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Coronavirus, llave de la Caja de Pandora

Por: Rodolfo Bueno

Como traídas por el aguaje, llegaron las consecuencias del coronavirus: en todo el mundo hubo cierre de fábricas y empresas; se vio afectado el transporte y el turismo, así como los mercados bursátiles y de materias primas; se cerraron las fronteras, los lugares de esparcimiento y estudio; los hospitales se abarrotaron y es patética la escasez de instrumentos médicos y medicinas. La Organización Mundial de la Salud pronostica que esta epidemia traerá consecuencias desastrosas para la economía mundial, porque perturbará el comercio y el turismo, principales motores económicos del planeta, algo para lo que nadie se ha preparado. Es que este mal golpea no sólo a la salud pública sino también a todo el sector productivo, impidiéndole cualquier crecimiento y elevando las pérdidas globales a muchos billones de dólares.

Moody’s Analytics publicó que la propagación del coronavirus podría convertirse en un ‘cisne negro’, peor que el de la crisis financiera del 2008. Kristalina Georgieva, Directora del FMI, informó que el coronavirus es un grave riesgo para el crecimiento económico mundial. Expertos del Banco Alemán estiman que el PIB de EEUU podría caer un 13% y el banco de inversión Goldman Sachs advierte que la economía estadounidense se podría contraer en un 24% para el segundo trimestre del 2020.

La situación se semeja a una guerra mundial sin visos de un final cercano. Están en juego millones de vidas de seres humanos y para enfrentar el problema se hace evidente la desorganización y la falta de coordinación de algunos estados, que más bien han decretado un zafarrancho de tipo, sálvese como puedan.

Pasa que la globalización funciona de maravillas y es factor de expansión cuando todo es lindo y hay paz, entonces la economía crece y entre las empresas y los países existe una conexión profunda, pero ante la actual situación, cuando el coronavirus golpea la economía mundial, cuando se paraliza la circulación de bienes y personas, cuando se vive bajo un estado de sitio universal, todo falla y se vislumbra un colapso global cargado de problemas irresolubles, lo que es el fin de la globalización, tal como se la conoce.

La pandemia no se hubiera convertido en este duro golpe de no ser por las condiciones sociales reinantes antes de su llegada, cuando en el sistema económico, generado por la globalización, se había acumulado los grandes desbalances que provocaron la actual inestabilidad social y política, pues la fase capitalista neoliberal había tocado fondo; en otras palabras, de no ser el coronavirus, la crisis hubiera estallado por algún otro pretexto. Falta por saber si en este mundo habrá un núcleo humano capaz de imponer una sociedad superior a la actual, que instaure el principio de equidad natural.

Noam Chomsky sostiene que el modelo capitalista neoliberal colapsa necesariamente porque no tiene medios ni valores morales para afrontar los problemas que conlleva la crisis, lo que se comprueba cuando no puede sustentar un sistema de salud endeble. No hay todavía un análisis profundo de las consecuencias de esta crisis, aunque es evidente que por su magnitud supera ya a la crisis financiera del 2008. Tampoco es posible prever los cambios sociales que se den cuando se apacigüen los males actuales, por lo que todo lo que se diga es mera especulación basada más en la intuición y en los buenos deseos que en la ciencia.

Se vaticina que el mundo financiero de la zona euro se verá profundamente afectado en las áreas de importaciones y exportaciones, además, por una fuerte caída del sector industrial. Esta zona, que desde antes crecía débilmente, se encamina ahora hacía una recesión más profunda y se evidencia que la Unión Europea, UE, modelo de una integración ideal, está condenada a desaparecer si no se sustenta en nuevos principios solidarios, que den paso a una colaboración mutua que permita superar problemas, no como ahora, cuando son incapaces de la asistencia común, porque es un bochorno que Italia debiera ser auxiliada por Rusia, China, Cuba y Venezuela -países que ellos, junto con EEUU, sancionaron-, pues la UE no respondió a sus peticiones de ayuda. La UE debe morir, ya sus dirigentes no cogen el toro por los cuernos y su existencia no tiene sentido si no cambia sus oxidadas y arcaicas estructuras. ¿Qué pensar si Alemania prohíbe vender mascarillas a Italia? Que olvidó lo que le pasó hace 75 años, cuando quedó arruinada por la guerra y el mundo la ayudó.

António Costa, Primer Ministro de Portugal, rechaza la postura de Holanda sobre las medidas que se deben tomar para superar la crisis económica y social, creada por el coronavirus, y la califica de repugnante. Para Pedro Sánchez, Presidente de España, la UE no está a la altura de las circunstancias y es inexistente como sujeto, porque le falta el sentimiento de solidaridad y ha tomado medidas muy tibias, lo que genera dudas de su legitimidad y demuestra que esa entidad, como tal, no existe y es sólo un conglomerado de gobiernos que ante una situación tan difícil como la actual no tiene capacidad para dar respuesta y plantea, lo que es muy lamentable, que cada país resuelva sus problemas como pueda.

Dice: “Hay dos bloques dentro de la UE: uno liderado por España, Francia e Italia, que pide medidas contundentes y conjuntas para afrontar la crisis, y otro, en el que están Alemania, Holanda y Austria, que insiste en un sálvese quien pueda. Europa debe ponerse en pie, si me permiten la expresión, una suerte de economía de guerra y promover la resistencia, y luego la reconstrucción y la recuperación europea”.

Esta pandemia plantea a los gobiernos de Occidente un enorme dilema: ¿para resolver este tipo de problemas se debe o no revisar las bases del sistema político por el que se rigen en la actualidad? -pues China, Rusia y Cuba demostraron tener un mecanismo de seguridad social más efectivo sin que necesariamente comulguen con los principios de la pseudo democracia europea-, más que nada porque, tal como van las cosas, los gobiernos de la UE y EEUU se enfrentarán a la disminución del consumo y las exportaciones, a la ruina de los servicios públicos y a un incremento gigantesco del desempleo, prácticamente, a un inevitable colapso económico, por lo que, en el plano social se podría dar un cambio ideológico del paradigma político, pragmático y total.

Soluciones reales hay, podrían la UE y EEUU, por ejemplo, eliminar el rearme de la OTAN, para con esos 400 mil millones de dólares incrementar los sueldos de los profesionales de la salud y de los sectores menos favorecidos de la sociedad, pero ¿quién le pone la cascabel al gato? La actual crisis debería abrir una oportunidad para el cambio, todo depende de cómo se desarrollen los acontecimientos y eso depende de lo bien que se organicen los sectores populares de la sociedad; caso contrario, la respuesta la da Pompeo con su oratoria belicosa de palo y más palo y mayor represión para los pobres y débiles.

Pese a que el Presidente Trump pretende ocultar los conflictos antagónicos que vive la sociedad de Estados Unidos, el coronavirus le obligará bajar del pedestal, enfrentar las graves dificultades de su país y tratar del inmenso desnivel en los ingresos, la inseguridad social, la pobreza, el abandono de la vejez, para que su sociedad no se sumerja en un verdadero caos. Sus habitantes, preocupados por la posible escasez de mercancías, empezaron desordenadamente a adquirir productos no perecederos y de primera necesidad, inclusive oro, armas y municiones, como si se prepararan para el peor escenario posible.

Por ahora, el gobierno de Trump, para paliar los estragos de la pandemia, promulgó la ley CARES, “que aportará un alivio muy necesario a las personas, las familias y las empresas”, y que consiste en la emisión de dos billones de dólares, un poco más del 10% de PIB de EEUU, para ser invertidos en hospitales y servidores de la salud; en la distribución de suministros esenciales; en el desarrollo de vacunas; en asistencia a comunidades estatales, locales y tribales y en ayudas a las empresas afectadas por la pandemia; además, establece la suspensión del pago de impuestos.

Suena bonito y por lo fácil parecería ser la solución ideal para todo el mundo. Sin embargo, surgen preguntas: ¿Por qué los demás países no siguen el buen ejemplo? Así, Colombia, Brasil, Rusia, la UE… con problemas similares, los podrían resolver de un sólo toque, emitiendo dinero por la libre, para luego bailar la sandunga. ¿Quién les impide aplicar un remedio sacado del arte de birlibirloque? ¿Será que tal vez el FMI lo prohíbe con el cuento de que podría desatarse una hiperinflación como la que por llevar a cabo actos semejantes se dio en la República de Weimar? ¿Por qué no se lo impide a EEUU? ¿Es que acaso estos dos billones de dólares, emitidos por EEUU, se disuelven taimadamente dentro de la economía mundial? En este caso, hasta los muertos de hambre de cualquier país miserable estarían subsidiando a la economía más poderosa del planeta, que, con razón, llama parasitaria el Presidente Putin.

¡Cuídanos Dios de EEUU!, que del coronavirus me cuido yo.

Fuente: https://rebelion.org/coronavirus-llave-de-la-caja-de-pandora-2/

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Retos de la educación frente al virus y al internet

Por: Miguel Erasmo Zaldívar Carrillo

La pandemia está abriendo aristas de análisis que se mantenían, por la costumbre y la pereza mental, algo ocultas al pensador común y el crítico. Muchos ya se alarman por el enorme poder que van adquiriendo estos canales para entrar en el proceso de subjetivación del hombre pos-neoliberal, si es que se me acepta el término.

Coincido en que es preocupante que empresas privadas se afilen los dientes para hacerse de un mercado especial para el momento: cultiva tu cultura sin exponerte al virus; títulos a domicilio. Es claro que esto será fundamental para épocas de pandemias, de guerras, de toques de queda; pues pase lo que pase las calificaciones y entrega de títulos no se detendrán y la ganancia en hegemonía y en dinero estará garantizada.

En lo personal creo que estamos asistiendo a reacciones atrasadas de un proceso de dominación que se expande ya por varias décadas; esto es solo la punta del iceberg. El control de la mente humana por el sistema imperialista de dominación y por la cultura que se encarga de socializar, ha sido denunciado desde la primera mitad del pasado siglo. Los textos nacidos de la escuela de Frankfurt son un buen ejemplo de ello. Sin embargo, este no es el problema más serio, hay una pregunta que por mucho que se haga se queda sin propuesta concreta ¿Qué hicieron los sistemas escolares frente a estas contundentes críticas que se hacían a la televisión? ¿Es que acaso se prepararon las escuelas para desarticular la mediación que, cada vez con más fuerza, ejercían las televisoras sobre la manera de ver y comprender la realidad histórica por el gran público? La respuesta puede parecer dura, pero es un no rotundo, no se prepararon y hoy estamos recogiendo los frutos.

En el plano más concreto la escuela no propuso a través de sus sistemas curriculares criterios estéticos para que los alumnos descubriesen las manipulaciones y mediocridades de los productos audiovisuales que consumían. La escuela estaba en su mundo y la televisión ganándose los espacios de preferencia para el tiempo libre de los alumnos. Hoy, luego de muchos años de entretenimiento ya no se trata de que a la población les guste leer o pensar; es que, como norma,  lo que les gusta, disfrutan y llena su tiempo no es otra cosa que la farándula. La familia que hoy en día tenga un hijo que busque la lectura espontáneamente puede darse con una piedra en el pecho porque se reconoce que esto ya no es más lo común.

Y regreso a mi tema. Lo peligroso no es tanto que consuman el producto audiovisual, sino que carecen de los mínimos criterios para hacerse una idea objetiva de lo que consumen. A tal punto que pueden salir de una película como Batman exclamando: ¡viste que buena estuvo la película!

Este no es tema de discusión común entre los educadores ni siquiera en estos momentos: en algunos casos disputamos el derecho a que en la escuela exista conectividad, buenas computadoras y salas de cómputo. Exigen que los alumnos tengan acceso a estas novedosas tecnologías. Pero lo que no se discute es qué haremos pedagógicamente para que estas herramientas no continúen siendo armas de la alienación masiva. En su tiempo no lo discutimos con la televisión y, ahora, no lo estamos haciendo con el internet.

Tanto la televisión como las novedosas tecnologías se convirtieron inmediatamente en conductos para la venta de una vida ilusionada, alimentada en la lógica de un sistema profundamente alienador. Podemos decir que en este momento histórico en que vivimos acosados por una pandemia, fundamentalmente virtual, no somos capaces de ver la enorme posibilidad que se nos abre porque vemos las cosas como ellos desean que lo hagamos. No puede negarse que ya se capitalizó la información por el sistema y nos la sirven a goteros y con el sabor, color y olor que ellos deciden.

El capitalismo aprende rápido y ya está sacándole ganancia a la situación en la que vivimos. Las ventas de Walmart se dispararon con la pandemia. Ya no discutiremos más la mediocre reforma educativa de Peña que no termina de morir, ahora debemos estar alineados en los temas que nos dictan. El capital marcha delante de la izquierda, subsumiendo la crisis y regurgitando sus propias soluciones.

¿Por qué los sistemas educativos nunca discutieron los fundamentos éticos de la televisión y su impacto en la transformación curricular? ¿Por qué, si reconocimos que la televisión es nefasta, no nos dimos a la tarea de incluir en los currículos materias que se ocuparan de contrarrestar su efecto? La respuesta es clara: porque el capitalismo no lo permitía. Mejor nos entretenía con teorías del aprendizaje significativo y por descubrimiento que, como se sabe, ningún daño le proporcionaba a su hegemonía cultural.

Solo los que estudiaban filosofía o historia del arte, entre otras carreras, llegaban a tener criterios objetivos de crítica hacia los productos audiovisuales, que la mayoría alejada de la crítica consumía. ¿Por qué no tuvimos en la secundaria y el bachillerato una materia que se denominase: “Análisis crítico del producto audiovisual”?

Hago estas interrogantes porque hoy, que estamos viendo el enorme poder de manipulación de las redes, tampoco estamos haciéndonos estas preguntas.  En las escuelas se trabajan ciertos programas, como el PowerPoint, como si ello fuese una gran herramienta de las tecnologías; cuando en realidad, entre otros efectos negativos, este programa produce masas de tontos que leen y comentan trozos de textos bajados de internet y combinados con figuritas que se mueven, sin comprender ni teorías, ni autores, ni el tema que exponen. Excel, por ejemplo, ya no autoriza comprender lo que es la desviación estándar porque la mente dejó de seguir la ruta analítica del número y se conformó con introducir datos y dar un clic.

Por todo esto, digo que el problema serio de la relación entre coronavirus, internet y educación, ya lo teníamos solo que, tal vez, no lo vimos. El reto pedagógico no es adaptarse a una nueva manera de desarrollar el proceso educativo, ni siquiera aceptar el reto de humanizar las redes, sino que necesitamos con urgencia procesos de análisis y educación, encaminados a darles los criterios de crítica y análisis a los jóvenes para que puedan estar solos con las redes debatiendo su sentido humano y culturalizador.

La televisión y las redes no tienen el poder de hacer con los humanos nada que no sea autorizado por ellos.  No se trata tanto de lo que las redes pueden hacer, sino de lo que nosotros, como educadores, podemos. Pero resulta que el currículo tradicional que tenemos no nos permite actuar más allá de la instrumentalidad informática; ni contra la vieja televisión, ni contra la nueva tecnología podemos revelarnos, porque se asume que esto es cosa de especialistas y está fuera de los contenidos.

Y este es el tema esencial: la escuela nunca se especializo en la tarea de descolonizar a los jóvenes. Sin entender las herramientas de la dominación semiótica no podremos emanciparnos culturalmente. Es por ello que pedagógicamente la emancipación se quedó en el sueño incumplido de los filósofos y no llegó a aterrizar ni en el contenido, ni en las formas de organización, ni en los métodos y mucho menos en los objetivos de los sistemas de educación. Todo ello generó que el carácter del hombre moderno fuera el consumismo, la competitividad y la meritocracia.

La televisión y las redes alienan, pero entendamos que usted, persona adulta, ya puede decidir. Sé que es discutible, pero en algo coincido son esta frase de Sartre “estamos condenados a la libertad” porque a cierta edad decidimos. Al menos entendamos que si usted, persona adulta, no habla con sus hijos, está alejado de su familia e incomunicado con sus propias emociones se debe al tipo de persona y de padre en que usted se ha convertido. Y aunque usted ha sido educado en una época y por una familia entenderá que: según Sartre: “El hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”. El educador debe ser educado nos decía el viejo topo. Lo que los medios de comunicación nos están haciendo es evitable si nosotros nos organizamos como educadores para contrarrestar.

En este punto todos los educadores debemos hacer algo con lo que han hecho con nosotros. Debemos hacer algo con nuestros hábitos, gustos, deseos y preferencias. Y, claro, también con nuestro tiempo libre.

Reconozcamos que no contamos con las materias escolares que nos permitan preparar a una inmensa masa de estudiantes para criticar la basura chatarra que les venden por las redes. Debemos trabajar urgentemente para incluir en los diseños curriculares contenidos que permitan a las nuevas generaciones luchar contra el capitalismo cultural también en el espacio de la red de redes. Este es un muy buen momento para ello. Estamos en casa, usemos el tiempo en producir para liberar.

Ya sabemos que ni la televisión ni las redes están incluidas como contenidos de análisis en los currículos. No se las analiza y critica en su impacto gnoseológico, axiológico ni práctico. Hasta donde conozco, y sé que solo soy un humano; ni Hollywood ni Disney fueron confrontados por el currículo escolar. Son los peores enemigos del proceso de aprendizaje y formación de valores y los hemos dejado solos en al campo de batalla cultural para que se adueñen del tiempo de vida, las ilusiones, los gustos y los hábitos de nuestros niños y jóvenes.

No creo que esta pandemia haga que la escuela mejore si no nos metemos, sin temor, a debatir, los serios retos que enfrentamos como educadores de una generación que está llamada a salvar al planeta de la extinción definitiva. Pero la pandemia sí nos ha creado un momento especial: ya nos expulsó de las aulas; hagamos que nos expulse de nuestros hábitus.

Fuente: El autor escribe para OVE

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Entrevista a Noam Chomsky sobre la pandemia: «La escasez de ventiladores revela la crueldad del capitalismo neoliberal»

El renombrado filósofo y disidente Noam Chomsky en su oficina del Instituto Tecnológico de Massachusetts, en septiembre de 2016 (MARTIN BIALECKI / PICTURE ALLIANCE VIA GETTY IMAGES)

Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

El Covid-19 ha tomado el mundo por asalto. Hay cientos de miles de personas infectadas (posiblemente muchas más que los casos confirmados), la lista de muertes crece exponencialmente y las economías capitalistas se han estancado, lo que hace prácticamente inevitable una recesión global.

La pandemia había sido anticipada mucho antes de su aparición, pero las acciones tendentes a prepararse para esa crisis se restringieron a causa de los crueles imperativos de un orden económico en el que “la prevención de una catástrofe futura no produce beneficios”, señala Noam Chomsky en esta entrevista exclusiva para Truthout. Chomsky es profesor emérito de lingüística en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y profesor laureado en la Universidad de Arizona, autor de más de 120 libros y de miles de artículos y ensayos. En esta entrevista argumenta que el propio capitalismo neoliberal es responsable de la respuesta inadecuada de Estados Unidos ante la pandemia.

C.J. Polychroniou: Noam, la epidemia de la nueva enfermedad del coronavirus se ha propagado a la mayor parte del planeta, y Estados Unidos tiene ya más casos que cualquier otro país, incluyendo China, donde se originó el virus. ¿Cree que es una evolución sorprendente?

Noam Chomsky: La escala de la plaga es sorprendente, impactante diría yo, pero no su aparición. Ni el hecho de que Estados Unidos esté teniendo la peor respuesta ante la crisis.

Los científicos llevan años avisando de la aparición de una pandemia, insistiendo en ello desde la epidemia de SARS de 2003, causada también por un coronavirus, para la cual se desarrollaron vacunas que no pasaron de la fase preclínica. Ese era el momento de empezar a poner en práctica sistemas de respuesta rápida que nos prepararan para otra epidemia y guardar la capacidad de reserva que pudiera necesitarse. También se podrían haber puesto en marcha iniciativas para desarrollar defensas y modos de tratamiento para una probable reaparición de un virus relacionado.

Pero los avances de la ciencia no son suficientes. Tiene que haber alguien que tome decisiones. Y esa opción se ve obstaculizada por la patología del orden socioeconómico contemporáneo. Las señales del mercado eran evidentes: la prevención de una catástrofe no produce beneficios. El gobierno podría haber intervenido, pero lo impide la doctrina imperante: “el gobierno es el problema”, nos dijo Reagan con su sonrisa radiante, lo que significaba que es preciso delegar la toma de decisiones, aún más, al mundo empresarial, comprometido con la obtención de beneficios y libre de la influencia de quienes deberían preocuparse por el bien común. Los años siguientes inyectaron una dosis de brutalidad neoliberal al orden capitalista sin restricciones y a la retorcida forma de mercado que desarrolla.

La gravedad de la patología se pone en evidencia a través de uno de sus fallos más dramáticos (y letales): la falta de respiradores, que constituye uno de los principales cuellos de botella a la hora de enfrentarse a la pandemia. El Departamento de Salud y Servicios Sociales anticipó el problema y contrató a una pequeña empresa para que fabricara respiradores baratos, fáciles de usar. Pero intervino la lógica capitalista. La empresa fue adquirida por una gran corporación, Covidien, que marginó el proyecto y “en 2014, sin haber entregado ningún respirador al gobierno, la dirección de Covidien comunicó a funcionarios del instituto [federal] de investigación biomédica su deseo de rescindir el contrato, según tres antiguos funcionarios federales. Los directivos se quejaron de que el contrato no era lo bastante beneficioso para la compañía”.

Es una verdad que no admite duda.

Pero entonces intervino la lógica neoliberal, que dictó que el gobierno no podía intervenir para salvar el enorme fallo del mercado que ahora está creando el caos. Tal y como argumentó muy diplomáticamente el New York Times, “la paralización de la iniciativa que pretendía crear un nuevo tipo de respirador barato y de fácil uso pone de manifiesto los peligros de subcontratar a empresas privadas proyectos con grandes implicaciones de salud pública; su foco en la obtención del máximo beneficio no siempre está en consonancia con el objetivo del gobierno: estar preparado para una futura crisis”.

Dejando a un lado la reverencia ritual al bondadoso gobierno y a sus loables objetivos, el comentario no deja de tener razón. Podríamos añadir que el foco en el máximo beneficio tampoco está “siempre en consonancia” con la esperanza de “supervivencia de la humanidad”, tomando prestada la frase de un informe eliminado del JPMorgan Chase, el mayor banco de Estados Unidos, en el que se advertía de que “la supervivencia de la humanidad” estaba en peligro de seguir el rumbo actual, al que contribuía las inversiones del propio banco en combustibles fósiles. Así que Chevron canceló un proyecto de energía sostenible rentable porque obtenía más beneficios destruyendo la vida en la Tierra. ExxonMobil ni se planteó una inversión de ese tipo porque antes habría realizado cálculos de rentabilidad más precisos.

Y era totalmente lógico, según la doctrina neoliberal. Como nos explicaron en su día Milton Friedman y otras luminarias neoliberales, la tarea de los directivos de las grandes empresas es maximizar los beneficios. Cualquier desviación de esta obligación moral destruiría los cimientos de la “vida civilizada”.

En todo caso, nos recuperaremos de la crisis del Covid-19, pagando un precio importante y posiblemente terrible, especialmente para la población más pobre y vulnerable. Pero no nos recuperaremos del deshielo de la banquisa polar y de otras consecuencias devastadoras del calentamiento global. También en este caso la catástrofe será producto de un fallo del mercado, en este caso de proporciones verdaderamente demoledoras.

La Administración actual había sido ampliamente informada de la probabilidad de una pandemia. De hecho, el pasado octubre tuvo lugar un ejercicio de simulacro a alto nivel. Durante todos sus años como presidente, Trump ha reaccionado de la manera a la que nos tiene acostumbrados: retirando la financiación y desmantelando cualquier parte relevante del gobierno e implementando regularmente las instrucciones de sus amos corporativos para eliminar las regulaciones que dificultan los beneficios y salvan vidas –y dirigiendo la carrera hacia el abismo de la catástrofe medioambiental, con diferencia su mayor crimen; de hecho el mayor crimen de la historia si consideramos las consecuencias.

A principios de enero ya había poca duda de lo que estaba ocurriendo. El 31 de diciembre China informó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) de la propagación de síntomas similares a los de la neumonía de causas desconocidas. El 7 de enero, China informó a la OMS de que los científicos habían identificado el origen de la enfermedad como un coronavirus y habían conseguido secuenciar el genoma, que pusieron a disposición del mundo científico. A lo largo de enero y febrero, la inteligencia estadounidense intentó captar la atención de Trump de todas las formas posibles sin conseguirlo. Los funcionarios informaron a la prensa de que “no conseguían convencerle de que hiciera nada a ese respecto aunque las luces de alarma estaban encendidas”.

Pero Trump no permaneció callado. Emitió una serie de declaraciones confiadas informando al público de que el coronavirus no era más serio que una tos; que tenía todo bajo control; que estaba manejando la crisis a la perfección; que era muy grave pero que él ya sabía que era una pandemia antes que nadie; y así sucesivamente, con todo el repertorio de lamentables afirmaciones. La técnica está bien diseñada, como la práctica de ir soltando mentiras tan deprisa que el propio concepto de verdad desaparece. Pase lo que pase, Trump está seguro de que sus leales seguidores le defenderán. Cuando disparas flechas al azar, alguna tiene que dar en el blanco.

Para rematar este impresionante record, el 10 de febrero, con el virus recorriendo el país de punta a punta, la Casa Blanca publicó su propuesta de presupuesto anual, que amplia aún más los fuertes recortes en todas las principales partidas sanitarias responsabilidad del gobierno (de hecho, en prácticamente cualquier cosa que pueda ayudar a la gente) al tiempo que incrementa la financiación de lo que realmente importa: el ejército y el muro [con México].

Una consecuencia de esto es el escandaloso retraso de las pruebas y lo limitado de estas, muy por debajo de otros países, lo que imposibilita el uso de estrategias de seguimiento de los contagios que han evitado que la epidemia se descontrole en las sociedades funcionales. Incluso los mejores hospitales carecen de suficiente equipamiento básico. Estados Unidos es en estos momentos el epicentro de la crisis.

Este ejemplo es apenas una pequeña muestra de la malevolencia trumpiana, pero lamentablemente ahora no tenemos más espacio para profundizar.

Aunque resulta tentador echar la culpa a Trump de la desastrosa respuesta ante la crisis, si queremos prevenir futuras catástrofes, es preciso que miremos más allá de su figura. Trump asumió el poder en una sociedad enferma, afligida por 40 años de neoliberalismo profundamente enraizado.

La versión neoliberal del capitalismo lleva en vigor desde los tiempos de Reagan y Margaret Thatcher. No debería hacer falta detallar sus funestas consecuencias. La generosidad de Reagan con los superricos tiene una relevancia absoluta en la crisis actual, cuando se prepara un nuevo rescate. Reagan se apresuró a levantar la prohibición de los paraísos fiscales y otros mecanismos destinados a trasladar la carga fiscal al público, además de autorizar la recompra de acciones –un mecanismo para inflar el valor de las acciones y enriquecer a la dirección de las empresas y a los muy ricos (que poseen la mayor parte de las acciones) al tiempo que se debilita la capacidad productiva de la compañía.

Estos cambios en la regulación tienen enormes consecuencias, del orden de decenas de billones de dólares. Por lo general, las reglas se han diseñado para beneficiar a una pequeña minoría mientras el resto tiene que luchar por mantenerse a flote. De esa manera hemos llegado a tener una sociedad en la que el 0,1 por ciento de la población posee el 20 por ciento de la riqueza y la mitad de abajo tiene un patrimonio neto negativo y vive a base de endeudarse un mes tras otro. Mientras los beneficios crecían y los salarios de los grandes directivos se disparaban, los salarios reales se han estancado. Como muestran los economistas Emmanuel Saez y Gabriel Zucman en su libro The Triumph of Injustice, los impuestos son básicamente planos en todos los grupos de renta, excepto en el más elevado, donde descienden.

El sistema sanitario privado (y con ánimo de lucro) estadounidense es desde hace tiempo un caso de escándalo a escala internacional, pues tiene un coste que duplica al de otras sociedades desarrolladas y uno de los peores resultados. La doctrina neoliberal le asestó otro golpe al introducir en él medidas empresariales de eficiencia: servicio bajo demanda y falta de reservas para contingencias. A la menor alteración, el sistema se viene abajo. Lo mismo ocurre con el frágil orden económico forjado sobre los principios neoliberales.

Este es el mundo heredado por Trump, el objetivo de su ariete. Aquellos interesados en reconstruir una sociedad viable a partir de las ruinas que queden tras la crisis actual harían bien en prestar atención al aviso de Vijay Prashad: “No volveremos a la normalidad, porque la normalidad era el problema”.

Sin embargo, incluso ahora, con el país en mitad de una emergencia de salud pública distinta de cualquier cosa que hayamos visto en mucho tiempo, al público estadounidense se le sigue diciendo que la sanidad universal no es una propuesta realista. ¿Es el neoliberalismo el único responsable de este punto de vista típicamente estadounidense sobre la salud?

Es una historia compleja. Para empezar, durante mucho tiempo las encuestas mostraban actitudes favorables hacia la sanidad universal, a veces incluso un fuerte apoyo. En los últimos años de la era Reagan, en torno al 70 por ciento de la población pensaba que la Constitución debería garantizar los cuidados sanitarios y el 40 por ciento pensaba que de hecho ya era así –asumiendo que la Constitución era la depositaria de todo lo que es evidentemente correcto. Las encuestas mostraban un gran apoyo al derecho a la sanidad universal, hasta que comenzó la ofensiva de propaganda de las compañías, advirtiendo de la enorme carga fiscal que eso supondría, algo parecido a lo que hemos visto recientemente. Entonces el apoyo popular desapareció.

Como suele ocurrir, la propaganda tiene un elemento de verdad. Los impuestos subirán, pero los gastos totales descenderán bruscamente, como muestran los datos de países comparables. ¿Cuánto? Hay algunas estimaciones interesantes. Una de las principales revistas médicas del mundo, The Lancet de Reino Unido, publicó recientemente un estudio que estimaba que la implantación de la sanidad universal en Estados Unidos “probablemente supondría un ahorro del 13 por ciento en el gasto sanitario nacional, equivalente a más de 450.000 millones de dólares anuales (según el valor del dólar en 2017)”. El estudio continuaba afirmando:

“Todo el sistema podría financiarse con un menor desembolso que el que contraen las empresas y las familias que pagan las pólizas sanitarias junto con las partidas asignadas por el gobierno. Este cambio a una sanidad de un solo pagador beneficiaría especialmente a los hogares de menores ingresos. Además, estimamos que el acceso a los cuidados sanitarios para toda la población estadounidense salvaría más de 68.000 vidas y 1,73 millones de años de vida cada año, en relación con la situación actual”.

Pero los impuestos tendrían que subir. Y parece que muchos estadounidenses prefieren gastar más dinero siempre que no sea en impuestos (aunque por otro lado eso suponga la pérdida de decenas de miles de vidas cada año). Este es un indicador sintomático del estado de la democracia estadounidense, según la percibe la gente; y, desde otra perspectiva, de la fuerza del sistema doctrinario diseñado por el poder empresarial y sus lacayos intelectuales. El ataque neoliberal ha intensificado este elemento patológico de la cultura nacional, pero las raíces son mucho más profundas y se pueden observar en muchos ejemplos. Se trata de un tema que merece la pena investigar más.

Algunos países europeos están gestionando la propagación del coronavirus mejor que otros, pero parece que los que han tenido más éxito en esta tarea se sitúan fuera del universo occidental (neo)liberal. Hablamos de Singapur, Corea del Sur, Rusia y la misma China. ¿Cree que este dato nos aporta información sobre los regímenes capitalistas occidentales?

Ha habido diferentes reacciones frente a la propagación del virus. China parece haberla controlado, al menos por ahora. Al igual que los países de su periferia, incluyendo a democracias no menos dinámicas que las occidentales, que tomaron muy en serio los primeros avisos. La mayor parte de Europa retrasó la toma de decisiones, pero algunos países actuaron con presteza. Alemania parece mantener el record global en cuanto a baja mortalidad, gracias a la reserva de instalaciones sanitarias y capacidad de diagnóstico y a la respuesta inmediata. Lo mismo parece ocurrir con Noruega. La reacción de Boris Johnson en Reino Unido fue vergonzosa. Pero los Estados Unidos de Trump van a la cola.

Sin embargo, la diligencia con que actuó Alemania con su población no se extendió más allá de sus fronteras. La Unión Europea ha demostrado estar cualquier cosa menos unida. No obstante, las sociedades europeas enfermas podrían pedir ayuda al otro lado del Atlántico. La superpotencia cubana está lista para ayudar una vez más con médicos y equipo. Mientras tanto, su vecino yanqui se ha dedicado a retirar la asistencia sanitaria a Yemen, donde ha contribuido a crear la mayor crisis humanitaria del mundo, y utiliza la oportunidad que le presenta la devastadora emergencia sanitaria para endurecer sus crueles sanciones y asegurar el máximo sufrimiento de sus supuestos enemigos. Cuba es su víctima más prolongada, desde los tiempos de las guerras terroristas y el estrangulamiento económico de Kennedy, aunque milagrosamente ha conseguido sobrevivir.

A propósito, debería ser extremadamente perturbador para los estadounidenses comparar el circo montado por Washington con los informes serenos, comedidos y objetivos de Angela Merkel sobre cómo manejar la epidemia.

Las distintas maneras de responder a la crisis no parecen depender de si el país es una democracia o una autocracia, sino de si su sociedad es funcional o disfuncional –lo que en la retórica de Trump se resume como “países de mierda”, como el que él mismo se esfuerza en crear bajo su mandato.

¿Qué piensa del plan de rescate económico del coronavirus, valorado en 2 billones de dólares? ¿Es suficiente para prevenir otra posible gran recesión y ayudar a los grupos más vulnerables de la sociedad estadounidense?

El plan de rescate es mejor que nada. Ofrece un alivio limitado a algunos de los que lo necesitan desesperadamente y contiene fondos suficientes para ayudar a los verdaderamente vulnerables: las lastimosas corporaciones que acuden en tropel a papá Estado, con el sombrero en la mano, ocultando sus copias de Ayn Rand* y suplicando una vez más que el sector público las rescate tras haber pasado sus años gloriosos amasando inmensos beneficios y ampliando estos con una orgía de recompra de acciones. Pero no hay de qué preocuparse. La caja negra será supervisada por Trump y su Secretario del Tesoro, en quienes se puede confiar que serán justos e imparciales. Y si deciden ignorar las demandas del nuevo inspector general y del Congreso, ¿quién va a evitarlo? ¿El Departamento de Justicia de Barr? ¿Un impeachment?

Deberían haberse diseñado mecanismos para que la ayuda llegue a quienes la necesitan, a los hogares, más allá de la miseria que parece habérseles asignado. Eso incluye a las personas trabajadoras que tenían verdaderos empleos y al enorme precariado que malvivía con empleos temporales e irregulares, pero también a otros: a quienes ya habían tirado la toalla, los cientos de miles de víctimas de “muerte por desesperación”** –una auténtica tragedia americana–, los sin techo, los presos, todos los que habitan viviendas tan inadecuadas que no es posible el aislamiento y el almacenamiento de comida, y muchos otros que no son difíciles de identificar.

Los economistas políticos Thomas Ferguson y Rob Johnson lo han explicado llanamente: Mientras la sanidad universal que es común en otros lugares se considere algo inalcanzable en Estados Unidos, “no hay ninguna razón por la que se deba aceptar un seguro único financiado por las empresas” Estos autores hacen un compendio de maneras sencillas de superar esta forma de robo corporativo.

Como mínimo, la práctica habitual de rescatar con dinero público al sector empresarial debería exigir como contrapartida la estricta prohibición de recompra de acciones, una participación importante de los trabajadores en la gestión de la empresa y el final de las escandalosas medidas proteccionistas de los mal llamados “acuerdos de libre comercio”, que garantizan enormes beneficios para las grandes farmacéuticas mientras aumentan el precio de los medicamentos mucho más de lo que sería razonable. Como mínimo.

Esta entrevista ha sido editada para facilitar su lectura.

N. de T.: *Filósofa y escritora rusa que obtuvo la nacionalidad estadounidense y que defendía el egoísmo racional, el individualismo y el laissez faire y rechazaba el altruismo y el socialismo.

**Chomsky hace aquí referencia a la “epidemia” de suicidios de trabajadores en EE.UU. (del orden de 150.000 cada año), y a un libro de Anne Case y Angus Deaton, ganadores del Nobel de Economía en 2015 y autores del libro Deaths of Despair and the Future of Capitalism, al que cita indirectamente el filósofo.

Fuente de la entrevista: https://rebelion.org/la-escasez-de-ventiladores-revela-la-crueldad-del-capitalismo-neoliberal/

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Noam Chomsky: «La pandemia es otro caso de la falla masiva del mercado, como el calentamiento global»

Por: Roberto Manríquez.

 

Para el pensador estadounidense –quien aprovechó el aislamiento en que se encuentra para responder preguntas a El Mostrador– «la situación es, por supuesto, muy grave, principalmente para el sur global y los sectores más vulnerables en Occidente. Del mismo modo que la pandemia podría haberse evitado, y en algunos países asiáticos parece haberse contenido en gran medida, la crisis económica puede mitigarse y evitar que se vuelva catastrófica. No es necesario repetir los errores de 1929 o de 2008. La crisis pone de manifiesto profundos defectos en los modelos económicos imperantes, defectos que pronto provocarán crisis mucho peores, a menos que se tomen medidas importantes para evitarlos. Por terrible que sea la crisis del coronavirus, habrá recuperación. No habrá recuperación del calentamiento global si no se controla».

La evidencia científica apunta a que la aparición del COVID-19 no fue de modo alguno imprevisible. De hecho, en un artículo publicado el pasado lunes en El Mostrador, la Sociedad de Microbiología de Chile sentenciaba en forma preocupante que “tal como lo hemos visto incluso en estos días, las decisiones sobre la pandemia de SARS-CoV-2, causante de la enfermedad COVID-19, son en muchos casos basadas en criterios políticos y económicos, más que en la evidencia científica”.

Basado en estas evidencias, Noam Chomsky estima que la aparición del COVID-19 se pudo prever, pero que, dado el modelo económico, era difícil que los recursos públicos fueran destinados a escenarios de prevención hipotéticos.

El intelectual, quien no requiere de mayor presentación, respondió desde su lugar de aislamiento a este cuestionario de El Mostrador sobre la pandemia que desafía a la humanidad.

-¿Cómo está profesor?

Personalmente bien. Aislado.

-La situación se reveló más seria de lo que en un principio el gobierno de Trump previó. 

La reacción de la administración Trump ha sido un desastre: negación, confusión, pérdida de tiempo. Por ahora, Estados Unidos es el único país importante que ni siquiera puede proporcionar información precisa a la Organización Mundial de la Salud. El gobierno finalmente está dando algunos pasos: demasiado tarde, demasiado limitado.

-De pronto pasamos de lidiar con la emergencia climática y la amenaza nuclear a una pandemia devastadora. ¿Era previsible de alguna forma?

Se ha esperado durante algún tiempo, se estimaba que otra pandemia estaba en camino, tal vez causada por un coronavirus similar al SARS. Las compañías farmacéuticas no tenían interés en la preparación de antídotos. Sin ganancia inmediata. Por otro lado, las iniciativas gubernamentales han sido bloqueadas sistemáticamente por la doctrina neoliberal imperante, que autoriza al Estado a proporcionar subsidios a las corporaciones y rescatarlas de los problemas, pero no interferir con su control del mercado, incluyendo el farmacéutico.

-¿A qué responde la situación que enfrentamos?

Como mencioné, la pandemia es otro caso de la falla masiva del mercado, como el calentamiento global. Para las compañías farmacéuticas privadas, las señales del mercado eran claras: no desperdicies recursos en la preparación anticipada para una pandemia. El gobierno podría haber intervenido, como en Corea del Sur, pero eso entra en conflicto con la ideología neoliberal; interferiría con los sagrados derechos del poder privado concentrado. El papel del gobierno es subsidiar y proporcionar derechos de patentes exorbitantes, asegurando ganancias colosales. Pero no interferir con las prerrogativas de privilegio y riqueza.

-Trump y Bolsonaro pasaron de decir que era una invención de los medios de comunicación a tomarlo con cierta seriedad.

Mucho de lo que ha pasado globalmente, se debe a ese enfoque de reaccionar tardíamente.

-Esta crisis ha expuesto el verdadero estado de los sistemas de salud pública, que no están pasando la prueba

Muy cierto. También demuestra cómo han sido debilitados por los programas neoliberales de la generación pasada.

-La crisis pandémica a su vez provocará una crisis económica, que evoca la crisis subprime o incluso la de 1929, ¿cuál es su apreciación?

La situación es, por supuesto, muy grave, principalmente para el sur global y los sectores más vulnerables en Occidente. Del mismo modo que la pandemia podría haberse evitado, y en algunos países asiáticos parece haberse contenido en gran medida, la crisis económica puede mitigarse y evitar que se vuelva catastrófica. No es necesario repetir los errores de 1929 o de 2008. La crisis pone de manifiesto profundos defectos en los modelos económicos imperantes, defectos que pronto provocarán crisis mucho peores, a menos que se tomen medidas importantes para evitarlos. Por terrible que sea la crisis del coronavirus, habrá recuperación. No habrá recuperación del calentamiento global si no se controla.

Fuente de la entrevista: https://rebelion.org/la-pandemia-es-otro-caso-de-la-falla-masiva-del-mercado-como-el-calentamiento-global/

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Otra vergüenza en Zacatecas.

América/México/18/03/2020/Autor: REMA/Fuente: Insurgenciamagisterial.com

Ante el imperativo de reorientar al RENIECYT en todo el país:
Incentivan a empresas mineras a registrarse en el Registro Nacional de Instituciones y Empresas Científicas y Tecnológicas (RENIECYT).

El Consejo Zacatecano de Ciencia, Tecnología e Innovación (COZCYT), dependiente del Gobierno del Estado de Zacatecas, hace unos días se congratuló por una capacitación que proporcionó a integrantes del Clúster Minero de Zacatecas para facilitar a que accedan a recursos federales de Conacyt, a través de la promoción de su registro en el Registro Nacional de Instituciones y Empresas Científicas y Tecnológicas (RENIECYT)1.

Hasta la fecha -según los datos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT)2-, existe 56 empresas relacionadas con la actividad minera registradas en el RENIECYT en 20 entidades de la república, principalmente en los estados de Coahuila (10 empresas), Sonora (8), Nuevo León (6) y Chihuahua (4), Tabasco (4) y Zacatecas (4). Sin embargo, esta base de datos no detalla cuáles de éstas han sido apoyadas y, en su caso, qué monto económico han recibido ni el motivo de dicho apoyo.
Como Red Mexicana de Afectadas y Afectados por la Minería (REMA), nos pronunciamos enérgicamente en contra de esta acción que no sólo busca promover al sector minero, sino cínicamente, se apoya para que la poderosa industria privada minera tenga acceso a recursos públicos, sea directamente o por condonación de impuestos. La explotación minera, ícono de las actividades que más despojo han generado en la historia del país y del planeta, particularmente en su fase neoliberal, no debe ser financiada directa, ni indirectamente por las instituciones públicas, por más que pretendan disfrazar el despojo y el interés privado como “desarrollo” y “oferta de empleo”. El despojo no es de utilidad pública.
Hace un año, la actual directora del CONACYT dio a conocer y denunció las prácticas en las que se había incurrido dentro de esta entidad científica en los sexenios anteriores, justo por la asignación -a fondo perdido-, de recursos públicos a proyectos de empresas privadas. Entre 2009 y 2017, a través del Programa de Estímulos a la Innovación (PEI), se destinaron 7 mil 367 millones de pesos a 512 grandes empresas nacionales y trasnacionales, entre ellasIBM, Intel, Ford, General Motors, Monsanto/Bayer, Continental, Volkswagen, Sanofi, Nissan, Kimberly Clark e Industrial Minera México3. En ese contexto, esta reciente invitación a las empresas mineras para participar dentro del RENIECYT y beneficiarse del erario público de manera directa o indirecta, busca mantener las canonjías de la misma forma en la que se hizo en sexenios anteriores.
El RENIECYT debe orientarse al bien común de manera clara y categórica, y en particular, aquellas empresas e instituciones, sean nacionales o extranjeras, cuyas actividades atentan contra el bien común y contra la integridad de las comunidades y territorios, como es el caso bien fundamentado de las empresas de megaminería tóxica, no deben de ser incorporadas a dicho registro bajo ningún concepto. De otra forma se refrenda la continuidad con las políticas de los gobiernos anteriores y sin duda alguna se afirman las contradicciones entre los hechos y los dichos del actual gobierno.
El RENIECYT, como instrumento de apoyo y fomento a la investigación científica, al desarrollo tecnológico y a la innovación en el país, que es pagado con presupuesto público, es decir, con el esfuerzo y el sacrificio de la clase trabajadora, no puede prestarse para apoyar a un sector que viola constantemente los derechos de las comunidades, daña de manera irreversible al ambiente y la salud de la población y quebranta el marco legal nacional, además de recibir una cobertura oficial a su calidad de evasor de impuestos. Como ejemplo de ello, y a pesar de la enorme magnitud económica de los recursos que estas empresas sustraen sistemáticamente del país, durante el periodo 2010-2014 sólo el 1% de los ingresos fiscales totales en México provinieron la actividad minera4, y por lo menos 59 empresas mineras fueron identificadas por la Auditoría Superior de la Federación como presuntas evasoras fiscales5 durante el 2017.
En tanto, las condiciones que favorecen este despojo no han sido modificadas de manera sustantiva por los legisladores, no a fin de que se incremente la carga fiscal a dichas empresas, sino a fin de suspender de manera categórica sus operaciones por el bien del país, de sus habitantes y de sus territorios.
Los llamados “Clúster Minero” son un ejemplo claro de los mecanismos de asociación entre el gobierno y capital privado del neoliberalismo, mecanismos de compadrazgo y complicidad donde los intereses de la población no sólo quedan fuera, sino desaparecen totalmente. Recordemos que se trata de una figura donde empresas mineras, proveedores de ésta y funcionarios públicos estatales y federales, así como de universidades y fundaciones universitarias se reúnen bajo la figura de una asociación sin fines de lucro, con el fin promover la explotación minera -principalmente metálica-, en distintos estados del país, a través de la incidencia en políticas públicas y el acaparamiento de apoyos gubernamentales.
En México, existen cinco agrupaciones de este tipo, mismas que se encuentran en Estados con daños muy graves y un sinfín de actos de violencia por esta actividad: Guerrero, Sonora, Chihuahua, Coahuila y Zacatecas.
Es importante destacar que el clúster minero de Zacatecas (Clusmin), integrado por siete empresas mineras (Industrias Peñoles, Grupo Frisco, Capstone, FirstMajestic, Newmont/Goldcorp y Mineras Bacis), mantienen un “estrecho” vínculo con varias áreas de universidades mexicanas y extranjeras: Instituto Politécnico Nacional (IPN), Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), Instituto Lowell, Universidad de Arizona, Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), el Instituto de Minería Sustentable de la Universidad de Queensland, Australia (SMI), el Centro Norcat en Canadá y el Instituto de Minería Sustentable del Perú (ISEM)6 lo cual, sin duda alguna, significa una pérdida de credibilidad y las coloca en claro conflicto de interés en casos del uso de la “ciencia institucionalizada” para dirimir controversias entre los desastres mineros y las comunidades que inevitablemente acarrea este tipo de extractivismo. Es decir, la ciencia no puede estar financiada para luego ser aprisionada y sometida por interés de particulares.
En ese marco y para este año, el director del COZCYT anunció que la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ) empezará la construcción del “Centro de Minería Compatible” en Quantum.
Desde la REMA reafirmamos que no hay minería compatible, ni sustentable, ni verde, ni responsable, ni libre de conflictos con nuestras vidas, nuestros territorios y el medio ambiente.
Es vergonzoso que académicos y académicas -sin conciencia-, quienes han sido educados y formados con recursos públicos de todas y todos lo mexicanos, se vuelvan peones de las empresas privadas depredadoras. Exigimos que en las universidades de México (y de otros países), se dejen de utilizar recursos humanos, financieros e instalaciones públicas para desarrollar este tipo de colaboraciones de promoción de la actividad minera en conjunto con empresas que han provocado tantos desastres socio-ambientales a lo largo de nuestro país. La libertad de cátedra e investigativa también tiene rumbo político, y este se afirma a partir del bienestar social, por lo tanto, no puede justificarse para apoyar el desastre en el cual el modelo extractivo nos ha metido.
La ciencia sin conciencia es un ente del neoliberalismo.
Basta de falsos disfraces para la investigación y desarrollo tecnológico para encubrir actividades que se basan en el extractivismo y en el despojo de las comunidades.

¡LA MINERÍA DESTRUYE LA VIDA¡

¡CIENCIA, ACADEMIA Y RECURSOS PÚBLICOS A FAVOR DE LOS PUEBLOS Y

NO DE QUIENES LOS DESTRUYEN!
TERRITORIOS LIBRES DE MINERÍA

RED MEXICANA DE AFECTADAS AFECTADOS POR LA MINERÍA

Fuente e imagen: https://insurgenciamagisterial.com/otra-verguenza-en-zacatecas/

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Haití y la crisis sistémica

Por: Cristóbal León Campos.

 

La vuelta de hoja lleva otra vez a la urgencia de reconocer y difundir la extrema situación que se vive en Haití, meses de protestas y represión, años de manifestaciones cíclicas, siglos de olvido y negación. Haití es en América la crisis total del sistema capitalista y de la hegemonía imperialista de los Estados Unidos, es también, la crisis de la humanidad puesta en escena, es un grito cuyo eco no hemos alcanzado a escuchar y comprender por la ocupación en otros frentes de lucha y también por la ponderación de otras naciones como si fueran más relevantes, pero en Haití, se ponen de manifiesto no únicamente el real carácter del capitalismo por las condiciones de suprema de explotación, marginación, racismo y represión, se evidencia de igual forma, la aguda urgencia de la conformación de una alternativa de izquierda que alcance a aglutinar la esperanza en un sólo camino para dar salida a esta situación, las alianzas temporales que suelen presentarse en coyunturas particulares, en muchas ocasiones así como surgen se diluyen, dejando debilitado al movimiento o la implementación de las demandas, la insurrección tiene a los barrios populares organizándose, tomando las calles, montando barricadas, organizando marchas e incluso milicias, el pueblo está discutiendo las estrategias posibles para desafiar al régimen de Jovenel Moïse, presidente repudiado y cuya salida encabeza las demanda social. Los obreros, campesinos, estudiantes y demás sectores no han cesado en la resistencia, la profundidad de las heridas es equivalente al deseo de cambio y a la generación de conciencia proletaria que poco a poco va tomando mayor forma en el país caribeño.El actual ciclo de protestas comenzó el mes de julio de 2018, cuando el presidente, Jovenel Moïse, aumentó el costo de los productos petroleros siguiendo las indicaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), el descontento se incrementó al vincularse al presidente con actos de corrupción al malversar fondos por más de dos mil millones de dólares provenientes del programa Petrocaribe y por el consecuente desabasto de combustible causado por la crisis arrastrada. Altos precios, sub-ejecuciones, contratos yuxtapuestos, obras fantasmas, liquidación precoz de fondos, evasión fiscal, nepotismo y otras acusaciones caen sobre el gobierno, temas de los que países como México saben mucho. Haití presenta movilizaciones recurrentes, la dura realidad muestra el alza de la pobreza así como de la violencia de Estado, más de cuarenta personas han sido asesinadas por el terrorismo del poder, cientos encarcelas y torturadas, junto a esto, la ocupación imperialista y neocolonial que está presente desde años atrás, impide la generación de vías alternas democráticas para el pueblo, el manto de silencio que cubre lo referente a Haití, es la cúpula de una permanente agresión por varias vías. La inflación, el desempleo y la precariedad crecen abismalmente con gran rapidez, las fuerzas productivas en lucha resisten para superar la mayor de la crisis y poner abajo al gobierno “neoliberal, antipopular, ilegítimo y antidemocrático”, tal y como lo definen los haitianos.

Los sectores sociales en resistencia han firmado un acuerdo político para sentar las bases de un gobierno de transición una vez se logre la renuncia del presidente Jovenel Moise, el pasado 9 de noviembre, se congregaron con la mira común de salir de una vez y para siempre del pesado lastre que significa cargar sobre las espaldas de los trabajadores y trabajadoras la crisis económica más larga de la historia latinoamericana, sin embargo, el presidente como es común, se aferra al poder y agudiza la represión, actitud compartida por ejemplo, con Sebastián Piñera, presidente de Chile. El acuerdo es en sí, una posible hoja de ruta, un camino que en realidad tendrá que buscar las diferentes veredas por las cuales andar, sin perder el rumbo pactado, en este proceso largo y complejo aún deben fijarse los tiempos de la transición, las estructuras y formas del gobierno futuro. Todo sin bajar la guardia en la lucha, sin dar oportunidad a qué el actual gobierno, las potencias que mantienen ocupación e intereses económicos, puedan desvirtuar el carácter emancipador de los acuerdos, la independencia de la resistencia como de la sociedad a construir es indispensable para garantizar que sean los haitianos quienes reciban los beneficios de cada uno de los logros consumados, como puede deducirse, la desconfianza de la población a las organizaciones tradicionales es alta, por ello, la independencia proletaria es indispensable para realmente hablar un nuevo gobierno y del establecimiento de las bases para reconstruir la nación.

La solidaridad internacional debe expresarse a favor del pueblo haitiano, por la salida del gobierno corrupto y opresor, por la unidad latinoamericana, en un contexto tan particular como el actual. Las luchas presentes no pueden entenderse en un contexto únicamente local o regional, la mirada global permite comprender que lo que se vive en Nuestra América y en todas las zonas en resistencia a nivel mundial, es sin dudas, la crisis final del capitalismo y del imperialismo estadounidense. La resistencia haitiana es síntoma y reflejo del nuevo mundo que habremos de crear, el proyecto socialista tiene que ponderarse como bandera, los pueblos latinoamericanos integrados deben contribuir a la reconfiguración de toda la humanidad.

Fuente del artículo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=262524

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Archivar proyecto legal económico, pedido de indígenas en Ecuador

América del Sur/Ecuador/17-11-2019/Autor(a): Sinay Céspedes Moreno/Fuente: www.prensa-latina.cu

Por: Sinay Céspedes Moreno

La Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), es hoy una de las organizaciones que considera adecuado archivar el proyecto de Ley de Crecimiento Económico (urgente), en debate en la Asamblea Nacional.
La formación que agrupa a pueblos y nacionalidades hizo su petición formal ante la Comisión legislativa de Régimen Económico del Parlamento, encargado de elaborar el informe para el segundo debate de la polémica iniciativa, que incluso cuenta con seguidores y detractores en el seno del legislativo.

Según explicó Jaime Vargas, presidente de la Conaie, el proyecto regulatorio es negativo para amplios sectores del país.

A su juicio, el texto debería ser archivado y en cambio, establecer mesas técnicas en busca de alternativas derivadas en propuestas que no afecten a la población trabajadora.

En ese sentido, el líder indígena defendió la propuesta presentada por el recién creado Parlamento de los Pueblos y Sectores Sociales, que aclaró, no es un proyecto de ley, sino una alternativa al plan económico, pensada desde los sectores populares, por el bien de los más desposeídos del país.

Sobre el posible retorno a la movilización, el dirigente señaló que no se descarta esa opción, pues todo depende del gobierno nacional y sus decisiones.

Desde octubre pasado, cuando se registraron 11 días consecutivos de paro a nivel nacional contra medidas económicas de corte neoliberal y alineadas con las llamadas recetas del Fondo Monetario Internacional, la Conaie lidera a organizaciones de la sociedad ecuatoriana, en demandas de ideas y normativas, con la mirada puesta en las familias de menos ingresos.

Las movilizaciones iniciadas contra la eliminación del subsidio al combustible, que desató un alza en precios del transporte nacional y los alimentos, se convirtió en protesta de indígenas, campesinos, trabajadores, estudiantes y otros, contra políticas y disposiciones consideradas paquetazo.

Hasta ahora, suman varios los debates realizados entre el gobierno y diferentes sectores hacia un plan concreto, para elaborar un decreto sobre el tema de los subsidios, al cual se han añadido otros puntos y aportes, desde el plano económico, para un marco regulatorio más amplio.

Sin embargo, con el sector indígena mayormente representado por la Conaie, las mesas están suspendidas, ante denuncias desde el ejecutivo, contra líderes de pueblos y nacionalidades, por supuestas irregularidades durante las marchas.

Para Conaie, ‘sin paz no hay diálogo’, razón por la cual se creó el Parlamento de los Pueblos y nació la propuesta económica defendida hoy ante la Asamblea nacional.

La premisa se sostiene, entre otras, con el argumento de que desde los sectores representados por más de 180 organizaciones miembros del nuevo Parlamento, se genera el 70 por ciento de los alimentos en Ecuador, por lo cual, sus voces deben ser escuchadas y atendidas.

Archivar la normativa presentada por la administración nacional de esta nación andina, es también una idea defendida por la bancada de la Revolución Ciudadana, a cuyo criterio, la iniciativa contiene falencias, que ni desde el mismo Ministerio de Economía y Finanzas se han podido explicar.

El proyecto presentado por el gobierno nacional al Legislativo, mantiene invariable en el 12 por ciento el pago del Impuesto al Valor Agregado (IVA) y comprende la eliminación del impuesto a la salida de divisas, así como el pago de una contribución especial para empresas que facturen más de un millón de dólares anuales.

Contempla además la supresión del anticipo del impuesto a la renta, un nuevo mecanismo de devolución de impuestos para exportadores, la simplificación del esquema de tributación en el caso de los bananeros y un gravamen de 10 centavos por la utilización de fundas plásticas, mientras también aumenta el impuesto por la adquisición de cigarrillos electrónicos y los servicios digitales.

El gobierno espera recaudar alrededor de 700 millones de dólares si el instrumento legal resulta aprobado, mientras sectores populares consideran que la idea, nuevamente golpea a la masa trabajadora y mira en dirección a los grandes empresarios y ecuatorianos acaudalados.

De no llegar a una conclusión en el pleno de la Asamblea nacional, la propuesta del ejecutivo comenzaría a regir por el ministerio de la ley.

Fuente e Imagen: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=319656&SEO=archivar-proyecto-legal-economico-pedido-de-indigenas-en-ecuador
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