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La deserción escolar por la pandemia amenaza el futuro de los niños en India

 Las calles repletas de niños en una barriada de Nueva Delhi en pleno horario escolar, muestran los efectos de siete meses de confinamiento en la India, una situación que se traducirá en muchos casos en el abandono de la escuela.

Con unos 250 millones de estudiantes, la reapertura oficial de los colegios esta semana en la India fue solo sobre el papel, ya que la mayor parte de sus regiones decidieron prolongar el cierre ante el continuo aumento de casos de coronavirus en el segundo país más afectado, con más de 7 millones de infecciones.

A la pobre infraestructura educativa, sobre todo en la India rural y suburbana, y una sociedad que ya hacía desertar a niñas durante su semana de menstruación o a niños durante las épocas de trabajo en los campos, se suma ahora la pérdida de un año escolar por la pandemia.

Desde el cierre de los colegios en marzo, la alternativa de clases online se convirtió en la mayoría de los casos en una quimera, tanto por la falta de acceso a internet como de dispositivos suficientes en las familias con varios hijos.

Bajo un techo de lona, junto a las obras de un puente en el capitalino Yamuna Kadhar, un maestro intenta mantener al día la formación de una veintena de jóvenes entre el ruido de las máquinas y el polvo que levantan las excavadoras.

«La educación (ahora) es difícil para una familia campesina que por ejemplo tiene cuatro niños con un solo teléfono en casa (…) Además, sin conexión eléctrica, el celular tiene que cargarse repetidamente con un panel solar», por lo que durante la espera «ya habrá perdido la clase», explica a Efe el maestro, Arvind Kumar.

Además, añade, los padres deben ir también al colegio todas las semanas a recoger el material de trabajo para sus hijos, lo que implica problemas laborales por las periódicas ausencias.

El coronavirus hace que muchos niños abandonen, «quieran o no».

UN FUTURO SIN EDUCACION

Un informe del Banco Mundial publicado este mes estimó que los confinamientos en el Sur de Asia dejaron sin educación a 391 millones de estudiantes de primaria y secundaria, la mayoría de ellos en la India.

«Esto está provocando un gran número de deserciones y pérdidas sustanciales de aprendizaje, que tendrán un impacto de por vida en la productividad de una generación de estudiantes», indica el estudio, que estima que 5,5 millones de esos alumnos abandonará su educación.

Esa falta de aprendizaje puede proyectarse además en los ingresos futuros de los jóvenes, dice el Banco Mundial, con una pérdida media de 4.400 dólares a lo largo de su vida, «lo que equivale al 5 % de sus ingresos totales».

Al trasladar esta cifra a todos los niños en el Sur de Asia, la región podría perder 622.000 millones de dólares por el cierre de escuelas por la pandemia, o hasta 880.000 millones en un escenario más pesimista, estimó.

REZAGADOS

Una perspectiva que parece que se repetirá en barrios como Yamuna Khadar, donde entre sus 2.000 viviendas no hay escuela, ni baños, y el servicio de agua potable y eléctrico es ineficiente o simplemente no existe.

En esta situación, el acceso a la educación en un periodo de emergencia sanitaria es un privilegio, afirma a Efe el investigador de campo y activista por el derecho de las tierras Dev Pal.

Por una parte, una «familia no puede comprar tres o cuatro teléfonos porque debido a la COVID-19 la mayoría han perdido su trabajo» y, por otro lado, «muchos de los padres, con una pobre educación, no saben usar el teléfono inteligente», explica.

Fuente: https://es-us.noticias.yahoo.com/deserci%C3%B3n-escolar-pandemia-amenaza-futuro-091948447.html

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Honduras: 30 mil estudiantes han abandonado las aulas este 2020 para migrar

A quienes llamamos el futuro de Honduras, están huyendo, dejan sus escuelas, sus juguetes y sus pasatiempos, para emprender un viaje desconocido.

De ellos apenas se sabe que son menores de edad y que ya no están en el sistema educativo porque migraron a otro país, tal como menciona una de las cinco causas de deserción escolar que, de forma preliminar, registra la Secretaría de Educación hasta septiembre de 2020.

En total son más de 105,971 niños y niñas que abandonaron sus centros educativos, pero tres de cada 10 lo hicieron por emigrar.

La Unidad de Datos de EL HERALDO tuvo acceso a las alarmantes cifras a través de la solicitud SOL-SDE-2133-2020, donde menciona que son 30,170 los casos registrados desde que inició el año escolar hasta septiembre de 2020.

Esa cifra representa un poco menos del dos por ciento del millón 876,824 que se matriculó al inicio del año lectivo, pero que es más evidente cuando se refleja por departamentos.

Para ser un poco más precisos, podríamos decir que los estudiantes que desertaron por emigrar representan un poco menos del total de matriculados en Ocotepeque, ubicado al occidente de Honduras.

Para Wilmer Vásquez, director ejecutivo de Instituciones privadas pro las niñas, niños, adolescentes, jóvenes y sus derechos (Coiproden), estas cifras solo muestran una parte de la realidad, pues en Honduras se puede medir el número de migrantes retornados, pero no los que salen del país.

“Una cosa es lo que ellos tengan registrado y otra cosa es todo lo que ellos no registran. No es cierto que todas las familias que huyen del país van y notifican al centro educativo de que van a migrar y por eso están desertando; creo que la cifra sí supera a las que tiene en este momento la Secretaría de Educación”, afirmó.

EL HERALDO le consultó a Fernando Zelaya, encargado de Tecnologías de la Secretaría de Educación, y afirmó que, en efecto, los datos son proyecciones y provienen de cifras que se levantan por departamento.

“Durante el año siempre hay movimientos y eso lo reportan los docentes; ellos averiguan si un estudiante migró, en ese caso no lo tienen que reportar como desertado aquí en el país, sino que como desertado por migración irregular a otro país”, especificó Zelaya.

Los números pueden ser superiores, sin embargo, permiten realizar un análisis rápido sobre la situación educativa de Honduras, que se ha agudizado con la pandemia del covid-19.

Los departamentos con más migración

En años anteriores, la zona occidental de Honduras, conocida solo por sus imponentes Ruinas de Copán o verde vegetación, era la que registraba más casos de estudiantes que abandonaban sus estudios por emigrar a otro país, pero en este 2020 las cifras muestran lo contrario.

Esto se debía a su cercanía con el vecino país de Guatemala, donde inicia la ruta migratoria fuera de tierras catrachas, según dijeron autoridades de Educación. Pero los expertos en migración aseguran que ese repentino cambio está relacionado con las caravanas migrantes.

Por ejemplo, el departamento de Cortés, donde su principal ciudad San Pedro Sula se ha convertido en el punto de partida de las caravanas, es el que registra el mayor número de deserciones por migración desde que inició el año escolar hasta septiembre de 2020.

Sin embargo, al hacer el análisis con la cifra de estudiantes matriculados al inicio del año lectivo y los que abandonaron por emigrar, Colón es el que tiene el mayor porcentaje en deserciones por esta causa.

Este departamento registró una matrícula de 74,368 estudiantes, pero para septiembre 2,492 estudiantes fueron reportados como desertores por emigrar a otro país.

Lo mismo ocurrió con Atlántida, el segundo en la lista. Hasta el noveno mes del año sumaba 2,832 casos de estudiantes migrantes, pero el porcentaje de deserción es menor que en Colón debido a que su matrícula fue de 92,705 alumnos.

Cortés se ubica en el quinto lugar, mientras que Francisco Morazán está entre los puntos geográficos con menor porcentaje. En el primer departamento la deserción fue de 2.25 y en el segundo alcanzó el 0.78% del total de la matrícula.

“La migración es algo muy difícil de controlar porque si los padres se llevan a sus hijos ,¿cómo se controla esa parte?”, preguntó el encargado de Tecnologías de la Secretaría de Educación, quien también afirmó que en este 2020 el mayor número de deserciones no será por esta causa sino por abandono.

En Honduras la segunda causa del abandono escolar es la migración, solo después de la deserción.

Para el director de Coiproden, estas cifras son el reflejo de la “desigualdad social” que hay en Honduras, especialmente porque el 70% de los hogares viven en pobreza y el 40% en pobreza extrema.

“La gente no se va porque quiere ir de paseo o porque quiere conocer Estados Unidos, la gente toma la decisión de morir en el intento, de arriesgarse de morir en el intento, porque ya saben que si se quedan en Honduras igual pueden perder la vida, ya sea por hambre, por falta de atención de salud o la misma violencia que ejerce el Estado”, dijo.

Además, afirmó que, en muchos casos, se trata de una situación de reunificación familiar, donde los padres mandan a traer a sus hijos para rehacer sus vidas fuera del país.

Migran más de la escuela que del colegio

Muchos de los estudiantes que migran no saben a dónde van o si quiera a dónde están, pero en el lugar en el que viven todos saben que, junto a sus padres o algún tutor, se convirtieron en migrantes.

La mayoría de alumnos que durante este año abandonaron las aulas de clase estaban en educación básica, es decir, entre primero y sexto grado, donde los menores aprenden a leer, sumar, restar y dividir, pero no a sobrevivir en la peligrosa ruta migratoria.

Seguidamente están los jóvenes de séptimo a noveno y los de educación prebásica que incluye a los menores de seis años que están en jardines de niños.

De acuerdo con datos de la Secretaría de Educación, siete de cada 10 estudiantes que migraron estaban en educación básica, dos en educación media y uno en prebásica.

“El (registro histórico) habla que el mayor abandono de las clases ocurre a partir del segundo ciclo, o sea de cuarto grado a media, siendo (el que tiene más casos) el tercer ciclo de educación básica y media. Eso se ve reflejado hasta en las matrículas, cada año va disminuyendo”, especificó el funcionario de la Secretaría de Educación.

Estos datos también se reflejan al hablar de las jornadas, pues el mayor número de deserciones eran estudiantes de las jornadas matutina, vespertina y extendida, es decir, menores que estudiaban de 7:00 de la mañana al mediodía, de 1:00 a 5:00 de la tarde o de 7:00 de la mañana a 3:00 de la tarde.

El resto ocurrió en jornadas donde la mayoría de estudiantes son jóvenes o adultos.

¿Quiénes migran más?

Aunque el registro no menciona datos sobre la edad de los estudiantes que migraron, la información, facilitada por Educación y analizada por EL HERALDO, muestra que los hombres son los que más abandonaron sus estudios por esta causa.

Del total de matriculados, el 1.74% de desertores migrantes son varones, mientras que 1.48 son mujeres. En otras palabras, esto significa que los hombres representan más de la mitad de los casos, pero existe un alto número de féminas que también dejaron sus estudios para convertirse en migrantes.

El Heraldo


Honduras supera los 81,600 casos positivos por covid y la cifra de recuperados es de 31,089

Por Damaris Torres

Honduras registra este jueves (8.10.2020) 512 nuevos casos de coronavirus para un acumulado 81,672 casos totales a nivel nacional.

De los 81,672 casos, están activos 48,106, fallecidos 2,477 con 11 nuevos decesos, mientras que la cifra de recuperados es de 31,089 con 499 nuevos pacientes que vencieron la enfermedad. Hay una tasa de letalidad de 3.03 por ciento.

Los nuevos contagiados se registran en los departamentos:

Francisco Morazán (146)
Cortés (71)
Yoro (205).
Comayagua (2).
Choluteca (1).
El Paraíso (33).
Olancho (3).
Copán (2).
Santa Bárbara (40).
Atlántida (1).
Lempira (1).
Ocotepeque (7).
Asimismo, el Sinager informó sobre el fallecimiento de 11 personas en los departamentos de El Paraíso, Cortés, Comayagua, Francisco Morazán y Ocotepeque. La cifra actual de fallecidos desde el inicio de la pandemia es de 2,477.

La cifra de personas que han vencido la enfermedad se elevó a 31,089 con 499 casos más.

El Singer, además detalló que el número de pacientes hospitalizados es de 759, de los cuales 577 pacientes se encuentran estables, en estado grave 154 y 28 están internos en la Unidad de Cuidados Intensivos.

Fuente: https://www.nodal.am/2020/10/honduras-mas-de-30-mil-jovenes-abandonan-sus-estudios-para-migrar/

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Pobreza a futuro

Por: lahora.com.ec

Cien millones de personas en el mundo caerán este año en la pobreza extrema, y verán sus ingresos reducidos a 57 dólares mensuales, o menos, advierte el Banco Mundial (BM). A ellos, se sumarán los 240 millones de personas que, en cambio, se estrenarán en la categoría de ‘pobres’, por primera vez en décadas.

La economía se recuperará en la medida en la que las sociedades aprendan a vivir con la amenaza y a sostener a aquellos cuya incursión en ‘la calle’ los postrará en una cama, en el mejor de los casos, si no los lleva a la tumba.

Mucha esperanza se ha puesto en la vacuna, pero incluso cuando se descubra y se acompañe por un cóctel medicinal que se irá probando como preventivo o curativo, Naciones Unidas alerta que una campaña masiva de vacunación contra el Covid-19 tardará años en llegar.

Sin las medidas acertadas, miles de niños caerán en la desnutrición, retrasarán su crecimiento y el Ecuador habrá comprometido casi una generación. Si no es por motivos humanitarios, el cálculo debe ser -al menos- económico.

El Bono de Apoyo Nutricional, un pago “emergente y excepcional” de $240 que hará el Gobierno a familias vulnerables con hijos pequeños, es parte de las condiciones que exigen los organismos multilaterales a cambio de créditos con condiciones favorables. Aunque el bono se repartirá por una sola vez, es un paso en la dirección correcta para salvar a una generación entera de ecuatorianos que -con una educación a medias-, y sin nutrirse adecuadamente, podría costarle al país mucho más de lo que ahora el Gobierno está dispuesto a invertir.

“Encuentro que mientras mejor conozco a los hombres, más quiero a los perros”. Charles de Gaulle (1890-1970) Militar y estadista francés.

Nunca pinto sobre sueños o pesadillas; pinto solo mi realidad.” Frida Khalo (1907-1954) Pintora y feminista mexicana.

Fuente e Imagen: https://lahora.com.ec/quito/noticia/1102328795/pobreza-a-futuro

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Brasil. Pandemia y clase social: «parece que algunas vidas, de hecho, valen menos que otras»

Un estudio del Instituto Pólis demostró que, tras meses de relativo éxito de la auto-organización comunitaria, las tasas de mortalidad en Paraisópolis, la segunda favela más grande de San Pablo, aumentaron un 240%. En una entrevista con Correio da Cidadania, el arquitecto e investigador Victor Nisida, que contribuyó al estudio, explica cómo funcionaba el sistema de organización popular, pero enumera los factores que hicieron que el número de contagios y muertes aumentara tanto.

-¿Qué comenta sobre las cifras que muestra el estudio realizado por el Instituto Pólis sobre el aumento del número de muertes por coronavirus en Paraisópolis en los últimos dos meses?

La organización de la población y las diversas acciones locales tuvieron éxito hasta el punto de contener la mortalidad hasta un cierto momento. A pesar de las condiciones precarias y vulnerables, Paraisópolis mostró eficiencia en la contención de la mortalidad media por la pandemia en el distrito de Vila Andrade, distrito en el que se inserta la favela y se destacó por mantener las cifras por debajo de la media municipal o incluso del resto de Vila Andrade, distrito conocido por su alto nivel de vida. Esto es lo que los datos señalan. Sin embargo, a partir de un momento, el número de muertes fuera de Paraisópolis disminuyó más que dentro de la favela, lo que hizo que las tasas acumuladas de la favela expresaran una tasa de mortalidad más alta que el resto del distrito o del municipio.

Esto demuestra que la ausencia de acciones gubernamentales puede marcar la diferencia en la contención del número de muertes, incluso en lugares organizados como Paraisópolis. Sin el apoyo público adecuado, las acciones de solidaridad no han obtenido los resultados que se buscaban para proteger la vida de los moradores. Por otro lado, las muertes dentro de Paraisópolis también pueden reflejar lo que sucede en el resto de la ciudad, fuera de la favela.

La reapertura económica y la flexibilización del aislamiento social, junto con la falta de políticas para proteger a la población más vulnerable, han aumentado la circulación de personas en toda la ciudad, así como la intensificación de la exposición al virus. El resultado es siempre más impactante para la población más pobre y de menos escolaridad, lo que afecta más claramente a la población negra, la mayoría en Paraisópolis.

La ineficiencia para contener el virus y proteger a la población en general genera efectos más sensibles y más devastadores cuando hay una mayor vulnerabilidad debido a las condiciones de ingresos, la baja escolaridad y el acceso precario a la atención de la salud. Por muy preparada que estuviera la Paraisópolis, esto también la afectaba. Pero una cosa es cierta: si no fuera por las acciones comunitarias de Paraisópolis, tendríamos un panorama aún más terrible cuando vemos las tasas de mortalidad en esa favela.

-Anteriormente, ¿los números eran equivalentes a toda la ciudad de San Pablo o había siempre una diferencia según el nivel socioeconómico?

Los números varían de manera desigual a lo largo del tiempo y el territorio de la ciudad. No hay ninguna pandemia, hay varias, y lo que vemos es que el Covid-19 para la población negra es más mortal. Estudios como este de Paraisópolis muestran que, a pesar de la ausencia del Estado brasileño, la acción comunitaria en algunos territorios logra algún efecto para reducir o contener la mortalidad.

-Como ya ha expresado, el estudio atribuye las acciones exitosas en la lucha contra la pandemia al mérito de la auto-organización de la comunidad. ¿Cómo fue eso?

Paraisópolis estructuró uno de los mejores controles de pandemia en San Pablo. Es importante considerar que hay pocas favelas con las mismas condiciones y recursos para llevar a cabo acciones articuladas y de gran alcance, pero, aunque excepcional, es un ejemplo que debe ser valorado.

Entre las estrategias de Paraisópolis, destaca el sistema de «presidentes de calle» en el que los voluntarios se encargan de vigilar a las familias por los posibles síntomas del Covid-19, y de dar una correcta remisión a los que presentan síntomas. La comunidad ha contratado ambulancias y médicos para atender los síntomas. Los residentes también fueron entrenados como rescatistas para apoyar las bases de emergencia creadas con la presencia de bomberos civiles.

Además, se utilizaron las escuelas públicas proporcionadas por el gobierno estatal, a petición de la asociación de moradores, para garantizar el aislamiento de las personas infectadas, especialmente las que tenían familias numerosas y/o vivían en casas pequeñas.

-¿Cuál es el impacto de la ayuda de emergencia en la región?

No tenemos datos para este tipo de evaluación en Paraisópolis. Sin embargo, se sabe que la ayuda de emergencia, especialmente para las familias más vulnerables que han perdido su trabajo o han visto caer sus ingresos en la pandemia, es fundamental para asegurar la supervivencia y permitir mejores condiciones de distancia y protección personal.

-¿Cómo evalúa la actuación de los poderes públicos ante la pandemia, tanto en Paraisópolis como en general?

No fue posible observar una decisión coherente y estructurada por parte de los gobiernos, cualquiera que sea la esfera de poder. Y esto pesa (con más muertes), especialmente en la población más vulnerable – especialmente los negros y las personas de raza negra, con bajos ingresos y baja escolaridad.

A nivel de las ciudades, el debate sobre la movilidad era muy pobre y las políticas de transporte no abordaban la cuestión de la seguridad de los pasajeros. Una gran parte de la población tuvo que dejar su casa para trabajar, mientras que otra parte se aisló en su casa. Lo ideal es que las condiciones de transporte y movimiento se garanticen con distancia, higiene y seguridad.

Así, vimos autobuses abarrotados y una reducción de la frecuencia de las líneas de transporte público: ¡al revés de lo que se debería haber hecho! Este es sólo un ejemplo de cómo las respuestas de las autoridades han quedado muy lejos de la complejidad y la gravedad de lo que todavía estamos enfrentando.

-¿Cuáles serían las políticas públicas más urgentes para combatir la pandemia en este momento?

Tenemos que repensar el modelo de reapertura. Las aglomeraciones están proliferando por toda la ciudad, incluyendo los barrios de clase media y alta (la culpa no es de los bailes funk). El resultado es una mayor exposición de todo el mundo al virus. El gran problema es que la respuesta y las condiciones de atención de la salud no son las mismas para todos, por lo que vemos estas tasas de mortalidad tan desiguales. Todo el mundo se expone más, pero siempre hay grupos que sufren más que otros (ya sea que necesiten hospitalización o que pierdan la batalla contra el virus y mueran).

Es necesario revisar los modelos de transporte público y de movilidad para que puedan responder mejor a las demandas, cumpliendo las medidas de seguridad para proteger la salud de los pasajeros y los usuarios. No es razonable pensar que todo el mundo comprará un coche para aislarse dentro de un coche. Esto es malo para el tráfico, para la ciudad y para el medio ambiente.

Las políticas de saneamiento también deben abordar las desigualdades que la pandemia revela (aunque no es sorprendente). La falta de acceso al agua y al alcantarillado es todavía una realidad en muchas ciudades brasileñas y afecta principalmente a la población que ya tiene menos condiciones para protegerse del virus. Las soluciones a mediano y largo plazo son necesarias, pero es fundamental pensar en alternativas a corto plazo que atiendan la urgencia de agua corriente (¡con servicio regular!) en ciertos territorios.

Finalmente, es necesario valorar el SUS (Sistema Único de Salud). Son las unidades básicas de salud (UBS) y las acciones de los agentes de la comunidad lo que puede marcar la diferencia en la prospección, la búsqueda activa y el diagnóstico adecuado, así como el seguimiento de los casos. Se ha descuidado la atención básica, pero es ella la que tiene el potencial (como en pocos países) de llegar y atender a la población más vulnerable.

-¿Cree que la sociedad está abandonando las nociones de prevención, auto-preservación y aislamiento? ¿Qué revelan los números registrados sobre el retorno a una cierta normalidad?

Lo que más me preocupa es que la tasa de mortalidad sigue siendo muy alta. El hecho de que hayan sido más altas en el pasado ha generado una cierta sensación de alivio y relajación en las personas, lo que ha aumentado el desgaste del aislamiento social. El problema es que siguen produciéndose muchas muertes. Las muertes que este tipo de comportamiento (de flexibilización) normalizado son de personas más pobres, negras o morenas y de baja escolaridad. Parece que, socialmente, hemos llegado a un acuerdo tácito de que algunas vidas, de hecho, valen menos que otras. Eso dice mucho de nosotros.

Fuente: https://kaosenlared.net/brasil-pandemia-y-clase-social-parece-que-algunas-vidas-de-hecho-valen-menos-que-otras/

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Entrevista con Filippo Grandi: «Educación para los refugiados, una inversión que vale la pena para el mundo”

Filippo Grandi es el undécimo alto comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), cargo que ejerce desde el 1 de enero de 2016, tras dedicarse al trabajo humanitario y de refugiados durante más de 30 años. Su mandato de cinco años al frente de Acnur, concluye el 31 de diciembre de este año.

Este es un extracto de la entrevista realizada a Grandi por personal del fondo Educación No Puede Esperar, también conocido por su nombre en inglés Education Cannot Wait y su sigla ECW. Se trata de un fondo mundial multilateral de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)  destinado a promover el acceso a la enseñanza de los millones de niños y adolescentes que viven en medio de crisis, conflictos, desastres naturales y brotes de enfermedades.

EDUCACIÓN NO PUEDE ESPERAR (ECW): Como agencia de las Naciones Unidas, con el mandato de su Asamblea General de brindar protección internacional y buscar soluciones para los refugiados, ¿podría explicar la importancia general de la educación para los niños refugiados como un componente de protección y soluciones?

FILIPPO GRANDI: La escuela es a menudo una de las primeras cosas que las familias de refugiados preguntan después de ser desplazadas. Deseosos de recuperar un sentido de normalidad y dignidad después del trauma del desarraigo, también están muy comprometidos con el futuro de sus hijos.

Muchos niños y jóvenes son desplazados varias veces antes de cruzar una frontera y convertirse en refugiados. Para estos niños, la escuela es el primer lugar donde comienzan a recuperar el sentido de rutina, seguridad, amistad e incluso paz.

La educación juega un papel clave, tanto para garantizar la protección de los niños y los jóvenes como para ayudar a las familias y los niños a concentrarse en reconstruir sus vidas y regresar a muchas de las actividades con las que normalmente se habrían comprometido antes del desplazamiento.

Como ha demostrado el reciente Informe sobre la educación 2020 de Acnur, aunque ha habido algo de éxito en el acceso a la educación primaria, este se ha ralentizado. Las tasas brutas de matriculación muestran que 77% de los niños refugiados están matriculados en la educación primaria, pero esta cifra se reduce drásticamente a 31% en el nivel secundario.

Las niñas se ven afectadas de manera desproporcionada. Dado que la evidencia global muestra la naturaleza protectora significativa de la educación secundaria para las niñas, este es un aspecto clave del trabajo para Acnur y socios como Educación No Puede Esperar.

Juntos, estamos solicitando que la matriculación de refugiados en la educación en todos los grados se lleve a nivel global para permitir que los millones de niños y jóvenes de todo el mundo que se han visto obligados a huir de sus hogares construyan un futuro mejor para ellos, sus familias y sus comunidades.

Si se les permite aprender, desarrollarse y prosperar, los niños crecerán para contribuir a las sociedades que los acogen, pero también a sus países de origen cuando la paz les permita regresar. La educación es una de las formas más importantes de resolver las crisis mundiales.

ECW: Usted es miembro desde hace mucho tiempo del comité directivo de alto nivel de la Educación No Puede Esperar. Como sabe, la institución tiene por objeto garantizar que los niños puedan continuar su educación en tiempos de emergencias y crisis prolongadas. ¿Podría explicar las necesidades especiales de los niños refugiados durante las emergencias y las crisis prolongadas, y ¿cómo cree que Educación No Puede Esperar contribuye a satisfacer esos derechos y necesidades?

FP: El Pacto Mundial para los Refugiados exige medidas para permitir que los niños y jóvenes regresen al aprendizaje dentro de los tres meses posteriores al desplazamiento. Este objetivo destaca el importante papel que desempeña la educación, tanto formal como informal, para ayudar a los niños a reanudar sus actividades normales.

Los niños pueden tener un sentido de pertenencia con sus compañeros en las aulas, la oportunidad de jugar y participar en actividades recreativas y recibir información que podría salvarles la vida sobre temas relacionados con la salud, la higiene y la seguridad. Las escuelas también brindan acceso a servicios de apoyo, como programas de orientación y alimentación escolar.

Preparar a los niños refugiados para que ingresen a los sistemas educativos nacionales de las comunidades de acogida es fundamental y requiere trabajar en estrecha colaboración con los Ministerios de Educación para eliminar las barreras administrativas y de políticas a la matriculación escolar.

También implica garantizar que los niños tengan las destrezas y habilidades necesarias para prosperar una vez que estén inscritos en las escuelas. Las clases de aprendizaje de idiomas, especialmente cuando el idioma de enseñanza es diferente, los programas de actualización y la educación acelerada apoyan la inscripción de los niños en la escuela y la capacidad de aprender de manera efectiva.

También es importante brindar información y asistencia esencial para ayudar a las familias a superar algunas de las barreras prácticas para la inscripción escolar. El apoyo psicosocial también es fundamental para los niños que han sufrido el trauma del desplazamiento y que necesitan ayuda para adaptarse a nuevas situaciones y entornos.

El apoyo brindado por Educación No Puede Esperar permite a las agencias y organizaciones garantizar que los servicios se brinden después del inicio de una emergencia para abordar las necesidades inmediatas que se han destacado anteriormente, enfocándose tanto en las necesidades de protección como en las de educación y trabajando para garantizar que los niños estén preparados para ser incluidos en programas de educación formal.

Educación No Puede Esperar también ha desempeñado un papel fundamental al pedir a los donantes que inviertan en educación durante y después de las emergencias para asegurar que las necesidades educativas de los niños puedan satisfacerse durante las crisis humanitarias, como lo demuestra el aumento de la inversión en educación en situaciones de emergencia durante los últimos cuatro años.

ECW: Un número significativo de promesas hechas por países y otras partes interesadas en el Foro Mundial sobre los Refugiados 2019 se centró en la educación, incluidas las promesas individuales y conjuntas hechas por Educación No Puede Esperar que destacan las inversiones de varios años para aumentar las oportunidades en la educación secundaria para los niños refugiados y en el trabajo con otros fondos globales para apoyar una educación de calidad para los refugiados.¿Qué brechas existen en la financiación de la educación de los refugiados a nivel mundial y dónde pueden ayudar mejor los donantes, incluidos los países, la sociedad civil y las empresas privadas?

FG: Si bien la financiación para la educación en situaciones de emergencia se quintuplicó entre 2015 y 2019, la educación generalmente solo recibe entre dos y cinco  por ciento del presupuesto total de los llamamientos humanitarios. A medida que pasamos de situaciones de emergencia a crisis prolongadas, existe el riesgo de que el gasto en educación reciba un grado cada vez menor de prioridad, lo que dificulta apoyar a los gobiernos anfitriones para que continúen brindando servicios educativos durante un período prolongado.

Las brechas de financiamiento en la educación significan que a menudo es difícil garantizar que los niños y jóvenes completen un ciclo completo de educación, pasando de la educación primaria a la secundaria y la terciaria. Las cifras globales muestran que hay una caída significativa en la inscripción entre la educación primaria y secundaria y que solo el 3 por ciento de los jóvenes refugiados están matriculados en programas de educación terciaria.

Las brechas de financiamiento también significan que quienes más lo necesitan, incluidos los niños de hogares encabezados por mujeres o niños y los que tienen discapacidades, no reciben el apoyo especializado que se requiere para disfrutar plenamente de su derecho a la educación.

El compromiso conjunto en el Foro Mundial sobre Refugiados de Educación No Puede Esperar, el Banco Mundial y la Alianza Mundial para la Educación tiene el potencial de cambiar las reglas del juego en términos de garantizar que los sistemas se fortalezcan y apoyen para que los refugiados y otras poblaciones vulnerables tengan un acceso continuo a la educación.

ECW: Educación No Puede Esperar ha dedicado su segunda ronda de inversiones de Primera Respuesta de Emergencia por covid-19 para situaciones de refugiados en todo el mundo. ¿Podría explicar algunas de las emergencias clave en términos de educación de refugiados para Acnur y la diferencia que hará la respuesta de emergencia de Educación No Puede Esperar para covid-19?

FG: El cierre de escuelas en todo el mundo significó efectivamente que 90 por ciento de los niños refugiados que estaban inscritos en escuelas y programas educativos no pudieran continuar recibiendo una educación.

Como se encuentran en algunas de las áreas más remotas de los países o tienen recursos limitados en el hogar, no pudieron beneficiarse plenamente de los programas de aprendizaje a distancia, y en el hogar y corren un grave riesgo de quedarse más rezagados académicamente. Este riesgo es aún más grave para las adolescentes, donde se estima que 50 por ciento de las jóvenes que estaban en la escuela corren el riesgo de no regresar una vez que se reanuden las clases.

El cierre de las escuelas también significa que muchos de los servicios de apoyo integral mencionados anteriormente (distribución de alimentos, apoyo psicosocial y actividades recreativas y programas de apoyo al aprendizaje) se vieron interrumpidos.

Las familias que han perdido sus medios de subsistencia como resultado de la pandemia experimentan una mayor presión económica y pueden dar menos prioridad a gastar los escasos recursos que tienen en la educación para garantizar que se satisfagan sus necesidades más básicas.

Todos estos factores contribuyen a aumentar los riesgos de protección durante los períodos de cierre de escuelas, dejando el futuro educativo de muchos niños refugiados colgando de un hilo.

Mantener la educación en marcha durante una pandemia requiere ingenio, innovación, invención y colaboración. La financiación de Educación No Puede Esperar para la respuesta a la  covid-19 desempeñará un papel clave en la mitigación de estos riesgos, al encontrar formas de garantizar que los estudiantes puedan continuar aprendiendo durante el cierre de las escuelas, difundiendo información a las familias de refugiados sobre los procedimientos de reapertura y los protocolos de seguridad que se implementarán, capacitando a los maestros para adaptarse a la pandemia, proporcionando materiales adicionales a los estudiantes, implementando campañas de regreso a la escuela y haciendo las mejoras indispensables en las instalaciones de agua y saneamiento en estas instituciones. Muchas de estas actividades ya se han iniciado con el generoso apoyo de Educación No Puede Esperar.

ECW: Acnur y ECW también han coordinado estrechamente con los gobiernos anfitriones, los actores humanitarios y de desarrollo el fomento de inversiones de recuperación de varios años, como el Plan de Respuesta Educativa para Refugiados y Comunidades de Acogida en Uganda. ¿Cómo ve este fortalecimiento de la educación para los refugiados y las comunidades de acogida en el nexo entre la ayuda humanitaria y el desarrollo?

FG: El tema del informe de Acnur de 2020 es «Unirnos para la educación de los refugiados». Este foco realmente refleja el Pacto Mundial sobre Refugiados, que aboga por un enfoque de “toda la sociedad” para garantizar que se aborden las necesidades de los refugiados y las comunidades de acogida. Esto significa que una serie de partes interesadas tienen un papel que desempeñar en la realización de los objetivos del Pacto.

La presencia de un plan claro y un conjunto de objetivos para apoyar el acceso a la educación ayuda a definir roles y áreas de contribución para una amplia gama de partes interesadas. Es fundamental que existan nexos entre los planes de respuesta humanitaria y para refugiados, los planes de resiliencia plurianuales y los planes de desarrollo del sector a más largo plazo.

El apoyo de Educación No Puede Esperar a la programación educativa inmediatamente después del inicio de una emergencia y la asistencia a más largo plazo proporcionada a través de los programas de resiliencia plurianuales desempeñan un papel fundamental para cerrar la brecha entre la financiación humanitaria y la financiación del desarrollo.

La inclusión de refugiados en los sistemas educativos del país de acogida significa que los donantes y otros actores deben trabajar en estrecha colaboración con los gobiernos para aumentar la capacidad de estos sistemas de incorporar más estudiantes, desarrollar las habilidades de los maestros para responder a las necesidades de los alumnos y garantizar que los niños puedan progresar a través de diferentes niveles educativos.

ECW: ¿Habría algún comentario final que le gustaría hacer a la audiencia de ECW en todo el mundo sobre la importancia de la educación de los niños refugiados en situaciones de emergencia?

FG: La inversión en educación para los refugiados es esencial para garantizar que no se pierda la creatividad y el potencial de los jóvenes en regiones afectadas por conflictos y crisis.

Durante la pandemia de covid-19, los estudiantes refugiados han desempeñado un papel fundamental en sus comunidades trabajando en primera línea como trabajadores de la salud, fabricando mascarillas y jabón para distribuirlos a quienes lo necesitan, ofreciendo asesoramiento y difundiendo información sobre salud e higiene y creando programas para la instrucción de los estudiantes más jóvenes. Su impulso, iniciativa y pasión se habrían perdido sin una inversión temprana en su educación.

La educación para los refugiados es una inversión que vale la pena para toda la comunidad y para el mundo. También es un derecho fundamental para todos los niños que se afirma en la Convención de Refugiados de 1951, la Convención sobre los Derechos del Niño y la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Este derecho también debe respetarse en situaciones de emergencia en las que pedimos a los actores mundiales que se centren no solo en el acceso, sino también en la calidad de la educación y la capacidad de los niños para aprender, lo que los llevará a un futuro más brillante y digno.

Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2020/09/educacion-los-refugiados-una-inversion-vale-la-pena-mundo/

 

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No pueden fallar

Por: Esabeth de Puig

Este empobrecimiento estructural es insostenible, como lo señalara el Papa Francisco en su reciente intervención frente a la Asamblea General de las Naciones Unidas, cuando dijo que los síntomas de desigualdad “revelan una enfermedad social”; precisando que este “es un virus que viene de una economía enferma.

Blancos, morados, rojos, variopintos, multicolores, los de a pie y los montados, los de arriba y los de abajo estamos en un mismo barco, todos con el mismo deseo de contribuir a hacer posible los avances necesarios para la mejoría de nuestro país en un mundo rodeado por los estragos sanitarios y sociales de la Covid-19.

La población votó mayoritariamente por un cambio y al gobierno del PRM le ha tocado iniciar su misión en medio de una crisis que sacude global y localmente planes, certezas y parámetros.

Para ser efectivos el cambio político y los nuevos aires que soplan sobre la República Dominicana deberían estar acompañados de una real transformación de las mentalidades, que deje de lado el clientelismo, el cofrecito, el barrilito, el patriarcalismo y el conservadurismo.

La gente votó por un gobierno que haga las cosas de otra manera. Esto no puede ser un quítate tú para ponerme yo. No hay herencia ni reparto que valga en los puestos gubernamentales y entre los electos del pueblo. El cambio debe ir mucho más allá de una simple permuta de funcionarios. Lo que tiene que imperar es la ley y la adecuación de la hoja de vida con los puestos a proveer. Si hay algo que puede frustrar al pueblo dominicano es darse cuenta un buen día que el anhelado cambio se ha transformado en más de lo mismo.

Celebramos hace apenas tres días el Día Nacional de la Prevención del Embarazo en Adolescentes, un tema en la palestra y en la mano de nuestros honorables diputados que tendrán la responsabilidad de aprobar la ley sobre el matrimonio infantil.

Han sido muchos los años de rodeos, sin que hayamos logrado garantizar a nuestras adolescentes el ejercicio de derechos ya reconocidos por leyes vigentes y acuerdos internacionales de los cuales somos signatarios.

En la espera, somos el reflejo de una sociedad desigual que no se muestra capaz de defender a su niñez amparándose en una ceguera social que tolera la “entrega” de adolescentes y la explotación sexual comercial de las niñas a cambio de bondades para las familias.

Esta legislación tan importante para los derechos de la niñez va de la mano con los derechos sexuales y reproductivos. La inclusión de la despenalización del aborto por las tres causales es un mínimo por el que un estado laico debe propugnar, independientemente del credo que profesen o no profesen los integrantes del gobierno y los honorables legisladores.

Como decía en un artículo reciente, la mujer del siglo XXI no es un mero objeto reproductor, sin derecho a tomar decisiones sobre su cuerpo y sexualidad, sin capacidad de resolución de conflictos, sin posibilidad de vida ni pensamiento autónomos, subyugada a diversos poderes religiosos, parlamentarios, médicos y jurídicos fundados sobre una idea de dominio masculino

La pauperización de una parte de nuestra población y la desvinculación creciente de las escuelas con la implementación de la enseñanza virtual, traen como consecuencias una mayor desprotección frente a los flagelos que mencionamos. Dicho de otra manera, propician la trata de menores, los matrimonios de adolescentes y el trabajo infantil.

Este empobrecimiento estructural es insostenible, como lo señalara el Papa Francisco en su reciente intervención frente a la Asamblea General de las Naciones Unidas, cuando dijo que los síntomas de desigualdad “revelan una enfermedad social”; precisando que este “es un virus que viene de una economía enferma. Es el fruto de un crecimiento económico injusto, que prescinde de los valores humanos fundamentales”.

Es también el fondo del asunto al que el gobierno debe llegar, ahora con más razón y determinación que nunca frente a la urgencia de colmar las diversas brechas que se han profundizado en la sociedad. Brechas que dejan a nuestros niños, niñas y adolescentes todavía más desprotegidos que antes.

Fuente e Imagen: https://acento.com.do/opinion/no-pueden-fallar-8865760.html

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Nuevas marginalidades

El conflicto: razón de lo humano

Las relaciones entre los seres humanos no siempre son precisamente armónicas; la concordia y la solidaridad son una posibilidad, tanto como la lucha, el conflicto, la competencia. La dieciochesca pretensión iluminista de igualdad y fraternidad no es sino eso: aspiración. La realidad humana está marcada, ante todo, por el conflicto. Nos amamos y somos solidarios… a veces; pero también nos odiamos y chocamos. ¿Por qué la guerra, si no fuera así? ¿Por qué cada dos minutos muere en el mundo una persona por un disparo de arma de fuego? Poner el amor como insignia máxima de las relaciones humanas no deja de tener algo de quimérico (¿inocente quizá?): ¿acaso estamos obligados, o más aún, acaso es posible amarnos todos por igual, poner la otra mejilla luego de abofeteada la primera? Nadie está «obligado» a amar al prójimo; pero sí, en todo caso -eso es la obra civilizatoria- a respetarlo.

Diversos autores, en diferentes momentos históricos y con distintos contextos, han expresado esta verdad. «El individuo sólo puede convertirse en lo que es a través de otro individuo; su misma existencia consiste en su «ser-para-otro». No obstante, esta relación no es en absoluto una relación armónica de cooperación entre individuos igualmente libres que promueven el interés común en persecución de la propia conveniencia. Es más bien una «lucha a vida o muerte» entre individuos esencialmente desiguales, en la que uno es el «amo» y el otro es el «esclavo». El dar esta batalla es la única manera como el ser humano puede acceder a la autoconciencia, es decir, el conocimiento de sus potencialidades y a la libertad de su realización», dirá Herbert Marcuse («Razón y Revolución») sintetizando la dialéctica del amo y del esclavo (capítulo IV) de la «Fenomenología del Espíritu» de Hegel, que permitió a Marx entender el sentido de la historia humana y a Lacan su llamado de «retorno a Freud».

Analizando las sociedades dirá Freud en «El malestar en la cultura»: [es imposible] «excluir la lucha y la competencia de las actividades humanas. Estos factores seguramente son imprescindibles«. [Una situación libre de conflictos] «sólo es concebible teóricamente, pues la realidad es complicada por el hecho de que desde un principio la comunidad está formada por elementos de poderío dispar, por hombres y mujeres, hijos y padres (…), por vencedores y vencidos que se convierten en amos y esclavos«agregará en «El por qué de la guerra». Respondía así a una pregunta de Albert Einstein, tan genial como Freud, ambos igualmente de origen judío, quien se acongojaba por la persecución antisemita promovida por los nazis en la Alemania de pre-guerra, preguntando al fundador del psicoanálisis el porqué de ese odio visceral contra alguien. No olvidar, al respecto, que el Vaticano -centro de la Iglesia católica que preconiza el amor entre toda la humanidad- apoyó la atrocidad antijudía. Quedarse con la idea de «amor al prójimo», además de primaria, precaria o inocente, puede llegar a ser peligrosa: en nombre del amor se pueden cometer las peores barbaridades.

La realidad nos enseña, a sangre y fuego, que a veces, solo a veces, hay paz, o eso que llamamos «paz», y que la tensión está siempre presente. El paraíso bucólico de que nos hablan los pacifismos no hace parte de nuestro mundo. El conflicto, entendido al modo hegeliano recién citado, o como lo entiende el psicoanálisis en otra dimensión de análisis, es el motor de las relaciones humanas, por tanto, de la historia. «La violencia es la partera de la historia«, pudo decir Marx en esa línea. De ahí que la pomposa declaración del «fin de la historia» (Francis Fukuyama), algún tiempo atrás en boga cuando recién caía el Muro de Berlín, resulte arrogantemente osada, y por supuesto condenada a sucumbir como una moda más, como de hecho ya sucedió (el mismo Fukuyama se retractó luego).

Aunque injusta y condenable (¿modificable?) la estructura del mundo es ésta: «elementos de poderío dispar» en «lucha a muerte». Esa es la estructura, el fondo, el escenario sobre el que se teje la historia. Toda la cultura nos da cuenta de este fenómeno. En algún lugar de ese movimiento estamos ubicados, como amos o como esclavos (explotadores o explotados, varones o mujeres, discriminadores o discriminados, adultos o jóvenes, «desarrollados» o «subdesarrollados»). Pero puede suceder que alguien quede por fuera del mismo (del movimiento, ¡no del conflicto!). Ese quedar fuera es la marginalidad.

La experiencia humana se construye sobre esa conflictividad; los elementos enfrentados están integrados en una dialéctica única: son tan imprescindibles el amo cuanto el esclavo. Esa totalidad es la forma en que se despliega la vida, la de todos y cada uno; es, por tanto, la normalidad, el término medio estatuido y aceptado. Una comunidad, cualquiera que sea (una pequeña tribu de cazadores y recolectores que no llegó a la agricultura o la más compleja sociedad tecnotrónica, mal llamada «post industrial»), en todo tiempo y lugar, para ser tal necesita una organización que le permita existir y perpetuarse. Todos sus miembros participan de esa normatividad; si alguien queda por fuera es un desintegrado, un marginal. El conflicto, en cualquiera de sus manifestaciones, no es externo a la constitución humana sino, por el contrario, estructural. Si algún humano no tomara parte en él no participaría del todo social.

La marginalidad

Las sociedades se protegen a sí mismas; la cultura reproduce semejantes. Por tanto lo extraño, lo extemporáneo tiende a ser neutralizado. El mecanismo ad hoc es la segregación, la exclusión. Minuciosamente nos enseña Foucault («Historia de la locura en la época clásica») que en la modernidad occidental (capitalismo industrial) se perfeccionó el espacio de marginación de la «irracionalidad» desarrollándose para ello los dispositivos «científicos» pertinentes: el asilo y el médico alienista. La locura no es sólo la enfermedad mental; es todo aquello que «sobra» en la lógica dominante. Así, describiendo a la Salpêtrière -el mayor asilo de Europa en el siglo XVIII-, Thénon dice: «acoge a mujeres y muchachas embarazadas, amas de leche con sus niños; niños varones desde la edad de 7 u 8 meses hasta 4 o 5 años; niñas de todas las edades; ancianos y ancianas, locos furiosos, imbéciles, epilépticos, paralíticos, ciegos, lisiados, tiñosos, incurables de toda clase, etcétera.«.

Queda claro que «marginal» pueden ser innumerables cosas. Así, por ejemplo, Marx hablaba en 1852, en su obra «El 18 de brumario de Luis Napoleón Bonaparte», de un subproletariado, que él llamó Lumpenproletariät (en alemán: Lumpen significa «trapo», «andrajo»), o sea «marginales» que no constituían precisamente la flor y nata de la lucha revolucionaria, el germen de la transformación social en ciernes, el proletariado esclarecido que el decimonónico pensador fundador del socialismo científico veía como la fuerza que transformaría la sociedad. Para describir ese grupo marginal, fue categórico: «Bajo el pretexto de crear una sociedad de beneficencia, se organizó al lumpemproletariado de París en secciones secretas, cada una de ellas dirigida por agentes bonapartistas y un general bonapartista a la cabeza de todas. Junto a roués [disolutos, depravadosarruinados, con equívocos medios de vida y de equívoca procedencia, junto a vástagos degenerados y aventureros de la burguesía, vagabundos, licenciados de tropa, licenciados de presidio, huidos de galeras, timadores, saltimbanquis, lazzaroni, carteristas y rateros, jugadores, alcahuetes, dueños de burdeles, mozos de cuerda, escritorzuelos, organilleros, traperos, afiladores, caldereros, mendigos, en una palabra, toda esa masa informe, difusa y errante que los franceses llaman la bohème: con estos elementos, tan afines a él, formó Bonaparte la solera de la Sociedad del 10 de diciembre, “Sociedad de beneficencia” en cuanto que todos sus componentes sentían, al igual que Bonaparte, la necesidad de beneficiarse a costa de la nación trabajadora.

Ahora bien: ¿quién sobra? ¿Quién, cómo y en virtud de qué decide que alguien sobre? O, por último: ¿puede «sobrar» un ser humano? ¿Qué significa eso?

La sociedad «produce» sus marginales. En nuestra cosmovisión occidental de raigambre eurocéntrica (hoy día ya global, impuesta sobre todas las otras culturas aún existentes en el planeta) la razón es la pauta que guía la marginación; las divergencias respecto a ella son sancionadas como insensatas, inservibles. La consigna es: «el sueño de la razón produce monstruos«, evocando aquella célebre pintura de Francisco Goya y Lucientes. Por cierto, puede entrar en esa divergencia todo lo que se desee (el «etcétera» de la enumeración de Thénon o, a decir de Marx, «toda esa masa informe, difusa y errante«).

Toda sociedad mantiene un cúmulo de pautas y valores que constituye su normalidad; la sociedad industrial, más que ninguna otra (seguramente debido a lo intrincado de su funcionamiento) preserva su normalidad apartando severamente los «cuerpos extraños». En sociedades menos complejas es menor el espacio para la marginalidad; en un mundo super especializado, con una marcada división del trabajo (quedó radicalmente atrás la sociedad de cazadores y recolectores; hoy día es ya casi una exigencia tener postgrados universitarios para ciertos puestos), mundo hondamente competitivo, es más posible que alguien quede en el camino de la integración. En un mundo tan polifacético y complejo, con megaciudades de 20 o 30 millones de habitantes, hay más campo para los sub-mundos; así es que encontramos sub-mundos del hampa, de la mendicidad, de las drogas, de la vida en las calles, toda la cultura underground (¿habrá que agregar de los «incurables de toda clase»?)

¿Quién constituye hoy ese lumpenproletariado? ¿Quién es hoy día el marginal? Reflexionando sobre esto, Fidel Castro se preguntaba: «¿Puede sostenerse, hoy por hoy, la existencia de una clase obrera en ascenso, sobre la que caería la hermosa tarea de hacer parir una nueva sociedad? ¿No alcanzan los datos económicos para comprender que esta clase obrera -en el sentido marxista del término- tiende a desaparecer, para ceder su sitio a otro sector social? ¿No será ese innumerable conjunto de marginados y desempleados cada vez más lejos del circuito económico, hundiéndose cada día más en la miseria, el llamado a convertirse en la nueva clase revolucionaria?«. Es imperioso responderse estas preguntas.

La solidaridad, la tolerancia, el altruismo en su sentido más amplio, si bien se dan a veces, no son, precisamente, lo que más abunda en la experiencia humana. La tendencia a segregar nos sale con demasiada facilidad. «La comunidad humana se mantiene unida merced a dos factores: el imperio de la violencia y los lazos afectivos» dice Freud en una sopesada reflexión de su madurez («El por qué de la guerra», 1932). Amor y odio van de la mano, indisolublemente. Lo extraño, ante todo, produce rechazo. De ahí a su estigmatización sólo hay un paso. Hoy día no se queman en la hoguera del Santo Oficio de la Inquisición a los poseídos («incurables de toda clase» y «etcéteras») sino que se los margina con mayor refinamiento: se los confina (asilos de toda laya: manicomios, cárceles, reformatorios, geriátricos, casas de caridad). Sin ironía: eso es un mejoramiento en la condición humana (encerrado con un chaleco de fuerza ¿es mejor que quemado en la pira?). Pero el discordante sigue siendo el leproso de antaño: encapuchado y con campana para anunciar su paso. Son numerosos los países cuyas constituciones aseguran la no discriminación de las minorías en desventaja. Pero aunque eso esté escrito, la experiencia cotidiana muestra que la exclusión, la marginación, el aislamiento social siguen presentes (piénsese en el racismo del capitalismo de los países llamados centrales, por ejemplo: Estados Unidos y Europa Occidental) La beneficencia, por cierto, es una forma más de segregación.

Podríamos concluir que la marginación es un proceso «natural» de la sociedad complejizada que apoya en características propias de lo humano. Asusta, y por tanto se margina, tanto un vagabundo como un delirante o un débil mental, un homosexual cuanto un seropositivo, una prostituta o un delincuente.

Hacia una nueva marginalidad

No son marginales un soldado que regresa de la guerra o un desocupado; ellos tienen la posibilidad de volver a integrarse al tejido social del que, por razones diversas, se han distanciado. Y en sentido estricto tampoco lo es el anacoreta que eligió la vida solitaria y alejada. La marginalidad conlleva la marca de lo reprochable moralmente, de lo anatematizado, lo que «no debe hacerse», lo «molesto» para la sociedad «sana y ordenada». De ahí que se la aísle, incluso físicamente, confinándola en lugares específicos. El aislamiento en cualquiera de los dispositivos que la sociedad moderna ha ido creando para toda esa masa marginal -cárcel, manicomio, reformatorio, geriátrico, hogar de huérfanos- es sabido que no está concebido para rehabilitar; de hecho, aunque eso ocasionalmente pueda suceder, no es el cometido final de todos los mecanismos de segregación. Su único objetivo es «sacar de en medio», poner al margen, quitar esa «cosa» molesta, fea, desagradable, inmanejable en la cotidianeidad adaptada y bien portada.

Por tanto, marginales son los que circunstancialmente asustan (delincuentes, drogadictos, pandilleros) o, compasivamente vistos, mueven a la ternura (el mendigo desarrapado, el niño de la calle, el «loquito» que anda hablando solo). Pero desde hace algunos años el mundo va tomando tales características que hacen que el fenómeno de la marginalidad deje de ser algo circunstancial para devenir ya estructural. Hoy día asistimos a la marginación ya no sólo del harapiento o del mendigo en la puerta de la iglesia, del «borrachito» perdido que pide limosna para su traguito del día, sino de poblaciones completas. Se habla de áreas marginales, barrios completos, con miles y miles de personas que pasan toda su vida en esa condición de «marginalidad». Si bien nadie lo dice en voz alta, la lógica que cimenta esta nueva exclusión parte del supuesto de «gente que sobra». El temor malthusiano del siglo XIX parece tomar cuerpo en políticas concretas que prescriben no más gente en el planeta (y si se puede menos, mejor). La tendencia en marcha pareciera ser un mundo dual: uno oficial, el integrado, y otro que sobra.

El proceso por el que se llega a esta situación seguramente está ligado al especial desarrollo de la actual productividad: una técnica deslumbrante que termina prescindiendo del sujeto que la concibe. El ser humano comienza a sobrar. Existe un sexo cibernético en el que el otro de carne y hueso no es necesario; la imagen virtual reemplazó a la pareja. ¿La robótica y la hiper automatización prescindirán de la gente? Queda más que claro que lo anunciado por Marx hace un siglo y medio es irrebatible: el desarrollo del sistema capitalista no ofrece salida a la humanidad, por cuanto se produce cada vez más y las condiciones materiales de vida están en condiciones de ser suplidas para la totalidad de la población mundial, pero el modo de producción necesita destruir riqueza para mantener las ganancias (y llegan las guerras) haciendo «sobrar» a la gente antes que repartiendo equitativamente el producto del trabajo social. Visto en términos éticos puede resultar disparatado, pero esa es la cruda realidad: ¡hay poblaciones marginales! ¿Marginales a qué? A un sistema que no puede integrarlas.

En toda sociedad medianamente desarrollada que ya superó su estadio primigenio de cazadores y recolectores, es decir: grupos humanos sedentarios que producen más de lo estrictamente necesario para la sobrevivencia diaria, encontramos formas cada vez más complejas de organización. Integrarse a esas formas dominantes es lo normal y esperable; la inmensa mayoría lo hace (quedando un resto que, o se integra deficientemente, o no se integra nunca -los locos, los raros, los delincuentes-). En otras palabras: siempre hay un espacio, pequeño por cierto, para la no-integración. Freud decía que la neurosis (nuestro modo «normal» de ser), es decir: la entrada en la cultura, en el orden de la Ley, es el costo de la civilización. Podría agregarse que también la psicosis (la locura) y la trasgresión (todas las formas de actos delictivos). Pero aquí se habla de «marginales» en términos individuales; lo patético es que ahora nos enfrentamos a una marginalidad global. ¿Puede haber acaso poblaciones «marginales», «sobrantes»? ¿Acaso países marginales?

El peso relativo de los países pobres (el Sur) es cada vez menor en el concierto internacional. Las materias primas pierden valor aceleradamente ante los productos con alta tecnología incorporada que elaboran los del Norte -obligando a consumir a los del Sur-. Los pobres son cada vez más pobres; y cada vez quedan más confinados a las áreas marginales. ¿Sobran? La pobreza va quedando más delimitada y ubicada en ghettos (quizá nueva forma de asilo). Pero trágicamente esos bolsones no son minorías discordantes, sino que van pasando a ser lo dominante. En las grandes urbes del Tercer Mundo (y también, aunque en menor medida, en el Norte) las zonas marginales crecen imparablemente. En algunos casos albergan ya importantes cantidades de la población de algunas ciudades (una cuarta parte en muchas ciudades latinoamericanas). Evidentemente el fenómeno no es marginal. Valga el dato: 1 de cada 2 nacimientos en el mundo tiene lugar en los llamados asentamientos urbano-marginales; y hay 3 nacimientos por segundo.

El Banco Mundial definió la pobreza como «la inhabilidad para obtener un nivel mínimo de vida«. Probablemente pueda ser inhábil (o menos hábil) una persona especial (un ciego, alguien que perdió un miembro, alguien con Síndrome de Down). Pero no lo son poblaciones completas. La imposibilidad de conseguir un nivel mínimo de subsistencia radica, en todo caso, en condiciones que trascienden lo personal. La pobreza creciente que agobia a sectores cada vez mayores en el mundo no es sólo falta de habilidad para procurarse el sustento; habla, más bien, de un nuevo estilo de marginalidad.

La forma que ha ido tomando el desarrollo del mundo en la actual era post industrial de capitalismo neoliberal (que la actual pandemia de coronavirus no habrá de cambiar) es curiosa, y al mismo tiempo alarmante. Asistimos a una revolución científico-técnica monumental, que se despliega a una velocidad vertiginosa, pero donde lo que debería ser el centro de todo: el ser humano concreto de carne y hueso, queda de lado. Era de las telecomunicaciones, del mundo digital, de la ingeniería genética que en cualquier momento podrá generar vida artificialmente, pero problemas milenarios de la humanidad no se pueden resolver con el capitalismo. Se gastan fortunas inimaginables en armamentos (que algunas empresas reciben como lucrativos beneficios) mientras muchos no alcanzan la dieta mínima para sobrevivir. Se busca agua en el planeta Marte mientras en la Tierra mueren 11,000 personas diarias de diarrea por falta del vital líquido. Algo falla en la idea de progreso. Algo anda mal si se puede llegar a aceptar naturalmente la existencia de áreas marginales (barrios, poblaciones, quizá países, ¿continentes?)

Para la geopolítica de las potencias capitalistas (Estados Unidos, Europa Occidental), lo que años atrás era un simple dato sociodemográfico -o, visto de otro modo: un elemento que contribuía a su acumulación de capital-, es decir: personas migrantes desde la pobreza del Sur (Latinoamérica, África, Medio Oriente) que llegaban a trabajar en condiciones de absoluta precariedad con sueldos miserables, hoy día es una preocupación política geoestratégica: las migraciones irregulares masivas son un distorsionador de la gobernabilidad capitalista. Por tanto: ¿sobra esa gente? ¿Sobran los países desde donde provienen? Nadie lo dirá abiertamente, por supuesto -no es «políticamente correcto»-, pero eso es lo que mueve muchas acciones de impacto global. Se dijo, por ejemplo -aunque sea pura especulación conspiracionista- que el VIH-SIDA fue un arma bacteriológica diseñada para exterminar poblaciones en el África. Aunque eso pueda ser totalmente descabellado, el solo hecho que alguien pueda pensarlo muestra que esas ideas tienen sustratos, fundamentos. Lo dicho por Thomas Malthus hace dos siglos sigue presente en la ideología de muchos detentadores de poder, en tomadores de decisiones; en otros términos: «hay demasiada gente en el mundo y la comida no va a alcanzar para todos, por tanto…. ¿eliminar a los sobrantes?».

Cada vez más población queda marginada de la riqueza que la humanidad genera. La marginación del nuevo estilo produce islas de esplendor resguardadas celosamente de mayorías «excedentes». Y mientras cada vez más gente quede al margen del festín, más serán las posibilidades de inestabilidad y eventuales estallidos. No es la intención del presente texto presentar las soluciones a tan difícil problema, pero sí aportar algo en el debate al respecto. A modo de conclusión -e invitando a continuar el análisis- digamos que, aunque la felicidad y la concordia humanas son más un mito que una experiencia concreta, serán de todos modos absolutamente inalcanzables mientras haya alguien que piense -o actúe considerando- que sobra gente en el mundo. Recordemos las estrofas de la Marcha Internacional Comunista: la Tierra debe ser «patria de la humanidad».

Fuente: https://rebelion.org/nuevas-marginalidades/
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