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México: Alumnos, dispuestos a regresar a clases presenciales pero condiciones no son favorables

Por: Irvin Tapia

De acuerdo con los datos obtenidos en la Encuesta para la Medición del Impacto COVID-19 en la Educación (ECOVID-ED), realizada por el Instituto Nacional del Estadística y Geografía (INEGI) en el periodo del 23 de noviembre al 18 de diciembre, se identificó que existe una importante disponibilidad por parte de los estudiantes en México, para regresar a clases presenciales en el presente ciclo escolar si el gobierno, así lo permite.

De acuerdo con el INEGI, la encuesta tuvo una cobertura nacional e incluyó la opinión de 11,080 personas de una muestra de 54,3 millones de personas de entre 3 y 29 años de edad. De acuerdo con los datos recabados vía telefónica, el 70.3% de los estudiantes de entre 3 y 5 años muestran disponibilidad por regresar a clases presenciales. En el caso de los estudiantes de 6 a 12 años corresponde a un 78.7% en el nivel de disponibilidad. Los estudiantes de entre 13 a 18 años representó el segmento mayor de disponibilidad con un total de 79.5%, y finalmente en el caso de los estudiantes situados en el rango de entre 19 a 29 años correspondió a un 72%.

Así mismo, la encuesta arrojó que en el periodo escolar 2020-2021 se inscribieron un total de 32.9 millones de estudiantes. Sin embargo, 5.2 millones de niños y jóvenes quedaron fuera de las aulas virtuales en el presente ciclo escolar. Las causas identificadas se asocian a que los estudiantes consideran que las clases a distancia son poco funcionales para el aprendizaje, o bien, por escasez de recursos económicos y problemas ocasionados por la COVID-19.

Por otra parte, la economía de las familias en el país tiene un impacto en la disponibilidad de recursos tecnológicos para acceder a clases virtuales. En este sentido, la encuesta demuestra que el 65.7% de los estudiantes utilizó un teléfono inteligente para tomar clases a distancia, el 18.2 % lo hizo a través de una computadora portátil, el 7.2% mediante una computadora de escritorio, el 5.3 con una televisión digital y el 3.6% con una tablet.

Los datos arrojados por la encuesta ECOVID-ED, reflejan que la conjugación de las carencias de acceso a recursos tecnológicos por dificultades en la economía familiar, el desenganche con la educación virtual y el nulo aprendizaje en la percepción de los estudiantes durante este periodo de contingencia sanitaria, ha impactado la opinión de los estudiantes del sistema educativo nacional para el regreso a clases presenciales.

Es importante recordar que actualmente, tres estados se encuentran en semáforo verde, 21 en amarillo, 8 en naranja y ninguno en rojo. Ante este panorama, podría visualizarse un pronto regreso a clases, sin embargo, las autoridades educativas han reiterado que el regreso a clases presenciales se realizará, cuando los estados del país se encuentren en semáforo verde.

Fuente e imagen: http://www.educacionfutura.org/alumnos-dispuestos-a-regresar-a-clases-presenciales-pero-condiciones-no-son-favorables/

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Un falso dilema educativo

Por: Luis Armando González

La situación de crisis suscitada por el coronavirus –que al parecer seguirá presente, aunque con menor virulencia, a lo largo de 2020 — ha puesto en uno de los primeros lugares del debate académico el asunto de lo virtual y presencial en la educación. Y es que la crisis aludida forzó la entrada en vigor de estrategias formativas no presenciales, en prácticamente todos los niveles educativos; en ellas, se recurrió –por lo general de manera improvisada y abrupta— a los distintos recursos ofrecidos por Internet y la telefonía celular: desde las plataformas que permiten realizar videoconferencias grupales, pasando por el correo electrónico y los mensajes en Messenger y WhatsApp, hasta las llamadas telefónicas.

Salvo los procesos educativos diseñados previamente para ser impartidos virtualmente –y que continuaron, y aún continúan, con una lógica previamente establecida—, las actividades docentes que habían sido planeadas según criterios presenciales tuvieron que ser implementadas de manera no presencial. En la práctica, esto generó distintas complicaciones no sólo en razón de la disponibilidad de los recursos tecnológicos (personales o institucionales), sino en razón de las deficiencias en las habilidades técnicas por parte de docentes –no todos, por supuesto— no preparados para atender cursos, materias, seminarios, talleres o grupos de tesis de manera virtual. Aunado a ello, estaban (y siguen estando presentes) dos temas nada secundarios: primero, la pedagogía y la didáctica virtuales son distintas de las presenciales; y segundo, los contenidos (teóricos y metodológicos) presenciales no se trasiegan automáticamente hacia lo no presencial.

Al calor de esas y otras dificultades –que, cabe sospechar, se han tenido en distintos sistemas educativos alrededor del mundo— se fue generando un interesante debate acerca de lo virtual y lo presencial en la educación, debate en el cual se pueden identificar distintas posturas. Una especialmente llamativa consiste en proponer que la educación virtual ha llegado para reemplazar totalmente a la educación presencial, a la que se le reprochan las más variadas fallas y debilidades. Quienes abanderan esta posición, además de ver en lo virtual-tecnológico algo extraordinario para la educación, entienden que las pruebas de ello se encuentran en la actual experiencia en la cual lo presencial fue suspendido drásticamente y las actividades educativas virtuales pudieron ensayarse a plenitud. Hay quienes piensan que se trató de una novedad absoluta, como si antes de la actual situación no se hubiesen impulsado interesantes experiencias formativas virtuales, en las cuales si bien ya se visualizaban sus virtudes –lo virtual tiene ciertamente virtudes—, también se visualizaban sus limitaciones que no son únicamente técnicas o de procedimientos, sino que muchas veces involucran aspectos sustantivos.

En el polo opuesto se sitúan quienes opinan que la educación presencial es irremplazable, y que lo virtual no tiene (o no debe tener) un lugar importante en los procesos educativos que en verdad quieran ser tales. En favor de quienes creen esto está la ya milenaria tradición educativa que se remonta cuando menos a Sócrates y cuyos logros culturales (científicos, filosóficos, literarios) sólo una persona escasamente informada puede poner en duda. Es indiscutible que un nervio de la educación, entendida como un proceso de asimilación crítica de nuevos conocimientos, es el diálogo, la dialéctica, el contraste de ideas y opiniones, en lo cual intervienen la razón y la pasión.

Y el espacio privilegiado, durante cientos de años, para ese ejercicio es el espacio ocupado físicamente por los actores principales del proceso educativo (maestros y alumnos): el aula o salón de clases, el auditórium o, como prefería Aristóteles, el jardín de su Liceo. Ciertamente, la educación presencial, dialógica, tiene un largo recorrido histórico, pero no es por eso que se la debe considerar valiosa, pues que algo sea antiguo no lo hace bueno o positivo y, obviamente, tampoco lo nuevo o reciente es, sólo por eso, positivo o bueno. Son los logros los que cuentan; y la educación presencial tiene en su haber los suficientes como para tomarse con reservas las propuestas de su supresión total por mecanismos, estrategias y prácticas educativas virtuales. Los logros de la educación presencial no deben ocultar sus limitaciones o sus posibilidades de mejora; no deben impedir determinar qué áreas de ella pueden ser asumidas y tratadas de una mejor manera por mecanismos y estrategias virtuales. No es cierto que no se tengan pistas sobre esto último: tanto las experiencias previas a la crisis sanitaria como las experiencias suscitadas durante la crisis ofrecen información relevante sobre áreas o ámbitos educativos en los cuales lo virtual puede convertirse en un soporte de primera importancia para lo presencial. Y por supuesto que también las experiencias apuntadas revelan lo que no se puede pedir o esperar de lo virtual en materia educativa. Ni se tiene que ser extremadamente fantasioso con las posibilidades de lo virtual ni excesivamente pesimista o escéptico sobre sus potencialidades.

Lo prudente es sopesar, con honestidad y realistamente, los pros y contras. Por lo apuntado hasta ahora, es claro que la visión antitética de lo virtual y lo presencial en educación nos enfrenta a un falso dilema.

No se trata de elegir entre lo uno y lo otro –de abolir la educación presencial y poner en su lugar una educación virtual; o de cerrar las puertas a lo llegada de modalidades o prácticas virtuales en la educación—, sino de situarse en una postura intermedia, viendo a lo virtual como un buen complemento de unos procesos educativos que no deben renunciar a uno de sus nervios fundamentales: la dialéctica, el diálogo, el contraste y lucha de ideas entre interlocutores que interaccionan físicamente; el tensionamiento racional y pasional que permite la muerte de ideas inservibles y el surgimiento de ideas mejores, y que hasta ahora, después de 2,500 años, no encontrado mejor espacio para su desarrollo que ese espacio en el cual maestro y alumnos se las ven cara a cara. Y es partir de estas dinámicas que se han fraguado y se fraguan habilidades y capacidades investigativas que, tanto en las ciencias naturales como en las ciencias sociales, permiten explorar el mundo natural y social –es decir, plantearse problemas e indagar sobre los mecanismos que los explican— de modo fáctico, no virtual. Esas capacidades y habilidades, asimismo, requieren en gran medida, aunque no en exclusiva, actividades prácticas en el aula y fuera de la misma –por ejemplo, en comunidades, museos, archivos, empresas, mercados, hospitales o laboratorios— que son vitales para la formación de los estudiantes y para el cultivo de un saber que se problematiza sobre la realidad, y no sólo sobre abstracciones mentales matemática o conceptuales.

Esa vitalidad en el conocimiento debe ser –y tiene que ser—potenciada por cualquier recurso, estrategia o práctica, que esté disponible o que sea accesible a los sistemas educativos, en sus distintos niveles. Aunque no sus capacidades más óptimas, la tecnología que permite acceder a recursos educativos virtuales ha llegado a un país como el nuestro. Hay instituciones que están utilizando esos recursos para el desarrollo incluso de cerreras completas al nivel de maestría. Algunas lo han hecho de manera meditada, ponderando bien los objetivos formativos que se persiguen y planeando con suficiente tiempo y meticulosidad los contenidos y las metodologías de enseñanza adecuadas para procesos educativos virtuales. Otras quizás no tanto, aunque esto debería ser objeto de un estudio detallado y profundo.

Lo que aquí se quiere destacar es que, en El Salvador, se tiene (o se va consiguiendo) una buena experiencia en estrategias educativas de carácter virtual que deberían ser tomadas en cuenta, en sus virtudes y en sus limitaciones, a la hora de realizar los ensambles entre los virtual y lo presencial, sin perder de vista que uno de los propósitos irrenunciables de la educación en todos sus niveles, pero especialmente a nivel superior, es formar personas con una concepción bien fundamentada –desde criterios científicos— de la realidad social y natural, lo mismo que con las capacidades y habilidades para explorar-investigar las dinámicas que hacen que las cosas naturales y sociales se comporten de la forma en que lo hacen.

La pregunta es cómo (de qué manera) determinadas estrategias formativas virtuales pueden contribuir a una educación integral y de calidad. Y, complementado con ello, la otra pregunta es cómo lo virtual puede ayudar a corregir, mejorar o potenciar lo que se hace en las estrategias educativas presenciales. De alguna manera, fue la pregunta que se hicieron los investigadores del CERN, a cuya cabeza estaba el físico Tim Berners-Lee, cuando decidieron crear la WEB: se trataba facilitar, entre los físicos, el intercambio de ideas, artículos, documentos, resultados de experimentos mediante una red ágil de comunicación e intercambio de información. A estas alturas, las potencialidades y eficacias de la WEB para distintas actividades educativas y de investigación son indiscutibles. El reto es hacer, en cada país y sistema educativo particulares, el mejor ensamble entre los recursos virtuales disponibles (o que se puedan diseñar) en Internet (que es algo más amplio que la WEB) y las estrategias educativas presenciales de forma tal que, en lugar de la anulación o exclusión de uno de las dos instancias, se logre una integración provechosa entre ambas.

Como en el presente, y visto desde El Salvador, es lo presencial lo predominante, lo virtual debería irse definiendo, e implementando, a partir de aquello que requiera mejora, o incluso supresión, en ese ámbito. Pero no a tientas ni a ciegas, o usando criterios de rentabilidad o de ahorro, sino teniendo en mente el objetivo de lograr una educación integral, en lo científico, lo técnico y lo humano. Si sucediera lo contrario, es decir, si fuera lo virtual lo predominante en educación, lo recomendable sería buscar en lo presencial recursos de apoyo, corrección o mejora. Pero no es el caso. Así que es lo virtual lo que debe contribuir a mejorar la educación presencial. En cada nivel educativo deben hacerse los análisis y estudios que indiquen los modos en los que se apoyo puede ser más eficaz y oportuno; y es que lo que puede ser potable y viable en educación superior (en algunas carreras, materias, seminarios, trabajos de investigación o debates teóricos o metodológicos) puede ser inviable o ineficaz, por ejemplo, en educación básica. Lo contrario también es cierto: lo viable y potable en educación básica (o en bachillerato) puede no serlo en educación superior.

En fin, lo que debería promoverse, en educación, es una articulación potenciadora de los virtual en lo presencial, y no un reemplazo total de lo presencial por lo virtual o un blindaje de lo presencial ante lo virtual. Hay quienes están trabajando, con seriedad y profesionalismo, en lograr esa articulación potenciadora. Hacen gala de sentido común, criterio racional y equilibrio en el juicio. Los hay también quienes están atrapados en las garras de la desmesura en su apreciación de lo virtual, y que están dispuestos a hacer todo lo que esté a su alcance por hacer que la educación presencial deje de existir. Si llegaran a salirse con la suya –nunca se sabe— lo más probable es que la formación integral de las personas (una formación de naturaleza crítica, reflexiva, fundamentada científicamente, investigativa, racional y pasional) se resentiría tremendamente. Y es que, en definitiva, lo virtual, por definición, no puede dar a las personas las vivencias, las experiencias, los tensionamientos y los desafíos que ofrecen las interacciones sociales efectivas, dentro y fuera del aula, y los problemas reales naturales y sociales. Sin esas vivencias, experiencias, tensionamientos y desafíos (no virtuales, sino reales porque tienen su raíz en las interacciones que las personas tienen con la realidad natural y social) no hay educación propiamente dicha, sino un remedo “virtual” de la misma.

San Salvador, 6 de septiembre de 2020

Fotografía: Fundación Telefónica Ecuador.

Fuente e Imagen: https://insurgenciamagisterial.com/un-falso-dilema-educativo/

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Pide MEJOREDU atención prioritaria a abandono escolar

La consejera ciudadana de la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (Mejoredu), Rosa Oralia Bonilla, destacó que para fortalecer el cumplimiento del derecho a la educación en México, en estos tiempos de confinamiento por COVID-19, se debe poner atención especial en la tarea de evitar que los estudiantes en condiciones de vulnerabilidad abandonen la escuela.

En el foro virtual “Retos y alternativas de la educación a distancia en la educación básica”, organizado por la comisión, dijo que es necesario incrementar la participación, la apertura en la toma de decisiones, la comunicación entre los diversos actores escolares, evitar la desinformación, sobre todo, en las maestras y maestros y considerar que la televisión es un recurso útil, pero al mismo tiempo es necesario diversificar los recursos y enfocarse en los aprendizajes básicos e imprescindibles, construyendo para ello métodos flexibles.

Claudia Saucedo, académica de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala (UNAM), señaló que a pesar de los esfuerzos de los diversos actores escolares se vive una etapa de incertidumbre que ha hecho más visibles las condiciones de diversidad y desigualdad preexistentes.

Luego de reconocer el trabajo realizado por las escuelas y maestros para mantenerse en contacto con sus alumnos a través de diversos canales, señaló que en estos tiempos de confinamiento los docentes se enfrentan a diversas cargas administrativas, la formación en tecnologías de la información y la identificación de los aprendizajes fundamentales, entre otros. Señaló que es importante cuidar la salud mental del estudiantado, ya que los adolescentes y niños sufren en el encierro “La escuela permite una escucha y acompañamiento que ahora se ha perdido”, subrayó.

Valeria Rebolledo Angulo, directora de área de la Unidad de Apoyo y Seguimiento a la Mejora Continua e Innovación Educativa de Mejoredu, destacó la necesidad de realizar políticas públicas que permitan acabar con las desigualdades históricas que se tienen y que la pandemia evidenció.

Aseveró que la falta de recursos tecnológicos puede poner en riesgo la continuidad de la trayectoria de los estudiantes y que el confinamiento mostró lo extenso que son los currículums, razón por la cual propuso replantearlos.

Finalmente, comentó que en estos tiempos no es fácil para niñas, niños, adolescentes y jóvenes aprender desde casa, ya que normalmente estaban acompañados por docentes, compañeros y por la comunidad escolar.

Fuente e imagen: http://www.educacionfutura.org/pide-mejoredu-atencion-prioritaria-a-abandono-escolar/

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La disputa por la educación

Por: Miguel Ángel Pérez

He optado por este encabezado para referirme a los hechos y acontecimientos que recientemente se presentan en nuestro país, tal vez el título del presente artículo no sea el más afortunado y creo que es cierto; la disputa por la educación es la disputa por la nación que se remonta en nuestro país, en la parte más reciente -por decir algo- al siglo XIX en las pugnas entre liberales vs conservadores, de igual manera el campo educativo es un campo en disputa, un terreno minado que ha servido como arena para la confrontación libre y sin reglas, de ideas, de proyectos, de intereses y ambiciones.

Lo novedoso de esta disputa a la que me refiero, es que acontece entre nuevos actores que aparecen en la escena pública, por ejemplo grupos empresariales que cobijados o encubiertos por discursos vinculados a la calidad y la eficiencia disfrazan sus intereses económicos e ideológicos por disputar e intentar apropiarse de la conducción educativa, aquí entran los consorcios televisivos Mexicanos primero, Suma por la educación, Mexicanos contra la corrupción,Educación entre otros, estas agencias se suman a los viejos organismos que disputaban la educación, como el SNTE, la CNTE, la burocracia de la SEP, los gobiernos estatales, incluso el clero en su faceta educativa, etc.

Otra rasgo que se suma a los anteriores es que la disputa por la educación también obedece a contradicciones o fracturas en el seno mismo del Estado concebido éste como un ente jurídico – político, en su traducción de gobierno sexenal. Es decir, dentro del actual aparato gubernamental hay varias propuestas o varias iniciativas las cuales no tienen una matriz única, van desde posiciones de centro – izquierda hasta posiciones de descarada orientación de derecha, ¿Qué significa todo esto? Que las nuevas hegemonías se han fragilizado y la disputa por la educación realmente ha concluido en el centro de una parte de la misma, hay quienes controlan o pretenden controlar la orientación ideológica de los contenidos educativos, hay quienes deciden controlar (o intentar hacerlo) al magisterio nacional y por estados, hay quienes controlan los medios y recursos tecnológicos como apoyo para la enseñanza, etc.

La nueva disputa por la educación se despliega en tres grandes campos: en el campo económico, en el político y en lo propiamente educativo. Los que se sesgan a la disputa económica por la educación, están más abocados al intereses del dinero, ven el servicio como un negocio tienen interés de privatizar y sacar provecho de la venta de lo que se pueda y pretenden controlar o monopolizar lo que sea rentable que atraviese a la educación pública concebida como un negocio de alta rentabilidad.

En la esfera política la disputa por la educación tiene que ver con el control y el poder de los organismos y las instancias que representan a los maestros, a los padres de familia, incluso a las universidades y los agrupamientos de científicos y especialistas, aquí el centro de la disputa se ejerce de acuerdo a visibilizar o invisibilizar (según sea el caso), a grupos, organismos o personas que sean afines a los proyectos de las grandes corporaciones o se opongan a ellas.

Y por ultimo el campo propiamente educativo se concretiza, en contenidos de estudio, en planes y programas, en la elaboración de libros de texto, esquemas de formación y capacitación del magisterio en formación o en servicio, etc., este último es el campo más visible en la disputa por la educación, en los otros la contienda es menos visible pera más compleja.

La nueva disputa por la educación ha inaugurado escenarios inéditos .

En cuanto a los métodos de confrontarse, (hoy se opta en el uso de las redes sociales), se protagoniza a partir de campañas mediáticas y tiene como trasfondo el asunto del financiamiento y el riesgo del veto político.

La disputa se vive en distintos campos, hay batallas todos los días que se ganan y se pierden incluso el responsable de encabezar la SEP no es un personaje neutral también él forma parte de algunos de estos organismos en disputa.

Cada instancia cuenta con un proyecto propio que no siempre tiene como respaldo una visión estratégico o de largo plazo, algunas instancias se mueven y se consumen mucho más con la coyuntura del día a día, así es como hacen avanzar (o retroceder) su propio proyecto.

Esta disputa es normal porque atrás de cada postura hay un sustento político e ideológico de la misma y una forma particular de concernir la realidad y de actuar en torno a ella. Pero no existe una instancia que sirva como un árbitro o un mediador que le saque provecho a las posiciones y que gane de la disputa, aquí como ha sucedido desde hace muchos los grupos son los que ganan, pero la nación es la que sale perdiendo.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/la-disputa-por-la-educacion/

Imagen:     https://pixabay.com/photos/typewriter-book-notes-paper-801921/

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La educación no encierra un tesoro, lo abre.

Pedagogía Red. Una educación para tiempos de internet

La pedagogía tiene el reto de entender la oportunidad educativa que supone internet. No obstante, el reto no implica una tarea mecánica. Existen muchos intentos bajo distintos nombres que dan cabida a este proceso (ciberpedagogía, pedagogía online y otros genéricos) que, estricto sensu, no representan una nueva pedagogía, sino más bien el afianzamiento de visiones educativas, algunas ya enunciadas o perfiladas, que empiezan a tomar fuerza en el entorno educativo que describe internet. Por tanto, en el continuum que representa el desarrollo de la pedagogía, internet es un estadio de desarrollo en el que utopías –y distopías– educativas encuentran rasgos de verisimilitud. 

Pero la reflexión pedagógica sobre internet es un ejercicio que no solo busca dar respuestas, sino también plantear preguntas. Muchos entienden internet como la respuesta adecuada a las inconsistencias educativas –más en el ámbito de la educación formal–, pero plantear buenas y adecuadas preguntas quizás sea el ejercicio menos común, aunque el más rico y complejo, en este proceso de apropiación de la tecnología por la cultura educativa. La pedagogía también tiene esa vocación por buscar, gracias a las preguntas, la movilidad de las ideas y la crítica para ir más allá de la moda o el automatismo con que a veces se puede asumir internet en la educación.

 

Por ello, la necesidad de pensar en internet no solo como la respuesta didáctica a la pregunta ¿con qué aprender?, sino ¿dónde está el cambio educativo con internet? Ni los recursos, ni los flujos de comunicación, ni el lenguaje, ni las dinámicas de interacción social en internet son las mismas que los recursos, flujos, lenguaje y dinámicas del aula. El cambio está en el modo de acción y pensamiento en red.

Internet viene afianzando visiones y acciones que favorecen aprender –y también enseñar– en un entorno y flujos de comunicación distintos a la organización escolar clásica. Como aprender no es aséptico al entorno donde sucede, algo debemos exigir a la reflexión educativa para ir más allá de la sustitución de un recurso por otro. Lo radical del cambio es comprender que aprender puede estar enmarañado en una nueva capa de acción y representación en red.

Pues bien, alojados en esta nueva capa tecnológica en red, otros procesos sociales vienen experimentado una serie de replanteamientos de la interacción en los procesos productivos y laborales, en el ejercicio de la democracia y la ciudadanía, en las manifestaciones artísticas, en el gobierno, en los modelos de consumo y producción cultural, en las alternativas de expresión afectiva, en las formas de comunicación periodística, en las opciones recreativas y en otras formas de participación social que, de forma general se puede reconocer, como señala Castells, en una sociedad red. Por ello, ¿qué sucede cuando internet empieza a formar parte de la visión del aprendizaje y de la educación? Esta es la pregunta que motiva las otras preguntas que mueven este libro. Es así que, en vez de ir directamente a la herramienta –el camino habitual–, en este libro se ha querido aprovechar internet desde las preguntas. Con la actitud de dejar abierta la puerta a la reflexión se ha convocado a investigadores de distintas especialidades para que añadan su comprensión en torno al potencial educativo de aprender en red.

En todos los capítulos las autoras y los autores –y damos gracias por ello–, antes de pensar en proponer el uso de una u otra herramienta de internet, se han preocupado de pensar qué hacer con las funciones sociales y culturales que añade internet a la educación. En cada capítulo se busca dar una respuesta a cada una de las ocho preguntas pedagógicas que, como editores, hemos buscado atender; preguntas básicas de cara a la construcción de un marco pedagógico en red.

Javier Onrubia en el capítulo inicial, “¿Por qué aprender en red?”, busca presentar algunas reflexiones en torno al sentido y las finalidades de la educación en la nueva ecología del aprendizaje que se dibuja en la sociedad actual, una ecología del aprendizaje en que las tecnologías digitales y las prácticas sociales de uso de las mismas desempeñan un papel central. Una de las aportaciones importantes del capítulo es el análisis de las finalidades educativas que debería cumplir la educación en la nueva ecología del aprendizaje, como pueden ser las capacidades y competencias propias.

En “¿Qué aprender en la red?, Julio Cabero y María del Carmen Llorente, se plantean como objetivo presentar algunas reflexiones sobre lo que se puede aprender en la red. El capítulo se organiza en dos apartados. El primero se dedica a revisar algunos de los rasgos que definen el sentido del conocimiento y a caracterizar el significado del contenido en la sociedad-red. El segundo se centra en el papel de los recursos educativos en abierto en un sentido amplio, desde recursos específicos a cursos masivos en línea (MOOC). Se reflexiona también sobre el nuevo papel del docente que debe seleccionar, socializar y organizador las experiencias de aprendizaje.

En “¿Cómo aprender en red?”, Begoña Gros y Xavier Mas presentan algunas reflexiones sobre la influencia de la red en el aprendizaje. En el capítulo se sostiene que hay un paralelismo entre las ideas y planteamientos pedagógicos anteriores a la aparición de la web –Anderson (2010) lo denomina pre-net theories of learning– y los que nacen bajo la plena influencia de la red –denominadas por este mismo autor como net-aware theories of Learning–. Las posibilidades que ofrecen las tecnologías digitales acentúan y aceleran ideas pedagógicas que tienen su fundamento en las teorías del aprendizaje anteriores a internet, dando lugar al nacimiento de nuevas teorías y enfoques basados en la asunción de su carácter ubicuo. En el capítulo se revisan las diferentes teorías y se concluye que es necesario aplicar el diseño pedagógico para articular los contenidos disciplinares, la teoría pedagógica, la experiencia basada en la práctica y el uso de recursos tecnológicos.

Ismael Peña-López, en “¿Con qué aprender en red?”, aborda el tipo de herramientas para aprender en red partiendo de una premisa importante: “Para aprender en red hay que estar en la red”. El autor propone no hacer una lista arbitraria de herramientas de la educación 2.0. A cambio, plantea poner el foco en las instituciones educativas y cómo dichas herramientas introducen cambios. De este modo, el autor pone de relieve que la disrupción que las instituciones educativas están sufriendo viene de la mano de determinadas estrategias y herramientas. Se analizan diez elementos claves del sistema educativo y se describen las principales herramientas que los modifican y transforman.

En “¿Con quién aprender?”, Cristóbal Suárez y Paola Ricaurte abordan la naturaleza social del aprendizaje y se analiza qué implica hablar de lo social cuando nos encontramos aprendiendo en Internet. Para dar respuesta y entender la importancia de lo social se indaga en la teoría sociocultural del aprendizaje. Internet es visto como entorno social de aprendizaje más que como una herramienta tecnológica. Aprovechar la dimensión social en el aprendizaje en internet implica que las personas reconozcan su rol dentro de la estructura reticular y sean capaces de enfocar el cambio educativo como cambio cultural. Internet es el entorno educativo donde, además de la enseñanza, caben otras formas de aprendizaje. Para mostrar ese potencial, en el capítulo se presentan una serie de casos que ejemplifican la amplitud de perfiles y experiencias existentes en la red.

En “¿Dónde aprender en red?”, Francesc Llorens retoma la idea del “aprendizaje en internet” y remite tanto al aprendizaje sobre la red como al aprendizaje en red. En el primer sentido son pertinentes las aproximaciones relativas a las plataformas de aprendizaje existentes. En el segundo se pretende resaltar el carácter ecosistémico de la red. El capítulo aborda el análisis de ambos territorios y analiza el alcance educativo de los nuevos formatos y narrativas propias de la red.

Diego Levis plantea la transformación del espacio y el tiempo en el contexto de la red en “¿Cuándo aprender en red?”. Se presta especial atención a la progresiva disolución del espacio/tiempo cerrado y limitado de la escuela, rasgo propio de la sociedad industrial, como ámbito exclusivo y reservado para la enseñanza y el aprendizaje. La movilidad e intemporalización electrónica de gran parte de nuestras actividades públicas y personales dan lugar a la emergencia de una forma de vida social a la que el autor caracteriza como tecnomadismo, entendido como la persona que se comunica, se entretiene, trabaja y estudia desde lugares cambiantes, en momentos variables, utilizando para ello dispositivos digitales provistos de pantallas electrónicas, conectada a una red telemática inalámbrica.

Y finalmente, en “¿Cómo valorar lo que se aprende en la red?”, Elena Barberàanaliza cómo aprender en red no es solo un hecho o una invención pasajera de la modernidad, sino una realidad. Puesto que el aprendizaje lleva intrínseco el proceso de validación del saber, eso nos lleva a plantear la valoración de lo aprendido y si, como en la época actual, se trata de una forma diferente de aprender, ello nos propulsa a nuevas maneras de abordar las estrategias valorativas. En este contexto, el capítulo analiza dos sentidos de la valoración de los aprendizajes en la red. El primer tipo de valoración se puede considerar más formalizado en el sentido de que mayoritariamente, hasta ahora, era el aprendizaje que se llevaba a cabo en contextos formales el que precisaba de valoración, pero, sobre todo, de una valoración normativa y formalizada. El segundo tipo de valoración, el relativo al aprendizaje en la red, se considera más informal porque el tipo de fuentes y mediadores resulta más alternativo, pero también debido a que no existen tantos recursos de apoyo a este proceso de valoración.

Lo ideal es que estas preguntas y sus respuestas generen otras tantas de distinto calado, que permitan, entre otras cosas, buscar encuadres pedagógicos que distingan que el objetivo es aprender, no usar internet, así como superar la tentación pedagógica de “trasladar” las didácticas validadas en el aula a la dinámica de internet sin tener en cuenta que diseñar el aprendizaje en internet es, literalmente, crear otra acción educativa. La actividad pedagógica también es un requisito para usar internet.

Presentación extraída del libro:

Gros, B y Suárez, C (Eds.) (2016). Pedagogía Red. Una educación para tiempos de internetBarcelona: Octaedro/ICE-UB (pp. 7-11).

Fuente de la Información: https://feedly.com/i/entry/WzTxghVTs+gyTxMDcgohJYYXLoDybNmZ2DKTqlfRCj0=_15a46fbe147:5d4980:97e9e09b

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Imagine Lab busca promover 100 emprendimientos tecnológicos

07 Enero 2018/Fuente:portinos /Autor:portinos

Las 50 startups que resulten seleccionadas por Imagine Lab, tendrán la oportunidad de recibir entrenamiento y capacitación para validar la oportunidad de los negocios que proponen sus ideas. Luego se elegirán 10, en los cuales la compañía invertirá hasta U$S10 mil para que puedan armar o mejorar su prototipo. En la siguiente etapa, serán 4 los proyectos que reciban hasta U$S15 mil más, para comenzar a traccionar ventas e involucrarse al proyecto con mayor dedicación. Finalmente se nominarán a los 2 finalistas que reciben nuevamente fondos; en este caso U$S75 mil para acelerar el crecimiento de sus negocios, accediendo a un programa de acompañamiento de 12 meses con la posibilidad de trabajar en las oficinas de Imagine Lab.

Imagine Lab desembarcó en Argentina hace 7 meses. En menos de un año, logró posicionarse como la compañía más destacada de la industria de la incubación, aceleración e inversión en startups, gracias a su capacidad de conectarlas con las grandes corporaciones que necesitan innovar e invertir en proyectos sustentables.

Creada en Chile por emprendedores y empresarios de la industria TIC, cada uno de los profesionales de Imagine Lab cuenta con una destacada experiencia en la gestación de negocios sustentables. Hasta el momento, en Chile, han recibido más de 2.500 postulaciones, apoyado a 320 startups e invertido en 85, levantando fondos por U$S 7 millones para operar e invertir en startups.

Fuente de la noticia: https://portinos.com/el-dato/imagine-lab-busca-promover-100-emprendimientos-tecnologicos

Fuente de la imagen: https://portinos.com/wp-content/uploads/2018/01/imaginela

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