Page 2 of 2
1 2

Populismo pedagógico

Por: José Sánchez Tortosa

El 19 de mayo de 1928, Primo de Rivera aprueba un Real Decreto-Ley de reforma universitaria que desencadena protestas estudiantiles y la oposición de sectores intelectuales, en particular contra el artículo 53, que permitía a los alumnos de centros privados (léase religiosos) ser examinados por dos profesores de su centro y un catedrático de la Universidad donde se matricularan, lo que fue considerado un privilegio. Uno de esos estudiantes, J. López-Rey, recoge uno de los manifiestos estudiantiles que circularon durante aquellas jornadas en Los estudiantes frente a la dictadura: «Los estudiantes han caído en las calles atropellados por la fuerza pública, porque querían que el día de mañana, los españoles, cuando acudan al médico, al abogado o al ingeniero, éste ostente la máxima garantía de su capacitación. La del Estado español, no la que puedan dispensar arbitrariamente unas congregaciones religiosas».

Hoy, menos de un siglo después, los estudiantes no caen atropellados sino que yacen paralizados en un sueño inerte en brazos de un sistema educativo diseñado por las congregaciones religiosas del constructivismo y de la Pedagogía oficial. Su papel como Teología de los afectos ha disfrazado de salvación laica de almas puras la nueva función de la escuela pública: contener bolsas de sujetos ociosos en edad prelaboral. La transmisión de saberes técnicos y académicos dejó de ser hace tiempo objetivo de la institución.

Y es que tras la Segunda Guerra Mundial, las sociedades europeas, afectadas por un fuerte impacto demográfico en la franja de edad más productiva, se ven abocadas por necesidades materiales a extender la enseñanza pública. Alcanzada la recuperación económica y demográfica, la masificación de la enseñanza pasó de ser la solución a ser el problema. El número de licenciados aumentó hasta constituir un excedente que provocó ciertos ajustes. Se recurrió a la alfabetización universal formal. Asegurada la producción de las elites necesarias para asumir las decisiones de la alta administración y bendecida la medida por la sofística progresista de moda, los centros de enseñanza públicos se vieron condenados a una pauperización de sus fines técnicos, reemplazados por funciones de orden público. La legitimación espectacular del modelo quedó a cargo de la Pedagogía.

En España este proceso lo culminó el modelo general de la ley de 1990, prefigurado por la ley Villar Palasí de 1970. Así, los centros de enseñanza pública se convirtieron en guetos respetables donde retener, bajo control administrativo, a masas de sujetos en edad decretada como escolar sin que la formación académica, técnica y teórica tuviera relevancia. En esa abigarrada convulsión de afectos y sentimientos en que se convirtió la escuela, asumiendo los clichés de los medios de masas y, hoy, de las redes sociales, apenas queda resquicio para la lógica o la mera sintaxis, maltratadas sin piedad. De modo que el desprestigio del conocimiento y, por extensión, del profesor que se resiste a ser mero monitor de ocio obligatorio y subvencionado y de diversión reglada, es consecuencia inexorable. Las escuelas son centros de acogida a tiempo parcial y entretenimiento. Enseñar algo, inusual rebeldía, y aprender algo, heroicidad impar de los alumnos que no se pliegan a ser sólo niños, son poco más que sospechosas extravagancias reaccionarias.

El profesor a diario ha de ser un actor y representar un papel específico con una función docente por el bien intelectual y académico de sus alumnos. De forma paralela, la política exige actuación y cierto grado de teatralidad. Pero cuando los fundamentos en los que se basa la función del profesor y la del político padecen una sacudida traumática por motivos económicos, tecnológicos o demográficos, el papel exige ser modificado. En ese estadio crítico se abre paso la sobreactuación.El populismo pedagógico resultante precede en éxito al populismo político. Y disfruta de una mejor imagen, acaso por invisible, porque impregna transversalmente casi todas las opciones electorales. El Niño al que hay que agradar es la encarnación de la Gente para el pedagogo-demagogo, parafraseando a Unamuno.

Igual que la ley, como racionalidad común e impersonal no sujeta a sentimentalización ni apropiación interesada, es la única defensa del ciudadano frente a los poderes que regulan su vida, la lógica argumentativa y el conocimiento riguroso es la única defensa del alumno frente al poder de la ignorancia y la rebeldía impostada de la servidumbre. Las víctimas de una enseñanza reducida a diversión a la carta son los alumnos en general y, en especial, los que no pueden acceder a la enseñanza privada. Una escuela pública que no selecciona provoca que sea la economía, u otros factores, la que lo haga. El populismo, cuya gestación se produce como ruptura con el obrerismo, es clasista y fatal para los menos privilegiados. En política y en enseñanza. Un ejemplo evidente es el de la Universidad, que dejó de ser selectiva por lo que era inviable sin convertirse en cara para los alumnos.

Lo que podemos llamar neopedagogía, antes nueva escuela o escuela única, comprensiva o inclusiva, es, a pesar de la propaganda y la obsesión por innovar, tan vieja como clasista, o tan intemporal como la necedad humana. Opera como pantalla superestructural, hueca y eficaz, y como justificación retórica de una escuela escuálida de contenidos y saturada de hormonas y felicidad inmediata. Es propia de sociedades opulentas dadas a un individualismo psicologista, a un narcisismo consumista y electoral, que propicia autistas absorbidos por dispositivos móviles. La escuela basura no es una disfunción o una anomalía. Es consecuencia necesaria del vaciado académico de la institución al asumir una función de acogida. Estamos, previsiblemente, ante un cambio de paradigma educativo por los reajustes geopolíticos, demográficos, económicos y tecnológicos. La escuela estatal de los Estados nación da sus últimas bocanadas a pesar de las resistencias que aún perduran. En los partidos políticos, que escenifican unas diferencias superficiales lo suficientemente llamativas como para vender como voluntad de fortalecer la enseñanza lo que es dejadez o abandono, poco interés y, acaso, poco poder hay para frenar estructuralmente esa deriva. Con una palabrería fofa y unos lemas tan angelicales que pocos osan discutir, ofreciendo un igualitarismo clasista, unas libertades ilusorias y una universalidad que sólo garantiza mediocridad, se ha consumado la degradación de la escuela. Y bajo las luces de neón de los tópicos progresistas, se ha cumplido el logro de condenar a los alumnos con menos recursos, familias desestructuradas e inmigrantes a la indigencia académica e intelectual, económica y laboral. Esta destrucción de la enseñanza se produjo con una gran inversión. A más medios económicos, más personal y mejores infraestructuras, peor enseñanza. A más libertades políticas formales más ignorancia material generalizada.

El fenómeno se antoja irreversible. Si no se desechan las bases jurídicas e ideológicas de esa devastación no se conseguirá otra cosa que enquistar su inercia. Y, mientras la negociación no discuta los postulados ideológicos de la Pedagogía triunfante y no se impongan principios puramente técnicos, será imposible detener esa caída libre. Nada permite suponer que el resultado del presunto pacto educativo sea ajeno a ideología o cálculos estratégicos. Cabe sugerir medidas técnicas que contengan la debacle, lejos de la trifulca partidista y teatral. Pero cambiar el modelo parece imposible y las puestas en escena sobre la posibilidad del pacto o sobre un MIR para docentes están condenadas a perpetuar el fondo del problema: el mando de los lugares comunes de la Pedagogía por encima de las disciplinas académicas y técnicas que dan contenido a la enseñanza, desplazadas o neutralizadas. Todo pacto que renuncie a reconstruir esa institución dotándola de su función propia perpetuará su decadencia, oculta en las pantallas por la pose televisada.

Fuente: http://www.elmundo.es/opinion/2018/02/21/5a8c0b92268e3e42148b4597.html

Comparte este contenido:

Alemania: Human Rights Watch elogia la resistencia al populismo de derecha

Alemania/27 de Enero de 2018/DW

En su «Informe mundial 2018», Human Rights Watch resume la situación de los derechos humanos en todo el mundo. Wenzel Michalski, director de HRW en Alemania, habló sobre el reporte en entrevista con DW.

DW: «La lucha por los derechos humanos es exitosa», reza el titular de la prensa referido al reporte de este año. No obstante, los derechos humanos se violan constantemente: en Yemen, Myanmar, Turquía… ¿Dónde está exactamente el éxito?

Wenzel Michalski: El éxito está en donde existe una fuerte oposición al populismo de derecha y los autócratas que intentan pisotear los derechos humanos. Por ejemplo, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no pudo lograr el bloqueo con el cual pretendía frenar el ingreso de musulmanes a Estados Unidos. Del mismo modo, el muro en la frontera con México todavía no se ha llevado a cabo, y la repatriación de los llamados «soñadores», los inmigrantes que llegaron ilegalmente a Estados Unidos cuando eran niños, aún no se ha completado. Esto muestra que la resistencia vale la pena.

 Por otra parte, esto es algo que no ha sucedido, por ejemplo, en Filipinas, o en otros países donde los defensores tradicionales de los derechos humanos  no han protestado ni han presionado en voz alta. Ahí vemos graves violaciones de los derechos humanos, como sucede en Yemen o Turquía.

Entonces, ¿no hay que fiarse de los Gobiernos?

La sociedad civil se debe organizar, pero también las personas en la jurisprudencia, los diputados, la oposición. Todos están llamados a hacer frente al populismo nacionalista e inhumano. Donde eso sucede, hay éxito. Un ejemplo es la victoria de Emmanuel Macron en Francia contra Marine Le Pen. Si Francia hubiese tenido un Gobierno populista de derecha, la situación de derechos humanos habría empeorado considerablemente.Esto ha sido evitado por el discurso claro de Macron y las alternativas que presentó al populismo de derecha.

El ejemplo contrario es Austria, donde los partidos principales copiaron los lemas de los populistas de derecha. Ahora el partido mayoritario, ÖVP, se ha deslizado al populismo de derecha y está gobernado junto con el FPÖ de extrema derecha.

En los estados alemanes donde se han distanciado claramente del discurso antirefugiados del partido populista de derecha AfD, los candidatos en las elecciones generales recibieron muchos más votos que en los que optaron por decir lo que la gente quería escuchar, como lo hizo la Unión Demócrata Cristiana (CDU) en Sajonia o Baviera, donde la CSU (socia bávara de la CDU) se mostró en contra de la política de bienvenida a refugiados de la canciller Angela Merkel. En ambos casos hubo muchos votos a favor de la AfD.

¿Cómo evalúa la situación de los derechos humanos en Alemania?

En general, la situación es buena en comparación con el resto del mundo. No obstante, tenemos que tener cuidado de que ella no se deteriore. La palabra clave: libertad de expresión. Por ejemplo, en Alemania, la ley para mejorar la aplicación de la Constitución en las redes sociales no es un buen camino a tomar. Ahora Facebook, Google, Youtube y Twitter están bloqueando todo lo que pueda llegar a ser incitación a la xenofobia, lo que termina también incluyendo a la sátira. Cuando hay discurso de odio, las empresas tienen que mostrar más responsabilidad. Sobre todo, oponer resistencia.

Otro punto es la reunificación familiar para los solicitantes de asilo, que debería mantenerse resrtingido a las personas con protección subsidiaria. Hay un derecho a la familia. Eso también ayuda a la integración. Y cuando se trata de islamofobia o antisemitismo, encontramos que las instituciones responsables, como las escuelas, están muy mal preparadas. Hay una falta de competencia moral y profesional.

Wenzel Michalski Direktor von Human Rights Watch Deutschland (DW)Wenzel Michalski, director de Human Rights Watch en Alemania

¿Cuál es el balance de la política exterior en relación con China y Rusia?

La canciller Angela Merkel ha abordado claramente las violaciones de derechos humanos cuando ha viajado a estos países, lo que agradecemos mucho. Con respecto a muchos otros países ha quedado muy corta. Por ejemplo, en Egipto, donde Alemania tiene una cooperación de seguridad. La Policía alemana entrena a la Policía egipcia y agentes de inteligencia. Lo que sabemos de Egipto es que no se puede estar seguro de que estos policías o agentes de inteligencia no apliquen este conocimiento más adelante en la supresión de los derechos humanos, en la vigilancia masiva o en la persecución y la tortura. Existe un gran riesgo de complicidad. Hemos advertido enérgicamente al Gobierno federal sobre esta cooperación de seguridad con Egipto.

Según Human Rights Watch, aparte de Rusia, China o Egipto, ¿a qué otros países se les deben prestar especial atención?

Todavía no hemos escuchado ninguna crítica enérgica del Gobierno Federal sobre Myanmar, Vietnam y Camboya, que desempeñan un papel importante en términos estratégicos y económicos. Alemania constantemente se abstiene de denunciar los abusos contra los derechos humanos en estos países, que cada vez empeoran más, o de ejercer presión sobre los mismos.

La introducción al «Informe mundial 2018» afirma que los antiguos defensores de los derechos humanos, como Estados Unidos o Gran Bretaña, han fallado. ¿Quién asumirá ahora este papel?

Países pequeños: los holandeses fueron los que se aseguraron de que las atrocidades en Yemen llevadas a cabo por la coalición liderada por Arabia Saudí fueran duramente criticadas. Liechtenstein veló por que la Asamblea General de las Naciones Unidas nombrara a un fiscal para crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad en Siria.

La mitad de la población mundial son mujeres, ¿qué pasa con sus derechos?

Hay ciertas mejoras, por ejemplo en Arabia Saudí, donde se les permite ahora a las mujeres entrar a los estadios de fútbol. Muy preocupante, por otro lado, es el ejemplo de Tanzania, donde cada estudiante debe someterse a un control médico; cuando una mujer queda embarazada debe abandonar la escuela. En tal caso, las jóvenes se quedarían por el resto de sus vidas sin educación. Este es un decreto presidencial. Internacionalmente, aún queda mucho por hacer por los derechos de las mujeres. El debate #metoo en Occidente ha demostrado que en la vida cotidiana la igualdad entre hombres y mujeres aún no se logrado, las ideas patriarcales dominan el mundo.

Y de vuelta a la pregunta inicial: ¿dónde está entonces lo positivo?

Lo positivo está en que ha comenzado la resistencia contra el populismo de derecha, el nacionalismo y los crímenes contra los derechos humanos.

Fuente: http://www.dw.com/es/human-rights-watch-elogia-la-resistencia-al-populismo-de-derecha/a-42214131

Comparte este contenido:

Entrevista: “Hoy en la política hay más emociones que argumentos”

Entresvista a Boaventura de Sousa Santos

Boaventura de Sousa Santos, es uno de los sociólogos más importantes del mundo por sus análisis sobre las crisis de las democracias contemporáneas. Ha publicado trabajos acerca de la globalización, la sociología del derecho, epistemología y derechos humanos. Este año estará presente en la Feria del Libro de Bogotá para exponer su último libro Democracia y transformación Social, un texto en el que expone, entre otras cosas, las posibilidades que tienen las izquierdas, a pesar de su fracaso; los retos de la transformación social por las vías pacíficas; y dedica un apartado especial al proceso de paz en Colombia.

SEMANA: Ante los recientes resultados electorales en el mundo existe la sensación de que la democracia está en riesgo. ¿Comparte esta apreciación?

BOAVENTURA DE SOUSA SANTOS: Aunque los procesos electorales recientes son muy distintos, todos apuntan a la misma crisis de la democracia. En el caso de Trump y del brexit tenemos un fenómeno que es la posverdad. Es decir, procesos en donde hay manipulación de emociones, a través de mentiras, en donde los hechos y la realidad no cuentan porque no se usan los argumentos para convencer, sino las emociones de los ciudadanos. De alguna manera, ocurrió lo mismo en Colombia durante el plebiscito porque fueron difundidas muchas ideas falsas: como que las jurisdicciones especiales de paz serían una manera de impunidad en relación con todos los crímenes cometidos por las Farc.

SEMANA: Pero el único problema de la democracia no es la posverdad…

B.S.S.: No, hay otro riesgo, el uso de chivos expiatorios: tratar de encontrar grupos de personas para culparlos de una situación particular y crear unidad nacional a través del miedo por una amenaza común. Por ejemplo, en Europa, se creó la idea de que los refugiados y los migrantes son la fuente y la causa de todos los problemas del continente. Así mismo, Estados Unidos utilizó a los migrantes latinos, y después a los musulmanes, como chivos expiatorios para culparlos del desempleo, la pobreza y la inseguridad. En Colombia ocurrió con las Farc, el supuesto culpable de los males del país.

SEMANA: Usted ha dicho que Europa necesita de los migrantes…

B.S.S.: Sí. La media de edad de los europeos es mucho más alta que en otros países. Por eso, las políticas públicas apuntan a un equilibrio de las generaciones. Tiene que haber gente más joven que trabaje y que pague impuestos para poder financiar la seguridad social, la educación, las pensiones y la salud. Los cálculos dicen que necesitamos entre 1.000 y 30 millones de jóvenes. Por esa razón, deberíamos tener otra posición frente a los migrantes y refugiados: muchos de ellos son mano de obra calificada. Sin embargo, los partidos políticos quieren utilizar el miedo a la inseguridad en los ciudadanos para gobernar.

SEMANA: ¿Cómo juzgará la historia este momento, en especial el actuar con los migrantes y los refugiados?

B.S.S.: La historia será bastante crítica porque es un tiempo en el que las sociedades son políticamente democráticas, pero socialmente fascistas, debido a la desigualdad y a que el Estado cada vez está más dominado por los grupos económicos poderosos y empresas criminales. Es un tiempo donde por primera vez el capitalismo y la economía amenazan con destruir la naturaleza. Y cada vez más se habla de una manera irresponsable de guerra nuclear.

SEMANA: ¿Los problemas ambientales pueden causar nuevos desafíos para la democracia?

B.S.S.: Buena parte de los refugiados de la próxima década van a ser refugiados ambientales. En África ocurre y en India también. No estamos encontrando soluciones para resolver un problema ecológico porque el modelo de desarrollo pasa por una explotación de la naturaleza sin precedentes, y a esto se le suma la agricultura industrial, que será el peligro de Colombia próximamente:muchos países que apoyan el proceso de paz porque tienen intereses en el territorio para explotar la agricultura industrial.

SEMANA: ¿Cómo define el populismo y por qué se extiende por el mundo?

B.S.S.: El populismo para mí es siempre de derecha. No considero que pueda haber populismo de izquierda, aunque se habla y se dice que Chávez era un populista de izquierda. El populismo es una forma de política que se basa en la manipulación de la emoción de los ciudadanos porque impide la mediación política de los partidos, porque no hay mediaciones o programas políticos entre los ciudadanos y los gobernantes. En el populismo no se puede discutir, no se razona, no se argumenta, siempre hay manipulación.

SEMANA: ¿Considera que la reaparición de la derecha en América Latina es un fracaso de la izquierda?

B.S.S.: Sí, claro. Pero hay dos causas fundamentales por las que la izquierda fracasó. Fue un error asumir el poder político sin hacer una reforma política y económica, lo que condujo, por ejemplo, a que en Brasil la derecha lograra destituir a la presidenta Dilma Rousseff. No hubo reforma política porque tampoco hubo un modelo de desarrollo nuevo. Se ha mantenido el modelo extractivista, que representa una gran continuidad con el periodo colonial, cuando la agricultura industrial no elaboraba productos manufacturados, solo materia prima como petróleo y oro. Como el costo de estos minerales era alto, la izquierda podía gobernar cómodamente. Sin embargo, ante la crisis fueron insostenibles.

Por otro lado, estos gobiernos emergieron en un periodo en que EE.UU estaba concentrado en el Medio Oriente, Irak en la primera década sobre todo, y por eso descuidaron mucho su «patio trasero» que siempre fue América Latina. Cuando EE.UU vuelve su mirada a América Latina lo hace de una forma contundente apoyando el golpe de Estado en Honduras en 2009 y después torna su mirada a América Latina.

SEMANA: ¿Por qué la proliferación de fascismos y nacionalismos en el mundo de hoy?

B.S.S.: La crisis económica en Europa de 2008 generó recortes en salarios y en los servicios públicos. Esto no fue producido por las migraciones, sino por los capitales financieros que están totalmente desregulados. Luego vino la crisis de Grecia en 2011 y esto generó un descontento y una frustración de los ciudadanos que estábamos acostumbrados a tener más protección. Pero la extrema derecha no va a decir que necesitamos combatir el Fondo Monetario Internacional y los capitales financieros. Necesita crear los chivos expiatorios. Marie Le Pen dijo “nuestras fronteras son trincheras”, es decir, vamos a cerrar el país como Trump, que quiere cerrar la frontera con México. Se culpa a otros de la crisis y no se atiende el problema real.

SEMANA: El filósofo Slavoj Zizek, ante la realidad mundial migratoria y de desigualdad, hace un llamado en su libro por una nueva lucha de clases, por un mundo más solidario. ¿Esta idea se puede relacionar con la suya de reestructurar la izquierda?

 

 B.S.S.: Sí, pienso que las izquierdas tienen que refundarse para minimizar sus diferencias y pensar que el régimen económico dominante en este momento, que dio una libertad sin límites a los capitales financieros, no es compatible con la izquierda. La izquierda tiene que pensar en alternativas conscientes y fuertes al neoliberalismo, y no que puede gobernar un país con recetas nuevas de este modelo económico, que además está en crisis.

El mismo Trump critica el neoliberalismo aunque le conviene este modelo. El presidente norteamericano está mostrando que Estados Unidos está más interesado en dominar a través de la guerra que hacerlo económicamente porque, a largo plazo, la dominación no va a ser posible mediante el neoliberalismo.

SEMANA: ¿Las redes sociales son útiles o inútiles para la democracia?

B.S.S.: Esta es una de las contradicciones de nuestro tiempo. Nosotros saludamos a las redes sociales y a internet como plataformas, como una forma de democratización del conocimiento y de la información. Pero en tiempos recientes, en el régimen de la posverdad, las redes sociales y el internet son utilizados para manipular la opinión pública con base en una cosa que es difícil de entender para una persona no técnica: Los algoritmos son los mecanismos con los que se puede medir el éxito de un mensaje, no con base en la verdad de los hechos. Por eso, si la mentira funciona y se difunde, es útil para las redes.

Uno de los casos más interesantes para estudiar es un grupo que poco antes de las elecciones en EE.UU. dijo que el papa Francisco apoyaba a Trump. El mensaje se volvió viral porque el algoritmo dice que la gente de derecha cree en ideas de este tipo. La verdad es que el papa no apoyó a ningún candidato, pero la mentira tuvo una influencia en los potenciales votantes de Trump. Y esto es una muestra del gran daño que las redes sociales pueden hacer en la opinión pública.

SEMANA: ¿Considera que parte de la crisis de la democracia se debe a que los medios de comunicación han perdido credibilidad?

B.S.S.: En el régimen de la posverdad refutar no funciona porque el daño ya está hecho. En los últimos tiempos, muchos medios de comunicación no apostaron por un periodismo riguroso porque están dominados por grandes convenios económicos. Por ejemplo, en Europa el grupo de Rupert Murdoch, el magnate que acapara varios medios de comunicación en Inglaterra, está intentando desacreditar al líder del partido de los laboristas, que es Jeremy Corbyn, cuando se anuncia que va a haber elecciones. Es decir, ya hay una estrategia desde los mismos medios enfocada en destruir al candidato de izquierda con mentiras para poder garantizar el apoyo al partido conservador. Por eso es muy difícil combatir las noticias falsas. Afortunadamente, también hay muchos buenos periodistas, el problema es que los sacan de los medios o que son amenazados y asesinados.

SEMANA: En su última columna dijo que era tiempo de democratizar la revolución y de revolucionar la democracia. ¿Nos puede explicar esta idea?

B.S.S.: Al inicio del siglo XX se creó una oposición entre una revolución muy violenta, pero con cambios muy rápidos; y las transformaciones legales democráticas, conocido como el Reformismo. La primera iba contra las instituciones democráticas y la otra utilizaba las instituciones. Las dos se quedaron divididas, pero se organizaron en dos bloques; el soviético (revolución) y el bloque europeo, norteamericano y de otros países de América Latina, que eran democráticos. Con la caída del muro de Berlín los dos bloques colapsan. No solo el soviético, la idea de una democracia que promovía más igualdad social, justicia social, más derechos sociales y redistribución de riqueza también fracasa. En este momento en la agenda política no hay revolución y en los países capitalistas los ocho hombres más ricos del mundo tienen una concentración de riqueza brutal. Esto es la negación de la democracia. Estamos en un proceso de retroceso y no de progreso de la democracia.

SEMANA: ¿Y qué propone?

B.S.S.: que pensemos, sobre todo para las izquierdas, la posibilidad de articular una nueva revolución con democracia y la democracia con revolución. Lo principal es que los fines nunca justifican los medios. La revolución siempre justificó las atrocidades por alcanzar sus objetivos. Por eso tuvimos los crímenes de Stalin. Es necesario crear nuevas asambleas constituyentes que busquen articular la democracia participativa con la democracia representativa. Nosotros no podemos democratizar el Estado si no democratizamos la sociedad y eso es lo que llamo revolucionar la democracia. La democracia y el socialismo fracasaron. Propongo reinventar la democracia: el régimen político debe estar dado por la participación de la gente y no por el capital financiero.

SEMANA: Hoy se tejen diferentes conjeturas sobre el papel de los jóvenes de la sociedad, algunos afirman que les preocupa más el mundo virtual (muy ensimismados) que el real. ¿Hay futuro para el planeta?

B.S.S.: Yo trabajo bastante con jóvenes y debo decir que nunca son cínicos o pasivos. Lo que pasa es que la política que tenemos no es buena para politizar a los jóvenes. Entonces los jóvenes buscan formas alternativas. Por ejemplo, trabajo mucho con raperos de Brasil, Portugal, Angola y México. Son jóvenes que transforman sus lúdicas y sus letras en formas de protesta, en formas de organización, de lucha contra la droga. Ellos se están inventando otras formas y han encontrado otras herramientas como la música, por eso no soy pesimista con ellos.

Soy pesimista con los políticos y los profesionales que no son capaces de identificar las angustias de las jóvenes y encontrar formas de canalizar su fuerza y su entusiasmo. Algunos buscan transformarlos en consumistas que no tienen metas o ideales. Por eso, muchos se hacen sicarios, como pasa en Colombia o en México. Eso es lo que me molesta del sistema político y económico, que quiere crear jóvenes “ricos” y consumistas.

SEMANA: ¿Cómo puede actuar la sociedad civil para que la paz sea democrática y no solo beneficie a los poderosos como lo expone en su último libro ‘Democracia y transformación social’?

B.S.S.: En Colombia se está mirando el proceso por una vía legalista y no por una vía jurídica y económica. La paz no puede perder de vista las razones que llevaron a la formación de las FARC: la concentración de la tierra ha sido un problema estructural de ese país por lo tanto debe haber una reforma agraria. También es necesaria una reforma política para que los guerrilleros puedan entrar en la vida política y que no los maten como pasó con la Unión Patriótica. Para eso es necesario la participación popular de todos los sectores de la sociedad y la compañía de los colombianos al proceso.

Mi temor con Colombia, que es un país que está muy cerca de mi corazón porque lo estudio desde hace más de 15 años, es que si no se logra la paz democrática esto solo va a ser un suceso que desencadenará otros periodos de violencia, y puede ser nefasto para una sociedad civil que me ha impresionado por su capacidad de resistencia. Estamos viendo este año que asesinan a los líderes defensores de derechos humanos en Cauca o Antioquia, quizá los paramilitares saben de eso. Este año la violencia contra los líderes es más grande que el año pasado y así pienso que la paz va a ser muy difícil.

SEMANA: Pero usted ha dicho también que Colombia podría ser un ejemplo para el mundo…

B.S.S.: Yo creo que Colombia es el país que puede dar una buena noticia por la democracia. La única buena noticia que puede venir de América Latina es el éxito del proceso de paz y eso es una gran responsabilidad.

Fuente de la Entrevista:

http://www.semana.com/cultura/articulo/hoy-en-la-politica-hay-mas-emociones-que-argumentos/522850

Comparte este contenido:

Para aprender

Por: Fernando Savater

La reflexión filosófica puede ofrecer un análisis potente de la realidad en la cual y a veces contra la cual vivimos.

He leído a una defensora de la filosofía —papel poco rentable, pese a la salvación de la Facultad Complutense— proclamarla indispensable como permanente guerrilla intelectual contra las asechanzas del capitalismo. Es restringir su alcance tanto como los que quieren suprimirla de los estudios. Según ese criterio, Aristóteles debería haberse dejado de metafísicas y categorías para centrarse en la denuncia del imperialismo macedonio… Sin embargo, prescindiendo de prejuicios que la reduzcan a vacua tribuna de dogmas (la posverdad es la antítesis contra la que ha luchado no ahora, sino desde el ágora socrática), la reflexión filosófica puede ofrecer un análisis potente de la realidad en la cual y a veces contra la cual vivimos. Van tres ejemplos.

Con Estudios del malestar (editorial Anagrama), José Luis Pardo nos ofrece el mejor análisis en profundidad que conozco sobre la confusa metástasis política, tecnológica y social que nos somete a trumpazos y bandazos en la última década… como poco. Si no quieren limitarse a poner rótulos para sacudirse los problemas (neoliberalismo, populismo, etcétera) sino que les gustaría saber algo más, este es su libro. Aunque solo sea un enigma made in Spain, la cuestión de por qué la izquierda se ha vuelto reaccionaria y apoya al separatismo recibe adecuado tratamiento en La seducción de la frontera (editorial Montesinos) de Félix Ovejero. Y la sustitución sentimental del racionalismo democrático por el clamor de “las tripas”, como antes se decía, es el tema de fondo de La democracia sentimental (editorial Página Indómita) de Manuel Arias Maldonado, que no solo argumenta con tino sino que brinda abundantes pistas bibliográficas para continuar indagando por nuestra cuenta. De modo que el camino del pensamiento sigue abierto: falta saber cuántos leen aún para aprender, no para despotricar.

Fuente: http://elpais.com/elpais/2016/12/16/opinion/1481903212_334629.html

Comparte este contenido:

El malestar como energía de transformación social

Por: Amador Fernández- Savater 

Entramos en un «período oscuro» en el cual el malestar social es canalizado por la derecha populista (Trump, Brexit, etc.). ¿Podemos reconvertir el malestar en una energía de transformación social?

Hay historias que parecen resumir épocas o momentos históricos. Willy Pelletier cuenta una de ellas en el último número de Le Monde Diplomatique que lleva por título: «Mi vecino vota al Frente Nacional».

Pelletier es un militante de largo recorrido en organizaciones antirracistas de extrema izquierda y narra en el artículo distintas acciones desarrolladas contra el Frente Nacional. Pero todo su relato está punteado por la duda y la autocrítica: al fin y al cabo, esas movilizaciones no han logrado frenar el ascenso del FN. Entre líneas nos ofrece una explicación: sucede que ninguna de esas acciones tocaba jamás a un simpatizante del FN, porque se desarrollaban siempre en circuitos muy cerrados (entre militantes políticos que habitan determinados barrios, hablan de determinada forma, tienen determinados valores, etc.).

Pelletier conoce (¿por primera vez?) a un simpatizante del FN cuando, medio «jubilado» del activismo, se va a vivir con su pareja al campo en la zona de Aisne (Picardía). Se trata de Éric, un obrero especializado en embalaje industrial. Se hacen muy amigos y un día, algo borrachos, Éric le confiesa que vota por Marine Le Pen: «Se me eriza el vello cuando la escucho, la manera en que habla de los franceses te hace sentir orgulloso. Además, en esta zona el FN ha ayudado a mucha gente».

¿Qué tipo de zona es Aisne? Un escenario típico de la crisis, según lo pinta Pelletier. Muy degradado, apenas sin equipamientos (salud o transportes), ni lugares de encuentro (los bares, las parroquias y las asociaciones deportivas cierran). No hay trabajo, todo el mundo está endeudado, los jóvenes se marchan, la violencia contra las mujeres aumenta y también la «sensación» general de inseguridad (aunque los robos no sean frecuentes). Por contra, hay guetos de ricos por todo el territorio: son ejecutivos o profesionales liberales que vienen de París y compran buenas casas de piedra o granjas abandonadas a precio de saldo.

Tras el encuentro con Éric, Pelletier se hace nuevas preguntas. La superioridad moral con la que antes juzgaba a los votantes del FN (abstractos, desconocidos) ya no le parece de recibo. Ahora tiene a uno enfrente suyo de carne y hueso, con su historia y sus razones. Y es su amigo. Pelletier concluye el artículo así: «En el trabajo, Éric considera que ‘los jóvenes’ no le escuchan ni le respetan… Al vivir allí, inmovilizado en un espacio en decadencia, impotente frente al derrumbe de un mundo que ya no resiste, viendo que su territorio se llena de ‘parisinos’, ¿cómo podría Éric sentirse ‘orgulloso’?».

Crisis de la presencia

Abandono y falta de recursos, paro y endeudamiento, ruptura del hilo generacional y destrucción de los lugares de encuentro… La crisis no es sólo «crisis económica», sino también de referencias y fidelidades, de creencias y valores. Una crisis cultural, en el sentido antropológico de «formas de vida», muy profunda.

El colectivo Tiqqun nos propone pensarla como «crisis de la presencia». ¿Qué significa esto? Que nuestra presencia, es decir nuestro estar en el mundo, ya no es firme, no está asegurado, ni garantizado. Golpeados en el plano de lo económico (el paro), de lo social (los contextos degradados) o de los valores (la ausencia de comunidad o hilo generacional), lo que entra en crisis «por debajo» es precisamente nuestra misma facultad de mantenernos «erguidos» ante el mundo. Lo que parecía sólido comienza a desintegrarse: el sentido de la vida y de la realidad, la consistencia subjetiva y la fijeza misma de las cosas.

Pero la crisis de la presencia no es sólo pérdida o peligro, sino también ocasión y oportunidad. ¿En qué sentido? La presencia que se tambalea es la «presencia soberana»: un tipo de relación con el mundo en términos verticales de dominio y control. Una experiencia de vida basada en la distinción nítida entre un sujeto (que gobierna) y un objeto (el mundo a gobernar). Una concepción de la libertad como «dominio» (sobre la naturaleza, sobre los demás, sobre el tiempo, sobre la realidad). Como autosuficiencia e independencia.

Crisis de la presencia significa que una zozobra muy íntima nos atraviesa (tanto más fuerte cuanto más hemos sido educados en el molde de la presencia soberana: como hombres blancos, adultos y propietarios, trabajadores en un mundo sin trabajo, etc.). Lo que nace de esa zozobra, de ese tambaleo, es la inquietud, el malestar. La sensación de no encajar, de que ya nada lo hace. El malestar es la manifestación sensible de la crisis de la presencia.

Por tanto, con la crisis de la presencia se abre la posibilidad de una bifurcación, de un desplazamiento, de la invención de otras formas de estar y relacionarnos con el mundo, tanto personales como colectivas. El malestar social puede ser el motor y el centro de energía de una transformación profunda, a un tiempo política, económica, cultural, existencial, etc.

Un período oscuro

¿Estamos entrando en un «período oscuro»? Vamos a llamar «período oscuro» a aquel en el cual el malestar –esa inquietud, ese no encajar, esa energía potencial de cambio– es canalizado por derecha.

Una derecha que no es simplemente establishment, sino una suerte de paradoja andante: establishment anti-establishment, élite anti-elitista, neoliberalismo antiliberal, etc. Es el Frente Nacional, es Trump, es el Brexit y las demás variantes de derecha populista apoyadas por todos los Éric del mundo. Proscritas por la «cultura consensual» que ha definido el marco de lo posible durante las últimas décadas y que hoy se cae en pedazos (aquí la Cultura de la Transición). Rechazadas porque no guardan las formas de lo «políticamente correcto» (lo liberal-democrático): polarizan, exageran y mienten sin ningún pudor, son agresivas y fomentan el odio machista, xenófobo, etc.

La derecha populista parece satisfacer a su modo las dos pulsiones que Freud hallaba en nuestro inconsciente: el eros y la pulsión de muerte, es decir, la pulsión de orden y la pulsión de desorden.

— Orden: me refiero a la promesa de restauración de la subjetividad en crisis. La fuerza cautivadora de la promesa de un trabajo, de un lugar en el mundo, de una continuidad con la tradición, de la pertenencia a una comunidad, etc.

«Make America great again«, exclama Trump. «Let’s take back control«, proponen los partidarios del Brexit. Recuperemos el control que una vez tuvimos. Y con él la normalidad, la grandeza incluso. ¿Y cómo? A través de la exclusión, mediante altos muros y todo tipo de barreras, de aquello que nos amenaza. De lo que ha traído la decadencia a nuestro mundo y a nuestras coordenadas de sentido. El chivo expiatorio pueden ser los «parisinos» de Éric, o los «refugiados», o los «mexicanos», o la «igualdad de género» (preguntado por su voto, un taxista de procedencia africana le dijo a un amigo en la ciudad estadounidense de Baltimore: «No puedo votar, pero si pudiera lo haría por Trump. Porque si gana Hillary las mujeres tendrán mucho poder en este país. Los hombres ya no importan aquí. Se necesita un hombre fuerte»).

En cualquiera de los casos, el malestar se concibe como un «daño» que nos inflige un «otro» al que debemos dejar «fuera» del «nosotros» para recuperar la normalidad. Y de ese modo, cerraremos la herida, calmaremos tanta inquietud, detendremos la zozobra y recuperaremos el equilibrio, revirtiendo nuestra «decadencia».

Deseo de orden y normalidad, deseo de protección y soberanía. Eso por un lado, pero no sólo. También deseo de que todo salte por los aires.

Desorden: me refiero al gozo de «dar una patada al consenso» que, con buenos modales y bonitos discursos, nos ha traído la ruina. A una izquierda que extiende por todas partes la desigualdad, la guerra y la deportación de personas, pero «guardando las formas». A la élite progresista del Partido Demócrata que vive ajena e insensible a las preocupaciones de las clases populares y se burla además de sus modos de vida, sus gustos y sus referentes. A los «parisinos» que votan socialista, compran a precio de saldo las casas y las granjas que los habitantes de Aisne ya no pueden sostener y despotrican contra los pobres que votan a la derecha. Etc.

En un mundo en el que todo parece atado y bien atado, en el que ningún gesto (por arriba o por abajo) parece capaz de cortocircuitar el estado de cosas y abrir lo posible, Trump, el Brexit, el FN canalizan las ganas de que «pase algo», de ver ocurrir «lo imposible», eso justamente que todas las voces políticamente correctas consideran «que no puede ni debe pasar», lo demoníaco… ¿Quién da más? ¡Y sólo con un voto! Es decir, sin perder en ningún momento la posición del espectador en la película de catátrofes.

Debates en el campo progresista

Más allá de la «superioridad moral», que renuncia a preguntarse por lo que no entiende, etiquetándolo simplemente como el resurgir de la ignorancia y la brutalidad, hay otras dos lecturas de la situación actual en el campo «progresista» que merecen atención y discusión: la «marxista» y la «populista».

La lectura «marxista» encuentra el origen-causa de lo que pasa en la desconfiguración de la izquierda (y, en general, del paradigma de la lucha de clases). Es decir: el malestar social, que antes tenía estructuras organizativas y cognitivas para enfocarse por izquierda, hoy ha quedado huérfano.

Y es la derecha populista la que adopta al huérfano, elevando el tono de voz e interpelando al descontento, ofreciendo al malestar (el miedo, la rabia, la incertidumbre) esquemas explicativos, vías para canalizarlo y enemigos contra los que dirigirse. A través de las «guerras culturales» (en torno al aborto, las creencias religiosas, los estilos de vida, etc.), la derecha populista capta el «resentimiento de clase» redirigiéndolo contra «los enemigos de los valores tradicionales». Es decir, traduce los conflictos político-económicos como conflictos morales e identitarios. «La guerra cultural es una guerra de clases, pero deformada», dice Zizek.

¿De qué se trata entonces? De re-crear las estructuras cognitivas y organizativas de la lucha de clases, politizando la economía, hablando de intereses materiales, reconstruyendo la izquierda. Pero, ¿podemos reducir el malestar contemporáneo a una cuestión económica-de clase? En la propia historia de Éric hemos visto que convergen muchas situaciones, procesos y factores; cómo se mezcla lo económico, lo social, lo cultural, lo existencial, etc. ¿Podemos pensar las cuestiones culturales como meros «engaños», «distracciones» o «cortinas de humo» que nos impiden ver lo «esencial»? ¿Podemos suponer que el racismo o el machismo de los votantes de Trump son «fenómenos ideológicos» (secundarios) que se esfumarán una vez que el malestar se enfoque en las cuestiones económicas y de clase?

Me parece que la derecha populista tiene éxito, no porque hable de cuestiones culturales disimulando lo económico-de clase, sino porque tiene algo que decir al respecto. Porque sitúa la pelea política en el terreno ético, antropológico y de las formas de vida. Es decir, de las maneras de verse uno mismo, de relacionarse con los demás, de hacer las cosas y de estar en el mundo. ¿Qué tiene la izquierda que proponer sobre ello? Me temo que muy poco: apenas el «ideal militante», con tan poco alcance y tan poco atractivo como ya sabemos.

La lectura «populista» (hablo ahora del populismo progresista) vendría a decir que no se trata tanto de encontrar las «verdaderas causas» del malestar como de «construir su sentido» e imprimirle una dirección. La política es, por tanto, una pelea por «definir los acontecimientos». Por ejemplo, ¿cuál es el significado que vamos a dar a la crisis? ¿Es responsabilidad de «la gente que ha vivido por encima de sus posibilidades» o más bien de «la casta» oligárquica que ha saqueado el país? Lo decidirá una «batalla cultural» entre discursos y relatos cuyo desenlace no depende de la verdad de la que son portadores, sino de la eficacia comunicativa de las metáforas en juego.

La construcción de sentido, desde estos planteamientos, obedece una lógica formal. Es decir, no se trata del sentido que deriva de la «experiencia misma», sino del sentido que recibe de un discurso (en sentido amplio) que la articula en cierto código. A estas alturas en España, con la presencia constante de los líderes de Podemos en los medios de comunicación, todos hemos aprendido ya cuál es el «código» populista: la articulación, a través de «significantes vacíos» y del antagonismo con un Otro, de las demandas insatisfechas de la sociedad en un nuevo bloque histórico (identidades nacional-populares capaces de representar al todo, no sólo a una parte).

Sin lugar a dudas Íñigo Errejón es el maestro del código, el Señor de los signos. Me recuerda a veces a aquel niño prodigio que en clase era siempre capaz de resolver el maldito cubo de Rubik a increíble velocidad. A partir de lo que sea que pase, a partir de cualquier colección de datos que ofrezca la realidad, Errejón es capaz de armar una y otra vez el rompecabezas: lo cuadra todo en el código de las demandas, los significantes vacíos, la frontera antagónica y las identidades nacional-populares. De ahí también la sensación recurrente de que siempre dice lo mismo, aunque los contenidos sean distintos. Porque el código está siempre ahí, antes de cada situación, antes de cada proceso, antes de cada palabra y antes de cada gesto, lo que requiere es una inteligencia combinatoria capaz de hacer encajar las piezas y los colores de la realidad.

El problema aquí es todo lo que perdemos pensando el mundo (y la política) como el juego de Rubik, con sus ejes y sus modos de girar pre-establecidos. Se pierde la materialidad de lo real (porque lo que se interpretan son signos-mensajes, el resto no interesa y se abstrae). Se pierde la singularidad irreductible de los acontecimientos y sus relaciones (que nos requiere una inteligencia sensible más que combinatoria). Se pierde la autonomía de los procesos (que pueden ser pensados-dirigidos-codificados desde el exterior, sin mantener ninguna relación de interioridad o intimidad con ellos). Y se pierde, finalmente, la posibilidad de creación de nuevos sentidos para la vida social (porque una y otra vez se reintroduce lo «otro», lo nuevo o desconocido, en una lógica de lo mismo).

El malestar como energía de transformación

Volvamos un momento a Éric, «inmovilizado en un espacio en decadencia, impotente frente al derrumbe de un mundo que ya no resiste». Esa inmovilización, esa impotencia hacen de él una víctima. El malestar se asume como daño, pérdida. La culpa de todo la tienen «otros». Y lo que se desea es «devolver el golpe» (ver rodar la cabeza de los culpables) para reequilibrar de nuevo las cosas y el mundo (la presencia), regresar a la normalidad.

¿Cuánto tiempo más podremos sostener esta condición de víctimas? ¿No nos cansamos de ella? No cambiamos mucho sustituyendo un enemigo por otro: «los inmigrantes» por «la casta». Mantenemos intacta la subjetividad victimista que critica pero no emprende ningún cambio, que piensa que el mal viene de otro (tal grupo o persona) y que si lo eliminamos todo estará bien, que delega siempre en el salvador de turno la tarea de «restaurar el equilibrio» (muchas veces nostalgia de algo que nunca existió).

No necesitamos crítica victimista y resentida, sino fuerza afirmativa y de transformación. Otra relación, pues, con nuestro malestar. Es lo más difícil porque apenas nada en nuestra cultura occidental nos educa para ello. El ideal normativo de la «presencia soberana» (el control, el dominio, la autosuficiencia) nos hace ver las crisis como algo «que no debería pasar» o, en todo caso, como algo de lo que tenemos que salir enseguida, algo que debemos «reparar» cuanto antes para volver a la normalidad. Otra relación con el malestar supone no verlo sólo como daño o pérdida, sino también como ocasión y oportunidad, motor de cambio.

¿Podemos salir de la inmovilización e impotencia usando el malestar mismo como palanca? Es un planteamiento «energético» del malestar: las energías que se desatan en él son «conmutables», es decir, transformables en otras cosas (en acciones, en palabras, en «obras», en otros modos de vida, en nuevas sensibilidades y referencias, etc.). Las lágrimas que no se tragan, sino que comparten y se elaboran pueden metamorfosearse en acciones colectivas, en procesos de ayuda mutua, en la creatividad de nuevas imágenes y palabras, en gestos de rechazo y desafío. La sanación no pasa entonces por la reparación, sino por la (auto)transformación.

Un ejemplo. Suele decirse que en España la derecha populista no tiene apenas vigor (aún) porque el 15M nos hizo «entender» que el enemigo es el 1% (políticos y banqueros) y no el 99% (los inmigrantes, los refugiados, los pobres). Pero así permanecemos en el planteamiento «semiótico» y de lucha de interpretaciones. Sería mejor ver las plazas del 15M como lugares de un proceso casi «alquímico» por el cual un tipo de energía (el malestar vivido en soledad e impotencia) se convirtió en otra (la alegría de la potencia colectiva). A través del estar-juntos, de la presencia compartida, del acompañamiento mutuo, de la «complicidad afectuosa entre los cuerpos», como dice Franco Berardi (Bifo).

Al tipo de fuerza que se genera en esta presencia compartida la llamaremos «fuerza vulnerable». Es decir: una fuerza que nace –paradójicamente– de la debilidad. Del hecho de haber sido tocados, afectados, «golpeados» por el mundo. No es la fuerza de voluntad de la presencia soberana, que se pone a distancia del mundo para empujarlo en la «buena dirección», sino una fuerza afectada por el mundo y que precisamente por eso puede afectarlo a su vez. Es la fuerza de los afectados: los del atentado del 11M de 2004, los de la PAH o de cualquiera capaz de convertir el sufrimiento en energía de transformación

El malestar, como energía (no como objeto a movilizar ni como signo a interpretar), es entonces la materia prima del cambio social. Pero su «politización» hace estallar sin embargo las formas tradicionales de lo político.

Supone mantener un vínculo vivo entre lo existencial y lo político tan ajeno al grupo militante (donde no caben los problemas personales) como al grupo de autoayuda (donde no entran los problemas del mundo). Nos requiere un «saber hacer con el no saber», porque no pueden conocerse de antemano las elaboraciones de sentido a las que puede dar lugar el contacto con el malestar (no hay código-maestro que tenga de antemano las respuestas). Necesita espacios capaces de acoger el malestar sin juzgarlo (¿qué espacio «anticapitalista» sería capaz de acoger a Éric, por ejemplo?). Nos exige formas de acompañamiento horizontal: no se trata de «organizar» o «interpretar» lo que les pasa a otros, sino de hacer un viaje juntos. Y mucho más.

Abrir una bifurcación

En el «derrumbe de un mundo que ya no resiste», la derecha populista nos promete la vuelta al orden y la normalidad. Una salida falsa. Canaliza el malestar señalando chivos expiatorios, pero no da ninguna respuesta a los problemas de fondo (crisis de representación, crisis económica, crisis ecológica, etc.). Todo lo contrario: ocultando y reproduciendo sus condiciones, convirtiéndonos en víctimas y bloqueando toda posibilidad de transformación, prepara los nuevos desastres.

El populismo progresista también nos promete volver al orden y la normalidad (del Estado del bienestar, la soberanía nacional, etc.), desalojando a «la casta» del poder y planteando «un horizonte alternativo de certezas y seguridades». Los contenidos son diferentes (qué tipo de orden, qué tipo de enemigo), pero se trata de un mismo planteamiento que interpela principalmente a la subjetividad victimista necesitada de compensar la sensación de pérdida y reforzar las referencias en crisis (un poco de «orgullo»). Esta opción puede ofrecernos un «mínimo de protección» si llega al poder. Nada que despreciar, pero muy insuficiente si pretendemos un cambio en profundidad.

Entre la «vuelta atrás» (imposible) o la «fuga hacia adelante» (suicida), ¿hay una tercera opción? Más difícil todavía: no pensar en «salir de la crisis», sino abrir en ella una bifurcación. Convertir la «crisis civilizatoria» en «mutación civilizatoria». No agarrarse desesperadamente a algo, sino emprender un viaje. No contener el derrumbe, ni soñar con revertirlo para volver donde estábamos, sino abrir y sostener otros mundos aquí y ahora: otros modos de relación con el trabajo, el cuerpo, el lenguaje, la tierra, la ciudad, el nosotros, etc. Aprovechar la crisis, hacer palanca en la fuerza vulnerable.

Históricamente, las mujeres han sido muy capaces de convertir situaciones y lugares de dependencia en focos de potencia: desplegar fuerza vulnerable. En ese sentido, la mejor noticia sobre la victoria de Trump han sido las masivas marchas de mujeres que tuvieron lugar en Estados Unidos el día de la proclamación. Convocadas anónimamente por tres mujeres «cualquiera» apoyadas en la capacidad de contagio de las redes sociales (así se propagan los movimientos por afectación, a través del anonimato y la horizontalidad), permiten imaginar una oposición a Trump que va más allá de la mera reacción anti-Trump. Una oposición que no es sólo ideológica o partidista, que no es sólo defensiva o resistencialista (aunque por supuesto haya muchísimas cosas que defender), sino sobre todo afirmativa y de paradigma, con planteamientos (teóricos y prácticos) de mutación civilizatoria en torno al trabajo, los cuidados, la familia, las relaciones, etc.

«Un mundo sólo se para con otro mundo». No se trata sólo de oponernos a Trump, sino al mundo del que Trump es la figura insignia. El mundo de la presencia soberana hoy tocada, que sólo sabe revolverse ante ello con violencia y que amenaza con hundirnos a todos y a todas consigo.

** Este texto es una versión de la ponencia presentada en el encuentro «Politizaciones del malestar» al que fui invitado por Laia Manonelles, Daniel Gasol y Nora Ancarola.

** Más sobre Tiqqun, la «crisis de la presencia» y la «fuerza vulnerable».

** El planteamiento «energético» sobre el malestar está ampliamente inspirado en Economía libidinal, el libro de Jean-François Lyotard.

Fuente: http://www.eldiario.es/interferencias/malestar-energia-transformacion_social_6_606199392.html

Comparte este contenido:

Populismo y educación

Por: Ana Ayuste – Jaume Trilla

¿Cuál es la educación que quizás ha ayudado a que una opción populista como la de Trump tuviera el éxito que ha tenido? Nos referiremos a tres posibles factores educativos complementarios.

Bajo un título como el que encabeza este artículo podría hablarse de muchas cosas diferentes. Por ejemplo, sobre el tipo de educación que defienden -y aplican cuando llegan al poder- las corrientes políticas populistas. Pero otra cuestión que podría plantearse podría consistir en ver cuál es la educación que facilita que un partido o una candidatura populista acceda al poder. Ambas -y también algunas más que se podrían añadir a base de buscar posibles relaciones entre educación y populismo- son ciertamente complejas; entre otros motivos, debido a que tampoco todos los populismos ni son ni han sido el mismo: unos son de derechas y otros de izquierdas; los hay que fructifican en países ricos y otros en países pobres, etc., etc.

Pero está claro que no se nos hubiera ocurrido escribir ahora sobre populismo -ni El Diario de la Educación nos habría propuesto un artículo sobre este tema- si Donald Trump no hubiera ganado las elecciones a la presidencia de Estados Unidos. Por lo tanto, lo que haremos será centrarnos solo en el caso del nuevo presidente estadounidense. Y aún limitaremos más el contenido del artículo: nos referiremos solo a la segunda cuestión que planteábamos: [1] ¿Cuál es la educación que quizás ha ayudado a que una opción populista como la de Trump tuviera el éxito que ha tenido? Nos referiremos a tres posibles factores educativos complementarios.

El sistema educativo por la parte baja: “Amo a la gente con un nivel educativo bajo”

Una de las características que se atribuyen a los populismos es la de que sus líderes hacen planteamientos elementales que simplifican mucho la realidad. Y que lo hacen a base de un discurso más dirigido a movilizar las emociones y los sentimientos que los argumentos y el diálogo racional. Unos tipos de análisis y de discurso que tienen más posibilidades de arraigar entre los sectores de la población con menor nivel educativo. Seguramente por ello, con la frase que encabeza este párrafo, Donald Trump durante la campaña electoral declaraba su amor por la gente con pocos estudios. Esta frase, que se ha hecho famosa, la pronunció en un acto electoral en Nevada. Y, en este mismo sentido, en Wisconsin, en el curso de una charla con estudiantes universitarios, remachó el clavo diciendo: “Descubrirán cuando lleguen a tener mucho éxito que la gente que les caerá mejor será aquella que ha tenido menos éxito que ustedes. Porque cuando te sientas en una mesa con ellos, les puedes contar todo tipo de historias maravillosas y te escucharán. ¿Tiene sentido lo que les digo? ¿Ok? Siempre hay que estar rodeado de gente sin éxito porque te respetarán. ¿Lo entienden? “[2]

El sistema educativo por la parte alta

Con todo, el triunfo de Donald Trump no se explica solo con el voto de ese sector de la población: un cierto porcentaje de sus electores también tiene estudios superiores. En este caso, hay entonces que preguntarse ¿En qué han fallado estos estudios? Parecía que los diferentes niveles del sistema educativo -y con más razón las universidades que son las que se encargan del más alto nivel-, entre otras funciones tienen también la de educar para el ejercicio de una ciudadanía democrática y crítica; de una ciudadanía bien informada y capacitada para valorar las opciones políticas que se le presentan, tras someterlas a un examen racional. Una educación democrática que debería promover el desarrollo de la conciencia crítica para que las personas puedan comprender y evaluar concepciones competitivas del que hay que considerar como buena vida, buena sociedad y, por tanto, buen gobierno. Es decir, potenciar el carácter democrático o deliberativo, entendido -en palabras de Amy Gutmann [3]- como el hecho de tener mucho cuidado con los procesos de toma de decisiones, de debate de las razones a favor y en contra de cualquier propuesta o medida.

Quizás si las universidades norteamericanas hubieran cumplido satisfactoriamente esta función, Trump habría tenido algunos votos menos y no habría llegado a la Casablanca. Pero ya hace tiempo que algunos intelectuales críticos de aquel país, tanto del ámbito de la educación como de la filosofía y la cultura en general -como es el caso de Henry Giroux, Noam Chomsky y Marta Nussbaum para poner sólo tres ejemplos-, nos alertan sobre la deriva de la educación superior en los Estados Unidos. [4] Para estos autores, el predominio creciente de una visión neoliberal en la configuración de la enseñanza universitaria, que la concibe fundamentalmente como una formación especializada de carácter técnico y orientada solo a las necesidades del mercado laboral, pone en riesgo la calidad democrática y la formación integral de la persona. De esta crisis del pensamiento crítico en los lugares donde, de forma privilegiada, se debería cultivar y extender, seguramente sacó provecho el ya presidente de Estados Unidos.

Y también fuera del sistema educativo: el fenómeno de la post-verdad

Pero la falta de educación para una ciudadanía democrática, crítica, bien informada y deliberativa no puede hacerse responsable únicamente a la Universidad y al resto del sistema educativo formal. Trump también ganó porque una parte de lo que llamamos educación informal le ayudó y él supo beneficiarse. Nos referimos concretamente a la educación -buena o mala- que actualmente circula y llega a tantísima gente por medio de las redes sociales de Internet, en el marco de lo que se ha llamado la era de la post-verdad. Es decir, este fenómeno que consiste en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que las llamadas a las emociones y las creencias personales. No será casualidad que populismo y post-verdad hayan sido proclamadas palabras del año 2016. [5]

Ya se sabe que la falta de educación casi siempre juega a favor de los populismos; y, por tanto, de esta se ha aprovechado Trump. Pero, como decíamos, también debe haber ayudado el hecho de que el sistema educativo (Universidad incluida), con las armas que se le suponen más propias -la cultura, el cultivo de la razón, el contraste de los hechos, la deliberación crítica…- no haya sabido contrarrestar la eclosión de esta era de la post-verdad.

Decíamos al principio que la relación entre el populismo de Trump y la educación podía llenarse de contenido tratando, entre otras, dos cuestiones diferentes: ¿cuál es la educación que él propugna por su país? y ¿cuál es la educación de su país que ha contribuido a su éxito en la carrera presidencial? En este artículo hemos elegido hablar de esta segunda. Pero ahora vemos que las respuestas a estas dos cuestiones posiblemente -y desgraciadamente- no sean muy diferentes. Si el populismo de Trump ha salido reforzado por los sectores sociales con pocos estudios, parece que lo que hay que esperar es que la igualdad de oportunidades educativas y el aumento del nivel educativo de los sectores más desfavorecidos no serán precisamente prioridades de su mandato. Si el nuevo presidente quiere tanto como dice a los que se han quedado en la parte baja de la pirámide educativa lo que seguramente le pide el cuerpo no es reducir esta base sino ampliarla, no sea que se fuera quedando sin gente a la que poder amar. Ya no nos queda espacio para mostrarlo y argumentarlo, pero si analizáramos los escasos contenidos de política educativa que Trump ha presentado en la campaña veríamos que justamente en sus propuestas (reedición de las clásicas privatizadoras del neoliberalismo) no destacan precisamente las medidas igualitarias y la promoción de los sectores populares.

Y quisiéramos terminar con un mensaje alentador, a pesar del crecimiento progresivo del populismo durante estos últimos años también en Europa. Un populismo que hoy por hoy se asocia a la derecha xenófoba francesa, británica u holandesa, y que hace pensar que encontrará en el nuevo escenario político norteamericano un aliado para continuar expandiéndose. Tenemos en la mochila pedagógica un buen número de propuestas y realizaciones con las que se puede hacer frente a populismos como estos.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/01/25/populismo-y-educacion/

Comparte este contenido:

De populistas a populistas: Nuño

Por: Abelardo Carro Nava

En alguno de esos eventos en los que el Secretario de Educación, Aurelio Nuño, difunde su imagen y pensamiento, expresó:

“la derecha radical busca recuperar privilegios perdidos y sobreponer intereses particulares al bien común, y la izquierda radical busca destruir lo que tanto trabajo ha costado construir como nación. Es necesario un enorme esfuerzo del gobierno, partidos, organizaciones ciudadanas y medios de comunicación, para fomentar los valores democráticos, la participación y la política activa, con una nueva pedagogía para avanzar a la democracia de calidad que permita a la ciudadanía sentirse incluida en los terrenos económico y social”.

Esto, después de asegurar que hoy se enfrentan ataques populistas y demagogos de caudillos que ven con malos ojos al gobierno de su jefe, Peña Nieto.

La verdad de las cosas, es que no sé si sea consciente este funcionario público de lo que significan cada una de los conceptos expresados y, mucho menos, tengo certeza sobre el referente que habrá utilizado para darle claridad a los mismos. Y es que mire usted, sin entrar de lleno a un análisis profundo sobre lo que entendemos por populismo y demagogia, referiré que el primero se concibe como la forma mediante la cual se busca “defender” los intereses y aspiraciones del pueblo, mientras que la segunda, se relaciona con la forma a través de la cual se hacen múltiples promesas para convencer a las personas con la intención de obtener ciertas simpatías políticas que redunden en un triunfo en las urnas. Definiciones básicas, que cualquier estudiante de la Ciencia Política, está obligado a reflexionar con la lectura de varios textos.

Dicho lo anterior, y si analiza con detenimiento las palabras del Secretario, es que me pregunto: ¿éstas no contienen un sesgo populista y demagógico? Desde luego. Es parte de su quehacer político porque, de no hacerlo, en absoluto sería un político y, mucho menos, ocuparía un cargo público.

Tal parece que no aprendió la lección que le ofreció la visita que realizó en meses pasados el Presidente Peña Nieto a Canadá. Su homólogo, Barack Obama, dio un claro ejemplo sobre la interpretación de lo que ambas palabras significan y bueno, desde mi perspectiva, con declaraciones como las que hizo el miércoles pasado, Nuño viene enterrando sus aspiraciones políticas y electoreras rumbo al 2018.

Analicemos los hechos. Cierto es que la intención de hacer este tipo de pronunciamientos, tiene como finalidad – valga la redundancia –, establecer un pleito con algunos políticos que integran los partidos de derecha (Acción Nacional) y de izquierda (Revolución Democrática y Morena) pero, también es cierto, que tal decisión, le ha mermado puntos, como decía, rumbo a su “carrera presidencial”. Para nadie es desconocido que goza de la total simpatía y confianza de su jefe, y a través de sus acciones, busca llamar los reflectores de los medios de comunicación, nacionales e internacionales. Sin embargo, algo es claro: los mexicanos ya no nos chupamos el dedo y no nos dejamos llevar por lo que diga cualquier político pendenciero.

Los medios de comunicación han jugado y juegan un papel importante en este asunto pero, también, las acciones que el mismo Secretario ha impulsado. ¿Cree usted que con la implementación de la mal llamada reforma educativa se ha ganado la simpatía del magisterio?, ¿cree usted que la sociedad lo ve como un funcionario preocupado y ocupado por la educación de sus hijos? Las cifras, datos y sondeos que han hecho varias casas encuestadoras sobre la percepción que tienen la sociedad en varios rubros, ahí están, y han reprobado al gobierno de Peña Nieto. Pero, si hablamos de aquellas que arrojan información sobre el proceso electoral que se avecina, la cosa se complica aún más, porque de manera concreta, no colocan a Nuño, como un candidato fuerte para la Presidencia de la República.

No obstante lo anterior, resulta interesante observar cómo desde Los Pinos, se ha venido configurando una estrategia con la intención de posicionar a este funcionario en el escenario político. Vaya, los eventos en los que éste y el propio Presidente han participado, así lo confirman, aunque: ¿no se supone que la educación de millones y millones de mexicanos es una prioridad para su gobierno?, ¿no es ésta la finalidad de la Secretaría de Educación Pública? Si las cosas no están tan bien que digamos en el ámbito educativo, ¿por qué insistir en que la culpa de todo la tienen los partidos políticos?, ¿acaso no se dará cuenta que el partido de su jefe se desvanece cada vez que éste aparece en público?

Como usted podrá darse cuenta, son varias las ideas que surgen sobre este asunto. Sí, nada educativas, pero que tienen un gran impacto en este terreno, motivo por el cual, me permito afirmar y reafirmar que la educación en México se encuentra politizada, sin rumbo y sentido, aunque los discursos populistas y demagógicos de quien ocupa uno de los lugares más prestigiados en México (en la SEP), digan lo contrario.

La objetividad es necesaria, y ésta se logra con el cumplimiento de las acciones encomendadas por el Estado Mexicano a través de su ordenamiento legal: la Constitución; y, si bien es cierto que quien despacha en la calle de República de Argentina ha logrado “implementar” una de ellas, mal llamada por cierto, los males que aquejan al Sistema existen, y perdurarán por más tiempo en la medida en la que los gobiernos estatales no hagan su chamba y, en tanto los programas educativos, como el de tutorías o capacitación al magisterio, no acaben de cuajar en el medio.

El discurso es bonito. Vaya, es una forma a través de la cual se ganan adeptos pero, sin contenido ni sustancia y, mucho menos sin conocimiento de causa, se convierte en eso: un discurso bonito pero sin fundamentos.nuño-becas-michoacan4

Esperemos que en lo sucesivo, como este mismo Secretario lo plantea, se debata ampliamente sobre los grandes problemas nacionales que enfrenta el sector. Ojalá que dicho diálogo, no sea únicamente con sus subordinados, como el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) en voz de su dirigente. Sino con todos los maestros de México. Eso es vivir en democracia o… ¿me equivoco? Tiempo al tiempo.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/de-populistas-a-populistas-nuno/

Imagen: insurgenciamagisterial.com/wp-content/uploads/2015/10/Gilanton2.jpg

Comparte este contenido:
Page 2 of 2
1 2