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México: Las protestas feministas sacuden a la mayor universidad de América Latina

América del norte/México/28 Noviembre 2019/El país

Alumnas de la UNAM toman 11 facultades y escuelas para reclamar atención ante los casos de violencia de género

Con las caras tapadas casi por completo y vestidas de negro, una treintena de estudiantes abrieron el pasado miércoles las puertas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) que llevan este lunes 22 días cerradas. Lo hicieron solo por unos minutos, para salir a leer una lista de demandas para liberar el edificio. “Esta toma responde a un hartazgo que venimos cargando”, gritó un voz detrás de un pasamontañas dispuesta a leer las exigencias que iban desde renuncias hasta la correcta atención de las denuncias por violencia de género. “¿Por qué parecen insuficientes las más de 70 denuncias contra profesores y alumnos? Este espacio siempre ha sido para nosotras un peligro y no queremos que lo sea para las que vienen”, agregó. “Que se caiga el patriarcado”, vitoreó un profesor y desató un alarido entre las enmascaradas.

Octubre encontró a la universidad más grande de América Latina con los roles invertidos. El movimiento feminista, que hasta hace muy poco estaba anémico de poder dentro de las esferas académicas, tomó por asalto al menos 11 de los 39 planteles para reclamar en contra del acoso, el maltrato y las agresiones. Un grupo de alumnas se atrincheraron en las aulas y paralizaron las clases, dispuestas a mantener la apuesta hasta ser escuchadas. Una protesta que se extendió desde mediados de octubre hasta, en gran parte, el 14 de noviembre, cuando las autoridades de la Universidad convocaron unas mesas de diálogo con el fin de zanjar el problema. Pero la amenaza de regresar a la huelga persiste, como perdura la toma de tres preparatorias y la Facultad de Filosofía y Letras.

Lo que sucede en la UNAM es un síntoma más en un México entumecido ante la violencia de género. El movimiento feminista universitario se encuadra en una ola de protestas que han tenido lugar en la capital en los últimos meses y apenas unas semanas después de la sentencia por el feminicidio de Lesvy Rivera Osorio, una joven de 22 años asesinada en el campus universitario en 2017. “No olvidamos sus omisiones con el feminicidio de Lesvy, no olvidamos a todas las que nos hacen falta”, reprochó una de las estudiantes enmascaradas frente al edificio con pintadas que decían “UNAM feminicida” o “las paredes se limpian, las muertas no regresan”.

La protesta universitaria se desató el pasado 24 de octubre en la sede de Cuautitlán, en el Estado de México. En ese entonces, un grupo de manifestantes marchó para pedir que se atendieran las 77 denuncias registradas en esa entidad contra profesores y alumnos señalados de acoso sexual. En pocas horas, la manifestación se convirtió en una huelga que desató, a su vez, tomas de otras facultades con demandas similares.

El problema de la violencia de género no es nuevo para la Universidad, una institución que en 2016 se vio forzada a desarrollar un protocolo de atención a casos de violencia de género. “La UNAM acumula años de exigencias. El protocolo surgió por una exigencia del alumnado”, explica la abogada Andrea Medina, que acompaña tres denuncias internas, una por violación, una por intento de violación y una tercera por hostigamiento sexual. Uno de los inconvenientes, explica, fue que el mecanismo de atención se volvió una carrera de obstáculos que incluían “la insistencia de las autoridades” para que las quejas no prosperaran. “Hay una incomprensión de lo que está pasando y las alumnas están reaccionando a la impunidad”.

La paralización de las clases se dio en medio de las elecciones a rector, que el pasado 8 de noviembre dieron la victoria a Enrique Graue, quien ya ocupaba el cargo desde 2015. “Si hay algún tipo de violencia que no podemos aceptar es el que las universitarias sean acosadas o violentadas”, dijo el pasado martes tras jurar. “En las semanas siguientes enviaré una propuesta para crear un órgano independiente que fortalezca el respeto a la diversidad, promueva mayor seguridad para ellas y genere políticas de equidad”, prometió.

Uno de los puntos de su programa de trabajo, sin embargo, fue duramente criticado por los grupos feministas. “Diseñar mecanismos que eviten, en redes sociales, que en los supuestos casos de violencia de género se victimice inadecuadamente a personas sobre las cuales no pesa investigación o denuncia alguna y emprender una campaña contra la difamación”, proponía el candidato. “Demuestra una falta de sensibilización, más que darle prioridad a eso, se tendría que dar más apoyo al combate de la violencia de género”, critica Brenda Medina, profesora de la Facultad de Filosofía y Letras.

Otra de las críticas que ha recibido Graue ha sido el enérgico rechazo al ataque de una biblioteca de la universidad el pasado 14 de noviembre en una de las marchas feministas por parte de un grupo de violentos. “El rector se ha mostrado más interesado en condenar la violencia de unos pocos que en combatir la violencia de género”, dice Medina. “La UNAM ha buscado mantener una imagen institucional que le de renombre y por eso deslitimiza las demandas feministas, restándole importancia”.

Ella, junto a otras académicas, señalan que muchas profesoras apoyan las tomas “sin dar la cara” por miedo a represalias. “Denunciar es exponerte, porque al mismo tiempo tu trabajo depende de la universidad”.

Resistencia dentro de la universidad

El movimiento feminista ha generado también resistencia en algunas facultades, como la de Ingeniería, donde las mujeres son minoría. El rechazo a las protestas alcanzó su máximo auge el pasado 7 de noviembre, cuando un grupo de estudiantes de esa dependencia confrontó con un puñado de mujeres con pasamontañas que intentaron realizar pintadas en las paredes del edificio. “Fuera, fuera”, les gritaron mientras les aventaban piedras. Pero el violento episodio no generó condenas por parte de las autoridades.

“El carácter estructural de la violencia está muy enraizado en toda la Universidad, está muy normalizado”, apunta la académica Aimeé Vega Montiel. “Hay que voltear la mirada hacia las autoridades y exigir respuestas porque los mecanismos que han implementado no han funcionado”.

Fuente e imagen: https://elpais.com/sociedad/2019/11/22/actualidad/1574463326_524489.html

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Respuesta a Rita Segato de las Mujeres de la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad (REDH), Capítulo Argentina

Por: Mujeres en la REDH Cap. Argentina

El patriarcado nos habita cuando justificamos golpes de estado oligárquicos e imperialistas

 

Rita Segato en varios de sus escritos plantea la hipótesis de que el patriarcado es arcaico, que nació con el origen de la especie. Uno de sus fundamentos es la existencia de mitos y fábulas a nivel planetario en donde se repite la estructura de una mujer o grupo de mujeres que falla o transgrede y es o son disciplinadas despojándolas de su poder. Uno de estos mitos fundamentales en Occidente es el de Adán y Eva. Pero el mismo hecho de necesitar de narrativas que lo justifiquen, muestra que no responde a un orden natural sino a una realidad de subordinación y poder construida.

El patriarcado es un orden político fundante. Igual que el concepto de raza, transforma una diferencia fenotípica -y no genotípica lo cual está demostrado que no existe y que la “raza” humana es una sola- en una diferencia política, construida desde la colonia para controlar, usufructuar y explotar todo tipo de trabajo humano bajo la división racial del trabajo.

En relación a la aparición del patriarcado en los pueblos originarios americanos, la misma autora argumenta que la conquista no hubiera sido posible sin la preexistencia de un patriarcado de baja intensidad, que tornó a los hombres dóciles al mandato de masculinidad y, por lo tanto, vulnerables a la ejemplaridad de la masculinidad victoriosa y proclives a reproducir, o al menos ser funcionales, a estructuras competitivas, jerárquicas y crueles. Señala que el sistema colonial se apropia de las asimetrías preexistentes para transformarlas ahora en las asimetrías propias del mundo colonial moderno.

Partiendo de sus propios conceptos ¿qué pasa cuando el timón del estado nación lo asume un indio, sindicalista, trabajador campesino, militante popular, permeable a la cultura patriarcal hegemónica como todos los hombres blancos que lo antecedieron en el cargo, pero que multiplica por 8 el PBI? Que, además de multiplicarlo, lo distribuye como ningún gobernante antes en la historia de un país históricamente saqueado. Que es cabeza y articulador de luchas que condensan otras ancestrales, en las que las mujeres están en la trinchera, en las que se amplían y profundizan los derechos sociales, políticos y económicos de las mujeres y de todo el pueblo por siglos oprimido. Que democratiza un estado racista en el que quienes antes eran servidumbre de los y las blancas, luego de 2006 son diputadas, senadoras, médicas, mujeres que exhiben con orgullo sus colores, su sabiduría y su cultura sin agacharse frente al privilegio de los “amos”, entre otros miles de ejemplos que hicieron a ese pueblo, hombres, mujeres, niñas, niños y personas sin encasillar, sujetxs hacedores y protagonistas de su propia historia. Que además eligen una y otra vez a su líder, pudiendo no hacerlo. Quizá un líder no del todo “deconstruido en su machismo” -como tantas de nosotras y la sociedad en general-, pero que expresa genuinamente a su pueblo, especialmente al movimiento campesino-indígena y a lxs trabajadores. Un hermano aymara que viene desde abajo, que fue deconstruyendo en su vida y práctica la colonialidad del saber y del poder con su militancia sindical que también desprecia la autora y que como mujeres levantamos y protagonizamos con toda la dignidad de los y las oprimidas y explotadas del mundo. Como ayer Tupac Katari y Bartolina Sisa y Tupac Amaru y Micaela Bastidas, este extraordinario compañero, indio y sindicalista hermano presidente, intenta ser disciplinado por la supremacía blanca heredera de las oligarquías que forjaron el estado nacional a sangre y fuego despojándolo de su poder, y con él a su pueblo.

El jefe indio es desterrado pero no por lo que hizo mal. Es desterrado por todo lo que hizo bien, por convertir en políticas de estado tantas demandas de siglos regadas con sangre de su pueblo y naciones que habitan su amado territorio, como consecuencia de una transgresión originaria. Después de haber ganado la presidencia en primera vuelta con el 47% de los votos del 88% del padrón electoral que votó, y con mas de 10% de diferencia sobre el segundo candidato, lo saca el racismo blanco, la esclavitud latente y el odio de clase, apoyado por el ministerio de colonias de los estados Unidos: la OEA, quienes encabezan los ataques a todas las democracias populares que no establecen relaciones carnales con Washington. Lo amenazan junto a sus compañeros y compañeras de lucha y lo destierran desatando el revanchismo clasista y racista que va dejando cientos de hermanos y hermanas asesinadxs, encarceladxs, heridxs y perseguidxs injustamente hoy en Bolivia.

El patriarcado vive y se refuerza en el capitalismo imperialista. El patriarcado vive en el colonialismo y racismo que nos habita si nos dejamos ganar por el feminismo liberal. El feminismo será popular, anticapitalista y antiimperialista o no será. El feminismo popular y latinoamericanista combate hoy al golpe de estado y está con las mujeres que valientemente lo enfrentan en la calle y en cada trinchera.

A los 22 días del mes de noviembre.
A casi 40 muertos y muertas producidas por el golpe de estado.
A dos semanas de intentar callar al pueblo y a sus voces.
A dos semanas de sacar al gobierno de los Movimientos Sociales del Estado Plurinacional de Bolivia.
A dos semanas de resistencia creciente, donde lloramos a nuestrxs muertxs sin abandonar la lucha.

Fuente del documento: https://redhargentina.wordpress.com/2019/11/24/respuesta-a-rita-segato-de-las-mujeres-de-la-red-en-defensa-de-la-humanidad-redh-de-argentina/

 

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Entrevista con Mario Rodríguez: ¿Viene la biblia a desplazar la Pachamama?

Por: Miriam Lang*

Una lectura diferenciada del resurgimiento de la extrema derecha en Bolivia, de las responsabilidades del gobierno y de las opciones que tienen las fuerzas transformadoras

Entrevista con Mario Rodríguez, El Alto

Mario Rodríguez vive en El Alto, Bolivia, donde forma parte del equipo de Wayna Tambo y de su estación de radio comunitaria. Es integrante de la Red de la Diversidad, de la red latinoamericana de Cultura Viva Comunitaria y del Grupo de Trabajo Permanente sobre Alternativas al Desarrollo.

Mario, hay dos interpretaciones principales que circulan acerca de los sucesos recientes en Bolivia: La una, que también es la oficial de Evo Morales y Álvaro García Linera, afirma que se trata de un golpe cívico-policial. La otra habla de una fiesta de la democracia, que logró triunfar sobre el fraude electoral. ¿Qué comentarios te provocan estas interpretaciones?

Para entender lo que está pasando es importante remontar al referendo del 21 de febrero de 2016 sobre la posibilidad de Evo de postularse una vez más como candidato a presidente en estas elecciones de ahora, en la que una mayoría del electorado le dijo que no, que debería ser el pasado su último mandato. Luego el gobierno activó una serie de mecanismos legales bastante turbios para asegurar su candidatura a pesar de este resultado del referendo, lo que desató en los últimos años una batalla en torno a la legalidad de esta candidatura.

El otro elemento es que a pesar de que nadie cuestiona que Evo Morales obtuvo una mayoría relativa en estas elecciones de octubre, hubo demasiados indicios de manipulación del voto para obtener la diferencia de más del 10% que se requiere en Bolivia para evitar una segunda vuelta, que el gobierno temía perder.

¿Puede ser que ya en 2016 haya habido manipulación del voto?

No se puede descartar del todo esta posibilidad, pero en este entonces el Tribunal Supremo Electoral tenía mucha más independencia, había personas que defendieron mucho eso y que han renunciado a sus puestos desde entonces.

Entonces, estos fueron los dos detonadores principales de un movimiento social en resistencia a la reelección de Evo, que involucró a amplios sectores de la población, con una predominancia de las clases medias en las grandes ciudades del país. Una parte de esta movilización era gente indignada que salió espontáneamente en defensa del voto y contra este aferramiento del gobierno al poder. Pero al mismo tiempo presenciamos otra dinámica, que actuó muy organizadamente en este escenario: la derecha organizada se montó sobre este movimiento espontáneo con una estrategia planificada, y en eso muy posiblemente hubo también asesorías externas, por ejemplo, del gobierno de Estados Unidos.

 Desde estos espacios ya se incitaba a no aceptar ninguna victoria de Evo Morales en las elecciones por venir. Se hablaba de que vivimos en dictadura y que las elecciones son convocadas por el dictador.

Luego, después de las elecciones primero la voz más visible era del candidato opositor Carlos Mesa, que obtuvo entre 36 y 37% de los votos, pidiendo una segunda vuelta. Al cabo de una semana cambio este liderazgo, aparece la figura del presidente del Comité Cívico de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, y se comenzó a pedir anulación de toda la elección y nuevas elecciones sin la participación de Evo Morales. Las demandas se fueron radicalizando, luego ya se pidió la renuncia, y ahora detención y encarcelamiento del presidente, vicepresidente y todo su gabinete.

¿Nos puedes contar un poco más quién es Luis Fernando Camacho, por favor?

Luis Fernando Camacho viene de una familia de empresarios de Santa Cruz, no el más grande pero importante, con actividades financieras y agrarias. Ha sido líder de la Unión Juvenil Cruceñista, una agrupación que destacó por acciones violentas en el conflicto de la Media Luna de 2008/2009, cuando las provincias de tierras bajas planteaban separarse de Bolivia. En este entonces, era evidente que la UJC era de extrema derecha y tenía raíces en el fascismo, por ejemplo usaban mucho el símbolo de la svástica nazi y había actuaciones conjuntas con la Falange Socialista Boliviana. Sin embargo, posteriormente llegaron a acuerdos con el gobierno de Evo Morales, al igual que los sectores empresariales de Santa Cruz, y hubo un pacto temporal que ahora se volvió a romper. Se dice que Luis Fernando Camacho está ligado a una iglesia evangélica muy derechosa que se instaló aquí hace unos tres años, en todo caso su discurso está muy marcado por el cristianismo reaccionario, habla mucho del mandato de Dios.

La otra figura que destaca y se asoció con Camacho es Marcos Pumari, de familia de procedencia minera de Potosí de sectores populares que están enfrentados con el gobierno de Evo hace mucho tiempo a partir de un conflicto sobre concesiones mineras. Pumari ha sido importante para que este sector radicalizado de la oposición pueda afirmar que no es solo de Santa Cruz y que también hay indígenas en su seno.

El 10 de noviembre, cuando estos personajes llegan a la puerta del palacio de gobierno dicen públicamente que van a sacar a la Pachamama de este lugar y que ahora vuelve Jesucristo. Luego logran entrar al palacio, colocan a la biblia en el centro de la bandera boliviana y se arrodillan allí.

¿Por qué se habla de que son ellos que conformarían ahora un gobierno, si ni siquiera participaron en las elecciones pasadas?

Efectivamente, Camacho pretende conformar un gobierno con un militar, un policía y un representante cívico. Esto sí configuraría un golpe de estado puro y duro. Constitucionalmente, el gobierno transitorio debería ser conformado por la cabeza del poder legislativo, pero las presidencias de ambas cámaras renunciaron en la ola de renuncias que hubo en el oficialismo.

En todo caso, aunque Camacho intenta consolidar y montarse sobre esta imagen divulgada internacionalmente de la “ciudadanía festejando en defensa de la democracia”, requeriría un mínimo de institucionalidad para legalizar un gobierno de transición – y esta solo puede darse a través de una decisión de la Asamblea Legislativa. Los líderes de partidos de oposición apoyan a esta salida porque devolvería protagonismo a los partidos políticos, que ahora lo han perdido.

Lo que es innegable es que un escenario de violencia callejera y caos, como comenzó a manifestarse en la noche del domingo al lunes en varias ciudades, favorecería la opción de Camacho de un gobierno cívico-militar para “restablecer el orden”. Lo que parece muy incierto en este momento es si el gobierno de Evo Morales logra retomar la iniciativa.

En 2006, cuando Evo Morales llega al gobierno, Bolivia es el país latinoamericano con el mayor grado de organización social. Organizaciones indígenas, pero también sindicales. Evo llega después de fuertes luchas contra el neoliberalismo y siendo parte de estas estructuras organizativas. ¿Qué ha pasado con estas organizaciones hoy?

Gran parte de ellas siguen existiendo como estructuras y siguen siendo muy masivas. Sin embargo, las organizaciones afines al gobierno se han vuelto altamente dependientes del y funcionales al poder ejecutivo en estos 13 años de gobierno. Están profundamente inmersas en el reparto de prebendas del estado, han perdido su autonomía y con ello su capacidad de crítica, pero también de movilización. En los últimos días hubo necesidad de estas voces, pero, aunque en algunos lugares hubo movilizaciones fuertes de apoyo, por ejemplo de los cocaleros de Cochabamba, no se logró nada contundente a nivel nacional como en otras épocas. Es llamativo que mucha gente con la que hablé en los últimos días sí defienden al gobierno de Evo, pero no se movilizan, no se sienten representadas en esta mediación tan subordinadas de estas organizaciones.

Luego, hay otra clase de organización que se centra en la resistencia territorial contra el extractivismo o contra megaproyectos, de estructura comunitaria. Estas organizaciones han pasado más bien anonadadas en este conflicto actual, o en algunos casos, sus liderazgos se han volcado ya desde hace algún tiempo hacia partidos de oposición de derecha, por los que son funcionalizados más como un elemento folclórico indígena.

Bolivia también ha sido el país que constitucionalizó diferentes tipos de democracia, más allá de la representativa, también la participativa y la comunitaria. Y ha colocado en el debate del continente la descolonización y la despatriarcalización. ¿Qué está pasando ahora con esto?

En cuanto a la despatriarcalización, hay que decir que incluso durante los años de gobierno, se recrudeció el ejercicio del patriarcado. Bolivia es hoy el país con los mayores índices de violencia de género y sobre todo de feminicidios en el continente. Hoy desde las fuerzas cívicas se refuerza mucho este imaginario del macho blanco superior, incluso desde la corporalidad. Es terrible lo que se está produciendo en términos simbólicos.

Frente a esto, hay una multitud de grupos y colectivos menos jerárquicos y estructurados, en principio críticos del gobierno, que en los últimos días se expresaron en defensa de estos elementos centrales, fundacionales del proceso de cambio: la plurinacionalidad, la descolonización, la despatriarcalización, los derechos de la Pachamama. Dicen: “no podemos permitir que todo eso se muera ahora”. Mientras el MAS centra su discurso en la democracia liberal representativa y el haber ganado el voto, ellos reivindican las dimensiones de la democracia más radical, más profunda.

Hay que recalcar que una mayoría relativa del electorado sí votó por Evo, y mucha gente aquí en El Alto ayer estaba agradeciéndole por la política social de estos años, también por una gran estabilidad económica que se logró en comparación con el resto de América Latina; por que las personas indígenas hayan por fin alcanzado dignidad, que ya no hayan tenido que tener vergüenza de llevar pollera en estos años. En estos sectores no hay mucha discusión sobre el hecho de que la base económica de esta política social haya sido la expansión del extractivismo.

Entonces, podemos afirmar que hoy, de cierto modo revive esta agenda de transformación profunda, tapada en estos 13 años por muchos discursos y prácticas del gobierno, y abandonada poco a poco por las grandes organizaciones sociales afines. Aunque de momento, su articulación puede darse más desde la resistencia a este fuerte embate de la derecha que desde la construcción de alternativas propiamente. Esto se verá más adelante. Los sucesos de los próximos días probablemente determinarán si estas fuerzas nuevamente son invisibilizadas por la centralidad de la figura de Evo como víctima de este ataque de la derecha y símbolo del cambio, o si logran afirmarse con un protagonismo propio y más articulado.

*Profesora investigadora en el Área de Estudios Sociales y Globales de la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador. Cofundadora del Grupo Permanente de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo en 2011. Ha acompañado procesos y movimientos sociales en América Latina desde la década de 1980

Fuente: Revista Alba

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La revolución tiene voz femenina en Líbano

Reseña/Asia/Líbano/07 Noviembre 2019/El país

La generación del 99 lidera unas protestas en las que las mujeres ocupan la vanguardia en las barricadas

Día 20º de protestas y las libanesas siguen a la cabeza de las sentadas, manifestaciones y barricadas. Hace siete días que decenas de miles de manifestantes en todo el país tumbaron al Gobierno junto con su primer ministro, Saad Hariri, hoy ambos en funciones. Y, sin embargo, las cadenas de mujeres enlazadas por los brazos prosiguen a la vanguardia para interponerse entre manifestantes y antidisturbios varones y así evitar batallas campales que den al traste con el carácter pacífico de las protestas. Como al resto de ciudadanos, a las mujeres les sobran motivos para sumarse a la revolución en marcha en contra de un sistema que consideran sectario y corrupto y que ha llevado a Líbano al borde del colapso financiero. Son más de la mitad de los 4,5 millones de habitantes del país y se dicen doblemente oprimidas por el régimen político-confesional que desde el fin de la guerra civil (1975-1990) las ha relegado a ciudadanas de segunda bajo la tutela legal de sus progenitores o esposos.

“En esta sociedad machista está mal visto que los hombres peguen a las mujeres en público, así que lo usamos a nuestro favor para crear barreras y evitar que la violencia deslegitime nuestras demandas”, cuenta Leya Awadat, estudiante de ingeniería mecánica. Habla a las puertas de la Universidad Americana de Beirut (AUB), la más prestigiosa de la región y donde acude la cada día más reducida élite que puede costearse los 27.000 euros anuales de tasas de matrícula. Acaba de cumplir los 18 y cada tarde enarbola un altavoz a través del cual, a pleno pulmón, canturrea las consignas que habrán de repetir otros universitarios.

“Es impresionante ver a todas esas jóvenes con el micrófono en mano y que un chico les siga para sujetar los altavoces. Esta revolución es la de los de la generación del 99”, comenta en una barricada de la circunvalación de Beirut Zeina Halabi, profesora de literatura árabe en la AUB. “Cuando estas chicas cumplieron los 10 las tropas sirias salían del país [tras 29 años en Líbano], y de adolescentes ya habían participado en protestas contra el racismo, la violencia doméstica, la mala gestión de las basuras o a favor de la inclusión de mujeres en el Gobierno”. Las de mi generación, las de 40, nacimos con la guerra civil y crecimos bajo la ocupación siria e israelí.

En las plazas de Beirut se han levantado tiendas y dentro de ellas se construyen pequeñas ágoras donde profesoras universitarias comparten su conocimiento con los manifestantes. Las docentes se han unido en un recién creado sindicato de mujeres para luchar en los campus universitarios contra la desigualdad salarial y de género. Los cantos de “revolución” y “abajo el régimen” se repiten de norte a sur y de este a oeste del país en una demostración sin precedentes de unidad transectaria a pesar de que en Líbano las cuotas de poder se reparten según el peso demográfico de las 18 confesiones oficiales reconocidas. Esta misma unidad se ha reproducido este domingo con una manifestación feminista dentro de la protesta nacional.

Allí convergieron las heterogéneas beirutíes, a las que las mujeres de países de la región se refieren como “las más presumidas de entre las árabes”. “Los líderes políticos les han dado la llave de la sociedad a los religiosos, todos hombres también, y a las mujeres no nos queda más que emigrar para escapar de un sistema social en el que ya hace tiempo que no nos sentimos reflejadas”, dice Rana Habis, profesora de baile exiliada a París y temporalmente de visita en Líbano. Camina franqueada por velos, rastas, permanentes recién salidas de la peluquería, minifaldas, bolsos de Gucci o narices con piercings mientras manos con rojas manicuras se levantan hacia el cielo. Tampoco faltaron este domingo las incongruencias internas cuando un puñado de señoras de retocadas narices se presentaron en la manifestación con una criada que les sujetaba la bandera libanesa.

Todas exigen que los padres no puedan casar a sus hijas de nueve años como permite la ley; transmitir la nacionalidad a sus hijos si se casan con hombres extranjeros y un matrimonio civil con igualdad en derechos de herencia, divorcio o custodia de los hijos. También exigen una cuota femenina en el Gobierno, conscientes de que es la única forma de romper el techo de acero impuesto por el patriarcado político-religioso. En esta lucha cuentan con una nueva aliada, Raya el Hassan, ministra del Interior y pionera en el mundo árabe en este cargo. “Vamos por el buen camino y hemos pasado de ser una a dos y luego de dos a cuatro ministras”, contaba a EL PAÍS El Hassan en enero, tras tomar posesión. “Pero el acceso de las mujeres a puestos de responsabilidad en sociedades patriarcales lleva tiempo por lo que hay que hacerlo con inteligencia, sin forzar los discursos, pero sin decaer en los avances”, acota.

La cadena de mujeres en la vanguardia de las barricadas surtió efecto hasta cuando el Ejército optó por traer a uniformadas para desalojar a las manifestantes de carreteas y autopistas. El experimento acabó con la retirada de las militares, que fueron despedidas por sus conciudadanas con flores, aplausos y la ya sempiterna banda sonora revolucionaria, el himno nacional. En el verano de 2015, la respuesta policial a una movilización semejante dejó centenares de heridos sólo en Beirut.

Para muchas veinteañeras las multitudinarias protestas de 2015 supusieron un experimento de la sociedad civil. Entonces, la corruptela y la mala gestión de las basuras del país acabaron sepultando las calles libanesas entre toneladas de detritus y desató la indignación popular por encima de la clase y la confesión. Por primera vez en décadas los libaneses tomaron las calles bajo una única bandera, la nacional, acabando con la tradicional marea de banderines y gorras partidistas de manifestantes llegados a la capital en autobuses pagados por los zaim (líder feudal). De entre las basuras nació Beirut Medinati, una plataforma política secular y nacional que si bien obtuvo el 40% de los votos en las municipales de 2016 tan solo logró un escaño —una mujer— en las legislativas de 2018, las primeras en casi una década. Hoy es parte integrante de unas protestas que aseguran no tener un liderazgo definido.

Sara Raed, estudiante de relaciones públicas de 21 años que asegura que la mayoría de sus amigas han emigrado para estudiar fuera, fue la primera en colocar junto con su pareja una tienda de campaña en la icónica Plaza de los Mártires de Beirut el 17 de octubre. Fue el día en que el anuncio de una tasa de 18 céntimos de euros a las llamadas de WhatsApp abrió la espita del descontento popular. Hoy son más de un centenar las personas que acampan en el lugar. “2015 fue un empujón muy importante para llegar aquí y ya no hay vuelta atrás para mi generación”, cuenta Raed.

LA ‘REINA’ QUE PATEÓ AL PATRIARCADO

N. S.

Se llama Malak Alaywe, pero se la conoce como the kick queen (la reina de la patada) y se ha convertido en el icono femenino de la lucha contra el patriarcado político-confesional. Lo hizo el primer día de protestas, cuando se difundió un vídeo en el que aparece propinando una patada en los testículos a un hombre armado con un Kaláshnikov.

La víctima resultó ser el guardaespaldas de un ministro que supuestamente se disponía a disparar al aire para dispersar a los manifestantes congregados en un barrio de Beirut. La patada ha quedado inmortalizada en pósteres colgados en los muros de las redes sociales como un contrataque directo al patriarcado árabe. Tanto éxito ha tenido que varias ONG ofrecen estos días clases de defensa personal para las manifestantes. Alaywe rehúsa revelar su edad, pero fue durante las protestas de 2015 —la denominada crisis de las basuras— cuando, entre gases lacrimógenos, conoció al que hace una semana se convirtió en su marido.

Fuente e imagen: https://elpais.com/internacional/2019/11/05/actualidad/1572974665_298313.html

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Hartas de héroes, las afganas crean sus propias campeonas de videojuegos

Redacción: France 24

Al igual que las princesas que saltan sobre elfos y lanzan dagas contra brujos en los videojuegos que crearon, las codificadoras afganas quieren inspirar a toda una generación de mujeres jóvenes en un Afganistán muy patriarcal.

Estas apasionadas por la tecnología asisten a un cursillo nocturno, Code To Inspire, en Herat, capital del oeste de Afganistán. Aprenden la técnica y crean aplicaciones y juegos educativos para chicas de Afganistán y de otros lugares.

Su mayor logro fue el lanzamiento este año de «La heroína afgana», creada en seis meses por un equipo de doce mujeres jóvenes. En la aplicación para teléfono inteligente, una princesa tocada con un velo verde circula por un castillo en ruinas para derrotar a un brujo y salvar a su familia.

Fereshteh Forough, profesora de informática y exrefugiada, fundó Code To Inspire en 2015. Según ella, los estudiantes estaban hartos de la ausencia de personajes femeninos en la industria de los videojuegos y se aburrían «jugando a juegos en los que los hombres son superhéroes».

«La heroína afgana» encarna «los desafíos y obstáculos a los que se enfrentan las mujeres todos los días en Afganistán y, a pesar de todos los contratiempos, continúan luchando y avanzando», dijo Forough, radicada en Nueva York, en un intercambio de correos electrónicos con la AFP.

Dominar las técnicas informáticas puede transformar las cosas en un país donde las oportunidades educativas para las niñas son limitadas, el acceso a Internet es incierto y las mujeres sufren discriminación, opina.

Al igual que muchas mujeres afganas, Fereshteh Forough se preocupa por un posible regreso al poder de los talibanes, bajo cuyo régimen, en los años 1990, no se permitió a las mujeres trabajar y acabaron confinadas en sus hogares.

«Aprendiendo a codificar, puede trabajar a distancia desde casa con total seguridad, si tiene internet», explica Forough, que persigue el cambio «para que estas mujeres jóvenes puedan contribuir a sus comunidades y defender la igualdad social, política y económica».

– «Educación más rápida» –

Los derechos de las mujeres y la educación de las niñas han progresado considerablemente desde la caída de los talibanes hace casi dos décadas, pero los desafíos persisten con los frecuentes ataques a colegios de niñas y las amenazas a las estudiantes.

El conflicto afgano ha provocado el cierre de más de 1.000 colegios en 2018, según Unicef, negando el derecho a aprender a 500.000 niños, de los que alrededor del 60% son niñas. «En el peor de los casos, si los talibanes limitan el derecho de las mujeres a trabajar, el dominio de la informática puede permitirlo desde casa», afirma Forough.

Los juegos y las aplicaciones son educativos o lúdicos. Algunos incluyen recuerdos de las codificadoras o incluso historias reales.

Por ejemplo, en el juego «La lucha contra el opio», los soldados se despliegan en la provincia de Helmand (sur), donde hay muchos campos de adormidera. Está inspirado en la historia del hermano militar de una codificadora que acabó destinado allí.

«Mi principal objetivo como desarrollador de juegos y aplicaciones es lanzar la mayor cantidad posible de juegos educativos para niñas», dice Nasri Wahidy, una estudiante de Code To Inspire. «Queremos que las niñas aprendan y se eduquen más rápido a través de los juegos».

Uno de ellos enseña geografía.

Hasta ahora, el centro ha enseñado a más de 150 estudiantes a codificar programas, crear juegos y aplicaciones y desarrollar páginas web.

«Se convertirán en ciudadanos digitales de un mundo sin fronteras geográficas», predice Fereshteh Forough.

Fuente: https://www.france24.com/es/20191024-hartas-de-h%C3%A9roes-las-afganas-crean-sus-propias-campeonas-de-videojuegos

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La envidia entre mujeres

Por: Ilka Oliva Corado

obre cómo el sistema patriarcal divide a las mujeres para tenerlas controladas y relegadas a la posición de la inferioridad.

 

Al dominio patriarcal le es afín que las mujeres sintamos envidia entre nosotras, le es grato cuando nos odiamos, nos señalamos, cuando nos dispersamos en lugar de unirnos. Cuando estamos metiéndonos zancadilla para ver caer a quien creemos nuestra rival.
La rivalidad entre mujeres es producto de los patrones patriarcales con los que crecemos y que están en todo ámbito de la sociedad. Romper con eso es nuestra misión de género. No podemos dejar a las generaciones que están por venir un legado de indiferencia, de rencores, de discriminación; esas niñas merecen crecer en una sociedad donde las mujeres se comuniquen entre ellas, donde se aplaudan los logros en lugar de apuñalarse por la espalda.
Una sociedad donde se tomen de la mano para avanzar en busca de derechos, donde puedan caminar juntas y saber que cualquier mujer en cualquier lugar del mundo será una aliada y no una enemiga.
Sí, yo sé, son sueños muy grandes pero las cimas más altas se logran conquistar paso a paso, ya han hecho tanto nuestras ancestras y aun no es suficiente, ¿qué estamos haciendo nosotras para continuar en la construcción de ese legado? ¿Qué es lo que vamos a dar a cambio de esos derechos que nos dejaron nuestras antecesoras? Porque a muchas de ellas les costó la vida; fueron humilladas, ultrajadas, desaparecidas para que nosotras hoy tengamos el derecho a levantar la voz, el derecho al voto.
¿No merecen las niñas acaso que nosotras peleemos el derecho al aborto? Una buena forma de iniciar a romper ese esquema patriarcal que nos divide sería comenzar a decirle a otras mujeres lo bien que se ven, lo lindos que le quedan esos zapatos de tal color, que su blusa le queda linda, que se expresó muy bien en tal ponencia, que su trabajo es excelente.
Que tal falda le queda linda, que su sonrisa irradia. Que su forma de ser es contagiosa. Que su humanismo es admirable, que sus acciones invitan a la imitación. Y no hay nada de malo en decirlo, no hay nada de malo en que una mujer le diga a otra que se ve bonita, que le luce su color de pintalabios, que luce linda sin maquillaje. Eso no quiere decir absolutamente nada más que eso, que luce linda y hay que decirlo.
Hay que decirle a las personas que hacen bien las cosas, cuando las están haciendo bien. Hay que decirles que las admiramos por su empeño, por su esfuerzo, por su profesionalismo. No tiene nada de malo que sea otra mujer la que se lo diga. Romper con el patrón de la envidia entre mujeres es vital para derrumbar el patriarcado. Y no, eso no significa que la otra mujer sea homosexual y se lo esté diciendo con otros fines.
Ése es el primer enganche con el que el patriarcado nos desafía, dos mujeres pueden admirarse mutuamente y eso no significa absolutamente nada más que eso. ¿Qué tal si nos desafiamos y comenzamos hoy mismo viendo a nuestro alrededor y diciendo a las mujeres que nos rodean lo lindo que se ven, lo bien que hacen su trabajo, lo admirables que son? Costará el primer día, pero al tercero les prometo que será como montar en bicicleta.
Y poco a poco iremos adentrándonos en la lucha de los derechos de género, y así ojalá un día sepamos todas las mujeres que no es necesario colocarse el apellido del esposo para ser alguien, para cambiar de status ante otras mujeres o ante la sociedad, que eso no nos hace más importantes, al contrario nos coloca en la situación de objetos propiedad de una persona.
Porque, ¿en dónde existe una ley común, de dos dedos de frente donde el esposo pueda colocarse el apellido de la esposa o diga en públicamente soy fulanito de tal, de la misma forma en que sucede con las mujeres? Sí, eso también es yugo del patriarcado contra las mujeres.
Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=260765
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Los peligros del relato patriarcal

Por: Brenda Lozano

Estar encabronadas es nuestro derecho, como también lo es expresarlo. Esto no había pasado antes, esta es la potencia de lo que pasó y así es como resistimos en comunidad

El problema de los relatos oficiales y mediáticos es que son patriarcales. Este comienza el lunes 12 de agosto cuando un grupo de mujeres se manifiesta frente a la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México para exigir el castigo de cuatro policías señalados por violar a una menor. El titular de la Secretaría baja de su oficina para calmar las aguas ante la prensa cuando un puñado de diamantina rosalo interrumpe ante las cámaras. Aquí no hay diálogo, dice enojado y diez policías lo escoltan de vuelta. La Procuradora General de Justicia también habla: «Los policías seguirán en sus cargos, hacen buen trabajo». La primera mujer jefa de Gobierno de la Ciudad de México electa dice: «El Gobierno de la Ciudad de México no caerá en la provocación». El 16 de agosto varios grupos de mujeres convocan para manifestarse en varios puntos del país y en la Glorieta de los Insurgentes en la Ciudad de México. Los medios se enfocan, como pasa en los relatos patriarcales, en el final de todo (el clímax del arco narrativo masculinista, la eyaculación): humo, unos cuantos vidrios rotos y las pintas en El Ángel. Siguen una buena cantidad de comentarios condenando los llamados actos vandálicos que pueden resumirse en este tuit de Elena Poniatowska: «La brutalidad y el destrozo jamás pueden estar ligados a la acción de la mujer.» Otras mujeres comentan en redes bajo el hashtag #EllasNoMeRepresentan. Doce horas después la estación de metrobús opera, El Ángel está cercado y las pintas ocultas. Fin del relato.

A los medios y al Gobierno les urge perspectiva de género. Y también le falta perspectiva de género a este relato que comienza el 3 de agosto cuando cuatro policías en el lapso de 15 minutos, entre la 1.45 y las dos de la mañana, violan a una menor de 17 años en Azcapotzalco. No es un caso aislado: se han documentado 10 casos de violencia sexual por parte de la policía en lo que va de este año. Y es parte de un problema más grande: cada cuatro segundos una mujer es violada en México. Entonces, ¿por qué no centramos la discusión en lo urgente que es hablar en sociedad sobre la violación? Este fue el origen de las dos manifestaciones y la razón de fondo que no debe disiparse con el ruido. Una pregunta, ¿qué procede con las violaciones a menores en el país? De cada 1.000 casos de abuso sexual, 100 se denuncian, 10 van a juicio y uno, acaso, resulta en una condena que puede ir de 8 a 20 años en prisión. Y, además de los términos jurídicos, ¿qué supone una violación? Que un hombre por medio de la violencia física o moral anula el consentimiento de su víctima. En otras palabras, se cree en posesión de su libertad. La violación es, sobre todo, un crimen de poder. Vamos a empujar un poco más con otra pregunta, ¿es consciente un violador de la gravedad de su acto, es consciente del daño, la vergüenza, la depresión, la culpa, la ansiedad, las secuelas en el autoestima, las consecuencias en las relaciones íntimas que puede tener un delito como el suyo? ¿Qué nos lleva como sociedad a que el violador anule estas implicaciones graves de su delito? En un país con números negros en violencia de género, en el que nueve mujeres al día son asesinadas por el único hecho de haber nacido mujeres, es un territorio muy extenso el de la violencia que se ha normalizado y algo que hacen los relatos patriarcales es justamente solaparlos, invisibilizarlos, alimentarlos: continuarlos. Las pintas violetas, verdes, amarillas, rosa fosforescentes en la victoria alada (Antonieta Rivas Mercado, de este lado del relato) es un pequeño mapa representativo de la situación: «México feminicida», «Amigas, se va a caer», «Estado feminicida», «Ni una menos», «Nunca más tendrán la comodidad de nuestro silencio», «Violicía», «Por las que no volvieron», «Autodefensa ya», «Pelea como niña».

¿Por qué les resultó tan molesto que cientos de mujeres nos reuniéramos para manifestar que estamos indignadas por un caso impune de violación, la violencia con la que hemos crecido y los altos índices de feminicidios que vivimos día con día? Voy a invocar otra vez a Elena Poniatowska porque en el relato patriarcal (aunque sobre decirlo, en el que los personajes pueden ser hombres o mujeres) se resume bien: la desobediencia de las mujeres es mal vista porque se espera que seamos de tal o cual forma. Eso es precisamente, en todos los grados de la violencia, lo que tanto daño nos hace. Estar encabronadas es nuestro derecho, como también lo es expresarlo. Esto no había pasado antes, esta es la potencia de lo que pasó y así es como resistimos en comunidad. De hecho, esta ha sido una de las grandes aportaciones de los feminismos latinoamericanos, cuestionar esta construcción de género que nos ha impuesto el patriarcado. México y Argentina han tenido importantes pasos en el activismo feminista, la marea verde en Argentina y las actrices pronunciando discursos en el Parlamento con pañuelos verdes a favor de los derechos de las mujeres; en México hace poco el pronunciamiento de las actrices en los Arieles con los pañuelos rojos y el puño en alto en busca de perspectiva de género en el cine. En Latinoamérica y en España, mujeres de diversos gremios nos reunimos, hablamos con la urgencia de articularnos en contra de la violencia de género. «Mexicanas al glitter de guerra» es un grafiti verbal al himno nacional, que además de cambiar al género femenino intercambió la palabra «grito» por esa diamantina rosa que modificó la narrativa del secretario de seguridad. Ese gesto mínimo transformó la narrativa. La diamantina, ese elemento asociado con lo superficial, la fiesta, el maquillaje, lo bajo, se transformó en un símbolo de resistencia. En la segunda marcha con una mayor convocatoria hubo diversos grupos de mujeres con ideas muy distintas, pero todas marcharon en sororidad, respetándose unas a otras. Esto, la razón de unión y manifestación, es lo que debe trascender la coyuntura. Urge cambiar la narrativa de los relatos patriarcales. No, no queremos leer otra columna de alguien hablando de feminismo para limpiar su imagen, queremos que tenga prácticas feministas. No, no queremos leer otra novela ni ver otra película de un hombre seduciendo a una y otra mujer. No, no queremos ver series en las que solo haya puntos de vista masculinos o historias en las que las mujeres sean cosificadas. No queremos leer noticias que den prioridad al ruido, necesitamos que expongan por qué se rompieron vidrios y se hicieron las pintas, no solamente las imágenes de las pintas y los vidrios rotos. No, no necesitamos el mismo relato patriarcal con esta forma y ahora con esta otra forma: nos urge cambiar la narrativa.

Fuente: https://elpais.com/sociedad/2019/08/24/actualidad/1566662938_247832.html

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