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Estados Unidos: Universidades de Florida crean un grupo de ayuda legal por la justicia racial

Redacción: ES

Las facultades de derecho de una docena de universidades de Florida crearon una coalición que ayudará a grupos comunitarios que luchan por la justicia racial y reformas políticas como respuesta al movimiento contra la discriminación tras la reciente muerte de varios afroamericanos en Estados Unidos.

La idea es «abogar por el cambio y la justicia racial» tras «los horribles asesinatos de Ahmaud Arbery, George Floyd y Breonna Taylor, entre muchos otros», expresó Erin O’Connor, decana de la Universidad Estatal de Florida (USF).

El nuevo Consorcio de Justicia Racial de las Escuelas de Derecho de Florida (FLSCRJ) enfatizará los roles de los abogados en el avance de la justicia social y ayudará a los estudiantes de derecho a desarrollar «la conciencia que necesitan para hablar en contra de las desigualdades».

«El consorcio brindará oportunidades importantes para que nuestros estudiantes apasionados y dedicados usen sus voces para efectuar el cambio», enfatizó la decana.

La iniciativa «hará que nuestros estudiantes sean abogados más fuertes y menos miopes», señaló por su parte Laura A. Rosenbury, de la Escuela de Derecho Levin de la Universidad de Florida, otra de la universidades que se sumó a la iniciativa.

Algunos campos en los que se prevé trabajarán incluyen cambios en el proceso por el cual los menores de edad son acusados como adultos y la igualdad de fondos en distritos escolares públicos.

Igualmente se enfocará en tatrar de poner fin a sentencias penales dispares basados en la raza, como también asegurar que las empresas que sean propiedad de afroamericanos tengan acceso a préstamos y contratos estatales.

Otro campo será la aprobación de ordenanzas locales y estatales diseñadas para lograr igual salario por igual trabajo, entre muchas otras posibilidades.

Anthony E. Varona, decano en la Facultad de Derecho de la Universidad de Miami, agregó que el consorcio planificará reuniones académicas y de líderes profesionales para debatir, idear y proponer reformas legales.

Estados Unidos ha vivido una ola de protestas tras la muerte del afroamericano George Floyd en mayo pasado a manos de un policía blanco en Minesota, crimen que ha hecho más visibles otros casos de violencia racial.

Fuente: https://es.noticias.yahoo.com/universidades-florida-crean-grupo-ayuda-160223219.html?guccounter=1&guce_referrer=aHR0cHM6Ly93d3cuZ29vZ2xlLmNvbS8&guce_referrer_sig=AQAAAFK8CrQWaDKQuowsNNaegMnGWH5-MpAeb-Kbvtct7KH_75Bf8r-zu6BHlPPAy-5ODfU2Be6RjZSAsihSSmqHlGsvwXsu0SmKUiJ13Rz4PZyeHmvrTnyhBQ9rb3j6PvCH_E2KtAUkab_Ezg4R-e6QaFIdhDvKpqQtCendXHWuOhBE

 

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«Se tapa la nariz como si yo estuviese apestando»: La cantante indígena Tamya Morán habla sobre el racismo en Ecuador

América/Ecuador/08/07/2020/Autor: Edgar Romero G. Fuente: https://actualidad.rt.com/

«Para mí la vida estudiantil en la universidad fue muy dura y todo era gracias al racismo; peor si eres mujer y eres indígena», cuenta.

 

"Se tapa la nariz como si yo estuviese apestando": La cantante indígena Tamya Morán habla sobre el racismo en Ecuador

Cuando la ecuatoriana Tamya Morán Cabascango ingresó a la universidad, en 2013, sintió, por primera vez, una acentuada discriminación.

Morán, cantante y joven kichwa de la localidad de Cotacachi, en la provincia ecuatoriana de Ibarra, ganó una beca del programa de diversidad étnica en la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), a más de 102 kilómetros de su hogar.

«Para mí la vida estudiantil ahí fue muy dura y todo era gracias al racismo; peor si eres mujer y eres indígena: el racismo es más fuerte en las mujeres que en los hombres, porque es un medio racista y encima machista«, cuenta en entrevista con RT.

Ni siquiera había comenzado en la casa de estudios, cuando ya tuvo un primer episodio de discriminación. Buscaba la sede de la universidad y una señora se le acercó y le dijo: «Mijita, ¿estás buscando trabajo? Aquí están buscando a una empleada», tras asumir que, por ser indígena y estar caminando por una zona de «gente acomodada», ese era su objetivo.

La cantautora ecuatoriana Tamya Morán Cabascango, durante una de sus presentaciones.Facebook / Tamya Moran

Ya dentro de la universidad, la discriminación comenzó desde el primer día, cuando les dieron la bienvenida. «Aquí hay papel, no se sorprenderán. Y por favor, no se robarán el papel», les dijo el director. Eso causó risa a los nuevos alumnos, pero a ella no: «No sé si tengo poco sentido del humor, pero para mí fue muy malo que haya dicho que éramos delincuentes o porque uno es pobre siempre tiene que robarse algo».

Indígenas en América Latina

«En la región, ningún grupo étnico racializado está exento de ser víctima de discriminación racial», dice la socióloga Esther Pineda. Sin embargo, agrega, «países con mayor presencia indígena –como Bolivia, Ecuador, México, Perú– suelen tener formas de racismo anti-indígenas más visibles«.

América Latina tiene una amplia población originaria. Según el estudio ‘Latinoamérica indígena en el siglo XXI’, que el Banco Mundial publicó en 2017, estos pueblos representan el 8 % de la población de la región.

Sin embargo, según ese informe, los pueblos indígenas también constituyen el 14 % de los pobres y el 17 % de los extremadamente pobres de la región.

En Ecuador, según datos del Centro Caribeño y Latinoamericano de Demografía (CELADE), de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), apenas 6,97 % de la población se autodefine como indígena, pese a que el gubernamental Plan de Desarrollo 2017-2021 señala que existen 14 nacionalidades y 18 pueblos originarios.

Mural en la entrada de Cotacachi, Imbabura, Ecuador, donde está pintada Tamya Morán.Edgar Romero / RT

La cifra de Ecuador está muy por debajo del 41,79 % de quienes se reconocen como indígenas en Bolivia, 41,20 % en Guatemala, 23,73 % en Perú y 15,12 % en México.

«Eres una necia»

La joven cantante cuenta que para ir a la universidad generalmente vestía con jean o ropa casual, pero en ciertas ocasiones, cuando consideraba que así lo ameritaba, se ataviaba con su traje tradicional kichwa, que incluye anaco (falda), camisa bordada con motivos florales, faja y alpargatas.

«Mucha gente cuando me veía con pantalón ni pensaba que era indígena; entonces tenía amigos. Pero cuando había una exposición, yo venía con anaco y ¡pum!, ahí se frenaba todo. Eres indígena, bueno, te he visto y no me acuerdo«, relata.

Además, la entrevistada explica otro episodio puntual. «Una vez llegué con anaco, así bien bonita. Y cuando me siento al lado de un chico, se tapa la nariz como si yo estuviese apestando. Lo regresé a ver y le digo: creo que el que debería bañarse eres tú, tú eres el que apesta realmente. Y me cambié de asiento», denuncia.

En otra oportunidad, en la casa de estudios comenzaron a pedir a los estudiantes que mostraran su carné para el ingreso a los edificios. Morán comenta que al pasar junto a amigos «mestizos» no les solicitaron el documento; sin embargo, cuando trató de ingresar nuevamente, junto a amigos indígenas, de trenza larga, les impidieron el paso y les exigieron la identificación.

«Cuando nosotros estábamos en la puerta sacando el carné, pasa un chico rubio, blanco y ojos azules, y le dicen: ‘Siga, por favor’. Él ni siquiera se molestó en tener que abrir su mochila para sacar el carné», critica la joven.

Ante ello, Morán decidió no mostrar su documento e ingresó al edificio, mientras los guardias la seguían. Cuando una de las secretarias de la facultad, enterada de lo sucedido, le llamó la atención a los oficiales, uno de ellos contestó: «Lo que pasa, señorita, es que nosotros como guardias tenemos un perfil de la gente que estudia aquí«.

Deshumanizados, excluidos e invisibilizados: Los múltiples rostros del racismo en América Latina
Deshumanizados, excluidos e invisibilizados: Los múltiples rostros del racismo en América Latina

La explicación del guardia enfureció todavía más a la secretaria que, según Morán, «tiene raíces afro». «A ver, dígame cuál es el modelo que ustedes siguen aquí en la universidad, porque si es así, yo tampoco podría entrar», replicó la mujer.

Tras hacer esta denuncia, desde el programa de diversidad étnica le dijeron: «Eres una necia»; frase que se repetiría posteriormente y que, según explica Morán, «también solían usarla los antiguos dueños de haciendas para decírsela a los indígenas cuando eran fuertes y no podían decir sí a todo».

«¿Por qué estás cantando en español?»

Estando en la universidad, en una oportunidad, la invitaron a una radio. La entrevista, que era grabada, la conducía una persona reconocida que, ahora, dirige una fundación donde forman a líderes, incluyendo a indígenas.

A la radio, Morán fue acompañada por un guitarrista colombiano. Al inicio de la conversación, la locutora le dice: «¡Pero es que a ustedes los indígenas, la (universidad) San Francisco les regala las cosas!».

Mujeres indígenas ecuatorianas.udapt.org

«Eso me molestó tanto que, apenas terminó, yo le dije que los que estamos ahí realmente nos merecíamos estar […] Creo que le molestó, porque se esperaba que yo le dijera: ‘sí, muchas gracias universidad por darnos tanto'».

A su respuesta, Morán añadió que lo que le han brindado es para devolver un poco de todo el dolor que ocasionaron a los pueblos indígenas desde la conquista. La conversación se caldeó más, comenzando los ataques por parte de la locutora: «¿A ver, tú eres indígena? entonces ¿por qué estás cantando en español?» y  «¿por qué si eres indígena y eres de Ecuador estás cantando una canción colombiana?«, puesto que la joven había decidido interpretar un tema de la cantautora de Colombia Marta Gómez.

La locutora le echó en cara sus estudios en antropología y la invitó a educarse más. Y volvió a salir a flote la palabra «necia».

En su propio país, además, Morán no ha escapado de frases racistas como «es que los indígenas huelen mal, es que los indígenas son pobres porque quieren, porque son vagos […] los indígenas o los pobres se embarazan como conejos«.

Pese a todas estas experiencias, Morán salió victoriosa de la universidad. Es cantautora, compositora y música, además de cantante profesional de jazz, género que fusiona con sus raíces andinas y otros estilos musicales. Destaca como una de las principales exponentes artísticas de Cotacachi.

«Indio preso»

Además del relato personal de Morán, hay otros casos colectivos. Uno de los más recientes ocurrió en octubre de 2019, cuando los pueblos indígenas se rebelaron contra el «paquetazo» del presidente Lenín Moreno. Entonces, hubo ataques racistas, principalmente verbales, contra los manifestantes.

En medio de los caldeados ánimos, Jaime Nebot, exalcalde de Guayaquil, ciudad de la región Costa, dijo a los indígenas que protestaban «que se quedaran en el páramo», haciendo referencia a que no podían protestar en esa urbe. Mientras, los periodistas Anderson Boscán y Luis Eduardo Vivanco, de La Posta, en una de sus intervenciones, entre risas, expresaron: «Indio encontrado, indio preso».

En las redes sociales, en ese entonces, se podían leer insultos como «horda de indígenas», «emplumados», «esos indígenas son animales salvajes», «indígenas siempre mal acostumbrados a hacer lo que se les da la gana», «malditos indígenas, se creen los dueños del país», «brutos», entre otros.

El país «ha sido testigo de un incremento peligroso de expresiones con alta carga de regionalismo, racismo, discriminación y odio a pueblos y nacionalidades» indígenas, denunció entonces el estatal Consejo Nacional para la Igualdad de Pueblos y Nacionalidades (CNIPN).

Añadió que a la gravedad de los dichos se le suma que quienes los dicen «son personas de trayectoria pública, que fungen un liderazgo político». También repudiaron la posición de los medios de comunicación, a los que exhortaron a «generar y orientar noticias, editoriales, crónicas y opinión pública, desde los principios de responsabilidad, ética y profundo conocimiento de la realidad plurinacional».

Fuente e imagen: https://actualidad.rt.com/actualidad/356784-ecuador-racismo-indigenas-testimonio-tamya-moran

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El racismo, colonialismo e imperialismo presentes que a nadie parecen importar

Por:  Alberto Rodríguez García

La posmodernidad nos está llevando a unos tiempos en los que todo se relativiza, todo carece de sentido y todo está vacío de contenido. Una época de pobreza intelectual en la que solo importan los símbolos y donde ni siquiera los símbolos significan nada.

Así pues, mientras en nombre de la ilustración se vandaliza la figura de Mustafá Kemal Ataturk, el padre de la Turquía moderna y secular, se evita señalar a regímenes sectarios que condenan a su población al yugo de una fe impuesta. Así pues, mientras en nombre de la vida se vandaliza un memorial a los veteranos de la Segunda Guerra Mundial, se evita hablar de la mayor crisis humanitaria de nuestros tiempos, provocada por la intervención de Arabia Saudí en Yemen. Así pues, en nombre del anticolonialismo, se evita cuestionar la financiación mil millonaria por parte de EE.UU. de un etno-Estado creado a partir de la colonización y la expulsión de población nativa en la otra punta del mundo: Israel. Así pues, en nombre del anti-esclavismo, se vandaliza la figura de Miguel de Cervantes, autor de una de las mejores obras que jamás ha conocido la literatura universal, y esclavo en Argel. Porque mientras se vandaliza la figura de Cervantes, se ignora el esclavismo institucionalizado que existe a través de un sutil vacío legal, el sistema Kafala, en Líbano, Jordania y el Golfo, a saber: Arabia Saudí, Oman, Qatar, Kuwait y Emiratos Árabes Unidos. Porque basando ‘la lucha política’ en cuestiones de siglos atrás –cuando no peleando contra piedras–, la vida sigue sin que nada sustancioso cambie.

La posmodernidad nos ha llevado a una era en la que el supremacismo aflora desde los complejos y, aunque parezca contradictorio, el odio a uno mismo. Con su máximo exponente en el mundo anglosajón, existe una especie de paternalismo rancio que hace a los sujetos (pseudo)revolucionarios odiarse por el colonialismo, el esclavismo, las guerras religiosas y el imperialismo de siglos atrás… mientras ignoran que hoy todavía hay esclavismo, expansionismo y sectarismo fuera de Europa que, dicho sea de paso, no es el centro del mundo.

«Esta especie de memoria histórica –aunque más bien es memoria selectiva– demuestra que los objetivos no son ni la reparación ni aprender de los errores del pasado, sino perder el tiempo en un club de amigos políticos»

Sin minimizar la colonización de Norteamérica sobre el exterminio de su población nativa, o el genocidio congoleño por parte de los belgas, tendemos a olvidar que la Dinastía Omeya logró establecer el Imperio Islámico mediante el filo de sus cimitarras. Que durante los siglos XVI y XIX, cristianos de Italia, España, Francia y Portugal fueron capturados y esclavizados por corsarios otomanos. Del mismo modo que los europeos no fueron los únicos que compraron y utilizaron a esclavos negros. No tan conocido es que Tanzania fue durante años un importante mercado que conectaba África Oriental con los Árabes. Y en ese mercado, también se vendían esclavos. Esta especie de memoria histórica –aunque más bien es memoria selectiva– demuestra que los objetivos no son ni la reparación ni aprender de los errores del pasado, sino perder el tiempo en un club de amigos políticos.

Es absurdo flagelarnos –como si tuviese algún tipo de utilidad– por problemas del pasado a los que todavía hoy, en el siglo XXI, en 2020, ni siquiera se les ha puesto solución. Sin olvidar jamás el papel de las potencias coloniales en el desarrollo del esclavismo, hoy en Mauritania dos de cada 100 personas están esclavizadas; estamos hablando de por lo menos 90.000 esclavos en el país. Hoy muchos países de la ONU brindan su apoyo al Gobierno del Acuerdo Nacional libio, aunque dentro de su territorio todavía haya mercados de esclavos subsaharianos tan brutales como los del pasado.

Locales ayudan a refugiados rohinyás a su llegada a la costa de Indonesia, 25 de junio de 2020.Antara Foto/Rahmad / Reuters

Es indignante ver británicos atacar desbocadamente figuras del pasado colonial o cultural mientras no se cuestionan las bases de su sistema; mientras ni siquiera se plantean, hoy, descolonizar Gibraltar o las Islas Malvinas. Resulta indignante la hipocresía de los mandatarios de la Unión Europea solidarizándose con un movimiento a miles de kilómetros, en EE.UU., mientras –violando resoluciones del TJUE, es decir, el propio sistema de la UE– firman acuerdos de pesca con Marruecos en el Sahara Occidental; un territorio todavía pendiente de descolonización. Mientras no se cuestiona seguir apoyando al Estado de Israel que a julio de 2020 amenaza con anexionarse territorios ya ocupados, y como sus maestros anglos hicieron, intentando acabar con la población nativa que ni siquiera obtendría la nacionalidad tras la anexión. Porque a quienes les asusta la colonización vista a través de los libros de historia, parece no importarles tanto cuando sucede frente a sus ojos en directo.

Hablar de apropiación cultural significa entre poco o nada cuando esos mismos activistas de moral pura ignoran que ahora mismo está habiendo genocidios culturales. En 2019, la UNESCO alertó de que en Turquía hay 15 idiomas amenazados, de los cuales el Gagavuz, el Asirio y el Ladino prácticamente están extintos. El Abaza, el Homshetsma, el Griego Póntico, el Romani, el Suret y el Armenio occidental también están camino a su desaparición en un país en el que el AKP, a la turquificación forzosa, le ha añadido la islamización de la sociedad. Como lamentaba el entonces director de la UNESCO Koichiro Matsuura, «la muerte de un idioma lleva a la desaparición de muchas formas de herencia cultural intangible».

«Está muy bien reivindicar el antiracismo, el anticolonialismo y el antiimperialismo, pero mientras estas consignas se sostengan en sucesos de hace siglos, tengan una forma abstracta e ignoren los problemas contemporáneos, quedarán en simple palabrería, en simple «postureo» estético para Redes Sociales y, con suerte, para la campaña electoral de algún demagogo».

Y en este contexto de exterminio cultural que a nadie parece importarle, el Gobierno turco sigue avanzando contra las minorías autóctonas como una horda que arrasa con todo. Recep Tayyip Erdogan ya ha anunciado que quiere reconvertir Santa Sofía, una de las basílicas más importantes para la iglesia ortodoxa de oriente, en una mezquita; en una especie de referencia neoimperialista y sectaria a la conquista otomana de Constantinopla. Porque la dominación imperial no es algo de hace siglos, y es que hoy la Turquía de Erdogan aspira al establecimiento de un neo-Imperio Otomano; haciendo del GNA libio su protectorado, estableciendo la lira turca en el norte de Siria o lanzando operaciones militares en el norte de Irak como si ese territorio les perteneciese.

De nada sirve culpar ‘al malvado hombre blanco’ de todos los males, forzando un risible ‘white shaming’ (autoavergonzamiento blanco), mientras se cierran los ojos ante la violencia hindutva (supremacistas hindúes) en la India contra los civiles de Cachemira, mientras se cierran los ojos ante los abusos de los árabes del Golfo contra los trabajadores extranjeros que carecen de los derechos más básicos, mientras se cierran los ojos ante las prácticas genocidas de Birmania contra los rohinyás o mientras se cierran los ojos ante el odio xenófobo en Sudáfrica de los zulúes hacia otros grupos negros o los bosquímanos joisán; la única población que puede considerarse autóctona y que hoy viven marginados sin su derecho aborigen a la tierra.

Está muy bien reivindicar el antiracismo, el anticolonialismo y el antiimperialismo, pero mientras estas consignas se sostengan en sucesos de hace siglos, tengan una forma abstracta e ignoren los problemas contemporáneos, quedarán en simple palabrería, en simple «postureo» estético para Redes Sociales y, con suerte, para la campaña electoral de algún demagogo. Contra el racismo, sí. Contra el colonialismo, sí. Contra el imperialismo, sí. Pero los del siglo XXI, los de 2020.

Fuente e imagen: https://actualidad.rt.com/opinion/alberto-rodriguez-garcia/358345-hipocresia-activismo-posmoderno-racismo-colonialismo-imperialismo

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Preguntas sobre el borrado de la historia de la esclavitud y el abuso colonial

Por: Gilad Atzmon

¿Están también dispuestos los jóvenes británicos y estadounidenses que realmente se sienten culpables por los crímenes coloniales y racistas de sus antepasados ​​blancos a estar sujetos a un impuesto especial solo para blancos que asigna una parte significativa de sus ingresos a las organizaciones negras para que finalmente la justicia pueda prevalecer? ¿Apoyarán estos jóvenes espíritus revolucionarios blancos, por ejemplo, un proyecto de ley que impida a los blancos (incluidos sus padres, por supuesto) pasar su riqueza a sus descendientes para que se haga justicia y los negros puedan ser compensados ​​por siglos de abuso racista? Realmente estoy tratando de descubrir el verdadero significado de «culpa blanca», ¿tiene consecuencias personales?

Dado que la historia de la criminalidad del Imperio Británico es vasta, me pregunto si nuestros jóvenes revolucionarios llenos de culpa también se sienten responsables de la situación en Palestina. ¿Van a presionar al Gobierno británico para que ponga fin a sus lazos con Israel hasta que se restablezca la justicia en Palestina y se invite a los pueblos indígenas de la tierra a regresar a sus pueblos y ciudades? ¿Están esos jóvenes antirracistas británicos dispuestos a presentarse y disculparse con el pueblo de Pakistán o Irlanda? ¿Y qué hay de la gente de Dresde? En resumen, me gustaría saber cuáles son exactamente los límites de este “despertar ético” poscolonial británico.

Me pregunto si aquellos que insisten en derribar los monumentos de Churchill están dispuestos a aceptar la posibilidad de que David Irving haya tenido razón a lo largo de su lectura del líder británico.

Dado que la izquierda ha librado una batalla intensa e implacable contra la noción de «revisionismo histórico», me pregunto si aquellos que actualmente insisten en «dejar las cosas en claro» entienden que lo que hacen de facto es revisar el pasado. ¿Es posible que la izquierda finalmente haya aceptado que el revisionismo es el verdadero significado del pensamiento histórico?

Finalmente, ¿están los jóvenes que se adhieren a los valores progresistas y de izquierda e insisten en un futuro mejor, más diverso y antirracista, dispuestos a admitir que todavía existen esclavos negros? Pregunto porque hasta la fecha ninguna voz de izquierda o progresista se ha presentado para afirmar que estamos hablando de la esclavitud negra y los capitalistas.

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Fuente: https://rebelion.org/preguntas-para-borrar-la-historia-de-la-esclavitud-y-el-abuso-colonial/

Traducido del inglés para rebelión por J. M.

Fuente Original: https://gilad.online/writings/2020/6/19/questions-to-do-with-erasing-the-history-of-slavery-and-colonial-abuse

 

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El racismo es una construcción histórica y social

Por: Sergio Ferrari 

Decenas de movilizaciones antirracistas recorrieron las principales ciudades del mundo en las últimas semanas protestando contra un flagelo tan complejo como *escondido*. Miles de personas, también en Suiza, participan de estas manifestaciones a pesar de las restricciones sanitarias debidas a la pandemia.

“Esas reacciones no me sorprenden para nada ya que el movimiento de denuncia no es nuevo, existe desde hace varios años”, subraya Izabel Barros, una de las fundadoras de la organización helvética Berner Rassismus Stammtisch.

Esta dinámica de protesta tiene un doble significado: la denuncia de una realidad casi cotidiana, que padecen, aquí, muchas personas negras. Y, por otra parte, la solidaridad activa con las protestas que se dan en otras partes del mundo para denunciar brutalidades racistas, explica Izabel Barros, brasilera, *afro descendiente y de raíces indígenas* -según su propia definición-, quien llegó al país hace 15 años como parte de un intercambio universitario.

“Mi objetivo, entonces, era realizar estudios en la Universidad de Friburgo sobre la guerra de las religiones en Suiza, pero mis profesores me señalaron en ese momento que no era adecuado que en tanto extranjera me lanzara a investigar una temática tan específica de la historia nacional”, recuerda con cierta ironía.

Fue así que, para la entonces joven estudiante, la temática del colonialismo y el esclavismo, incluyendo la responsabilidad helvética en este sistema-proceso, se convirtió en tema central de análisis y guía rectora de su dedicación profesional y asociativa.

Paradójicamente, esa vivencia inicial en Suiza, “con condimentos un tanto discriminatorios a nivel académico”, la reorientaron a la problemática del colonialismo-racismo, que constituye hoy, para ella, una prioridad cotidiana.

Concluido su master en Historia y Sociología en la Universidad de Neuchâtel, Barros, junto con sus colegas de la Fundación suiza Cooperaxion lanzaron, en tanto pioneras, las visitas guiadas a través de los “vestigios del colonialismo y la esclavitud”. Las realizan en las ciudades de Berna, Friburgo y Neuchâtel, dotadas de sólidos argumentos históricos y de calidad pedagógica. Centenares de personas – especialmente estudiantes- participaron de las mismas en los últimos 7 años.

Racismo a la “helvética”

“El racismo es la continuidad de la esclavitud. Es una construcción histórica y social, en la cual Suiza, como la gran mayoría de las naciones europeas, participaron activamente, de una u otra manera”, explica Izabel Barros.

Entre el pasado colonial y la realidad actual, un puente repleto de historia, de sacrificios y de sufrimientos humanos, reflexiona. “El racismo golpea hoy a muchas personas en su día a día. Les complica la búsqueda de un empleo; su desarrollo profesional; el contar con una vivienda digna; el ejercicio de las relaciones sociales; sufrir controles de las autoridades policiales por el solo hecho de su identidad, fenómeno conocido como perfil racial”, subraya.

Según la Comisión Federal contra el Racismo, principal entidad oficial dedicada a esta temática, existen unas 100.000 personas negras en Suiza susceptibles de “vivir una situación particular”: ataques físicos y verbales, carentes de instrumentos de apoyo, con el sentimiento de sentirse desvalorizados en la propia sociedad suiza.

En su Estudio de referencia sobre la problemática, publicado a fines del 2017, donde presenta Recomendaciones sobre el tema del racismo anti-Negro en Suiza, afirma que las personas de color pueden confrontarse cotidianamente “a la discriminación sistemática y a las estigmatizaciones”. Y padecen de “numerosos prejuicios … en el sentido de que serían irracionales, emotivas, perezosas, sin pudor, violentas y tendrían comportamientos criminales”.(https://www.ekr.admin.ch/pdf/Studie_AntiRassismus_F.pdf).

“El color de la piel pesa”, reflexiona Izabel Barros, subrayando, por ejemplo, los controles sistemáticos y especiales de documentación en la vía pública que sufren las personas negras y no sufren las personas blancas, subraya.

El pasado 11 de junio, en el marco de las movilizaciones de solidaridad contra el asesinato en Estados Unidos de George Floyd, una quincena de asociaciones, hizo público un comunicado que enfatiza “que la violencia policial racista también es una realidad mortífera en Suiza”. En el mismo dan los nombres de 23 personas muertas en el país, en los últimos 20 años, en hechos ligados a la intervención de fuerzas policiales o de seguridad. Todos casos debidamente registrados.

Sin llegar a la muerte han sido conocidos en los últimos años procesos jurídicos resultantes de la identificación pública exigida por policías a gente de color. Entre ellos, el de Mohamed Wa Baile, negro de nacionalidad suiza, hecho que fuera ampliamente mediatizado en el año 2018.

Brutalidad global

La salida de tanta gente a las calles para protestar, reflexiona Barros, “es el resultado de la comprensión del racismo como un sistema global y estructural, que excede las fronteras nacionales de un país en concreto”.

Muchas de estas protestas, aquí, analiza, no fueron convocadas por las organizaciones que desde años trabajan en esta temática. “Tuvieron y tienen un condimento altamente espontáneo, integrando a nuevos participantes, muchos de ellos jóvenes, analiza. Todo esto, muestra la amplitud del problema, “que está subyacente y comprueba lo fructífero del esfuerzo de concientización que sobre el tema se viene haciendo desde hace mucho tiempo”. Y que a nivel internacional implica la participación de millones de personas en Europa, Estados Unidos, América Latina y en tantas otras regiones, puntualiza.

¿El racismo es igual en todas partes?, preguntamos a la también militante feminista. “Hay particularidades específicas, por ejemplo, en América Latina”, responde. En Brasil, por ejemplo, se trató de “vender” el mito de una democracia racial, argumentando que todos somos iguales ante la ley. “En realidad se trata de un modelo impuesto por una élite blanca a la mayoría de la población que es afro descendiente, con casi cinco siglos de esclavismo por detrás. En América Latina, completa, “nuestra identidad es de asimilación, pero al mismo tiempo de mucha revuelta y violencia explosiva”.

A nivel más académico, completa, también existe una diferencia significativa entre la mirada latinoamericana, vivencial, que parte de ser “víctimas directas del racismo y la segregación” y la percepción de ciertos intelectuales -incluyendo algunos de la autodenominada izquierda europea-, que “priorizan el análisis de clases por sobre los de raza y de género. Y posponen así la solución de estos temas, “que para nosotros son esenciales y prioritarios, al cambio de sistema, estructural, futuro, a largo plazo”, afirma.

El Estado, solo asume a medias

La preocupación de la Suiza oficial ante el racismo constituye una realidad concreta en los últimos años. El Estudio que mandató la Oficina Federal contra el Racismo -dependiente del Ministerio Federal del Interior- y que realizaron investigadores de la Universidad de Zúrich enumera múltiples recomendaciones.

Entre ellas, la necesidad de una mayor apertura de la Administración Pública a las minorías; evitar estigmatizaciones y excesos verbales de parte de los responsables políticos; promover que los medios de comunicación traten de forma correcta este delicado tema. Además, urgen “a la Conferencia de Comandantes de las Policías Cantonales y a la Conferencia de Directoras y Directores de los Departamentos Cantonales de Justicia y Policía, a asumirse garantes, incluso públicamente, del respeto a las minorías y reforzar las medidas necesarias”. Instan también a crear instancias de apoyo y sugieren al mundo académico promover la investigación necesaria en cuanto a protección contra la discriminación y el racismo”.

Buenas propuestas -aunque el Estudio tiene lagunas- pero insuficientes, reflexiona la joven activista antirracista.  “Todo será limitado e incompleto en tanto el Estado no reconozca y corrija el racismo estructural existente”. Lo que explica que, a pesar de una relativa buena voluntad oficial, “muchas de estas recomendaciones hayan quedado como simples deseos, pero no sean aplicadas debidamente”, concluye.

Fuente: https://rebelion.org/el-racismo-es-una-construccion-historica-y-social-2/

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Chile: Mapuches chilenos piden investigar a fiscal por dichos racistas

América del Sur/Chile/28-06-2020/Autor(a) y Fuente: www.telesurtv.net

En su declaración pública, autoridades tradicionales y comunidades mapuche de la provincia de Malleco, aseguraron que no aceptarían las disculpas del fiscal Carlos Obreque.

La Comunidad Mapuche Autónoma Temucuicui, en Chile, rechazó mediante un comunicado oficial los “dichos racistas” del fiscal adjunto de Victoria, Carlos Obreque, quien, refieren, dejó entrever su “manifiesta discriminación, realizada en contra de un pueblo” a través de sus cuentas de redes sociales.

Además, instaron a investigar las causas de esta fiscalía, pues “ha dejado clara su falta de imparcialidad respecto de las investigaciones que de ahí emanan en contra de personas del pueblo mapuche”.

En su declaración pública, autoridades tradicionales y comunidades mapuche de la provincia de Malleco, aseguraron que no aceptarían las disculpas de Obreque, “puesto que solo lo menciona para bajar el perfil a la situación y amortiguar las sanciones que deberían realizarle por el grave delito cometido en contra del pueblo mapuche”.

En tanto, exigieron también “que este fiscal antimapuche abandone inmediatamente el Ministerio Público por ser un peligro para las comunidades mapuche”, quienes, anunciaron, recurrirán a “acciones legales» en contra del persecutor.

A través de su cuenta de Facebook, Obreque se refirió a la caravana de vehículos que viajó desde Malleco a Temuco para entregar una carta al presidente chileno, como «las medias camionetas”, y a continuación agregó que “está bueno el tráfico de marihuana y armas en las comunidades».

Luego de borrar el post, el funcionario de Victoria pidió disculpas a quien se haya podido ofender, refiriendo que había realizado un comentario “tremendamente irreflexivo y desafortunado que no representa mi pensar ni el de la institución donde me desempeño».

Sin embargo, la Comunidad Mapuche Autónoma Temucuicui advirtió “la gravedad de la situación”, al tratarse “de un funcionario público que pertenece a la Fiscalía de Chile y que se desempeña donde habitan numerosas comunidades mapuche».

Al respecto, la Fiscalía de La Araucanía informó que estas opiniones son personales y no representan el sentir de la entidad jurídica; además de que se abrió una investigación sumaria en contra de Obreque.

Fuente e Imagen: https://www.telesurtv.net/news/chile-pueblo-mapuche-pide-investigar-fiscal-racista-20200624-0039.html

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Educación, racismo y aceite barato

Por: Cinthia Wanschelbaum

En el campo de la educación, uno de los problemas que comenzó a aflorar con mayor fuerza, a partir de la forzosa virtualización que se produjo con la pandemia, es el de la desigualdad educativa.

La desigualdad educativa no es un fenómeno nuevo, ni resultado específico de las diferenciales posibilidades de acceso a la educación a distancia. Es una relación social históricamente configurada que excede a las condiciones de estudio actuales, pero que la virtualización hizo profundizar.

Hace unos días escribí un artículo en el cual relataba las historias de Felipe y Maite. Maite vive en un barrio popular de Rosario. Hasta que llegó el coronavirus, estaba estudiando en una escuela de adultos. Tiene un hijo y trabaja en un supermercado. Tanto a ella como a su hijo se les complica la posibilidad de la continuidad pedagógica. En el barrio en el que viven no hay conexión y el gasto que genera la utilización de datos con el celular es mucha plata que, con su salario, no puede pagar. Felipe vive en la ciudad de Santa Fe, estudia en la universidad, su papá es profesor y su mamá maestra. Comparten la computadora que hay en la casa o, en su defecto, utilizan el celular. Felipe está pudiendo cursar sin ningún tipo de problema sus clases, amén de las tensiones pedagógicas que genera lo virtual.

Esta es la historia de dos jóvenes, que viven en la misma provincia, en el mismo momento, pero de muy distintas formas. Si bien sus desiguales condiciones de existencia no son una novedad, la crisis sanitaria y la virtualizacion de la educación las profundizaron, a la vez que las hicieron más visibles para el conjunto de la sociedad.

Lxs personajes ficcionales de mi artículo viven en la provincia de Santa Fe. Hace unos días, el presidente de Argentina, Alberto Fernández, anunció la intervención y expropiación de Vicentín, que es una de las empresas cerealeras más importantes del país y que justamente tiene su planta de producción en esa provincia. Seguramente, para muchxs de nosotrxs, antes del día en el que se dio a conocer la diversificada producción de esta corporación, el vínculo más directo, por así decirlo, con la empresa era a través de sus aceites. O por lo menos, así lo era para mí porque era el aceite que usaba mi abuela. Quizás mi abuela, como miles de consumidores de ese alimento, no advertían que cocinar con ese aceite constituye un acto social y mucho menos que esa práctica cotidiana podía tener vínculo con las desiguales condiciones de acceso al derecho de la educación. A comienzos de los años 2000, Michael Apple, uno de los pedagogos críticos más importantes de Estados Unidos, escribió un texto a partir de una anécdota personal ocurrida en un local de comidas rápidas. En esa obra reconstruye lo que ocurrió con la educación de las niñas y los niños en un país asiático donde se plantan las papas que luego, por toda una cadena de producción, devienen en las papas fritas baratas de ese local de fast food, el más conocido a nivel mundial. En ese texto, nos enseñó que comer una papa frita barata es una acción social que contiene atrás todo un conjunto de relaciones sociales desiguales en términos de clase, género y raza, que produjeron que miles de niños y niñas de ese país en Asia se quedaran sin escuela.

Como se está denunciando y demostrando actualmente, durante el gobierno de Macri, Vicentín -como tantas otras empresas- fue beneficiada por el Estado de diferentes formas. Y si de capitalismo/neoliberalismo estamos hablando, y si al capitalismo estamos analizando, siempre que se beneficia un sector, a una clase, en este caso al empresariado, se lo hace en detrimento de otra. El proyecto político-económico-cultural del macrismo se sustentó en el extractivismo en todos sus sentidos y dimensiones. De la naturaleza, sí, pero sobre todo de una clase para satisfacer a otra. Vicentín sobrevivió durante muchos años a costa de un Estado que lo financió a la par que desfinanció y desmanteló programas educativos, como, por ejemplo, el Plan Conectar Igualdad que garantizaba que lxs estudiantes de todos los niveles del país y sus docentes tuvieran computadoras y formación en el uso de las mismas, de modo de generar mayores niveles de igualdad. Con Apple, podríamos decir entonces que detrás de las imposibilidades de conexión de Maite y detrás de cada bocado de los fideos Don Vicente existe un conjunto de relaciones sociales que privilegiaron el salvataje de empresarios millonarios y la ganancia empresarial, por sobre el financiamiento de la educación.

¿Qué estoy queriendo decir? Que el problema de la imposibilidad de conexión no es ni técnico, ni estrictamente educativo. Es un problema político. Y que las diferentes posibilidades de acceso a la educación en las condiciones actuales que impuso la pandemia no son una novedad, sino que expresan relaciones sociales históricamente construidas en una violenta y arrolladora desigualdad.

Y eso es lo que el asesinato de George Floyd en Estados Unidos vino también a denunciar.

Hace unos días, en una de las tantas movilizaciones que se están produciendo en todo el imperio –que nos está mostrando su fase de decadencia–, una maestra sostenía una pancarta que decía “Debería estar en casa enseñando a mis estudiantes ciencia. Sin embargo, estoy acá enseñando a la policía de Nueva York que mis estudiantes son personas”. En ese pizarrón del pueblo, sintetizó la historia de violencia y racismo hacia los afroamericanos que existe desde el origen mismo de los Estados Unidos.

Las calles y movilizaciones se han convertido en la nueva escuela de resistencia popular. Miles de jóvenes, a costa de arriesgar su vida contagiándose de covid-19, todos los días salen a las calles a combatir a un sistema que, como la pandemia ha demostrado, no da para más.

Expropiar para educar y movilizar para enseñar pueden convertirse en las prácticas educativas más necesarias de este momento histórico, para que la opresión por raza, género y/o clase no existan nunca más.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/274423-educacion-racismo-y-aceite-barato

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