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Conferencia de la Unesco examina desafíos de la educación

Inició este lunes en París la 41 Conferencia General del ente. Se extenderá hasta el 24 de noviembre.

La 41 Conferencia General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, (Unesco), inició este lunes en París, Francia, con el propósito de hacer frente a desigualdades educativas agravadas por la Covid-19 y propiciar debates sobre las políticas culturales, la necesidad de invertir más en educación y otros temas relevantes.

De acuerdo con la agenda, las deliberaciones se extenderán hasta el próximo 24 de noviembre, mientras que los días 10 y 11 tendrá lugar la Reunión Mundial de la Educación (GEM 2021) con la participación de numerosos jefes de Estado y Gobierno.

En la jornada inaugural, este lunes, se eligió al presidente de la Conferencia General, responsabilidad que recayó en el embajador de Brasil ante la Unesco, Santiago Mourao.

Se prevé que en la tarde sea ratificada la francesa Audrey Azoulay como directora general. Días atrás,  el Consejo Ejecutivo de la Unesco propuso postergar su mandato. Para el cargo no se presentaron oponentes.

El evento más trascendental ocurrirá este miércoles y jueves, cuando tendrá lugar la GEM 2021, espacio en que se presentará la Declaración de París.

Dicho texto tiene como objetivo central comprometer a los Estados miembros con el futuro de la educación en el planeta y trazar pautas en este sector, uno de los más golpeados por la pandemia de la Covid-19.

La Unesco hace un llamado  a los líderes de los Gobiernos y socios para que expresen su apoyo a la Declaración de París y se comprometan a invertir en educación para el futuro de la humanidad y del planeta.

La Conferencia General se realiza en el marco de la conmemoración del 75 aniversario de la Unesco, por lo que el próximo viernes se realizará una ceremonia especial alegórica a este hecho, con la participación de al menos 25 jefes de Estado y de Gobierno, además de una cifra elevada de ministros.

Según el director de Comunicación e Información Pública de la Unesco, Matthieu Guével, la comunidad internacional tendrá ante sí importantes decisiones a tomar.

En declaraciones a medios de prensa, Guével subrayó que desde 1946 el ente multilateral ha trabajado de forma incansable a favor de la cultura y la integración de las personas, bajo el criterio de que si podemos entendernos entre todos, seremos capaces de construir la paz y el progreso.

Fuente: https://www.telesurtv.net/news/conferencia-general-unesco-desafios-educacion-cultura-20211109-0010.html

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Hablando de ética: avances y retrocesos

Por: Marcelo Colussi

Observada la historia en su faceta material, obvio que se ha registrado un progreso monumental. La duda se abre en ámbito propiamente humano: ¿ha habido progreso en este sentido? ¿Puede haberlo?

«A veces la guerra está justificada para conseguir la paz«.

Barack Obama, ¡Premio Nobel de la Paz! (SIC)

¿Hay progreso en la historia humana? La respuesta depende de qué entendamos por progreso. La tendencia casi inmediata en nuestra cotidianeidad, marcada por un fuerte sesgo economicista, es concebirlo como «mejoramiento», como «superación», de suyo ligado al ámbito material. En general, sin embargo, esta reflexión no nos la planteamos en términos subjetivos: ¿se progresa espiritualmente?, ¿hay progreso cultural? La ética, ¿progresa? ¿Se mejora la calidad de lo humano?

Observada la historia en su faceta material, desde el primer ser humano de las cavernas hace dos millones y medio de años atrás hasta nuestros días, es más que obvio que se ha registrado progreso, un progreso enorme, monumental. Al menos en lo técnico, en lo material, en la forma en que nos relacionamos con la naturaleza e inventamos una nueva naturaleza «social». La duda se abre en el otro ámbito, en lo más propiamente humano: ¿ha habido progreso en este sentido? ¿Puede haberlo?

En principio podríamos estar tentados de decir que, aunque muy lentamente, la humanidad va progresando en términos éticos. Hoy, distintamente a la antigüedad clásica de tantos pueblos, ya no se practican sacrificios humanos; hoy, un déspota gobernante no puede pedir un festín de sangre o bajar el pulgar para ver cómo un ser humano mata a otro para solaz de los observadores. Al día de hoy contamos con leyes que protegen, cada vez más, la vida y su calidad. Se legisla el aborto y la eutanasia. Hoy la tendencia es buscar repartir los beneficios del progreso material entre todos, y no reservarlos para la familia real, para el sacerdote supremo o el cacique de la tribu. El machismo, aunque aún se practica día a día en forma repulsiva –la ola de femicidio no se detiene–, comienza a ser puesto en la picota. Y otro tanto sucede con el racismo, aunque como práctica social concreta siga existiendo (ahí está George Floyd, entre tantos otros, como infame recordatorio). Todo lo cual, entonces, nos puede hacer llegar a la conclusión que, sin dudas, sí hay progreso social. Aunque justifique las guerras, tal como lo dice el epígrafe, un afrodescendiente, un nigger puede llegar al sillón presidencial de la Casa Blanca.

Arribados a este punto, es necesario puntualizar un par de consideraciones fuertes, que sin dudas no pueden agotarse en este pequeño trabajo, y que llaman a su profundización: por un lado, es siempre muy relativo (¿precario quizá?, siempre en condiciones de retroceder) el «avance» que se da en la condición humana, en su esfera ética. Los «progresos» espirituales son de una naturaleza radicalmente diversa a aquellos otros del orden material. Si no hay Tercera Guerra Mundial (con energía atómica), podemos estar –relativamente– seguros que no volveremos a las cavernas y a las hachas neolíticas; pero no podemos estar tan seguros de que se ha afianzado de una vez y para siempre la cultura de la no violencia, la tolerancia y la convivencia pacífica entre todos los seres humanos, más allá de las pomposas declaraciones que se escuchan a diario y de la «corrección política» que se va imponiendo por todos lados. Una rápida mirada a la coyuntura mundial nos lo recuerda de modo feroz.

¿Cómo explicar, si no, que en la Rusia post soviética los otrora cuadros comunistas se tornen tan rápida y fácilmente despiadados capitalistas explotadores, o que en ese experimento tan singular que es la China socialista con economía de mercado, abierta la posibilidad de la acumulación –»Ser rico es glorioso» dijo Deng Xiao Ping– aparezcan multimillonarios similares, o superiores, a los del capitalismo occidental? Toda la fascinante tecnología que hemos desarrollado en milenios y nos llevó, entre otras cosas, a la energía atómica, no impidió que se lanzaran bombas nucleares sobre población civil no combatiente con una crueldad que puede empalidecer ante cualquier «primitiva» civilización del pasado. Aunque la justificación oficial del gobierno de Washington pueda parecer «piadosa» (evitar más muertes con un desembarco), la verdad es otra cosa: una absoluta demostración de poder. Esto, sólo por poner algún ejemplo. O para abundar algo en esta línea: la tecnología que permite el espectacular mundo moderno, con vehículos que surcan la faz del planeta a velocidades siempre crecientes, lleva al mismo tiempo a una catástrofe medioambiental de proporciones dantescas, ocasionada en muy buena medida por los motores que impulsan a esos vehículos. Y si se reemplazan los combustibles fósiles por energías no contaminantes, tal como utilizan los vehículos impulsados por baterías eléctricas para las que se necesita el litio como elemento básico, ahí está el golpe de Estado en Bolivia en el 2018. Y un magnate productor de algunos de esos vehículos (Elon Musk: «Derrocamos a quien queramos«) puede justificar el latrocinio muy alegremente, sin recibir condena alguna. ¿Progreso entonces?

Hay una idea cuestionable de progreso. Se puede, por ejemplo, destruir la selva tropical y a los pueblos que allí habitan para extraer petróleo con los que alimentar vehículos con motores de combustión interna, o matar «cholos» en Bolivia para quedarse con los Salares de Uyuni, ¿en nombre del progreso? Progreso, valga decir, que nos va dejando paulatinamente sin agua dulce para continuar la vida. ¿Puede decirse seriamente que hay «progreso» social si un habitante término medio de un país ¿desarrollado? como Estados Unidos consume un promedio de 100 litros diarios de agua, o más, mientras que un habitante del África negra sólo tiene acceso a un litro? Dicho sea de paso: por la falta de agua potable mueren dos mil personas diarias. ¿Cuál es el «progreso» humano en que asienta ese monumental absurdo? Porque lo peor de todo es que a ese blanco término medio que riega su jardín 3 veces por semana y lava sin cesar sus varios vehículos, no le interesa la sed de un semejante africano; es más: ni siquiera está enterado de ello. La tecnología, definitivamente, no tiene la culpa de esta locura en juego. La lectura serena y objetiva del estado del mundo nos fuerza a reflexionar sobre todo esto: ¿avanzamos o retrocedemos en términos éticos?

El poder sigue siendo el eje que mueve las sociedades; poder que se articula con el afán de lucro, que no es sino la contracara de la idea de propiedad privada, todas ellas absolutas creaciones humanas.

Justamente como la sed de poder no se ha extinguido, el trágico disparate en curso en la actualidad, con los halcones fundamentalistas manejando la hiper-potencia mundial (no importa cuál sea el presidente de turno sentado en la Casa Blanca), nos puede llevar de nuevo a las cavernas y al período neolítico (la guerra nuclear generalizada, aunque ya no exista la Unión Soviética y una frontal Guerra Fría, no es una fantasía de ciencia ficción; sigue siendo una posibilidad y está a la vuelta de la esquina). En tal caso no sería la «evolución» técnica la que nos devolvería a ese estadio sino –una vez más– nuestra dificultad para progresar en lo ético. Salvando las formas económicas, ¿es muy distinta en términos éticos una empresa petrolera o fabricante de armas de los Estados Unidos actual comparada con un faraón egipcio, por ejemplo, aunque hoy se llenen la boca hablando de responsabilidad social empresarial, contratando muchas mujeres, negros y homosexuales? ¿Qué diferencia en esencia a estas empresas «legales» de un cartel del narcotráfico?

«Es delito robar un banco, pero más delito aún es fundarlo«, decía sarcásticamente Bertolt Brecht. Las guerras –cíclicas, obstinadamente repetitivas– nos recuerdan de manera dramática estos desgarrones de nuestra mortal y evanescente condición: progresa la técnica, pero lo ético sigue siendo la asignatura pendiente. Hablamos cada vez más de derechos humanos y de respeto a la vida, pero en las guerras se sigue premiando como héroe de la patria a quien más enemigos mate. ¿Cómo entender eso? Dicho sea de paso también: el negocio más grande todos los actualmente existentes y aquél que ocupa la mayor inteligencia humana -y también la artificial– para la creación y renovación constante, ¡es la guerra! La producción de armamentos –desde una simple pistola hasta los misiles nucleares más poderosos– son el renglón más desarrollado de todos los que implementa la especie humana. ¿Lo qué más ha progresado entonces?

Más allá de esta primera consideración –de un talante pesimista seguramente– cabe un segundo comentario, no menos importante que el anterior, y con el cual se relaciona: aunque lento, tortuoso, plagado de dificultades, casi con valor de conclusión podemos decir entonces que efectivamente ha habido progreso social. Repitámoslo: hoy no se quema vivo a nadie por hereje; se pueden quemar libros, pero eso no es lo mismo. Hoy, aunque estamos aún lejísimos de alcanzarla, el tema de la justicia –económica, social, de género, étnica– es ya un patrimonio de la agenda de discusión de toda la humanidad; hoy, aunque persiste el machismo, ya no existe el derecho de pernada ni se utilizan cinturones de castidad para las mujeres, en numerosos lugares no se penaliza la homosexualidad permitiéndose los matrimonios entre iguales, y las leyes –ya universalizadas– fijan prestaciones laborales (aunque el capitalismo salvaje de estos años recién pasados está intentando borrar esos avances sociales).

En esta línea de pensamiento se inscribe una cantidad, bastante grande por cierto, de temas referidos a lo socio-cultural, que son incuestionables avances, mejoras, progresos en lo humano. La lista podría ser extensa, pero a los fines de mencionar algunos de los puntos más relevantes, podríamos decir que ahí entran todos los pasos que conciernen a la dignificación humana. No con la misma intensidad en todos los rincones del planeta, pero en el transcurso de los últimos siglos, con la modernidad que trajo una visión científica de la realidad, los derechos humanos hicieron su entrada triunfal en la historia. Hoy por hoy son ya una conquista irrenunciable. Se podrá decir que son un engendro occidental que, si se quiere profundizar, surgen como un camino paralelo a la lucha revolucionaria por el cambio social (el materialismo histórico no necesita ese complemento quizá); pero existen y marcan un camino de avance ético. Ya nadie puede matar por capricho a un esclavo, porque hoy ya se ha superado ese «primitivismo» de la esclavitud. Aunque hay que aclarar, no obstante, que la Organización Internacional del Trabajo ha denunciado que pese a nuestro «progreso» en materia laboral persisten cerca de 30 millones de trabajadores esclavizados en este siglo «hiper tecnológico», en muchos casos produciendo las maravillas industriales que se consumen alegremente en lugares donde la vida es simpática y próspera y nadie piensa en esclavos.

El siglo XX, luego de mostrar hasta dónde es posible llevar el hambre de poder de los humanos con la Segunda Guerra Mundial (tendencia de los varones, valga precisar, que son quienes realmente lo ejercen –el 99% de las propiedades del mundo están en manos varoniles–), dio como resultado el establecimiento de gestos muy importantes para asegurar esa dignidad de la que hablábamos arriba: se constituyó el sistema de Naciones Unidas y se fijó la Declaración Universal de Derechos Humanos. Pero la historia de estos últimos años mostró que, más allá de una buena intención, esas instancias no resolvieron –¡ni podrán resolver nunca!– problemas históricos de las sociedades (porque no pasan de decorosos remiendos); ahora que vemos naufragar esos tibios intentos luego de las «guerras preventivas» que impulsa Washington en un mundo que sigue marcado por el manejo vertical de los megacapitales globales, entonces, no podemos menos que afirmar que «estamos retrocediendo» en esos avances. Pomposas declaraciones y actitudes políticamente correctas: sí (hasta un presidente negro en Estados Unidos); cambios reales: no. Esta, entonces, podríamos decir que es la segunda aseveración fuerte: si ha habido algún progreso en lo cultural, ahora lo estamos perdiendo. O, dicho de otro modo, hay una tensión perpetua en la que se avanza y retrocede en un balance siempre inestable.

Lo que en el curso de los últimos dos siglos fueron avances en la esfera social, desde la caída de la Unión Soviética (primer y más sostenido experimento socialista de la historia), han venido retrocediendo sistemáticamente. Hasta incluso en el mismo seno de las Naciones Unidas, que habla pomposamente de derechos humanos, se perdieron conquistas laborales, aunque suene paradójico (en general el personal trabaja ahora por contratos puntuales, sin prestaciones laborales, precarizados). Si allí sucede eso, ya no digamos cuál es el grado de avasallamiento de los derechos de los trabajadores a escala global. Caído el emblemático Muro de Berlín, el capital se siente dueño absoluto del mundo; en estos pocos años se han perdido conquistas sindicales históricas, se retrocedió en organización político-sindical, se desmovilizaron actitudes contestatarias. Si volvían protestas callejeras espontáneas en el transcurso del 2019 alzando la voz contra las infames políticas neoliberales, la llegada de la pandemia de COVID-19 («curiosa» llegada, por cierto), las silenció, las postergó. Lo que se puede apreciar en estos últimos años, luego del proclamado «fin de la historia» con el derrumbe del campo socialista este-europeo, es que creció lo que podría llamarse «cultura light», la sobrevivencia no-crítica, el «amansamiento» colectivo. Es decir: se criminalizó la protesta como nunca antes. ¡Trabaje y no proteste, consuma y no piense!, pasó a ser la consigna universal. El actual confinamiento que trajo el coronavirus sirvió para aumentar esa tendencia. De hecho, se precarizaron más aún las condiciones laborales, y el trabajo hogareño, en buena medida, pasó a ser la norma. ¿Alguien diría que trabajar desde su caso es progreso?

Lo curioso, o complejo –¿trágico quizá?, ¿patético?– en todo este problemático y enmarañado ámbito del progreso humano es que mientras por un lado nos alejamos de los prejuicios más estereotipados y se comienzan a tolerar, por ejemplo, matrimonios homosexuales o que un afrodescendiente pueda haber llegado al sillón presidencial en el racista país que hoy hace las veces de potencia principal, al mismo tiempo ese mismo país (no el presidente, claro, sino los que tienen el poder decisorio final: blancos multimillonarios que manejan corporaciones multinacionales) diseña planes geoestratégicos que irrespetan las nociones elementales de derechos humanos modernos, permitiéndose invadir cuando quieren y en nombre de lo que quieren. Sin dudas que todo esto es contradictorio, complejo, difícil de entender. Y junto a eso, no olvidar, potencias capitalistas de Europa occidental, promotoras de los sacrosantos derechos humanos, en pleno siglo XXI… ¡aún mantienen enclaves coloniales! Sin dudas, avanzamos y retrocedemos al mismo tiempo.

Con las estrategias imperiales en curso mantenidas por Washington se han perdido importantes avances en relación al respeto y al entendimiento entre seres humanos, aunque se haya dado el importante paso de permitirse superar un racismo histórico que llevó a linchar negros hasta hace apenas unos años. ¿Avanzamos o retrocedemos entonces? Quizá, aunque pueda sonar a ciencia-ficción, haya grupos de poder que ya están concibiendo –¿quizá implementando?– estrategias para instalarse fuera de nuestro planeta, condenando a quienes se queden en esta maltrecha Tierra a sobrevivir como puedan… si es que pueden. Con lo que –una vez más– la edad de las cavernas y las hachas de piedra no se ven tan lejanas, metafórica y literalmente. ¿Quiénes detentan hoy el poder global? Los que tienen esas hachas y garrotes más grandes: los que tienen los misiles nucleares más poderosos. Nihil novum sub sole? ¿Nada nuevo bajo el sol?

En definitiva, decidir en términos académicos, en nombre de alguna pureza semántica, si avanzamos o retrocedemos moralmente, puede ser intrascendente. Si miramos la historia de la especie humana, hay avances; pero eso solo si hacemos una mirada de muy largo alcance, de siglos, o de milenios. Hay avances importantes (el movimiento feminista, las reivindicaciones étnicas, la aceptación de la diversidad sexual), pero hay retrocesos en la justicia social. Lo que está claro es que no puede haber cambio real y sostenible si no se avanza simultáneamente en todos los aspectos.

Marcelo Colussi

Analista político e investigador social, autor del libro Ensayos

mmcolussi@gmail.com,

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Fuente e imagen: https://www.alainet.org/es/articulo/210578

 

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El trabajo os hará libres

Por:  Manuel Jesús Pérez Alcázar

Desgraciadamente, este tampoco será un final. Sobreviviremos al Covid-19, lo cual no termino de saber si me anima. Lejos de una nostalgia por los olvidados, aquella mentalidad del norte —de la cual nos vienen advirtiendo desde hace tiempo— parece que ha encontrado la manera de asentarse.

Si molestaba la vida para el trabajo precarizado, se acaba con la vida. En cualquier conversación podemos oír esa idea que nos percute la cabeza “Salimos para lo necesario, trabajar” Se prohíbe toda vida a excepción del trabajo. Se ataca a aquello donde lo mediterráneo se hacía grande: la comunidad.

En ese hacer nuestro su eslogan, se inyecta el deseo de trabajar. No olvidemos que están y vienen los despidos. La tasa de desempleo en poco tiempo despegará y dejará a una cantidad de gente cuya salida queda en interrogante ¿a qué saldrá quien no tiene trabajo? ¿No es la calle necesaria? Se implanta entonces en nosotros el anhelo al trabajo. No al trabajo, a trabajar. No a trabajar, querer trabajar.

Alemania se inventa un nuevo confinamiento: Cerrar el ocio. Cada rincón de vida es amputado. Al oír la orden no pude quitarme de mi cabeza una idea: El ocio tiene un lugar físico. Se puede cerrar el ocio, porque el ocio existe como forma. Ya no hay un ocio abstracto, un ocio que acompaña al simple hecho del estar. Ser ocioso no era carecer de motivo. Andar también en abstracto.

Nuestras ciudades, las cuales llevan tiempo tomando forma de microcárceles de lujo: Urbanizaciones cerradas con piscina, pista de baloncesto, parques y barrotes. No tanto para que no entre la gente, con la idea de prohibir la salida. Toda urbanización es un microuniverso. La fuga de la cárcel está justificada para el trabajo.  Vive, pero no te mezcles con el entorno.

Hasta el momento toda vida era un mezclarse, un impregnarse de lo accidental. Hemos olvidado que todo hombre muere. Al olvidarlo, solo podemos pelear contra lo mortal. Sorprendiéndonos cuando no ganamos. Allí afuera, tras la puerta de casa o del trabajo, puedes morir. Si sales, puedes traer la muerte a casa ¿no hemos oído aquello de con quién has estado?

En esta nueva dicotomía entre vida y economía cabe preguntarse ¿qué es la vida? Recuerdo hace años, cuando estábamos intentando salir de la “otra” crisis, que quien es nuestro ministro de consumo planteaba muy bien la duda de la vida, decía: Vivir no es acumular tiempo, es tener calidad de vida. ¿Qué calidad de vida hay en este parón a fascículos en el que, paradójicamente, parecemos vivir?

Me decía una amiga la otra noche: De la izquierda no espero nada, pero como la derecha no pelee por volver al costumbrismo de antes ¿qué nos queda? Una de las medidas para salvar la hostelería es adelantar la cena. Lejos de analizar lo estúpido de adelantar nada —todo se adelantaría— ¿no vendrían todos estos cambios a quedarse?

Recuerdo aquel lejano mes de marzo en el que nos íbamos a encerrar durante quince días ¿Quién creía en esos quince días? No olvidemos que nos pidieron esforzarnos, que nos pidieron parar y lo hicimos. Una vez encerrados, “protegidos”, salió ese lenguaje bélico contra un enemigo ausente, invisible. Las calles vacías no mostraban más que a nuestros policías y soldados tomando las ciudades. Entonces cabria mirarse a uno mismo. Eso nos estaban diciendo. El enemigo no es el virus, ante el cual poco tienen que hacer las escopetas, éramos nosotros. Nuestra manera de vivir. El toque de queda en el que vivimos nos dice aquello que nadie quiere oír: No nos han educado.

La gente se llevaba las manos a la cabeza ante las palabras de Trump sobre Biden, el cual irónicamente advertía, “si gobierna Biden harán caso a los científicos”. La ciencia lleva tiempo postulada a favor de un sistema que quiere avanzar.

El progreso se ha postulado —y no por ello soy negacionista— Las redes de información nos muestran el apocalipsis fuera de nuestras tierras. Solo aquí estamos seguros —a esta idea atacó el ISIS—Las redes sociales nos dan un altavoz al vacio, como dar un grito sin tener que escucharlo. Un desahogo a nadie. Un soportar sin la idea del contacto que el propio verbo lleva implícita. La psicología para reorientarnos ante las crisis que nos asaltan ¿vivir no era una crisis? Ahora, lo sanitario para mantenernos frescos.

Quisiera estar, sin la necesidad de hacerlo ¿Qué es la vida? La pregunta sigue en el aire, pero tengo esa sensación de pérdida. Vivir no es una casa baja con la puerta a la calle, donde la transición salón y acera es inmediata. Vivir es un pasar filtros en forma de portales y puertas. Andar es un verbo olvidado, requerido para pequeños espacio. No un ocio. El metro es un transporte y el trabajo una liberación.

El trabajo os hará libres” que irónica es la democracia.

Fuente: https://nuevarevolucion.es/el-trabajo-os-hara-libres/

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Lo rural no debe ser atraso, sino otra vía de progreso

Por: Carlos Laorden. 

Los responsables en América Latina de las tres agencias de la ONU orientadas a la alimentación y la agricultura defienden la necesidad de contar con el campo para cumplir con la Agenda 2030

Durante décadas, «desarrollo» se ha entendido como antónimo de «rural». Y eso ha contribuido, al menos en América Latina y el Caribe a un cierto olvido, a una falta de integración del campo. O eso opinan, en conversación con EL PAÍS, los responsables en la región de las tres agencias de Naciones Unidas dedicadas a la alimentación y la agricultura. Cuando los países de la zona se reúnen en un foro en Santiago de Chile para ver cómo van sus deberes en cuanto a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (la agenda para un mundo mejor a cumplir en 2030) Julio Berdegué (FAO), Miguel Barreto (PMA) y Joaquín Lozano (FIDA) insisten en que mientras se margine al campo, no se alcanzarán esas metas. Pero primero hay que redefinir qué es el campo y entender todos: Gobiernos, empresas y ciudadanos que puede haber una ruralidad «moderna», sostenible y al tiempo respetuosa con las tradiciones y culturas.

La brecha entre las grandes ciudades y las zonas rurales es grande en prácticamente todos los países. En las primeras se ha avanzado en lucha contra la pobreza y el hambre, salud… y las segundas se quedan rezagadas. «Hay muchas políticas con un sesgo urbano muy fuerte, que no entienden que las características de la pobreza urbana y la rural son muy diferentes», apunta Berdegué, de FAO. «En el campo hay una mayoría de trabajadores informales, empresas muy pequeñas… Es un mercado laboral entre comillas muy distinto del de urbes como Santiago [Chile] o Guadalajara [México]».

LAS «AGENCIAS CON SEDE EN ROMA»

En la jerga de Naciones Unidas se les conoce como las «Rome-based agencies«, o agencias con sede en Roma. La FAO (agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura, el Programa Mundial de Alimentos y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola se ocupan principalmente de los hambrientos y los agricultores del mundo. Quienes, paradójicamente, en la mayoría de los casos son los mismos.

Las tres organizaciones trabajan en evitar duplicidades «a veces, incluso triplicidades«, en palabras de Berdegué, de FAO— y mejorar su efectividad. Eventos como este buscan visibilizar los problemas rurales y de los pequeños agricultores, ocultos muchas veces entre las cifras macroeconómicas o los análisis a nivel nacional. Ahora trabajarán estrechamente en tres países (Colombia, Haití y Guatemala) para mejorar el trabajo conjunto.

«Y aún dentro de ese ámbito, hay dos mundos rurales muy distintos», agrega Joaquín Lozano, del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola. «Por un lado hay una industria competitiva enfocada a la exportación, con acceso a tierras de calidad, y luego hay campesinos con tierras peores, a los que les falta acceso a los servicios básicos», señala. Las diferencias dentro de los países son enormes. «Si hacemos un zooming sobre Brasil, un país con éxito en lo económico y en la lucha contra la pobreza, veremos que hay municipios que se comparan con las aldeas más pobres de África», argumenta Lozano. Y muchas comunidades ni siquiera tienen acceso a los mercados para vender los productos de los que viven, añade Miguel Barreto, del Programa Mundial de Alimentos, que insiste en ello como la clave para evitar que se queden atrás.

«No se trata tanto de repensar los sistemas productivos como de adecuarlos a la modernidad», sostiene Barreto. Lozano coincide, y pide adaptar el campo a la «ambición» de los jóvenes rurales de hoy. «Hay muchas actividades de valor agregado, marketing, servicios… que se pueden llevar a cabo en el campo. Pero para eso hay que llevar internet, cultura, vías de comunicación…», apunta el responsable del FIDA, que se centra en dar créditos a proyectos de cooperativas. Porque el riesgo de que esos jóvenes vayan a las ciudades sin preparación adecuada es, según Lozano, que pasen de ser pobres a ser «aún más pobres».

“Llevamos 70 años con estrategias de desarrollo que  buscaban superar lo rural, y eso no se cambia de un día para otro”

Pero en toda esta dualidad rural – urbana, Berdegué insiste en hacer una reflexión. «Hay un concepto equivocado: en México una pequeña aldea de 2.501 habitantes se considera urbana, aunque la mitad de su población viva de la agricultura. Lo mismo en Chile», critica. Es definición hace que el ámbito rural (y sus problemas) queden minimizados por las estadísticas. «Y eso condiciona los recursos que vamos a destinar. Si creemos que el problema es pequeño, destinaremos menos esfuerzos», coincide Lozano.

Aunque todos están de acuerdo en que hay otro problema de definición el que encuadra a la mayoría de los Estados de la zona como economías de renta media— que afecta a los fondos que reciben para desarrollo, Berdegué no cree que el problema principal sea la falta de recursos. «Si medimos la voluntad política en función del presupuesto, creo que hay bastante voluntad política», mantiene. «En muchos países el problema no es tanto de fondos como de la calidad de las políticas públicas. En muchos casos se hacen políticas asistenciales hacia la agricultura familiar, en lugar de en apoyarles para que ellos puedan superar la pobreza». El representante de la FAO denuncia también los «importantes» problemas de «corrupción y clientelismo» en el gasto público rural.

Una mujer junto a sus cultivos en Ecuador.
Una mujer junto a sus cultivos en Ecuador. ALEJANDRA LEÓN ©PMA/WFP

Como ejemplo de esa falta de eficiencia en el uso de recursos, Barreto aprovecha para resaltar el cambio climático como un fenómeno que no se puede obviar. «En un estudio en Perú vimos que el Estado llegaba con transferencias de dinero a ocho millones de personas en áreas rurales, sin ningún componente contra el cambio climático, y esas poblaciones, por más que recibían millones cada año, no conseguían cambiar su situación».

El PMA, centrado tradicionalmente en llevar asistencia alimentaria, quiere seguir haciéndolo mediante los programas de alimentación escolar, pero con otro enfoque: «Si lo que se da a 96 millones de niños en la región se comprara a pequeños productores, habría un mercado cautivo grandísimo para estos: Brasil ya lo hizo de forma muy eficiente», señala Barreto. Pero también ir más allá y buscar, insiste su responsable, «integrar a las poblaciones rurales en los mercados» a través de redes de protección social contra la pobreza.

“Si hacemos un zooming sobre Brasil, un país con éxito en lo económico y en la lucha contra la pobreza, veremos que hay municipios que se comparan con las aldeas más pobres de África”

Porque la pobreza (y el hambre, y la malnutrición, y los problemas de salud…) afectan mucho más a quienes viven en el campo. Y más todavía a las poblaciones indígenas. «Sigue habiendo una idea en ciertos sectores de que si el territorio es de una comunidad indígena se puede más o menos disponer de él como si no lo habitara nadie», lamenta Berdegué. «Por suerte hoy día estos pueblos y los actores ambientales han aprendido a usar las herramientas de una democracia: recursos legales, acción política prensa… Pero la brecha era tan grande que a pesar de los avances las desigualdades son enormes», asume.

En definitiva, eventos como el que estas tres agencias y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura celebran hoy en el foro organizado por la CEPAL (la comisión económica de la ONU que reúne a los países de la región), tienen que ayudar a superar una visión del desarrollo dirigida a erradicar la ruralidad. «La población tiene que entender que si no trabajamos en ello, si lo vemos solo como una carga, tendremos problemas a largo plazo, incluso de seguridad pública», advierte Barreto.

«Guste o no, la mitad de las exportaciones en esta región son agroalimentarias», apunta Berdegué para destacar el peso de la agricultura en la economía regional. «Debemos fomentar una ruralidad dinámica, innovadora, pero llevamos 70 años con estrategias de desarrollo que buscaban superar lo rural, y eso no se cambia de un día para otro», reflexiona el subdirector general de la FAO. «Esto implica vencer muchas resistencias, porque hay quienes se benefician políticamente de que las cosas sigan siendo como son. Y tenemos que vencerlas por medios democráticos, que son más lentos, pero son los únicos posibles», defiende.

Fuente del artículo: https://elpais.com/elpais/2018/04/16/planeta_futuro/1523887469_688493.html?ssm=FB_CC

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Yaacov Hecht: “Hay que pasar de las asignaturas a las grandes preguntas”

04 de octubre de 2017 / Fuente: http://blog.tiching.com

Yaacov Hecht

¿Cómo surgió la idea de crear una Escuela Democrática en Israel?
Cuando era niño me resultaba muy difícil leer y escribir, por lo que durante el periodo escolar me sentí como un fracasado. Nadie veía mis puntos fuertes, únicamente se fijaban en mis debilidades. Así que abandoné la escuela cuando estaba en mi décimo curso.

¿Qué hizo entonces?
Desde que dejé la escuela hasta la actualidad sólo he hecho una cosa: acercar la educación a las fortalezas de los individuos. La educación debería empezar cuando uno descubre en qué áreas es más fuerte y el sistema educativo debe dar la oportunidad de desarrollar el tipo de aprendizaje que conecte con las habilidades del alumno.

¿Cuáles son las principales características que definen las Escuelas Democráticas?
Se gestionan de manera democrática, con un “Parlamento” donde se toman todas las  decisiones, y en las que existen comunidades que las ejecutan e incluso con mediadores que actúan cuando alguien se salta las normas. Otra característica de este tipo de escuelas es que cada alumno se construye su propio plan educativo en función de sus propias fortalezas.

Parece muy motivador…
Existe otra idea a la podríamos llamar “tutoría”, consistente en establecer relaciones estrechas entre un adulto, escogido por el alumno que actúa como mentor, y el propio estudiante. También  destacaría el hecho de que todos los contenidos se enseñan bajo las directrices que marcan los derechos humanos.

¿Y qué papel juegan los padres en este tipo de escuelas?
Tienen un papel muy importante. Pueden involucrarse en la toma de decisiones del “Parlamento” que celebramos cada viernes y actúan también como tutores de sus hijos. Es necesario que exista una estrecha conexión entre el tutor del alumno, los padres y el propio estudiante para conseguir trabajar juntos en su educación.

¿Cuál es la fórmula para fomentar que los alumnos quieran aprender?
Querer aprender es algo que forma parte de nuestra naturaleza, pero lo más importante es que el conocimiento que adquiramos sea significativo para nosotros. Cuando empiezas a aprender cosas que conectan con tu vida sientes que estás creciendo y, cuando lo haces y mejoras tus habilidades, conoces la magia del aprendizaje.

En su escuela no utilizan ni notas ni test. ¿Cómo se evalúa el progreso de los alumnos?
De la misma manera que me evaluaré al terminar esta entrevista, preguntándome cómo lo he hecho. Planteamos esta pregunta a los alumnos y les dejamos que sean ellos quienes  obtengan la respuesta. Luego los adultos escribimos sobre cómo pensamos que ha evolucionado el estudiante y establecemos un diálogo entre el profesor y el alumno que resulta muy interesante.

¿Cuáles son las diferencias principales entre un alumno que haya estudiado en una Escuela Democrática y otro que no?
En muchos aspectos son muy similares, pero los alumnos de las Escuelas Democráticas acaban siendo más valientes y activos socialmente. Basándome en distintos estudios, puedo afirmar que son más decididos a la hora de hacer lo que realmente les interesa y en lo que creen. Por otro lado, a partir de un  estudio que realizamos, pudimos observar que más del 70% de nuestros estudiantes, que actualmente tienen entre 30 y 40 años, estaban involucrados en alguna causa social, mientras que la media en la sociedad se sitúa en el 10%.

¿En qué consiste el proyecto de Education cities?
Hace cuarenta años entendí que si quieres encontrar las fortalezas de cada niño y construir un plan de aprendizaje personal alrededor de éstas, es necesario ir más allá del área escolar.  Entonces pensé en la idea de convertir toda la ciudad en una gran escuela. Para ello, convertimos todas las organizaciones privadas y públicas, los museos, las bibliotecas, los estadios… en sitios en los que las personas puedan ir y aprender. De esta manera hemos podido crear un nuevo modelo de aprendizaje.

¿Cómo está funcionando?
Mucha gente en Israel quiere formar parte del networking de las Education cities. Toda la ciudad se ha convertido en un enorme laboratorio de innovación. Hemos construido un nuevo proceso de aprendizaje en el que todos se convierten en profesores y estudiantes.

¿Qué tres cosas cambiaría sobre educación?
El contenido que enseñamos. Tenemos que pasar de las asignaturas a las grandes preguntas. Construir el currículum en base a preguntas del estilo, ¿cómo construir el mundo en 2050? y alrededor de éstas, establecer diálogos y discusiones entre profesores y estudiantes desde la perspectiva de los contenidos que se enseñarían en las asignaturas tradicionales.

¿El segundo cambio?
Modificar el proceso de evaluación de los estudiantes. Yo haría test con acceso a Internet, como defiende Sugata Mitra, ya que significaría un gran cambio en la enseñanza al obligarnos a no poder transmitir contenidos que puedes encontrar  en Google. Finalmente, cambiaría el aprendizaje por edades, lo que denomino como learning community. No entiendo por qué se hace así. Los grupos de aprendizaje deben mezclar alumnos de edades distintas en el que todos puedan actuar como profesores y estudiantes.

¿Cuál es el papel de las nuevas tecnologías en las Escuelas Democráticas?
Es una pregunta muy interesante, ya que si me la hubieras planteado cuando fundé la primera escuela te hubiera dicho que la tecnología no era importante y esto es lo que mantuve durante mucho tiempo. Pero todo cambió cuando uno de mis alumnos me enseñó lo que era Internet y entendí las posibilidades que nos ofrecían las nuevas tecnologías, lo cual nos impulsó a convertimos en la primera escuela con Internet gratis en Israel.

Fuente entrevista: http://blog.tiching.com/yaacov-hecht-hay-que-pasar-de-las-asignaturas-las-grandes-preguntas/

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Colombia: Ausencia de una política integral no deja avanzar en materia de innovación

Colombia/26 de Junio de 2017/

Mientras en el país no exista una conciencia clara de la importancia de la innovación y la tecnología como motor de crecimiento y desarrollo, y el compromiso decidido de una política pública integral con recursos importantes para fomentar el desarrollo de la ciencia y tecnología; será imposible dar un salto significativo en el índice global de innovación. Los resultados para 2017, puesto 65 de una muestra de 127 países, confirman que seguimos en el mismo intervalo de los dos años anteriores, puesto 63 en 2016 y 67 en 2015. Lo anterior se refleja en el escaso avance en materia de la producción científica y tecnológica, en la sofisticación de los negocios y en los bajos niveles de gastos en I+D, entre otros indicadores.

Las razones de este estancamiento son diversas y recoge problemas de corto y largo plazo, se requiere de manera urgente superar la debilidad institucional, mejorar la infraestructura, repensar el modelo de desarrollo en función del conocimiento privilegiando la producción de bienes con importante valor agregado y lo más importante, evitar que continúe el desfinanciamiento de la educación pública en todos los niveles, como requisito fundamental para formar ciudadanos ilustrados al servicio de la ciencia y el progreso.

Fuente: http://www.elcolombiano.com/opinion/opinion-editorial/ausencia-de-una-politica-integral-no-deja-avanzar-en-materia-de-innovacion-FH6779474

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Technical Education Key to Industrial Revolution in Ghana

Ghana/22 de Mayo de 2017/Allafrica

Resumen:  La educación técnica es clave para la revolución industrial en Ghana. Las ambiciones que tenemos para este país van a ser fructíferas y depende en gran medida de lo que va a suceder en lugares como este, que estarán en el centro de la revolución industrial de nuestro país. 

The President Nana Addo Dankwa Akufo-Addo has hinted of government’s resolve to reposition technical education to be the centre of the country’s industrial revolution.

«If the ambitions we have for this country are going to come into fruition, a great deal of it depends on what is going to happen in places like this. You are going to be at the centre of the industrial revolution of our country,» he stated.

The President was addressing the Ho Technical University community as part of his two day working visit to the Volta Region at the weekend.

He said the country could not continue to be a raw material producing nation, emphasizing that it would continue to be poor if it went down that line.

The President said government was therefore prioritizing educational expenditure, especially technical education to change the structure of the country’s economy.

 He promised to complete abandoned projects at the Ho Technical University and charged the students to study hard to contribute to the progress and development of the country.

The President said Ghanaian was a rich country and called for unity among the citizenry and underscored the need for all to eschew corruption, tribalism and focus on excellence in the interest of the country.

Earlier, he paid a courtesy call on Togbe Afede XIV, Agbogbomefia of Asogli and President of the National House of Chiefs and reiterated his commitment to fulfilling promises made during the campaign and developing all parts of the country.

Fuente: http://allafrica.com/stories/201705150900.html

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