Europa/España/19 de Agosto de 2016/Autora: Pilar Manzanares/Fuente: Hoy
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más del 80% de las personas que viven en ciudades están expuestas a niveles de contaminación que superan los recomendados. Una polución que cada año causa más de tres millones de muertes prematuras en el mundo, 27.000 de ellas en España, según la Agencia Europea de Medio Ambiente. «Debemos pensar en la contaminación atmosférica de las grandes ciudades como si se tratara de un gran cigarrillo que va liberando sustancias tóxicas», explica la la doctora Marina Rodríguez, de la Academia Española de Dermatología y Venereología. Y aunque es la población con factores de riesgo las más vulnerable, no cabe duda de que todos estamos en peligro.
Se calcula que el 95% de la población española respira aire con niveles superiores a las recomendaciones de la OMS, principalmente debido al tráfico, recuerda el doctor Jordi Bañera, del Servicio de Cardiología del Hospital Vall d’Hebron. Un problema que se agrava con el calor.
En días de picos, en los que ‘la boina’ se hace más visible, la contaminación saca su peor cara, algo que saben muy bien en los servicios de urgencias. A niveles más elevados de contaminación, más casos de pacientes que se descompensan de otros problemas: afectación respiratoria, reagudizaciones de enfermedades respiratorias crónicas, pacientes que padecen isquemia y hemorragias como las cerebrales ven incrementados sus síntomas… De hecho, y aunque es «muy complicado» cuantificar el aumento de las urgencias por este problema, la doctora Carmen del Arco, presidenta de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES Madrid) y coordinadora del Servicio de Urgencias del Hospital La Princesa, calcula que su incremento puede variar entre un 5 y un 10 %, este último porcentaje en épocas muy secas y con mucha ‘boina’.
Más hospitalizaciones
Según la doctora Carmen Diego, coordinadora del Área de Enfermedades Respiratorias de Origen Ocupacional y Medioambiental de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), los días de más contaminación «también aumentan las hospitalizaciones de pacientes respiratorios crónicos con asma, EPOC… ». Estos enfermos pueden notar más fatiga y dificultad para respirar, al menos hasta que la lluvia arrastre todas las partículas en suspensión.
Así, y para mejorar su estado cuando no es necesario que acudan a urgencias, muchos tendrán que utilizar medicación de rescate e incluso antibióticos y corticoides, informa la experta de SEPAR. «Según los estudios, es la parte sólida o particulada de la contaminación (PM) la más peligrosa y a largo plazo no solo perjudica a los enfermos respiratorios», agrega.
Y este es otro tema importante, los efectos a largo plazo que produce la exposición a unos niveles altos de contaminación, como los registrados en Madrid el pasado año, que excedían tanto el límite anual de 40 microgramos por metro cúbico de aire, como el límite horario fijado en 200 microgramos (que no puede superarse más de 18 horas al año por estación de medición). Entre otras enfermedades, «pueden provocar cáncer de pulmón y problemas cardiovasculares.
En este último caso, el riesgo se estima mayor que el de llevar una vida sedentaria y tomar una dieta rica en sal», explica la neumóloga.
La mayor parte de las sustancias perjudiciales presentes en la contaminación entran en el organismo por inhalación, la diferencia está en el tipo de contaminación y el daño que cada una produce. En primer lugar están los contaminantes habituales que conforman la polución de las grandes ciudades y que afectan al sistema cerebro vascular. Aunque los efectos tóxicos por este tipo de contaminación ambiental son más a largo plazo, parece ser que a corto plazo, un día con pico de contaminación, pueden darse en algunas personas irritabilidad, cefaleas, sensación de embotamiento…
Pero se da otra contaminación «más peligrosa que es la que se produce cerca de lugares donde hay, por ejemplo, fábricas de plásticos. En esas zonas las sustancias contaminantes son neurotóxicas», señala el doctor Félix Viñuela, coordinador de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
Para hablar de ellas y su incidencia sobre la salud del organismo primero hay que diferenciar entre tres grandes familias de las sustancias estudiadas: pesticidas/herbicidas, disolventes y metales pesados, sobre todo mercurio, manganeso y plomo.
Cultivos ecológicos
Ya hace unos años, la SEN alertó de que los europeos manipulaban en el trabajo más de 100.000 sustancias potencialmente neurotóxicas, aunque solo 1.000 han sido investigadas. Algunas, como el plomo, causan neuropatías, pero cada vez se complica más detectar qué causa qué debido a que las sustancias se mezclan y la exposición ya no es solo laboral sino medioambiental.
La mayor parte de las sustancias neurotóxicas tienen efectos generalizados y afectan a los procesos celulares, interfiriendo la neurotransmisión. Pero también pueden atravesar la barrera hemato-encefálica, afectando, directamente, al sistema nervioso.
Así, en el caso de los pesticidas, repercuten no solo a nivel cerebral central, también en los nervios periféricos. «Asistimos actualmente al gran debate de la idoneidad de los cultivos ecológico. Desde el punto de vista médico, son mejores tanto para el agricultor, que está mucho más expuesto a la sustancia contaminante que además se introduce en su organismo por inhalación, como para el consumidor, si bien a este le afecta mucho menos porque los residuos de pesticidas que pueda ingerir pasan por, digamos, el ‘filtro’ del estómago.
Pero ya hay algunas investigaciones que concluyen que la exposición a pesticidas se asocia a un mayor riesgo de padecer párkinson y alzheimer, entre otras patologías», señala el doctor Viñuela.
Muerte neuronal y cáncer
En el caso de los disolventes, los daños son «neuropsiquiátricos e incluso neuronales. También se ha descrito párkinson por alta exposición a metales pesados como el manganeso y el plomo», agrega el neurólogo.
Además, en el caso del plomo el peligro para el organismo es aún mayor que en los demás metales porque engaña a nuestro cuerpo, que lo confunde con el calcio: «De este modo, las células lejos de rechazarlo lo usan en procesos cerebrales, conexiones neuronales y activación… Es así como se va acumulando y participando en la formación de placas seniles y en la muerte neuronal», concluye Viñuela.
La contaminación atmosférica está considerada como un carcinógeno, según la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC). «Específicamente ha sido asociado a cáncer de pulmón y cáncer de vejiga», señala el doctor Guillermo de Velasco, secretario científico de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM). Y ¿qué sucede con esa contaminación alimentaria debida a los pesticidas, por ejemplo? Pues bien, los productos químicos incluidos en los pesticidas pueden ser factores de riesgo para el desarrollo del cáncer. Por ejemplo, niveles bajos/moderados de arsénico en el agua se han asociado al cáncer de vejiga. «Muchos plaguicidas contienen sustancias catalogadas como probables carcinógenos.
Interesantemente, estudios en agricultores de diferentes países mostraron que tenían índices de cáncer más bajos que la población general. No obstante, éstos parecen presentar algunos tumores con más frecuencia que la población general. Entre ellos destacan los cánceres de piel, estomago o próstata», afirma el doctor de Velasco. En 1993, el ‘Estudio de Salud Agrícola’ del National Cancer Institute afirmaba que los índices más altos para algunos tipos de cáncer «podrían» estar relacionados con exposiciones que son comunes en este tipo de trabajos, ya que están expuestos a sustancias tales como pesticidas, gases de escape de motores, disolventes, polvo, virus animales, fertilizantes, combustibles….
De momento, y para evitar riesgos, el doctor de Velasco afirma que a la población en general nos basta con mantener una dieta equilibrada con alto contenido en frutas y verduras, y menor contenido en grasas. «Esta sigue siendo la mejor protección contra el cáncer», apunta.
Hay otros enfermos especialmente vulnerables a la contaminación ambiental: los cardiovasculares. «Desde el Servicio de Cardiología del Vall d’Hebron hemos puesto en evidencia la relación entre el aumento de determinados contaminantes con la incidencia de infartos agudos de miocardio y de sus complicaciones graves como son las taquiarritmias ventriculares y la mortalidad en fase aguda», afirma el doctor Bañeras.
Concretamente y a nivel cardiovascular, son las partículas que se producen por la combustión principalmente de vehículos y de la industria las más peligrosas. «De forma controlada, se ha demostrado que estas partículas en suspensión en el ambiente, al ser inhaladas, pasan la barrera alveolar y entran en la circulación sanguínea, distribuyéndose por todo el organismo. Por mecanismos complejos favorecen la vasoconstricción y los estados protrombóticos», explica.
En cuanto a las patologías o deficiencias funcionales que puede causar la contaminación, y según el doctor Jordi Sunyer, codirector del Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental (CREAL), centro aliado de ISGlobal, y responsable del programa de salud infantil de este centro de investigación, «en primer lugar destaca el ictus».
Según la OMS, el 40% de las muertes prematuras producidas por la contaminación ambiental se deben a los ictus, a la par con la cardiopatía isquémica.
Grupos de riesgo
Además de en los enfermos, merece la pena revisar qué sucede con otros grupos de riesgo como son el de las embarazadas y los niños. En el CREAL han demostrado que la exposición a la materia particulada durante la gestación aumenta los niveles de un marcador crónico de inflamación en la placenta, contribuye a un menor peso al nacer, aumenta el riesgo de obesidad en los niños, y tiene un efecto perjudicial en el desarrollo del cerebro y en los trastornos de conducta.
En el caso de los niños, un estudio realizado en Barcelona ha puesto de manifiesto la interacción entre la contaminación por el tráfico con el desarrollo cognitivo. «También hemos visto que una mayor concentración de contaminantes está relacionada con una menor maduración funcional de las redes cerebrales clave para la integración de la actividad intelectual», explica el doctor Sunyer.
Según el CREAL, la situación podría cambiar. Tan solo reduciendo la contaminación atmosférica de Barcelona, ciudad en la que han hecho el estudio, al nivel recomendado por la OMS se produciría un aumento medio de la esperanza de vida de más de 6 meses. Estos cálculos se pueden extender al resto de grandes ciudades en España.
Fuente: http://www.hoy.es/sociedad/salud/201608/18/contaminacion-mata-diario-20160722223125-rc.html