El presidente brasileño echa mano de ‘fake news’ para atacar a la organización. Desde el principio de la pandemia, Bolsonaro se ha enfrentado a la OMS por su defensa de las medidas de aislamiento social.
El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, echó mano de ‘fake news’ en su particular guerra contra la Organización Mundial de la Salud (OMS). La madrugada de este viernes publicó en Twitter críticas a la organización por supuestamente incentivar la masturbación y el sexo entre niños, sin citar ninguna fuente ni documento oficial. Poco después, dio marcha atrás y borró el tuit.
«Esta es la OMS que muchos dicen que tengo que seguir en el caso del coronavirus. ¿Entonces deberíamos seguirla también en sus directrices para las políticas educativas?», se preguntaba Bolsonaro, que añadía que, para los niños de 0 a 4 años la entidad recomienda «satisfacción y placer al tocar el propio cuerpo (masturbación)» y que «jueguen a los médicos» para expresar sus deseos y necesidades.
Según el presidente brasileño, entre los 4 y los 6 años la OMS recomienda «masturbación en la primera infancia» y «relaciones entre personas del mismo sexo», y un poco más adelante, para los niños de 9 a 12 años, la primera experiencia sexual.
Las noticias falsas de contenido sexual no son algo nuevo en el presidente Bolsonaro. Durante la campaña electoral de 2018 su entorno difundió ampliamente en WhatsApp y en las redes sociales el bulo de que su rival, Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT) quería distribuir a los niños biberones en forma de pene.
Tampoco son nuevas las críticas a la OMS en plena pandemia del nuevo coronavirus por su defensa de la necesidad del aislamiento social para frenar la expansión del virus. Además, Bolsonaro manipuló el discurso del director de la entidad, Tedros Ghebreyesus en varias ocasiones para sostener su discurso de que hay que reactivar la economía y volver a trabajar lo antes posible.
El 31 de marzo, en un discurso a la nación, insinuó que Ghebreyesus le daba la razón al decir que los países pobres tienen circunstancias diferentes porque muchos trabajadores informales tienen que salir a la calle para poder comer, pero omitió la parte en que la decía que «es vital» que los gobiernos den a esos trabajadores las condiciones de poder realizar el confinamiento en sus casas.
La semana pasada, Bolsonaro insistió en los ataques directamente al director de la OMS, diciendo que no tenía credibilidad: «Me estoy enfrentando a procesos dentro y fuera de Brasil, siendo acusado de genocidio, por haber defendido una tesis diferente a la OMS. Hablan mucho de seguir a la OMS… ¿el director-presidente de la OMS es médico? ¡no es médico! ¿lo sabíais?«, decía a sus seguidores en un vídeo en directo en Facebook.
Ghebreyesus es biólogo, tiene un doctorado en salud pública y fue ministro de Salud y Relaciones Exteriores de Etiopía, además de acumular una vasta experiencia en el área de salud. Hace unos días, cuando fue preguntado por las críticas de Bolsonaro se limitó a decir que los países que han seguido las recomendaciones de la organización están en una situación menos dramática.
Para algunos miembros del Gobierno, la OMS es vista con aún más escepticismo. El ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Araújo, escribió que detrás de la pandemia hay un plan para implantar el comunismo a nivel mundial. El anterior ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, fue destituido tras semanas intentando convencer a Bolsonaro de la necesidad de implantar medidas de confinamiento, y su sucesor, Nelson Teich, todavía no ha presentado un plan claro contra la pandemia. Bolsonaro dijo ayer que está dando directrices al ministro para que permita abrir «rápidamente» la economía.
Mientras tanto, Brasil sigue en la curva creciente de casos y ya cuenta más de 5.400 muertos y 78.000 contagiados de covid-19. Algunas ciudades, como Manaos, Fortaleza, São Paulo y Río de Janeiro ya están con sus hospitales y cementerios al borde del colapso.
Tal vez ha llegado el momento de dar un paso atrás de nuestro enfoque exclusivo en la pandemia, para permitirnos considerar qué coronavirus y sus efectos devastadores revelan sobre nosotros como sociedad.
Lo primero que llama la atención es que, al contrario del lema barato «estamos todos en el mismo barco», las divisiones de clase han estallado. En el fondo de nuestra jerarquía, están aquellos, refugiados, personas atrapadas en zonas de guerra, cuya vida es tan pobre que, para ellos, la pandemia no es el principal problema. Si bien nuestros medios de comunicación siguen ignorando a estas personas, somos bombardeados por celebraciones sentimentales de enfermeras en la primera línea de nuestra lucha contra el virus. Pero las enfermeras son solo la parte más visible de toda una clase de ‘cuidadores’ que se explota, aunque no en la forma en que se explotaba la vieja clase trabajadora retratada en las imágenes marxistas. En cambio, como dice David Harvey, forman una «nueva clase trabajadora».
El dice :“La fuerza laboral que se espera que se encargue de los números crecientes de los enfermos, o que brinde los servicios mínimos que permiten la reproducción de la vida diaria, es, por regla general, altamente de género, racializada y étnica. Esta es la «nueva clase trabajadora» que está a la vanguardia del capitalismo contemporáneo. Sus miembros tienen que soportar dos cargas: al mismo tiempo, son los trabajadores con mayor riesgo de contraer el virus a través de sus trabajos, y de ser despedidos sin recursos financieros debido a la reducción económica impuesta por el virus. La clase trabajadora contemporánea en los Estados Unidos, compuesta principalmente por afroamericanos, latinos y mujeres asalariadas, se enfrenta a una elección fea: entre sufrir contaminación en el curso del cuidado de las personas y mantener abiertas las formas clave de suministro (como los supermercados),
Por eso, en Francia, estallaron revueltas en los suburbios pobres del norte de París, donde viven los que sirven a los ricos. Y es por eso que, en las últimas semanas, Singapur ha tenido un aumento dramático en las infecciones por coronavirus en los dormitorios de los trabajadores extranjeros. Como informó CNN , “Singapur es el hogar de aproximadamente 1,4 millones de trabajadores migrantes, que provienen en gran parte del sur y sudeste de Asia. Como amas de casa, empleadas domésticas, trabajadores de la construcción y trabajadores manuales, estos migrantes son esenciales para mantener el funcionamiento de Singapur, pero también son algunas de las personas más vulnerables y peor pagadas de la ciudad «. Esta nueva clase trabajadora estuvo aquí todo el tiempo: la pandemia lo impulsó a la visibilidad.
Para definir este sector adecuadamente, Bruno Latour y Nikolaj Schultz acuñaron el término «clase geo-social». Muchos de ellos no son explotados en el sentido marxista clásico de trabajar para quienes poseen los medios de producción; en cambio, son explotados a través de las condiciones materiales de su vida: su acceso a agua y aire limpios, su salud, su seguridad. La población local se explota cuando sus tierras se utilizan para la agricultura a gran escala destinada al mercado de exportación, o para la minería extensiva. Incluso si no trabajan para una empresa extranjera, son explotados en el simple sentido de ser privados del uso completo de la tierra que les permite mantener su estilo de vida. Tomemos a los piratas somalíes, por ejemplo: recurrieron a la piratería porque las compañías extranjeras que practican la pesca a escala industrial agotaron su costa en el mar. Parte de su territorio fue apropiado por los países desarrollados y utilizado para mantener nuestro estilo de vida, mientras que la de ellos disminuyó. En este sentido, Latour sugiere que deberíamos reemplazar el término“Apropiación de plusvalía” con “apropiación de existencia excedente”, donde “existencia” se refiere a las condiciones materiales necesarias de la vida.
Como hemos descubierto, en una pandemia, cuando incluso las fábricas están paralizadas, la clase geo-social de cuidadores tiene que seguir trabajando. Entonces, parece apropiado dedicarles este 1 de mayo, en lugar de la clásica clase obrera industrial. Son ellos los verdaderamente sobreexplotados: explotados cuando trabajan porque su trabajo es en gran medida invisible y explotado incluso cuando no trabajan debido a sus condiciones materiales. No solo se explotan en lo que están haciendo: se explotan en su propia existencia.
El sueño eterno de los ricos es el de un territorio totalmente separado de las viviendas contaminadas de los pobres: solo piensen en todos esos éxitos de taquilla posapocalípticos, como la película de Eillium de Neill Blomkamp, ambientada en 2154, en la que vive la élite. una gigantesca estación espacial hecha por el hombre, mientras que el resto de la población reside en una Tierra en ruinas que se parece a una favela latinoamericana expandida. Mientras tanto, en el mundo real de hoy, esperando algún tipo de catástrofe global, los ricos están comprando villas en Nueva Zelanda o renovando bunkers nucleares de la Guerra Fría en las Montañas Rocosas. Pero el problema con una pandemia es que uno nunca puede aislarse por completo. Al igual que un cordón umbilical que no se puede cortar, una conexión con la realidad contaminada es inevitable, sea cual sea su estado social. Como hemos descubierto, en una pandemia, cuando incluso las fábricas están paralizadas, la clase geo-social de cuidadores tiene que seguir trabajando. Entonces, parece apropiado dedicarles este 1 de mayo, en lugar de la clásica clase obrera industrial. Son ellos los verdaderamente sobreexplotados: explotados cuando trabajan porque su trabajo es en gran medida invisible y explotado incluso cuando no trabajan debido a sus condiciones materiales. No solo se explotan en lo que están haciendo: se explotan en su propia existencia.
Fuente e Imagen: https://www.rt.com/op-ed/487517-slavoj-zizek-new-working-class/
Mundo/03-05-2020/Autor(a) y Fuente: Universidad de Antioquia, CLACSO
La Universidad de Antioquia, CLACSO y OVE, invitan en el marco del Ciclo internacional de conversatorios virtuales «Educación y humanidad en tiempos de pandemia: perspectivas multisituadas» al cuarto conversatorio denominado «Posiciones docentes frente a la pandemia» este martes 05 de mayo del año en curso a las 10:00 am (Hora Colombia).
En donde tendremos las intervenciones de les siguientes panelistas:
Luis Bonilla-Molina (Venezuela) del Centro Internacional Miranda.
Pablo Imen (Argentina) del Centro Cultural de la Cooperación.
Gabriela Walder (Paraguay) de la Red por el Derecho a la Educación.
Moderadoras:
Bibiana Escobar (Colombia) de la Universidad de Antioquia.
Alexandra Agudelo (Colombia) de UNAULA.
Para ello se requiere entrar al siguiente link y registrarse:
El grueso de la población hoy vulnerable a perder su trabajo se emplea en comercio, construcción o son empleados domésticos. Además, unos 4,8 millones de personas de este grupo viven del diario.
Un informe de la Asociación Colombiana de Administradoras de Fondos de Pensiones y de Cesantía (Asofondos) advirtió que más de 7,3 millones de trabajadores desempeñan actividades en sectores muy vulnerables ante la propagación del coronavirus están ante una reducción significativa del empleo por la parálisis económica.
De acuerdo con el gremio, en este grupo se ubican personas que desempeñan actividades de alquiler o arrendamiento, personal doméstico, confección de prendas de vestir, alojamiento, fabricación de papel y cartón, fabricación y mantenimiento de maquinaria y equipo, las agencias de viajes y el transporte aéreo, entre otras 22 adicionales.
El documento advierte que la situación es más alarmante “si se tiene en cuenta que dentro de la población más vulnerable, más de la mitad se encuentra en la informalidad”. De los 7,3 millones de trabajadores vulnerables, más de 5,6 millones trabajan para micro empresas. El problema está en que el 84 % de los empleados de estos pequeños negocios están vinculados de manera informal. De hecho, se estima que 4,8 millones de personas de este grupo viven del diario.
El grueso de la población hoy vulnerable a perder su trabajo se emplea en comercio (1’031.357), construcción (874.197) o son empleados domésticos (577.113). Si bien el Gobierno anunció que se retomaron actividades en los sectores de industria y construcción, el gremio de las pensiones advirtió que dado que estas personas trabajan en microempresas, puede que no tengan las garantías para ir a trabajar, “barreras que hay que tener en cuenta para la reactivación”.
La mayor parte de ocupados vulnerables se encuentra ubicados en Bogotá, Valle del Cauca y Antioquia. Estos a su vez son los departamentos más afectados por las medias de confinamiento tomadas por el gobierno nacional y los locales para detener el contagio del coronavirus dado que presentan también las cifras de positivos más altas. “Esta situación hace más difícil el proceso de reactivación económica puesto que la mayoría de los contagios se concentra en la población económicamente activa”, advierte el informe.
Así mismo, hay 4,4 millones de trabajadores clasificados en el grupo de vulnerabilidad media de actividades administrativas, servicios de comidas y extracción de minerales porque para ellos aumenta la probabilidad de quedar desempleados a medida que se alarga la cuarentena o que el choque petrolero se intensifica, según Asofondos. De ellos, 2,9 millones están vinculados a microempresas.
Asofondos advirtió que los trabajadores vulnerables representan el 32 % del total de ocupados que tenía el país en 2019, “es decir, que en el peor escenario el desempleo podría pasar al 44 %, explicado principalmente por la alta informalidad y en un escenario medio al 34 %”.
La preocupación aumenta debido a que por la alta informalidad de la economía, tanto de negocios como de trabajadores, un número importante de personas y negocios quedan excluidos de diferentes mecanismos de protección como ahorros, cesantías y líneas de crédito para soportar periodos de desempleo.
Para ver la proporción, vale la pena considerar que los fondos de cesantías cuentan con más de nueve millones de afiliados que pueden acceder a sus ahorros en este momento, ya sea por la terminación de su contrato laboral o por la disminución de sus ingresos.
Otra forma de ver a los ocupados formales es a través de la seguridad social. En los primeros 19 días de abril (dato más reciente) se observaba una caída de 8 % en el recaudo de aportes a pensión, pero las estimaciones indican que podría llegar a entre el 11 % y el 14 % y se cree que en mayo se evidenciará mejor el impacto.
Este primero de mayo, trabajadores y militantes gremiales, populares, campesinos, indígenas y sindicales, estarán junto a los que menos tienen, garantizándoles al menos un plato de comida, con sus ollas populares y solidaridad, en medios de la crisis que se desnudó con la pandemia del COVID-19, pero que generaron las políticas de ajuste de los gobiernos neoliberales de la región.
Quizá esa sea la mejor forma de festejar o conmemorar el Día del Trabajador en ésta, la región más desigual del mundo, en momentos en que el trabajo escasea y amenaza con ser un derecho humano casi en extinción, abriendo enormes signos de interrogación en las grandes mayorías de nuestros pueblos.
No hay trabajo. No hay salud ni alimentación. Trapos rojos en las ciudades y villorios colombianos dan cuenta del reclamo de solidaridad de la gente, excluida por el gobierno ultraderechista de Iván Duque, que grita “tenemos hambre”. Cientos de cajones y cadáveres abandonados en las calles de Guayaquil, cacerolazos en Ecuador, en Chile, en Brasil. El reclamo es, quizá, el mismo de hace más de 15 décadas: pan, paz y trabajo.
Miles de peruanos recorren cientos de quilómetros por las carreteras principales del país, abandonando Lima y otros grandes ciudades donde hasta hace poco subsistían, para retornar a sus pueblos andinos en busca del sustento de la tierra que el Estado les niega.
Los mártires, el mundo de hoy y el que vendrá
En (casi) todo el mundo, cada primero de mayo se conmemora el Día Internacional del Trabajador, en homenaje a los «Mártires de Chicago», así denominado un grupo de sindicalistas anarquistas que fueron ejecutados en 1886 en Estados Unidos por realizar un reclamo por una jornada laboral de ocho horas.
En EEUU, sin embargo, se festeja el Día del Trabajo, el primer lunes de setiembre, en homenaje a los Caballeros del Trabajo y para que el pueblo olvidara las reivindicaciones de Chicago.
En nuestra región se abre una nueva fase de desarrollo de las relaciones de trabajo, en la cual el impacto del desempleo, el subempleo y el recorte salarial de amplios sectores, demanda nuevas soluciones económicas, sociales y legales, de previsiones inéditas. La pandemia mundial ha alterado tanto ese debate como el panorama histórico de los derechos laborales.
Los derechos laborales “clásicos”, nacidos prácticamente hace un siglo, han quedado rebasados en las actuales circunstancias latinoamericanas.
Veamos que nos dicen los estudios de los expertos. En lo que va del año, el 81 % de la fuerza de trabajo mundial –más de 2.700 millones de trabajadores/as— padece de desempleo total o parcial. De continuar esta tendencia, en el segundo semestre del año la reducción del empleo golpeará a 195 millones de trabajadores/as a tiempo completo, con una jornada laboral de 48 horas semanales.
Según la Organización Internacional del Trabajo, 3.300 millones de personas ya están siendo afectadas, de una u otra forma, por la crisis laboral. Mil 250 millones, es decir el 38% de la población activa mundial, se ubica en sectores que viven una grave caída de la producción, en particular el comercio al por menor, los servicios de alojamiento y comidas y las industrias manufactureras.
En segundo nivel del impacto -más del 11 %- se encuentran las artes, entretenimientos, recreación, transporte, información y comunicación. Entre los sectores por el momento menos golpeados por el desempleo están la salud, educación, servicios públicos esenciales, administración pública y defensa, así como la agricultura y ganadería. En tanto la construcción, minería, seguros y actividades financieras están siendo medianamente afectadas a nivel mundial.
La alarma suena con respecto a los trabajadores de la economía informal, que representan en su totalidad unos 2.000 millones de personas, la mayoría en países emergentes y en desarrollo de ingreso bajo y mediano. Con el agravante que, en general, carecen de protección básica, de cobertura de seguridad social, de atención médica y, en caso de enfermedad, de sustitución de ingresos.
Regiones enteras, como Centroamérica o la América andina, dependen en gran medida de las actividades informales. Éstas tienen, también, una fuerte incidencia en las concentraciones urbanas latinoamericanas, desde Buenos Aires hasta la ciudad de México, pasando por Bogotá, Caracas, Lima o La Paz.
La industria de las telecomunicaciones, en manos de cinco trasnacionales, prospera gracias a la extracción de los datos personales y la venta de predicciones sobre los comportamientos de los usuarios de internet y redes sociales a quien pague por ellos. Las empresas (y los gobiernos) comprendieron que para que aumenten los beneficios (financieros y de manipulación del imaginario colectivo) se hacía necesario trata de modificar las conductas humanas a gran escala.
Hoy la mano de obra ya no está configurada por empleados que reciben un salario a cambio de su trabajo, sino por usuarios de aplicaciones y servicios gratuitos, satisfechos de adquirirlos a cambio de ceder sin consentimiento a varias empresas un registro de sus experiencias vitales.
Se calculaba, antes de la pandemia, que para 2030 se necesitarán más de 600 millones puestos laborales nuevos, solo para mantenerse a la par del crecimiento demográfico. Eso equivale a unos 40 millones de empleos por año.
Simultáneamente se hablaba de la necesidad de mejorar las condiciones de 780 millones de mujeres y hombres que trabajan, pero no ganan lo suficiente para salir de la pobreza de apenas dos dólares por día.
Este año y tras la pandemia (que no se sabe cuándo se detendrá), el Producto Interno Bruto de América Latina y el Caribe sufrirá una caída de 5,3% y el número de pobres crecerá 4,4% y pasaría de los 186 millones en 2019 a 214,7 millones, casi 29 millones más, según el último informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
La tasa de desempleo en la región se ubicará en torno al 11,5 %, un aumento de 3,4 puntos porcentuales respecto al nivel de 2019 (8,1%), alcanzando a casi 38 millones de desempleados, 12 millones más que en 2019, mientras que la pobreza extrema alcanzará al 13,5 % de los latinoamericanos, con un incremento de 16 millones de personas.
Los efectos del covid-19 generarán la recesión más grande que ha sufrido la región desde 1914 y 1930. Se prevé un fuerte aumento del desempleo con efectos negativos en pobreza y desigualdad. Para la región es urgente acceder a recursos financieros, con base en un apoyo flexible de los organismos financieros multilaterales, acompañado de líneas de crédito a bajo costo, alivios del servicio de la deuda y eventuales condonaciones de la misma, añadió el organismo de Naciones Unidas.
Pandemia aparte, hay temas relacionados con el futuro del trabajo que afectan al presente y al futuro y en particular a los grupos más vulnerables, como las mujeres, los migrantes, las comunidades rurales y los pueblos indígenas.
En el largo listado está el impacto sobre el empleo, el trabajo y las condiciones laborales de las nuevas tecnologías. Pero también la reducción del volumen del empleo (desempleo tecnológico), el telempleo, el autoempleo, el emprendedurismo, la precarización tecnológica, el uberismo.
Quedaron en el tintero los debates sobre los movimientos sociales que agrupan a los excluidos (¿un fenómeno transitorio producto de la crisis capitalista?) y la relación con el sindicalismo; sobre la propuesta de la renta básica, sobre el desplazamiento de la regulación laboral a la comercial/civil.
O hacia actividades laborales sin regulación alguna, y sobre los desafíos para la organización y representación sindical ante los cambios del sistema de organización empresarial.
Como ha sucedido históricamente en el movimiento obrero, las opciones son adaptación o confrontación. Este Primero de Mayo, pandemia mediante, no habrá grandes manifestaciones, pero la lucha seguirá siendo la misma, la esperanza de un mundo nuevo, necesario, imprescindible, para todas y todos, es la bandera.
A pesar de la emergencia sanitaria, en los últimos días ha habido una serie de protestas en diversos puntos de este país sudamericano.
«El Piñeravirus es más mortal que el coronavirus».
La frase que alude al presidente de Chile, Sebastián Piñera, se leía en uno de los carteles con los que unas 200 personas volvieron a las calles de la ciudad de Santiago a protestar este lunes 27 de abril.
Carros lanza agua, bombas lacrimógenas y duros enfrentamientos entre manifestantes y la policía tomaron nuevamente la Plaza Italia -o «Plaza Dignidad», como algunos la rebautizaron-, el epicentro del estallido social que irrumpió en este país sudamericano el 18 de octubre del año pasado.
A pesar de la emergencia sanitaria, la imagen se repitió en otras capitales regionales, como Antofagasta, Concepción y Valparaíso, donde también hubo barricadas.
Era una jornada simbólica, pues no solo se celebraba el aniversario 93 de Carabineros, la institución policial chilena, sino también porque se recordaba que un día antes -el 26 de abril- era la fecha original programada para la realización del plebiscito que busca cambiar la Constitución heredada del régimen de Augusto Pinochet.
Desde la llegada del coronavirus a este país, a mediados de marzo, la agenda que buscaba descomprimir la tensión social pasó a segundo plano y, con ello, el referendo fue postergado para el 25 de octubre.
Las intensas protestas, en tanto, parecían haber cesado. O, al menos, eso se pensaba.
Sin embargo, lentamente han vuelto a cobrar relevancia, aunque en grupos bastante más reducidos.
La razón detrás -explican sus protagonistas- no es distinta a la que motivó el «despertar» de Chile en octubre: el descontento social ante las desigualdades del sistema político y económico que impera en esta nación sudamericana.
«El coronavirus visibilizó las desigualdades»
«Protestamos porque el sistema chileno es mucho más cruel que el coronavirus», le dice a BBC Mundo Paloma Grunert, quien ha asistido a todas las manifestaciones desde octubre y está detrás de la organización de algunas de las protestas que han ocurrido en medio de la pandemia.
Para ella, todo lo que los llevó inicialmente a salir a la calle «sigue vigente», como la inequidad en los salarios y en el acceso a la salud y educación, entre otros.
«Hay desigualdad, injusticia y un constante apoyo a los empresarios y grupos económicos», señala.
Una opinión similar comparte el fotógrafo Cristóbal Venegas, quien también ha participado en las manifestaciones.
«No hay credibilidad en el gobierno ni en la clase política. Las demandas sociales están a flor de piel», le dice a BBC Mundo.
Venegas afirma que con el coronavirus quedaron «aún másen evidencia los problemas de la gente».
«En el tema de la educación, por ejemplo, en este país no todos tienen computador, ¿quién puede hacer clases online? El tema de la salud también; en algunos lugares no hay abastos, no hay insumos», indica.
De acuerdo con el académico de la Universidad de Cambridge y experto en movimientos sociales, Jorge Saavedra, este último punto es justamente una de las cosas más importantes que explican el «rebrote» de las manifestaciones.
«Lo que ha hecho el coronavirus es visibilizar las desigualdades estructurales por las que se protestó en su momento», dice a BBC Mundo.
«Si en Chile antes se protestaba por la desigualdad en la salud, eso ahora ha quedado en evidencia. Lo mismo ha pasado con la precariedad laboral, donde se ha visto lo frágil que era el sistema. Se demostró que el mercado no solucionaba los problemas porque ahora el propio mercado le está pidiendo ayuda al Estado», agrega.
Ante la emergencia, no obstante, el gobierno de Chile ha diseñado una serie de medidas para enfrentar las consecuencias de esta crisis.
Es así como se creó un Plan de Emergencia Económico que, con la inyección de US$11.750, se busca proteger el empleo y apoyar a los trabajadores entregándole liquidez a empresas de todos los tamaños.
También se decidió reforzar el presupuesto del sistema de salud -será suplementado con el 2% constitucional- para asegurar que cuente con los recursos necesarios frente a la pandemia.
Por otro lado, se estableció una Ley de Protección del Empleo -que busca resguardar los puestos de trabajo-, y se creó un fondo de US$2.000 millones para la protección de los ingresos de los trabajadores más vulnerables (informales sin contrato), entre otras cosas.
De todas maneras, esta es una realidad que no solo golpea a Chile. En otros países de Latinoamérica hay una percepción similar.
Debido a la paralización de la economía por las cuarentenas que buscan enfrentar la pandemia, buena parte de la población en la región se han visto afectada por la pérdida de empleo o por una disminución en sus salarios.
Esto ha dado paso a un profundo malestar social que se ha reflejado en marchas callejeras, bloqueos y cacerolazos en países como Colombia, México y Bolivia, entre otros.
«El coronavirus ha exacerbado las diferencias sociales», explica Saavedra.
Y, en el caso de Chile, el académico afirma que las grandes demandas que se vienen exigiendo desde octubre «siguen ahí».
«Hay un sujeto político que todavía no se siente escuchado. Y que cree que, si deja de manifestarse, va a pasar al olvido», indica.
Plebiscito: ¿se realizará el 25 de octubre?
Entre esas demandas quizás la más relevante y simbólica es el cambio a la Constitución que rige en Chile desde 1980.
Es una petición que se escuchó con fuerza en la mayoría de las protestas que tuvieron lugar en los últimos meses en este país.
La demanda encontró una salida el 15 de noviembre de 2019, cuando el parlamento chileno alcanzó un acuerdo histórico donde se estableció un plebiscito que se realizaría en abril de este año.
En él, los ciudadanos chilenos iban a poder elegir si apoyaban o no un cambio constitucional y el mecanismo para la elaboración de una nueva carta magna.
Sin embargo, el coronavirus cambió los planes y el referéndum debió postergarse para el 25 de octubre.
Pero en los últimos días algunos líderes políticos han vuelto a poner en duda su realización debido a la pandemia.
El propio presidente Piñera dijo en una entrevista con CNN que «quizás la recesión económica va a ser tan grande, que esto es un tema que quizás se va a volver a discutir». Mientras que diversos ministros de Estado han indicado que todo dependerá de la realidad sanitaria del país.
En conversación con BBC Mundo, Diego Schalper, diputado del partido oficialista Renovación Nacional, explica que es importante tener en cuenta la legitimidad del proceso constitucional en medio de la pandemia.
«Chile está en crisis. Y habrá que ver la dimensión de la crisis en junio o julio para resolver si es que están las condiciones adecuadas para realizar un plebiscito que tenga la participación y la legitimidad necesarias», afirma.
«Hay que volver a trabajar y a desarrollar distintas actividades, pero de ahí no se sigue a que sea posible tener un día de votación con alta participación, tener una campaña como la que todos queremos para que este proceso tenga legitimidad», agrega.
«En democracia no se cancelan elecciones por crisis económicas»
Estos planteamientos no han sido bien recibidos por miembros de la oposición, quienes señalaron que es «incoherente» que el gobierno proponga un plan de «nueva normalidad» -que contempla, entre otras cosas, la reapertura de centros comerciales y el retorno a clases escolares- y, paralelamente, ponga en duda el plebiscito.
«Es preocupante; en democracia no se cancelan ni se suspenden elecciones por crisis económicas», dice a BBC Mundo el diputado Gabriel Boric, perteneciente a la coalición opositora Frente Amplio.
«Hay un sector de la derecha que nunca ha querido cambiar la Constitución y que está buscando cualquier excusa para tratar de instalar un debate entorno al tema. Yo quiero ser enfático: nosotros vamos a defender el itinerario constituyente, aunque no les guste», agrega.
El parlamentario afirma que esta no es una demanda de los políticos, sino de los ciudadanos chilenos.
«Ese descontento social que se expresó durante los últimos meses sigue presente, no se puede esconder debajo de la alfombra, y tenemos que canalizarlo institucionalmente», señala.
De la misma manera, el presidente del Partido por la Democracia (PPD), Heraldo Muñoz, afirma a BBC Mundo que «la protesta aún está viva y el cuestionar el plebiscito lo único que hace es alterar la tranquilidad que hoy necesitamos para controlar el coronavirus».
Y puede que Muñoz tenga razón pues muchos de los manifestantes que hoy salen a las calles a protestar con mascarillas dicen estar molestos ante un eventual aplazamiento del referéndum.
Por sexta semana consecutiva Berlín es el escenario de manifestaciones contra las medidas puestas en marcha por el Gobierno para frenar la propagación de la pandemia de coronavirus.
Los manifestantes se juntan fuera del Teatro Volksbühne en plaza Rosa Luxemburgo en Berlín bajo el eslogan «No sin nosotros». Al mismo tiempo las manifestaciones siguen estando limitadas a solo 20 participantes debido a las restricciones impuestas por coronavirus.
Durante la protesta del 25 de abril la Policía de Berlín detuvo a más de 100 personas.
Hasta la fecha en Alemania se confirmaron más de 163.000 casos de contagio por el COVID-19, unas 6.600 personas fallecieron por la enfermedad.
El 21 de abril pasado el Gobierno alemán empezó a aliviar de manera gradual las restricciones por el coronavirus después de que la curva de contagios entrara en descenso. Sin embargo, la mayoría de las prohibiciones todavía sigue en vigor.
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