Page 11 of 47
1 9 10 11 12 13 47

Conspiranoia política

Por: Leonardo Díaz

Gracias a la cultura digital, los usuarios conforman mundos de datos personalizados reforzando sus creencias y deseos a partir de la información que proporcionan a los sistemas algorítmicos de las redes sociales.

Ante el asombro internacional, el proceso electoral estadounidense ha sido enrarecido por una atmósfera de conspiranoia creada por el 45to presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.

El presidente candidato ha “denunciado” un supuesto fraude perpetuado por el Pardido Demócrata, con el apoyo de todos los medios de comunicación que han proyectado la victoria de su opositor, Joe Biden, y por implicación, con el contubernio de miles y miles de personas que se requerirían en cada Estado de la Unión Americana para ejecutar la infamia.

Durante la campaña electoral el presidente había diseñado una estrategia de descrédito sobre el proceso y sus rivales. “Advirtió” que intentarían robarle las elecciones mediante el voto por correo que, debido a las características de grandes segmentos de la población con intención de voto demócrata en los Estados Unidos, favorecía mayoritariamente a Joe Biden.

“¿Por qué Trump denuncia fraude electoral?” es el título de un artículo publicado en este mismo periódico por el psiquiatra Raj Persaud, https://acento.com.do/opinion/por-que-trump-denuncia-fraude-electoral-8880105.html?fbclid=IwAR3WwTCOCkaInssFqZz-3eBY7-mjJxEThM2eLrGh7Ef1n68Q5NAmdqO6J2Y interrogante que muchas personas habrán realizado en los últimos días.

En su artículo, Persaud reseña un estudio realizado durante las elecciones del año 2016, publicado recientemente en la revista Research & Politics, acerca de los efectos producidos por la retórica conspirativa relacionada con la interferencia electoral en adultos norteamericanos con edad de votar. (https://journals.sagepub.com/doi/pdf/10.1177/2053168020959859).

Los resultados del estudio son preocupantes. La exposición a una retórica conspirativa relacionadas con interferencias electorales aumenta los sentimientos de ira, frustración e indignación reduciendo la credibilidad en las instituciones democráticas.

Las teorías conspirativas tienden a prosperar, como señala en una reciente entrevista el psicólogo evolutivo Steven Pinker, https://elpais.com/ideas/2020-11-07/steven-pinker-el-partido-democrata-debe-distanciarse-de-la-palabra-socialismo.html?ssm=FB_CC&fbclid=IwAR3wlLvy1Nwy3zcMxWv_rPPzE3WUK3BWeTKAGwzKx9dq2AED33QBcndtj64 porque los seres humanos nos nutrimos de narraciones para lidiar con los problemas de la vida cotidiana.

Estas narrativas simplifican el mundo comprendiéndolo en dicotomías: bueno-malo; seguro-amenazante; pro-vida-anti-vida; entre otras dualidades. Estos relatos han sido útiles para nuestra sobrevivencia como especie.

Las referidas narraciones refuerzan el sentido de co-pertenencia a la tribu donde los individuos se interpretan a sí mismos como encarnaciones del lado positivo de las dicotomías y colocan al integrante del otro grupo (étnico, religioso, ideológico) en el lado negativo de las mismas.

Gracias a la cultura digital, los usuarios conforman mundos de datos personalizados reforzando sus creencias y deseos a partir de la información que proporcionan a los sistemas algorítmicos de las redes sociales. En esta atmósfera, se propagan los prejuicios conspirativos de los colectivos más predispuestos a ellos, como los derrotados de una contienda electoral.

Así, la conspiranoia poselectoral estadounidense es comprensible, pero no deja de ser injustificable que una tendencia irracional de los seres humanos sea explotada de manera ególatra e irresponsable por un líder autoritario, apoyado por una maquinaria partidaria que intenta obtener capital político a costa de las instituciones, las leyes y la ciudadanía.

Fuente: https://acento.com.do/opinion/conspiranoia-politica-8881879.html

 

Comparte este contenido:

De tribus políticas y posverdad

Por: Leonardo Díaz


Esto obedece a que se incrementa la percepción, con la ayuda de las redes sociales, de que los compromisarios del partido rival socavan el estilo de vida común, constituyen una amenaza contra el futuro de los hijos, o destruyen el orden de justicia.

Uno de los rasgos más destacables de la atmósfera intelectual contemporánea es el llamado “filtro burbuja”, un entorno de información personalizado construido a partir de algoritmos.

Como los algoritmos configuran un mundo personal de información a partir de las informaciones e intereses proporcionados a partir de nuestras búsquedas en la web, aumenta la probabilidad de que recibamos contenidos informativos que confirmen nuestras creencias o refuercen nuestros gustos.

Por tanto, no es casualidad que un hombre creyente en teorías de la conspiración sea retroalimentado con informaciones sobre el “complot del coronavirus”, o que una mujer convencida de los efectos curativos del yoga reciba promociones sobre cursos, libros, talleres o videos sobre los efectos saludables de la referida práctica.

En temas partidarios, los usuarios se verán dentro de “cámaras de información” sobre la base de sus adherencias políticas.

Por consiguiente, no es de extrañar que notemos en el ambiente político contemporáneo un reforzamiento de los radicalismos y sectarismos ideológicos. La sociedad norteamericana es un buen ejemplo de  ello, como  confirma el periodista José Galindo en un artículo del diario El país, titulado: “un país convertido en dos tribus”. ://elpais.com/internacional/elecciones-usa/2020-10-06/un-pais-convertido-en-dos-tribus.html

En el referido artículo, Galindo muestra los datos del Pew Research Center (2018), sobre la polarización en torno a la figura del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Según estos datos, de todos los presidentes de la postguerra, el mandatario norteamericano es quien goza de mayor aceptación entre los que se declaran seguidores de su partido (84%) y el del menor aceptación entre los que se definen contrarios. (7%).

Esta tendencia se ha ido gestando desde hace décadas. Los datos muestran diferencias significativas en función de la adherencia partidaria entre todos los presidentes desde la Segunda Guerra Mundial. Pero, al mismo tiempo, se aprecia un dato preocupante: desde 1994 se ha duplicado el porcentaje de percepción negativa que los seguidores de uno de los partidos principales de la unión americana posee con respecto a los simpatizantes del otro gran partido que disputa la intención del voto del electorado estadounidense.

En este contexto, se radicalizan las posturas. Lo que debería ser un debate sobre ejecuciones y propuestas sometibles a contrastación, se transforma en una batalla entre tribus para preservar el poder. Entonces, poco importa la evidencia, o justificar nuestras creencias. Solo importa imponer las opiniones personales. Se abren los senderos de la posverdad y, a través de ellos, se vislumbran en el horizonte formas autoritarias de vida.

Fuente:  https://acento.com.do/opinion/de-tribus-politicas-y-posverdad-8871930.html

Comparte este contenido:

Expertos advierten: el uso de móviles y redes sociales puede disminuir el interés por la lectura de los niños

Por: ABC

Los expertos recuerdan que la mejor forma de estimular es a través de la lectura en voz alta desde que son muy pequeños.

Expertos del Hospital Vithas Xanit Internacional y Vithas Málaga han advertido de que el uso excesivo de móviles y redes sociales delante de los hijos puede provocar que el grado de interés por la lectura «disminuya entre los más pequeños».

Los especialistas explican que la existencia de un ambiente familiar alfabetizador se relaciona directamente con un aumento de la motivación por la lectura, una mayor frecuencia lectora y mejores habilidades tempranas a la hora de leer y escribir.

«La lectura es un proceso complejo que estimula conexiones neuronales propiciando no solo una mejora del desarrollo cognitivo de los niños como la amplitud de vocabulario, la expresión lingüística, la capacidad de atención, concentración y memoria, sino que también favorece el desarrollo de otros aspectos como la imaginación, la creatividad, la empatía o la comprensión de uno mismo y del entorno», detalla Rocío Juárez y Ruíz de Mier, psicóloga infantil del Hospital Vithas Xanit Internacional.

Según Marta García, pediatra de Vithas Xanit Internacional y Vithas Málaga, la mejor forma de estimular es a través de la lectura en voz alta desde que son muy pequeños. «La adquisición del lenguaje se produce entre los 10 y 30 primeros meses de vida, de ahí las ventajas de la lectura en edades tempranas, puesto que permite a los niños aprender las palabras con mayor rapidez, mejorar su comprensión y ejercitar su cerebro para conseguir que el vocabulario sea lo más rico posible», afirma.

Por su parte, Juárez matiza que «la implicación de la familia es esencial para trabajar actitudes y comportamientos positivos hacia la lectura». «Exponer al niño a un mayor número de experiencias que permitan el desarrollo de conocimientos y habilidades relacionadas con la lectura es decisivo para sus aprendizajes futuros. Por ello, no debemos limitar el ejercicio lector al entorno escolar», argumenta la especialista, quien añade que « el hogar es un ambiente decisivo en el desarrollo lectoescritor, permitiendo con ello que los niños potencien los recursos y hábitos lectores».

Además, ve importante que los niños elijan sus libros preferidos y tengan sus propios gustos. «La falta de interés por los temas que se les impongan puede generar apatía y rechazo ante la lectura», comenta García, quien añade que «el objetivo debe ser que el niño se divierta con la lectura». «Por eso, debemos tener cuenta su propio ritmo y tenemos que ayudarles en este proceso sin presionarlos en ningún momento», agrega.

En cuanto a la edad de inicio, la pediatra afirma que «alrededor de los 5 años el niño tiene las habilidades necesarias para iniciar la lectura de manera independiente, pero, cuanto antes se exponga a un niño a la lectura, mejor será su capacidad lingüística y sus habilidades oratorias». «Por supuesto, sin imposiciones, simplemente ofrecerlo, dando ejemplo y debemos estimular con la lectura en voz alta. La edad para que ellos por sí mismos empiecen a leer depende fundamentalmente de su grado de madurez y del método que sigan en su centro escolar», apostilla.

Fomentar el interés por la lectura

Para que los más pequeños tomen interés por la lectura, la doctora Rocío Juárez explica que se debe « introducir en la rutina diaria un tiempo dedicado expresamente a la lectura. Antes de dormir puede ser un buen momento para leer un cuento», añade. Además, resalta que se debe «ofrecerles lecturas compartidas y hacerles preguntas sobre lo leído o realizar recreaciones del cuento en familia».

«Crear un clima de tranquilidad durante la lectura ayuda, al igual que es importante que vean a sus familiares leyendo libros, ojeando revistas, entre otros. Podemos asistir con ellos a bibliotecas o librerías y, en la medida de lo posible, podemos decorar las habitaciones con estanterías o espacios con libros y comics», finaliza la especialista.

Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-expertos-advierten-moviles-y-redes-sociales-puede-disminuir-interes-lectura-ninos-202010130135_noticia.html

Comparte este contenido:

El estrés de los maestros durante la pandemia

 Rogelio Javier Alonso Ruiz

Ambos videos se hicieron virales en redes sociales: el primero mostraba a un profesor universitario conteniendo el llanto tras recibir mensajes de aliento de sus estudiantes ante las dificultades que enfrentaba para transmitir un video; en el segundo, una maestra en estado de histeria reprendiendo de manera hostil a sus alumnos por, según ella, tener las cámaras apagadas durante la clase en línea que dirigía. Las reacciones referidas, si bien diametralmente opuestas, tienen algo en común, de acuerdo a los testimonios de los mismos protagonistas: la frustración y el estrés. No hay manera de justificar un trato humillante como el del segundo caso, pero llama la atención que sobre la mesa de debate no se haya tocado apenas, más allá de que es un acto a todas luces censurable, el hecho de que éste pudiera ser reflejo de la situación emocional que muchos docentes están experimentando con la enseñanza a distancia.

En el trabajo, se concibe al estrés como la condición en la que “ciertos aspectos del ambiente laboral son extremadamente difíciles o exigentes para ser enfrentados por la persona” (Saltijeral y Ramos, 2015, p. 362), motivando la aparición de reacciones que ponen el riesgo el bienestar físico y mental. Además de los múltiples desafíos a los que el docente se enfrenta en su labor, la naturaleza humana de su actividad la hace más propensa a la generación del padecimiento: “trabajar con personas usualmente genera más estrés que trabajar con cosas, debido a la carga afectiva y emocional que conlleva” (Rodríguez, et al, 2017, p. 19). Si bien se dice que en el entorno laboral es inevitable que exista presión y que incluso, bien dosificada, podría ser un catalizador del buen desempeño, “el estrés aparece cuando esa presión se hace excesiva o difícil de controlar” (Leka, 2004, p.3). Para muchos docentes la enseñanza a distancia ha significado este escenario.

Si bien ya era proclive al padecimiento en cuestión, durante la pandemia la docencia ha potenciado factores que se asocian al estrés laboral (Leka, 2004, pp. 6-7). Uno de los principales se refiere a las jornadas de trabajo muy largas o fuera del horario normal, así como los horarios de trabajo imprevisibles: el hecho de que el maestro trabaje desde casa parece haberse confundido con que debe estar disponible a cualquier hora del día, ya sea para atender a los alumnos o padres de familia, así como recibir avisos e instrucciones por parte de las autoridades escolares. Otra de las razones que genera estrés es la falta de control sobre los efectos de la actividad propia: hoy, más que nunca, el éxito de la labor educativa depende de factores ajenos al docente tales como las condiciones culturales, económicas y tecnológicas de los hogares, así como la disposición de los padres de familia para apoyar el trabajo escolar.

Uno más de los estresores del docente tiene que ver con una supervisión inadecuada, desconsiderada o que no proporciona apoyo, así como un ejercicio inadecuado del liderazgo escolar: la función de autoridades educativas y escolares, lejos de facilitar el desempeño de los docentes, puede ser motivo de agobio y enfado ante exigencias abundantes e irrelevantes. El trabajo aislado, al no permitir la expresión de inquietudes ni permitir la superación de dificultades mediante el consejo de pares, también condiciona la aparición del estrés. Finalmente, destacan también las exigencias contrapuestas entre la vida laboral y la vida familiar y personal: espacios y momentos que deberían ser destinados al convivio con los seres queridos, el descanso y la recreación, son invadidos por las obligaciones del trabajo.

Como se observa, la labor docente a distancia ha representado un caldo de cultivo para el estrés. Las consecuencias de este problema son de consideración: basta decir que en México se le adjudican anualmente 19,000 infartos (Rodríguez, et al, 2017, p. 2), así como asociársele a dificultades digestivas o para dormir, relajarse o concentrarse. Un estrés mal gestionado puede devenir en lo que se conoce como Síndrome de burnout (o del trabajador quemado). Una investigación de Rodríguez, Guevara y Viramontes (2017) sobre el caso de un docente estresado demostró que éste incurría en eventos de irritabilidad excesiva por detalles muy simples; asimismo, se observaba cansado y era conflictivo con sus colegas; los alumnos del profesor estudiado manifestaron sentirse agobiados, ridiculizados e incluso agredidos física, verbal y psicológicamente. El estrés crónico se vincula también con un “sentimiento de incompetencia personal, profesional y colectiva, [provocando]una crisis de eficacia percibida” (Saltijeral y Ramos, 2015, p. 368).

Las consecuencias del estrés excesivo no sólo se limitan a la salud física y mental de los afectados. También tiene importantes repercusiones en la organización escolar: “es común que los compromisos establecidos administrativamente y los contraídos en los consejos técnicos no sean atendidos en tiempo y en forma, argumentando la saturación de trabajo, la dificultada para hacerlo, la falta de recursos, la falta de tiempo, etcétera” (Rodríguez, et al, 2017, p. 17).

Así pues, se observa que el estrés laboral al que están expuestos los docentes, sobre todo durante esta época de enseñanza a distancia, es considerable dadas sus importantes consecuencias. Un primer aspecto para evitar la aparición del estrés tiene que ver con el ajuste entre los conocimientos y capacidades del docente a las exigencias y presiones del trabajo (Leka, 2004, p. 5): en este sentido, se vuelven imperativos, por parte de las autoridades educativas, opciones formativas pertinentes para el desafío que están enfrentando los maestros; las supervisiones y la misma organización escolar también  deberían procurar redes de intercambio de experiencias e información que permita a los profesores prepararse y acompañarse mejor para enseñar a distancia. Debe tenerse en cuenta que “la percepción del apoyo social es crucial para el individuo” (Rodríguez y Rivas, 2011, p. 83), nada más nocivo que el trabajo aislado.

Otra posible solución al problema del estrés tiene que ver con la modificación de las exigencias laborales (Leka, 2004, p. 18): no se puede suponer que la vida escolar a distancia transcurrirá de la misma manera que la presencial, por tanto, las expectativas y los medios deberán ser mesurados de acuerdo al escenario que se vive, en aras de evitar frustración ante pretensiones inalcanzables. Es evidente también la necesidad de respetar la vida personal del maestro: establecer dinámicas de comunicación respetuosas de los ámbitos familiar o recreativo, por mencionar algunos. Es importante también aligerar la carga administrativa.  Asimismo, para gestionar adecuadamente el estrés no deben descartarse el aprendizaje de técnicas de relajación o terapias (Mindfulness, por ejemplo) destinadas a desarrollar habilidades psicológicas para prevenir y aliviar este padecimiento (Rodríguez y Rivas, 2011, p. 83).

Como se observa, el estrés laboral al que son sometidos los docentes, sobre todo durante la enseñanza a distancia, es para tomarse en cuenta. No se puede esperar el éxito de una estrategia educativa si, quienes se encargan de concretarla, los maestros, se encuentran en condiciones desfavorables para desempeñar su labor. El escenario desconocido y considerablemente demandante al que se están enfrentando los profesores debe ser motivo suficiente para poner atención a su estado emocional. Los casos de los profesores expuestos al inicio de este escrito pudieran ser la punta del iceberg de un problema mucho más complejo, que va más allá de episodios de ira o de aflicción espontáneos que, en cambio, pudieran ser indicadores de males que silenciosamente se están gestando y que habrían de tener desenlaces no deseados.

Fuente e imagen: https://profelandia.com/el-estres-de-los-maestros-durante-la-pandemia/

Comparte este contenido:

Perú: Minedu: 400,000 docentes ya cuentan con planes gratuitos de telefonía y datos

América del Sur/Perú/04-10-2020/Autor(a) y Fuente: www.andina.pe

Con “Recarga Minedu” podrán acompañar a estudiantes en su aprendizaje y comunicarse con padres de familia.

Cerca de 400,000 docentes, directivos y personal vinculado directamente al servicio educativo ya cuentan con acceso gratuito a un plan de telefonía y datos denominado “Recarga Minedu”, que les permitirá acompañar a los estudiantes en su proceso de aprendizaje y comunicarse de manera permanente con las familias de los alumnos en el marco de la estrategia “Aprendo en casa”.

Esta recarga se realizará de manera adicional al plan activo con el que cuente el docente, y para ello, el usuario debe mantener activa su línea móvil. El tipo de recarga dependerá del equipo del usuario (Smartphone o básico) y puede ser de datos de internet con 15Gb, llamadas ilimitadas o SMS ilimitados.

Mediante un mensaje de texto, a los beneficiarios de “Recarga Minedu” se les comunicará la activación del plan así como la vigencia y las características del servicio, que se activará cada mes.
Las recargas se realizarán hasta el mes de diciembre para que, mediante llamadas y mensajes de texto o WhatsApp, los usuarios puedan ofrecer acompañamiento a los estudiantes y soporte a los padres de familia, y acceder a plataformas educativas con cursos de capacitación y formación para el docente.
Los beneficiarios que quieran hacer consultas sobre el servicio de “Recarga Minedu” deberán comunicarse con el operador de su servicio. Las empresas Claro, Movistar, Entel y Bitel los atenderán a través de sus canales de atención regular.
“Recarga Minedu” es producto de un trabajo conjunto entre el Ministerio de Educación, las Direcciones Regionales de Educación y las Unidades de Gestión Educativa Local, que realizaron un gran despliegue para verificar los números móviles de los docentes y el personal del sector que será beneficiado.
Fuente e Imagen: https://www.andina.pe/agencia/noticia-minedu-400000-docentes-ya-cuentan-planes-gratuitos-telefonia-y-datos-815919.aspx
Comparte este contenido:

Entrevista a Angel Viñas (I) «Todo historiador es un eslabón en una cadena ininterrumpida»

Ángel Viñas es catedrático emérito de la Complutense. De familia muy modesta, tuvo una educación estrictamente laica en las escuelas del barrio de Atocha (Madrid). Se apañó para estudiar en Alemania y Escocia a base de becas extranjeras y de esfuerzos propios (chico de recados en París y Stuttgart, docker en Hamburgo, profesor de castellano en el extranjero y de alemán y francés en Madrid, traductor). Sus intereses abarcan desde Germánicas y las viejas economías de dirección central a la política económica, exterior, de defensa y seguridad, las relaciones internacionales y la historia (de Alemania, Estados Unidos, España) que es su auténtica pasión. Premio extraordinario en la licenciatura y doctorado de Ciencias Económicas. Técnico comercial del Estado, con el número uno de su promoción. Exfuncionario del FMI y exdirector de Relaciones Exteriores en la Comisión Europea. Exembajador de la UE ante Naciones Unidas. Exdirector general de Universidades. Exasesor de Fernando Morán y Francisco Fernández Ordóñez. Ha sido catedrático numerario de Economía en Valencia, Alcalá, UNED y Complutense. Cinco años de docencia en la Facultad de Historia de esta última. Casado. Véase www.angelvinas.es

Ángel Viñas: "Franco fue un impostor, iba de machito y líder de la  conspiración y es mentira"

En el que creo que es su último libro publicado, ¿Quién quiso la guerra civil? Historia de una conspiración, hace usted referencia en la presentación a ¿Qué es la historia? de E. H. Carr, y recuerda un consejo del gran historiador inglés: “antes de estudiar los hechos, estudien a quien los historie”. ¿Debe deducirse de ello que no es posible una historia objetiva, que el marco conceptual e ideológico del historiador siempre deja huella en su obra?

Muchas gracias. Creo, ante todo, que hay que diferenciar entre objetividad e imparcialidad. No son conceptos similares, sino muy diferentes, aunque a veces, como parece deducirse de su pregunta, se utilizan casi indistintamente. Me apresuro a señalar que ambos tienen tras de sí una larguísima historia que no puedo resumir en unas líneas.

El historiador se hace, no nace. Tras un largo aprendizaje, se preocupa por comprender, analizar y describir una parte del pasado. Insisto: una parte, en general minúscula. El pasado, que ya no existe, es inmenso, inabarcable. Lo hace a través de ciertos instrumentos y ciertas metodologías. Unos y otras han cambiado en el curso del tiempo. En general, se trata de residuos: testimonios, descripciones, restos materiales (artísticos, literarios, documentales, monumentales, etc.). Todos ellos sometidos a un proceso de cambio. Dicho esto: todo historiador utiliza una parte más o menos amplia de ese inmenso abanico de instrumentos.

Para mí es objetivo quien analiza crítica, escrupulosa y científicamente los instrumentos en que se basa. Estos no hablan por sí mismos. Como dijo Carr, hay que preguntarles. Las preguntas varían según los propósitos del historiador. La historia -un encuentro con el pasado- se hizo como “ciencia”, ciencia blanda ciertamente, en el siglo XIX. Un subproducto de las Luces. Desarrolló una metodología. Quien la aplica es objetivo y sus resultados, siempre provisionales, están sometidos a crítica intersubjetiva, a contrastaciones múltiples. Por eso, entre otras razones, la historia no es una ocupación meramente literaria, artística, subjetiva.

Vd. creo que, en la segunda parte de su pregunta, a lo que apunta es a la imparcialidad. El historiador, hombre o mujer, es un ser cultural. Nace en un medio determinado; está expuesto en su educación a influencias varias; crece como historiador; desarrolla una teoría de la historia (incluso del conocimiento) explícita o implícitamente; tiene creencias (religiosas, estéticas, éticas, políticas, etc.). NO ES UN MEJILLÓN. Ve el mundo (y el pasado) a través de una retícula axiológica. No puede ser de otra manera. Y, naturalmente, eso se refleja en su obra. Pero esta obra se sustenta no solo en su formación sino en los resultados a que llega y estos resultados deben ser objeto de confrontación, confirmación y aprobación o rechazo. ¿Por quién? Por sus pares. Como los resultados en microbiología son criticables, aceptables o denunciables por ¿quién?: por otros microbiólogos. NO HAY HISTORIA DEFINITIVA.

Insisto un poco más en este punto. ¿Qué tipo de disciplina teórica es la historia? ¿A qué podemos aspirar sensatamente cuando hacemos historia? ¿A hipótesis o conjeturas bien establecidas? ¿Se puede hablar razonablemente de ciencia de la historia?

En parte, he contestado. La historia no es una disciplina exacta. Es una disciplina en progreso. En constante cambio. Este cambio se deriva, en primer lugar, del paso del tiempo; de las transformaciones del método que aplica; de la aparición de los objetos con los que lidia, a su vez sujetos a transformaciones. El carácter científico o no de la historia es un tema que ha dado lugar a controversias sin cuento. Las pretensiones de las Luces han ido revelándose un tanto ilusorias. Pero, para responder rápidamente, yo creo que tiene un lado científico en la medida en que aplica un método científico que reduce, en lo posible, la subjetividad, permite y estimula la crítica entre pares, se fundamenta en “pruebas”. En suma, no conduce a resultados caprichosos, sometidos al libre albur y sin restricciones, de sus practicantes. Lleva a conjeturas respaldadas, susceptibles de modificación.

De todas maneras, historia es un concepto pluriforme. No es lo mismo investigar la civilización maya que la guerra civil española.

Cuando se habla de hechos históricos, ¿de qué se está hablando? ¿Qué es un hecho histórico en su opinión?

Toda ocurrencia, toda arruga, en la tela del pasado es susceptible de considerarse hecho histórico. Su mayor o menor entidad depende del objetivo o del propósito del investigador. Por ejemplo, en el siglo XVI un molinero escribió sus reflexiones sobre el cosmos en unos papeles que podrían haber desaparecido. Como millones y millones de otros. Pero este molinero fue sometido a juicio por la Inquisición por tener concepciones consideradas heréticas. Sus papeles los encontró, varios siglos después, un investigador. Aplicó a ellos conceptos científicos y escribió un libro maravilloso, muy conocido, titulado El queso y los gusanos. Si este historiador, Carlo Ginzburg, no lo hubiese encontrado, tratado y escrito su libro, aquella ocurrencia en el pasado (un mero micropunto en la inmensidad de este) hubiese permanecido, como millones, miles de millones, billones de micropuntos en la mas absoluta oscuridad.

Comparto su admiración por el libro de Ginzburg. Algunos filósofos de la ciencia de orientación analítica suelen hablar, refiriéndose a sobre todo a las ciencias naturales, de “hechos cargados de teoría”. ¿Ocurre de igual modo en la historia? ¿Los hechos están también muy marcados por las creencias previas del historiador? ¿Un historiador ve sólo aquello que está ya en predisposición de ver y comprobar?

No soy un filósofo de la ciencia. Lo que leí sobre ella, ya lo he olvidado. Con investigar parcelas del pasado (muy acotadas, por cierto) tengo bastante. Mi teoría de la historia, aplicada a estas parcelas (Segunda República, guerra civil, franquismo), me ha llevado a privilegiar el método inductivo. Es decir, desde mi primer libro de historia (aparecido en 1974) me dejé llevar por lo que descubriera en archivos. Era un tema prácticamente inexplorado en la literatura historiográfica (los antecedentes de la intervención nazi en la guerra civil). Subrayo el adverbio, porque obviamente se había escrito mucho sobre el tema, pero con una base empírica muy endeble: periódicos, relatos de protagonistas, controversias políticas e ideológicas, los documentos diplomáticos alemanes publicados.

En 1961, en un curso de verano en la Universidad de Freiburg, compré un libro que era la tesis doctoral de Manfred Merkes sobre la política nazi en la guerra civil. Tocaba de refilón los antecedentes. Al año siguiente compré en Berlín Oriental la respuesta de una historiadora comunista, Marion Einhorn. Los resultados eran completamente diferentes. (Todavía los conservo). Cuando empecé a investigar el tema, los aparté cuidadosamente (el primero ya había sido superado por la tesis de habilitación del mismo autor, que también dejé de lado) y me sumergí en los archivos. No en un archivo, sino en diez o doce. Y llegué a otras conclusiones. ¿Tenía yo alguna creencia previa? Creo que no. ¿En qué me basé? En la experiencia, modesta, adquirida como funcionario. Los procesos de adopción de decisiones suelen dejar huellas en expedientes, articulan alternativas, se basan en antecedentes, los actores se mueven en contextos determinados, están influidos por sus creencias, sus ambiciones, sus objetivos, sus esperanzas… Todo ello se refleja en papeles. Quizá con huecos, con lagunas, pero también en mucho papel. Un Estado moderno es un generador de inmensos volúmenes de información escrita.

Ahora bien, a medida que el historiador va haciéndose, en la praxis, va perfeccionando su metodología, va conociendo mejor el pasado, se familiariza con las querellas previas, lee a otros historiadores. En definitiva, “crece” en estatura y ambiciones.

¿Cómo concibe usted entonces el oficio del historiador?

Personalmente creo ser modesto. Aspiro a echar luz, nueva luz quizá, fundamentada empíricamente, sobre alguna parcelita del proceloso pasado. Sabiendo que muchos me han precedido y que muchos más hollarán el mismo camino después de haber desaparecido. En definitiva, todo historiador es un eslabón en una cadena ininterrumpida. Dentro de las coordenadas de la cultura, sociedad y embates del presente, sin poder anticipar el futuro, trato de explicar a los lectores de este que, en un período determinado, que para ellos será pasado, un historiador trató de comprender unas cuantas partículas de lo que para él también lo era. ¿Un modelo? Quizá el conde de Toreno, como historiador de la guerra contra los franceses a principios del XIX. Tengo una edición encuadernada en cuero primorosamente que me regaló Enrique Fuentes Quintana.

¿Cuáles han sido sus grandes maestros?

Un amplio repertorio, muy ecléctico. Por orden cronológico -y teniendo en cuenta lo que llegaría a ser mi campo de actividad como historiador- empezaría por Herbert R. Southworth y Manuel Tuñón de Lara (aunque lógicamente leí en mis años mozos a Hugh Thomas y Gabriel Jackson). Como me desperté a la escritura de la historia en Alemania, influyó sobre mí Andreas Hillgruber. Era un historiador muy conocido en los años sesenta y setenta sobre temas de política internacional y militar alemana, más bien conservador. Me impresionó estar sentado a su lado en los archivos federales de Coblenza, cuando él trabajaba en sus legajos, como si fuera lo mismo que el joven doctorando que yo era. De Southworth y de Hillgruber aprendí a hacer la exégesis crítica de documentos. Luego he leído a muchos otros, pero aquellos estuvieron presentes, de una u otra manera, en mis años de formación.

Sin embargo, mis maestros no fueron en general historiadores, sino economistas interesados por la historia: Enrique Fuentes Quintana, José Luis Sampedro, Manuel Varela Parache, Fabián Estapé. Un caso curioso, lo reconozco. Nunca he pretendido que aprendiese historia en la Universidad y mi recorrido por la española de la época fue un tanto accidentado, salpicado por largas estancias en el extranjero. Hoy eso no llama la atención. A principios de los años sesenta, no era así.

Una pregunta cuya desmesura no se me oculta. ¿Qué opinión le merece la historiografía de orientación marxista? ¿Hay algo o mucho de interés en ella, o se peca en general de un exceso de economicismo e ideologismo, y de cierta adoración acrítica por los grandes clásicos de la tradición y sus tesis más esenciales, nunca cuestionadas?

He leído mucho a historiadores marxistas, en particular a Pierre Vilar y a E. P. Thompson. También a Hobsbawn. Para el tipo de historia que escribo no se sitúan en el centro de mi interés, pero no dejo de reconocer su importancia en otros campos. Yo no escribo sobre grandes períodos históricos. No trato de comprender la emergencia, desarrollo y crisis de los sistemas económicos o políticos. Sí creo en la máxima del 18 de brumario de Marx de que los hombres (y mujeres) hacen la historia como pueden, pero siempre en condiciones dadas, condiciones que son superiores a ellos y que existen con independencia de su voluntad. Al estudiar esas condiciones creo que el análisis marxista aporta concepciones de interés.

Se escribía historia antes de Marx. Se escribe historia después de Marx. El peligro que siempre acecha al historiador es el de sobreimponer una determinada concepción del proceso histórico a los comportamientos que se manifiestan en el pasado que estudia. Digamos, más bien, que soy ecléctico, pero no hay que olvidar que cuando era joven fui uno de los pocos que viajaron por la RDA, por los países del Este, y que acumulé mucha literatura sobre la economía y la historia de la URSS. De hecho, mi ida a la universidad de Glasgow, al terminar la licenciatura de Económicas en Madrid, se explica porque quería estudiar con Alec Nove, uno de los grandes expertos británicos (de origen lituano) en la historia y economía soviéticas.

También debo decir una cosa que le ruego no considere como pretenciosa. Como no escribo grandes obras generales y me centro en cuestiones concretas (sigo a Rosa Luxemburg en esto), pero significativas para comprender rasgos esenciales de un período, a los 79 años de edad he ganado cierta experiencia (mejorable sin duda, siempre mejorable) y ya no soy muy susceptible de ningún tipo de adoración. Admiro, eso sí, a los grandes autores, pero ya no tengo tiempo de releerlos.

Una gran parte de su obra está centrada en la II República española. ¿Cuándo empezó a trabajar en este tema? ¿Qué le motivó a hacerlo?

Después de todo lo que le he dicho, me temo que se reirá Vd. En el fondo yo empecé a estudiar Germánicas. No sé por qué durante muchos años me sentí en Alemania (adonde llegué en 1959) como el pez en el agua. El idioma me encandilaba. También su literatura. Recuerdo que leía en voz alta los poemas de Bertolt Brecht. Gisela May, una cantante de la RDA en los años sesenta, me encantaba con sus interpretaciones. Cuando estoy deprimido la escucho en el móvil.

Luego hice Económicas, por razones familiares. Mi padre pensaba que con Germánicas no iría a ninguna parte y él quería que me hiciese inspector de Hacienda. Reconozco que lo defraudé en parte porque terminé haciendo, por sugerencia de Fuentes Quintana, oposiciones en 1968 y, como técnico comercial del Estado, pedí destino en Bonn (el FMI no me gustó nada) adonde llegué en 1971. Fuentes me pidió que le hiciera un artículo sobre la financiación nazi de la guerra civil. Escribí un estado de la cuestión que todavía conservo. Con la típica soberbia del economista eché de menos muchos aspectos y le dije que había que estudiar el tema yendo a las fuentes, a los informes, a los telegramas, a los expedientes. Así empecé y me di cuenta que primero había que explicar por qué diablos Hitler decidió ayudar a Franco. Fuentes aceptó el cambio y que lo presentara como tesis doctoral. Lo hice en 1973.

Cuando volví a España, ya con la idea de hacer cátedra, me acogió en el Instituto de Estudios Fiscales y me pidió que estudiase el “oro de Moscú”. Por las mañanas iba a los archivos (que se me abrieron gracias a él) y por la tarde preparaba oposiciones a cátedra. Una vida idílica en su simplicidad. Trabajar y empollar. Ni más, ni menos.

El libro sobre el oro se publicó y se embargó en 1976. Para entonces ya me había empapado en los problemas financieros de la República en guerra. He vuelto siempre a ellos que he podido y, como en 1971, seguí pensando que lo que había que estudiar era por qué hubo una guerra. Es en lo que estoy ahora y tengo mucho agrado en afirmar que sigo con el mismo método que descubrí hace más de cuarenta años.

Salvo error por mi parte, usted fue el primer historiador que, alejándose de propaganda e ideologismos, investigó en archivos el asunto del oro de Moscú, el pago de la República a la URSS por los suministros recibidos. ¿Qué significó para usted ese estudio sobre un asunto tan espinoso?

Dos cosas. La primera es que me permitió descubrir a Negrín, que me pareció haber sido un político desfigurado y difamado por sus múltiples adversarios en la derecha y en la izquierda. Amén, valga la expresión, de haber sido demonizado por el franquismo. La segunda es que su destino corrió en paralelo al de la República en guerra. Los abordé sin preconcepciones. En aquella época algo muy raro, porque la literatura existente era de llorar. Hice el descubrimiento de que no podía fiarme de NINGUNO de los historiadores españoles, los sedicentes maestros de la gente de mi generación que habían estudiado la licenciatura de Historia en España. Así que me fié de lo único que podía fiarme: de mi instinto. Y, bien o mal, creo más bien lo primero, llegué a conclusiones muy diferentes de las hasta entonces sostenidas en general. Añadí una diferencia: las demostré documentalmente.

En cuanto pude liberarme de la carga de mi profesión como economista y diplomático comunitario, volví a la guerra y a la Segunda República en ella. El oro fue, de nuevo, el eje central de mi investigación, simplemente porque fue el activo que permitió que la República mantuviera su resistencia contra la agresión, interior y exterior. Franco hizo su guerra a crédito gracias a las potencias fascistas y a la bolsa inagotable de Juan March. Nunca creí a la propaganda franquista, porque se caía a pedacitos viendo los papeles. Todavía algunos estúpidos siguen hoy propagándola por las redes sociales.

Sigo ahora. Descansemos un momento si no le importa.

Bien, de acuerdo, tomemos un respiro.

Fuente: https://rebelion.org/todo-historiador-es-un-eslabon-en-una-cadena-ininterrumpida/

Comparte este contenido:

Los “provida” no son promujeres.

Por: Diana Cariboni

 

Las condiciones en que dan a luz las mujeres se deterioran durante la pandemia, violando derechos básicos. Los grupos que se autodenominan “provida” guardan silencio.

Si visitan sitios web y redes sociales de grupos religiosos o ultraconservadores que se proclaman ‘provida’ en América Latina, verán una profusión de imágenes de familias, bebés, niñas y niños, escarpines, cunas y mujeres embarazadas.

Leerán mensajes exaltados en favor de la maternidad y las familias numerosas y en contra de la planificación familiar, los anticonceptivos y —por supuesto— del aborto.

Muchos llevan en sus nombres y eslóganes las palabras “vida” y “familia”.

Por tanto, podríamos suponer que estarían en primera línea defendiendo el derecho de las mujeres a vivir embarazos y partos positivos y felices y denunciando maltratos en el sistema de salud, tipificados incluso en algunas leyes como “violencia obstétrica”. Pero no.

Desde que se declaró en marzo la pandemia de COVID-19, en openDemocracy venimos investigando las condiciones en que las mujeres dan a luz en un mundo con cuarentenas, toques de queda, reorganización hospitalaria y recursos médicos restringidos.

Nuestra investigación comprobó que las cosas están ahora peor para las embarazadas, que ya soportaban riesgos inaceptables y violaciones a sus derechos antes del COVID-19.

En al menos 45 países, las mujeres debieron pasar por situaciones que violan pautas internacionales o leyes nacionales sobre atención de partos. Y las denuncias continúan llegando.

Varios hospitales de América Latina decidieron imponer cesáreas de rutina a todas las mujeres. También se generalizó la prohibición de acompañantes, y recibimos múltiples denuncias de maltrato y falta de información, así como de negación de asistencia a parturientas o a mujeres con emergencias obstétricas que se debatían entre la vida y la muerte.

Las entrevistadas dijeron sentirse “abandonadas”, con una mezcla de “dolor y angustia”, regañadas como niñas, sometidas a procedimientos de los que ni siquiera las informaban o simplemente dejadas sin atención.

Los toques de queda y las restricciones al transporte llevaron a que muchas mujeres perdieran controles de embarazo, tuvieran que caminar largas distancias para llegar a un hospital o incluso se vieran obligadas a partos en casa, no planificados y riesgosos.

“Eso reafirma lo que hemos visto en otros momentos de crisis sanitaria o humanitaria: la salud sexual y reproductiva de las mujeres resulta desatendida por el sistema de salud”, me dijo la ginecóloga ecuatoriana Tatiana Ortiz, que trabaja en hospitales de la ciudad de Guayaquil.

¿Qué han hecho ante esto los “provida”?

Lanzaron una campaña de descrédito contra la Organización Mundial de la Salud (OMS), acusándola de “abortista”, justo cuando Donald Trump decidía desfinanciar al organismo en medio de la pandemia.

La OMS incluyó en los servicios de salud esenciales que no pueden suspenderse en la pandemia “el aborto en todo el alcance que permita la ley”, la provisión de anticonceptivos y la prevención y tratamiento de enfermedades de transmisión sexual, como el VIH.

Pero la OMS también emitió pautas específicas de atención al parto: las mujeres deben ser tratadas con respeto, contar con una compañía de su elección, recibir apoyo para amamantar y tener contacto piel con piel con los recién nacidos, incluso si contrajeron COVID-19.

En cambio, los sectores que se autodenominan “provida” reclamaron y celebraron que se cerraran o suspendieran servicios de salud sexual y reproductiva.


En Perú, cuna de la campaña ultraconservadora “Con mis hijos no te metas” (CMHNTM), los medios reportaron reiterados casos de embarazadas rechazadas en hospitales, pariendo en salas de espera o incluso en sus casas.

Christian Rosas, vocero de CMHNTM, se dedicó a reclamar que se reabrieran los templos evangélicos durante la pandemia, pues “la verdadera tragedia es morir sin Cristo… El cristiano no teme morir, no ve con pánico la muerte porque para nosotros morir es ir al cielo”. Perú está entre los nueve países con más cantidad de muertes (más de 27.000).

Rosas, defensor de que niñas de 6 u 8 años den a luz, tampoco alzó la voz sobre la ausencia de atención oportuna y digna para las mujeres en los nacimientos que él y su grupo tanto reclaman.

En México, el Frente Nacional por la Vida y la Familia se dedicó a hacer campaña contra un fallo que podría haber obligado al estado de Veracruz a legalizar el aborto.

Pero guardó silencio sobre miles de mexicanas que se quedaron sin controles prenatales e incluso sin lugar donde parir en medio de la reorganización hospitalaria por el coronavirus.

México es el segundo país de la región con más muertes maternas por COVID-19 después de Brasil. Desde mediados de julio, el coronavirus es la principal causa de mortalidad materna entre las mujeres mexicanas. Para el 17 de agosto constituía el 20,6%, con 112 decesos, según cifras oficiales.

Antes de la pandemia, dos mujeres por día morían en México por causas prevenibles en el embarazo, parto o posparto, según el Informe de GIRE Justicia Reproductiva publicado en 2018. Mientras, más de 33% de las mujeres embarazadas denunciaban violencia obstétrica, según una encuesta nacional.

Brasil concentra 77% de las muertes maternas por coronavirus en todo el mundo, según los casos registrados desde inicios de la pandemia hasta el 18 de junio, indicó un estudio publicado en el International Journal of Gynecology and Obstetrics.

Pero en Brasil, los grupos “provida” están afanosamente luchando por otras “causas”.

Por ejemplo, obstaculizar el aborto legal de una niña de 10 años, violada desde los 6 por su tío.

La antiabortista Sara Giromini, que se cambió el nombre a Sara Winter en homenaje a una agente nazi y está presa por su papel en una red de desinformación y por presuntamente liderar una milicia armada, divulgó en Instagram, Twitter y YouTube el nombre de la niña y los datos del hospital donde se llevó a cabo el procedimiento el 16 de agosto.

También convocó a un grupo de fanáticos que intentaron asaltar el lugar para impedir el aborto.

La ministra de la Mujer, Damares Alves, envió un equipo a la casa de la niña para convencer a la familia de que no abortara. A inicios de julio, Alves anunció en la Cámara de Representantes que estaba organizando un frente parlamentario latinoamericano “por la vida” y para combatir el aborto.

Ni la ministra ni Sara Winter ni los muchos grupos antiabortistas de Brasil se pronunciaron sobre los problemas que enfrentan las parturientas en el segundo país con más casos de coronavirus en el mundo y que hace varias semanas sobrepasó los 100.000 muertos.

Con la pandemia, en Venezuela se agravó el fenómeno del “ruleteo” (que un paciente grave recorra hospital tras hospital sin lograr atención hasta que muere).

“El médico me revisó la barriga y me dijo ‘tu bebé está muerto; aquí no te podemos atender’”, le contó a nuestra reportera una mujer rechazada en la emergencia de una maternidad de Caracas que no tenía banco de sangre ni agua corriente y casi ninguna sala quirúrgica operativa.

La mujer con 31 semanas de embarazo debió esperar casi medio día, buena parte sentada en una silla de plástico a la entrada del hospital, hasta que fue transferida a otro centro donde su bebé nació muerto, le practicaron una histerectomía sin su consentimiento.

Decenas de grupos de derechos humanos, médicos y personalidades venezolanas e internacionales expresaron el 19 de agosto “nuestro más contundente rechazo y preocupación extrema por reportes de distintas fuentes que señalan casos de mujeres embarazadas bajo sospecha de la COVID19 a quienes se les ha negado atención oportuna, o que han sido sometidas a situaciones irregulares que comprometen su salud y sus vidas”.

Nada de esto parece conmover a los sectores que promueven la maternidad como fachada de una agenda que busca recortar derechos duramente ganados por las mujeres.

Ser provida implica defender que las mujeres podamos parir con felicidad, cuándo y cómo queramos. No es lo que ellos defienden.

Fuente e imagen: https://contrahegemoniaweb.com.ar/2020/09/03/los-provida-no-son-promujeres/

Comparte este contenido:
Page 11 of 47
1 9 10 11 12 13 47