Por: Ana M. Longo
Especialistas en el campo de las ciencias sugieren aplicar nuevas metodologías, combinando aprendizaje y juego desde la infancia para potenciar el interés de los más pequeños.
Nuestra sociedad se ve envuelta en constantes avances de tipo científico y tecnológico. Sin embargo, parece que, en el campo de la educación, los niños se sienten poco atraídos por estas ramas o bien, entienden que son complejas y se desmotivan en su aprendizaje. Especialistas en el campo de las ciencias sugieren aplicar nuevas metodologías, combinando aprendizaje y juego desde la infancia para potenciar el interés de los niños y niñas. Acercarles al mundo científico, supone que aprendan que la vida es un experimento también, donde hay que aventurarse, practicar y en ocasiones, fallar. La vida, del mismo modo que la ciencia, es observación e implicación.
“Los niños no necesitan definiciones precisas que puedan fotocopiar en sus mentes como si de recetas de alta cocina se tratasen, sino que necesitan una forma de ver el mundo, intuitiva y creativa, que les facilite comprender los nuevos conceptos que descubren durante su estancia escolar”, explica Manuel Ferreira Lorenzo, licenciado en Ingeniería en tecnologías industriales, especializado en Electrónica industrial y presidente de Quantum Society, la sociedad de ciencia y tecnología creada por y para estudiantes.
“Si lo que se quiere es que determinado conocimiento cambie realmente una manera de pensar, hay que enfatizar la importancia de la calidad sobre la cantidad. Si el maestro se centra más bien en el motivo (a través de ejemplos, analogías…), el alumno comprenderá el poder que acaba de recibir gracias a ese nuevo concepto, el cual le ha aportado algo novedoso y permitirá generarle la suficiente curiosidad para querer profundizar todavía más por su cuenta”, añade Ferreira Lorenzo, actualmente estudiante de Física en King´s College.
El experto asegura que es preciso trabajar para adaptar el sistema educativo a la nueva era y, da un especial valor a la figura del educador con una frase de Richard Feynman, físico teórico, que resume, según él, la realidad vivida los últimos siglos: “Un buen maestro no es aquel que sabe explicarte todo perfectamente, sí el que es capaz de hacer que sus alumnos recuperen la ilusión que perdieron durante el colegio”.
Ferreira afirma que concibe concepto como herramienta y es preferible profundizar en el “entender”, el cual no se deduce del “saber”: “Creo fielmente en un sistema donde se aprenda empleando nuevas herramientas y donde el error sea solo “parte del juego”. De hecho, si no te estás equivocando, es que probablemente no estás innovando lo suficiente. Por lo tanto, no hay que avergonzarse, sino celebrarlo”.
Fomentar la curiosidad, inventiva y pensamiento crítico
Ferreira recuerda a Steve Jobs, informático y empresario fallecido en 2011, que aseguraba que al dibujar puntos únicamente se conectarían hacia atrás y había que confiar en que alguna vez se unirían en el futuro. “El sistema educativo debería verse de igual forma”, incide el ingeniero. Y aclara que no cree que: “la solución sea imponer un único y estandarizado camino de puntos, idéntico para la gran diversidad de las generaciones venideras”. Y el experto concluye que, como sociedad, hay que facilitar a los niños que puedan dibujar por sí mismos sus propios “puntos”, de un modo “original, creativo y desenfadado”.
José Enrique Fernández y Gustavo Monroy, profesor de Ciencias Naturales y Biología respectivamente, acuerdan, desde el departamento de Ciencias Experimentales del Colegio Salesianos de María Auxilidadora de Ourense, que deben tenerse más presentes las actividades prácticas y manipulativas, con un menor uso del libro de texto y mayor participación en el laboratorio. Los profesores no deben obviar la dificultad presente en las asignaturas y saber proveer de recursos. “Pensamos que relacionar lo aprendido con la vida real puede aportar mucho a los niños. Y desde luego, les apetecerá mucho más visitar museos científicos y espacios naturales, ver documentales, realizar juegos, hacer “magia” científica o asistir a talleres donde pongan en marcha su razonamiento e ingenio”, apunta Fernández.
Pedro Margolles, investigador en Neurociencia Cognitiva, parafrasea al científico Louis Pasteur, asegurando que “la ciencia solo favorece la mente preparada” y suma que despertando en los niños la curiosidad, la inventiva y el pensamiento crítico, la ciencia acabará atrayéndoles tarde o temprano. “La realidad es suficientemente seductora como para no pasar desapercibida ante el ojo curioso”, sostiene Margolles, quien profundiza en tres puntos clave para lograr el objetivo:
- La curiosidad. Resulta indispensable permitir que los niños planteen sus incesantes porqués, a la vez que participar con ellos en la resolución de cuestiones, dinamizar su interés y fomentar que ellos también planteen hipótesis o posibles explicaciones. Muchos padres, ante tal vorágine de preguntas, ceden el móvil a sus hijos para que se entretengan y dejen de hablar. Sin embargo, con este hábito, si bien se consigue una tranquilidad momentánea, también se está privando a los hijos de una oportunidad única para cultivar su curiosidad y capacidad de exploración. Hemos de maximizar su curiosidad natural convirtiéndola en un juego para ellos y para toda la familia.
- La inventiva. Es imprescindible dar espacio a los niños para que puedan explorar, manipular o probar los temas que a ellos les interesen. Fomentemos la indagación y la exploración sin más. Es aconsejable participar como padres en estas indagaciones proveyéndoles de un marco de seguridad, pero sin presión. Una forma sencilla de conseguir esto pasa por sugerirles libros, juegos de mesa y canales de YouTube de experimentos que estimulen su curiosidad por los fenómenos más cotidianos y les inciten a probar o construir cosas en casa. Y cuando la curiosidad por realizar un experimento o la motivación por crear surja en ellos, ayudémosles a hacer realidad su proyecto y a cuestionarse por qué la naturaleza funciona de esa manera o plantear escenarios alternativos.
- El pensamiento crítico. La personalidad de un pequeño científico no se forja solamente por el nivel de desarrollo de un niño en las facetas de curiosidad y creatividad, sino por cómo se orienta su progreso en ellas. De nada vale la intensidad, si la dirección no es la adecuada. En palabras del filósofo Francis Bacon, el pensamiento crítico: “es tener el deseo de buscar, la paciencia para dudar, la afición de meditar, la lentitud para afirmar, la disposición para considerar, el cuidado para poner en orden y el odio por todo tipo de impostura”. Y un buen comienzo para que todos estos valores mencionados comiencen a implantarse poco a poco en los niños, consiste en mostrarles lo que es y cómo funciona el “método científico” por medio de material divulgativo de ciencia para niños.
“Para enseñar a los niños a amar la ciencia es imprescindible tener en cuenta que, ese interés no se busca, se descubre”, termina el fundador de escuela para científicos.
Fuente de la información e imagen: https://elpais.com