Patriarcado
Lucha por la equidad de género, de la mano de la lucha de clases
Por: Marcelo Colussi
En Guatemala, luego de la Firma de Paz en 1996, alguna vez un funcionario de un organismo internacional decía con vehemencia a los consultores que estaban dando forma a un proyecto de apoyo para víctimas de la guerra, que había que posicionar “muy claramente” el tema de género. “Género, género, equidad de género por todos lados”, pedía acucioso. “Eso es lo que los financistas quieren oír”, agregaba con un nada disimulado ímpetu. Esa insistente petición (¿orden?) abría un interrogante: el tema de género como se comenzó a posicionar para la década de los 90 del pasado siglo, ¿surge enteramente de las luchas político-sociales de las mujeres, o tiene algo de artificioso?
Plantear este tema puede verse como un velado machismo que sobrevive subrepticiamente en estas líneas. La intención, sin embargo, es abrir una crítica -serena, profunda y certera- sobre mucho de lo que la llamada “cooperación internacional” impone. La opresión del género femeninoa manos del masculino (patriarcado) es una más de tantas opresiones que recorren la actual dinámica humana, al igual que la económica (diferencia de clases sociales: explotación), la étnica (léase: racismo, “razas superiores” sobre “incivilizados”), el repudio de la diversidad sexual (heteronormatividad reinante descalificadora de otras opciones), adultocentrismo, blancocentrismo, y seguramente más de algún otro etcétera. Luchar contra cualquiera de esas asimetrías no puede hacerse en forma independiente, desgajada: todas las contradicciones se anudan. Imaginemos un mundo manejado, por ejemplo, por mujeres, o por negros, donde también se da la explotación económica (a los varones, o a los blancos): solo sería cambiar de amo. Una verdadera revolución debe modificar todas las asimetrías simultáneamente.
El tema de género, indispensable en las luchas por un mundo de mayor justicia, es de capital importancia. Pero lo que ha venido impulsando ese peculiar mecanismo llamado cooperación internacional en estos últimos años puede llamar a confusión. Vale aquí aquello de “divide y reinarás”. La atomización de las luchas sociales, en vez de potenciarlas, tiende a debilitarlas: cada quien por su lado con su pequeña parcela, logra poco. La cuestión de base no es, obviamente, “mujeres versus hombres”. La actual inequidad de género es un tema social, por tanto, involucra a todos los géneros, al colectivo en su conjunto. Reivindicar a Lorena Bobbit no es el camino.
Nos inspira en esa crítica lo dicho por la feminista comunista Silvia Federici: “No es casual que aunque el capitalismo se base presuntamente en el trabajo asalariado, más de la mitad de la población mundial [amas de casa, trabajadores precarizados] no esté remunerada. La falta de salarios y el subdesarrollo son factores esenciales en la planificación capitalista, nacional e internacional. Esos son medios poderosos con los que provocar la competencia de los trabajadores en el mercado nacional e internacional y hacernos creer que nuestros intereses son diferentes y contradictorios. (…) [Las mujeres] no estamos peleando por una redistribución más equitativa del mismo trabajo. Estamos en lucha para ponerle fin a este trabajo [doméstico no remunerado], y el primer paso es ponerle precio”.
La lucha por la equidad de género, sin articularse con las otras luchas, puede resultar incluso cuestionable. En tal sentido, nos permitimos citar palabras de una incansable luchadora guatemalteca, pionera en la lucha contra el patriarcado en el país, que por razones de seguridad pide ocultar su nombre (la llamaremos simplemente “Entrevistada”). He aquí extractos de una entrevista inédita donde ella plantea estos postulados.
(…) Pregunta: En los 80, en plena guerra, la lucha contra el patriarcado ¿ya empezaba a ser un eje importante?
Entrevistada: Creo que todavía no pasaba a ser tan importante en aquel momento. Creo que hasta ahorita se está reconociendo este tema. Pero no hay que dejar de reconocer que con los comunistas, con los clásicos, es que primeramente se da a conocer la opresión de las mujeres. En su momento no se le daba toda la importancia, pero fueron mujeres comunistas las primeras que plantearon la opresión y la lucha contra el patriarcado. Hay antecedentes de mujeres que venían luchando desde la Revolución Francesa, o desde las luchas de Lenin, y las mujeres comunistas ya habían recorrido un camino, pero nunca se visibilizó ese trabajo. Quizá la única que se visibilizó, seguramente por sus aportes teóricos, fue Rosa Luxemburgo. Después Clara Zetkin, pero no fue tan evidente, más bien fue ocultada. O también Alejandra Kollontai, que hablaba de la sexualidad de un modo pionero, y fue una de las primeras mujeres que ocupó cargos del Estado. Nadia Krupskaya, la compañera de Lenin, que fue una educadora, y así hay muchas mujeres que hasta ahora empiezan a visibilizarse y que en su momento no se las consideraba, pues se decía que no era tan importante la lucha de las mujeres. A pesar de que se tenía todo ese camino recorrido de las mujeres francesas, de las inglesas, por ejemplo con su lucha por el derecho al voto, por prejuicios no se quiere saber mucho de eso. El tema del patriarcado es como con el racismo: son cosas que tenemos tan arraigadas que ni las reconocemos como problema.
(…) El machismo está muy arraigado, es muy difícil combatirlo. Cuando se analiza el patriarcado una se da cuenta que nadie va a querer perder sus privilegios. Porque los hombres, hay que decirlo, tienen más privilegios que las mujeres. Por más que digan que están de acuerdo con la lucha de las mujeres, a la hora de hacer cambios reales de actitudes, de repartir poderes, es muy difícil hacer el cambio.
Pregunta: Cambiar profundamente los patrones culturales es difícil, sin dudas. La transformación social cuesta, con el patriarcado, con el racismo, con autoritarismo. “Vos sos mujer, entonces andá y prepará la comida”. Eso lo tenemos tan incorporado que cambiarlo es cuesta arriba. ¿Qué hacemos entonces?
Entrevistada: Está complicado. Todos los mandatos que trae la sociedad implican esa dificultad, es difícil cambiarlos. Esas son las actividades de las mujeres y estas son las de los hombres; eso parece ya escrito, y por más que quieras hacer cambios de actitudes, tiene que haber una fuerza grandísima para lograrla, y no es fácil. Creo que tienen que pasar generaciones para que se extingan, con un trabajo educativo y político continuo. Por la experiencia que se ve, no es tan fácil de cambiar.
(…) El patriarcado hay que verlo con todas sus facetas: no es algo que solamente sea en la casa. También la sexualidad, el trabajo, la violencia, el trabajo doméstico fundamentalmente. Es todo eso al mismo tiempo. Hasta el año 85 para mí era tan difícil poder ir hilvanando cada una de estas nuevas experiencias que iba reflexionando, porque las iba conociendo, y a partir de los años 85 cuando comparto las reflexiones con otras mujeres que ya lo estaban pensando, se me amplió el panorama. Creo que Cuba todavía no ha logrado definir políticas públicas de mayor impacto en la transformación de las mujeres. Las mujeres han tenido acceso a la educación, y eso está muy bien, pero creo que a la cultura del patriarcado tiene todavía muy arraigada sus raíces en la población, por lo que debe seguir trabajándose. Todo el movimiento de mujeres avanzó mucho en América Latina, y son ellas quienes avanzaron en la lucha contra el patriarcado. Sin embargo, con esto de los lenguajes políticamente correctos ahora hay un retroceso en la lucha. Creo que se ha venido despolitizando el tema de género, se lo ha aguado un poco.
Pregunta: ¿Por qué decís “despolitizado”?
Entrevistada: Porque ya todo el tema de género entró en una cierta moda, un planteamiento vinculado a la cooperación internacional, que fue tornándolo desideologizado, despolitizado. Se lo desvinculó de la lucha de clases, y así perdió toda su fuerza como lucha. Si en Cuba, con una revolución triunfante, cuesta ir haciendo los cambios necesarios, en un contexto como aquí, en Guatemala, de derecha, cuesta mucho más. ¡Cuánto nos costó a nosotras, las mujeres, el reconocimiento de la existencia de violencia en Guatemala! Eso era algo que se tenía por normal. Con toda nuestra lucha empezaron a cambiar un poco las cosas. Empezó a cambiar un poco el marco legal, y así lo empezaron a aprobar una serie de partidos, y en el tiempo, con las Conferencias de las Mujeres organizadas por la ONU, fue que se empezó a reconocer la violencia. Ahora están las leyes, pero su aplicación así como se hace es muy deficiente todavía. Todavía a las mujeres se las manipula, se las excluye; se las hace estar más interesadas en ver la tecnología o la moda, y eso impide que las mujeres estén pensando en tomar conciencia de que son objetos, de que las ven como objetos. La violencia real sigue existiendo, el golpe, la violencia económica, psicológica, y también política.
Pregunta: Desde el 96, cuando se firma la paz, todo se empieza a inundar de cooperación internacional. Fue una avalancha de dólares y euros. Hasta se “puso de moda” el tema de género. ¿Qué opinás de todo eso?
Entrevistada: Creo que desde allí viene la despolitización. Con esa avalancha de dinero cualquiera hacía su grupo sin ningún objetivo estratégico, para conseguir algunos fondos, solamente hablando de equidad de género como una cierta moda que se había instalado. Era un chantaje. Para nosotras fue fundamental tener a la URNG, [Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, unión de los cuatro grupos guerrilleros existentes en ese entonces] porque íbamos luchando dentro de ese marco, al tener la unidad con las otras organizaciones. Teníamos muy claro cuáles eran los lineamientos dentro de ese marco. Como no dependíamos de la cooperación internacional, no teníamos la presión de responder a su agenda. El tema de la organización que propiciábamos estaba más enfocado en las necesidades y la educación formal y no formal de las compañeras, ya que coordinamos con IGER [Instituto Guatemalteco de Educación Radiofónica] la educación primaria y secundaria para mujeres, y lo informal iba acompañado de lo formal. En un inicio nos criticaron, porque las mujeres estábamos haciendo lo tradicional, porque dábamos costura, dábamos cocina, pero eso era lo que las mujeres querían. Pero por otra parte, y esto es lo importante, estas mujeres también estaban recibiendo la escuela primaria, y además había trabajo ideológico a través de los cursos que se daban. Con el partido diseñábamos los contenidos, sin dejar de tener en cuenta el contexto nacional e internacional, las condiciones de la fábrica, las condiciones laborales, las relaciones familiares, cuestiones de sexualidad, cuestiones de violencia. Fue una de las experiencias más significativas para nosotras, tener esa participación de las mujeres de sectores populares. (…) Después empezó la represión, principalmente en las fábricas. También el neoliberalismo iba avanzando, entonces iban desplazando las fábricas nacionales. En ese período de auge de las luchas y de la organización sindical fue que aprovechamos para darles herramientas para se pudieran defender.
Pregunta: Ya pasaron años trabajándose los temas de género, por lo que puede ser pertinente esta pregunta: la cooperación ¿sirve para impulsar cambios o puede funcionar como un freno en las luchas sociales?
Entrevistada: Siempre he pensado que sí, funciona como freno. Nunca se ha logrado hacer una agenda de negociación real entre la cooperación y los movimientos sociales, más del movimiento de mujeres Es una forma de control. Dan el dinero para los proyectos, pero te la pasás haciendo foros, reuniones, mientras te están controlando, y después hay que entregar un informe de qué es lo que se hace, quiénes son los participantes. En realidad es como un control dentro de la población –como una CIA metida adentro–. Allí está ese control, por todas partes. Los grupos de solidaridad con que trabajábamos no te pedían eso. En cambio hoy te dan un almuerzo y tenés que llevar los listados de todos los asistentes; es un control permanente, y además te ponen la agenda. Siempre tiene que estar alguien de la cooperación en cada inauguración, porque tienen que mostrar que financian las actividades. Todo eso le quita autonomía a las organizaciones, y a veces se termina priorizando solo lo de género pero solo en este marco que te fijan, y la cooperación no te permite el trabajo de clase, porque lo de etnia lo hace como parte de la cultura, pero controlado. La cooperación te dice qué se puede tocar y qué no. El tema de lucha de clases salió de escena.
(…) Hoy se habla de género pero no de clase, y antes hay clase pero no género. A nosotros nos tocó hacer esa articulación. Con el movimiento sindical nosotras articulamos las demandas de género con las de clase, así como también lo de etnia. Pero no nos dio tiempo para hacer todo lo que pretendíamos. Estábamos ante temas difíciles de tratar, de visibilizar. Queríamos hacer entender que el acoso sexual no solo se da por el empresario, sino que se da por los compañeros trabajadores también. Chocábamos ahí contra prejuicios, por eso tuvimos que ponernos a pensar y trabajar para que los compañeros se dieran cuenta del asunto.
Pregunta: El tema del patriarcado, ¿te parece que está suficientemente abordado en el campo del movimiento comunista, o ves un déficit allí?
Entrevistada: Cambiar el patriarcado es difícil, complicado. Para los hombres es un asunto difícil, porque no quieren perder privilegios. ¿Quién quiere perderlos? Y cambiar el patriarcado es cambiar relaciones de poder. Por supuesto, para los hombres es cómodo seguir manteniendo sus cuotas de poder. No es tan sencillo cambiar eso por decreto.
Fuente e imagen tomadas de: https://rebelion.org/lucha-por-la-equidad-de-genero-de-la-mano-de-la-lucha-de-clases/
La afectualidad como expresión fratriarcal emancipadora de los arquetipos patriarcal y matriarcal
Por: Iliana Lo Priore
Para iniciar este artículo, quiero afirmar que nos reconocemos, junto a otros y otras, como FRATRIOTAS GLOCALES. Fratriota proviene del término fratria que significa hermandad o fraternidad y glocal es un acrónimo compuesto por sílabas de las palabras global y local. Ello quiere decir que estamos comprometides afectualmente con la prevalencia de la fraternidad o solidaridad hermanadora como práctica vital y existencial de realización al lado de las otredades o alteridades eco-socio-naturales en la Tierra, a diferentes escalas espaciales o territoriales.
El fratriarcalismo es un arquetipo mediador y superador, a la vez, de los arquetipos patriarcal y el matriarcal; así lo ha argumentado en sus investigaciones en torno a la cultura simbólica el reconocido hermeneuta Andrés Ortiz-Osés. Los arquetipos son configuraciones simbólicas que habitan el inconsciente colectivo e individual que articulan tipos de imaginarios arcaicos o primitivos, mitos, con representaciones ideológicas y actuaciones socioculturales actuales en los hombres y mujeres, dotándolas de significaciones y sentidizaciones. El símbolo, o lo simbólico, es una relación de analogía ambivalente y coimplicante entre un primer sentido atribuido a algo con un segundo sentido que demanda interpretación o comprensión.
El patriarcado, el matriarcalismo y el fratriarcalismo se pueden considerar como estructuras psicosociales simbólicas que inducen actuaciones de sociedades, grupos e individuos alrededor de sus arquetipos dominantes en una cultura dada. Los cuales propician creencias, prejuicios, estereotipos, valoraciones y otras significaciones en la psique que inciden en las prácticas sociales.
Las estructuras psicosociales simbólicas han atravesado un tránsito histórico que según Ortiz-Osés (1993), se ha evidenciado en las antiguas confrontaciones de Oriente y Occidente, en las que Oriente influyó sobre Occidente, siendo el primero prevalecientemente matriarcal y naturalista, y el segundo, patriarcalista y racionalista. Sin embargo, con el tiempo el patriarcado avasallará al maternalismo y se impondrá de modo hegemónico.
Tales avasallamientos tuvieron primordialmente escenario en la Grecia antigua. El surgimiento y desarrollo del patriarcalismo conllevará a la supremacía de lo suprasensible u objetivista en detrimento de la sensibilidad matriarcal; así la relevancia de las diosas terrenales fue opacada por los dioses del Olimpo; se transfiguró el derecho natural matriarcal en derecho civil patriarcal; se sobrepuso el mundo tecno-lógico masculino al mito-lógico femenino; se impuso la cultura de la competitividad o autosuperación prometeica sobre la cultura de la paz y la igualdad maternalista, y el Logos del patriarcado subordinó al Eros femenino.
Este último aspecto es retomado en el presente por quienes abogan a favor de recuperar el eros maternal para fusionarlo con la razón técnica paternal con el propósito de humanizar la tecnología y contrarrestar su utilización por la racionalidad instrumental que convierte todo en medio, recurso o instrumento, cosificando al entorno-mundo, depredando la naturaleza y alienando a hombres y mujeres. Asimismo, nosotros hemos planteado que hay que reivindicar la afectividad matriarcal neutralizada por la suprasensibilidad u objetividad antisubjetiva de la razón tecnocrática del patriarcado, para potenciarla y transfigurarla en afectualidad o empatía hermanadora (Lo Priore y Díaz, 2019), es decir, pensar, sentir y sentirse juntos, como expresión del arquetipo del fratriarcado emergente ante la sustitución histórica que sufrió en el pasado remoto el arquetipo matriarcal y el agotamiento que sufre en la actualidad el patriarcado en crisis.
Por otra parte, consideramos que el naturalismo vinculado a la matriarcalidad está asociado como antecedente también histórico, a los planteamientos ecosóficos o de ecología integral de relaciones ambientales, sociales y mentales para proteger y redefinir la vida planetaria o local en la actualidad, que contemple a la naturaleza recuperada como otredad, y civilizatoriamente a las sociedades proyectándolas en otro mundo posible para el habitar contrario a la explotación de la Tierra o Pachamama y de los seres humanos.
La matriarcalidad en el pasado remoto estuvo imbricada con la producción o economía agraria debido a la división social del trabajo con los hombres en esas épocas, lo que conllevó a la relación estrecha de las mujeres con las plantas y el conocimiento de sus propiedades culinarias y curativas, asumiendo la condición de ser una forma de conciencia de la naturaleza, lo que le ocasionó a las mujeres su persecución patriarcal acusadas de prácticas de brujería o hechicería por preparar brebajes, pócimas y ungüentos naturistas. En consecuencia, el matriarcado sería fundante de la ecoprotección naturalista preventiva inmunizadora y medicinal de los enfermos o contagiados por las enfermedades y pestes de la época.
Simbólicamente el matriarcalismo será omniabarcante al establecer nexos desde relaciones imaginarias fundamentales sacras o religiosas (la madre-virgen en el cristianismo) hasta cosmogónicas (las estrellas, la luna, la energía, el agua, la tierra, los animales, las plantas, etcétera). Aquí es oportuno aclarar que la educación de los hijos, o de los niños y niñas, es de origen matriarcal o femenino afectivo e igualitario, luego a través de la educación formal y escolar, se entroniza el autoritarismo o el patriarcado estatal, desafectivo y desigualador
Todo ello, históricamente, estructuró culturalmente una psique en la que simbólicamente se afianzó el arquetipo paternalista o masculino sobre el maternalista o femenino de origen arcaico y mítico de las madres-divinidades, en el mundo Occidental, occidentalizado o colonizado. No obstante, lo femenino no ha dejado de manifestarse como renuencias, resistencias y luchas feministas por la igualdad y equidad de género ante las imposiciones y arbitrariedades del poder patriarcal que ha ocasionado, entre otros aspectos condenables, feminicidios.
La aproximación a la comprensión de los arquetipos culturales infraestructurales de la sociedad occidental de Ortiz-Osés (1993) es antropológico-hermenéutica-simbólica que parte de los tres enclaves de Matria, Patria y Fratria, que se corresponden con tres concepciones de los discursos configuradores del imaginario socio-cultural y de su confrontación ideológica y política conflictiva: naturismo, autoritarismo y democracia auténtica.
Disputa simbólica que aparece como lucha subyacente entre un patriarcal poder omnipresente y la búsqueda de la seguridad y protección cuasi maternal, que puede converger perversamente en la identificación de la protección con la dependencia del autoritarismo y vigilancia panóptica estatal-paternalista, sacrificando o postergando alcanzar la emergente emancipación o liberación de la autonomía libertaria, comunalista, justiciera e igualitaria fratriarcal o afectual.
Esa emergencia o insurgencia emancipadora se anuncia como rebelión de las fratrías, insurgencias de las hermandades o grupos afectuales que comparten intereses comunes en contra del autoritarismo patriarcal o estatal y de los intereses oligárquicos o capitalistas dominantes. Esta comunidad de aspiraciones fratriales (obreras, feministas, juveniles, sexuales, etcétera) aparece reclamando reconocimientos, espacios y transformaciones debido a la crisis del paternalismo y a la debilidad del maternalismo. Por ello, el fratriarcalismo o la afectualidad se presenta como una opción convivencial o societal alternativa a la sociedad capitalista y la “socialista” existentes.
De allí que el fratriarcalismo se manifiesta como mediación relacionista dialógica alternativa al matriarcalismo y al patriarcalismo, el logos y eros, la razón tecnológica y la razón sensible, objetividad y subjetividad, racionalidad instrumental y afectualidad, modernidad y posmodernidad, desigualdad y justicia social, mercantilismo y solidaridad, individualismo y reconocimiento de los otros, inhumanidad y derechos humanos, anticultura monologa y diálogo pluricultural, valoraciones pragmáticas y ética, capitalismo neoliberal y capitalismo de Estado o socialismo, narcisismo e intersubjetividad/trans-subjetividad, indefensión pandémica y protección panóptica o disciplinaria-normalizadora, educación neoliberal y educación emancipadora, etcétera.
Con esta interpretación se puede hacer frente a la crisis del raciocinio dominador simbólico del patriarcado y superarlo al socavarlo en sus fundamentos infraestructurales arquetípicos, favoreciendo el relaciocinio dialógico-afectual simbólico de la insurgencia del fratriarcalismo democrático radical, comunitarista y ecoprotector inmunitario emancipador.
Referencias
Lo Priore, I. y Díaz, J. (2019). Emancipación de las subjetividades en las infancias y juventudes. Afectualidad, uso de las TICs y educación liberadora. México: Ediciones MASFE.
Ortiz-Osés, A. (1993). Las claves simbólicas de nuestra cultura: matriarcalismo, patriarcalismo, fratriarcalismo. Barcelona: Editorial Anthropos.
ilianalopriore11@gmail.com
Fuente: https://insurgenciamagisterial.com/la-afectualidad-como-expresion-fratriarcal-emancipadora-de-los-arquetipos-patriarcal-y-matriarcal/
Feministas piden retirar la guía de educación sexual en institutos valencianos por “defender la pornografía”
Por: La Vanguardia/RAQUEL ANDRÉS DURÀ
El colectivo feminista el Front Abolicionista del País Valencià ha pedido la retirada de la guía de educación sexual ‘Els nostres cossos, els nostres drets’ de los institutos valencianos porque consideran que es “neoliberal y patriarcal” porque “defiende la pornografía, la prostitución como trabajo sexual, los vientres de alquiler, la donación de óvulos, o la asistencia sexual para personas con diversidad funcional”.
Así lo han explicado en rueda de prensa las activistas Laura Gómez y Puri Lietor. Han recordado que han enviado una carta pidiendo la retirada del documento vigente desde 2018 al conseller de Educación, Vicent Marzà.
En ella sostienen que 21 mujeres integrantes y colaboradoras del Front han estudiado, analizado y debatido el contenido de la guía y han “llegado a la conclusión de que no es un material adecuado” y que lo consideran “pernicioso para la comunidad educativa”.
La respuesta de la Conselleria: “Es una acusación muy seria”
Aunque las activistas han asegurado no haber recibido respuesta de la Conselleria, esta ha asegurado a este diario que se han reunido con el Front Abolicionista y “ha dado respuesta a sus peticiones”.
En ella, ha propuesto al colectivo que, si lo desean, pueden elaborar otra guía abordando perspectivas complementarias y que estudiarán “la conveniencia de difundirla entre la comunidad educativa”.
En cualquier caso, han subrayado que los materiales se han encargado “a personas expertas” y que “no se vulneran valores relacionados con los derechos humanos”. Revelan que la guía fue supervisada por un Consejo de Revisión de Contenidos compuesto por 19 personas expertas (13 mujeres y 6 hombres).
“Los materiales didácticos son para que se trabajen y sirvan de debate y reflexión, por eso hay total libertad para opinar sobre los diferentes aspectos que se plasman en estos. Prohibir o censurar en este sentido materiales didácticos con los que se puede estar de acuerdo o no, no es tarea de la Administración”, prosigue la Conselleria en un comunicado.
Asimismo, sostienen que decir que la guía se pronuncia a favor de la pornografía “es una acusación muy seria que no se corresponde con la realidad”.
Desde el Front lamentan que la guía no explica la prostitución ni analiza sus causas
El Front Abolicionista se queja de que en la guía hay una “ausencia de la coeducación en las bases teóricas”, “no ha habido una colaboración participativa de la comunidad educativa ni de personas expertas en sexualidad humana”, “apuesta por la diversidad y no por la igualdad entre mujeres y hombres”, tiene un “tratamiento confuso del sistema sexo-género” y “carece de una base científicamente rigurosa”.
También denuncian que el documento “se pronuncia a favor de la pornografía sin considerarla como la escuela de violencia sexual hacia las mujeres”, “carece de referencias sobre la prostitución como violencia sexual hacia las mujeres, posicionándose a favor de considerarla ‘trabajo’”, tiene una “postura favorable a la explotación reproductiva comercial del cuerpo de las mujeres, es decir, de los llamados ‘vientres de alquiler’”, “fomenta la hormonación temprana y modificaciones corporales a menores sanos” (en relación a la transexualidad).
Lamentan que “en la guía no hay ninguna actividad en la que se analicen las causas de la existencia de la prostitución y sus graves consecuencias en las mujeres prostituidas, en el conjunto de mujeres y en la sociedad. Ni siquiera hay una actividad en la que se explique en qué consiste la prostitución”. En este sentido, critican que “no hay referencia alguna al proxenetismo, ni a la vulnerabilidad extrema de las mujeres”.
Por todo ello, consideran que la guía “se suma a las políticas y cambios en legislaciones pretendidos cuya consecuencia última es el borrado de las mujeres, de las normativas y espacios sociales, políticos y jurídicos que hasta hoy el feminismo ha logrado para garantizar los derechos para las mujeres”.
Muchos de los aspectos mencionados son objeto de fuerte debate dentro del movimiento feminista, que tiene distintas visiones sobre la prostitución o la identidad de género.
Las autoras lamentan la crítica “violenta” y las “acusaciones gravísimas”
La Vanguardia ha accedido a la contestación de los autores de la guía, Rosa Sanchis, Charo Altable y Agustín Zaragozá. En ella, defienden que la guía “nació con el espíritu de conectar con la juventud para luchar contra el machismo pero también con las discriminaciones que provoca la diversidad” que encuentran en el aula y que, para ellos, “no es ninguna incompatibilidad”.
Aseguran que querían que la guía fuera una página web abierta a modificaciones y a sugerencias y “no un PDF cerrado”, pero problemas de presupuesto no lo permitieron. Aún así, recalcan que “no es una guía-catecismo” y que está abierta a ser “revisada, cambiada y actualizada”.
Argumentan que el Front ha hecho una interpretación de la guía “de brocha gorda” y que “no se ha leído con rigor, se han malinterpretado muchos conceptos y se hacen acusaciones gravísimas”, como que se presentan textos “de personas que promueven la pedofilia o la violación” o “que se posiciona a favor de la pornografía e induce al alumnado a verla y a practicarla”.
En este sentido, desde el Front se les ha criticado que empujen a las jóvenes a hacerse fotos íntimas y a enviarlas, y los autores se defienden argumentando que, lo que buscan, es “deslegitimar el porno vengativo, que no es culpa de quien comparte las imágenes en un entorno íntimo, sino de quien las comparte sin permiso”. Por lo que buscan “desculpabilizar” a las víctimas y “apoderar a los espectadores para que actúen contra la violencia y no sean cómplices”.
Por todo ello, los autores manifiestan su “disconformidad, tristeza y asombro” ante la “manera violenta” que han tenido desde el Front de criticar la guía y han asegurado que están “contra todo tipo de violencia sobre las mujeres y contra todo tipo de mercantilización del cuerpo de las mujeres”.
En el texto muestran su “asombro” ante el hecho de que el colectivo feminista haya expresado sus críticas en público sin antes contactar con las autoras y sugieren que “entre compañeras se critica, se escucha, se pregunta y se proponen cambios o se hacen propuestas”.
Por último, sostienen que la guía es “una brújula para el profesorado”, pero que es él quien debe adaptarlo con un enfoque personal en base a lo que se encuentra en el aula.
“Hay una clara relación entre las ‘ manadas’ y el porno”
Una de las principales críticas del Front es hacia la pornografía, que aseguran que en la guía se contempla tratarla sin entrar en qué hay detrás. En este sentido, Puri Lietor ha valorado que hay “una clara relación entre las “manadas” y el porno”: “Si buscan en Google ‘culo y tetas’, los menores ven un sexo entre adultos y dan por hecho algo que no es. Luego con la primera novia quieren hacer lo que han visto en los vídeos, y las chicas lo aceptan para que no les dejen por otra”.
“Las prostitutas nos dicen que los puteros son cada vez más jóvenes y más violentos. Ahora se contrata a una mujer entre varios para hacer con ella lo que quieran”, ha denunciado.
En este sentido, han aportado algunos datos sobre el portal Pornhub: en 2019 se registraron 42 billones de visitas (8,7 billones más que en 2018). En los vídeos, sostienen que “mientras las mujeres son cosificadas y llevan adelante el disfrute masculino, los dueños de la acción son los hombres.
“Las mujeres permanecen activas, pasivas, complacientes, atadas, abofeteadas, abusadas, por un individuo o por varios. No hay deseo femenino, ni elección femenina ni control femenino”, prosiguen.
Entre los vídeos “con más millones de descargas”, están aquellos que “equiparan deseo y virilidad violenta” con “abusos, violaciones, incesto o pedofilia”. Así, categorías como ‘Por favor para, por favor para’ tienen más de 1.500 vídeos, y ‘Ella dijo no’, otros 1.500. También hay otras categorías de “desmayadas, drogadas, dormidas y borrachas”.
Añaden que algunos títulos como “Prostituta callejera es asaltada en una violación grupal” tiene 6,9 millones de visitas y un 64% de ‘me gusta’. EL vídeo “Joven abusada por su profesor de deporte” acumula 5 millones de visitas y un 60% de ‘me gusta’.
El Front recuerda las declaraciones de la exactriz porno, Vanessa Belmond: “Tienes unos cuantos desgarros anales cuando haces esas escenas, y si tomas un analgésico muy fuerte, es mucho más fácil hacerlo. Te piden que sonrías, consientas y hagas ver que te lo pasas bien”.
El colectivo ha añadido que el libro Nueva pornografía y cambios en las relaciones interprofesionales de Carme Orte y Lluís Bataller, de la Universitat de València, daba datos reveladores.
En la obra se entrevistó a casi 2.500 jóvenes de siete comunidades autónomas de entre 16 y 29 años, en su mayoría heterosexuales, y apuntaba a “un aumento de las ‘manadas’ en el estado español”. Reflejaba que casi un 70% de los jóvenes españoles había visto porno por Internet y que suelen acceder por primera vez a los 8 años, aunque su consumo se generaliza a los 14 años.
*Fuente: https://www.lavanguardia.com/local/valencia/20200804/482678206480/front-abolicionista-pv-retirar-guia-educacion-sexual-institutos-valencianos-defender-pornografia.html
Argentina: ¡Basta de #JUSTICIAPATRIARCAL, queremos a las #INFANCIASLIBRES!
América del Sur/Argentina/16-08-2020/Autoras: María Fernanda Pagura(☆) y Dolores Covacevich(☆☆) | INESI/Fuente: inesi.com.ar
En las últimas horas trascendió un hecho de abuso sexual que implica a un padre y su hija de 6 años. [1]
Si bien el caso está en investigación en la UFI N°3 de Esteban Echeverría, especializada en delitos sexuales y violencia de género, creemos que es importante señalar que la situación de pandemia los abusos sexuales en las infancias continúan pasando y al no estar la escuela en modo presencial, las denuncias han bajado considerablemente, por lo que las personas mayores responsables deben estar aún más atentas.
Según los datos del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, 1 de cada 5 niñes sufre abuso sexual. Casi el 80% de los abusadores son familiares. El 90% son varones. [2]
Esperamos que este no sea otro caso donde se vulneren los derechos de niñes. Ya pasamos por muchas instancias donde la justicia no es tal y revictimiza a las víctimas de violencias y abusos, colaborando a perpetuar el sometimiento de las mujeres y la impunidad de varones. Como plantea Rita Segato en su libro “Contra-Pedagogías de la crueldad” la historia de la burocracia no es la historia de las mujeres, es la historia del patriarcado. La historia del Estado es la historia del patriarcado. Siendo la justicia uno de sus tres poderes, en estas prácticas de jueces y juezas se materializa la defensa del sistema de dominación, desconociendo vergonzante el plexo normativo vigente y justificando la vulneración de derechos de las infancias. Se torna urgente deconstruir estos sistemas de complicidades entre varones y con quienes gestionan la justicia.
Por todo ello, volvemos a insistir en la importancia de la Educación Sexual Integral en todos los niveles y modalidades del sistema educativo desde una perspectiva de género y de derechos humanos.
Reiteramos que en la Resolución 340/18 (2018) se establecen los núcleos de aprendizajes prioritarios por nivel en donde se propone trabajar sobre todo en el Nivel inicial y Primario la confianza, la libertad y la seguridad para expresar ideas, opiniones y pedir ayuda, la adquisición de pautas de cuidado y auto-protección, el concepto de intimidad y cuidado de la intimidad propia y de los otros/as, poder decir “no” frente a interacciones inadecuadas con otras personas, la vulneración de derechos: el abuso sexual, la violencia de género y la trata de personas, entre otros.
La ESI es una de los principales recursos que tenemos en las aulas para habilitarles la palabra a niñes y jóvenes. Porque muchas veces, los espacios de crianza no son “el lugar de afecto, confianza y respeto”.
También nos preguntamos como sociedad ¿qué pasa en las redes sociales? ¿qué entendemos por cuidar a las víctimas, difundiendo audios donde se relata un abuso? ¿sirve el escrache como práctica de “información”, sobre todo cuando hay menores involucrades que no dieron su consentimiento para esto? ¿estamos teniendo en cuenta a las infancias en el brote del enojo de “salir a decir que repudiamos un hecho”?
Por todo esto, recordamos que les niñes son sujetos de derechos, y les adultes (desde familiares hasta usuaries de redes) tenemos una responsabilidad en todos los procesos que les involucren, no hacemos lo que queremos con elles, no son nuestra propiedad. ¡Tampoco de la justicia!!!!
#bastadeimpunidad #bastadecomplicidad #bastadejusticiapatriarcal #infanciaslibresdeviolencias #esiparavivirlibres #esiparapoderhablar #laprofetecreesiempre
☆María Fernanda Pagura es investigadora, extensionista y docente, Fac. Cs. Económicas UNL e Institutos de formación docente Pcia de Santa Fe y parte del Equipo INESI.
☆☆Dolores Covacevich es Lic. en Ciencias de la Educación. Integrante del área de Género y Sexualidades del Instituto Olga Cossettini, y del Programa ESI FHUMyAR UNR y parte del Equipo Inesi.
[2] https://www.argentina.gob.ar/abusosexualinfantil
Fuente: https://inesi.com.ar/basta-de-justiciapatriarcal-queremos-a-las-infanciaslibres/#top
Estudio Mundial: “Esto no es vida”. Mutilación femenina
Todo se trata del dominio cultural del patriarcado. Hombres y mujeres perpetuando la afrenta al derecho de las niñas.
Tres millones de niñas están en riesgo de ser mutiladas cada año.
“He visto varias pacientes. Es algo increíble. Es un tejido fibrótico que sangra por la sequedad de la zona. Mujeres con unos rostros con el dolor a flor de piel, a las que les cortan los labios mayores y menores, el clítoris y no le suturan la zona. Dejan que se cicatrice solo. A veces están meses intentando que cierre la parte cortada de la niña. Cuando se hacen grandes, las cicatrices, son inmensos queloides. Hoy, después de cuatro largos años en África, una keniana que estudió en Cuba, me confesó que su mamá se suicidó por las secuelas de la mutilación”, cuenta la doctora E. P
Ella, como millones de sobrevivientes -comenta- rompe con siglos de silencio y convierten el dolor en solidaridad, por las que están en riesgo, de cero a 15 años.
La Unicef calcula que el 91 por ciento de las egipcias han sido sometidas a la amputación total o parcial de sus genitales. De unas 140 millones de mujeres que sufren las consecuencias de esta “tradición”, más de 90 millones están en África, la mitad en Etiopía y en Egipto, donde hasta las antiguas momias, dan triste fe de que el deseo de las mujeres, lleva más de 5.000 años perseguido.
Todo se trata del dominio cultural del patriarcado. Hombres y mujeres perpetuando la afrenta al derecho de las niñas.
Los egipcios no relacionaban el clítoris con el placer sexual, y si con el deseo. La mayoría pensaba que una mujer que hubiera sufrido “un corte”, podía llevar una vida sexual satisfactoria dentro del matrimonio. Sin embargo, el doctor Mohsen Gadallah, de la Universidad Ain Shams de El Cairo, insiste en que “todavía hay resistencia a renunciar a esta tradición, especialmente en las áreas rurales del sur de Egipto. Las tasas de niñas sometidas a mutilación genital bajan, aunque muy lentamente”.
Consigna un pesquisaje en hospitales de El Cairo, con casi 700 mujeres de entre 16 y 55 años, que la mitad habían sido sometidas desde niñas a mutilación genital.
Con una muy difícil posibilidad de que las respuestas fueran todas verosímiles, fundamentalmente por cuestiones religiosas, lograron conocer que el 85 por ciento sufrieron amputación del clítoris, parcial o totalmente, por lo general a la edad de ocho años. El 15 por ciento restante también había perdido los labios menores y, en algunos casos, los mayores.
Un estudio científico dirigido por Tarek Anis, presidente de la Sociedad Panárabe de Medicina Sexual y profesor de sexología en la Universidad de El Cairo (Egipto), certificó en 2012 que la mutilación genital reduce el placer sexual de las mujeres.
Para tratar de entender, dos años antes, la Organización Mundial de la Salud (OMS) llevó a cabo un estudio en dos pueblos al sur de Egipto y en los suburbios de El Cairo, para concluir que el motivo “cultural” para cortar el clítoris de las niñas, es garantizar su virginidad y su fidelidad después del matrimonio. Entre los jóvenes encuestados, “la falta de mutilación genital conduce a las mujeres a la promiscuidad y a la sexualidad excesiva”.
Junto con el matrimonio infantil, la mutilación lastima a centenares de millones de niñas en todo el mundo.
Activistas en contra
“Tenía sólo 10 u 11 años cuando mi padre decidió circuncidarme. Sería la quinta esposa de un hombre de 70 años”. Purity Soinato Oiyie, confiesa que se lo dijo a la maestra y ella informó a la policía. No sabe aún cómo la suerte la acompañó y la policía la retiró del lugar, dos horas antes de la ceremonia de ablación. Fue la primera niña de su aldea en decir no a la mutilación genital femenina.
Cuando Jaha Dukureh tenía 15 años, viajó sola desde Gambia a Nueva York para casarse con un hombre que no había visto antes. Su matrimonio no se podía consumar hasta que fuera revertida la infibulación. En ese momento supo que cuando era una bebé, la habían sometido a la mutilación genital femenina. Le había quitado totalmente el clítoris, cosidos los labios vaginales y hasta la vagina misma. Sólo no lastimaron el orificio para orinar y menstruar.
La mutilación genital femenina (MGF) es una práctica que implica la alteración o lesión de los genitales femeninos por motivos no médicos y que internacionalmente es reconocida como una violación grave de los derechos humanos, la salud y la integridad de las mujeres y las niñas.
La abominación se clasifica. Tipo I: extirpación del prepucio, con o sin extirpación de parte o de todo el clítoris. Tipo II: extirpación del clítoris con extirpación parcial o total de los labios menores. Tipo III: extirpación de parte o de todos los genitales externos y sutura/estrechamiento de la abertura vaginal (infibulación).
Magda Ahmed, líder rural, comparte uno de los logros. Ella fue capaz de cambiar la opinión de una madre acerca de la mutilación genital femenina a su hija. “Me prometió que nunca nadie la convencería de hacer daño a su hija de esa manera. Ahora me doy cuenta de que mi papel como líder rural es fundamental en la comunidad”.
“Muchas niñas huyen de sus casas con tan sólo lo que llevan puesto”, afirma Apaisaria Kiwori, matrona jefa del refugio que se construyó con la intención de acoger a 40 niñas, pero ya ha recibido a más de 300 durante la ‘temporada alta’, cuando la tribu indígena kurya lleva a cabo la mutilación genital femenina.
Son nombres reales de mujeres rebeldes ante la afrenta
Sin ir más lejos. Los buscadores de noticias refieren la muerte de bebitas y niñas como consecuencia de la ablación, desde el 2007 y 2012 en Colombia, y las últimas en Somalia, 2018 y 2020 en Etiopía. Y eso es lo que se sabe, porque la práctica ha sido callarse.
El silencio frente a las consecuencias. Mutismo ante las complicaciones de salud a corto y largo plazo. El sigilo incluye el dolor crónico -sicológico y físico- infecciones, sangrados, mayor riesgo de transmisión del VIH, ansiedad y depresión, infecundidad, complicaciones durante el parto y, en el peor de los casos, la muerte en cerca de 30 países de África y de Oriente Medio y Asia meridional. También en algunos países asiáticos (India, Indonesia, Iraq y Paquistán) y comunidades de Latinoamérica. Asimismo, persiste en las poblaciones emigrantes que viven en Europa Occidental, en Norte América, Australia, Gran Bretaña y Nueva Zelanda.
Y es que en ciertas sociedades, la mutilación genital femenina es una práctica rara vez cuestionada. Aun así, en 1989, mujeres organizadas denunciaron esta forma de violencia.
En 2012, la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas levantó un llamado internacional -ONU-Mujeres, Unicef y el Fondo de Población de la ONU- al designar el 6 de febrero como el Día Internacional de Tolerancia Cero para la Mutilación Genital Femenina, y el 2030 como meta de eliminación. Se hace largo, urgente y la contienda es difícil, justamente donde es una norma social. Se continúa practicando, casi 30 países, aunque el procedimiento esté prohibido en algunas naciones, con un marco legal para ello.
Sólo empoderándose, puede una mujer librar su pensamiento, espíritu y cuerpo, para resistir la presión de la aceptación y el temor al rechazo de la comunidad.
Colombia ha abierto espacios para la reflexión. La ablación es una práctica ancestral en las comunidades emberá chamí y emberá katío de Risaralda, y de los departamentos de Chocó y Caldas.
Aracely Ocampo, defensora del Pueblo de Pueblo Rico, denunció en 2007 la muerte de una menor indígena de la etnia emberá chamí, a consecuencia de la extirpación del clítoris. El ritual de la ablación es un «procedimiento rudimentario y antiséptico», dijo, donde las familias de esa etnia someten a las adolescentes, entre 14 y 17 años, a ese proceso de mutilación.
Desde ese propio año, a partir del proyecto Embera Wera (Mujer Emberá), las comunidades indígenas, de conjunto con el Instituto Colombiano de Bienestar y Familiar, el Fondo de Población de la ONU y la Organización Indígena de Colombia -ONIC- han deliberado en torno a sus derechos y a sus vidas. Los mandatos Embera son acuerdos de las Autoridades legales y Espirituales Indígenas, en los que se comprometen con la erradicación de la práctica.
La propia ONIC explicó que «la práctica de la “clitoridectomía” de una niña de la reserva indígena Gito Docabu, del pueblo emberá chamí y que originó su deceso, los remite a casos análogos anteriores, “que tienen que ver con nuestras prácticas ancestrales y autonomía».
La cultura debe generar vida y no muerte
Existen reportes similares en grupos indígenas desde Brasil, México, Ecuador y Colombia.
«Lo hacen dizque con una tijera o con una cuchilla o lo queman con una cuchara, la ponen a calentar en el fuego, en una leña, y lo van machucando para que se vaya chamuscando el clítoris de la niña». Lo dice una Embera Chamí y asegura que también es una práctica entre indígenas Nasa de Colombia.
Hay que explicar y no cansarse de decir, que las complicaciones inmediatas pueden incluir: dolor intenso, hemorragia, inflamación de los tejidos genitales, fiebre e infecciones como el tétanos. Problemas urinarios, lesiones de los tejidos genitales vecinos, estado de choque y la muerte. De no suceder lo peor, a largo plazo, las consecuencias pueden ser: infecciones urinarias (micción dolorosa, infecciones del tracto urinario); problemas menstruales (menstruaciones dolorosas, tránsito difícil de la sangre menstrual, etc. Trastornos vaginales (leucorrea, prurito, vaginosis bacteriana y otras infecciones); tejido y queloide cicatriciales. También problemas sexuales (coito doloroso, menor satisfacción, etc.); mayor riesgo de complicaciones en el parto (parto difícil, hemorragia, cesárea, necesidad de reanimación del bebé, etc.) y de mortalidad neonatal.
No se descarta la necesidad de nuevas intervenciones quirúrgicas, por ejemplo cuando después de haber estrechado o sellado la abertura vaginal (tipo III) hay que practicar un corte para lograr ensanchar la abertura y posibilitar el coito, como el parto (desinfibulación). La zona genital es cosida varias veces, aún después del parto, lo que aumenta los riesgos y los trastornos psicológicos. Escasa autoestima, depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático, y hasta el suicidio, como la madre de la joven keniana que se decidió a contarnos.
El corte del callo
Lo dicen las mujeres Emberá, donde dos de cada tres niñas son mutiladas.
“Me contaban mis abuelas. Porque a las niñas les crecía esa cosita y había que cortarla. También porque cuando se lo cortas, no tiene nada de arrecha -excitación- entonces y le toca tener un solo marido, hasta que se muere”.
“Eso decía mi mamá, que una niña nacía y que en la vagina tenía una cosa con pelitos encima, con unas telitas por lado y lado, y que eso lo operaban […] Y ya, ponían un poquito de alcohol y ya con eso iba sanando. Mi mamá me enseñó. Pero ya no lo hago (Testimonio de mujer emberá chamí, 2009)”.
“Si, en los talleres con las mayoras, nos enseñan a mutilarlas, y es para que no le crezca como un pene y para que cuando sean mujeres, no sean ‘brinconas’, sean fieles a sus maridos”.
“Mire, yo misma quería ver cómo mi mamá y mi abuela hacían la curación a la niña mía, porque yo no sabía qué era eso. Pero mi mamá me dijo que no, que yo no podía ver, y yo le dije: ‘¿pero por qué yo no puedo ver?, ¿qué es lo que ustedes van a hacer a mi hija?’, y ella me preguntó que si a mí no me daba pesar. Yo dije que no, yo quería ver cómo hacían curación a la niña mía. Yo no sabía […] Entonces empezaron, yo pensaba: ‘¿yo qué hice?’. Yo no era capaz de seguir. Ya a lo último me retiraron porque yo estaba muy mal y no dejaba (Testimonio de mujer emberá chamí, 2009)».
“Es el corte del callo”, así se entiende en Chamí – Emberá-Chamí es un grupo étnico indígena colombiano- se eliminan las partes sexuales expuestas de la niña, toda o casi toda”.
“Hay una compañera mía, que me contaba cómo a su hija mayor también le hicieron y a la menor no, y ella dice: ‘¿será que es cierto lo que decían los abuelos? A esa muchachita no la arreglé, la dejé así. Y esa muchacha se alborota por todo [tiene una vida sexual activa]. En cambio la grande, a la que arreglaron, anda un poquito calmadita’. Entonces yo le decía: ‘¡Ay! si usted dice eso, ahora la mía también le va a pasar lo mismo. Hasta ahora es normal, ella está en la casa, ella está viendo televisión. Hasta ahora yo veo que está juiciosa, ¿qué tal más adelante?’. Entonces yo digo: ¿será que vamos a tener que ver un problema por algo que dejamos sin arreglar?(Testimonio de mujer emberá chamí, 2009)».
“No, nosotros no sabíamos de eso, nosotros éramos inocentes de que eso existía aquí en la comunidad, pues como yo no tengo niñas, yo tampoco sabía cómo era el clítoris. […] Yo me preguntaba por qué yo no tengo eso, entonces le preguntaba a mi mamá y ella me decía que yo había nacido así. Es que los mayores eran muy ocultos con esas cosas, ellos nunca le decían a uno nada, ni los hombres sabían (Testimonio de mujer emberá chamí, 2009)».
“Cuando la niña nace con el clítoris largo, que sobrepasa la vulva, se arregla para que no crezca como un pene. La curación es para evitar que en el momento de tener relación sexual con el marido, no se ponga erecto como el pene, porque eso muchas veces no le gusta a los hombres (Testimonio de mujer emberá chamí, 2010)».
“Hay unas mujeres que las operaban. Mi mamá arreglaba a mi niña, me decía que había que arreglarla, me decía: ‘hija póngale cuidado y verá que eso lo arregla es así’. La primera vez yo no sabía, claro que me dio miedo. Primero tuve un embarazo de un niño, después fue una niña. Mi mamá dijo: ‘tienen que operar la niña’. Decía que así no se veía nada más, que ya quedaba normal la vaginita (Testimonio de mujer emberá chamí, 2009)».
“Eso es como un tabú que no se le cuenta a los hombres, hasta que una vez a una señora se le murió una niña de tres días de nacida. Una señora mayor llegó y le practicó ese trabajo a las nueve de la mañana y cuando el papá llegó en la tarde la niña había fallecido a las dos de la tarde. Empezó a haber chisme entre las mayoras y por eso se supo, para ellas era un secreto pero los compañeros se enteraron por los chismes y pensaron que eso era malo, que eso era delito (Testimonio de mujer emberá chamí, 2010)».
“Entonces ya fue uno pensando, allí mucha gente decía: ‘hombre, con unos huevos, apenas se ponen calienticos, ahí mismo sobarle allá’. Cuando la gallina coloca el huevo, ahí mismo hay que cogerle y con eso sobarle allá en la vagina. Si eso no se hace, cuando ya va creciendo la niña, cuando tenga un añito, entonces se va alborotando más, por eso no se puede dejar eso así. […] Ahora eso [ablación] no se hace pero lo del huevo sí (Testimonio de mujer emberá chamí, 2009)».
“Yo estoy en dudas y me he sentido apenada de esas tradiciones. Pero también pienso que nuestras madres han dado vida y de ahí nosotros vivimos en nuestros territorios tradicionales. Nosotros hemos venido milenariamente, pisamos la madre tierra, y en este momento yo estoy aquí parada en nombre de mi tradición y de las parteras que me dieron la vida (Testimonio de mujer emberá chamí, 2010)».
“Las emberá enfrentan muchas otras situaciones que menoscaban sus posibilidades de pervivencia, como mujeres y como indígenas. Son víctimas de diversas formas de violencia tanto por la acción de actores externos, como al interior de sus comunidades debido a la reproducción de prácticas de subordinación que se han incorporado a la cultura. La ausencia de condiciones de vida digna para ellas hace muy difícil su fortalecimiento y, como consecuencia de ello, limita los procesos de transformación de imaginarios patriarcales”.
“Nuestras hijas son víctimas de violencia seria en nuestro territorio (…) La mujer siempre ha sido discriminada, también entre nosotras mismas. A las mujeres no les gusta que otras vayan a fortalecerse dentro de sus comunidades, no les gusta que las niñas sean educadas. Sólo nos gusta que cuiden a los hermanitos, no más. Entre nosotros mismos los indígenas hemos utilizado el abuso verbal, el abuso físico, el abuso de confianza, por eso no nos hemos fortalecido. Hay atropello por parte de actores armados que vienen a nuestros territorios (Testimonio de mujer emberá chamí, 2010)».
“Esta práctica de la curación, es un tema de mujeres. Una niña fue llevada con una infección genital a Pueblo Rico, y muere. Se indaga con las parteras y se reconoce la práctica entre las parteras”.
“Nos tocó a las lideresas ir a cada vereda, son 36 en cada municipio, a preguntarle a las ancianas, a las más. Nadie quería hablar incluso se enojaban, es un tema muy vergonzoso para ellas. Se hicieron talleres con las mujeres, al personal de salud de la zona, con todas las mujeres”.
“Las parteras plantean que atenderán los partos, pero que eso es responsabilidad de la familia, si la niña mañana aparece con eso cortado”.
“Aquí en mi resguardo, ya no se hace. Se les ha dicho a las parteras que si a la niña le pasa algo, de pronto, ella puede ir a la cárcel. Es algo anormal para la niña, a pesar de que venga de una tradición”.
“La experiencia para el resguardo, fue difícil, pues las parteras se cerraron diciendo que eso era su práctica cultural tradicional eso de cortar el clítoris”.
“Hay una parte de la comunidad que lo entiende como un maltrato físico contra la mujer indígena. Otra, la mayoría de las veces es algo oculto, entre la mayora y la madre. No puede saberlo ni el papá”.
“Pero muchos esposos lo saben, el hombre Emberá tiene una autoridad muy fuerte en la familia, hay que fortalecer el tema con ellos. Nosotras lo entendemos, pero los hombres no lo van a entender. Los talleres deben ser para todos”.
“Eso no es cultura, por eso hablo mucho a las mayoras, entiendo que es difícil que comprendan que eso no se puede hacer. Por tanto me han tenido ciertas dificultades”.
“Desde el 2012, las autoridades estatales e indígenas, manifestaron su compromiso con la erradicación de las practicas nocivas a la salud de niñas y mujeres indígenas, comenzando por la mutilación genital femenina. Se volvió un tema común, vamos avanzando porque de eso, antes no se podía hablar”.
“Si, con los talleres, se capacitaron a muchas mujeres que perdieron el miedo a hablar del tema. Nosotras como mujeres no podemos maltratar a nuestras criaturas, a nuestras niñas que trajimos a este mundo. Nadie tiene ese derecho a eso”.
Colombia tiene 48 millones de habitantes. Unas 300.000 son indígenas Emberá. Un 49 por ciento son mujeres que se vuelven mayores entre los 10 y los 12 años, así pueden conseguir esposo y hacer una familia. La nación Emberá se encuentra entre Ecuador, Panamá y Colombia, donde están desplazados en 16 de los 32 Departamentos. Allí es común el nacimiento en casa, acompañados de sus madres, abuelas y las parteras, que por tradición, guardan la placenta de la mujer y el ombligo del recién nacido. Lo que pasa ahí dentro, ahí se queda.
«Fueron ellas quienes incitaron a que se continuara realizando», dice Dayana Domicó, coordinadora nacional de juventud de la ONIC. La mujer emberá, se refiere a las monjas católicas, quienes -dice- afirmaron esta tradición heredada de la cultura africana. Los esclavos también llegaron a Latinoamérica víctimas de una trama de colonización, violencia y sufrimiento.
Mujer emberá: “eso no es vida, es una tortura. Que así como Karaví (Dios), la Madre Tierra, nos manda a este mundo así mismo tenemos que aceptarnos».
Una de cada 20 niñas y mujeres han sufrido alguna forma de mutilación genital femenina (MGF), según cifras de Naciones Unidas (ONU).
Eso significa que 200 millones de mujeres en la actualidad han sido sometidas a algún tipo de corte, cambio o eliminación de la parte externa de sus genitales. Mujeres, esa no es una tradición, es una traición.
Fuente: https://www.telesurtv.net/telesuragenda/mutilacion-genital-femenina-cultura-derechos-humanos-20200803-0034.html
Entrevista a Marcela Lagarde: «Tenemos que decir no al borrado de mujeres diciendo sí a su existencia legal y protegida»
Entrevista/Autora: Nuria Coronado/Rebelion.org
La Antropóloga, investigadora y activista feminista mexicana, Marcela Lagarde, aborda en esta entrevista cuenta un amplio abanico de temas que van desde su vida privada, el impacto del neoliberalismo en el feminismo, el papel de los hombres y el transactivismo queer, que amenaza con provocar el «borrado de las mujeres».
Antropóloga, investigadora, activista. Catedrática de la Universidad Nacional Autónoma de México y fundadora de la Red de Investigadoras por la Vida y la Libertad de las Mujeres. Feminista. De la voz profunda y clara de María Marcela Lagarde y de los Ríos mana feminismo a raudales y en mayúsculas. Es maestra entre las maestras. Quien dotó de perspectiva de género y de contenido político a la palabra sororidad y la definió como «la complicidad de actuar entre mujeres» y a la lucha feminista como aquella que «no es contra la violencia, sino por la paz«. En esta entrevista a Público habla de todo: de su vida privada, del impacto del neoliberalismo en el feminismo, del papel de los hombres y del transactivismo queer que amenaza con provocar el «borrado de las mujeres».
El barco en el que Marcela Lagarde y de los Ríos navega por la vida se mueve en el océano de la sabiduría. Una manera de ser y de expresarse que le viene de su pasado, «de familia de corsarios del siglo XVIII de la que provengo», ríe. Por eso, entre sus estanterías abarrotadas de libros de los que bebe, resplandecen dos veleros a modo objetos de decoración que muestra como niña con zapatos nuevos en esta entrevista por videollamada. Los mira porque le recuerdan que sin genealogía no hay presente y mucho menos futuro. «Verlos mientras escribo o leo me da nostalgia, me recuerdan de dónde vengo», reconoce.
Ahora, recuperada de una temporada complicada de salud, vuelve a ser ella. «Tuve una intervención muy delicada con trepanación incluida. Suena muy mal la palabra, pero así fue. Salí bien de la operación, pero me puse muy grave. Tuvieron que sacarme coágulos del pulmón. Cuando estaba convaleciente llegó el coronavirus y pasé de estar en la cama confinada por la salud a estarlo en casa por el bicho. Afortunadamente me he ido fortaleciendo. He perdido diez kilos, pero ya no me siento tan frágil. El cuerpo se va adaptando y la mente también, porque tenía dificultades de memoria y de concentración».
Cuidarse como una reina
Estar en su hogar es precisamente el mejor tratamiento que ha podía tener. «Mi casa es mi tesoro, es muy bonita, tengo en ella todo lo que necesito. Aquí ahora estoy aprovechando para hacer todo lo que no puedo hacer normalmente por falta de tiempo. Por eso leo, escucho ópera, veo películas, participo en conferencias en línea y en foros, escribo, cocino…». Todo aquello que no tiene se lo lleva su hija a la puerta. «Ella me deja ahí toda la comida. Quiere preservarme de cualquier contacto. Me cuida así», resalta.
Mientras Lagarde disfruta del autocuidado no se olvida ni un minuto de la situación de las mujeres con la pandemia. «Los derechos humanos de las mujeres y las niñas están todo el tiempo en juego. Contra nosotras siguen pasando cosas terribles. Ahora con el confinamiento ha aumentado la violencia que sucede en las casas». Y pensar en ello la desespera. «Me inquieta pensar que inventamos que hay futuro, que vivimos gracias a que pensamos que vamos a mejorar, y con esta crisis, como con todas, la realidad sigue siendo lo incierto. Esta incertidumbre me tironea bastante y me hace sentir que no hay tanta confianza en el futuro».
Precisamente por eso, porque la «nueva realidad» hace caminar a las mujeres en una cuerda de alambre cada vez más fina y sin red que sostenga la caída, la autora de Cautiverios de las mujeres, replica que el mundo necesita del feminismo como nunca antes. «Se necesita la lucha por la igualdad no solo por la violencia en la que vivimos sino por todo. Como una visión utópica y con ciertas topías. Hay una utopía en constante desarrollo, una aspiración, en la que coexisten las topias reales y lo que hemos conseguido a través de la emancipación del mundo», subraya.
La docente también arenga a la urgencia del tránsito a la nueva normalidad «mediante el reconocimiento social, cultural y político de las propuestas y las realizaciones feministas. Es preciso que se vean los aportes a la teoría del desarrollo de la sociedad y a la democracia hacía la modernidad a través de la crítica radical de las feministas. Una modernidad que, aunque no ha cumplido con su propia utopía, reformula y propicia muchas propuestas para lograr construir la igualdad».
Y es que como esta antropóloga subraya la equidad se ha construido con sangre, sudor y lágrimas. «Todo ha pasado por el debate feminista para después ponerlo en práctica con leyes como las que tiene España o en el resto del mundo. Hemos puesto en el centro del debate lo que es importante. El feminismo ha luchado por lo que es justo, que no es otra cosa que la justicia contra los delitos contra mujeres y niñas porque nos expropian la condición humana desde nuestra condición sexual«.
Gracias a todos estos pasos y a que las mujeres, según la profesora, «cada vez tenemos más agencia e incidencia», estamos en un momento histórico decisivo. “Elaboramos hace años la propuesta de enfrentar la violencia contra mujeres y niñas, otras colegas pusieron la atención en atender a mujeres que ya habían sido víctimas de violencias y pensamos que no bastaba con atenderlas. Queríamos que no hubiera víctimas y enfrentamos la justicia de la impunidad».
Ante este pacto social el sistema patriarcal reacciona aumentando la violencia. «A diario millones de personas con una visión neoliberal contemporánea se esfuerzan en hacernos creer que nada por lo que luchamos es importante. Esa es la respuesta desesperada para ver si nos atemorizan, para ver si nos vamos a cansar y no vamos a continuar. Ante ese incremento de la violencia contamos cada caso, lo documentamos, exigimos justicia porque se trata de personas. Por eso la lucha del feminismo es la cuenta de los siglos porque ese es el tamaño de la profundidad patriarcal«.
La solidaridad social
Lagarde recuerda también otra conquista que ha hecho el movimiento feminista y que ha ido de la mano de movimientos pro derechos civiles y por la salud: el acceso a la salud como uno de los tres pilares para lograr el desarrollo. «Sin salud no podemos hablar de desarrollo, ni de democracia. La salud es un derecho humano que debe ser propiciado por gobiernos nacionales e internacionales. La gente que sobreviva saldrá mejor, pero debemos propiciar una cultura solidaria y el feminismo ha planteado la solidaridad social como un recurso político«.
Esa solidaridad tal y como describe, «se ha sustentado en la sororidad como alternativa a las relaciones misóginas y enemistosas que tenemos las mujeres en la modernidad. La ética de la sororidad, el apoyo mutuo, el reconocimiento, la generosidad y todo aquello que permita que las mujeres compartamos con otros avances, recursos o cualidades para ahorrarnos tiempos y poder potenciar un desarrollo humano y solidario para nosotras».
Y pone dos ejemplos de plena actualidad. «Con la pandemia vivimos un momento crítico porque hay mucha fragilidad. Precisamente por eso no podemos poner en segundo plano la violencia. Somos nosotras quienes debemos estar ojo avizor en los derechos humanos porque si no, quienes queden después de la pandemia, van a estar débiles en derechos humanos y no tendrán cómo enfrentarse a un mundo marcado por el destrozo de la salud de la mayoría de la gente. Si fortalecemos la causa de la erradicación de la violencia tocaremos la urgencia de la salud de las mujeres«.
En segundo lugar, alude a cómo esto repercute a México. «En mi país las personas que se están viendo más afectadas y son más propensas a morir por la covid son quienes tienen menos, quienes por esa pobreza tienen exceso de peso por una mala alimentación, problemas de salud en el páncreas, en el hígado, en el corazón, tienen falta de ejercicio, o viven en la contaminación. Necesitamos cambiar la producción y las relaciones con el medio ambiente, conseguir un planeta verde y de energías renovable. El feminismo tiene que ser la base del paradigma hacía donde vamos«.
¿Dónde están los hombres?
Preguntada sobre los aliados feministas la escritora responde que sin ellos nada es posible. «En la lucha también incluimos la igualdad entre mujeres y hombres para lo que propiciamos el respeto a la dignidad de ambos. El respeto como actitud de convivencia en el mundo que no es necesariamente ni sexual ni amoroso. Es la relación en muchos espacios con funciones múltiples. Tenemos que hacer penetrar la igualdad en la diversidad social de hombres y mujeres para generar la economía, la cultura, la vida social en positivo. Es imprescindible ahora, pero siempre lo ha sido que, en los tiempos patriarcales, nuestro objetivo sea erradicar el patriarcado del nudo, porque ese es el tamaño de la utopía«.
Además, pide «que los hombres que son violentos sean tratados como delincuentes en el marco normativo a través de las leyes que erradiquen y prevengan todas las violencias”. También en que unas y otros nos unamos. «Necesitamos articularnos. Esa es la manera de acabar más rápido con la violencia. Mientras más propiciemos una visión compensativa de la violencia las victimas acudirán antes a buscar apoyo y nosotras podremos ayudarlas».
El caballo de Troya queer
Otra de las preocupaciones de esta académica es la que tiene que ver con el movimiento queer. «Todo esto me apena mucho porque contrapone los avances que tanto nos han costado lograr a las mujeres».
Y pone una fecha al origen del transactivismo y del borrado de las mujeres que este movimiento neoliberal pretende. «El principio de todo ello se ubica como parte de un quiebre que hubo en el movimiento hace 30 años. En aquellos momentos algunas lesbianas se retiraron de las organizaciones feministas y fueron a militar a organizaciones LGTBI sin vínculos con el feminismo. Fueron mujeres huérfanas del feminismo, generaciones de mujeres muy comprometidas que no reconocieron su tradición política. De ahí a lo queer solo hay un paso«.
Por ello anima a vencer a este caballo de Troya a través de la recuperación de la tradición feminista. «Es la más importante aportación de las mujeres como género a la cultura. Así de transcendental es el feminismo. Es la más importante obra creativa de mujeres críticas con el movimiento para mejorar el mundo«.
Una obra que no se aprende en un abrir y cerrar de ojos, pero es clave para ser arrastradas por el falso modernismo de lo queer. «La primavera no la hace una flor. Hay que ir a las universidades, asistir a foros, leer a Celia Amorós o a Amelia Valcárcel. A tantas que explican claramente todo. Al aprender del origen de los movimientos se adquiere una gran riqueza en la vida personal porque permite enunciar a cada quien como lo que es. Es hacer que nos reconozcamos como lo que somos en esencia».
Por eso recalca algo que ha percibido sobre todo en estos últimos meses: «he visto y palpado una necesidad grandísima de reconocer y conocer el feminismo entre cada vez más mujeres que quieren nombrarse como tal. La expresión de grupos solo puede ser disminuida en el afán por eliminar a las mujeres como el sujeto del feminismo, y eso es lo que quieren eliminar en nosotras con lo queer. Y nosotras decimos que no. El primer paso a ese no, empieza por el sí a nosotras mismas. Ese no borrar a las mujeres es el sí a la existencia legal y protegida de las mujeres«.
Esta respetada feminista acaba lanzando un mensaje al transactivismo. «El feminismo es lo único que puede eliminar la orfandad patriarcal. No somos huérfanas, tenemos genealogías, no somos seres de la diversidad, somos las mujeres. No usaremos el supremacismo peso si la condición universal de nuestro género por el hecho de ser mujeres. Hay que pensar y colocarnos desde ahí para salvar todo. No solo somos seres de la diferencia. Somos seres humanos, somos las mujeres en plural. Espero que reflexionemos juntas y logremos al fin nuestros derechos humanos», finaliza.