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Cuba: Activistas y personas trans demandan en redes sociales ley de identidad de género

Activistas, personas de la comunidad LGBTIQ, mujeres trans y cubanas y cubanos que abogan por una sociedad inclusiva convirtieron las redes sociales, el pasado 31 de marzo, en un escenario para demandar una Ley de Identidad de Género en Cuba.

A partir de un tuitazo convocado por la activista y trans Kiriam Gutiérrez Pérez, con motivo del Día Internacional de la Visibilidad Trans, numerosos usuarios, así como medios de comunicación y redes de la comunidad LGBTIQ lanzaron mensajes e imágenes en sus perfiles de Facebook y Twitter, en apoyo a la comunidad trans y como reclamo a la garantía de todos sus derechos.

Mientras las mujeres trans no tengan derechos, el resto solo tendremos privilegios, fue una de las ideas remarcadas por varios activistas en Twitter, donde la activista Kiriam Gutiérrez escribió: «Mis derechos: mi cuerpo, mi identidad, mi dignidad, mi libertad. No estoy en el cuerpo equivocado, vivo en una sociedad equivocada».

Alrededor de 3.000 personas trans viven en Cuba, de acuerdo con estimaciones de la Encuesta sobre Indicadores de Prevención de Infección por VIH-2013, y uno de sus reclamos históricos ha sido el derecho a una Ley de Identidad de Género.

Varios participantes en el tuitazo, como el usuario Danielito Triana, consideraron que para la aprobación de una Ley de Identidad de Género en la nación caribeña «se necesita una campaña en los medios como la que se hizo para que se votara Sí a la Constitución», en 2019.

Entre los principales derechos que reclama la comunidad trans, mencionaron la posibilidad de acceder a un cambio de nombre y sexo en los documentos de identidad, sin la obligación de cirugías de adecuación genital. «Las personas trans no deberían tener que escoger entre expresar su identidad de género y continuar sus estudios», tuiteó la Revista Q de Cuir.

«No es sensato que para comprobar nuestra identidad debamos presentar exámenes de ningún tipo, ¿por qué, entonces, imponerle esto a otra persona?», escribió la activista y trans Mel Herrera.

«Al hacer que el acceso a la identidad dependa de un diagnóstico médico o de una cirugía obligatoria, el compromiso con los derechos humanos se debilita. Que se valide o niegue la identidad a alguien quiere decir que el Estado entiende la identidad trans como una enfermedad», opinó la joven.

«¡Los derechos de las personas LGBTIQ+ son derechos humanos! No hay nada de otro mundo. Se pide igualdad, respeto y, por sobre todas las cosas, justicia. Hay dos países que han marcado la diferencia a nivel internacional: Argentina y Dinamarca. Ambos han optado por un enfoque progresista en lo que respecta al reconocimiento del género. Cuba pudiera ser uno de estos países. ¡No queremos menos que la igualdad!», tuiteó Herrera.

Usuarios como Karly tuitearon «por la adecuación del nombre y sexo registral de mis hermanas y hermanos trans. Por su acceso a salud pública integral y digna. Por el fin de los discursos de odio hacia ellxs. Por el cupo laboral y de vivienda. Por una educación sin estigma»; mientras que otros como @Zunzun señalaron la necesidad de «Despatologizar. Ser trans No es una enfermedad ni transtorno. Una sociedad más justa es una sociedad inclusiva», dijo.

Asimismo, activistas como @DanielitoTriana enfatizaron en la necesidad de contar con leyes que tipifiquen los crímenes de odio y educación para niñes y adolescentes que concienticen sobre las disidencias sexogenéricas.
«Lo que pesa un nombre, una letra (F o M) en un carnet. En un banco, en una estación de policía, en el aeropuerto, en una entrevista de trabajo.

Para que las personas trans no tengan que revivir esos momentos difíciles infinitamente, es necesario una #LeyDeIdentidadDeGéneroEnCuba», escribió @GeisyGuiaDelis.

Etiquetas como #LeyDeIdentidadDeGéneroEnCuba, #LeyDeIdentidadDeGéneroYa, #UnCodigoInclusivo, #LosMismosDerechosCuba acompañaron a la mayor parte de los mensajes, en los que se llamó la atención de instituciones como la Fiscalía General de la República, el Parlamento cubano, la Presidencia y el Cenesex.

Historias de una lucha para conquistar derechos

«Son elles quienes nos hacen mejores personas con sus sonrisas, con las batallas ganadas que libran en silencio y no sospechamos, pero sabemos vencen cuando hay más sonrisas que caras tristes», escribió el fotógrafo y activista Claudio Peláez Sordo en su muro de Facebook, junto a imágenes de mujeres y hombres trans portando su actual identificación, en evidente contradicción con su identidad de género.

La iniciativa, replicada entre otros sitios por la plataforma cubana Entre Diversidades, compartía fotografías de «algunos de esos rostros que llevan años venciendo batallas y otros que empiezan a andar esos caminos de dudas y reproches, pero también de certezas y encuentro.

«Ojalá sirvan estas fotos para visibilizar a la comunidad trans y sensibilizar a quienes, desde posiciones de privilegio, gozan de derechos pero los niegan a otres por el simple hecho de ser diferentes. Exigir una Ley de identidad de género no puede ser solo una batalla de la comunidad trans, debe ser también una batalla de todes aquelles que creemos en la justicia», escribió Peláez Sordo.

Así, el activista visibilizó rostros y pequeños relatos como los del joven de 33 años Aarón Figueredo Armenteros, para quien «su mayor sueño es poder operarse y cambiarse el nombre»; o el de Lexa Rodríguez Pupo, una muchacha que apenas cumpla sus 18 años, iniciará el tratamiento hormonal con la asesoría del Cenesex. «Sus padres no entienden lo que le está sucediendo y no pueden acompañarla en esta transición vital».

Las redes sociales se llenaron de las historias e imágenes de Naomi, para «quien la felicidad es ser libre»; Victoria, una joven trans que «se siente mujer sin necesidad de tener una vagina»; París Brown, quien «desea vivir en una sociedad donde haya igualdad de género y se respeten todas las ideas, aunque no coincidan», o Kiriam «una mujer muy fuerte, que lucha por los derechos de una comunidad que continúa siendo ocultada y limitada en sus derechos».

Otras plataformas lanzaron iniciativas, como la Red cubana TransCuba, que defendió la campaña «Todos los días visibles», acompañando imágenes de activistas trans con el texto del artículo 42 de la Constitución de la República.

En el texto se reconoce que «todas las personas son iguales ante la ley, reciben la misma protección y trato de las autoridades y gozan de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin ninguna discriminación por razones de sexo, género, orientación sexual, identidad de género, edad, origen étnico, color de la piel, creencia religiosa, discapacidad, origen nacional o territorial, o cualquier otra condición o circunstancia personal que implique distinción lesiva a la dignidad humana».

«Hoy queremos que nos vean como lo que somos. Personas con sentimientos, capaces. Queremos que se garantice nuestra permanencia en los centros escolares, que las barreras culturales existentes a la hora de buscar un trabajo desaparezcan, queremos unirnos en matrimonio y que sean reconocidas nuestras familias, queremos una Ley de Identidad de Género que complemente a la Constitución y garantice la igualdad de derechos. Sin derecho a la identidad somos invisibles», trascendió en el perfil de Facebook de TransCuba.

Muchas otras historias de mujeres y hombres trans fueron visibilizadas desde páginas como Cimarronas, una iniciativa que busca posicionar un feminismo cubano anticapitalista y subvertir el orden patriarcal.
En una de ellas, Nomi Ramírez, de 44 años y secretaria en el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), dice desear «una Cuba más inclusiva, no solo para nosotras, sino para todxs».

«Nuestro mayor reto, desde mi punto vista, sería crecer como mujeres trans, ser capaces de aprender. Es todo un reto ser una persona trans. Creo también en la importancia de la Educación Sexual, de aprender sobre sexualidad y género. Es muy importante conocernos para entender quiénes somos, por ende, si educamos desde una mirada inclusiva creo que nos hará bien a todxs», sostiene.

Fuente: https://rebelion.org/activistas-y-personas-trans-demandan-en-redes-sociales-ley-de-identidad-de-genero/

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Ignacio Ramonet: «Lo que domina a las redes sociales es el pensamiento mágico»

El periodista y catedrático de la teoría de la comunicación participó de una conferencia organizada por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac).

«Lo que domina a las redes es el pensamiento mágico. La verdad es cada vez más emocional y no real. Las redes están hechas para emitir y no para recibir. Existe una repolitización salvaje en un sentido antropológico», reflexionó el periodista y catedrático de la teoría de la comunicación Ignacio Ramonet, en el marco de una conferencia organizada por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac).

La cita de la Uneac giró en toro a un interrogante prepandémico: ¿qué acontecía desde la sociopolítica en el mundo antes de la aparición de la Covid-19?

En la visión de los organizadores, las protestas sociales atravesaban distintas latitudes: Beirut (Líbano), Hong Kong (China), Cataluña (España), Puerto Rico, Chile, Colombia y Costa Rica.

«Las demandas de unos y otros se ajustaban a las inconformidades de cada geografía, sin embargo, poseían el común denominador de gestarse en sociedades democráticas, desarrolladas, a través de las redes sociales», señalaron desde la Uneac, para la cual «entender el nuevo desafío que imponen las redes sociales, implica analizar las trasformaciones en las lógicas de consumo y la reconfiguración de los escenarios políticos, sociales y culturales en el ciberespacio»

A esas inquietudes apuntó la conferencia del español Ramonet, autor de El imperio de la vigilancia, y quien destacó «el gran interrogante que constituye internet, como la tercera gran revolución de las comunicaciones, y las recientes redes sociales, con no más de 20 años de existencia».

«La diferencia con los medios de difusión masiva -señaló- es que no alcanzan el nivel de retroalimentación de las redes sociales. Éstas ponderan el diálogo constante, tienen una relación más fuerte con los receptores. Son sistemas de comunicación que convierten fenómenos marginales en centrales».

Conferencia de IGNACIO RAMONET en la UNEAC: «Las redes sociales: el nuevo desafío»

Es en ese entorno, añadió, en que «comienzan a actuar fenómenos como la postverdad y las ‘fake news’ (noticias falsas). La posesión de una gran cantidad de información pasa de erigirse como generadora de pensamiento crítico a productora de desconocimiento».

«El discurso acerca del sistema mediático, como manipulador de la información a favor de los dueños de medios y las clases dominantes, ha sido sobrepasado por la crítica de la extrema derecha populista. Existe una atmósfera de guerra entre la sociedad y los dirigentes políticos. Hay un espíritu complotista contra el complot que está en el poder. En Estados Unidos, por ejemplo, la crítica de muchos ciudadanos al sistema generó un ataque al Capitolio», explicó Ramonet.

En otro pasaje de su conferencia, el también director de Le Monde Diplomatique sostuvo, rememorando una entrevista que mantuvo con el periodista brasileño Breno Altman, cómo, en la actualidad, los ciudadanos se movilizan más por un tema puntual que por una gran causa.

«Esto se complejiza en un entorno donde la ‘conspiranoia’ y el fanatismo forma parte de un sistema atacado, además, por la incertidumbre de la Covid-19», dijo, para quien «lo que domina a las redes es el pensamiento mágico. La verdad es cada vez más emocional y no real. Las redes están hechas para emitir y no para recibir. Existe una repolitización salvaje en un sentido antropológico»

Fuente: https://www.telam.com.ar/notas/202104/549354-ignacio-ramonet-lo-que-domina-a-las-redes-sociales-es-el-pensamiento-magico.html

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Móviles, redes sociales y ciencia: el nuevo triángulo de la divulgación

Por: Educación 3.0

Las redes sociales también son un escaparate para la divulgación y la ciencia. Alexandra Santamaría, docente en la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR), ofrece algunas pistas para que el alumnado sepa distinguir lo que es ciencia de lo que no lo es.

Basta con echar un vistazo a las cifras de usuarios que acceden a las redes sociales a través del móvil para darse cuenta de que se trata del dispositivo por excelencia para conectarse con el mundo. La rapidez de transmisión de información y la capacidad de alcance de los teléfonos inteligentes los convierten en armas de doble filo. Por un lado, facilitan la difusión de las cada vez más habituales noticias falsas o ‘fake news’ y, por otro lado, pueden convertirse en instrumentos para la divulgación de información de calidad. Los bulos inundan las redes sociales y son numerosos los artículos que se dedican a subrayar el lado negativo de estos medios, pero ¿son las redes sociales tan malas como las pintan? ¿Pueden ser estas un medio de acceso a la ciencia?

La ciencia y las redes sociales

Si bien es cierto que existen numerosos y variados canales de difusión de la información entre los que cuesta saber elegir (YouTube, Twitter, Instagram, Facebook, TikTok, Twitch, Telegram o Clubhouse), debemos ser conscientes de que, si queremos, la ciencia está al alcance de todos. La clave está en saber dónde y cómo buscar, ya que estos medios son un escaparate de divulgadores científicos que hacen lo difícil fácil y que convierten la ciencia en accesible a través de sus vídeos, podcasts, hilos de Twitter, imágenes o gifs. Nunca habían tenido los estudiantes acceso, a través de sus móviles, a tal cantidad y variedad de expertos de diferentes campos de conocimiento dispuestos a divulgar ciencia de una forma amena y divertida.

Cabe destacar que, cuando hablamos de ciencia, no nos referimos únicamente a aquellos científicos de laboratorio con bata blanca y microscopio sino también a los que investigan en libros, en un aula o los que estudian los comportamientos de la sociedad o los procesos socioculturales de una civilización, entre otros. En definitiva, resulta de vital importancia que el ciudadano en general, y el estudiante en particular, sepa que la ciencia de cualquier tipo, y de calidad, también está presente en las redes sociales y que, a través de los diversos canales dedicados a su divulgación, podemos adentrarnos en un mundo desconocido, profundizando en temas que despierten nuestra curiosidad o interés.

¿Dónde encontrar contenido ‘científico’ en las redes?

Este es solo un breve repaso por algunos de los canales que existen en la actualidad y que pueden ayudar a los estudiantes a repasar asignaturas, conocer más acerca de algunas profesiones o despertar su interés por alguna rama de la ciencia. No hay que olvidar que estos también son muy útiles para los docentes, ya que en ellos pueden encontrar material de calidad para compartir con sus alumnos, así como ser un lugar de debate y aprendizaje también para ellos.

En primer lugar, podemos encontrar interesantes canales para los estudiantes, como, por ejemplo, el canal de Laura L. Mendizábal y Esther Anguiano, The Big Life Theory, y también otros muy prácticos para docentes o futuros docentes, como por ejemplo, las charlas educativas que tienen lugar en directo todas las semanas en el canal de Ingrid Mosquera. Este último da muestra de que las redes sociales pueden ser un reclamo para aquellos estudiantes que quieren conocer, de primera mano, prácticas educativas innovadoras y conocer profesionales de la educación que hacen de lo ordinario algo extraordinario.

divulgación y redes sociales

En segundo lugar, los podcasts, por su sencilla difusión, son cada vez más populares y son muchos los divulgadores que optan por ellos para compartir ciencia y ponerla al alcance de todos (Divulgando investigación con Ms. ProdigiEDUCACIÓN 3.0 o Café con Rosa Liarte). Por otro lado, los hilos de Twitter también constituyen un medio de difusión de contenido científico a través de los que los estudiantes pueden acercarse al mundo de las matemáticas (@juliomulero), la lengua (@xtanolive), la historia (@cunahalicarnaso) o el arte (@fernandoplazap).

En tercer lugar, Instagram es otra de las plataformas por la que el alumnado puede ojear contenido que les ayude a repasar una materia o incluso a aprender acerca de una asignatura en concreto. ¿Un ejemplo? @profe_historia. También, y aunque TikTok se haya relacionado principalmente con la difusión de bailes o desafíos (‘challenges’), la ciencia también tiene cabida en esta red social a través de vídeos cortos y divertidos, pero con un claro objetivo divulgador, como es el caso de @ladyscience o el @eldesociales.

Por otro lado, Twitch, a pesar de ser una de las redes sociales más recientes, ha alcanzado altos índices de popularidad en los últimos meses a través de sus retransmisiones en directo de contenido que, principalmente, está relacionado con los videojuegos. Sin embargo, al igual que ocurre con el resto de redes sociales, esta también puede llegar a ser un medio de difusión de ciencia. O sino que se lo pregunten a Cristian Olivé, que cuenta con un canal en el que sus usuarios aprenden sobre lengua y literatura de una manera mucho más interactiva y directa.

¿Cómo distinguir ciencia de lo que no lo es?

Llegados a este punto, el principal problema que puede surgir es cómo distinguir la ciencia de lo que no lo es. ¿Qué criterio pueden seguir los estudiantes para seleccionar un canal frente a otro?

En primer lugar, nos debemos fijar en el emisor de la información, quién es y qué contenido ofrece. En segundo lugar, en la frecuencia de publicación o que estén actualizados. En tercer lugar, será necesario centrar la atención en la calidad de la información que incluye descartando contenidos con faltas de ortografía, con una redacción pobre, o que recurran a elementos visuales de mala calidad. Por último, este tipo de canales suelen estar en contacto casi directo con sus seguidores por lo que esto también nos ayudará a determinar la calidad y fiabilidad del medio.

Contenido en redes

Por tanto, las preguntas, que nos debemos hacer a la hora de seleccionar un canal serán las siguientes:

1.  ¿Quién está detrás del canal? ¿Se presenta de manera clara y es un experto en la materia?

2.  ¿Cuándo fue la última vez que publicó? ¿Es un canal que está actualizado?

3.  ¿Presenta contenido cuidado? ¿Incluye información contrastada o hace referencia a investigadores o autores para apoyar el contenido?

4.  ¿Existe una interacción fluida entre creador y usuario a través de comentarios u otro tipo de comunicación?

Aunque este último consejo va dirigido más bien al creador de contenido que al usuario, el éxito radica en hacer que lo difícil parezca fácil y en poder hablar de un tema de manera amena y divertida, sin olvidar en ningún momento que lo que se pretende es divulgar ciencia. Esto es lo que busca el estudiante, aprender de una manera diferente a la que se le plantea dentro de las cuatro paredes del aula.

La ciencia está muy presente en las redes sociales y todo el que tenga un móvil y curiosidad por aprender y conocer, tiene al alcance de su mano un sinfín de canales de divulgación de calidad que le llevarán a una nueva dimensión del conocimiento, ¿te atreves a adentrarte en ella?

Fuente e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/opinion/moviles-redes-sociales-ciencia-nuevo-triangulo-divulgacion/

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El motor ético del buen periodismo en la nueva batalla por la vida

Este es el primer artículo escrito por Mónica González –presidenta de la Fundación CIPER– en su rol de encargada del Consultorio Ético de la Fundación Gabo. El texto analiza los desafíos que enfrentan los periodistas para cubrir con rigurosidad temas como la pandemia –y el aumento de la pobreza asociado a ella–, la corrupción y la industria de las noticias falsas. Mónica González liderará este consultorio ético en equipo con la periodista colombiana Yolanda Ruiz.

Vea acá la versión original de este artículo, publicada por la Fundación Gabo.

Si alguien nos hubiera dicho hace un año, en esta misma fecha, que en pocos días entraríamos en un túnel inédito, que durante meses estaríamos confinados, que llevar mascarillas, lavarse las manos y mantener distancia de los otros se haría obligatorio, que la cifra de muertos provocada por un virus llegaría el 19 de febrero de 2021 a casi 2 millones y medio de personas en el mundo, al tiempo que esta pandemia brutal trituraba en América Latina y el Caribe 2,7 millones de empresas, 8,5 millones de empleos y millones de hogares, lanzando a la pobreza al 37,2% de la población de la región (unos 230 millones de personas), habríamos dicho que era un guion de ciencia ficción.

Tampoco habríamos creído que el trabajo del periodista se haría más complejo y dramático y no solo por la violencia del crimen organizado, o los ataques al periodismo independiente de presidentes con arraigo dictatorial como Donald Trump (Estados Unidos), Jair Bolsonaro (Brasil), Nayib Bukele (El Salvador), Daniel Ortega (Nicaragua) o Nicolás Maduro (Venezuela).

No sabíamos que deberíamos enfrentar otras tres pandemias simultáneas: económica, la corrupción, la industria de noticias falsas que invadió nuestros espacios y la crisis política. No sospechábamos que el cuestionamiento a la verdad empírica y a la ciencia se convertiría en arma contra las instituciones y la salud pública, que la proliferación de información falsa nos intoxicaría y la ira de millones se expresaría en las calles desafiando a los estados y la miseria. La democracia crujía. Incluso en Estados Unidos. Cruje aún.

No sabíamos que, a partir del 26 febrero de 2020, cuando se detectó el primer caso de covid-19 en Brasil, hoy el segundo país del mundo con más víctimas, se iniciaría una etapa de la cual nadie sabe cómo saldremos ni cuándo. Y que el año 2020 y este 2021 marcan un hito en nuestra historia, en la de todos. Hemos navegado durante un año en la oscuridad. La línea de tiempo muestra que el buen periodismo, riguroso y ético es imprescindible.

PERIODISTAS EN LA OSCURIDAD

En ese contexto, los mensajes de periodistas de la región que han llegado a la Fundación Gabo son distintos: apuntan a cómo identificar la desinformación; cómo enfrentar el miedo al virus y a las amenazas de mafias que han ganado poder mientras el Estado retrocede; cómo rastrear corruptos que trafican con vacunas; como identificar empresas que reciben ayudas estatales y que en vez de mantener empleos se meten el dinero al bolsillo; ¿por qué hay opacidad total de cuánto pagan los gobiernos por vacunas? (hasta ahora solo se sabe que EE. UU. pagará casi US$2.000 millones a Pfizer para garantizar la entrega de cerca de 100 millones de dosis).

La palabra verdad se repite en esas consultas, así como el rigor en distintos matices. He aquí algunos ejemplos:

“Desde el punto epistemológico, ¿cuáles son los criterios de verdad que debe usar un periodista?”.

“Cuando uno está haciendo una investigación y consulta a varias fuentes, ¿cómo puedo tener certeza de que son fidedignas?”.

“¿Cuál sería la definición de independencia periodística?”.

“Lo idóneo es que un periodista informe a su interlocutor si va a grabar la conversación. Debe hacerse antes de iniciar la entrevista, sin importar el formato del registro (entrevista telefónica, videollamada, grabadora). ¿Existe alguna recomendación para cumplir con este código de conducta sin que se afecten las respuestas? La mayoría de las veces he visto como tras informar el interlocutor modifica y/o condiciona sus respuestas y comportamiento”.

“¿Qué hacer frente a un editor que quiere imponer titulares engañosos para buscar clics sacrificando la información?”.

No hay desperdicio en esas preguntas. No hay grasa. Hay urgencia por defender la vida y mostrar a tantos héroes anónimos; por la miseria que crece. Hay necesidad de hacer buen periodismo ante la democracia que cruje por estados debilitados, obsoletos y gobiernos que se ven sobrepasados por la crisis. Hay miedo ante muchas formas de violencia.

POBREZA: MÁS DE UNA DÉCADA DE RETROCESO

Hay una matriz común en el telón de fondo que envuelve a los periodistas: la democracia está en peligro. La ira de millones que han tomado conciencia que viven en la región más desigual del mundo se hace sentir. Una fractura los separa de los más ricos y la pandemia la ha hecho visible, narrable. Han sido periodistas los que han salido a buscar las historias, imágenes y nudos que impiden que la situación cambie. Un compromiso ético.

Ese compromiso exige no inventar, no exagerar. Todo está allí en calles, oficinas y pasillos del poder real. Si de rigor se trata, tomemos cifras oficiales. Un estudio del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), publicado en diciembre de 2020, estableció que 7 de los 20 países más desiguales del mundo están en América Latina y el Caribe. Una brecha de ingresos, de acceso a la salud, a la educación, a la vivienda. Y aunque 72 millones de personas salieron de la pobreza entre 2003 y 2008, la pandemia barrió con su nueva situación, provocando que la cifra de los que viven en situación de pobreza se eleve a unos 230 millones, mientras que otros 16 millones de latinoamericanos han caído a la pobreza extrema (llegando a 83,4 millones) por efectos del covid-19 (Cepal). El estudio de la Cepal concluye que al finalizar 2020 hemos retrocedido 10 años en PIB per cápita y 14 años en niveles de pobreza.

La misma Cepal concluyó que la informalidad laboral en la región alcanza al 53% (unos 158 millones de trabajadores). Una cifra que explica que casi 104 millones de personas vivieran en agosto de 2020 en campamentos o favelas en América Latina, según cifras de la ONG Techo. Carpas y chozas que se han multiplicado y no dejan de crecer, y que han hecho casi imposible en algunas zonas adoptar medidas para impedir la propagación del virus.

Cómo explicar, narrar, retratar, recoger la realidad brutal que viven todas esas familias por los efectos devastadores de haber perdido el empleo o de recibir remuneraciones miserables, sin seguridad social. Había que mostrar quiénes son ese 30% de los estudiantes más vulnerables de educación secundaria que no tiene computador en el hogar y cómo sobreviven esos 80 millones de niños, niñas y adolescentes que ya no reciben una comida caliente al día.

Las más afectadas por los desastrosos efectos de la pandemia han sido las mujeres: 118 millones han caído en situación de pobreza en 2020. El Informe de políticas sobre el impacto en América Latina y el Caribe, de la ONU, además de prever la mayor contracción económica en la región en un siglo, establece que la tasa de pobreza en las mujeres aumentó 9,1% y la participación femenina en el mercado laboral retrocedió una década.

Una realidad de larga data que se desarrollaba frente a nuestros ojos y que hasta inicios de 2020 era invisible. La responsabilidad del periodismo y los medios en ello es innegable.

Lo más duro y estremecedor ha sido asumir otra cifra dura: violaciones y femicidios aumentaron en toda la región entre 20 y 50% durante 2020. Una de cada 3 mujeres está expuesta a sufrir violencia de género.

LA TERCERA PANDEMIA: LA CORRUPCIÓN

Al mismo ritmo que se han ido incrementando contagios y muertos por Covid-19, el combate contra la corrupción se diluyó en América Latina. Los datos hablan: en junio de 2020 lo advirtió Americas Society, Council of the Americas (AS/COA) y Control Risks en su Índice de Capacidad de Combate a la Corrupción. Evalúa desde la independencia judicial hasta la calidad de la democracia y del periodismo de investigación para calificar qué tan idóneos son los países para combatir los delitos de corrupción y sancionarlos (en escala de 1 a 10). El caso más grave: Brasil.

Una realidad letal (la corrupción mata) que el 28 de enero pasado confirmó Transparencia Internacional: “Una concentración alarmante de poder del Ejecutivo en países como Colombia y El Salvador ha contribuido a una explosión de irregularidades y casos de corrupción vinculados a las contrataciones públicas relacionadas con la pandemia. En todo el continente los ciudadanos tienen dificultades para conseguir información fiable y actualizada sobre datos estadísticos y sanitarios y suministros de emergencia”.

No sorprendió la inclusión en ese informe, como país a “observar con atención”, de Estados Unidos, el más golpeado por la pandemia con más de medio millón de fallecidos: “Las dificultades de la administración (Trump) para supervisar el uso del monto sin precedentes de un billón de dólares asignado a la lucha contra el covid-19 generaron una gran inquietud”.

Y nuevamente el desafío ético para el buen periodismo: identificar las principales razones que impiden atacar la desigualdad. Una de ellas: el 10% más rico captura el 54% de ingresos nacionales en cada país, Un sector para el que, según revista Forbes y la BBC el 2020 fue rentable: los 2.200 multimillonarios del globo terminaron siendo un 20% más ricos, mientras el planeta sufre su peor catástrofe económica en casi un siglo, con una caída del 4% en el PIB mundial.

Se entiende así que el FMI urgiera en la necesidad de aplicar «impuestos más altos para los grupos más acaudalados y las empresas más rentables» para enfrentar la crisis. Una medida clave para el cientista político Francis Fukuyama, quien sostiene que la salud de una democracia moderna es su capacidad para que los más ricos paguen los impuestos que les corresponden, así como la corrupción sin control desestabiliza la gobernabilidad (ver su libro: Identidad. La demanda de dignidad y las políticas de resentimiento, Barcelona, Ediciones Deusto, 2019). Así lo entendieron los 84 ultra ricos del mundo que firmaron Millonarios por la Humanidad: “que nos aumenten los impuestos inmediatamente, sustancialmente».

Pues bien, esa regla no se cumple en casi todos nuestros países. Y de sus protagonistas y lobistas casi no se habla. Ejecutar lo que piden supone establecer drásticas medidas para combatir evasión y elusión (sin forados en la ley), acabar con el secreto bancario y con exenciones tributarias sin justificación. Para el buen periodismo ello representa un gran desafío ético: sortear primero la barrera que impide obtener información fidedigna y veraz; estudiar muchísimo, cotejar cada cifra, documento; y enfrentar a lobistas importantes: bufetes de abogados, periodistas, congresistas y economistas.

“Los poderosos siempre buscan el control total del gobierno menoscabando el progreso social en favor de su codicia. Contrólelos mediante una democracia efectiva o verá cómo fracasa su país”, advirtió el economista Simon Johnson, exjefe del Departamento de Investigación del FMI y autor del libro The Quiet Coup (The Atlantic, mayo 2009). Acuñó el concepto “golpe de estado silencioso”, que detalla los mecanismos con los que las élites financieras despliegan su influencia y manipulación en políticos y académicos para desmantelar cualquier intento de regulación que desafíe sus intereses. El buen periodismo es parte de ese control y, por lo mismo, objeto de manipulación.

LA CUARTA PANDEMIA: LA INDUSTRIA DE LAS NOTICIAS FALSAS

El director de la OMS lo advirtió: estamos luchando contra una pandemia y una “infodemia”. La alarma por la proliferación de información falsa se acrecienta por la amenaza que ella representa para la salud pública y por cómo socava la confianza de los ciudadanos en la democracia.

La ética impone nuevamente ir al fondo del problema. La herramienta masiva más utilizada por la industria de la desinformación han sido las redes sociales. Un sistema controlado por empresas que hoy se ubican en el pódium de las más grandes del mundo: Amazon, Apple, Google (Alphabet), Microsoft y Facebook (capitalización bursátil de las cinco multinacionales supera los US$5.000 millones). Gran parte de sus ganancias proviene de prácticas monopólicas en el manejo global de datos y de las campañas de desinformación. La investigación sobre Cambridge Analytica grafica el poder alcanzado por la manipulación al recoger información sensible de millones de usuarios de estas redes para luego ser utilizada en información falsa que se les entrega en campañas electorales. Así ocurrió en 2016 para perjudicar a la candidata demócrata Hillary Clinton.

La amenaza desestabilizadora de la desinformación ha tenido una respuesta muy débil de la democracia global. En octubre, en plena campaña presidencial estadounidense, Twitter y Facebook limitaron la difusión de un artículo del New York Post que afirmaba que Hunter Biden, hijo del candidato demócrata, organizó una reunión entre su padre, cuando era vicepresidente, y un directivo de una polémica empresa ucraniana de gas. El último paso de Amazon, Apple y Google fue anunciar que han decidido sacar de sus sistemas a la red favorita de los extremistas de derecha: Parler.

Twitter fue más allá: prohibió todos los anuncios políticos pagados y en septiembre anunció que “etiquetará o eliminará información errónea” que busque “socavar la confianza en las elecciones”. Interesante resulta conectar esa información con una más reciente aparecida en el Wall Street Journal (9 de febrero): por segundo año consecutivo Facebook y Amazon superaron en 2020 a todas las demás compañías estadounidenses en gasto de lobby. Facebook, que enfrenta juicios antimonopolios, gastó casi US$20 millones en lobby en 2020 (US$18 millones más que 2019), mientras que Apple Inc informó US$6,7 millones; Google: US$7,5 millones; Microsoft Corp. US$9,4 millones; Oracle Corp. US$8,1 millones y Twitter Inc., US$1,5 millones.

Así describió el poder que concentran esas compañías el periodista chileno y conductor de CNN Chile, Daniel Matamala: “Facebook ya es dueño de WhatsApp e Instagram, y Google, de YouTube. A su lado, los intereses de la United Fruit en Guatemala, los Brown Brothers en Nicaragua o de la ITT en Chile parecen un juego de niños. Los golpes del siglo 20 trataban de controlar el mercado del plátano, el cobre o el petróleo. Los del siglo 21 dependerán de un poder infinitamente mayor: de quién maneja los datos y puede manipular la verdad. Ya tenemos un aviso en Brasil, donde las campañas de mentiras por WhatsApp llevaron al poder a Bolsonaro. Ahora el poder está en unas oficinas de Silicon Valley”.

El nuevo enemigo que enfrenta la democracia no es racional, sino emocional. El estudio hecho en agosto pasado por Claudio Huepe y Claudio Villegas, investigadores del Laboratorio Social Lintwning Lab (SoL- Facultad de Comunicaciones Universidad Católica de Chile), concluyó: “la apelación a creencias o emociones es más importante que la evidencia”. Por ello cobra importancia vital el imperativo ético del buen periodismo para luchar contra las noticias falsas: información veraz, rigurosa y oportuna.

En el estudio de Huepe y Villegas se lee: “La sociedad se fragmenta en comunidades hostiles entre sí, a lo que se suma una desconfianza generalizada en las instituciones. El efecto en la capacidad de generar consensos objetivos que guíen el comportamiento social ha mostrado ser devastador en los países en que se ha medido. Estudios recientes muestran que casi el 40% de los adultos en EE. UU. creen que se exageran los riesgos de la pandemia, que un cuarto cree que fue planificada y menos de la mitad está decidida a vacunarse”.

Llegamos nuevamente a un punto ético clave. Por qué importa contar las historias relevantes con rigor, veracidad y multiplicidad de voces: porque así el periodismo aporta a cambiar la vida de las personas. Y porque, como dijo recientemente el periodista y académico colombiano Germán Rey, miembro del Consejo Rector de la Fundación Gabo: “el problema es que los medios no han hecho lo suficiente para ganarse un lugar en la confianza social, que se ha ido deteriorando progresivamente. La libertad de expresión no es un coto cerrado de los medios o de los periodistas. Es una libertad, un derecho y una responsabilidad de toda la sociedad. Pero desde hace unos años ha crecido el vedetismo en los medios. De fiscalizadores, algunos periodistas se creyeron vedettes, figuras. Algo semejante a lo que ha pasado con los futbolistas. Y empezaron a sobarse con el poder, a transformarse en elite, a preocuparse desmedidamente por los honorarios”.

La abogada colombiana Catalina Botero, integrante de la junta de supervisión independiente de Facebook, afirmó este 21 de febrero: “Las redes sociales no son medios de comunicación y no deben ser tratadas como tales”. Y agregó: “Sin medios de comunicación y periodismo de investigación independiente y profesional, la democracia tiene pocas posibilidades de sobrevivir”.

El peligro es real. La intergubernamental internacional IDEA y la estadounidense National Endowment for Democracy lanzaron en julio de 2020 la alarma global ‘Llamado a defender la Democracia’, firmada por más de 500 líderes, acusando a gobiernos, incluso elegidos democráticamente, que en días de crisis acumulan “poderes de emergencia que restringen los derechos humanos y refuerzan la vigilancia estatal”.

El peligro que enfrenta la democracia en América Latina se plasmó en la declaración que emitió la CIDH el 6 de febrero: “El hemisferio se encuentra en un punto de inflexión caracterizado por el deterioro generalizado del debate público donde los Estados democráticos se enfrentan al potencial traslado de la violencia online a espacios físicos con capacidad cierta de daño; a los intentos de captura del debate público potenciados por la desinformación; y a los dilemas de compatibilidad de los procesos, decisiones y modelos de negocio de empresas privadas con los estándares democráticos y de derechos humanos. Un desafío regional que afecta a todos los Estados de las Américas, contamina una parte considerable de sus deliberaciones internas y que pondrá a prueba sus futuros procesos electorales y la fortaleza de sus instituciones.

2021 marca el eje del ciclo electoral decisivo para el futuro del continente y que comenzó en Bolivia en octubre 2020, y termina en 2024: casi todos los países irán a las urnas para elegir presidentes y congresos. En 2021 habrá elecciones presidenciales y legislativas en Ecuador, Perú, Nicaragua, Honduras, Chile y legislativas en Argentina, El Salvador y México.

Las elecciones en nuestros países se harán al tiempo que batallamos con una pandemia que sigue sumando víctimas del virus y la miseria. Y también de la corrupción con el tráfico de vacunas que posterga a los más necesitados. La OMS alertó por la situación catastrófica en Brasil, en particular del Amazonas, que puede provocar implosión del sistema sanitario. «De continuar así, claramente vamos a ver una ola que será peor que la ola catastrófica de abril y mayo», alertó el director de emergencias de la OMS, Michael Ryan.

Si la democracia está en peligro, el buen periodismo debe salir con ética, hechos, voces, rostros, rigor e imágenes a informar y ganarse la confianza de los ciudadanos. Informar e iluminar la opacidad cuando la vida está en juego.

Fuente: https://www.ciperchile.cl/2021/03/04/el-motor-etico-del-buen-periodismo-en-la-nueva-batalla-por-la-vida/

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Las redes sociales, nuevo medio dominante

Fuentes: La Jiribilla

Imagen de Portada: “(…)aunque la revolución digital permitió una indiscutible democratización de la comunicación —objetivo que parecía absolutamente impensable— esa democratización provoca ahora una proliferación incontrolada y desordenada de los mensajes, así como ese ruido ensordecedor creado sobre todo por las redes sociales”. Ilustración: Brady Izquierdo

El Internet moderno, la Web, se inventó en 1989, hace treinta y dos años. O sea, estamos viviendo los primeros minutos de un fenómeno que llegó para quedarse durante siglos. Pensemos que la imprenta se inventó en 1440, y que tres décadas después casi no había modificado nada, pero acabó por trastornar el mundo: cambió la cultura, la política, la economía, la ciencia, la historia. Resulta evidente que muchos de los parámetros que conocemos están siendo modificados en profundidad, no tanto por la pandemia actual de Covid-19, sino, sobre todo, por la irrupción generalizada de los cambios tecnológicos y de las redes sociales. Además, no solamente en términos de comunicación —¿se está muriendo la verdad?—, sino también en las finanzas, el comercio, el transporte, el turismo, el conocimiento, la cultura… Todo ello sin olvidar los nuevos peligros en materia de vigilancia y de pérdida de privacidad.

Ahora, con la Web y las redes sociales, ya no es únicamente el Estado quien nos vigila. Algunas empresas privadas gigantes (Google, Apple, Facebook, Amazon, etc.) saben más sobre nosotros que nosotros mismos. En los próximos años, con la inteligencia artificial y la tecnología 5G, los algoritmos van a determinar más que nuestra propia voluntad el curso de nuestras vidas. Que nadie piense que esos cambios tan determinantes en la comunicación no van a tener consecuencias en la organización misma de la sociedad y en su estructuración política tal como la hemos conocido hasta ahora. El futuro es muy largo y los cambios determinantes apenas acaban de empezar.

Vivimos en un universo en el que nuestra privacidad está muy amenazada; estamos más vigilados que nunca mediante la biometría o las cámaras de videoprotección, mucho más de lo que imaginó el mismísimo George Orwell en su novela distópica 1984. Además, la robótica, los drones y la inteligencia artificial amenazan con crear un ecosistema del que el ser humano podría acabar siendo expulsado; sin hablar de la “crisis de la verdad” —en materia de información—, sustituida por las fake news, la posverdad, las nuevas manipulaciones o las verdades alternativas. En este punto el futuro podría estar acercándose más rápido de lo que pensamos a nuestro pasado más aterrador.

Sobre el aspecto emancipador de la actual revolución digital, lo más notable es la “democratización efectiva de la información”. Un ideal que constituía una reivindicación fundamental, y en cierta medida un sueño, desde la revuelta social de mayo de 1968 —es decir, el deseo de que los ciudadanos se apoderaran de los medios de comunicación y sobre todo de información— en cierta medida se ha realizado. Hoy en día con el equipamiento masivo de dispositivos ligeros de comunicación digital (teléfonos inteligentes, computadoras portátiles, tabletas y otros) los ciudadanos disponen, individualmente, de una potencia de fuego comunicacional superior a la que poseía, por ejemplo, en 1986, el primer canal de televisión de alcance planetario, Cable News Network (CNN). Es mucho más barato y fácil de operar. Cada ciudadano es ahora lo que antes se llamaba un mass media. Mucha gente lo ignora o no conoce el poder real del que dispone. Hoy, frente a las grandes corporaciones mediáticas, ya no estamos desarmados. Otra cosa es saber si estamos haciendo un uso óptimo del superpoder comunicacional del que disponemos.

¿Ha resuelto eso los problemas en materia de información y de comunicación? La respuesta es no, porque en la vida cada solución crea un nuevo problema. Es la trágica condición humana. Los griegos antiguos la ilustraban con el mito de Sísifo, condenado a empujar una enorme roca hasta lo alto de una montaña; una vez alcanzada la cumbre, la roca se le escapaba de las manos y se precipitaba de nuevo hasta el pie del monte. Entonces Sísifo tenía que volver a subirla a la cima, donde se le volvía a resbalar, y así hasta el fin de la eternidad.

En ese sentido, aunque la revolución digital permitió una indiscutible democratización de la comunicación —objetivo que parecía absolutamente impensable— esa democratización provoca ahora una proliferación incontrolada y desordenada de los mensajes, así como ese ruido ensordecedor creado sobre todo por las redes sociales. Esto es precisamente lo que constituye el nuevo problema. Como dijimos, ahora la verdad se ha diluido. Si todos tenemos nuestra verdad, ¿cuál es entonces la verdad verdadera? O será, como decía Donald Trump, que la “verdad es relativa”.

Al mismo tiempo, la objetividad de la información (si alguna vez existió) ha desaparecido, las manipulaciones se han multiplicado, las intoxicaciones proliferan como otra pandemia, la desinformación domina, la guerra de los relatos se extiende. Nunca se habían “construido” con tanta sofisticación falsas noticias, narrativas delirantes, “informaciones emocionales”, complotismos. Para colmo, muchas encuestas demuestran que los ciudadanos prefieren y creen más las noticias falsas que las verdaderas, porque las primeras se corresponden mejor con lo que pensamos. Los estudios neurobiológicos confirman que nos adherimos más a lo que creemos que a lo que va en contra de nuestras creencias. Nunca fue tan fácil engañarnos.

Más que una “nueva frontera”, Internet, o sea, el ciberespacio o digitalandia, es nuestro “nuevo territorio”. Vivimos en dos espacios, el nuestro habitual, tridimensional, y el espacio digital de las pantallas. Un espacio paralelo, como en la ciencia-ficción o en los universos cuánticos, donde las cosas o las personas pueden hallarse en dos lugares al mismo tiempo. Obviamente nuestra relación respecto al mundo, desde un punto de vista fenomenológico, no puede ser la misma. Internet —y mañana la Inteligencia Artificial— dota a nuestro cerebro de unas extensiones inauditas. Ciertamente la nueva sociabilidad digital, acelerada por redes socializantes como Facebook o Tinder, está modificando profundamente nuestros comportamientos relacionales. No creo que pueda haber “vuelta atrás”. Las redes son sencillamente parámetros estructurales definitorios de la sociedad contemporánea.

También hay que tener conciencia de que Internet ya no es ese espacio de libertad descentralizado que permitía escapar de la dependencia de los grandes medios de comunicación dominantes. Sin que la mayoría de los internautas se haya dado cuenta, Internet se ha centralizado en torno a algunas empresas gigantes que ya citamos —las GAFA (Google, Apple, Facebook, Amazon)—, que lo monopolizan y de las que ya casi nadie puede prescindir. Su poder es tal, lo acabamos de ver, que se permiten incluso censurar al presidente de los Estados Unidos cuando Twitter y Facebook le cortaron el acceso y enmudecieron al propio Donald Trump a principios de enero pasado.

No entendimos, a principios de los años 2000, que el modelo económico de “publicidad contra gratuidad” crearía un peligroso fenómeno de centralización, porque los anunciantes tienen interés en trabajar con los más grandes, con aquellos que poseen más audiencia. Ahora hay que conseguir ir en contra de esta lógica para descentralizar de nuevo Internet. La opinión pública debe comprender que la gratuidad conlleva una centralización tal de Internet que, poco a poco, el control se vuelve más fuerte y la vigilancia se generaliza.

En cuanto a esto, debemos precisar que hoy la vigilancia se basa esencialmente en la información tecnológica, automática, mucho más que en la información humana. Se trata de “diagnosticar la peligrosidad” de un individuo a partir de elementos de sospecha más o menos comprobados y de la vigilancia (con la complicidad de las GAFA) de sus contactos en redes y mensajes; con la paradójica idea de que, para garantizar las libertades, hay que empezar por limitarlas. Que se entienda bien: el problema no es la vigilancia en general, sino la vigilancia clandestina masiva.

En un Estado democrático las autoridades están completamente legitimadas para vigilar a cualquier individuo que consideren sospechoso, para ello se apoyan en la ley y hacen uso de la autorización previa de un juez. En la nueva esfera de vigilancia, toda persona es considerada sospechosa a priori, sobre todo si las “cajas negras algorítmicas” la clasifican mecánicamente como “amenazante” después de analizar sus contactos en redes y sus comunicaciones. Esta nueva teoría de la seguridad considera que el ser humano está desprovisto de verdadero libre arbitrio o de pensamiento autónomo. Es inútil, por lo tanto, que para prevenir eventuales derivas se busque intervenir retroactivamente en el entorno familiar o en las causas sociales. Lo único que ahora se desea, con la fe puesta en los informes de vigilancia, es reprimir lo antes posible, antes de que se cometa el delito. Esta concepción determinista de la sociedad, imaginada hace unos sesenta años por el escritor estadounidense de ciencia ficción Philip K. Dick en su novela Minority Report, se impone poco a poco. Es el “predelito” lo que a partir de ahora se persigue, bajo el pretexto de “anticiparse a la amenaza”.

Con semejante fin, empresas comerciales y agencias publicitarias cachean nuestras vidas. Estamos siendo cada vez más observados, espiados, vigilados, controlados, fichados. Cada día se perfeccionan nuevas tecnologías para el rastreo de nuestras huellas. En secreto, los gigantes de la red elaboran exhaustivos ficheros de nuestros datos personales y de nuestros contactos, extraídos de nuestras actividades en las redes sociales mediante diferentes soportes electrónicos.

Sin embargo, esta vigilancia generalizada no impide el despertar de algunas sociedades mucho tiempo mantenidas en silencio y ahora interconectadas. Sin duda, lo que se llamó en 2011 la “primavera árabe”, igual que el “Movimiento de los indignados” en España y “Occupy Wall Street” en Estados Unidos, no hubieran sido posibles —en la manera en que se desarrollaron— sin las innovaciones comunicacionales aportadas por la revolución de Internet. Ello no solo se debe al uso de las principales redes sociales, que entonces estaban apenas extendiéndose —Facebook se crea en 2006 y Twitter arranca en 2009—, sino al recurso del correo electrónico, de la mensajería y simplemente del teléfono inteligente. El impacto de las manifestaciones populares provocadas por esas innovaciones comunicacionales fue muy fuerte ese año 2011, independientemente de la naturaleza de los sistemas políticos (autoritario o democrático) contra los que chocaron.

Claro, en el mundo árabe, “congelado” por diversas razones desde hacía medio siglo, la “sacudida” tuvo consecuencias espectaculares: dos dictaduras (Túnez y Egipto) se derrumbaron, y en otros dos países (Libia y Siria) empezaron dolorosas guerras civiles que aún, diez años después, no han terminado. También en el seno de sistemas democráticos —España, Grecia, Portugal, Estados Unidos— se produjeron ese año impactos considerables que modificaron definitivamente la manera de hacer política. Piénsese, por ejemplo, en España, donde al calor de ese movimiento surge un partido nuevo de izquierda, Podemos, que los electores acabaron por propulsar en 2019 hasta el poder, en coalición con el Partido Socialista Obrero Español. No es poca cosa.

Deseo añadir dos ideas. Primero, que esas innovaciones comunicacionales dieron muy pronto lugar a un uso político de las redes sociales. No podemos ser ingenuos. Hay manuales para usar las redes con intenciones subversivas. Se han usado contra Cuba un sinnúmero de veces, así como contra la Revolución Bolivariana en Venezuela y contra el gobierno del presidente Nicolás Maduro. Recordemos también que entre 2003 y 2006, de manera organizada y planificada, con financiamiento de poderosos intereses, se habían producido ya lo que se llamaron las “revoluciones de colores” en Georgia (2003), Ucrania (2004), Kirguistán (2005), etc.; con la intención no disimulada de romper las alianzas de estos países con Moscú y disminuir la potencia de Rusia.

En segundo lugar, comentaremos que en el otoño de 2019, antes de que la pandemia de COVID-19 se extendiera a todo el planeta, el mundo —de Hong Kong a Chile, pasando por Irak, Líbano, Argelia, Francia, Cataluña, Puerto Rico, Costa Rica, Colombia, entre otras naciones— estaba conociendo un reguero de grandes protestas populares impulsadas y acentuadas por el recurso de las redes sociales. Todos los gobiernos de esos países, teóricamente democráticos, no supieron, en la mayoría de los casos, cómo enfrentar este nuevo tipo de contestación social excepto con la represión brutal.

Así que podríamos, en efecto, decir que por una parte, las redes sociales y las mensajerías de nuevo tipo (Twitter, Facebook, Instagram, Telegram, Signal, Snapchat, WhatsApp, Zoom, TikTok y otras) han ampliado indiscutiblemente el espacio de nuestra libertad de expresión, pero a la vez han multiplicado al infinito las capacidades de manipulación de las mentes y de vigilancia de los ciudadanos. Es clásico. Podríamos afirmar, parafraseando a Marx, que la Historia es la historia de las innovaciones tecnológicas. Cada innovación tecnológica aporta una solución a un problema, y a su vez, como ya subrayamos, cada solución crea un nuevo problema. O sea, siempre que se produce un salto hacia adelante en las tecnologías de la comunicación, nos hallamos efectivamente ante un progreso en materia de capacidades de expresión, y también, ante un peligro de confusión, de confrontación y de nuevas intoxicaciones mentales. Es normal. En ese aspecto no hay nada nuevo. Todo poder que posee el monopolio de la expresión pública se desespera ante cualquier aparición de una tecnología comunicacional democratizante que amenaza su uso solitario de la palabra. Piénsese, de nuevo, en la invención de la imprenta en 1440, y el pánico de la Iglesia y del trono ante una máquina que les arrebataba de repente el monopolio de la verdad.

Ante el dilema peligros v.s. ventajas, la pregunta sigue siendo ¿qué hacer? Depende de quién se plantee esa interrogación. Si son los ciudadanos, es previsible que deseen hacer uso inmediato de la excesiva potencia que les confieren las redes, sin tener la precaución de desconfiar del segundo aspecto: la manipulación de la que pueden ser objeto. Las decepciones, por ello, pueden ser fuertes.

Si quien se hace la pregunta es el poder, yo diría que debe guardar la serenidad; no puede soñar con que, por milagro, desaparezcan las redes que ya están aquí para siempre. Él también debe adaptarse a esta nueva realidad, a esta nueva normalidad comunicacional. La censura, la negación o la ceguera no sirven de nada, solo agravarían el problema, visto desde el poder. Lo rígido rompe, mientras que lo flexible resiste. Por lo tanto, el poder debe entender que las redes son un nuevo espacio de debate y de confrontación, y constituyen quizás, en el campo político, el principal espacio contemporáneo de enfrentamiento dialéctico. Es el ágora actual, y es ahí, en gran parte —como lo fue en las páginas de los periódicos durante mucho tiempo—, donde se dirimen ahora los grandes diferendos y las principales polémicas. Quien no desee ser el gran perdedor de nuestro tiempo debe estar presente en este espacio central de los debates.

Sí, las redes sociales son el medio dominante hoy, como lo fueron en otras épocas la televisión, la radio, el cine o la prensa. Es una revolución considerable, como no la ha habido jamás en el campo de la comunicación. Repetimos, todo cambio importante en el ámbito de la comunicación acaba fatalmente por tener repercusiones decisivas en lo social y lo político. No hay excepciones. Desde la invención de la escritura hasta Internet, pasando por la imprenta.

En cualquier país, las redes obligan a todos los demás medios de masas (prensa escrita, radio, cine, televisión) a tener que repensarse. Hay un darwinismo mediático en marcha. El medio que no se adapte al nuevo ecosistema desaparecerá. Adaptarse no quiere decir que los otros medios deben hacer lo que hacen las redes. No. Las redes son también el territorio, ya lo dijimos, de la manipulación, de la intoxicación, de las fake news, de las “verdades emocionales”, de las “verdades alternativas”, de los relatos conspiracionistas. La prensa escrita, por ejemplo, debe concentrarse en sus cualidades: la calidad de la escritura, la brillantez del relato, la originalidad de la temática, la realidad del testimonio, la autenticidad de la información, la inteligencia del análisis y la garantía de la verdad verificada.

Catedrático, periodista, historiador, escritor y analista político. Dirigió la edición francesa y española de Le Monde Diplomatique. Cofundador de la organización no gubernamental Media Watch Global (Observatorio Internacional de los Medios de Comunicación). Fundador de la Red en Defensa de la Humanidad.

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Los retos de TikTok ponen en alerta a las familias

En TikTok podemos ver videos de bailes, jóvenes (y no tan jóvenes) haciendo play-back, trucos de magia, manualidades, recetas de cocina, tutoriales de belleza y un sinfín de actividades. Pero también, y cada vez más, de activismo social o político.

“Una Internet mejor comienza contigo: más conectados, más seguros”. Con ese lema se celebra el Día de Internet Segura 2021. Este año se nos pide a todos, niños y jóvenes, familias, docentes y centros escolares, así como a las empresas y responsables políticos, implicarnos en esta tarea.

A las plataformas se les solicita la creación de una Internet mejor, vigilando que haya un contenido positivo en sus canales y promoviendo servicios seguros para sus usuarios.

“Mantener a nuestra comunidad a salvo es nuestra mayor prioridad. Hemos llegado a un acuerdo con el Garante (de la protección de datos) y desde hoy vamos a tomar medidas adicionales para apoyar a nuestra comunidad en Italia. A partir del 9 de febrero, enviaremos de nuevo a cada usuario de Italia nuestro ‘age gate proccess’ (proceso de control de edad), y solo los usuarios mayores de 13 años podrán seguir utilizando la aplicación después de pasar este proceso. Además, estamos desarrollando un nuevo botón de ‘denunciar’ para permitir a los usuarios que reporten cuentas que puedan ser de menores de 13 años, que serán revisadas por nuestro equipo y eliminadas, en el caso de que sea necesario. No hay una línea de meta cuando se trata de proteger a nuestros usuarios, especialmente a los más jóvenes y nuestro trabajo en esta área tan importante no se detiene. Por ello, continuamos invirtiendo en las personas, los procesos y la tecnología que nos ayuda a mantener nuestra comunidad como un espacio seguro para la expresión positiva y creativa”. Alexandra Evans, Head of Child Safety de TikTok para Europa.

Foto de referencia de Tik Tok / AFP

Este es el comunicado que lanzaba la plataforma china TikTok tras la sentencia por el fallecimiento de la niña italiana de 10 años como consecuencia de uno de los retos virales, el #BlackOutChallenge.

¿Qué contenidos se publican en TikTok?

En TikTok podemos ver videos de bailes, jóvenes (y no tan jóvenes) haciendo play-backtrucos de magia, manualidades, recetas de cocina, tutoriales de belleza y un sinfín de actividades. Pero también, y cada vez más, de activismo social o político, educativos o sanitarios.

Por eso, tantas universidades, empresas o partidos políticos han visto la oportunidad de crear y publicar contenidos de una manera clara, sencilla y directa para su público objetivo: los adolescentes y jóvenes.

TikTok, como el resto de aplicaciones y redes sociales, es una plataforma cuyo objetivo principal es que los usuarios permanezcan el mayor tiempo posible en ella para poder rentabilizarla, ya sea a través de impactos de publicidad, con el registro de datos o de su comportamiento.

Su éxito se debe a la forma en la que, gracias a la inteligencia artificial y su algoritmo, recopila y aprovecha los datos de los usuarios para mejorar su experiencia. A medida que las marcas compiten por la atención de los usuarios, el contenido personalizado se ha convertido en lo más importante.

Un fenómeno viral

Pero desde hace algunos años se ha puesto de moda que personajes famosos, como influencers y youtubers, o cualquier individuo anónimo, se apunten a realizar un reto o challenge, ya sea por una causa benéfica o por simple diversión. Estas tendencias virales se comparten por mensajería instantánea o redes sociales y cada usuario aporta su versión personal del reto.

Los retos, bien diseñados y enfocados, pueden ayudar a conseguir ciertos objetivos, como concienciar sobre la necesidad de cuidar el medioambiente, luchar por los derechos de los más vulnerables, la igualdad de oportunidades, educación, etc. (con etiquetas como #TodosPorElClima, #TheRealChallenge y #DanceForChange…).

El problema surge cuando aparecen retos que ponen en peligro la salud o la integridad física de los usuarios, especialmente si son menores de edad. Algunos de los challenges más peligrosos se están difundiendo hoy día en TikTok, donde miles y miles de adolescentes se retan a realizar juegos peligrosos.

Y así es como se han viralizado en los últimos meses tras verse en la app el #BenadrylChallenge, el #KnockOutChallenge, el #SupergluelipsChallenge o el tristemente mediático por el fallecimiento de al menos dos menores #BlackOutChallenge.

Los menores en la plataforma

Según la Ley Orgánica 3/2018 de Protección de Datos Personales y Garantía de los Derechos Digitales del 5 de diciembre, artículo 7.1 (LOPDGDD), en España se establece en 14 años la edad mínima para que un menor pueda ser gestor del tratamiento de sus datos personales –por ejemplo, teniendo perfil en redes sociales–.

En el caso de TikTok, la propia plataforma especifica en su política de privacidad que no está dirigida a niños menores de 13 años y, además, nos insta a denunciar a través de un formulario si creemos que tienen o recopilan datos personales sobre un niño menor de esa edad.

De hecho, la clasificación que tienen en los mercados de descargas, tanto iOS como Android, es de 12+ con el fin de que las familias sepan que no es una aplicación para menores de esta edad.

Pero ¿cómo se valida que el menor no miente cuando introduce su edad o que confirma tener el consentimiento paterno (obligatorio)? Pues, simplemente, la plataforma confía en la honestidad y madurez de todos los menores. Y este es el gran problema, la edad mínima de acceso y las plataformas: no hay un sistema de doble verificación eficaz.

Como publica en un estudio Statista, la presencia de niños más pequeños en redes sociales es una realidad, hay un 47,7 % de usuarios de 4 (sí, lo hemos escrito bien) a 15 años en Instagram y un 37,7 % en TikTok. Por eso es tan importante que las familias supervisen la actividad de los menores cuando utilizan sus tabletas o smartphones, ya sea a través de una herramienta de control parental o mediante las conversaciones familiares.

Aumentando las medidas de seguridad

Tras la batalla legal con EE UU y la sanción impuesta en 2019, la plataforma china introdujo una serie de medidas para limitar el acceso a contenidos inapropiados y a personas desconocidas por parte de los menores prohibiendo las bromas, el acoso en la red y los retos o challenges que pudieran provocar lesiones.

Además, de 13 a 16 años los niños utilizarán una versión restringida de TikTok con contenidos de acuerdo a su edad y con bloqueo de los mensajes privados entre usuarios. Sin embargo, el problema es que esto no es posible aplicarlo en las cuentas de todos aquellos menores que no pusieran su edad real al darse de alta.

Además, en noviembre ampliaron la función del Family Pairing, que permite vincular la cuenta de nuestro hijo o hija a la nuestra, para, de este modo, gestionar o controlar funciones como el tiempo que pasan conectados, quién puede ver su perfil, quién puede comentar sus vídeos, enviarles mensajes o ver los contenidos que le gustan.

Control de contenidos y privacidad

El pasado 13 de enero la plataforma china reforzó aún más la privacidad y la seguridad de sus usuarios más jóvenes:

  • “Todas aquellas cuentas pertenecientes a usuarios entre los 13 y los 15 años cambiarán su configuración automáticamente para que estas sean privadas por defecto” (aunque, como dijimos antes, imposible aplicar en las cuentas de todos aquellos menores que no pusieran su edad real al darse de alta).
  • “Los vídeos creados por menores de 16 años solo podrán ser comentados por Amigos o Nadie” (desaparece la opción de Todos).
  • “Las opciones de dúo y pegar solo estarán disponibles para mayores de 16 años”.
  • “La opción de permite la descarga de tus videos solo estará disponible en aquellos contenidos creados por usuarios mayores de 16 años”.
  • “La opción de recomienda tu cuenta a otros estará desactivada por defecto para aquellos usuarios que se encuentren entre los 13 y los 15 años”.

Estas nuevas actualizaciones se unen a los anteriores cambios, que incluían la imposibilidad de utilizar los mensajes directos y la realización de retransmisiones en directo por parte de usuarios menores de 16 años y las restricciones a la compra, envío y recepción de regalos virtuales para usuarios menores de 18 años.

Pero, aunque existan nuevas funciones para bloquear contenidos, mensajería o a usuarios, sin duda, la probabilidad de riesgos no desaparece. Los menores podrán seguir accediendo a retos de una manera u otra, ya sea a través de la plataforma o porque les llega enviados por sus amigos a través de WhatsApp. Supervisar su actividad en el móvil en edades tempranas es imprescindible.

Incluso puede ser una buena opción usar la aplicación en el móvil o tableta de los padres y madres para que los pequeños vean el contenido que les guste sin tener que crearse una cuenta (se puede descargar la app y visualizar vídeos y hashtags), si se considera que aún no es el momento para ello.

Educar es la mejor herramienta

El bloqueo de Italia de la plataforma ha abierto un profundo debate. Legalmente, los países europeos, incluido España, pueden solicitar esta medida de urgencia (proteger los datos de los menores, al no poder verificar la edad de sus usuarios) bajo el amparo del nuevo Reglamento General de Protección de Datos (RGPD).

La opción no debería ser bloquear o prohibir las plataformas, ya que si no es esta, habrá otra. La mediación parental y la educación digital en casa es siempre la mejor fórmula para hacer que nuestros hijos hagan un uso seguro y saludable de la tecnología.

Por:

Laura Cuesta Cano

Responsable de Comunicación y Contenidos Digitales en Servicio PAD. Profesora, Universidad Camilo José Cela

Fuente: https://www.semana.com/tecnologia/articulo/los-retos-de-tiktok-ponen-en-alerta-a-las-familias/202155/

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República Dominicana: Director de los Centros Tecnológicos pide a padres vigilar a sus hijos al usar Internet

América Central/República Dominicana/12-02-2021/Autor(a) y Fuente: acento.com.do

Isidro Torres, director general de los Centros Tecnológicos Comunitarios (CTC), exhortó a orientar a niños, niñas y jóvenes a ser precavidos en el uso de la Internet y las redes sociales, al tiempo que pidió ser cautelosos con las informaciones que comparten, a fin de no que resulten perjudicados ellos y sus familiares por prácticas dañinas que llevan a cabo los ciber delincuentes.

Torres destacó que desde esta institución se unifican esfuerzos con el Instituto Dominicano de las Comunicaciones (Indotel) y el Ministerio de Educación para orientar a niños, niñas, jóvenes, adolescentes y adultos a que utilicen las redes, el mundo de la Internet “de manera sana y productiva”.

Para tener un mejor control sobre el uso que hacen del Internet los niños, niñas y adolescentes, sus padres o tutores debemos dialogar con ellos y acompañarles cuando usen esa tecnología, y así hacer de la experiencia una actividad más segura, dijo Torres.

El director de los CTC exhortó a los jóvenes, niños y niñas a que, al menor indicio de acoso o propuesta sospechosa en las redes de la Internet, “decírselo a los padres, profesores o adultos de confianza”, a la vez que abogó por una “cultura cibernética” que incluya una ciudadanía digital de derechos y deberes como forma segura de navegar por Internet y de socializar a través de las redes sociales.

El Día de la Internet Segura es celebrado a nivel mundial este día nueve de febrero, en la que los CTC desarrollan jornadas de capacitaciones de los sus gestores a los fines que sirvan de multiplicadores en sus respectivos centros

Fuente e Imagen: https://acento.com.do/actualidad/isidro-torres-pide-a-padres-vigilar-a-sus-hijos-al-uso-de-internet-y-redes-sociales-8911477.html

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