España / 24 de febrero de 2019 / Autor: Regina de Miguel / Fuente: Educación 3.0
Lourdes Jiménez, del Colegio Santa María de Nazaret (Chiclana de Segura, Jaén), combina su faceta de docente con la de escritora. Su última obra ‘¿Y si nos tapamos los ojos’? es un cuento que educa en la inclusión y rompe con los estereotipos.
Lourdes Jiménez se dedica a la docencia desde hace una década, profesión que siempre le atrajo y que le ha valido diferentes reconocimientos. Además, cultiva su faceta como escritora. Opina que la escuela debe ser diversión, afecto y emoción, y defiende la idea de que hay que invitar a que los alumnos se emocionen porque siempre se recuerda mejor lo que se vive y experimenta. Asimismo, es una firme defensora de la inclusión y sostiene la necesidad de mostrar a los alumnos que todos no somos ni pensamos igual.
¿Qué es para ti el aprendizaje?
Es la adquisición de conocimientos, competencias, habilidades y actitudes de manera significativa, es decir, a través del juego y las emociones, la investigación, la manipulación y la práctica de la mayor cantidad posible de tareas. Recordamos aquellas cosas que nos emocionan o nos divierten, eso debe ser la escuela: diversión, afecto y emoción. El aprendizaje implica, además, el descubrimiento de la mayor cantidad posible de cosas que no se conocen o no se han vivido todavía; por eso, hay que vivirlas en lugar de memorizarlas. La memoria no puede retener por mucho tiempo algo que nunca ha experimentado.
¿Qué metodologías usas en el aula?
Empleo una metodología basada en proyectos integrados, tareas solidarias, talleres competenciales y aprendizaje servicio. Quito importancia al libro de texto para darle protagonismo al arte, la música, el teatro, el deporte, el dibujo o la cocina para dotar al alumno de herramientas comunicativas, cognitivas, afectivas, emocionales y sociales. Asimismo, utilizo un horario que rompe con las áreas para dar paso a las competencias.
«Quito importancia al libro de texto para darle protagonismo al arte, la música, el teatro, el deporte, el dibujo o la cocina»
Dentro esta metodología busco, por otro lado, que los estudiantes se enamoren de su escuela y aprendan por placer y motivación propia. Mi objetivo es que aprendan pensando que juegan porque el juego es el mayor recurso pedagógico que existe. En mis clases hay mucha práctica y poca teoría, porque como he dicho antes las cosas que se vivencias y experimentan nunca se olvidan. Se trata de incluir todas las capacidades que tenemos en un aula diversa y potenciar la autoestima de cada niño. El libro, por sí mismo, encasilla los aprendizajes y no potencia las inteligencias múltiples, sólo la capacidad memorística y mecánica. Tenemos un sistema que obliga a ‘tragar’ y memorizar cosas para aprobar que luego se olvidan. La educación debe ser magnánima, permitir cientos de posibilidades y estar cargada de magia y emociones.
También cultivas la faceta de escritora con obras como el cuento infantil ‘¿Y si nos tapamos los ojos’? donde hablas de los estereotipos y de cómo romper con la xenofobia y homofobia. ¿Cómo educa este libro en la inclusión?
Aún hay personas que se niegan a ver a quienes tienen enfrente por culpa de los prejuicios. Pienso que, a pesar de que exista gente que se niegue a ser tolerante y respetuosa con aquellas cosas que son menos comunes (¿quién dice que algo es normal o no?) somos más quienes respetamos y toleramos. Hay que tomar como arma la educación.
‘¿Y si nos tapamos los ojos?’ es un cuento que pretende trabajar la inclusión, la tolerancia y el respeto desde la infancia. En la obra, cobran protagonismo la homosexualidad y el color de piel, dos aspectos muy marcados en una sociedad plural como la nuestra y que debería de ser abierta también. El cuento busca así la inclusión de todas las capacidades y diferentes formas de ser, pensar y vivir. Quiere romper, en otro orden de cosas, con los estereotipos y las etiquetas de una sociedad donde muchas veces faltan emociones, valores, empatía… para ver el talento de cada uno sin importar su piel, nacionalidad, forma de amar o físico.
¿Qué recursos ofreces en él para educar a los alumnos en una sociedad donde no haya etiquetas?
En el cuento se muestra una historia muy cercana para ellos de fácil asimilación y comprensión. Una historia sobre niños que no aceptan los rasgos físicos de su compañero de clase. A partir de ahí se trabajan los comportamientos de los diferentes chavales, familia, profesores… para que el lector -en este caso el estudiante- tome conciencia y adquiera la capacidad crítica suficiente como para entender que todos somos diferentes y que esas diferencias nos enriquecen.
¿Y en el caso de la empatía? ¿Cómo podemos fomentar esta capacidad en el alumnado?
Sobre todo, a través de las tareas solidarias y el aprendizaje servicio porque es ahí donde se pone en práctica la empatía. En mis proyectos tenemos tareas donde visitamos a niños hospitalizados, nos desplazamos a residencias de ancianos, recogemos tapones para personas enfermas o hacemos carreras solidarias para Save the Children. También visualizamos películas, documentales y cortos educativos, y preparamos debates donde analizamos los problemas que existen en el mundo, leemos textos con carga emocional y valores, analizamos letras de canciones para comprobar la carga machista que las envuelve, colaboramos con los concursos escolares de la ONCE…
Aunque la empatía se trabaja hablando con el alumnado, tengo claro que en una sociedad como la actual -que experimenta una pérdida de valores descomunal- es necesario que ésta se muestre no sólo con el ejemplo directo de padres y maestros, sino con la vivencia propia de los estudiantes en situaciones reales. Son lecciones de vida que nunca olvidarán.
¿Cómo puede la escuela luchar contra los estereotipos y formar personas libres de prejuicios?
Apostando mucho por la gamificación, el trabajo en equipo y las tareas solidarias donde el alumnado tiene que compartir ideas, convivir e intercambiar diferentes capacidades. De igual forma, diseñando proyectos para trabajar esos prejuicios y etiquetas, por ejemplo, los patios inclusivos para fomentar la coeducación en los recreos, y planteándoles como normal todo lo que ellos desconocen o ven menos común. Hay que ponerles a pensar, debatir con ellos y mostrarles que todos no son ni piensan igual que ellos y que es necesario mostrarse tolerante y respetuoso siempre. Otra posibilidad es proponer tareas variadas donde puedan destacar todos.
Las familias también juegan un papel importante en la lucha por favorecer la inclusión y las distintas formas de ser o sentir. ¿Qué herramientas pueden trabajar con sus hijos?
«Hay que apostar más por los valores y la carga afectiva. Sobran la tecnología y los juguetes en casa»
Deben dialogar mucho con ellos, ser ejemplo directo con su lenguaje y formas de actuar ante las cosas que les rodean. Los niños son espejos que nos miran, esponjas que absorben los modos de actuar y pensar de los adultos que les rodean. Creo que hay que apostar más por los valores y la carga afectiva. Sobran la tecnología y los juguetes en casa.
Es importante que el alumno conecte con los problemas reales del mundo, con enfermedades que afectan a sus iguales, que empaticen, que se emocionen, que no crean que todo es perfecto, ni ellos tampoco. Que les enseñemos también la vida real. Que todo no sean recompensas, sino también consecuencias. Que digan más veces ¡no! Que inculquen el esfuerzo, el sacrificio y el respeto como camino para conseguir sus metas. La figura del maestro debe ser valorada y respetada por las familias, esto también es muy importante. Los docentes somos aliados de los padres, no enemigos.
Por último, un pequeño test. ¿Qué te sugieren las siguientes palabras?
- Enseñar: Es aprender. Es amor, paciencia y juego.
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Infancia: Inocencia, imaginación y ternura.
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Inclusión: Capacidades múltiples.
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Estereotipo: Etiqueta horrible.
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Sociedad: Somos todos. Debemos salir de nuestro círculo de confort (familias, docentes y sistema) y replantearnos hacia dónde vamos.
Fuente de la Entrevista:
https://www.educaciontrespuntocero.com/entrevistas/lourdes-jimenez/99790.html
ove/mahv