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Abuso sexual, ¿Quién tiene la culpa?

Por: Tahira Vargas García

En ningún momento los hombres sancionan socialmente la agresión sexual ni demuestran la necesidad del autocontrol y respeto hacia la población femenina independientemente de su edad, condición o vestimenta.

Recientemente nuestra sociedad se ha consternado grandemente por el caso de la niña de 9 años que fue violada y asesinada por un señor que era su vecino.

La violencia sexual es invisible y legitimada. Solo aparece en casos de escándalos públicos o crímenes acompañados de abuso. No se denuncia, no se registra por su normalización histórica y social.

En el estudio de masculinidades y violencia de género que realizamos para Profamilia en el 2019 se muestra la ausencia de responsabilidad y permisividad del abuso sexual en los hombres entrevistados. Estos reconocen que han sido agresores sexuales o que han tenido deseos de violar niñas, mujeres o adolescentes porque “los provocan” o porque están “solas”. En ningún momento los hombres sancionan socialmente la agresión sexual ni demuestran la necesidad del autocontrol y respeto hacia la población femenina independientemente de su edad, condición o vestimenta.

La permanencia del abuso sexual en nuestra sociedad está vinculada a la culpabilización de la mujer, niña, adolescente que es víctima o a la madre de la víctima, como es el caso de la niña que fue abusada. Gran parte de las mujeres, niñas y adolescentes que han sido victimas de abuso sexual lo han vivido al interior de la familia siendo sus agresores padres, hermanos, tíos, abuelos, padrastros o cercanos a la familia, vecinos y compadres. En otros casos aparecen figuras religiosas cercanas a la familia, sacerdotes, diáconos y pastores religiosos que han cometido el abuso o figuras de poder como dirigentes políticos, legisladores, síndicos. Los hombres agresores sexuales no son culpabilizados socialmente. Esos casos pasan por el velo de la invisibilidad y la permisividad y las victimas sufrieron y continúan sufriendo las secuelas de esas historias de abuso e incesto en sus vidas.

EL manejo de la información sobre el caso de la niña abusada y asesinada en las redes sociales y la opinión pública está afectado por los elementos señalados. El imaginario machista en el que los hombres se socializan donde la mujer se convierte en objeto sexual y el hombre tiene permiso de tocar y agredirla si ella lo provoca o está “sola” le da sostén a la impunidad histórica y continua del abuso sexual y su normalización.

Erradicar los abusos sexuales es una tarea de toda la sociedad, tenemos que generar cambios en la población masculina y sus conductas agresoras y de visión de la población femenina como objeto sexual. Ningún hombre o adolescente tiene permiso para agredir sexualmente a ninguna niña, adolescente o mujer independientemente de que esté sola o acompañada, vestida o desnuda. Enseñar el respeto al cuerpo de las mujeres, niñas y adolescentes debe ser el objetivo de toda campaña educativa en términos mediáticos y en todos los espacios.

Este articulo fue publicado originalmente en el periódico HOY

Fuente e Imagen: https://acento.com.do/opinion/abuso-sexual-quien-tiene-la-culpa-8853179.html

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Qué apariencia tendría una ciudad feminista

Reseñas/Asia/India/elpais.com

Las figuras de los semáforos son solo el comienzo. Bombay ha cambiado las tradicionales siluetas masculinas de cientos de ellos por otras de mujeres. Y crecen estas iniciativas en otras ciudades, un pequeño paso en el camino hacia urbes más igualitarias

En India, los hombrecillos de los semáforos han experimentado un cambio de sexo. De repente, buena parte de las figuras que saludan a los habitantes de Bombay desde los pasos de cebra de las calles llevan falda. La metrópoli es la primera ciudad india que ha sustituido las siluetas masculinas por otras femeninas en, de momento, 240 de estos sistemas de señalización.

Se trata de un pequeño paso para fomentar la igualdad entre sexos, un gesto que indica que el espacio pertenece a todos, incluidas las niñas y las mujeres, que a menudo tienen la sensación de ser un objeto, una presa fácil en la jungla urbana.

Elsa Marie D’Silva también creció con las miradas, las manos ávidas y la inseguridad que forman parte de la cotidianeidad de las mujeres en este país [considerado el país más peligroso del mundo por la violencia de género en repetidas ocasiones]. «Cuando eres una chica joven o una mujer, te miran insistentemente. En los espacios o en los autobuses llenos tienes miedo de que los hombres te toquen, y cuando caminas por la calle, hacen comentarios sobre ti todo el tiempo», denuncia la fundadora de la Fundación Red Dot que lucha contra la violencia sexual.

D´Silva, de 46 años considera que la campaña de las figuras en los semáforos es una buena señal: «Representa un avance importante, porque no se habla lo suficiente de nosotras. No vemos suficientes símbolos de mujeres que inspiren valor».

En las ciudades de India, las mujeres desempeñan un papel secundario. Por ejemplo, hay pocas calles, edificios o monumentos que lleven el nombre de alguna destacada. «Las figuras de los semáforos», afirma, «representan a los habitantes de la ciudad de manera igualitaria y pueden lograr que aumente la sensibilidad, pero no bastan para que las mujeres se sientan a gusto y seguras en los espacios públicos».

Hecha por y para hombres

La seguridad que se siente en una ciudad o en un barrio suele estar estrechamente relacionada con aspectos básicos como la estructura urbana o el sistema de transporte. Sin embargo, en opinión de Leslie Kern, autora de Feminist City (ciudad feminista), las ciudades de todo el mundo han sido hechas exclusivamente por y para hombres. «Las experiencias de las mujeres en la vida urbana y sus necesidades específicas siempre se han contemplado a posteriori. La razón es que la mayoría de los urbanistas y los políticos eran y siguen siendo hombres, y no tienen las mismas experiencias que las mujeres», reflexiona Kern, profesora e investigadora de Geografía, Medio Ambiente y Estudios sobre la Mujer y de Género de la universidad canadiense Mount Allison.

Muchos hombres no pueden imaginar lo que se siente al ser acosada en cualquier momento, tener que apretujarse en el autobús estando embarazada, o coordinar el cuidado de los hijos, con las compras y el trabajo. La división de la ciudad en zonas residenciales, comerciales, de oficinas o industriales pasa por alto el día a día de las mujeres, que por lo general estan obligadas a compaginar su profesión con otras tareas, como el cuidado de los hijos, y con frecuencia deben recorrer grandes distancias entre su casa, el jardín de infancia, el parque, el colegio, los proveedores de servicios (como el médico) y su lugar de trabajo…

Además, ellas dependen más del transporte público que los hombres. Sin embargo, rara vez este medio las lleva directamente de un lugar a otro, lo cual no solo supone tiempo, sino que también afecta a la seguridad de las viajeras. Las ciudades suelen invertir más en construir vías céntricas que en calles peatonales y sistemas de transporte público.

Si bien algunas infraestructuras, como los pasos subterráneos, pueden facilitar el flujo del tráfico, para las mujeres estos túneles ocultos son desagradables, y en caso de agresión sexual se convierten en una ratonera. Además, sin ascensores o escaleras mecánicas, son una barrera para las madres con cochecitos de niño.

Cuenta Kern que, cuando vivía en Londres y se quedó embarazada de su hija, de la noche a la mañana todo se convirtió en una carrera de obstáculos. «De repente parecía que la ciudad me estuviese diciendo que yo no pertenecía a ella», recuerda. «Ya no cabía en el transporte público con el cochecito de bebé ni podía moverme fácilmente por la calle, y la gente me miraba como si no se me hubiese perdido nada en el espacio público».

La falta de ascensores y escaleras mecánicas, así como los escalones, las escaleras con giros demasiado bruscos, las puertas giratorias, las cuestas muy empinadas, las curvas cerradas, los aseos públicos demasiado pequeños, las plazas o las vías estrechas por las que circula un gran número de personas y en las que no queda sitio para los carritos de niño dificultan el tránsito de las madres por la ciudad.

La ciudad feminista

¿Cómo debería ser, entonces, una ciudad justa? «El urbanismo feminista sería aquel que reconociese y remunerase los cuidados no pagados, y en el que las necesidades de las mujeres se tomasen en consideración tanto en el diseño como en las decisiones presupuestarias», aclara Kern. Las ciudades que incorporan la perspectiva de género tienen en cuenta el efecto de cualquier proyecto sobre las circunstancias de la vida de las mujeres y de los hombres. Por igual. Esto incluye, por ejemplo, preguntar a las mujeres qué necesitan y qué quieren antes de ejecutar una obra.

Según Kern, habría que modificar y ampliar los sistemas de transporte público y crear más opciones de vivienda que incluyan alternativas a la familia nuclear tradicional. La co-vivienda, en la que varias familias monoparentales y nucleares viven en comunidad y comparten espacios colectivos turnándose en la cocina, el cuidado de los niños y otras tareas domésticas, ofrecen una posibilidad para aligerar la carga femenina.

De momento, la ciudad feminista es una utopía, pero muchos centros urbanos de todo el mundo están experimentando con pequeñas intervenciones, como baños para mujeres sin techo, equipos móviles contra la violencia de género o incluso esta de Bombay y otras, con figuras femeninas en los semáforos. «El paso hacia la ciudad feminista no vendrá sencillamente de arriba, de los urbanistas y los políticos», piensa Kern. A menudo son las mujeres, así como las organizaciones ciudadanas, las que impulsan estos cambios con sus iniciativas.

Lugares peligrosos

Según Elsa Marie D'Silva, en India también sería importante rediseñar el transporte público para que sea más seguro para las mujeres. En los trenes y los autobuses ya hay asientos y compartimentos especiales para ellas, pero la activista denuncia que
Según Elsa Marie D’Silva, en India también sería importante rediseñar el transporte público para que sea más seguro para las mujeres. En los trenes y los autobuses ya hay asientos y compartimentos especiales para ellas, pero la activista denuncia que «fuera de esos espacios segregados nadie garantiza tu seguridad». DEBAJYOTI CHAKRABORTY NUR PHOTO A TRAVÉS DE GETTY IMAGES

En el marco del proyecto Safer Cities for Girls (ciudades más seguras para las niñas), la ONG de ayuda a la infancia Plan Internacional hizo una encuesta a niñas y mujeres de grandes ciudades como Delhi, El Cairo, Hanoi, Kampala o Lima preguntándoles sobre sus experiencias con el acoso sexual, la discriminación y la violencia, y recogió ideas para hacer las ciudades más seguras.

En las llamadas marchas por la seguridad, las jóvenes recorrieron las calles de su barrio e hicieron fotografías de los lugares peligrosos y los puntos problemáticos, como la falta de alumbrado o los aseos públicos que no se pueden cerrar, y los señalaron en mapas digitales. La documentación digital tiene como fin contribuir a sensibilizar a la población, pero también exigir cambios concretos a la policía, el ayuntamiento o los gobiernos.

En los últimos meses, la organización ha pedido a las niñas y las mujeres de las grandes ciudades alemanas que compartan sus experiencias. En el mapa de Ciudades Seguras, las participantes han marcado, por ejemplo, carriles para ciclistas o paradas no iluminados, o puntos de encuentro de «grupos de hombres sospechosos» que merodean cerca de los bancos, en las plazas públicas o en las estaciones de metro.

Según Elsa Marie D’Silva, en India también sería importante rediseñar el transporte público para que sea más seguro para las mujeres. En los trenes y los autobuses ya hay asientos y compartimentos especiales para ellas, pero la activista denuncia que «fuera de esos espacios segregados nadie garantiza tu seguridad».

A finales de 2012, varios hombres violaron brutalmente a una joven en Nueva Delhi. La víctima murió a causa de las heridas. El caso desencadenó un debate nacional sobre la violencia sexual. D’Silva también quiso hacer algo y fundó con unas amigas la plataforma de microfinanciación Safecity con el objetivo de documentar y denunciar el alcance de las agresiones sexuales. Desde entonces, numerosas chicas y mujeres han aportado más de 13.000 historias que incluyen desde los comentarios de contenido sexual hasta las violaciones.

Cuando los datos indican un punto conflictivo, D’Silva, su equipo y las afectadas se reúnen con las autoridades, las empresas de transporte, la policía y los habitantes de la zona e intentan encontrar soluciones entre todos. Por ejemplo, se han organizado sesiones en las que las jóvenes han pintado murales en los aseos públicos, las calles o los colegios donde ha habido casos reiterados de acoso.

El año pasado, la fundación organizó miles de talleres en los que mujeres y hombres jóvenes hablaron de experiencias dolorosas. Además, los chicos aprendieron que el acoso no es una diversión, y que deben adoptar una postura activa contra la violencia sexual. Y es que los cambios físicos por sí solos no bastan para crear una ciudad en la que las niñas y las mujeres se sientan más seguras.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/10/05/planeta_futuro/1601906471_000087.html

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Hombres, menores y abuso sexual

Por: Tahira Vargas García

El Sr. Montero “se llevó” a la adolescente con 14 años de su hogar, acto de abuso sexual de un adulto (27 años) contra una menor según establece el Código del menor.

El reciente caso de Yacaira Amarante Rodríguez de 19 años ha consternado a la sociedad dominicana. La joven se encuentra en estado de gravedad por las heridas y quemaduras causadas tras el arrojo de Acido del Diablo de dos individuos pagados por su ex pareja Willy Antonio Javier Montero con 33 años.

El Sr. Montero “se llevó” a la adolescente con 14 años de su hogar, acto de abuso sexual de un adulto (27 años) contra una menor según establece el Código del menor.

La promoción de las “menores” como atractivas para hombres adultos en su “conquista” está normalizado en nuestra sociedad. Los hombres tienen permiso para abusar sexualmente de una niña -adolescente desde la expresión “se la llevó”.

El hecho descrito muestra patrones culturales presentes en nuestra sociedad que afectan notablemente a las niñas y adolescentes quienes sufren acoso, abuso sexual y violencia de genero continuamente.

La promoción de las “menores” como atractivas para hombres adultos en su “conquista” que en realidad es acoso y abuso sexual está totalmente normalizado en nuestra sociedad y tienen  los hombres  permiso para llevarse a una adolescente cuando ya han abusado sexualmente de ella por su familia.

Detrás de esta trama cultural tenemos a hombres y adolescentes de sexo masculino que acosan y agreden sexualmente a las niñas y adolescentes sin identificar en esas acciones violencia ni violaciones de derechos

Las familias no identifican las relaciones sexuales entre hombres adultos y niñas-adolescentes como acoso sexual ni abuso. Por el contrario, culpabilizan a las niñas y adolescentes de tener relaciones sexuales con estos hombres y por tanto favorecen el que ellos “se las lleven” para salvar “su honor”. Se habla de salvar su honor porque han perdido su virginidad (entendido como honor en nuestra cultura por las raíces religiosas) y deben casarse para legitimar socialmente su estatus pues pasan de ser “señoritas” (vírgenes) a “mujeres” aun cuando son menores de edad.

La entrega de niñas y adolescentes por sus familias a hombres adultos es parte de la legitimación de las uniones tempranas que también están legalizadas. Actualmente existe  una propuesta legal de prohibir y sancionar el matrimonio infantil ( que es el caso de Yacaira) para evitar que muchas niñas y adolescentes sigan siendo víctimas de círculos de abuso sexual y violencia de género.

La erradicación de estas prácticas de abuso sexual, uniones tempranas y violencia de género contra niñas y adolescentes debe ser una prioridad en las políticas sociales y culturales en el país. Se necesita sensibilizar a la población en general sobre los derechos de la niñez y adolescencia, empoderar a la población infantil y adolescente sobre sus derechos sexuales y reproductivos y generar cambios en la masculinidad violenta existente en la población masculina que legitima y se hace cómplice del abuso sexual y la violencia de género.

Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY

Fuente e Imagen: https://acento.com.do/opinion/hombres-menores-y-abuso-sexual-8868151.html
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Colombia: Por desconfianza en las instituciones las mujeres y la población LGBTIQ no denuncian hechos de violencia

América del Sur/Colombia/11-10-2020/Autora: Ariadne Agamez Lombana/Fuente: www.publimetro.co

Las mujeres y la población LGBTIQ no denuncian la violencia de la que son víctimas por temor a la revictimización y a la dificultad a tener justicia.

La revictimización y la dificultad del acceso a la justicia son las principales razones. Por desconfianza en las instituciones las mujeres y la población LGBTIQ no denuncian hechos de violencia.

Las mujeres y la población LGBTIQ no denuncian la violencia

De acuerdo con la Personería de Medellín durante lo corrido del 2020 se ha registrado un aumento en el número de llamadas para reportar hechos asociados a la violencia intrafamiliar.

Por tal motivo, la Personería creó el Observatorio de Mujeres y Diversidades Sexuales y de Género.

Las acciones de seguimiento, vigilancia y atenciones del Observatorio estarán orientadas bajo cinco líneas estratégicas: violencias y acceso a la justicia; salud, derechos sexuales y derechos reproductivos; trabajo y autonomía económica; educación y equidad y mujeres, sectores sociales LGBTIQ y participación política”, indicó Lina María Giraldo, coordinadora del Observatorio de Mujeres y Diversidades Sexuales y de Género de la Personería de Medellín.

Las cifras son contundentes y con corte al 2 de octubre de 2020, según el informe de la Alcaldía de Medellín, en la ciudad se han reportado 4978 casos de violencia intrafamiliar contra las mujeres, lo que representa el 74% de los casos.

En total se han reportado 6772 casos de violencia intrafamiliar, siendo las comunas de mayor incidencia: Manrique, con 788 casos, y Robledo, con 612.

«Si se observan de cerca la cifras de incidentes reportados en la Línea 123 Línea Mujer, los datos reflejan un aumento significativo en la búsqueda de ayuda por parte de las mujeres. Lo que se puede establecer en la lectura de los datos es una disminución en las denuncias que llegan a las Comisarías de Familia, lo que refleja las barreras o dificultades para el acceso a la justicia relacionadas en su mayoría con las realidades propias del confinamiento», señaló Giraldo.

La población LGBTQ

Esta población también demuestra sentir desconfianza en las instituciones del Estado. Es por esto que las mujeres y la población LGBTIQ guardan silencio frente a las agresiones de las que han sido víctimas.

Algunas autoridades no tienen una perspectiva sobre las violencias basadas en género, lo que no les permite brindar una atención clara y pertinente a quienes en un momento determinado tomen la decisión de interponer una denuncia”, agregó la funcionaria.

Fuente e Imagen: https://www.publimetro.co/co/noticias/2020/10/09/desconfianza-las-instituciones-las-mujeres-la-poblacion-lgbtiq-no-denuncian-hechos-violencia.html

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La pandemia a través de los ojos de las adolescentes (IV): más desigualdad, más mutilación genital

Noticia/África/elpais.com

En muchos países la ablación es norma social con origen en la desigualdad de género. Unos 200 millones de mujeres la han sufrido y, sin campañas de prevención por la covid-19, su práctica aumenta. Esta serie documental recoge, de la mano de Unicef, el testimonio de 16 jóvenes sobre el impacto en sus vidas. La ofrecemos en castellano en exclusiva

En esta cuarta entrega de nuestro documental, han transcurrido cuatro semanas desde que las chicas nos permitieron echar un vistazo a su mundo, pero con el paso del tiempo, la situación de la covid-19 ha evolucionado. Con el aumento de los contagios, en muchos países el impacto del virus empieza a golpear más cerca de casa y se sienten los efectos.

Antes de la pandemia, la desigualdad de género ya limitaba la capacidad de muchas niñas para acceder a la educación. Ahora, a medida que algunas escuelas reabren después de los confinamientos, la covid-19 añade una nueva serie de complicaciones que reducen aún más su acceso a la educación y algunas chicas lo sufren más que otras. Aunque la pandemia está dificultando que estas niñas se mantengan al día con los estudios, y a pesar del confinamiento en Nepal, Madhu sigue haciendo todo lo posible para aprender desde casa. “Por culpa del coronavirus, a mi padre y a mi madre les preocupa nuestra educación y que podamos olvidar lo que hemos aprendido hasta ahora […] Uno de los problemas a los que se enfrenta mi familia es que no hay dinero para comprarnos libros y otro material. Por eso cogí el dinero que ahorré con mis hermanos y compramos libros y bolígrafos para estudiar”, explica esta joven.

Para muchas niñas, acceder a la educación antes de la crisis sanitaria mundial ya era un problema. Ahora hay una amenaza muy real de que el virus empeore aún más la discriminación y la desigualdad, y cree una barrera más para las niñas. Pero más allá de la falta de acceso a la educación, hay otras prácticas dañinas que las discriminan. En muchos países, la práctica de la mutilación genital femenina es una norma social profundamente arraigada que tiene su origen en la desigualdad de género. En todo el mundo, hay al menos 200 millones de niñas y mujeres que han sido sometidas a este ritual, que consiste en realizar una escisión total o parcial de los órganos genitales femeninos o cualquier otra lesión de los mismos por motivos no médicos. En Malí, se calcula que casi nueve de cada 10 niñas y mujeres la han sufrido. “Me dan lástima las niñas cuyos padres las envían a que les hagan esto. No creo que sea bueno porque complica la vida de sus hijas. Actualmente, las autoridades no castigan con dureza a los padres, de modo que hacen lo que quieren con sus hijas”, se lamenta Laetititia, desde Chad.

Mientras que las familias en países como Chad mantienen la práctica en secreto, las familias de otros países no lo hacen. En Indonesia, a pesar de que la práctica es ilegal, casi una de cada dos niñas ha sufrido la ablación, que suele aceptarse más abiertamente desde el punto de vista cultural. “En mi zona también se circuncida a las niñas, por lo general cuando tienen alrededor de cinco, seis o incluso siete años. Normalmente, las niñas que son circuncidadas llevan un vestido bodo de siete capas. Es la ropa tradicional de Bugis. Cuando es circuncidada, sus padres celebran una fiesta”, explica Zulfa, desde Indonesia.

Muchos de los países con altas tasas de mutilación genital femenina han ilegalizado el ritual, pero en la mayoría de ellos, la práctica continúa, aunque se hable menos de ello. Ahora, con los confinamientos y las medidas de distanciamiento social en todo el mundo, es más importante que nunca seguir prestándole atención y seguir hablando de ello. Si queremos que la situación cambie, tenemos que asegurarnos de que vemos y escuchamos los problemas de estas chicas.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/10/06/planeta_futuro/1601994688_299254.html

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La mujer pública

Por: Carolina Vásquez Araya

La historia nos ha enseñado la amarga verdad: el cuerpo femenino como un bien colectivo.

En días recientes Dawn Wooten, enfermera estadounidense, ha denunciado la práctica de esterilizaciones forzadas practicadas contra mujeres migrantes en el centro de detención del condado de Irwin, Georgia. Sus alegatos han levantado polvo: por un lado, acusaciones de quienes intentan desacreditar a la denunciante y, por otro, la exigencia –desde altas instancias en la Cámara de Representantes- de profundas y extensas investigaciones sobre estas posibles violaciones contra los derechos humanos de las víctimas.

Las esterilizaciones forzadas en los cuerpos de mujeres indígenas o de las capas más pobres de los países latinoamericanos y africanos no es novedad alguna. En la década de los años 60, los Cuerpos de Paz estadounidense actuaron como misioneros para imponer por la fuerza el control demográfico en nuestro continente, con la graciosa anuencia de los gobiernos locales. Esa práctica de una crueldad inaudita nunca mereció juicios ni condenas y las mujeres castradas de manera tan salvaje como injusta tampoco recibieron reparación alguna.

La perspectiva oficial generada desde los ámbitos políticos en relación con los derechos de las mujeres sobre su cuerpo, no ha cambiado. Las asambleas legislativas dominadas por el pensamiento hegemónico de una masculinidad mal entendida siguen imponiendo su agenda cargada de restricciones sobre más de la mitad de la población; y, de ese modo, se impide el ejercicio de ese derecho mediante castigos extremos. En la mayoría de nuestros países se condena a mujeres, niñas y adolescentes que buscan asistencia sanitaria para interrumpir embarazos o, simplemente, cuando se presentan en los hospitales con emergencias obstétricas. Es decir, se les veda no solo el derecho de recibir atención sino también de optar por una solución humanitaria a su situación crítica.

Las mujeres, por el hecho de haber nacido como tales, son así declaradas un bien público por sociedades regidas bajo códigos estrictamente patriarcales. Ya avanzado el siglo veintiuno se perciben retrocesos aberrantes en la perspectiva de género, como por ejemplo en Francia, en donde han comenzado a agredir en las calles a jóvenes mujeres por vestir falda. Actos de extremo salvajismo en un país supuestamente igualitario, avanzado, culto y en donde paradójicamente nació el pensamiento fundamental que consagra los derechos de la ciudadanía: Libertad, Igualdad, Fraternidad.

El retorno a prácticas misóginas en países que habían logrado superar esas barreras, dicen mucho de cómo ha persistido, a través de los siglos, esa super valoración de la masculinidad contra la visión de un sexo femenino asociado a la sumisión, la obediencia, la inferioridad y la función subordinada de aportar su cuerpo como instrumento de beneficio social por medio de la reproducción controlada. Los movimientos feministas han alcanzado grandes avances en términos prácticos, pero ni siquiera han llegado a rozar el núcleo mismo del sistema, cuya principal característica es un profundo temor al poder de las mujeres en ámbitos tradicionalmente masculinos como la política, la economía y la justicia.

Las mujeres gozan de iguales derechos y responsabilidades, de acuerdo con tratados y convenciones de efecto obligatorio. Sin embargo, derribar las barreras opuestas a su pleno desarrollo es todavía un tema pendiente que impide la evolución de la sociedad hacia estadios superiores de convivencia y, para ello, será necesario derribar los marcos valóricos obsoletos que nos rigen. A partir de ahí, comenzar de nuevo con una plataforma igualitaria, justa y de mutuo respeto.

El temor por el poder femenino es el mayor de los obstáculos. 

Fuente e imagen tomadas de: https://rebelion.org/la-mujer-publica/

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Libro (PDF): Educación y vínculo social : experiencias de maestras presas políticas en una cárcel de mujeres

Reseña: CLACSO

Cuando las condiciones de vida cambian abruptamente y se confrontan diferentes subjetividades en contextos de encierro, control y poder, se hace necesario reflexionar sobre los vínculos que se tejen. El vínculo social se reconfigura como la urdimbre de las relaciones ético-políticas que se traman en la nueva cotidianidad carcelaria. Aquí, las relaciones éticas son entendidas en el marco de lazos humanos con la subjetividad, la identidad y la alteridad como elementos predominantes. Lo ético se concibe como la reflexión sobre los comportamientos humanos, porque la ética está más allá del ser, se refiere a la relación del ser con el otro, a la responsabilidad con el otro, al encuentro con el otro. Aquí, las relaciones políticas se configuran en el marco de relaciones de poder. En esa medida lo político se asume como aquello que lleva a mujeres y hombres a tener una práctica de justicia social. Aquí, la experiencia de estar presa conlleva a que los vínculos consigo misma y con los otros se vean notoriamente modificados, configurando distanciamientos, crisis y desarraigos; también generando que la condición de mujer, de maestra y de activista política confluyan en el encierro carcelario para activar inéditas posibilidades encuentro y de compromiso social.

 

 

Autor/a:                               Arias Gómez, Diego Hernán –   Ortega Valencia, Piedad –   Torres Puentes, Elizabeth
Editorial/Editor: Editorial Aula de Humanidades
Año de publicación:  2015
País (es): Colombia
Idioma: Español
ISBN : 978-958-58913-5-7
978-958-58913-4-0
Descarga:   Libro (PDF): Educación y vínculo social : experiencias de maestras presas políticas en una cárcel de mujeres
Fuente e imagen:

 

http://biblioteca.clacso.edu.ar/
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