14 de diciembre de 2016 / Fuente: http://www.eldiario.es/
Por: Marta Sofía Ruíz
La comunidad del código abierto se caracteriza por su solidaridad: los desarrolladores realizan, de forma gratuita, modificaciones de ‘software’ para mejorar proyectos ajenos. Sin embargo, a pesar de su espíritu colaborativo, esta sociedad ‘online’ es machista y prejuzga las aportaciones femeninas. Las programadoras solo son tratadas como iguales si no se identifican como mujeres.
Los sesgos de género en el campo de la ciencia y la tecnología se han documentado en distintos estudios. Recientemente, un análisis sobre el proceso de selección para un puesto de laboratorio demostró que, ante un mismo currículum, tanto hombres como mujeres evalúan las habilidades del candidato más positivamente si el solicitante es varón. Las mujeres obtienen puntuaciones más bajas por currículums con exactamente las mismas características que las de sus compañeros hombres y tienen menos posibilidades de ser contratadas porque son percibidas como “menos competentes”.
Por desgracia, parece que estos sesgos de género también están presentes en la comunidad de código abierto, en la que el primer indicador de discriminación es el dato de la baja presencia femenina: solo un 11,2 % de los programadores son mujeres.
Github, una plataforma de desarrollo colaborativo que facilita el alojamiento de ‘software’, la reutilización de código y la participación en proyectos de terceros, se caracteriza por un supuesto espíritu de solidaridad y colaboración. A pesar de ello, un estudio reciente sobre esta página indica que las contribuciones de mujeres tienden a ser rechazadas por los creadores de las iniciativas con más frecuencia. Eso sí, solo cuando su género es reconocible.
“Nuestro análisis indica que las contribuciones de las mujeres suelen ser más aceptadas que las de los hombres. Sin embargo, cuando su género es identificable, son rechazadas más a menudo”, explica a HojaDeRouter.com Emmerson Murphy-Hill, investigador de la universidad de Carolina del Norte (EE.UU.)
Este contraste entre el nivel de aceptación cuando publican desde el anonimato y el de rechazo cuando se identifican como mujeres ha llamado especialmente la atención de los investigadores. Entre las posibles causas, señalan que las desarrolladoras que han logrado vencer todos los obstáculos podrían ser especialmente competentes.
“Estamos sorprendidos de que las peticiones sean mucho más aceptadas en el caso de las mujeres», afirma el científico. «Sospechamos que tiene que ver con la autoselección: las mujeres que están en GitHub son más competentes, quizás porque otras fueron desanimadas por una gran variedad de razones y no llegaron a conseguirlo”.
El estudio sobre esta comunidad basada en ‘software’ libre es uno de los primeros que se han llevado a cabo en este campo, pero un reflejo de lo que es habitual en internet. “Trabajos previos habían documentado de forma cualitativa los sesgos de género en la comunidad de código abierto. Y conocíamos casos personales, así que era una buena oportunidad para examinar estos sesgos con una gran base de datos y asignar cifras a los resultados anteriores”, destaca Murphy-Hill.
INTERNET, UN LUGAR INHÓSPITO PARA LAS MUJERES
En su libro ‘Unspeakable things’, la periodista británica Laurie Penny explica que, desde los comienzos de internet, la retórica imperante ha defendido que la Red derribaría las barreras de género: ser hombre o mujer no tendría importancia ‘online’. Sin embargo, la activista señala la trampa: para ser tratada como una igual hay que ocultar que eres mujer, en una especie de «armario del género», un término acuñado por Clay Shirky, autor de ‘Here Comes Everybody’ y teórico de internet.
La autora profundiza además en la narrativa del ‘geek’ como triunfador del siglo XXI, una historia en la que las mujeres solo representan un papel secundario. Aunque con variaciones, la estructura siempre es la misma: chico ‘geek’ que lo pasa fatal en el colegio, no tiene amigos —o pocos— y sufre el acoso de parte de sus compañeros. Nadie le comprende y la chica popular pasa de él. Sin embargo, es realmente inteligente. Al final usa su ingenio para conseguir un montón de dinero y a la chica sin tener que renunciar siquiera a su camiseta con eslogan. La chica solo es el objeto a conseguir, no la protagonista.
Según Penny, la cultura de internet se crea sobre esta narrativa ‘geek’, sobre la idea de que los hombres que construyeron la Red eran los marginados de la pirámide social tradicional, en el sentido del orden social de cafetería de instituto. Esto implica que muchos de estos jóvenes que construyeron el mundo ‘online’ tenían una incapacidad para conectar con las mujeres o eran ignorados por ellas. Por ello, la Red aún actúa bajo la premisa de que las chicas son invasoras, el enemigo.
Otras voces en la Red, como la de Bruce Perens, uno de los fundadores de la comunidad del código abierto, también apuntan a la falta de empatía como el motivo para esta brecha de género ‘online’. En su web, el fundador y primer líder de los proyecto Linux Standard Base y UserLinux explica que a los chicos no se les enseña a trabar amistades sanas con las mujeres ni a buscar interacciones socialmente respetuosas, lo que les conduce a tener muy poca empatía.
“Si el ambiente escolar no segregaba a los chicos y las chicas de manera activa, se segregaban de manera natural, y no está bien. Hemos terminado teniendo otra generación de chicos que no han pasado mucho tiempo al lado de compañeras mujeres, no las entienden y no sienten empatía por ellas. Además, cuando la atracción sexual se convierte en un factor, la falta de empatía hace que los chicos tiendan a cosificarlas”, defiende.
El informático señala también las características poco habituales de esta comunidad como otro de los factores que contribuyen a crear un clima particular, adecuado para aquellos que no están cómodos en el mundo ‘offline’ y que prefieren las interacciones a través de un ordenador. “Se trata de un ambiente que atrae a gente con problemas sociales, que quizá les conducen a una falta de empatía con las mujeres, y también tenemos a hombres que no tienen ninguna patología pero que no han sabido socializar con las mujeres de la forma adecuada”.
LUCHANDO POR CERRAR LA BRECHA
Gobiernos y organizaciones siguen trabajando para que la brecha de género en el campo de la ciencia y la tecnología disminuya. En el sector de la programación, en Estados Unidos hay organizaciones como Girls who Code que intentan inspirar a las jóvenes para que persigan vocaciones en el campo de la informática.
Por su parte, Black Girls Code pretende aumentar el número de afroamericanas en el espacio digital, ofreciendo herramientas a mujeres negras de entre 7 y 17 años para que puedan convertirse en líderes innovadoras que sirvan de modelo a sus comunidades.
Sin embargo, estos esfuerzos aún no tienen un reflejo claro en las estadísticas, que siguen mostrando las dificultades que tienen las mujeres para acceder a las carreras técnicas. El documental ‘CODE, Debugging the gender gap’ busca concienciar sobre este problema. La directora y productora, Robin Hauser, decidió rodarlo cuando su hija le llamó para decirle que iba a dejar la ingeniería informática que estaba cursando. “Soy muy mala, soy la peor de la clase, no encajo”, comentó a su madre. En la web del documental, Hauser explica que su confianza estaba bajo mínimos y que era una de las dos únicas mujeres en una clase de 25 personas. Dejó la carrera, pero hasta su abandono estaba sacando notable en todas sus asignaturas.
A través de entrevistas, animaciones y ‘flashblacks’, CODE trata de entender por qué las mujeres y la población negra no reciben oportunidades suficientes en la ciencia, y el papel que los estereotipos, el sexismo y los obstáculos educacionales juegan en esta crisis. Puede que la respuesta sea que, tal y como se decía en los comienzos de la Red, “no hay chicas en internet”. O, simplemente, que puede que internet no quiera reconocerlas.
El retroceso que han sufrido los derechos de la mujer a nivel global en las últimas tres décadas, a causa del agresivo avance del neoliberalismo militarizado y la injusta derrota (que no el fracaso) del socialismo, nos invita a replantear dos principales cuestiones: las prioridades del movimiento feminista a nivel mundial y regional y la búsqueda de formulas para hacer irreversibles los derechos conquistados. Aún hoy, las élites misóginas de 155 países se benefician de leyes que, bajo el nombre de dios, la tradición o la conveniencia, discriminan con impunidad a de la mitad de los ciudadanos.
Las mujeres fueron noticia en octubre por:
Las leyes de decenas de estados permiten que “niños varones de ocho y nueve años se casen con señoras de 40 o 50 años. Miles de chicos mueren la misma noche de bodas por las hemorragias o palizas que reciben para silenciar sus llantos. ¿No lo sabía? ¡Bueno, notica falsa! Son millones de niñas de estas edades, y siempre pobres, forzadas a convertirse en esclavas -esposas de hombres pedófilos-. Miles de ellas mueren el mismo día en el que los adultos (protegidos por las leyes o las malditas tradiciones preservadas por los poderes), les encierran en un cuarto con un hombre para que haga con ellas lo que desee. Rawan, una yemení de ocho años murió por la rotura uterina.
Dice Save the Children que cada siete segundos una niña menor de 15 años es casada. Las que sobreviven a la noche de terror pueden perder su vida en el primer parto. UNICEF, que insiste en que la educación transforma la vida de estas niñas y “les permite salir de la pobreza, reducir la mortalidad infantil y favorecer el crecimiento económico”, falta a la verdad y lo sabe. En algunas sociedades de Oriente Próximo las mujeres constituyen la mayoría de la población universitaria, y curiosamente gozaban de más derechos hace 40.o60 años que ahora bajo las dictaduras fundamentalistas y en medio de guerras imperialistas.
Dar prioridad a la educación es una cortina de humo para cubrir el principal problema de las niñas y mujeres: la feminización de la pobreza, y los conflictos bélicos por los que mueren cada día miles de niñas. Saber leer y escribir no les salva de estas desgracias. Por eso, se equivoca la niña paquistaní Malala Yousafzai, a la que el sistema le otorgó el premio Nobel de la Paz ,al afirmar: “Un niño, un profesor, un libro y un lápiz pueden cambiar el mundo”. En su encuentro con Barack Obama, no le echó en cara que fue EEUU quien creó el yihadismo en 1978. Los mismos que le dispararon a ella, envenenan el agua de las escuelas, lapidan a las mujeres y destruyen sus medios para vivir sin que sus posibles títulos académicos sirvan de salvoconducto, todo lo contrario. Sólo en Iraq, y sólo durante los bombardeos del 1991 durante la Guerra del Golfo Pérsico, EEUU destruyó unas 10.000 escuelas y casi todas las universidades, y tras el embargo que le impuso al país, prohibió artículos como lápices, papel y material informático, garantizando el regreso de Irak a la Edad de Piedra.
El Parlamento Europeo entregó el Premio Sájarov a la libertad de Conciencia 2016 a las activistas kurdo-sirias de la religión izadí, Nadia Murad y Lamiya Aji Basha, ex esclavas sexuales de Daesh. ¡Enhorabuena a las premiadas! Aunque, por un lado este grupo también ha violado y asesinado a cientos de mujeres árabes, turcomanas y de religiones chiíta, sunita y cristiana, entre otras. Por otro, la actual atención prestada a los kurdos por los organismos y países de la OTAN no es desinteresada: Hillary Clinton propone que los kurdos sean el Bulldozer de las tropas de EEUU en la zona.
Las mujeres y hombres refugiados empezaron a desaparecer de los medios cuando de repente apareció Nujeen Mustafa, la niña siria que con su silla de ruedas había llegado a Alemania cruzando nueve países. Me acordé de Paloma Soroa, la incansable luchadora por los derechos de los discapacitados, y me pregunté: ¿cómo es la vida de una mujer muda, sorda, ciega, o en una silla de ruedas en Afganistán, Yemen, Irak? Recomiendo el libro Mujeres, comunicación y conflictos armados.
El 66% de las cerca de 400 niñas nigerianas que habían conseguido huir de los terroristas de Boko Haram (¡y sin la ayuda prometida de varios países!) han sido agredidas sexualmente por los miserables oficiales del campo de refugiados. Su cuerpo o sus miedos son monedas de cambio para conseguir un vaso de agua, un trozo de pan.
En Polonia, decenas de miles de mujeres ocuparon las calles o hicieron “huelga doméstica”, dejando de realizar las tareas de casa, en protesta por la penalización del aborto. ¡Y consiguieron parar el proyecto de ley! A los dirigentes polacos, que se rasgan las vestiduras por la destrucción de una células a las que llaman “niño”, no les tiembla la mano lanzar bombas sobre Irak y Afganistán, matando a las personas formadas y nacidos.
Quince mujeres indias, entre ellas LaDonna Allard y Jaslyn Charger, pertenecientes a la tribu Sioux, son dirigentes de la resistencia a los militares que protegen la construcción del gaseoducto del sur de Dakota en EEUU que pasa por su territorio. Ya han demolido su cementerio sagrado. El racismo ambiental afectará a sus cultivos, a sus aguas y en general a un modelo de vida en armonía con el medio. Siguen luchando.
El miembro del Comité de Derechos Humanos del parlamento egipcio Elhamy Agina sugería someter a la prueba de virginidad a las estudiantes universitarias para mostrar que son “señoritas”, como condición para continuar sus estudios superiores. Pretende así evitar que las jóvenes utilicen el matrimonio Urfi, que no requiere la firma del tutor varón de la joven y es válido con la presencia de dos testigos. Es el mismo individuo que apoyó la mutilación genital femenina afirmando que así los hombres que padecen problemas sexuales podrán superar sus complejos estando con una esposa mutilada.
Michel Temer, el golpista que sustituyó a la presidenta Dilma Rousseff, no incluyó en su gabinete ni a una mujer ni a un negro. El país de la letra B de los BRICS, durante el mandato de Dilma, contó con seis mujeres entre 39 ministros. Es un duro revés para un país, cuyos hombres mataron, entre 2001 y 2011, a cerca de 50.000 mujeres.
En España, trece mujeres subieron al velero Zaytouna-Oliva dirección Gaza para denunciar el bloqueo que estrangula a cerca de dos millones de personas en la prisión más grande del mundo. Al mismo tiempo, las mujeres israelíes de Mujeres hacen la paz ocuparon las calles de Jerusalén, exigiendo al gobierno la vuelta a las negociaciones con Palestina, advirtiendo de las graves consecuencias de la desaparición del concepto de paz en la política del país.
Varias deportistas han boicoteado el Campeonato Mundial de Ajedrez Femenino de 2017, que se celebrará en Irán en febrero. Protestan por la obligatoriedad del velo para todas las mujeres, incluidas las extranjeras. Desde 1979, las mujeres de cualquier nacionalidad o credo que aparezcan en público sin el velo reglamentario son multadas y encarceladas. Obviamente, no se trata de la cultura del país, ya que en ese caso el velo no sería forzado. Esta prenda es sólo un símbolo de un sistema de Apartheid de género que niega los derechos y las libertades más elementales a la mitad de la población. Aunque ningún boicot cambiará esta política, ni hará suspender el torneo. Se trata de un gesto internacionalista y positivo.
El 15 de octubre se conmemora el Día Internacional de las Mujeres Rurales, la Internacional de la Educación para América Latina reconoce este día y apoya el empoderamiento y refuerzo estructural a esta población de mujeres. Está demostrado que estas mujeres son clave en aspectos de producción agrícola, cuidados y seguridad alimentaria entre otras áreas clave para las comunidades y familias en zonas rurales.
Ante esto, la Internacional de la Educación para América Latina considera que se requieren políticas públicas claves y voluntad política para implementarlas con el fin de apoyar y proteger a las mujeres de esas zonas. Es vital proyectar y enfatizar la labor y el impacto social, económico, político y cultural que nuestras mujeres, sin olvidar a nuestras mujeres indígenas, representan para cada uno de nuestros países y para América Latina en general.
Esto es particularmente importante, como señala la ONU “En la actualidad, las personas que se dedican a la agricultura, la pesca y el pastoreo se encuentran en una situación límite en relación con la inseguridad alimentaria, ya que las temperaturas aumentan, los patrones climáticos son cada vez menos predecibles y los desastres climáticos son cada vez más frecuentes. Como agentes clave en los sistemas alimentarios, como pequeñas agricultoras y personas a cargo de garantizar la alimentación adecuada para las familias, las mujeres rurales se encuentran en el centro de este desafío”.
Entrevista a Sandra Barrilaro, participante en el barco Zaytoune-Oliva que se dirige a Gaza para romper el bloqueo israelí
Por: Rebelión
RaG- Cuéntanos el porqué de tu implicación con Gaza y sus habitantes
– Primero, porque es Palestina. A la ocupación de toda Palestina, los cerca de dos millones de personas que habitan -muchos de ellos, refugiados- en ese territorio sufren el bloqueo. Bloqueo israelí ante los ojos de todo el mundo.
La situación de destrucción en Gaza y de las carencias que existen desde el agua, la energía, el paso limitado de lo que consumen o lo que puedan vender, sin poder decidir, no proviene de un desastre natural, de un terremoto o un tsunami. Es producto de la ocupación y destrucción sistemática israelí y como lo sé, lo conozco, tengo una responsabilidad. Además, esto ocurre ante la vista del resto del mundo. Es difícil comprender como se puede mirar hacia otro lado ignorando este sufrimiento humano.
Estuve en Gaza en el año 2011, pasé unos días allí en casa de un buen amigo, el escritor y poeta palestino Ahmed Yacoub, al que conocí en Ramallah gracias a un amigo mío, fotógrafo, con su familia, Siham su mujer y tres niños pequeños. En ese momento, sucedía la revolución democrática en Egipto, país por el que habíamos pasado antes de llegar a Gaza. Ver la situación de Gaza en esos momentos, con el contraste de lo que se vivía en Egipto, euforia, drama e incertidumbre que tenía como protagonista a la gente, te dabas cuenta que la ocupación israelí en Gaza, aun sin ser tan obvia como en Cisjordania y Jerusalén, porque no ves la omnipresencia del muro o un check point, se concretaba en el bloqueo, la miseria, las carencias, la mirada de los pescadores, de la gente común que te miraba con los brazos cruzados, impotentes,.. Sientes que debes hacer algo, dar algo de ti, el dar y buscar solidaridad. No puedo ser indiferente.
RaG-¿Y cómo te llegó la propuesta de unirte a Rumbo a Gaza, a formar parte de la nueva flotilla?
-Había estado en contacto con anteriores campañas de Rumbo a Gaza, con pequeñas colaboraciones, como en otras manifestaciones de apoyo a la causa palestina. Pero era una más de las personas que participan en las diferentes actividades, sin mayor significación.
La fotografía ha sido mi medio de transmisión de la vida palestina. He montado exposiciones con fotografías hechas en Palestina, en las que he querido mostrar la injusticia que se hace con el pueblo palestino con impunidad por parte israelí. Impunidad que es posible porque tiene la complicidad de nuestros gobiernos.
Gracias al profesor Mansour y junto a otras personas, en especial Teresa Aranguren, Bichara Khader y Pedro Martínez Montávez hemos publicado un libro, ‘Contra el olvido, Una memoria fotográfica de Palestina antes de la Nakba, 1889-1948’. Desde una conversación informal con Teresa, desarrollamos todo un proyecto y libro en el que hemos intentado recoger la vida cotidiana, la complejidad de una sociedad como la palestina, antes del intento de su destrucción, su forma de divertirse, comidas de familias o amigos, mujeres trabajadoras ya sea en el campo o enfermeras, mujeres tradicionales o mujeres a la última, de reivindicar al pueblo palestino antes del intento de su destrucción.
Quizá, esta circunstancia es la que ha motivado que las gentes de Rumbo a Gaza se hayan fijado en mí, y cuando me preguntaron si estaba dispuesta a participar en la flotilla de la libertad no lo dudé. Por una cuestión de coherencia con la causa palestina, El simple hecho que me preguntasen mi disposición a colaborar en esta iniciativa ha sido un honor para mí. Hacer una acción directa, lo que pueda aportar con mi testimonio, como en otras ocasiones, para contribuir a levantar el bloqueo y las conciencias de nuestros burócratas y gobernantes, bienvenido sea.
RaG-Por último, desde el principio se decidió que fuera tanto tripulación como pasajeras sólo mujeres, ¿cuál crees que puede ser esta contribución específica?
-Es una llamada de atención sobre la situación de la mujer palestina. Es, para mí, una muestra de solidaridad acercarnos a la mujer gazatí. Resaltar su existencia y la nuestra. Creo que las mujeres podemos llevar un mensaje de esperanza a la población de Gaza con una acción pacifica como esta. Pero no es creer que por el hecho de ser mujer arreglaremos lo que sea. Las soldados o las gobernantas israelíes son igual de responsables que los varones en la ocupación. Golda Meir fue una de las publicistas y enemiga del pueblo palestino que hacia suya la frase de que había una tierra, la Palestina, para un pueblo -y ahí vemos la sinrazón sionista- (el judío) sin tierra. El libro que te mencioné es una pequeña contribución a recuperar la memoria, el señalar que la tierra palestina tenía un pueblo, complejo y tan desarrollado como los de los países mediterráneos por esos años. Pero insisto, como mujer y madre, y sobretodo persona, reclamo y reivindico la responsabilidad personal, a la mujer palestina (quien está manteniendo la cohesión social), la causa palestina y rechazo el patriarcado o la sumisión. Reivindico la libertad y el derecho a equivocarnos y nunca la opresión o la ocupación física o mental.
Sandra Barrilaro Muñoz, fotógrafa. Madre de dos hijos, ya adultos. Ha trabajado en el mundo de la edición y autora de un libro de cuentos y coautora el libro bilingüe árabe y español de texto y fotografías mencionado en la entrevista. Ha participado en el VIII Congreso de Escritores de Ramallah en el año 2016. Cofundadora de la plataforma de crowdfunding Namlebee que tiene una categoría específica para proyectos con Palestina. Consejera editorial de Palestina digital.
El barco Zaytoune tiene a trece mujeres a bordo. La lista completa de las mujeres que participan está en:
El pasado 9 de julio de 2016, Sudán del Sur celebraba el quinto aniversario de la proclamación de su independencia. La fecha, que debiera haber sido festiva en el país, se tiñó de sangre tras la muerte de, al menos, 272 personas, 32 de ellas civiles. Los enfrentamientos entre las fuerzas militares afines al presidente, Salva Kiir, y su vicepresidente y rival político, Riek Machar, no son más que el penúltimo episodio de una cruenta guerra civil que data de diciembre de 2013 y que hace tambalear los cimientos del que se considera el país más joven del mundo.
Tras más de 20 años de guerra, en enero de 2011 Sudán del Sur votó un referendo a favor de la independencia de Sudán. La decisión estuvo respaldada por un 98,93% de la población sursudanesa, provocando la secesión. La paz y la tranquilidad, sin embargo, apenas duraron un par de años, ya que desde que estalló la Guerra Civil a finales de 2013, la situación económica, política, humanitaria y sanitaria ha sumido al país en una situación crítica. Y todo, a pesar del supuesto acuerdo de paz que tuvo lugar en agosto del año 2015.
En el conflicto, la población civil ha sido la principal perjudicada. Tanto es así que, según los últimos datos que proporciona la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (UNOCHA por sus siglas en inglés), en Sudán del Sur hay 1.616.026 personas desplazadas internamente (en adelante PDI). A pesar de que es necesario ser prudente al tratar cifras procedentes o relativas a países inmersos en conflictos de tales dimensiones, a nadie escapa lo alarmante del dato, pues la población del país no alcanza los 12 millones de habitantes.
Se consideran PDIs a aquellas personas que, aun permaneciendo en su propio país de origen, deciden abandonar su hogar por razones de inseguridad. Siguen así bajo la protección del Gobierno local, aunque paradójicamente sea éste en buena medida el causante del conflicto, como es el caso de Sudán del Sur. Además, las más de 50 tribus que existen en el país propician que los procesos de integración que encuentran los desplazados al abandonar sus ciudades de origen sean muy complejos.
Por su parte, la cifra de personas que deciden establecerse en alguno de los países fronterizos de Sudán del Sur es mucho menor, debido a las dificultades humanitarias, económicas e incluso psicológicas que supone para los emigrantes abandonar un país por el que han luchado durante varios lustros. A pesar de ello, el recrudecimiento de la situación y el incremento de sucesos violentos acaecidos durante los últimos meses está provocando una oleada de refugiados que tratan de abandonar el país.
De acuerdo con la cifras proporcionadas por ACNUR, un 70% de la población civil considerada refugiada son niños. Esto constituye, sin duda, una amenaza potencial para el futuro del país, que necesita de protección internacional y de ayuda humanitaria urgente para subsistir. Además de los niños, hay otro colectivo cuya vulnerabilidad se ha incrementado a lo largo de los últimos meses; se trata de las mujeres, segmento clave en la sociedad sursudanesa para garantizar el próspero desarrollo de un país en donde la figura de la mujer es vilipendiada y despreciada.
Nuevas estrategias que fomentan el conflicto interno: la inseguridad
El problema va más allá de una cuestión de género, presente todavía a día de hoy en tantos países, y no únicamente en aquellos subdesarrollados. Supone también una grave cuestión de seguridad que impide a Sudán del Sur y a su población impulsar, siquiera, un mínimo desarrollo. Anteriormente, la violencia sexual suponía una especie de instrumento dentro del conflicto. Pero el modo de hacer la guerra ha sufrido una importante transformación, pasando las violaciones, el maltrato o la humillación a ser componentes inherentes a éstas. Incluso la búsqueda de la muerte tanto de mujeres como de niñas es una realidad fomentada por el conflicto interno. Y Sudán del Sur es el vivo ejemplo de este tipo de cambios.
La principal consecuencia de estos actos es el rechazo, por parte de los propios familiares o de la comunidad en general, de aquellas mujeres que han sufrido abusos. Se trata de acabar, mediante la ruptura de los vínculos más cercanos, con la estructura social de las minorías étnicas. A medio plazo, el aumento de estos sucesos podría conllevar la desaparición de ciertas tribus con escaso protagonismo, circunstancia que podría calificarse de limpieza étnica. Estaríamos hablando entonces de una estrategia efectiva para conducir un conflicto. Todo esto se suma, por ejemplo, a los matrimonios forzosos que, durante décadas, han supuesto de igual manera abusos y violencia sobre las niñas de entre 15 y 19 años.
Es conocido el resultado de atrocidades como estas. Los niveles de SIDA en el país han aumentado en los últimos años. Una enfermedad provocada de modo intencionado que, una vez más, pretende frenar el desarrollo de ciertas regiones del país o de minorías étnicas. Naciones Unidas estima que 190.000 personas sufren SIDA en Sudán del Sur y que solo en torno a un 10% de los afectados puede recibir tratamiento. La situación, además, se agrava por momentos, pues en la actualidad se estima que unas 50 personas resultan infectadas cada día.
La indefensión procedente de la inseguridad también puede verse acentuada por el sistema legal establecido en el país. La existencia de un derecho consuetudinario supone, por un lado, el menor coste de los procesos judiciales, a los que pueden someterse las mujeres sursudanesas al reclamar, por ejemplo, su derecho a ciertas tierras. Este abaratamiento del proceso, junto con la no necesidad de desplazamiento a tribunales situados en grandes ciudades, supone una mayor accesibilidad a la justicia.
Por su parte, el derecho estatutario, es decir, aquel que proviene del Estado y que incluye la constitución, los cuerpos legislativos y los precedentes jurisdiccionales, es de difícil alcance para las mujeres, especialmente para aquellas que habitan en zonas rurales o aquellas consideradas PDI. Junto con su elevado coste, son comunes las prácticas discriminatorias hacia las mujeres por parte de jueces y demás personal del orden, debido a las diferencias sociales y culturales.
La realidad es que dentro de cada una de las más de 50 tribus que componen Sudán del Sur, cada una de ellas posee un derecho consuetudinario, no escrito, que también da paso a la arbitrariedad y a la indefensión. Además, en muchos de los casos, las mujeres desconocen las posibilidades que les ofrece la Justicia para reclamar, o no saben cómo acceder a estas posibilidades. Tal argumento se ve reforzado por la baja tasa de alfabetización de las mujeres, que asciende a un 16%.
De tal modo, puede decirse que los problemas causados por la inseguridad forman parte de una estrategia desarrollada dentro del conflicto interno por todos los bandos participantes, que apunta a la mujer como principal blanco, por suponer éstas realmente el futuro de Sudán del Sur, al menos mientras el conflicto perdure.
Derechos de tierra, vivienda y propiedad como solución para las mujeres consideradas PDI
Son precisamente las mujeres sursudanesas las consideradas pilar fundamental en la estructura familiar. Debido al conflicto, su responsabilidad para con la familia ha aumentado considerablemente, e incluso en mayor medida para aquellas consideradas personas desplazadas internamente. Los hombres pasan a formar parte de la guerra cobrando salarios bajos, dejando a sus hijos en manos de sus esposas y quedando, a la postre, gran parte de ellas viudas. Es por ello de especial trascendencia garantizar los derechos a la tierra, a una vivienda y el derecho de propiedad al colectivo femenino, que se muestra más indefenso ante el conflicto.
La reconocida posesión de un hogar y de unas tierras por parte de las mujeres está legalmente recogida tanto en cuerpos legales, como en la Ley de Tierras vigente desde 2009, como por la jurisprudencia constitucional del país. Aunque la capacidad de registrar tierras a su nombre es supuestamente cada vez mayor, forma también parte de la normativa sursudanesa la realidad por la cual las mujeres adquieren los derechos de los maridos, pero no los suyos propios. Esto es, existe una dependencia de la mujer hacia el hombre en lo que a la adquisición de derechos se refiere.
En la práctica diaria de esta problemática, las mujeres viudas, solteras o sin familia son privadas del acceso o control sobre unas tierras. Su no dependencia hacia un hombre las convierte en “extranjeras” ante los tribunales, impidiendo la integración de aquellas desplazadas que vuelven a sus poblaciones de origen. Esto es especialmente relevante cuando las mujeres son madres, ya que si pudieran disfrutar de la herencia de esas tierras estarían garantizando un futuro y una forma de supervivencia a sus descendientes.
Por si hasta este punto no fuera suficiente, con el elevado coste que supone el registro oficial de las tierras, la comercialización de éstas dificulta a las mujeres desplazadas la recuperación de sus antiguas parcelas. Su desconocimiento les impide recibir una compensación y son con frecuencia realojadas en zonas inseguras, con difícil acceso a agua o madera, y con apenas posibilidad de escolarización de los hijos.
En el marco de las relaciones internacionales, se reconoce el derecho de propiedad como pieza angular en el crecimiento de los países más subdesarrollados. En el caso particular de Sudán del Sur, la garantía de estos derechos supondría uno de los principales remedios para la correcta integración de las mujeres desplazadas a causa del conflicto interno. No solo se vería reducido el riesgo a la desprotección de este colectivo, sino que además fomentaría su capacidad de proporcionar tanto un presente como un futuro a sus descendientes. El derecho de propiedad funciona, además, como medio de acceso a los recursos financieros, ofreciendo una vivienda o unas tierras como garantía de la devolución de un crédito. Todo el proceso puede resultar no solo en una mejora en las condiciones de vida, sino también en un incremento en la productividad o desarrollo de la economía familiar.
El papel de la corrupción a la hora de garantizar estos derechos
De los 168 países que el llamado Corruption Perception Index tiene en cuenta para establecer un orden según los niveles de corrupción, Sudán del Sur ocupa el lugar 163, con apenas 15 puntos sobre 100 –el 0 corresponde a un país completamente corrupto–. Estos guarismos reflejan a la perfección la situación política del país y la inestabilidad que esto provoca en la población civil.
En cuanto a los abusos sexuales a mujeres y niñas se refiere, confirma Naciones Unidas la trata de éstas como forma de salario que reciben las fuerzas gubernamentales, especialmente la denominada SPLA (Armada Popular de Liberación de Sudán) a cambio de sus labores de combate y protección. Así, sólo entre los meses de abril y septiembre de 2015, en la provincia sursudanesa de Unity, se recogieron 1.300 denuncias por violación, según la propia Organización de las Naciones Unidas. Estos crímenes, considerados por la ONU crímenes contra la Humanidad, quedan impunes al ser el propio Gobierno el que los autoriza, fomentando que se repitan con mayor frecuencia entre todos los bandos combatientes.
En lo que se refiere a términos legales relacionados con la propiedad y las tierras, a pesar del reconocimiento de titularidad de las parcelas, se han dado ocupaciones ilegales por parte de soldados, oficiales del gobierno o de familias adineradas con capacidad de ejercer una influencia tanto en las comunidades como en el Gobierno. Además, las fuertes inundaciones que han tenido lugar en los últimos años de forma periódica han creado una mayor necesidad de tierras aptas, lo que ha traído consigo un incremento en el control del Estado de propiedades ajenas de acuerdo con sus intereses. Este desigual reparto de las tierras afecta en mayor medida, como era de esperar, a aquellas mujeres que vuelven a sus poblaciones de origen.
Cómo fortalecer la imagen de la mujer en Sudán del Sur. Posibles soluciones
Existen varias formas de abordar la situación de Sudán del Sur. Probablemente, todas ellas incluyen un importante cambio político o una reforma sustancial de las principales instituciones, ya que la pobreza extrema del país dificulta sobremanera que los ciudadanos puedan salir adelante por sus propios medios.
Una vez encaminada la democratización de los órganos de Gobierno como palanca fundamental del cambio, se antoja necesaria una profunda reforma en sectores como la Educación o la Sanidad, cruciales ambos para el desarrollo del país. Más adelante, será vital atender a otras lacras patentes como son la corrupción o el papel de la mujer en la Sociedad y en instituciones públicas como el Parlamento, donde tan solo ocupan el 24,3% del total de los escaños.
En este escenario, la participación de organismos internacionales se considera necesaria. Así, por ejemplo, la Corte Internacional de Justicia podría convertirse en observador garante de la independencia e imparcialidad de los tribunales. También puede actuar como asesor para tratar que casos tan graves como la violencia extrema o la violación de derechos fundamentales dependan en todo punto de un derecho consuetudinario arbitrario peligrosamente cambiante.
Del mismo modo, la sociedad internacional debería hacerse cargo del problema y colaborar en consecuencia para la inclusión del colectivo femenino en la toma de decisiones trascendentes, en negociaciones y en conversaciones de Paz. Su participación en cuestiones extraordinarias, sin duda ayudaría a que el papel de la mujer en la vida ordinaria fuera, poco a poco, tomando más valor.
Los movimientos ciudadanos liderados por aquellos sursudaneses que han tenido una mejor educación también tienen una importancia capital. Gracias a su perspectiva más amplia de la sociedad local y global, estos movimientos están llamados a garantizar aquello que en los países más desarrollados se consideran Derechos Fundamentales.
Otra traba importante del conflicto es la escasa repercusión que éste tiene en países desarrollados. Al no verse afectados de modo directo, tanto los estados como las organizaciones supranacionales hacen oídos sordos a una realidad que aún no ha calado, ni tiene visos de hacerlo, en la opinión pública occidental. Como consecuencia, son las Organizaciones No Gubernamentales, sobre todo las internacionales, las que asumen, por su cuenta y riesgo, la responsabilidad de ayudar en la zona.
Como se ha visto, la cruda realidad que atraviesa Sudán del Sur es resultado de diversas cuestiones. Entre ellas destaca el fuerte arraigo cultural de una sociedad anclada en la tradición. Tal involución afecta de modo directo e inmediato a otros aspectos políticos, económicos y sociológicos y tiene como principal víctima a la mujer, utilizada por el hombre como mercancía y relegada de continuo a un segundo plano por instituciones públicas y privadas. En los movimientos ciudadanos y en la educación de las generaciones venideras está la esperanza de un país imberbe que pide Paz como principal premisa para el cambio.
El 7 de julio lloramos la muerte de Lesbia Yaneth, activista medioambiental en Honduras y miembro del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (Copinh). Su asesinato sucede poco después del de su compatriota y compañera Berta Cáceres, por su papel de líder indígena, ecologista y defensora de los derechos humanos y del de su también compañero de Copinh, Nelson García.
Ellos se unen a la lista cada vez mayor de mujeres y hombres alrededor del mundo agredidas/os por sus creencias políticas y por su perfil público, en la que se incluye el reciente ataque en contra de Jo Cox, miembro del Parlamento británico que recibió un disparo y fue apuñalada a muerte en el Reino Unido el pasado 16 de junio. Ella fue una luchadora incansable por los derechos de las mujeres en todo el mundo y una abierta defensora de las cuestiones humanitarias, la paz y la igualdad.
Sus voces han sido silenciadas. Pero las causas que apoyaban se ven fortalecidas por los que siguen alzando la voz por la justicia.
Hoy en día, alrededor del mundo hay más mujeres en cargos públicos que en cualquier otro momento de la historia. Más de 10.300 mujeres son parlamentarias en sus países, esto es equivalente a más del 22 por ciento de los parlamentarios en todo el mundo y más del doble de la proporción que en 1995. El ritmo del cambio es demasiado lento y está muy lejos aún de lograr la paridad, pero hay progreso.
De manera alarmante, casi universalmente, esta mayor representación de las mujeres ha venido acompañada de la violencia basada en el género. Esto se manifiesta de diversas formas -con hostigamiento y agresión en diversos medios de comunicación, con intimidación y la violencia sexual y física contra las mujeres en cargos públicos; obligando a las mujeres a renunciar a cargos políticos; y bajo el escrutinio público de las candidatas con comentarios que examinan su apariencia en lugar de su experiencia y sus políticas. En su forma más extrema, las mujeres en puestos políticos han sido encarceladas o asesinadas por ejercer sus derechos políticos y por atreverse a defender lo que es correcto.
Esta reacción violenta al progreso es un fenómeno global. Su existencia es hoy uno de los obstáculos más graves para la realización de los derechos políticos de las mujeres. Es una manifestación que intenta evitar que las mujeres reclamen sus derechos – y que protejan los de los demás. Se les impide votar o ejercer cargos públicos, hacer campaña libremente, o expresar una opinión política sin temor a represalias o a ser cuestionadas en sus propios hogares, comunidades, y en el ámbito público. Es un impedimento directo a las mujeres que buscan un cargo electoral, y un elemento disuasivo para las mujeres jóvenes que tratan de romper el molde.
Hay que alzar la voz ante esta situación. Hay que confrontarla. Hay que pararla. Ninguna mujer debería pagar con su dignidad o su vida por ejercer sus derechos políticos. Esta debe ser una iniciativa en colaboración con las mujeres en cargos, con los partidos políticos, los parlamentos, con los ciudadanos y con el movimiento de mujeres. Tenemos que actuar de manera colectiva en contra de la discriminación, mediante la sensibilización de los medios de comunicación, trabajando con hombres y niños, y convirtiendo las leyes en políticas efectivas contra el acoso político y la violencia contra las mujeres.
Acabar con la violencia contra las mujeres y las niñas, incluyendo en la política, es una batalla clave, al mismo tiempo que un objetivo de nuestro tiempo. Todos tenemos un papel que desempeñar en exponerlo y en actuar para combatirlo.
Fuente de la noticia: http://www.unwomen.org/es/news/stories/2016/7/ed-statement-on-killing-of-lesbia-yaneth-and-jo-cox#sthash.fNALu9q9.dpuf
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Una francotiradora rusa cuenta cómo fue la primera vez que disparó sobre un hombre, el temblor de su cuerpo al apretar el gatillo, los huesos golpeándose unos contra otros. Otra relata cómo después de matar a cientos de alemanes ya no sentía nada, pero se puso a llorar desconsoladamente el día que tuvo que disparar a un potrillo para hacer una sopa para sus compañeras que desfallecían de hambre. Otra dice que era tan niña cuando fue al frente que, cuando volvió, su madre la midió y había crecido diez centímetros.
La guerra no tiene rostro de mujer recopila las historias de un grupo de mujeres que fueron parte del Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial. Mujeres francotiradoras, radio operadoras, conductoras de camiones. Un millón de mujeres que ocuparon todas las posiciones posibles durante la guerra y cuyas historias eran desconocidas hasta que una escritora bielorrusa llamada Svetlana Alexievich decidió escribir sobre ellas. Sus relatos se van cruzando en un complejo tejido de voces. Al ir pasando las hojas, parece como si oyéramos a cada una de las figuras pequeñas de una foto de un grupo de mujeres con uniformes.
El libro fue escrito a principios de los ochenta y publicado en 1983. Pero en el 2002, Svetlana Alexievich decidió reescribirlo incluyendo el diario del proceso mismo de escritura, las partes que había decidido dejar afuera, las conversaciones con los censores. Uno de los censores critica: «Después de leer un libro como éste, nadie querrá ir a la guerra. Usted, con su primitivo naturalismo, está humillando a las mujeres». En varios momentos le objetan que su libro es sucio, no heroico, que destruye la victoria del Ejército.
Mientras entrevista a las protagonistas, la misma Alexievich se pregunta por qué escribir sobre la guerra. Y se responde: «Todo lo que sabemos de la guerra lo sabemos por la voz masculina […]. La guerra femenina tiene sus colores, sus olores, su iluminación y su espacio. Tiene sus propias palabras. En esta guerra no hay héroes ni hazañas increíbles, tan sólo seres humanos involucrados en una tarea inhumana».
Durante el día estoy en una sala con ex combatientes mirando fotos de la colimba, representando el hundimiento del Belgrano con un barco en miniatura, escuchando cómo unos soldados volaron por el aire en un campo minado por ir a buscar comida. Por las noches leo el libro de Svetlana Alexievich y me pregunto por qué yo misma me interesé en escribir una obra sobre la guerra. Supongo que me interesa lo que queda en la memoria, esos pedazos de historias que son como los restos de borceguíes o cantimploras que los veteranos buscan entre las piedras cuando viajan a las islas.
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