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Europa debe regresar a la escuela del mundo, como alumna

Boaventura de Sousa Santos

Europa tiene que regresar a la escuela del mundo y de su diversidad infinita. Para aprender, tiene que estar dispuesta a desaprender muchas de las concepciones sobre sí misma y acerca del mundo no europeo que la trajeron hasta aquí, a este momento de grado cero de innovación social y política en que está.

Un sentimiento de agotamiento histórico y político recorre Europa y el norte global en general. Tras cinco siglos de imponer soluciones al mundo, Europa parece incapaz de resolver sus propios problemas, y entrega su resolución a empresas multinacionales a través de acuerdos de libre comercio, cuyo objetivo es eliminar los últimos resquicios de cohesión social y de conciencia ambiental adquiridos después de la Segunda Guerra Mundial.

En Estados Unidos, Donald Trump es más una consecuencia que una causa de la descomposición de un sistema político altamente corrupto, disfuncional y antidemocrático, donde el candidato más votado en elecciones nacionales puede ser derrotado por el candidato que obtuvo 3 millones menos de votos de los ciudadanos. Domina la convicción de que no hay alternativas al estado crítico al que se llegó.

Los líderes mundiales, reunidos recientemente en el Foro Económico de Davos, reconocieron que los ocho hombres más ricos del mundo acumulan tanta riqueza como la mitad de la población mundial más pobre, pero no por ello les pasó por la cabeza apoyar políticas que contribuyan a redistribuir la riqueza. Por el contrario, instaron a los desgraciados del mundo a mejorar su desempeño para ser ricos el día de mañana.

Mientras tanto, los instrumentos de análisis y comunicación social global de que disponemos nos impiden ver que fuera de Europa y de los países del norte global hay mucha innovación social y política que podría servir de estímulo para buscar nuevas soluciones globales que garanticen un futuro políticamente más democrático, socialmente más solidario y ecológicamente más sostenible. Curiosamente, algunas de estas soluciones han partido de ideas y experiencias europeas (aunque abandonadas por Europa) reinterpretadas y reconfiguradas a la luz de los diferentes contextos concretos y liberadas de dogmas y ortodoxias. Al mismo tiempo, Europa parece encoger, mientras que el mundo no europeo se expande. El futuro del mundo será mucho menos europeo de lo que lo fue su pasado.

Sería lógico pensar que Europa tiene gran interés en conocer mejor lo innovador que está emergiendo en el mundo. Pero para ello Europa debería estar dispuesta a interrogarse sobre la forma en que a lo largo de la Era Moderna se vio como maestra del mundo e imaginarse a sí misma como alumna del mundo, como coaprendiz del futuro junto con otras regiones y culturas del mundo. Resulta que Europa tiene grandes dificultades para aprender de las experiencias no europeas, sobre todo cuando tienen origen en el sur global, debido a un persistente prejuicio colonial. Al y fin y al cabo, ¿cómo podría Europa beneficiarse de experiencias de “regiones y culturas más atrasadas”, soluciones que, además, remiten a problemas que Europa supuestamente resolvió hace tiempo?

¿Cómo vencer este prejuicio y crear una nueva disposición para aprendizajes mutuos a escala global? Para responder necesitamos dar un paso atrás en el tiempo. El periodo álgido de Europa como poder global e imperial terminó en 1945. Cuando los países periféricos del sur global, muchos excolonias europeas, se volvieron independientes y trataron de escribir su propia historia en un mundo posteuropeo, el camino fue accidentado, con Europa y Estados Unidos cuestionando cualquier intento de desvinculación del sistema capitalista y la Unión Soviética rechazando cualquier alternativa que no fuera la suya.

El movimiento de los no alineados, iniciado en 1955 con la Conferencia de Bandung convocada por los presidentes Nehru (India), Sukarno (Indonesia), Nasser (Egipto), Nkrumah (Ghana) y Tito (Yugoslavia), fue la primera manifestación de la intención histórica de diseñar un camino más allá de la visión bipolar y contradictoria que Europa ofrecía al mundo, ora liberal y capitalista, ora marxista y socialista, dos sistemas poco sensibles a las realidades extraeuropeas, y ambos con exigencias de lealtad incondicional. Esta dicotomización en los asuntos mundiales, dramáticamente ilustrada por la Guerra Fría, planteó dilemas políticos irresolubles a las nuevas élites políticas del sur global, incluso a las más distanciadas de la cultura occidental capitalista y comunista, que veían en ambos sistemas trampas gemelas basadas en la supremacía del “hombre blanco”.

Pero el movimiento de los no alineados fue neutralizado por el neoliberalismo global y la caída del muro de Berlín, y el llamado Tercer Mundo se diversificó hasta el punto de perder contenido. No obstante, esto no impidió que nuevas soluciones siguieran siendo diseñadas y ejecutadas. Siempre que cuestionaran el dominio del norte global y, en particular, del imperialismo norteamericano, este tipo de soluciones se combatieron violentamente: del embargo a Cuba a la destrucción de Irak, Libia y Siria; del Nuevo Orden Económico Mundial a la neutralización de los BRICS (la cooperación entre los llamados países emergentes: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).

La verdad es que, a pesar de ello, la tenacidad con que los pueblos del mundo van buscando soluciones de liberación y autonomía continúa sorprendiendo a los analistas. No se trata de romantizar tal tenacidad o de aceptar acríticamente las soluciones resultantes de ella. Se trata solamente de iniciar una conversa del mundo que no se agote en la discusión de las soluciones que una pequeña parte del mundo, el eurocéntrico, legitimó en el pasado. Esas soluciones fueron, sucesiva o simultáneamente, el colonialismo, la evangelización, el neocolonialismo, el imperialismo, el desarrollo, la globalización, la ayuda externa, los derechos humanos, la asistencia humanitaria. Dependiente de estas soluciones, el mundo no europeo terminó casi siempre por adoptarlas, voluntaria o forzadamente, residiendo ahí su condición subalterna respecto a Europa y Estados Unidos. Pero nunca dejó de pensar fuera de la caja eurocéntrica. En este tiempo de aparente eliminación de las alternativas, ese pensamiento puede ser hoy muy valioso para impulsar la posibilidad de nuevos aprendizajes globales como alternativa a la parálisis y a la guerra.

Por parte de Europa, hay dos condiciones principales para ese aprendizaje y ninguna de ellas responde a soluciones rápidas. Ambas implican la construcción de una nueva visión de Europa. La primera condición consiste en someter a un debate profundo el propio concepto de Europa. Debemos comenzar asumiendo que no existe una definición oficial de “europeo”, por lo menos en términos de políticas culturales. ¿Cuántas Europas existen? ¿Cuántos son los países europeos? ¿Qué significa ser europeo? La desintegración de la Unión Soviética, la reunificación alemana y el movimiento a gran escala de migrantes, trabajadores y refugiados por toda Europa crearon una nueva complejidad, tanto en el dominio de las identidades como en el de las fronteras. Por esta razón, muchos autores sostienen que el discurso de “la identidad de Europa” es prematuro.

Así como no hay “una Europa”, sino una pluralidad de definiciones históricas específicas y concurrentes entre sí, existen “identidades europeas” contrastantes y rivales, subordinadas al diseño de las fronteras y a la percepción de la naturaleza de la “europeidad”. Los servicios de inmigración y de fronteras van desarrollando sus propias ideas sobre Europa y la identidad europea, pero sin ninguna conexión con otros niveles de discusión.

La segunda condición, íntimamente relacionada con la primera, se refiere a lo que se entiende por sur global en cuanto mundo no europeo. El sur que confronta a Europa como “el otro” existe tanto dentro como fuera de Europa. En las primeras décadas del siglo XIX, el estadista austriaco Metternich escribía que “Asien beginnt an der Landstrasse”, es decir, que Asia comienza en una calle de la periferia de Viena, la calle donde vivían inmigrantes provenientes de los Balcanes. Entonces, como ahora, la distinción entre los Balcanes y Europa parece clara, como si aquellos no perteneciesen a Europa. Hoy, el sur dentro de Europa son los inmigrantes; los gitanos; los hijos de inmigrantes, algunos de los cuales nacieron en esta misma Europa hace varias generaciones, portadores de pasaportes europeos sin, por ello, ser reconocidos como “europeos como los otros”. Y todavía hay otro sur dentro de Europa que particularmente nos interesa. Es el sur que, siendo periférico en sentido geográfico, lo es también en muchos otros sentidos. Me refiero a Portugal, España, el sur de Italia y Grecia. Históricamente, siempre hubo dos Europas, la del centro y la de la periferia, y la primera nunca imaginó que pudiese aprender algo positivo de la experiencia de la segunda.

El sur fuera de Europa ha sido entendido desde el siglo XV de una forma groseramente reduccionista. Son los países proveedores de materias primas y, más tarde, mercados de consumo a explotar; países cuyas catástrofes naturales hacen necesaria la ayuda humanitaria europea; países incapaces de cubrir las necesidades de su población, dando origen al problema de la inmigración que “aflige” a Europa; países que crean terroristas contra los cuales es necesario luchar con el máximo de inclemencia. Esta visión del sur global continúa dominada por la empresa colonial. Esta estipulaba que las poblaciones y las naciones sujetas al dominio europeo, independientemente de la diversidad de su pasado, estaban condenadas a un solo futuro: el futuro dictado por Europa. Así, el futuro de Europa quedó rehén de los límites que imponía al mundo no europeo. ¿Cuántas ideas y proyectos fueron descartados, desacreditados, abandonados, demonizados dentro de Europa simplemente por no servir al proyecto colonial?

Europa tiene que regresar a la escuela del mundo y de su diversidad infinita. Para aprender, tiene que estar dispuesta a desaprender muchas de las concepciones sobre sí misma y acerca del mundo no europeo que la trajeron hasta aquí, a este momento de grado cero de innovación social y política en el que se encuentra.

Fuente del Artículo:

http://www.la-razon.com/suplementos/animal_politico/Europa-regresar-escuela-mundo-alumna-animal-politico_0_2672732741.html

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Gestión pública y corrupción

Por: José Manuel Restrepo

Uno de los dramas de los países en desarrollo y de aquellos a quienes les cuesta trabajo avanzar en crecimiento o desarrollo social es que desperdician mucho tiempo en discusiones inútiles o aún en problemas inexistentes o menores. Cuando la energía de una sociedad se gasta en discusiones o propuestas de políticas poco relevantes, descuidamos lo que es esencial y sobre todo malgastamos recursos que pueden ser valiosos para prosperar. Un ejemplo no muy lejano de nuestra realidad colombiana es haber abierto una espuria discusión sobre una reforma política inoportuna, incompleta y, hoy inútil, en lugar de debatir sobre asuntos de fondo para el futuro de la nación.

Pero ejemplos en Colombia, de malgastar el tiempo del debate o de no definir una buena política pública o de no responder oportunamente a nuestros problemas, hay muchos más. Algo de esto se extrae de aquella famosa expresión de nuestro premio nobel de literatura, cuando al cerrar el texto de la denominada Comisión de Sabios que estudió en 1994 el futuro de Colombia y que describió aquel año como un momento al “filo de la oportunidad”, decía: “Creemos que las condiciones están dadas como nunca para el cambio social, y que la educación será su órgano maestro… (Una educación) Que canalice hacia la vida la inmensa energía creadora que durante siglos hemos despilfarrado en la depredación y la violencia, y nos abra al fin la segunda oportunidad sobre la tierra que no tuvo la estirpe desgraciada del coronel Aureliano Buendía”.

Pues bien, durante más de cincuenta años el gran problema para mejorar como nación y canalizar los activos del país (humanos o físicos) fue justamente tanta violencia, terrorismo y depredación. Hoy, luego de haber alcanzado un proceso de paz, tenemos un nuevo momento para aprovechar, pero, como en el pasado, parece que la nueva dificultad y problemática a enfrentar y a solucionar se llama corrupción. Un tema respecto del cual, aparte de propuestas mediáticas de políticos de turno, nada tenemos para proponer. El problema es que es un determinante clave de nuestro propio futuro.

Times Higher Education, en un artículo de estudio, concluyó que Colombia, junto con países como Chile, Tailandia, Turquía y Serbia, tiene el potencial de superar a países como China, Rusia, Brasil, India y Sudáfrica en materia educativa. Sin embargo, concluye también el autor, la única razón para no lograrlo son justamente los índices de corrupción, por cuanto los niveles de corrupción son inversamente proporcionales a la calidad educativa.

En lugar de una reforma política hecha a la carrera y desconectada de las necesidades del país, propongo avanzar en dos frentes de discusión: de un lado, en estrategias contra la corrupción, y de otro, en una gestión pública inteligente. En el primer asunto, reflexionemos sobre el actual modelo de financiación a las campañas políticas y démosle un cambio de 180 grados; avancemos en una campañas políticas y démosle un cambio de 180 grados; avancemos en una campaña de mayor eficiencia, sistematización, transparencia y simplificación de la gestión pública (es sorprendente, pero aún a la fecha, por ejemplo, y a pesar de leyes antitrámites, seguimos firmando documentos públicos y poniendo al lado una huella digital. ¿Conoce usted algo más ineficaz?); revisemos los incentivos y mensajes que lanzan la justicia y la propia administración pública en relación a los actos de los corruptos y endurezcamos las penas; fortalezcamos, dignifiquemos y profesionalicemos aún más el rol de los servidores públicos y hagamos de este papel uno tan atractivo como otras actividades del sector privado, y trabajemos de

mejor manera en el fortalecimiento de la democracia participativa y en la construcción de una cultura de integridad desde la educación. Podría agregar más asuntos, pero por lo menos de estos surge una batería de acciones a seguir.

Finalmente, es indispensable también actuar en una gestión pública inteligente, que, como propone la Cepal en reciente estudio de Sergio Bitar, sea menos improvisada, tenga más profundidad estratégica, piense a mucho más largo plazo y prepare la nación para estos nuevos escenarios de incertidumbre.

¿Será mucho pedir que el país prefiera dar estos, que son los debates que tiene que dar, y que la forma de hacerlo sea oportuna, profunda y consensuada?

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/gestion-publica-y-corrupcion-columna-683007

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La solución está en la democracia y en la educación

Por: Mundiario

La democracia genuina brilla por su ausencia. Pretenden basarla exclusivamente en las urnas en lugar de hacerlo en los valores éticos esenciales de la igual dignidad de todos los seres humanos, la justicia, la libertad y la solidaridad.

Se había advertido por numerosos “vigías” y desde múltiples ángulos de observación que una unión sólo basada en el dinero y en el poder excesivo del “mercado”, sin balizas éticas, desembocaría en el fracaso más estruendoso. No fueron capaces de alcanzar más unión que la monetaria cuando debía ser una unión política, económica, cultural y social. Quienes soñaban con la Europa unida por “principios democráticos” –como establece el preámbulo de la Constitución de la UNESCO- se han visto defraudados. Quienes, como Robert Schumann y Jean Monnet en 1949, proclamaron que “hay que inventar Europa”, no han sido tenidos en cuenta por los políticos del siglo XXI, incapaces de contener el aluvión dinerario.

¡La excelente Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea!, aprobada en el año 2000, ha sido relegada por los gobernantes y parlamentarios actuales, en lugar de situarla como eje fundamental de sus brújulas, de sus “hojas de ruta”.

Y así, nos hallamos inermes ante unos hechos socialmente intolerables –el Informe de OXFAM-INTERMON sobre la concentración del poder financiero en muy pocas manos es desolador- y con inadmisibles -e inimaginables, en el caso de España- muestras de insolidaridad y, lo que es más angustioso todavía, con rebrotes de racismo, fobias y fanatismo. La solución está en la democracia y en la educación. La democracia genuina brilla por su ausencia. Pretenden basarla exclusivamente en las urnas en lugar de hacerlo en los valores éticos esenciales de la igual dignidad de todos los seres humanos, la justicia, la libertad y la solidaridad. Así lo propusimos hace ya algún tiempo en un proyecto de Declaración que abarca la democracia ética, social, política, económica, cultural e internacional.

La educación –para forjar ciudadanos del mundo “libres y responsables”- debe estar orientada para “ser” y no para “tener”. Ser plenamente para ejercer sin cortapisas las facultades distintivas de la especie humana: reflexionar, imaginar, innovar, ¡crear! Y actuar en virtud de las propias decisiones y nunca más al dictado de nadie ni de dogma alguno.

La tecnología digital debe hallarse al servicio de los seres humanos y no al contrario.

Sí: cada ser humano libre y responsable, capaz de crear y de llevar en sus manos las riendas de su destino, nuestra esperanza. La única esperanza para esclarecer horizontes hoy tan sombríos.

Fuente: http://www.mundiario.com/articulo/politica/solucion-democracia-educacion/20170305024456081214.html

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México: Senadores ya discuten reforma educativa para ‘dreamers’

México/06 de Marzo de 2017/Excelsior

En el Pleno, Manuel Bartlett Díaz, legislador del PT, dijo que la reforma se encamina más a una privatización del sistema formativo nacional que a la atención de los migrantes.

n el objetivo de facilitar el trámite de revalidación de estudios a ‘dreamers’ deportados —incluyendo a niños y jóvenes en el sistema nacional educativo, aunque éstos carezcan de papeles— por las políticas migratorias del presidente de Estados Unidos, Donald John Trump, en el Senado de la República ya se debate la Ley General de Educaciónpara su aprobación.

Es el tema a tratar en la sesión ordinaria de este martes 28 de febrero 2017; las constancias de revalidación y equivalencia de estudios deberán ser registradas en el Sistema de Información y Gestión Educativa. Se avalaría una reforma presentada por Enrique Peña Nieto.

En sintonía con las necesidades de orientación para con los connacionales, se busca avalar la reforma derivada de la iniciativa del presidente Enrique Peña Nieto que faculta a la autoridad educativa federal para expedir normas de control en los rubros de inscripción, reinscripción, promoción, regularización, acreditación y certificación de estudios: para la educación básica.

Los legisladores acotaron que estas medidas están encaminadas para proteger los derechos básicos de los mexicanos que se encuentren en una situación de vulnerabilidad debido al estatus migratorio que acarrean en la Unión Americana; en este sentido, el senador Juan Carlos Romero Hicks por el Partido Acción Nacional (PAN), llamó desde la tribuna a tomar cartas en el asunto.

Precisó que el desafío para los grupos parlamentarios de las diversas instituciones políticas radica en otorgar servicios educativos de calidad, que sean óptimos tanto para el desarrollo efectivo de los estudiantes que retornen a México como para las autoridades educativas de México.

Al externar su oposición a dicha reforma, el senador Manuel Bartlett Díaz, del Partido del Trabajo (PT), dijo que lo que se plantea en el dictamen va más encaminado a la privatización del sistema educativo nacional que a beneficiar a los jóvenes deportados y la población en general.

Fuente: http://www.excelsior.com.mx/nacional/2017/02/28/1149197

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Trump: la disputa por el relato

Por: Luis Hernández Navarro

Como candidato, Donald Trump derrotó por nocaut a los grandes medios de comunicación estadunidenses. Ahora se propone hacer lo mismo como presidente de Estados Unidos. En el centro del pleito se encuentra la definición de quién elabora la narrativa sobre el nuevo gobierno: si el magnate o la prensa.

Los ataques de Trump contra los medios han sido duros, a la cabeza y continuos. Sea a través de tuits o en conferencias con periodistas, el mandatario no da tregua. Un día dice que los medios se han convertido en gran parte del problema, parte del sistema corrupto, y otro afirma que el público ya no les cree. La prensa está fuera de control, el nivel de deshonestidad está fuera de control.

El presidente dispara indistintamente contra los medios electrónicos y los escritos. “Los medios con noticias falsas (los perdedores The New York Times, NBC, ABC, CBS, CNN) no son mi enemigo, son el enemigo del pueblo estadounidense”, escribió en un tuit. Ufano, asegura que «muchos de los medios en Washington, junto con los de Nueva York y Los Ángeles en especial, no hablan para la gente, lo hacen para intereses especiales. La gente ya no les cree. Quizás yo tenga algo que ver en ello. No lo sé. Pero ya no les creen».

Al menos en este punto, Trump es consistente en sus convicciones. En 1981, acusaba: «La prensa es mentirosa, está ahí para manipular a la gente y a eso se dedica».

Stephen K. Bannon, el hombre más influyente en el equipo presidencial, confirmó esta «doctrina» en una entrevista a The New York Times: «Los medios de comunicación deberían estar avergonzados, sentirse humillados y mantener la boca cerrada. Deberían empezar a escuchar. Quiero que tome esta cita textual: los medios de comunicación son el partido de la oposición. Ellos no entienden este país. Todavía no entienden por qué Donald Trump es el presidente de Estados Unidos» (http://goo.gl/mu4F2D).

Los golpes del presidente y su asesor contra los medios de comunicación llueven sobre mojado. Una encuesta de Gallup, difundida el 14 de septiembre de 2016, encontró que sólo 32 por ciento de los estadunidenses tienen mucha confianza en los medios de comunicación «para reportar la noticia de manera completa, precisa y justa». Se trata del nivel más bajo en la historia de estos sondeos. Una caída de ocho puntos porcentuales con respecto al año pasado (https://goo.gl/e3ywhU).

Esta desconfianza hacia la prensa es aún mayor entre las personas de 18 a 49 años de edad. Sólo 26 por ciento se fían de la verosimilitud de lo que los medios informan.

La cobertura que muchos de estos medios han hecho sobre los gobiernos progresistas en América Latina muestra que no faltan razones para esta incredulidad. No pocos periódicos y cadenas televisivas se han comportado allí –tal como advierte Steve Bannon– como partidos de oposición alternos, y no han comprendido lo que sucede en la región. Su aparente «objetividad» está condicionada por su proclividad a favorecer la visión de los grupos empresariales afectados por las reformas y por los intereses estadunidenses en el área.

Claramente, existe una diferencia sustantiva en cómo la gente ve a los medios y cómo se ven ellos a sí mismos. Mientras éstos se asumen como un cuarto poder real, como un mensajero entre los que piensa y sienta la ciudadanía y el poder, los hombres y mujeres de a pie los consideran cada vez más como parte del establishment. Para muchos ciudadanos, no hay diferencias sustanciales entre los medios y la clase política.

Trump y su equipo se han apoyado en esta diferencia de percepción para imponer la narrativa sobre su gobierno. No importa si lo que el mandatario dice es falso o verdadero. Le valen gorro los valores clásicos del periodismo. Lo que le importa es que su relato sobre lo que él es y hace se imponga sin cortapisas. Y a sus seguidores les tiene sin cuidado si lo que dice es cierto o es mentira. Lo que quieren son palabras que les permitan reafirmar sus convicciones previas.

Durante su campaña electoral, el magnate se presentó como un no político e hizo de la comunicación directa, sin agentes mediáticos (pero contra ellos), el centro de su estrategia con los votantes. Tenía una reputación previa como empresario de éxito forjada en las páginas de tabloides y de shows de entretenimiento. Con una organización territorial eficaz, el uso de redes sociales y el dominio de las reglas del juego del mundo del espectáculo le dio la vuelta a la industria de la información y el entretenimiento. Hoy parece tenerla contra las cuerdas.

A pesar de que nunca lo tomaron con seriedad, los medios de comunicación fueron claves en el triunfo electoral de Trump. No porque hablaran bien de él, sino por la enorme cobertura gratuita que le brindaron. Lo hicieron por una razón muy sencilla: porque era negocio. Durante la campaña, CNN ganó 100 millones de dólares extras por informar y opinar ampliamente sobre Trump.

Según un informe de MediaQuant, en las elecciones primarias del Partido Republicano Trump contó con mil 898 millones de dólares en publicidad no pagada en distintas plataformas.

Sobre advertencia no hay engaño. Aunque el influyente Steve Bannon realmente no es leninista, se presentó en una entrevista con el historiador Ronald Radosh como un seguidor del revolucionario soviético. “Lenin –le dijo– quería destruir el Estado, y ese es también mi objetivo. Quiero que todo se venga abajo, destruir todo el sistema actual.” Obviamente, la prensa es parte de ese sistema.

A tuitazos, el beligerante Donald Trump avanza en la destrucción del viejo orden. Los grandes medios de comunicación tradicionales están en su mira. Ellos han reaccionado disparando ya sus más potentes descargas. Sin embargo, apenas parecen haberle hecho daño. Por lo pronto, el pleito sigue.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=223217&titular=trump:-la-disputa-por-el-relato-

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Políticamente correcto

Por: Rafael Cerro

La historia del eufemismo nacional tocó techo hace un par de temporadas, cuando el diario más políticamente correcto le atribuyó un delito a “un ciudadano de origen romaní”. El periódico acababa de emplear el nombre de una lengua, romaní, para referirse a una persona, a un gitano.

El Diccionario ha terminado admitiendo este uso, pero eso es lo de menos: lo importante es que los lectores no se enteraron de nada. Un responsable del secretariado gitano en España me dijo en una entrevista: “Los gitanos queremos que nos llamen gitanos. Sin endulzarlo con ciudadanos ni con nada, porque ser gitano no es malo”.

Parecen pensar lo contrario los numerosos redactores que se sientan a escribir con miedo: prefieren publicar una estupidez antes que afirmar algo políticamente incorrecto. Un gitano casi siempre es “un ciudadano de origen gitano”, como un árabe suele ser “un ciudadano de raza árabe”, mientras un murciano es un murciano, a secas. Redactores racistas, en realidad. Los árabes son “hombres de raza árabe”.

Medimos a la micra nuestras palabras para escribir solo aquello que no pueda ofender y no hay un tope para la sensibilidad a las ofensas.

Hoy perseguiríamos a aquel escritor que llamaba a los árabes por su nombre académico: “Moros, moros hay en la tierra; moros, moros, arma, arma”. El mismo indeseable que publicó aquella novela sobre Andrés, el español que se enamoró de la gitana Preciosa y se incorporó a su caravana para poder estar cerca de ella, trashumando con los gitanos. Robaba como ellos, pero de noche regresaba al lugar del delito y devolvía el dinero para dormir en paz con su conciencia. La novela es una joya literaria y su autor brilló como una supernova, aunque nunca consiguió ganar mucho dinero. Miguel de Cervantes Saavedra se llamaba. Cuatro siglos después, hemos retrocedido bastante ideológicamente y hoy habría que censurar tanto La Gitanilla como El Quijote, nombre de la primera novela que cité.

La corrección política y la obsesión por no molestar forman una cuadrícula de hierro que amenaza nuestras libertades de expresión y pensamiento. Medimos a la micra nuestras palabras para escribir solo aquello que no pueda ofender y no hay un tope para la sensibilidad a las ofensas, para la urticaria de la piel demasiado fina. Los correctos sublimes quieren controlar nuestro discurso para controlar nuestro mismísimo pensamiento. Si no lo dices, difícilmente podrás pensarlo. La corrección política está íntimamente relacionada con la estupidez, pero no es estúpida en absoluto. Quiero decir que genera imbecilidad, pero de puertas adentro es un mecanismo de control mental muy inteligente. La prevención del agravio. Preferentemente, de la ofensa a colectivos minoritarios o desfavorecidos.

Lo políticamente correcto intenta sistemáticamente imponer las tesis del establishment porque es un pensamiento reaccionario. Una reacción contra el libre albedrío. Se trata siempre de las ideas afines al poder y habitualmente difundidas desde este mismo.

Los correctos sublimes quieren controlar nuestro discurso para controlar nuestro mismísimo pensamiento

Un ejemplo: los partidos políticos y administraciones que intentan implantar a la fuerza el famoso «Querid@s niñ@s”, un amasijo de faltas de ortografía porque la arroba no se puede incrustar en ese lugar. Sencillamente, no es una letra. Cada político progre que intenta atraer el voto femenino saluda a sus “compañeros y compañeras”. Sabe que la letra o cubre a ambos sexos en español en ese caso, pero intenta imponer este uso forzado que podríamos llamar inclusivo. Den por seguro que la arroba estará un día en el Diccionario porque el poder lo ha decidido así. Sencillamente, es rentable en votos. Pero la expresión no llegará al libro sanamente, a través del uso, sino por la vía antinatural de la imposición política.

Nadie querrá gritar que el emperador está desnudo y todos terminaremos por decir esa sandez… y por pensarla. Nadie tampoco cuando el expresidente andaluz José Antonio Griñán dijo, durante un ataque de efervescencia demagógica en un mitin, que no le importaba que le llamasen presidenta. Todo sea por los votos.

Los chinos son “ciudadanos de origen chino” y los negros se han convertido en “hombres de color” aunque en realidad muchos prefieran que les llamen negros porque no se avergüenzan de serlo. Todo el que cree necesario ocultar la palabra negro es racista, por supuesto. Y tras la raza, el género.

El políticamente correcto es capitán del eufemismo, coraza del débil y señor de la ética

El esquema va prohibiendo alusiones a las mujeres. El debate axial no está en si los piropos son buenos o malos, sino en si debemos aguantar que el poder nos diga cómo tenemos que hablar para proteger a personas que ni siquiera sabemos si se sentían ofendidas. Las expresiones que no llegan a piropo pero molestan a las feministas radicales se llaman en la Red “micromachismos” y son igualmente censurables. La lista crece todos los días con nuevas propuestas en las redes. No existen los microfeminismos, pues se entiende que los varones no son una minoría débil que pueda ser ofendida.

Cuando hundimos el mercado laboral y con él las expectativas de trabajo de los jóvenes, se nos presentó una encrucijada: o arreglarlo o salir del paso con una sandez políticamente correcta. Surgió la expresión “la generación mejor preparada de la historia”. Una afirmación que ni siquiera se puede comprobar, pero que repetimos a diario. Cualquier cosa menos reconocer que hace falta mejorar la calidad de la educación y dejar de hacerla ideológica.

El políticamente correcto es capitán del eufemismo, coraza del débil y señor de la ética. Él decide qué es ofensivo para los demás, pues la sensibilidad es una cualidad subjetiva. Los correctos proponen tácitamente para protegerlas todas que renunciemos a nuestra libertad de expresión. Eso es lo que intenta la cruzada de censura llamada corrección política con su lista de ideas permitidas y prohibidas, esculpida en piedra.

 Fuente: http://www.bez.es/560680975/Politicamente-correcto.html
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España: El unicornio educativo

España/27 de Febrero de 2017/El Mundo

Si el tiempo que dedicamos en España a debatir sobre el deterioro de la educación lo empleáramos en educarnos, quizá ya no tendríamos que dedicar más tiempo a debatir sobre el deterioro de la educación. Pero como la educación sigue deteriorándose y aún no hemos perdido como especie la curiosidad por los primeros principios -todo se andará-, ayer echamos la mañana debatiendo sobre la asignatura pendiente de la educación en España, título del tercer encuentro del ciclo de ideas que organiza Unidad Editorial.

Que nadie extraiga de este exordio una conclusión precipitada. No es que crea que la educación no es importante: es que creo que es lo único importante. Tanto que quizá sea un error dejarla en manos de pedagogos. El mayor error del régimen del 78 no es la politización de la justicia, ni la cultura del pelotazo, ni que Gran Hermano haya alcanzado la decimoséptima edición impunemente: es haber abandonado la legislación educativa en manos de la moderna pedagogía.

En este momento, como en cualquier otro de la historia reciente, los políticos andan detrás de ese animal mitológico al que llaman Pacto de Estado por la Educación (PEE). El PEE es un unicornio transversal sobre el que podrán cabalgar, una vez cazado, tan cómodamente las izquierdas como las derechas, los católicos y los ateos, los partidarios del esfuerzo y los obsesos del igualitarismo. Se rumorea que Méndez de Vigo es el cazador idóneo, más que nada por la minoría parlamentaria que obliga al acuerdo; le deseamos con sinceridad la mejor de las suertes. Hará bien en escuchar a los cuatro ponentes que ayer compartieron su punto de vista sobre la cuestión, amparados en experiencias indiscutibles al frente del ministerio del unicornio: Gustavo Suárez Pertierra, Esperanza Aguirre, Pilar del Castillo y Ángel Gabilondo.

Me tocó moderarlos a mí. Uno está acostumbrado a que lo moderen, no a moderar. Resultó facilísimo, lo cual reafirma mi antipopulismo congénito: cuantos más políticos conozco, menos me gusta la gente. Bromas aparte. Si todos los políticos mejoran drásticamente como ponentes, ¿por qué fracasan luego como gestores? ¿Qué pasaría si toda la sensatez, toda la voluntad de acuerdo, todo el reconocimiento de las verdades que pronuncia el rival fueran actitudes trasladadas de la retórica al Parlamento, a despecho del interés de sigla, y plasmadas en el BOE? ¿No montaría entonces cada español sobre su propio unicornio inmaculado?

Pero no ocurrirá. No todavía, al menos, en un país que aún polemiza con los restos del general Franco. La educación no renta políticamente sino al término de una generación (15 años según Ortega), y para entonces el ministro de turno no suele seguir en política (salvo Rajoy). La reforma educativa -absolutamente necesaria, digámoslo ya, desde la guardería hasta el posgrado- sólo renta socialmente. ¿Desde cuándo el bien de una generación nutre la motivación de un político? ¿Desde cuándo su sucesor no ha llegado al cargo jurando derogar lo anterior? Por lo demás, el PEE ha de manipular sustancias tan inflamables como la religión, la ideología, la emoción paternal, la conciliación laboral. Los mantras caen sobre el bienintencionado legislador como lluvia sobre el náufrago que frota dos palitos para una hoguera. Aconfesionalidad no significa laicismo agresivo. A mi niño lo matan a deberes y su profe le tiene manía. La segregación por capacidades es el apartheid. Algo tendremos que decir los sindicatos. Los docentes no somos atendidos. Faltan recursos. Y en este plan.

La revolución digital afectará de lleno las aulas, a los programas, a los métodos. Pero el conocimiento aún no se adquiere por implantación de chips, y basta leer las noticias para descubrir que se puede ser lerdo con cinco millones de seguidores en tu canal de YouTube. Como recuerda Gregorio Luri, no hay alternativa pedagógica a los codos. Está muy bien que su hijo aprenda jugando, pero luego que no llore en unos años, cuando un surcoreano o un finés le pida otra caña en el chiringuito.

Fuente: http://www.elmundo.es/espana/2017/02/21/58ab329ce2704e3b588b45b3.html

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