Page 14 of 49
1 12 13 14 15 16 49

¿Por qué nos quedamos cortos al enseñar sobre racismo?

Por: .

“Todos somos iguales”, “el color no importa”, “la raza no importa”, solo existe una: la raza humana, estas son ideas que hemos escuchado repetidamente en los salones de clases a lo largo de nuestras vidas. En teoría, estas ideas suenan justas, ideales, un perfecto reflejo del deber ser. ¿Pero son hechos reales? ¿Comprobables?

Cuando hablamos de casos como los de George Floyd, Philando Castile, Breonna Taylor, Maxene Andre, Allen Locke y Ramona Bennet entre otros, existe un común denominador entre quienes ejercieron violencia contra ellos. Ninguno de los agresores era ciego al hecho de que el color de la piel de las víctimas los colocaba dentro de una minoría social.

Es muy posible que la situación que llevó a la muerte de estas personas hubiera sido muy distinta si ellos hubieran pertenecido a un grupo social diferente, o incluso, no habría sucedido tal cosa. La pertenencia al grupo social que los puso en la posición en la que fueron asesinados fue determinada exclusivamente por el color de su piel y características físicas asociadas a su grupo étnico o nacionalidad.

Afroamericano, Haitiano, Nativoamericano. Si podemos entender que el color de la piel y la etnicidad son el disparador de diversas situaciones de injusticia social, ¿por qué todavía pensamos que educar a los niños para que sean “ciegos al color de la piel” los hará capaces de ver las injusticias sociales ligadas a este atributo? ¿O que este tipo de enseñanza jugará un papel importante en desmantelar el racismo sistémico?

Buscamos educar para erradicar el racismo, retirando de la conversación el elemento más básico que lo genera: el color de la piel. Para cuando el estudiante se gradúa de educación básica, puede que sepa que el racismo existe y que está mal ejercerlo, pero no tiene las herramientas para entender las bases sobre las que el racismo se sostiene.

Una historia de racismo y ciencia

Es difícil enseñar sobre racismo cuando no tenemos la apertura y libertad en el aula como para hablar de su historia. Como maestros denunciamos el racismo como algo incorrecto y sin base científica, pero dejamos de lado todos los trabajos realizados a través de siglos que trataron de sustentar las diferencias raciales a través de la ciencia.

Aprender sobre la teoría de la evolución de Darwin es básico en las clases de ciencias naturales y biología, pero todos los contenidos y recursos educacionales cortan el programa antes de llegar al punto de cómo las teorías darwinistas fueron la base del trabajo de académicos como Arthur de Gobineau, Herbert Hope Risley y Ernst Haeckel, tres de los autores más importantes que promovieron el racismo científico.

Este grupo de académicos defendía la idea de que el color de la piel estaba ligado a características físicas e intelectuales jerarquizables. Sostenían argumentos que hoy vemos como absurdos, como por ejemplo, decir que las personas de raza negra estaban más cerca de los simios en un aspecto evolutivo porque los dedos de sus pies eran más fuertes y eso era reminiscencia de la estructura física del mono, que requería de pies más fuertes para balancearse en los árboles; también medían el tamaño del cráneo de las personas en la India para medir su inteligencia y ubicarlos en castas.

Estas teorías fueron refutadas y destacadas del repositorio científico por autores como Franz Boas, Margaret Mead, Zora Neale Hurston, Ella Cara Deloria Boas y Ruth Benedict, quienes sustentaron que no existen diferencias estructurales que afecten las capacidades físicas o intelectuales de ninguna persona con base en la “raza”. Pero el daño ya estaba hecho, la idea de raza y sentido común racial ya estaba incrustada en el pensamiento colectivo, cuando estas ideas ya no tenían una base científica de donde asirse, pasaron a un rubro de donde sería aún más difícil erradicarlas: la arena social.

El oxímoron de cultura y raza

La ciencia tuvo un rol importante en cimentar el concepto de raza y sus diferencias, y aun después de que el racismo científico fue expulsado de la comunidad académica de ciencias exactas, miles de antropólogos, filósofos, sociólogos y expertos del rubro cultural siguen combatiendo los efectos de la migración del racismo científico hacia las ciencias suaves. Como lo explica Antony Peterson, profesor adjunto de la Universidad Nazarena de Trevecca, “No existe la cultura en el atributo físico del color. No hay habilidades musculares o mentales relacionadas con el nivel de melanina. No hay características personales, ni virtudes, vicios o valores consecuentes del color de la piel”.

“La raza no existe, pero sí importa.”

Peterson deshilvana las bases sobre porqué la educación para la justicia racial no atiende realmente las raíces o problemas causados por el racismo. Además, sostiene que en las escuelas se les enseña a los niños que la raza existe, pero que no importa, cuando en la vida real hay una abrumadora evidencia de que es al revés. La raza no existe, pero sí importa.

Los profesionales de la educación son prisioneros de la creencia que la mera mención sobre el tema de las razas tiene un alto potencial de exagerar las diferencias entre los alumnos de diversos grupos étnicos, así como minimizar las similitudes, exacerbar los problemas interraciales y generar conflicto innecesario.

Esto nos lleva a una narrativa falsa y limitada que niega a maestros y estudiantes la oportunidad de reflexionar sobre cómo estas diferencias culturales fueron creadas como políticas impuestas para someter a grupos étnicos. La clave es no quedarse en la superficie de estos supuestos culturales. Por ejemplo, si se pretende hablar de por qué en Estados Unidos hay tantas personas negras que no saben nadar, la idea sería rechazar el prejuicio de que tienen menos habilidades físicas para esto y llamar a una conversación seria sobre la historia de las piscinas públicas, la segregación racial que mantuvo a la comunidad afroamericana fuera de las piscinas y de las clases de natación por décadas.

Todo lo que entendemos como diferencia racial tiene una raíz histórica que es importante analizar y entender para conocer las variables que generan la injusticia social con base en la raza. Puede que la ciencia ya haya confirmado que las razas no existen, pero tomar esa verdad científica como único argumento admisible para combatir el racismo, ignora la verdad social de los millones de personas que son devaluadas diariamente por un concepto sin validez científica, pero con un peso social tan grande que divide a la humanidad de acuerdo a un criterio tan absurdo como absoluto: el color de la piel.

Fuente del artículo: https://observatorio.tec.mx/edu-news/racismo-cientifico

Comparte este contenido:

El racismo en Cuba: eliminado por leyes, sobrevive en las calles

El líder del Parlamento, el vicepresidente de la República y la viceprimera ministra en Cuba son negros. Pese a ello, a casi seis décadas de una proclamación de igualdad hecha por la revolución cubana, el racismo permanece en la vida doméstica.

«El racismo en Cuba es muy hipócrita (…) Nadie dice yo soy racista, aunque lo sea», afirma a la AFP el investigador Tomás Fernández, de 79 años, autor de varios libros sobre el tema.

Las políticas públicas en la isla buscan atender siglos de desigualdad tras la esclavitud (abolida en 1886), promueven acceso a la educación superior y a cargos públicos. Pero el racismo prevalece, y rara vez se aborda en los medios estatales.

En el argot local, la mujer blanca que tiene un novio negro «quema petróleo» o «está atrasando la raza», pero él, la «adelanta».

El académico y etnólogo, Jesús Guanche, delimita una veintena de definiciones para aludir a los colores de piel, entre ellas el «negro-azul» (de piel muy oscura), y los cubanos se refieren al cabello crespo como «malo».

«Hay algo que es un lastre, que sí está, muy sutil, que es el prejuicio que sigue funcionando», opina el pintor Salvador González, de 71 años y artífice en La Habana de El Callejón de Hamel, un bastión de la rica herencia africana.

El activista afro Alexander Holl, de 22 años y estudiante de Historia, sostiene que en la isla el color de la piel «influye mucho» en las relaciones.

«Es común que muchas familias blancas le digan (a sus hijos) que no se relacionen con tal o mas cual muchacho (afrodescendiente)», y «cuando uno desea estar con una muchacha blanca, se da cuenta de que eso a veces es un impedimento», ilustra.

-No hay «odio racista»-

Reconociendo la magnitud del problema, el presidente Miguel Díaz-Canel anunció en noviembre un programa para «eliminar definitivamente los vestigios del racismo».

En Cuba, sólo el 9,3% de sus 11,2 millones de habitantes se reconoce negro, un 26,6% se admite mestizo, mientras que el 64,1% se dice blanco, según el censo de 2012.

El opositor Manuel Cuesta (57), afrocubano, considera que en Cuba hay «un racismo simbólicamente cordial, de vestigios y remanentes, estructuralmente oculto, instalado en las dinámicas económicas, institucionales y políticas» del país.

El debate racial reapareció recientemente impulsado por las protestas tras el crimen contra George Floyd en Estados Unidos, y la reciente muerte del afrocubano Hansel Hernández, 27 años, acusado de robo, en un presunto enfrentamiento con la policía.

«Ambos hechos han puesto el tema racial de nuevo en la discusión, aunque el debate real se vive en las redes sociales», opina Cuesta. Sectores críticos del gobierno vincularon a Hansel con Floyd.

«Un hecho lamentable, pero que no puede asociarse ni analizarse como si fuera un crimen racista. Aquí (en Cuba) no existe ese odio racista», precisa Fernández.

Para el investigador Roberto Zurbano, existe sí una «carga racial» y un «itinerario de carencias que accidentaron la malograda vida» de Hansel, «su entorno social y su bajo nivel de expectativas».

-Racismo en las calles-

En 1962, Fidel Castro dio por superada la discriminación racial. Pero eso no la detuvo.

Según un estudio el instituto alemán GIGA en 2019, en Cuba el 50% de los blancos aseguran tener una cuenta bancaria contra solo el 11% de los negros; el 31% de los blancos ha viajado al extranjero contra el 3% de los negros. Y los blancos controlan el 98% de las empresas privadas.

«Éramos románticos y no percibimos que el problema de la discriminación racial era mucho más profundo», y que «no desaparece por una ley», se lamenta Fernández.

En 2003, Castro admitió un racismo subyacente «asociado a la pobreza y a un monopolio histórico de los conocimientos» por parte de los blancos.

En el Parlamento, el 40,5% de los 605 diputados son negros y mestizos, incluyendo su presidente Esteban Lazo. También la mayoría de miembros del Consejo de Estado, el vicepresidente del país Salvador Valdés y la viceprimera ministra, Inés Chapman.

Holl llama a no caer en la trampa oficial de «medir el número de negros y mestizos que hay en el parlamento o en el gobierno, para demostrar que el racismo no existe».

«El verdadero racismo está en las calles, en las condiciones estructurales y económicas endebles que tiene la población negra y mestiza», argumenta.

«Que tú me garantices un derecho en la ley, no significa que yo tenga todas las condiciones económicas y sociales para hacer válido ese derecho», sentencia Holl.

Fuente: https://www.france24.com/es/20200717-el-racismo-en-cuba-eliminado-por-leyes-sobrevive-en-las-calles

Comparte este contenido:

Tumbar estatuas de racistas en Estados Unidos: re-escribir la historia

Por:  Pietro Ameglio

 

En el artículo anterior reflexionábamos acerca de la originalidad y radicalidad en el terreno de las acciones de lucha social -y no sólo de solidaridad con víctimas- que se estaba dando en las masivas movilizaciones sociales noviolentas de Estados Unidos, a raíz del brutal y aún impune asesinato del Sr. George Floyd, por el trabajo conjunto de 4 policías de Minneapolis el 25 de mayo pasado. Apuntábamos que una de las acciones que más nos habían emocionado y mostrado de que la radicalidad iba ‘a fondo’ hacia los actores e instituciones -por la elección de atacar clara y directamente a sus símbolos principales- era la quema de patrullas y un cuartel de policía de esa misma ciudad. Advertíamos de no pre-juzgar esas acciones desde la mirada hacia los instrumentos usados -armas de fuego- sino hacia el objeto material y simbólico atacado, con el fin de señalar con toda precisión lo que debe ser destruido y cambiado de raíz, hasta reducirlo en cenizas. En el tiempo inmediato posterior se confirmó esta hipótesis de radicalidad, de que se trataba de acciones noviolentas en la línea del sabotaje, sin ningún afán de venganza hacia personas con uniforme, y que la lucha no iba a seguir con ese tipo de acciones que corrían el riesgo de atemorizar a la población y evitar la suma masiva indispensable para las movilizaciones. La prueba estuvo en el carácter totalmente noviolento de las incesantes manifestaciones diarias que siguieron en numerosos puntos del país, en cómo la gente entendió bien el mensaje y no ha parado de integrarse, y en que los cambios más profundos promovidos por las organizaciones agrupadas alrededor del Black Lives Matter han apuntado a modificaciones lo más concretas y de fondo posibles: en los sistemas, presupuestos, entrenamientos y lógicas policiales. Asimismo, otro aspecto muy interesante y ejemplificante de este movimiento es su capacidad para desarrollar formas de liderazgo colectivas, inclusivas, donde la organización está por encima de cualquier protagonismo o mesianismo público individual.

Desobediencia Civil contra el racismo y la esclavitud

Se han intensificado en este proceso una enorme cantidad de acciones de construcción de paz y noviolencia, y proponemos aquí reflexionar un par, una de desobediencia civil y la otra de no-cooperación. Si estamos a favor, desde la mirada noviolenta, de quemar patrullas y cuarteles en la ciudad del infame asesinato, imaginémonos cómo no estarlo en la destrucción de estatuas de figuras históricas inmorales en sus acciones racistas y explotadoras. Se han desatado en algunas ciudades europeas, australianas, neozelandesas y de EU una serie de investigaciones populares acerca de figuras históricas que tenían estatuas y que habían sido manifiestamente racistas, esclavistas o “colonialistas genocidas”. Así, cada día se han tumbado y siguen tumbándose o quemándose monumentos o estatuas de todo tipo de personajes con algunas características de este tipo en sus vidas o en periodos de sus vidas -por ejemplo racistas, colonialistas, esclavistas, imperialistas. conquistadores, genocidas…- como George Washington, Robert Lee, Albert Pike, Andrew Jackson, Junípero Serra, Cristóbal Colón, Juan de Oñate, el rey Leopoldo II de Bélgica, Thomas Picton, Henry Dundas, John Calhoun, Cecil Rhodes, Piet Hein, Witte de With, Hans Egede, Edward Colston, Winston Churchill …y hasta fue destruido un poste de flagelación en Delaware. Tan sólo en Inglaterra, por ejemplo, se han identificado unas 80 estatuas más y seguro irán por ellas…

No se trata, por otro lado, de un hecho novedoso en la historia, recordamos la estatua de Lenin tumbada en Berlín y en Moscú en 1989 con la caída del Muro y en Kiev (Ucrania) en diciembre del 2013; la de Sadam Hussein en Bagdad en abril del 2003; la de Colón el 12 de octubre de 1992 por indígenas chiapanecos en San Cristóbal de las Casas, en un preámbulo del levantamiento zapatistas del 94.

Profundicemos en la caracterización de esta acción, a partir de un diálogo imaginario. ¿Destruir estatuas o monumentos es un acto de desobediencia civil? Claro que sí, porque están colocadas allí según una ley y reglamentación del orden público, porque representan a los poderes y a la autoridad en el imaginario social. Entonces, ¿la desobediencia civil va contra el orden público y la democracia? No. ¿Por qué no, si destruye una estatua pública legal? A esta pregunta se podría responder con otra pregunta: ¿Y si la estatua es de un racista esclavista: es injusto, ilegal e ilegítimo destruirla, quisiera usted que sus hijos la reverenciaran como modelo de vida a seguir? Pero, ¿destruir la estatua de un racista no es un acto vandálico (con el perdón hacia el pueblo bárbaro vándalo)? No, es un acto de desobediencia civil que ayuda a humanizar la vida pública, que “ordena” el orden social. ¿Y de qué tipo de desobediencia civil se tarta? Es “defensiva” porque se hace por “objeción de conciencia” individual, en este caso contra un “héroe inmoral”; y “ofensiva” porque ataca legítimamente un símbolo inmoral del poder (M. Randle).

De aquí se desprende, que no toda ley u ordenamiento público son legítimos y éticamente correctos y, bien decía Gandhi: “es un deber de conciencia desobedecer a esas leyes injustas”. Tomar conciencia de esta sencilla verdad histórica, corroborada hasta la saciedad en todas las sociedades mundiales, ha sido la piedra angular de los mayores avances en la humanización de nuestra especie, y es también uno de los mayores “obstáculos intelectuales, epistémicos y morales” que tiene la inmensa mayoría de la población mundial para avanzar en el cambio social. Sin crear una “ruptura” ante este obstáculo no es posible pedirle a nadie que participe en acciones de la desobediencia civil, e incluso en las de no-cooperación. Se trata, además, de una de las principales consignas y prácticas de la noviolencia y la construcción de paz: la desobediencia debida a toda orden inhumana (J.C.Marín).

¿Hacia una nueva reinterpretación pública de la historia?

Creemos que la acción es más profunda que la quema de símbolos públicos inmorales, algo ya fundamental, porque en el fondo se está proponiendo una nueva re-lectura de la historia local, nacional y mundial, a partir de enfoques decolonizadores, no racistas ni eurocéntricos. Este fenómeno se está dando desde hace tiempo en muchos espacios mundiales, populares y de academias científicas, y tiene que ver también con la búsqueda de rigor histórico -tan imprescindible para la construcción de la paz y la democracia, para el pensamiento autónomo-, y con la apropiación social de los espacios públicos. Es así también una reivindicación del papel fundamental que tiene en una sociedad la recuperación y dignificación de su memoria y verdad histórica, desde la búsqueda lo más posible de objetividad en sus hechos y actores sociales, y no como la reafirmación de una ideología del poder dominante. Una historia reconstruida “desde abajo” y desde el pensamiento crítico, desde las reivindicaciones de las luchas más justicieras y libertarias, como paradigmas de la dignidad individual, social y nacional.

En futuro, ¿seguirá destruir monumentos a genocidas de indígenas en toda América? ¿renombrar calles, plazas y lugares emblemáticos? ¿construir monumentos a luchadores sociales con ideales y vida dignos? ¿Reescribir los libros de texto de las escuelas con estas nuevas interpretaciones históricas objetivadas en hechos reales y valores dignos para nuestra humanización? Esta sí sería una verdadera tarea de educación, cultura y construcción colectiva de paz.

Ha habido también, en esta nueva línea de resignificación colectiva e histórica material y simbólica del espacio público, muchos grafitis, murales, pintas con “héroes populares” que lucharon por la justicia y la paz, y de víctimas de la violencia. Un ejemplo destacado es la inmensa pintura a gran escala de Breonna Taylor, en medio de un parque en Annapolis (Maryland), quien fue asesinada en su departamento por disparos de policías locales en una redada antidrogas.

A su vez, en México, justamente la semana pasada, se dio un hecho del gobierno en esta misma línea de reinterpretación crítica de la historia, al declararse oficialmente la “caída” de la “verdad histórica” impulsada por el anterior gobierno, sobre la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa en Iguala la noche del 26 al 27 de septiembre del 2014. Y se ha presentado una evidencia del ADN del joven Alfonso Rodríguez Telumbre, encontrada en un lugar diferente a donde se sostenía que habían sido quemados los estudiantes. La lucha de los padres y madres de los 43, y todas las organizaciones y personas solidarias después de tantos años de “firmeza permanente”, ha rendido un fruto que parece ser importante, pues el gobierno reconoce que tiene pruebas mucho más concretas y certeras sobre el destino de los 43 jóvenes, que contradicen totalmente la versión oficial en el gobierno de Peña Nieto. Parecería abrirse camino una esperanza concreta de verdad, justicia, reparación y no repetición.

En el otro bando de esta disputa por el poder y la historia, Trump en su discurso del día de la Independencia (4 de julio) en el simbólico Monte Rushmore, territorio sagrado despojado a las comunidades indígenas nativas, delante de los “héroes” nacionales esculpidos en la montaña, incitó al nacionalismo y la división, acusando a quienes atacan a las estatuas como “difamadores de nuestros héroes…destructores de nuestra herencia”. Y agregando: “Nuestra nación es testigo de una despiadada campaña para aniquilar nuestra historia, difamar nuestros héroes, borrar nuestros valores y adoctrinar a nuestros niños”. Para finalizar añadió que: “Turbas coléricas están intentando derribar las estatuas de nuestros fundadores, desfigurar nuestros más sagrados memoriales y desatar una ola de crímenes violentos en nuestras ciudades”. ¡Acusando de esta manera inmoral e increíblemente al movimiento Black Lives Matter de ser un enemigo público de la nación!

Se busca así llevar la lucha por la reelección, a una disputa por la interpretación histórica de la nación, nosotros los buenos contra los violentos y antipatriotas. En una postura completamente “antihistórica”, porque sólo dedicó segundos a la pandemia en el país con más muertos (130 mil) e infectados (2.7 millones) del mundo, rodeado de una multitud sin máscaras ni medidas mínimas de sana distancia. ¿Está más preocupado por los cuerpos de metal que por los cuerpos de carne y hueso? ¿las estatuas antes que los humanos?

¿Boicot entre trasnacionales?

La otra acción que nos parece interesante de reflexionar es sobre la No-Cooperación: el creciente boicot publicitario de más de 530 empresas la semana pasada -algunas verdaderos gigantes: Ford, Coca Cola, Levi´s, Adidas, Verizon, Starbucks- a Facebook (FB) e Instagram para la eliminación en su plataforma de los discursos de odio, discriminación y racismo. Esta campaña llamada “#Stop Hate for Profit” (Alto a las ganancias por el odio o Alto al odio por las ganancias), surgió a raíz del asesinato de George Floyd, ante los mensajes virulentos de odio que Trump subió a esa red contra las protestas, y contra los cuales no se hizo nada por parte de la empresa y su dueño Mark Zuckerberg.

Ante ello, un grupo creciente de empresas, con todo tipo de poder económico, decidió retirar sus anuncios de esa red durante todo julio, esperando que FB tome “medidas significativas” contra todos los grupos que promueven esas violencias. Como todo boicot, el plazo está marcado para que el adversario a quien se dirige la acción cumpla con las demandas requeridas, y si no lo hace entonces se abre la posibilidad de prolongar por tiempo indefinido la acción hasta lograr el objetivo.

Es claro que una compañía con más de 8 millones de anunciantes, no entrará en crisis económica por el retiro de 530 durante un mes, sin embargo la lectura debe hacerse más allá del análisis económico: toda lucha social tiene su primer terreno de confrontación en la “impugnación moral”, esa es la primera batalla decisiva a ganar para acumular fuerza moral, legitimidad. Y hacia allí apunta la acción de estas empresas: atacar la fuerza moral y legitimidad de FB, que es un activo fundamental.

No estamos acostumbrados a que estas empresas tan capitalistas y parte del sistema opresor, realicen boicots entre sí, y vemos entonces a qué grado han llegado las actuales movilizaciones, presión política y fuerza moral de Black Lives Matter y muchísimos más. Pero además resulta muy interesante el tipo de acción de lucha que han emprendido, a partir de su lenguaje común con el hoy adversario, y ayer y mañana socio: el dinero.

Tampoco estamos habituados a que este tipo de empresas trasnacionales tengan grandes disputas éticas entre sí y con la sociedad. En este caso, han decidido decir un “¡ya basta!” ellas también, colocando una barrera en su “frontera moral” más allá de la cual no están dispuestas a dejar avanzar el racismo, el odio y la discriminación. Es un tipo de acción (la no-cooperación) que deberíamos ejercer social e individualmente con mucha más frecuencia e intensidad todas y todos, como forma de concientizarnos y evidenciar dónde radica el verdadero poder social.

Fuente e imagen: https://desinformemonos.org/tumbar-estatuas-de-racistas-en-estados-unidos-re-escribir-la-historia/

Comparte este contenido:

América Latina: Convocatoria Acciones en Internet para Erradicar el Racismo

América Latina/12-07-2020/Autor(a) y Fuente: unesco.untref.edu.ar

La Cátedra UNESCO Educación Superior y Pueblos Indígenas y Afrodescendientes en América Latina invita a participar en la Convocatoria de Acciones en Internet orientadas a promover reflexiones y debates sobre las múltiples formas de racismo que aún persisten en los sistemas de Educación Superior, y contribuir a su erradicación.
Está dirigida a propuestas de acciones en Internet y/o redes sociales, diseñadas y a ser puestas en práctica por estudiantes, docentes, investigadoras/es, y otras/os trabajadoras/es (de cualquier rango y posición) de instituciones de Educación Superior de América Latina.
Contacto: educacionsuperiorcontraelracismo@untref.edu.ar
Fuente e Imagen: http://unesco.untref.edu.ar/actividades
Comparte este contenido:

Estados Unidos: Universidades de Florida crean un grupo de ayuda legal por la justicia racial

Redacción: ES

Las facultades de derecho de una docena de universidades de Florida crearon una coalición que ayudará a grupos comunitarios que luchan por la justicia racial y reformas políticas como respuesta al movimiento contra la discriminación tras la reciente muerte de varios afroamericanos en Estados Unidos.

La idea es «abogar por el cambio y la justicia racial» tras «los horribles asesinatos de Ahmaud Arbery, George Floyd y Breonna Taylor, entre muchos otros», expresó Erin O’Connor, decana de la Universidad Estatal de Florida (USF).

El nuevo Consorcio de Justicia Racial de las Escuelas de Derecho de Florida (FLSCRJ) enfatizará los roles de los abogados en el avance de la justicia social y ayudará a los estudiantes de derecho a desarrollar «la conciencia que necesitan para hablar en contra de las desigualdades».

«El consorcio brindará oportunidades importantes para que nuestros estudiantes apasionados y dedicados usen sus voces para efectuar el cambio», enfatizó la decana.

La iniciativa «hará que nuestros estudiantes sean abogados más fuertes y menos miopes», señaló por su parte Laura A. Rosenbury, de la Escuela de Derecho Levin de la Universidad de Florida, otra de la universidades que se sumó a la iniciativa.

Algunos campos en los que se prevé trabajarán incluyen cambios en el proceso por el cual los menores de edad son acusados como adultos y la igualdad de fondos en distritos escolares públicos.

Igualmente se enfocará en tatrar de poner fin a sentencias penales dispares basados en la raza, como también asegurar que las empresas que sean propiedad de afroamericanos tengan acceso a préstamos y contratos estatales.

Otro campo será la aprobación de ordenanzas locales y estatales diseñadas para lograr igual salario por igual trabajo, entre muchas otras posibilidades.

Anthony E. Varona, decano en la Facultad de Derecho de la Universidad de Miami, agregó que el consorcio planificará reuniones académicas y de líderes profesionales para debatir, idear y proponer reformas legales.

Estados Unidos ha vivido una ola de protestas tras la muerte del afroamericano George Floyd en mayo pasado a manos de un policía blanco en Minesota, crimen que ha hecho más visibles otros casos de violencia racial.

Fuente: https://es.noticias.yahoo.com/universidades-florida-crean-grupo-ayuda-160223219.html?guccounter=1&guce_referrer=aHR0cHM6Ly93d3cuZ29vZ2xlLmNvbS8&guce_referrer_sig=AQAAAFK8CrQWaDKQuowsNNaegMnGWH5-MpAeb-Kbvtct7KH_75Bf8r-zu6BHlPPAy-5ODfU2Be6RjZSAsihSSmqHlGsvwXsu0SmKUiJ13Rz4PZyeHmvrTnyhBQ9rb3j6PvCH_E2KtAUkab_Ezg4R-e6QaFIdhDvKpqQtCendXHWuOhBE

 

Comparte este contenido:

«Se tapa la nariz como si yo estuviese apestando»: La cantante indígena Tamya Morán habla sobre el racismo en Ecuador

América/Ecuador/08/07/2020/Autor: Edgar Romero G. Fuente: https://actualidad.rt.com/

«Para mí la vida estudiantil en la universidad fue muy dura y todo era gracias al racismo; peor si eres mujer y eres indígena», cuenta.

 

"Se tapa la nariz como si yo estuviese apestando": La cantante indígena Tamya Morán habla sobre el racismo en Ecuador

Cuando la ecuatoriana Tamya Morán Cabascango ingresó a la universidad, en 2013, sintió, por primera vez, una acentuada discriminación.

Morán, cantante y joven kichwa de la localidad de Cotacachi, en la provincia ecuatoriana de Ibarra, ganó una beca del programa de diversidad étnica en la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), a más de 102 kilómetros de su hogar.

«Para mí la vida estudiantil ahí fue muy dura y todo era gracias al racismo; peor si eres mujer y eres indígena: el racismo es más fuerte en las mujeres que en los hombres, porque es un medio racista y encima machista«, cuenta en entrevista con RT.

Ni siquiera había comenzado en la casa de estudios, cuando ya tuvo un primer episodio de discriminación. Buscaba la sede de la universidad y una señora se le acercó y le dijo: «Mijita, ¿estás buscando trabajo? Aquí están buscando a una empleada», tras asumir que, por ser indígena y estar caminando por una zona de «gente acomodada», ese era su objetivo.

La cantautora ecuatoriana Tamya Morán Cabascango, durante una de sus presentaciones.Facebook / Tamya Moran

Ya dentro de la universidad, la discriminación comenzó desde el primer día, cuando les dieron la bienvenida. «Aquí hay papel, no se sorprenderán. Y por favor, no se robarán el papel», les dijo el director. Eso causó risa a los nuevos alumnos, pero a ella no: «No sé si tengo poco sentido del humor, pero para mí fue muy malo que haya dicho que éramos delincuentes o porque uno es pobre siempre tiene que robarse algo».

Indígenas en América Latina

«En la región, ningún grupo étnico racializado está exento de ser víctima de discriminación racial», dice la socióloga Esther Pineda. Sin embargo, agrega, «países con mayor presencia indígena –como Bolivia, Ecuador, México, Perú– suelen tener formas de racismo anti-indígenas más visibles«.

América Latina tiene una amplia población originaria. Según el estudio ‘Latinoamérica indígena en el siglo XXI’, que el Banco Mundial publicó en 2017, estos pueblos representan el 8 % de la población de la región.

Sin embargo, según ese informe, los pueblos indígenas también constituyen el 14 % de los pobres y el 17 % de los extremadamente pobres de la región.

En Ecuador, según datos del Centro Caribeño y Latinoamericano de Demografía (CELADE), de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), apenas 6,97 % de la población se autodefine como indígena, pese a que el gubernamental Plan de Desarrollo 2017-2021 señala que existen 14 nacionalidades y 18 pueblos originarios.

Mural en la entrada de Cotacachi, Imbabura, Ecuador, donde está pintada Tamya Morán.Edgar Romero / RT

La cifra de Ecuador está muy por debajo del 41,79 % de quienes se reconocen como indígenas en Bolivia, 41,20 % en Guatemala, 23,73 % en Perú y 15,12 % en México.

«Eres una necia»

La joven cantante cuenta que para ir a la universidad generalmente vestía con jean o ropa casual, pero en ciertas ocasiones, cuando consideraba que así lo ameritaba, se ataviaba con su traje tradicional kichwa, que incluye anaco (falda), camisa bordada con motivos florales, faja y alpargatas.

«Mucha gente cuando me veía con pantalón ni pensaba que era indígena; entonces tenía amigos. Pero cuando había una exposición, yo venía con anaco y ¡pum!, ahí se frenaba todo. Eres indígena, bueno, te he visto y no me acuerdo«, relata.

Además, la entrevistada explica otro episodio puntual. «Una vez llegué con anaco, así bien bonita. Y cuando me siento al lado de un chico, se tapa la nariz como si yo estuviese apestando. Lo regresé a ver y le digo: creo que el que debería bañarse eres tú, tú eres el que apesta realmente. Y me cambié de asiento», denuncia.

En otra oportunidad, en la casa de estudios comenzaron a pedir a los estudiantes que mostraran su carné para el ingreso a los edificios. Morán comenta que al pasar junto a amigos «mestizos» no les solicitaron el documento; sin embargo, cuando trató de ingresar nuevamente, junto a amigos indígenas, de trenza larga, les impidieron el paso y les exigieron la identificación.

«Cuando nosotros estábamos en la puerta sacando el carné, pasa un chico rubio, blanco y ojos azules, y le dicen: ‘Siga, por favor’. Él ni siquiera se molestó en tener que abrir su mochila para sacar el carné», critica la joven.

Ante ello, Morán decidió no mostrar su documento e ingresó al edificio, mientras los guardias la seguían. Cuando una de las secretarias de la facultad, enterada de lo sucedido, le llamó la atención a los oficiales, uno de ellos contestó: «Lo que pasa, señorita, es que nosotros como guardias tenemos un perfil de la gente que estudia aquí«.

Deshumanizados, excluidos e invisibilizados: Los múltiples rostros del racismo en América Latina
Deshumanizados, excluidos e invisibilizados: Los múltiples rostros del racismo en América Latina

La explicación del guardia enfureció todavía más a la secretaria que, según Morán, «tiene raíces afro». «A ver, dígame cuál es el modelo que ustedes siguen aquí en la universidad, porque si es así, yo tampoco podría entrar», replicó la mujer.

Tras hacer esta denuncia, desde el programa de diversidad étnica le dijeron: «Eres una necia»; frase que se repetiría posteriormente y que, según explica Morán, «también solían usarla los antiguos dueños de haciendas para decírsela a los indígenas cuando eran fuertes y no podían decir sí a todo».

«¿Por qué estás cantando en español?»

Estando en la universidad, en una oportunidad, la invitaron a una radio. La entrevista, que era grabada, la conducía una persona reconocida que, ahora, dirige una fundación donde forman a líderes, incluyendo a indígenas.

A la radio, Morán fue acompañada por un guitarrista colombiano. Al inicio de la conversación, la locutora le dice: «¡Pero es que a ustedes los indígenas, la (universidad) San Francisco les regala las cosas!».

Mujeres indígenas ecuatorianas.udapt.org

«Eso me molestó tanto que, apenas terminó, yo le dije que los que estamos ahí realmente nos merecíamos estar […] Creo que le molestó, porque se esperaba que yo le dijera: ‘sí, muchas gracias universidad por darnos tanto'».

A su respuesta, Morán añadió que lo que le han brindado es para devolver un poco de todo el dolor que ocasionaron a los pueblos indígenas desde la conquista. La conversación se caldeó más, comenzando los ataques por parte de la locutora: «¿A ver, tú eres indígena? entonces ¿por qué estás cantando en español?» y  «¿por qué si eres indígena y eres de Ecuador estás cantando una canción colombiana?«, puesto que la joven había decidido interpretar un tema de la cantautora de Colombia Marta Gómez.

La locutora le echó en cara sus estudios en antropología y la invitó a educarse más. Y volvió a salir a flote la palabra «necia».

En su propio país, además, Morán no ha escapado de frases racistas como «es que los indígenas huelen mal, es que los indígenas son pobres porque quieren, porque son vagos […] los indígenas o los pobres se embarazan como conejos«.

Pese a todas estas experiencias, Morán salió victoriosa de la universidad. Es cantautora, compositora y música, además de cantante profesional de jazz, género que fusiona con sus raíces andinas y otros estilos musicales. Destaca como una de las principales exponentes artísticas de Cotacachi.

«Indio preso»

Además del relato personal de Morán, hay otros casos colectivos. Uno de los más recientes ocurrió en octubre de 2019, cuando los pueblos indígenas se rebelaron contra el «paquetazo» del presidente Lenín Moreno. Entonces, hubo ataques racistas, principalmente verbales, contra los manifestantes.

En medio de los caldeados ánimos, Jaime Nebot, exalcalde de Guayaquil, ciudad de la región Costa, dijo a los indígenas que protestaban «que se quedaran en el páramo», haciendo referencia a que no podían protestar en esa urbe. Mientras, los periodistas Anderson Boscán y Luis Eduardo Vivanco, de La Posta, en una de sus intervenciones, entre risas, expresaron: «Indio encontrado, indio preso».

En las redes sociales, en ese entonces, se podían leer insultos como «horda de indígenas», «emplumados», «esos indígenas son animales salvajes», «indígenas siempre mal acostumbrados a hacer lo que se les da la gana», «malditos indígenas, se creen los dueños del país», «brutos», entre otros.

El país «ha sido testigo de un incremento peligroso de expresiones con alta carga de regionalismo, racismo, discriminación y odio a pueblos y nacionalidades» indígenas, denunció entonces el estatal Consejo Nacional para la Igualdad de Pueblos y Nacionalidades (CNIPN).

Añadió que a la gravedad de los dichos se le suma que quienes los dicen «son personas de trayectoria pública, que fungen un liderazgo político». También repudiaron la posición de los medios de comunicación, a los que exhortaron a «generar y orientar noticias, editoriales, crónicas y opinión pública, desde los principios de responsabilidad, ética y profundo conocimiento de la realidad plurinacional».

Fuente e imagen: https://actualidad.rt.com/actualidad/356784-ecuador-racismo-indigenas-testimonio-tamya-moran

Comparte este contenido:

El racismo, colonialismo e imperialismo presentes que a nadie parecen importar

Por:  Alberto Rodríguez García

La posmodernidad nos está llevando a unos tiempos en los que todo se relativiza, todo carece de sentido y todo está vacío de contenido. Una época de pobreza intelectual en la que solo importan los símbolos y donde ni siquiera los símbolos significan nada.

Así pues, mientras en nombre de la ilustración se vandaliza la figura de Mustafá Kemal Ataturk, el padre de la Turquía moderna y secular, se evita señalar a regímenes sectarios que condenan a su población al yugo de una fe impuesta. Así pues, mientras en nombre de la vida se vandaliza un memorial a los veteranos de la Segunda Guerra Mundial, se evita hablar de la mayor crisis humanitaria de nuestros tiempos, provocada por la intervención de Arabia Saudí en Yemen. Así pues, en nombre del anticolonialismo, se evita cuestionar la financiación mil millonaria por parte de EE.UU. de un etno-Estado creado a partir de la colonización y la expulsión de población nativa en la otra punta del mundo: Israel. Así pues, en nombre del anti-esclavismo, se vandaliza la figura de Miguel de Cervantes, autor de una de las mejores obras que jamás ha conocido la literatura universal, y esclavo en Argel. Porque mientras se vandaliza la figura de Cervantes, se ignora el esclavismo institucionalizado que existe a través de un sutil vacío legal, el sistema Kafala, en Líbano, Jordania y el Golfo, a saber: Arabia Saudí, Oman, Qatar, Kuwait y Emiratos Árabes Unidos. Porque basando ‘la lucha política’ en cuestiones de siglos atrás –cuando no peleando contra piedras–, la vida sigue sin que nada sustancioso cambie.

La posmodernidad nos ha llevado a una era en la que el supremacismo aflora desde los complejos y, aunque parezca contradictorio, el odio a uno mismo. Con su máximo exponente en el mundo anglosajón, existe una especie de paternalismo rancio que hace a los sujetos (pseudo)revolucionarios odiarse por el colonialismo, el esclavismo, las guerras religiosas y el imperialismo de siglos atrás… mientras ignoran que hoy todavía hay esclavismo, expansionismo y sectarismo fuera de Europa que, dicho sea de paso, no es el centro del mundo.

«Esta especie de memoria histórica –aunque más bien es memoria selectiva– demuestra que los objetivos no son ni la reparación ni aprender de los errores del pasado, sino perder el tiempo en un club de amigos políticos»

Sin minimizar la colonización de Norteamérica sobre el exterminio de su población nativa, o el genocidio congoleño por parte de los belgas, tendemos a olvidar que la Dinastía Omeya logró establecer el Imperio Islámico mediante el filo de sus cimitarras. Que durante los siglos XVI y XIX, cristianos de Italia, España, Francia y Portugal fueron capturados y esclavizados por corsarios otomanos. Del mismo modo que los europeos no fueron los únicos que compraron y utilizaron a esclavos negros. No tan conocido es que Tanzania fue durante años un importante mercado que conectaba África Oriental con los Árabes. Y en ese mercado, también se vendían esclavos. Esta especie de memoria histórica –aunque más bien es memoria selectiva– demuestra que los objetivos no son ni la reparación ni aprender de los errores del pasado, sino perder el tiempo en un club de amigos políticos.

Es absurdo flagelarnos –como si tuviese algún tipo de utilidad– por problemas del pasado a los que todavía hoy, en el siglo XXI, en 2020, ni siquiera se les ha puesto solución. Sin olvidar jamás el papel de las potencias coloniales en el desarrollo del esclavismo, hoy en Mauritania dos de cada 100 personas están esclavizadas; estamos hablando de por lo menos 90.000 esclavos en el país. Hoy muchos países de la ONU brindan su apoyo al Gobierno del Acuerdo Nacional libio, aunque dentro de su territorio todavía haya mercados de esclavos subsaharianos tan brutales como los del pasado.

Locales ayudan a refugiados rohinyás a su llegada a la costa de Indonesia, 25 de junio de 2020.Antara Foto/Rahmad / Reuters

Es indignante ver británicos atacar desbocadamente figuras del pasado colonial o cultural mientras no se cuestionan las bases de su sistema; mientras ni siquiera se plantean, hoy, descolonizar Gibraltar o las Islas Malvinas. Resulta indignante la hipocresía de los mandatarios de la Unión Europea solidarizándose con un movimiento a miles de kilómetros, en EE.UU., mientras –violando resoluciones del TJUE, es decir, el propio sistema de la UE– firman acuerdos de pesca con Marruecos en el Sahara Occidental; un territorio todavía pendiente de descolonización. Mientras no se cuestiona seguir apoyando al Estado de Israel que a julio de 2020 amenaza con anexionarse territorios ya ocupados, y como sus maestros anglos hicieron, intentando acabar con la población nativa que ni siquiera obtendría la nacionalidad tras la anexión. Porque a quienes les asusta la colonización vista a través de los libros de historia, parece no importarles tanto cuando sucede frente a sus ojos en directo.

Hablar de apropiación cultural significa entre poco o nada cuando esos mismos activistas de moral pura ignoran que ahora mismo está habiendo genocidios culturales. En 2019, la UNESCO alertó de que en Turquía hay 15 idiomas amenazados, de los cuales el Gagavuz, el Asirio y el Ladino prácticamente están extintos. El Abaza, el Homshetsma, el Griego Póntico, el Romani, el Suret y el Armenio occidental también están camino a su desaparición en un país en el que el AKP, a la turquificación forzosa, le ha añadido la islamización de la sociedad. Como lamentaba el entonces director de la UNESCO Koichiro Matsuura, «la muerte de un idioma lleva a la desaparición de muchas formas de herencia cultural intangible».

«Está muy bien reivindicar el antiracismo, el anticolonialismo y el antiimperialismo, pero mientras estas consignas se sostengan en sucesos de hace siglos, tengan una forma abstracta e ignoren los problemas contemporáneos, quedarán en simple palabrería, en simple «postureo» estético para Redes Sociales y, con suerte, para la campaña electoral de algún demagogo».

Y en este contexto de exterminio cultural que a nadie parece importarle, el Gobierno turco sigue avanzando contra las minorías autóctonas como una horda que arrasa con todo. Recep Tayyip Erdogan ya ha anunciado que quiere reconvertir Santa Sofía, una de las basílicas más importantes para la iglesia ortodoxa de oriente, en una mezquita; en una especie de referencia neoimperialista y sectaria a la conquista otomana de Constantinopla. Porque la dominación imperial no es algo de hace siglos, y es que hoy la Turquía de Erdogan aspira al establecimiento de un neo-Imperio Otomano; haciendo del GNA libio su protectorado, estableciendo la lira turca en el norte de Siria o lanzando operaciones militares en el norte de Irak como si ese territorio les perteneciese.

De nada sirve culpar ‘al malvado hombre blanco’ de todos los males, forzando un risible ‘white shaming’ (autoavergonzamiento blanco), mientras se cierran los ojos ante la violencia hindutva (supremacistas hindúes) en la India contra los civiles de Cachemira, mientras se cierran los ojos ante los abusos de los árabes del Golfo contra los trabajadores extranjeros que carecen de los derechos más básicos, mientras se cierran los ojos ante las prácticas genocidas de Birmania contra los rohinyás o mientras se cierran los ojos ante el odio xenófobo en Sudáfrica de los zulúes hacia otros grupos negros o los bosquímanos joisán; la única población que puede considerarse autóctona y que hoy viven marginados sin su derecho aborigen a la tierra.

Está muy bien reivindicar el antiracismo, el anticolonialismo y el antiimperialismo, pero mientras estas consignas se sostengan en sucesos de hace siglos, tengan una forma abstracta e ignoren los problemas contemporáneos, quedarán en simple palabrería, en simple «postureo» estético para Redes Sociales y, con suerte, para la campaña electoral de algún demagogo. Contra el racismo, sí. Contra el colonialismo, sí. Contra el imperialismo, sí. Pero los del siglo XXI, los de 2020.

Fuente e imagen: https://actualidad.rt.com/opinion/alberto-rodriguez-garcia/358345-hipocresia-activismo-posmoderno-racismo-colonialismo-imperialismo

Comparte este contenido:
Page 14 of 49
1 12 13 14 15 16 49