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Los peligros del relato patriarcal

Por: Brenda Lozano

Estar encabronadas es nuestro derecho, como también lo es expresarlo. Esto no había pasado antes, esta es la potencia de lo que pasó y así es como resistimos en comunidad

El problema de los relatos oficiales y mediáticos es que son patriarcales. Este comienza el lunes 12 de agosto cuando un grupo de mujeres se manifiesta frente a la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México para exigir el castigo de cuatro policías señalados por violar a una menor. El titular de la Secretaría baja de su oficina para calmar las aguas ante la prensa cuando un puñado de diamantina rosalo interrumpe ante las cámaras. Aquí no hay diálogo, dice enojado y diez policías lo escoltan de vuelta. La Procuradora General de Justicia también habla: «Los policías seguirán en sus cargos, hacen buen trabajo». La primera mujer jefa de Gobierno de la Ciudad de México electa dice: «El Gobierno de la Ciudad de México no caerá en la provocación». El 16 de agosto varios grupos de mujeres convocan para manifestarse en varios puntos del país y en la Glorieta de los Insurgentes en la Ciudad de México. Los medios se enfocan, como pasa en los relatos patriarcales, en el final de todo (el clímax del arco narrativo masculinista, la eyaculación): humo, unos cuantos vidrios rotos y las pintas en El Ángel. Siguen una buena cantidad de comentarios condenando los llamados actos vandálicos que pueden resumirse en este tuit de Elena Poniatowska: «La brutalidad y el destrozo jamás pueden estar ligados a la acción de la mujer.» Otras mujeres comentan en redes bajo el hashtag #EllasNoMeRepresentan. Doce horas después la estación de metrobús opera, El Ángel está cercado y las pintas ocultas. Fin del relato.

A los medios y al Gobierno les urge perspectiva de género. Y también le falta perspectiva de género a este relato que comienza el 3 de agosto cuando cuatro policías en el lapso de 15 minutos, entre la 1.45 y las dos de la mañana, violan a una menor de 17 años en Azcapotzalco. No es un caso aislado: se han documentado 10 casos de violencia sexual por parte de la policía en lo que va de este año. Y es parte de un problema más grande: cada cuatro segundos una mujer es violada en México. Entonces, ¿por qué no centramos la discusión en lo urgente que es hablar en sociedad sobre la violación? Este fue el origen de las dos manifestaciones y la razón de fondo que no debe disiparse con el ruido. Una pregunta, ¿qué procede con las violaciones a menores en el país? De cada 1.000 casos de abuso sexual, 100 se denuncian, 10 van a juicio y uno, acaso, resulta en una condena que puede ir de 8 a 20 años en prisión. Y, además de los términos jurídicos, ¿qué supone una violación? Que un hombre por medio de la violencia física o moral anula el consentimiento de su víctima. En otras palabras, se cree en posesión de su libertad. La violación es, sobre todo, un crimen de poder. Vamos a empujar un poco más con otra pregunta, ¿es consciente un violador de la gravedad de su acto, es consciente del daño, la vergüenza, la depresión, la culpa, la ansiedad, las secuelas en el autoestima, las consecuencias en las relaciones íntimas que puede tener un delito como el suyo? ¿Qué nos lleva como sociedad a que el violador anule estas implicaciones graves de su delito? En un país con números negros en violencia de género, en el que nueve mujeres al día son asesinadas por el único hecho de haber nacido mujeres, es un territorio muy extenso el de la violencia que se ha normalizado y algo que hacen los relatos patriarcales es justamente solaparlos, invisibilizarlos, alimentarlos: continuarlos. Las pintas violetas, verdes, amarillas, rosa fosforescentes en la victoria alada (Antonieta Rivas Mercado, de este lado del relato) es un pequeño mapa representativo de la situación: «México feminicida», «Amigas, se va a caer», «Estado feminicida», «Ni una menos», «Nunca más tendrán la comodidad de nuestro silencio», «Violicía», «Por las que no volvieron», «Autodefensa ya», «Pelea como niña».

¿Por qué les resultó tan molesto que cientos de mujeres nos reuniéramos para manifestar que estamos indignadas por un caso impune de violación, la violencia con la que hemos crecido y los altos índices de feminicidios que vivimos día con día? Voy a invocar otra vez a Elena Poniatowska porque en el relato patriarcal (aunque sobre decirlo, en el que los personajes pueden ser hombres o mujeres) se resume bien: la desobediencia de las mujeres es mal vista porque se espera que seamos de tal o cual forma. Eso es precisamente, en todos los grados de la violencia, lo que tanto daño nos hace. Estar encabronadas es nuestro derecho, como también lo es expresarlo. Esto no había pasado antes, esta es la potencia de lo que pasó y así es como resistimos en comunidad. De hecho, esta ha sido una de las grandes aportaciones de los feminismos latinoamericanos, cuestionar esta construcción de género que nos ha impuesto el patriarcado. México y Argentina han tenido importantes pasos en el activismo feminista, la marea verde en Argentina y las actrices pronunciando discursos en el Parlamento con pañuelos verdes a favor de los derechos de las mujeres; en México hace poco el pronunciamiento de las actrices en los Arieles con los pañuelos rojos y el puño en alto en busca de perspectiva de género en el cine. En Latinoamérica y en España, mujeres de diversos gremios nos reunimos, hablamos con la urgencia de articularnos en contra de la violencia de género. «Mexicanas al glitter de guerra» es un grafiti verbal al himno nacional, que además de cambiar al género femenino intercambió la palabra «grito» por esa diamantina rosa que modificó la narrativa del secretario de seguridad. Ese gesto mínimo transformó la narrativa. La diamantina, ese elemento asociado con lo superficial, la fiesta, el maquillaje, lo bajo, se transformó en un símbolo de resistencia. En la segunda marcha con una mayor convocatoria hubo diversos grupos de mujeres con ideas muy distintas, pero todas marcharon en sororidad, respetándose unas a otras. Esto, la razón de unión y manifestación, es lo que debe trascender la coyuntura. Urge cambiar la narrativa de los relatos patriarcales. No, no queremos leer otra columna de alguien hablando de feminismo para limpiar su imagen, queremos que tenga prácticas feministas. No, no queremos leer otra novela ni ver otra película de un hombre seduciendo a una y otra mujer. No, no queremos ver series en las que solo haya puntos de vista masculinos o historias en las que las mujeres sean cosificadas. No queremos leer noticias que den prioridad al ruido, necesitamos que expongan por qué se rompieron vidrios y se hicieron las pintas, no solamente las imágenes de las pintas y los vidrios rotos. No, no necesitamos el mismo relato patriarcal con esta forma y ahora con esta otra forma: nos urge cambiar la narrativa.

Fuente: https://elpais.com/sociedad/2019/08/24/actualidad/1566662938_247832.html

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Voces que irrumpen en el silencio. La lucha por los de derechos de las mujeres indígenas

Por: Alicia Moncada

Comprender que –históricamente- las indígenas han generado sus propias ideas y formas de resistencia ante la subordinación evita la infantilización que impregna la producción teórica feminista noreurocéntrica.

Sabemos que el movimiento y la resistencia indígena han develado al poder neocolonial racista, pero son las mujeres indígenas organizadas quienes revelan su fondo patriarcal. Ellas han podido “separar que cosas que sufren exclusivamente como mujeres y que específicamente como indígenas” (Aura Cumes, 2012, p. 2). Allí radica una de sus grandes contribuciones: nos muestran la imbricación de múltiples y simultáneas discriminaciones (etnia, sexualidad, clase y raza) en el fenómeno de la opresión patriarcal. Sus experiencias como oprimidas exponen los “lados perversos del poder desde su posición en los márgenes” (Ibídem, p. 3). Afirman, desde la resiliencia, que “si no fuera por el sufrimiento, tal vez no lucharíamos” (Comandante Esther citada por Guiomar Rovira, versión digital), teniendo que vencer la invisibilización y la disolución de sus reivindicaciones étnicas y de género en las premisas de un feminismo hegemónico blanco, liberal y burgués.

Además, este feminismo hegemónico aúpa un paradigma y la visión liberal de los Derechos Humanos que se caracteriza por desconocer las violaciones de Derechos que vivencian las indígenas como productos de la intersección de su situación de vulnerabilidad individual y colectiva. Cuando se presentan estas situaciones no sólo se violan los derechos de las indígenas como individualidades, sino como parte de un pueblo, por lo mismo “el avance de los derechos humanos de las mujeres indígenas está intrínsecamente vinculado a la lucha para proteger, respetar y ejercer, tanto los derechos colectivos de nuestros pueblos como nuestros derechos como mujeres” (Foro Internacional de Mujeres Indígenas, versión digital)

Ahora, para poder entender la opresión patriarcal que denuncian las mujeres indígenas debemos revisar la universalización de la noción de patriarcado, tomando en cuenta “la compleja sumatoria de causales de vulnerabilidad” (Karina Bidaseca, versión digital) que vivencian las originarias. Todas las sociedades han desarrollado sistemas sexuales, pero es preciso distinguir la manera en que se “han organizado los mundos sexuales y los modos empíricamente opresivos en que se han organizado los mundos sexuales” (Gayle Rubin, 1975, p. 8) En el caso del patriarcado se habla de un sistema sexual en donde el poder masculino, elaborando ideología sexista, se ha posicionado sobre el cuerpo de las mujeres. Pero es sólo “una forma específica de dominación masculina” (Idem). Los pactos patriarcales se efectúan dependiendo de la cultura y a través de coaliciones estratégicas, por lo que el análisis del patriarcado no puede basarse en categorías universalistas y antihistóricas. Asumir que la noción de patriarcado ha fungido como un localismo globalizado1, nos ayuda a entender los grandes impedimentos y severas limitaciones “para conocer y cuestionar la vida de las mujeres cuyos deseos, afectos y voluntad han sido modelados por tradiciones no liberales” (Aida Hernández y Liliana Suárez, 2008: 39).

Empero, el patriarcado occidental ha contribuido al sostenimiento del orden colonial moderno, pues aunque “siempre hubo jerarquía y relaciones de género como relaciones de poder y prestigio desigual (…) con la intervención colonial estatal y el ingreso al orden de la colonial modernidad esa distancia opresiva se agrava y magnifica” (Idem). Si las mujeres no indígenas fueron atadas, por adjudicación patriarcal, a un estado de pasión e instinto, las originarias poseen grilletes más poderosos que las condenan un estado inhumano. Nos dice Todorov que son indios al cuadrado, pues su atadura a un estado de naturaleza indomeñable es doble.

De la misma forma, dentro de las organizaciones de mujeres indígenas y su potencial emancipador, se han generado propuestas que surgen de la crítica a una idea de mujer genérica, universal –producto de la hegemonía del pensamiento feminista blanco, burgués y liberal- desde la que, generalmente, se construyen propuestas estatales, privadas y de la sociedad civil, basadas en una emancipación y empoderamiento neoliberal y asistencialista. Ante esta situación, las propuestas de las organizaciones de mujeres indígenas son acciones políticas que buscan “descolonizar al sujeto y develar la manera en que las representaciones textuales de aquellos sujetos sociales -construidos como “los otros”- (…) se convierten en una forma de colonialismo discursivo que no sólo da cuenta de una realidad sino que la construye” (Rita Segato, 2010, p. 25).

La construcción de categorías monolíticas de “mujer”, “mujeres” y “mujeres del tercer mundo” obvian “la relaciones complejas y dinámicas entre su materialidad histórica en el nivel de opresiones específicas y decisiones políticas, por un lado, y sus representaciones discursivas generales, por el otro” (Chandra Mohanty, 1984/2008, p. 16). La articulación del discurso de la “mujer indígena” refiere a una visión con la impronta “legitimadora del discurso humanista de Occidente” (Ibídem: 3) que convierte a las mujeres del “tercer mundo” e/o indígenas en objetos de análisis, sin ánimos de vislumbrar sus métodos de resistencia -ancestrales y actuales-antes las condiciones de la opresión patriarcal. De esta manera los feminismos eurocéntricos se “apropian y colonizan la complejidad constitutiva que caracteriza la vida de las mujeres” (Idem) con diversas procedencias étnicas. Esta situación es una trampa colonial que ve, en las mujeres indígenas, simples víctimas que no han encontrado salidas a su situación y que precisan de la tutela de los mecanismos de protección articulados desde una visión feminista que pregona una igualdad y equidad basada en una mujer genérica criolla y urbana.

Aunque algunas indígenas no cuestionen la dominación, muchas se han unido para desmantelar la opresión de sus culturas y la del mundo criollo-mestizo. Podría decirse que la subordinación patriarcal en los pueblos indígenas es “diferente a la del género occidental y que podría ser descripta como un patriarcado de baja intensidad” (Segato, 2010: 3). Pero independientemente de las diferencias entre un patriarcado y otro lo que sí podemos asegurar es las acciones de las indígenas organizadas socavan los privilegios masculinos dentro de sus comunidades y están en constante pugna con el patriarcado colonial moderno. Estas agrupaciones y sus acciones también surgen por la indiferencia de los hombres indígenas a introducir las reivindicaciones de las mujeres en la agenda de la lucha étnica. Estos varones que también padecen la discriminación étnica y el racismo, hacen doble uso de los privilegios patriarcales sobre las indígenas. Aprovechan las prebendas, fundamentadas en la cosmovisión y la tradición, que les brindan algunas de las culturas indígenas, mientras que emplean las prerrogativas del patriarcado colonialista para aislar a las mujeres en el ámbito de lo privado, la reproducción y el cuidado de los otros.

Millaray Painemal, investigadora Mapuche, señala las múltiples dificultades que tiene el trabajo político de las mujeres en las organizaciones mixtas lideradas por varones, dando la impresión de que los hombres, tal como afirma María Lugones “no se identifican con las mujeres” (Lugones, versión digital) ni sus problemas, aunque esto no implique una traición sino “una complicidad forzada” (Idem) por el mantenimiento del poder que ejercen sobre las mujeres. Las indígenas al agruparse por sus demandas de género desmantelan ese apartamiento hacia el ámbito de lo privado que obstaculiza el fortalecimiento de sus voces reivindicativas.

Comprender que –históricamente- las indígenas han generado sus propias ideas y formas de resistencia ante la subordinación evita la infantilización que impregna la producción teórica feminista noreurocéntrica. Las mujeres indígenas organizadas, desmontan pues la misión civilizatoria de un feminismo blanco/criollo/mestizo, nacionalista, nor-eurocentrado y burgués que andan en búsqueda de sujetas a quienes salvar del primitivismo y el sub-desarrollo. Un ejemplo es la construcción de la Ley revolucionaria de las mujeres del EZLN, esfuerzo generado por las indígenas combatientes, quienes se dedicaron a generar cambios en favor de la igualdad. Dice la mayor Ana María, del pueblo tzotzil, que “nosotras protestamos porque no había una ley de mujeres. Así nació, la hicimos y presentamos en la asamblea donde estamos todos, hombres y mujeres, representantes de los pueblos” (Citado por Rovira, 1997, p. 115). La configuración de la Ley fue un arduo trabajo comunitario de movilización y discusión, donde los hombres no participaron activamente. Dicen las zapatistas que “para redactarla iban las compañeras a las comunidades a platicar con las compañeras y a preguntarles cuál es su opinión y qué es lo quieren o necesitan que aparezca en una ley. Se fueron juntando las opiniones de las mujeres de cada pueblo y entonces las que sabemos escribir lo escribimos” (Idem). Esta acción hasta despertó el asombro del Sub-comandante Marcos quien describió inicialmente este levantamiento como “un verdadera revolución” (Idem)

Las mujeres indígenas organizadas instan al mundo a reconocer que “esa imagen de la india sumisa, callada y que ‘aguanta todo’ es una visión estereotipada y discriminatoria que demuestra una incapacidad para reconocer que nosotras, sin la ‘iluminación’ del feminismo criollo, podemos distinguir las desigualdades de género” (Organización de Mujeres Indígenas Amazónicas Wanaaleru, versión digital). Con sus planes, sueños y proyectos de cambio, ellas trazan el camino para que otras “despierten más y más y que tengamos la palabra todas las mujeres” (Comandante Susana citada por Rovira, 1997, p. 210). Aunque estas mujeres que siguen tejiendo cambios, pugnando por la erradicación de las discriminaciones que padecen y trabajando por un verdadero buen vivir, saben que todavía faltan muchísimos nudos que desatar. Mientras tanto, esas voces originarias en resistencia que irrumpen en el silencio de la discriminación, el dolor y la invisibilización seguirán exigiendo Derechos, promulgando exhortaciones y exclamando: somos y existimos.

Referencias bibliográficas

Bidaseca, Karina (2014) Cuerpos racializados, opresiones múltiples. Ser mujer, indígena y migrante ante la justicia. Versión digital [http://www.trabajosocial.unlp.edu.ar/uploads/docs/gt17__cuerpos_racializados__opresiones_multiples__ser_mujer__indigena_y_migrante_ante_la_justicia_.pdf]

Cumes, Aura Estela (2012) “Mujeres indígenas, patriarcado y colonialismo: un desafío a la segregación comprensiva de las formas de dominio” en: Anuario Hojas de Warmi, n° 17. Versión digital.

Foro Internacional de Mujeres Indígenas (2005) Declaración del FIMI de Beijing +10. Versión digital

Hernández, Aida y Suárez, Liliana (Editoras) (2008) Descolonizando el feminismo: teorías y prácticas desde los Márgenes. Madrid. Editorial Cátedra.

Lugones, Maria (2008) Colonialidad y Género. Versión digital [http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=39600906]

Mohanty, Chandra (1984/2008) “Bajo los ojos de occidente. Academia feminista y discurso colonial” en: Descolonizando el feminismo: teorías y práctica desde los márgenes. Madrid, Editorial Cátedra.

Organización de Mujeres Indígenas Amazónicas Wanaaleru (2014) Ideas estereotipadas comunes, racistas, colonialistas y eurocéntricas sobre las mujeres indígenas. Versión digital [https://wanaaleru.wordpress.com/2014/11/27/ideas-estereotipadas-comunes-racistas-colonialistas-y-eurocentricas-sobre-las-mujeres-indigenas/]

Rovira, Guiomar (2001) “Entrevista a la Comandante Esther” en Enlace Zapatista. Versión digital [http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2001/02/22/comandanta-esther-entrevista-con-guiomar-rovira/]

_____________ (1997) Mujeres de maíz. México. Ediciones Era

Rubin, Gayle (1975) (1996) “El tráfico de mujeres: Notas sobre la «economía política» del sexo.” En: Lamas Marta (Comp) El género: la construcción cultural de la diferencia sexual. México. PUEG.

Segato, Rita (2010) “Género y colonialidad: en busca de claves de lectura y de un vocabulario estratégico descolonial” en: Quijano, Anibal y Navarrete, Julio (Eds) La cuestión Descolonial. Lima. Universidad Ricardo Palma – Cátedra América Latina y la Colonialidad del poder.

Fuente: http://insurgenciamagisterial.com/voces-que-irrumpen-en-el-silencio-la-lucha-por-los-derechos-de-las-mujeres-indigenas/

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Escribir, como resistencia al patriarcado

Por: Ilka Oliva Corado

A Manuela Sáenz la siguen recordando por su relación sentimental con Simón Bolívar y no por su hazaña revolucionaria. Relegarla a ser la «Libertadora del Libertador», y rendirle honores por esto, es una terrible falta de respeto a su legado de rebelión y feminismo, pero también es un ejemplo muy claro de lo que hace el patriarcado con las mujeres, en donde la ideología no tiene nada que ver.

En una entrevista realizada a Alice Munro, le preguntaron si imaginó ganarse algún día el Nobel, ella contestó que nunca, por ser mujer, aunque claro está, -comentó- que ha habido mujeres que lo han ganado. Pero con esta respuesta Alice, una ama de casa que se dedicó a escribir para matar el tedio de los días interminables en el oficio doméstico, dejó muy claro lo que somos las mujeres en un mundo hecho por hombres para hombres.

Virginia Woolf, decía: «Me atrevo a adivinar que Anónimo, que escribió tantos poemas sin firmarlos, era a menudo una mujer». La película, La esposa, protagonizada por la gran Glenn Close y basada en la novela de la escritora Meg Wolitzer, evidencia de forma magistral las palabras de Virginia, que no son más que la realidad de millones de mujeres a través de la historia. Películas como esta se hacen tal vez cada 30 años, ojalá se hicieran más seguido para educar a esta sociedad que somos, infestada de misoginia.

En su tiempo, la película Tomates verdes fritos, causó espanto por su carácter de feminismo radical, de empoderamiento a las mujeres y de visibilidad homosexual, porque sí el amor entre mujeres ha existido desde siempre. Y desde siempre también, los patrones de crianza impuestos bajo conceptos patriarcales e infestados de estereotipos han apedreado a mujeres valientes como Ninny (La encantadora de abejas) que se han enfrentado a ese yugo y han decidido ser ellas mismas aunque el castigo sea la muerte en la guillotina o en la hoguera.

Un sistema que cría a mujeres como Idgie, temerosas de sentir, de ser, de entregarse, porque es muy difícil romper la norma, salir del yugo, y van con la corriente hasta que llegan mujeres como Ninny que las impulsan a ser ellas mismas y a amar. Es lo que sucede con Evelyn, que al conocer a Ninny comienza a amarse a sí misma y a crear su propia revolución en casa: nada como el amor propio para enfrentar al patriarcado y nada como la unidad entre mujeres para fortificarnos. Gracias a mujeres como Ninny, mujeres como Idgie logran salir del círculo de la violencia de género a tiempo y logran salvar sus vidas y reconstruirse a sí mismas y reconstruir también sus familias, si tienen hijos, porque estos también sufren las secuelas emocionales.

El sistema nos educa como Idgie, algunas logramos transformarnos como Evelyn y lo ideal sería llegar a ser como Ninny. Es un camino largo pero no imposible de recorrer. Pero todas importamos, todas somos necesarias y todas debemos luchar desde donde estemos y con lo que tengamos, así seamos como Idgie, Evelyn o Ninny.

Y una forma de lucha y de resistencia es hacer lo que amamos, hacer lo que amamos nos permite florecer, estar, ponernos en pie, caminar, vernos frente al espejo y encontrarnos a nosotras mismas. Vivir de lo que amamos es un privilegio que resulta muy caro pagar en este mundo convulsionado por un sistema capitalista y neoliberal que explota y muchas veces es imposible; pero buscar unos minutos del día a quema ropa, contra viento y marea y hacer lo que amamos debe ser nuestra forma de encarar ese sistema que a las mujeres nos maltrata el doble por nuestro género.

El deporte fue vedado para las mujeres durante siglos, otras murieron y fueron violentadas para que nosotras hoy tengamos la oportunidad de ejercitarnos, debemos ejercitarnos como amor propio pero también como resistencia, como una lucha contra el patriarcado.

Leer, leer, leer, a todas horas, un libro, una nota de una revista, un artículo, un poema, pero leer todos los días, por todas aquellas que no pudieron y murieron luchando para que nosotras hoy podamos hacerlo.

Plantar, la experiencia de plantar una semilla nos permite dar vida y no porque sea nuestra misión de género, pero tocar la tierra con nuestras manos nos ayuda a entender el amor que han sentido nuestras ancestras campesinas, y ayuda a crear un lazo inquebrantable con nuestros valores humanos, porque a la tierra pertenecemos, no ella a nosotras. La savia de la vida la da la madre tierra. Pero plantar porque nadie puede deprimirse al ver una flor en su esplendor, plantar es un antídoto contra la depresión.

Y después de hacer lo que amamos, que nos nutre, que nos fortifica, hay que hacer lo que es una responsabilidad de género: escribir. La palabra nos ha sido negada milenariamente, escribir es una forma de romper la norma, de dar un paso, de avanzar, de elevar la voz, de denuncia, de existencia, de florecer, de resistencia y es también por ende una forma de visibilizar y honrar a todas aquellas a las que el patriarcado a través de la historia de la humidad vedó, negándoles sus derechos. Y a todas aquellas que fueron silenciadas a fuerza de tortura.

Escribir es seguir abriendo el camino para las que vienen atrás, porque de eso se trata plantar un árbol. Hacer visibles y ejercer nuestros derechos nos permite mantenerlos vigentes para las generaciones que vienen. Sin olvidar que muchas dieron sus vidas para que nosotros tengamos la oportunidad de tener una semilla para plantar.

Escribiendo podemos hacer visible que mujeres como Manuela Sáez aún siguen a la sombra del patriarcado. Podemos relatar que los días de lluvia en lugar de ser tristes como muchos creen, son días de mucha vida para el ecosistema y de tristeza no tienen nada. Escribiendo podemos relatar cómo nos sentimos viviendo micro machismos todos los días. Contar sobre la elaboración de un pastel casero, relatar sobre una mañana de sol, sobre una reunión familiar, sobre nuestras emociones, exponer nuestro pensamiento crítico. Crear un diario y escribir todos los días debe ser un hábito de toda mujer, desde que es niña.

Y las mujeres que están en camino a ser como Ninny deben dar la mano a todas las que están en la etapa de Idgie, para lograr transformarlas y así unas a otras irnos ayudando en este proceso de resistencia ante el patriarcado.

¿Qué escribirán hoy?

Fuente: https://www.aporrea.org/ddhh/a281978.html

 

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Trata de mujeres indígenas: la continuidad de la conquista sexual de América

La voz arrebatada a las mujeres que deviene de una larga historia de “sexuación de la razón” (Fraisse, 1991) nos ha adjudicado el status de objetos de estudio o de musas inspiradoras, pero jamás de constructoras de conocimiento.  Esta negación de la razón y el derecho a gestar sabiduría es un tema que se complejiza cuando consideramos la existencia de un vampirismo epistémico que se enuncia como feminista y que se ha trazado la colonización de la voz de la diversidad.

Es así como, además de los monopolios ongistas que nos tenía acostumbrados a interesarse desde la postal y sin compromisos en el botín de la “otredad”, un sector del feminismo avanza sin dudar hacia la colonización de la otra racializada frente al creciente interés de donantes y agencias de cooperación internacional en performativizar la reducción de la pobreza.

Las buscadoras del botín de la diferencia ya están conscientes de que la categoría monolítica de mujer no existe y con una batería de referencias bibliográficas se lanzan a la conquista de un continente de nuevos commodities temáticos, todo siempre desde la lástima producida por una realidad tan ajena de la que se deslindan una vez que la investigación o el proyecto ha concluido.

Parece bastarles solo con realizar proyectos de investigación que nunca llegan a las manos de sus “objetos” de estudio y artículos construidos desde la opinión o la teorización, sin la labor que implica vivir junto a la otra –hombro a hombro con todo y las dificultades que ello acarrea- la opresión que se denuncia.

No obstante, lo más vil de esta avanzada es la contribución que realizan a mantener la caracterización de las racializadas como víctimas pasivas entrampadas en la rueda de la pobreza, que no pueden representarte a sí misma por lo que deben ser representadas.

Estas representaciones, bastante abonadas por el sector ongista y su “pornografía humanitaria” (Negrin, 2011), son funcionales para aquellas -que usando las mismas estrategias de las empresas extractivas- buscan construirse una remunerativa experticia en la otra racializada como commodity temático.

Aunque no es una novedad el saqueo del botín de la otredad, ya que tiene mucho tiempo siendo usufructuado por las ciencias sociales que inauguraron los primeros especialistas en los “otros”, el crecimiento de este sector del feminismo que ha aprendido a matizar el discurso mesiánico de occidente es abrumador.

Una de sus estrategias para potabilizar sus acciones es dirigir el discurso de la culpa del rapto de la voz de las mujeres solo hacia a los hombres y cuando toca mirar dentro del feminismo lo diluyen. Chandra Mohanty en Bajo los ojos de Occidente (1986) ya había vislumbrado cómo un feminismo liberal, occidental y burgués coloniza “la complejidad constitutiva que caracteriza la vida de las mujeres en el tercer mundo” (Mohanty, 2008: 11).

Mohanty dio ejemplos claros de los primeros pasos de la capitalización de las mujeres que arrastran múltiples y pesadas mochilas de discriminación. Ahora ese feminismo no se posiciona como blanco y burgués, sino que se camufla como decolonial reduciendo la participación de las subalternas a la categoría de activistas (Pineda, 2018).

Lamentablemente, no pululan las mujeres racializadas que tratan de vencer los muros de la subalternidad ni en la academia o en las organizaciones no gubernamentales, pues mucho nos cuesta incluso llegar a posicionar nuestras voces en los espacios comunitarios.

Quienes hemos luchado para responder si puede hablar el subalterno, tal como nos interrogó Gayatri Spivak hace unas décadas, sabemos que aprender a sortear las barreras y estrategias de quienes pretenden robarnos la voz es una tarea cotidiana y que atraviesa incluso los espacios que se suponen despatriarcalizados.

El solo aprender a hablar resulta un largo y tedioso camino marcado por una historia de despojo territorial y la operatividad de mecanismos sociales que reproducen relaciones de desventaja. Asimismo, la desigualdad formativa que acarrea un escaso acceso a la educación de calidad y con pertinencia cultural, aunada a la vergüenza étnica, deja el umbral abierto a cualquiera con intenciones de convertirse estratégicamente en vocera de las “sin voz”.

La educación formal no es la única barrera, se suma el lobby de clase social y la discriminación en los espacios académicos, e incluso ongistas, que aún no logran concebir que sus objetos de estudios y rebaño de subalternas pueden hablar por sí mismas.

Por lo mismo, creo en las sororidades que reivindican a la otra con respeto a su labor e historia de contribuciones previas. Que sirven de puentes y no de interlocutoras, pues son capaces de reconocer que los privilegios sociales que detentan son potenciales herramientas para el saqueo.  Al atreverse a desnudar sus propias agendas y partiendo de unas sinceras ganas de aportar a las causas de aquellas que no miran las manifestaciones de la patriarcal colonialidad desde la lejanía es que podrán estar en condiciones de responsablemente vincularse a la experiencia viva.

Bibliografía

Fraisse, G. (1991) Musa de la razón. La democracia excluyente y la diferencia de los sexos. Barcelona, España: Ediciones Cátedra.

Nerín, G. (2011) Blanco bueno busca negro pobre. Barcelona, España: Roca Editorial de Libros.

Mohanty, C. (1984/2008) “Bajo los ojos de Occidente. Academia feminista y discurso colonial” En: Liliana Suárez y Aida Hernández (Editoras) (2008) Descolonizando al feminismo. Teoría y práctica desde los márgenes. Madrid, España: Ediciones Cátedra.

Pineda, E. (2019) Recolonización, clasismo y racismo: CLACSO y los estudios “Afrolatinoamericanos”. Recuperado de https://iberoamericasocial.com/recolonizacion-clasismo-y-racismo-clacso-y-los-estudios-afrolatinoamericanos/

Fuente: https://iberoamericasocial.com/la-colonizacion-de-la-otra-reflexiones-sobre-el-uso-de-las-mujeres-racializadas-como-objetos-de-estudio/

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Entrevista a la investigadora feminista Almudena Hernando “Cuanto más avanzan las mujeres, más reacción violenta habrá desde el orden patriarcal”

Redacción: Rebelión

Almudena Hernando (Madrid, 1959) es profesora de Prehistoria y pertenece al Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad Complutense de Madrid. Dirigió importantes investigaciones con grupos indígenas como los Q’echí en Guatemala o los Awá del Amazonas brasileño.
Actualmente trabaja con los Gumuz y los Dats’in en Etiopía. Su perspectiva arqueológica crítica se centra en entender la construcción socio-histórica de la identidad. Presenta La Fantasía de la individualidad (Traficantes de Sueños), un libro que ahonda en la organización identitaria de hombres y mujeres desde un enfoque que “mira largo y muy adentro”.
¿Qué aportan las tesis defendidas en su libro La Fantasía de la individualidad a los estudios de género y a la lucha feminista?
Por un lado creo que aporta una mirada que parte desde el origen, de cómo hemos llegado hasta aquí. Generalmente el feminismo mira al presente y lucha por la igualdad de derechos ahora y no se pregunta tanto por qué estamos en esta situación. El libro aporta una mirada histórica, pero también una mirada a cómo nos construimos subjetivamente los seres humanos.
Me pregunté qué es lo que nosotras, aunque seamos feministas, tendríamos que modificar para que cambiara el orden social y desde luego qué es lo que que tendrían que cambiar los hombres. El libro no plantea una lucha por la igualdad igualándonos a los hombres, sino que sostiene que el modelo para la igualdad es el modelo que desarrollamos las mujeres.
O sea, que los hombres tendrían que ser como somos las mujeres de la Modernidad para poder construir una sociedad de iguales. Plantea la necesidad de un cambio de paradigma. No se puede luchar en las condiciones del discurso social que tenemos ahora por la igualdad sin cuestionar el paradigma más profundo: la organización identitaria.
 
Al comienzo del libro sugiere que sería más útil sustituir el término orden patriarcal por el orden disociado razón-emoción ¿por qué? 
El patriarcado parece que es el orden social en que los hombres, por el hecho de ser hombres, dominan a las mujeres, por el hecho de ser mujeres. Yo sostengo que esto no es así. El orden patriarcal también ha sido reproducido por mujeres. Lo importante es que es un orden lógico, un orden mental. Para mí la clave está en que se valora socialmente todo lo que tiene que ver con lo individual y lo racional, al mismo tiempo que se oculta y se desvaloriza lo que tiene que ver con la emoción y con los vínculos. Si esto lo reproducen los hombres o las mujeres me da igual, están reproduciendo orden patriarcal. Para conseguir que se revierta hay que dar importancia al ámbito relacional y a las emociones vinculares.
El libro se llama La fantasía de la individualidad, el orden patriarcal se mantiene por una ficción. ¿Cuál sería esta fantasía?
 
La fantasía es la fantasía de la Ilustración, la fantasía es que la individualidad se puede sostener a sí misma. Que las personas que construyen su seguridad ontológica a través de vínculos y de comunidad –como son todas las sociedades cazadoras-recolectoras actuales– son más atrasadas y menos evolucionadas que los que construyen identidad individualizadamente.
Digamos que el proceso histórico, según la fantasía, se ha construido de forma que se ha ido pasando de dar importancia a la comunidad, a dar importancia al individuo. Yo digo que esto es una fantasía porque no se puede sostener sin un sentido de pertenencia a una comunidad, es decir, sin la identidad relacional. Si este proceso hubiera sido, como pretende esta fantasía, se hubiera hecho evidente la impotencia del ser humano aislado frente al universo.
Vincula un determinado modelo de desarrollo que se consolida en la Ilustración y que está estrechamente ligado a la dominación sobre las mujeres. ¿Se puede acabar con el orden patriarcal sin acabar con el modelo de desarrollo económico capitalista? 
No. El orden neoliberal es resultado de una construcción identitaria y socio-económica patriarcal. El mundo occidental se ha ido construyendo de forma que los hombres se iban especializando en el control del mundo a través de la razón (ciencia y tecnología) para producir seguridad, e iban desvalorizando socialmente lo que hacían las mujeres. La propia idealización de la ciencia y de la tecnología está asociada históricamente al orden patriarcal. Precisamente esto se pudo construir porque las mujeres garantizaron los vínculos.
El orden económico neoliberal que está basado en la individualidad y en la idealización del conocimiento a través de la ciencia, no se puede separar de su construcción a través de la dominación de las mujeres, porque al irse especializando, los hombres dejaron de atender el lado relacional, que es imprescindible, y por eso necesitaban a las mujeres. El orden neoliberal es en sí mismo patriarcal.
Entonces llega un momento en el que este orden capitalista necesita que las mujeres se individualicen. 
Sí, ellas se individualizan pero no pueden individualizarse del mismo modo en que lo han hecho los hombres. El lado relacional de los hombres lo han garantizado las mujeres. Pero las mujeres no pueden ni quieren dejar de dar importancia, tiempo y energía a la identidad relacional porque no hay nadie que se la garantice y porque saben que aquello que da sentido a la vida es sentirla. Lo que da sensación de bienestar tiene que ver con lo relacional: con los vínculos bien construidos. Las mujeres tienen que ocuparse de lo relacional para construir su propia identidad además de la individualizada.
 
¿Es en ese momento cuando se producen las contradicciones?
 
Sí, exactamente. Además en la Modernidad, los hombres patriarcales van a pedir a las mujeres dos cosas contradictorias: que se individualicen para que entren al mercado de trabajo de producción/consumo y, a la vez, que no se individualicen para que les sigan atendiendo a ellos. Esto es otro aspecto de la conflictiva situación en la que se mueven las mujeres. Ellas tienen que construir identidad relacional no sólo para satisfacer la de los hombres, sino para satisfacer también la propia. Escapar un poco del orden patriarcal consistiría en seguir construyendo una identidad relacional porque es esencial para sostener los vínculos propios, no para sostener a los hombres.
 
Hoy en día las mujeres están intentando avanzar hacia esta individualidad independiente. ¿Por qué sería deseable para los hombres?
 
Los hombres también están muy demandados por el orden patriarcal. El patriarcado, que en este momento se concreta en el neoliberalismo, está enloqueciendo a todos y también a los hombres. Al hombre se le pide que sea el más productivo, el que llega más alto, el que tiene más poder, se les demanda una individualidad constante. Los hombres ganarían mucha más estabilidad emocional, y ganarían un tipo de identidad que es la más potente que existe: la identidad de las mujeres en la Modernidad.
Permite desarrollar todo lo que es verdad: desarrollamos nuestros proyectos vitales porque conocemos nuestros deseos, pero al mismo tiempo sabemos cuidar a los otros, y esto mismo hace que tengamos bienestar. Es una identidad que da independencia en tanto que no se depende de nadie que marque el destino ni se depende de nadie subordinado que garantice el vínculo.
Ganarían la potencia de entender lo que les pasa, de saber cuidar al otro a la vez que tienen su propio proyecto vital. Es una relación de igualdad muy enriquecedora.
Cada vez son más mujeres las que están consiguiendo tener este tipo de identidad que como dice es la más potente que existe, pero, según algunas autoras, tanto la violencia como la crueldad contra las mujeres están en aumento. ¿Cómo entiende la situación actual y este tipo de violencias?
 
Me parece que hay una reacción patriarcal. Mira lo que ha pasado en España con Vox, por ejemplo. Cuanto más avanzan las mujeres, más reacción va a haber desde el orden patriarcal, y esa reacción va a ser violenta. Porque además los hombres no pueden racionalizar lo que les pasa contra las mujeres. No pueden racionalizar la rabia, no saben por qué les pasa. Es una ausencia total de empatía. Cuando las mujeres se independizan y dejan de garantizar los vínculos de los hombres, estos se desorientan y reaccionan sin ninguna lógica. Sale una especie de bestia, porque proviene del agujero negro que las emociones representan para esos hombres patriarcales. No pueden expresar ese agujero negro de una forma racional.
El caso de Vox es particular porque se habilitan discursos y prácticas patriarcales en esa vuelta a modelos identitarios hegemónicos.
Exacto. La prostitución por ejemplo está aumentando también en un momento en el que es más fácil tener relaciones sexuales que nunca. Los que trabajan estos temas hablan de que la masculinidad hegemónica se construye a través de la dominación de las mujeres; como eso se está perdiendo –porque cada vez las relaciones dentro de la pareja son más igualitarias– ese plus de dominación se busca fuera, por ejemplo en la prostitución. Cuando aparecen este tipo de partidos políticos se legitiman este tipo de dinámicas.
 
¿Cómo se enfrentan estas violencias en aumento?
 
Es completamente necesario hacerle frente. Hay que ir consiguiendo que haya un clamor social y que las luchas feministas sigan actuando. Una cosa es que Vox, en una propaganda política, diga que está en contra de la «ideología de género”, y otra es que a la hora de aprobar medidas concretas contra las mujeres no haya una reacción. Yo no creo que esto sea mayoritario.
El triunfo del orden patriarcal y neoliberal pasa por otros lados, por cosas mucho más profundas, sutiles y perversas que por esta gente que hace propuestas tan burdas. Por ejemplo pasa –yo lo estoy viendo en la universidad– por la neutralización de la crítica social. Se está reproduciendo el orden patriarcal y lo están haciendo mujeres también. Esto es mucho más peligroso porque es menos visible que lo que hace Vox.
Por eso insisto en que es un orden lógico: a qué le das importancia como mecanismo de seguridad ontológica de tu grupo. Y en el mundo occidental se está dando importancia únicamente a la razón, al dato, al ser más, a la desconexión emocional, a la irreflexión sobre nuestra sociedad y sobre el futuro que queremos.
 
Anuncios como los de Avène y Gilette promueven otro tipo de masculinidades. ¿Cómo pueden los feminismos contribuir a estos nuevos modelos? ¿Es el papel de las mujeres? 
Es el papel del feminismo, lo desarrollen hombres o mujeres. Me parece que hay una responsabilidad última que desgraciadamente sigue recayendo en las mujeres, pero que cada vez hay más hombres que ya son conscientes de esto. Aunque a los hombres les es difícil reconocer todos los privilegios de los que gozan.
Yo digo siempre: no soy negra, soy completamente antirracista y, sin embargo, sé que no puedo percibir todos los vectores de dominación que ha tenido una persona negra, porque yo no soy negra y estoy en el lado privilegiado de esa relación. Es lo mismo que pasa con los hombres. Me parece maravilloso que aparezcan estos anuncios y que los hombres participen. Ellos tienen que sentirse también responsables de la necesidad del cambio histórico.
¿Cómo se imagina la sociedad del futuro respecto a la igualdad de género y a los lazos comunitarios?
Es una pregunta difícil, porque en este momento hay tendencias muy contradictorias en la sociedad y no sé cuál va a ganar. Por un lado están todos los movimientos de mujeres y por otra parte están apareciendo movimientos de extrema derecha muy xenófobos. No va a ser fácil romper la tendencia ultraneoliberal mundial, dinámica que es patriarcal. No sé qué lado va a triunfar. Lo que sí creo es que hay que seguir luchando.
Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=259926
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Rita Segato: “La violencia de género es la primera escuela de todas las otras formas de violencia”

Redacción: La Diaria

De visita en Montevideo, la antropóloga argentina habló sobre la necesidad de deconstruir el “orden patriarcal” que genera violencias.

Dicen que es recibida como si fuera una estrella de rock en todas las actividades públicas en las que participa. Por eso a donde va nunca faltan las extensas rondas de aplausos, los pedidos de autógrafos o alguna selfiecasual. Lo cierto es que Rita Segato es antropóloga feminista y no artista, aunque para muchas personas escucharla constituye siempre un verdadero espectáculo. Su paso por Uruguay esta semana tampoco pasó desapercibido.

La académica argentina llegó el lunes a Montevideo para protagonizar una de las tres conferencias centrales de las Jornadas de Debate Feminista que organizan los colectivos Cotidiano Mujer y Encuentro de Feministas Diversas. La exposición de Segato giró en torno a conceptos que han atravesado su obra durante los últimos años, que se conectan y se retroalimentan. Puso el acento en explicar por qué a su entender el patriarcado no es una “cultura” sino un “orden político”, habló de las nociones de “masculinidad corporativa” y “dueñidad”, y se refirió a la “politicidad femenina”. Ante un Salón Azul de la Intendencia de Montevideo desbordado de gente, la antropóloga también dedicó una parte de la ponencia a desentrañar los desafíos actuales de los feminismos, entre los cuales destacó el “recrudecimiento” de los casos de violencia contra las mujeres, especialmente en América Latina, y la amenaza del avance de los fundamentalismos religiosos.

Un rato antes de empezar la conferencia, en el mismo salón, Segato fue declarada Visitante Ilustre de Montevideo. Mientras recibía la distinción, la concurrencia pobló el lugar. No quedaron asientos libres, también fueron ocupados escalones, pisos y otros espacios vacíos. Cuando la capacidad no dio para más, la gente empezó a agolparse en las puertas del salón. La mayoría eran mujeres jóvenes. Algunas esperaron sentadas, en ronda. La escena parecía la previa de algún recital de rock.

El club de los hombres

El primer trabajo que realizó Segato sobre violencia fue en 1993, en una cárcel de Brasilia, tras un pedido del secretario de Seguridad Pública de la ciudad a la universidad en la que ella trabajaba como docente. Fue durante ese proceso que la experta descubrió que detrás de las agresiones contra las mujeres había “una hermandad masculina, una cofradía, un club de hombres”, según explicó el lunes. “Me di cuenta de que el violador era una figura acompañada, que recibía un mandato de otros hombres de mostrarse hombre, de alguna manera, ante otros pares, que se encuentran ausentes pero que están presentes en su paisaje mental. Entonces hay una demanda a partir de esos otros hombres para que ese violador muestre que merece ser reconocido como un miembro de esa hermandad masculina”, ahondó.

De ese estudio también surgió la afirmación de Segato de que la “estructura elemental de la violencia”, en este contexto, no está únicamente construida por la relación entre el agresor y su víctima. “Hay otro eje de relaciones y de interlocución que es tanto o más importante, que es la relación entre los hombres”, afirmó, y continuó: “Los hombres se ven como perteneciendo a un grupo de prestigio que exige una titulación y esa titulación depende de la exacción de la posición femenina, que debe circular desde la posición femenina a la posición masculina constituyéndola como una posición potente capaz de controlar un territorio, que en este caso es el territorio-cuerpo de la víctima. Ahí aparece por primera vez en mi pensamiento esa idea de la afinidad entre el cuerpo de mujer y el territorio”.

Más adelante, a raíz de otros estudios, la antropóloga amplió esa idea de “fratría de los hombres, de la cual emana un mandato de violación y de apropiación de un tributo que debe circular entre la posición femenina hacia la posición masculina, constituyéndola”, al darse cuenta de que en realidad tiene una “estructura corporativa”. Segato explicó en la conferencia que esa estructura de corporación es aprendida por los varones “desde muy temprano en la vida, al socializarse como varones y al socializarse dentro del mandato de masculinidad”.

La académica feminista nombró las dos características que convierten a ese club de hombres en una corporación. La primera es que el valor supremo que está por encima de todos los otros valores es la “lealtad corporativa”. Esto “se ve fácilmente en la realidad”, dijo. “El hombre siempre tendrá miedo a aliarse a la posición femenina porque ahí estará traicionando esa lealtad que es imperativa en la masculinidad”, agregó. La otra característica de la corporación es que es “internamente jerárquica” y el lugar que ocupe un hombre en esa jerarquía de masculinidades va a ser la posición que pueda conseguir en relación a las potencias sexual, física, bélica, intelectual, moral, económica y política. Para la antropóloga, estas dos características hacen “que la violencia sea inevitable para el mandato de masculinidad, a no ser que los hombres consigan tomar conciencia y enfrentarse a un espejo no narcisista”.

En ese sentido, dijo más adelante que es necesario fundar el “Frente de Liberación del Mandato de Masculinidad”, que a su criterio “sacrifica a los varones, los destruye, los mata antes y en algunas regiones de nuestro continente los mata niños”. Puso como ejemplo a los jóvenes salvadoreños que se suman a las maras para poder cumplir con ese mandato. “Hay varias formas en las que los hombres son conducidos al ejercicio de la violencia y son vulnerables a la seducción de la violencia, porque han creído en el mandato de masculinidad y han adherido a la corporación masculina, que es la pedagogía de la crueldad”, afirmó Segato.

La violencia de género como primera escuela

Al referirse al panorama actual y global de las mujeres, la antropóloga hizo énfasis en el “recrudecimiento de la violencia de género en todos los países”, especialmente en América Latina. A la hora de desentrañar las razones, Segato descartó en primer lugar la hipótesis de que el fenómeno tiene que ver con una “reacción” o “venganza” de los hombres ante los avances del movimiento feminista y las posiciones conquistadas por las mujeres en el mundo laboral o político. “Este no es mi modelo de comprensión. Primero, porque las mujeres seguimos ganando menos que los hombres por tareas iguales. En las relaciones conyugales sí sería posible aceptar que el avance de la posición de una mujer con relación a su cónyuge o compañero puede causar una reacción violenta. Pero fuera de esa relación, decir que alguien sale a la calle, captura a una mujer, la viola y la mata, como está pasando en Argentina de una forma muy frecuente, no se puede pensar como que es una venganza de los hombres por el avance de las mujeres debido al feminismo. Creo que es impensable esa hipótesis aplicada a los casos de feminicidios y violaciones de personas desconocidas”, opinó. Lo que sí puede influir, recalcó, es el hecho de que la masculinidad esté siendo vulnerada “por la precarización del trabajo característica del presente”. Ante la ausencia de la potencia económica, este hombre precarizado ve en la violencia “la última posibilidad para restaurarse en esa posición de dominación territorial y de dominación sobre los cuerpos”.

Otro concepto que introdujo Segato en la exposición del lunes es el de la violencia de género como “la incubadora” de todas las otras formas de violencia. “Cuando los gobiernos se asustan por otras formas de violencia que tienen que ver con el robo, con el homicidio, etcétera, yo estoy convencida y he argumentado que esa violencia primordial que es la violencia de género es la primera pedagogía; la violencia de género es la primera escuela de todas las otras formas de violencia”, aseguró.

Segato contó que hace poco, en una actividad en Buenaventura, Colombia, alguien del público le preguntó cómo hacer para detener la guerra “no declarada” entre pandillas que vive el país por el control de tierras. Ella lo pensó bastante y finalmente respondió que sólo era posible hacerlo “desmontando” el mandato de masculinidad. “Cuando hablo de ese desmonte indispensable no es solamente para que pare la violencia contra las mujeres, sino para que pare la guerra en general”, afirmó la antropóloga. “El mundo se transforma y la historia se reorienta si los hombres se vuelven capaces de desmontar el mandato de masculinidad y de revisar lo que los hace actuar en la búsqueda de potencia, lo que los hace tener que espectacularizar todo el tiempo su capacidad de dominio”.

La arremetida fundamentalista

Además de la violencia de género, Segato mencionó como uno de los principales desafíos actuales para los feminismos el avance de los grupos fundamentalistas religiosos. Y lo vinculó a lo que ella llama “dueñidad”, es decir, el hecho de que este sea “un mundo de dueños, donde hay señores de la vida y de la muerte con gran concentración de la riqueza”. La argentina dijo que el orden patriarcal, que también es un orden de dueñidad, “es funcional al capital de una forma en que nunca lo fue”. A su entender, esta es una de las razones que están detrás de “la gran reacción patriarcal disfrazada de religión que estamos presenciando en el continente y en el mundo”.

La antropóloga considera que la reacción tiene lugar ahora porque “muy probablemente hemos tocado un centro neurálgico de la reproducción de la dueñidad, que es una de las bases fundamentales del orden patriarcal y del capitalismo en la fase contemporánea. Algo de esa arquitectura hemos tocado muy recientemente que ha puesto en riesgo también al poder económico”. La amenaza del movimiento feminista y de todos los movimientos antipatriarcales es que “desacatan el orden patriarcal”, incluido el económico, dijo Segato. Por el momento, “es imposible observar cómo el poder decide, delibera e intenta agendar la historia”, agregó, pero por los fenómenos conservadores que están surgiendo en países como México, Argentina o Chile simultáneamente en defensa del patriarcado “podemos entender que ahí hay un interés mayor de defensa y de blindaje de algo que está siendo amenazado por nosotras, nosotres y todos aquellos que integran las disidencias con relación al orden patriarcal”.

La (no) politicidad femenina

“¿Por qué la historia del Estado es, en realidad, la historia de los hombres?”, preguntó Segato, y contestó rápidamente que en el tránsito de la “colonial modernidad” a la formación del Estado moderno todo lo político fue “secuestrado por la historia de los hombres”. Incluida la politicidad propia de las mujeres, que era la politicidad “del orden doméstico, de la intimidad, del cuerpo a cuerpo, de la proximidad no burocrática de la defensa y la reproducción y protección de la vida aquí y ahora”. Según el análisis de la antropóloga, todo eso continúa siendo la politicidad de las mujeres, aunque hoy no se llame política. Lo que sucedió en la transición de una época a otra también implicó la transición de una estructura dual –donde hay una jerarquía de lo político-público y de lo político-doméstico– a una binaria –que es un mundo de uno y sus otros–.

“En la transición al mundo binario vemos que el espacio de la política se transforma en el normal, en el espacio de los temas de interés colectivo, de toda la gente, donde se enuncian las verdades de valor universal e interés general, y el mundo de la domesticidad se transforma en un residuo despolitizado, encapsulado, íntimo y privado, donde las mujeres nos morimos”, advirtió Segato. “Ahí nuestra vulnerabilidad y la de nuestros hijos se vuelven extremas por la soledad, el encapsulamiento y la despolitización de ese espacio que es el espacio de la familia nuclear”. Por eso, según la antropóloga, el ojo público “siempre ve los crímenes contra nosotras como crímenes menores, porque nuestra existencia está asociada a un espacio que se ha despolitizado y despublicitado completamente”. Para reforzar la idea, agregó: “Las mujeres no somos ciudadanas plenas, no somos personas siquiera, así nos ve el juez cuando juzga los casos de feminicidios o los otros crímenes contra nosotras. Incluso grandes juristas, que he criticado con bastante saña en mi país, ven los crímenes contra las mujeres como crímenes de la libido, del deseo. Los crímenes contra nosotras no son crímenes de la libido, son crímenes políticos de ese orden patriarcal”. Y si fuera un “crimen del deseo”, en todo caso se trata de otro deseo: el del poder.

Feminismo antipunitivista

Unos minutos antes de terminar la conferencia en el Salón Azul de la Intendencia de Montevideo, Rita Segato hizo un paréntesis para referirse con preocupación a los feminismos punitivistas. Para la antropóloga, es necesario que la Justicia “sea pedagógica” y coincide en que debe castigar a los violadores y a los feminicidas para “enunciar al mundo lo que es inaceptable”. Sin embargo, insistió en que la cárcel “no es la que va a frenar el avance de la violencia contra las mujeres”, sino que lo hará “la transformación de la sociedad”. Y, contundente, concluyó: “Yo no creo en la política del enemigo, porque creo que tiene una estructura fascista. La característica de los fascismos es la construcción de un enemigo para producir el mancomunamiento. El feminismo no puede mancomunarse mediante la construcción de un enemigo que serían los varones. Nuestro enemigo principal es el orden patriarcal”.

Fuente: https://feminismos.ladiaria.com.uy/articulo/2019/7/rita-segato-la-violencia-de-genero-es-la-primera-escuela-de-todas-las-otras-formas-de-violencia/
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Las luchas por el feminismo campesino y popular

Por: Francisca Rodríguez

La evolución en la participación política de las mujeres del campo en América Latina está íntimamente relacionada con la rebeldía expresada en el levantamiento indígena, campesino y popular y la unidad de lucha que se construye para hacer frente al intento de celebrar, por los conquistadores, los gobiernos aliados y/o sometidos, los 500 años del descubrimiento y saqueo a nuestra América.

Durante los cinco años en que se lleva a cabo la campaña de resistencias y unidad continental de los sectores del campo y los pueblos indígenas, las mujeres marchamos a la par en este proceso que nos convocó a mirar en la historia el camino recorrido en las luchas y resistencias de nuestros pueblos, por la defensa de la tierra y los territorios como un baluarte esencial para el desarrollo de nuestra vida campesina. Esta gigantesca travesía fue ganando y levantando el espíritu de rebeldía para hacer frente a los críticos momentos que vivíamos en cada uno de nuestros países; las organizaciones fueron recuperándose y ganando la conciencia, lo que elevó su capacidad organizativa y con mayor fuerza enfrentaron la arremetida fascista de la época, que pretendía avasallarnos bajo la bota militar.

Esta etapa del proceso de lucha cuenta con el pleno accionar de las mujeres, que marcan una ruta que se va potenciando y que conlleva a que, en el segundo Congreso de la CLOC, nuestra participación y acción se hacen más visibles y nuestra voz se eleva con mayor fuerza, y adquiere mayor relevancia política, nuestras demandas y propuestas que son claras y certeras. En justicia demandamos una mayor participación en los espacios de dirección, estábamos ciertas que a esta coordinación de los movimientos del campo la paridad de género le daba una mayor connotación política y a la vez se enlazaba al proceso internacional de la Vía Campesina que se iba constituyendo como el mayor referente de sectores campesinos y de las y los trabajadores del agro.

La eficacia mostrada en la acción política de las mujeres en todo el ámbito va dando una dinámica mayor a su actuar, y no solo de las organizaciones nacionales. También se va expresando en el surgimiento de nuevas organizaciones de mujeres, que buscan desde nuestra identidad actuar conjuntamente con el movimiento campesino, generando una nueva cultura organizacional que, dando pasos significativos, vaya rompiendo con las antiguas estructuras masculinizadoras y machistas del movimiento.

El elevar la participación de las mujeres al ámbito dirigencial del movimiento en igualdad de condiciones marca un hito en la historia de los procesos organizativos. Esto nos llevó a avanzar en la construcción necesaria de una articulación continental de las mujeres del campo, con apuestas propias que se articulan con las luchas campesinas y van desarrollando y visibilizando todas sus capacidades para actuar en la política y en el ejercicio de nuestros derechos. Los procesos de formación política que hemos desarrollado desde nuestras escuelas continentales y subregionales nos han allanado el camino de la comprensión más amplia y hemos ido desde lo simple a los más complejo, en esta construcción propia de una propuesta feminista, campesina y popular encaminada a la lucha por una sociedad socialista.

Muchas y muchos aún se preguntan ¿por qué esto del feminismo campesino y popular? Para la elaboración y formulación política de nuestra concepción feminista, no podríamos afirmar que hay un convencimiento unánime en todo el movimiento, aun cuando es un acuerdo de congreso que nos compromete a todas y a todos. Pero es importante señalar que en la medida que vamos avanzando en esta construcción política, han sido muchos más los compañeros y también las propias mujeres campesinas y hermanas indígenas que van validando este pensamiento, encaminando la lucha por alcanzar una sociedad entre iguales, una sociedad sin violencia, donde la exclusión, la sumisión, la discriminación y la pobreza sean cosas del pasado y podamos vivir este paso por la vida en plenitud transitando por los caminos del buen vivir.

Nuestra identidad de mujeres del campo

Ya se cumple una década que la CLOC, el 30 de abril 2009 en Cuba, asumió que nuestra ruta política avanza por la construcción de una sociedad socialista, y nuestra advertencia desde las mujeres fue que “Sin feminismo NO habrá Socialismo”. El reto era cómo esta concepción feminista emergería desde un sector de mujeres que históricamente nos situábamos tan lejos de las posiciones feministas pero al mismo tiempo tan interpretadas por ellas.

De este modo, nuestro feminismo campesino popular se va impregnando de nuestras historias y vivencias, dándole sentido a todo el acumulado político que las mujeres hemos desarrollado y, como lo señalara en nuestra escuela continental de mujeres la compañera Iridiani Seibert, “no estamos inventando algo nuevo, sino reafirmando y profundizando nuestro caminar, el accionar histórico político, social y cultural desde nuestra identidad, desde la realidad de vida y de trabajo para la construcción de una nueva sociedad, rescatando y valorizando nuestra identidad de mujeres del campo, indígenas, afrodescendientes, pescadoras, trabajadoras rurales. Identidad que ha sido negada y desvalorizada histórica y socialmente por el patriarcado y el capitalismo”.

Desde esta mirada, vale significar estos años de debates y estudio que han sido prácticos y teóricos, donde hemos reflexionado sobre cómo el desarrollo de la conciencia social en este sistema económico, patriarcal, opresor, violento y explotador, va debilitando en todos los aspectos la conciencia de los pueblos para impedir que la luchas de clases y de masas, como un principio histórico conductor de las luchas anticapitalista y de liberación de los pueblos, sea el eje principal que una la lucha política y social de los movimientos por una sociedad solidaria, con justicia social e igualitaria, una sociedad socialista. Buscamos que los diferentes aspectos, que van rodeando nuestras formulaciones políticas y que nos van devolviendo identidad, nos lleven a valorarnos como mujeres con derechos; y ello también implica la valorización de nuestro trabajo, de nuestros saberes y cultura y del valor social y económico que esto significa para el desarrollo y el bienestar en la sociedad.

Nuestra apuesta feminista campesina y popular tiene, por tanto, una clara identidad de clase; emerge de nuestras raíces históricas y culturales, de nuestra identidad de mujeres del campo ligada profundamente a la tierra; de ahí hemos hecho el caminar trayendo al presente las luchas y a las luchadoras que nos han precedido, la elaboración teórica de las pensadoras socialistas de ayer y su acervo emancipador, antesala del feminismo histórico, de los procesos acumulados en las innumerables luchas feministas en la región y en el mundo. Se ha ido también forjando la apuesta política de la Vía Campesina por la Soberanía Alimentaria de nuestros pueblos y el pensamiento socialista con miras a las nuevas relaciones que conllevan la construcción de esta propuesta feminista desde nuestra diversidad e identidad de mujeres del campo, que es de clase y de carácter popular enfocada a la sociedad socialista a la que aspiramos.

Recorrer la historia y descubrirnos en ella desde el surgimiento de la agricultura nos ha ido entregando los elementos necesarios para el juicio político del actuar histórico del capitalismo y su instrumento clave, “el patriarcado”, cuyo poder sobre nuestras sociedades y los elementos perversos que va poniendo para obstaculizar e interrumpir los avances en la luchas de los pueblos y particularmente las luchas de las mujeres, hoy vivimos momentos intensos. Nos animan y regocijan las grandes movilizaciones de las mujeres, de las que somos parte, y que bajo las banderas feministas van ampliando el camino de las luchas emancipadoras. Nuestro reto es no perder la ruta ni nuestra identidad de clase. Derribar el capitalismo, acabar con el imperialismo ciertamente es una larga lucha que nos llama sin desmayo a continuar avanzando en la propuesta política e ideológica por un feminismo campesino y popular que nos lleve a conquistar esa sociedad socialista que anhelamos, con la certeza de que con feminismo construiremos socialismo.

Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/200518

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