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La Universidad: un lugar para la reflexión y el pensamiento crítico

Por: Educación 3.0

El mercado laboral necesita profesionales que se aproximen a la realidad con amplitud de miras y que tengan un recorrido reflexivo profundo. Para ello, la Universidad debe potenciar el pensamiento crítico y el emprendimiento, según Helena López-Casares, doctora en Neurociencia Cognitiva de las Organizaciones.

El mercado laboral necesita profesionales que se aproximen a la realidad con amplitud de miras y que tengan un recorrido reflexivo profundo. Para ello, la Universidad debe potenciar el pensamiento crítico y el emprendimiento, según Helena López-Casares, doctora en Neurociencia Cognitiva de las Organizaciones de la Universidad Nebrija.

La educación es, quizá, el área de desarrollo, preparación, crecimiento y descubrimiento a la que dedicamos más esfuerzo y tiempo durante nuestra vida. Es un proceso de transformación del individuo y una garantía del bienestar de la sociedad. La etapa de Infantil supone un paso muy relevante en la vida de un menor. A través de la mirada de un educador, profesor o maestro, el mundo comienza a ser un espacio más amplio. Mediante el juego, las sensaciones y las expresiones artísticas, el niño conoce la riqueza que hay a su alrededor, compartiendo y experimentando con sus compañeros. Esta etapa contribuye a sentar las bases del desarrollo social, afectivo, físico e intelectual en una franja de edad crucial para la futura salud emocional y mental del adulto.

A partir de aquí, conforme la persona va creciendo y accediendo a los distintos ciclos educativos, el conocimiento va adquiriendo un papel protagonista y central. La adquisición de saber y el dominio de las materias envasadas en distintas asignaturas se convierten en un asunto nuclear. Los educandos en estas etapas están centrados en el estudio, a la vez que van entendiendo la importancia de los valores como el respeto o la tolerancia para entablar relaciones sanas, positivas y constructivas con sus semejantes. Son años, además, en los que se forjan fuertes lazos de amistad y compañerismo, y se asientan los fundamentos de la convivencia para la creación de sociedades cohesionadas.

La Universidad

La Universidad es un lugar para el encuentro consigo mismo en relación con el entorno. Con independencia de los estudios que se hayan elegido como especialidad universitaria, este período de la vida ofrece al universitario una ventana de autoconocimiento y redescubrimiento interior. Es una oportunidad para desarrollar las habilidades que se van a requerir en los distintos trabajos y responsabilidades que una persona va a tener a lo largo de su vida. El paso por la Universidad debe ser un ejercicio de liderazgo consciente y responsable.

Impulsar la empleabilidad 

Por eso, la Universidad es una etapa que ha de abordarse de forma distinta a la de ciclos anteriores. La Universidad no debería convertirse en una extensión del colegio, instituto, liceo o centro donde se cursaron los estudios básicos y de ciclo superior.

Los universitarios tienen que pensar, discurrir, debatir, reflexionar y plantear qué papel desean desempeñar en la sociedad. En este sentido, la educación universitaria debe consolidar la preparación humana de los educandos, en un mundo que requiere de personas capaces de indagar, investigar, llegar a conclusiones y mirar la realidad con sentido crítico-reflexivo.

La velocidad, intensidad y magnitud del cambio en todas sus vertientes reclama el desarrollo de las capacidades cognitivas superiores y de competencias emocionales que ayuden a las personas a relacionarse con el entorno complejo, global y digital. Nuestro mundo ha dejado de funcionar con la precisión y predictibilidad del mecanismo de un reloj, está influido por numerosas variables que no siguen la lógica lineal de la causa y del efecto con la que hemos venido analizando la realidad y demanda una nueva mentalidad.

Pensamiento crítico y emprendedor: habilidades a desarrollar

Es por ello que el pensamiento crítico es una de las habilidades más solicitadas en cualquier puesto laboral. La capacidad de pensar por uno mismo, de analizar situaciones con la mente abierta, de interpretar los datos y considerar un amplio rango de alternativas van ganando terreno como garantes de la autonomía intelectual y como bases del cambio innovador.

En la misma línea, el pensamiento emprendedor es una habilidad asociada a la iniciativa y empeño, y es considerado uno de los motores para asumir retos en el ámbito laboral de forma permanente y resolver situaciones con determinación, arrojo y perseverancia.

En todo este proceso, el profesor universitario es un eslabón fundamental que debe trascender su papel de correa de transmisión del conocimiento y debe asumir un rol de referente humanista para crear las mentes del renacimiento en el siglo XXI. La Universidad debe rescatar su vertiente humanista y ensalzarla al mismo nivel que los conocimientos técnicos. Ambas dimensiones garantizarán la libertad y el espíritu de universalidad y totalidad en el cultivo del saber que debe distinguir a las universidades y a las comunidades académicas de alumnos y profesores.

La educación universitaria tiene un gran papel vertebrador en el avance del pensamiento. El estudiante debe aprovechar esta etapa de su educación para encontrarse a sí mismo, hallar su verdad, saber quién es y qué papel desea representar en su vida. El mercado laboral necesita profesionales que se aproximen a la realidad con amplitud de miras y que tengan un recorrido reflexivo profundo. La cuarta revolución industrial conlleva transformaciones de tal envergadura que no pueden abordarse desde una visión banal y superficial de la realidad.

Los desafíos económicos, políticos, sociales, medioambientales y tecnológicos requieren de líderes capaces de ofrecer respuestas para crear un futuro, cuyo diseño debería ser un asunto central y prioritario en el mundo universitario.

Fuente e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/opinion/la-universidad-reflexion/

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El debate académico como herramienta pedagógica en Secundaria

Por:

Fomenta el pensamiento crítico, el trabajo en equipo y el alumnado desarrolla habilidades como la oratoria o la investigación. Te contamos en qué consiste el debate académico y qué beneficios aporta.

Saber hablar en público, transmitir ideas y opiniones, escuchar a los demás, compartir posturas, rebatirlas y estar preparados para defender un cambio de opinión son algunas de las habilidades que se ponen en práctica al participar en un debate académico. Se trata de una actividad formativa que permite a los jóvenes conocer, analizar y reflexionar acerca del mundo que les rodea, lo que resultará muy beneficioso para su futuro académico, profesional y personal.

El debate en las aulas tiene una larga tradición en el mundo educativo anglosajón, pero cada vez más docentes españoles se animan a ponerla en práctica con su alumnado. Es el caso de José Enrique Celador, subdirector del Colegio Inmaculada Concepción (Madrid) y creador del club de debate en su centro. “Es una práctica que funciona muy bien en el 2º ciclo de ESO y Bachillerato, especialmente si ya se ha trabajado previamente con ellos sesiones de oratoria como iniciación a la comunicación pública y argumentativa de sus ideas”, señala.

El debate académico

El debate es en realidad una competición entre al menos dos equipos (normalmente de 4 o 5 personas) que se alternan para intervenir en las distintas fases, que duran entre tres y cinco minutos cada una: discurso, refutación 1ª, refutación 2ª y conclusión. El formato del debate puede variar dependiendo de cómo se desarrollen las fases de refutación. Pueden ser más cortas e intensas, por lo que los ponentes tendrán que ser más ágiles, o pueden tener una duración parecida al resto de las fases.

debate académico

Además, se suelen establecer los siguientes roles: introductor, refutador 1, refutador 2, ponente de la conclusión y, si fuera necesario, un secretario. Generalmente, antes de comenzar el debate se decide por sorteo la postura que cada uno de los equipos debe defender sobre un tema previamente acordado. De este modo, ambos equipos habrán tenido que preparar la defensa de los dos bandos.

Tras participar varios años con su alumnado de 4º ESO y 2º de Bachillerato en el torneo anual de debate escolar en la Comunidad de Madrid, Luis Miguel Carpio, profesor de Lengua en Secundaria y Bachillerato en el IES Las Lagunas (Rivas-Vaciamadrid) explica que, en el torneo, cada integrante del grupo interviene en una de las partes que ha preparado a conciencia con anterioridad. “En las intervenciones del discurso y la conclusión suelen intervenir alumnos que puedan memorizar y desarrollar una kinésica más convincente, mientras que en las refutaciones, el rol del alumno se acerca a una improvisación mayor”, aclara. Asimismo, recuerda: “el objetivo no es ganar o perder, es aprender a escuchar y respetar las opiniones ajenas, y tener la capacidad de contraargumentar con las opiniones propias”.

Por su parte, Celador (Colegio Inmaculada Concepción) añade que antes del día del debate “es fundamental que todos los alumnos participen en la fase de búsqueda y organización de la información para elaborar los razonamientos en equipo, los argumentos y las evidencias que se van a plantear”.

Según los docentes consultados, una vez desarrollada esa fase previa de preparación, que puede durar cuatro o cinco sesiones (en tutorías, recreos, después de clase…), dedican otras dos a la elaboración de los discursos iniciales, a esquematizar las refutaciones y a dejar perfilada la conclusión. Finalmente, se cierran estas sesiones con la puesta en práctica de los debates en el aula.

Habilidades y competencias

El debate es una herramienta pedagógica de carácter transversal que se suele emplear en el ámbito lingüístico, pero también implica que los alumnos pongan en práctica herramientas científico-técnicas, como la investigación y búsqueda de evidencias. Son muchos los beneficios que aporta a los estudiantes: “Les ayuda en diferentes ámbitos como la comunicación oral, valores de respeto, oratoria, dicción, trabajo en equipo y cooperación, investigación y organización discursiva, entre otros. Además, favorece a que el alumno se informe sobre determinado tema que es motivo de controversia moral o ética”, apunta Carpio (IES Las Lagunas).

Estudiantes investigan y preparan información antes del debate académico

De este modo, no solo permite el desarrollo personal y social y promueve la capacidad de aprender a aprender, sino que también es clave para fomentar el pensamiento crítico. Belén Sánchez participó en debates escolares durante varios cursos como alumna del Colegio Nuestra Señora de la Providencia (Pinto, Madrid). En 2013, su equipo participó en el torneo de debates de la Comunidad de Madrid y en la liga de debate preuniversitario Versus, organizado por la Universidad Nebrija. Para ella, supuso el comienzo de una reflexión personal y un despertar de inquietudes: “Cuando empecé tenía 16 años, aún no votaba, la política no me importaba pero, gracias a los debates, conocí diferentes partidos, aprendí a identificar qué valores defendían y cuáles eran los míos, para ver con cuáles estaba de acuerdo”, cuenta. En su caso, la experiencia le permitió aprender a improvisar y a moverse por el espacio siendo más consciente de su comunicación no verbal así como a recibir y hacer críticas constructivas entre sus compañeros, mejorando así su comunicación asertiva.

Otros beneficios

Al tratarse de una actividad que implica mucho trabajo en equipo, las ventajas van más allá del desarrollo académico de los jóvenes. Según Carpio, “con esta actividad los chicos estrechan lazos entre sí, ya sea con los compañeros de equipo, con otros alumnos contra los que compiten de otros centros o con los propios profesores que los forman”.

Además, la intensidad de los debates puede provocar que los participantes terminen en discusiones y enfados, por lo que es es necesario contar con herramientas de autorregulación emocional para recordar que es un ‘juego’ y no una discusión personal: “Aprendimos técnicas de relajación y de gestión emocional, lo cual fue muy útil y más siendo adolescente, que éramos auténticas bombas de emociones”, explica Sánchez.

Para Celador, el debate y la preparación del mismo tanto en el aula como en torneos es una de las mayores experiencias personales y de aprendizaje que ha vivido con los alumnos. “No sólo es una herramienta educativa excepcional para trabajar en el aula el pensamiento crítico, sino también para desarrollar la educación integral de los alumnos pues les pone en contextos y situaciones para defender sus ideas de una forma objetiva y plausible”. Además, recuerda que, con todo lo que aprenden, adquieren habilidades útiles para los trabajos del futuro, como la capacidad de trabajar en equipo o saber transmitir en contextos públicos sus ideas y conocimientos.

Fuente e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/noticias/debate-academico/

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Pensamiento crítico para una segunda emancipación

Por: Abdiel Rodríguez Reyes

Profesor de Filosofía en la Universidad de Panamá

En esta coyuntura de reflexión sobre el Bicentenario de algunos de nuestros países, el pensamiento crítico y segunda emancipación (también podríamos llamarla “otra emancipación”), cobran especial relevancia. Por lo primero entendemos también “discurso crítico” como lo plantea Bolívar Echeverría, lo cual se traduce en “transformación” a la buena usanza de la tradición marxista. Asumimos este discurso crítico y de transformación siguiendo también el planteamiento de Enrique Dussel en el capítulo sexto de su Ética de la liberación, donde nos habló del “Principio-Liberación”. Este pensamiento crítico en permanente movimiento es una crítica al orden vigente capitalista, misógino, racista, extractivista y eurocéntrico al menos. Ese orden no es natural, es histórico y por tanto puede ser transformado.

En cuanto a la “segunda emancipación”, la entendemos como algunas tareas irresueltas cuando nuestros países se independizaron de España, desde la perspectiva de la filosofía de la liberación, de Arturo Andrés Roig y Enrique Dussel. Tales tareas pendientes son de corto, mediano y largo plazo. No se trata de partir de cero, como dice Horacio Cerruti: hay doscientos años de pensamiento filosófico nuestroamericano, como consta en uno de sus libros.

La crítica de filosofía de la liberación está arraigada en quinientos años de exclusión y resistencia. Es en ese medio milenio donde adquiere pleno sentido reflexionar sobre el Bicentenario. Es decir, ya contamos con un pensamiento, con experiencias políticas concretas y de resistencias, entonces, no se trata de empezar de cero. Como dice Cerutti en el libro citado, siguiendo a Roig, se trata de “re- comienzos”. Esto es importante porque cierto pensamiento a veces cae en la ingenuidad de lo nuevo, como si aquí no se hubiese pensado. Es una posición ética reconocer la trayectoria y las prácticas revolucionarias, alimento del pensamiento crítico hoy.

Gran parte de nuestros países conmemoran este año la Independencia de España y si hacemos un examen nos percatamos de nuestras falencias y ataduras del viejo modelo monárquico. En un conversatorio organizado por la Asociación Afrodescendientes Panameños Unidos, Leonardo “Rey” Sidnez, espetó la crítica de que, como negro cimarrón no podría conmemorar la fecha cuando aún existan promesas incumplidas ante este sector importante de la sociedad. En Haití, por ejemplo, cuando triunfó la Revolución Francesa no se les dio ni libertad, ni igualdad, ni fraternidad a los negros. Por eso hicieron su propia Revolución, como lo evidencia CLR James en Los jacobinos negros, libro fundamental. En fin, como dice Sidnez, en Panamá hay racismo porque se ha invisibilizado a los negros, cuya rica experiencia y resistencia son muy importantes para otra emancipación.

Los procesos de independencia de esa primera emancipación de inicios del siglo XIX están en un mundo de transición del feudalismo al capitalismo, cuyo inicio encuentra en el encubrimiento de nuestro continente tres siglos antes. En esos grises se va ponderando el rol de las elites criollas, mientras que las grandes mayorías del arrabal pasan a un segundo plano. Tan pronto se independizaron, las elites se adaptaron a los estados nacionales y estos a su vez estaban en armonía con el afianzamiento del capitalismo. De este modo, si bien había un avance en las independencias no bastaba para amplios sectores de las sociedades republicanas nacientes.

No había contradicción entre los intereses de nuestras elites y el espíritu de este modo social de producción sustentado en la explotación. La teoría de la dependencia lo explicó muy bien: afianzamos nuestra condición de proveedores de metales preciosos y luego de materias primas y alimentos. Así el subdesarrollo no era una etapa sino una condición en sí misma: de allí el carácter subdesarrolante de Europa como diría Walter Rodney. Nuestras relaciones desiguales con los países desarrollados definen nuestra condición de subdesarrollo. Para cambiar esa realidad es necesario cambiar esas relaciones. La segunda emancipación u otra emancipación debe plantearse ese cambio, pues ya no podemos confiar en el desarrollo como elemento transformador de las dinámicas de las relaciones entre países.

Bolívar Echeverría, en El discurso crítico de Marx, plantea un tema de suma relevancia aquí y ahora. En el segundo epígrafe de la primera parte, Definición del discurso crítico nos advierte que, a la hora de pensar, es decir, de estructurar una reflexión supuestamente crítica, se asumen posiciones positivistas sin advertir lo respetuoso de este con respecto al “orden establecido”. Con todo lo revolucionario del positivismo con respecto a la escolástica, ni el positivismo ni la burguesía son revolucionarias con respecto a la transformación del orden vigente. La revolución de la burguesía abre paso a la acumulación infinita del capital y el positivismo es consustancial a esta tarea.

No se puede hacer una imbricación pensando imparcialmente, sin tomar partido por un pensamiento revolucionario. El pensamiento burgués positivista, en los términos de Echeverría, sobreviene como un manto encubridor de las contradicciones supuestas en el modo de producción capitalista. De este modo, Echeverria nos invita a interiorizar en la tradición marxista la realización de la teoría de la revolución. Se trata de la participación de la teoría en la revolución y la “teoría sobre la revolución” cuyo sujeto histórico sea anticapitalista, revolucionario y proletario. Así, Echeverría nos señaló las disyuntivas que operan cuando el discurso crítico se desvía hacía el “reformismo” o hacía el “utopismo”. Lograr “independencia organizativa y de radicalidad programática” se constituye, así, en la segunda emancipación a la cual apuntamos.

En el “principio-liberación”, Dussel propone unos componentes de singular importancia para el contenido del pensamiento crítico. Como sabemos, la Ética de la liberación es una propuesta para la reproducción de la vida, es decir, una ética de la vida. A esto añade Dussel que “son las víctimas, cuando irrumpen en la historia, las que crean lo nuevo”. No fueron las elites criollas que participaron de la independencia y se beneficiaron de ella, sino las victimas excluidas del campo y el arrabal quienes crearan lo nuevo: la otra emancipación. Esas víctimas no riñen con el ideal de los procesos de democratización supuesto en la nueva aventura republicana, sino con sus limitaciones, en las que persisten hasta hoy la discriminación y exclusión de negros y negras e indígenas.

La mujer, en el caso panameño, debió esperar hasta mediados del siglo pasado XX para dar los primeros pasos de su emancipación de las estructuras patriarcales aún persistentes las cuales se deben afianzar más aún en otra emancipación, en la cual pueda tener las mismas oportunidades y decidir sobre sus cuerpos. Así, la liberación de las victimas sigue vigente. Tanto el movimiento afro como el feminista han dado pasos importantes, pero en esta coyuntura histórica también es importante seguir bregando en la dirección correcta, sin conformarse con lo dado ni tampoco con lo menos peor.

Dussel también piensa el principio-liberación como praxis, desde una “razón material”. Este es un Dussel marxista, el cual plantea desde la materialidad “la factibilidad del horizonte de la vida”. Así, en su Ética de la Liberación nos habla de la vida humana, lo cual supone un problema, pues si la abordamos desde cierto antropocentrismo le restaríamos importancia al entorno natural y las demás especies. Si bien en Dussel no hay un antropocentrismo moderno, una lectura ingenua podría sugerirlo. Aquí, las mismas relaciones sociales y el modo de producción que genera la modernidad capitalista implican exclusión y discriminación en lo social, destruye nuestra Madre Tierra en lo ecológico, como lo vienen advirtiendo desde hace décadas organismos y activistas internacionales.

Ha sido en ese marco donde emergió el discurso de la sostenibilidad y donde se sigue instrumentando a la naturaleza como un valor de cambio. No se trata de que seamos consumistas “por naturaleza”. Esto modo de consumo es histórico y por tanto está abierto a otras alternativas ya existentes o por crear, no es eterno.

Aprender de aquellas experiencias en que se respete a la naturaleza y plantearnos un proceso de transición hacia otra racionalidad ya no es una opción sino un imperativo. Al margen de esa nueva racionalidad, todos los caminos nos conducen al lugar común de los daños irreversibles, a buscar incluso alternativas en otros planetas como lo hace Jeff Bezos, quien tras un viaje al espacio en el cohete New Shepard avizoró al planeta Tierra como un parque en el cual no se podrá vivir.

Dussel, siguiendo a Marx, señaló la importancia de la “claridad táctica” en los pasos a dar a corta y mediana duración, en esta segunda emancipación. Así lo hace también en cuanto a la “precisión teórica” del pensamiento crítico en su compromiso político. Ambos elementos se requieren para no caer en lo que Dussel llama “marañas de posiciones ambiguas”. Para ello, partir de lo concreto sigue siendo el camino correcto. El Principio-Liberación propuesto por Dussel se define como la “acción posible que transforma la realidad subjetiva y social” desde la “comunidad de las victimas que toman conciencia de las vejaciones del orden vigente.”

Nuestras elites criollas, compuestas en su mayor parte de blancos, no se preocuparon por las mujeres, los negros ni por la naturaleza, pues sus intereses eran más crematísticos. Por lo mismo, no debemos confundir esos intereses con el de todos y todas. Es más, en el caso de los istmeños, es decir, de lo que conocemos hoy como Panamá, tener riqueza fue identificado como una condición para hacer la “revolución”, pero en los términos criollos de esa elite letrada.

La intervención de los negros y los indígenas se fundamenta en su reclamo por el reconocimiento intercultural. La segunda emancipación implica un proceso de democratización real de los procesos políticos formales, para la constitución de algo nuevo, forjado al calor de las contradicciones presentes en el seno de nuestra sociedad. Este proceso solo puede ser llevado a cabo con la participación de la comunidad de víctimas de estos doscientes años. En el marco de la modernidad capitalista, esto implica una revolución en el pensar como en el hacer, para profundizar en forma y contenido los procesos de transformación en curso.

De la misma clase criolla elitista solo cabe esperar, en el mejor de los casos, cierto gatopardismo, de cambiar para quedar en lo mismo. La segunda emancipación no se puede permitirse estas licencias. La clave de su éxito está en la organización de los sectores de la población dispersos, cuyos intereses emancipatorios los constituyen en comunidad de víctimas, que en sus luchas han logrado avances significativos.

No conozco sectores organizados de la comunidad afro o de feministas e indígenas conformes con el orden vigente. El compañero de los pueblos aurorales, Artinelio Hernández, por ejemplo, en una reciente intervención en un Seminario sobre el Bicentenario en la Universidad de Panamá nos habló de la discriminación de estos pueblos y de la construcción del indio con “otro” negado.

En suma, la segunda emancipación demanda romper con las cadenas de la colonialidad, del patriarcado y del extractivismo. Asumir el discurso crítico, el principio liberación y plantearnos su factibilidad más allá de la oleada de la primera emancipación con sus claroscuros y sus límites. Lo cual se reafirma en comunidad con mayor participación real de nuestra diversidad y nunca más bajo la égida de un solo sector. 

 

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Decanas y decanos plantean la evaluación de las actitudes para acceder a las facultades de Educación

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  • En enero el Ministerio de Educación prevé presentar un documento sobre la profesión docente. Ya ha habido reuniones con el Consejo de Decanas y Decanos de Educación en los que se han planteado posibles líneas de cambios. También ha habido encuentros informales con sindicatos, pero estos desconocen, siquiera, ligeramente, las intenciones del Gobierno.

«Pretendemos cumplir con el plazo», zanja Alejandro Tiana, secretario de Estado de Educación y uno de los máximos responsables de la redacción de la propuesta. Una propuesta que todavía está en el aire en muchos sentidos. Según este alto responsable, ha habido comunicaciones informales con los sindicatos, así como con las y los decanos de las facultades de Educación, aunque todavía no puede adelantarse mucho.

Muy informales, al menos, en opinión de Maribel Loranca, responsable de educación dentro de la Federación de Servicios Públicos de UGT. Asegura Tiana que están en fase de análisis y discusión con «todos los sectores que tienen algo que decir».

Es verdad que en los últimos 11 meses desde la aprobación de la ley, el Ministerio ha puesto prácticamente todos los esfuerzos en la preparación de los currículos de la Lomloe. Un trámite que requería también unos plazos muy apretados para que fuera posible que en el próximo curso escolar estuvieran listos, tanto los decretos de enseñanzas mínimas como los decretos autonómicos.

A esta premura se une el cambio en la cabeza del Departamento a final del curso pasado. La salida de Isabel Celaá y la llegada de Pilar Alegría han impuesto un cambio de ritmo, empezando por la necesaria «rueda de reconocimiento» de la nueva responsable del Ministerio con las diferentes organizaciones sociales y educativas. Que se ha sumado a la necesidad de llevar a cabo viajes por el territorio en las últimas semanas, apariciones en actos públicos y representación institucional de diferentes tipos.

Ahora, con el tiempo jugando bastante en contra, hay que pisar el acelerador, al menos, para cumplir los plazos de la primera etapa, es decir, tener un texto preparado para el mes de enero que poder enseñar a sindicatos y comunidades autónomas. Un texto que, lo más seguro, abrirá un tiempo de ardua negociación. «Quieren abrir el debate», es la sensación de Francisco García, secretario general de la Federación de Enseñanza de CCOO. García deja entrever que han comentado, efectivamente, informalmente, algunos aspectos de la propuesta que está elaborando el Ministerio, pero no hay nada claro.

Para él, por supuesto, hay elementos que deben estar presentes sí o sí: formación inicial del profesorado, ingreso a la función pública, desarrollo profesional a lo largo de los años. Pero también, cuestiones relativas a las condiciones laborales del profesorado. Y en este ámbito habla, por ejemplo, de «recuperar la sensatez» en relación al horario lectivo, o de las ratios y de la posibilidad de utilizar, para ello, la bajada de la natalidad que ya es notoria en muchos territorios. Desde el Ministerio, Alejandro Tiana se muestra cauto al hablar de la propuesta sobre la que trabajan. Lo están haciendo en diferentes líneas, pero «todavía es muy prematuro».

La actitud a examen

Además de otras posibilidades de transformación de los estudios de magisterio, las y los decanos plantean la posibilidad de crear pruebas específicas en las universidades, más allá de la EvAU estatal. Pruebas que se centren en cuestiones actitudinales de las y los futuros estudiantes. El objetivo sería seleccionar al «candidato idóneo», explica Carmen Fernández, presidenta del Consejo de Decanas y Decanos de Educación. «No todo el mundo puede ser docente; el expediente académico no puede ser el único filtro», asegura la decana.

Fernández asegura que este tipo de filtros que miden elementos como las habilidades sociales, la creatividad o el pensamiento crítico de las y los futuros docentes, pueden ponerse en marcha de forma objetiva. Además de esto, se trataría de tener claro que las y los candidatos son tolerantes, respetan la diversidad, la coeducación, o tienen un cierto compromiso social. «Se trata de valores universales», insiste la decana de la Universidad de Santiago de Compostela.

Junto a este análisis de las habilidades transversales, relacionadas con lo actitudinal, Fernández también habla de, por ejemplo, estudiar las razones que llevan a las personas a los estudios de magisterio para evitar que razones de poco peso («me gustan los niños») lleven a muchas y muchos a las facultades. Y, por supuesto, también sería necesario evaluar el rendimiento académico de las y los jóvenes.

Otros cambios en la formación

Uno de los puntos fuertes de la propuesta que está pendiente (nadie termina de saber si llamar al texto Estatuto Docente), tiene que ver con la entrada de jóvenes a las facultades para formarse en Magisterio o en el Máster de secundaria. Es un punto conflictivo porque, además de participar en ello el Consejo de Decanas y Decanos, también lo hacen el Ministerio de Educación y el de Universidades.

Carmen Fernández explica que ya han tenido dos reuniones con Educación. Universidades todavía no se ha unido a las conversaciones. En la primera, representantes de la Administración explicaron a las y los decanos en qué consistía la reforma curricular puesta en marcha. En la segunda, los últimos hablaron sobre los puntos que ven claves para la reforma de la formación en las universidades.

El Consejo de Decanos de Educación lleva varios años trabajando más o menos intensamente en la reformulación de unos estudios regulados al milímetro mediante diferentes órdenes ECI. Estos textos impiden a las facultades reformar los estudios universitarios, más allá de algunos detalles cosméticos, asegura Fernández. De esta forma, desde el cambio de gobierno de 2018, el Consejo se puso a trabajar en la reforma completa.

El pasado día 5, las y los decanos, en la reunión con el Educación, le expusieron los elementos que entienden que hay que abordar necesariamente: el acceso a los títulos; su masificación (con el aumento de las universidades privadas y de las ofertas online) y, «poner sentido al acceso», comenta Fernández, es decir, «la regulación del número de plazas (ofertadas) evitando la mercantilización».

Entre los elementos que ven necesario reformular está el grado de la experimentalidad de los estudios; habría que aumentarlo. Esto supondría la reducción de las ratios de estudiantes en según qué materias, relacionadas con la práctica docente. En Medicina, explica Fernández, tienen el nivel mayor y tienen clases con siete alumnos. Magisterio tiene la experimentalidad mínima, lo que hace que haya decenas de chicas y chicos en clase. «No es lo mismo trabajar con 90 alumnos o 40, como trabajamos con algunos grupos prácticos que hacerlo con 12 o 14».

Además, habría que hacer modificaciones en el prácticum de estos estudios, también el currículo («fragmentado y enciclopédico») o fijar los perfiles docentes en las facultades de educación para decidir quién imparte en el prácticum o desarrollar los perfiles de los docentes asociados en las facultades.

Uno de los problemas principales en este sentido es que los cambios de las órdenes y el consenso para lograrlos, pueden llevar una gran cantidad de tiempo. En un primer momento, las y los decanos de Educación deberían ponerse de acuerdo en qué y cómo reformar (algo que, según Carmen Fernández, es más o menos sencillo); también es necesario tener la complicidad del Gobierno y pasar la aprobación de las diferentes agencias de evaluación autonómicas y estatal.

Los plazos se terminan

El tiempo se le acaba al Ministerio para presentar algún documento. Enero es el horizonte legal para presentar la propuesta. Las fuentes consultadas no creen que todavía haya ningún documento muy fundamentado o elaborado.

En la memoria de mucha gente está la negociación fallida del Estatuto Docente de 2007. A pocas conversaciones de su firma definitiva, las conversaciones saltaron por los aires. La cuestión económica que debería llevar aparejada la reformulación de la carrera docente (vertical y horizontal) así como las condiciones laborales y los primeros destellos de la crisis de 2008 dejaron aquel documento en papel mojado.

Algunos de los protagonistas de entonces, vuelven a estar presentes. Tanto Alejandro Tiana (como secretario general) como Fernando Gurrea, como subsecretario de Educación, ya tuvieron que sentarse a negociar con los sindicatos. Podría ser una «modernización», piensa Loranca, de FeSP-UGT, pero ahora mismo, asegura, no saben cuáles son las intenciones del Ministerio.

Esta situación, la de la repetición de los protagonistas ministeriales, hace pensar en la posibilidad de que se vuelva a presentar un documento a los sindicatos que tenga similitudes con aquel de 2007. Pero es imposible saberlo. Es lo que se desprende de la conversaciones con los diferentes representantes de los sindicatos, que desconocen por dónde irán los tiros del documento que Educación ha de presentar en unas pocas semanas.

Fuente e Imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/2021/11/15/decanas-y-decanos-plantean-la-evaluacion-de-las-actitudes-para-acceder-a-las-facultades-de-educacion/

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El Profesor 4.0 en la escuela pública dominicana

Por: Héctor Rodríguez Cruz

Nos merecemos una Educación 4.0. Con Escuelas 4.0. Con Profesores 4.0, para formar los Talentos 4.0 que necesita el país de cara a la Revolución 4.0.

El debate sobre la calidad de la educación del país y la responsabilidad de los profesores  requiere ser reenfocado. Pese a la importancia que tiene el profesor en el proceso de la educación formal de los ciudadanos, para la vida y para el trabajo, resulta extremadamente injusto  culparlos del deterioro, limitaciones y déficits del sistema educativo nacional. ¡En todo caso somos muchos los culpables!

El  mundo 4.0, traducido como “Cuarta Revolución Industrial, exigirá a los docentes enfrentarse con situaciones cada vez más complejas como es formar para una sociedad más justa y democrática, preparar  a los estudiantes para desenvolverse en una sociedad que cambia y demanda  acceso al empleo justo y decente,  desarrollando las competencias necesarias para el trabajo, la creatividad y la innovación.

La educación 4.0 no vive al margen de la industria 4.0. Exigirá, por tanto, un Profesor 4.0, que asuma la educación como un espacio para el fomento de todo tipo de talento, incluido el Talento 4.0.

La Educación 4.0 y el Profesor 4.0, son la respuesta a las necesidades de la nueva revolución industrial y de la nueva revolución educativa donde la tecnología y las personas convergen para crear oportunidades nuevas, creativas e innovadoras.

En este sentido, resulta clave en la educación 4.0, la aplicación de la metodología del aprendizaje basado en proyectos y retos para el desarrollo del Talento 4.0 por medio del enfoque, despliegue y evaluación de programas específicos centrados en áreas claves para el Talento 4.0, y otros desafíos  que deberán estar presentes en el proceso de “reseteo” del docente 4.0.

Para los países que han logrado establecer sistemas educativos centrados en el desarrollo del conocimiento riguroso y actualizado de sus ciudadanos, la irrupción de la Cuarta Revolución Industrial representa una gran oportunidad para continuar manteniendo sus buenas posiciones en los mercados globales.

En cambio, para aquellas sociedades en las que sus líderes políticos, empresariales, sociales y educativos, han mostrado poco o ningún interés por hacer de la educación su principal motor de desarrollo, es muy probable que la revolución tecnológica sólo aumente sus ansiedades y camine lento.

En este sentido, debemos evaluar la educación dominicana  con franca honestidad. Comencemos por preguntarnos si los profesores dominicanos están  capacitados para formar ciudadanos con las debidas competencias para continuar una formación técnico profesional que les permita enfrentarse a los retos que se derivan de la Revolución 4.0.

En ese mismo sentido, habremos de examinar lo que se ha venido haciendo para mejorarlo o cambiarlo si fuera necesario. Sirva como ejemplo el Proyecto de  Formación Docente para la Excelencia, que para  el periodo 2016-2020 pretendía preparar  unos 20,000 “maestros de excelencia”. Sin embargo, sólo ingresaron a la formación docente 5,000 personas, de los cuales terminaron egresando unos 370 maestros.

Pongamos la mirada en las competencias que debe dominar el profesor 4.0,  tales como: Conciencia global. Alfabetización digital. Competencias financieras, económicas y de emprendimiento. Competencias cívicas. Competencias para el cuidado de la salud  y el medio ambiente.  Competencias para aprender e innovar.

Y también de estas otras: Creatividad; Innovación; Pensamiento crítico; Solución de problemas complejos; Comunicación; Colaboración; Razonamiento cuantitativo;  Autonomía; Empatía Toma de decisiones; Productividad y ética; Liderazgo y responsabilidad; Autorregulación; Respeto por los demás y otras.

Se estima  que el problema de la eficacia del perfeccionamiento para modificar la práctica pedagógica no reside solamente en el perfeccionamiento en sí como herramienta de cambio educativo, sino en las concepciones de aprendizaje, de sujeto y de saber en que se sustenta.

La dinámica de la “dignificación”, está centrada en condiciones salariales, seguridad social y condiciones de trabajo dignas y en prácticas educativas como la inclusión, la diversidad, la educación para la paz, la cooperación; ser ejercida como valor, como derecho o como identidad y dar como resultado, la generación de seres humanos activos en una sociedad dignificada y humanizada.

Sólo la Educación 4.0 podrá fomentar el Talento 4.0 que necesita la Industria 4.0. Sin embargo, no se ha dado  en el país un debate amplio y abierto sobre perfeccionamiento docente de cara a la Cuarta Revolución Industrial. ¡De ahí la necesidad de impulsar una discusión amplia más allá de los límites de las universidades y centros de formación de profesores.

Fuente: https://acento.com.do/opinion/el-profesor-4-0-en-la-escuela-publica-dominicana-9001252.html

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Paulo Freire 100 años: Pedagogía crítica revolucionaria para la escuela de hoy

Por: Andrés Pabón Lara/Rebelión 

El 19 de septiembre de 1921 nacía en la ciudad de Recife, Brasil, Paulo Reglus Neves Freire, uno de los más destacados pensadores latinoamericanos; y el más influyente pedagogo e investigador/docente de Nuestra América.

Su vasta obra, fiel correlato de una vida de acción militante que lo llevó a distintos rincones del planeta, sigue siendo leída y discutida por la creciente cantidad de educadores y educadoras que hoy nos sentimos parte de ese inmenso movimiento social denominado ‘’educación popular’’. Dicha educación popular ha sido susceptible, a lo largo del tiempo, de distintas lecturas interpretativas, acompañadas de prácticas no siempre articulables como un todo. En tal escenario de incorporaciones variadas de la propuesta freireana, asumo la relevancia de destacar, como parte de una conmemoración por el centenario del natalicio del autor, lo que acá denominaré corriente de la pedagogía crítica revolucionaria; intentando definir sus aportes y, en especial, remarcando la vigencia de sus reflexiones y propuestas.

Asumir la reflexión sobre la pedagogía crítica revolucionaria bien puede partir del reconocimiento del rol docente, como parte protagónica de tal propuesta. Entiendo que transcurrir por los caminos propios de la docencia es adentrarse en un mundo que permite reconocer que, sin dejar de ser un trabajo, esto es, la actividad que debiera constituir la fuente del sustento, ser docente significa algo más que eso; algo más que una actividad laboral, equivalente a otra cualquiera. Pero no quiero con esto caer en el simplismo de atribuir la actividad docente a un desempeño que se hace por vocación. Si, también es eso, pero es más que eso. En síntesis, pretendo exponer que la labor docente no solo atañe a los saberes disciplinares de una ciencia o a las herramientas prácticas de la didáctica, sino que, más importante, constituye un rol social históricamente relevante. Ser docente es una responsabilidad para con la sociedad. Para el presente que vivimos, esa responsabilidad no puede desentenderse de la necesidad de transformar el cada vez más injusto orden social.

Reflexionar en este sentido, parte de recordar que la etapa escolar significa para quien la transcurre una instancia fundamental para el desarrollo de su subjetividad. También que esta etapa no corresponde con una experiencia única ni igual para quienes la afrontamos. Ello obedece a los distintos modelos de enseñanza que recibimos. Sabemos en ese sentido que el ejercicio concreto de la docencia puede ser analizado desde distintas perspectivas. Puede verse como una práctica de transmisión de una información como eje fundamental de dicho ejercicio. Igualmente, podría distinguirse una caracterización de la docencia que enfoque el fin u objetivo propuesto, es decir, según la expectativa que se tenga o el resultado que se espera obtener; la promoción a través de los grados escolares y la final titulación. Estas perspectivas confluyen en reconocer los tres elementos fundamentales de toda relación de enseñanza: un rol docente, un rol estudiante y un contenido. Si bien, las variables de la forma en que estos tres elementos pueden integrarse y desarrollarse en una práctica concreta en el aula son múltiples, creo que esta multiplicidad no indica equivalencia o indiferenciación entre unas y otras, es decir, que no da lo mismo plantear algunas variables en detrimento de otras, y esto guarda relación estrecha con las distintas experiencias que cada quien tiene de su escolaridad. Por ejemplo, no es lo mismo activar la conformación de un grupo en el que las y los estudiantes asuman un rol pasivo. En el que las redes de comunicación sean absolutamente direccionadas y el conocimiento a trasmitir se tome como un elemento estático y descontextualizado, que debe ser memorizado por el estudiantado. No es lo mismo, en comparación con un grupo en el que el rol docente se asuma como una función de coordinación, habilitando la participación activa de todas y todos, ampliando las redes de comunicación y problematizando un conocimiento entendido como una instancia procesual e imbricada con la realidad vivida. No son equivalentes estos ejemplos en relación al efecto social que producen. A riesgo de ser esquemático, sigo utilizando los ejemplos ya propuestos para señalar que, el primer modelo se corresponderá con la formación de un tipo específico de subjetividad, muy diferente a aquel que se desprenderá del esquema propuesto en segunda instancia. Las ya mencionadas distintas experiencias vividas por cada quien en la vida escolar son entonces los fundamentos ineludibles de la conformación de su subjetividad.

Referir la construcción de la subjetividad como subyacencia del proceso de enseñanza escolar es, de alguna manera, desescolarizar lo escolar, es decir, denotar que lo que allí sucede tiene hondas repercusiones por fuera de las aulas y que constituye más bien un pilar de la vida en sociedad. Construir la subjetividad no es otra cosa que desarrollar la experiencia existencial. Adquiere gran relevancia desde este punto de vista la aparición de la corriente de pensamiento de la escuela crítica que a lo largo de su vida reivindicó Freire, quien postuló importantes elementos no solo para repensar, críticamente, las practicas dentro del aula, sino también llamando la atención sobre la estrecha relación de la escuela con la sociedad en su conjunto. La pedagogía crítica evidencia que no se trata de dos mundos aislados. Señala, por el contrario, que se trata de dos dimensiones de la misma realidad.

Gracias a los aportes de la pedagogía crítica podemos entender que las y los estudiantes no son estamentos homogéneos y uniformes, sino que están atravesados por las distintas experiencias de su contexto social, lo que condiciona su forma de relacionarse con la escolaridad. Así, quienes encarnan el rol estudiantil enriquecen el proceso de enseñanza a partir de los aportes de sus diferencias. Sus particularidades deben ser un punto de partida que enriquezca las prácticas del aula, y no un obstáculo a superar o una anomalía a ocultar. Asimismo, la particularidad de la experiencia individual será la base para entablar la relación con el conocimiento que, en interacción con dicha experiencia, no podrá ser entendido como univoco ni imparcial. Los conocimientos son productos sociales; condicionados por su marco de desarrollo y relevantes según los escenarios de su aplicación. De tal suerte que, vemos con la pedagogía crítica como la sociedad marca la constancia de su presencia en la escuela.

Ahora bien, a la reflexión sobre el impacto de lo social dentro del aula creo necesario referir también la pregunta opuesta. ¿Cómo se hace presente la escuela en la sociedad? Y es frente a este cuestionamiento que recobra crucial vigencia de la propuesta crítica revolucionaria de la pedagogía de Paulo Freire. Vale decir que no es crítica simplemente porque pretende cuestionar y modificar la forma en que la escuela interviene dentro de la sociedad. Además de esto, es revolucionaria porque, al hacer lo primero, se posiciona dentro de la intención de coadyuvar a cambiar el sistema de sociedad actual. Veamos, primero, cómo pensar en cambiar la intervención de la escuela en la sociedad. Para esto, se parte del reconocimiento de lo que Freire ha planteado como modelo de educación bancaria. Es ese un modelo que se enfoca en amoldar, adoctrinar y disciplinar al estudiantado para su futura incorporación dentro del mercado laboral. Inculca dicho sistema ciertos hábitos o formas de comportamiento que después resultaran necesarios para la introducción del o la trabajadora en un sistema de explotación de su fuerza laboral. Parte de la unificación cultural acorde a un esquema de orden social que no sea cuestionado, que a su vez, se estructure en base a la jerarquización y clasificación que sostienen las diferencias que legitiman la dominación, y se perfecciona con la estandarización y rutinización de tareas para quienes, ubicándose en la parte baja de la escala social, sufren el despojo del fruto de su trabajo. Todos estos parámetros del sistema capitalista son enseñados, reforzados y legitimados con prácticas escolares que les son correspondientes. Freire señala que el modelo bancario se basa en la idea de la transferencia o el depósito del conocimiento que hace el/la docente en ‘’su’’ aprendiz. Así, este último es encerrado dentro de un lugar jerárquicamente inferior frente a quienes ya han recibido ese conocimiento (el docente, otros alumnos avanzados) y es circunscrito a una actitud pasiva ante a ese conocimiento; el cual se tiene como acabado, ajeno e incuestionable. Así se genera esa relación de opresión de las y los estudiantes que resultan alienados y alienadas de su capacidad crítica y activa frente al conocimiento como proceso de construcción social, que es un correlato pleno de la opresión social que propone el sistema capitalista basado en la alienación de la fuerza de trabajo. El modelo bancario es la dimensión pedagógica del sistema capitalista.

Pensar en la urgencia de cambiar ese modelo pedagógico nos lleva indefectiblemente a la pregunta sobre cómo hacer ese cambio; ¿por dónde arrancar? Ante esto, se rescata una segunda dimensión de la pertinencia del pensamiento freireano. Él propone que de la mano con el cuestionamiento crítico al modelo bancario, es preciso emprender un cuestionamiento crítico para con cada uno de quienes como docentes recibimos instrucción en ese modelo y por ende reproducimos (conscientes o inconscientes) el mismo. La reflexión y la autocrítica constituyen un elemento fundamental que debe aportar el rol docente para emprender un cambio, no solamente encaminado a despojarse de métodos opresores, sino incluso para desprenderse de la función que el modelo bancario ha impuesto a la docencia. Freire concibe una pedagogía emancipadora en la cual ‘’nadie libera a nadie, pero nadie se libera solo’’. El rol docente debe modificarse, a partir de la autocrítica, para pasar a entenderse como una instancia facilitadora o mediadora de un proceso de liberación que hace que el sujeto ya no esté atado ni sea dependiente de nadie en el proceso de su formación. Usando una metáfora muy simple; el o la docente solo podrá ayudar a encender la llama, pero el fuego del conocimiento crecerá por su cuenta.

Pero, como lo recuerda Freire, el sujeto oprimido no solo debe liberarse de la opresión que le supone la dependencia del docente bancario, sino que también debe trascender la opresión del conocimiento como objeto a ser en él depositado. Una parte del cambio pedagógico debe ser la activación de una nueva relación entre estudiantes y saberes o conocimientos. En esa relación, es fundamental la distinción del conocimiento dinámico, susceptible de ser construido colectivamente y pasible de ser transformado. Ese carácter procesual del conocimiento se percibe cuando se desmitifica la falsa dualidad entre teoría y práctica. La idea de praxis no solo evidencia lo que ocurre realmente, que es la interrelación bidireccional existente entre teoría y práctica, sino que permite a quien estudia reconocer su lugar activo en la construcción del conocimiento como producto social; condicionado por las posibilidades de un contexto y atento a responder a las expectativas del mismo. La activación de la praxis como combinación de teoría y práctica es una nueva forma de relacionarse con el conocimiento, y permite que las y los estudiantes reactiven su capacidad dialógica; esa facultad de relacionarse activamente con el mundo y de poder ver el lugar que se ocupa en él.

Finalmente, ese rol docente autocritico, que ayuda al estudiantado a dialogar con el conocimiento y con el mundo a través de la praxis, coadyuvando con ello a cambiar el modelo bancario como pedagogía del capitalismo, ¿cómo interviene revolucionariamente? ¿Cómo rompe las paredes (visibles o invisibles) de la escuela para plasmar su quehacer pedagógico en la sociedad? Ante esto, Freire aduce que el rol docente debe ser político. Y debe serlo no solamente porque la pedagogía, al configurar la instancia básica de construcción de la subjetividad propia de la etapa escolar, es en sí política. Pues, como ya se dijo, interviene, con un modelo acorde, en la generación de los sujetos oprimidos que requiere el capitalismo, o, por el contrario, activa la liberación de la opresión que fundamentará la superación del sistema capitalista, que ya es urgente. La pedagogía crítica es política porque es la dimensión pedagógica del proceso de cambio social.

Pero también, el rol docente es político porque, en actitud coherente con lo hasta acá planteado, no podría sentarse a esperar que el cambio social se produzca espontáneamente. El rol docente es político porque, si quiere activar la liberación del oprimido debe enfrentar la frustración que esos sujetos oprimidos reciben cotidianamente por parte del sistema opresor. Debe habilitar la toma de conciencia sobre la necesidad del cambio pero debe, al mismo tiempo, participar de la construcción de ese cambio como una alternativa posible. Pensar a Freire en la escuela hoy debe servir para pensar que no solamente hay que luchar contra la opresión, sino también contra la frustración, la desilusión y la resignación que le son consecuentes. Freire propone frente a esto la esperanza, pero se trata de una esperanza activa, y no de una contemplación aislada o pasiva. Pensar a Freire en la escuela hoy no debe ni puede limitarse a la conmemoración de una efeméride centenaria que se concentre en el pasado. El legado de Freire tiene urgente vigencia porque invita a pensar que si no queremos que nuestras palabras sean promesas vanas de un mundo mejor, si queremos aportar un grano de arena para la liberación de las y los estudiantes, debemos también salir de la escuela a imprimir nuestro saber pedagógico en la construcción de una opción política que ayude a concretar las alternativas reales de nuestra liberación. A cien años de su nacimiento, Freire sigue naciendo, no sólo en los libros o en las aulas, sino más allá, pues sigue siendo necesario como parte de un horizonte que está aún por venir.

Pedagogía crítica revolucionaria para la escuela de hoy

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“La universidad tiene un papel central en el fomento de la democracia y el pensamiento crítico”

Por: Karina Batthyány

En esta lógica de trabajo y de preparación que vamos rumbo a nuestra novena Conferencia en la UNAM el año próximo en junio, propongo seguir recorriendo alguno de los ejes que se van a estar abordando, discutiendo y elaborando alternativas y perspectivas en esos días de trabajo en la Conferencia. Y en este caso es sobre Educación Superior y Universidades, y particularmente Universidades Públicas.

Antes de comenzar con el desarrollo, quiero expresar desde aquí también mi solidaridad con Gerardo Caetano y la solidaridad de CLACSO, de su Comité Directivo con Gerardo Caetano, justamente un referente de la Universidad Pública uruguaya de la Universidad de la República, que ha sido víctima de agravios, de acciones intimidantes, y queremos expresar la solidaridad con él y además repudiar este tipo de acciones que en nada contribuyen a las democracias, al fortalecimiento democrático y plural y la expresión plural de las ideas en nuestros países.

Vamos entonces al tema de hoy: educación superior, universidades y los desafíos que se plantean. En primer lugar, decir que este tema será uno de los ejes de trabajo en nuestra Conferencia #CLACSO2022 de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) y que vamos a colocar allí a discusión el papel de las universidades públicas, el papel del conocimiento como bien público y el derecho humano a la educación superior. En definitiva, colocar allí el papel de las universidades en el mundo actual y en nuestra región latinoamericana y caribeña que, como sabemos, está atravesando una encrucijada muy compleja por una serie de fenómenos que hemos ido desarrollando en estas columnas y que tienen que ver con lo económico, ambiental, político, ideológico, cultural, social, por supuesto lo vinculado a la salud y a los sistemas sanitarios.

Estas complejidades que además nos hablan de la necesidad de abordar analíticamente dimensiones como los derechos humanos, las desigualdades, las migraciones, los fenómenos de corrupción, las violencias, las inseguridades, y un largo etcétera, es en definitiva un lugar donde se discute y se construye alternativas son las universidades, los sistemas de educación superior. Por eso creemos que es muy importante en este marco, entendiendo estas encrucijadas que estamos atravesando, profundizar y complejizar el análisis y reflexión crítica también sobre el papel de la educación superior y particularmente de la educación superior pública y de la educación superior como derecho humano.

Analizar los alcances, las limitaciones, los retos que hoy enfrenta la educación superior tanto a nivel local como a nivel regional, sobre todo en aquellos modelos donde priman todavía los patrones neoliberales y donde se plantea también la educación superior como una mercancía. Plantear enfáticamente la necesidad de defender a la educación superior como derecho humano tal como se acordó en la Conferencia Regional de Educación Superior (CRES) en 2018. Recordemos que la CRES en el 2018 se refería justamente al acceso, al uso y a la democratización del conocimiento como un bien social, como un bien colectivo y como un bien estratégico, esencial para garantizar los derechos humanos básicos. Planteaba a la educación, la ciencia, la tecnología y las artes como un medio para la libertad y para la igualdad, garantizándolas a todos y todas sin distinción social, de género, étnica, de religión o de edad.

La educación, decía la CRES en 2018, no es una mercancía y por eso instamos a los estado Nacionales a no subscribir tratados bilaterales o multilaterales de Libre Comercio que impliquen concebir la educación como un servicio lucrativo o alienten formas de mercantilización en cualquier nivel del sistema educativo.

Conocemos bien esta realidad porque desde los 80’ en nuestra región la educación superior se convirtió en un objeto de mercado, en un proceso que entró en un proceso de mercantilización creciente de acuerdo a las dinámicas y a las reglas de los mercados locales o internacionales. Y porque también en la mayoría de los países, incluso en aquellos que tienen una fuerte tradición de universidad pública como puede ser el caso de Uruguay, de una universidad pública, laica y gratuita, no se ha logrado todavía discutir justamente el tema de cómo se financia la educación superior, y sigue siendo todavía un financiamiento marginal desde el punto de vista público y parte de un negocio –si lo podemos llamar así– privado en el ámbito del mercado.

Queremos colocar la vida y la educación en el centro y desplazar también de este ámbito el eje que hoy está centrado en el mercado. Es por eso que CLACSO y las universidades públicas de América Latina y el Caribe desde siempre e históricamente llevan adelante esta reivindicación en términos también de promover desde estos lugares de educación pública nuevos horizontes de reflexión crítica y de reflexión emancipadora. Para esto insistimos en la idea de colocar al conocimiento como un bien público, como un bien común –como se denomina en algunos casos– en esta disputa a nivel tanto regional como internacional que se está dando y que involucra también otro aspecto que es la idea del acceso abierto y de la ciencia abierta.

Estos debates creemos que contribuyen a efectivamente diseñar modelos educativos que permitan relacionar la investigación, la docencia, la extensión desde un marco de cooperación regional y desde un marco de cooperación regional abierta a las comunidades, a las comunidades no universitarias, y que permita también recuperar otras formas de conocimiento que permiten en definitiva enriquecer los diálogos tan necesarios en torno a la educación superior y a las universidades, en particular en nuestra región hoy.

Por último, quiero llamar la atención con los procesos de inestabilidad política que se están viviendo en algunos de los países de nuestra región que también amenazan el desarrollo del conocimiento y particularmente esta idea del conocimiento como bien público y las universidades como lugar de producción de conocimiento. La amenazan sea por medio de reducciones o recortes presupuestales o por medio de restricciones políticas a la libertad intelectual y al ejercicio profesional.

En definitiva entonces queremos colocar este eje como uno de los ejes centrales de nuestra Conferencia # para seguir desde CLACSO impulsando un espacio de encuentro, de las voces críticas, de las voces que promueven la reflexión y el debate en torno al rol de la educación superior y las universidades públicas, para poder pensar en conjunto alternativas para poder avanzar en esta idea de fortalecimiento del sistema de educación superior público en América Latina y el Caribe.

Creemos que la universidad tiene además un papel central en el fomento de la democracia, de la solidaridad, de la interdependencia, de la responsabilidad y por supuesto del pensamiento crítico que, como siempre decimos, es un pensamiento que además promueve o lleva implícita la idea de la transformación social.

https://www.clacso.org/la-universidad-tiene-un-papel-central-en-el-fomento-de-la-democracia-y-el-pensamiento-critico/

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