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Tres joyas del libro póstumo de Umberto Eco

Por. Umberto Eco

Poco antes de morir el célebre escritor seleccionó los mejores artículos de prensa que publicó.

La sociedad líquida

Como es bien sabido, la idea de modernidad o sociedad “líquida” se debe a Zygmunt Bauman. Al que desee entender las distintas implicaciones de este concepto le será útil leer ‘Estado de crisis’, obra en la que Bauman y Carlo Bordoni debaten sobre este y otros problemas.

La sociedad líquida empieza a perfilarse con la corriente llamada posmodernismo (término ‘comodín’, que puede aplicarse a multitud de fenómenos distintos, desde la arquitectura hasta la filosofía y la literatura, y no siempre con acierto). El posmodernismo marcó la crisis de las “grandes narraciones” que creían poder aplicar al mundo un modelo de orden; tenía como objetivo una reinterpretación lúdica o irónica del pasado, y en cierto modo se entrecruzó con las pulsiones nihilistas. No obstante, para Bordoni también el posmodernismo está en fase decreciente. Tenía un carácter temporal, hemos pasado a través de él sin darnos cuenta siquiera, y algún día será estudiado como el prerromanticismo. Se utilizaba para señalar un fenómeno en estado de desarrollo y ha representado una especie de trayecto de la modernidad a un presente todavía sin nombre.

Para Bauman, entre las características de este presente en estado naciente se puede incluir la crisis del Estado (¿qué libertad de decisión conservan los Estados nacionales frente al poder de las entidades supranacionales?). Desaparece una entidad que garantizaba a los individuos la posibilidad de resolver de una forma homogénea los distintos problemas de nuestro tiempo, y con su crisis se ha perfilado la crisis de las ideologías, y por tanto de los partidos, y en general de toda apelación a una comunidad de valores que permitía al individuo sentirse parte de algo que interpretaba sus necesidades.

Con la crisis del concepto de comunidad surge un individualismo desenfrenado en el que nadie es ya compañero de camino de nadie, sino antagonista del que hay que guardarse. Este “subjetivismo” ha minado las bases de la modernidad, la ha vuelto frágil, y eso da lugar a una situación en la que, al no haber puntos de referencia, todo se disuelve en una especie de liquidez. Se pierde la certeza del derecho (la magistratura se percibe como enemiga), y las únicas soluciones para el individuo sin puntos de referencia son aparecer sea como sea, aparecer como valor, y el consumismo. Pero se trata de un consumismo que no tiende a la posesión de objetos de deseo con los que contentarse, sino que inmediatamente los vuelve obsoletos, y el individuo pasa de un consumo a otro en una especie de bulimia sin objetivo (el nuevo teléfono móvil nos ofrece poquísimas prestaciones nuevas respecto al viejo, pero el viejo tiene que ir al desguace para participar en esta orgía del deseo).

Crisis de las ideologías y de los partidos: alguien ha dicho que estos últimos son ahora taxis a los que se suben un cabecilla o un capo mafioso que controlan votos, seleccionados con descaro según las oportunidades que ofrecen, y esto hace que la actitud hacia los tránsfugas sea incluso de comprensión y no ya de escándalo. No solo los individuos, sino la sociedad misma, viven en un proceso continuo de precarización.

¿Hay algo que pueda sustituir esta licuación? Todavía no lo sabemos, y este interregno durará bastante tiempo. Bauman observa que (desaparecida la fe en una salvación que provenga de las alturas, del Estado o de la revolución) es típico del interregno el movimiento de indignación. Estos movimientos saben lo que no quieren, pero no saben lo que quieren. Y quisiera recordar que uno de los problemas que se les plantean a los responsables del orden público a propósito de los “bloques negros” (táctica de manifestación donde los participantes llevan ropa negra para evitar ser identificados y parecer una sola masa*) es que no es posible etiquetarlos, como se hizo con los anarquistas, con los fascistas o con las Brigadas Rojas. Actúan, pero nadie sabe cuándo ni en qué dirección, ni siquiera ellos.

¿Hay algún modo de sobrevivir a la liquidez? Lo hay, y consiste justamente en ser conscientes de que vivimos en una sociedad líquida que, para ser entendida y tal vez superada, exige nuevos instrumentos. El problema es que la política y en gran parte la ‘intelligentsia’ todavía no han comprendido el alcance del fenómeno. Bauman continúa siendo por ahora una ‘vox clamantis in deserto’ (el sociólogo polaco falleció el 9 de enero*). 2015

Izquierda y poder

Yo no estaba presente cuando sucedió el hecho, pero me lo contó una persona fidedigna. Pues bien, en 1996 Romano Prodi acababa de ganar las elecciones y por primera vez subía la izquierda al poder (en Italia*). Gran fiesta, creo, en la romana Piazza del Popolo, muchedumbre delirante. Mientras Massimo D’Alema (entonces secretario general de los Demócratas de Izquierda*) se dirigía hacia la tribuna, una mujer lo tomó por el brazo gritando: “¡Compañero Massimo, ahora sí que haremos una oposición fuerte!”.

Fin de mi historia, pero no de la maldición de la cual era síntoma. La militante había entendido que su partido había ganado, pero no que estaba obligado a ir al Gobierno, y no podía concebir un partido que estuviera obligado a decir que sí a un montón de cosas, porque siempre lo había pensado como una fuerza heroica y testaruda que a todo le decía que no.

Ahora bien, en ella se resumía una trágica historia de la izquierda europea: durante más de 150 años había vivido como fuerza de oposición; revolucionaria, sí, pero sumida en una larga espera, llena de sufrimiento, de que estallara la revolución (y en Rusia y en China, donde estalló, obligada a gobernar y a no oponerse, poco a poco esa izquierda se fue convirtiendo en una fuerza conservadora).

Por eso la izquierda siempre se ha sentido capaz de decir que no y ha mirado con recelo a esas alas que se aventuraban a decir que sí con la boca chica, expulsándolas como socialdemocráticas; y cuando decían que sí, sus militantes abandonaban el partido para fundar otro más radical. Por esa razón la izquierda siempre ha sido escisionista, condenada a una cariocinesis perpetua, y por supuesto, con tal proceder nunca ha sido lo bastante fuerte para ir a gobernar. Y quisiera añadir, malignamente, por suerte, porque entonces se habría visto obligada a decir que sí, con todos los compromisos que conlleva tomar decisiones de gobierno, y diciendo que sí habría perdido esa pureza moral que la veía siempre derrotada y altivamente capaz de rechazar las seducciones del poder. Se conformaba con pensar que ese poder que rechazaba conseguiría destruirlo algún día. La historia de esa mujer de la Piazza del Popolo explica infinitas cosas que siguen pasando hoy en día. [2015]

La pérdida de la privacidad

Uno de los problemas de nuestro tiempo, que (a juzgar por la prensa) obsesiona en cierto modo a todos, es el de la llamada ‘privacy’, que, por decirlo de forma muy esnob, se puede traducir como ‘privacidad’. Dicho llanamente, significa que todo el mundo tiene derecho a ocuparse de sus asuntos sin que los demás, en especial las agencias vinculadas a los centros de poder, se enteren. Y existen instituciones creadas para garantizar la privacidad (pero, por favor, llamándola ‘privacy’, de lo contrario nadie la toma en serio). Por eso nos preocupa que, a través de nuestras tarjetas de crédito alguien pueda saber qué hemos comprado, en qué hotel nos hospedamos y dónde hemos cenado. Por no hablar de las escuchas telefónicas cuando no son indispensables para identificar a un delincuente; recientemente, incluso Vodafone (empresa británica de telecomunicaciones*) ha lanzado una advertencia sobre la posibilidad de que agentes más o menos secretos de cualquier nación puedan saber a quién llamamos y qué decimos.

Parece, pues, que la privacidad es un bien que queremos defender a toda costa, para no vivir en un mundo de Gran Hermano (el verdadero, el de Orwell), donde un ojo universal puede controlar todo lo que hacemos o, incluso, pensamos.

Pero la pregunta es: ¿realmente le importa mucho a la gente la privacidad? Antes, la amenaza a la privacidad era el chismorreo, y lo que se temía del chismorreo era el atentado contra nuestra reputación, sacar a la calle los trapos sucios que debían ser legítimamente lavados en casa. Pero, tal vez a causa de la llamada sociedad líquida, en la que todo el mundo sufre una crisis de identidad y de valores, y no sabe dónde ir a buscar puntos de referencia que le permitan definirse, el único modo de conseguir reconocimiento social es “hacerse ver” a toda costa.

Y así, la señora que comercia con su cuerpo (y que antes procuraba ocultar su actividad a los padres o a los vecinos), hoy se hace llamar ‘escort’ y asume alegremente su papel público presentándose incluso en televisión; los cónyuges, que antes ocultaban con celo sus desavenencias, acuden a los programas basura para representar entre los aplausos del público el papel del adúltero o el del engañado; nuestro vecino del transporte público cuenta por teléfono en voz alta lo que piensa de su cuñada o lo que ha de hacer su asesor fiscal; los investigados de toda clase, en vez de retirarse al campo hasta que la tormenta del escándalo se haya calmado, multiplican sus apariciones con una sonrisa en los labios, porque mejor es ladrón conocido que honrado por conocer.

Hace poco apareció en ‘La Repubblica’ un artículo de Zygmunt Bauman en el que se destacaba que las redes sociales (en especial Facebook), que representan un instrumento de vigilancia del pensamiento y de las emociones ajenas, son utilizadas por distintos poderes con una función de control, gracias a la colaboración entusiasta de quien forma parte de ellas. Bauman habla de una “sociedad confesional que promueve la exposición pública de uno mismo al rango de prueba eminente y más accesible, además de verosímilmente más eficaz, de existencia social”. En otras palabras, por primera vez en la historia de la humanidad, los espiados colaboran con los espías para facilitarles el trabajo, y esta entrega les proporciona un motivo de satisfacción porque alguien los ve mientras existen, y no importa si existen como criminales o como imbéciles.

También es cierto que, una vez que alguien puede saberlo todo de todos, cuando los todos se identifiquen con la totalidad de los habitantes del planeta, el exceso de información solo producirá confusión, ruido y silencio. Esto debería preocupar a los espías, porque a los espiados les encanta que al menos los amigos, los vecinos y quizá los enemigos conozcan sus secretos más íntimos, ya que es el único modo de sentirse vivos y parte activa del cuerpo social. [2014]

Fuente: http://m.eltiempo.com/cultura/musica-y-libros/tres-joyas-del-libro-postumo-de-umberto-eco-78050
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La relación entre los dos mundo (dóxa y episteme): La alegoría de la caverna.

Por: Aeterna Imperio

1.0 La relación entre los dos mundos.

En cuanto la idea del Bien es el fundamento de las demás ideas, constituye a la vez el fundamento de todas las cosas sensibles, puesto que estas deben su ser e inteligibilidad a las ideas: éstas son justamente el “aspecto” bajo la cual las cosas sensibles se representan, es decir, son.

Las ideas según sabemos tienen carácter metafísico, porque representan la realidad perfecta, verdadera, autentica, el puro ser y valor. En segundo lugar, son esencias, es decir, lo que hace que los entes sean lo que son, aquello que hace ser a los entes, la cosa misma en su ser más propio. En tercer lugar, son la causa, el fundamento de las cosas sensibles. En último lugar representan su término, su fin (télos), la meta de todo lo que es, su sentido; lo cual implica una especie de tendencia o apetencia hacia la idea, por lo que se dice en el Fedón que todo lo sensible quiere ser como la idea, se esfuerza por copiar la idea o asimilarse a ella.

Platón sugiere que ideas y cosas sensibles constituyen dos mundos aislados, y así interpreto la cuestión Aristóteles, quien vio entre ambos mundos una separación; pero que estén separados no significa, en modo alguno,  que no haya relación entre uno y el otro. El mundo inteligible representa el modelo (paradigma¹) del sensible. Pero la dificultad está en determinar con exactitud y precisión el tipo de relación que se da entre ambos ordenes de cosas, porque la mayor parte de las expresiones que Platón emplea tienen más carácter metafórico que propiamente conceptual; y no falta además la ocasión (en el Parménides) en que el propio filósofo  critica estas expresiones o giros, sin que, sin embargo, parezca proponer otros mejores. Es este pues uno de los tantos problemas que Platón deja sin respuestas, como estímulos quizás o interrogaciones que quedan abiertos al lector, y con la cual sigue fiel a la actitud eminentemente problematicista de su maestro Sócrates.

No han faltado los interpretes que no admiten la separación de los dos mundos, y que sostienen que tal separación no representa nada más que un modo de expresarse. Pero esta teoría tropieza con ciertas dificultades, entre otras, la circunstancia de que Aristóteles, discípulo de Platón durante casi veinte años, y que por tanto debió haber conocido bien el punto de vista de su maestro, se expide en sentido contrario. De todas maneras, no puede dejarse de apuntar que se trata de un problema no resuelto.

2.0 La alegoría de la caverna.

Platon se vale de una alegoría para dar forma a las teorías que se acaban de esbozar, y al mismo tiempo para representar “dramáticamente” la condición y el destino del hombre, se trata de la alegoría de la caverna, uno de los pasaje más famosos de la literatura filosófica.

Para comprender lo que Platón dice, conviene valerse del esquema presente. Supongamos la ladera de una montaña, sobre la cual se abre la entrada de una caverna. Dentro de la caverna hay dos hombres que estan sentados y encadenados, de tal manera que no pueden girar sus cabezas o inclinarlas, sino que se ven obligados a mirar solamente la pared que tienen a su frente, en el fondo de la caverna. A sus espaldas, y hacia arriba, subiendo la pendiente de la caverna, hay una especie de tapia o paredilla, detrás de la cual corre un camino por el que marchan hombres llevando sobre sus cabezas objetos artificiales que sobre salen por encima de la tapia. Todavía más atrás y más arriba hay una hoguera, que lanza su luz sobre estos objetos, los cuales a su vez proyectan sus sombras sobre la pared del fondo de la caverna y a la cual miran los prisioneros. Aún más arriba, siguiendo la pendiente, se termina por salir al mundo exterior, donde están los árboles, los animales, los cuerpos celestes y en definitiva el sol.

Pues bien, la caverna representa nuestro mundo, el mundo sensible; y el exterior de la caverna representa el mundo real, es decir, el mundo de las ideas, cuya forma más alta, el Bien, esta simbolizada por el sol.

El mundo sensible resulta ser un mundo de sombras y apariencias. Los prisioneros de la caverna -es decir, nosotros mismos, en este mundo sensible- no tenemos libertad ni verdadero conocimiento, casi como le ocurre al animal, en la medida en que es pura sensibilidad y carece de la posibilidad de conocer las ideas, puesto que no posee razón. El hombre esta confinado al conocimiento sensible, y en tal sentido somos “prisioneros de las apariencias”, de los fenómenos, de los que sólo el conocimiento propiamente dicho, es decir, en definitiva, la filosofía, nos puede librar. Como el “drama” de la alegoría consiste en “liberar” al prisionero para llevarlo hacia lo alto y terminar por sacarlo de la caverna, la ficción narra el proceso de des-animalización del hombre, el proceso de su humanización o educación hasta llegar a su realización plena.

2.1 La vida en al caverna.

La alegoría pretende representar simbólicamente nuestra naturaleza, nuestro ser-hombres. La situación en que se encuentran los prisioneros es la situación con que comienza nuestra humana existencia: comenzamos estando como “dormidos”, es decir, “olvidados” de lo que en realidad somos. Se dirá entonces que, en primera instancia, y ante todo, vivimos en el anonimato, en el olvido de nosotros mismos, porque en nuestra vida diaria somos, no nosotros mismos como autenticas personalidades libres, sino que nos encontramos sometidos al poder de un tirano impersonal. En efecto, en la mayor parte de nuestros actos no nos comportamos como personas autónomas que libremente deciden hacer esto o lo otro, sino que hacemos lo que la “gente” hace. Se trata entonces, de actitudes, inclusive “ideas”, que se adoptan por una especie de imposición social en que se vive; y esa tiranía o dominación impide que llevemos una existencia auténtica, nos impide descubrir en lo que nosotros mismos somos y ocultar nuestra verdadera realidad con la especie de mascara que nos impone.

Nuestro objeto, puesto que nos dedicamos a la filosofía, y en general el objeto de todo hombre que no quiere ser victima del engaño, es llegar a la verdad que se esconde tras los fenómenos de este mundo sensible, o tras las opiniones del impersonal. Por tanto, si se quiere alcanzar la verdad debemos empezar por eliminar el error. Por eso Sócrates había enseñado que el método filosófico ha de comenzar con la refutación, que consiste en purgar el alma de los falsos conocimientos que la tienen encadenada y le impiden el acceso a la verdad; luego, ya purificada, podrá volverse así misma y reconocerse tal como en realidad es.

Si se resume el primer momento de la alegoría, diremos entonces que los prisioneros se encuentran en el estado de espíritu que se llamó (eikasía) o imaginación, que es el inferior en la escala del “saber”: de tal manera, los prisioneros, es decir, los hombres en su vida corriente, se encuentran en la forma inferior de existencia posible, “prisioneros” de las apariencias o fenómenos, según se ha dicho. En otras palabras , el modo de ver de los hombres en general, en lo que se refiere a sí mismos y al mundo que los rodea, es un modo de ver deformado por medios falsificadores, por sus propias pasiones y prejuicios, y por las pasiones y prejuicios de las otras gentes, tal como se les trasmiten mediante el lenguaje y la retórica, la prensa y la televisión, la propaganda y la política. En estas condiciones pues los hombre ni tienen libertad no verdadero conocimiento (e ignoran que no los poseen).

2.3 La liberación del prisionero.

La segunda parte de la alegoría va a narrar la liberación de un prisionero y su ascenso fuera de la caverna; ello acontece en cuatro momentos:

a) En primer lugar, la liberación misma.

De lo que se trata es pues, de liberar al prisionero de su ignorancia, de su falta de pensamiento; y ello va a acontecer como proceso de “formación” o cultura, como aprendizaje del pensar: El prisionero hecha su mirada, no sobre las sombras, sino sobre las cosas cuyas sombras veía antes; pero en realidad no puede decirse, por el momento, que “vea” estas cosas, porque como su vista no esta acostumbrada sino al oscuridad, el exceso de luz que ahora experimenta le deslumbra y no puede distinguir los objetos con que se enfrenta. Es obvio que estará convencido de que las sombras eran más reales que los objetos que ahora ve, porque las sombras las discernía perfectamente bien, eran para él algo claro, puesto que su ojo estaba adaptado a ellas. No solamente no puede contemplar adecuadamente los objetos que ahora se le presentan, sino que, peor aún, no puede reconocerlos los como objetos que proyectaban las sombras. Se encuentra en un estado de completa confusión. Y es que, presisamente, cuando comienza la educación (paideia), la reflexión filosófica, cuando el hombre empieza asalir de la tirania de la “gente”, del impersonal, se siente como perdido, turbado, confuso, porque todo lo anterior, en que hasta ese momento había vivido, le parecía claro y evidente, en tanto que ahora todo lo ve borroso y oscuro, a pesar de qeu se trata de cosas más verdaderas y reales que las que antes percibía. Evidentemente su vista se turba aún más.

La situación es paradójica y se asemeja a quien se acerca por primera vez a la filosofía y oye hablar del movimiento, del tiempo o de la valentía; hasta ese momento vivía muy tranquilo creyendo saber, más o menos oscuramente, qué eran el tiempo, el movimiento o la valentía, pero ahora, con la filosofía, las cosas empiezan a complicársele, todo lo que creía saber vacila, y se pregunta entonces para qué se habrá metido en tales problemas: en términos de Platón, ese principiante quiere regresar a las sombras, pero aquí comienza un proceso de adaptación  a las nuevas circunstancias de que se ocupa el segundo momento de la segunda parte de la alegoría.

b) El prisionero liberado se va adaptando a la nueva situación.

Este proceso es un proceso gradual, y Platón habla simbólicamente de los paso que se deberá seguir: primero aprenderá a discernir las sombras de las cosas exteriores a la caverna, luego sus imágenes reflejadas, más tarde las mismas cosas, más adelante los cuerpos celestes de noche, luego de día y finalmente el sol.

Esta es una de las enseñanzas de la alegoría: la necesidad de proceder gradualmente en el orden de la educación. Platón sostiene, de esta manera, que antes de penetrar en el estudio de las ideas superiores es preciso un aprendizaje preparatorio: el estudio de las matemáticas.

En cierto sentido aquí se encuentran una de las fallas de los sofistas: haber cometido el error de discutir con cualquiera los temas morales, políticos o metafísicos, sin la necesaria preparación pata ello -como quien quisiera hablar de física atómica con quienes desconocen el álgebra elemental. Y lo que Platón dice de los sofistas quizás podría aplicarse hoy día a las cuestione políticas, que por suponer temas éticos y metafísicos sólo podrían abordar adecuadamente quienes tuvieran la necesaria preparación filosófica.

c) En el tercer momento, el liberado descubre en el sol la causa suprema.

El sol es la cusa de todas las cosas y su vez lo que las gobiena (la palabra “principio”, “fundamento”, tiene en griego estos dos matices, según hemos señalado anteriormente). El sol representa la idea suprema, la idea del Bien.

d) En el cuarto momento el liberado recuerda la caverna y la vida que allí llevaba.

Recuerda su vida anterior y siente alegría por haberla dejado, a pesar de que en primer momento aborrecía la nueva morada. Y a la vez siente cierto desdén y  compasión por sus compañeros que aún viven en las sombras; porque el “saber” que allí se tiene no es verdadero saber, sino el grado inferior de la opinión (la dóxa), a saber, la imaginación o conjetura (eikasia).

Notas y referencias.

1 Paradigma: Ejemplo o modelo de algo.

El mito de la caverna.

Leer el Fedón.

Principios de filosofía. (Adolfo P. Carpio)

Fuente: https://aeternaimperoblog.wordpress.com/2017/04/10/la-relacion-entre-los-dos-mundo-doxa-y-episteme-la-alegoria-de-la-caverna/

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El eurocentrismo de Slavoj Zizek

Atawallpa Oviedo Freire

“La sociedad humana misma advierte a la periferia como el centro de acción, porque ahí existe la conectividad de las cosas, que han sido aisladas de manera sublimada por las culturas predominantes”. Jaime Vargas Condori.  

El intelectual marxista de origen sloveno Slavoj Zizek, en su artículo “PIENSA LOCAL, ¡ACTÚA GLOBAL!” señala lo siguiente, y que es lo medular en la fundamentación de su discurso, como asimismo para darle título a su artículo: “En los años 60, el eslogan del incipiente movimiento ecologista era ¡Piensa global, actúa local!. Trump promete hacer exactamente lo contrario: Piensa local, actúa global.” [1]

Cuando surgió este axioma: “piensa global, actúa local” por un grupo de ecologistas de origen europeo, fue cuestionado y rechazado por otros ecologistas e intelectuales, principalmente de Sudamérica, que veían el carácter eurocéntrico y hegemónico de aquel principio, pues el “piensa global” significaba que había un solo pensamiento en el mundo o de que todos debían llegar a pensar de una sola manera. Evidentemente, el pensamiento global o “pensamiento único” que debía ser incorporado y asimilado por resto de la humanidad, era el de los autodenominados: primer mundo, desarrollados, civilizados, europeos, occidentales; ya que todos los demás eran tercermundistas, subdesarrollados, atrasados, primitivos, inferiores. En definitiva, dicha frase representaba una clara expresión homogeneizadora, monocultural, antropocéntrica, totalitaria.

Este cuestionamiento llevó a pensar por cierta intelectualidad que más bien podría ser al revés: “piensa local, actúa globalmente”. El “piensa local” significaba que en el mundo habían varias formas de concebir la vida y de vivirla, de que había que partir de la realidad cultural de cada pueblo, de que los procesos eran milenarios y diferentes en cada región del planeta. El “piensa local” no podía quedarse en un individualismo o un encerramiento para “actuar localmente”, sino que tenía que haber un “actuar globalmente”. Ese era, acompañar o apoyar otros procesos en otros lugares de fuera de lo local. Pensar desde su cultura o proceso histórico, pero estableciendo relaciones con todos los pueblos en el mundo, en la conciencia de que estamos en un solo mundo.

Pero, para las racionalidades de las “naciones primeras” además no se trataba de un “pensar individual” en cualquiera de las formas descritas anteriormente, sino de un “pensar colectivo” pues nadie piensa ni existe por sí mismo sino a partir del otro, en la conciencia de que en la interrelación o en el compartir se descubre a sí mismo y descubre a los demás. Pero este “pensar colectivo” no se circunscribe al “ser humanidad” sino al “ser natural” integral, el cual no solo es la materialidad sino la espiritualidad que extraña. Por tanto, no solo es un pensar sino un sentir, los cuales no están separados sino que están conectados en un “senti-pensar” o un “pensi-siento”.

No solo el ser humano “piensisiente” sino que en la vida todo es conciencia, habiendo tipos y dimensiones de la conciencia de acuerdo a la posición geográfica y a la altitud de cada región. Esta condición determina los procesos de cada sistema de vida en su relación con ese espacio o ambiente particular, pero no solo con el mundo de abajo-tierra sino con las fuerzas de arriba-estrellas. En lenguaje académico: al humano integral no le interesa solo el texto sino el contexto y el subtexto. Por lo que no hay separación o exclusión entre el pensar-actuar y lo local-global, sino un conjunto integrado y armónico.

Siendo justamente éste el conflicto de Zizek y del occidente en general, de que dichos conceptos o principios siguen guardando una separación entre el pensar y el actuar, entre lo local y lo global, entre lo individual y colectivo, entre el pensar y el sentir, etc. Terminan siendo expresiones dualistas, por ende, eurocéntricas, ya que siguen la misma lógica cartesiana del “pienso luego existo” o “existo luego pienso”. Es decir, son parte y prolongación de la misma visión dicotómica de lo que representa occidente o de cómo surgió la civilización, ya que antes de ello no existía esta concepción de exclusión en ninguna parte del mundo. Lo que nos da cuenta, que además hay un “pensar de inclusión” y un “pensar de exclusión”.

En la historia mundial, solo lo que dio en llamarse “civilización occidental” procedió a dividir y especializar a la vida, a la naturaleza, a lo sagrado, a la “realidad”; pues antes de ello todos los pueblos del planeta la veían complementariamente. Concebían la existencia de la diferencia y de la oposición, pero no de la fragmentación ni de la separación, en la medida de que entendían que todo estaba interrelacionado y de que todos dependían uno del otro. Siendo esta la divergencia fundamental, que marca la distancia y la ruptura entre el “pensamiento occidental” y el “pensisiento no-occidental”. Y a partir de ello dos sistema-mundos totalmente diferentes y excluyentes uno del otro.

El “pensamiento de exclusión” es el generador y el responsable de la actual situación de caos ambiental y global. El desajuste a los ecosistemas y su desequilibrio, la ha originado una manera de ser y de existir. La manera de concebir a la naturaleza y su relación con ella, es la que ha provocado el cambio climático y todas sus secuelas. La cosificación y mercantilización de la naturaleza, es el mayor acto de destrucción ambiental -por ende humana- llevado a cabo por el occidentocentrismo. Caos que en nuestros días ha llegado al clímax, con la posibilidad progresiva de que seamos la generación que vea la desaparición de la especie humana o una buena parte de ella, si es que no se cambia a tiempo con este pensamiento “contranatura” y se retoma el sentido de vivir en el “continuo de la natura” o “continatura”. Ese el dilema de la humanidad actual.

En este sentido, cuando Zizek utiliza estas analogías como fuente argumentativa de su discurso y de cómo las relaciona con Trump, deja ver otra parte de su euro-occidentocentrismo. Así, en dicho artículo habla de América, pero América es solo EEUU. No existimos los latinoamericanos y los indoamericanos. Los EEUU se apropiaron de todo, hasta del nombre América y hay quienes la validan y la reconocen como tal. En la práctica, para cierto “pensar globalmente” los centro y sudamericanos seguimos siendo el “patio trasero” de EEUU. Referirse a los estadounidenses como americanos, es una manera muy eurocéntrica de expresarse, con todo lo que ello implica o envuelve. Pero además significa que él acepta y reconoce al pensamiento europeo como el centro de todo y que las demás racionalidades o “pensisientos” son periféricos, es decir, menores. Zizek es crítico de la dicotomía centro/periferia, pero como su mentalidad es eurocéntrica no se interesa por conocer a cabalidad el pensamiento de la alteridad y peor de experimentarla en un ser. Sigue en la lógica de externalidad del fenómeno de estudio o de objeto de conocimiento. No sabe lo que es la relación sujeto-sujeto (inclusión) y solo conoce la de sujeto/objeto (exclusión).

En el fondo, él y toda la intelectualidad siguen “pensando” y “actuando” centradamente, es decir, eurocéntricamente. La periferia es básicamente un discurso para cuestionar la centralidad de los países ricos y de la derecha occidental sobre los países pobres y la izquierda, pero no para cuestionar verdaderamente el centrismo de todo occidente sobre el resto del mundo. Y esto se debe, a que no se cuestiona al dualismo centro/periferia desde el “pensisiento” o conciencia de “afuera” o de los “otros”, sino desde el mismo pensamiento de “adentro”. Y eso también es eurocentrismo. Algo muy típico en la izquierda y en los marxistas. Dicen que luchan por los olvidados, los ninguneados, los indios, los colonizados, pero lo hacen desde un pensamiento externo a ellos. Los “otros” son objeto de conocimiento analizados desde la externalidad y desde la lógica del pensamiento de exclusión o dialéctico.

El objetivo de las izquierdas es construir el socialismo y luego el comunismo en todo el mundo. Teorías éstas, provenientes o construidas en Europa. No les interesa que los “otros” continúen o profundicen en sus procesos milenarios y autónomos. Por el contrario, deben olvidarlos y lanzarse a hacer realidad las teorías y los experimentos de la “clase más avanzada” y del “pensamiento más adelantado”. O, como quizás diría Zizek: “seguid nuestro sueño de izquierda”.

Por ello, todo se desenvuelve en la dialéctica eurocéntrica: derecha / izquierda, capitalismo / socialismo, liberalismo / marxismo, idealismo / materialismo, episteme / doxa, etc. Debiendo todos inscribirse en esas categorías, y si alguien se sale de ellas -las izquierdas apuntan con el dedo y dicen-: “en el fondo es un derechista” o alguien que le “hace juego a la derecha”. Y luego gritan como machos alfa: “patria o muerte”, mientras en la alteridad se respira “matria y vida”. El eurocentrismo se dedica a orar a su “Cristo muerto en la cruz”, a su “Dios ha muerto”, a la “filosofía a muerto”, al “fin de la historia”, etc.; mientras en otros lares se dedican a la fiesta, el ritual, la ensoñación, el homenaje a la vida. Lo cual nos da dos mundos: uno vital y otro necrológico, uno animista y otro escatológico. Una cultura de la vida y una civilización para la muerte.

No pueden ver más allá, de ahí su miopía y anorexia. Y quién no responde a esta lógica eurocéntrica es simplemente: atrasado, extremista, fundamentalista, o un retro-revolucionario que quiere regresar al pasado, que no quiere desarrollarse y evolucionar. Típica forma para desvalorizar y minimizar a quienes piensan diferente al “pensamiento único” o “global”, de izquierda o de derecha. El dualismo, la dicotomía, la diastasis, la bifurcación, la dialéctica, etc., son para el eurocentrismo las únicas teorías sociales válidas de análisis y de síntesis. La “ley de la competencia” y de los “antagonismos sociales”, son las únicas fuerzas y motores que permiten el progreso y el crecimiento de la humanidad, o del “mundo civilizado” en palabras de Zizek. En suma, solo “la lucha de contrarios” hace posible la vida y su evolución permanente. Y todo lo que salga de ese molde, no es: académico, científico, serio, objetivo, verdadero.

En general, no conocen o entienden qué es la “armonía de contrarios”. No pueden ver que la civilización u occidente surge como substitución o reemplazo de este milenario y mundial principio, por el de “lucha de contrarios”. Siendo esta la base ontológica del sistema-mundo civilizatorio que en su cúspide de la modernidad gobierna a todos y hace que todo funcione en esa proyección: guerras, conflictos, sufrimientos, enfermedades, sequías, etc.

El objetivo de la derecha es someter o superponerse al “otro” o “menor” o “inferior”, y de la izquierda el de liberarlos o emanciparlos a partir de someter o dominar a los de arriba o explotadores. En la lucha capitalista los de abajo deben sostener a los de arriba, unos son los que dirigen y otros son los trabajadores. En la lucha socialista, los de abajo deben pasar arriba y éstos deben ser desplazados hacia abajo. Es lo que llaman la “democracia liberal” y la “dictadura del proletariado” –respectivamente-, pero que a la final son dos maneras de sometimiento o exclusión. Es decir, el sometimiento de unos contra otros, como práctica indefinida de vida. Aunque Marx soñaba que un día los sometedores proletarios convencerían a los sometidos burgueses de terminar con el Estado, el partido único, y la democracia. Es decir, cuando todos se volverían comunistas y con ello se terminaría para siempre la “lucha de clases”. Amén.

Por tanto, nos parece equivocado el señalamiento de Zizek de que Trump “piensa local y actúa globalmente”. Trump es super occidentocéntrico, piensa globalmente y actúa globalmente. Piensa que EEUU debe dirigir el mundo, que debe seguir mandado a todos, y de que no debe permitirse que sea desplazado como primera potencia mundial por la China u otro.

Un antiinmigrante y racista como Trump, quiere que en el mundo solo hayan “blancos”. Desprecia profundamente a los negros, hispanos, árabes, indios, chinos, y todo cuanto represente lo “no-blanco”. Trump piensa desde su ego y actúa en la búsqueda de un mundo a su medida. En este sentido, utilizar una frase nacida y cuestionada en un contexto para reproducirla en otro, es más de lo mismo y no una ruptura con la dicotomía cartesiana. Mucho más, al no tomar en cuenta la racionalidad de la alteridad o conciencia de la otredad. A los eurocéntricos, les interesa muy poco “descubrir” y “aprender” de los “otros” de los “diferentes”, pues están convencidos que la alteridad es la izquierda. Por eso Zizek llega a decir en el referido artículo: “La gran ironía es que los izquierdistas que durante tanto tiempo criticaron a Rusia Unida por sus pretensiones de convertirse en el policía global podrían acabar añorando los viejos tiempos en los que, con toda la hipocresía que conllevaba, Estados Unidos imponía valores democráticos al resto del mundo.”

Como básicamente conoce Europa y “América” (EEUU), y solo tiene ciertas referencias de los demás pueblos no-occidentales, Zizek también “piensa globalmente y actúa globalmente”. De ahí, su “obligado” apoyo que ofreció a Hillary, ya que para él “América” es el timón del mundo y lo que pase entre republicanos y demócratas es lo que marca el destino de la humanidad. Los occidentales son el centro y ellos marcan el destino de todos, hasta del planeta mismo y muy pronto del cosmos. Los demás países de fuera de occidente son la periferia de la periferia, los cuales tienen como misión el seguir a la derecha o izquierda si quieren salir de esa condición. Deben dejar de ser la alteridad para pasar a ser izquierdas liberales o marxistas. Puro eurocentrismo.

Aunque esto para él es una crítica absurda: “El eurocentrismo se ha acabado, estoy harto de que ante cualquier cosa que pase, Europa tenga la culpa”. [2] Zizek no entiende que la inmigración de ahora y de ayer, de que los ataques que sufren por parte de los fundamentalistas…, son el bumerán de lo que ellos hicieron cuando colonizaron el mundo. Los pobres y los extremistas de fuera de occidente, han llegado a ello o son consecuencia del proyecto occidentalocentrista o la globalización. Si ellos no hubieran colonizado el mundo, habría alguien que quiera salir de esa situación? Si ahora los chinos están colonizando el mundo, los occidentales no están temerosos de perder su majestad de potencias? Si los chinos someten a los occidentales, no se despertarán las ansias de descolonización y les regresará el bumerán a los chinos?

Es cierto, el capitalismo se ha vuelto global, pero el nacionalismo, el culturalismo y el centrismo también. Pero el problema no solo es del capital y/o del nacionalismo-culturalismo-centrismo, sino principalmente de una manera de concebir la “realidad”, entre los que han roto con las leyes naturales a través de su pensar global, totalitario, absolutista; y los que guardan respeto y comunión a través de la armonía y el equilibrio complementario. Resolviéndose esto, se resuelve todo lo demás. Y no al revés como cree el eurocentrismo y/o antropocentrismo de derecha e izquierda.


[1] https://lalineadefuego.info/2017/02/09/piensa-local-actua-global-por-slavoj-zizek/
[2] Slavoj Zizek critica la “falsa empatía” por los refugiados

Fuente del articulo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=223356

Fuente de la imagen: http://www.6yka.com/img/s/724×420/upload/images/0000000000000 avgust 2015/slavoj-zizek-livros.jgp

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El honor de los filósofos

Por: Víctor Gómez Pin

En agosto de 1943, el filósofo francés Jean Cavaillès es arrestado por la Gestapo y finalmente fusilado el 17 de enero de 1944 en la ciudad de Arras. Durante el juicio, cuando un miembro del tribunal le pregunta por los motivos subjetivos que le habían movido a la resistencia, responde que “había sabido encontrar en la continuidad de la lucha un antídoto para la humillación de la derrota”, precisando de pasada que, dado su amor a la Alemania de Kant y de Beethoven, con su postura militante “demostraba que realizaba en su vida el pensamiento de sus maestros alemanes”. Todo filósofo es movido por la convicción de que las interrogaciones filosóficas no son algo contingente, sino que anidan en todos los seres de razón, como problemas invariantes de la existencia. Pero ante un orden social sustentado en el repudio de la verdad, para Cavaillès el debate conceptual pasaba necesariamente por el combate militante.

En esa misma Europa de la guerra, en el Oflag II B —un cuartel-prisión para oficiales en Pomerania— un grupo de reclusos intenta que aquella atmósfera opresiva no sea óbice para el ejercicio de la filosofía. En esos años la obra de Husserl está proscrita en Alemania por su condición de judío. Sin embargo, en el Oflag II B, el interno Paul Ricoeur se hace con un ejemplar de Ideas del pensador, que lee y comenta a escondidas de sus guardianes, realizando en los márgenes una traducción que en los años cincuenta se publicaría en París. Historia de anotaciones al margen que tiene un noble y trágico precedente:

 En 1553 el pensador aragonés Miguel Servet fue conducido a la hoguera. No se trataba solo de la circulación pulmonar de la sangre, expuesta en el libro V de su Restitución del cristianismo; es también asunto de honor intelectual frente a la palabra autoritaria y la correlativa venganza del poderoso, pues conminado por el reformador Calvino a leer su Institución de la religión cristiana, Servet le había devuelto el ejemplar plagado de notas críticas. En el juicio el pensador nunca se doblegó, acusando al propio Calvino y pidiendo que este fuera sometido a idéntico interrogatorio que él mismo. Hay precedentes de esta actitud: “A regañadientes acepto tu muerte, como a regañadientes hubieras aceptado que te concediera la vida”, habría dicho César al enterarse del final trágico del filósofo estoico Catón el Joven, vencido por haber tomado el partido de Pompeyo, pero jamás genuflexo ante aquel a quien había acusado de perjuro e ilegalidad.

A la vez que denuncia el feroz tratamiento de la crisis griega por los poderes mundiales, Noam Chomsky hace hoy día honor a una indomable tradición

Recordando que las doctrinas religiosas imperantes daban apoyo a las arraigadas convicciones sobre la centralidad de la Tierra, el Nobel de Física Max Born se pregunta: ¿qué hizo que las nuevas hipótesis astronómicas fueran abriéndose camino? Pues simplemente, responde, que lograr explicar el entorno terrestre o celeste constituye “el ardiente deseo de toda mente pensante”, deseo que no se aminora en absoluto por el hecho de que aquello que se trata de aclarar “sea eventualmente de total irrelevancia para nuestra existencia”. Total irrelevancia para la existencia empírica, pero fundamental para la dignidad del espíritu humano, por la cual, sin necesidad de remontarse a Sócrates, tantos pensadores se han jugado el espíritu y la vida. Aun sin llegar a ser objeto de condena y prisión, decenas son los filósofos que han respondido con entereza en circunstancias que hacían difícil mantenerse fieles a la exigencia de verdad: “Hay que irse”, es la sobria despedida de René Descartes a su muerte en Estocolmo en 1650. Doce años más tarde, la Iglesia pone la obra completa en el Índice y cuando en 1667 sus restos retornan a Francia el monarca Luis XIV prohíbe todo elogio público.

El filósofo, más que indicarnos dónde reside el bien, ha de dar pruebas de entereza, lo cual exige seguir respondiendo a las exigencias del pensar en los momentos mismos en los que el combate contra los enemigos del pensamiento constituye el primer imperativo, pues la filosofía puede ayudar a la liberación siendo efectivamente filosofía. De ahí los arrestos de Cavaillès para escribir en la cárcel un abstracto tratado sobre lógica y teoría de ciencia. Al proseguir con el rigor que se conoce su admirable trabajo al servicio de la causa del lenguaje, a la vez que denuncia el feroz tratamiento de la crisis griega por los poderes mundiales, Noam Chomsky hace hoy día honor a esa indomable tradición.

Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/08/20/opinion/1440082025_963606.html

Fuente de la Imagen: https://www.google.co.ve/search?q=China+prioriza+papel+de+la+familia+en+la+educaci%C3%B3n+infantil&espv=2&biw=1024&bih=662&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwiLgtylobLQAhWBNSYKHZWGBAwQ_AUIBigB#tbm=isch&q=El+honor+de+los+fil%C3%B3sofos&imgrc=WATu5OxMGEZD6M%3A

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La sociedad desescolarizada, de Ivan Illich

Reseña: «El teólogo austríaco-mexicano Ivan Illich publicó el texto más ´potente y radicalizado de crítica a las escuelas, proponiendo una sociedad desescolarizada en la que las personas abandonan las jerarquías educacionales, los tiempos establecidos y el currículo oficial y se vinculan por su propio interés en redes de saber en las que (y aquí Illich sigue al primer Paulo Freire) todos enseñan y aprenden. Como toda gran obra, fue vilipendiada por los establishments.

Los reaccionarios le reprocharon su radicalidad antiautoritaria y la propuesta de una sociedad convivencial y los progres se le quejaban porque esas redes que suplantaban a la escuela pública serían insuficientes para educar al pueblo. Cuarenta años más tarde, e Internet mediante, el libro aumenta su vigencia y el paso del tiempo ha pulverizado a todos sus críticos. Una línea de pensamiento que se ríe de los innovadores de la escuela (de la misma manera que se reiría Comenius) y propone un salto real a un escenario educativo al que muy pocos, por ahora, nos atrevemos a imaginar.»

Link: http://www.mundolibertario.org/archivos/documentos/IvnIllich_lasociedaddesescolarizada.pdf

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Umberto Eco y la cultura de la vida buena

Europa/España/29 de Julio de 2016/Autor: Francisco Sierra Caballero

Los caminos del pensamiento y de la lectura son inextricables. Bien lo sabía el sabio de Bolonia. Un bibliófilo incansable, vivo ejemplo del hombre renacentista que quizás, digo solo quizás, no vuelva a repetirse en la historia de la cultura. Lo señalaba recientemente con motivo de su última novela “Número Cero” que reseñara en este mismo blog.  En aquel entonces afirmaba que nuestro tiempo es el tiempo de las multitudes y la cultura de la aglomeración.

Eco se hizo mundialmente célebre no solo por su obra “En nombre de la rosa”. El clásico ensayo “Apocalípticos e integrados” sobre la cultura de masas fue referencia obligada en todas las Facultades de Periodismo. Desde entonces aprendimos que las multitudes, antes definidas como masas, más allá del diagnóstico de apocalípticos e integrados, son un fenómeno de la modernidad tanto como lo es la democratización del acceso a la cultura, un proceso no exento, como todos saben, de numerosos problemas y contradicciones. Y en modo alguno explicable, sin más, por el desarrollo de la tecnología. El acceso al ciberespacio obedece al mismo principio que da lugar a la ocupación de las Ramblas (como nos recuerda Miquel de Moragas, a propósito de la visita a Barcelona del bueno de Umberto) o, por otra parte, hace posible la ocupación de la Puerta del Sol. En este punto, sin duda, Eco era deudor de la galaxia Gutenberg, de una cultura otra, en proceso de extinción o creciente marginalidad.  Resulta paradójico que el centro de estudios que fundara en Bolonia hoy sería materialmente imposible de acuerdo a las exigencias neoliberales del proyecto de convergencia de la Educación Superior Europea, cuya acta fundacional ocurriera, curiosamente, en la misma universidad donde dictara por tantos años cátedra el brillante estudioso.

Hace décadas Neil Postman insistía que el papel de la educación ha de ser proteger ese legado humanista. En sus críticas a Internet, polémicas como otras que con ironía y atino apuntaba Eco, esta cuestión define en parte la herencia cultivada por el autor en forma de filosofía de la sospecha o cultura de la duda, más que pertinente, por cierto, en la cultura like (o, mejor aún, light, por influencia de cierto posmodernismo conservador). Eco, como el Profesor Di Samis, protagonista de su novela, pecaba en este sentido de exceso neobarroco. Pero quién no es ajeno a esta deriva en nuestra cultura. Eco además pertenecía a otro tiempo y otra era, la del registro, la de la cultura conservadora (en el sentido de Moles); por eso los personajes de su última novela piensan la memoria externa en términos de CD y no de la nube. Ello explicaría, por lo mismo, la crítica a las redes, los móviles y la cultura radical chic del autor de La estructura ausente. Pero esta no era solo la opinión anacrónica de un intelectual fuera de su tiempo. Muchas Facultades de Comunicación comparten esta idea de nuestro autor, empezando por reconocer que tampoco parecen acompañar el reto de la revolución digital. No sé si es válida la afirmación que asevera categóricamente el profesor Di Samis en NÚMERO CERO: en la universidad las cosas funcionan de manera contraria al mundo normal.  Es el caso de la Universidad de Sevilla, donde como Decano tuve la idea de distinguir a Umberto Eco, Doctor Honoris Causa por la Facultad de Comunicación que entonces dirigía. Probablemente, la mayoría del profesorado de la institución tuviera un conocimiento exclusivamente mediático del semiólogo italiano como novelista de éxito. Digo probablemente porque cuando hiciera igualmente la propuesta de esta honorable distinción al profesor Armand Mattelart, algunos docentes recibieron extrañados mi propuesta como prueba clara y evidente de tener poco o nulo conocimiento del campo de estudios de nuestra competencia. El caso es que todos unánimemente respaldaron con entusiasmo mi solicitud a Rectorado y pudimos recibir en nuestra institución al ilustre pensador.

No era la primera vez que conocía a Umberto Eco en persona. En los años ochenta, como estudiante de la Universidad Complutense de Madrid pude asistir a las conferencias que impartió en la Facultad de Ciencias de la Información, seguramente por iniciativa de los profesores Jorge Lozano y Cristina Peñamarín. En aquellas lecciones magistrales admiramos su socarronería, la inteligencia crítica y la sabiduría humanista que rezumaban sus comentarios y consideraciones a unos cientos de alumnos que observábamos asombrados las complejas lecciones y posibilidades que nos brindaba la Semiótica como herramienta de estudio de la comunicación moderna. En Sevilla pudimos, además de ratificar su excelencia intelectual, convivir con el homenajeado varios días. Solícito al protocolo que marca este tipo de actos en la centenaria Universidad de Sevilla, solo pidió poder visitar la Biblioteca Colombina. La pasión por el libro de Eco era más que legendaria. No sólo por los valiosos incunables y numerosos volúmenes que atesora, sino por su conocimiento del medievo y de los textos clásicos, empezando por Santo Tomás. De su paso por Sevilla, justamente, tuve a bien regalarle un pergamino con la imagen del teólogo, de incalculable valor, dados los tesoros ocultos o perdidos que aún guarda en sus calles la capital hispalense. A cambio, él nos acompañó de buen grado a la visita a la Catedral y en las conversaciones varias sobre su vida y obra, siempre aderezadas con un buen whisky y con el fino humor que le caracterizaba pese a su ya por entonces reducida movilidad. Con Jorge Lozano, Eliseo Colón y Lucrecia Escudero, entre otros, compartimos mesa y mantel, y acompañamos al autor al acto central del seminario de alto nivel sobre Barroco y Comunicación que organizamos en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo junto a Roger Chartier, a iniciativa de Antonio Miguel Bernal, como parte del programa de la Escuela FOCUS ABENGOA. Memorable acto en la iglesia del antiguo Hospital de los Venerables solo posible en Sevilla y muy propio por otra parte de Eco. Sobra decir que la convocatoria fue multitudinaria y excelente la acogida y calidad de la conferencia, tanto por el tema como por el nutrido y selecto público que nos acompañó en tal ocasión. Pero más allá del anecdotario y el memorial del convento, nunca mejor dicho, de aquellos febriles días de celebración y homenaje, me quedo con dos lecciones con él aprendidas: el compromiso con la tradición y el legado humanista que reposa en el mundo del libro y la escritura en países como Italia o España con la consiguiente necesidad de volver a los clásicos; y la necesidad de pensar en el mundo, de intervenir en la sociedad, de no renunciar, como hicieron muchos intelectuales ligados en su momento al antiguo PCI, a un pensamiento anclado en la inmanencia de la vida. Él siempre dio ejemplo cotidiano de su voraz curiosidad intelectual por lo elementalmente humano porque, como Edgar Morin, sabía que Nacer es Conocer. Y la escritura y lectura un acto político de reivindicación de la Vida Buena. Sólo por ello, bien merece volver a sus textos de semiótica y su dilatada obra. Aquí y Ahora, desde el ethos barroco.

Fuente: http://www.franciscosierracaballero.com/umberto-eco-y-la-cultura-de-la-vida-buena/

 

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