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El coronavirus en las comunidades afro de Brasil

América/Brasil/10/06/2020/Autora: Beatriz Sanz/ Fuente: desinformemonos.org

“Las comunidades quilombolas se vuelven más vulnerables a la covid-19 por las desigualdades raciales y socioeconómicas experimentadas por este grupo de población”.

“Voy a morir”, pensó Cássia Cristina cuando supo que el coronavirus había llegado a la ciudad de Belo Horizonte. Cássia es líder del quilombo Manzo Ngunzo Kaiango, en la zona este de la capital del estado Minas  Gerais.  Hasta la fecha, en las quilombolas hay 300 casos en 10 estados. De estos, 53 personas murieron.

Los datos son de la Coordinación Nacional de Articulación de Comunidades Negras de Quilombolas Rurales (conaq). “Si este virus continúa con toda esta fuerza, se diezmarán quilombos completos”, dice la organización.

Consciente de la situación vulnerable de la comunidad, Cássia Cristina decidió dar un paso drástico: mudar a su madre y a sus hijos a un lugar donde pudieran estar aislados. “Nos pareció la mejor manera de garantizar nuestra continuidad”, dijo.

Los quilombos en Brasil vienen desde el tiempo de la esclavitud. Nacieron como organizaciones formadas por personas esclavizadas que huyeron de la vida cautiva y enfrentaron la opresión.

Con el fin oficial de la esclavitud, en 1888, los quilombos dejaron de ser perseguidos por el Estado.  Según la Fundación Cultural Palmares, del Ministerio de Cultura, en Brasil hay 3.524 quilombos. La Fundación lleva el nombre del mayor líder quilombola brasileño, Zumbi dos Palmares, decapitado por orden de los portugueses el 20 de noviembre de 1695.

Y aunque la mayoría vive en la pobreza, lograron mantener sus territorios y buena parte de las tradiciones y celebraciones que se remontan al patrimonio cultural africano.

La pandemia los puso frente a un nuevo desafío. Para mantener el aislamiento preventivo, la matriarca Efigênia Maria da Conceição y los niños se mudaron al terreiro, el local donde se hacen las actividades religiosas del candomblé, una de las religiones afrobrasileñas.

El terreiro del quilombo Manzo Ngunzo Kaiango está en la ciudad de Santa Luzia, cerca de Belo Horizonte.

Con las actividades religiosas suspendidas debido al coronavirus, doña Efigênia se convirtió en la responsable de enseñar a la próxima generación de quilombolas a “preservar nuestras tradiciones”, dijo Cassia.

Con síntomas

Zica Pires, líder del quilombo de Santa Rosa dos Pretos, ubicado en Itapecuru Mirim, Maranhão, comenzó a mostrar síntomas de covid-19 el 27 de abril.

Una enfermera de São Luís que aconseja a quienes no sienten la necesidad o no pueden ir a un hospital, le explicó las recetas para bajar la fiebre y aliviar sus síntomas. La profesional también pidió que se pusiera en cuarentena a Zica durante dos semanas.

“Al duodécimo día tuve dolor en el pecho y un poco de dificultad para respirar, y la enfermera me sugirió que fuera al médico para una radiografía”, dice Zica.

La prueba diagnosticó neumonía leve. “Me recetaron azitromicina e ivermectina y el médico me dio una referencia para hacer la prueba de covid”, recuerda.

La prueba se hizo en una clínica de salud de la ciudad y la joven de 25 años tuvo que dejar su número de teléfono para recibir el resultado.

“Hasta hoy, una semana después, no me llamaron. Terminé la cuarentena, terminé de tomar el medicamento y me siento mejor. Todavía no he recuperado el olfato ”, dice.

El quilombo donde vive Zica, hogar de más de 2,000 personas, tiene al menos 20 casos sospechosos, todos con síntomas leves,  ninguno diagnosticado.

Acceso precario a la salud

La vulnerabilidad a enfrentar el coronavirus identificado por Cassia y las dificultades para acceder al diagnóstico y al tratamiento experimentado por Zica son recurrentes en otros territorios de quilombolas.

“Las comunidades quilombolas se vuelven más vulnerables a la covid-19 por las desigualdades raciales y socioeconómicas experimentadas por este grupo de población”, explica Lucelia Luiz Pereira, doctora en Ciencias de la Salud de la Universidad de Brasilia (UnB) y la especialista en salud de quilombola.

Pereira señala que “uno de los principales problemas en las comunidades se refiere a los problemas higiénico-sanitarios relacionados con las dificultades para acceder al agua tratada, la red de alcantarillado, la recolección de basura”.

El escenario pintado por Pereira es similar a lo que vivían los negros liberados en el momento de la gripe española, según el profesor e historiador de la UERJ (Universidad Estadual de Río de Janeiro), Maurício Barros de Castro.

“Ciertamente fue una epidemia devastadora porque la condición que las personas recién liberadas vivieron en Brasil era insalubre y las condiciones de higiene muy precarias”, dice el especialista en artes y culturas de la diáspora africana.

Otra similitud entre las dos pandemias es la falta de datos nacionales sobre la muerte de los negros. El Tribunal Federal de Río de Janeiro ha obligado a los gobiernos a informar a las víctimas sobre su color y raza, pero ese aún no es el caso.

En el hospital, racismo

Anacleta Pires ha enseñado durante 30 años en el quilombo Santa Rosa dos Preto. Aun así, cuando necesitó ayuda en el hospital, un empleado le preguntó a Adélia Matos Fonseca si sabía cómo escribir su propio nombre.

Wendel Marcelino, del quilombo Buriti do Meio, se une al coro. “Es racismo [porque] los pacientes que llegan a la unidad de emergencia no son tratados de la manera correcta”, dice.

Lucelia Pereira explica que esto se debe a que “el racismo es uno de los determinantes de los procesos de salud y enfermedad, lo que hace que las comunidades de quilombolas sean más vulnerables”.

Además, pocos quilombos tienen atención médica básica.

Según Pereira, quien es miembro de la Asociación Brasileña de Salud Colectiva (Abrasco), “existe un acceso desigual al SUS” y debido a esto, las poblaciones de quilombolas, especialmente aquellas en contextos rurales, “sufren más intensamente con la falta de atención y disponibilidad de redes de atención primaria”.

La situación es confirmada por el concejal de Ouro Verde, Mauro Alves. En el quilombo de Santa Cruz, donde tiene un papel de liderazgo, no hay una Unidad Básica de Salud (USB) para servir a la comunidad.

La realidad es un poco diferente en Buriti do Meio, en la ciudad de São Francisco (MG), donde se instaló la unidad de salud.

Wendel Marcelino, líder del quilombo, considera que UBS es un avance, pero recuerda que la comunidad es la única en la región norte de Minas Gerais que tiene esta estructura.

El impacto económico

Al igual que todo el país, los quilombos también se ven afectados económicamente por la pandemia de coronavirus.

Los ingresos de Manzo Ngunzo Kaiango, en Belo Horizonte, por ejemplo, se basan en las actividades culturales desarrolladas y el trabajo doméstico realizado por las mujeres en la comunidad.

Con la prohibición de la aglomeración y las limitaciones de movilidad necesarias para evitar la propagación del coronavirus, los ingresos del quilombo se vieron comprometidos.

En Santa Rosa dos Pretos, las quilombolas solían vender fruta en las carreteras a camioneros y viajeros y no pueden continuar con la práctica para evitar el contagio.

En el quilombo de Buriti do Meio, el trueque es una práctica común. Sin embargo, las personas también evitan ir a la ciudad y no pueden intercambiar alimentos producidos en la comunidad por otros artículos que los necesiten.

La solución adoptada fue registrar a las familias que tenían el perfil en el programa de asistencia de emergencia del gobierno de Brasil. Las familias que más necesitan reciben R$ 600 (cerca de 7.527 pesos argentinos) por tres meses.

Como esto no es adecuado para todos, los quilombos también están recurriendo a las donaciones. En el norte de Minas, Wendel Marcelino articuló a 39 quilombos de 10 ciudades de la región y creó el SOS Quilombos do Norte, que recolecta y distribuye alimentos, máscaras, jabones y otros artículos de primera necesidad para la población de quilombolas.

Los encuentros de las comunidades y la celebración anual del fin de la esclavitud, el 13 de mayo, no pudieron hacerse por la pandemia.

Aún así, los quilombos resisten con la organización. Zica, la mujer que tenía síntomas de covid-19, planea establecer una pequeña farmacia comunitaria que pueda atender a otros residentes.

Esta nota se produjo en el marco de la Beca Cosecha Roja

Fuente: http://cosecharoja.org/el-coronavirus-en-las-comunidades-afro-de-brasil/?fbclid=IwAR0lPYPGQ88psLjDlgYOHTMV_hcTMJ7aRZwpl8UT6ZzT3qPJHThjegV9hZY

Imagen: Santa Rosa dos Pretos, en el estado de Maranhão

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Turquía no necesita mirar lejos para encontrar el racismo

Asia/Turquía/10/06/2020/Fuente: https://www.anred.org

 

Las discusiones sobre el racismo en los Estados Unidos se han apoderado de Turquía durante los últimos días. Artistas, columnistas, periodistas, celebridades, clubes de fútbol, ​​atletas y actores turcos han compartido fotografías de George Floyd, quien fue asesinado por un oficial de policía de Minneapolis, acompañado de sus comentarios sobre lo tristes que están, adornados con el mensaje: “No podemos respirar”. Por Kurdistán América Latina.


Es cierto que “no podemos respirar”. Los kurdos no podemos respirar en este país, y no hemos podido hacerlo durante mucho tiempo. Los eventos en las últimas dos semanas deberían ser suficientes para entender por qué.

El 22 de mayo, 18 políticos y activistas del Partido Democrático Popular (HDP) y de la Asociación de Mujeres Rosa, en Diyarbakır, la ciudad más grande de mayoría kurda en el sureste de Turquía, fueron detenidos y algunos enviados a prisión.

Uno de los destinados a la cárcel fue Dilgeş, un niño de tres años. Dilgeş, a quien le extirparon uno de sus riñones debido a una afección crónica, esperó en el juzgado de Diyarbakır hasta la mañana junto a su madre. Tenía la esperanza de irse a casa, pero en su lugar lo enviaron a la prisión cuando su madre fue detenida.

La semana pasada, se descubrieron cajas de plástico llenas de huesos provenientes de 261 personas enterradas, una encima de la otra, debajo de un calle en Kilyos, en el norte de Estambul. Los huesos pertenecían a aquellos que fueron desenterrados de un cementerio en la provincia de Bitlis, de mayoría kurda, en el este de Turquía, y transferidos a Estambul sin el conocimiento de sus familias.

En otros países, este incidente podría haber desencadenado el caos. Pero eran huesos kurdos, por lo que en este país no se emitió ningún sonido. Huesos, apilados, debajo del pavimento, así como así…

Hace unos días, se descubrió una fosa común en Dargeçit, Mardin, otra provincia del sureste de mayoría kurda. Cráneos y huesos de 40 personas. 40 kurdos, que fueron expulsados ​​en los años 1990, arrancados de sus hogares y seres queridos, y luego asesinados. Este incidente también fue escondido, en silencio, debajo de la alfombra. Nadie preguntó quiénes eran estas personas, qué vidas llevaban, cómo se las arrebataron a las personas que las amaron, quiénes las mataron.

Un toque de queda fue declarado en 19 aldeas en Bitlis al otro día, y por supuesto nadie cuestionó por qué. La persona designada por el gobierno, que reemplazó al alcalde electo de Siirt, Berivan Helen Işık, quien ganó con el 48 por ciento de los votos por el HDP, ordenó a los trabajadores municipales que derriben la Biblioteca Celadet Ali Bedirxan, llamada así por el lingüista kurdo que compiló, por primera vez, la gramática que se utiliza en la actualidad en kurmanji, el dialecto kurdo hablado en Turquía, Siria y partes de Irak.

Mientras tanto, esta semana fotografías de tortura en la jefatura de policía de Diyarbakır circularon en las redes sociales. Nadie gritó desde los tejados que la tortura era un crimen de lesa humanidad.

Por alguna razón, todos los principios divinos, todas las creencias nobles, se siguen rompiendo contra el “kurdo” en este país. Pero condenamos a ese único oficial de policía en los Estados Unidos. Eso es mucho más seguro, naturalmente.

Mientras continuaban llegando las condenas en turco de la muerte de George Floyd, Ercan Kurkut intentaba que su voz se escuchara en Twitter tres años después de que su hermano Kemal fuera asesinado por la policía durante las celebraciones de Newroz, cuando los kurdos dan la bienvenida a la primavera todos los 21 de marzo.

“No hay límites para la tortura a la que fuimos sometidos en los tribunales. Nos duele el asesinato de nuestro hermano, nuestro hijo, que ingresa a la sala por la misma puerta que el panel de jueces, sonriéndoles. ¿Cómo podemos esperar justicia de estas personas ahora?”, preguntó Kurkut.

Mientras los altos funcionarios estatales turcos y de bajo nivel expresaron su pesar por la muerte de George Floyd, el ex diputado del HDP Ferhat Encü estaba escribiendo sobre sus familiares y hermanos que fueron destrozados por los aviones del ejército turco el 28 de diciembre de 2011, en lo que es conocido como la masacre de Roboski.

“Como una persona que ha experimentado cómo (los medios de comunicación) ponen la verdad al revés, estoy diciendo que su pánico no podrá ocultar la verdad”, dijo Encü en un tweet.

Besna Tosun, miembro de las Madres de los Sábados, un grupo que aboga por la justicia sobre las desapariciones forzadas de Turquía, demandaba justicia para su padre Fehmi Tosun.

“Hay 25 años entre las dos fotografías -tuiteó Tosun-. No sé cuánto tiempo más estaré vivo, pero en este camino que tomé para encontrar a mi padre, no me detendré hasta que llegue a la verdad y la justicia. Nunca estaré en silencio”.

Mientras los clubes de fútbol turcos emitían declaraciones antirracistas por George Floyd, algunos usuarios de redes sociales intentaban recordar a la gente el trato que los clubes kurdos Amedspor y Cizrespor han recibido a lo largo de los años frente a las “sensibilidades” de los mismos clubes responsables de algunos de los tratos racistas.

Esta semana, miles de kurdos hablaron de ejemplos de sus propias vidas y de los seres queridos que habían perdido, tratando de describir el racismo y la crueldad a los que fueron sometidos durante años, contra esta “sensibilidad” contra el racismo en este país con respecto a la muerte de George Floyd.

Desafortunadamente, estos son intentos inútiles. No tiene sentido siquiera escribir estas palabras en este país. La violencia contra los kurdos ha sido legitimada. No hay pena cuando muere un kurdo. Incluso el idioma del kurdo no es tolerado. Nadie dice, o puede decir: “El idioma materno es halal como la leche materna”.

Los huesos de los kurdos están en fosas comunes, o en contenedores Tupperware. No hay vergüenza al respecto, y tampoco se sensibilizan las fibras del corazón.

No busquen el racismo, ni mucho menos, mis hermanos y hermanas. El racismo está presente en este país, en sus tierras, en su idioma, allí mismo en su mente.

Fuente: https://www.anred.org/2020/06/08/turquia-no-necesita-mirar-lejos-para-encontrar-el-racismo/

Fuente original: Nurcan Baysal / Ahval / Traducción y edición: Kurdistán América Latina

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Educación para niños antirracistas

Por: Fernanda Muñoz.

 

Desde hace dos semanas, la voz que ya existía en contra del racismo se potencializó. La muerte de George Floyd luego de un arresto policial en Estados Unidos provocó que miles de personas en todo el mundo pelearan por igualdad racial, porque las personas de color puedan caminar tranquilas sin ser observadas, juzgadas o arrestadas. Pero para lograr ese cambio, haciendo que desaparezcan poco a poco actos racistas y discriminatorios en la humanidad, personajes como Antonio Guterres ven en la educación de niños y niñas la solución.

Para el secretario general de las Naciones Unidas, “la educación es la mejor herramienta que está a nuestra disposición para prevenir todas las formas de intolerancia y discriminación, y para asegurar el respeto igualitario de cada mujer y cada hombre”.

De acuerdo con la Academia Americana de Pediatría, todo niño y niña del mundo puede convertirse en un adulto igualitario y justo sólo si sus padres lo son o deciden ser, pues ellos son los pilares que construyen su educación.

Al respecto, Gabriela González Ortuño, maestra de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán, comparte que el papel de los padres de familia es vital para que haya un cambio radical en los menores.

En entrevista con Reporte Índigo, la catedrática enfatiza que los adultos deben hablar sobre racismo con los niños y niñas desde temprana edad, explicándoles, primero que nada, las diferentes partes de la historia, como las raíces indígenas y afromexicanas que hay y enriquecen al país y al mundo.

González Ortuño señala que es a través de ejercicios muy pequeños que los padres y madres pueden enseñar a sus hijos e hijas a no ser parte del problema cuando crezcan. Con la ayuda de sus crayones, por ejemplo, pueden explicarles que además de esos colores de tono “piel”, hay muchos más, y eso no significa que sean diferentes a los demás, sino igual de bellos.

“Otra manera de educarlos es con la ayuda de programas de televisión infantiles. Podemos preguntarles: ‘¿nosotros somos iguales a los personajes que ves en pantalla? ¿Y tus amigos?’ Con eso demostramos que hay distintas personas que, aunque parezcan diferentes, son iguales”, destaca la académica.

Asimismo, la maestra menciona que los adultos pueden interactuar con los más chicos al elegir sus juguetes, suguiriéndoles muñecos con un tono de piel y cabello más oscuro.

Si en dado caso vemos que nuestros hijos hacen un comentario o una actitud racista, lo primero que debemos incitar es a la reflexión, preguntándoles por qué creen eso y de dónde lo escucharon. Después, los hacemos recapacitar, diciéndoles que deben tratar a todos con respeto

– Gabriela González Ortuño

Maestra de la FES Acatlán

EL CAMBIO TAMBIÉN ESTÁ EN LA EDUCACIÓN

Una de las características que más definen a los niños y niñas, independientemente del lugar del que provengan, es que son curiosos, continuamente hacen múltiples preguntas, y cuando no se las pueden hacer a sus padres, acuden a sus profesores de escuela, personas con las que conviven gran parte del día.

María de la Paz Jiménez Castañeda, maestra de Pedagogía y exacadémica de la UNAM, explica que los profesores y profesoras deben ser aliadas de los padres y madres respecto a la educación de los pequeños, pues sólo trabajando en conjunto pueden tener grandes resultados.

De acuerdo con ella, las escuelas y las familias deben estar siempre tomadas de la mano, ya que si se le deja el trabajo de educar a los niños sólo a una, la balanza se rompe y los pequeños son los que terminan siendo los más perjudicados.

“Juntas, las escuelas y las familias deben inculcar el verdadero valor del ser humano, la importancia de ser solidarios y amorosos con nuestros semejantes, sólo así podremos convivir como sociedad”, añade.

Para la maestra, una de las mejores actividades que pueden hacer sus colegas es intentar que los menores jueguen todos juntos, evitando que se formen equipos que dividan a quienes integran al grupo.

“Además de trabajar en que todos los niños estén unidos, los profesores deben aprovechar cualquier momento para hablar con ellos sobre igualdad e inclusión, de cómo nos hemos conformado como sociedad”, destaca Jiménez Castañeda.

La maestra declara que hoy más que nunca se debe hablar de racismo y valores en las escuelas, principalmente de educación básica, pues sólo así se puede generar un cambio en el futuro de las nuevas generaciones.

Fuente de la reseña: https://www.reporteindigo.com/piensa/educacion-para-ninos-antirracistas-padres-escuelas-igualdad/

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La chispa de Minneapolis

Por: Atilio A. Boron. 

 

Los afroamericanos están en una situación estructural de desventaja con los blancos: bajos ingresos, menor educación y mayor desempleo conformando un círculo vicioso heredado de la larga historia de la esclavitud y cuyas sombras se proyectan hasta el presente.

En 1944 Gunnar Myrdal, un sueco que había recibido el Premio Nobel de economía, escribió un libro titulado “El dilema norteamericano” para desentrañar las raíces del llamado “problema negro” en Estados Unidos. Su investigación demostró que los afroamericanos eran percibidos y tratados por los blancos -salvo un sector que no compartía esa creencia- como una “raza inferior” a la cual se le negaba el disfrute de los derechos supuestamente garantizados por la Constitución. Por eso los afroamericanos quedaban en situación estructural de desventaja con los blancos: bajos ingresos, menor educación y mayor desempleo construyeron la trama profunda de un círculo vicioso heredado de la larga historia de la esclavitud y cuyas sombras se proyectan hasta el presente. Myrdal concluyó su estudio diciendo que Estados Unidos tenía un problema, pero era de otro color: blanco. Una población denostada, agredida y discriminada, que incluso después de un siglo de abolida la esclavitud debía luchar contra la cultura del esclavismo que  sobrevivió largamente a la terminación de esa institución.

El Informe de la Oficina del Censo de EEUU del año 2019 confirma la validez de aquel lejano diagnóstico de Myrdal al demostrar que si el ingreso medio de los hogares estadounidenses era de $ 63.179 y  el de los hogares “blancos” $ 70.642 el de los afroamericanos se derrumbaba hasta los $ 41.361 y el de los “hispanos” caía pero estacionándose en $ 51.450. Los blancos son el 64 % del país, pero el 30 % de la población carcelaria; los negros suman el 33 % de los convictos siendo el 12 % de la población. El 72 % de los jóvenes blancos que terminan la secundaria ingresan ese mismo años a una institución terciaria, cosa que sólo hace el 44 % de los afrodescendientes. Las recurrentes revueltas de esa etnia oprimida atestiguan el fracaso de las tímidas medidas adoptadas para integrarla, como la tan discutida “acción afirmativa.” La pandemia del Covid-19 agravó la situación, poniendo de manifiesto la escandalosa discriminación existente: la tasa de mortalidad general por ese virus es de 322 por millón de habitantes y baja a 227 para los blancos, pero sube bruscamente entre los negros a 546 por millón. Y la depresión económica que la pandemia potenció exponencialmente tiene entre sus primeras víctimas a los afrodescendientes. Son ellos quienes figuran mayoritariamente entre los inscriptos para obtener el módico y temporario seguro de desempleo que ofrece el gobierno federal. Y además son el grupo étnico mayoritario que está en la primera línea del combate a la pandemia.

Esta explosiva combinación de circunstancias sólo necesitaba un chispazo para incendiar la pradera. El asesinato de George Floyd a manos de la policía de Minneapolis filmado minuto a minuto y viralizado en instantes aportó ese ingrediente con los resultados ya conocidos. La criminal estupidez de un Trump desquiciado por más de cien mil muertos a causa de su negacionismo y por el abismo económico que se abrió a sus pies a cinco meses de la elección presidencial hicieron el resto. En un tuit amenazó a los manifestantes con “meter bala” si proseguían los disturbios, igual que los esclavócratas sureños del siglo diecinueve. Signos inequívocos de un fin de ciclo, con violencia desatada, saqueos y toques de queda desafiados en las principales ciudades. Cualquier pretensión de “volver a la normalidad” que produjo tanta barbarie es una melancólica ilusión.

Fuente del artículo: https://rebelion.org/la-chispa-de-minneapolis/

 

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EEUU: Protestas pacíficas piden reformas profundas en Estados Unidos

América del Norte/ EEUU/ 09.06.2020/ Fuente: www.metro.pr.

 

Las demandas de profundas reformas policiales ganaron impulso el domingo después de que las autoridades de la ciudad donde murió George Floyd a manos de un policía iniciaran el proceso para desmantelar todo el departamento de policía.

La muerte de Floyd desencadenó protestas en todo el país exigiendo que se afronte el racismo institucional. En ocasiones, las marchas derivaron en choques con la policía, pero muchos agentes adoptaron una actitud menos agresiva durante el fin de semana, cuando la gran mayoría de las manifestaciones fueron pacíficas.

Dos semanas después de la muerte de Floyd, un empleado de seguridad que se había quedado sin trabajo, después de que un policía blanco de Minneapolis le apretara el cuello con la rodilla durante varios minutos, la mayoría del Consejo Municipal de Minneapolis votó a favor de desmantelar la agencia de 800 miembros.

“Está claro que nuestro sistema de policía no está manteniendo a salvo a nuestras comunidades”, dijo el domingo la presidenta del consejo, Lisa Bender. “Nuestros esfuerzos de reformas progresivas han fracasado, punto”.

No es la primera vez que una ciudad estadounidense busca la forma de gestionar un departamento de policía acusado de ser demasiado agresivo o de ejercer prácticas discriminatorias. En Ferguson, Misuri, donde un policía blanco mató a tiros en 2014 a Michael Brown, un joven negro de 18 años, el entonces secretario de Justicia, Eric Holder, dijo que las autoridades federales consideraron desmantelar todo el cuerpo de policía local. La ciudad terminó llegando a un acuerdo menos drástico, pero que requería amplias reformas.

El estado de Minnesota ha iniciado una investigación de derechos civiles sobre el Departamento de Policía de Minneapolis. Los primeros cambios concretos llegaron cuando la ciudad acordó prohibir las presas de estrangulamiento.

Nueve de los 12 miembros del Consejo Local de Minneapolis prometieron el domingo poner fin a la policía tal y como es ahora en la ciudad. El alcalde, Jacob Frey, dijo no apoyar la “abolición completa” del departamento.

En respuesta a la muerte de Floyd, manifestantes en todo el país reclamaban reformas policiales y que se afrontara el racismo institucional. Los coros en favor de retirar el financiamiento a la policía se han convertido en lemas para muchos. La agresiva respuesta policial a las marchas en muchos lugares ha subrayado lo que mantenían muchas voces críticas: la policía está militarizada y emplea una fuerza excesiva con demasiada frecuencia.

Algunas ciudades impusieron toques de queda después de que varias marchas la semana pasada se vieran empañadas por incendios provocados, agresiones y saqueos de negocios. Más de 10.000 personas fueron detenidas en todo el país desde el inicio de las protestas, según registros monitoreados por The Associated Press. Han circulado videos de agentes con equipo antimotines empleando gas lacrimógeno o fuerza física incluso contra manifestantes pacíficos.

Pero las marchas de los últimos días en Estados Unidos han sido pacíficas en su gran mayoría, y durante el fin de semana, varios cuerpos policiales parecieron evitar estrategias agresivas.

También se levantaron toques de queda en ciudades como Chicago y Nueva York, donde el gobernador instó a los manifestantes a hacerse pruebas del nuevo coronavirus y tener precaución hasta tener los resultados. Líderes de todo el país han expresado su preocupación porque las concentraciones pudieran provocar un aumento de los contagios.

Por primera vez dese que comenzaron las protestas en Nueva York hace más de una semana, la mayoría de los agentes desplegados el domingo ante las marchas no llevaban cascos antimotines. La policía movió las barricadas ante el hotel de Trump en Columbus Circle para que los manifestantes pudieran pasar por la zona.

En algunos puntos de la ciudad se veía a los agentes fumando, tomando pizza o comiendo helados con tranquilidad. Algunos agentes estrecharon manos y se tomaron fotos con motociclistas en una marcha.

En Compton, California, miles de manifestantes, algunos de ellos a caballo, marcharon de forma pacífica por la ciudad al sur de Los Ángeles. La única presencia policial era una docena de agentes del condado, que observaban sin confrontar a los asistentes.

En Washington D.C. se vio a miembros de la Guardia Nacional llegados de Carolina del Sur saliendo de su hotel el domingo, poco antes de que el presidente, Donald Trump, tuiteara que había dado orden de retirarlos de la capital.

Las cosas no fueron pacíficas en Seattle, donde el alcalde y el jefe de policía habían dicho que intentaban reducir la tensión. La policía utilizó granadas de flash y aerosol de pimienta para dispersar a la gente después de que se lanzaran piedras, botellas y explosivos a los agentes el sábado por la noche. El domingo por la noche, un hombre dirigió un auto contra los manifestantes, chocó con una barricada y después salió del vehículo mostrando una pistola, según las autoridades. Un hombre de 27 años fue baleado y trasladado al hospital en condición estable, según el cuerpo de bomberos de Seattle.

Dos crisis paralelas -la pandemia del coronavirus y las protestas- han sido especialmente duras para la población negra estadounidenses, que se ha visto afectada de forma desproporcionada por el virus y expuesta a profundas divisiones políticas durante este año de elecciones presidenciales.

El liderazgo de Trump en ambas situaciones ha sido cuestionado por demócratas y unos pocos republicanos, que consideraron su gestión del COVID-19 como tardía e insuficiente, y su reacción a las protestas como dura e insensible.

El senador federal Mitt Romney de Utah marchó el domingo en una protesta en Washington contra el maltrato policial a las minorías, lo que le convierte en el primer senador republicano conocido que lo hace.

El cuerpo de Floyd llegó el domingo a Texas para un tercer y último servicio fúnebre, según el jefe de policía de Houston, Art Acevedo. Estaba previsto celebrar una capilla ardiente el lunes en Houston, seguida de un servicio religioso y un entierro el martes en el suburbio de Pearland.

Fuente de la noticia: https://www.metro.pr/pr/noticias/2020/06/08/protestas-pacificas-piden-reformas-profundas-estados-unidos.html

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15 grandes libros sobre racismo en EEUU escritos por quienes más saben

Mundo/Autor(a) y Fuente: www.eldiario.es

La última campaña por el asesinato de George Floyd consistió en subir un cuadrado negro a las redes sociales como símbolo de escucha y solidaridad con la comunidad negra. Era solo un día, pero este acto de prestar oídos a los que sufren el racismo en primera persona y se han alzado contra él en la mayor crisis de las últimas décadas no debería concluir a las veinticuatro horas. Por eso, una buena forma de ayudar y de seguir escuchando es a través de los libros.

Hay grandes obras que sirven de cabecera en las protestas de Estados Unidos y que, en cambio, aquí no encontraron su hueco en el mercado editorial. Pero hay muchos otros que sí y que conviene rescatar ahora para entender el alcance del racismo que se salda con vidas en Norteamérica desde mucho antes de la agresión contra Floyd. Seleccionar lecturas sobre la estructura racista de un país y aplicarlas a otros es lo que hacen, precisamente, proyectos como Los libros que nos unen.

Apadrinado por el periodista y activista Moha Gerehou, cada semana analizan un título atravesado por la causa racial en sus redes sociales y una vez al mes (cuando volvamos) de forma presencial en la librería Traficantes de sueños de Madrid.

Una gran parte del movimiento Black Lives Matter se centra en la enseñanza porque «si hay algo que puede acabar en el futuro con el racismo, además de la lucha política, es la educación». Y estos 15 títulos escritos por mujeres y hombres negros son toda una muestra de conocimiento, comprensión y orientación para empezar con el cambio.

color

El color de la justicia, de Michelle Alexander (Capitán Swing)

Es conocido como la biblia del Black Lives Matter. Un porcentaje desproporcionado de la población carcelaria de Estados Unidos está compuesto por afroamericanos y, en este libro, la periodista Michelle Alexander detalla la combinación de diferentes factores legales que hacen que los hombres negros tengan más probabilidades de ser blanco de la policía y de recibir largas condenas de prisión.

En inglés se titula The New Jim Crow en referencia a las leyes de segregación racial del sur de EEUU.


Americanah

Americanah, de Chimamanda Ngozi Adichie (Literatura Random House)

Ifemelu, como su autora, es una chica nigeriana de clase alta que llega a Nueva York para estudiar y buscar nuevas oportunidades. Una expectativa que se desvanece en cuanto pone un pie al otro lado del charco y empieza a sufrir el escarnio por su color de piel.

El relato ficticio se funde con el de Chimamanda, ya que muchas de las cosas que cuenta las sufrió en primera persona cuando llegó a Filadelfia con una beca para la universidad. Ahora, su relato se ha convertido en un referente para muchas jóvenes afroamericanas.


Angela Davis

La libertad es una batalla constante, de Angela Davis (Capitán Swing)

Una de las características que define y une a los grandes pensadores de la Historia es la capacidad de ir por delante de la sociedad y de dar antes con las conclusiones que el resto tardaremos años en obtener. Y, en ese grupo selecto, Angela Davis ocupa una posición de oro.

Ya fue pionera en el libro Género, raza y clase donde sentó las bases teóricas de la interseccionalidad que hoy está en boca de todos. Por su parte, La libertad es una batalla constante profundiza en la necesidad de instaurar un activismo que plante cara a todas las injusticias sociales: del feminismo al antirracismo, pasando por la lucha contra el cambio climático o la liberación de Palestina. Desafía a construir el Movimiento de la liberación humana y nos recuerda que esa es «una batalla constante».


destello

Un destello de libertad, de Keeanga-Yamahtta Taylor (Traficantes de sueños)

El trabajo de Taylor es seguramente uno de los mejores análisis políticos sobre las relaciones entre el viejo y el nuevo movimiento negro. De la corriente por los Derechos Civiles y los Black Panthers al contraataque económico e ideológico de Nixon y Reagan y los límites de la integración de políticos afroamericanos en las instituciones, con Obama como mejor exponente.

Destaca la novedad de la reciente oleada de protestas, en una increíble anticipación de estas últimas, y también los múltiples problemas a los que se enfrentan.


Ilustración que aparece en la cubierta del libro

Un día más en la muerte de EEUU, de Gary Younge (Libros del K.O)

El 23 de noviembre de 2013 murieron diez adolescentes por arma de fuego en Estados Unidos. El más pequeño tenía nueve años; el mayor, diecinueve. Esta cifra, que en muchos otros países habría parecido desorbitada, pasó sin apenas atención entre las noticias de la prensa estadounidense.

El periodista Gary Younge, entonces corresponsal de The Guardian en el país norteamericano, se propuso rescatar del olvido los nombres y las historias de aquellos diez muchachos. Aquí se puede leer un fragmento en exclusiva del ensayo.


mundo y yo

Entre el mundo y yo, de Ta-Nehisi Coates (Seix Barrall)

«Te escribo en tu decimoquinto cumpleaños», escribe Coates a su hijo. «El año en el que te enteraste de que Eric Garner fue ahogado por vender cigarrillos; de que Renisha McBride fue disparada por buscar ayuda; y de que a John Crawford le dispararon por merodear en una tienda. Has visto a hombres vestidos de uniforme y asesinando a Tamir Rice, un niño de 12 años a quien juraron proteger. Y has visto a hombres con el mismo uniforme golpear a Marlene Pinnock, la abuela de alguien, a un lado de la carretera». Un análisis desgarrador de la posición céntrica que ocupa el racismo en la vida de este periodista, su hijo y todos los que les rodean.


Gueto

Gueto, de Mitchell Duneier (Capitán Swing)

Para el sociólogo Duneier, el concepto de gueto fue una invención de los estados represores que querían segregar a una parte de su población y más tarde esos lugares se convirtieron en un símbolo político en sí mismo para quienes viven en ellos.

Mediante un pormenorizado análisis de los trabajos intelectuales de distintas épocas, infiere que el alambre de espino de los nazis no era más eficaz que los contratos restrictivos de los negros de EEUU, con los que creció la discriminación laboral, empeoraron las condiciones higiénicas, sanitarias y educacionales y la delincuencia juvenil se convirtió en una lacra. Un ensayo fundamental para entender una realidad que colea en el presente.


matrimonio

Un matrimonio americano, de Tayari Jones (Alianza editorial)

Además de ser elegido por Obama en su clásica lista de lecturas de verano, esta novela es «una representación conmovedora de los efectos de una condena injusta por violación en una joven pareja afroamericana».

Los protagonistas, Roy y Celestial, son un joven ejecutivo y una artista en ciernes con una brillante carrera profesional por delante. La suya es una historia de amor, pérdida, lealtad y capacidad de recuperación de los seres humanos, pintada sobre un lienzo político que ilumina la Norteamérica de hoy.


Malcolm

Biografía de Malcolm X, de Alex Haley (Capitán Swing)

Escrita por Alex Haley, autor del vademécum de la lucha racial, Raíces, y ganador del Pulitzer, esta biografía es fruto de más de 50 entrevistas en las que se recoge la historia del dirigente negro que, junto a Martín Luther King, ha marcado la lucha por los derechos de los descendientes de esclavos.

Malcolm X ahonda sobre las mentiras y limitaciones del sueño americano y sobre el racismo de una sociedad que niega a sus ciudadanos no blancos la oportunidad de soñar.


Ojos azules

Ojos azules, de Toni Morrison (Debolsillo)

Morrison estrenó pluma a los 40 años. Suena tarde para la mayoría, pero en su caso fue la clave para esbozar unas primeras líneas que dejan sin aliento a casi todo el que las lee. «Silencioso como si estuviera oculto, no había caléndulas en el otoño de 1941. En aquél momento pensamos que las caléndulas no crecían porque Pecola iba a tener el hijo de su padre».

Así comienza Ojos azules, sobre una niña negra, solitaria y poco querida que sueña con tener unos ojos como los de Shirley Temple. La autora neoyorquina se atrevió a irrumpir con tal dureza debido a su trayectoria como editora en el gigante Random House. Allí descubrió un punto ciego y racista en el mercado norteamericano, le puso luz y lo empequeñeció. Una labor impresionante que comenzó con esta obra.


The Underground Railroad

El ferrocarril subterráneo, de Colson Whitehead (Literatura Random House)

Whitehead leyó muchos testimonios de esclavos de plantaciones para dar forma a su Ferrocarril subterráneo pero lo que le destrozó de verdad fue la película 12 años de esclavitud. La protagonista en su caso, Cora, es una chica de quince años que escapa de los trabajos forzados a través de una red subterránea de trenes y vías.

El jurado del Pulitzer, que ganó en 2017, comparó esta obra con Cien años de soledad y con El diario de Anna Frank por la crudeza de las palabras de esta adolescente.


odio

El odio que das, de Angie Thomas (Gran Travesía)

Starr es una chica de dieciséis años de edad que vive entre dos mundos: el barrio pobre de gente negra donde nació, y su instituto situado en un elegante barrio residencial blanco. El difícil equilibrio entre ambos se hace añicos cuando se convierte en testigo del asesinato a tiros de su mejor amigo, Khalil, a manos de un policía.

El libro de Thomas, que después se convirtió en película, causó un gran revuelo en Estados Unidos, donde trece editoriales se disputaron sus derechos por reflejar fielmente el espíritu del Black Lives Matter.


KKKLAN

Infiltrado en el KKKlan, de Ron Stallworth (Capitán Swing)

Pocos conocen que la aplaudida película de Spike Lee narra la historia real de Ron Stallworth, un agente negro que en los años 70 consiguió infiltrarse en el Ku Klux Klan (KKK), el grupo de supremacistas blancos más importante de Estados Unidos. Para ello, contó con la ayuda de un policía blanco que asistía a las reuniones, hacía amigos y grababa las conversaciones, por lo que consiguió algunos de los detalles más escabrosos de la organización. Durante la investigación, Ron también saboteó quemas de cruces y desenmascaró a los supremacistas blancos del Ejército.


pajaro

Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado, de Maya Angelou (Libros del Asteroide)

Angelou fue una de las primeras mujeres afroamericanas que usó su literatura como arma contra el racismo, y esta es su primera autobiografía. Aunque narra episodios dolorosos, lo hace desde la inocencia y la alegría de una voz infantil, sobre todo en el periodo en el que vivió con su abuela en un pequeño pueblo de Arkansas. Lo que vio y aprendió allí, el sentimiento de comunidad, le permitió sobrevivir a las agresiones raciales y sexuales que sufrió por parte de hombres blancos en California. Al final, las letras y Shakespeare fueron su salvación.


blues

El blues de Beale Street, de James Baldwing (Literatura Random House)

La mejor obra de Baldwin para analizar el racismo en EEUU es The Fire Next Time, su apasionada súplica para «poner fin a la pesadilla racial» en Estados Unidos que fue un éxito de ventas, que no ha llegado a nuestro país. Pero, teniendo en cuenta que es una pluma referente del movimiento, esta tampoco se queda atrás: una dolorosa historia de amor e injusticia racial en el Nueva York de los setenta que el año pasado inspiró una película de Barry Jenkins, director de Moonlight.

Fuente e Imagen: https://www.eldiario.es/cultura/libros/Libros-racismo-Estados-Unidos_0_1034146986.html

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Afrodescendiente en Chile: “La gente se acerca y toca nuestra piel y nuestro pelo como si fuéramos una mascota”

Redacción: La Tercera

A pesar de la invisibilización histórica que sufre la cultura africana en Chile, se sabe por estudios que un 3,8% de nuestro genoma proviene de ese continente. Mujeres afrochilenas e inmigrantes se han agrupado para dar visibilidad a la lucha negra y a sus vivencias, tras años de estigmatización y discriminación. Este es el testimonio de Ofelia Hayde Munizaga de Castro (26), música y activista nacida en Angola, sobre lo que significa estar fuera de la norma blanca.

Mi papá y mi mamá se conocieron en Angola, África. Él era militante socialista y antes del 73 se fue de Chile por estudios. Estuvo 18 años en el continente, ocho de esos en Angola, y siempre dice que es el lugar donde se ha sentido más libre. Yo nací en Luanda, la capital, y pasé mis primeros cuatro años de vida allá. A pesar de haber sido pequeña recuerdo olores, texturas, sabores. A mi papá lo veía un par de veces al mes porque trabajaba lejos de donde vivíamos y nos juntábamos con él en una bahía cercana. Era un momento breve, pero importante. También recuerdo que no comíamos en la mesa, sino en una esterilla, y siempre con las manos, que es costumbre allá. La siesta se dormía también en una esterilla y andaba con los pies descalzos.

La gente en Angola no tiene prejuicios, todos tienen una mentalidad muy abierta y son muy libres, alegres. Cuando toca una banda no hay nadie quieto, porque es inevitable bailar: sienten la música por dentro, la sienten de verdad. Aun así, es un país que ha sufrido mucho con las guerrillas y en esa época había minas antipersonales en todas partes. Por eso a mis padres les pareció peligroso que creciera ahí. Además, no había certezas de si iba a poder acceder a una educación adecuada. Por lo que mi papá decidió traerme a Chile. Como los pasajes eran muy caros –tuvo que pedir plata prestada a sus amigos–, nos vinimos los dos en el año 2000. Fue muy duro. Recuerdo que era mayo y yo no entendía por qué la gente usaba tanta ropa, porque en Angola prácticamente no existe el frío. Por otro lado, dejar a mi madre fue complejo. Nos llamábamos, nos mandábamos cartas y al año siguiente nos visitó durante un mes, pero ella sabía que este no era su lugar. Esta era una cultura muy distinta para ella, muy preocupada del qué dirán. Además, en ese momento prácticamente no había gente negra en Chile. Yo ahora tengo una hija y no sé si sería capaz de dejarla ir. Pero entiendo que ella, a pesar de su infancia y su vida difícil, trató de darme todo el amor que pudo.

Vi a mi mamá por última vez en 2006, cuando fui a visitarla, y al año siguiente falleció. Mi mamá simbolizaba mis raíces y me pesaba que la gente me preguntara por ella, por mi familia, si mi papá era realmente mi papá porque era blanco. Ser la única con mi color me costó mucho durante la infancia y la adolescencia, porque el único referente de mi cultura era mi madre. Yo tenía mis costumbres, mi forma de ser y tuve que encajarlas para que no me miraran mal. En segundo básico comenzaron los acosos. Mis compañeros me empujaban, me escupían, me tiraban el pelo, me lanzaban cosas y no me dejaban tranquila hasta que yo comenzaba a llorar. Una vez me metieron los dedos en un enchufe descompuesto y me electrocuté. Cuando fui a acusarlos con el inspector, le causó gracia. Dejé de querer ir al colegio porque hasta los profesores se burlaban de mí: me decían indirectamente que yo era más tonta por ser negra. Me gritaban cosas en la calle y algunos adultos, afuera o dentro del colegio, se limpiaban la mano luego de saludarme, situación que hasta hace poco me pasó. Mi pelo siempre lo llevaba amarrado por miedo a que me molestaran, porque es muy llamativo. No entiendo ese afán de alguna gente en el metro y en la calle de acercarse y tocar nuestra piel y pelo, como si fuéramos una mascota. Es muy invasivo y a casi todas las mujeres negras nos ha pasado.

La gente pensaba que lo que me hacían no era racista y me daba mucha impotencia. Por eso durante la adolescente me puse más violenta y reactiva. No me sentía escuchada. Mi papá siempre me apoyó, me ayudó a entender que nadie tenía el derecho de poner el pie encima a otra persona y que había que poner límites. Desde muy chica tuve que ser consciente del egoísmo de las personas y de su incapacidad de ponerse en el lugar del otro. Por suerte tuve amigas, pocas pero buenas, que me acompañaron y me defendieron en todo momento.

Siempre fui buena para las artes, sobre todo en música, y era la mejor en educación física, así que a los 15 le pedí a mi papá que me cambiara a un liceo con enfoque artístico y experimental, el mismo al que asistían mis primas. Ahí por primera vez me sentí libre: no había prejuicios, nadie me pedía que me alisara el pelo y mi raza no era tema. Nunca voy a olvidar el día en que comencé a mostrar el pelo. “Ahora vas a tener que andar con el pelo así, te queda muy lindo”, me dijo mi mejor amiga cuando me soltó el colet. De a poco comencé a atreverme, aunque en la calle me lo tomaba. Eso ya no es tema: ahora ando siempre con mi corona a la vista.

Luego del colegio, hice estudios de música y comencé a conectar con los ritmos africanos. Tocaba en una banda y fue así que desde Colectiva Negrocéntricas me contactaron para un evento de concientización sobre la cultura negra. Me gustó el colectivo y me quedé. Ahí empecé a conocer otras organizaciones de mujeres negras, como la Red de Mujeres Afrodiaspóricas que funciona desde el año pasado. Buscamos a través de herramientas del feminismo negro y desde nuestras propias experiencias dar apoyo a las mujeres negras que recién llegan a Chile y viven todas las aberraciones que una ya vivió. Además nos interesa generar políticas que protejan la cultura afrodescendiente en Chile y acabar con la discriminación que sufrimos.

Nunca esperé encontrar a tantas mujeres como yo, con las mismas vivencias, y estoy muy agradecida. Nosotras damos un mensaje claro: queremos que nos dejen de estereotipar y cosificar, que nos dejen de tratar como tontas. El sistema es tan cruel y te lo deja tan claro que te empiezas a cuestionar tus reales capacidades. Por eso buscamos que las mujeres negras se unan entre ellas y que puedan ser lo que quieran ser, que nadie las convenza de lo contrario. Es importante intervenir y dejar de ser cómplices cuando vemos situaciones de racismo: no hacerlo te vuelve tan racista como la persona que está agrediendo. Es un cambio de consciencia que tenemos que hacer todas las personas, sin importar nuestro color. Sabemos que será un proceso largo, pero no podemos permitir que se siga manteniendo un sistema basado en la opresión”.

Fuente: https://www.latercera.com/paula/noticia/afrodescendiente-en-chile-la-gente-se-acerca-y-toca-nuestra-piel-nuestro-pelo-como-si-fueramos-una-mascota/C6ZP32VZ7BEV5BOGZVG4LD25GA/

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