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Mundo: 170 países de la ONU se comprometen por los derechos de las mujeres

Mundo/Autor(a) y Fuente: www.jornada.com.mx

Naciones Unidas. Más de 170 países se comprometieron el jueves en Naciones Unidas a hacer más por los derechos de las mujeres, con Pekín aportando unos 10 millones de dólares a ONU Mujeres, mientras Estados Unidos denunció el «asesinato de millones de niñas» en China.

«Durante los próximos cinco años, China donará diez millones de dólares adicionales a ONU Mujeres», dijo el presidente chino, Xi Jinping, en un video pregrabado que se difundió durante la cumbre virtual, en la que Pekín llamó a realizar en 2025 otra reunión de líderes sobre igualdad de género y empoderamiento de las mujeres.

La secretaria de Educación de Estados Unidos, Betsy DeVos, denunció enérgicamente el trato a las mujeres en Venezuela, Cuba e Irán, en otro mensaje pregrabado.

«Pero el peor infractor, tanto en alcance como en escala, es el anfitrión de la conferencia que conmemoramos hoy», soltó citando a China.

«Desde 1995, el Partido Comunista chino ha sido responsable del asesinato de millones de niñas a través de brutales controles de población a escala industrial, lamentablemente con el apoyo de agencias de la ONU», denunció la funcionaria estadunidense.

Ahora, el Partido Comunista «ataca al grupo étnico de los uigures y otras minorías musulmanas practicando a sus mujeres (…) esterilizaciones obligatorias, abortos forzados y control de natalidad», añadió.

La reunión se organizó al margen de la Asamblea General de Naciones Unidas -donde apenas una docena de mujeres figuraban entre los 170 líderes- para conmemorar el 25 aniversario de la Conferencia Internacional sobre la Mujer de Pekín.

En tanto, Francia confirmó que organizará un foro internacional sobre las mujeres en París en junio de 2021, con asistencia de México. Debido a la pandemia de coronavirus, ambos países cancelaron la reunión inicialmente fijada para este año.

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, recordó que a nivel global «una de cada tres mujeres sigue experimentando algún tipo de violencia en su vida».

En 2017, un promedio de 137 mujeres en el mundo fueron asesinadas diariamente por un miembro de su propia familia, señaló Guterres, al explicar que «en algunas partes del mundo, los niveles de feminicidio podrían equipararse a una zona de guerra».

Fuente e Imagen: https://www.jornada.com.mx/ultimas/mundo/2020/10/01/170-paises-de-la-onu-se-comprometen-por-los-derechos-de-las-mujeres-930.html

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Más de 50 mujeres denuncian abusos sexuales por parte de presuntos empleados de la OMS en RD Congo

Las acusaciones de “explotación y abuso sexual” son contra hombres que se identificaron como trabajadores de la Organización Mundial de la Salud y que habrían sido enviados a la República Democrática del Congo para combatir la epidemia del ébola. Los señalamientos también apuntan a empleados de otras organizaciones humanitarias como Médicos sin Fronteras y Unicef, según una investigación de The New Humanitarian y la Fundación Thomson Reuters.

Nuevas denuncias de presuntos abusos sexuales por parte de trabajadores de organizaciones internacionales. Esta vez, las acusaciones provienen de al menos 51 mujeres de la ciudad de Beni, en el noreste de República Democrática del Congo.

Las víctimas le contaron a la agencia de noticias independiente The New Humanitarian y la Fundación Thomson Reuters que la mayoría de los presuntos responsables son hombres que se identificaron como empleados de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y que fueron enviados al país africano para luchar contra la epidemia del ébola. Ellas afirman además que fueron obligadas a tener relaciones sexuales a cambio de un trabajo o que les cancelaron sus contratos cuando se negaron.

Varias de las denunciantes eran cocineras, limpiadoras y empleadas de extensión comunitaria con contratos a corto plazo, en los que ganaban entre 50 y 100 dólares al mes. Este monto es más del doble del salario promedio del país.

 

Las denunciantes aseguraron que fueron abordadas en oficinas y hospitales, a algunas los hombres las encerraron en habitaciones y las amenazaron con despedirlas de sus empleos si no accedían a sus peticiones. Al menos dos de ellas afirmaron que resultaron embarazadas.

La investigación, realizada durante casi un año, encontró mujeres que describieron al menos 30 casos de explotación por parte de hombres que dijeron ser de la OMS. Dicha organización envió a más de 1.500 personas a la operación sanitaria dirigida por el Gobierno para controlar el brote.

«Tantas mujeres se vieron afectadas por esto», dijo una de las denunciantes, quien narró que para conseguir un trabajo tuvo relaciones sexuales con un posible trabajador de la OMS.

Muchas de ellas aseveraron que no habían denunciado la situación por temor a represalias o perder sus trabajos. La mayoría además dijo que no lo hizo porque se sintieron avergonzadas.

Una mujer que señala que fue explotada sexualmente por un médico involucrado en la respuesta al ébola, en Beni, República Democrática del Congo, el 20 de agosto de 2020.
Una mujer que señala que fue explotada sexualmente por un médico involucrado en la respuesta al ébola, en Beni, República Democrática del Congo, el 20 de agosto de 2020. © Fundación Thomson Reuters / Stringer

«Estaba aterrorizada. Me sentí repugnante. Ni siquiera le he dicho a mi madre sobre esto», indicó una de las entrevistadas. Otra mujer afirmó que la práctica de los hombres exigiendo sexo se había vuelto tan común que era la única forma de encontrar un trabajo.

En conversaciones con cientos de miembros de la comunidad en varias ciudades, la explotación sexual fue un «hallazgo constante», dijo Nidhi Kapur, un consultor del grupo de ayuda CARE International, encargado de investigar cuestiones de género durante la crisis del ébola.

«Ya sea que habláramos con niñas adolescentes o mujeres adultas, en la comunidad o en el Gobierno, todas dijeron lo mismo», añadió Kapur.

La cantidad y similitud de relatos señalaron que la reprochable práctica se habría extendido, pues el siguiente número más alto de reclamos fue contra individuos que dijeron pertenecer al Ministerio de Salud del Congo y quienes fueron señalados por ocho mujeres.

Otras cinco ciudadanas afirmaron que fueron explotadas por hombres que se presentaron como empleados de la ONG World Vision y tres señalaron a posibles funcionarios del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, Unicef. Dos mujeres más acusaron a hombres que aseguraron pertenecer a la organización benéfica médica ALIMA.

También hubo denuncias individuales contra hombres que dijeron ser empleados de Oxfam, de la agencia de migración de la ONU (OIM) y de Médicos Sin Fronteras (MSF).

Muchas de las declaraciones fueron respaldadas por conductores de las organizaciones internacionales y trabajadores de onegés locales, que relataron múltiples incidentes de abuso, principalmente cometidos entre 2018 y 2020. También se han denunciado casos similares en Haití y la República Centroafricana y ya ha habido investigaciones que salpican a Oxfam y al Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).

La respuesta de las organizaciones señaladas

Tras la denuncia pública, la OMS emitió un comunicado en el que señaló que su director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus, empezó una revisión exhaustiva de las acusaciones. «La traición de personas en las comunidades a las que servimos es reprobable. No toleramos tal comportamiento en nadie de nuestro personal, contratistas o socios (…) Cualquier persona identificada como involucrada deberá rendir cuentas y se enfrentará a graves consecuencias, incluido el despido inmediato», indicó.

El Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, asiste a una conferencia de prensa organizada por la Asociación de Corresponsales de las Naciones Unidas de Ginebra (ACANU). En Ginebra, Suiza, el 3 de julio de 2020.
El Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, asiste a una conferencia de prensa organizada por la Asociación de Corresponsales de las Naciones Unidas de Ginebra (ACANU). En Ginebra, Suiza, el 3 de julio de 2020. © Fabrice Coffrini / Reuters

La OMS agregó que estaba revisando una «pequeña cantidad» de informes de abuso o explotación sexual en el Congo, pero se negó a decir si pudieron haber ocurrido durante el brote de ébola en el este del país, que terminó en junio después con más de 2.200 muertes.

La investigación periodística dio lugar a una indagación interna en World Vision, que afirmó que los informes eran «impactantes», ya que todo el personal estaba capacitado para prevenir el abuso sexual y que se estaba trabajando arduamente para abordar las «arraigadas desigualdades culturales y de poder». De igual manera, la ONG ALIMA señaló que emprendería una investigación después de ser contactada con el resultado de la investigación.

Por su parte, Unicef recibió tres informes que involucran a dos organizaciones asociadas que responden al ébola, según explicó el portavoz Jean-Jacques Simon. Aunque se negó a nombrar las organizaciones benéficas, dijo que los casos parecían ser diferentes de los descubiertos por los reporteros.

«A pesar de nuestros mejores esfuerzos, los casos de explotación y abuso sexual en la República Democrática del Congo siguen siendo muy poco denunciados», dijo Simon, quien agregó que la agencia había introducido 22 formas de presentar denuncias en el Congo, incluida una línea directa confidencial y buzones de denuncia.

Previamente, a mediados de septiembre, los portavoces de la OIM, MSF, Unicef y el Ministerio de Salud del Congo dijeron que no tenían conocimiento de las acusaciones que se les presentaron y varios sostuvieron que necesitarían más información.

Fuente: https://www.france24.com/es/20200930-republica-democratica-congo-denuncias-abusos-sexuales-oms-ong-internacionales

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Las mujeres y la guerra: la historia no contada

Diez periodistas feministas reivindican la entereza de sus abuelas durante la guerra civil y la posguerra en el libro ‘Nietas de la memoria’.

“La gente anónima es, a mi parecer, la verdadera protagonista de la Historia”, dice Carolina Pecharromán, periodista de TVE y una de las 10 autoras que firman Nietas de la memoria (editado por Bala Perdida), un libro de relatos inspirado en las vivencias de sus abuelas durante la guerra civil española y la posguerra. La idea de reunir los recuerdos de sus mayores surgió en el colectivo Las Periodistas Paramos al calor de las manifestaciones feministas del 8 de marzo de 2018.

Aquella movilización sin precedentes, que ocupó las portadas de periódicos de todo el mundo, llevó a varias profesionales de la información a reflexionar sobre las raíces de su reivindicación. Y allí estaban ellas. Allí estaban las abuelas, que vivieron la contienda siendo niñas o adolescentes, y las bisabuelas, “mujeres fuertes, valientes y desconocidas que sacaron adelante a sus familias sin ayuda ni reconocimiento, viviendo situaciones dramáticas que ellas no ocasionaron ni decidieron”, como dice María Grijelmo en su relato. Aunque decir “mujeres fuertes”, añade la periodista, “es una redundancia”.

“Los recuerdos que las autoras nos transmiten de sus abuelas nos introducen en la memoria del vacío y el silencio de aquellas mujeres a las que les ha sido robada su historia”, escribe en el prólogo del libro Carmen Sarmiento, periodista como ellas, corresponsal de guerra pionera en España y feminista militante en una época en la que todo eso de los derechos de la mujer sonaba a extravagancia. Además del golpe de Estado de 1936, de los movimientos militares, de las batallas estratégicas, de la sangre derramada en el frente, estaban también estas mujeres en la retaguardia, tratando de esquivar el hambre y de sobrevivir a una represión salvaje. Solas (porque sus maridos estaban en el frente, en la cárcel, huidos o enterrados en una cuneta), estas mujeres hicieron de todo para poner a salvo a sus hijos e hijas y para que no les faltara lo mínimo: alimento y cariño.

Todas las familias españolas (o al menos la mitad de ellas) podrían contar historias similares. Sin embargo, en todas (o en casi todas) se extendió un manto de silencio sobre aquellos acontecimientos. Se callaron, apretaron los dientes y trataron de seguir viviendo como pudieron los siguientes 36 años de dictadura. E incluso más. Las abuelas no solían hablar de aquello ni siquiera cuando llegó la democracia.

“Las cicatrices siguen ahí y todavía duelen”, dice la protagonista de Vidámia, el relato escrito por la periodista de Canal 9 Isabel Donet. “Las mentiras y los silencios son también memoria. Memoria de una dictadura que murió en la cama”, escribe, por su parte, Carmen Freixa. Es un sentimiento en el que abunda Flores de papel, el relato de Sara Plaza Casares. “El miedo de María no se cura –escribe–. Un miedo que revive cada vez que su hija o alguna de sus nietas se va a una manifestación, participa en alguna asamblea o trae a casa algún panfleto”. “Hasta pone velas a la Virgen”, confirma la autora a La Marea. “No os signifiquéis, nos dice siempre. Ella nunca podrá olvidar que su padre murió en la cárcel precisamente por eso, por pertenecer a la CNT y significarse. Por eso no le gusta que se hable de política en casa. Ese miedo no se va. Pero las vivencias personales sí que las cuenta. Además, yo soy muy preguntona y desde muy pequeñita siempre le he estado preguntando cosas a mi abuela”.

También por “significarse” perdió a su hermano la abuela de Concha San Francisco, otra de las autoras de Nietas de la memoria. Baltasar, que así se llamaba, trabajaba con ella en la chocolatería de Casaseca de las Chanas (Zamora) y pertenecía a Izquierda Republicana. Vendía el género por toda la provincia y era asiduo del café Iberia, en la capital, donde participaba abiertamente en las tertulias políticas. Fue detenido, torturado y fusilado en agosto de 1936. Lo mismo le ocurrió a una de las propietarias del café, Amparo, a la sazón esposa del escritor Ramón J. Sender, a la que ejecutaron a pesar de estar criando a su hija pequeña.

Las razones del libro

Sara Plaza, implicada desde hace años en el activismo vecinal, la defensa del medio ambiente y el antirracismo, lleva sus inquietudes sociales a las páginas de El Salto, la publicación en la que colabora desde hace años. Cuando este proyecto empezó a tomar forma en el chat de Telegram de Las Periodistas Paramos, no lo dudó. Este libro de memorias era necesario. “La Historia está escrita por los vencedores y, además, por los hombres. Conocemos la Historia a través de las vivencias de los militares o de los guerrilleros, pero nadie se ha ocupado de lo que estaban haciendo en ese momento las mujeres, cómo batallaron desde otro lado, desde otra trinchera”, explica.

Esa “otra trinchera” podía estar en la ciudad, refugiadas en los túneles del Metro durante los bombardeos, o en el campo, expuestas a una delación envidiosa y a unos castigos inhumanos. Isa Gaspar Calero cuenta en su relato la represión vivida en Extremadura, donde el falangista Juan Yagüe se ganó su ascenso militar y el apelativo de El carnicero de Badajoz.

En apenas un día asesinó a 4.000 personas en esa ciudad. En Villafranca de los Barros, donde transcurrieron los hechos narrados por Gaspar Calero, los asesinatos se sucedían puerta por puerta. El primo de su abuela, un chico en la flor de su juventud, fue degollado tras ser señalado, falsamente, como izquierdista. En realidad, su delator estaba celoso: decía que “le había quitado a la novia”. La maestra del pueblo, socialista y ugetista, también fue detenida y asesinada por “uno de los los peores delitos de la época: educar a sus alumnas y alumnos en libertad”. La escasez de alimentos se extendió con la guerra. Algunos murieron de hambre. Y por si fuera poco, la violencia contra las mujeres se multiplicó. “Era habitual que los soldados entrasen en las casas y violasen a las mujeres (…). Un padecimiento que no acaba con el acto en sí, pues ser violadas era un estigma que las acompañaba para siempre. (…) Hubo muchos niños sin padre, se les conocía como los niños de la guerra”.

La violencia era física pero también cultural. En aquellos años, el único futuro al que podían acceder las mujeres pasaba por tener un buen matrimonio. “Las mujeres éramos seres al servicio de los padres, luego de los maridos, y luego de los hijos”, escribe María Grijelmo.

Las niñas y el hambre

Las protagonistas de este libro asistieron a estas atrocidades siendo niñas. Y muchas crecieron de golpe. El trabajo infantil, en esa época, era algo completamente normalizado. “Mis abuelos eran de pueblo –cuenta Sara Plaza–, así que mi padre y mis tíos estaban labrando la tierra desde los siete años. Y en el libro hay muchas historias de mujeres que con apenas 12 años se van a servir a casas de gente rica. Marian Álvarez, por ejemplo, cuenta cómo a su abuela Angelines la sacan de su pueblecito de León y la mandan a servir a Bilbao. La madre de Cristina Prieto Sánchez, otra de las autoras, era de Madrid y casi se podría decir que tuvo la suerte de ir al colegio hasta los 14 años. A esa edad entró a trabajar en un taller de costura, donde empezó desde lo más bajo, “mojando sargas para planchar y entregando a domicilio los vestidos de las clientas más exclusivas”. Las propinas que recibía las transformaba rápidamente en “un pastel o un cucurucho de almendras. El hambre, siempre el hambre”.

“Mis abuelos vivieron la guerra siendo unos niños. Ellos veían cosas y aún hoy las cuentan como si fueran niños, desde aquella perspectiva infantil”, explica Sara Plaza. “Mi abuelo habla mucho de la época del racionamiento y cuenta cómo robaba comida o cómo durante la guerra les caía pan desde los aviones [una de las tácticas de Franco para mellar la moral de los hambrientos resistentes de Madrid] y los mayores les decían a los niños: ‘¡No os lo comáis, que puede estar envenenado!”.

Uno de los textos más conmovedores del libro es el que firma Noemí San Juan Martínez, periodista de Aragón TV. En él recrea la correspondencia que Benita y Lola, madre e hija respectivamente, mantienen entre Bilbao y Vera de Moncayo sin saber si esas cartas están llegando realmente a su destino. Lola es una niña a la que mandan a casa de sus tíos en Bilbao por motivos de salud. Allí le pilla la guerra, lo que la mantendrá separada de su familia durante tres años. En ese tiempo será evacuada varias veces, por tierra y por mar, y pasará por distintas localidades de Francia y Cataluña. Pero no dejará de escribir a su madre en ningún momento.

El bloqueo de las comunicaciones, sin embargo, le impedirá conocer las desgarradoras circunstancias por las que está pasando su familia en Aragón. “Mi bisabuela Vicenta también tuvo la posibilidad, en varias ocasiones, de mandar a sus hijos al exterior para ponerlos a salvo”, detalla Sara Plaza. “Había camiones que los llevaban a Valencia y desde ahí embarcaban para el extranjero. La última vez estuvo a punto de hacerlo. Llegó hasta el camión e iba a subirlos, pero en el último momento se arrepintió. Dijo: ‘No, no, no. Mis hijos tienen que seguir conmigo”.

Los hijos en aquella época eran material altamente sensible. Morían a raudales, lo mismo que sus madres durante el parto. En el libro se relatan numerosos episodios relacionados con las enfermedades que entonces sufrían los niños. La misma hija de Vicenta, María, “sufrió lo que hoy se llama violencia obstétrica. Tras una cesárea la apartaron de su hijo, Paquito, que era el primero. Solo podía verlo una hora al día, que es cuando le daba de mamar. Hoy eso sería impensable. Después de comer se lo llevaban a la incubadora, donde permanecía sin vigilancia. Y allí vomitaba todo lo que había comido. Paquito murió de deshidratación al poco de darle el alta”.

Todas estas mujeres han sido heroicas protagonistas de nuestra intrahistoria. Pero la Historia, con mayúsculas, las obvió. Sus recuerdos, sin embargo, han viajado de generación en generación. Es muy significativo que sigan hoy tan vivos, tan a flor de piel, casi 90 años después. “Eso, lo que nos dice, es que no hemos cerrado esas heridas. Porque ni hay verdad, ni hay justicia, ni hay reparación”, afirma Plaza. “En España se cerró en falso la dictadura, tuvimos una falsa transición y tenemos una falsa democracia en la que los culpables no han pagado por sus delitos, las víctimas siguen enterradas en cunetas y la historia sigue estando escrita por los vencedores. Ojalá la Ley de Memoria Histórica pueda tener, por fin, la financiación suficiente para resarcir ese daño y no tengamos que seguir luchando contra el tiempo. Porque ya queda muy poca gente de esa generación. Se nos están muriendo”.

Fuente: https://www.lamarea.com/2020/09/11/las-mujeres-y-la-guerra-la-historia-no-contada/

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Canadá: Cómo las mujeres indígenas se curan a través del arte

Por: Sabrina Velandia

En Canadá, las mujeres indígenas sufren altos índices de violencia.

En 2002, quienes paseaban por el barrio de Downtown East Side en Vancouver, pudieron ver que Rebecca Belmore, del pueblo indígena anishinaabe, había clavado su largo vestido rojo a un poste de teléfono. Luchaba por liberarse, y una vez liberada, con su vestido colgando en añicos y su ropa interior expuesta, leyó en silencio los nombres de las mujeres desaparecidas que tenía escritos en el brazo. Concluyó su actuación gritando los nombres uno por uno.

Belmore es una artista multidisciplinaria, y esto es parte de su obra llamada “Vigil” (Vigilia); a través de la cual rinde homenaje a las vidas de las mujeres indígenas muertas o desaparecidas de las calles de Vancouver. Ella quiere “que todas las mujeres sepan que no las han olvidado: que se evoca su espíritu y que se les da vida por el poder de nombrarlas”.

La actuación, que ahora se muestra en vídeo en las exposiciones de Belmore, puede sorprender a los observadores distraídos pero lo cierto es que en Canadá, que suele estar en lo alto de las listas que califican la calidad de vida global, las mujeres indígenas sufren altos índices de violencia. En 2014, la Real Policía Montada de Canadá confirmó que 1017 mujeres indígenas han sido asesinadas y que otras 164 han desaparecido desde 1980, a pesar de que las mujeres indígenas solo constituyen el 4.3 % de la población femenina del país.

“Vigilia” de la artista Rebecca Belmore. Foto del autora en la exposición “Rebecca Belmore: Facing the Monumental”, Museo de Arte Contemporáneo de Montreal, 2019.

En un estudio de la Asociación de Mujeres Nativas de Canadá (NWAC en inglés) se ha comprobado que las mujeres indígenas tienen tres veces más probabilidades que las no indígenas de ser asesinadas por un desconocido (16.5 %), un conocido (17 %) y por su pareja (23 %).

Ese estudio llega a la conclusión de  que esas mujeres experimentan la violencia por parte de delincuentes indígenas y no indígena, mayoritariamente hombres. También revela que solo el 53 % de estos casos de asesinatos han resultado en acusaciones de homicidio, muy por debajo del 84 % de la tasa nacional de homicidios del país.

La asociación Mujeres Nativas de Quebec (QNW, en inglés) ha afirmado que, antes de la llegada de los europeos, las mujeres indígenas desempeñaban un rol esencial en la salud, espiritualidad, educación, economía y política de sus comunidades. Todo esto cambió drásticamente con la imposición de las políticas del “patriarcado europeo” que han continuado hasta hoy.

Según investigadores de varias universidades canadienses, como Marie-Pierre Bousquet y Sigfrid Tremblay, las políticas sistemáticas colonialistas impuestas por el Gobierno federal del país han tratado de asimilar a los pueblos indígenas al estilo de vida eurocanadiense, lo que erosiona su cultura e identidad nativas.

Un ejemplo de esas políticas es la Ley de Indios, vigente desde 1876, que dicta cómo el Gobierno federal se pronuncia sobre las cuestiones relacionadas con estos pueblos. Originalmente, el objetivo era su progresiva extinción de Canadá. El antropólogo Pierre Lepage dice que esta ley todavía afecta a su capacidad jurídica y socava su autonomía.

La QNW lo  llama “ideología de la supresión” que comenzó con la “progresiva expropiación de los territorios” de las mujeres indígenas y las obligó a ir “de pérdida en pérdida” de recursos, autonomía, identidad y cultura.

Para esta organización, entre las consecuencias del colonialismo figura el contexto socioeconómico desfavorable en el que viven las mujeres indígenas hoy en día, lo que, a su vez, hace que aumenten los riesgos para su propia existencia. Es más, la violencia contra esas mujeres en Canadá se ha calificado de genocidio.

Para vencer su sufrimiento, las mujeres indígenas han denunciado y resistido a un sistema colonizador, racista y machista. Lento pero seguro, el arte se ha convertido en una valiosa herramienta para la expresión y para la catarsis, y les permite reclamar una versión alternativa, incisiva y desgarradora de su historia, y aceptar el papel de la sociedad también en sus desafíos actuales. Aquí están algunas de sus expresiones artísticas más conmovedoras:

“1181” de Rebecca Belmore (2014)

Belmore clavó los 1181 clavos en el tocón de un árbol, cada uno representa un caso de asesinato o desaparición de una mujer indígena registrado por las estadísticas de la Policía.

“Mil ciento ochenta y uno” de la artista Rebecca Belmore. Foto de la autora en la exposición “Rebecca Belmore: Facing the Monumental“, Museo de Arte Contemporaneo de Montreal, 2019.

“Flecos” de Rebecca Belmore (2007)

La obra es una foto de una mujer medio desnuda tumbada de lado, de espaldas a la cámara, en la que se ve una cicatriz cosida que va desde el hombro hasta abajo, y de la que salen  perlas rojas, símbolo de la sangre.

 

Rebecca Belmore, Fringe, Cibachrome transparencia en caja de luz fluorescente. Vista de la instalación, Remai Modern 2019.

Rebecca Belmore: Frente al Monumental está a la vista hasta el 5 de mayo en el Remai Modern.

Únete a una visita guiada gratuita de la exposición este fin de semana a la 1 p.m. el sábado y domingo.

Facing the Monumental está organizado por la Galería de Arte de Ontario y curado por Wanda Nanibush, Curadora de Arte Indígena.

Belmore dice de la pieza “es el cuerpo que no desaparece”. En su trabajo, suele dibujar el cuerpo femenino con cicatrices curadas, como las que llevan muchos supervivientes, para demostrar la resistencia de las mujeres indígenas.

“Caminando con nuestras hermanas” de Christi Belcourt (2012-actualmente)

La artista Christi Belcourtmétis (o francomestizos), raza mestiza (blanco-indígena), realizó una instalación en la que puso en el suelo 1763 pares de palas de mocasines, bordadas con abalorios. Cada una representa a una mujer desaparecida o asesinada, y los niños que nunca regresaron a casa de las escuelas residenciales, responsables de la separación sistémica de los niños indígenas de sus familias y su cultura.

 

“Projecto REDress” de Jamie Black (2011)

Está instalación implicó la recolección de 600 vestidos rojos, color que simboliza la protección contra la violencia, a través de donaciones de la comunidad. Black, artista metís como Belcourt, quería que la obra fuera una respuesta estética a la violencia contra la mujer. A través de la ausencia de cuerpos femeninos que deberían llevar los vestidos crea un recordatorio visual del gran número de mujeres que ya no están.

Imágenes del proyecto “ReDress”. La foto a la izquierda es de Jamie Black, la de derecha es de Sarah Crawley. Utilizadas con autorización.

“Las tres Gracias” de Kent Monkman (2014)

Monkman, artista cree-irlandés, es conocido por crear una fuerte crítica visual que incorpora versiones alternativas de la narrativa dominante del colonialismo, todo ello desde una perspectiva personal e indígena.

Mediante la ironía, Monkman denuncia la violencia contra mujeres indígenas, incluso la explotación sexual y el prejuicio contra quienes trabajan en la industria del sexo. Por ejemplo, su cuadro “Desayuno en el césped” muestra unas prostitutas desnudas tumbadas frente de un hotel en Winnipeg, provincia donde el 70-80 % de la prostitución callejera está constituido por mujeres indígenas.

En su versión de “Las tres Gracias” de Rubens, las diosas del encanto, la belleza y la creatividad están representadas por tres mujeres indígenas con cuerpos diferentes. Con esta pieza, Monkman rinde homenaje a las “hermanas desaparecidas y muertas”; como él mismo dijo “En Canadá, hay mucha violencia contra la mujer indígena […] son más de 1300 las desaparecidas y muertas”.

Como crítico abierto de la falta de comprensión de la sociedad mayoritaria sobre los pueblos indígenas, Monkman también lucha por destacar el poder de la feminidad de las mujeres indígenas, que es muy respetada en la tradición indígena.

 

Cada año en este día, recordamos a nuestras hermanas desaparecidas y asesinadas.

Nuestros parientes en las tierras no cedidas de wet’suwet’en colgaron vestidos rojos para sostener los espíritus de los miles que se han perdido, pero que nunca fueron olvidados. Su campamento fue invadido ilegalmente y los vestidos fueron derribados. Pero recordamos a nuestras hermanas, hijos, hijas, madres, parejas, tías, amigos y abuelas. Los recordamos siempre.

Los unist’ot’en no consienten que haya campos de trabajo industrial en sus territorios. Estos campos de hombres aumentan la violencia contra nuestras hermanas en todas nuestras tierras.

Quenes protegen a sus hermanas también protegen la tierra. Lo hacen con amor, Sâkihiwêwin. Lo hacen por todos nosotros.
– Srta. Jefe Águila Testickle

El arte indígena es una terapia para el sufrimiento individual y colectivo. Según la Comisión de la Salud y Servicios Sociales, promueve la resistencia y surte un efecto positivo en la identidad, autoestima, bienestar emocional y salud mental y física. El arte como herramienta educativa también podría servir para que el Gobierno canadiense se responsabilice por sus políticas y promover un autentico proceso de reconciliación.

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Mujeres tienen poca representación en el campo de las ciencias, dice ONU Mujeres

ONU Mujeres dice es necesario abrir más espacios de trabajo para las féminas.

Si bien en las últimas décadas se han logrado notables avances en cuanto a la participación de la mujer en el campo de la investigación, a nivel global todavía existe un número muy reducido de investigadoras mujeres en el campo de las ciencias, según el informe que publicó recientemente ONU Mujeres denominado «Las mujeres en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas en América latina y El Caribe».

El documento señala que de acuerdo a datos del Instituto de Estadística de la UNESCO hasta julio de 2019 la participación promedio de la féminas en este sector era de 29,3%.

“De cara a algunos principales desafíos del futuro, como la mejora de la salud hasta la lucha contra el cambio climático, será preciso emplear todo el talento existente. En este sentido, la igualdad de género en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas es clave para alcanzar cada uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030”, resalta el informe.

Otro dato relevante es que sólo el 3% de los Premios Nobel en ciencias ha sido otorgado a mujeres. En los campos de las ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas esta brecha resulta evidente incluso en el nivel de la educación superior: solo el 35% de los estudiantes de carreras y programas en estos campos son mujeres.

A nivel mundial sólo el 22% de los profesionales que trabajan en el ámbito de la inteligencia artificial son mujeres, indica el informe de ONU Mujeres.

Fuente: https://www.vostv.com.ni/actualidad/14812-mujeres-tienen-poca-representacion-en-el-campo-de/

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Un Internet cada vez más hostil para las mujeres africanas

África/24 Septiembre 2020/elpais.com

Una de cada tres usuarias del la Red en el continente han experimentado alguna forma de violencia de género en línea

El sueño de un Internet que sirva para que las mujeres africanas ganen protagonismo y luchen contra la desigualdad se va esfumando a medida que ganan terreno los trolls, las amenazas y un enorme abanico de formas de violencia en línea. “La tecnología ha abierto espacios para que las mujeres hablen abiertamente donde antes no podían hacerlo. Así que, cuanto más intentamos entrar en este espacio, más violencia recibimos de algunos hombres”, advertía una de las participantes sudafricanas en una investigación sobre la violencia de género en Internet en África. Este estudio, titulado Realidades alternativas, Internet alternativa. La investigación feminista africana para un Internet feminista, revela que casi una de cada tres entrevistadas (28,2%) “informó haber experimentado alguna forma de violencia en línea” y que “estos incidentes se manifestaron como acoso sexual (36%) o como proposiciones sexuales no deseadas, como insultos (33.2%) y como hostigamiento (26.7%) ya sea a través de contactos repetidos o de doxxing” (la publicación de información privada o personal para acosar, intimidar u ofender).

Más de tres mil usuarias de Internet de cinco países africanos, Etiopía, Kenia, Uganda, Senegal y Sudáfrica, han participado en esta investigación que pretendía elaborar una radiografía de la experiencia femenina en el entorno digital. Las investigadoras se ha encontrado con una dura realidad: los patrones de violencia de género y de discriminación de la vida cotidiana que se intentaban exorcizar de la red están cada vez más presentes y hacen que el mundo digital sea cada vez más hostil para las mujeres. El resultado es que las usuarias africanas se autocensuran o abandonan algunos de los espacios de Internet y se frustran las esperanzas de construir escenarios más igualitarios y en los que esas mismas mujeres pudiesen desplegar su potencial.

Además de la cantidad de usuarias que ha vivido experiencias de violencia, esa hostilidad en la red condiciona la manera en la que la usan o, más bien, dejan de usarla. El informe recuerda que la brecha digital de género es mayor en los países africanos. La diferencia del 12% entre hombres y mujeres que usan Internet en todo el mundo, se ensancha hasta el 32,9% en los países del sur global. El clima de hostigamiento y violencia no ayuda a superarla. “Mientras que algunas mujeres responden a la violencia en línea bloqueando a los autores, otras optan por abandonar totalmente los espacios en línea (y los espacios fuera de línea). Algunas que habrían sido nuevas usuarias deciden no acceder a Internet por temor”, advierte el estudio

Las cifras son todavía más evidentes. El 66% de las usuarias africanas entrevistadas reconocieron haber bloqueado a los autores de alguna forma de violencia; pero el 14,5% confesó haber borrado o desactivado alguna de sus cuentas y el 12,2%, haber dejado de usar algún servicio digital después de experiencias de violencia. “Esto no es solo otra forma de autocensura y restricciones a la libertad de expresión de las mujeres, sino el borrado completo de sus identidades y presencia digitales. Una sola experiencia negativa, o repetidas interacciones adversas, en los espacios en línea pueden afectar gravemente a su participación en las plataformas digitales y a su retirada total”, alerta el informe.

Neema Iyer es una de las responsables de la investigación, junto a Bonnita Nyamwire y Sandra Nabulega. Dirige Pollicy, la organización ugandesa que se ha encargado del estudio apoyado por el proyecto Feminist Internet Research Network, de la Association for Progressive Communications, el International Development Research Centre y la cooperación canadiense. Iyer, que es una experta investigadora en tecnología y género, lamenta las pérdidas que esta violencia online provoca: “El impacto más importante de esta violencia es la pérdida de las voces vibrantes de diversas mujeres de diferentes orígenes debido a la autocensura y el miedo. Existe una brecha digital de género muy real y las aportaciones que podrían hacer las mujeres para crear un Internet más inclusivo, más participativo y más hermoso se ven afectadas negativamente porque las opresiones de los espacios fuera de línea se están reproduciendo en los espacios digitales”.

Esa es la principal llamada de alerta, Internet estaba llamado a ser una herramienta de empoderamiento para las africanas y corre el riesgo de convertirse en otro entorno de discriminación. “Nuestra sociedad está profundamente marcada por una perspectiva cultural y religiosa que desplaza y discriminan a las mujeres. Esto es lo que vemos en los espacios online. Hemos visto la reacción a las que los movimientos feministas se enfrentan en el entorno digital. No hay ninguna crítica constructiva. Se trata de avergonzar a la mujer, manchar su imagen y criticar su cuerpo. A pesar de que el movimiento está creciendo y defendiéndose, generando solidaridad, a veces es muy cansado”, señalaba una de las participantes en la investigación desde Etiopía.

En algunos casos, incluso, el entorno digital ha otorgado nuevas herramientas a quienes las discriminan y atacan. La investigación recuerda algunas de esas formas de violencia que en ocasiones pasan desapercibidas: acoso, pirateo para conseguir información sensible o personal, suplantación de personalidad, vigilancia, distribución sin autorización de contenidos personales… Y aunque parezca mentira, las redactoras del informe recuerdan que en algunos países las víctimas del robo de imágenes personales han sido acusadas de distribución de pornografía, cuando esos contenidos se han difundido en el conocido como porno de venganza.

Precisamente, las personas con un perfil más público están especialmente expuestas a esta violencia, que a menudo aparece como una manera de silenciar a la que son preeminentes. “Cuando las periodistas publican o escriben historias que incomodan, son acosadas e insultadas. Reciben insultos por debajo de la cintura, lo que obviamente es acoso sexual. Para humillar a una mujer, atacan por ahí. Para las periodistas y políticas es terrible. En muchos casos optan por no participar en los medios sociales. Al menos en Kenia. Incluyéndome a mí, es por eso que opté por salir de Facebook”, confesaba una participante desde el país de África Oriental.

Paralelamente a las encuestas, la investigación ha hecho un estudio exhaustivo de la legislación en los cinco países que evidencia que las leyes no están defendiendo a las mujeres. Las normas aprobadas para controlar el contenido online, no incorporan un enfoque de género y mucho menos se han preocupado de ser una herramienta para luchar contra esta forma de violencia. De hecho, el informe destaca el ejemplo de Uganda donde la “falta de claridad hace que la ley se convierta efectivamente en un dispositivo para reprimir las voces disidentes y en un instrumento de censura en lugar de un mecanismo para proteger a las mujeres”.

Más allá de la necesidad de que las plataformas digitales ejerzan su responsabilidad de una manera más decidida o de que las leyes estén pensadas realmente para enfrentarse a la violencia basada en el género, las promotoras de la investigación arrojan luz sobre un problema que evidencia la necesidad de repensar Internet. “Este momento”, concluye el informe, “presenta una oportunidad para repensar todo Internet en lugar de tratar de reparar los sistemas rotos. Para muchas mujeres de toda África, los medios sociales son Internet. Y, tal vez los medios sociales han sido un experimento fallido. Teniendo esto en cuenta, podemos seguir pensando críticamente en cómo podemos cocrear un Internet que celebre, aliente y proporcione espacios seguros a un amplio espectro de identidades”.

A la luz de los resultados de su investigación, Neema Iyer recuerda que el reto es “enfrentarse a los sistemas patriarcales que permiten la discriminación y la dominación basándose en el género, la etnia, la orientación sexual, etcétera”. Esta tecnóloga lanza un llamamiento directo: “Necesitamos desmantelar estos sistemas para crear un terreno de juego nivelado donde todas las personas puedan florecer y mostrar su potencial, y a su vez, crear espacios digitales donde el odio y la injusticia no sean la norma”. Reconoce que la apuesta es ambiciosa, pero apela a valores fundamentales como “respeto básico, empatía y cuidado de los demás”. “Tenemos que llevar los espacios digitales a las aulas y a otras instituciones de enseñanza (que la covid-19 ya ha acelerado) y empezar a enseñar empatía, inclusión y comportamientos éticos a una edad temprana”, sentencia.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/09/15/planeta_futuro/1600154387_961604.html

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¿Crímenes de lesa humanidad?

Por: Elisabeth de Puig

El derecho al aborto en las tres causales que se debate en nuestro país es una deuda democrática de respeto hacia la autonomía y libertad de las mujeres que no deben verse forzadas a llevar a término un embarazo de alto riesgo físico o psicológico o producto de una violación.

Leí en el periódico El Caribe la semana pasada el artículo de un eminente periodista y escritor que tacha el aborto de crimen de lesa humanidad, como lo han venido haciendo grupos opositores al aborto en varios países, usando una falsa asimilación de contextos y hechos para radicalizar sus posturas. Con estas tergiversaciones dejan entender que el aborto es un crimen como los que cometían los nazis para asegurar la pureza de la raza aria durante la segunda guerra mundial.

Esta práctica de confundir con el vocabulario deja evidencia de cómo las palabras adquieren valores diferentes según las posiciones desde las que se las enuncia. La misma produce una peligrosa y malévola amalgama, chocante para todos aquellos que -de una u otra manera- han sido víctimas o descienden de víctimas de crímenes de lesa humanidad como el holocausto, genocidios, crímenes de guerra, o los crímenes ejecutados por las dictaduras chilenas y argentinas.

Molesta sobremanera que se use tal retórica cuando la definición de los crímenes de lesa humanidad es inequívoca, “sonaquellos delitos, especialmente atroces y de carácter inhumano, que forman parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil, cometidos para aplicar las políticas de un Estado o una organización”.

Los detractores del aborto salen de los fundamentos que les han servido de base hasta ahora, basados en creencias o ideologías vinculadas a la religión, recurriendo de manera consciente a conceptos que no corresponden a la especificidad del aborto usando desviaciones discursivas para desvirtuar el debate.

Reivindican el derecho a la vida del feto olvidando, de plano, que la mujer embarazada sería detentadora del mismo derecho. En la República Dominicana enarbolanel artículo 37 de la Constitución, el cual establece que “El derecho a la vida es inviolable desde la concepción hasta la muerte. No podrá establecerse, pronunciarse ni aplicarse, en ningún caso, la pena de muerte”.

Empero, no se trata de un principio universal sino de una convención establecida por los legisladores como es el caso, por ejemplo, del Código Civil Español, que indica en su artículo 29 “[e]l nacimiento determina la personalidad”.

Se debe tomar en cuenta que una constitución es un conjunto de normas que no se pueden dividir y que garantiza otros derechos, como el derecho a la dignidad, establecido en el artículo 38 de la constitución dominicana, o el derecho a la integridad física, psíquica, y moral, y a vivir sin violencia fijado en el artículo 42.

Es dentro de esta línea que se pretende, a partir de una interpretación restrictiva de la Constitución, ignorar la existencia de otros derechos impidiéndole, por ejemplo, a una mujer que ha sido violada optar por poner fin a un embarazo fruto de este acto de violencia, sustentando su derecho en la Carta Magna.

El derecho al aborto en las tres causales que se debate en nuestro país es una deuda democrática derespeto hacia la autonomía y libertad de las mujeres que no deben verse forzadas a llevar a término un embarazo de alto riesgo físico o psicológico o producto de una violación o recurrir a un aborto en situación de clandestinidad en entornos insalubres.

Esa opción forma parte de los derechos humanos de las mujeres, niñas y adolescentes que figuran en los acuerdos internacionales suscritos por República Dominicana, además de estar prevista en la Declaración Universal de Derechos Humanos y en la Convención Americana sobre Derechos Humanos.

La mujer del siglo XXI no es un mero objeto reproductor, sin permiso para tomar decisiones sobre su cuerpo y sexualidad, sin capacidad de resolución de conflictos, sin posibilidad de vida ni pensamiento autónomo, subyugada a diversos poderes religiosos, parlamentarios, médicos y jurídicos fundados sobre una idea de dominio masculino.

Los defensores de las tres causales defienden la restitución de la autonomía de las mujeres mientras los opositores a éstas consideran que el feto es un sujeto de derechos que prevalecen sobre la mujer que lo porta en su vientre.

Los derechos son universales e innegociables, las ideologias o creencias son individuales.

Fuente: http://otrasvoceseneducacion.org/wp-admin/post-new.php

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