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‘El racismo en México se suma a otras formas de desigualdad’: Federico Navarrete

México/10 de Julio de 2016/Aristeguinoticias

Por: Federico Navarrete

El historiador y académico, asegura que contrario a lo que creemos, en nuestro país predomina la intolerancia.

El racismo impera en México. Es un hecho cotidiano que cobra forma lo mismo en una charla privada que en anuncios de tintes aspiracionales o en políticas públicas excluyentes. Desafortunadamente, una gran parte de la población es indiferente ante el fenómeno. Así lo advierte el académico Federico Navarrete en México Racista (Grijalbo). A partir de episodios como los de la masacre de maestros normalistas o de asesinatos a indígenas, o incluso del discurso predominante en los medios de comunicación, las rutas de la discriminación en la sociedad mexicana.

Usted plantea que varios de los problemas que vivimos como país tienen su origen en un arraigado racismo.

Los mexicanos nos hemos creído la fábula de que no somos racistas. Sin embargo no es así, incluso el racismo se ha recrudecido en los últimos años. Los medios de comunicación, la violencia y desigualdad lo han incrementado.

¿Cómo se relaciona con los problemas actuales de violencia?

El libro es una reacción ante la inaceptable situación de violencia y de violación de los derechos humanos en la sociedad mexicana. No hemos valorado al racismo en su dimensión apropiada. En México no se agrede o asesina a la gente por su color de piel, pero sí crea una situación de invisibilidad de la mayoría de la población. No forman parte de la discusión pública ni tienen espacio en los medios de comunicación. A la gente más morena y con aspecto indígena se le asocia con pobreza, retraso, se les atribuyen rasgos negativos o se les ve como revoltosos. El primero en demostrar esto una y otra vez es el propio gobierno, sin embargo como sociedad hemos sido inaceptablemente indiferentes.

Ante muertes de indígenas, campesinos, migrantes.

Sí. Nos hemos acostumbrado a la pobreza. Un importante número de mexicanos está en situación de calle. Recordemos que hace tres años en Guadalajara, un automovilista descubrió a una niña rubia pidiendo limosna, se hizo una tormenta en las redes sociales y se aseguraba que había sido secuestrada. Una persona blanca pidiendo limosna nos parece inaceptable; en cambio, si lo hacen millones de personas de piel oscura ya no nos importa.

¿A qué le atribuye que no hemos superado este tipo de lastres?

Nos gusta presumir de receptivos y tolerantes pero creo que la sociedad mexicana debe asumir su verdadera faz. Discriminamos a las mujeres, a las minorías sexuales, a quienes no son católicos, a quienes hablan lenguas indígenas; se discrimina a diestra y siniestra. Vivimos en una sociedad cada vez más fragmentada, brutalmente desigual en la que el gobierno no siente el menor compromiso con el bienestar de la población ni tampoco con su seguridad física. Los medios de comunicación ejercen un racismo absoluto, excluyen completamente de sus pantallas y de la publicidad a 80% de los mexicanos.

 ¿Podríamos apuntar que esto impacta en un racismo sistemático?

El racismo en México se suma a las otras formas de desigualdad. Es difícil saber si la exclusión de educación de calidad o la falta de servicios públicos son producto del racismo. La discriminación de clase se mezcla con la ausencia de democracia y de derechos humanos. La suma de todo ello genera un coctel más nocivo. Los estudios sociológicos recientes demuestran que en México, de manera casi casi sistemática, aunque no absoluta, la gente con color de piel oscura es más pobre, tiene menos educación, peores trabajos y vive en situaciones de mayor precariedad que la gente con piel más blanca. Ahí tenemos mecanismos sociales que radicalizan a la sociedad.

Aquí podemos hablar de una corresponsabilidad entre el gobierno y la sociedad.

El gobierno mexicano es profunda y absolutamente negligente en el cumplimiento de sus obligaciones más elementales. No ofrece educación, sistemas de salud, seguridad y servicios públicos de calidad. Como sociedad debemos tomar conciencia de lo que nosotros hacemos. Si el racismo es tan insidioso es porque empieza en casa, en las escuelas y las fiestas. La vida privada se extiende a la vida pública. Estudios demuestran que la gente piensa automáticamente que una persona con tez blanca es más rica, honesta y respetable que una persona con tez oscura. En el discurso que se ha construido contra la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación abundan elementos racistas. Se les vitupera por una serie de estereotipos: se les señala de primitivos, revoltosos, flojos e ignorantes, sin tomar en cuenta sus realidades culturales y sociales. Si queremos superarlo primero necesitamos reconocer el racismo y después combatirlo.

¿Por qué los medios también no han tomado la iniciativa de combatirlo?

Llevo años preguntándoles a los publicistas por qué excluyen sistemáticamente a personas que tienen el tipo físico de 90% de la población de México. Hasta ahora no he tenido una respuesta clara. ¿Es simplemente porque son racistas, pura y llanamente consideran que los morenos son feos? Algunos en verdad lo creen. ¿O es que tienen estudios que demuestran que la gente morena de México no quiere comprar los productos que compran sus similares? Las televisoras privadas son brutalmente racistas, a pesar de que la concesión es pública hacen lo que quieren y carecen del menor sentido de responsabilidad social. Es decir, son racistas porque pueden y porque nadie les ha dicho que no lo sean. En el fondo piensan que por ser blancos, son más bonitos y mejores que la gente morena.

En términos globales pare reforzarse una tendencia racista. La vemos con Donald Trump, los últimos eventos en Estados Unidos, el Brexit, el renacimiento de los nacionalismos en Europa y la aversión a los migrantes.

El racismo siempre ha sido un fenómeno global. Los movimientos migratorios han provocado su recrudecimiento en las últimas décadas. Los mexicanos deberíamos de ocuparnos en no ser parte de esta nueva oleada. Es verdad que el racismo mexicano es menos violento que el estadounidense. Aquí no ha habido Ku Klux Klan, ni tampoco se lincha a personas por su color de piel; pero en cambio, aquí una élite margina al 90% de la población, en ese sentido nos parecemos más a Sudáfrica, donde la población blanca, el 10% del total de los habitantes, excluyó durante todo el siglo XX a los negros del poder y de la democracia.

Fuente: http://aristeguinoticias.com/1007/lomasdestacado/el-racismo-en-mexico-se-suma-a-otras-formas-de-desigualdad-federico-navarrete/

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The Racist Killing Machine in the Age of Anti-Politics

Por: Henry A. Giroux

The killing machine has become spectacularized, endlessly looped through the mainstream cultural apparatuses both as a way to increase ratings and as an unconscious testimony to the ruthlessness of the violence waged by a racist state. Once again, Americans and the rest of the world are witness to a brutal killing machine, a form of domestic terrorism, responsible for the deaths of Philando Castile and Alton Sterling who were shot point blank by white policemen who follow the script of a racist policy of disposability that suggests that black lives not only do not matter, but that black people can be killed with impunity since the police in the United States are rarely held accountable for such crimes.

In the Castile case, the police fired into the car with a child in the back seat–a point rarely mentioned in the mainstream press. At the same time, the power of violence as a tool for expending rage and addressing deeply felt injustices has resulted in a young black man mimicking the tools of state violence by deliberately killing five police officers and wounding seven others in Dallas, Texas. This is a horrendous and despicable act of violence but it must be understood in a system in which violence is disproportionately waged against poor blacks, immigrants, Muslims, and others who are now defined as excess and pathologized as disposable. The killings in Dallas speak to a brutal mindset and culture of mistrust and fear in which violence has become the only legitimate form of mediation

In the increasingly violent landscape of anti-politics, mediation disappears, dissent is squelched, repression operates with impunity, the ethical imagination withers, and the power of representation is on the side of spectacularized state violence. Violence both at the level of the state and in the hands of everyday citizens has become a substitute for genuine forms of agency, citizenship, and mutually informed dialogue and community interaction.

Etienne Balibar has pointed out that “as citizenship is emptied of its content,”[i] the right to be represented is ceded to the financial elite and the institutions of repression or what Althusser once called the “repressive state apparatuses.” Under such circumstances, politics is replaced by a form of “antipolitics” in which the representative and repressive machineries of the state combine to objectify, dehumanize, and humiliate through racial profiling, eliminate crucial social provisions, transform poor black neighborhoods into war zones, militarize the police, undermine the system of justice, and all too willingly use violence to both to punish blacks and to signal to them that any form of dissent can cost them their lives. But such apparatuses do more, they willfully exclude and repress the historical memories of racial violence waged by both the police and other racist institutions.[ii] They have no choice since such histories point to the deeply embedded structural nature of such violence as a reproach to the bad cops theory of racist violence.

What we are observing is not simply the overt face of a militarized police culture, the lack of community policing, deeply entrenched anti-democratic tendencies, or the toxic consequences of a culture of violence that saturates every day life. We are in a new historical era, one that is marked a culture of lawlessness, extreme violence, and disposability, fueled, in part, by a culture of fear, a war on terror, and a deeply overt racist culture that is unapologetic in its disciplinary and exclusionary practices. This deep seated racism is reinforced by a culture of cruelty that is the modus operandi of neoliberal capitalism–a cage culture, a culture of combat, a hyper masculine culture that views killing those most vulnerable as sport, entertainment, and policy.

The United States is in the midst of a crisis of of governance, author­ity, and representation and as historical narratives of injustice and resistance fade there emerges a further crisis of individual and collective agency, along with a crisis of the identity and purpose regarding the very meaning of governance. As democratic public spheres disappear and the state increasing turns to violence to address social problems, lawlessness becomes normalized and violence becomes the only form of mediation. This is fueled by a discourse of objectification, and a race-based culture of pathology, which often finds expression not only in police violence but also in scattered mass shootings and a tsunami of everyday violence in America’s major cities, such as Chicago. Politics has been emptied out, lacking any representative substance, and opens the social landscape to the dangerous forces of right-wing populism and ultra-nationalism, both of which are deeply racist in their ideological discourse and their relationship to those excluded others.

Americans are witnessing not simply the breakdown of democracy but the legitimization of a society in the grips of what might be called a politics of domestic terrorism, a kind of anti-politics that rejects the underlying values of a democracy and is unwilling to reclaim its democratic tendencies while deepening its civic principles. The U.S. is deep into the entrails of an updated authoritarianism and until that is recognized under such circumstances violence will escalate, people of color will be killed, whites will claim they are the real victims, and the discourse of racial objectification will become, as it has, a visible if not embraced signpost of an anti-politics that defines the varied landscapes of power and institutions of everyday life.

The ultimate mark of terrorism both domestic and foreign is a hatred of the other, a certainty that defines dialogue, an ignorance that embraces the power of the mob and the redemptive force of the savior. As America moves dangerously close to embracing such an authoritarian social order and the politicians who endorse it, indiscriminate and intolerable violence will assume a kind of legitimacy that allows people to look away, refuse to recognize their own powerlessness, and align them with a barbarism in the making. All of this bears the weight of a history in which such indifference is easily transformed into the worst forms of state violence. The face of white supremacy and state terrorism, with its long legacy of slavery, lynching, and brutality has become normalized, if not supported by one major political party, a large percentage of the public endorsing Donald Trump, and a corporate and financial elite wedded only to increasing their power and profits. We are in a new historical era that is widening the scope and range of violence-an expansive age of disposability that widens the net of those considered expendable if not dangerous.

Some conservatives such as David Brooks have argued that the collapse of character and the rise of a form of political narcissism are producing deeply troubling forms of authoritarianism.[iii] That analysis is too facile, and ignores the underlying social, economic, and political conditions that concentrate power in very few hands, distribute wealth largely to the upper 1 percent, eliminate social services, and destroy those institutions capable of producing a culture of critique, empathy, and engaged citizenship. The old age of the social contract and social democracy is dead; the economic foundations that once supported large segments of the working class have been destroyed by the forces of globalization; and the promise of a collective ethical imagination has given way to the tawdry self-indulgence and self-interest that drives a consumer and celebrity culture. Not only have too many Americans become prisoners of their own experience, they also  have become passive in the face of state violence, a culture of extreme violence, and a web of mainstream cultural apparatuses that trade in violence as sport and entertainment.

Racism is one register of such violence, but in the age of cell phones and video cameras it has become more visible, and its brutalizing imagery contains the possibility for mobilizing social formations such as the Black Lives Matter Movement to both expose and eliminate its underlying ideologies and structures. At the same time, such blatant acts of racism offer a false sense of community to those being organized around hate and anger, resulting in a blind devotion to false prophets, such as Donald Trump, who trade in fear and despair.

Let’s hope that the current crisis we are witnessing as it appears to unfold daily will transform cries of collective outrage into a social movement that is organized around a call for economic and social justice, one less intent on calling for reforms than for eliminating a neoliberal economic order steeped in corruption, racism, and violence.

Notes.

[i] Etienne Balibar, “Uprisings in Banlieues,” Equaliberty, [Durham: Duke University, 2014] pp. 252

[ii] See, for instance, Jerome H. Skolnick, The Politics of Protest: Task Force on Violent Aspects of Protest and Confrontation of the National Commission on the Causes and Prevention of Violence 2nd Revised edition (New York: NYU Press, 2010). Also see Jonathan Simon,Governing Through Crime: How the War on Crime Transformed American Democracy and Created a Culture of Fear (New York: Oxford University Press, 2009).

[iii] David Brooks, “The Governing Cancer of Our Times,” The New York Times, [February 26, 2016] Online: http://www.nytimes.com/2016/02/26/opinion/the-governing-cancer-of-our-time.html?_r=0

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Entrevista a Carl Lipscombe, responsable político y legal de BAJI. Leyes liberticidas y racistas en EE.UU., ¿congeladas o en marcha?

Estados Unidos/09 Julio 2016/Autor: Alex Anfruns/Fuente: Investig’action 

Inmigración Justa (en inglés BAJI) es una organización de defensa de la justicia racial y los derechos de los inmigrantes negros y los nacionales norteamericanos afroamericanos. BAJI fue creada en 2006 a raíz de las escandalosas propuestas legislativas estatales y nacionales sobre inmigración, con el fin de movilizar a los ciudadanos negros de Estados Unidos y obtener su apoyo al movimiento por los derechos de los inmigrantes. Desde entonces, BAJI ha evolucionado hasta convertirse en una organización con múltiples objetivos de defensa para la población afroamericana en EE.UU., en particular en los ámbitos de la criminalización masiva, la regulación de la inmigración y la desigualdad económica. Lean esta entrevista a Carl Lipscombe, responsable político y legal de BAJI, realizada por Alex Anfruns.

Con motivo del 20 aniversario de la ley de 1996 sobre la inmigración, ustedes han acaban de apelar a la movilización de la opinión en contra de esas leyes. ¿Cuál es el propósito de BAJI?

Nosotros hemos apelado al Congreso para que retire las leyes de 1996. Esas leyes están entre las más duras de los códigos legales estadounidenses. Los textos de Antiterrorismo y de Lucha por la condena no ejecutable de la Pena de Muerte de 1996 (Ley Antiterrorista y de Pena de Muerte Efectiva) amplían los motivos para la detención y expulsión de inmigrantes.

Son también las primeras leyes que permiten los procedimientos comúnmente utilizados en la actualidad de expulsión acelerada. Este texto ilegal de reforma de las leyes de inmigración y sobre los inmigrantes que firmaron pocos meses más tarde (IIRIRA : Illegal Immigration Reform and Immigrant Responsibility Act/IIRIRA: Reforma de Inmigración Ilegal y Responsabilidad del Inmigrante), ha introducido cambios drásticos que permiten expulsiones sobre bases retroactivas. Además, el tipo de delito que podría justificar la expulsión se extiende ahora a los delitos menores como posesión de drogas. No se tiene más en cuenta la confidencialidad de las investigaciones e introduce una nueva serie de motivos en los procedimientos de detención preventiva.

 

¿Cómo afecta eso a la comunidad negra y a las personas sin papeles?

Más de un no-ciudadano (sin-papeles) de cada cinco, enfrentado a una medida de expulsión sobre bases criminales ante la Oficina Ejecutiva de revisión de la inmigración, es negro. Los inmigrantes negros están más expuestos a los procesos de deportación que la población inmigrante en general.

Mientras que los inmigrantes negros representan sólo el 7,2% de la población que no es ciudadana de  Estados Unidos, representan el 20,3% de los inmigrantes que se enfrentan al riesgo de deportación por motivos criminales. Esto se ha de comparar con el 10% del conjunto de todos los inmigrantes que se enfrentan a medidas de expulsión por parte de esa Oficina Ejecutiva de Control de la Inmigración.

Los inmigrantes negros son más susceptibles de ser detenidos por motivos criminales que la población inmigrante en su conjunto. Mientras que los inmigrantes son 3,5 veces más propensos a una detención basada en la violación de las leyes de inmigración que por motivos penales, esta proporción se invierte cuando los inmigrantes son negros.

Los inmigrantes negros están dos veces más expuestos a la detención sobre bases penales. Los inmigrantes negros también están más expuestos que los nacionales de cualquier origen a ser deportados por motivos criminales.

 

¿Podría exponernos  cuáles son los efectos perversos de la retroactividad inducidos por estas leyes?

Implica que una persona que haya cometido un crimen hace años, tal vez décadas antes de que esas leyes fueran aprobadas en 1996, puede ser expulsado en base a ese delito. Aún más, a pesar de que hubiera cumplido la pena de prisión por la falta en cuestión, asimismo puede ser arrestado y deportado.

¿Cuál es la imagen de los inmigrantes negros que transmiten los medios de Estados Unidos?

En EE.UU., los medios de comunicación son una entidad basada en los beneficios. En lo que concierne a nuestra comunidad de inmigrantes negros, no aparece como tal en los medios de comunicación. Estos medios se centran más bien en los países de América Latina, y la inmigración se plantea en el contexto de los latinos de México, de forma que la cara de la inmigración en EE.UU. no es casi nunca la del inmigrante negro.

La lucha de los inmigrantes negros para su reconocimiento por parte de los medios de comunicación apenas está comenzando. Consiste en hacer admitir que en Estados Unidos existen inmigrantes procedentes de países de amplia mayoría negra. Mientras estos inmigrantes negros estén ausentes de los medios de comunicación, también estaremos al margen de la toma de conciencia global del problema. Por lo tanto, los problemas con los inmigrantes negros tienen pocas posibilidades de ser abordados incluso por organizaciones de defensa de los derechos de los inmigrantes, en el seno de las cuales los inmigrantes negros luchan por ser reconocidos.

Nosotros, en BAJI, queremos acercar a algunos de nuestros colaboradores a abordar los problemas específicos de los inmigrantes negros. Porque aunque compartimos lo esencial de esos problemas con los otros inmigrantes, también tenemos problemas más específicos: como la criminalización masiva y sistemática, o el nivel anormalmente elevado de expulsiones a que nos enfrentamos sólo porque somos inmigrantes y negros. Esta es una de las razones por las que BAJI insiste en este punto sobre la información y la educación del gran público, así como el trabajo de comunicación en las redes sociales. Por eso estamos luchando, por el reconocimiento de nuestras comunidades.


¿Qué opina del sistema de prisiones de Estados Unidos y en particular del fenómeno de hacinamiento?

BAJI cree en la abolición de toda forma de encarcelamiento, incluyendo el régimen de aislamiento en celda, la prisión, los centros de detención…

Creemos que las cantidades gastadas en encarcelamientos deben ser gastadas en programas de rehabilitación, consultoría, acompañamiento, formación, educación y vivienda. Eso reforzaría mucho más la seguridad pública.


Traducido del francés por Carles Acózar para Investig’Action

 Fuente: http://www.investigaction.net/es/leyes-liberticidas-y-racistas-en-los-ee-uu-congeladas-o-en-curso/#sthash.zNpVfgRP.m04taDNg.dpuf

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Hungría: Two months to act

Europa/Hungría/02 de Julio de 2016/Autor: Adam Janos/Fuente: The BudapestTime

RESUMEN: La Comisión Europea envió una carta de advertencia a Hungría el 26 de mayo sobre la segregación de los niños romaníes en el sistema de educación pública del país. La Comisión dio el gobierno del primer ministro Viktor Orbán dos meses para responder a la preocupación por el desproporcionado número de estudiantes romaníes en escuelas para discapacitados mentales, así como «un considerable grado de educación segregada en las escuelas regulares». El requerimiento se inicia un procedimiento de infracción contra Hungría, con el argumento de que esté en violación de la Directiva sobre igualdad racial de la Unión Europea.

The European Commission sent a letter of warning to Hungary on May 26 over the segregation of Roma children in the country’s public school system.  The Commission gave Prime Minister Viktor Orbán’s government two months to respond to concerns about the disproportionate number of Romani students in schools for the mentally disabled, as well as “a considerable degree of segregated education in mainstream schools”.

The formal notice begins an infringement procedure against Hungary, on the grounds that it is in violation of the European Union’s Racial Equality Directive.
The Commission’s letter echoed sentiments voiced in 2014 by the European Court of Human Rights in its judgment of Horváth and Kiss v. Hungary, a case involving the misdiagnosis of two young Roma men as mentally disabled.
In that unanimous judgment, the Strasbourg court noted that primary school children in Hungary were being diagnosed as mentally disabled more than twice as often as the European Union average, the result of a “systemic misdiagnosis of Roma children as…  a tool to segregate,” them from their non-Roma classmates in the Hungarian public school system, existent since “at least the 1970s”.
In response to the letter, Minister Overseeing the Prime Minister’s Office János Lázár said he had “no idea how the European Commission knows who is and isn’t a gypsy”, according to the daily Népszava.
Hungarian citizens are allowed to abstain from reporting their ethnicity in the nationwide census. This right, afforded by the Rights of National and Ethnic Minorities Act of 1993, was implemented so as to protect the privacy of Roma and other longstanding ethnic minorities in Hungary and thus safeguard them from potential discriminatory state policy.
In the 2011 census, 315,583 people reported themselves as Roma, about 3.7% of the country’s populace. Some scholars estimate the real number to be nearer to 700,000.
Without reliable demographic information, the extent of segregation in the educational system is impossible to measure. But Roma rights activists claim that the governmental response to the letter is a diversionary tactic which deliberately misses the forest for the trees.
“The existence of segregation of Roma schoolchildren in Hungarian schools… it just exists,” says Péter Molnár, a researcher at Central European University who has sued the Ministry of Human Capacities for allegedly withholding information from the public about governmental desegregation policy. “It’s probably not possible to get exact numbers, but… the existence of segregation: it’s not really possible to seriously question or challenge it.”
A report by sociologist Gábor Havas estimated that in 2004 “at least” 15% of Hungarian Roma primary school children were enrolled in special education classes, more than four times the national average.
Members of the Fidesz administration argue that the underperformance of Roma in school is intimately tied to the population’s deep poverty, which the party says it is striving to alleviate.
At a Roma Coordination Council meeting in Kaposvár in June, Minister of State for Social Affairs and Inclusion Károly Czibere said poverty rates among Hungarian Roma had dropped over the past three years. Czibere noted nationwide initiatives meant to assist Roma youth, such as compulsory kindergarten attendance and one free hot meal per day in schools.
But opponents see glaring setbacks, including a May 2015 decision by the Kúria, the country’s supreme court, to keep open a state-funded parochial school, operated by the Greek Catholic Church, in the city of Nyíregyháza.
The Chance for Children Foundation, a Roma educational rights group, sued to have the school closed in 2007 on the grounds that it was substandard and promoted Roma segregation. Electing not to challenge the lawsuit, the federal government instead allocated funds so as to bus the children to better schools in the city as part of a wider desegregation effort.
In 2010, the newly elected Fidesz administration reversed course on the decision and had the school reopened under the administration of the church, causing the foundation to once again bring litigation against the municipality and the church.
The Kúria ruled in favour of the church last May on the grounds that the school granted Roma children freedom of religion. Those at the Chance for Children Foundation say this parochial schooling is just a new avenue for Hungarian schools to segregate, and creates a dangerous precedent for other cities with Roma populations to follow suit.
“This model can be used in other places,” said Gábor Daróczi, a former chair of the board for the foundation, adding that the European Commission’s letter was a direct result of the court’s decision.
Roma rights activists add that the matter of segregation is exacerbated by Hungary’s system of free choice school enrollment, which grants students the right to attend any public school in the country, provided the school is not at full capacity and that the student’s family can afford to transport them to and from premises.
“The rich parents take their kids to wherever they want,” said Ernő Kadét, an editor at the Roma Press Centre, a news agency that covers Hungary’s Roma population. “Those who don’t have money… their kids get stuck in the schools where they live. And that’s how schools get polarised.”
Efforts to desegregate the school system are further complicated by pervasive anti-Roma sentiment nationwide. According to a 2014 Medián poll, 73% of Hungarians would not feel comfortable having a Roma living next door. A February Publicus Research poll found that 82% of Hungarians either “completely agree” or “mostly agree” that “the problems of most Roma would be solved if they would finally start working”. Those numbers hold steady regardless of the respondents’ political party allegiances.
Kadét, who worked at the Ministry of Education from 2005 to 2009 under the left-leaning MSZP-SZDSZ administration, said he saw firsthand the expediency of anti-Roma sentiment across the political spectrum, when in 2008 and 2009 “more than a dozen” MSZP mayors protested efforts by the ministry to desegregate and proportionally increase funding to neglected Roma schools through a National Roma Integration Strategy.
He says efforts to desegregate schools were hampered at the time by limitations on the federal government’s control over local school districts.
Since 2013, Hungary’s public schools have all fallen under the purview of one centralised body: the Klebelsberg Institution Maintenance Centre (KLIK).
“If there’s one central power, and everything’s in one hand, then if you want to take care of segregation in Hungarian schools, you can,” Kadét said. “The issue usually with segregation is that if you poke at it here, then it just shifts over there. But if it’s all in one central power’s hands… they could eliminate it if they wanted to. But they don’t.”

Fuente: http://budapesttimes.hu/2016/07/02/two-months-to-act/

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Los desafíos de Sudáfrica 25 años tras el fin del apartheid

Sudafrica/30 junio 2016/ Autor: Carolina Valdehíta/Fuente: El Mundo

  • Aunque la desigualdad ha disminuido, el poder económico continúa en manos de los blancos.
  • Colectivos de derechos humanos siguen pidiendo ayudas para frenar esas diferencias sociales.

Es posible que Sudáfrica sea el país africano cuya historia haya marcado mayores diferencias sociales, para luego arreglarlo, y después volver a situarlo en el día a día. A comienzos de la década de los 90 cada vez se hizo más notoria la necesidad de cambiar a un régimen que huyera del racismo y la misoginia, y en el que cada persona contase un voto. Tras varias desavenencias en el seno del partido conservador, el presidente Frederik W. De Klerk fue instaurando paulatinamente la democracia y dando poder a la mayoría negra, legalizando primero el Congreso Nacional Africano (CNA) y liberando a Nelsón Mandela de la cárcel, donde había permanecido tres décadas. A finales de abril de 1994 se celebraron las primeras elecciones democráticas y el 10 de mayo Mandela se convertía en el primer presidente negro con una mayoría aplastante de votos.

Existe en Sudáfrica un antes y un después de la era ‘Madiba’, donde la tarea por disminuir la igualdad trabajó en diferentes aspectos de la sociedad. La película «Invitus» (Clint Eastwood, 2009) retrata un episodio histórico que quizá fue uno de los momentos clave para el desarrollo de la identidad sudafricana donde el color de la piel pasaba aun segundo plano. El rugby acercó a ex colonos y colonizados y les abrigó bajo el lema que sustenta al estado más meridional de África: «Sudáfrica, unidad en la diversidad». Unidad porque con la caída del apartheid, hace hoy veinticinco años, todos se volvieron iguales a los ojos de la constitución. Diversidad porque esa unión no desvinculaba a cada persona de sus creencias históricas y herencia cultural. Cada tribu se mantenía con su esencia, como parte boyante de ese todo. Sin embargo, a pesar de lo emblemático de esos veinticinco años del fin de la xenofobia por decreto, hay cinco desafíos clave que el país debe abarcar.

Superar el caos político

El mayor problema con el que Sudáfrica batalla a día de hoy es su propio presidente: Jacob Zuma, líder del Congreso Nacional Africano (CNA), partido liderado antaño por Mandela. La corrupción, muy extendida en África, ha acaparado portadas de prensa desde comienzos de este año. Si bien siempre han sido conocidas, y de alguna manera toleradas, las cuestionables prácticas de Zuma respecto a favoritismos y corrupción, es ahora cuando la oposición y los tribunales están haciendo más ruido por sacar a la luz casos que se remontan a 2009, antes de ser presidente. Carismático y cercano al pueblo, Zuma llegó al poder como una versión azucarada de Mandela, sin su fuerza ni valores. Con las elecciones locales a la vuelta de la esquina, Zuma tiene difícil recuperar la confianza de su partido y de su electorado. Por otro lado, el lamentable espectáculo que han dado los diputados en el Parlamento durante este año, que en más de una ocasión casi terminan haciendo de la sala un club de la lucha, resta la seriedad que dicha cámara necesita.

Hacer frente a la crisis económica

Veinticinco años es poco para industrializar un país y atajar las diferencies económicas que comprendan al Estado dentro del selecto grupo de los llamaos «estados del bienestar» propios del mundo occidental. Sin embargo, con empeño, Sudáfrica es el Estado africano que más cerca está de conseguirlo. Siendo el segundo motor económico del África Subsahariana, sólo superado por Nigeria gracias a sus reservas de crudo, Sudáfrica aumentó su PIB tras el ‘boom’ del Mundial de 2010. Seis años bastaron para dar una excusa al extranjero para llegar hasta el país como turismo o bien para invertir. Los últimos datos de su PIB son de 2014 y son de 263.493 miles de millones de euros, situando al país en el puesto 38 del ránking mundial. Sólo ahora comienzan a sentirse los primeros brotes de la recesión que se explican por la falta de una política económica coherente durante varios años. A finales de 2015, el Ministro de Finanzas empezó a elaborar la hoja de ruta antes de que fuera tarde. Con un paro superior al 25%, la pobreza generalizada (más de un cuarto de la población vive con menos de 1,25 dólares al día) y la caída del precio del rand, la estrategia a seguir es la de gastar menos con el fin de ahorrar más.

Aminorar las desigualdades sociales

Si bien es verdad que la cohesión social existe en Sudáfrica, las desigualdades sociales son palpables en el día a día. No hay más que ver los extensos suburbios que circundan grandes ciudades como Johannesburgo o Ciudad del Cabo. Mientras que en las extensas urbes se pueden encontrar rascacielos, casas coloniales y edificios funcionales, miles de personas continúan viviendo en casas hechas con plásticos, hojalatas, hierros y demás chatarras en unas condiciones de hacinamiento e insalubridad alarmantes. La caridad sigue siendo el medio de ayuda a todos los necesitados, así como los subsidios estatales. Pero ojo, también este paternalismo del Estado juega una doble lectura y, aunque el porcentaje no sea elevado, hay quiénes se aprovechan del letargo y las ayudas económicas para continuar con la dependencia. En las calles de las grandes ciudades se pueden ver a muchos vagabundos con semblante destructivo, fruto no sólo de la pobreza sino también de las consecuencias de la droga.

Adalid como referente de los derechos humanos

Mucho tienen que aprender el resto de países del África negra en cuanto al respeto de los derechos humanos, de la mujer y de las minorías perseguidas por motivos de raza, religión o condición sexual. Si bien Sudáfrica presume de ser una de las civilizaciones más abiertas: la homosexualidad no está perseguida, el matrimonio igualitario está contemplado por la ley, el papel laboral de la mujer está aceptado y las minorías son más respetadas. En ese sentido, el país debería aunar sus esfuerzos por convertirse en un ejemplo a seguir por los países colindantes. El respeto a los seres humanos, el derecho a la manifestación y a la huelga son otros de los estandartes de los que puede presumir Sudáfrica, pese a tener una policía corrupta. Human Rights Watch ratificó en su memoria de 2015 dicho abuso de poder policial «persisten serias preocupaciones acerca de la conducta y la capacidad de los Servicios de Policía de Sudáfrica, tanto en términos de la utilización de la fuerza en general, así como para hacer frente a los disturbios de manera que se respeten los derechos».

Bajar la tasa de criminalidad

Otra de las asignaturas clave de Sudáfrica es el la lucha contra la criminalidad. El país está entre los 10 estados más peligrosos del mundo donde las posibilidades de sufrir una agresión sexual, atraco a mano armada o robo en la vivienda son mayores que en otros países africanos donde no persiste ningún conflicto armado. Con un índice de población de 52,98 millones de personas según los últimos datos de 2013, un paro superior al 25% y miles de armas circulando en el territorio, la seguridad es requisito indispensable. Según el último informe de la policía se producen 50 homicidios al día. «A veces tanto el ladrón como el policía están compinchados, y eso hace que muchos turistas sean robados y no puedan hacer nada para que la justicia les ayude en el momento que se produce el robo», comentaba un taxista de Ciudad del Cabo. «Por la mañana se puede andar sin problema por casi cualquier parte, por la noche hay que extremar las precauciones», advertía. Y no sólo hay que estar en guardia ante la criminalidad con violencia, sino también hay que estar atentos ante una posible copia de datos de las tarjetas de crédito o suplantación de la identidad bancaria.

Fuente: http://www.elmundo.es/internacional/2016/06/30/5773f4d2e5fdea117e8b4659.html

 

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Violencia en Australia tras manifestaciones pro-migrantes

Australia/30 junio 2016/Fuente: Prensa Latina

La policía de Australia detuvo hoy a tres personas en Melbourne, tras las manifestaciones a favor de los migrantes y contra el racismo.

Según confirmaron las autoridades, frente al parlamento cerca de cien personas corearon consignas como: No hay odio, ni miedo, los fascistas no son bienvenidos aquí.

No obstante, se estima que al menos 60 australianos vinculados a partidos de línea dura y a movimientos anti-inmigrantes tuvieron choques contra los activistas.

A pesar de una fuerte presencia policial, que incluía agentes con material antidisturbios y una división a caballo, los enfrentamientos entre ambos grupos fueron inevitables.

El mes pasado siete personas fueron detenidas y varios manifestantes reprimidos por la policía después que estallara la violencia entre los pro-inmigrantes y los detractores.

La recurrencia de ese tipo de manifestaciones hizo a las autoridades prohibir el uso de pasamontañas en público, dada la impunidad con que actúan los responsables de la violencia.

Fuente noticia: http://prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&idioma=1&id=5013101&Itemid=1

Fuente imagen: http://ichef.bbci.co.uk/news/320/cpsprodpb/14521/production/_90133238_australia.jpg

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Brasil: ¿Es el racismo de Brasil diferente al de Estados Unidos?

Brasil: ¿Es el racismo de Brasil diferente al de Estados Unidos?

América del Sur/Brasil/Junio de 2016/El País

Un filósofo brasileño afirma que la discriminación hacia los negros es distinta en Brasil, donde la segregación es mas socioeconómica que racial
El tema del racismo se ha agudizado en Brasil, o mejor dicho, la sociedad lo está condenando y poniendo en evidencia como nunca en el pasado. Y eso es positivo. Supone una nueva toma de conciencia social.
Lo que es más difícil, y al mismo tiempo, urgente para Brasil, donde las personas de color ya superan a las blancas, es analizar la raíz del racismo, que no se vive igual en las diferentes partes del mundo.
Un negro, un indígena o un mestizo pueden ser motivo de prejuicio por motivos diferentes. Un negro puede serlo por ser tal. Se trataría, en el fondo, de reconocer que pertenece a una raza inferior. Es el racismo que no tiene salida.Cuando en Estados Unidos los negros no podían viajar en los autobuses junto con los blancos, ni usar el mismo retrete, la discriminación era de raza. Es como si dejásemos a los cerdos entrar en casa.
Cuando en Brasil la policía, en la calle, se encuentra con un asalto y corren juntos un negro y un blanco, lo más seguro es que detenga al negro, que para el agente es más probable que sea un bandido. En este caso, el racismo no tiene por qué ser racial. Se da por entendido que los negros estudian menos, saben menos, son más pobres y, por tanto, más inclinados al crimen. Es un racismo social.
Si el detenido en la calle, aunque negro, hubiese sido un catedrático de la Universidad o un magistrado del Supremo, seguramente la policía lo hubiese tratado diferente. No se le discrimina por su raza, sino por el prejuicio de que los de color son más tontos y malos que los blancos.
El economista y filósofo Eduardo Giannetti, autor del libro Trópicos utópicos, de la editorial Companhia das Letras, dijo en una entrevista al diario O Globo que “el racismo en Brasil tiene una naturaleza social, y no de raza”. Añade que es completamente diferente, por ejemplo, del estadounidense, donde se dio una “separación monstruosa”. Giannetti reconoce que el “abismo social” en Brasil, y no solo entre blancos y de color, es enorme e infiltrado de prejuicios, pero al mismo tiempo, defiende que la característica de dicho racismo es sobre todo social.
Achaca esa diferencia del racismo brasileño al hecho de que los colonizadores portugueses convivieron siglos con los árabes, lo que les dio experiencia en relación a las diferencias “que no tuvieron los anglosajones”.
¿Quiero ello decir que el racismo que vive Brasil deja de ser menos grave? No. El hecho de ser un racismo social no deja de ser monstruoso y debe ser combatido con la misma fuerza con la que un Luther King condenó el racismo de segregación en los Estados Unidos.
Lo positivo, si es posible usar el adjetivo en un tema tan terriblemente inhumano, es que al ser el brasileño un racismo más bien social es más fácil combatirlo a través de una campaña cultural y política.
Es urgente, para ello, que se pongan todas las fuerzas al servicio de una mayor escolaridad de los brasileños de color, que castiga a los más pobres, discriminándoles y relegándoles a los trabajos más humildes.
Es urgente que se profundice, ya desde la escuela, el concepto de que no existen razas, sino etnias, todas ellas igualmente humanas, igualmente ricas y dignas de respeto.
Si es cierta la tesis de Giannetti de que el racismo brasileño es fundamentalmente social, existe hasta la posibilidad, como él apunta en su libro, de que Brasil pueda ser hoy en el mundo una alternativa y hasta una “utopía de civilización” que podría ser ofrecida al mundo en una hora de oscuridad y amenazas de nuevas barbaries que degradan a la humanidad.
Foto: Celebración del día de la Conciencia Negra en Sao Paulo. AGENCIA BRASIL
Fuente: http://internacional.elpais.com/internacional/2016/06/28/actualidad/1467066028_896047.html

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