En Palestina, Israel viola los derechos humanos más básicos todos los días, lo ha hecho durante más de 70 años, y lo seguirá haciendo, hasta que la comunidad internacional ponga la presión suficiente para que Israel termine con sus crímenes.
Las mujeres en Palestina tienen un largo recorrido en acciones de oposición contra la colonización de sus tierras y sus cuerpos. Desde la organización de protestas en las calles, enfrentándose al ejército desde la primera línea, haciendo huelgas de hambre en las cárceles, documentando la violencia en los barrios, salvando vidas como doctoras y paramédicas, trabajando en el mundo político, el periodismo, todas las disciplinas del arte, la academia, el derecho, y activas en todos los aspectos de la vida cotidiana y familiar: las mujeres palestinas viven en constante lucha contra la opresión de la potencia israelí.
Es fácil ver en toda la ideología expansionista de Israel, sus ataques injustificados, el desarrollo y uso absolutamente desproporcionado de tecnologías de guerra y destrucción, el desprecio total por la vida humana, los brutales atropellos diarios contra mujeres, niñas, niños, y hombres desarmados, que luchan con sus cuerpos para defender su dignidad, lo profunda conexión entre el pensamiento patriarcal y el pensamiento colonial israelí con respecto a la sociedad palestina en su conjunto. Todos los procesos coloniales se ejercen con violencia y contra la voluntad de la población nativa, y aunque existen variaciones en las formas de colonización en el mundo, en general todos estos sistemas comparten valores con el sistema patriarcal, como la acumulación y el abuso del poder de parte de un grupo de personas sobre otro grupo. En este sentido, la potencia colonial de Israel percibe a las mujeres nativas palestinas como una amenaza para su proyecto de expansión territorial y crecimiento demográfico.
Para Israel la mujer palestina es justamente aquella persona a cargo de la reproducción de la población nativa no deseada, y por ello también son sometidas a distintas formas de violencia de género. Un ejemplo de esta doble violencia, colonial y machista puede verse en la declaración que hizo la actual ministra de Interior israelí, Ayelet Shaked, cuando publicó en Facebook el 2014 un llamado a atacar a toda la sociedad palestina, incluidas las mujeres para prevenir que sigan criando “pequeñas serpientes.” [1] Para Shaked la población originaria debe ser asesinada indiscriminadamente, y en especial las mujeres para que no sigan naciendo nuevas generaciones. La publicación de esta personera política recibió miles de “likes”, reflejando la enorme aprobación que da la sociedad colonial israelí a sus representantes.
Al igual que los hombres, las mujeres palestinas son sometidas a tratos crueles e inhumanos cuando son encarceladas, muchas veces sin cargos ni juicios, y por periodos prolongados que sirven a la potencia ocupante como castigo psicológico para romper la voluntad de resistencia palestina. El año pasado, Anhar Aldeek [2], madre de 25 años, estuvo encarcelada hasta los 9 meses de embarazo, sometida a torturas y tratos crueles. Sólo gracias a la gran campaña de presión que lideró su familia y que llegó a nivel internacional, poniendo en riesgo la imagen pública de Israel, lograron que Israel “liberara” a Anhar en septiembre y pudiera dar a luz bajo arresto domiciliario. Hasta el último día antes de su liberación, Anhar corría el riesgo de dar a luz en un hospital militar, esposada de manos y pies a una cama rodeada por soldados. Pero el caso de Anhar no es el único. Desde 1972 existen 8 casos documentados de mujeres encarceladas forzadas a parir en la prisión bajo maltrato y abuso. También existen muchos casos de mujeres y sus bebés que han muerto en los checkpoints intentando dar a luz mientras soldados israelíes no las dejan cruzar para llegar al hospital.
Las mujeres son muchas veces sujetas a tratos vejatorios en los puestos de control, agredidas sexualmente en la cárcel e incluso violadas. Otras formas de violencia que sufren las mujeres palestinas, especialmente bajo el asedio israelí en Gaza, es el alto índice de cáncer de mamas que no pueden acceder a los tratamientos necesarios [3]. En 2016 el 60% de las mujeres que lo sufrían murieron prematuramente, pero hubiesen sobrevivido si Israel hubiese dado los permisos para acceder a tiempo a los servicios médicos. [4]. De la misma forma Israel ha puesto enormes impedimentos durante la pandemia para la vacunación de gran parte de la población palestina, mientras que lidera los rankings mundiales en población israelí vacunada. Es aberrante ver cómo Israel decide a vista de todo el mundo quienes viven y quienes mueren.
Es fácil ver la profunda conexión que existe entre la militarización y la colonización con un sistema de violencia patriarcal. Estos sistemas fomentan la creencia de que un grupo humano tiene el derecho natural de dominar, explotar, perseguir, controlar, e incluso eliminar a otro grupo humano. El militarismo israelí es el medio para impulsar el proyecto de colonización de asentamientos, un sistema que defiende la misma dominación, explotación y eliminación de otro pueblo en base a la creencia de que un pueblo es superior a otro, o la idea de que existen razas que establecen un orden jerárquico entre distintos grupos humanos.
Según la activista Koldobi Velasco [5] “El patriarcado y el militarismo comparten contra-valores. Comparten la jerarquía, la obediencia, el individualismo, el desprecio por la vida, la sumisión, la subordinación, el autoritarismo, la victimización de las mujeres, el binarismo, o bueno o malo, o amigo o enemigo, hombre o mujer. Minoriza a las mujeres, porque las convierte o en menores de edad, o como si fuéramos un colectivo reducido en número, y [defiende] la uniformidad, la homogeneidad.” Todos estos valores que menciona Velasco son parte de la experiencia diaria que viven los palestinos bajo la violencia israelí. No sabemos cuándo Israel va a volver a bombardear Gaza, asesinar a una persona en un checkpoint, allanar un hogar y secuestrar a los niños, o atacar a los campesinos o pescadores. Y a pesar de que se vive con plena incertidumbre de lo que va a suceder en el futuro, también es cierto que esta práctica de eliminación sigue siendo la misma por más de 70 años. Mujeres y hombres palestinos viven una vida de estrés continuamente traumático.
A la complejidad de la opresión israelí que sufren las mujeres palestinas se suman los comportamientos patriarcales propios de su sociedad árabe, que Israel conoce perfectamente y explota para fortalecer su control sobre ella. En 1948 las milicias sionistas violaron a mujeres palestinas para sembrar el terror entre su población, facilitar su huida y establecer el estado de Israel. Los hombres palestinos viven bajo la presión de sostener económicamente a sus familias y protegerlas, pero bajo la sistemática opresión israelí estas obligaciones son para la mayoría casi imposibles de cumplir. La sociedad palestina no tiene control de sus tierras, la inseguridad de la vida es cada vez mayor y esto alimenta un recrudecimiento en el machismo de los hombres hacia las mujeres palestinas, desde las formas más sutiles hasta el femicidio.
Aquí no se trata en absoluto de quitar la responsabilidad del machismo de los hombres palestinos hacia las mujeres, pero debemos comprender que ambos sistemas, el patriarcado y la colonización israelí están profundamente entramados y finalmente son vividos por las mujeres palestinas como una sola realidad. La enorme presión del sistema colonial israelí empuja hacia abajo de manera aplastante a toda la sociedad palestina, desmembrándola y corrompiéndola, permeando hasta sus espacios más íntimos y formando muchas capas de violencia, manifestándose también al interior de los hogares y las familias, y reforzando los roles de poder que tienen los hombres en comparación a las mujeres. Es mucho más difícil cambiar un sistema patriarcal cuando se vive bajo una opresión tan destructiva como la violencia colonial de Israel. A partir de este análisis el movimiento feminista palestino Tali’at [6] ha declarado que la liberación nacional palestina es también inherentemente feminista, porque no pueden esperar a que Palestina se libere primero de la colonización y luego del patriarcado como si se tratara de dos dimensiones claramente separadas. Las mujeres palestinas tienen, y siempre han tenido, un rol activo e indispensable en la historia de la resistencia anti-colonial y merecen todo nuestro respeto y reconocimiento.
¿Qué podemos hacer?
Desde Chile podemos hacer mucho por apoyar la liberación de Palestina. El movimiento internacional del Boicot, Desinversiones y Sanciones a Israel (BDS), impulsado desde 2005 y liderado por la más amplia coalición de organizaciones civiles palestinas, es la estrategia más directa y efectiva que tenemos. El boicot es una forma activa de no ser cómplice de los crímenes de Israel, ya sea rechazando la participación en eventos culturales o intercambios académicos que limpian su imagen y fortalecen sus relaciones diplomáticas, o prohibiendo la importación de productos israelíes que claramente violan el derecho internacional. Las desinversiones son una manera de no apoyar financieramente un sistema nacional que claramente viola los derechos humanos, y las sanciones son otra forma de aislar esta potencia de los espacios internacionales que le dan legitimidad. Estas acciones sirven para exigir que Israel se comporte dentro de los límites de la normalidad y respete el derecho internacional, tal como deben hacerlo todos los estados. Y observando las reacciones que Israel ha tenido frente al movimiento BDS, sabemos que funciona.
En Chile, como feministas que buscamos la emancipación de las mujeres y las disidencias sexuales de las distintas formas de opresión, del machismo, las clases sociales y el racismo, no nos olvidemos de nuestras hermanas palestinas que luchan todos los días por una vida digna y libre de patriarcado y colonización. Comencemos por apoyarlas con el boicot a Israel, que es la petición que nos han hecho ellas y toda la sociedad palestina. Extendamos nuestras manos y solidaricemos con ellas porque las opresiones que vivimos son muy similares y juntas podemos trabajar para un futuro más justo.
El ministro de Educación de Reino Unido, Gavin Williamson, enfrenta hoy una acusación ante los tribunales por supuestamente pretender censurar los debates sobre el tema palestino en las escuelas.
Los cargos fueron presentados por Cage, una organización benéfica con sede en Londres, a partir de una carta enviada por Williamson en mayo pasado a los directores de los planteles escolares.
En la misiva, el titular pedía garantizar imparcialidad política a la hora de abordar el conflicto israelo-palestino, luego de un incremento de los incidentes antisemitas en algunos centros tras los bombardeos israelíes contra la Franja de Gaza.
Según Cage, aunque el ministro alegó preocupación por las manifestaciones antisemitas, jamás reconoció la importancia del derecho a la asociación y la expresión políticas.
Su objetivo era establecer una plantilla cerrada para las discusiones sobre el tema, afirmó la institución, que afirma luchar contra la injusticia y la opresión.
Apuntó, además, que las intenciones de Williamson de censurar el debate quedaron expuestas aun más cuando sugirió a las escuelas interactuar con organizaciones que son abiertamente pro-israelíes para buscar un supuesto balance.
Este caso intenta establecer que no es función del Gobierno ‘coreografiar’ las discusiones políticas en las escuelas como si fuera un régimen autocrático, señaló el director administrativo de Cage, Muhammad Rabban.
El abogado Fahad Ansari aseveró, por su parte, que la instrucción dada por el ministro de Educación no solo tuvo el efecto de coartar los puntos de vista políticos legítimos de los estudiantes musulmanes, sino de justificar su titularización por simplemente demostrar solidaridad con las víctimas del apartheid israelí.
En una declaración emitida tras la presentación de la acusación, el Ministerio de Educación aseguró que el antisemitismo en todas sus formas es algo horrendo que no tiene cabida en las escuelas del país. El texto señala, además, que la carta de Williamson tenía como objetivo recordar al claustro de profesores su responsabilidad de enfrentar cualquier incidente antisemita con seriedad, sobre todo después de la más reciente escalada del conflicto israelo-palestino.
Comparto un fragmento de un artículo más extenso de Vijay Prashad, del Instituto Tricontinental, en donde aborda sobre la cuestión palestina aportando antecedentes no muy conocidos. Las personas interesadas pueden consultar el resto del artículo, dedicado específicamente a la situación brasileña, en la magnífica página del Instituto: https://thetricontinental.org/es/
Me pareció importante poner la reflexión de Prashad a disposición de mis lectores porque aclara muy bien lo que el canallesco y mentiroso artículo de Andrés Oppenheimer “Latinoamérica, entre Gaza e Israel” se esmera en ocultar.[1] Al igual que tantos supuestos “periodistas independientes” (eufemismo para designar a los inmorales amanuenses del imperio) el columnista de la CNN trata de hacernos creer que el brutal ataque a objetivos civiles de Israel a Gaza es un episodio más de una “guerra” entre dos países independientes, cuando la realidad es bien otra. Para quienes duden de esta afirmación les recuerdo que uno de los contendientes, Israel, tiene fuerzas armadas y el otro no; y que mientras el primero dispone de 3.930 tanques y 362 aviones F-16 de última generación los palestinos no tienen absolutamente ninguno. Cero, ¿se entendió? Eso sí, las autoridades de Gaza cuentan con un arsenal de misiles de corto y mediano alcance, pero muy inferior en número y sofistificación tecnológica a los que están en poder de los israelíes y que además disponen del incesante reabastecimiento que les ofrecen las “potencias democráticas” de Estados Unidos y la Unión Europea. Por algo sólo hay fotos de la destrucción ocasionada por la guerra en Gaza y no en Israel; y por eso mismo la asimetría entre las víctimas de uno y otro lado es enorme. Del lado palestino se perdieron 243 vidas, entre los cuales 66 niños y 39 mujeres, sin duda que a tenor de la corrupta prensa hegemónica todos deben haber sido “terroristas.” Hay además 1910 heridos.[2] Del lado israelí se reportan 12 muertos, incluyendo un niño, y uno 300 heridos.[3] Esto no es una guerra, es una operación de aniquilación de un pueblo; es simple y llanamente limpieza étnica.
La nota de Prashad es elocuente e interpreta perfectamente bien mi visión sobre el genocidio que a diario, no sólo ahora, perpetra el
gobierno neonazi de Israel sobre la población palestina. Y de paso pone de relieve la permanente hipocresía de Washington sobre este asunto, en donde el “progresista” Joe Biden continúa sin apartarse siquiera un milímetro de la política racista y confrontacionista de Donald Trump (expresada en la grosera provocación que significó el traslado de la embajada de EEUU a Jerusalén, seguida por idénticas iniciativas tomadas obedientemente por los gobiernos de Guatemala, Honduras y Paraguay y, próximamente, Brasil) y demostrando que están dispuestos a ser cómplices de las políticas genocidas del gendarme regional estadounidense en Medio Oriente hasta sus últimas consecuencias. Importante recordar muy bien esto cada vez que la Casa Blanca o los miembros del Congreso de EEUU pretendan dar lecciones de democracia, derechos humanos o justicia a terceros países, especialmente los de Nuestra América. Sin más, leamos lo que dice Vijay Prashad:
“La gigantesca máquina bélica de Israel sigue atacando el Territorio Palestino Ocupado (TPO) con total desprecio por el derecho internacional. Dado que el TPO es un territorio ocupado, las Naciones Unidas no permiten que el ocupante —Israel— altere el carácter de la tierra bajo ocupación. Sin embargo, esto no ha detenido a Israel, cuyo intento por expulsar a familias del barrio de Sheikh Jarrah en Jerusalén condujo al ingreso de la policía fronteriza israelí a la mezquita al-Aqsa, seguida por oleadas de bombardeos aéreos que han producido una cifra diaria de personas muertas y heridas que solo conoceremos una vez que se asiente el polvo.”
“Es notable que el pueblo palestino no se haya rendido ante esta violación del derecho internacional. Contraatacaron en Jerusalén y en toda Cisjordania, en Gaza y en las tierras alrededor de Israel. Miles de personas marcharon hacia la frontera entre Jordania y Palestina y la frontera entre el Líbano y Palestina, sin importar que Israel amenazara con dispararles. Desde Gaza, diferentes facciones lanzaron misiles para presionar a Israel para que desista de su
violencia en Jerusalén. Los misiles desde Gaza fueron una respuesta a las provocaciones violentas e ilegales de Israel en el TPO, no fueron el primer detonante de los eventos de mayo de 2021.”
“Durante los últimos quince años, Israel ha bombardeado sistemáticamente Gaza en 2006, 2008, 2009, 2010, 2011, 2014, 2018 y 2019. Además de esta violencia, Israel ha sostenido una política de asfixia no solo contra Gaza sino contra todo el TPO, una política de violencia a sangre fría que busca desmoralizar tanto al pueblo palestino, que abandone el territorio. Israel rechaza la solución de un solo Estado (un Estado democrático de palestinxs y judíxs) y la solución de dos Estados (Israel y Palestina), en cambio, busca una solución de tres Estados (enviando al pueblo palestino a Egipto, Jordania y Líbano). Esto es, por definición, una limpieza étnica. Los bombardeos de 2021 han sido especialmente duros, ya que los objetivos han incluido edificios que albergan a la prensa y campos de refugiadxs. En Shateh (Gaza), el bombardeo del 15 de mayo dejó decenas de muertxs. La familia Abu Hatab perdió a diez miembrxs, de los cuales ocho eran niñxs. Este tipo de violencia grotesca define el proyecto de apartheid de Israel para aniquilar al pueblo palestino. Roger Waters llama a esta violencia “desprecio primario”.
“Dadas las claras violaciones al derecho internacional y la violencia asimétrica de los bombardeos israelíes, se esperaba ampliamente que el Consejo de Seguridad de la ONU hiciera un llamado a un cese al fuego. Pero el gobierno estadounidense del presidente Joe Biden informó a los otros miembros del Consejo que no votaría por ninguna resolución semejante. Estados Unidos por sí solo bloqueó la publicación de una declaración del Consejo sobre el empeoramiento de la situación la última semana. EE.UU. también se opuso inicialmente a realizar una sesión abierta el viernes —como propusieron Noruega, Túnez y China—, que finalmente se llevó a cabo el domingo. Por estos motivos, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, agradeció a Estados Unidos y a otros veinticuatro países por apoyar a Israel. Entre esos países estaba Brasil, cuyo presidente, Jair Bolsonaro, respaldó a Israel en su terrible uso de la fuerza contra el pueblo palestino. Esta declaración de Bolsonaro llegó justo unos días después de la operación policial contra la gente de Jacarezinho en Río de Janeiro, que terminó en la masacre de veinticinco personas. La brecha entre Jacarezinho y Gaza es solo de escala, la brutalidad es equivalente.”
Varios integrantes o descendientes de la comunidad judía hemos suscripto un nuevo llamamiento de solidaridad con el pueblo palestino, Convocamos a multiplicar las protestas contra los asesinatos en Cisjordania, los bombardeos en Gaza y las agresiones a los árabes de Israel.[1]
En ese pronunciamiento resaltamos la incompatibilidad de las raíces, las tradiciones y los valores de la cultura judía con las masacres perpetradas por el ejército israelí. Esos crímenes destruyen el fundamento humanista de un legado milenario proclive a la hermandad de los pueblos.
Quiénes conocimos en la infancia a los sobrevivientes del holocausto no podemos permanecer en silencio. Indigna escuchar cómo se equipara a los opresores con los oprimidos, presentando la confrontación de Medio Oriente como una “guerra entre dos contendientes”.
Los resistentes del gueto de Varsovia no constituían un “bando en conflicto” con la maquinaria del nazismo. Eran heroicos sublevados contra el cerco impuesto por un batallón genocida. También Israel despliega en la actualidad su arrolladora superioridad militar contra víctimas indefensas. Transformó a Gaza en un campo de tiro, convirtió a Cisjordania en un laberinto carcelario y maltrata a los árabes-israelíes como ciudadanos de segunda.
Ese brutal escenario resulta particularmente chocante para los descendientes de judíos en América Latina, que conocimos los tormentos padecidos durante las dictaduras de los años 70. La insultante identificación de los militantes palestinos con “grupos terroristas”, nos recuerda la equiparación de los luchadores populares con la “sedición” que hacían los militares de esa época.
En las últimas tres décadas los gendarmes israelíes estrecharon vínculos con las fuerzas represivas de América Latina. Afianzaron una oscura sociedad en el submundo del espionaje y el tráfico de armas. En las principales operaciones regionales de “contra-insurgencia” siempre aparece algún asesor militar de Israel.
En Colombia adiestran a los paramilitares en el asesinato de dirigentes sociales, en Chile enseñan a disparar a los ojos de los manifestantes, en Centroamérica comandan incursiones de guerra sucia. El mayor exportador per cápita de armas del mundo ha forjado un gran mercado para sus productos, en la región de mayor violencia social del planeta. Comercializan los drones y misiles que utilizan en sus fronteras. Cada operativo en Gaza es coronado con una feria de ventas de ese armamento.
Resulta inadmisible convalidar ese salvajismo o imitar la indiferencia que exhibe gran parte de la sociedad israelí. Al cabo de varias décadas de adoctrinamiento y militarización han naturalizado la deshumanización. Ni siquiera la matanza de niños suscita reacciones compasivas. La ideología sionista, el sistema educativo y el prolongado servicio militar han acostumbrado a una significativa parte de la población de ese país a convivir con la crueldad, la venganza y el castigo colectivo a los palestinos.
Esta validación del terrorismo de estado se acentuó en los últimos 20 años de gobiernos derechistas. Las viejas corrientes laboristas perdieron gravitación frente al fundamentalismo ideológico o religioso y se afianzó el protagonismo de los colonos, que despliegan una violencia cotidiana en Cisjordania. Por fortuna, la nueva oleada juvenil de protestas que denuncia esos atropellos encuentra un eco creciente en todo el mundo.
INCURSIONES PARA EL REDISEÑO IMPERIAL
Existen numerosos indicios del involucramiento personal de Netanyahu en la reciente escalada de provocaciones contra los palestinos. Los desalojos en Jerusalén, los asaltos a la mezquita de Al Aqsa y la intensificación del cerco en Gaza coincidieron con la proximidad de un juicio por corrupción que puede tumbar al primer ministro. El reelegido derechista intentó sortear esa amenaza política con apuestas militares.[2]
Pero la nueva secuencia de desangres también apuntó a incidir en la política externa norteamericana. Biden ha confirmado la prioridad de la disputa geopolítica con China, sin definir si esa estrategia incluirá la crecente tensión con Irán que promovía Trump o la acotada negociación que auspiciaba Obama.
Netanyahu recalienta las tensiones militares para promover la primera alternativa y frustrar la reanudación de cualquier tratativa con Teherán. El bombardeo de Gaza fue un mensaje concertado con todos los halcones de Washington.
Israel ya no actúa sólo en un territorio minúsculo del Mediterráneo. Cuenta con armamento nuclear y tiene manifiestas ambiciones de control del gas de la costa, los recursos de Siria y el territorio de Cisjordania. Participa activamente en la reconfiguración imperial de la región y aprovechó la destrucción padecida por su principal rival fronterizo para reforzar la anexión del Golán.
También la demolición de Irak y Libia consolidó ese expansionismo. Israel acompaña el proyecto estadounidense de rediseño regional, diseminación de mini-estados fallidos y despliegue de fuerzas para neutralizar a Irán.
Con la virulenta exhibición de su poder militar, Israel ha logrado subordinar a varios estados árabes. Extendió a los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Marruecos, las relaciones diplomáticas que restableció hace varias décadas con Egipto y Jordania. Los funcionarios de Tel Aviv incursionan también en lugares más alejados. Han intervenido en la balcanización de Sudán y estrecharon vínculos con las elites africanas enemistadas con sus rivales del universo árabe-musulmán.
El aprovisionamiento de la tecnología militar encabeza la agenda de todas las actividades internacionales del país. La justificación sionista de ese protagonismo bélico ha perdido sus antiguas mascaradas. Nadie puede alegar en la actualidad que Israel se militariza para defender sus fronteras de enemigos más numerosos. La pequeñez de su territorio contrasta con el gigantismo de su poder destructivo. Utiliza especialmente ese arsenal, para desconocer las resoluciones desfavorables que periódicamente aprueba la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Ese descaro se asienta en el sostén incondicional de Estados Unidos. Sin el respaldo que aporta el Pentágono, los desplantes de Israel serían impracticables. El famoso lobby sionista de Washington afianza una sintonía asentada en la integración de la mini-potencia al entramado interno del imperialismo norteamericano.
Esta amalgama fue inaugurada por la sucesión de guerras que consolidaron en 1950-70 el proyecto sionista El entrelazamiento con Washington derivó posteriormente en el novedoso perfil coimperial que exhibe Israel. En esa transformación el sionismo perdió su exclusividad judaica y ha quedado enlazado a distintas redes del fundamentalismo cristiano neoconservador.
COLONIALISMO, ANEXIÓN Y APARTHEID
La reciente incursión en Gaza repitió el salvajismo habitual. Durante once días el ejército destruyó edificios, instalaciones públicas y hospitales. Asesinó a centenares de adultos y niños y pulverizó el programa de contención del Covid.
Fue la cuarta incursión a un enclave que desde el 2008 acumula miles de víctimas. Las bombas despedazan periódicamente a las familias y los asesinatos selectivos ultiman a los dirigentes de la resistencia. Como los colonos israelíes abandonaron el lugar en el 2005, los ataques se repiten a mansalva y sin ninguna consideración por la población civil.
Con el bloqueo de todas las salidas terrestres y marítimas, Gaza ha quedado transformada en una cárcel a cielo abierto. Soporta una modalidad pausada pero sistemática de limpieza étnica. En Cisjordania impera otro modelo de ocupación. Los colonos usurpan el territorio demoliendo todos los atisbos de vida normal, para remodelar las fronteras a su conveniencia. Capturan las parcelas más valiosas y afianzan la constelación de cantones que ha destruido la articulación interna de la zona.
El acuerdo de Oslo (1993) aceleró ese proceso de apropiación del territorio y del agua. La población palestina fue relegada a localidades recortadas que rememoran el viejo diagrama del bantustán sudafricano.
Los árabes-israelíes que permanecieron en el territorio inicial de estado sionista padecen una tercera variante del apartheid. Conforman una minoría marginada que actualmente reúne al 20% de la población israelí, en un casillero de ciudadanos formales sin derechos reales. Están desarmados frente a una mayoría entrenada en uno de los servicios militares más prolongados y permanentes del mundo.
Israel mantiene un sistema de propiedad estatal de la tierra laborable para asegurar la primacía de los judíos. El régimen legal también garantiza a los recién llegados, todos los derechos negados a la población originaria. Un judío proveniente de cualquier parte del mundo tiene más prerrogativas que los antiguos moradores del lugar. Con ese sistema institucional se ha erigido, en los hechos, otra variante de las teocracias imperantes en Medio Oriente.
El estado de Israel fragmenta a la población palestina en tres tipos de encarcelamientos. Los colonos regentean la prisión de Cisjordania, los soldados custodian los barrotes de Gaza y el sistema político enclaustra a los viejos residentes árabes. Con expulsiones y apartheid se ha desgarrado a toda la sociedad palestina.
Esa cirugía fue intensificada durante el mandato de Trump. El magnate incentivó la ocupación definitiva de Cisjordania y bendijo los nuevos muros y corredores que manejan los colonos. El reconocimiento internacional de Jerusalén como la capital de Israel constituiría el broche final de esa apropiación.
Basta observar los sucesivos mapas de Israel (1948, 1973, 2001, 2021) para constatar la impresionante expansión de sus territorios. El sionismo programó metódicamente ese proyecto colonialista. En sus inicios justificaba la creación de un “hogar nacional judío”, alegando derechos milenarios estipulados en las escrituras de la Biblia.
Posteriormente presentó el mismo objetivo como una reparación internacional a los sufrimientos padecidos con el holocausto. Pero omitió que esa compensación no debía basarse en el sufrimiento de otro pueblo. Con sucesivas implantaciones de pobladores foráneos terminó reproduciendo en Medio Oriente la tragedia vivida en Europa. Palestina no era una “tierra vacía” a la espera de un aluvión de inmigrantes. Albergaba una masa de habitantes organizados en comunidades multiétnicas, que fueron sometidas al suplicio de la Nakba (catástrofe).
Los administradores del decadente imperio inglés iniciaron ese desastre, mediante la típica remodelación del mapa que en todos los continentes consumaban sin consultar a los involucrados. La mayoría de los habitantes de Palestina se oponía a partición forzada de 1948 y a la consiguiente expulsión de la población originaria. Las familias que huyeron, fueron engañadas o perdieron sus pertenencias a punta de pistola quedaron automáticamente transformadas en refugiados, desprovistos del elemental derecho de retorno a sus hogares.
Desde ese momento Israel afronta el dilema sin solución de su proyecto colonialista. Debe lidiar con una masa de pobladores que no puede absorber, expulsar ni exterminar. Al concluir la guerra de 1967 los palestinos no repitieron la escapatoria de 1948. Frente al dramático y conocido destino de los refugiados, decidieron permanecer en sus hogares y comenzar la resistencia.
En los últimos sesenta años Israel ha respondido a esa defensa con violencia, masacres y muros, pero no ha podido capear los efectos de la demografía. La presencia de siete millones de palestinos entre siete millones de israelíes, torna inviable el aterrador ideal del sionismo. El genocidio perpetrado con los indios en Estados Unidos (y su posterior agolpamiento en alejadas reservas fronterizas), no puede repetirse en un diminuto territorio de Medio Oriente. El colonialismo del siglo XXI confronta con múltiples obstáculos.
FRACASOS Y RESISTENCIA
Netanyahu perpetró su nueva matanza en Gaza pero no doblegó a los resistentes. Destruyó edificios y asesinó niños sin contener la lluvia de cohetes. Tampoco desmanteló los túneles construidos por Hamas para almacenar esos misiles. Para demoler esa estructura necesitaba una nueva invasión que prefirió soslayar. Optó por aceptar la tregua, frente a la tenebrosa perspectiva de quedar empantanado en otra incursión territorial. Recordó que el último intento de ocupar Gaza desembocó en el retiro forzoso de los colonos y los soldados.
Igualmente impactante ha sido la resistencia de los palestinos de Cisjordania. Libraron con éxito una sucesión de pequeñas batallas contra el invasor. En Jerusalén frenaron la introducción de nuevos controles, impidieron el desalojo de familias de un barrio codiciado por los expansionistas y detuvieron las provocaciones sobre la mezquita de Al Aqsa.[3]
Pero la mayor sorpresa provino del interior de Israel. Por primera vez en mucho tiempo los árabes de ese territorio se sumaron públicamente a las protestas callejeras. Los actos y la huelga general en las denominadas ciudades mixtas retrataron la pujanza combativa de una nueva generación.
Esa intervención reavivó la unidad de los palestinos fragmentados en tres segmentos por el sistema colonial. El paro en Israel, las manifestaciones en Cisjordania y la resistencia de Gaza han permitido recuperar la potencialidad militante de toda una nación oprimida.
La violenta respuesta israelí reactivó, a su vez, la centralidad de la causa palestina en el mundo árabe. Encuestas recientes han confirmado el abrumador apoyo a esa lucha y el rechazo a la complicidad de los gobernantes con el enemigo sionista.[4]
La lucha de los palestinos ha recobrado impulso. No lograron recuperar sus tierras, ni construir un estado, pero consolidaron la legitimidad de su demanda. Israel no consigue ignorarlos, ni borrarlos del escenario internacional. Debe disimular las viejas proclamas del sionismo, que convocaban “al arreglo del problema palestino entre los propios árabes”, utilizando “el gran espacio que existe para ellos en otros lugares de Medio Oriente”.
El rebrote actual del conflicto pone también en aprietos a los recientes “acuerdos de Abraham” que Israel suscribió con varios emiratos. Los reyezuelos justificaron esa traición con la ridícula promesa de inducir a Netanyahu a moderar su anexionismo.
Los sionistas afrontan un complejo escenario que agrieta al establishment israelí. Aumentan las críticas al último operativo y reaparece el recuerdo de las derrotas bélicas y los reveses geopolíticos. Israel conoció el amargo sabor del repliegue en la guerra de 1973 y en la salida del sur del Líbano en 1982. Las nuevas resistencias palestinas han comenzado a quebrantar el triunfalismo de los últimos tiempos.
¿DOS ESTADOS O UN ESTADO?
Israel instrumenta su expansión con un gran despliegue de hipocresía. Finge el carácter provisional de ocupaciones que paulatinamente transforma en expropiaciones definitivas. Convierte de esa forma las mejores zonas de Cisjordania en sólidos asentamientos protegidos con retenes militares.
Cuando deben emitir algún comentario sobre esas confiscaciones, sus voceros recurren a pretextos inverosímiles. Aprovechan la complicidad de la “comunidad internacional”, que encubre todas las fechorías de los sionistas con algún comunicado de ocasión. La diplomacia europea se ha especializado en ese tipo de pronunciamientos verbales carentes de efectos prácticos.
La continuada ampliación territorial de Israel ha demolido el ensueño de los dos estados, que promocionaban los suscriptores del acuerdo de Oslo. Este convenio nunca contempló la constitución real de un estado palestino. Omitía el retorno de los refugiados y encubría la multiplicación de los asentamientos judíos. Enmascaró ese avance de la colonización hasta que la derecha capturó el gobierno israelí y enterró el inservible disfraz de las anexiones.
Esa expansión del colonialismo fue también pavimentada por la capitulación de la OLP, que ensombreció su heroica historia de resistencia aprobando un acuerdo que ha imposibilitado la creación del estado palestino. Ese aval afectó la credibilidad de la autoridad nacional palestina.
Esa dirección ejerce actualmente funciones administrativas en Cisjordania en convivencia con los ocupantes. Su dependencia financiera de las corruptas dictaduras y monarquías de Medio Oriente no es ajena a la actitud sumisa que adoptó en las últimas décadas. La ausencia de elecciones impide verificar qué grado de respaldo efectivo mantiene entre la población, frente a la gran influencia conquistada por los sectores (como Hamas), que rechazaron el sometimiento al expansionismo israelí.
La solución de los dos estados ha quedado totalmente sepultada en los términos actuales. Sólo una gran derrota de Israel obligaría al ocupante a negociar las dos cláusulas requeridas para resucitar esa salida: el retiro a las fronteras de 1967 y alguna reconsideración del retorno de los refugiados.
Ningún esbozo del estado palestino es viable desconociendo esas exigencias. El repliegue del territorio conquistado en la guerra de seis días es imprescindible para integrar a Cisjordania con Jordania y la deuda con los refugiados supone negociar distintas alternativas de reparación. En el contexto de la crisis creada por la primera intifada y el empantanamiento militar en el sur del Líbano hubo conversaciones (Taba, Ginebra) que llegaron a evaluar un asomo de esas posibilidades.
Los partidarios de retomar ese camino suelen discrepar en la forma de efectivizarlo, pero coinciden en señalar que aporta la única solución realista en escenario actual.[5] En la misma línea, otros imaginan que Jerusalén podría convertirse en un micro-modelo de esa solución, si la ciudad es unificada y al mismo tiempo dividida en una capital israelí occidental y otra palestina oriental.[6] El objetivo más deseable de un esquema confederativo podría suceder en el futuro a esa primera gran conquista.
Los críticos de esta propuesta destacan la obsolescencia de esa salida. Consideran que el proyecto de los dos estados podría haber funcionado en el pasado, pero quedó enterrado por la frustración de Oslo y la conversión de Cisjordania en un anexo de Israel. Proponen retomar la vieja tesis de la OLP de forjar un sólo estado laico y democrático.[7] Esta mirada ha ganado adeptos en distintas franjas juveniles.[8]
A favor de este curso se presenta el antecedente sudafricano de desmantelamiento del apartheid. Para preservar sus privilegios económicos, la minoría blanca se avino a generalizar el status ciudadano y a compartir el sistema político con las elites negras. Conviene igualmente recordar que la economía sudafricana integraba a los trabajadores negros explotados a sus actividades y la colonización israelí expulsa a los palestinos de sus tierras para apropiarse de sus medios de vida.
Los promotores de un sólo estado también remarcan la mayor afinidad de su planteo con las campañas internacionales de solidaridad con Palestina y boicot a la economía israelí (BDS). Subrayan que con esa estrategia se reconstruyen, además, los puentes entre dos comunidades enfrentadas. En las movilizaciones recientes, israelíes y palestinos compartieron tribunas exhibiendo prometedores signos de esa convergencia.
SIONISMO, JUDAISMO, ANTISEMITISMO
Cualquier expresión de solidaridad con Palestina afronta la inmediata respuesta denigratoria del establishment sionista. Los críticos del estado de Israel son acusados de ignorar los “derechos del pueblo judío”, como si esas prerrogativas debieran materializarse con la opresión de otra colectividad. Un colono que confisca parcelas aplasta derechos ajenos, en lugar de ejercer los propios. Lo mismo vale para un soldado que responde con balas a las piedras lanzadas por los resistentes.
Los sionistas contraatacan identificando cualquier cuestionamiento a Israel con el antisemitismo. Pero olvidan que las víctimas palestinas de sus matanzas comparten la misma raíz semítica de los pobladores judíos. Las acusaciones de antisemitismo emitidas sin ton ni son, apuntan a recrear temores ancestrales divorciados de la realidad contemporánea. Se imagina la persistencia de un gran acoso universal sobre los judíos, que Israel contrarrestaría con exhibiciones de brutalidad militar.
Pero en la actualidad las comunidades judías de mundo no afrontan ningún peligro significativo. Y la eventual reaparición de esa amenaza no quedaría atemperada con el asesinato de niños Gaza. Los sionistas resucitan el miedo al antisemitismo, para erosionar la convivencia (y mixtura) de los judíos con las distintas colectividades de sus países de origen. Recrean diferencias y propician antagonismos para fomentar la emigración a Israel.
Los judíos que rechazan esa política de auto-segregación y hostilidad al entorno son presentados como traidores a la comunidad (“se odian a sí mismos”). La simple búsqueda de coexistencias e integraciones es mal vista por los forjadores de una identidad separada. También exacerban las viejas modalidades del nacionalismo reaccionario, para justificar el despojo colonial en Medio Oriente con alusiones misioneras a la supremacía de un “pueblo elegido”
Todo el armazón conceptual del sionismo se asienta en la errónea identificación del judaísmo, el estado de Israel y el sionismo. Confunden tres conceptos muy distintos.
El judaísmo es la religión, la cultura o la tradición de un pueblo diseminado por muchos países. En cambio Israel conforma una nación surgida de la partición y colonización del territorio originalmente habitado por los palestinos. A su vez el sionismo es la ideología colonialista que justifica esa expropiación, con extravagantes teorías de exclusiva pertenencia de esa zona a los inmigrantes judíos. El antisionismo critica esa retrógrada concepción, sin adoptar actitudes anti-judías o anti-israelíes.[9]
El sionismo oscurece esas distinciones, para presentar la lucha de los palestinos como una amenaza a la supervivencia de los israelíes en Medio Oriente y de los judíos en el resto del mundo. Interpreta las convocatorias “a destruir el estado de Israel” (que repiten los mandatarios de Irán y varias corrientes islámicas), como una corroboración de sus advertencias.
Pero en su formato inicial ese viejo enunciado no era un llamado a consumar actos de genocidio o exilios forzados. Proponía el reemplazo del engendro creado por la partición (estado de Israel) por una nueva estructura estatal laica, democrática e integrada por todos los habitantes del territorio.
Al cabo de varias décadas ese escenario ha cambiado y en Israel se forjado una nación en el plano objetivo (lengua, territorio, economía común) y subjetivo (pasado y lazos culturales compartidos). Los derechos nacionales de los israelíes tienen la misma validez que los enarbolados por los palestinos y por eso la demanda de un sólo estado debe incluir actualmente el componente binacional.
UN EMBLEMA EN AMÉRICA LATINA
Los sionistas no libran una simple batalla de ideas contra sus opositores. Han consolidado una red de intereses en la cúspide del poder económico, militar y mediático de Estados Unidos, que se proyecta a otros países con gravitación de la comunidad judía. Influyen en los gobiernos, comparten actividades con las vertientes cristinas o evangelistas reaccionarias, manejan fondos millonarios y controlan instituciones, fundaciones y museos.
Esa presencia es muy visible en América Latina y especialmente en Argentina. En ese país la derecha sionista capturó la conducción de los principales organismos de la comunidad judía, consolidó vínculos con el macrismo y logró neutralizar (o acallar) al progresismo, luego de los irresueltos atentados a la embajada y la AMIA. Alberto Fernández inició su mandato con un elogioso viaje a Israel.
El amparo oficial y la idolatría que despierta Israel en los medios de comunicación hegemónicos han potenciado, además, las campañas anti-palestinas. La denuncia que realizó, por ejemplo, un diputado de la izquierda de los bombardeos en Gaza fue recientemente sucedida por virulentas presiones para expulsarlo del Parlamento.
A escala regional, el sionismo está muy involucrado en acciones golpistas contra Venezuela. No olvidan la enorme simpatía que generaron los pronunciamientos de Chávez en Palestina. El gestor del proceso bolivariano destacó las raíces comunes de las batallas populares que se libran en América Latina y el mundo árabe. Resaltó la resistencia al saqueo de los recursos naturales, en dos regiones que han padecidos los mismos despojos y agresiones del imperialismo estadounidense.
Washington ambiciona el petróleo de Venezuela y Medio Oriente. Por eso acosa a todos los países que protegen sus riquezas y ha buscado emular el militarismo israelí en América Latina, montando un apéndice bélico muy semejante en Colombia. Pero no puede contrarrestar la enorme simpatía que suscita la causa palestina en toda la región.
Palestina es el gran emblema de los jóvenes que desafían a los gendarmes en las calles de Cali, Santiago o Lima. Encarna una rebelión heroica contra la injusticia que despierta admiración en todos los rincones de América Latina. Palestina está muy presente en el corazón de nuestros pueblos.
RESUMEN
Las atrocidades cometidas por el ejército israelí suscitan nuevas protestas entre los herederos de la tradición humanista del judaísmo. Esa reacción es mayor en América Latina, frente a la importación derechista de los brutales métodos utilizados en Medio Oriente. Con anexiones y apartheid Israel participa en el rediseño imperial de la región, pero su proyecto colonialista no es viable en el siglo XXI.
La resistencia en Gaza, Cisjordania y las ciudades mixtas recompone el fragmentado tejido de los palestinos. La solución de los dos estados exigiría la reparación a los refugiados y el dudoso fin de la ocupación. Por eso gana adeptos el proyecto de un sólo estado, binacional, laico y democrático. Es necesario distinguir la cultura judía y la nación israelí del expansionismo sionista y apuntalar una lucha de Palestina que suscita admiración en América Latina.
Discurso del filosofo Noam Chomsky en las Naciones Unidas, el 22 de Octubre del 2014. Transcripción del ingles realizada por: Democracy now
«Si no se sabe lo que se está buscando, si no se tiene idea de lo que es relevante, dispuestos a cuestionarse esta idea, si no se tiene eso, explorar en internet es sólo tomar al azar hechos no verificables que no significan nada.» – Noam Chomsky
El secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, dijo el martes que está preparando una investigación sobre los ataques a las instalaciones de la ONU durante el reciente ataque de Israel a Gaza. Unos 2.100 palestinos, la mayoría de ellos civiles, murieron en el conflicto, junto con 67 soldados israelíes y seis civiles en Israel.
Bueno, hoy pasamos la hora con el profesor Noam Chomsky, disidente político, lingüista y autor de renombre mundial. Es profesor emérito del Instituto de Tecnología de Massachusetts, donde ha enseñado durante más de medio siglo. En un evento poco común que tuvo lugar el martes pasado, 800 personas llenaron el salón de la Asamblea General de la ONU para ver a Noam Chomsky, embajadores y público de todo el mundo. El evento fue organizado por el Comité para el Ejercicio de los Derechos Inalienables del Pueblo Palestino. Noam Chomsky pronunció un discurso importante:
NOAM CHOMSKY :
Muchos de los problemas del mundo son tan insolubles que es difícil pensar en formas incluso de tomar medidas para mitigarlos. El conflicto entre Israel y Palestina no es uno de ellos. Por el contrario, las líneas generales de una solución diplomática han sido claras durante al menos 40 años. No es el final del camino, nunca nada lo es, sino un importante paso adelante. Y los obstáculos para una resolución también son bastante claros.
Los lineamientos básicos se presentaron aquí en una resolución presentada al Consejo de Seguridad de la ONU en enero de 1976. Se pidió un acuerdo de dos estados en la frontera reconocida internacionalmente —y ahora estoy citando— ”con garantías de los derechos de ambos estados a existen en paz y seguridad dentro de fronteras seguras y reconocidas «. La resolución fue presentada por los tres principales estados árabes: Egipto, Jordania, Siria, a veces llamados los «estados de confrontación». Israel se negó a asistir a la sesión. La resolución fue vetada por Estados Unidos. Un veto de EE. UU. suele ser un veto doble: el veto, la resolución no se implementa y el evento se veta de la historia, por lo que hay que buscar mucho para encontrar el registro, pero está ahí. Eso ha establecido el patrón que ha continuado desde entonces. El más reciente de EE. UU. El veto fue en febrero de 2011 — ese es el presidente Obama — cuando su administración vetó una resolución que pedía la implementación de la política oficial estadounidense de oposición a la expansión de los asentamientos. Y vale la pena tener en cuenta que la expansión de los asentamientos no es realmente el problema; son los asentamientos, indiscutiblemente ilegales, junto con los proyectos de infraestructura que los sustentan.
Durante mucho tiempo, ha existido un consenso internacional abrumador en apoyo de un arreglo en este sentido. El patrón que se estableció en enero de 1976 continúa hasta el presente. Israel rechaza un arreglo de estos términos y durante muchos años ha estado dedicando amplios recursos para asegurar que no se implemente, con el apoyo incansable y decisivo de los Estados Unidos —militar, económico, diplomático y de hecho ideológico— al establecer cómo se desarrolló el conflicto. es visto e interpretado en los Estados Unidos y dentro de su amplia esfera de influencia.
No hay tiempo aquí para revisar el registro, pero su carácter general se revela al mirar lo que sucedió en Gaza en la última década, llevando adelante una larga historia de crímenes anteriores. El pasado 26 de agosto se alcanzó un alto el fuego entre Israel y la Autoridad Palestina. Y la pregunta en todas nuestras mentes es: ¿Cuáles son las perspectivas para el futuro? Bueno, una forma razonable de intentar responder a esa pregunta es mirar el expediente. Y aquí también hay un patrón definido: se alcanza un alto el fuego; Israel lo ignora y continúa su asalto constante contra Gaza, incluido un asedio continuo, actos intermitentes de violencia, más asentamientos y proyectos de desarrollo, a menudo violencia en Cisjordania; Hamas observa el alto el fuego, como Israel reconoce oficialmente, hasta que alguna escalada israelí provoque una respuesta de Hamas,
El primero de la serie fue el Acuerdo sobre Movimiento y Acceso en noviembre de 2005. Voy a dar una paráfrasis detallada del mismo. Pidió un cruce entre Gaza y Egipto en Rafah para la exportación de bienes y el tránsito de personas, la operación continua de los cruces entre Israel y Gaza para la importación y exportación de bienes y el tránsito de personas, la reducción de los obstáculos al movimiento dentro del territorio. Cisjordania, convoyes de autobuses y camiones entre Cisjordania y Gaza, la construcción de un puerto marítimo en Gaza, la reapertura del aeropuerto de Gaza que Israel había destruido recientemente. Estos son esencialmente los términos de sucesivos altos el fuego, incluido el que se alcanzó hace unas semanas.
El momento del acuerdo de noviembre de 2005 es significativo. Este fue el momento de la retirada de Israel, como se llama, de Gaza: la expulsión de varios miles de colonos israelíes de Gaza. Ahora, esto se describe como un noble esfuerzo por buscar la paz y el desarrollo, pero la realidad es bastante diferente. La realidad fue descrita, muy rápidamente, por el funcionario israelí encargado de negociar e implementar el alto el fuego, Dov Weissglas, íntimo confidente del entonces primer ministro Ariel Sharon. Como explicó a la prensa israelí, el objetivo de la desconexión —lo cito a él— era «congelar el proceso de paz», para «evitar el establecimiento de un estado palestino» y garantizar que la diplomacia «se haya cumplido». eliminado indefinidamente de nuestra agenda «.
La realidad sobre el terreno es descrita por los principales especialistas de Israel en la ocupación: un historiador, el respetado historiador Idith Zertal, el principal corresponsal diplomático de Israel, Akiva Eldar, escribió el libro principal, el trabajo estándar sobre el proyecto de asentamiento, llamado Señores de la tierra., refiriéndose a los colonos. Lo que dicen sobre la desconexión es esto: dicen, “el territorio arruinado” —y para entonces estaba arruinado, en gran parte del motivo de la remoción de los colonos— ”el territorio arruinado no fue liberado ni por un solo día del control militar de Israel, o del precio de la ocupación que los habitantes pagan todos los días. Después de la desconexión, Israel dejó tierra arrasada, servicios devastados y personas sin presente ni futuro. Los asentamientos fueron destruidos en un movimiento poco generoso por parte de un ocupante no ilustrado, que de hecho continúa controlando el territorio y matando y hostigando a sus habitantes por medio de su formidable poder militar ”. Ahora, esa es una descripción precisa de la fuente israelí más respetada.
Los Acuerdos de Oslo, hace 20 años, establecieron que Gaza y Cisjordania son una unidad territorial indivisible, cuya integridad no puede romperse. Durante 20 años, Estados Unidos e Israel se han dedicado a separar Gaza y Cisjordania en violación de los acuerdos que habían aceptado. Y una mirada al mapa explica por qué. Gaza ofrece el único acceso al mundo exterior de Palestina. Si Gaza se separa de Cisjordania, cualquier autonomía que finalmente se pueda otorgar en Cisjordania sería encarcelada: Israel por un lado, un Jordan hostil, aliado de Israel, por el otro, y además, uno de los lentos y La política firme respaldada por Estados Unidos es apoderarse del Valle del Jordán, alrededor de un tercio de Cisjordania, gran parte de la tierra cultivable, que esencialmente aprisionaría al resto aún más fuertemente, si Gaza se separa de Cisjordania.
Bueno, el acuerdo de noviembre de 2005 duró algunas semanas. En enero de 2006 tuvo lugar un acontecimiento muy importante: la primera elección plena y libre en el mundo árabe, cuidadosamente supervisada, reconocida como libre y justa. Tenía un defecto. Salió de la manera incorrecta: Hamas ganó el Parlamento, control del Parlamento. Estados Unidos e Israel no querían eso. Como recordarán, en ese período, el eslogan en boca de todos era «promoción de la democracia». El mayor compromiso de Estados Unidos en el mundo fue la promoción de la democracia. Aquí fue una buena prueba. Democracia: la elección salió mal; Estados Unidos decidió instantáneamente, junto con Israel, castigar a los palestinos por el crimen de votar de manera incorrecta; se instituyó un duro asedio, otros castigos; aumento de la violencia; Estados Unidos inmediatamente comenzó a organizar un golpe militar para derrocar al gobierno inaceptable. Esa es una práctica bastante familiar, no revisaré el registro. La Unión Europea, para su vergüenza y descrédito, estuvo de acuerdo con esto. Hubo una escalada israelí inmediata. Ese fue el final del acuerdo de noviembre, seguido de importantes ataques israelíes.
En 2007, un año después, Hamas cometió un crimen aún mayor que ganar unas elecciones justas: se adelantó al golpe militar planeado y se apoderó de Gaza. Eso se describe en Occidente, en los Estados Unidos, la mayor parte de Occidente, como la toma de Gaza por la fuerza de Hamas, lo cual no es falso, pero se omite algo. La fuerza se estaba adelantando a un golpe militar planeado para derrocar al gobierno electo. Ahora, eso fue un crimen grave. Ya es bastante malo votar de manera incorrecta en unas elecciones libres, pero adelantarse a un golpe militar planeado por Estados Unidos es mucho más serio. El ataque a Gaza aumentó sustancialmente en ese momento, los principales ataques israelíes. Finalmente, en enero de 2008 se alcanzó otro alto el fuego. Los términos eran prácticamente los mismos que los que he citado. Israel rechazó públicamente el alto el fuego, dijo que no lo cumpliría. Hamás observó el alto el fuego,
Ahora, eso continuó hasta el 4 de noviembre de 2008. El 4 de noviembre, que fue el día de las elecciones estadounidenses, las fuerzas israelíes invadieron Gaza y mataron a media docena de militantes de Hamas. Eso llevó a que los cohetes Qassam atacaran a Israel, una gran respuesta israelí, muchos asesinatos, todos palestinos, como de costumbre. A fines de diciembre, un par de semanas después, Hamas se ofreció a renovar el alto el fuego. El gabinete israelí lo consideró y lo rechazó. Este fue un gabinete moderado, dirigido por Ehud Olmert, lo rechazó y decidió lanzar la próxima gran operación militar.
Eso fue Plomo Fundido, que fue una operación horrible, tanto que provocó una reacción internacional muy sustancial, investigaciones de una comisión de Naciones Unidas, Amnistía Internacional, Human Rights Watch. En medio del asalto, el asalto, dicho sea de paso, fue cuidadosamente programado para terminar inmediatamente antes de la toma de posesión del presidente Obama. Ya había sido elegido, pero aún no había asumido el cargo, por lo que cuando se le pidió que comentara sobre las atrocidades en curso, respondió diciendo que no podía hacerlo, que Estados Unidos solo tiene un presidente y que no estaba este presidente todavía. Hablaba de muchas otras cosas, pero no de esto. El ataque estaba programado para terminar inmediatamente antes de la inauguración, por lo que podría responder a las preguntas diciendo: “Bueno, ahora no es el momento de mirar al pasado, miremos hacia el futuro. Los diplomáticos saben muy bien que ese es un eslogan estándar para quienes están involucrados en delitos graves: «Olvidémonos del pasado, miremos hacia un futuro glorioso». Bueno, eso fue justo en medio del asalto.
El Consejo de Seguridad aprobó una resolución —por unanimidad, con la abstención de Estados Unidos— pidiendo un alto el fuego inmediato con los términos habituales. Eso fue el 8 de enero de 2009. Nunca se observó, y se rompió por completo con el siguiente episodio importante de «cortar el césped» en noviembre de 2012. Ahora, puede tener una buena idea de lo que estaba sucediendo mirando a la víctima. cifras para el año 2012. Murieron 79 personas, 78 de ellas palestinas, la historia habitual.
Después del asalto de noviembre, se alcanzó un alto el fuego con los términos habituales. Describiré lo que sucedió a continuación citando a un destacado especialista, Nathan Thrall. Es un analista líder en Medio Oriente para International Crisis Group. Mientras escribe, Israel reconoció que Hamas estaba observando los términos del alto el fuego, y «por lo tanto, vio pocos incentivos» para hacer lo mismo. Los ataques militares contra Gaza aumentaron, junto con restricciones más estrictas a las importaciones. Se bloquearon las exportaciones. Los permisos de salida fueron bloqueados.
Eso continuó hasta abril de 2014, cuando los palestinos cometieron otro crimen: Hamas con sede en Gaza y la Autoridad Palestina con sede en Cisjordania firmaron un acuerdo de unidad. Israel se enfureció, enfureció aún más cuando el mundo lo apoyó principalmente. Incluso Estados Unidos dio un apoyo débil, pero real. Varias razones de la reacción israelí. Una es que la unidad entre Gaza y Cisjordania, entre los dos movimientos, amenazaría las políticas de larga data de separar los dos, por las razones que mencioné. Otra razón fue que un gobierno de unidad socava uno de los pretextos de la negativa de Israel a participar seriamente en las negociaciones, a saber, ¿cómo podemos negociar con una entidad que está internamente dividida? Bueno, si están unificados, ese pretexto desaparece. Israel se enfureció. Lanzó importantes ataques contra los palestinos en Cisjordania, apuntando principalmente a Hamas. Cientos de personas arrestadas, en su mayoría miembros de Hamas. También Gaza, también asesinatos.
Había un pretexto, por supuesto. Siempre la hay. El pretexto fue que tres adolescentes, adolescentes israelíes, en los asentamientos habían sido brutalmente asesinados, capturados y asesinados. Israel afirmó oficialmente que pensaba que estaban vivos, por lo que lanzó un asalto de varias semanas en Cisjordania, alegando que estaban tratando de encontrarlos con vida. Mientras tanto, las detenciones, los ataques y así sucesivamente. Resulta que supieron de inmediato que los habían matado. Ahora, también supieron de inmediato que era muy poco probable que Hamas estuviera involucrado. El gobierno dijo que tenía conocimiento seguro de que Hamas lo había hecho, pero sus propios especialistas destacados, como [Shlomi Eldar], habían señalado de inmediato que el asalto, que fue un crimen brutal, muy probablemente fue cometido por miembros de un clan separatista. , el clan Qawasmeh en Hebrón, que no recibió luz verde por parte de Hamas y que había sido una espina en sus costados. Y eso, aparentemente, es cierto, si nos fijamos en los arrestos y castigos posteriores. De todos modos, ese fue un pretexto para este asalto, asesinatos en Gaza también. Eso finalmente provocó una respuesta de Hamas. Luego vino la Operación Margen Protector, la que se acababa de completar, y más brutal y destructiva incluso las que la precedieron.
El patrón es muy claro. Y hasta ahora, al menos, parece continuar. El último alto el fuego se alcanzó el 26 de agosto. Fue seguido de inmediato por la mayor apropiación de tierras de Israel en 30 años, casi mil acres en el área de Gush Etzion cerca de lo que se llama Jerusalén, Gran Jerusalén, aproximadamente cinco veces el tamaño de cualquier cosa que haya sido Jerusalén, tomada por Israel, anexada violación de las órdenes del Consejo de Seguridad. El Departamento de Estado de EE. UU. Informó a la Embajada de Israel que Israel, lo estoy citando ahora, «la actividad israelí en Gush Etzion socava los esfuerzos estadounidenses para proteger a Israel en las Naciones Unidas», e instó a que Israel no debería proporcionar municiones para «aquellos en el [Naciones Unidas] que interpretaría la posición [de Israel] como endurecimiento «. En realidad, esa advertencia se dio hace 47 años, en septiembre de 1967, en el momento de la primera colonización de Israel, la colonización ilegal, de Gush Etzion. El historiador israelí Gershom Gorenberg nos lo recordó recientemente. Poco ha cambiado desde entonces, en los últimos 47 años, aparte de la escala de los crímenes, que continúan, sin interrupción, con el apoyo constante de Estados Unidos.
Artículo del filósofo, lingüista y activista político Noam Chomsky , publicado el 7 de noviembre del 2012
Por: Noam Chomsky
Basta siquiera con una sola noche en la cárcel para hacerse una idea de lo que significa estar bajo el control absoluto de una fuerza externa.
Y apenas si se tarda un día en Gaza en apreciar cómo debe de ser tratar de sobrevivir en la mayor prisión al aire libre del mundo, donde aproximadamente un millón y medio de personas hacinadas en una franja de trescientos kilómetros cuadrados viven sometidas a un terror aleatorio y a un castigo arbitrario que no tienen otro objetivo que el de humillarlas y degradarlas.
Lo que se pretende con semejante crueldad es aplastar las esperanzas palestinas de un futuro digno y la anulación del abrumador apoyo internacional a un acuerdo diplomático que garantice el respeto de los derechos humanos básicos. Los dirigentes políticos israelíes han dado evidente fe de esa pretensión en estos últimos días al advertir de que «enloquecerán» si Naciones Unidas otorga el más mínimo reconocimiento a los derechos palestinos.
Esta amenaza de «enloquecimiento» (nishtagea) —entiéndase lanzar una respuesta de particular dureza— está muy arraigada y se remonta a tiempos de los gobiernos laboristas de la década de 1950, momento en que también hallamos el origen del llamado «complejo de Sansón»: «Si se traspasa esa línea, derribaremos los muros del templo con todos dentro, nosotros incluidos».
Treinta años atrás, varios líderes políticos israelíes, algunos destacados «halcones» entre ellos, remitieron al primer ministro Menahem Begin un impactante informe sobre la frecuencia y la impunidad con las que los colonos de Cisjordania cometían «actos terroristas» contra los árabes del lugar.
Asqueado por aquellos hechos, Yoram Peri, destacado analista de la política militar, escribió que la labor del ejército israelí ya no parecía consistir en defender el Estado, sino en «demoler los derechos de personas inocentes por el mero hecho de ser araboushim [apelativo racial despectivo] que viven en territorios que Dios nos prometió».
Los gazatíes han sido objeto de un castigo particularmente cruel. Hace treinta años, en su libro de memorias The Third Way [La tercera vía], Raja Shehadeh, un abogado, describió la inútil tarea de intentar proteger los derechos humanos fundamentales dentro de un sistema legal diseñado para que dicho objetivo resulte imposible, y su experiencia personal como samid (un «inquebrantable») que vio cómo las brutales fuerzas de ocupación convertían su casa en una prisión sin que él pudiera hacer otra cosa más que «aguantar».
Desde entonces, la situación ha empeorado sensiblemente. Los Acuerdos de Oslo, festejados con gran pompa en 1993, estipularon que Gaza y Cisjordania constituyeran una única entidad territorial. Pero, por entonces, Estados Unidos e Israel ya tenían en marcha un plan para separar Gaza de Cisjordania con el fin de bloquear un acuerdo diplomático y castigar a los araboushim de ambos territorios.
El castigo contra los gazatíes se hizo más duro aún en enero de 2006 en respuesta al «crimen» de primera magnitud que acababan de cometer: habían votado en el «sentido equivocado» en las primeras elecciones libres celebradas en el mundo árabe al apoyar mayoritariamente a Hamás.
En una muestra más de sus «ansias de democracia», Estados Unidos e Israel (apoyados por una pusilánime Unión Europea) impusieron de inmediato un sitio brutal acompañado de ataques militares. Las autoridades estadounidenses recurrieron enseguida a su procedimiento operativo estándar cuando una población desobediente elige al Gobierno equivocado: preparó un golpe militar para restablecer el orden.
Pero los gazatíes cometieron un crimen más grave si cabe un año más tarde al bloquear esa intentona golpista, lo que se tradujo en una fuerte escalada del asedio y los ataques. La culminación de éstos llegó en el invierno de 2008-2009 con la Operación Plomo Fundido, uno de los ejercicios más cobardes y sanguinarios de nuestra memoria reciente: una población civil indefensa y atrapada fue sometida a la implacable ofensiva lanzada por uno de los sistemas militares más avanzados del mundo, dependiente del armamento estadounidense y protegido por la diplomacia de Washington.
Obviamente, se adujeron pretextos para tal modo de proceder, pues nunca faltan. El habitual, siempre a mano cuando se necesita, fue el de la «seguridad»: en este caso en concreto, se dijo que los ataques eran para neutralizar el lanzamiento de misiles de fabricación casera desde Gaza.
En 2008 se declaró una tregua entre Israel y Hamás. Hamás no disparó un solo cohete hasta que Israel rompió la tregua aprovechando las elecciones estadounidenses del 4 de noviembre para invadir Gaza sin ningún motivo y mató a media docena de miembros de Hamás.
Las más altas autoridades de la inteligencia israelí advirtieron al Gobierno del país de la posibilidad de renovar la tregua si se aligeraba el criminal bloqueo al que estaban sometiendo a la Franja y si ponían fin a los ataques militares. Pero el Gobierno de Ehud Olmert —quien presuntamente era una «paloma» en materia de política exterior— descartó esas opciones y trató de aprovechar su enorme ventaja en potencial de violencia poniendo en marcha la Operación Plomo Fundido.
El internacionalmente respetado defensor de los derechos humanos en Gaza Raji Sourani analizó el patrón seguido por los ataques de Plomo Fundido. Los bombardeos se concentraron en el norte, sobre población civil indefensa de las áreas más densamente habitadas, sin ningún fundamento militar posible. El objetivo, insinúa Sourani, tal vez fuera intimidar a la población y empujarla hacia el sur, hacia las inmediaciones de la frontera con Egipto. Pero los samidin —quienes resistieron a base de aguantar los ataques— no se movieron de donde estaban.
Otro posible objetivo quizá fuera echar a esa población al otro lado de la frontera. Desde los primerísimos tiempos de la colonización sionista, se dijo que los árabes no tenían ninguna razón de peso para estar en Palestina: podían estar igual de bien en cualquier otro lugar, por lo que debían irse de allí (o ser «transferidos» de buenas maneras, según sugerían las «palomas» del movimiento).
Ésa, desde luego, no es una posibilidad que preocupe poco en Egipto y tal vez sea una de las razones por las que ese país no abre la frontera para el libre paso de la población civil o, ni tan siquiera, de suministros que se necesitan con urgencia.
Sourani y otras fuentes bien informadas han señalado que la disciplina demostrada por los samidin es un primer frente tras el que se oculta un polvorín que podría estallar por los aires en cualquier momento, de forma inesperada, como lo hizo la Primera Intifada de Gaza en 1987 tras años de represión.
La impresión (inevitablemente superficial) que uno se lleva tras pasar varios días en Gaza es de asombro, no sólo ante la capacidad de los gazatíes para seguir con su vida, sino también ante el dinamismo y la vitalidad de la gente joven, sobre todo en la universidad, donde asistí a un congreso internacional.
Pero también pueden detectarse síntomas de que la presión puede haber alcanzado extremos insoportables. Ya hay noticias de una frustración de fondo entre los jóvenes que no cesa de crecer y que obedece a un reconocimiento por su parte de que, bajo la ocupación americano-israelí, el futuro no les depara nada.
Gaza presenta el aspecto de un país del Tercer Mundo, con bolsas aisladas de riqueza rodeadas de la pobreza más atroz. Pero no es un lugar sin desarrollo. Diríamos, más bien, que ha sido des-desarrollado (tomando prestado el término de Sara Roy, principal especialista académica en Gaza) y de forma muy sistemática.
La Franja de Gaza podría haberse convertido en una próspera región mediterránea, con una agricultura rica y una industria pesquera próspera, amén de unas playas maravillosas y de, según se descubrió hace una década, altas probabilidades de disponer de extensas reservas de gas natural en sus aguas territoriales (fuera por casualidad o no, lo cierto es que fue justo entonces cuando Israel intensificó su bloqueo naval). Tan favorables perspectivas de futuro se vieron abortadas en 1948, cuando la Franja tuvo que absorber un aluvión de refugiados palestinos que huían presas del pánico o habían sido expulsados a la fuerza de territorios que se integraron en Israel (en algunos casos, apenas meses después del alto el fuego formal). Las conquistas israelíes de 1967 y su consolidación durante los meses posteriores asestaron nuevos golpes y terribles crímenes que han continuado hasta nuestros días.
Los síntomas son fácilmente visibles, incluso durante una visita breve. Sentado en un hotel junto a la costa, uno puede oír el fuego de ametralladora de las cañoneras israelíes dedicadas a expulsar a los pescadores de las propias aguas territoriales de Gaza para devolverlos a la línea litoral, obligándolos así a pescar en aguas muy contaminadas por culpa de la negativa americano-israelí a permitir la reconstrucción de los sistemas de alcantarillado y electricidad destruidos por el poder militar de los propios Estados Unidos e Israel.
En los Acuerdos de Oslo, se contemplaban planes para construir dos plantas desalinizadoras, muy necesarias en una región árida como ésta. Y sí, se construyeron unas instalaciones avanzadas, pero en Israel. La segunda está ubicada en Jan Yunis, al sur de Gaza. El ingeniero jefe de Jan Yunis explicó que esa planta fue construida de tal modo que no pueda usar agua del mar y tenga que aprovechar aguas subterráneas, un proceso más barato que contribuye a degradar aún más el exiguo acuífero de la zona, lo que con toda certeza acarreará problemas graves en el futuro.
El suministro de agua todavía es muy limitado. La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA, por sus siglas en inglés), que se ocupa de los refugiados, pero no de los demás gazatíes, publicó recientemente un informe en el que alertaba de que el daño infligido al acuífero podría volverse «irreversible» dentro de poco y de que, de no mediar una rápida actuación para remediarlo, Gaza podría dejar de ser un «lugar habitable» no más tarde de 2020.
Israel permite la entrada de cemento para los proyectos de la UNRWA, pero no para las obras de los gazatíes, metidos como andan en gigantescas campañas de reconstrucción. La limitada maquinaria pesada allí presente se mantiene inactiva en su mayor parte, pues Israel no autoriza la entrada de material ni recambios para su reparación.
Todo esto forma parte del programa general que Dov Weisglass, un asesor del primer ministro Olmert, describió cuando los palestinos no siguieron las órdenes previstas en las elecciones de 2006: «De lo que se trata —dijo él— es de someter a los palestinos a dieta, pero sin matarlos de hambre».
En fecha reciente, y tras varios años de esfuerzos, la organización israelí de defensa de los derechos humanos Gisha logró por fin obtener una orden judicial que obliga al Gobierno a hacer públicos los documentos archivados donde se especifican los planes para hacer efectiva esa «dieta». Jonathan Cook, un periodista afincado en Israel, los resume así: «Las autoridades sanitarias facilitaron sus propios cálculos sobre el número mínimo de calorías que necesitarían el millón y medio de habitantes de Gaza para no caer en la desnutrición. Esas cifras se tradujeron luego en un número tasado de camiones cargados de alimentos a los que Israel supuestamente autorizaría la entrada cada día […] y, al final, un promedio de sólo sesenta y siete camiones (mucho menos de la mitad del mínimo requerido) entraron diariamente en Gaza. Compárese con los más de cuatrocientos que entraban allí a diario antes del inicio del bloqueo».
El resultado de la imposición de esa dieta, según Juan Cole, experto en Oriente Próximo y Medio, es que «en torno a un 10% de los niños palestinos de Gaza de menos de cinco años de edad tienen un crecimiento atrofiado por culpa de la desnutrición. […] Además, la anemia se ha generalizado y afecta a más de dos terceras partes de los niños pequeños, al 58,6% de los que están en edad escolar y a más de un tercio de las madres embarazadas».
Raji Sourani, el ya mencionado defensor de los derechos humanos, señala que «no hay que perder de vista que la ocupación y el cierre absoluto de las fronteras es un ataque continuo contra la dignidad humana de la población de Gaza en particular y contra la de todos los palestinos en general. Es una sistemática degradación, humillación, aislamiento y fragmentación del pueblo palestino».
Esta conclusión ha sido confirmada también por otras muchas fuentes. En The Lancet, una de las principales revistas de medicina del mundo, Rajaie Batniji, médico visitante en Stanford, describe Gaza como «una especie de laboratorio donde observar la ausencia de dignidad», una situación que acarrea repercusiones «devastadoras» para el bienestar físico, mental y social.
«La vigilancia constante desde el cielo, el castigo colectivo por el bloqueo y el aislamiento, la intrusión en los hogares y las comunicaciones, y las restricciones a quienes tratan de viajar, casarse o trabajar, dificultan mucho llevar una vida digna en Gaza», escribe Batniji. Y es que los araboushim tienen que aprender a llevar siempre la cabeza gacha.
Hubo alguna esperanza de que el nuevo Gobierno egipcio de Mohamed Morsi, menos sometido a Israel que la dictadura de Hosni Mubarak, apoyada por Occidente, pudiera abrir el paso de Rafah, que es el único acceso de Gaza al mundo exterior que no está bajo control directo de Israel. Y sí, ha habido una ligera apertura, pero no mucha.
La periodista Laila el-Haddad escribe que la reapertura permitida por el ejecutivo de Morsi «no ha significado más que un regreso del statu quo de años atrás: sólo los palestinos portadores de un carné de identidad de Gaza aprobado por Israel pueden transitar por el paso de Rafah». Eso excluye a muchísimos palestinos, incluida la familia de la propia El-Haddad, donde sólo uno de los miembros del matrimonio posee uno de esos carnés.
Además, según ella misma añade, «el paso no lleva a Cisjordania ni permite el transporte de bienes, que está restringido a los pasos fronterizos controlados por Israel y sujeto a prohibiciones como las que pesan sobre los materiales de construcción y la exportación».
Las limitaciones del paso de Rafah no alteran, pues, el hecho de que «Gaza continúa estando cercada por un férreo asedio marítimo y aéreo, y sigue estando amputada del capital cultural, económico y académico del resto de los [Territorios Ocupados por Israel] en flagrante violación de las obligaciones americano-israelíes recogidas en los Acuerdos de Oslo».
Los efectos son dolorosamente evidentes. El director del hospital de Jan Yunis, que es también jefe de cirugía, habla con rabia y pasión de cómo faltan medicinas incluso, lo que deja a los médicos incapacitados para hacer su trabajo y a los pacientes desesperados de dolor.
Una joven explica cómo fue la enfermedad de su padre ya fallecido. Él se habría sentido muy orgulloso de ver cómo su hija se convertía en la primera mujer del campamento de refugiados en obtener un grado universitario avanzado, dice ella, pero «falleció tras seis meses de lucha contra el cáncer, a la edad de sesenta años.
La ocupación israelí le negó un permiso para acudir a hospitales de Israel a recibir tratamiento. Yo tuve que suspender mis estudios, mi trabajo y mi vida para ir a sentarme junto a su cama. Todos estábamos allí sentados, también mi hermano, el médico, y mi hermana, la farmacéutica, todos impotentes y sin esperanza, contemplando su sufrimiento. Murió durante el inhumano bloqueo de Gaza, en el verano de 2006, sin apenas acceso a la sanidad.
»En mi opinión, la impotencia y la desesperanza son los sentimientos más mortíferos que pueden embargar a un ser humano. Matan el espíritu y parten el corazón. Se puede luchar contra la ocupación, pero no se puede combatir la sensación de impotencia. Es un sentir que nunca llega a desvanecerse».
Nadie que visite Gaza puede evitar una sensación de repugnancia ante la obscenidad de la ocupación, una repugnancia agravada por la culpa, porque está en nuestras manos poner fin al sufrimiento y permitir que los samidin disfruten de la vida de paz y dignidad que merecen.
Yalla es un corto de ficción, basado en la historia real de cuatro niños que estaban jugando al fútbol en la playa de Gaza y un dron militar terminó con la vida de estos niños.
Carlo D’Ursi sigue inmerso en su mundo de ficción, fluctuando entre la realidad social y el entretenimiento puro y duro. hace un mes obtuvo el premio Forqué al mejor cortometraje con ‘Yalla’
Ha trabajado en series de televisión –la última, Sabuesos, en La 1 de TVE–, y ha tomado los mandos de producción o dirección de cortometrajes y largometrajes de gran contenido social como Yalla, Cartas mojadas, Tabib o Diamantes negros. Es un profesional que puede remover conciencias o hacer reír a carcajadas con una comedia negra como Jefe. Italiano de nacimiento, un día llegó a Euskal Herria, haciendo un curso Erasmus en la UPV y un máster de Marketing en la Universidad de Navarra. Su centro de operaciones ahora está en Madrid.
¿Cómo surgió la historia de Yalla?
Es la historia real de cuatro niños que estaban jugando al fútbol en la playa de Gaza y un dron militar los confundió, entre comillas, con milicianos de Hamás. El bombardeo terminó con la vida de estos niños. He recreado ese momento tan dramático quitando todos los diálogos y dejando solo la palabra yalla. También he eli- minado el color; es un blanco y negro onírico. Hay una yuxtaposición de imágenes. El blanco y negro a ras de suelo y la del dron en color.
¿Y qué sentido tiene dejar al dron en color?
Mi intención era crear una dicotomía cromática entre los que tienen recursos y están sentados cómodamente en una base militar a miles de kilómetros pilotando un dron, y los civiles a los que dispara este dron. La vida nunca será en color para los niños en Gaza.Solo podrá ser, como mucho, en blanco y negro.
¿Cuál es su pretensión?
Llamar la atención sobre las violaciones que hay de los derechos de la infancia en los conflictos armados. Por muy irónico que pueda parecer, la regla tiene unas reglas.
Resulta difícil creer que esas reglas existan…
Pero existen, e incluyen no atacar a personal civil, a personal sanitario, ni por supuesto a los niños. La infancia normal no existe en un territorio como Gaza. Después de hacer el anterior corto, Tabib, me he interesado por los derechos de la infancia en diferentes conflictos y he estado en contacto con asociaciones no gubernamentales. También es cierto que mi interés por los conflitos entre Palestina e Israel viene desde muy lejos. He investigado sobre ellos desde que era un adolescente.
Yalla es el retrato de un lugar horrible para jugar aun siendo niño.
Efectivamente. No solo en Gaza, hay muchos otros lugares donde jugar es una acción de alto riesgo. Fui a Belén en un viaje de prospección para otra película y conocí a un chico palestino cuyo hermano había muerto por el disparo de un militar al otro lado del muro, a donde había ido a recoger la pelota con la que jugaba al fútbol. Empecé a investigar y me encontré con que había habido varios casos de niños muertos mientras jugaban. Son los llamados casos colaterales. Durante esa investigación me encontré con el que he narrado en el cortometraje.
Muchos vemos los drones más como juguetes que como armas de guerra.
Pues la visión es al revés. El dron nace como un arma de guerra y luego se convierte en un juguete. El problema es que los drones militares son una lacra, porque no están regulados. Lo que queda claro son sus efectos en una guerra o en una zona en conflicto. Están construidos para no ser detectados por los radares, para ser invisibles, y ni siquiera se sabe de qué bando son. Causan esos daños llamados colaterales sin que haya ningún responsable. Nunca se sabe quién está detrás de uno de ellos, y estamos hablando de granjas de operadores de drones que se ocupan de moverlos desde distancias muy lejanas mientras se están comiendo un bocadillo.
¿Cree que Yalla va a llegar al corazón de alguien que tenga poder y que se intentará eliminar esos efectos colaterales?
Estoy seguro de que ha llegado al corazón de muchas personas, y eso lo ha evidenciado la última edición de los premios Forqué. Nunca tendré ni tendremos la seguridad de que las cosas vayan a cambiar, pero puedo garantizar que voy a seguir haciendo todo lo posible para que ocurra.
Ha hecho todo tipo de trabajos audiovisuales como productor, director y actor en series y películas, pero tiene especial querencia a los cortos, que parecen estar entre sus referentes.
Es cierto. Los cortos se han convertido en uno de los referentes de la línea editorial de la productora, pero no por una decisión de carácter empresarial; es más bien una decisión mía, una decisión humana.
Los cortos te permiten un espacio de libertad. Cuando producimos series o largometrajes no tenemos el mismo espacio de libertad. En el momento en el que intervienen presupuestos mucho más altos y están presentes diferentes empresas, hay que mediar entre todos los objetivos.
¿Le satisface más un corto?
Me satisfacen más los proyectos bien hechos, las buenas historias y las cosas bien contadas. Un corto supone un paréntesis de libertad que me puedo conceder, un espacio en el que pienso continuar viviendo.
¿Siente pasión por los temas sociales?
Siento pasión por contar historias. Dentro de las posibilidades que te ofrece el mundo audiovisual, podemos trabajar desde los temas sociales al entretenimiento puro y duro. Poder contribuir al desarrollo cultural y ético de un país produciendo cortos y películas de carácter social me hace vibrar y sentir que estoy cumpliendo con mi cometido como ciudadano, pero no es lo único a lo que me dedico. De hecho, tengo Diamantes negros, un drama social, pero también tengo Jefe, una comedia negra que está en Netflix. Hay cosas muy diferentes en mi currículo y todas pueden caber en mi sumario de intenciones.
¿Qué significa el termino Yalla?
Quiero aclarar que Yalla es un corto de ficción, no un documental. Hemos recreado lo que pasó en aquella playa, pero no lo hemos reconstruido. Yalla significa vamos, así que tiene diferentes significados, que van desde un grito de ánimo a un imperativo. Decidí reunir todos los significados en un único grito.
¿Qué más proyectos tiene?
Soy un hombre con la cabeza en el aire y los pies en la tierra. No puedo hablar de lo que no sé si voy a poder entregar. Próximamente vamos a estrenar Retrato de mujer blanca con pelo cano y arrugas, película que está protagonizada por Blanca Portillo, Imanol Arias, Ana Wagner y un servidor.
Es usted un renacentista que lo hace todo: producir, escribir, dirigir e interpretar.
Vivo en el ecosistema del audiovisual desde que tengo 11 años. Tengo siempre diferentes proyectos y distintas posibilidades que aportar, y lo que hago es poner al servicio del proyecto mi mejor versión. Me siento muy cómodo en los diferentes puestos que puedo realizar y voy a seguir viviendo
así. Llevo años haciendo todo eso que dices y todos mis proyectos me han llenado mucho.
Otro trabajo suyo ha estado nominado este año a los Goya, Cartas mojadas.
Sí, y no pudo ser. Cartas mojadas es la voz que acompaña al barco de la ONG Open Arms. Surge del fondo del mar. Son todas esas cartas que muchas madres escriben a sus hijos cuando comienzan la aventura de buscar un mundo, entre comillas, mejor. Este documental se ha rodado a lo largo de los últimos cinco años y trata sobre la crisis migratoria. Narra la odisea de las diferentes mujeres que han intentado cruzar el Mediterráneo, algunas con más suerte que otras.
No ha podido ser, pero, ¿qué significa un premio?
Significa mucho, pero estoy convencido de que también son un engaño para el ego. Te seducen mucho y a veces lo hacen malamente.
Acaba de recibir el premio Forqué, así que tendrá el ego más que seducido.
Ja, ja, ja… Muchas veces la gente confunde el premio con la tarta. El premio es la guinda sobre la tarta, pero no hay cumpleaños si no hay tarta. Hay que tomarse los premios en su justa medida. Lo que importa es lo que has querido contar y mostrar, la tarta, y lo digo desde el punto de vista de quien ya ha pasado por ello.
¿Sufre su ego ante un Goya perdido?
No. El trabajo de Cartas mojadas ya está hecho y se ha contado lo que en su momento queríamos. Hace años que mi ego ya no sufre, pero sí que ha sufrido en otras ocasiones y ya he aprendido a dejar de sufrir. Disfruto con el trabajo que hago, y me siento muy bien tanto cuando mis audiovisuales se meten de lleno en el mundo social como cuando hago reír a la gente con una comedia.
OtrasVocesenEducacion.org existe gracias al esfuerzo voluntario e independiente de un pequeño grupo de docentes que decidimos soñar con un espacio abierto de intercambio y debate.
¡Ayúdanos a mantener abiertas las puertas de esta aula!