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El 40% de las mujeres se sienten incómodas al ver a otra mujer dando el pecho en público

Por: ABC

6 de cada 10 afirman haberse escondido en el baño o en una habitación separada para poder extraerse la leche.

Hoy por hoy, la lactancia materna no es un tema tabú en España, ya que de acuerdo con la Sociedad Española de Pediatría la leche materna es el alimento más recomendado para el lactante durante los primeros meses de vida, tanto por los nutrientes y anticuerpos que aporta al bebé como por los beneficios que aporta a las madres. Por ello, el 80% de las madres españolas decide dar el pecho. Pero ¿en qué medida es todavía una acción tabú, sobre todo en público? ¿cómo experimentan las madres españolas la lactancia? El «Barómetro Elvie España: La lactancia según las madres y la sociedad» desvela por primera vez cómo vive y qué opina al respecto las madres y la sociedad española.

Amamantar en público

A pesar de que dar el pecho en fuera de casa siempre ha sido visto por la sociedad como una acción tabú, lo cierto es que en los últimos años esta percepción ha cambiado notablemente. La lactancia según un estudio que ha llevado a cabo la marca británica de tecnología femenina Elvie, el 84% de las madres españolas ha dado alguna vez el pecho en un lugar público. El hecho de que cada mujer pueda decidir cuándo, dónde y durante cuánto tiempo dar el pecho a sus hijos se ha convertido en un tema reivindicado por muchas mujeres, y cada vez son más las que muestran la lactancia como parte de su día a día.

Entonces, ¿por qué en una sociedad que está normalizando cada vez más algo tan natural, muchas madres todavía no se sienten cómodas amamantando en público? Dar el pecho forma parte de la naturaleza humana pero aun así, de acuerdo con la investigación, un 40% de las madres encuestadas se sienten incómodas dando de mamar en público. Sin embargo, a pesar de la creencia popular, informe revela que las damas (60%) se sienten menos cómodas viendo a otras amamantar frente a los hombres (81%). En otras palabras, todavía hay un 40% de la población femenina que dice no sentirse a gusto viendo amamantar y sólo un 19% de los varones.

Los datos afirman que la lactancia materna es un tema con el que cada vez la gente está más concienciada. Son muchas las celebrities que dan visibilidad a este tema y que se muestran en redes sociales dando el pecho con naturalidad y sin tabús. Gracias a estas reivindicaciones, gran parte de las mujeres han perdido el miedo o la vergüenza a hablar sobre esta situación.

Llama la atención que cada vez son más las mujeres que hablan de la lactancia en un entorno social, mientras antes solía ser un tema tratado a nivel médico entre mamá y doctor. Pero ¿con quién prefieren hablar las madres españolas sobre lactancia? En primer lugar con su pareja (48%), con quién comparten su día a día; en segundo lugar, con familiares (39%); en tercer lugar, con otras madres (34%), ya que comparten una misma experiencia; y en cuarto lugar, con profesionales de la salud (30%) y con amigos (30%).

«La leche materna es poderosa, está cargada de agentes que previenen al bebé de infecciones, además de la hormona de crecimiento, glóbulos blancos… Proporciona al bebe una gran inmunidad, protección, y el aporte perfecto de nutrientes que necesita para el óptimo desarrollo de sus órganos», explica Paula Camarós, matrona y fundadora de Baby Suite, centro para la maternidad de referencia en España. «A muchas madres les resulta difícil conciliar la lactancia con su vida laboral ya que ésta acaba siendo a demanda, sin tiempos ni horarios. En estos casos, la extracción de leche será esencial para las progenitoras que deseen continuar con amamantando más allá de los primeros meses, ya que es muy útil para crear una reserva que permita a la criatura tomarla cuando lo necesite», concluye.

Vida social y laboral durante la lactancia

El 58% de las madres españolas deja de dar el pecho a los 6 meses por limitar la vida social y la dificultad que supone el continuar con el proceso en la vuelta al trabajo. De hecho, de acuerdo con el informe: «La lactancia según las madres y la sociedad», el 45% cree que dar el pecho limita su actividad y al 42% le resultó difícil seguir amamantando al reincorporarse. La realidad es que aunque muchas mujeres se sienten cómodas dando el pecho en casa, hacerlo en público es algo distinto. Incluso, 6 de cada 10 afirman haberse escondido en el baño o en una habitación separada para poder extraerse la leche.

Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-40-por-ciento-mujeres-sienten-incomodas-otra-mujer-dando-pecho-publico-202012110056_noticia.html

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Reencantar el mundo. El feminismo y la política de los comunes

Reseñas/rebelion.org

Índice:

Prefacio. Peter Linebaugh  pag 13

Agradecimientos 21

Introducción 27

PRIMERA PARTE. Sobre los nuevos cercamientos 39

Introducción 41

1. Acumulación primitiva, globalización y reproducción 45

2. Introducción a los nuevos cercamientos. Colectivo Midnight Notes 59

3. La crisis de la deuda, África y los nuevos cercamientos 71

4. China rompe el cuenco de arroz de hierro 93

5. De la comunalización a la deuda. La financiarización, los microcréditos y la arquitectura cambiante de la acumulación de capital 105

SEGUNDA PARTE. Sobre los comunes 125

Introducción 127

6. Bajo Estados Unidos están los comunes 129

7. Comunes contra y más allá del capitalismo, con George Caffentzis 137

8. La universidad, ¿un común del conocimiento? 155

9. El feminismo y las políticas de lo común en una era de acumulación primitiva 159

10. La lucha por la tierra de las mujeres africanas y la reconstrucción de los comunes 177

11. La lucha de las mujeres por la tierra y el bien común en América Latina 201

12. Marx, el feminismo y la construcción de los comunes 221

13. De la crisis a los comunes. El trabajo reproductivo, la tecnología y el trabajo afectivo y la transformaciòn de la vida cotidiana 251

14. Reencantar el mundo. Tecnología, cuerpo y construcción de lo común 267

Bibliografía 281

Enlace a edición completa en versión digital: https://www.traficantes.net/sites/default/files/pdfs/map60_Reencantar_interior_web.pdf

Nuestro extracto del capitulo 11.

La lucha de las mujeres por la tierra y el bien común en América Latina

Pàginas 203 a 220

(…)

Como defiendo en este artículo, las mujeres son las principales protagonistas del cambio. Sin duda, el activismo de las mujeres es hoy en día la fuerza de cambio social más importante en América Latina. En 2017, 70.000 mujeres de distintas zonas de la región se reunieron en Chaco, Argentina, para celebrar el 32º Encuentro Nacional de Mujeres, que se celebra cada año en la semana del 11 de octubre, en el que debatieron sobre lo que hay que hacer y las estrategias que hay que adoptar para cambiar el mundo.

Estas movilizaciones masivas que aparecen en un momento en el que la política institucional latinoamericana está experimentando un realineamiento no son ninguna sorpresa.

Las mujeres tienen un papel clave en las luchas sociales porque ellas son las más afectadas por la desposesión y la degradación medioambiental y sufren directamente en su vida cotidiana los efectos de las políticas públicas. Son las mujeres quienes se ocupan de las personas que enferman a causa de la contaminación generada por el petróleo o porque el agua que emplean para cocinar, lavar y limpiar es tóxica; ellas no pueden alimentar a sus familias porque se está perdiendo la tierra y se está destruyendo la agricultura local.4

Por eso las mujeres se ponen en primera línea para luchar contra las corporaciones transnacionales de la minería y el agronegocio que invaden las zonas rurales y devastan el medio natural. Como señala la activista e investigadora ecuatoriana Lisset Coba Meja, las mujeres encabezan la lucha para defender el agua en la región amazónica.5

También son las principales oponentes contra la extracción de petróleo porque saben que afecta a sus actividades productivas y, en palabras de la activista ecuatoriana Esperanza Martínez, de Acción Ecológica, «exacerba el machismo»; el salario que pagan las petroleras a los hombres que trabajan para ellas ahonda la desigualdad de género, estimula el consumo de alcohol e intensifica la violencia contra las mujeres.6

Sus palabras encuentran eco en las quejas de muchas mujeres amazónicas que están luchando contra la extracción petrolera. «No podemos alimentar a nuestros hijos con petróleo», dice Patricia Gualinga, líder kichwa de Sarayaku, un pueblo de la selva amazónica. «No queremos alcoholismo, no queremos que haya prostitución, no queremos que los hombres nos golpeen. No queremos esta vida que, por más que nos den escuelas, letrinas o casas con zinc, no nos hace sentir dignas».7

Durante los últimos años, esta postura de oposición ha confrontado directamente a las mujeres con el entonces presidente de Ecuador, Rafael Correa, una confrontación que alcanzó su culmen el 16 de octubre de 2013, cuando un centenar de líderes de las organizaciones de mujeres indígenas partieron de sus tierras en la selva en dirección a Quito, con sus hijos en brazos, para responder a la decisión de Correa de abandonar su plan de conservación y emprender la extracción de petróleo en el Parque Nacional de Yasuní, que alberga uno de los ecosistemas más diversos del planeta. Ellas seguían el ejemplo de las miles de mujeres que, el año anterior, marcharon a la capital para defender el agua de sus territorios ante el proyecto de explotación minera pactado por el gobierno de Correa con la empresa china EcuaCorriente. Pero, en una muestra de arrogancia e insolencia, coherente con su reputación de haber sido el presidente más misógino de Ecuador, Correa se negó a recibirlas.8

En Bolivia, las mujeres también han puesto en entredicho el «progresismo» del gobierno y, en especial, la defensa de la Pachamama (madre naturaleza) proclamada por Evo Morales; en 2011 y 2012 lideraron las marchas contra la construcción de una autopista que, según tenía planeado el gobierno, atravesaría el Parque Nacional Isiboro Sécure, situado en territorio indígena.

Como pasa a menudo, las mujeres aportaron la infraestructura necesaria para las marchas, desde alimentos hasta mantas, y organizaron la limpieza de los campamentos instalados a lo largo de la carretera de tal modo que se asegurara que los hombres que participaban en las marchas hicieran su parte.9

Las mujeres campesinas / indígenas, junto con redes feministas como la Marcha Mundial de Mujeres, también estaban en el núcleo de la Cumbre de los Pueblos, un encuentro de movimientos sociales que se celebró en Río de Janeiro en junio de 2012, con ocasión de Río+20, la Conferencia de la onu sobre el Desarrollo Sostenible que se celebró veinte años después de la Cumbre de la Tierra de la onu, celebrada en 1992.10

Una de las características de estos nuevos movimientos de mujeres es que reflejan un proceso de radicalización política. Las mujeres son cada vez más conscientes de que su activismo no solo tiene que proteger la vida de sus comunidades ante la actividad de las compañías transnacionales y luchar por la soberanía alimentaria o, por ejemplo, en contra de la manipulación genética de las semillas creando un banco de semillas. También tiene que convertir el modelo de desarrollo económico en un modelo respetuoso con los seres humanos y la tierra. Saben que los problemas a los que se enfrentan no surgen solo de una política concreta o de las empresas, sino que tienen su origen en la lógica mercenaria de la acumulación capitalista, la cual, incluso cuando promueve una «economía verde», está convirtiendo la limpieza del medio ambiente en un nuevo campo para la especulación y la obtención de beneficios.

Otro rasgo de esta radicalización es que las mujeres rurales / indígenas están asimilando progresivamente las cuestiones planteadas por el feminismo popular, tales como la devaluación del trabajo doméstico, el derecho de la mujer a controlar su cuerpo y su capacidad reproductiva o la necesidad de resistir la creciente violencia que sufren. Es un proceso que no se ha desencadenado por consideraciones ideológicas, sino por las propias contradicciones que las mujeres han ido experimentando en su vida cotidiana, incluso en las organizaciones en las que participaban.11

Un caso típico es el de las mujeres zapatistas, cuyo papel crucial en la despatriarcalización de sus comunidades es cada vez más evidente. Como bien documentan las obras Compañeras, de Hilary Klein (2015), y Des-ordenando el género / ¿Des-centrando la nación?, de Márgara Millán (2014), las mujeres han marcado el rumbo del zapatismo desde sus primeros días de existencia; ellas se unieron a los primeros grupos que se formaron en las montañas de Chiapas cuando el movimiento daba sus primeros pasos con el objetivo de cambiar sus condiciones de existencia además de luchar contra la opresión institucional. Gracias a su iniciativa, y a partir de sus ideas y demandas, el movimiento adoptó la Ley revolucionaria de mujeres en 1993, una ley que, como señala Klein, «dada la situación de las mujeres indígenas en la Chiapas rural de esa época, fue un posicionamiento radical y […] conllevó una serie de cambios drásticos».12

Los diez artículos que componen la ley establecen el derecho de la mujer a participar en la lucha revolucionaria de la forma que desee, según su capacidad; el derecho a decidir el número de hijos que quiere tener y criar; el derecho a elegir a su pareja y a no casarse; a participar en los asuntos de la comunidad y a ocupar cargos de autoridad, si es elegida de manera libre y democrática; a ocupar posiciones de liderazgo en la organización y tener rango militar en las fuerzas armadas revolucionarias.13 Dicho en palabras de Klein, la aprobación de esta ley fue un «punto de inflexión» que «transformó la vida pública y privada en las comunidades zapatistas».14 De todas formas, las mujeres se dieron cuenta de que su trabajo no terminaba ahí. Una vez se promulgó la ley, algunas mujeres recorrieron los territorios zapatistas para promover su aplicación e imponer la prohibición del consumo de alcohol en territorio zapatista, convencidas de que era una de las principales causas de la violencia dirigida hacia ellas.15

Otra señal del auge de la conciencia feminista es la aparición de una nueva postura crítica entre las mujeres indígenas, que están cuestionando las estructuras patriarcales que gobiernan sus comunidades, especialmente la transmisión de la tierra, que a menudo tiene lugar por filiación patrilineal. Esta «inclusión diferenciada»16 tiene consecuencias importantes, como señala Gladys Tzul Tzul, académica / activista de la zona de Totonicapán, en Guatemala, porque afecta «[a]l registro de la propiedad familiar, la potestad sobre los hijos y el significado simbólico de tener hijos fuera del matrimonio».17 Por ejemplo, las mujeres que se casan fuera de sus grupos étnicos se exponen a que sus hijos queden excluidos del acceso a la tierra en propiedad comunal del clan. El desafío, dice Tzul Tzul, es cambiar esta costumbre sin recurrir a la propiedad individual de la tierra que legitima la tendencia a privatizar la tierra, la estrategia que defiende el Banco Mundial desde la Conferencia de Beijing de 1995.

Una de las estrategias que han empleado las mujeres de los movimientos indígenas para poner fin a su marginación ha sido la creación de espacios autónomos para mujeres. Un ejemplo es Hijas del Maíz, definido como «un punto de encuentro de las mujeres que son parte de organizaciones y comunidades indígenas y campesinas de la costa, sierra y Amazonía ecuatoriana».18 «En estos tiempos ha cambiado […] la vida de los pueblos», afirma Blanca Chancosa, una de sus fundadoras. «[Los hombres] han migrado […] [y] quienes se han quedado […] han sido las mujeres. Esto ha obligado a que las mujeres debamos conocer más para poder avanzar […] Esto hace que nos veamos con la necesidad de un espacio de mujeres, donde podamos discutir desde nuestra mirada».19 Una estrategia similar para tener autonomía e impulsar la participación social de las mujeres ha sido la formación de movimientos campesinos integrados exclusivamente por mujeres. Un ejemplo es el Movimento de Mujeres Campesinas de Brasil que, según Roxana Longo, «recupera la teoría y la práctica del movimiento feminista».20 Creado en 1983, cuando las poblaciones rurales empezaron a sentir los efectos negativos de la «Revolución Verde»,21 esta alianza de mujeres relacionadas de diversas formas con el trabajo agrícola ha luchado para cambiar la identidad social de las mujeres campesinas para que se las reconozca como trabajadoras y conseguir que tengan derecho a la Seguridad Social?.

En 1995, el movimiento formó una red nacional de grupos de mujeres campesinas y mujeres pertenecientes a movimientos campesinos mixtos que consiguió la baja pagada por maternidad y luchó en defensa de la sanidad pública.22 También participó en acciones de protesta contra la actividad de las corporaciones transnacionales ante la certeza de que su presencia supondría el fin de sus comunidades.

Conforme ha aumentado la participación política, las mujeres han ido cobrando conciencia de su necesidad de educarse de manera autodidacta y formarse en política. Estos elementos son comunes hoy en día en muchas organizaciones de mujeres, en tanto se enfrentan a fuerzas sociales cuya lógica se formula a nivel internacional y exige el conocimiento de la política internacional. Sumadas a la autoconfianza que se desarrolla con el activismo social, estas prácticas generan nuevas formas de subjetividad que contrastan con la imagen de las campesinas que propagan las instituciones internacionales ancladas al pasado, que solo tienen conocimientos desfasados en vías de extinción.

Desde luego, a las mujeres campesinas de América Latina no les preocupan solamente sus derechos de cultivo locales o el bienestar de sus familias. Participan en asambleas, desafían al gobierno y a la policía y se consideran las guardianas de la tierra, ya que es más difícil captarlas a ellas que a los hombres, que a menudo son seducidos por el salario que prometen las corporaciones transnacionales; un salario que les otorga más poder sobre las mujeres, alimentando una cultura del macho que instiga a la violencia contra ellas.23

Un factor que alienta el papel de las mujeres como guardianas de la tierra y la riqueza comunal es la preponderancia de su papel en la preservación y transmisión de los saberes tradicionales. Como «tejedoras de memoria»,24 según lo expresa la teórica / activista mexicana Mina Navarro, ellas constituyen un importante instrumento de resistencia porque el conocimiento que nutren y comparten produce una identidad colectiva más fuerte y genera cohesión frente a la desposesión.25 La colaboración con los nuevos movimientos de mujeres indígenas, que traen con ellas una visión del futuro moldeada por la conexión con el pasado y un fuerte sentido de continuidad entre el ser humano y la naturaleza, es crucial en este contexto. Aludiendo a las «cosmovisiones» que tipifican las culturas indígenas en América Latina, algunas feministas han acuñado el término «feminismo comunitario», donde el concepto de lo común se entiende como la expresión de una concepción específica del espacio, el tiempo, la vida y el cuerpo humano. Como explica Francesca Gargallo en Feminismos desde Abya Yala (2013), las feministas comunitarias, como la feminista xinka Lorena Cabnal, de Guatemala, han aportado conceptos nuevos como cuerpo-territorio, que contempla el cuerpo en un continuo con la tierra, en la que a menudo se entierra la placenta de los recién nacidos, y ambos poseen una memoria histórica y están igualmente implicados en el proceso de liberación.26

Sin embargo, aunque defiendan su origen ancestral, las feministas comunitarias rechazan el patriarcalismo de muchas culturas indígenas tanto como el que fue implantado por los colonizadores, que ellas describen como «fundamentalismo étnico».27

La lucha de las mujeres y la producción de los comunes urbanos

La lucha que se produce en las zonas rurales continúa en la ciudad; los hombres y mujeres desplazadas de la tierra crean nuevas comunidades en las zonas urbanas. Toman los espacios públicos, construyen refugios, caminos y tiendas de alimentos, todo ello mediante el trabajo colectivo y la toma de decisiones comunal. Una vez más, las mujeres han asumido un rol de liderazgo.

Como ya explico en otro texto,28 en las periferias de las megaciudades en expansión de América Latina, en áreas ocupadas principalmente por medio de la acción colectiva y a pesar de la crisis económica permanente, las mujeres están creando una economía política nueva, basada en formas cooperativas de reproducción social, estableciendo su «derecho a la ciudad» y sentando las bases para nuevas formas de resistencia y recuperación de tierras.29

La socialización de las actividades reproductivas, como comprar, cocinar y coser, ha sido igual de importante. La historia de estas actividades es larga. En Chile, después del golpe de Estado militar de 1973, las mujeres de los asentamientos proletarios, paralizadas por el miedo y sometidas a un programa de austeridad brutal, pusieron en común su trabajo y sus recursos. Empezaron a comprar y cocinar juntas en equipos de veinte o más mujeres en los barrios en los que vivían. El acto de juntarse y rechazar el aislamiento al que las estaba forzando el régimen de Pinochet transformó sus vidas cualitativamente, les dio autoestima y acabó con la parálisis inducida por la estrategia de terror del gobierno. También reactivó la circulación de información y conocimientos, que es esencial para resistir. Y transformó el concepto de lo que significa ser una buena madre y esposa, contribuyendo a que se redefiniera en salir fuera de casa y participar en las luchas sociales.30 El trabajo de reproducción social dejó de ser una actividad puramente doméstica e individual; el trabajo doméstico salió a las calles junto con las ollas31 grandes y adquirió una dimensión política.

Esta nueva dimensión no pasó desapercibida a las autoridades, que llegaron a considerar la organización de comedores populares una actividad subversiva y comunista. Para responder a esta amenaza y a su poder, la policía montó redadas para acabar con las ollas comunes en los barrios. Algunas mujeres que participaban en el comedor popular rememoran:

Sara: Con 300 personas participando, era difícil ocultar lo que pasaba. Llegaron y volcaron los puestos de comida, nos obligaron a parar de cocinar y se llevaron presas a todas las líderes […] Vinieron muchas veces, pero el comedor siguió en marcha […]

Olga: Vino la policía: «¿Qué tenemos aquí? ¿Un comedor comunal?

¿Y por qué lo hacen si saben que está prohibido?». «Porque tenemos hambre». «¡Paren de cocinar!». Dijeron que era algo político.

Los porotos estaban a medio cocer y tuvimos que tirarlos todos […]

La policía vino muchas veces, pero conseguimos mantener la cocina abierta, una semana en una casa, la siguiente en otra.32

Existe el consenso general de que esta clase de estrategias de supervivencia potenciaron los sentimientos de solidaridad e identidad y demostraron la capacidad de las mujeres para reproducir sus vidas sin tener que depender totalmente del mercado, contribuyendo a mantener con vida el movimiento popular que había puesto a Allende en el poder durante la etapa previa al golpe de Estado. Cuando llegó la década de 1980, el movimiento ya era lo bastante fuerte como para organizar una resistencia potente contra la dictadura.

Las formas de reproducción social colectivas también han proliferado en Perú, Argentina y Venezuela. Según el teórico social uruguayo Raúl Zibechi, en los años noventa, solo en Lima había ya 15.000 organizaciones populares que distribuían vasos de leche o desayunos entre los niños y organizaban comedores populares y juntas vecinales.33

En Argentina encontramos a las piqueteras, mujeres proletarias que, junto a sus hijos y muchos hombres jóvenes, asumieron un importante papel en respuesta a la catastrófica crisis económica de 2001, la cual paralizó el país durante meses. Cortaban carreteras, montaban campamentos e instalaban barricadas ?piquetes? que en ocasiones aguantaban más de una semana.

Parafraseando a Zibechi cuando escribe sobre las famosas Madres  de la Plaza de Mayo,34 podemos decir que las piqueteras «comprendieron la importancia de ocupar el espacio público». Reorganizaron sus actividades de reproducción social en la calle; allí cocinaban, limpiaban, cuidaban de los niños y mantenían relaciones sociales, y en ese proceso transmitieron una pasión y una valentía que fortalecieron y enriquecieron la lucha.35 El testimonio de la investigadora de ciencias sociales cubana Isabel Rauber es muy significativo:

Desde el primer momento, desde los primeros piquetes […] la presencia de las mujeres y de sus hijos? en los piquetes es fundamental. Determinadas a no volver a sus casas con los brazos vacíos y sin nada para «poner en la olla», las mujeres van a los piquetes a defender la vida con uñas y dientes. Decididas a lograr los objetivos

propuestos, se incorporan desde el inicio y garantizan protagónicamente la instalación y la vida diaria en los cortes, que frecuentemente duran más de una jornada. Si hay que armar las carpas para instalar campamentos, hacer guardias rotativas, contribuir con la preparación de los alimentos ?junto con los hombres, claro?, hacer las barricadas y quedarse en ellas para defender las posiciones tomadas, allí están las mujeres.36

Lo que subraya Rauber y yo diría que se puede aplicar a muchas de las luchas actuales de las mujeres en América Latina y en otros lugares?, es que, conforme el neoliberalismo despliega un ataque genocida sobre los medios de subsistencia de los pueblos, el rol de las mujeres en la lucha cobra una importancia superior.

Esta lucha debe nacer de las actividades que reproducen nuestra vida porque, en palabras de un hombre militante citadas por Rauber: «Todo empieza en la vida cotidiana y después se traduce en términos políticos. Y donde no hay cotidianidad, no hay organización, y donde no hay organización, no hay política».37

Este punto de vista se confirma en un artículo de Natalia Quiroga y Verónica Gago sobre el movimiento de las piqueteras; ellas afirman que la crisis económica de 2001 indujo a una «feminización de la comprensión de la economía y, con ella, un activo descercamiento de los recursos para la reproducción».38 Cuando la economía oficial colapsó y cerraron muchas empresas e incluso los bancos, lo que impidió a los ciudadanos retirar sus ahorros, surgió una economía diferente, «femenina». Se inspiraba en la lógica del trabajo doméstico, pero estaba organizada en colectivo y en espacios públicos de un modo que visibilizaba el carácter político y el valor social del trabajo reproductivo. Conforme las mujeres ocupaban las calles y llevaban sus ollas y sartenes a los piquetes y a las asambleas de barrio, conforme se organizaban las redes de intercambio y cooperativas de distinto tipo, fue emergiendo una economía de subsistencia que permitió sobrevivir a miles de personas y, al mismo tiempo, redefinió qué es el valor y dónde se produce, identificándolo cada vez más con la capacidad para gestionar colectivamente la reproducción de nuestra vida, cuyos ritmos y necesidades reconfiguran el espacio y el tiempo urbano.

Aunque, desde entonces, las piqueteras se han desmovilizado, sus lecciones no han caído en el olvido. Por el contrario, lo que fue una respuesta a una crisis inmediata se ha convertido en una realidad social extendida y ahora forma parte de un tejido social más duradero. Como ha documentado Marina Sitrin, años después de la rebelión de 2002, las asambleas de barrio y las formas de acción colectiva y cooperación nacidas en los piquetes siguen existiendo.39

En las villas de Buenos Aires podemos ver claramente cómo la resistencia al empobrecimiento y a la desposesión que dio vida a los piquetes puede tornar en la creación de un mundo nuevo.40 Allí hay mujeres que viven en una situación tal que cada momento de sus vidas se convierte en una cuestión de acción política, ya que a ellas nada les es debido y nada está garantizado; hay que obtener todo mediante la negociación o la lucha y hay que defender todo continuamente. El agua potable y la electricidad se tienen que contratar con el Estado, al igual que algunos de los materiales necesarios para pavimentar las calles y evitar que la lluvia las convierta en ríos de barro. Pero las mujeres que luchan para conseguir estos recursos no esperan, y de hecho no permiten, que el Estado les organice la vida. Cooperando entre ellas, decididas a no dejarse vencer y a escapar del empobrecimiento social y económico, están creando espacios nuevos que no pertenecen a nadie, en los que tomar colectivamente las decisiones que afectan a la reproducción de la vida cotidiana, incluyendo la provisión de servicios a todas aquellas personas que contribuyen. Zibechi describe la situación de Villa Retiro Bis, una de las 21 villas de Buenos Aires:

Hay vecinas que almuerzan en el comedor popular […] por la noche estudian en la primaria o en el bachillerato, atienden en el centro de salud y se socializan en la casa de mujeres […] Es cierto que son espacios precarios, que tienen algún vínculo con el mercado o el Estado, pero esos vínculos son mínimos, marginales. Lo central es que son emprendimientos que se sostienen por la ayuda mutua, la autogestión, la cooperación y el hermanamiento de la gente.41

Cuando yo visité esa misma villa en abril de 2015, las mujeres, que formaban parte de la Corriente Villera Independiente, estaban orgullosas de lo que habían conseguido. «Todo lo que estás viendo», me dijeron, «lo hemos construido con nuestras manos». Y lo que pude ver al caminar por las calles que ellas habían ayudado a pavimentar, al visitar los comedores populares en los que servían cientos de comidas cada día, trabajando por turnos, al acudir a una actuación del Teatro del Oprimido que ellas habían organizado,42 es que este espacio que recorrían era su espacio, no el territorio ajeno que solemos atravesar, en el que no tenemos  agencia ni medios de control. Cuando, antes de mi visita, la ciudad de Buenos Aires construyó un muro para evitar que la villa siguiera extendiéndose, las mujeres inmediatamente lo derrumbaron en parte porque, como ellas dijeron: «Queremos poder movernos libremente y nos negamos a estar encerradas».

Mientras que la crisis de la agricultura de subsistencia generada por la política neoliberal a menudo ha tenido como resultado la formación de campamentos parcialmente autogestionados, como los que encontramos en las villas, en Bolivia el fenómeno más común ha sido la proliferación de un sinnúmero de puestos callejeros que han ocupado áreas urbanas y las han transformado en «ciudades mercado», principalmente a través del «trabajo incesante de miles y miles de mujeres».43 Haciendo frente al desplazamiento de los territorios rurales y al empobrecimiento de sus comunidades, muchas mujeres proletarias han sacado de sus casas el trabajo reproductivo y «los puestos de los mercados se han ido transformando […] en su espacio cotidiano de vida», donde «cocinan, cuidan a sus hijos, planchan, ven televisión, se visitan entre sí… todo en medio del bullicio de la compraventa».44

Como indica María Galindo, de la organización anarcofeminista boliviana Mujeres Creando, la lucha por la supervivencia de las mujeres bolivianas ha quebrado el universo del hogar y la vida doméstica, ha acabado con el aislamiento que caracteriza al trabajo doméstico para convertir la figura de la mujer encerrada en casa en una imagen del pasado. Ha surgido una cultura de resistencia en respuesta a la precarización del trabajo y la crisis del salario masculino. Las mujeres se han apropiado de las calles y han convertido «las ciudades en espacios domésticos de abaratamiento del costo de vida de toda la población»45 donde pasan la mayor parte del tiempo vendiendo mercancías (alimentos, productos de contrabando, música pirateada, etc.), organizándose con otras mujeres y enfrentándose a la policía en un proceso en el que están «reinventando sus maneras de relacionarse con la sociedad».46

Mujeres Creando ha contribuido en esta nueva apropiación femenina del espacio público con la apertura de un centro social, La Virgen de los Deseos, que María Galindo describe como «una máquina reproductiva» por las múltiples actividades que se desarrollan allí. Este ofrece servicios pensados especialmente para las mujeres de la calle, como una guardería, la venta de comida, una emisora de radio a través de la cuál las mujeres difunden noticias sobre sus luchas o denuncian los abusos que sufren, y la publicación de materiales de formación en política.

Podría parecer que la venta callejera de productos no es una actividad radical, pero cualquier persona que esté familiarizada con las intrincadas relaciones sociales que hay que crear, particularmente en nuestra época, para poder ocupar el espacio público en formas ajenas a las autorizadas por el Estado, sabe que esta impresión es errónea. Las mujeres que constituyen la mayoría de los vendedores ambulantes tienen que realizar una serie considerable de negociaciones y transacciones políticas para crear las condiciones que les permiten pasar la mayor parte del día en la calle, garantizar la seguridad de su mercancía ?especialmente de los ataques de la policía? y trabajar juntas en paz, coordinando el uso compartido del espacio y el tiempo, así como las actividades de limpieza, y acordando los precios. Una vez culminado, este esfuerzo genera un contrapoder que las autoridades no pueden ignorar. Por esa razón, los gobiernos organizan campañas de «limpieza» en todos los rincones del planeta, recurriendo al argumento de la mejora de las condiciones sanitarias y el embellecimiento urbano para acabar con aquellas presencias que desafían sus planificaciones urbanas y que por su forma de ocupar el espacio público y su propia visibilidad suponen una amenaza a la autoridad gubernamental.

Un ejemplo de los riesgos a los que se exponen los ambulantes es la criminalización de la Unión Popular de Vendedores y Ambulantes 28 de Octubre,47 una organización establecida en la ciudad mexicana de Puebla y que fue declarada enemigo público por el entonces presidente Enrique Peña Nieto. La mayoría de los hombres en posiciones de liderazgo están en la cárcel o amenazados de muerte, en un país con una triste fama por su alta cifra de asesinatos políticos, por lo que son las mujeres de 28 de Octubre las que llevan a cabo el trabajo político en la actualidad.

Actúan como madres, esposas y vendedoras ambulantes, cuidan de los presos y de sus hijos mientras trabajan durante horas y horas, y a todo ello suman el trabajo de organización política. Un escenario propicio para una vida de preocupaciones constantes, sin tiempo para el descanso o esparcimiento alguno. Sin embargo, como suele ocurrir en las organizaciones de mujeres, sus palabras traslucen el orgullo por lo que están consiguiendo y por el crecimiento personal y colectivo que están experimentando en su forma de entender el mundo, su capacidad para resistir ante la intimidación y su respeto por sí mismas y por otras mujeres.

En las palabras de estas mujeres se ve la posibilidad de un mundo diferente, en el que el compromiso con la justicia social y la cooperación confluyen en una nueva concepción de la política que es la antítesis de la comúnmente aceptada. Una muestra de esta diferencia son las prácticas organizativas adoptadas por las mujeres de 28 de octubre, que se inspiran en el principio de horizontalidad y en una insistencia en la toma colectiva de decisiones, que a menudo se lleva a cabo en asambleas en las que puede participar todo el mundo.

¿Serán capaces, estos nuevos movimientos de mujeres, de resistir el ataque de la expansión de las relaciones capitalistas? ¿Tendrán poder para responder a los intentos de recolonización de sus tierras y comunidades? Estas preguntas no tienen una respuesta evidente. Lo que está claro, sin embargo, es que en momentos de crisis aguda, cuando los mecanismos de la economía capitalista colapsan, las mujeres dan un paso adelante y, mediante el esfuerzo colectivo, garantizan las formas básicas de reproducción social y derrumban los muros de miedo que encerraban a sus comunidades. Cuando una crisis política y económica se «normaliza», muchas veces la economía alternativa creada por las mujeres se va desmantelando poco a poco, pero siempre deja tras de sí nuevas formas de organización comunal y un horizonte de posibilidades más amplio.

En definitiva, como ha señalado a menudo Raúl Zibechi, en las villas de Argentina, México o Perú, igual que ocurre en las comunidades campesinas / indígenas y afrodescendientes de América Latina, se está gestando un nuevo mundo y una nueva política.

Se trata de un mundo que otorga una nueva vitalidad al tan maltratado concepto de lo común, al tiempo que lo resignifica: no es solo una riqueza a compartir, es un compromiso con el principio de que esta vida que tenemos tiene que ser una vida digna de ser vivida. En su centro, como ha escrito Raquel Gutiérrez, está la reproducción y cuidado de la vida material y la reapropiación de la riqueza producida de forma colectiva, organizada de una forma que es subversiva porque se basa en la posibilidad de «articular la creatividad y la actividad humana para fines autónomos».48

Promotora de un grupo de estudio, investigación y escritura integrado por académicas / activistas de la Universidad Autónoma de Puebla, México, actualmente Gutiérrez es una de las principales promotoras en América Latina de la articulación de las experiencias que he descrito, en toda su capacidad de recuperar las prácticas, conocimientos, valores y visiones sedimentadas por generaciones de comunidades indígenas y su continua producción de nuevos significados y formas de existencia. Su trabajo, al igual que el del grupo de mujeres con las que ha colaborado

Mina Lorena Navarro, Gladys Tzul Tzul, Lucía Linsalata, es parte importante de la lucha, como ejemplo de «común del conocimiento», pues trabajan en el contexto académico; pero de una forma contraria a los principios impuestos por la academia a la producción de conocimiento, debido a su empeño en dar voz a esa poderosa pero casi invisible madeja de afectos y emociones que forman la substancia y el suelo en el que se producen las relaciones comunitarias. Esta clase de trabajo es ahora más indispensable que nunca, en tanto visibiliza cuán arraigadas son las relaciones que generan común en nuestra vida afectiva, cuán esenciales son para nuestra supervivencia y la valorización de nuestra vida, al tiempo que nos da fuerza y coraje ante el ataque más violento y brutal que ha lanzado el capitalismo sobre todas las formas de solidaridad social desde el apogeo de la colonización. Estos trabajos demuestran que el hacer común es un aspecto indispensable de nuestras vidas, uno que no puede destruir la violencia y que siempre vuelve a aparecer en nuestra existencia como una necesidad.

Fuente e imagen tomadas de: https://rebelion.org/reencantar-el-mundo-el-feminismo-y-la-politica-de-los-comunes/

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Raquel Yotti: “Hay que llamar a una ciencia feminista”

Por: Núria Jar/SINC

Las científicas del coronavirus, episodio 1: ‘Gestión de una crisis’

Las mujeres han trabajado en primera línea de la pandemia; no obstante, han estado infrarrepresentadas en la toma de decisiones. Una excepción es Raquel Yotti, directora del Instituto de Salud Carlos III y experta del comité de coronavirus del Gobierno español. En el primer episodio de esta audioserie, cuenta cómo ha vivido estos meses intensos en los que ella misma ha pasado la covid-19; y reflexiona sobre la necesidad de trabajar por una igualdad de oportunidades “que nos enriquezca a todos”.

Los profesionales de la salud han trabajado sin descanso para atender a las personas enfermas de la covid-19. Tres de cada cuatro profesionales sanitarios son mujeres, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El mismo organismo advierte del alto riesgo de infección, la fatiga, el estrés y la violencia y estigma al que se enfrenta este colectivo, sobre todo ellas.

Solo en España y durante la primera ola, el 76 % de los sanitarios contagiados por COVID-19 fueron mujeres, según recogía un informe del Instituto de Salud Carlos III publicado en mayo.

A pesar de que las sanitarias han vivido la pandemia en primera línea, las mujeres han estado infrarrepresentadas en las posiciones de liderazgo y toma de decisiones, tal y como pone de manifiesto un informe sobre el impacto de género en la pandemia del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal). Raquel Yotti (Madrid, 1973) es una excepción.

Esta cardióloga ha trabajado casi veinte años de su vida en el Hospital General Universitario Gregorio Marañón, pero ahora le ha tocado enfrentarse a esta crisis sanitaria mundial desde «otra trinchera», como cuenta ella misma. En agosto de 2018, Yotti fue nombrada directora del Instituto de Salud Carlos III y se convirtió en la segunda mujer que ocupa el cargo de responsable del principal organismo público de investigación de biomedicina y salud en España, que depende del Ministerio de Ciencia e Innovación.

“Se nos juntaba el día con la noche todos los días de la semana. No recuerdo en qué momento existió por primera vez un lunes o un domingo, todos los días eran iguales”

“Se nos juntaba el día con la noche, todos los días de la semana —rememora sobre el inicio de la pandemia—. No recuerdo en qué momento existió por primera vez un lunes o un domingo, todos los días eran exactamente iguales”. En la gestión de esta crisis, ella también ha sido una de las expertas del comité de gestión técnica del coronavirus del gobierno español.

En estos meses ha liderado el estudio nacional de seroprevalencia ENE-COVID, cuyos resultados se publicaron en la revista The Lancet; ha fomentado la investigación a través del Fondo COVID-19, dotado con 24 millones de euros; y ha coordinado la respuesta diagnóstica del Sistema Nacional de Salud (SNS) mediante test de PCR, a través del Centro Nacional de Microbiología. No obstante, asegura que siempre ha tenido presentes a sus compañeros de hospital. “El impulso de ponerte la bata y el fonendo y ofrecerte para atender a pacientes yo creo que para cualquier clínico es inevitable”, confiesa.

La covid-19 en primera persona

El primer episodio de la audioserie Las científicas del coronavirus, retratos sonoros de una pandemia está protagonizado por Raquel Yotti. En él habla de cómo ha vivido desde dentro la gestión de la crisis sanitaria en España. Esta entrevista es la única de la audioserie que no se grabó presencialmente, sino por teleconferencia. El día anterior a nuestra cita Raquel ya no pudo asistir al homenaje que brindó el Instituto de Salud Carlos III a su primer director, Rafael Nájera, ya que se encontraba aislada al ser positivo por coronavirus.

Al enfrentarse a la comunicación pública durante la pandemia dice haberle ayudado “pensar que quien estaba al otro lado de esa cámara era uno de mis pacientes o una persona normal que tenía inquietud y quería entender lo que estaba pasando”

“Me siento con mucha empatía con muchas de las personas que han tenido que pasar la enfermedad y que han estado en casa y que a lo mejor hasta han tenido algún momento de preocupación, porque el curso clínico de esta enfermedad es bastante curioso. Parece que uno mejora y luego empeora”, me cuenta desde casa, aislada, a través de la pantalla de su iPad.

En la conversación, Raquel explica que haber vivido la enfermedad en carne propia y el aislamiento de dos semanas le han dado mucho que pensar. “Hay que hacerse consciente del privilegio que supone poder pasar la enfermedad en casa y además tener una red de apoyo. Yo he sido una afortunada tanto desde el punto de vista clínico [no requirió de hospitalización] como de los recursos alrededor”, se sincera con el pudor de quien no es dada a hablar de su vida privada.

Su experiencia clínica con pacientes ha esculpido su capacidad comunicativa, esencial en esta pandemia; por ejemplo, a la hora de comparer serena en Moncloa para dar los resultados de las diferentes rondas del estudio ENE-COVID: “Pensar que quien tenía al otro lado de esa cámara era uno de mis pacientes o una persona normal que tenía inquietud y quería entender lo que estaba pasando” dice haberle ayudado a enfrentarse a una situación que vivió como “excepcional”.

El secretario general del Ministerio de Sanidad, Faustino Blanco, la directora del Centro Nacional de Epidemiología, Marina Pollán y la directora del Instituto de Salud Carlos III, Raquel Yotti, durante una rueda de prensa celebrada el 6 de julio en el Palacio de la Moncloa para dar a conocer las conclusiones del Estudio nacional de seroepidemiología de la infección por SARS-Cov-2 en España. EFE/ Fernando Alvarado

Preocupación por la brecha de género

Días después de la declaración del primer estado de alarma en España, el gobierno aprobó un Real Decreto-ley de medidas urgentes para facilitar la investigación en coronavirus. Desde estudios biológicos del patógeno al desarrollo de pruebas diagnósticas y ensayos clínicos para probar nuevos fármacos. El objetivo era desentrañar las incógnitas de una enfermedad nueva, desconocida por todos, con un presupuesto de 24 millones de euros.

Yotti reclama “una ciencia que no esté hecha por y para unos pocos, sino en la que tengan cabida todas las personas que puedan contribuir, independientemente del género y de otros factores de desigualdad”.

En pocos días, esta convocatoria extraordinaria recibió más de 1.500 propuestas, la mayoría presentadas por hombres. “La pandemia por coronavirus ha acentuado la brecha de género”, admite Yotti, que recurre a los resultados del cuestionario sobre el impacto del confinamiento en investigadores del Ministerio de Ciencia e Innovación para dimensionar el problema. “Esto puede impactar en los currículos de las investigadoras y especialmente de las madres investigadoras, y es algo que realmente no nos deberíamos permitir”, subraya con preocupación.

De cara al futuro, Raquel considera que la ciencia será feminista o no será. Este es su deseo de cara a los próximos años: “Una ciencia que no esté hecha por y para unos pocos, sino en la que tengan cabida todas las personas que puedan contribuir, independientemente del género y otros factores de desigualdad. Actualmente no estamos en esa situación, por eso hay que llamar a una ciencia feminista. Porque el feminismo lo que persigue es alcanzar esta meta de igualdad de oportunidades en la que nos enriquezcamos todos”.

Fuente:

SINC
Fuente e Imagen: https://www.agenciasinc.es/Entrevistas/Raquel-Yotti-Hay-que-llamar-a-una-ciencia-feminista
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Etiopía: la preocupación de la ONU aumenta por la escasez y el bienestar infantil en la actual crisis de Tigray

África/Etiopía/11-12-2020/Autor(a) y Fuente: news.un.org

La grave escasez de alimentos, agua, combustible y dinero en efectivo en la región de Tigray en el norte de Etiopía está afectando gravemente a las personas allí, incluidos los trabajadores humanitarios, informó Naciones Unidas el martes, citando a su oficina de asuntos humanitarios, OCHA .  

Los combates entre el ejército nacional y las fuerzas regionales comenzaron hace un mes y, desde entonces, muchas personas viven sin electricidad, agua corriente, bancos o comunicaciones. 

“La OCHA ha expresado su preocupación por la falta de suministros médicos esenciales, lo que está obstaculizando la capacidad de los trabajadores de la salud para apoyar a la población e interrumpir los servicios críticos, incluso para las mujeres que están embarazadas o dando a luz”, dijo el portavoz de la ONU Stephane Dujarric, hablando en Nueva York . 

Los temores por la protección infantil aumentan 

Mientras tanto, dos altos funcionarios de la ONU han expresado su profunda preocupación por la situación de los niños atrapados en la crisis actual. 

Virginia Gamba, Representante Especial del Secretario General para los Niños y los Conflictos Armados, y el Dr. Najat Maalla Mjid, Representante Especial del Jefe de la ONU sobre Violencia contra los Niños, emitieron un comunicado conjunto el martes.  

Instaron a todas las partes a «hacer todo lo posible para proteger mejor a los niños y a todos los civiles, defender los derechos humanos y garantizar el acceso humanitario para la prestación de la asistencia que tanto necesitan». 

Los enfrentamientos en Tigray han obligado a miles de personas a buscar seguridad en el vecino Sudán. Los expertos señalaron que alrededor del 45 por ciento de los que cruzan las fronteras son niños, según estimaciones de la agencia de la ONU para los refugiados, ACNUR . 

La protección y la provisión de apoyo de emergencia a estos niños debe ser una prioridad para todos los que responden a la crisis, dijeron, al tiempo que celebraron un acuerdo entre la ONU y las autoridades etíopes sobre el acceso humanitario. 

‘Acceso inmediato y sin obstáculos’ 

“Hago un llamado a todas las partes involucradas para que otorguen a todos los niños acceso inmediato y sin obstáculos a la asistencia humanitaria”, dijo la Sra. Gamba. 

La declaración también pidió que las partes garanticen que los niños afectados por el conflicto estén protegidos de todas las formas de violencia y abuso, incluida la violencia sexual y de género, la trata y el reclutamiento. 

Los niños detenidos por razones de seguridad nacional también deben ser tratados principalmente como víctimas y de acuerdo con las normas de menores. 

“Hago un llamamiento a todas las partes para que brinden a los niños todo el apoyo necesario, incluida la identificación de los niños no acompañados y separados, la búsqueda y reunificación familiar, los arreglos de cuidado alternativo basados ​​en la familia cuando sea necesario, así como el acceso a la educación y los servicios de salud, incluidos los salud y apoyo psicosocial ”, dijo la Sra. M’jid.   

 “Los niños deben tener la oportunidad de vivir la infancia pacífica que se merecen”, agregó.

Fuente e Imagen: https://news.un.org/en/story/2020/12/1079562

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España: La juventud de Valdés ya tiene donde estudiar

Europa/España/11-12-2020/Autor(a) y Fuente: www.elcomercio.es

La Casa de la Juventud Margarita Salas cuenta también con una zona de ocio y se ubica en el Palacio de Gamoneda. Se invirtieron 15.000 euros.

La científica valdesana Margarita Salas se ha ganado otro rincón en su concejo natal. A escasos metros de su estatua, inaugurada en la clausura de la Semana de la Ciencia, se inauguró ayer la Casa de la Infancia y Juventud, que lleva su nombre. Tal y como recordó el regidor valdesano, Óscar Pérez, «es el primer nombre de mujer que tenemos en una instalación municipal». «Supone un paso adelante en materia de igualdad y de visibilización de la mujer», dijo, tras mostrar su satisfacción por poder inaugurar un equipamiento que permitirá «a los más jóvenes desempeñar actividades de ocio y formativos y que opositores y universitarios, que llevan muchos años mostrando interés por disponer de un espacio de estudio, puedan desempeñar esta actividad».

Este nuevo equipamiento, ubicado en el Palacio de Gamoneda, en el centro de la villa, contó con una inversión municipal de 15.000 euros que permitieron acondicionar el espacio para dotarlo de una zona de estudio y otra de ocio. Esta última se encuentra en la primera planta y servirá de punto de encuentro para los más jóvenes, además de contar con un futbolín o una mesa de billar como atractivos. En la otra zona, el área de estudio, situada en la zona bajo cubierta, reúne las condiciones de una sala de estudios y está dotada de conexión a internet libre para que los estudiantes puedan preparar sus pruebas. Los horarios harán compatibles ambos usos, al mismo tiempo que dan respuesta a una demanda de los más jóvenes del concejo.

«Un valor añadido»

La edil de Infancia y Juventud, Clara García, recordó que se trata de un espacio «público, abierto a todos los niños y jóvenes del concejo cuyo principal objetivo es generar actividades de participación social para conseguir que nuestros jóvenes sean ciudadanos activos y críticos», afirmó. Las actividades, cuya programación está condicionada por la actual situación sanitaria, trabajarán aspectos como la lucha contra la violencia, la igualdad de género, el respeto por el medio ambiente, la solidaridad entre los pueblos, la participación democrática y la integración de jóvenes socialmente desfavorecidos, entre otras cuestiones.

Al acto de inauguración acudió la directora general de Juventud, Clara Sierra, que tras conocer el espacio destacó la importancia de estas iniciativas que «promueven el ocio saludable y fomenta la participación de los jóvenes, que tienen mucho que aportar». Además, Sierra destacó que estos espacios «dan un valor añadido a las zonas rurales», que ganan atractivo para los más jóvenes y ayudan a fijar población.

Tras más de año y medio de reformas y, a pesar de su inauguración, la apertura al público de este equipamiento, recordó la edil valdesana, aún no tiene fecha. Todo dependerá de las restricciones derivadas de la pandemia.

Fuente e Imagen: https://www.elcomercio.es/asturias/occidente/juventud-valdes-estudiar-20201207010255-ntvo.html

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¿Todavía es necesario tener una habitación propia?

Texto de: Karina Canseco/Diana Rojas

Margo Glantz impartió en el Festival Internacional de Literatura de León la conferencia magistral “¿Necesitamos aún las mujeres una habitación propia?: Virginia Woolf”

La escritora mexicana Margo Glantz Shapiro nació en 1930 y creció rodeada de libros, hija de inmigrantes judío-ucranianos desarrolló desde muy joven el gusto y apego por las letras. Tiene en su haber un número importante de premios literarios y distinciones académicas —es profesora emérita por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y doctora Honoris Causa por la misma casa de estudios—.  A sus 90 años continúa con su labor creativa y de investigación.

Participó en la primera edición del Festival Internacional de Literatura de León, Guanajuato, realizado de manera virtual por la pandemia de COVID-19, con la conferencia magistral ¿Necesitamos aún las mujeres una habitación propia?: Virginia Woolf.

En el conversatorio, analizó la obra de Woolf (Londres 1882), particularmente el ensayo Una habitación propia escrito en 1929, en el que la autora británica plantea la premisa de que una mujer debe tener dinero y una habitación propia si quiere dedicarse a escribir ficción.

“Yo quisiera hablar de Virginia Woolf porque creo que con los últimos acontecimientos, en relación con lo femenino y con el feminismo, es muy importante volver a trabajar a una de las figuras señeras del feminismo en la literatura”, observó Glantz Shapiro.

La mujer en la narrativa

La académica universitaria explicó que Una habitación propia es un ensayo con mucha ficción, en donde Woolf hace una reflexión tanto histórica como literaria y política sobre los problemas que les impidieron a las mujeres escribir como siempre escribieron los hombres. Sin embargo, indicó que fue concebido desde el punto de vista particular de una aristócrata, en una época en que la mayoría de las mujeres escribían poco, no tenían acceso libre a la universidad y era difícil que se ganaran la vida.

“El ensayo ha sido uno de los referentes más constantes del feminismo y muchas de las cosas que dijo Woolf son importantes y siguen vigentes”. Sin embargo, “pienso que se ha leído mal, que no se trabaja profundamente el texto, que basta con decir Una habitación propia para ser feminista, que se utiliza como  eslogan y que no se analiza todo lo que significa lo que ella escribió”, advirtió.

Glantz Shapiro dijo que, “muchos de los problemas que Woolf plantea en su ensayo siguen sin resolverse no sólo en la escritura, sino en todos los ámbitos de la realidad”.

Enlistó como temas pendientes en México y en el mundo a la violencia de género, el derecho al aborto, el rechazo a la transexualidad y a la unión entre personas del mismo sexo, la androginia o el ser binario —no identificarse con ninguno de los géneros e integrarse dentro de uno tercero— y la decisión sobre la procreación.

“Estamos a casi 100 años de Una habitación propia, a 70 de El segundo sexo (Simone de Beauvoir, 1949), y a muy pocos años de las enseñanzas de Judith Butler y de Rita Segato y todavía tenemos que seguir peleando por miles de cosas muy importantes para las mujeres”, acotó.

La ira contamina el discurso y la escritura

La ira ofusca y confunde, “hoy la excesiva corrección política colinda con la intolerancia y a veces con la injusticia, por ejemplo algunas acciones promovidas por el movimiento conocido como #Me Too”, sin menoscabar su importancia”, dijo Margo Glantz.

“Parecería que por desgracia las mujeres deben seguir siendo feministas aunque muchas hayan tenido un cuarto propio y el equivalente actual a las quinientas libras esterlinas que solicitaba Virginia Woolf”, señaló.

“Me asusta todo tipo de fanatismo, no es valioso y produce fascismo, me da miedo que algunas mujeres caigan en cosas muy negativas por una intolerancia total. Entiendo la cólera femenina por la desigualdad en los derechos, entiendo a veces los destrozos, las palabras groseras y las pintas, no lo justifico, pero las entiendo. Mi generación ha sido pionera en cosas que las mujeres de ahora no toman en cuenta porque creen que descubren el Mediterráneo. Por desgracia, las mujeres seguimos siendo feministas porque no basta con tener una habitación propia y dinero en la bolsa”, alertó la autora de Apariciones.

Finalmente, aseguró que “leer a Virginia Woolf ahora es una cosa muy importante, útil, amena, deliciosa y muy profunda”.

Fuente e imagen:  https://desinformemonos.org/todavia-es-necesario-tener-una-habitacion-propia/

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Documento: Mujeres y niñas representan el 71% de esclavos modernos en el mundo

Las mujeres y las niñas representan el 71% de todas las víctimas de la esclavitud moderna a nivel mundial, lo que equivale a cerca de 29 millones de personas, alertó este miércoles la organización Walk Free, de la Fundación Minderoo.

Según explicó la organización internacional independiente de derechos humanos, esta tendencia sobre que las mujeres sean víctimas de la esclavitud moderna “se vuelve aún más evidente cuando se examinan las diferentes formas en las que se manifiesta”.

Lo anterior, con base en que están sobrerrepresentadas en tres de los cuatro tipos de esclavitud moderna evaluados por las Estimaciones Globales de la Esclavitud Moderna.

Así las cosas, se evidenció que mujeres y niñas representan el 58% de todas las víctimas de trabajo forzoso, el 84% de todas las participantes de matrimonio forzado y “un alarmante 99% de todas las afectadas por explotación sexual forzada”.

“De hecho, las mujeres y las niñas corren un riesgo abrumador de explotación sexual independientemente de la forma de esclavitud moderna a la que estén sometidas”, advirtió el documento.

Las cifras mencionadas muestran patrones de empleo y migración muy marcados por el género y “señalan la relevancia de patrones más amplios de abusos de derechos humanos que afectan de manera desproporcionada a mujeres y niñas”, de acuerdo con Walk Free.

Adicionalmente, el documento alerta que el riesgo de esclavitud moderna existe para mujeres y niñas sin importar el lugar del mundo donde vivan, pues “el género tiene un impacto significativo en la vulnerabilidad”.

Estimaciones mundiales de la esclavitud moderna dicen que el 73% de las víctimas en Asia y el Pacífico son mujeres y niñas; igual ocurre con el 71% en África; el 67% en Europa y Asia central, y el 63% en las Américas.

“Incluso en los Estados árabes, donde las estimaciones se ven obstaculizadas significativamente por la incapacidad de realizar un estudio adecuado de las formas de esclavitud moderna que afectan predominantemente a mujeres y niñas, casi el 40% de todas las personas que viven en la esclavitud moderna son mujeres”, explica.

 

Estos Estados tienen alrededor de 2,1 millones de trabajadores domésticos migrantes, un grupo altamente vulnerable a la esclavitud moderna, en tanto que la mayoría son mujeres que trabajan bajo el sistema restrictivo de kafala.

 

Y según datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito en 2018, las mujeres representaban el 53% de las víctimas de la trata en el Medio Oriente.

Esclavitud y derechos de mujeres en Colombia

El informe alertó que entre comunidades rurales e indígenas de Colombia, las niñas vulnerables son traficadas a las ciudades para el trabajo doméstico.

Esto lo hacen “engañando a las familias que viven en la pobreza con falsas promesas de ayudar a sus niñas a acceder a una mejor educación”.

Adicionalmente, Valerie Dourdin, directora de Emergencias de Save the Children Colombia, alerta: “En el país, una adolescente que queda embarazada tiene un 50% de posibilidades de no terminar nunca la escuela”.

Dijo además que este riesgo aumenta al 100% si tiene un segundo hijo antes de los 18 años.

“Sin educación y con perspectivas de empleo limitadas, a menudo lo único que se encuentra entre una madre joven y la pobreza es una pareja o matrimonio abusivo, o un trabajo precario”, agregó.

Fuente: https://www.dinero.com/internacional/articulo/esclavitud-moderna-mujeres-y-ninas-representan-son-las-mayores-victimas/308641

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