Los niños aprenden muchas cosas en la escuela, unas por diseño, lo que prescribe el currículo y que se supone son importantes para desempeñarse en sociedad. Los docentes despliegan habilidades y percepciones para transmitir conocimientos formales cuyo códigos se expresan en materiales didácticos, libros de texto, por lo general. Es la pedagogía visible. Otras por la acción escolar no formulada pero vigente.
En ocasiones, como hoy, escarbo en la memoria de mis años de estudiante de posgrado. Recordé el libro de Basil Bernstein, Class, Codes and Controls que llevé en una clase de sociología de la educación. No lo releí, sólo rememoré las discusiones que tuvimos en el seminario y el revuelo que causó por salir de los discursos comunes. El autor puso el énfasis en las palabras de transmisión en el aula, donde conjugaba clase social y aprendizaje. Su enfoque era de sociología (y poder), pero con herramientas de la lingüística. Lo que me dificultó su comprensión cabal.
No obstante, recurro a mis recuerdos de las nociones de Bernstein para pensar fenómenos contemporáneos. Los resultados de la pedagogía visible pueden medirse y clasificarse. Las pruebas estandarizadas son un buen ejemplo cómo se tasa la adquisición de códigos en las materias de enseñanza. Las más usuales miden aprendizaje en matemáticas, lenguaje y ciencias. La clasificación de resultados es jerárquica, secuencial y las normas explícitas.
En la lógica que planteó Bernstein, que después inspiró, al menos en parte, a los teóricos de la reproducción social, es que el aprendizaje formal depende más de la clase social de origen de los alumnos, que de la tarea de los maestros o de los libros de texto. En resumen, los niños pobres aprenden menos conocimientos formales que los de clase media y los de las zonas rurales menos que los de las ciudades.
Bernstein planteó que la diferencia de clase social en la escuela, además de los atributos económicos y sociales, eran culturales. Los niños de clase obrera (su territorio empírico era la Inglaterra de los años 60) asimilaban menos los códigos escolares por el trastorno lingüístico, el tránsito del lenguaje del hogar al de la escuela. La expresión de los libros de texto les es ajena a los niños de hogares pobres. Por eso su desempeño escolar es menor.
El otro asunto, educación es poder. La palabra clave de Bernstein fue control. Después otros autores ampliaron el concepto y argumentaron que la educación, el currículo, en particular, define el conocimiento oficial y es más que nada para mantener la hegemonía cultural que ejercen los grupos dominantes. La jerarquía social se reproduce en las escuelas.
En estos días se libra una contienda por el conocimiento oficial. La SEP trata de imponer nuevo currículo y libros de texto, pero de golpe y sopetón. El currículo vigente tomó décadas en construirse; la pedagogía visible generó consenso y también protestas, en especial por el énfasis en la evaluación. El gobierno de Andrés Manuel López Obrador enterró la mayor parte de la reforma educativa que propuso Enrique Peña Nieto, pero no desplazó la hegemonía cultural.
Con la nueva generación de libros de texto, la 4T aspira a cambiar el conocimiento oficial, mudar parte de la pedagogía visible por otra que hace apología de la pobreza e introduce códigos ajenos a la cultura de las de las clases medias, pero también de las pobres; incluso extrañas para muchos maestros.
La 4T la tiene difícil. Tanto por la oposición de organizaciones civiles como por la vigencia de la pedagogía invisible. Según Bernstein, ésta es más importante en la vida social. Lo veremos la próxima semana.
Referencia. Bernstein, B. (1977). Class, Codes and Controls (2 ed., Vol. 3: Towards a Theory of Educational Transmissions). Routledge & Kegan Paul.
Para mí, el 8 de marzo no es un día de saludos y parabienes. Es un día para conmemorar una de las tragedias más crueles e impactantes ocurridas en nuestro continente: la condena a muerte de 56 niñas en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción, en Guatemala, perpetrada por el Estado guatemalteco bajo la presidencia de Jimmy Morales, quien dio directamente la orden de mantenerlas encerradas y de ese modo las condenó a una muerte atroz, quemadas vivas.
Ese día, el Congreso permaneció en silencio. También la Corte Suprema de Justicia, la Policía y el Ministerio Público. Todos cómplices de un acto incalificable. Las pantallas de televisión lo mostraron todo en detalle pero, hasta la fecha, los culpables han escapado a la acción de la justicia, comenzando por el ex mandatario.
Durante los días subsiguientes, los comentarios se dividían entre quienes experimentaban el horror por la tragedia y quienes, haciendo eco de los prejuicios atávicos de una sociedad dividida, culparon a las víctimas por su propio holocausto.
Esas niñas, como había denunciado la periodista Mariela Castañón en detallados reportajes en el diario La Hora, eran víctimas de abusos en una institución administrada por la Secretaría de Bienestar Social de la Presidencia de Guatemala, cuya misión es proteger a niños y adolescentes de una situación de maltrato y abandono.
En denuncias posteriores, se comprobó que las niñas eran violadas y sufrían castigos extremos, además de privación de alimentos y atención en salud y educación. También se denunció que ese centro se había transformado en un sitio de tráfico sexual, en donde las internas eran sometidas a la prostitución y el silencio.
Esto sucedió un 8 de marzo y no podemos olvidarlo. Ese día 41 niñas murieron calcinadas y apenas 15 sobrevivieron, si acaso se puede llamar supervivencia a la condena de vivir cubierta de quemaduras y con graves consecuencias físicas y psicológicas y quienes, como colofón al abuso sufrido, han recibido amenazas para impedir que hablen sobre los verdaderos hechos que las llevaron a protestar.
El 8 de marzo no es un día de felicitaciones ni mensajes edulcorados. Es una fecha para recordar cuánto camino falta para alcanzar la igualdad de derechos, para detener el abuso contra mujeres, adolescentes y niñas en un marco de sociedades patriarcales indiferentes a su situación de inequidad. El 8 de marzo es un día para avergonzarnos por nuestra sumisión ante un sistema patriarcal, retrógrado y perverso.
Es hora de asumir nuestra responsabilidad en este escenario de injusticia y luchar contra la falta de sensibilidad humana de quienes, desde el poder, permiten tragedias como esta.
El espíritu del sindicalismo busca, en esencia, la defensa de los derechos de los trabajadores y la lucha por el bienestar general de sus agremiados. Las relaciones con los patrones si bien, pueden ser de manera cordial y amable, de ninguna manera cabe la complicidad, el corporativismo y el uso de sus integrantes como moneda de cambio política o electoral.
Lamentablemente, la vida del sindicalismo magisterial ha transitado de una legítima lucha por mejorar las condiciones de los trabajadores de la educación a ser usados para satisfacer cuotas políticas; y aunque en la base existen personas comprometidas y profesionales que velan por el bienestar general, sus líderes y la cúpula sindical han sido cómplices de las más atroces vulnerabilidades a sus derechos laborales.
En el caso del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), este pacto corporativo entre la dirigencia y las autoridades educativas ha sido muy evidente. Además, uno de los sindicatos más grandes de latinoamérica enfrenta dos enormes retos: su democratización y la transparencia de sus recursos.
Sobre el primero, existe una simulación en las elecciones libres y abiertas. Aunque algunas fracciones del SNTE no allegadas al dirigente nacional Alfonso Cepeda Salas van ganando terreno y se van aglutinando en expresiones “alternativas” como la organización Maestros por México (MxM), buena parte de las secciones en todo el país siguen siendo fieles a su líder, quien cada vez parece más doblegado ante el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), a la titular de la Secretaría de Educación Pública y al partido Morena.
En cuanto a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), el ala disidente del SNTE, se encuentra separada y al margen de la figura de Cepeda Salas. Sus dirigentes, quienes tienen mayor fuerza en estados como Oaxaca, Michoacán, Guerrero, y Chiapas, mantienen negociaciones alternativas con el gobierno federal y en sus propios estados: acuerdan de manera paralela con AMLO, con los gobernadores en turno y con las y los representantes de la SEP.
Respecto a la transparencia de sus recursos el reto es igual de complicado. Aunque se supone que son sujetos obligados a transparentar y permitir el acceso a su información y cuentan con una plataforma especializada para ello (incluso, la plataforma del Observatorio Público de Transparencia e Información OPTISNTE ha ganado reconocimientos por parte del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales), todo es una simulación.
Tanto el origen como el destino de los recursos y cuotas sindicales siguen siendo opacos y pocos conocen el verdadero destino. Cuando la ciudadanía realiza solicitudes de información, no responden o simplemente dicen que no tienen la información suficiente. Tanto las diversas secciones como en la dirigencia nacional han presentado graves casos de corrupción, desvío, desaparición o mal uso de recursos.
Esta opacidad no solo ocurre en el SNTE. También en instituciones locales como el Sindicato de Maestros al Servicio del Estado de México (SMSEM), uno de los más grandes del país pero con grandes desafíos de rendición de cuentas.
El Sindicalismo Magisterial es una práctica que debe existir para cumplir sus objetivos: la defensa de los derechos de sus agremiados y su bienestar laboral, pero insisto: de ninguna manera se debe permitir la continuidad de los pactos corporativos para fines políticos o partidistas. Es cuestión de dignidad.
El afán de controlar el pensamiento de los pueblos recorre toda la historia de las sociedades de clases. Así como se domina con la fuerza, se lo hace también y más fuertemente desde el pensamiento. Quienes se apropian del poder no requieren de fuerza cuando los dominados se enajenan al grado de creer que su opresión es normal y adecuada. En ese caso logran una suerte de consenso en favor del sistema, un «sentido común» aparentemente indiscutible.
La lucha en el campo de las ideas tiene esta importancia: o se posibilita un pensamiento libre y crítico o se impone un pensamiento sumiso y acrítico. Su expresión está en todos los campos de la vida social: cuando se busca trabajo y se negocian las condiciones laborales; cuando se recibe un servicio público y se compara con el privado; cuando se educa a las nuevas generaciones; cuando se decide cuáles son las noticias que deben transmitirse y que ideas se presentan al hacerlo; y muchos más ejemplos que a cada uno se le pueden ocurrir.
Se dice de manera acertada que vivimos una sociedad que es clasista y que además ese clasismo está fortalecido y a su vez alimenta características como el sentido patriarcal, etnocentrista y colonizador de pueblos y la naturaleza. Todo conducido desde el poder que impone de esta forma de pensar. Para lograrlo, utilizan dos vías: difundir sus puntos de vista y su ideología como la única válida («no hay alternativa» repetirían continuamente los neoliberales), usando los sistemas educativos, los medios de comunicación, la mayoría de centros religiosos y muchos más instrumentos a su alcance; por otro lado, silencian y atacan a las opiniones críticas al sistema, como sucede en la gran prensa, las películas o en el manejo de los datos en internet, promoviendo más lo siempre promovido.
La prohibición de libros hoy
Una forma de silenciar otras voces ha sido la quema de libros. Y aquí es fácil recordar la inquisición, el nazismo de Hitler, la dictadura de Pinochet, o el pedido del anticomunista senador Mc Carthy quien pidió la quema de 30.000 títulos. Hoy que la derecha gana fuerza en algunos países desarrollados, como una respuesta ante la crisis y posibles levantamientos populares, es cuando estas formas extremas de control del pensamiento tienen lugar.
Lo dominante hoy son las prohibiciones que se van repitiendo. Veamos unos ejemplos, centrados en Norteamérica:
Desde julio de 2021 al 31 de marzo de 2022, se han prohibido 1.586 libros de bibliotecas escolares en 26 estados, afectando la libertad de pensamiento de más de 2 millones de estudiantes. Si bien la decisión no es del gobierno sino de los distritos educativos, se trata de acciones coordinadas por la extrema derecha. Los libros más afectados tienen que ver con la discusión del racismo, la denuncia de la esclavitud, sobre temas relacionados a la comunidad LGBTI, pero se han incluido libros de premios Nobel, textos religiosos, de una víctima del holocausto judío o de Malala, la niña que luchó por la educación contra los talibanes.
Ya a nivel estatal, el Departamento de Educación del Estado de la Florida prohibió 54 textos escolares, incluso de matemáticas, por cuestionar el racismo y esclavitud. El 40% de textos están en revisión de este grupo inquisidor. En Texas, incluso se llega a colocar el préstamo de esos libros en las bibliotecas escolares como un delito. En Missouri se prohibió el uso de un número especial del periódico New York Times “NYT, 1619 Proyecto”, centrado en la esclavitud en Estados Unidos.
En Canadá la situación no es tan grave, pero en Ontario contra unos 4.700 libros infantiles y hasta el diccionario Webster, siempre con argumentos absurdos. Incluso con pretextos supuestamente contra estereotipos raciales, se ofendió a la libertad de pensamiento quemando (aquí literalmente) ediciones de Asterix o Lucky Luke.
Derecha es limitar las libertades
En general, se trata de empezar en el mundo educativo. Junto a los libros eliminados viene la prohibición de temas en el currículo y en general el silenciamiento de los profesores y profesoras, quienes en los últimos años han realizado varias huelgas superando la legislación represiva. La acción contra el NYT ya habla de un control más fuerte sobre la prensa, aunque al ser la mayoría medios de propiedad de millonarios, la censura previa les garantiza sus mensajes.
La derecha se presenta así como la limitación de las libertades, a pesar que usan la palabra libertad en sus discursos. La libertad que les interesa es la libertad de explotar a los trabajadores, la de apropiarse de los bienes comunes, la de sostener sus intereses por encima de la sociedad.
Estas son solo expresiones de esta gran batalla de ideas. Hay estudios que demuestran las distintas líneas que tiene la búsqueda del control del pensamiento de los pueblos y la prohibición de los libros solo es una de ellas. El poder capitalista teme las nuevas protestas sociales ante la crisis a nivel global y por ello el incremento de su trabajo en el campo de las ideas. Las fuerzas de izquierda, democráticas y auténticamente progresistas deben presentar los contrapesos suficientes.
* Académico y ex ministro de Medioambiente de Ecuador. Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
Las alturas tienen como característica una acentuada falta de oxígeno.
El mundo está patas arriba. No solo como producto de los eventos provocados por el cambio climático o la absurda e irresponsable manera de destruir lo que ha sido puesto a nuestro cuidado. Simplemente, por la pérdida de sensatez de la abrumadora mayoría de gobernantes, políticos y empresarios cuyo único objetivo en la vida es acumular poder, riqueza y capacidad de maniobra para hacer de otras naciones un cobijo para sus actos de corrupción. Cuando señalamos a los títeres de nuestros países en decadencia, no debemos olvidar quienes jalan de los hilos. Como consecuencia de esta miopía se pierden valiosas oportunidades para reforzar los valores humanos y aquellos de las utópicas democracias.
Los aires de las alturas ocasionan pérdida del sentido de la realidad, alucinaciones, sensación de invulnerabilidad y un desapego absoluto hacia la consecuencia de las acciones. Este síndrome lo conocen bien los políticos, los multimillonarios y, por supuesto, los montañistas -aunque estos últimos recuperan el sentido común en cuanto bajan de las cimas- y sus efectos tienen impacto sobre decisiones capaces de cambiar el rumbo de la Historia. Eso sucede con tal abundancia en los círculos elevados del poder que, cuando algunos de esos potentados actúan con inteligencia, parecen héroes de leyenda.
Los miserables gobernantes del triángulo norte de Centroamérica, sumada Nicaragua, son por el momento y para el resto de los latinoamericanos, un ejemplo penoso de esa pérdida de capacidad humana. No solo se han apoderado de todas las instancias creadas para proteger los valores democráticos y las leyes; también se han transformado en déspotas con ínfulas de poseer el poder absoluto para garantizarse la impunidad por sus crímenes de lesa humanidad, por sus delitos económicos, por su evidente incapacidad y, de paso, para crear una valla infranqueable contra los esfuerzos por contener la corrupción.
Aunque este sea el ejemplo local de mala gestión y perversas intenciones, también en los demás continentes las ambiciones por el poder compiten por los primeros lugares en sus afanes por conseguir el control geopolítico del planeta, no importando cuántas vidas inocentes se aniquilen al paso de sus tropas, sus misiles y sus negociaciones indecentes por mantener el control económico. Para ello se crean instituciones de alto nivel mundial como instrumentos de coerción, cuya naturaleza escapa a cualquier tipo de control, incluidos los abundantes tratados y convenciones suscritos para defender los derechos humanos y de la naturaleza.
Quizás por este ambiente de caos, cuyas incidencias acaparan la atención de enormes conglomerados empresariales a los cuales pertenecen las mayores entidades de prensa del mundo, los minúsculos ciudadanos -quienes poblamos los países menos desarrollados- jamás tendremos la visión exacta de cómo funcionan las políticas globales y tampoco por qué ninguna potencia se interesa por nuestro insignificante destino.
Los discursos sobre libertad y democracia mueren de muerte natural en cuanto rozan nuestras fronteras y se convierten en palabras vacías ante las provocaciones de los gobernantes más corruptos del orbe. El único mecanismo de protección está, por lo tanto, en manos de pueblos hambrientos, condenados a la ignorancia y sometidos al abuso constante de sus gobiernos; y son estos, también, quienes reciben los golpes más duros del sistema que nos rige.
El control absoluto del poder es capaz de destruir todo el andamiaje legal que nos protege.
El presente libro es fruto de las colaboraciones de una red amplia y diversa de actoras y actores sociales, de investigadoras e investigadores de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, El Salvador, España, Francia, Georgia, Italia, Marruecos, Perú y los Países Bajos. Es la primera publicación colectiva del proyecto Converging Horizons: Production, Mediation, Reception and Efects of Cultural Representations of Marginality (PIA-ANID/ANILLOS SOC180045) y se divide en dos volúmenes, siendo éste el primero de ellos. El proyecto aborda los diferentes modos de exclusión y de marginalización que se ejercen, especialmente sobre los pueblos originarios, los colectivos de disidencia sexual, las comunidades migrantes y las personas privadas de libertad; ya sea -en general-, desde la sociedad y sus distintos regímenes políticos, como -en particular-, desde las políticas públicas, el modelo económico capitalista y los sistemas de salud y educación altamente privatizados. El libro -como el proyecto-, asume un compromiso no sólo con la presentación de los resultados derivados de diversos trabajos de aplicación de métodos y técnicas científicas, sino que, además, releva las voces de actoras y actores sociales y culturales. Así, el libro combina avances comparados de resultados empíricos y de reflexiones teórico-conceptuales en torno a los procesos de exclusión social y la producción de marginalidades. Es un trabajo caracterizado por su variedad disciplinaria, por el fuerte compromiso con las subjetividades y sus contextos, así como por la búsqueda de posibilidades de lograr horizontes de convergencia.
Autoras(es): Carlos del Valle. Konstantin Mierau. Sandra Riquelme. Beatriz Pérez. Gonzalo Albornoz. [Editoras y Editores]
Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=2478&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1618
La vida sin plazos son ventanas estrelladas –huella de los atentados terroristas–, portadas de periódicos que recuerdan la disolución del Congreso peruano en 1992, poemas que evocan una crisis económica, la militarización de un país, a los desaparecidos, a los muertos. La vida sin plazos fue la exposición del Pabellón de Perú, invitado de honor en la edición 35 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FILG).
El poema Nadie duerme de Grecia Cáceres está en uno de los muros de la muestra:
“Nadie duerme y el ruido de las vigilias es atronador cada ruido destroza un estilo de materia una forma de vida en suma un nombre de cálidas sustancias poseído”
Esta exhibición dio cuenta del trabajo de las escritoras, narradoras y poetas peruanas durante el periodo de violencia política del Perú. Este tiempo es conocido como el conflicto armado interno, término adoptado por el Estado y que evidencia ese momento de terror, violencia, muerte que significó vivir en el Perú durante los años 1980 y 2000, señaló David Flores, curador y coordinador de exposiciones y cine de la presencia del Perú en la FILG.
Agregó, en entrevista con Gaceta UNAM, que fue un periodo violento, “a un nivel de violencia que llegó a nuestros propios cuerpos, es decir, el Perú es un país con una cantidad considerable de desaparecidos, de muertos, de personas que se han sentido vulnerables durante este periodo. Es aquí donde la literatura peruana y la cultura peruana en realidad está plagada de las figuras masculinas, es alucinante, es realmente increíble porque prácticamente es como si no hubiera mujeres, no hubiera escritoras, no hubiera narradoras, no hubiera mujeres artistas”.
Esta muestra, indicó, da cuenta que esa es una posición errada, no existe una verdad histórica respecto a esto. Las mujeres peruanas fueron parte importante del desarrollo de ese vínculo entre las artes visuales, la literatura, los movimientos subterráneos como los conocemos. En esta exhibición vemos un escenario de crisis total, “por ejemplo, hay una reproducción de un periódico que se llama La República del 6 de abril de 1992 donde la portada aparece censurada, fue justamente al día siguiente de que Alberto Fujimori dio un golpe de Estado y este periódico en señal de protesta decidió sacar su portada en blanco como un símbolo de inconformidad ante la inminente censura y frente a eso da cuenta de la posición de la resistencia, una especie de resistencia cultural frente a la dictadura y frente al escenario de violencia y muerte que tuvieron estas escritoras, narradoras”.
Las explosiones
Los que somos peruanos, contó, y seguramente muchos de los que hemos vivido en América Latina, la ventana con un cruce de masking tape significa el momento como tú te protegías ante un estallido. “Durante los años 90 había muchos coches bomba y nosotros cubríamos las ventas con esas cintas. Lo que han hecho estos artistas es cubrir justamente esto y utilizarlo como una referencia a la vida en el Perú de esos años”.
Además de esto, añadió, tenemos en la Ciudad de Guadalajara dos muestras. La idea es trascender el recinto ferial, hacer una toma literal de Guadalajara, hacer una toma del Perú, una toma cultural y tenemos dos exhibiciones. “La exposición en el Museo de las Artes de la Universidad de Guadalajara, que se llama Purga del artista Christian Bendayán, evidencia la visión amazónica, el arte amazónico del Perú. Se piensa erróneamente que el Perú solamente es un país andino. Es un error. Dos terceras parte del Perú pertenecen a la cuenca del Amazonas. La purga es parte del ritual del ayahuasca donde se da una limpia antes de este viaje psicodélico, psicotrópico y finalmente tenemos una que se llama El país que imaginamos que es una muestra en el espacio público en Paseo Chapultepec donde hay cerca de 60 fotografías que demuestran el universo del Perú actual, imágenes de la costa, la sierra, las vidas en las ciudades”.
Miluska Benavides forma parte de la lista de los 25 mejores narradores de lengua española de la revista británica Granta. Defiende el rol de las editoriales independientes, son las que han impulsado a las literaturas emergentes.
En entrevista con Gaceta UNAM afirmó que el rol de las ediciones independientes, históricamente ha cumplido factores interesantes: atender a nuevos productos literarios de nuevos procesos sociales. “Ahí podríamos atender el caso de las mujeres, el de las lenguas originarias, la literatura LGBTQ. Atiende a nuevas escrituras, es decir, son espacios que permiten a las escritoras y escritores asumir riesgos. De pronto trabajar con distintos géneros, intervenirlos, hacer una escritura que no se encuentra fácilmente”.
Fotos Diana Rojas.
¿Es difícil publicar?
El reto, dijo, es encontrar una editorial “que pueda responder a mis necesidades como escritora, es decir, son un poco las cualidades de una editorial independiente, una que pueda arriesgar, pensar que la literatura cumple ciertos roles, más que todo roles públicos, artísticos, políticos, antes que ser objeto de mercado”.
Advirtió de la dificultad de ser narradora en un mundo donde los valores del gusto, de la circulación de los libros responde a valores de cierto circuito dominado por escritores y críticos varones que juzgan la literatura de mujeres según las categorías de sus propios términos y no siempre se atienden los de las literaturas emergentes. “Esto no sólo pasa con la literatura escrita por mujeres, sino con las nuevas literaturas en general. Para mi esa sería la mayor dificultad, ¿por qué? Porque eso hace que el libro circule y sin una adecuada red de lectura los libros no circulan y de pronto se quedan en los estantes o ni siquiera tienen una vida pública”.
Es difícil escribir, “especialmente en mi país y en otras naciones que no tienen programas de apoyo económico o de residencias. No diría premio, pero sí de estímulos económicos constantes en la creación como tienen en México, Chile, Colombia, España, que es el país que conozco que más tiene. Escribir se hace en los momentos que no se trabaja y eso requiere de una serie de sacrificios de parte de los escritores a nivel material. Quizá a veces no tener familia, hijos o no gozar de una vida que nos permita, incluso, comprar libros, viajar. Sí afecta, en particular en el Perú, no tener un sistema que acompañe a la creación o que estimule dedicar tiempo a la narrativa.
“Hay un cierto romanticismo que también ha postergado y se ha negado cierta prioridad en políticas públicas a la creación porque también se la ha arrinconado como entretenimiento cuando en realidad contribuye a la formación.”
Precisó que cada escritor atiende a sus propios procesos y no solamente individuales, sino comunitarios, es decir, de su tiempo, de su gente, y en este caso, en este proyecto particular a mí lo que me interesan son dos cosas. “Lo primero es lo que no se encuentra, eso que no se dice en voz alta o que no figura de pronto en una historia oficial, y lo segundo que también encuentro que debe ser una conversación indispensable es dejar de pensar el mundo en relación a la mirada humana. Ese proceso sí lo siento necesario de repensar desde el arte, lo que muchos científicos han llamado el antropoceno. Yo creo que el arte siempre puede ser capaz de criticar la mirada de la Ilustración, de que el ser humano es el centro del cosmos, el centro del universo. Probado está que no lo es y sería mucho más sencillo indagar en esta realidad no humana o realidades no humanas que nos pueden dar respuestas en realidad al futuro, es decir, a dónde estamos viendo nosotros mismos. Lo que creo, lo que ha llevado a ese antropoceno es naturalmente a la exterminación y a la depredación en términos ecológicos pero también a una exagerada concentración en el ser humano, cuando en realidad habita un mundo poblado por otras entidades. Yo me pregunto por qué no queremos hablar de eso”.
Algo que admira mucho de los cronistas es la capacidad de responder creativamente, incluso al instante. “Hay autores que sí lo podrían hacer, pero en mi caso no, me es difícil responder con mi escritura a algo inmediato. Me gusta mirar hacia atrás. Ese mirar hacia atrás resulta en mi posibilidad de leer la realidad”.
Miluska Benavides escribe en su libro La caza espiritual: “Las personas peleaban por un lugar en los buses y yo me quedaba mirando, creyendo que si esperaba lo suficiente encontraría alguno vacío para regresar a casa. Estaba concentrada en el tráfico, en los rateros, en los buses que transitaban repletos por las dos autopistas y en el viento que aventaba las miserias de la calle, todas las trizas de basura acumulada de los peatones que pasaban sin mirar ni a los costados”.
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