrar en 2020. “Uno de ellos es que la presencia de las mujeres en la prensa mundial apenas ha aumentado en los últimos años”, dice en referencia a un estudio de The Global Media Monitoring Project. “Por eso son importantes proyectos como el Festival Internacional de Cine hecho por Mujeres, que nos abre la mirada a la diversidad”, defiende.

El otro dato que sorprendió a Gutiérrez fue la presencia de alumnas universitarias estudiando carreras relacionadas con la ciencia y la tecnología, consideradas la cantera de las profesiones del futuro. Según la Unesco, las mujeres solo ocupan el 35% de las plazas en las facultades de todo el mundo dedicadas a estas disciplinas. La cifra ha descendido en algunos países con respecto a décadas anteriores. “Eso ocurre por la percepción negativa que las mujeres y niñas tenemos de nuestras propias habilidades”, apunta la directora.

Pero su documental Rol & Rol no busca una guerra de sexos, sino apelar a la responsabilidad de la industria cultural a la hora de proyectar una imagen adecuada de la mujer: “Creo que la mayor parte de la sociedad desea la igualdad, pero si casi todas las grandes historias las narran hombres, esos relatos casi siempre los van a protagonizar hombres y van a contar con un punto de vista masculino. Es una cuestión incluso de lógica, sin que haya una mala intención por parte de esos autores”.

Cuando esos personajes femeninos ideados por hombres, además de ser secundarios, están desdibujados o representados con estereotipos negativos, es cuando el problema se agrava. “Los carteles de películas, series u obras de teatro son la primera información que recibimos de un producto cultural. Si los analizamos, encontramos a menudo esos papeles despectivos que se dedican a las mujeres. Y el reflejo que recibimos de nosotras mismas a través de ellos es que somos seres secundarios o unidimensionales”, lamenta la cineasta.

“Si puedes verlo, puedes llegar a serlo”, el lema para construir sueños femeninos

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/cultura/2020/11/10/doc_and_roll/1605024595_320078.html

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Derecho a decidir. El mercado y el cuerpo de la mujer

Reseñas/Noviembre 2020/rebelion.org

Autora: Carmen Domingo
Prólogo: Almudena Grandes
Presentación: Pascual Serrano
Ediciones: Akal 2020
ISBN: 978-84-460-4901-2

Una nueva misogínia nacida del calor de las doctrinas ultraliberales que campean en la jungla del mercantilismo salvaje, aplica al cuerpo de las mujeres señala Almudena Grandes

Aquel grito feminista del siglo pasado, el derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo, ha terminado en manos del mercado, convertido en un bumerán sobre las mujeres… Lo que denuncia Carmen Domingo es que parece que, cuando se trata del cuerpo de la mujer es cuándo los límites del mercado dejan de existir y ya todo se puede comprar o vender dice en la presentación del libro Pascual Serrano

En los últimos años ha aumentado de forma significativa la reflexión sobre los problemas que atañen a las mujeres, los dilemas que asedian sus cuerpos y, como consecuencia, las demandas feministas para tratar de solucionarlos. Así ha sido como, en la actualidad, vivimos un nuevo ciclo de movilizaciones y una diversificación de los discursos feministas, en especial de aquellos relacionados con un tema que parecía superado ya en el siglo XXI: «El derecho de las mujeres a decidir sobre nuestro cuerpo». Un derecho a decidir ⎯asumida ya la legitimidad del aborto⎯ que atañe a muchos dilemas: la abolición o regularización de la prostitución; las prohibiciones e imposiciones religiosas; las tiranías estéticas que viven muchas mujeres en Occidente para poder acceder a realizar trabajos de distinta índole, o la ilegalidad, que quieren convertir en legalidad, de alquilar a una mujer con el propósito de dejarla embarazada y acabar comprándole el hijo tras dar a luz.

Temas que, sin duda, ponen el foco en la condición, todavía subalterna y vulnerable, que viven las mujeres y señalan sus cuerpos como objetos, depósitos del placer, susceptibles de ser comprados, alquilados y vendidos por los hombres. Asuntos acerca de la dignidad y hasta el orgullo de «otros» que, por extraño que parezca, les dejan, en no pocas ocasiones, escaso margen de maniobra para decidir qué hacer al respecto.

Temas ⎯los cuatro⎯ a través de los que se evidencia cómo, en la mayoría de casos, la clase política huye del debate, de uno o de todos, porque ⎯sin importarle demasiado la situación en la que se debe encontrar una mujer que llega a ese escenario⎯ va de la mano de grupos de presión y lobbies que se desenvuelven con soltura y sin complejos en el marco de democracias despolitizadas y preocupadas sólo por los beneficios económicos.

Parece que no debería generar ninguna duda que, cuando existe una necesidad básica, lo que decide cualquier mujer para conseguirla no es una reacción fruto de su libertad, sino condicionada, precisamente, porque no la tiene. Así pues, en realidad, no siempre tienen el «derecho a decidir sobre nuestros cuerpos», tal como sería deseable en pleno siglo XXI. Ya lo decía con claridad Rousseau en el lejano siglo XVIII, en El contrato social: la auténtica libertad surge de las condiciones materiales. Quizá la solución pasa por que «nadie sea tan pobre como para querer venderse y nadie sea tan rico como para poder comprar a otros»; sólo así la mujer conseguirá , de verdad, poder decidir sobre su cuerpo.

Derecho a decidir. Editorial AKAL

Fuente e imagen tomadas de: https://rebelion.org/derecho-a-decidir-el-mercado-y-el-cuerpo-de-la-mujer/

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México: Policía de Cancún dispara contra mujeres que exigían justicia por feminicidios

Encapuchados, con chalecos antibalas y armas largas, alrededor de 50 policías municipales dispararon durante varios minutos frente al Palacio Municipal de Cancún para dispersar una protesta de mujeres, quienes exigían justicia por tres feminicidios registrados el fin de semana en Quintana Roo.

Mujeres protestaron por el feminicidio de Vianca Alejandría, las inconformes realizaron pintas en el edificio del gobierno local pero fueron agredidas por policías que salieron del lugar haciendo disparos al aire, se habla de una persona herida, varias de las manifestantes fueron detenidas. FOTO: ELIZABETH RUIZ/CUARTOSCURO.COM

Al menos dos periodistas que cubrían la manifestación resultaron heridos por las balas, las cuales fueron disparadas a mansalva por los uniformados que aparecieron repentinamente cuando las mujeres se aproximaban a entrar al edificio principal del Palacio Municipal.

Los policías abrieron fuego a tiro limpio y persiguieron y golpearon a quienes trataban de grabar la agresión, así como detuvieron e intentaron quitar teléfonos y cámaras a los periodistas en la protesta.

Mujeres protestaron por el feminicidio de Vianca Alejandría, las inconformes realizaron pintas en el edificio del gobierno local pero fueron agredidas por policías que salieron del lugar haciendo disparos al aire, se habla de una persona herida, varias de las manifestantes fueron detenidas. FOTO: ELIZABETH RUIZ/CUARTOSCURO.COM

De acuerdo con la periodista Paola Chiomante, del periódico Novedades, los policías dispararon desde la azotea del Palacio Municipal y gritaron “ahora si van a valer madres las pinches mujeres” cuando entraron en la plaza.

La protesta fue convocada por la Red Feminista de Quintana Roo y congregó a alrededor de 2 mil jóvenes que exigían justicia al fiscal Óscar Montes de Oca, al gobernador Carlos Joaquín González y la alcaldesa “Mara” Lezama, acusados de dedicarse al “cuidado de la imagen” de Cancún y no a la seguridad y protección de las mujeres.

Las autoridades de Cancún y del estado se deslindaron de los hechos, por lo que nadie asumió la responsabilidad de la brutalidad policial. Sin embargo, Lezama informó que fue separado de su cargo el director de Seguridad Pública de Cancún, Eduardo Santamaría, para proceder con la investigación oficial de los hechos.

Con información de El País y El Universal

Fuente: https://desinformemonos.org/policia-de-cancun-dispara-contra-mujeres-que-exigian-justicia-por-feminicidios/

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Violaciones a mujeres dalits, herramienta de poder y sometimiento en India

Asia/India/Noviembre 2020/http://www.ipsnoticias.net/

A Shabnam, una joven del estado de Haryana, en el norte de India, le faltan dos años para terminar derecho, después de ser víctima de una violación grupal, en la que ve paralelos con la joven dalit de 19 años violada brutalmente y torturada hasta la muerte por varios hombres de una casta “superior”, en el vecino estado de Uttar Pradesh, en un caso que por una vez desencadenó protestas en todo el país.

«Ella era de tradición ‘valmiki’ como nosotros, de una familia pobre y sin tierra como la nuestra. La violaron, la torturaron y cuando murió, quemaron su cuerpo sin el consentimiento de su familia. E incluso después de todo eso, amenazaron a su familia para que se callase y no hablase de ello”, dijo Shabnam, un nombre falso a su pedido para protegerla.

En una conversación con IPS en hindi, contó que “eso es exactamente lo que yo y mi familia hemos sufrido y lo que seguimos pasando. La única diferencia es que yo todavía estoy viva».

La joven de 19 años muerta por las brutales heridas pertenecía, al igual que Shabnam, a la casta de los dalits, la comunidad más marginada y oprimida de India, conocida anteriormente como «intocables».

La muerte de la joven centró la atención en la violencia sexual que enfrentan las mujeres dalits en India, donde suman unos 100 millones según un documento de la Red Internacional de Solidaridad Dalit y otras dos organizaciones.

El informe destaca que las mujeres dalits son sometidas a «violencia y tratos inhumanos, como agresiones sexuales, violaciones y el forzado desfile desnudas», como mecanismo para mantener su posición de subordinación en la sociedad.

Shabnam tenía 17 años cuando en 2013 fue violada por 12 hombres que se turnaron para agredirla sexualmente. Durante los últimos siete años, incluso cuando su caso llegó a juicio, recibió ataques y amenazas contra su vida de tal calibre que tuvieron que ponerle protección judicial.

«La gente piensa que la violación es un solo crimen. Pero para las víctimas dalit de agresión sexual es solo el comienzo de una cadena de delitos y luchas de que duran toda la vida”, dijo a IPS la abogada Manisha Mishaal, defensora de los derechos de las mujeres dalits.

Esta abogada, que ha ayudado a Shabnam y muchas otras jóvenes en situación similar en su batalla por obtener justicia, dijo que las que sobreviven a la violación, muchas veces en grupo, enfrentan después “abuso mental, miedo, intimidación, amenazas, negación de los derechos básicos, negación de la educación y un medio de vida digno”.

“La lista es muy larga”, afirmó Mishaal antes de asegurar que “de hecho, una vez que eres violada, sigues siendo una víctima durante toda tu vida».

Las cifras detrás de la violencia contra las dalits

Según el la Oficina Nacional de Registros de Delitos (NCRB, en inglés) de India los casos de agresiones físicas a mujeres han ido en aumento en este país de 1300 millones de personas.

Solo en 2019, dice el último informe de la NCRB, hubo más de 405 861 casos de agresiones a mujeres, un siete por ciento más que en 2018. Los delitos incluyen golpizas, desnudos forzados públicos, secuestro y violaciones individuales o grupales.

De estos, 13 273 agresiones sexuales, incluidos 3486 casos de violación, fueron contra mujeres de comunidades dalits.

Jacqui Hunt, directora para Europa y Eurasia de la organización mundial Equality Now y quien ha estudiado la violencia sexual contra las mujeres dalits en el estado de Haryana, achaca a la generalizada e intencionada falta de información y a los problemas para denunciar las agresiones sexuales a la policía que las cifras oficiales escondan un gran subregistro.

Mujeres dalits venden hierba al borde de la carretera cerca de Yamuna Nagar, en Haryana, en el norte de India. Según el último censo agrícola, 85 por ciento de los dalits de este estado no posee tierras. Foto: Stella Paul / IPS

Mujeres dalits venden hierba al borde de la carretera cerca de Yamuna Nagar, en Haryana, en el norte de India. Según el último censo agrícola, 85 por ciento de los dalits de este estado no posee tierras. Foto: Stella Paul / IPS

«Como consecuencia de las desigualdades de género, casta y clase, las mujeres y niñas dalits están sujetas a múltiples formas de subyugación, explotación y opresión. La violencia sexual, incluidas las violaciones individuales y grupales ha sido perpetrada contra ellas por hombres de castas dominantes, como mecanismo que refuerza las jerarquías estructurales profundamente arraigadas de India”, aseguró Hunt a IPS.

A su juicio, “los cuerpos de las mujeres se utilizan como campo de batalla para afirmar la supremacía de casta y mantener ‘en su lugar’ a las mujeres”.

La abogada Mishaal cree que casi 80 por ciento de las mujeres dalits que son violadas no denuncian debido a la presión política y social, ya que las mujeres y sus familias suelen ser amenazadas por los agresores.

Además, aseguró,  la mayoría de las sobrevivientes de violencia sexual y basada en el género (SGBV, en inglés) son niñas dalits, pero los registros de NCRB sobre la violación infantil no diferencian según la casta.

Un espacio seguro para las dalits

Para ayudar a romper el ciclo de silencio sobre los delitos contra mujeres y niñas dalits, en 2013 Mashaal fundó la Sociedad Swabhiman, una organización benéfica que brinda diversos servicios, incluido el apoyo legal y psicológico a las dalits sobrevivientes a la SGBV.

«Actualmente tenemos 25 mujeres que trabajan con nosotras de manera no fija y este es un lugar seguro para cientos de mujeres que han sido estigmatizadas, maltratadas y, pese a eso,  no tienen a nadie más a quien acudir», dijo la abogada.

Mashaal inició la sociedad porque notó que pocas organizaciones estaban ayudando a los sobrevivientes dalits víctimas de violencia sexual basada en el género y que había una falta de conocimiento y conciencia entre ellas y sus comunidades sobre sus derechos legales o los procedimientos a seguir para obtener justicia.

En varios casos, el Khap Panchayat, una poderosa y tradicional asamblea comunitaria dirigida por grupos de terratenientes, les obligaba a quedarse fuera de la reunión cuando decidía sobre las denuncias en las aldeas de las víctimas y sus familias.

Sus disposiciones son muy controvertidas y se consideran contrarias a los dalits, pero pocos se atreven a contradecirlas por temor a represalias.

Mamta, otra mujer a la que representa también Mishaal, era menor de edad cuando en 2012 fue violada en grupo por hombres de la casta «dominante». Entonces, la Khap Panchayat ordenó que se casase con uno de sus violadores y su padre, un jornalero, estaba demasiado asustado para oponerse.

Durante meses, Mamta, otro nombre ficticio para su protección, estuvo encerrada en una pequeña habitación y violada repetidamente tanto por su forzado marido como por sus amigos y familiares.

«Era como una jaula. Vivía en una habitación pequeña. Mi esposo cerraba la puerta con llave desde afuera. Como era dalit no me tocaba, salvo para tener relaciones sexuales forzadas cuando quería. Todos los días traía otros hombres y también me violaban, contó a IPS en hindi.

«Yo era como una mosca atrapada en el lodo, no podía vivir y tampoco podía volar», dijo Mamta, que ahora tiene 26 años.

Finalmente, logró escapar y descubrió la Sociedad Swabhiman. Allí conoció a muchas otras mujeres que también habían experimentado abusos y brutalidades similares. Juntas han recibido asesoramiento y formación y concienciación sobre las leyes sobre violación y agresión sexual contra mujeres.

Pero lo más importante de todo, han reunido el coraje para exigir justicia ante los tribunales.

La propiedad de la tierra o la falta de ella son factores que perpetúan las vulnerabilidades y la violencia, Según Hunt, de Equality Now, una organización internacional que defiende el acceso a los derechos de las mujeres en el mundo.

Las mujeres dalits carecen de poder económico y, a menudo, dependen de las castas dominantes para su sustento.

Cuando las sobrevivientes de agresión sexual o sus familias dependen para trabajar y obtener ingresos de alguien que pertenece a la misma casta que el agresor, o el agresor mismo es también su empleador, acceder a justicia por la violencia sexual sufrida se vuelve aún más problemático.

«Los culpables y sus cómplices y amigos a menudo ejercen su poder económico para silenciar a las sobrevivientes y testigos, lo que incluye coaccionar a las sobrevivientes o a los familiares de las víctimas para que resuelvan los casos fuera de los tribunales, llegando a acosarles en su aldea o su propio hogar”, explicó.

«Nuestro próximo informe da una indicación de cuán común es este problema. En casi 60 por ciento de los casos que estudiamos, los sobrevivientes se vieron obligados a comprometerse con algún agresor u otro hombre establecido, muchas veces debido a amenazas de represalias económicas», dijo Hunt.

Según datos del último Censo de India, 71 por ciento de los dalits carecen de tierra y laboran como jornaleros o fijos en tierras de otros.

Según el censo agrícola, en las zonas rurales, 58,4 por ciento de los hogares dalits no poseen tierras en absoluto. Esto se vuelve más sombrío en los estados dominados con mayor población de esta casta de parias, como Haryana, Punjab y Bihar, donde 85 por ciento no posee tierras.

«Esta es la razón por la que hay continuas y horribles agresiones sexuales contra las mujeres dalits porque son tres veces vulnerables. Primero, por su casta, segundo, por su género y tercero, por su condición de sin tierra», dijo Mashaal.

Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2020/11/violaciones-a-mujeres-dalits-herramienta-de-poder-y-sometimiento-en-india/

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Una historia de violencia en la frontera entre Tailandia y Myanmar

Asia/Noviembre 2020/elpais.com

La vida de Sandar es la de miles de mujeres víctimas de malos tratos, que durante la pandemia se han intensificado. Ella, además, es inmigrante irregular, lo que impide que reciba más ayuda, y el estigma social en una cultura conservadora, la ata a su maltratador

  • Sandar (nombre ficticio) tiene 28 años. Es una emigrante birmana sin documentación que vive en Mae Sot, en la frontera entre Tailandia y Myanmar. Lleva 11 años en una relación de maltrato. Su marido le pega y abusa sexualmente de ella. La situación familiar empeoró desde el brote de covid-19. Como su marido se quedó sin trabajo, discutían constantemente por el dinero. Sandar es una de los aproximadamente 200.000 emigrantes birmanos que viven en la región de Mae Sot. Muchos de ellos carecen de documentación y trabajan en condiciones precarias. Desde que estalló la pandemia no tienen trabajo ni apoyo del Gobierno tailandés, y tampoco la posibilidad de volver a Myanmar debido al cierre de las fronteras. Según cálculos de ONU Mujeres, en algunos países los casos de violencia doméstica han aumentado un 30%. La organización califica el fenómeno de "pandemia en la sombra".
    1Sandar (nombre ficticio) tiene 28 años. Es una emigrante birmana sin documentación que vive en Mae Sot, en la frontera entre Tailandia y Myanmar. Lleva 11 años en una relación de maltrato. Su marido le pega y abusa sexualmente de ella. La situación familiar empeoró desde el brote de covid-19. Como su marido se quedó sin trabajo, discutían constantemente por el dinero. Sandar es una de los aproximadamente 200.000 emigrantes birmanos que viven en la región de Mae Sot. Muchos de ellos carecen de documentación y trabajan en condiciones precarias. Desde que estalló la pandemia no tienen trabajo ni apoyo del Gobierno tailandés, y tampoco la posibilidad de volver a Myanmar debido al cierre de las fronteras. Según cálculos de ONU Mujeres, en algunos países los casos de violencia doméstica han aumentado un 30%. La organización califica el fenómeno de «pandemia en la sombra».
  • Una vista del barrio donde vive Sandar, en las afueras de Mae Sot. Sandar procede de Mawlamiyaing, una ciudad birmana situada a 130 kilómetros de Mae Sot. La joven entró ilegalmente en Tailandia cuando tenía 15 años. La larga frontera de la zona de Mae Sot, en la que los dos países están separados solamente por un río, la convierte en el lugar perfecto para que los birmanos entren ilegalmente en Tailandia. En los últimos tiempos, las autoridades tailandesas han intensificado los controles fronterizos debido al aumento del número de casos de covid-19 en Myanmar. Mae Sot es una zona principalmente rural. Muchos emigrantes birmanos están empleados en la agricultura, y a menudo cobran menos del salario mínimo. Con ocasión del Día Internacional de la Mujer Rural el pasado 15 de octubre, ONU Mujeres subrayó este año "la urgente necesidad de fomentar la capacidad de resistencia de las mujeres rurales tras la covid-19 reforzando su bienestar y unos medios de vida sostenibles con el fin de 'reconstruir mejor".
    2Una vista del barrio donde vive Sandar, en las afueras de Mae Sot. Sandar procede de Mawlamiyaing, una ciudad birmana situada a 130 kilómetros de Mae Sot. La joven entró ilegalmente en Tailandia cuando tenía 15 años. La larga frontera de la zona de Mae Sot, en la que los dos países están separados solamente por un río, la convierte en el lugar perfecto para que los birmanos entren ilegalmente en Tailandia. En los últimos tiempos, las autoridades tailandesas han intensificado los controles fronterizos debido al aumento del número de casos de covid-19 en Myanmar. Mae Sot es una zona principalmente rural. Muchos emigrantes birmanos están empleados en la agricultura, y a menudo cobran menos del salario mínimo. Con ocasión del Día Internacional de la Mujer Rural el pasado 15 de octubre, ONU Mujeres subrayó este año «la urgente necesidad de fomentar la capacidad de resistencia de las mujeres rurales tras la covid-19 reforzando su bienestar y unos medios de vida sostenibles con el fin de ‘reconstruir mejor».
  • Los hijos de Sandar, de nueve y tres años, juegan en la calle delante de su casa. Sandar ha sufrido toda su vida malos tratos en el ámbito familiar. Su tía, que la alojó a su llegada a Tailandia, le pegaba continuamente. "Me golpeaba con cables", cuenta la joven, que nunca fue al hospital ni llamó a la policía. "No sabía a dónde ir. No hablaba tailandés. Además, mi tía me encerraba en casa, así que no podía salir". Sandar se casó a los dos años de llegar a Tailandia. Tenía 17. Según la ONU, menos del 40% de las mujeres víctimas de violencia física en el ámbito doméstico busca ayuda.
    3Los hijos de Sandar, de nueve y tres años, juegan en la calle delante de su casa. Sandar ha sufrido toda su vida malos tratos en el ámbito familiar. Su tía, que la alojó a su llegada a Tailandia, le pegaba continuamente. «Me golpeaba con cables», cuenta la joven, que nunca fue al hospital ni llamó a la policía. «No sabía a dónde ir. No hablaba tailandés. Además, mi tía me encerraba en casa, así que no podía salir». Sandar se casó a los dos años de llegar a Tailandia. Tenía 17. Según la ONU, menos del 40% de las mujeres víctimas de violencia física en el ámbito doméstico busca ayuda.

    El hijo mayor de Sandar juega con un arma de juguete. Sandar recuerda que su marido empezó a maltratarla nada más casarse. "Me pegaba y me daba patadas cuando volvía del trabajo", cuenta. "Me acusaba de que no cocinaba o no limpiaba". A raíz de la llegada de la covid-19, el hombre se volvió más violento, "sobre todo por el dinero". Antes de la pandemia tampoco había tenido trabajo fijo, pero durante el cierre perdió su empleo en una huevería. Las emigrantes birmanas en Tailandia ya formaban un grupo de alto riesgo antes de la covid-19, pero con la pandemia su vida se ha vuelto más difícil. Durante el confinamiento, las víctimas de violencia doméstica se encontraron encerradas en casa con su maltratador, con menos posibilidades de pedir ayuda, y escasos o ningún ingreso.
    4 El hijo mayor de Sandar juega con un arma de juguete. Sandar recuerda que su marido empezó a maltratarla nada más casarse. «Me pegaba y me daba patadas cuando volvía del trabajo», cuenta. «Me acusaba de que no cocinaba o no limpiaba». A raíz de la llegada de la covid-19, el hombre se volvió más violento, «sobre todo por el dinero». Antes de la pandemia tampoco había tenido trabajo fijo, pero durante el cierre perdió su empleo en una huevería. Las emigrantes birmanas en Tailandia ya formaban un grupo de alto riesgo antes de la covid-19, pero con la pandemia su vida se ha vuelto más difícil. Durante el confinamiento, las víctimas de violencia doméstica se encontraron encerradas en casa con su maltratador, con menos posibilidades de pedir ayuda, y escasos o ningún ingreso.
    El hijo pequeño de Sandar juega con un arma de juguete disfrazado de Supermán. En 2018, Sandar buscó ayuda por primera vez y se puso en contacto con las trabajadoras del Freedom Restoration Project [Proyecto Restauración de la Libertad], que ofrece refugio y apoyo a las víctimas de violencia doméstica en la región de Mae Sot. Gracias a su ayuda, varias mujeres consiguieron escapar de su situación de maltrato. Otras, como Sandar, mantienen la relación con su maltratador, pero en el centro han encontrado un espacio en el que están a salvo, al menos durante unas horas. "Las mujeres que vienen al centro son víctimas de violencia física, psicológica y sexual", explica Watcharapon 'Sia' Kukaewkasem, fundadora y directora del proyecto. "En Tailandia y en Myanmar la violencia doméstica es muy habitual. Tanto que la gente la considera normal".
    5El hijo pequeño de Sandar juega con un arma de juguete disfrazado de Supermán. En 2018, Sandar buscó ayuda por primera vez y se puso en contacto con las trabajadoras del Freedom Restoration Project [Proyecto Restauración de la Libertad], que ofrece refugio y apoyo a las víctimas de violencia doméstica en la región de Mae Sot. Gracias a su ayuda, varias mujeres consiguieron escapar de su situación de maltrato. Otras, como Sandar, mantienen la relación con su maltratador, pero en el centro han encontrado un espacio en el que están a salvo, al menos durante unas horas. «Las mujeres que vienen al centro son víctimas de violencia física, psicológica y sexual», explica Watcharapon ‘Sia’ Kukaewkasem, fundadora y directora del proyecto. «En Tailandia y en Myanmar la violencia doméstica es muy habitual. Tanto que la gente la considera normal».
    Sandar se pinta los labios antes de salir hacia el centro de detención de Mae Sot a visitar a su marido, detenido hace poco por posesión de drogas. Es la tercera vez que lo detienen. Las dos primeras fueron por consumo de drogas, pero en esta ocasión la policía le encontró varias pastillas de yaba. También conocido como "la droga de la locura", el yaba es una combinación de metanfetamina y otros estimulantes muy popular en el sudeste de Asia. Ahora que su marido está encerrado, Sandar tiene que encontrar un trabajo para alimentar a sus dos hijos. "Cuando está fuera, no quiere que trabaje", explica. Mientras su marido está detenido, ella trabaja como limpiadora o vendiendo verdura en la calle, pero no gana lo suficiente ni recibe ayuda del Gobierno tailandés. "¿Quién va a ayudarnos?", se lamenta. "No tenemos documentos". ONU Mujeres calcula que las mujeres que trabajan en la economía sumergida en Tailandia verán reducidos sus ingresos en un 80% debido a la crisis de la covid-19.
    6Sandar se pinta los labios antes de salir hacia el centro de detención de Mae Sot a visitar a su marido, detenido hace poco por posesión de drogas. Es la tercera vez que lo detienen. Las dos primeras fueron por consumo de drogas, pero en esta ocasión la policía le encontró varias pastillas de yaba. También conocido como «la droga de la locura», el yaba es una combinación de metanfetamina y otros estimulantes muy popular en el sudeste de Asia. Ahora que su marido está encerrado, Sandar tiene que encontrar un trabajo para alimentar a sus dos hijos. «Cuando está fuera, no quiere que trabaje», explica. Mientras su marido está detenido, ella trabaja como limpiadora o vendiendo verdura en la calle, pero no gana lo suficiente ni recibe ayuda del Gobierno tailandés. «¿Quién va a ayudarnos?», se lamenta. «No tenemos documentos». ONU Mujeres calcula que las mujeres que trabajan en la economía sumergida en Tailandia verán reducidos sus ingresos en un 80% debido a la crisis de la covid-19.

    Una vista de la calle desde la casa de Sandar, en las afueras de Mae Sot. En Tailandia existe una línea telefónica para denunciar la violencia doméstica. Sin embargo, hace cinco años el Gobierno pasó de destinarla a los casos de violencia contra las mujeres y los niños (así como a los de tráfico de personas, trabajo infantil y embarazo adolescente) a cualquier problema social, como señala un informe de la Fundación Henrich Böll. Según ese mismo estudio, durante el cierre de marzo y abril, el teléfono de asistencia recibió una avalancha de más de 28.000 llamadas, más del doble que en el mismo periodo del año anterior. La mayoría, sin embargo, eran quejas o consultas sobre la asistencia social y las ayudas económicas del Gobierno. Eso hizo aún más difícil para las víctimas de violencia doméstica acceder a la línea.
    7Una vista de la calle desde la casa de Sandar, en las afueras de Mae Sot. En Tailandia existe una línea telefónica para denunciar la violencia doméstica. Sin embargo, hace cinco años el Gobierno pasó de destinarla a los casos de violencia contra las mujeres y los niños (así como a los de tráfico de personas, trabajo infantil y embarazo adolescente) a cualquier problema social, como señala un informe de la Fundación Henrich Böll. Según ese mismo estudio, durante el cierre de marzo y abril, el teléfono de asistencia recibió una avalancha de más de 28.000 llamadas, más del doble que en el mismo periodo del año anterior. La mayoría, sin embargo, eran quejas o consultas sobre la asistencia social y las ayudas económicas del Gobierno. Eso hizo aún más difícil para las víctimas de violencia doméstica acceder a la línea.
    Sandar lava verduras en su casa antes de cocinarlas. Tiene que preparar la comida para su marido y llevársela al centro de detención. Confiesa que se siente incapaz de divorciarse. Teme la estigmatización social, que en una comunidad musulmana conservadora puede ser fuerte. "Pienso en mis hijos", se justifica. "A lo mejor, después de dejarlo tendría otro marido. Entonces la gente diría que tengo dos maridos y que los niños deberían estar con su madre y con su padre". Según un informe de la Fundación Heinrich Böll, en Tailandia las actitudes sociales constituyen un obstáculo importante para que las mujeres denuncien la violencia. Como en muchos países del mundo, a menudo la violencia doméstica se considera un asunto privado y es habitual pensar que la culpa es de la víctima, y no del maltratador. Para algunas mujeres, reconocer el maltrato equivale a reconocer que han fracasado en su matrimonio.
    8Sandar lava verduras en su casa antes de cocinarlas. Tiene que preparar la comida para su marido y llevársela al centro de detención. Confiesa que se siente incapaz de divorciarse. Teme la estigmatización social, que en una comunidad musulmana conservadora puede ser fuerte. «Pienso en mis hijos», se justifica. «A lo mejor, después de dejarlo tendría otro marido. Entonces la gente diría que tengo dos maridos y que los niños deberían estar con su madre y con su padre». Según un informe de la Fundación Heinrich Böll, en Tailandia las actitudes sociales constituyen un obstáculo importante para que las mujeres denuncien la violencia. Como en muchos países del mundo, a menudo la violencia doméstica se considera un asunto privado y es habitual pensar que la culpa es de la víctima, y no del maltratador. Para algunas mujeres, reconocer el maltrato equivale a reconocer que han fracasado en su matrimonio.
    Sandar monta en bicicleta con su hijo pequeño disfrazado de Superman. Se dirigen al centro de detención de Mae Sot a visitar al marido apresado por posesión de drogas.
    9 Sandar monta en bicicleta con su hijo pequeño disfrazado de Superman. Se dirigen al centro de detención de Mae Sot a visitar al marido apresado por posesión de drogas.
    Sandar pone 'thanaka' a su hijo menor en la cara antes de salir. El 'thanaka' es una pasta cosmética de color blanco amarillento hecha a base de corteza molida que las mujeres birmanas suelen emplear para suavizar la piel y protegerla del sol.
    10Sandar pone ‘thanaka’ a su hijo menor en la cara antes de salir. El ‘thanaka’ es una pasta cosmética de color blanco amarillento hecha a base de corteza molida que las mujeres birmanas suelen emplear para suavizar la piel y protegerla del sol.
    El hijo mayor de Sandar, de nueve años, corre por un campo cercano a su casa, en las afueras de Mae Sot. El niño se queda en casa mientras su madre y su hermano menor van al centro de detención. El Proyecto Restauración de la Libertad organiza clases de crianza para enseñar métodos educativos alternativos a las víctimas de violencia doméstica. "Les enseñamos que hay otras maneras [de educar a los hijos] que no son gritar y pegar", explica Watcharapon 'Sia' Kukaewkasem, fundadora y directora del proyecto. "Cuando hablamos de violencia doméstica no nos referimos solo a la que ejerce la pareja, sino también a la de los padres contra los hijos. [...] Intentamos prevenirla".
    11El hijo mayor de Sandar, de nueve años, corre por un campo cercano a su casa, en las afueras de Mae Sot. El niño se queda en casa mientras su madre y su hermano menor van al centro de detención. El Proyecto Restauración de la Libertad organiza clases de crianza para enseñar métodos educativos alternativos a las víctimas de violencia doméstica. «Les enseñamos que hay otras maneras [de educar a los hijos] que no son gritar y pegar», explica Watcharapon ‘Sia’ Kukaewkasem, fundadora y directora del proyecto. «Cuando hablamos de violencia doméstica no nos referimos solo a la que ejerce la pareja, sino también a la de los padres contra los hijos. […] Intentamos prevenirla»El hijo pequeño de Sandar, de tres años, espera a su madre sentado en la bicicleta vestido con un traje de Superman. Van al centro de detención de Mae Sot a visitar a su padre. "Me gustaría que mis hijos no tuviesen que trabajar tanto como yo", dice Sandar. "Me gustaría que estudiasen y fuesen médicos o contables".
    12El hijo pequeño de Sandar, de tres años, espera a su madre sentado en la bicicleta vestido con un traje de Superman. Van al centro de detención de Mae Sot a visitar a su padre. «Me gustaría que mis hijos no tuviesen que trabajar tanto como yo», dice Sandar. «Me gustaría que estudiasen y fuesen médicos o contables».

    Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/10/26/album/1603717461_363685.html#foto_gal_7

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